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Ocho puertas para entrar en el Reino de Dios. Fiesta de todos los Santos

Jueves, 1 de noviembre de 2018
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Carrera 100 ms vallaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En la Fiesta de Todos los Santos, la lectura del evangelio recoge las bienaventuranzas. Es una forma de indicarnos el camino que llevó a tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia a la santidad. Resulta imposible comentar cada una de ellas en poco espacio. Me limito a indicar algunos detalles fundamentales para entenderlas.

Las bienaventuranzas no son una carrera de obstáculos

Muchos cristianos conciben las bienaventuranzas como una carrera de obstáculos, hasta que conseguimos llegar a la meta del Reino de Dios. Y la carrera se hace difícil, tropezamos continuamente, nos sentimos tentados a abandonar cuando vemos tantas vallas derribadas. «No soy pobre material ni espiritualmente; no soy sufrido, soy violento; no soy misericordioso; no trabajo por la paz… No hace falta que un juez me descalifique, me descalifico yo mismo.» Las bienaventuranzas se convierten en lo que no son: un código de conducta.

Las bienaventuranzas son ocho puertas para entrar en el Reino de Dios

El arquitecto de la basílica de las bienaventuranzas la concibió con ocho grandes ventanas que permiten ver el hermoso paisaje del lago de Galilea. Prefiero concebir las bienaventuranzas no como ocho ventanas, sino como ocho puertas que permiten entrar al palacio del Reino de Dios. Para entenderlas rectamente hay que advertir donde las sitúa Mateo: al comienzo del primer gran discurso de Jesús, el Sermón del Monte, en el que expone su programa e indica la actitud que debe distinguir a un cristiano de un escriba, de un fariseo y de un pagano.

            A diferencia de los políticos, capaces de mentir con tal de ganarse a los votantes, Jesús dice claramente desde el principio que su programa no va a agradar a todos. Los interesados en seguirlo, en formar parte de la comunidad cristiana (eso significa aquí el «Reino de los cielos»), son las personas que menos podríamos imaginar: las que se sienten pobres ante Dios, como el publicano de la parábola; los partidarios de la no violencia en medio de un mundo violento, capaces de morir perdonando al que los crucifica; los que lloran por cualquier tipo de desgracia propia o ajena; los que tienen hambre y sed de cumplir la voluntad de Dios, como Jesús, que decía que su alimento era cumplir la voluntad del Padre; los misericordiosos, los que se compadecen ante el sufrimiento ajeno, en vez de cerrar sus entrañas al que sufre; los limpios de corazón, que no se dejan manchar con los ídolos de la riqueza, el poder, el prestigio, la ambición; los que trabajan por la paz; los perseguidos por querer ser fieles a Dios.

            Pero las bienaventuranzas son ocho puertas distintas, no hay que entrar por todas ellas. Cada cual puede elegir la que mejor le vaya con su forma de ser y sus circunstancias.

Evitar dos errores

            En conclusión, las bienaventuranzas no dicen: «Sufre, para poder entrar en el Reino de Dios». Lo que dicen es: «Si sufres, no pienses que tu sufrimiento es absurdo; te permite entender el evangelio y seguir a Jesús».

            No dicen: «Procura que te desposean de tus bienes para actuar de forma no violenta». Dicen: «Si respondes a la violencia con la no violencia, no pienses que eres estúpido, considérate dichoso porque actúas igual que Jesús».

            No dicen: «Procura que te persigan por ser fiel a Dios». Dicen: «Si te persiguen por ser fiel a Dios, dichoso tú, porque estás dentro del Reino de Dios».

            Pero, al tratarse de los valores que estima Jesús, las bienaventuranzas se convierten también en un modelo de vida que debemos esforzarnos por imitar. Después de lo que dice Jesús, no podemos permanecer indiferentes ante actitudes como la de prestar ayuda, no violencia, trabajo por la paz, lucha por la justicia, etc. El cristiano debe fomentar esa conducta. Y el resto del Sermón del Monte le enseñará a hacerlo en distintas circunstancias.

Las puertas y el palacio

            Finalmente, no olvidemos que estas ocho puertas nos permiten entrar en el palacio y sentarnos en el auditorio en el que Jesús expondrá su programa a propósito de la interpretación de la ley religiosa, de las obras de piedad, del dinero y la providencia, de la actitud con el prójimo… Este gran discurso es lo que llamamos el Sermón del Monte. Limitarse a las bienaventuranzas es como comprar la entrada del cine y quedarse en la calle.

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Todos santos porque lo divino nos atraviesa.

Jueves, 1 de noviembre de 2018
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7229Mt 5, 1-12

Esta fiesta puede tener un profundo sentido si la entendemos como invitación a la unidad de todos en Dios. No recordamos a cada uno de los humanos como individuos. Celebramos la Santidad (Dios), que se da en cada uno. No se trata de distinguir mejores y peores, sino de tomar conciencia de lo que hay de Dios en todos. El hombre perfecto no solo no existe, sino que no puede existir. El concepto de santo, que arrastramos desde hace muchos siglos, tiene que ser superado. No refleja el mensaje de Jesús sobre lo que Dios espera de nosotros.

Trataré de explicar cómo hemos llegado a ese concepto. Cuando el cristianismo se tropezó con la cultura griega, los ‘Santos Padres’ emprendieron una tarea de inculturación que trastocó el mensaje de Jesús. La razón griega trituró el mensaje que era vitalista. El Logos griego engulló al mito judío. Hoy conocemos el ideal de perfección que manejaban los filósofos griegos. Los cristianos incorporaron ese ideal. La ‘arete’ griega pasó al latín como ‘virtus’; en ambos casos significa fortaleza, valor, perfección. El hombre perfecto era el ‘vir’ que se guiaba siempre por la razón y no se dejaba llevar nunca por la pasión.

La propuesta del evangelio se convirtió en perfección griega y se vendió como propuesta evangélica. Pero la perfección griega es fruto de la razón y el evangelio no tiene nada que ver con la racionalidad. Desde entonces el santo era aquel ser humano que obraba siempre desde una fuerza de voluntad (vir-tuoso). Este sutil cambio tuvo consecuencias nefastas para la religiosidad posterior. El santo será para siempre el que actúa desde la racionalidad, que quiere decir desde el falso yo. Todo lo que haga o deje de hacer estará encaminado a potenciar su individualidad. Será una pura programación para conseguir un fin personal.

Digo todo esto porque la idea que hemos manejado de santo corresponde a esta influencia griega. Queda así explicada, no justificada, la racionalización del concepto de santo. Las dos consecuencias nefastas de esa postura las seguimos padeciendo hoy. Por un lado el sentirse superior y en la medida que alcanzo ese ideal de perfección, mirar a los demás por encima del hombro, creyéndoles inferiores. No hay nada más alejado del mensaje evangélico. Por otro lado, en la medida que no consigo ese objetivo que me he propuesto, la necesidad de simular para que los demás me crean perfecto, cayendo en un fariseísmo deshumanizador.

Esta distorsión se culminó con la incorporación al cristianismo de la juridicidad romana. Durante muchos siglos quien canonizaba a los santos era la comunidad (pueblo de Dios), con criterios de humanidad. Después canonizó la Iglesia con criterios racionales: un proceso con abogados que defienden la perfección del candidato y la aportación de los preceptivos milagros bien justificados y el veredicto final de unos jueces. Así se explica que haya en los altares tantas personas que han llevado una vida programada perfecta: muy cumplidores de todas las normas externas, pero con ninguna empatía con los demás seres humanos.

Es verdad que los evangelios ponen en boca de Jesús: Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto. Pero ¿cómo es perfecto Dios? Cuando Dios dice: “sed santos porque yo soy santo”, no hace alusión a la condición moral. La perfección de Dios no se debe a sus cualidades. Dios es todo esencia, no hay nada que pueda tener o no tener. Cada uno de nosotros es perfecto en nuestro verdadero ser, en lo que hay de Dios en nosotros. No estamos hablando de nuestras cualidades sino de Dios nuestra esencia, tesoro que llevamos en vasija de barro.

“Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Es un error garrafal el creer que podemos alcanzar la perfección evangélica con el esfuerzo personal. “Las prostitutas y los pecadores os llevan la delantera en el Reino de Dios”. Jesús decía eso precisamente a los ‘perfectos’, a los que cumplían la Ley hasta la última tilde. Esta frase de Jesús es un aldabonazo contra la idea de perfección que acabamos de explicar. Dios no valora el cumplimiento de una programación sino un corazón sincero, humilde y agradecido. Todo lo que somos lo hemos recibido de Dios.

Después de estas sencillas explicaciones, ¿qué sentido tiene hablar de “comunión de los santos”? Si pensamos que se trata de unas gracias que ellos han ‘merecido’ y que nos ceden a nosotros que andamos escasos o carentes de ellas, estamos ridiculizando a Dios y a cada ser humano. Los dones de Dios ni se pueden cuantificar ni se almacenan. Todo lo que nos viene de Dios es siempre gratuito y por lo tanto, nunca se puede merecer. Ahora bien, si tomamos conciencia de que en Dios todos somos uno, comprenderemos que lo que cada uno puede vivir de Dios, de alguna manera, lo viven todos y beneficia a todos.

Por la misma razón tenemos que aquilatar la expresión “intercesores”, aplicada a los santos. Si lo entendemos pensando en un Dios que solo atiende las peticiones de sus amigos o de aquellos que son “recomendados”, una vez más, estamos ridiculizando a Dios. En (Jn 16,26-27) dice Jesús: “no será necesario que yo interceda ante el Padre por vosotros, porque el Padre mismo os ama”. Lo hemos dicho hasta la saciedad: Dios no nos ama porque somos buenos, menos aún por recomendación, sino porque Él es amor y está en cada uno de nosotros.

Claro que se puede entender la intercesión de una manera aceptable. Si descubrimos que esas personas que han tomando conciencia de su verdadero ser, son capaces de hacer presente a Dios en todo lo que hacen, pueden facilitarnos ese mismo descubrimiento, y por lo tanto, el acercamiento a Dios. Descubrir que ellos confiaron en Dios a pesar de sus miserias, nos tiene que animar a confiar más nosotros mismos. Y no solo valdría para los que convivieron con ellos, sino para todos los que después de haber muerto, tuvieran noticia de su “vida y milagros”. Allanarían el camino para que creciera el número de los conscientes.

No os dejéis llamar maestro. No llaméis a nadie padre. Jesús dijo al joven rico: ¿por qué me llamas bueno? ¿Cómo habría respondido si le hubiera llamado santo? Pues nosotros no solo santo sino que nos atrevemos a llamar a un ser humano, santísimo. ¡Cuándo tomaremos en serio el evangelio! No somos santos cuando somos perfectos, sino cuando vivimos lo más valioso que hay en nosotros como don absoluto. La perfección moral es consecuencia de la santidad, no su causa. Todos somos santos aunque muy pocos lo descubren.

