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“¿Qué hacemos nosotros?”. Domingo 12 de diciembre de 2021. 3º de Adviento

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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03-advientoC3De Koinonia:

Sofonías 3, 14-18a: El Señor se alegra con júbilo en ti.
Interleccional: Isaías 12, 2-3. 4bcd, 5-6: Gritad jubilosos:Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.”
Filipenses 4, 4-7: El Señor está cerca.
Lucas 3, 10-18: ¿Qué hacemos nosotros?

El texto del profeta Sofonías nos habla de un tiempo poco antes del reinado de Josías. El país se hallaba sumido en la mayor miseria moral y hacía tiempo se dejaba sentir la amenaza de Asiria. Sofonías, testigo de los grandes pecados de Israel y del duro castigo con que Dios va a purificar a su pueblo, preanuncia la restauración y redención que Dios va a obrar. A los beneficiarios de ella los llama el “resto”. Con este “resto” creará Dios un pueblo nuevo.

Al final de su libro Sofonías vislumbra algunas luces de esperanza: el rey Josías se presenta como un gran reformador y Asiria parece aflojar por el momento su cerco. Es la ocasión para anunciar días mejores para Jerusalén e invitar a la alegría a través de una gran fiesta en la que todo serán danzas, alegría y regocijo.

Israel rebosa gozo porque el Señor ha cancelado todas sus deudas o el castigo de sus pecados (la cautividad). El Señor establece su trono en Sión. Con Rey tan poderoso y Padre tan misericordioso nada tiene que temer nunca más (v.14-15). Ahora ya no es Israel el que se goza en el Señor; es el mismo Señor quien se goza con su nuevo pueblo. Es como el “esposo” que se goza en la “esposa”. Muchas veces en los profetas la “Alianza” es presentada como “Desposorio”: “Yahvé, tu Dios, está en medio de ti; exulta de gozo por ti y se complace en ti; te ama y se alegra con júbilo; hace fiesta por ti” (v.16-17).

Los textos de la liturgia de hoy nos invitan a la alegría. Ese es el modo de esperar al Señor: la auténtica alegría del pueblo de Dios es Cristo, el Mesías largo tiempo esperado. A los filipenses Pablo les recomienda: “Alegraos siempre en el señor. Otra vez os digo, alegraos”.

El pasaje de Lucas nos habla del testimonio de Juan Bautista, el precursor. Su predicación impresiona al pueblo, la gente se acerca para preguntarle: “¿Qué debemos hacer?” (v.10), es una prueba de que han comprendido el mensaje, perciben que el bautismo de Juan exige un comportamiento. La respuesta llega enseguida: compartan lo que tengan: vestido, comida, etc. (vv. 10-11).

No se pregunta lo que hay que pensar, ni siquiera lo que hay que creer. El Evangelio pretende que el oyente de la Palabra de Dios se convierta, es decir, que su conducta y su comportamiento estén de acuerdo con la justicia que exige el Reino. La buena noticia entraña una exigencia nítida: los que tienen bienes o poder deben compartirlos con los que no tienen nada o son más débiles. Gracias a esta conversión, los pobres y menesterosos son iguales a los otros. En realidad, los pobres no preguntan, sino que están en “expectación”. El “¿qué debemos hacer?” lo deberían preguntar quienes tienen el dinero, la cultura, el poder… porque la exigencia básica, según la Biblia, es compartir.

La conversión es un cambio de conducta más que un cambio de ideas; es la transformación de una situación vieja en una situación nueva. Convertirse es actuar de manera evangélica. El evangelio nos invita a una “conversión al futuro” que se despliega en el Reino. No es mirar y volverse atrás. El futuro (que es Dios y su reinado) es la meta de la llamada a la conversión.

La tentación para no convertirse es quedarse en una búsqueda permanente o contentarse con preguntar sin escuchar respuestas verdaderas. Según el Bautista, la conversión exige “aventar la parva” (saber seleccionar o elegir), “reunir el trigo” (ir a lo más importante y no quedarse en las ramas) y “quemar la paja” (echar por la borda lo inservible o lo que nos inmoviliza); acoger la Buena Nueva de la venida del Señor requiere esa conversión. Con nuestros gestos discernimos lo que nos acerca de aquello que nos aleja de la llegada del Señor. Este día Dios discernirá entre el trigo y la paja que haya en nuestra conducta.

Este domingo se denominó tradicionalmente domingo “gaudete”, o de alegría. Por dos veces nos dice Pablo que estemos alegres, alegres por la venida del Señor, por la celebración próxima de la Navidad, por mantener la esperanza, por situarnos en proceso de conversión y por compartir con los hermanos la cena del Señor.

En la Biblia, la alegría acompaña todo cumplimiento de las promesas de Dios. Esta vez el gozo será particularmente profundo: “El Señor está cerca” (Flp 4,5). Toda petición a Dios debe estar apoyada en la acción de gracias (v. 6). La práctica de la justicia y la vivencia de la alegría nos llevarán a la paz auténtica, al Shalom (vida, integridad) de Dios.

¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que muchos nos podemos formular hoy. La respuesta de Juan Bautista no es teoría vacía. Es a través de gestos y acciones concretas de justicia, respeto, solidaridad, y coherencia cristiana, como demostramos nuestra voluntad de paz, vamos construyendo un tejido social más digno de hijos de Dios, vamos conquistando los cambios radicales y profundos que nuestra vida y nuestra sociedad necesitan. Pero para eso, es necesario purificar el corazón, dejarnos invadir por el Espíritu de Dios, liberarnos de las ataduras del egoísmo y el acomodamiento, no temer al cambio y disponernos con alegría, con esperanza y entusiasmo a contribuir en la construcción de un futuro no remoto más humano, que sea verdadera expresión del Reino de Dios que Jesús nos trae, y así poder exclamar con alegría: ¡venga a nosotros tu Reino, Señor! Leer más…

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12.12.21. Dom 3 Adviento, ciclo C .Juan Bautista, los deberes humanos para ejecutivos y soldados: Lc 3, 10-17.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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EEAE8CE5-B381-4C5C-8EC6-A00F01B05BD8Del blog de Xabier Pikaza:

Tercer Domingo de Adviento. Ciclo b. La liturgia vuelve a situarnos ante Juan Bautista, que ha puesto de relieve  la moral de los deberes humanos, en un plano personal, económico y militar.

Éste es el mensaje social de los profetas que preparan el camino de Jesús, conforme a la visión de Lucas, evangelio de la justicia universal. Esto es lo que él pide a todos (en especial los poderosos).

Lucas 3, 10-18

(a) 10 La gente le preguntaba: – ¿Qué tenemos que hacer? 11 Y les contestaba: –El que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna, y el que tenga comida que haga lo mismo.

12 Vinieron también unos publicanos a bautizarse y le dijeron: –-Maestro, ¿qué tenemos que hacer?13 Él les respondió: –No exijáis nada fuera de lo fijado. 14 También los soldados le preguntaban: – ¿Y nosotros qué tenemos que hacer? Juan les contestó: –No uséis la violencia, no hagáis extorsión a nadie, y contentaos con vuestra paga.

(b) 15 El pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías. 16 entonces Juan les dijo: –Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no soy digno de desatar la correa de las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. 17 En su mano tiene el bieldo para aventar su parva y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará en un fuego que no se apaga. 18 Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena noticia.

Aquí dejamos de lado la segunda parte, de tipo apocalíptico, abierto al Evangelio de Jesús. En la primera parte del texto, Lucas presenta a Juan como portador de un mensaje universal de deberes humanos, que puede aplicarse y se aplica de igual modo a judíos y paganos.

Juan Bautista y los derechos humanos.

Lucas presenta a Juan Bautista como portador de un mensaje universal de justicia, un mensaje abierto a todos los pueblos, sin distinción. Esa justicia se expresa en forma de reconciliación y servicio mutuo y se expresa en los tres planos de la vida. Es aquí donde, a mi juicio, debería situarse el mensaje de la Iglesia cuando habla a la sociedad civil, sin necesidad de empezar apelando a Jesús.

Este menaje profético ha de aplicarse de un modo universal y se centra en las “tres cuestiones” básicas de la primera parte del texto (parte a).

Norma 1. En un plano personal: Mensaje para todos:

“El que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna, y el que tenga comida que haga lo mismo”. Los problemas de fondo son comida y vestido, la exigencia de la “moral profética” es el compartir: “El vestido” son las posesiones: quien “conserve” o tenga dos túnicas (o dos euros) mientras otro no tiene nada… va en contra de la moral profética (que aquí tomamos como “moral natural”)….Quien almacene comida mientras otro pasa hambre… no puede ni siquiera acercarse a Jesús.

Ésta es la única moral, éste es el único mensaje profético para todos los hombres, sean o no cristianos. Aquí no se trata de creer en Jesús, ni aceptar la iglesia, ni de defender dogmas o jerarquías y privilegios clericales… La verdad profética está en compartir la vida.

Una economía universal, compartir Comida y vestido, que no sean objeto de compra-venta, sino de comunicación humana. Quien atesore dos túnicas (casas, comida, monedas…), mientras otros no tienen ninguna, destruye el principio central de la justicia.

Ésta es la base de la moral, el primer deber (y derecho) humano, no sólo para sacerdotes o gobernantes. Los objetos básicos de la vida (vestido, comida) ha de ponerse al servicio de todos, en línea de comunicación, no de compraventa. No se trata por ahora de creer en Jesús, ni de aceptar dogmas o caminos especiales… La única verdad moral consiste en compartir la vida, en contra de un sistema capitalista que amontona dinero (Mammón) o de un sistema estatal dirigido y controlado desde arriba, mientras sigue habiendo gente sin comida o vestido.

Norma 2. Mensaje para administradores (publicanos):

“No exijáis nada fuera de lo fijado”. Publicanos son los que dirigen la economía, cobrando los impuestos para los servicios públicos…

En sentido extenso, publicanos son todos los que “manejan” dinero público (desde las multinacionales hasta los empleados de hacienda). Juan Bautista supone que hay un orden económico, algo que está “establecido” (en griego: diatetagmenon). Hay una taxis, un tipo de “sistema” que regula las relaciones económicas, al servicio de todos… Pues bien, Juan Bautista les pide a los “gestores” de ese sistema que sólo “exijan” (que sólo cobren) lo regulado. Leer más…

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Una buena noticia bastante extraña. Domingo 3º Adviento. Ciclo C.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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san juan bautista el grecoDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

“El que tenga dos túnicas, que las reparta con quien no tiene”

Los textos del domingo pasado dejaban claro el tono alegre del Adviento. Y los de este domingo lo acentúan todavía más. “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén”, comienza la 1ª lectura. Su eco lo recoge el Salmo: “Gritad jubilosos, habitantes de Sión: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”. La carta a los Filipenses mantiene la misma tónica: “Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres.” Y el evangelio termina hablando de la Buena Noticia; y las buenas noticias siempre producen alegría.

            Las lecturas ofrecen materia abundante (¡demasiada!). Quien vaya a comentarlas debe seleccionar lo más importante para su auditorio.

