No estamos huecxs. El Colectivo Teresa de Cepeda y Ahumada celebra su décimo aniversario.
Del Blog de Oswaldo Gallo, Concordia:
El Colectivo Teresa de Cepeda y Ahumada celebra su décimo aniversario
“Teresa, una palabra que invita, seduce y aún resuena fuerte en la asamblea y fuera de ella, a pesar de oposiciones e incomodidades por ser mujer”
“El poder de esta palabra suya está en la experiencia: Teresa no habla desde silogismos, palabras elevadas o esotéricas. Todo en ella es fuego, pues es lo que habita dentro de su pecho, lo que vive, lo que hace necesario ‘dar voces'”
“Su espiritualidad tan cotidiana, tan de ‘los pucheros’ es la que hizo que las monjas Descalzas Reales de Madrid, durante su visita en 1569, exclamaran: ‘¡Bendito sea Dios, que nos ha dejado ver una santa a quien todas podemos imitar, que come, duerme y habla como nosotras, anda sin ceremonias!'”
“Con motivo del décimo aniversario de su fundación, el Colectivo Teresa de Cepeda y Ahumada celebraron una misa en la casa de las hermanas Carmelitas Misioneras de Santa Teresa, quienes destacan por su cercanía con las comunidades católicas LGBT+ de México”
| Colectivo Teresa de Cepeda y Ahumada*
“Teresa de Ávila interpela la memoria universal. Después de sus hermanas y hermanos carmelitas, y mucho más allá de la Iglesia Católica […] convoca a las feministas, interroga a filósofos, historiadores y psicoanalistas, fascina a artistas escritores. Teresa invita al mundo secularizado a revaluar, sin descanso y sin prejuicio, la necesidad de creer que subyace al deseo de saber”, Julia Kristeva.
Desde que fray Juan de la Miseria pintó aquel verdadero retrato de santa Teresa de Jesús, allá por 1576, son muchas las representaciones artísticas que tenemos de ella, pero a lo largo de estos 10 años caminando a su lado, desde los márgenes, como Colectivo Teresa de Cepeda y Ahumada, la que más nos parece aglutinar todo lo que Teresa era es una pintura que resguardan las carmelitas de Toro. La vemos iluminada por el Espíritu Santo, en un estrado parecido a un púlpito, con un dedo apuntando al cielo mirando hacia una asamblea compuesta sólo por varones, que la ven con una mezcla de admiración, horror y complacencia.
Ésa es Teresa, una palabra que invita, seduce y aún resuena fuerte en la asamblea y fuera de ella, a pesar de oposiciones e incomodidades por ser mujer. Como bien apunta don Víctor García de la Concha: “En aquella época de prohibiciones en la que se decía que en el plano religioso a las mujeres les basta con oír sermones y oír alguna lectura mientras hilan, Teresa de Jesús alza la voz: ‘Querría dar voces para dar a entender qué engañados están’. Le llueven persecuciones y dicen que quiere enseñar en vez de aprender. Pero ella sigue su camino. Enemiga de todo rigorismo, quiere que el espíritu vuele libre en diálogo con el pensamiento. Por eso se hizo escritora. Necesitaba contrastar su propia experiencia interior, sus vuelos, y sentía necesidad imperiosa de asociar a todos a su fascinante aventura”.
El poder de esta palabra suya está en la experiencia: Teresa no habla desde silogismos, palabras elevadas o esotéricas. Todo en ella es fuego, pues es lo que habita dentro de su pecho, lo que vive, lo que hace necesario “dar voces”. Teresa no sólo se siente inundada de lo divino, ella se siente habitada por Dios. Ésta es la raíz de toda la doctrina teresiana, la base desde la cual deben leerse sus vivencias místicas, sus decisiones de vida y lo subversivo de su mensaje, en especial ante un sistema patriarcal, de castas, honras y dineros, al que Teresa planta cara diciendo que todas las personas sin excepción somos capaces de Dios, que somos “un paraíso adonde dice Dios que tiene sus deleites” (1M 1,1) y dotadas, por tanto, de toda dignidad.