Las bienaventuranzas quieren decir que es preferible ser pobre, que ser rico opresor; es preferible llorar que hacer llorar al otro. Es preferible pasar hambre a ser la causa de que otros mueran de hambre porque les hemos negado el sustento. Dichosos, no por ser pobres, sino por no ser egoístas. Dichosos, no por ser oprimidos, sino por no oprimir. La clave sería: las riquezas no son el valor supremo. El valor supremo es el hombre. Hay que elegir el reino del poder o el Reino de Dios. Si estamos en el ámbito de lo divino, habrá amor y humanidad.

Para mí, tiene un profundo significado teológico que la fiesta de los difuntos esté ligada a la de todos los santos. Litúrgicamente ‘los difuntos’ se celebra el día 2, pero para el pueblo sencillo, el día de todos los santos es el día de los difuntos, sin más. Con lo que hemos dicho tenemos datos para una interpretación en profundidad de esta fiesta. Si todo ser humano tiene un fondo impoluto, Dios tiene que amarnos precisamente por eso que ve en nosotros de sí mismo. No puede haber miedo a equivocarse. Todos son santos en su esencia.

Meditación-contemplación

La esencia divina nos toca a todos.
Verdad que no pudieron soportar los fariseos,
ni terminamos de aceptarla nosotros.
No tengo que conseguir ninguna meta inalcanzable.
Solo tengo que centrarme en lo que ya soy.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El día de todos los santos que no saben que lo son

Jueves, 1 de noviembre de 2018
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1130312909sermon-mountNoviembre ya está aquí y empieza, como siempre, con lo del más allá: primero, santos, y luego difuntos.

Celebraciones populares en muchísimos sitios del mundo. Seguramente ya vimos la película “COCO”, entrañable la fiesta de los muertitos en México, colores y flores llenan aquellas hermosas tierras. Y, cómo olvidar la celebración de Halloween exportada a todo el mundo: en breve estarán llegando zombies, fantasmas, sangre, huesos y harapos a los centros comerciales.

¿Quiénes son esos Santos y Santas que celebramos cada año y que son multitudes a lo largo de los tiempos?

Creo que son los santos que, mientras están entre nosotros, no saben que lo son. Y cuando dejan este mundo no forman parte de Santoral.

Santas y Santos desconocidos, mínimos, ocultos, sencillos, con biografías que no aparecen en Wikipedia. Personas anónimas que están por ahí como la levadura en el bizcocho, suministrando esperanza en tiempos duros.

Acogen a quien lo necesita aunque vivan en cuarenta metros cuadrados, tengan tres hijos a su cargo y un padre con demencia senil.

Abren la puerta a sus hijos que llegan en paro con los suyos de la mano, poniendo a disposición su pensión de jubilación… ¡A ver si llegamos a fin de mes!

Santos y Santas anónimos que arriesgan sus vidas en la defensa de los que no tienen voz, viéndose atrapados en una maraña legislativa que los toma por delincuentes en vez de samaritanos.

Los hay que se hacen pobres con los pobres adentrándose en el peligroso terreno de lo No-Legal.

Algunos recorren la ciudad de punta a punta para pasar una hora escuchando a alguna anciana o anciano que vive en soledad absoluta y no habla con nadie. Después van a clase a la universidad.

Hay otros que intentan poner paz en su propia familia dividida y enemistada, viendo que todos pierden, y los niños los que más.

Los hay que recorren siete, ocho… diez pueblos en el medio rural, para decir misa cada domingo, cuando ya suman más de cincuenta años de sacerdocio.

Santas y Santos en los pueblos indígenas luchando sin armas por conservar su vida y sus costumbres y la tierra a la que se sienten ligados.

Hay Santos y Santas que no se dejan corromper por el dinero ni el poder. Eso trae problemas, quedan señalados.

¿Cuántos son?… “Una muchedumbre inmensa, incontable, que procede de toda nación, razas, pueblos y lenguas” (Ap 7, 9).

¿De dónde vienen?… “De la gran tribulación” (Ap 7, 14).

¿A dónde van? … A donde “ya no tendrán hambre ni sed; ya no les molestará el sol ni bochorno alguno (…) Dios enjugará toda lágrima de sus ojos” (Ap 7, 15-16).

Cerremos los ojos, respiremos hondo… subamos al monte con Jesús, como hizo aquel día y cada día para contempla a las multitudes viendo a cada uno como pieza única, como “hijos de Dios pues ¡lo somos!”(1Jn 3, 1-3)… y digamos con Él:

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”… ¿No empezaste por el final indicando de quien es el Reino de los Cielos? Claro, Tú explicaste que el Reino de los Cielos es aquí y ahora. Así que estos “bienaventurados” son los Santos y Santas que no saben que lo son pero ya están actuando en la realización de tu Reino. Algunos que luego serán elevados a los altares son también esos pobres de espíritu haciéndose pobres con los pobres y elevando la voz por los que no tiene voz, como San Romero de América, elevado al santoral popular desde los corazones de quienes se sintieron amados y defendidos por él. Desde el 14 de octubre pasado es oficialmente San Óscar Arnulfo Romero.

“Bienaventurados los mansos (o humildes) porque ellos poseerán en herencia la tierra. Santos y Santas que saben compartir y repartir para que nadie se quede fuera o se sienta extranjero.

“Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados”  Santas y Santos que arrimarán el hombro para que quien sufre pueda recibir apoyo, dejando su tiempo y su energía en ser consuelo en medio de un mundo hostil.

“Bienaventurados los que tiene hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”Santos y Santas empeñados en que la justicia llegue a todos. Santos y Santas que no se contentan con leyes que no llevan en su esencia del equilibrio de la justicia para todos.

“Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia”. Santas y Santos que se saben pequeños, pero empujan para dar a otros amor y misericordia, y todo les vuelve crecido.

“Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”Estos son Santos y Santas pequeñitos, niños y niñas que todavía no han olvidado quienes son en el corazón de Dios; y también las Santas y Santos que hicieron el camino de regreso hacia dentro cuando entendieron que si no nos hacemos como niños… no hay nada que hacer.

“Bienaventurados los que trabajan por la paz porque ellos serán llamados hijos de Dios”Santos y Santas de un lado para otro clamando por una paz que no llega; pacificando en sus ambientes de familia, trabajo, Iglesia, etc.

“Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos”Santas y Santos perseguidos por la justicia del mundo, por rencores enquistados, por leyes discriminatorias, por razón del color de su piel, lengua cultura o religión, y también por razón de su sexo.

“Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan, y cuando, por mi causa, os acuse en falso de toda clase de males. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros”Santos y Santas que se paran y se plantean de qué manera Te siguen, a Ti que eres el Maestro, el que se subió a la Montaña para dejarnos este Mensaje. Quedan pensativos viendo que no hay nadie que les injurie ni les persiga, o acuse en falso… que no tienen grandes problemas.  ¡Es raro!, piensan. Y exclaman concierto sobresalto interior: ¡Será que estamos rebajando el Evangelio a la medida que marcan los poderes del mundo!

A la caída del sol una suave brisa trae un susurro de voces alegres que sólo escuchará quien tenga abierto el oído del corazón: Vosotros sois la sal de la tierra… y la luz del mundo (Mt 5, 13-14). No lo olvidéis”. Son los Santos y Santas que no sabían que lo eran cuando vivían entre nosotros pero ahora ya lo tienen claro.

Mari Paz López Santos

Para FEADULTA

1 noviembre 2018

Fuente Fe Adulta

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¿Rezar por los difuntos? – (¡Mejor ocúpate de los vivos!)

Jueves, 1 de noviembre de 2018
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6301986548_3b2150603f_mDel blog de Jairo del Agua:

¿Podemos hacer algo por los difuntos? ¿Ellos pueden hacer algo por nosotros? He ahí otro tema de urgente profundización y purificación.

Deberíamos empezar por convencernos de que la muerte, para los cristianos, es una liberación, una meta, una pascua: el paso a la tierra prometida. NO un motivo de tristeza y, menos aún, de penitencia reparadora.

Puede que haya tristeza y llanto por la separación humana, por el dolor sensible, por la tragedia a veces. Pero todo eso debería estar arropado y consolado por la fe (segura confianza) en la felicidad eterna.

Los que mueren, mueren para vivir. No sabemos el camino que aún tendrán que recorrer, pero estamos ciertos de que pasaron definitivamente a la orilla de la Vida.

Por tanto, los signos y oraciones deberían ser de esperanza y alegría por la etapa superada (en la forma posible a cada cual), por el desembarco en los brazos del Padre. En los símbolos litúrgicos debería dominar el blanco y no el morado penitencial que ya no tiene sentido.
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Lo primero que podemos hacer por nosotros y por nuestros difuntos es “aceptar” su descanso en la paz. Ya entraron en la, para nosotros, inalcanzable eternidad. No puedes hacer nada más por ellos, como no puedes operarte de apendicitis por el que entró en el quirófano o como no puedes examinarte por tus hijos.

Esas “ánimas” por las que te preocupas tendrán que hacer, ellas solitas, su propia rehabilitación y su vuelta al Padre para poder ver su rostro. Nada puedes hacer y nada hay que temer porque están caminando bajo el impulso de la Misericordia infinita.

El único y universal remedio, lo que realmente puedes hacer “aquí y ahora” es: “Vencer el mal con abundancia de bien” (Rom 12,21) con el impulso y experiencia de los que partieron. Únicamente puedes ensanchar el bien que pugna por inundar tu vida. Te propongo estos tres avances bajo la sonrisa de tus difuntos:

1. Rectificar los malos funcionamientos que heredaste (parte del pecado original), muy sutiles a veces, porque suelen ser subconscientes y no nos hemos parado a concientizarlos.

2. Perdonar, perdonar de corazón las posibles heridas que te causaron, hasta que no quede ni rastro de resentimiento. No porque necesiten tu perdón, sino porque ese perdón es la medicina que necesitan tus heridas. Y recuerda: perdonar NO es apretar los dientes y olvidar el dolor de tus heridas. Perdonar es comprender. Comprendiendo tu propia fragilidad (conociéndote a ti mismo) entrarás en la comprensión de la limitación de los que te hirieron.

3. Seguir el buen ejemplo que te dejaron. Es la mejor forma de amar y honrar su memoria. Tiene sentido nombrarles en la santa Misa para sentirnos orando “CON ellos”, pero NO “POR ellos”, para seguir sintiendo su aliento y ejemplo de vida, para concientizar que pertenecen a tu misma Iglesia y siguen viviendo en ella.
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15582905686_22791bfc2b_nAmar es admirar y admirar nos lleva a imitar lo que admiramos. Si admiramos (amamos), es que esa persona nos atrae. Si nos atrae, es porque ya tenemos en nosotros algo de eso que admiramos.

La “presencia interior” de tus difuntos (más que su recuerdo cerebral) estimulará eso que pugna por crecer en ti. Esa sería la gran finalidad de honrar a los muertos. ¿Qué admiraste y qué sigues amando en tus difuntos? Si no hay amor, solo queda sensiblería u obligación mental o rutina externa. Nada de su “vida” te ha quedado, solo recuerdos muertos.