 Alegría de Jerusalén y alegría de Dios (Sofonías 3,14-18)

 Este breve texto, probablemente del siglo V a.C., aborda dos problemas políticos, con un final religioso. Jerusalén ha sufrido la deportación a Babilonia, el rey y la dinastía de David han desaparecido, los persas son los nuevos dominadores. No tiene libertad ni rey. El profeta anuncia un cambio total: el Señor expulsa a los enemigos y será el rey de Israel. Lo más sorprendente es el motivo de este gran cambio: el amor de Dios. Cuando se recuerda que los profetas consideran la historia del pueblo una historia de pecado, asombra que Dios pueda gozarse y complacerse en él. Las palabras finales se adaptan perfectamente al espíritu del Adviento. La Iglesia, tantas veces pecadora, sigue gozando del amor de Dios. Lo mismo puede decirse de cada uno de nosotros.

Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Aquel día dirán de Jerusalén: «No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta».

Alegría, mesura y oración (Filipenses 4,4-7)

 Pablo escribe a su comunidad más querida. En la parte final de la carta, tres cosas le aconseja: alegría, mesura y oración.

Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobre pasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Alegría, confiando en la pronta vuelta del Señor. Al principio de su actividad misionera, Pablo estaba convencido de que Cristo volvería pronto. Lo mismo esperaban la mayoría de los cristianos a mediados del siglo I. Aunque esto no se realizó, las palabras “El Señor está cerca” son verdad: no en sentido temporal, sino como realidad profunda en la Iglesia y en cada uno de nosotros.

Mesura. En el contexto navideño, cabe la tentación de interpretar la mesura como una advertencia contra el consumismo. Sin embargo, el adjetivo que usa Pablo (evpieike.j) tiene un sentido distinto. Se refiere a la bondad, amabilidad, mansedumbre en el trato humano, que debe ser semejante a la forma amable y bondadosa en que Dios nos trata.

Oración. En pocas palabras, Pablo traza un gran programa a los Filipenses. Una oración continua, “en toda ocasión”; una oración que es súplica pero también acción de gracias; una oración que no se avergüenza de pedir al Señor a propósito de todo lo que nos agobia o interesa.

Una «buena noticia» bastante extraña (Lucas 3,10-18)

             El domingo pasado, el texto del evangelio presentaba a Juan Bautista: momento de su intervención como profeta, actividad (bautismo para el perdón de los pecados) y cumplimiento de lo anunciado por Isaías.

            A continuación ofrece Lucas un resumen de su mensaje, dividido en tres partes:

            1) exhortación a la penitencia y a dar buenos frutos; de lo contrario, el hacha ya está preparada para cortar el árbol y tirarlo al fuego;

            2) lo anterior provoca en la gente el deseo de saber qué debe hacer; Juan responde con unos consejos prácticos;

            3) anuncio de la venida de un personaje más importante con un bautismo superior al suyo.

            La liturgia ha omitido la primera parte, pero conviene tenerla en cuenta para comprender los consejos que siguen.

Consejos prácticos (10-14)

En aquel tiempo la gente preguntaba a Juan:

− ¿Entonces qué hacemos?

Él contestó:

− El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:

− ¿Maestro, qué hacemos nosotros?

;Él les contestó:

− No exijáis más de lo establecido.

Unos militares le preguntaron:

− ¿Qué hacemos nosotros?

Él les contestó:

− No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.

En la primera parte de su discurso Juan Bautista ha exigido la conversión, producir frutos buenos. ¿En qué consisten? Lucas responde poniendo unas preguntas en boca de la multitud, de los recaudadores de impuestos (los publicanos) y de los soldados. La presencia de recaudadores no extraña, teniendo en cuenta que también se interesarán por la predicación de Jesús. Más extraña resulta la mención de los soldados (strateuo,menoi) ya que este colectivo no se vuelve a mencionar en el NT; debe tratarse de judíos al servicio de Herodes Antipas.

La respuesta más exigente es la primera, dirigida a todos: compartir el vestido y la comida. Recuerda lo que pide Dios en el libro de Isaías: «partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne» (Is 58,7).

La respuesta a los recaudadores se queda en lo negativo: «No exijáis más de lo ordenado». La actividad de los publicanos abarcaba muchos aspectos de la vida diaria: derechos de importación y exportación, portazgos, peaje, impuestos urbanos, etc. «Y si el pacífico residente, el labrador, el comerciante o el fabricante se veía constantemente expuesto a sus exacciones, el viajero, el caravanero o el buhonero se encontraban con su vejatoria presencia en cada puente, por la carretera y a la entrada de las ciudades. Se tenía que descargar cada bulto, y todo su contenido era abierto y registrado; hasta las cartas eran abiertas; y debe haberse precisado de algo más que de la paciencia oriental para soportar la insolencia de los recaudadores y para someterse a sus ‘falsas acusaciones’ al fijar arbitrariamente la cuota por la tierra o los ingresos, o el valor de las mercancías (A. Edersheim, Usos y costumbres de los judíos, Clie, Terrasa 2003, 76-78).

La respuesta a los soldados une lo negativo: «no maltratéis ni extorsionéis a nadie» y lo positivo: «contentaos con vuestra paga».

«Tanto para los soldados como para los publicanos, Lucas se interesa por una ética de la justa adquisición de bienes y del buen uso del dinero» (Bovon, El evangelio según san Lucas I, 252). Algo que puede llamar la atención a quienes piensen que la mejor forma de prepararse a celebrar la venida del Señor es centrarse en actos de piedad.

Anuncio (15-17)

 El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:

Yo os bautizo con agua; pero viene uno que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.

La denuncia inicial y los consejos prácticos no crean malestar en la gente, animan a preguntarse por la identidad de Juan. Este responde hablando de un personaje con más autoridad (no le da el título de Mesías), que llevará a cabo una misión doble: positiva (bautismo) y ambigua (bieldo).

Dos temas indica Juan a propósito del personaje futuro: la mayor importancia de su persona y el mayor valor de su bautismo. La mayor importancia de la persona la expresa aludiendo a su fuerza, porque del Mesías se espera que la tenga para derrocar a los enemigos, y a la indignidad de Juan respecto a él, ya que no puede cumplir ni siquiera el servicio de un esclavo.

La mayor importancia del bautismo queda clara por la diferencia entre el agua, en uno, y el Espíritu Santo y el fuego, en el otro. Bautizar significar «lavar», «purificar». Y si se quiere mejorar la conducta del pueblo, nada mejor que el Espíritu de Dios: «Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos y que cumpláis mis mandamientos» (Ez 36,27). Además, el fuego purifica más que el agua.

Basándose en el Salmo 2, algunos textos concebían al Mesías con un cetro en la mano para triturar a los pueblos rebeldes y desmenuzarlos como cacharros de loza. Juan no lo presenta con un cetro, utiliza una imagen más campesina: lleva un bieldo, con el que separará el trigo de la paja, para quemar ésta en una hoguera inextinguible.

Al comienzo de su intervención, Juan hizo referencia al hacha dispuesta a talar los árboles in­útiles; al final, al bieldo que echa la paja en la hoguera. Dos imágenes potentes para animar a la conversión.

Sumario (18)

Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.

Este versículo resume la actividad de Juan fijándose en su predicación y sin mencionar el bautismo. Las palabras de Juan pueden parecer muy duras, pero constituyen una buena noticia para quien está dispuesto a convertirse.

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12 de Diciembre de 2021. Tercer Domingo de Adviento. Ciclo C.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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«¿Qué hacemos nosotros?»

(Lc 3, 10-18)

El tercer domingo de adviento siempre nos repite lo mismo, como Pablo en la carta a los Filipenses: ¡Alegraos!

La primera lectura de la Eucaristía nos regala una de las imágenes más bellas de Dios. El profeta Sofonías nos muestra a un Dios radiante de alegría, en algunas traducciones dice que saltando y danzando en medio de su pueblo como en los días de fiesta.

Y un Dios así de contento ¿qué nos dice? ¡Que nos alegremos! Algo así como: «vosotros, cada uno de vosotros, sois mi alegría y yo puedo ser la vuestra, ¡Alegraos conmigo!»

Por eso la invitación del adviento es la alegría. Dios ha decidido venir a habitar en medio de nosotros, porque es aquí, entre nosotras, siendo uno de los nuestros como quiere danzar y saltar de alegría.

Sin embargo, a simple vista, el evangelio que nos presenta la Iglesia en este domingo no parece que hable de alegría… Nos encontramos de nuevo con Juan Bautista. A él acuden distintos tipos de gentes y todos con la misma pregunta: «¿qué hacemos?» Y Juan tiene una respuesta para cada uno.

Con otras palabras les va invitando a compartir, a obrar con justicia, a no abusar de la autoridad, ni dejarse llevar por la codicia. Todo esto, ¿para qué? Precisamente para poder ser felices, para poder vivir con alegría la Buena Noticia.

Juan Bautista anuncia la venida del Mesías, del ungido de Dios, de Dios mismo y a Dios se le encuentra en el compartir, en la justicia, en la sencillez. No con estas palabras pero Juan les está diciendo: ¡alegraos!, y para que puedan alegrarse de verdad les dice lo que tienen que hacer.

Muy bien, y nosotros, ¿qué hacemos? Es una buena pregunta. ¿Qué podemos hacer para vivir con alegría? ¿Te atreves a preguntarle a Dios qué debes hacer para ser feliz?

Oración

¡Alegraos! es la invitación, aceptarla y cómo aceptarla depende de cada uno.

¡Alegraos! tanto como Dios se alegra con nosotros.

¡Alegraos! para que la Buena Noticia sea creíble.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa 

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Mensaje: compasión, empatía, compartir.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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descargaDOMINGO 3º DE ADVIENTO (C)

Lc 3,10-18

La primera palabra de la liturgia de este domingo es una invitación a la alegría. Esa alegría, en el AT, está basada siempre en la salvación que va a llegar. Hoy estamos en condiciones de dar un paso más y descubrir que la salvación ha llegado ya porque Dios no tiene que venir de ninguna parte y con su presencia en cada uno de nosotros, nos ha comunicado lo que Él mismo es. No tenemos que estar contentos ‘porque Dios está cerca’, sino porque Dios está ya en nosotros.

La alegría es como el agua de una fuente, la vemos solo cuando aparece en la superficie, pero antes, ha recorrido un largo camino que nadie puede conocer, a través de las entrañas de la tierra. La alegría no es un objetivo a conseguir directamente sino la consecuencia de un estado de ánimo que se alcanza después de un proceso. Ese proceso empieza por la toma de conciencia de mi verdadero ser. Si descubro que Dios forma parte de mí, encontraré la absoluta felicidad.

¿Qué tenemos que hacer? Las respuestas manifiestan la igualdad y la diferencia entre el mensaje de Jesús y el de Juan. El Bautista creía que la salvación que esperaban de Dios iba a depender de su conducta. Esta era también la actitud de los fariseos. Jesús sabe que la salvación de Dios es gratuita e incondicional. Es curioso que los seguidores de Jesús, todos judíos, se encontraran más a gusto con la predicación de Juan que con la suya. Esto queda muy claro en los evangelios.

Por esa misma razón los primeros cristianos, que seguían siendo judíos, cayeron en seguida en una visión del evangelio moralizante. Jesús no predicó ninguna norma moral. Es más, se atrevió a relativizar la Ley de una manera insólita. El hecho de que permanezcan en el evangelio la frase como “las prostitutas os llevan la delantera en el Reino”, indica claramente que para Jesús había algo más importante que el cumplimiento de la Ley. S. Agustín en una de sus genialidades lo expresó con rotundidad: “ama y haz lo que quieras”. No hay un resumen mejor del evangelio.