Otra de las cosas que da fuerza a la palabra teresiana es su humanidad. Fue enemiga de hipocresías, de aparentar virtudes que no se tenían y de imponer rigores y disciplinas que coartaban la libertad, el proceso, o la salud de las personas. Ejemplo de esto está en la recomendación que hace a la priora del Carmelo de Soria sobre la dieta de la subpriora enferma: “Si hubiere menester siempre carne, poco importa que la coma, aunque sea en cuaresma, que no se va contra la regla cuando hay necesidad” (Cta. 428).
Su espiritualidad tan cotidiana, tan de “los pucheros” es la que hizo que las monjas Descalzas Reales de Madrid, durante su visita en 1569, exclamaran: “¡Bendito sea Dios, que nos ha dejado ver una santa a quien todas podemos imitar, que come, duerme y habla como nosotras, anda sin ceremonias!”. Más allá de todas las construcciones que a lo largo de la historia han hecho de la fundadora carmelita —que si excesivamente penitente, que si santa de la raza, que si extasiada a perpetuidad—, quienes la leen encuentran en ella una mujer de carne y hueso que descubre lo divino de lo cotidiano, que se sabe acompañada de un amoroso Jesús que le anima y conforta no sólo en la capilla, sino también en los caminos, en las peleas de los mesones donde debía quedarse y hasta en las persecuciones que en su contra orquestaban las buenas conciencias de su época, incluyendo a su amada madre, la Iglesia.
“Quienes la leen encuentran en ella una mujer de carne y hueso que descubre lo divino de lo cotidiano”
Estas líneas no son sólo para ensalzar a una mujer, una escritora, una mística… estas líneas son una invitación a leerla, a escucharla para ir al fondo de su Verdad que es el Cristo humano. Ella nos advierte que de nada sirven los rigorismos, las conversiones, la oración e incluso nuestras experiencias de lo divino si no ponemos a la persona en el centro: “Ande la verdad en vuestros corazones, como ha de andar por la meditación, y veréis claro el amor que somos obligadas a tener a los prójimos” (C,20,4). No basta con que Teresa siga la voz de su Amado: es de Él, su dechado, de quien aprende que la santidad no consiste en ritualismos, ascesis mortal o fenómenos extraordinarios. La santidad es relación, por eso: “Mientras más santas, más conversables” (C. 41,7).
Experiencia, humanidad y relación, así podemos resumir el carisma teresiano, uno que no se agota en sus carmelitas o en los institutos inspirados en su figura, también beben de ella colectivos de personas que, atraídas por su figura, luchan por llevar a cabo el sueño de su Jesús, el del gran banquete del Reino donde ninguna persona queda fuera, pues todas, sin importar su condición, su orientación o su situación de vida, tienen una inmensa dignidad y hermosura por ser moradas de Dios. Ojalá también nosotrxs podamos atender a esta invitación.
N. B.: Colectivo Teresa de Cepeda y Ahumada es un espacio de reflexión, liderazgo y defensa del lugar teológico de los grupos vulnerados. Desde su fundación, en 2014, se ha dedicado al acompañamiento espiritual de personas LGBTQ+, la promoción de la espiritualidad y reflexión teológica desde perspectivas queer y feministas, que hagan una crítica a los sistemas patriarcales y kiriarcales de dominación. Su objetivo es ser un centro de reflexión teológica y mística incluyente enraizado en una cultura y contexto específicos, que forme personas realmente comprometidas con su misión profética individual y comunitaria.
Con motivo del décimo aniversario de su fundación, celebraron una misa en la casa de las hermanas Carmelitas Misioneras de Santa Teresa, quienes destacan por su cercanía con las comunidades católicas LGBT+de México. Durante la homilía, Mons. Salvador González Morales, obispo auxiliar de México, refrendó el compromiso de la arquidiócesis por ser un lugar seguro para cualquier miembro de la Iglesia, independientemente de su orientación sexual o su identidad de género.
Dimos gracias a Dios por estos 10 años en una ceremonia íntima, ahí presentamos nuestro compromiso de construcción del Reino.
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