Si lo que te queda es amor, es un disparate hacer cambalaches con el Cura o con Dios. Tus difuntos no necesitan estipendios. Ya han desembarcado en las manos del Padre. Dedica tus dineros a los pobres vivos o a las necesidades de la Iglesia caminante. Los que ya pasaron no lo necesitan.

Lo que ellos desean -con toda seguridad- es que aproveches bien su buen ejemplo y rectifiques sus errores, que sigas tu camino y despliegues todos tus dones. ¡Eso será para ellos aire fresco! ¡Eso es lo urgente, realista y espiritualmente eficaz! Lo otro, los negocios espirituales y el “dios negociador”, son pura idolatría.
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Otra cosa es que necesites apoyar el dolor de la ausencia en la ternura del Padre. Hazlo sin reservas. Puede, incluso, que sea un consuelo para ti poner a tus difuntos en la mesa del altar y oír sus nombres. Puede que eso te recuerde su buen ejemplo. Hazlo si es positivo para ti, pero sin pagar contraprestación alguna.

No olvides que la Eucaristía (acción de gracias) es totalmente gratuita, es puro don del Señor, invitación a imitarle: “Haced esto en memoria mía” (Lc 22,19).

No hay culpas que pagar, ni sacrificios purificadores, ni méritos que aplicar para sacar a los muertos del “fuego”.

Lo que intentamos vivir, bajo el signo de una “comida fraterna”, es la vivificante presencia y ejemplo del Señor: amor, unión, paz, alegría… y motivación mutua para caminar hacia los brazos del Padre. Y el ejemplo de los que le siguieron antes que nosotros (nuestros santos y difuntos) nos puede ayudar sobremanera.

¿Todavía crees en el “avaro ídolo” que se queda con tu hambre o tu dinero para “compensar” las culpas de tus muertos? ¿Acaso no descubriste al Dios de los cristianos, todo perdón, todo misericordia, todo atracción, todo gratuidad? Repítelo muchas veces en tu interior: ¡El Dios verdadero es infinita gratuidad! Solo tu cerrazón y alejamiento podrán privarte de su abundancia derramada.
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15582905746_59faeef360_nProcura saltar sobre las esperpénticas fórmulas canónicas: “óyenos”, “acuérdate…” o “recuerda…”. ¿Pero a qué “desmemoriado ídolo” rezamos? ¿Acaso has olvidado tú a tus difuntos? ¿Cómo puede haberlos olvidado su Padre? ¿No se sentiría ofendida una madre terrícola a la que suplicases: acuérdate de tu hijo fallecido? ¿Cómo podemos pronunciar esas necedades? “Guías ciegos…” (Mt 23,16).

Si alguien, desde fuera, observase nuestros rezos oficiales, tendría que concluir que oramos a un “dios con alzhéimer”, al que hay que repetir y repetir que no olvide.

No hemos leído la Escritura y NO creemos en el Dios verdadero que jamás olvida a sus hijos:

“Estoy a la puerta y llamo…” (Ap 3,20).

“¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!” (Is 49,15).

“En la palma de mis manos te llevo tatuado” (Is 49,16).

No sigo para no cansarte. Pero sigue tú leyendo, por ejemplo, “El Cantar de los Cantares”
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Me gusta imaginar a nuestros muertos eclosionando bajo la arena como tortuguitas marinas. Unos llegarán más crecidos y otros menos. Unos saldrán muy cerca del agua y otros muy lejos. Pero todos, absolutamente todos, tras la carrera de la última purificación por la arena, se sumergirán en la Inmensidad y encontrarán, por fin, su destino.

Unos lo habrán intuido y gozado ya en esta vida. Para otros será una sorpresa verse liberados de inconsciencias, errores, oscuridades y rebeldías. Se encontrarán con el Padre que negaron o ignoraron y empezarán a comprender… Tal vez todo eso requiera el esfuerzo que no hicieron en vida, la rehabilitación necesaria para ser capaces de “ver” lo que no quisieron o pudieron ver en esta tierra.

¿Cómo será esa rehabilitación? Eso pertenece al misterio y no se nos ha revelado. Lo que sabemos con certeza es que “Dios lo será todo en todos” (1Cor 15,28). Esa es nuestra fe, esa nuestra esperanza, esa la alegría de recordar a nuestros muertos. Por eso, cuando pongas a tus seres queridos sobre el altar, piensa que ya caminan o han llegado a la Luz, sin posible retorno.

Nada cambiará con tus rezos, ni el difunto, ni el Dios de la Misericordia que se derrama permanentemente sobre todos: sobre nosotros y sobre ellos.

Lo único que puede cambiar es tu corazón. Todavía estás en camino y puedes elegir. Todavía puedes cambiar e inundar tu vida de bien y paz, para desembarcar más cerca de la Felicidad cuando eclosiones en la ribera del Mar.

Tu cambio, tu elección del bien, repercute en la Iglesia universal. Eso te están gritando desde el otro lado -estoy seguro- los que te quieren. Tu propio progreso no te costará un céntimo, solo algún esfuerzo. Pero merece la pena, ya lo verás.

¡Y cómo alegrarás a los que te esperan!

 

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Vivir definitivamente felices.

Jueves, 1 de noviembre de 2018
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3b722f_53248patronosDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01. UNA MUCHEDUMBRE INMENSA: LA HUMANIDAD.

En un lenguaje enigmático, solemne -y con la caja de los truenos preparada-, la apocalíptica (1ª lectura) nos habla de una muchedumbre inmensa, es decir de toda la humanidad significada con ese número simbólico de 144.000 (12 tribus x 12), que va llegando a la casa del Padre pasando por la gran tribulación de la vida.

Todos –toda la humanidad- estamos marcados en la frente por nuestro Dios: todos estamos destinados a la vida, a la salvación.

La fiesta de hoy, Todos los Santos, es la misma que la de mañana: Todos los difuntos. Son como dos caras de la misma moneda. Toda la humanidad está sellada y llamada a la vida.

La memoria de los santos, que son nuestros mayores, nuestros difuntos, la memoria de JesuCristo nos hace bien, nos reconcilia. La Comunión de los Santos: una especie de memoria, de solidaridad y “circularidad” entre los que se fueron y los que quedamos. Ellos se acuerdan de nosotros y de un modo más amable. Ellos oran por nosotros.

02. HACIA TI MORADA SANTA: HACIA LA VIDA ETERNA:

Todos los Santos es fiesta de gran esperanza, porque nos anuncia nuestro futuro, el futuro absoluto. Hacia Ti, morada santa, cantamos.

Creemos -fe- en la vida eterna, que no es lo mismo que una vida “indefinida”, sin fin. No es lo mismo vida “sin fin” que vida plena, definitiva. No es lo mismo amontonar años o tiempo que la vida plena de JesuCristo.

El papa Benedicto se preguntaba y nos preguntaba en el comienzo de su encíclica: Spe Salvi ¿DE VERDAD QUEREMOS VIVIR ETERNAMENTE?

Muchas personas rechazan hoy la fe simplemente porque la vida eterna no les parece algo deseable. En modo alguno quieren vida eterna, sino la presente y, para esto, la fe en la vida eterna les parece más bien un obstáculo.

Seguir viviendo para siempre -sin fin- parece más una condena que un don.

Queremos vivir sin fin, (¿), pero vivir siempre, sin un término, sólo sería a fin de cuentas aburrido y al final insoportable.

Decía San Ambrosio que la inmortalidad es más una carga que un bien, si no entra en juego la gracia. No debemos deplorar la muerte, ya que es causa de salvación. (San Ambrosio).

La eliminación de la muerte o su aplazamiento ilimitado crearían una situación imposible y no comportaría beneficio alguno para el individuo mismo ni para la humanidad.

Pero vivimos como una contradicción, un contraste interior en nuestra propia existencia:

o Por una parte, no queremos morir, los que nos aman, sobre todo, no quieren que muramos.

o Por otra parte, sin embargo, tampoco deseamos seguir existiendo ilimitadamente y mucho menos queremos seguir existiendo como vivimos en este estado de cosas, (más de lo mismo, no).

o Tampoco la tierra ha sido creada con esta perspectiva de una vida indefinida. La Tierra y el universo (o pluriversos) terminarán simplemente por las leyes cósmicas.

03. ¿QUÉ VIDA QUEREMOS?

santos-2Entonces ¿qué es lo que realmente queremos? La pregunta de fondo que está tras esta cuestión es: ¿Y qué es realmente vida? ¿Qué significa “eternidad”? En el fondo lo que deseamos es felicidad, libertad, paz, amor, serenidad, una vida bienaventurada, feliz. En el fondo queremos la felicidad.

Un poco por educación y otro poco porque desconocemos completamente cómo son estas cosas, nos imaginamos que el cielo es como “Disneylandia” o como “la casa de la pradera”. Pero la vida definitiva no es eso. El cielo no es un lugar, decía el mismo papa Benedicto, sino un estado, una situación, personal y comunitaria”.

“El cristianismo no anuncia sólo una salvación cualquiera del alma en un impreciso más allá, en el cual todo aquello que en este mundo nos ha sido precioso y querido será cancelado, sino que promete la vida eterna” (Benedicto XVI)

Además tenemos la experiencia de que la vida feliz, la vida definitiva no es ésta. Solemos decir que “esto no es vida”. Tenemos una sabia ignorancia de lo que es la vida. Tenemos una nostalgia profunda de vida definitiva.

La vida definitiva es esta que tenemos “entre manos” pero vivida desde JesuCristo: He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Todo el evangelio de San Juan está lleno de alusiones a la vida: Yo soy el pan de vida, el agua de vida, Yo soy la Resurrección y la vida, etc.

La eternidad no es una continua sucesión de días en el calendario, sino el momento pleno de satisfacción y plenitud en el que Dios y la humanidad nos abraza y nosotros abrazamos a Dios y a la humanidad.

La vida eterna es bienaventuranza.

Bienaventurados

La eternidad es el momento de sumergirnos en el océano de amor infinito en el cual el tempo -el antes y el después ya no existe-.

Este momento es la vida eterna.

No sabemos más, vivimos en una docta ignorantia, una sabia ignorancia.

Confiamos en Cristo, nos fiamos de Él. Sé de quién me he fiado.

04. ESPERANZA

El ser humano nunca ha sabido tanto de sus orígenes y tan poco de su destino.

Entre el Génesis, Darwin y los bing-bang del origen, sabemos, más o menos, de dónde venimos, pero estamos escasos de horizontes y de futuro absoluto. ¿Hacia dónde vamos?

Por otra parte, la postmodernidad científico-nihilista en la que vivimos tan llena de adelantos y progresos, va de victoria en victoria hasta la derrota final. Vivimos en el club de los proyectos vivos y las esperanzas muertas.

Sin embargo el ser humano es una sed infinita, una esperanza de plenitud, aunque tal plenitud no está en nuestras manos. Pero la sed nos habla del agua, el hambre nos habla de algún alimento.