Todas las respuestas que da Juan van encaminadas a mejorar las relaciones con los demás. Se percibe una preocupación por hacer más humanas esas relaciones, superando todo egoísmo. Está claro que el objetivo no es escapar a la ira de Dios sino imitarle en la actitud de entrega a los demás. El evangelio nos dice, una y otra vez, que la aceptación por parte de Dios es el punto de partida, no la meta. Seguir esperando la salvación de Dios es la mejor prueba de que no la hemos descubierto dentro. La pena es que seguimos esperando que venga a nosotros lo que ya tenemos.

El pueblo estaba en expectación. Una manera de indicar la ansiedad de que alguien les saque de su situación angustiosa. Todos esperaban al Mesías y la pregunta que se hacen tiene pleno sentido. ¿No será Juan el Mesías? Muchos así lo creyeron, no solo cuando predicaba, sino también mucho después de su muerte. La necesidad que tiene de explicar que él no es el Mesías no es más que el reflejo de la preocupación de los evangelistas por poner al Bautista en su sitio; es decir, detrás de Jesús. Para ellos no hay discusión. Jesús es el Mesías. Juan es solo el precursor.

La presencia de Dios en mí no depende de mis acciones u omisiones. Es anterior a mi propia existencia y ni siquiera depende de Él, pues no puede no darse. No tener esto claro nos hunde en la angustia y terminamos creyendo que solo puede ser feliz el perfecto, porque solo él tiene asegurado el amor de Dios. Con esta actitud estamos haciendo un dios a nuestra imagen y semejanza; estamos proyectando sobre Dios nuestra manera de proceder y nos alejamos del evangelio que nos dice lo contrario.

Pero ¡ojo! Dios no forma parte de mi ser para ponerse al servicio de mi contingencia, sino para arrastrar todo lo que soy a la trascendencia. La vida espiritual no puede consistir en poner el poder de Dios a favor de nuestro falso ser, sino en dejarnos invadir por el ser de Dios y que él nos arrastre a lo absoluto. La dinámica de nuestra religiosidad es absurda. Estamos dispuestos a hacer “sacrificios” y “renuncias” que un falso dios nos exige, con tal de que después cumpla él los deseos de nuestro falso yo.

No hemos aceptado la encarnación ni en Jesús ni en nosotros. No nos interesa para nada el “Emmanuel” (Dios-con-nosotros), sino que Jesús sea Dios y que él, con su poder, potencie nuestro ego. Lo que nos dice la encarnación es que no hay nada que cambiar, Dios está ya en mí y esa realidad es lo más grande que podría esperar. Ésta tendría que ser la causa de nuestra alegría. Lo tengo ya todo. No tengo que alcanzar nada. No tengo que cambiar nada de mi verdadero ser. Tengo que descubrirlo y vivirlo. Mi falso ser se iría desvaneciendo y mi manera de actuar cambiaría.

La salvación no está en satisfacer los deseos de nuestro falso ser. Satisfacer las exigencias de los sentidos, los apetitos, las pasiones, nos proporcionará placer, pero eso nada tiene que ver con la felicidad. En cuanto deje de dar al cuerpo lo que me pide, responderá con dolor y nos hundirá en la miseria. Hacemos lo imposible para que Dios tenga que darnos la salvación que esperamos. Incluso hemos puesto precio a esa salvación: si haces esto, y dejas de hacer lo otro, tienes asegurada la salvación.

El conocimiento del que hablamos no es discursivo, sino vivencial. Es la mayor dificultad que encontramos en nuestro camino hacia la plenitud. Nuestra estructura mental cartesiana nos impide valorar otro modo de conocer. Estamos aprisionados en la racionalidad que se ha alzado con el santo y la limosna, y nos impide llegar al verdadero conocimiento de nosotros mismos. Permanecemos engañados, creyendo que somos lo que no somos, pidiendo a Dios que potencie ese falso ser.

La alegría de la que habla la liturgia de hoy no tiene nada que ver con la ausencia de problemas o con el placer que me puede dar la satisfacción de los sentidos. La alegría no es lo contrario al dolor o a nuestras limitaciones que tanto nos molestan. Las bienaventuranzas lo dejan muy claro. Si fundamento mi alegría en que todo me salga a pedir de boca, estoy entrando en un callejón sin salida. Mi parte caduca y contingente termina fallando siempre. Si me apoyo en esa parte de mi ser, fracasaré.

La respuesta que debo dar a la pregunta: ¿qué debemos hacer?, es simple: Compartir. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Tengo que adivinarlo yo. Ni siquiera la respuesta de Juan nos puede tranquilizar, pues la realización de las obras puede ser programación. No se trata de hacer o dejar de hacer sino de fortalecer una actitud que me lleve en cada momento a responder a la necesidad concreta del otro.

Meditación

No preguntes a nadie lo que tienes que hacer.
Descubre tu verdadero ser y encontrarás sus exigencias.
Tu meta tiene que ser desplegar lo que ya eres.
Solo podrás desplegar tu verdadero ser
si tus relaciones con los demás son cada día más humanas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Es tiempo de preparar.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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atributos-de-la-personalidadLc 3, 10-18

«… pero la paja la quemará con fuego que no se apaga»

Si nos basamos en los evangelios, resulta evidente la influencia de Juan en la decisión de Jesús de lanzarse a los caminos a predicar la Buena Noticia. El esquema de los sinópticos es idéntico: visita al Bautista, bautismo y teofanía, tentaciones en el desierto y vida pública. El evangelio de Juan, fiel a su estilo, omite el bautismo y las tentaciones, aunque también sitúa al Bautista al comienzo de todo.

Pero es de notar la diferencia radical del discurso del uno y el otro, hasta tal punto, que el Dios de Juan —un Dios implacable y justiciero que castiga nuestros pecados— tiene muy poco que ver con el de Jesús —la Madre que lucha junto a nosotros contra el pecado—. Por supuesto, Dios es siempre el mismo; lo que cambia es la percepción que cada uno de nosotros tenemos de Él. Además, gracias a la permanente acción del Espíritu vamos depurando La Palabra, entendiéndola cada vez mejor.

Podríamos considerar la Biblia como la crónica del descubrimiento paulatino de Dios por parte del pueblo de Israel. En sus libros más antiguos se presenta a un Dios sectario, tribal, siempre dispuesto a castigar despiadadamente la deslealtad de su pueblo o aniquilar a sus enemigos. Un Dios que no duda en destruir Sodoma con fuego por causa de sus pecados, aniquilar la raza humana —con la excepción de ocho justos— en el diluvio universal, o matar a todos los primogénitos de Egipto de forma brutal (por supuesto, estos pasajes solo son entendibles desde el arcaísmo religioso de sus autores). Por el contrario, algunos de sus últimos textos hablan de un Dios «Lento a la cólera y rico en perdón»; un gran avance, pero todavía insuficiente.

En este proceso, la llegada de Jesús representa un cambio sustancial y supone la mejor noticia que los seres humanos podríamos recibir: Dios no es el que nos manda calamidades por nuestros pecados, el que distingue entre personas predilectas y rechazadas por Él, el que nos juzga y nos quema «con fuego que no se apaga»… Dios es nuestra madre, nuestro médico, nuestro aliado contra el mal.

Los cristianos creemos que a Dios lo vemos en Jesús cuando quita el pecado del mundo, cuando no rechaza a los pecadores, cuando se acerca a los leprosos y cura a los ciegos y a los paralíticos, cuando no quiere honores de Rey, cuando se hace servidor de todos, cuando lava los pies, cuando nos invita a no pasar de largo al toparnos con la necesidad, cuando acoge siempre y sin condiciones, cuando se juega la vida —y la pierde— por salvar la de una adúltera, cuando perdona a sus verdugos que le están crucificando… Como decía Ruiz de Galarreta «Tenemos foto de Dios»…  y es estupendo.

Por supuesto, esto hay que celebrarlo por todo lo alto, y las celebraciones importantes hay que prepararlas bien para que adquieran todo su sentido.

Es tiempo de preparar.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Sofonías. Versión 2.0.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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3-avent-c-1lecbisEl profeta Sofonías no tenía ni idea de que, con el tiempo, los espacios iban a comprarse y él pensaba que había que conquistarlos con esfuerzo. Se habría asombrado al enterarse de que, al escribir comprar espacio en internet, podría adquirir, desde más almacenamiento en la nube, hasta un trastero de alquiler para guardar sus cachivaches. Tampoco podía imaginarse que una ansiedad angustiada se apoderaría en 2021 de los corazones de millones de habitantes del mundo a causa del retraso de los microchips y el bloqueo de los transportes.

A él lo que le parecía dramático era que unos okupas indeseables (parecidísimos a los poderes depredadores de hoy…) se hubieran apoderado del espacio sagrado de Sión oprimiendo y expulsando a los pequeños y humildes, la niña de los ojos de Dios. Le tocó asistir a un cambio repentino de situación y eso le alegró tanto que se puso a felicitar a la ciudad devastada – “regocíjate, alégrate, canta de gozo…”: había llegado un líder victorioso, huían los enemigos y Sión acogía con júbilo en su centro a Aquel que venía a ella como un amante apasionado. No pretendía ejercer sobre ella ninguna forma de dominio: buscaba estar junto a su amada, recuperar su intimidad, reencontrar su amor, hacerse inseparable de ella. Y al conseguirlo, estalla de alegría y la invita a danzar juntos. “Se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta.» (Sof 3,14-18)

Ahí está todo el secreto del Adviento, más allá de coronas de muérdago, velitas de colores y casullas moradas. Sión es el nombre que cada uno de nosotros lleva tatuado en lo más profundo y escuchamos el pregón:

Felicidades, Sión, ¡qué suerte la tuya!
se han soltado las ataduras que te tenían amarrada,
se ha silenciado el ruido que ocupaba tu interior,
has liberado espacio en tu corazón,
está llegando Aquel a quien perteneces.

Alégrate, ensancha tu capacidad,
ábrete a su presencia desde ese vacío silencioso que le hace sitio.
Dichosa tú, porque en tu seno acogedor y cálido
puedes ofrecer hospitalidad y amparo
a tantas vidas ateridas.

Enhorabuena, porque te estás volviendo Adviento.

 

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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El amor efectivo, test de la comprensión.

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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superación-personalDomingo III de Adviento,

12 de diciembre de 2021

Lc 3, 10-18

Me parece evidente que todo se ventila en la comprensión. Porque cuando comprendemos de una manera profunda, experiencial o vivencial, se disipan las brumas de nuestra mente y salimos de la ignorancia. El hecho de “verorienta -etimológicamente: “lleva hacia la luz”- nuestras actitudes y nuestras acciones.

Sin embargo, todo lo humano es ambiguo y no es extraño que, aun de manera inconsciente -pensemos cómo funciona el mecanismo de la sombra-, se nos cuelen auto-engaños que vuelven a oscurecer nuestra mirada y a torcer nuestro comportamiento.

