Me voy al combate.
Me voy al combate
Sostenme,
Por favor,
con tu silencio
con Tu presencia,
Con tu ausencia.
Salgo a combatir.
Tú sabes,
El buen combate.
Contra mí mismo.
Contra mi dependencia,
Contra lo que me encadena,
Contra lo que me oprime.
Salgo a combatir.
Para estar libre y disponible.
Eres tú quien me has dado la fuera
Para ir al combate.
Tú eres un amigo extraordinario.
No sé si esperas,
Pero me gustaría poder decir:
No volveré
Hasta que haya ganado.
No sé si voy a ganar.
No sé.
Eres tan fuerte, tú.
A pesar de tu juventud.
Eres tan fuerte,
¿Me esperarás
¿Me esperarás?
Tienes tantas otras cosas
Que vivir.
Sin embargo, lo haré.
Me voy al combate.
Es por ti,
Es por mí.
Es por mí.
Es por tu causa,
Porque eres un amigo exigente.
Y aunque estés ausente
Cuando vuelva,
Tu presencia tan tenue es un regalo precioso.
Z – 11 mayo 2016
Fuente Foto : Blake Griffin, jugador americano de basket-ball.
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En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
– “Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar.”
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.”
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Lucas 14, 25-33
***
Jerusalén es para mí el lugar más bello y más querido del mundo. En Jerusalén está la capilla del Calvario, en la basílica del Santo Sepulcro. Algunos de vosotros ya habéis estado en ella, otros iréis ciertamente, antes o después. Subiendo una serie de escalones, se llega a una capilla donde hay un pequeño altar reservado a los monjes griegos, y allí podemos detenernos a orar. Bajo el altar se ve un orificio que pretende recordar el lugar donde fue clavado el leño de la cruz de Jesús. Delante, una gran tabla pictórica bizantina: Jesús en la Cruz, la Virgen María, el evangelista Juan, María Magdalena. He pasado en esa pequeña capilla muchísimas horas de mi vida y no me he cansado nunca de permanecer mucho tiempo, en oración silenciosa, sin conseguir decir nada especial. Estaba allí, y sentía que estaba en el centro del mundo, comprendí que el mundo se manifestaba en su verdad sólo si era mirado desde arriba de la cruz y con la mirada de Jesús.
Todavía ahora continúo con esta oración fundamental que es la contemplación de la cruz como significado y clave de toda la historia humana. No hay persona, no hay acontecimiento humano que no tenga su punto de referencia en la escucha contemplativa del mensaje de la cruz. Por consiguiente, le pido a Jesús esta gracia para cada uno de vosotros: que podáis contemplar, cada vez más, la luz que se desprende de su cruz, para referir a ella todas las realidades de vuestra vida y todas las realidades de la historia.
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Carlo María Martini,
Tú me sondeas y me conoces,
Editorial Verbo Divino 1995.
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