¿La esperanza infinita no nos estará hablando de Dios?

Sin embargo la esperanza tiene poca, más bien nula, presencia en grandes sectores de la sociedad, de la vida cultural, de la vida política, incluso de la vida eclesiástica.

El animal puede seguir caminando a oscuras, hacia el muro infranqueable o hacia el abismo.

El hombre se resiste a caminar si no presiente uno puerta abierta al futuro» (Teilhard de Chardin).

Es sano vivir en la frontera: nada está cerrado ni tan siquiera por la muerte. Miremos la vida con esperanza y ojos de plenitud.

La esperanza es el keroseno que nos lanza siempre hacia adelante.

Esperemos en lo más hondo de nuestro ser y sembremos esperanza en la medida que podamos.

El cristianismo es una esperanza infinita en la misericordia de Dios.

Nuestro corazón está inquieto y solamente descansará cuando te encuentre, decía san Agustín.

todoslossantos***

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Jesús es el pan vivo, la transparencia de Dios…

Domingo, 12 de agosto de 2018
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La transparencia, Dios, la transparencia.

Dios del venir, te siento entre mis manos,
aquí estás enredado conmigo, en lucha hermosa
de amor, lo mismo
que un fuego con su aire.

No eres mi redentor, ni eres mi ejemplo,
ni mi padre, ni mi hijo, ni mi hermano;
eres igual y uno, eres distinto y todo;
eres dios de lo hermoso conseguido,
conciencia mía de lo hermoso.

Yo nada tengo que purgar.
Toda mi impedimenta
no es sino fundación para este hoy
en que, al fin, te deseo;
porque estás ya a mi lado
en mi eléctrica zona,
como está en el amor el amor lleno.

Tú, esencia, eres conciencia; mi conciencia
y la de otros, la de todos
con la forma suma de conciencia;
que la esencia es lo sumo,
es la forma suprema conseguible,
y tu esencia está en mí, como mi forma.

Todos mis moldes, llenos
estuvieron de ti; pero tú, ahora,
no tienes molde, estás sin molde; eres la gracia
que no admite sostén,
que no admite corona,
que corona y sostiene siendo ingrave.

Eres la gracia libre,
la gloria del gustar, la eterna simpatía,
el gozo del temblor, la luminaria
del clariver, el fondo del amor,
el horizonte que no quita nada;
la transparencia, dios la transparencia,
el uno al fin, dios ahora sólito en el uno mío,
en el mundo que yo por ti y para ti he creado.

*

Juan Ramón Jimenez
Dios en la poesía atual. B.A.C., Madrid, 1970

***

Fundación Zenobia-Juan Ramón Jiménez

***

En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”, y decían:

“No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?”

Jesús tomó la palabra y les dijo:

“No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios.” Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan de vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.”

*

Juan 6,41-51

***

La vida vivida eucarísticamente es siempre una vida de misión. Vivimos en un mundo que gime bajo el peso de sus pérdidas: las guerras despiadadas que destruyen pueblos y países, el hambre y la muerte de hambre que diezman poblaciones enteras, el crimen y la violencia que ponen en peligro la vida de millones de personas, el cáncer y el sida, el cólera y otras muchas enfermedades que devastan los cuerpos de incontables personas; terremotos, aluviones y desastres del tráfico… es la historia de la vida de cada día que llena los periódicos y las pantallas de los televisores […]. Este es el mundo al que hemos sido enviados a vivir eucarísticamente, esto es, a vivir con el corazón ardiente y con los ojos y los oídos abiertos. Parece una tarea imposible.

¿Qué puede hacer este reducido grupo de personas que lo han encontrado por el camino […] en un mundo tan oscuro y violento? El misterio del amor de Dios consiste en que nuestros corazones ardientes y nuestros oídos receptivos estarán en condiciones de descubrir que aquel a quien habíamos encontrado en la intimidad continúa revelándose a nosotros entre los pobres, los enfermos, los hambrientos, los prisioneros, los refugiados y entre todos los que viven en medio del peligro y del miedo.

*

H. J. M. Nouwen,
La fuerza de su presencia,
Brescia 52000, pp. 82ss).

***

*

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“Creer en el Cielo”. Todos los Santos” – A (Mateo 5,1-12).

Miércoles, 1 de noviembre de 2017
Comentarios desactivados en “Creer en el Cielo”. Todos los Santos” – A (Mateo 5,1-12).

31-852867En esta fiesta cristiana de «Todos los Santos», quiero decir cómo entiendo y trato de vivir algunos rasgos de mi fe en la vida eterna. Quienes conocen y siguen a Jesucristo me entenderán.

Creer en el cielo es para mí resistirme a aceptar que la vida de todos y de cada uno de nosotros es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándome en Jesús, intuyo, presiento, deseo y creo que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el deseo de vida, de justicia y de paz que se encierra en la creación y en el corazón da la humanidad.

Creer en el cielo es para mí rebelarme con todas mis fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, hambre, humillación y sufrimientos, quede enterrada para siempre en el olvido. Confiando en Jesús, creo en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podré ver a los que vienen en las pateras llegar a su verdadera patria.

Creer en el cielo es para mí acercarme con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, minusválidos físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión y la angustia, cansadas de vivir y de luchar. Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: Entra para siempre en el gozo de tu Señor.

No me resigno a que Dios sea para siempre un «Dios oculto», del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos. No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús. No me resigno a que tantos esfuerzos por un mundo más humano y dichoso se pierdan en el vacío. Quiero que un día los últimos sean los primeros y que las prostitutas nos precedan. Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones y todos los ateísmos, los que vivieron amando en el anonimato y sin esperar nada.

Un día podremos escuchar estas increíbles palabras que el Apocalipsis pone en boca de Dios: «Al que tenga sed, yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida». ¡Gratis! Sin merecerlo. Así saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros.

José Antonio Pagola

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1.11.17. Todos los Santos: 144.000, muchedumbre inmensa (Ap 7)

Miércoles, 1 de noviembre de 2017
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22886066_879292175581309_8155188667611233547_nDel blog de Xabier Pikaza:

Quizá el texto más significativo de la liturgia del día de Todos los Santos sea el de la segunda lectura Apocalipsis 7, 1-17. También son importantes las palabras finales del libro (Ap 21-22), que recogen y expresan la liturgia de la Jerusalén Celeste. Pero nuestro pasaje es decisivo para entender el cielo-cielo de los santos finales, y el cielo-tierra que debemos crear en la historia.

Ap 7, 1-17 Consta de dos partes, que se completan simbólicamente, indicando el sentido de la santidad, desde dos perspectivas distintas:

a. Por un lado, santos son los 144.000 “soldados” de Israel, judíos leales a la alianza de Dios, 12.000 mil por cada tribu, es decir, simbólicamente, los buenos judíos, aquellos que han luchado por la verdad y la justicia, apareciendo así como una punta de lanza (promesa y principio) de la nueva humanidad.

b. Por otro lado, los santos son “una muchedumbre inmensa” de todas las naciones, los amados de Dios, llamados a su gloria. No son santos por lo que ellos hacen, sino porque Dios les ama.

No hay unos santos de primera (que serían los primeros 144.000) y otros de segunda (la multitud inmensa, que viene del llanto…), sino una sola santidad que se da y expresa en la unión de unos y otros, los esforzados de la primera lista, los reconciliados de la segunda, unos y otros cantando la gloria de Dios, que es la gloria de una vida donde intentamos desterrar el llanto, la sed y el hambre de los pobres.

Este pasaje se puede y se debe leer en tres planos:

a. Los 144.000 que luchan (¿luchamos?) a favor de la verdad y la justicia… con la muchedumbre inmensa de los llamados de todos los pueblos. Este capítulo de los santos del Apocalipsis aparece así como un canto de esperanza: Vivimos abiertos al futuro de Dios, y la muerte no es la última palabra.

b. Los fieles del tiempo de la historia, que siguen a Jesús… con todos aquellos que son amados por Dios, que han de ser amados por los hombres, viviendo en fraternidad, sin hambre ni llanto, por gracia del Cordero, y por gracia de los restantes hombres, reconciliados en Cristo, por encima de las bestias actualmente dominantes (Ap 13).

c. Todos los que sufren, los perseguidos y hambrientos...Este pasaje marca así una gran protesta contra el hambre y el llanto que hoy dominan sobre el mundo. La santidad de los 144.000 se expresa allí donde somos capaces de luchar contra ese llanto que proviene de la injusticia concreta, que Ap 13-13 personalizó en el Imperio militar, el Falso Profeta y los Comerciantes prostituidos (la Gran Ramera del Capital asesino)…

Ésta es la santidad de todos, unos y otros a favor de la creación de Dios, de manera que los hombres y mujeres no tengan ya más hambre máterial, pues todos coman… pero tengan hambre de Dios y comunión de amor, todos y todas. Estas es la señal de la santidad: Que todos puedan comer amarse en esperanza sobre la tierra creada por Dios.

412Para todos, buen día de Todos los Santos, con las palabras de la postal que sigue, que tomo de mi Comentario al Apocalipsis, donde explico y comento algunas cosas que quizá parezcan más oscuras.

Imagen: El Barco de los Santos… del Colegio de San Francisco Javier de | Tepotzotlán Edo. Mex. Arriba María y Jesús, dirigen el barco, abajo reman los Padres de la Iglesia, en cubierto los Santos Fundadores, entre ellos Ignacio y Francisco, Domingo, Bernardo y Pedro Nolasco… El buen viento del Espíritu llena de fuerza la vela del Barco de la iglesia.
De nuevo buen día de los Santos.


a. 144.000 salvados, todo Israel (Ap 7, 1-8).

Después de esto, vi cuatro ángeles de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra. Sujetaban a los cuatro vientos para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar ni sobre los árboles.

Y vi otro ángel que subía del oriente con el sello del Dios Vivo y gritó con voz fuerte a los cuatro ángeles que tenían el poder de dañar tierra y mar: No dañéis a la tierra, ni al mar ni a los árboles hasta que sellemos en sus frentes a los servidores de nuestro Dios.

Y oí el número de los sellados: eran ciento cuarenta mil y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel (doce mil por cada una de las tribus)… (Ap 7, 1-4).

Como he dicho, estos 144.000 son los “comprometidos de Dios”, los voluntarios de la “Guerra del Cordero” (de la que trata el conjunto del Apocalipsis). son el signo del verdadero Israel, son los elegidos de la Iglesia de Jesús, son todos los que “luchan” a favor de la justicia, con las armas de Cristo. Ellos son los primeros señalados, ungidos y marcados de la historia, pues no viven para sí, sino para el triunfo de la nueva humanidad.