Frente a ello, hay siempre un test que nos permite verificar la calidad de la comprensión: el amor efectivo a los otros, la compasión de la que hablan todas las tradiciones sapienciales, recogida en la llamada “regla de oro”, que pide tratar a los otros como uno mismo desearía ser tratado por ellos.

Así como el hecho de haber vivido una experiencia de comprensión no libera necesariamente de inercias que vuelven a encerrarnos en la ignorancia de la mente absolutizada -desconociendo lo vivido-, tampoco inmuniza frente al egocentrismo en cualquiera de sus formas. De ahí que, para prevenir cualquier auto-engaño, resulte sumamente útil contrastar la verdad de lo que vivimos, verificando cómo son nuestras relaciones y cómo vivimos el amor hacia los demás.

En esa línea van las respuestas de Juan a las preguntas que le formulan diferentes grupos de gente: trata al otro con compasión y déjate conducir en todo por el amor. La comprensión profunda o espiritual nos ofrece el motivo más profundo: la certeza de que somos no separados y que, por tanto, todo otro es no-otro de mí.

¿Me pregunto con frecuencia cómo vivo el amor y la compasión?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No siempre se puede estar alegre, pero sí sereno

Domingo, 12 de diciembre de 2021
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Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:He22AC1B7B-1B3E-4129-A1B3-40290114B05C

1.- Vivid serenamente la vida.

    En la liturgia anterior al concilio Vaticano II a este tercer domingo de adviento se denominaba algo así como domingo de la alegría: Domingo gaudete; gaudium: gozo, alegría. Era como una pequeña tregua en el esfuerzo del camino del Adviento.

San Pablo, prisionero en Roma, escribe la carta a los filipenses agradecido por la ayuda recibida de los cristianos de Filipos.

    Desde el agradecimiento a los filipenses, San Pablo les anima a vivir con gozo, estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad siempre alegres, cuando menos con serenidad. (No siempre se puede estar contento, pero sí que podemos vivir serenos)

    Todos los seres humanos tratamos de vivir con gozo, con alegría. Ser cristiano es también una gozada, de gozo.

Karl Barth escribía:

Hay entre los cristianos demasiadas caras llenas de amargura. No tienes motivo alguno ni te hace ningún bien, poner esa cara. Eres obra de Dios. Él te creó como eres y te colmó de bienes. Tu tarea ahora, consiste sencillamente en ser tal y como fuiste creado y agraciado por Él y, al serlo, no dejes de cantar la alabanza a Dios, no dejes de vivir en la alegría que te han regalado, aun cuando sólo puedas hacerla visible de manera muy imperfecta. [1]

    Quizás por educación, por una tradición católica justiciera y condenatoria, nuestra existencia cristiana puede transcurrir embargada por el miedo y la angustia, más que por una cierta serenidad, paz, calma y alegría.

Para muchas personas, la Iglesia no ha sido, ni es fuente de paz y alegría, sino de inquietud, preocupación, cuando no de desasosiego y angustia. Solemos decir que en la Iglesia hay malestar, que en castellano significa “estar mal”. Basta mirar a nuestra propia diócesis.

El cristianismo, JesuCristo, es manantial de serenidad, de calma interior, “no perdáis la calma”.

    Algunos obispos actuales nos acusan a los que seguimos viviendo de la teología y del espíritu que recibimos en los años conciliares (Bernard Häring, K Rahner, E Schillebeeckx, YM Congar, etc) de vivir en un “buenismo” y nos acusan de pensar que Dios es bueno. ¡Ojalá se nos fuese la mano predicando la bondad de Dios!

Nos va a costar “Dios y ayuda” formatear la memoria histórica para eliminar aquel falso cristianismo tan represivo con condenatorio.

Muchas fuentes de agua viva, mucha bondad tendrá que correr todavía para borrar la condenación y miedos que nos metieron en el cuerpo en nuestros años infantiles, adolescentes, jóvenes…

No hay que simplificar las cosas, pero quizás aquella moral tan condenatoria es también causa de este tono no in-moral, sino a-moral en el que la sociedad actual ha entrado.

    Para nosotros resuena también en este adviento y en nuestra vida: vivid en paz, estad serenos, alegres.

2.- No siempre se puede estar contento, pero sí en paz.

    Hay muchas situaciones y momentos en los que no podemos estar contentos. A veces vivimos situaciones difíciles, crisis, enfermedades, muertes en las que no estamos contentos, no podemos estar alegres.

    Pero, aún esas situaciones las podemos vivir desde el Señor en sosiego, en entereza, con esperanza.

  • La decadencia de la vida y de las capacidades por la edad, la ancianidad se viven serenamente desde Dios y hacia Dios. Hacia Él caminamos como en tierra extranjera.
  • El ocaso de instituciones a las que pertenecemos encuentra sentido y salida desde Dios. Él es Señor de la historia y de la Iglesia.
  • No es lo mismo vivir una muerte con fe que sin ella. El grano de trigo tiene que morir para la vida.

Puede parecer chocante, pero hay situaciones en la vida en las que la calma y la alegría tienen un tono de nostalgia y tristeza. El mismo Jesús estuvo triste hasta la muerte, (Mc 14,33-44)

En esas situaciones la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones. (Filipenses). Se trata de una alegría y serenidad que nadie os la podrá arrebatar (Jn 16,22)

3.- ¿Qué tenemos que hacer?

    La gente le pregunta a Juan Bautista: ¿Qué tenemos que hacer? ¿Cómo hemos de comportarnos en la vida?

    Esta pregunta atraviesa la historia y también nos embarga a nosotros; ¿Qué tengo que hacer en la vida?

    Es la cuestión ética, la moral.

    Estamos muy habituados a centrarnos en la ley, hasta el punto de que la moral pasó casi a ser una cuestión de Derecho canónico: este día festivo es obligatorio ir a Misa; los viernes no se puede comer carne bajo pecado; en cuestión sexual todo es pecado mortal; el mundo de la anticoncepción se considera pecado

La moral cristiana, “lo que tengo que hacer” quedó en manos de la “ley”.

    La respuesta a esta cuestión moral en el cristianismo está en el ser humano, en el prójimo, en la solidaridad: el que tenga dos túnicas que dé una, el que tenga comida que la reparta, no seáis exigente, no hagáis extorsión a nadie. Jesús lo concretará en el amor y en el servicio, que es una forma de amar.

    Decía Karl Rahner que la Iglesia debiera mostrar como norma-mandamiento de moralidad el amor y cada cristiano sacaría después para su vida las consecuencias que creyera convenientes.

    Ama y haz lo que quieras. Haz lo que amas.

4.- El Señor está cerca.

    El adviento nos acerca a la Navidad: el Señor está cerca. Pero no se trata de que el Señor vaya a nacer de nuevo: ya nació, vivió, murió y resucitó hace dos mil años.

El Señor está cerca en nuestra existencia. La cercanía del Señor hemos de pensarla y vivirla en su presencia actual en nosotros mismos, en la familia, en la comunidad, en la sociedad…

El cristianismo es una “gran alegría” (Lc 2,10), que celebraremos la noche de Navidad: os anuncio una alegría, que lo es para todo el pueblo.

    Acojamos esta memoria de San Pablo:

Estad siempre alegres en el Señor;

os lo repito, estad alegres

[1] K. Barth, Instantes, ¡Gracias a Dios!, Santander, Ed Sal Terrae, 2005, 24. (Karl Barth (1886-1968) fue un gran teólogo reformado suizo-alemán.

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Camino de Tolerancia y radicalidad

Lunes, 27 de septiembre de 2021
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Vamos a compartir
los abrazos y besos que surgen en este instante,
los gozos tenidos en el camino,
esta naturaleza libre y exuberante
y los latidos de nuestro corazón herido.

Vamos a compartir
lo poco que vamos comprendiendo,
la exigua luz que nos alcanza y no retenemos,
los intentos fallidos por salir del laberinto
y los miedos acumulados de todos los tiempos.

Vamos a compartir
los borradores de nuestros proyectos no hechos,
el clamor de los gritos y del silencio,
los balbuceos y suspiros más íntimos
y los sudores de nuestro cuerpo.

Vamos a compartir
la palabra que nos nace de las entrañas,
la que nos llega de arriba como escarcha,
la que nos surge de manantiales inciertos
y la que nos alcanza y puja por ser derramada.

Vamos a compartir
la tolerancia y la radicalidad
de tu evangelio y propuesta abierta,
olvidándonos de nuestros dogmas
para entrar en tu casa solariega.

Vamos a compartir
el tiempo de los poemas y de las canciones,
de la danza y de la palabra sagrada;
la sabiduría de los años acumulada
y las yemas que nos quedan de la infancia.

Vamos a compartir
las enseñanzas del espacio fraterno,
el calor de un hogar fecundo,
las redes de nuestro trabajo en equipo
y las madejas de todos nuestros sueños.

Vamos a compartir
lo que parecen locas intuiciones,
nuestras pocas e inseguras verdades,
las sendas y caídas al origen
y las cabañas que nos protegen.

Nunca compartamos
últimas y definitivas palabras,
atisbos de superior sabiduría,
argumentos sin experiencia,
sentar cátedra o verdades absolutas.

Compartamos solo la penumbra de la fe,
de la caridad y de la esperanza,
de la ciencia, de la pobreza y de la gracia,
del gozo y la risa humana.

Y así, Señor, somos y nos vamos haciendo
hijos, hermanos y amigos,
pueblo, familia e Iglesia,
lo que Tú soñaste para nosotros desde los orígenes,
compartiéndonos.

*

Florentino Ulibarri
Fuente Fe Adulta

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Siguiendo tus huellas, Señor.

Lunes, 26 de julio de 2021
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Partir con quien nada tiene,
pero que es digno de todo lo mejor
a sus ojos tristes y rojos,
y a los de Dios que nos mira a todos.

Partir no sólo lo sobrante,
también lo que hemos robado,
lo que hemos trabajado,
y hasta lo que nos es necesario.

Partir por justicia, por amor,
por encima de lo que es legal,
sin intereses y sin llevar la cuenta,
hasta que el otro sienta la hermandad.

Partir con sencillez y entrega,
sin creerse mejor ni superior,
sin exigir cambio, ni recompensa,
ni reconocimiento a nuestra actitud.

Partir, y aceptar decrecer
sin agobio, sin temor, sin tristeza,
con la confianza puesta en ti
para hacer posible la fraternidad.

Partir evangélicamente
en todo tiempo, en todo lugar,
dentro y fuera de nuestro hogar,
en toda ocasión, aquí, ahora ya.

Partir, o al menos intentarlo cada día,
nunca en solitario, siempre en compañía;
pero sin pretensiones ni vanidad,
sólo para hacer posible el compartir.

Como Tú, Señor.

*

Florentino Ulibarri

A man sleeps on a sculpture of a figure called 'Homeless Jesus' in front of the Archdiocese of Washington Catholic Charities offices in Washington, on September 16, 2015. Photo courtesy of REUTERS/Jonathan Ernst *Editors: This photo may only be republished with RNS-POPE-HOMELESS, originally transmitted on Sept. 24, 2015.

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“Tierra Nuestra, Libertad”: “Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”

Domingo, 25 de julio de 2021
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Tierra Nuestra, Libertad”.

Esta es la Tierra nuestra:

¡La libertad,

humanos!

Esta es la Tierra nuestra:

¡La de todos,

hermanos!

