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Entradas Etiquetadas ‘Ciegos’

Claroscuro

Domingo, 27 de febrero de 2022
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*

 Claroscuro del sentido,
claroscuro de la fe.

Creo la luz que se ve,
veo el misterio escondido.

Claroscuro voy perdido
de belleza y de verdad.

Sombras, decidme. Callad,
luces sabidas.

Creer
es la manera de ver
total la realidad.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

 

En aquel tiempo, Jesús les puso también esta parábola:

¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?

El discípulo no es más que su maestro, pero el discípulo bien formado será como su maestro.

¿Cómo es que ves la mota en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que hay en el tuyo?

¿Y cómo puedes decir a tu hermano: «Hermano, deja que te saque la mota que tienes en el ojo», cuando no ves la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo y entonces verás bien para sacar la mota del ojo de tu hermano.

No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno.

Cada árbol se conoce por sus frutos. Porque de los espinos no se recogen higos, ni de las zarzas se vendimian racimos.

El hombre bueno saca el bien del buen tesoro de su corazón, y el malo de su mal corazón saca lo malo. Porque de la abundancia del corazón habla su boca.

*

Lucas 6, 39-45

***

El Señor es luz, y esto será para nosotros un medio incomparable para un encuentro más íntimo con él. Una cosa es segura, y es que el amor de Dios somete nuestro corazón a dura prueba. Para que nuestro corazón se vuelva capaz de este amor, es necesario que Cristo lo convierta de manera incesante. Durante esa conversión, que tal vez dure hasta el final de nuestra vida, deberemos sufrir unas veces por mezquindades, otras por parcialidad, otras por errores de nuestro amor.

Y tierno es el corazón capaz de misericordia con todos los hombres, incluidos también nosotros. La ternura «bautizada» sigue siendo ternura y se convierte en misericordia. Jesús es totalmente esta ternura; es la ternura con todo lo que es bello y bueno, por ser creación de Dios; pero, al mismo tiempo, es misericordia, a saber: un corazón que conoce la miseria de los esplendores creados…, enfermos de pecado, devastados por el mal. Es menester que nunca tengamos que reprocharnos a nosotros mismos una firmeza que no esté «redoblada» por un verdadero calor del corazón y por una caridad exigente. Arriémonos los unos a los otros en nuestra pobreza, dentro de nuestros límites: éstos son el signo visible de las misericordias de Dios con nosotros. Esta es la fe en espíritu y en verdad. Pensemos que todos nosotros somos pobres y que el Señor ama a los pobres, y que nosotros le amamos precisamente a él en los pobres. Esta sensación interior de nuestra miseria y de la misericordia omnipotente, para ser verdadera, debe ir acompañada de nuestra disposición exterior de personas que han sido ampliamente perdonadas y a las que, un día u otro, se les ha pedido que perdonen ellas un poquito. Se trata de asumir ante los otros la actitud que asumimos ante Dios. Y eso simplemente porque no somos otra cosa entre nosotros más que pecadores entre otros pecadores, hombres y mujeres perdonados en medio de otros hombres y mujeres perdonados.

*

Madeleine Delbrél,
Indivisibile amore,
Cásale Monf. 1994, pp. 100-102, passim).

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“Árboles sanos”. 8 Tiempo ordinario – C (Lc 6,39-45)

Domingo, 27 de febrero de 2022
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La advertencia de Jesús es fácil de entender. «No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto. No se cosechan higos en las zarzas ni se vendimian racimos en los espinos».

En una sociedad dañada por tantas injusticias y abusos, donde crecen las «zarzas» de los intereses y las mutuas rivalidades, y donde brotan tantos «espinos» de odios, discordia y agresividad, son necesarias personas sanas que den otra clase de frutos. ¿Qué podemos hacer cada cual para sanar un poco la convivencia social tan dañada entre nosotros?

Tal vez hemos de empezar por no hacer a nadie la vida más difícil de lo que es. Esforzarnos para que, al menos junto a nosotros, la vida sea más humana y llevadera. No envenenar el ambiente con nuestra amargura. Crear en nuestro entorno unas relaciones diferentes hechas de confianza, bondad y cordialidad.