– Cuatro ángeles, extremos del mundo, cuatro vientos… (Ap 7, 1). Los ángeles son poderes cósmicos, como los Vivientes de Ap 4, y dirigen los cuatro aires (bóreas/norte, austro/sur, euro/este y céfiro/oeste) de la tierra. Ellos pueden retener los vientos, de forma que no soplen, dejando sin aliento a los que deben respirar sobre la tierra; o hacer que estallen con furia destructora de huracán, matando lo que encuentran a su paso, o hacerlos portadores del veneno de la peste…

La vida entera es aire, respiración del cosmos. Aquí parece que la muerte se ha extendido sobre el mundo pues los ángeles retienen todo el aire y ya no puede respirar la tierra, ni moverse vivo el mar, ni recibir aliento ningún árbol (7, 1). Pues bien, sobre ese tiempo de muerte se expresa la salvación de los israelitas, elegidos de Dios, es decir, la salvación de los que trabajan a favor los demás, como debieron hacer los judíos, como hacen los auténticos cristianos y, de un modo más extenso, todos los que ponen su vida al servicio de la Vida.

– Tiempo de espera (7, 2-3). Sobre ese fondo de muerte (falta el aire) se escucha la voz del ángel de oriente (puerta del sol, cuna de la vida), diciendo a los ángeles del viento que no dañen tierra, mar, ni bosque para que los signados (sellados) del Dios Vivo reciban el sello. Los degollados preguntaban ¿hasta cuándo? Dios había respondido: hasta completarse el número de mártires (Ap 6, 11): ellos, los degollados, sostenían el universo. Aquí emerge otra vez la misma idea: los ángeles del mundo se disponen a cortar el aire a los vivientes, destruyendo lo que existe (tierra, mar, arbolado).

Pues bien, Dios les responde que respeten la vida hasta que el Ángel de Oriente marque a los elegidos de Dios. Es el momento ya aquí, sobre la tierra, en camino de elección y de servicio a favor de los demás. Ellos, los amenazados y elegidos (sellados) sostienen con su fidelidad el mundo entero: no viven los mártires a merced de los verdugos sino, al contrario, por gracia de los mártires pueden vivir los verdugos . Por ellos, por los mártires-testigos de Dios sopla el viento bueno sobre el mar, la tierra, el arbolado. Ellos, los que ponen su vida al servicio de los demás, sostienen la Vida del Universo de Dios (con el Cristo). Sin ellos el mundo se habría apagado.

– Ciento cuarenta y cuatro mil (Ap 7, 4-8). Es número simbólico de culminación israelita, marcados con el sello de Dios, como en Ez 9, 4-6: doce mil para cada una de las tribus de Israel, citadas en forma solemne, como en liturgia de posesión sagrada, con José y a Manasés como distintas y dejando a un lado a Efraín y Dan que ciertas tradiciones presentan como culpables de idolatría (cf. Jc 17-18; Os 5, 3-4). Leer más…

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Ocho puertas para entrar en el Reino de Dios. Fiesta de todos los Santos

Miércoles, 1 de noviembre de 2017
Comentarios desactivados en Ocho puertas para entrar en el Reino de Dios. Fiesta de todos los Santos

Carrera 100 ms vallaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En la Fiesta de Todos los Santos, la lectura del evangelio recoge las bienaventuranzas. Es una forma de indicarnos el camino que llevó a tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia a la santidad. Resulta imposible comentar cada una de ellas en poco espacio. Me limito a indicar algunos detalles fundamentales para entenderlas.

Las bienaventuranzas no son una carrera de obstáculos

Muchos cristianos conciben las bienaventuranzas como una carrera de obstáculos, hasta que conseguimos llegar a la meta del Reino de Dios. Y la carrera se hace difícil, tropezamos continuamente, nos sentimos tentados a abandonar cuando vemos tantas vallas derribadas. «No soy pobre material ni espiritualmente; no soy sufrido, soy violento; no soy misericordioso; no trabajo por la paz… No hace falta que un juez me descalifique, me descalifico yo mismo.» Las bienaventuranzas se convierten en lo que no son: un código de conducta.

Las bienaventuranzas son ocho puertas para entrar en el Reino de Dios

El arquitecto de la basílica de las bienaventuranzas la concibió con ocho grandes ventanas que permiten ver el hermoso paisaje del lago de Galilea. Prefiero concebir las bienaventuranzas no como ocho ventanas, sino como ocho puertas que permiten entrar al palacio del Reino de Dios. Para entenderlas rectamente hay que advertir donde las sitúa Mateo: al comienzo del primer gran discurso de Jesús, el Sermón del Monte, en el que expone su programa e indica la actitud que debe distinguir a un cristiano de un escriba, de un fariseo y de un pagano.

A diferencia de los políticos, capaces de mentir con tal de ganarse a los votantes, Jesús dice claramente desde el principio que su programa no va a agradar a todos. Los interesados en seguirlo, en formar parte de la comunidad cristiana (eso significa aquí el «Reino de los cielos»), son las personas que menos podríamos imaginar: las que se sienten pobres ante Dios, como el publicano de la parábola; los partidarios de la no violencia en medio de un mundo violento, capaces de morir perdonando al que los crucifica; los que lloran por cualquier tipo de desgracia propia o ajena; los que tienen hambre y sed de cumplir la voluntad de Dios, como Jesús, que decía que su alimento era cumplir la voluntad del Padre; los misericordiosos, los que se compadecen ante el sufrimiento ajeno, en vez de cerrar sus entrañas al que sufre; los limpios de corazón, que no se dejan manchar con los ídolos de la riqueza, el poder, el prestigio, la ambición; los que trabajan por la paz; los perseguidos por querer ser fieles a Dios.

Pero las bienaventuranzas son ocho puertas distintas, no hay que entrar por todas ellas. Cada cual puede elegir la que mejor le vaya con su forma de ser y sus circunstancias.

Evitar dos errores

En conclusión, las bienaventuranzas no dicen: «Sufre, para poder entrar en el Reino de Dios». Lo que dicen es: «Si sufres, no pienses que tu sufrimiento es absurdo; te permite entender el evangelio y seguir a Jesús».

No dicen: «Procura que te desposean de tus bienes para actuar de forma no violenta». Dicen: «Si respondes a la violencia con la no violencia, no pienses que eres estúpido, considérate dichoso porque actúas igual que Jesús».

No dicen: «Procura que te persigan por ser fiel a Dios». Dicen: «Si te persiguen por ser fiel a Dios, dichoso tú, porque estás dentro del Reino de Dios».

Pero, al tratarse de los valores que estima Jesús, las bienaventuranzas se convierten también en un modelo de vida que debemos esforzarnos por imitar. Después de lo que dice Jesús, no podemos permanecer indiferentes ante actitudes como la de prestar ayuda, no violencia, trabajo por la paz, lucha por la justicia, etc. El cristiano debe fomentar esa conducta. Y el resto del Sermón del Monte le enseñará a hacerlo en distintas circunstancias.

Las puertas y el palacio

Finalmente, no olvidemos que estas ocho puertas nos permiten entrar en el palacio y sentarnos en el auditorio en el que Jesús expondrá su programa a propósito de la interpretación de la ley religiosa, de las obras de piedad, del dinero y la providencia, de la actitud con el prójimo… Este gran discurso es lo que llamamos el Sermón del Monte. Limitarse a las bienaventuranzas es como comprar la entrada del cine y quedarse en la calle.

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Todos santos y todos pecadores.

Miércoles, 1 de noviembre de 2017
Comentarios desactivados en Todos santos y todos pecadores.

solemnidad-todos-los-santosMt 5, 1-12

Los matemáticos dicen que la distancia de cualquier número, por grande que sea, al infinito, es siempre infinita. Para Dios todos somos iguales, no hay posible distinción. ¿Qué sentido tiene entonces el marcar las diferencias entre unos y otros? La fiesta de “Todos los Santos”, entendida como diferencia de perfección entre los seres humanos no tiene mucho sentido. Por eso le he cambiado el título y he puesto: Todos santos; aunque también podía haber puesto “Todos pecadores” y sería exactamente igual de cierto. Para Dios no hay diferencia ninguna, porque nos ama a todos por lo que Él es.

Si por santo entendemos un ser humano perfecto, significaría que ya ha llegado a su plenitud y por lo tanto se habrían acabado sus posibilidades de crecer. Pero su verdadero ser, y por lo tanto su perfección, nada tiene que ver con su biología o con su moralidad. A esa parte de nuestro ser no afectan las limitaciones, sean del orden que sean. Es una realidad que permanece siempre intacta. Descubrir, vivir y manifestar ese verdadero ser, es lo que podíamos llamar santidad.

Cuando creemos que para ser santo tenemos que anular los sentidos, reprimir los sentimientos, machacar la inteligencia y someter la voluntad, nos estamos exigiendo la más torpe inhumanidad. La plenitud de lo humano solo se alcanza en lo divino, que ya está en nosotros. Vivir lo divino que hay en nosotros es la meta de lo humano. El verdadero santo no es el perfecto. El santo nunca descubrirá que lo es. Por favor, que nadie caiga en la tentación de aspirar a la “santidad”. Aspirad solo, a ser cada día más humanos, desplegando el amor que es Dios y está en vosotros.

Cuando hemos puesto la santidad en lo extraordinario, nos hemos salido de todo marco de referencia evangélico. Si creemos que santo es aquel que hace lo que nadie es capaz de hacer, o deja de hacer lo que todos hacemos, ya hemos caído en la trampa del ideal de perfección griega, que durante siglos se nos ha vendido como cristiana. Cuando un joven le dice a Jesús: “Maestro bueno”. Jesús le responde: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno más que Dios. ¿Qué hubiera contestado si le hubiera llamado santo?

Todos somos santos, porque nuestro verdadero ser es lo que hay de Dios en nosotros; aunque la inmensa mayoría no lo hemos descubierto todavía, y de ese modo, tampoco podemos manifestar lo que somos. Somos santos por lo que Dios es en nosotros, no por lo que nosotros somos para Dios. La creencia generalizada de que la santidad consiste en desplegar las virtudes morales, no tiene nada que ver con el evangelio. Recordemos: “Las prostitutas y los pecadores os llevan la delantera en el reino de Dios”. Para Jesús, es santo el que descubre el amor que llega a él sin mérito ninguno por su parte. La perfección moral es consecuencia de la santidad, no su causa.

Debemos tener mucho cuidado a la hora de hablar de los santos como “intercesores”. Si lo entendemos pensando en un Dios, que solo atiende las peticiones de sus amigos o de aquellos que son “recomendados”, estamos ridiculizando a Dios. En (Jn 16,26-27) dice Jesús: “no será necesario que yo interceda ante el Padre por vosotros, porque el Padre mismo os ama”. Lo hemos dicho hasta la saciedad, Dios no nos ama porque somos buenos o por recomendación de uno que los es, sino porque Él es amor.

Se puede entender la intercesión de una manera aceptable. Si descubrimos que esas personas que han tomando conciencia de su verdadero ser, son capaces de hacer presente a Dios en todo lo que hacen, pueden ayudarnos a descubrirlo, y por lo tanto pueden acercarnos a Dios. Descubrir que ellos confiaron en Dios a pesar de sus defectos, nos tiene que animar a confiar más nosotros. No solo valdría para los que conviven con ellos, sino para todos los que después de su muerte, tuvieran noticia de ‘su vida y milagros’. Sería el camino más fácil para que creciera el número de los “conscientes”.