La Tierra de los Hombres

que caminan por ella

a pie desnudo y pobre.

Que en ella nacen, de ella,

para crecer con ella,

como troncos de Espíritu y de Carne.

Que se entierran en ella

como siembra

de Ceniza y de Espíritu,

para hacerla fecunda como a una esposa madre.

Que se entregan a ella,

cada día,

y la entregan a Dios y al Universo,

en pensamiento y sudor,

en su alegría

y en su dolor,

con la mirada

y con la azada

y con el verso…

¡Prostitutos creídos

de la Madre común,

sus malnacidos!

¡Malditas sean

las cercas vuestras,

las que os cercan

por dentro,

gordos,

solos,

como cerdos cebados;

cerrando,

con su alambre y sus títulos,

fuera de vuestro amor

a los hermanos!

¡Malditas sean

todas las cercas!

¡Malditas todas las

propiedades privadas

que nos privan

de vivir y de amar!

¡Malditas sean todas las leyes,

amañadas por unas pocas manos

para amparar cercas y bueyes,

hacer la Tierra esclava

y esclavos los humanos!

¡Otra es la Tierra nuestra, hombres todos!

¡La humana Tierra Libre, hermanos!

*

Pedro Casaldáliga

Tierra nuestra, libertad,
Editorial Guadalupe, Buenos Aires 1974, 151 pp

***

 

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:

“¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?”

Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe contestó:

“Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.”

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:

“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?”

Jesús dijo:

“Decid a la gente que se siente en el suelo.”

Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:

“Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.

Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:

“Éste sí que es el Profeta que tenía que venir la mundo.”

Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

*

Juan 6,1-15

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***

Pienso en ti, muchachito de Galilea, de quien Juan no nos ha transmitido palabra alguna, pero ha inmortalizado tu gesto. Caía ya poco a poco la noche sobre la colina. Había allí una muchedumbre rumorosa y festiva a la que te habías unido para escuchar a aquel ¡oven rabí llamado Jesús. Un rabí que no hablaba como los otros y que parecía incapaz de decir «no» a quien le pidiera que le curara. Estabais lejos de todos los pueblos. Y de repente te encontraste con Andrés, completamente inquieto y agitado, que parecía andar buscando algo. Tú te diste cuenta en seguida de que debía tratarse de comida. Tu alforja contenía aún cinco panecillos que tu madre te había cocido la víspera y dos pescados que había cogido tu hermano de noche.

Y diste, a tu vez, todo lo que habías recibido. No diste de lo que te sobraba, sino todo lo que te hacía falta para alimentarte aquel día. ¿Te diste cuenta, después, de la relación que había entre los panecillos que diste a Andrés y aquellas cestas llenas de pan sobre las que se precipitó la multitud exuberante? ¿Notaste cómo se parecían extrañamente aquellos panecillos que no se agotaban nunca a los que tu madre te había preparado? ¿Quién se acuerda de ti hoy? Pero yo te bendigo, muchachito de Galilea. Tú eres para mí como una pequeña imagen del mismo Señor.

En esa otra pascua ahora cercana, será él el niño que ofrecerá «en su miseria cuanto tenía para vivir», su misma vida, para saciar el hambre de una multitud. Lo dará todo, sin cálculos, en la hora en que caerá la noche sobre un mundo desierto. Y el Espíritu, a través de las manos de otros Andrés y de otros Felipe, multiplicará el pan a lo largo de la noche de los tiempos. Ya no se morirá de hambre sobre las colinas desiertas y pobladas de muchedumbres hambrientas

*

D. Ange,
Le nozze di Dio dove I povero é re,
Milán 1985.

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“Eucaristía y crisis económica”. 17 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,1-15)

Domingo, 25 de julio de 2021
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17_to_b-600x441Todos los cristianos lo sabemos. La eucaristía dominical se puede convertir fácilmente en un «refugio religioso» que nos protege de la vida conflictiva en la que nos movemos a lo largo de la semana. Es tentador ir a misa para compartir una experiencia religiosa que nos permite descansar de los problemas, tensiones y malas noticias que nos presionan por todas partes.

A veces somos sensibles a lo que afecta a la dignidad de la celebración, pero nos preocupa menos olvidarnos de las exigencias que entraña celebrar la cena del Señor. Nos molesta que un sacerdote no se atenga estrictamente a la normativa ritual, pero podemos seguir celebrando rutinariamente la misa sin escuchar las llamadas del evangelio.

El riesgo siempre es el mismo: comulgar con Cristo en lo íntimo del corazón sin preocuparnos de comulgar con los hermanos que sufren. Compartir el pan de la eucaristía e ignorar el hambre de millones de hermanos privados de pan, de justicia y de futuro.

En los próximos años se van a ir agravando los efectos de la crisis mucho más de lo que nos temíamos. La cascada de medidas que se nos dictan de manera inapelable e implacable irá haciendo crecer entre nosotros una desigualdad injusta. Iremos viendo cómo personas de nuestro entorno más o menos cercano se van empobreciendo hasta quedar a merced de un futuro incierto e imprevisible.

Conoceremos de cerca inmigrantes privados de asistencia sanitaria, enfermos sin saber cómo resolver sus problemas de salud o medicación, familias obligadas a vivir de la caridad, personas amenazadas por el desahucio, gente desasistida, jóvenes sin un futuro nada claro… No lo podremos evitar. O endurecemos nuestros hábitos egoístas de siempre o nos hacemos más solidarios.

La celebración de la eucaristía en medio de esta sociedad en crisis puede ser un lugar de concienciación. Necesitamos liberarnos de una cultura individualista que nos ha acostumbrado a vivir pensando solo en nuestros propios intereses, para aprender sencillamente a ser más humanos. Toda la eucaristía está orientada a crear fraternidad.

No es normal escuchar todos los domingos a lo largo del año el evangelio de Jesús sin reaccionar ante sus llamadas. No podemos pedir al Padre «el pan nuestro de cada día» sin pensar en aquellos que tienen dificultades para obtenerlo. No podemos comulgar con Jesús sin hacernos más generosos y solidarios. No podemos darnos la paz unos a otros sin estar dispuestos a tender una mano a quienes están más solos e indefensos ante la crisis.

José Antonio Pagola

 

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“Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”. Domingo 25 de julio de 2021. Domingo 17º de tiempo ordinario.

Domingo, 25 de julio de 2021
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42-ordinarioB17 cerezoDe koinonia:

2Reyes 4,42-44: Comerán y sobrará.
Salmo responsorial: 144: Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
Efesios 4,1-6:Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo.
Juan 6,1-15: Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.

2Re 4, 42-44

La actividad profética de Eliseo tuvo lugar en el Reino del Norte. Eliseo es un profeta taumaturgo, a través de sus milagros intentó conducir al pueblo a Dios. En la liturgia de hoy se nos presenta la multiplicación de los panes. Aunque parece que no van a alcanzar para tanta gente, al repartirlos alcanza y sobra. La fuerza de este pan es más de orden espiritual: basta un poco de pan compartido con gusto y con alegría, para sentir su fuerza y su energía.

Ef 4, 1-6

Este texto es una exhortación a la unidad. Pablo desde la prisión suplica a los Efesios que vivan de acuerdo con la vocación a la que han sido llamados y se esfuercen por mantener la unidad, ya que han recibido un mismo bautismo. El reconocimiento de la paternidad de Dios nos lleva a reconocer en los demás a nuestros hermanos.

Una intachable conducta de vida corresponde a la vocación que han recibido los que antes eran gentiles. La vida digna del llamamiento a la esperanza se muestra en el hecho de que los miembros de la Iglesia guarden la unidad obrada por el Espíritu en el único cuerpo.

Se habla de la relación con la Iglesia y en la Iglesia como comunión que los abraza. La desintegración de la unidad es señal de desesperanza de los miembros de la Iglesia. Presupuestos internos para la unidad son: tener en más estima a los otros que a sí mismo, saber apreciar los dones que Dios ha dado a los demás, pensar y sentir unánimemente… Todo esto presupone apartarse de todas las formas de ambición. La humildad y la modestia desempeñan un gran papel donde hay amenaza contra la unidad. La mansedumbre, la apacibilidad, la dulzura son comportamientos con el prójimo que alejan toda clase de riñas, evitan la acritud y el sentimiento de superioridad. La paciencia es un rasgo esencial del amor, hace posible y salvaguarda la unidad de la paz.

El llamamiento que se hace a los que antes eran gentiles es un llamamiento hacia los otros, a respetar el espacio interno y externo, a permitirles que sean ellos mismos y a poderles apreciar en el amor. El Espíritu es el poder que crea y conserva la unidad y esta unidad es la que hay que guardar.

Jn 6, 1-15

Mucha gente acudía a escuchar a Jesús. A veces venían de lejos, y era lógico que vinieran preparados para pasar unos días. Venían atraídos por la fama de los milagros y señales que realizaba. Jesús aprovecha el momento para dar una lección a sus oyentes. Comienza preguntándole a Felipe que con qué comprarían panes para dar de comer a la multitud. Felipe le dice que no bastarían doscientos denarios. Andrés le dice que hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero que eso no es nada para tanta gente. Es la misma pregunta que el criado le hace a Eliseo.

Jesús enseña que la dinámica del Reino es el arte de compartir. Quizá todo el dinero del mundo no fuese suficiente para comprar el alimento necesario para los que pasan hambre… El problema no se soluciona comprando, el problema se soluciona compartiendo.

La dinámica del mundo capitalista es precisamente el dinero. Creemos que sin dinero nada se puede hacer y tratamos de convertirlo todo en dinero, no sólo los recursos naturales sino también los recursos humanos y los valores: el amor, la amistad, el servicio, la justicia, la fraternidad, la fe, etc. En el mundo capitalista nada se nos da gratuitamente, todo tiene su precio, todo se tasa y se comercializa. Se nos ha olvidado que la vida acontece por pura gratuidad, por puro don de Dios.

Jesús en esta multiplicación de los panes y de los peces parte de lo que la gente tiene en el momento. El milagro no es tanto la multiplicación del alimento, sino lo que ocurre en el interior de sus oyentes: se sintieron interpelados por la palabra de Jesús y, dejando a un lado el egoísmo, cada cual colocó lo poco que aún le quedaba, y se maravillaron después de que vieron que al alimento se multiplicó y sobró. Comprendieron entonces que si el pueblo pasaba hambre y necesidad, no era tanto por la situación de pobreza, sino por el egoísmo de los hombres y mujeres que conformados con lo que tenían, no les importaba que los demás pasaran necesidad. El gesto de compartir marca profundamente la vida de la primeras comunidades que siguieron a Jesús. Compartir el pan se convierte en un gesto que prolonga y mantiene la vida, un gesto de pascua y de resurrección. Al partir el pan se descubre la presencia nueva del resucitado.