Necesitamos entre nosotros personas que sepan acoger. Cuando acogemos a alguien, lo estamos liberando de la soledad y le estamos infundiendo nuevas fuerzas para vivir. Por muy difícil que sea la situación en que se encuentra, si descubre que no está solo y tiene a alguien a quien acudir, se despertará de nuevo su esperanza. Qué importante es ofrecer refugio, acogida y escucha a tantas personas maltratadas por la vida.

Hemos de desarrollar también mucho más la comprensión. Que las personas sepan que, por muy graves que sean sus errores, en mí encontraran siempre a alguien que las comprenderá. Hemos de empezar por no despreciar a nadie, ni siquiera interiormente: no condenar ni juzgar precipitadamente. La mayoría de nuestros juicios y condenas solo muestran nuestra poca calidad humana.

También es importante contagiar aliento a quien sufre. Nuestro problema no es tener problemas, sino no tener fuerza para enfrentarnos a ellos. Junto a nosotros hay personas que sufren inseguridad, soledad, fracaso, enfermedad, incomprensión… No necesitan recetas para resolver su crisis. Necesitan a alguien que comparta su sufrimiento y ponga en sus vidas la fuerza interior que las sostenga.

El perdón puede ser otra fuente de esperanza en nuestra sociedad. Las personas que no guardan rencor ni alimentan el resentimiento, y saben perdonar de verdad, siembran esperanza a su alrededor. Junto a ellas siempre crece la vida.

No se trata de cerrar los ojos al mal y a la injusticia. Se trata sencillamente de escuchar la consigna de Pablo de Tarso: «No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien». La manera más sana de luchar contra el mal en una sociedad tan dañada como la nuestra es hacer el bien «sin devolver a nadie mal por mal…; en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres» (Romanos 12,17-18).

José Antonio Pagola

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“Lo que rebosa del corazón, lo habla la boca”. Domingo 27 de febrero de 2019. 8º Ordinario

Domingo, 27 de febrero de 2022
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ordinario16c8De Koinonia:

Eclesiástico 27, 4-7: No alabes a nadie antes de que razone.
Salmo responsorial: 91: Es bueno darte gracias, Señor.
1Corintios 15, 54-58: Nos da la victoria por Jesucristo.
Lucas 6, 39-45: Lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.

La separación entre la teoría y la práctica, entre el decir y el hacer, entre el conocer y el ser, es un problema filosófico digno de toda atención. La filosofía, y luego, el espíritu imperial de Roma, constituyen el ambiente espiritual en el que el cristianismo nació, y por el que quedó profundamente marcado. Así, el cristianismo institucional, históricamente, ha estado mucho más preocupado por la ortodoxia (la «opinión correcta», la ausencia de herejía, la verdad, la fe) que por la ortopraxis (la «práctica correcta», el amor, la caridad): no ha perseguido tanto a quien no vive o no practica el amor, cuanto a quien ha expresado (o incluso sólo pensado) una opinión teórica discrepante de los dogmas oficiales. Las persecuciones que la Inquisición montó en los siglos oscuros de la historia de la Iglesia de Occidente son un ejemplo de la hipertrofia de esta primacía dada a lo teórico o dogmático, sobre lo práctico.

El pensamiento moderno cambió esta situación en la cultura occidental, asumiendo una fuerte valoración e incluso una clara preferencia por la praxis frente a la teoría. El “primado de la acción”, la primacía de la praxis… marcan característicamente a la modernidad: la acción es más importante que la teoría, el hacer más que el decir, la transformación de la realidad más que su simple interpretación.

Al cristianismo esta preferencia moderna por la praxis no nos sorprende fuera de juego: la mejor tradición bíblica coincide plenamente con ella. La Palabra de Dios –dabar, palabra en hebreo- no es un sonido (flatus vocis, un mero ruido de la voz), ni un simple concepto mental, sino un hecho, una actuación: Dios no se revela en afirmaciones doctrinales… sino en acontecimientos, en intervenciones salvadoras en la historia.