Debemos tener cuidado con la “comunión de los santos”. No se trata de unos “dones” o unas “gracias” que ellos han merecido y que nos ceden a nosotros. Es ridículo cuantificar y almacenar los bienes espirituales. Todo lo que nos viene de Dios es siempre gratuito y nunca se puede merecer. “Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Ahora bien, en el momento que se tiene conciencia de la unidad, se comprende que todo lo que hace uno repercute en el todo. La doctrina de Pablo es esclarecedora: “Todos formamos un solo cuerpo”.

En esta fiesta celebramos la bondad, se encuentre donde se encuentre. Es una fiesta de optimismo, porque, a pesar de los telediarios, hay mucho bien en el mundo si sabemos descubrirlo. Es cierto que mete más ruido uno tocando el tambor que mil callando. Por eso nos abruma el ruido que hace el mal y no nos queda espacio para descubrir el bien. Hoy es el día de la alegría. La Vida y el Bien triunfan sobre la muerte y el mal. La vida merece siempre la pena. Esta alegría de vivir tenemos que mantenerla a pesar de tanto sufrimiento y dolor como hay en nuestro mundo. A pesar de que muchos seres humanos consumen su existencia sin enterarse de lo que son, y se conforman con vegetar.

Las bienaventuranzas nos descubren el verdadero rostro del “santo”. ¿Quién es dichoso? ¿Quién es bienaventurado? Felicitar a uno porque es pobre, porque llora, porque pasa hambre, porque es perseguido, sería un sarcasmo para el común de los mortales. Sobre todo si le engañamos con la promesa de que lo serán más allá. Haber reservado la palabra “bienaventurado” para los que han muerto, es una manipulación del evangelio inaceptable. Aquí abajo, el dichoso es el rico, el poderoso, el que puede consumir de todo sin dar un palo al agua. Esa escala de valores queda trastocada por el evangelio.

Las bienaventuranzas no se pueden entender racionalmente, ni se pueden explicar con argumentos. Cuando Pedro se puso a increpar a Jesús, porque no entendía su muerte, Jesús le contestó: “Tú piensas como los hombres, no como Dios”. Solo entrando en la dinámica de la trascendencia, podemos descubrir el sentido de las bienaventuranzas. Solo descubriendo lo que hay de Dios en mí, podré darme cuenta del verdadero valor. Para que una persona sea dichosa le tenemos que dar aquello que considera el valor supremo para ella. Tenga lo que tenga, si no lo percibe como valor absoluto, no le hará feliz.

Las bienaventuranzas no son un “sí” de Dios a la pobreza y al sufrimiento, sino un rotundo “no” de Dios a las situaciones de injusticia, asegurando a los pobres lo más grande que pudieran esperar, el amor que es Dios. En Él los pobres pueden esperar, tener confianza. No para un futuro lejano, sino ya, aquí y ahora. Puede ser bienaventurado el que llora, pero nunca el que hace llorar. Puede ser feliz el que pasa hambre, pero no el que tiene la culpa del hambre de los demás. Buscar la salvación en las seguridades terrenas, es la mejor prueba de que no se ha descubierto el amor de Dios. Aún en las peores circunstancias imaginables, las posibilidades de ser, nadie puede quitártelas.

En la celebración de este día, no tenemos que pensar en los “santos” canonizados, ni en los que desarrollaron virtudes heroicas, sino en todos los hombres que descubren la marca de lo divino en ellos, y ese descubrimiento les empuja a mayor humanidad. No se trata de celebrar los méritos de personas extraordinarias, sino de reconocer la presencia de Dios, que es el único Santo, en cada uno de nosotros. El merito será siempre de Dios.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Todos santos, aquí y ahora.

Martes, 1 de noviembre de 2016
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La vida futura es el opio del pueblo, es una mistificación que hace esperar del futuro un cambio que no se habría producido o por lo menos no se ha preparado en el presente.

La verdadera fe cristiana no es la fe en una vida futura, sino en la vida eterna, y si es eterna, sólo se necesita un momento de reflexión para comprender que ya se ha iniciado. Vivimos ahora, o no viviremos nunca.

*

Luis Evely, “Ese hombre eres tú” (1957), p. 58

***

 

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

“Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.

Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.”

*

Mateo 5,1-12a

***

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“Creer en el Cielo”. Todos los Santos” – B (Mateo 5,1-12).

Martes, 1 de noviembre de 2016
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31-852867En esta fiesta cristiana de «Todos los Santos», quiero decir cómo entiendo y trato de vivir algunos rasgos de mi fe en la vida eterna. Quienes conocen y siguen a Jesucristo me entenderán.

Creer en el cielo es para mí resistirme a aceptar que la vida de todos y de cada uno de nosotros es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándome en Jesús, intuyo, presiento, deseo y creo que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el deseo de vida, de justicia y de paz que se encierra en la creación y en el corazón da la humanidad.

Creer en el cielo es para mí rebelarme con todas mis fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, hambre, humillación y sufrimientos, quede enterrada para siempre en el olvido. Confiando en Jesús, creo en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podré ver a los que vienen en las pateras llegar a su verdadera patria.

Creer en el cielo es para mí acercarme con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, minusválidos físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión y la angustia, cansadas de vivir y de luchar. Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: Entra para siempre en el gozo de tu Señor.

No me resigno a que Dios sea para siempre un «Dios oculto», del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos. No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús. No me resigno a que tantos esfuerzos por un mundo más humano y dichoso se pierdan en el vacío. Quiero que un día los últimos sean los primeros y que las prostitutas nos precedan. Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones y todos los ateísmos, los que vivieron amando en el anonimato y sin esperar nada.

Un día podremos escuchar estas increíbles palabras que el Apocalipsis pone en boca de Dios: «Al que tenga sed, yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida». ¡Gratis! Sin merecerlo. Así saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros.

José Antonio Pagola

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1.11.16.Fiesta de todos los Santos, cristianos y no cristianos

Martes, 1 de noviembre de 2016
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icone_toussaintDel blog de Xabier Pikaza:

1 del XI del 2016. Fiesta de los amigos de Dios, es decir, de todos los hombres y mujeres, que nos han precedido y que han hecho posible que seamos lo que somos.

Les damos gracias porque han sido lo que son, una fuente de Vida: de su herencia heredamos, con su voz cantamos, de su viva recibimos Vida, con aquel que es un Dios de Vivos, no de muertos (cf. Mc 12, 27), “origen e impulso” de todos los santos.

Quizá debería hablar de la fiesta litúrgica cristiana de “Todos los santos”, que recoge, desde la perspectiva del hemisferio norte, al comienzo del otoño, la experiencia de una culminación del año (del verano), que desemboca en la plenitud de Dios, a quien vemos como Vida o Santidad. Todos los hombres y mujeres que han sido recibidos en Dios y por Dios son santos, “testigos” de lo humano. Así los celebra la iglesia católica, recordando a los que han formado parte de la historia de su salvación: patriarcas y profetas, apóstoles y evangelistas, confesores y mártires, testigos de la vida…

Pero aquí he querido tratar de los santos en sentido más extenso, como un signo de la hondura misteriosa de la humanidad. Más que santos en sentido personal (humano), los tomo ahora como símbolos sagrados, que forman parte de la constelación numinosa de nuestra existencia.

No quiero precisar su tipo de vida concrta (histórica, en el tiempo…), sino presentarlos como aureola de sacralidad, signo de sentido de aquello que somos. No escribo sólo para cristianos o devotos de esta fiesta, sino para aquellos que quieran trazar una lista de antepasados o poderes en el fondo positivos que han hecho posible que seamos lo que somos.
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La iglesia católica ha creado una “lista de santos” reconocidos de un modo oficial, recopilados en los libros de los santos y beatos de Roma (entre los últimos están Sor Isabel de la Trinidd, el P. Pavoni, Mons. González o el Cura Brochero, recién canonizados).

Pero la experiencia cristiana de los santos puede y debe ser mucho más grande y ha vinculado a todos los personajes religiosos, a todos los mediadores sagrados, no sólo del cristianismo, sino delas diversas religiones, grandes y pequeñas, de oriente y occidente (en sentido histórico y simbólico).

Entre ellos, los mayores santos son los pobres y excluidos de la vida, como la niña de la segunda imagen. Pero no quiero tratar de esos santos inocentes en especial, sino de las figuras de seres con aureola de santidad, que han ido apareciendo en las diversas religiones y culturas.

En ese contexto más amplio he querido expandir el tema, hablando de los mediadores sagrados, de tipo personal o suprapersonal, de carácter angélico o humano, simbólico y real, que abren sobre el mundo unos espacios de veneración y nos capacitan para vincularnos de algún modo a lo divino.

En este contexto quiero celebrar con gozo a santos que probablemente nunca han vivido en el sentido externo, aunque los celebre la liturbia: Jorge y Demetrio, Barlaam y Josafat y tantos otros que han sido signo de protección celeste para muchos hombres buenos: Henoc y Matusalén, Adán y Eva, Noé y Judit, Tobías y Ana la grande, con Judit, Ester y Sara, Agar y Rebeca etc.

En algunos momentos, los santos pueden formar un “sistema”, cuando están organizados de forma unitaria y cerrada, ellos solos, con sus vidas bien probadas, en línea de investigación histórica. Otras veces aparecen a manera de conjuntos más extenso. Estos son algunos de los más significativos, dentro de una lista que podría extenderse casi hasta el infinito. Desde ese fondo quiero ofrecer así una posible “lista” de figuras sagradas (divididas en cinco grandes grupos), para orientación de los lectores, que pueden buscar y trazar otras, este día de los Santos.

Empezaré por los Santos “cristianos”, seguiré por otras figuras sagradas

I. SANTOS DE JESÚS .

Son el signo de la presencia y permanencia de la vida de Jesús en la historia. Han sido venerados en primer lugar por el pueblo, que los ha “canonizado” con su “culto”, pero después la iglesia oficial se ha reservado la facultad de canonizar o beatificar, fijando aquellos santos que pueden ser venerados por los fieles. Se han trazado así las listas de santos y santas, según categorìas que reflejan una visión eclesial de tipo bastante jerárquico. Estas son anguas categorías básicas de santos: mártires, obispos, doctores, presbíteros, vírgenes, confesores, santos varones, santas mujeres… Aquí queremos indicar algunos “modelos” básicos de santos según la tradición primera de la Iglesia.

1. Pobres, excluidos. Para Jesús, santos son ante todo los pobres y excluidos, como indica Mt 25, 31-46: el hambriento y sediento, en desnudo o emigrantes, el enfermo o encarcelado… Los hombres y mujeres que sufren (huérfano, viuda, extranjero en el Antiguo Testamento) son la Señal de Dios, son el signo de su presencia. Ellos son los “hermanos de Jesús”, los más pequeños, signo y presencia de la santidad de Dios, Dios mismo hecho debilidad en el camino de la vida.