Si somos hijos de un mismo Padre como reconoce Pablo en la lectura que hemos hecho, no se entiende por qué tantos hombres y mujeres viven en extrema pobreza mientras unos cuantos viven en abundancia y no saben qué hacer con lo que tienen. En el mundo actual es mucho el dinero que se invierte en guerra, en viajes extraterrestres, en tratamientos para adelgazar. Los que tienen el capital crean condiciones cada vez más injustas y pretenden hacer más dinero, explotando los recursos que quedan, aunque destruyan todo y acaben con las condiciones de vida sobre la tierra. Ningún ser humano debiera morir de hambre, pues la tierra tiene suficiente para albergarnos a todos. Los cristianos no debemos olvidar el compartir: ésta es la clave para hacer realidad la fraternidad, para reconocernos hijos de un mismo Padre. Cuando se comparte con gusto y con alegría el alimento se multiplica y sobra. La multitud, al ver lo que Jesús ha hecho, intenta llevárselo para proclamarlo rey pero Jesús huye solo a la montaña. Leer más…

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25.7.21. Fiesta de Santiago: Camino de conversión para una iglesia peregrina

Domingo, 25 de julio de 2021
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6258FAF1-74EC-435A-BDE6-0A0E70146C06Del blog de Xabier Pikaza:

La fiesta de Santiago es la fiesta de su conversión: Deja de ser Caballero de un Dios de Batallas (matando enemigos, sentándose en un trono de gloria), para hacerse peregrino de Jesús y caminar con él, como testigo de amor, al servicio de todos (hasta el confín de la tierra).

De esta conversión de Santiago y de su hermano Juan, que abandonan la violencia y se vuelven itinerantes pacíficos de vida,habla el evangelio de este día, que el mejor de los retratos de su vida.

En este contexto quiero presentar la galería del lugares del camino  que diseñó A. Mahourrek (entre el 1980 y 1990) y que L. Sanmillán, Arsenio Fernández y otros artistas de la Escuela del Monasterio Mercedario de Poio (Pontevedra) “convirtieron” en mosaico. Esos lugares, de París a Compostela, pasando por Roncesvalles, Pamplona etc., marcan las etapas de la “conversión” cristiana de los peregrinos de Santiago, una conversión que puede y debe realizar la Iglesia entera, desde los confines del antiguo Occidente.

En Compostela se venera todavía la imagen del Santiago Mata-moros, aún no convertido, que pide a Jesús un asiento (un trono o caballo) para matar enemigos y gobernar a su lado.  Pero el verdadero Santiago es el ya convertido, peregrino de Jesús, dispuesto a beber su cáliz y recibir su bautismo de muerte al servicio de la vida de los demás (el texto base de la reflexión que sigue está tomado de  mi comentario a Marcos.

INTRODUCCIÓN.  JESÚS LE LLAMÓ 4 VECES

(1) En el mar de Galilea, donde era pescador, con su hermano Juan, en Mc 1, 19-20. Se les  llama “zebedeos”, hijos de Zebedeo, y tras la llamada de Jesús dejaron la barca de su padre con los jornales.

(2) En el monte, cuando Jesús instituyó a los Doce (Mc 3, 17). Allí se dice que Jesús impuso a los dos (Santiago y Juan) el nombre de Boanerges, Hijos del trueno, lo que muestra que eran especialmente violentos, matadores de enemigos.

(3) De nuevo en el del Mar de Galilea, tras la resurrección, cuando Jesús les llamó a formar el primer equipo de los siete misioneros, con con Pedro, Tomás, Natanael y dos cuyo nombre no se dice (Jn 21).

 (4) Pero el texto más importante para conocer a Santiago es el de Mc 10, 35-45, que quiero presentar y comentar con cierta extensión, siguiendo el el texto Mc 10, 35-45 (aunque la liturgia de hoy sigue el paralelo de Mateo)

TEXTO DE LA CONVERSIÓN DE SANTIAGO

(a. Petición) 35 Y se le acercaron Santiago  y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: – Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte. 36 Jesús les preguntó: — ¿Qué queréis que haga por vosotros? 37 Ellos le contestaron:– Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria.

(b. Respuesta) 38 Jesús les replicó:– No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que seré bautizado? 39 Ellos le  respondieron:– Sí, podemos. Jesús entonces les dijo:– Beberéis el cáliz que yo he de beber y seréis bautizados con el bautismo con que yo seré bautizado. 40 Pero el sentarse a mi  derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado.

(c. Confirmación) 41 Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago  y Juan. 42 Jesús los llamó y les dijo:– Sabéis que los que parecen mandar a las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus magnates las oprimen. 43 No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; 44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos. 45 Pues tampoco el Hijo del humano ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por mucho

 Estos zebedeos, y en especial Santiago, empiezan siendo los del caballo y la espada, luchando contra los “enemigos de Dios”, que en la visión de la España medieval era los musulmanes. Cierta Iglesia les sigue venerando todavía, y quiere que vuelven (sin convertirse a Jesús) para matar enemigos.

 10, 35-37 Petición. 35 Y se le acercaron Santiago  y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte. 36 Jesús les preguntó: ¿Qué queréis que haga por vosotros? 37 Ellos le contestaron: Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria.

Como representantes de la lógica del mando aparecen Santiago  y Juan, los primeros conspiradores de la iglesia, que utilizan a Jesús para saciar su sed de jerarquía. No buscan algo nuevo, insisten en la línea anterior de búsqueda de “poder”, de Pedro (es decir Pedro) o de los Doce (9, 33-34; cf. 8, 33).  Ambos son “hijos del trueno” (3, 17), en línea de fuego y violencia, pues quisieron que el fuego del cielo destruyera a lo samaritanos, un día que no quisieron recibirles (cf. Lc 9, 54).

Habían sido llamados al principio para la pesca final (1, 16-29); unidos a Pedro, acompañaron a Jesús en la “resurrección” de la hija del Archisinagogo (5, 37) y en la transfiguración (9, 2). Por eso, al pedirle ahora un puesto a la derecha e izquierda de su gloria, parecen responder con confianza a su confianza. Es lógico y bueno lo que piden (estar siempre al lado de Jesús), pero lo piden con lógica de mando, elevándose sobre el resto de los discípulos, y sobre todos los que forman el reino de Jesús, ocupando los puestos fundamentales “en su gloria” (en tê doxê sou), compartiendo su poder o su realeza.

Es evidente que, siguiendo el orden en que aparecen siempre, Santiago  (¡quizá el mayor!) ocuparía el trono o asiento a la derecha de Jesús y Juan a su izquierda. Así formarían con Jesús el triunvirato del Reino. Pueden pensar en un reino político, que se instaurará en Jerusalén, tan pronto como lleguen (a pesar de los anuncios de derrota y muerte de Jesús). Pero también pueden pensar (dentro del contexto actual de Marcos) en el Reino del Hijo del Hombre, que ha de venir de forma gloriosa, conforme al mensaje de Dan 7, 9-14, donde se dice que se prepararon unos tronos (para los compañeros, angélicos o humanos del Hijo del Hombre), y que al Hijo de Hombre en particular se le daría todo honor, gloria y poder.

Es evidente que estos zebedeos quieren reinar con Jesús, ellos dos, de un modo especial, ciertamente con los Doce (como recuerda el logion de los Doce tronos de los elegidos de Jesús: cf. Mt 19, 28; Lc 22, 30), pero por encima de los otros diez (incluido Pedro)

(2). 10, 38-40 Respuesta. Beberéis mi cáliz 38 Jesús les replicó: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que seré bautizado?39 Ellos le respondieron: Sí, podemos. Jesús entonces les dijo: Beberéis el cáliz que yo he de beber y seréis bautizados con el bautismo con que yo seré bautizado. 40 Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado.

Jesús responde cambiando el nivel de la petición. No acepta, ni rechaza lo que piden, pues de ese modo seguiría utilizando (a favor o en contra) la lógica de fuerza, sino que rechaza la misma petición como carente de sentido: ¡No sabéis lo que pedís! (10, 38). Los zebedeos han seguido a Jesús y, sin embargo, no entienden su estilo de Reino, no comprenden que Jesús no quiere el trono (¡no quiere reinar!), sino regalar la vida por los demás, para que todos los hombres y mujeres (y en especial los más necesitados) sean “reyes”.

Éstos zebedeos, que llevar largo tiempo con Jesús no saben ni lo más elemental: ¡Jesús no busca el primer trono, ni para sí, ni para los demás, pues su Reino no puede entenderse en la línea de una “toma de poder”! El verdadero Jesús (el de Marcos y Mateo) no puede ofrecer tronos, sino un camino en su seguimiento, como sabe Mc 8, 34: ¡Quien me quiera seguir, que tome su cruz y me siga! (palabra que ellos, los Doce, y de un modo especial los Zebedeos no han querido escuchar).

Jesús no puede ofrecer Tronos de Reino, sino un camino de entrega de la vida, como muestra la continuación del texto: de Jesús: Pregunta y respuesta. ¿Podéis beber mi cáliz, bautizaros con mi bautismo? (10, 38-39a). Ellos desean mandar con Jesús, para imponerse. Jesús les pregunta si pueden seguirle en su entrega, en donación de vida.

Frente a la gloria que buscan en él, Jesús les ofrece su camino de entrega, expresado en el signo del cáliz (que significa solidaridad y entrega) y en la señal del bautismo (que implica también muerte: quedar bajo el poder de las aguas destructoras).

En el fondo les pregunta si están dispuestos a morir con (como) él. Ellos responden que sí: ¡podemos! Ciertamente, no son miedosos o egoístas vulgares.

–Concesión.¡Mi cáliz lo beberéis, con mi bautismo os bautizareis! (39b). Con una anticipación que rompe el nivel temporal de la escena y adelanta algo que ha suceder más tarde, el Jesús pascual (que es el que está hablando aquí, al menos en un nivel) confirma la disposición de los zebedeos, ratificando su entrega martirial ya cumplida (todo nos permite suponer que han muerto ya por y con Jesús cuando Marcos se escribe este pasaje, en torno al 70 d.C.).

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Jesús alimenta a su comunidad y prepara un discurso. Domingo 17. Ciclo B

Domingo, 25 de julio de 2021
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2b14ce820a97d72e5ed859301597e95c513f21087e6aadfa8c357180578255c9Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado, el evangelio de Marcos nos presentaba a Jesús enseñando a su pueblo, reunido de muy distintos lugares. Inmediatamente después, lo presenta alimentado a su pueblo mediante la multiplicación de los panes y peces. Pero este relato no se ha tomado hoy de Marcos, sino de Juan, porque los cuatro domingos siguientes los dedica la liturgia a la lectura del discurso del pan de vida, que solo cuenta Juan.

Después de esto, se fue a Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima a la Pascua, la fiesta de los judíos.

Al levantar Jesús ;os ojos y ver que venía mucha gente, dice a Felipe:

“Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?”

Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó:

-”Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.”

Le uno de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro:

“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero qué es eso para tantos?”

Dijo Jesús:

-“Haced que se recueste la gente.

Había en un lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los partió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron.

Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:

-“Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.

Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía:

”Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.

Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.

Un caso extraño

            Es raro que Juan coincida con los Sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) en algún relato. Este de la multiplicación de los panes y los peces es uno de los pocos casos, pero conviene advertir los matices propios de Juan. El primero es la fecha: «Estaba próxima a la Pascua, la fiesta de los judíos.» Ninguno de los Sinópticos ofrece esta indicación, que para Juan es muy importante: hace referencia al momento de la muerte de Jesús. Juan no cuenta la institución de la Eucaristía, pero este milagro, ocurrido en la misma fiesta, simboliza la idea de que Jesús alimenta a su pueblo.