2 . Santos son todos los cristianos. Para Pablo, santos son todos los creyentes: santos de un modo expreso, porque han sido trasformados por el signo de Cristo, en el bautismo… Todos los cristianos, sin distinción, por el amor de Dios que les acoge y vincula con su vida en Cristo. Son santos porque Dios les ama, no porque ellos realicen cosas extraordinarias.

3. Santos son los testigos de la vida, es decir, los mártires: aquellos que (muriendo o sin morir) mantienen en el mundo el testimonio de los valores de la humanidad, de la fe en los demás, de la honradez moral. Por eso podemos presentarlos como testigos de la vida, del valor de una vida que se expresa no sólo en hombres y mujeres como Jesús o los grandes profetas, sino en una multitud inmensa de gentes que han sido y siguen siendo portadoras de valores humanos, una “nube de testigos”, como dice la carta a los Hebreos, cap. 11.

4. Santos son los portadores de vida, hombres y mujeres que han querido vivir, simplemente eso; que han aceptado la vida y la han expandido, que beben del gozo de la tierra y que ayudan a beber a otros, sabiendo que la vida es don, regalo que compartimos, todos, todos, en el mundo. A ellos les recordamos, por ellos vivimos. Somos en gran parte aquello que nos han legado los que han vivido ante nosotros: por eso les recordamos con agradecimiento.

5. Hay algunos especiales, que podemos llamar santos, por su especial luminosidad, por su valor moral, por su presencia compasiva, por su esfuerzo callado al servicio de los demás. Entre ellos posemos contar a San Francisco y San Serafín de Sarov Quizá no podamos definirlos, pero vivimos por ellos. Por eso, un día como hoy, agradecemos su presencia y vivimos de su gracia. Estamos inmersos en un mundo de ángeles y santos, de poderes de vida… Somos portadores de la santidad de Dios, de su belleza. Hoy es la fiesta de los Santos.

II. RELIGIONES.

Las religiones modernas han tendido de presentar como “santos” a una serie de personajes que han hecho posible el surgimiento de las grandes religiones. Son los garantes del orden religioso en este mundo y en el mundo superior.

1. Místicos, gurus. budas y bodisatvas. Son los virtuosos de la interioridad religiosa y han actuado de un modo especial en las religiones de la India y China. De allí vienen los grandes meditantes (gurús, yoguis, maestros zen) que descubren lo divino en su vida interior y ayudan a realizar el mismo camino a los demás. Son expresión del misterio escondido de Dios que se revela a través de su experiencia interior. En esta línea se sitúan los grandes “gurús”, los iniciadores en la contemplación, tanto en el budismo como en el hinduísmo y taoísmo. Leer más…

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Estamos en nuestra casa

Lunes, 25 de abril de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

Tras las huellas vivas de Etty Hillesum

Mientras que nuestro mundo contemporáneo atraviese una crisis de sentido, una joven mujer judía puede ayudarnos a atravesar la prueba y a guardar la esperanza.

Del 1941 al 1943, en Amsterdam, Etty Hillesum mantiene un diario de una densidad excepcional. Consigna en 11 cuadernos las últimas experiencias de su vida. Este extraordinario documento es un verdadero testamento espiritual. Descubrimos allí su fe inquebrantable en el hombre al mismo tiempo que éste comte sus más negras fechorías durante la segunda guerra mundial. Etty Hillesum murió en Auschwitz el 30 de noviembre de 1943 después de haber pasado los últimos meses de su vida en el campo de tránsito de Westerbork al servicio de sus hermanos judíos.

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” Estamos en nuestra casa.

Por todas partes por donde se extienda el cielo,

estamos en nuestra casa.

En cualquier lugar de esta tierra,

si lo llevamos todo en nosotros,

estamos en nuestra casa. “

*
Etty Hillesum
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El instinto del cielo

Sábado, 7 de noviembre de 2015
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Del blog À Corps… À Coeur:

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Que nos subamos a una barca para una minúscula vuelta al mundo, de un cuarto de hora, el domingo, o que nos quedemos allí veinte minutos, al final del muelle, sentados frente al mar, sentimos entonces en la mirada una especie de resquebrajadura. Por ahí, entra y sale la luz. ¿Por otra parte por qué obstinadamente volveríamos a sentarnos o a marcharnos de aquí, si nada se aferró a este silencio súbito?

Por supuesto, muchas gafas negras y vientres asmáticos … La comedia humana recita con gallos su monótona historia en las terrazas de los cafés y en los bancos del parque por todas partes. Pero el azul obstinado del cielo y del mar vigila este gran desastre, lanzando aquí y allí espuma, señales, pequeñas nubes blancas que llegan a salvar bastantes parcelas de belleza, en bastantes miradas desviadas un instante, para que este decorado se mantenga, por lo menos hasta el próximo verano .

¿Que hará de su vida aquel que no aprendió a permanecer solo consigo? ¿ Qué tipo de sonido devolverá, si la música despierta en él sólo un vago estremecimiento ? ¿Qué inteligencia, si no se le plantea ninguna pregunta? ¿Qué signo sabrá trazar, si no le gusta ni la lengua ni la tierra? ¿Qué palabra si no conoce nada del silencio? ¿Qué llave si no tiene ninguna puerta para abrir?

¿Será para siempre el esclavo de todo lo que se agita alrededor de él? ¿Una embriaguez de imágenes y de ruidos? ¿ La modorra de una verbena? ¿ Una lista de compras que hay que despachar? ¿Una laguna, un olvido? ¿Jugar al escondite? ¿ Una vuelta? ¿Un mal papel? ¿Hipos y espasmos? ¿Cólicos? ¿Abrazos? ¿Volteretas? ¿Que hará de su vida quien no espera ningún fragmento de inmortalidad?

¡Dejad pues pasar a aquellos que van a morir!

Giran como pueden el volante de su vida, cuando no son llevados acostados, con máscara y tubos, en pequeños camiones blancos con cruz azul. Tocan el claxon, se ponen nerviosos, se asfixian en una niebla espesa de gasolina. Corren sobre las aceras. Sueñan sólo con marchar más rápidamente. ¿Hacia qué, hacia quién? Se han hecho una vida que ni los perros querrían. No viven en ninguna parte. El mundo acaba de terminar sin que se dieran cuenta. ¿Dónde está su cielo? Las cosas, por supuesto, están en su sitio. Los relojes giran en el buen sentido. Incluso quedan algunos lugares donde todavía brota su agua, y áreas enteras de esta tierra donde la Historia no ha comenzado todavía. Pero aquí no queda nada más, excepto algunos fragmentos por encima de los humos, a veces en la cabeza un trapo azul, una mirada, una rostro cruzado, el compartir furtivo de este defecto y esta ausencia … Voz quizá, o tocar apenas, como un poco de tinta a destiempo vertida sobre el papel, o como una mano una última vez puesta sobre un hombro.

*

Jean Michel Maulpoix, en “El instinto del cielo

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Todos santos, aquí y ahora.

Domingo, 1 de noviembre de 2015
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La vida futura es el opio del pueblo, es una mistificación que hace esperar del futuro un cambio que no no se habría producido o por lo menos no se ha preparado en el presente.

La verdadera fe cristiana no es la fe en una vida futura, sino en la vida eterna, y si es eterna, sólo se necesita un momento de reflexión para comprender que ya se ha iniciado. Vivimos ahora, o no viviremos nunca.

*

Luis Evely, “Ese hombre eres tú” (1957), p. 58

***

 

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

“Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.

Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.”

*

Mateo 5,1-12a

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“Creer en el Cielo”. Todos los Santos” – B (Mateo 5,1-12).

Domingo, 1 de noviembre de 2015
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31-852867En esta fiesta cristiana de «Todos los Santos», quiero decir cómo entiendo y trato de vivir algunos rasgos de mi fe en la vida eterna. Quienes conocen y siguen a Jesucristo me entenderán.

Creer en el cielo es para mí resistirme a aceptar que la vida de todos y de cada uno de nosotros es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándome en Jesús, intuyo, presiento, deseo y creo que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el deseo de vida, de justicia y de paz que se encierra en la creación y en el corazón da la humanidad.

Creer en el cielo es para mí rebelarme con todas mis fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, hambre, humillación y sufrimientos, quede enterrada para siempre en el olvido. Confiando en Jesús, creo en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podré ver a los que vienen en las pateras llegar a su verdadera patria.

Creer en el cielo es para mí acercarme con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, minusválidos físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión y la angustia, cansadas de vivir y de luchar. Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: Entra para siempre en el gozo de tu Señor.

No me resigno a que Dios sea para siempre un «Dios oculto», del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos. No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús. No me resigno a que tantos esfuerzos por un mundo más humano y dichoso se pierdan en el vacío. Quiero que un día los últimos sean los primeros y que las prostitutas nos precedan. Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones y todos los ateísmos, los que vivieron amando en el anonimato y sin esperar nada.

Un día podremos escuchar estas increíbles palabras que el Apocalipsis pone en boca de Dios: «Al que tenga sed, yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida». ¡Gratis! Sin merecerlo. Así saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros.

José Antonio Pagola

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1.11.15. Todos los Santos 1. El cielo del cielo (Ap 21-22)

Domingo, 1 de noviembre de 2015
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12185127_513012422209288_3530182175293467253_oDel blog de Xabier Pikaza:

La misa de la fiesta del Día de los Santos (1.11) tiene dos lecturas fundamentales:

1. La primera, más simbólica, está tomada del Apocalipsis (Ap 7), que culmina en una visión armónica del Nuevo Cielo y de la nueva tierra (Ap 21-22). Ciertamente, esa visión puede y debe aplicarse a la vida en esta tierra, a la armonía de los pueblos y las gentes, a la imagen bíblica de la Paz final (Shalom). No es por tanto una visión de huida (sufrir aquí, en este valle de lágrimas, para gozar después en la eternidad de Dios), sino más bien de compromiso para crear el cielo en la tierra.

2. La segunda, del evangelio, está tomada de las bienaventuranzas de Mt 5, que ofrecen un programa de transformación personal social, en este mismo mundo, partiendo de los pobres…. Presentaré esta lectura del Evangelio pasado mañana, Dios mediante, el día de víspera de la fiesta.

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Hoy quiero evocar la gran utopía de la nueva humanidad del Apocalipsis. Se trata de un texto simbólico, una gran sinfonía del cielo, que ha de entenderse como se siente y se entiende una ópera musical, con escenarios y cantos gozo y libertad… de un “cielo” que se adelante y comienza en la tierra.
Sin esa utopía es difícil vivir, sin una gran esperanza es difícil crear (no sólo soportar), sin la certeza de que Dios está en el fondo y final de nuestro camino se empobrece la existencia de los hombres.

De ese cielo del cielo del Apocalipsis trata la postal de hoy…, del cielo del Más Allá que se hace Más Acá, porque la vida del hombre se mueve siempre entre dos riberas. El texto es largo., no es para leerlo entero o de seguido. Está tomado de mi libro sobre El Apocalipsis (Verbo Divino, Estella 2000)
Primera Imagen: Visión del cielo de Zurbarán (Ángel y P. Nolasco)
Segunda Imageen: Ciudad celeste del Beato

Introducción

Hay muchas imágenes cristianas del cielo o paraíso, pero entre todas destaca una, la del Apocalipsis (Ap 21-22). Por eso la comentaré comentarla con cierto detalle, distinguiendo y uniendo dos visiones

(a): una más breve (Ap 21, 1-6) donde se presenta el tema en perspectiva de Bodas mesiánicas (unión de Cristo con la humanidad-esposa);

(b) otra más extensa (Ap 22, 9-27) donde se describe la “geografía” del cielo, entendido como “cubo” de Dios y paraíso.

Lo haré de un modo simbólico, destacando las imágenes, los signos. Dios mediante, volveré a evocar esas imágenes mañana, poniendo de relieve que ellas se aplican a la vida de los hombres en la tierra, con el mismo Apocalipsis, mostrando que lo más actual y más nuevo (el novísimo por excelencia) es el descubrimiento de que somos (podemos se cielo) en este mundo. Somos como un cielo quebrado, que sólo vemos a ratos, como en un espejo, pero somos cielo, realidad llena de misterio, que dura para siempre (mientras pasa).

Tenemos que buscar y cultivar aquí los instantes de cielo, por nosotros (para ser felices) y por los demás (para que lo sean). Si creemos en eso (el cielo aquí, especialmente para los otros, podremos creer en el cielo “después”, pues nada verdadero acaba. De los símbolos de ese cielo/después, que empieza aquí tratan estos dos pasajes del Apocalipsis que he querido comentar. Quien tenga tiempos para leerlos, vea por sí mismo su sentido y goce con los signos del profeta Juan, el autor del gran libro. Quien no tenga tanto tiempo o interés, acabe ya el aquí el recorrido del blog, este día.
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1. Primera visión (Ap 21, 1-6).

Texto:

Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe más. 2 Y yo vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén que descendía del cielo de parte de Dios, preparada como una novia adornada para su esposo. 3 Oí una gran voz que procedía del trono diciendo: “He aquí el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. 4 Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. No habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas ya pasaron.”
5 El que estaba sentado en el trono dijo: “He aquí yo hago nuevas todas las cosas.” Y dijo: “Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas.” 6 Me dijo también: ¡Está hecho! Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed, yo le daré gratuitamente de la fuente de agua de vida.

Comentario

Pone de relieve el tema de las “bodas” de Dios y de los hombres, por medio de Cristo. El cielo es, según eso, un amor culminado. “Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva…” (Ap 21, 1). Así empieza la escena, haciendo suya la tradición de Is 65, 17; 66, 20 (cf. 2 Ped 3, 13), reasumiendo y superando el principio de toda la Escritura (Gen 1,1): el primer cielo y la primera tierra, han cumplido su misión y ya no ofrecen nada a los humanos. Al final no está el fracaso. A los ojos del Apocalipsis la historia no termina por pecado o vejez, cansancio o muerte sino la culminación mesiánica.
La primera creación duraba siete días, organizados de forma cósmica, progresiva, en armonía temporal septenaria. Ahora no existen días, ni habrá mar como abismo vinculado al miedo (21, 1), ni serán necesarios los astros arriba, pues no existe un arriba y abajo, día ni noche. Todo habrá culminado (cf. 21, 23). Desde ese fondo se entienden los tres rasgos principales de esa nueva creación:

(a) La Ciudad Santa, Nueva Jerusalén (Ap 21, 2). La antigua no había podido permanecer, pues se había convertido en signo de soberbia y pura lucha (cf. Babel: Gen 11), solemne prostituta (cf. Ap 17). Frente a ella se ha elevado, cumpliendo la esperanza de Israel, la Buena Ciudad, signo de unión con Dios y de justicia: la Santa Jerusalén que baja de Dios.

(b) Baja del Cielo, desde Dios (Ap 21, 2), como había prometido Ap 3, 12-13. Ciertamente, el cielo es la culminación de la vida de los hombres y se despliega en forma de “tierra nueva”; pero no puede brotar de la tierra, sino que viene de Dios. En esa línea, podemos decir que Dios mismo ha bajado y se “encarna” entre los hombres; éste es el cielo.

(c) Como Novia que se adorna… (Ap 21, 2). Es ciudad de amor, belleza de bodas, lugar de encuentro con Dios (y de los hombres entre sí). El primer mundo se convirtió en campo de lucha: no hubo armonía y bodas verdaderas. Ahora, esta Ciudad está madura para el amor, ciudad adornada, amor que es cielo, sin muerte, amor de Cristo con la humanidad. En ese sentido podemos decir que el cielo cristiano es la plenitud del mensaje y de la vida de Jesús. Leer más…

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Ocho puertas para entrar en el Reino de Dios. Fiesta de todos los Santos

Domingo, 1 de noviembre de 2015
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Carrera 100 ms vallaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

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En la Fiesta de Todos los Santos, la lectura del evangelio recoge las bienaventuranzas. Es una forma de indicarnos el camino que llevó a tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia a la santidad. Resulta imposible comentar cada una de ellas en poco espacio. Me limito a indicar algunos detalles fundamentales para entenderlas.

Las bienaventuranzas no son una carrera de obstáculos

Muchos cristianos conciben las bienaventuranzas como una carrera de obstáculos, hasta que conseguimos llegar a la meta del Reino de Dios. Y la carrera se hace difícil, tropezamos continuamente, nos sentimos tentados a abandonar cuando vemos tantas vallas derribadas. «No soy pobre material ni espiritualmente; no soy sufrido, soy violento; no soy misericordioso; no trabajo por la paz… No hace falta que un juez me descalifique, me descalifico yo mismo.» Las bienaventuranzas se convierten en lo que no son: un código de conducta.

Las bienaventuranzas son ocho puertas para entrar en el Reino de Dios

El arquitecto de la basílica de las bienaventuranzas la concibió con ocho grandes ventanas que permiten ver el hermoso paisaje del lago de Galilea. Prefiero concebir las bienaventuranzas no como ocho ventanas, sino como ocho puertas que permiten entrar al palacio del Reino de Dios. Para entenderlas rectamente hay que advertir donde las sitúa Mateo: al comienzo del primer gran discurso de Jesús, el Sermón del Monte, en el que expone su programa e indica la actitud que debe distinguir a un cristiano de un escriba, de un fariseo y de un pagano.

            A diferencia de los políticos, capaces de mentir con tal de ganarse a los votantes, Jesús dice claramente desde el principio que su programa no va a agradar a todos. Los interesados en seguirlo, en formar parte de la comunidad cristiana (eso significa aquí el «Reino de los cielos»), son las personas que menos podríamos imaginar: las que se sienten pobres ante Dios, como el publicano de la parábola; los partidarios de la no violencia en medio de un mundo violento, capaces de morir perdonando al que los crucifica; los que lloran por cualquier tipo de desgracia propia o ajena; los que tienen hambre y sed de cumplir la voluntad de Dios, como Jesús, que decía que su alimento era cumplir la voluntad del Padre; los misericordiosos, los que se compadecen ante el sufrimiento ajeno, en vez de cerrar sus entrañas al que sufre; los limpios de corazón, que no se dejan manchar con los ídolos de la riqueza, el poder, el prestigio, la ambición; los que trabajan por la paz; los perseguidos por querer ser fieles a Dios.

            Pero las bienaventuranzas son ocho puertas distintas, no hay que entrar por todas ellas. Cada cual puede elegir la que mejor le vaya con su forma de ser y sus circunstancias.

Evitar dos errores

            En conclusión, las bienaventuranzas no dicen: «Sufre, para poder entrar en el Reino de Dios». Lo que dicen es: «Si sufres, no pienses que tu sufrimiento es absurdo; te permite entender el evangelio y seguir a Jesús».

            No dicen: «Procura que te desposean de tus bienes para actuar de forma no violenta». Dicen: «Si respondes a la violencia con la no violencia, no pienses que eres estúpido, considérate dichoso porque actúas igual que Jesús».

            No dicen: «Procura que te persigan por ser fiel a Dios». Dicen: «Si te persiguen por ser fiel a Dios, dichoso tú, porque estás dentro del Reino de Dios».

            Pero, al tratarse de los valores que estima Jesús, las bienaventuranzas se convierten también en un modelo de vida que debemos esforzarnos por imitar. Después de lo que dice Jesús, no podemos permanecer indiferentes ante actitudes como la de prestar ayuda, no violencia, trabajo por la paz, lucha por la justicia, etc. El cristiano debe fomentar esa conducta. Y el resto del Sermón del Monte le enseñará a hacerlo en distintas circunstancias.

Las puertas y el palacio

            Finalmente, no olvidemos que estas ocho puertas nos permiten entrar en el palacio y sentarnos en el auditorio en el que Jesús expondrá su programa a propósito de la interpretación de la ley religiosa, de las obras de piedad, del dinero y la providencia, de la actitud con el prójimo… Este gran discurso es lo que llamamos el Sermón del Monte. Limitarse a las bienaventuranzas es como comprar la entrada del cine y quedarse en la calle.

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Jesús es el pan vivo, la transparencia de Dios…

Domingo, 9 de agosto de 2015
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La transparencia, Dios, la transparencia.

Dios del venir, te siento entre mis manos,
aquí estás enredado conmigo, en lucha hermosa
de amor, lo mismo
que un fuego con su aire.

No eres mi redentor, ni eres mi ejemplo,
ni mi padre, ni mi hijo, ni mi hermano;
eres igual y uno, eres distinto y todo;
eres dios de lo hermoso conseguido,
conciencia mía de lo hermoso.

Yo nada tengo que purgar.
Toda mi impedimenta
no es sino fundación para este hoy
en que, al fin, te deseo;
porque estás ya a mi lado
en mi eléctrica zona,
como está en el amor el amor lleno.

Tú, esencia, eres conciencia; mi conciencia
y la de otros, la de todos
con la forma suma de conciencia;
que la esencia es lo sumo,
es la forma suprema conseguible,
y tu esencia está en mí, como mi forma.

Todos mis moldes, llenos
estuvieron de ti; pero tú, ahora,
no tienes molde, estás sin molde; eres la gracia
que no admite sostén,
que no admite corona,
que corona y sostiene siendo ingrave.

Eres la gracia libre,
la gloria del gustar, la eterna simpatía,
el gozo del temblor, la luminaria
del clariver, el fondo del amor,
el horizonte que no quita nada;
la transparencia, dios la transparencia,
el uno al fin, dios ahora sólito en el uno mío,
en el mundo que yo por ti y para ti he creado.

*

Juan Ramón Jimenez
Dios en la poesía atual. B.A.C., Madrid, 1970

***

Fundación Zenobia-Juan Ramón Jiménez

***

En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”, y decían:

“No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?”

Jesús tomó la palabra y les dijo:

“No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios.” Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan de vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.”

*

Juan 6,41-51

***

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