Jesús y Eliseo

            Uno de los grandes obradores de milagros en el Antiguo Testamento es el profeta Eliseo. La 1ª lectura recoge cómo alimentó con veinte panes de cebada a cien personas (teniendo en cuenta las dimensiones de los antiguos panes, no era demasiado difícil sacar un bocadillo para cada uno). En contra de las dudas de su criado, comieron todos y sobró.

Vino un hombre de Baal Salisa y llevó al hombre de Dios primicias de pan, veinte panes de cebada y grano fresco de espiga; y dijo Eliseo:

-“Dáselo a la gente para que coman.”

Su servidor dijo:

-“Cómo voy a dar esto a cien hombres?

Él dijo:

-“Dáselo a la gente para que coman, porque así dice Yahveh: Comerán y sobrará.”

Se lo dio, comieron y dejaron de sobra, según la palabra de Yahveh.

            El milagro de la multiplicación de los panes y los peces está calcado sobre el de Eliseo, pero aumentando las dificultades. En vez de cien personas son cinco mil (los Sinópticos añaden “sin contar mujeres y niños”, Juan sólo menciona a los varones). Y en vez de veinte panes, Jesús sólo dispone de cinco. Para dejar clara la dificultad se indica lo que costaría alimentar a esa gente: 200 denarios. El denario era el salario diario de un campesino; 200 denarios suponen una cantidad muy grande para un grupo que vive de limosna, como el de Jesús.

            A pesar de todo, igual que Eliseo dijo: «comerán y sobrará», los comensales de Jesús comen «todo lo que quisieron» y, para demostrar la abundancia, se recogen doce canastos de sobras.

            La relación entre el milagro de Jesús y el de Eliseo queda especialmente clara en Juan, ya que mientras los Sinópticos hablan simplemente de “cinco panes”, Juan indica que son “panes de cebada”, como los que regalan a Eliseo.

Simbolismo eucarístico

Mateo, al contar este milagro, omite la referencia a los peces en el momento de la multiplicación, para subrayar la importancia del pan como símbolo eucarístico.

Juan lo sugiere de forma distinta. La orden de Jesús: “Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda”, la refieren los discípulos sólo a los panes, no se preocupan de los peces. Es probable que estas palabras de Jesús reflejen la práctica litúrgica posterior, cuando se pensó que el pan eucarístico no podía ser tratado como otro cualquiera.

La reacción del pueblo y la reacción de Jesús

En los Sinópticos, la gente no es consciente del milagro ocurrido. En Juan, el pueblo se sorprende de lo hecho por Jesús y deduce que es el profeta esperado, semejante a Moisés, que alimentó al pueblo en el desierto. A primera vista, extraña que identifiquen a ese «profeta que iba a venir al mundo» con el futuro rey de Israel. Pero Flavio Josefo habla de profetas que se presentaban en el siglo I con pretensiones regias, mesiánicas.

La intención del pueblo es claramente revolucionaria, nombrar un rey que los gobierne distinto del César romano, un rey que los libere. Pero Jesús no comparte ese punto de vista y huye. «Mi reino no es de este mundo», dirá a Pilato.

Un milagro que continúa en un discurso

            En los Sinópticos, el milagro está cerrado en sí mismo. En Juan, el milagro supone el punto de partida para un largo discurso, que se leerá en los próximos domingos. Es importante recordar este detalle al comentar el texto: se puede subrayar la preocupación de Jesús por la gente, su poder infinitamente superior al de Eliseo, el simbolismo eucarístico, la oposición de Jesús a un mesianismo político… pero hay que dejar claro que el relato es sólo la puerta a un discurso. «Ahora viene lo bueno». El milagro de los panes sirve para presentar a Jesús como el verdadero pan de vida.

Juan, al escribir los discursos de Jesús, los concebía como un desafío para el lector: no se debían entender a la primera, sino tras diversas lecturas y continua reflexión. Por desgracia, la mayoría de los fieles, al menos en España, no está para muchos desafíos en el mes de agosto.

Receta para conseguir la unidad (2ª lectura: Efesios 4,1-6)

El domingo pasado, la carta a los Efesios recordaba que Dios reconcilió a judíos y paganos mediante la muerte de Jesús. Pero esa unidad puede resquebrajarse fácilmente. Nos solo entre los dos pueblos, sino también dentro de las comunidades del mismo origen. La experiencia de veinte siglos lo demuestra. Pablo, desde la cárcel, aconseja las actitudes que ayudan a mantener la unidad: humildad, amabilidad, comprensión, sobrellevarse mutuamente, esforzarse en mantener el vínculo de la paz. Así se llegará a ser un solo cuerpo y un solo espíritu, basados en «un Señor, una fe, un bautismo». Este texto recuerda, con palabras muy distintas, el gran deseo de Jesús en su despedida: «Padre, que todos sean uno, como tú en mí y yo en ti». Y, en relación con el evangelio, nos recuerda que somos uno todos los que comemos el mismo pan.

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25 de julio de 2021. Domingo Solemnidad de Santiago

Domingo, 25 de julio de 2021
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Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros; el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo

(Mt 20, 20-28)

Esta fiesta de Santiago que se nos cuela en pleno domingo viene a recordamos algo muy importante: somos peregrinas, peregrinos. Necesitamos que nos lo recuerden porque nos pasa como a los discípulos, que se nos olvida, y en lugar de querer caminar tras las huellas de Jesús andamos buscado lugares de privilegio. Asientos de mando. Puestos importantes.

Sea como sea, los puestos importantes junto a Jesús no son como los imaginamos. El trono de Jesús es una cruz, es decir, el último y más inhóspito lugar. Si queremos estar a su derecha o a su izquierda nos espera una cruz, un lugar marginal. Esta es su manera de ser grande. Así no los manifiesta Él mismo a lo largo de toda su vida. Y así nos lo han ransmitido las primeras comunidades de creyentes que consignaron por escrito la vida y la enseñanza de Jesús, pero cuando leemos el evangelio, además de descubrir la grandeza de la Buena Noticia, se pone de manifiesto también la torpeza humana.

Aquellos primeros seguidores no entendían a Jesús. Lo habían dejado todo y andaban por Galilea detrás del Maestro, pero a cada paso se ponía de manifiesto que ni siquiera la convivencia estrecha con Jesús es suficiente para entrar en su Reino.

Y no es que el Reino sea difícil de encontrar, somos nosotras las que nos perdemos con soberana facilidad. Queremos ser discípulas, nos ponemos en camino, pero nos cuesta abandonarnos a un amor tan gratuito, a una verdad tan profunda y a una confianza tan extrema. Nos empeñamos en adoquinar el camino e incluso nos hemos atrevido a poner peajes. Sin embargo el Reino de Jesús es insobornable. El camino único para cada persona y solo se llega cuando acogemos a las demás como hermanas. Metiendo cualquier título que nos separe en la maleta del olvido y sirviendo, que es el segundo nombre del amor.

Oremos

A tu derecha o a tu izquierda, con las manos prontas para el servicio y los pies ligeros para el camino, compartiendo tu misma suerte, tu mismo destino. Amén

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La gente solo busca la salvación material.

Domingo, 25 de julio de 2021
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multiplicacion_panesJn 6, 1-15

El domingo pasado nos dejaba el relato evangélico de Marcos ante la multiplicación de los panes. En su lugar, la liturgia inserta, a partir de este domingo, todo el c. 6 de Jn. Es el más largo y denso de todos los evangelios y nos va a ocupar cinco domingos. Partiendo de la multiplicación de los panes, elabora toda una teología del seguimiento. En el fondo, se trata de un proceso de iniciación catequética, que en la comunidad duraba varios años y que, al final, obligaba a tomar una decisión definitiva: el bautismo o abandonar.

Como siempre en Juan, todo son símbolos. El pan es el signo del alimento espiritual. El monte es el lugar donde habita la divinidad. Jesús subió al lugar que le es propio. Sentarse es el símbolo de enseñanza rabínica. Estaba cerca la Pascua no es un dato cronológico, sino teológico. La gente no sube a Jerusalén, como era su obligación. Busca en Jesús la liberación que el templo no puede darle. Proclamarle Rey es buscar seguridades.

El dinero es lo que había desplazado a Dios del templo; utilizado por el sistema opresor, es el causante de la injusticia. Comprar pan es obtener un bien necesario para la vida, a cambio de dinero, inventado para dominar. El vendedor dispone del alimento; lo cede solo bajo ciertas condiciones dictadas por él. La vida no está al alcance de todos, sino mediatizada por el poder. Jesús no acepta tal estructura, pero quiere saber si sus discípulos la aceptan. Felipe no ve solución. Doscientos denarios era el salario de un año.

Andrés muestra una solución distinta. Habla de los panes y los peces que descubre como algo de lo que se puede disponer. El muchacho (muchachito, doble diminutivo) representa al insignificante grupo de los discípulos. Los números simbólicos 5+2=7 indican totalidad. Todo se pone a disposición de los demás. Al ser de cebada, pone en relación este episodio con el de Eliseo. Eliseo dio de comer a cien, con veinte panes. Jesús da de comer a cinco mil con cinco. La propuesta de Andrés es la adecuada pero no hay medios suficientes.

Comer recostado era signo de hombres libres. Jesús quiere que todos se sientan personas con su propia responsabilidad. No quiere servidumbres ni dependencias de ninguna clase. Aquí está ya apuntando a la falsa interpretación que van a hacer del signo. El lugar (con artículo determinado) era el modo de designar el templo. Dios no está ya en el templo sino donde está Jesús. La mucha hierba, signo de la abundancia de los tiempos mesiánicos.

Pronunció la acción de gracias (eucaristhsaV=eucaristizó). Este dato tiene mucha miga. Se trata  de conectar la comida con el ámbito de lo divino (los sinópticos hablan de elevar la mirada al cielo). Se reconoce que el alimento es don de Dios a todos; nadie puede apropiárselo para después sacar provecho de su venta. Una vez liberado del acaparamiento egoísta, todos tendrán acceso a ese bien necesario. Su finalidad primera, alimentar, se eleva para convertirlo en signo de Vida. Solo en este nuevo espacio es posible el compartir.

Recoged los pedazos que han sobrado. “Lo sobrado” no tiene sentido de resto, desperdicio sino de sobrante, sobreabun­dante. En la Didaché se llama al pan eucarístico “los trozos” (klasma). Deben recogerlos porque la comunidad tiene que continuar la obra de la entrega. Otra gran diferencia con la experiencia del Éxodo. El maná no duraba de un día para otro; lo que Jesús ofrece tiene valor permanente y hay que cuidarlo. Recordemos que en los Hch se llama a la eucaristía “la fracción del pan”. No es pan, sino pan partido.

Llenaron doce canastas. “Doce” hace referencia a las doce tribus de Israel, como símbolo del pueblo que había acompañado a Moisés, el profeta que tenía que venir al mundo. Se trata de un profeta como Moisés que haría los mismos prodigios que él. No reconocen la novedad de Jesús. Siguen creyendo en una salvación venida de fuera. Más tarde se establece una clara distinción entre el alimento que les da Jesús y el maná.

Quieren hacerle rey. No han entendido nada. La multitud queda satisfecha con haber comido. La identificación con Jesús y su mensaje no les interesa. Jesús quiere liberarles, ellos prefieren seguir dependiendo de otro. Jesús les pide generosidad; ellos prefieren recibir. Quiere asociarlos a su obra; ellos quieren descargar en él su responsabilidad. La solución es compartir todo con todos. La salvación no está en que alguien solucione mi problema sino en estar dispuesto a dar a los demás lo que uno tiene y lo que uno es.

Se retiró a la montaña él solo. Jesús sube a lo alto, mientras los discípulos bajan. Ante la total incomprensión de la gente, Jesús no tiene alternativa: se vuelve al monte (lugar de la divinidad). Completamente solo, como Moisés después que el pueblo traicionó a Dios haciéndose un ídolo. Este paralelismo con Moisés muestra la gravedad de lo sucedido. Haciendo de Jesús un Mesías poderoso, repiten la idolatría de los israelitas en el desierto. En ambos casos quieren adorar a Dios bajo la falsa imagen que ellos habían hecho de Él.

El dinero sigue siendo la causa de toda desigualdad. Todo tiene un precio. La gratuidad ha desaparecido de nuestra sociedad. Seguimos ante la encrucijada pero no tomamos una decisión. No tomar el camino espiritual es dejarnos llevar por el hedonismo, la búsqueda de placer a cualquier precio. En el mejor de los casos, nos empeñamos en ir por dos caminos opuestos al mismo tiempo. La religión, como la entendemos, nos lleva a la esquizofrenia.

Jesús pudo escapar de la pretensión de aquella gente, pero de nosotros, no puede escapar y lo hemos proclamado rey del universo. Debemos examinar los motivos que nos mantienen unidos a Jesús. ¿Por qué somos cristianos? ¿Por qué venimos a misa? Yo os lo voy a decir: Para asegurarnos sus favores aquí abajo y además, garantizar una eternidad dichosa en el cielo. ¡Poco han cambiado las cosas! También nosotros seguimos sin querer saber nada del servicio y la entrega a los demás. El evangelio sigue sin estrenar.

Seguimos poniendo lo espiritual al servicio de lo material. No nos interesa lo que Dios quiere sino nuestro placer. Solo nos interesa que Dios se ponga a nuestro servicio. Si todos los que nos llamamos cristianos empezáramos a compartir, como Jesús nos pide, se produciría la mayor revolución de la historia humana. Si esperamos a compartir cuando hayamos cubierto todas nuestras necesidades, nunca compartiremos nada. La técnica del capitalismo es precisamente aumentar las necesidades a medida que se van satisfaciendo.

Meditación

Jesús no quiere estar por encima de los demás.
Tampoco quiere que la gente se esclavice.
La auténtica salvación no puede venir de fuera.
El horizonte de tu plenitud está dentro de ti.
Lo externo, ni te tiene que atar, ni te puede liberar.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Silencio sonoro.

Domingo, 25 de julio de 2021
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sermon-on-the-mountain“¿Cómo podemos entender bien el silencio exterior? Dios es amigo del silencio. Mira cómo la naturaleza, los árboles, la hierba, crecen en silencio; mira las estrellas, la luna y el sol, cómo se mueven en silencio” (Teresa de Calcuta)

29 de julio. Domingo XVII del TO

Jn 6, 1-15

Jesús se retiró a un monte, y allí se sentó con sus discípulos

Romano Guardini (1885-1968) uno de los teólogos más acreditados del siglo XX, desarrolla en su obra El Señor: meditaciones sobre la persona y la vida de Jesucristo, las siguientes ideas: En el silencio es donde suceden los grandes acontecimientos. No en el tumultuoso derroche del acontecer externo, sino en la augusta claridad de la visión interior, en el sigiloso movimiento de las decisiones, en el sacrificio oculto y en la abnegación, es decir, cuando el corazón, tocado por el amor, convoca la libertad de espíritu para entrar en acción, y su seno es fecundado para dar fruto. Los poderes silenciosos son los auténticamente creativos.

Fray Marcos maneja magistralmente, como buen miembro de la Orden de Predicadores, estos silencios poderosos y fecundos en sus misas dominicales de Parquelagos. Yo he podido contabilizarle al menos cuatro y apuntan a una reflexión profunda -casi una oración- sobre lo que está diciendo o haciendo en la eucaristía. Otros, abundantes, aunque más breves, los hace cuando cree que es necesario que los feligreses interioricemos algo de lo que allí está sucediendo. La oración, dijo en una ocasión, es una conversación, un diálogo con Dios Trino: mientras que en algunos momentos nos dirigimos a Dios, en otros guardamos silencio para escucharle.

Me encanta observar el vuelo de la tórtola europea o el pato canadiense en sus anuales emigraciones. No dejan huellas en el aire, pues caminan tras ellos. Pero me embrujan más las de las aves o animales que dejan sus pisadas en la arena; también las de los seres humanos. Puedo contemplarlas, distinguirlas y disfrutar de la belleza de sus plantas: sublimes momentos de silencio sonoro y de diálogo conmigo mismo, con los restantes seres y con la naturaleza.

Lo dijo poéticamente Teresa de Calcuta, mística y santa, en su discurso el día en que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1979: “¿Cómo podemos entender bien el silencio exterior? Dios es amigo del silencio. Mira cómo la naturaleza, los árboles, la hierba, crecen en silencio; mira las estrellas, la luna y el sol, cómo se mueven en silencio”. Tú sí dejaste profundas huellas marcadas en el camino de tu diario vivir que, justo con las de Jesús, nos están ayudando a encontrar las nuestras.

En cualquier espacio de la naturaleza, en pleno bosque centenario de robles, castaños y abedules, por ejemplo, el arte, la vida de todos los días y la naturaleza en su estado más puro se mezclan en idílicos paisajes, dando lugar a encuentros culturales participativos, abierto a diversas propuestas creativas y al bienestar personal. “Haga un lugar al silencio, a este gran maestro. Dentro de sus actividades, sin interrumpir nada, abra el oído de la mente y, detrás del ruido, en ausencia de meditación, escuche el silencio. Piense en la presencia del silencio, comience a percibir porque el pensamiento es una evocación. Una evocación cuyo mágico significado de este término llama a la manifestación de la causa referida. En el silencio se disuelve el pensamiento, y el ser real reaparece. Cada día contemple en varias ocasiones la corriente de la inmensidad del silencio interior, y así a lo largo de los años podrá establecer y hacer crecer su intimidad con el silencio. El silencio es el espacio que contiene el conocimiento y, llegado a ese punto de sí mismo, el silencio y usted estarán en conocimiento de lo inefable. Debemos aprender a guardar silencio”, escribió el maestro espiritual hinduista indio Ramana Ramarishi (1870-1950).

En Jn 6, 3 se nos dice que “Jesús se retiró a un monte, y allí se sentó con sus discípulos”. Se sentó para compartir con ellos en silencio, para escuchar el viento, para enseñar a nuestras manos a respetar las cosas, para hacernos sabios y comprender los secretos de cada hoja y cada roca, como rezan los indios norteamericanos.

ORACIÓN DE LOS INDIOS SIOUX

Oh gran espíritu, cuya voz oigo en el viento y cuyo respiro da vida a todo el universo. Óyeme, soy pequeño y débil, uno de tus muchos hijos.  Déjame pasear en la belleza y permíteme que mis ojos siempre puedan contemplar el rojo y el púrpura de la puesta de sol. Haz que mis manos respeten las muchas cosas que tus has creado y agudiza mis oídos para oír tu voz. Hazme sabio para comprender todas las lecciones que tu has escondido detrás de cada hoja y de cada roca. Dame fuerza no para ser más fuerte que mi hermano sino para luchar contra mi peor enemigo: yo mismo. Y hazme siempre listo para ir ante ti con las manos limpias y la mirada recta para que cuando la luz se desvanezca como se desvanece la puesta de sol mi espíritu pueda llegar ante ti sin ninguna vergüenza.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Creerle a Jesús.

Domingo, 25 de julio de 2021
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SER HERMANO - MEMORIA PROFETICA DE JESUS - ESP - sin cintillo_resize(Mt 20, 20-28)

«El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo».

No suele costarnos demasiado creer “en” Jesús —el hombre lleno del Espíritu—, pero nos cuesta mucho creerle “a” Jesús cuando dice cosas tan sorprendentes como ésta (o como otras tan asombrosas como ésta). Sentimos la tentación de quedarnos solo con lo que nos parece razonable; creerle a Jesús en lo que cuadra con nuestros criterios e ignorarle en el resto… porque ¿qué es eso de perdonar setenta veces siete, o hacer el bien a los que nos aborrecen, o poner la otra mejilla o ir por el mundo proclamando el evangelio…?

Nos suena raro, casi escandaloso, porque nuestra cultura nos impone unos valores que nada tienen que ver con los suyos. Pero al leerlo, no podemos olvidar que Jesús nos está hablando nada menos que de su mejor sueño; del Reino; de esa humanidad de Hijos que solo queriéndose como hermanos podrá realizarse.

Jesús no se limita a proclamar el Reino, sino que lo compara con un tesoro escondido en un campo, que cuando alguien lo encuentra —cuando alguien le cree y responde a su palabra—, vende todo cuanto tiene para comprarlo. Y lo hace “lleno de alegría” porque ya solo le interesa el tesoro que acaba de descubrir; lo demás deja de tener valor para él… Y esto es fantástico, pero no le creemos. Tampoco le creemos cuando nos asegura que «no hay quien haya dejado casa, o hermano, o hermana, o madre, o padre, o hijos, o campos por anunciar la buena noticia, que no reciba el ciento por uno aquí en esta vida, y además la vida eterna»… Y es que, como decía Jon Sobrino, nos da miedo ser felices al estilo de Jesús.

Nos llamamos cristianos, declaramos nuestra fe en Jesús, pero no le creemos cuando nos asegura que el Reino es la mejor apuesta que podemos hacer…

¿Y cómo apostar?

Ruiz de Galarreta decía que «el Reino no es huir de la realidad humana, sino dar pleno sentido a toda realidad humana. Por eso, el Reino no es esencialmente renunciar a nada, sino dirigirlo todo hacia ese fin. Ni poseer, ni casarse, ni trabajar, ni descansar, ni disfrutar, ni esforzarse, ni dimensión humana alguna, está fuera de esta categoría esencial: medios para construir el Reino».

Y una vez más vemos que el evangelio no es un ligero barniz que se añade a lo humano: es tomar al hombre desde lo más profundo, tal como es, y hacer posible que se oriente a Dios.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Fuente Fe Adulta

 

Nota de Fe Adulta:

Después de dos ciclos litúrgicos completos, es decir, más de seis años en el encargo, nuestro querido Vicente Martínez le pasa el testigo a Miguel Ángel Munárriz. No es un adiós ni mucho menos. Vicente seguirá deleitándonos con esos valores cristianos creativamente engarzados con las bellas artes, pero será en la sección de artículos. Por otro lado, tod@s conocemos a Miguel Ángel por sus artículos y sobre todo por su estrecha relación con la obra de José Enrique Galarreta, del que se considera su discípulo y del que fue buen amigo. Será una bonita forma de hacer presente a Galarreta en este portal. Y recordando las ideas de José Enrique, tenemos asegurado hablar de Jesús y hablar de Evangelio. Gracias Vicente. Gracias Miguel Ángel.

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