Los profetas de Yavé no cesan de reconvenir al Pueblo de Dios cuando éste se desvía hacia un culto quizá fervoroso pero que, sin el respaldo de la vida, se convierte en idolátrico. Los dioses son nada; el Dios de Israel es vida, amor, historia. «Conocer a Yavé es practicar la justicia», repetirán los profetas con una insistencia casi obsesiva (Mq 6,6-8), con una paradoja digna de ser subrayada ante nuestra cultura occidental: “conocer es practicar…”. La praxis del amor y de la justicia es el criterio máximo de la bondad moral, por encima de todo culto o sacrificio (Is 1,10-18; 58,1-12; 66,1-3; Am 4,4-5; 5,21-25; Jer 7,21-26), o de cualquier otra seguridad moral (Jer 7,1-15; 9,24) o de toda ortodoxia doctrinal; así como la referencia fundante de la fe religiosa de Israel y de su misma constitución como Pueblo es la praxis liberadora de Dios en el Exodo (Ex 20,1).

Jesús, «profeta poderoso en obras y palabras» (Lc 24,19), que primero comenzó “haciendo” para enseñar (cfr Hch 1,1), que provocaba el asombro de unas muchedumbres «que oían “lo que hacía”» (Mc 3, 8) tanto o más que lo que decía, recogerá esta veta profética e insistirá -con fuerza mayor y una coherencia total hasta su propia muerte- en que «no todo el que “dice”… sino el que “hace” la voluntad del Padre entrará en el Reino» (Mt 7,21-23); que «los verdaderos adoradores adorarán en espíritu y en verdad» (Jn 4, 23), y que si lo amamos a Él «practicaremos sus mandatos» (Jn 14,24).

La palabra de Jesús alcanza en este punto su claridad máxima cuando propone la práctica del amor, especialmente «con estos mis hermanos más pequeños», como el «criterio escatológico de salvación», conforme al cual se realizará el «juicio de las naciones» (Mt 25,31-46). La parábola del «buen samaritano» (Lc 10,25-37) subrayará esta primacía de la práctica del amor por encima de las fronteras de credo, culto o religión. El evangelio de Juan recalcará hasta la saciedad que la práctica concreta, las obras, son las que dan testimonio creíble (Jn 5,36; 6,30; 7,3; 9,3; 10,25; 10,37-38; 14,11; 15,24).

“Por sus obras los conocerán”, dice Jesús. La prueba de la persona está en su hablar (segunda lectura de hoy). “Obras son amores, y no buenas razones”, dice un refrán castellano. “Una cosa es predicar y otra dar trigo”, dice otro. “Del dicho al hecho hay un buen trecho”, añade un tercero. “Operari sequitur esse“, el obrar sigue al ser, decía por su parte un principio aristotélico: los frutos buenos sólo pueden venir del árbol bueno, y por eso, los frutos prácticos, los hechos, son el mejor criterio de discernimiento moral. En el fondo, Jesús nos está enseñando algo de sentido común, del buen y profundo sentido común.

Jesús no simplemente “predicó” esta primacía de la práctica, sino que la vivió. Pasó por este mundo «haciendo el bien» (Hch 10,37), y «todo lo hizo bien» (Mc 7,37)… De ahí que Jesús recomiende a sus seguidores que comiencen por practicar lo que confiesan con la boca, lo que creen con la fe. Importa mucho que el seguidor de Jesús presente antes de nada las credenciales de su autenticidad. Su vida ha de ser el modelo de lo que predica. No es posible creer a quien contradice con los hechos lo que dice con sus palabras. Por eso, Jesús nos inculca la necesidad de vivir coherentemente con lo que creemos, como condición previa a todo “apostolado”. No es posible pretender corregir o mejorar a los demás cuando nuestra vida no muestra aquello que predicamos; eso sería ser ciegos y querer guiar a los demás. La mejor invitación a los otros, en este sentido, es el propio ejemplo: “el ejemplo arrastra”, dice el refrán. Es necesaria pues la humildad de comenzar por luchar contra los propios defectos, en vez de querer corregir a los demás. “Quita la viga de tu ojo, y entonces podrás quitar la brizna del ojo de tu hermano”. Lo contrario es incoherencia y probablemente hipocresía. Jesús, en su propia persona, fue ejemplo de esa misma veracidad y autenticidad. Leer más…

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27.2.22: Saca la viga del ojo. Parábola del ciego que guía a otros ciegos (Lc 6, 39-42), con el principio de Peter.

Domingo, 27 de febrero de 2022
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5654528C-CC27-4EE1-870C-CCF59A035EB5Del blog de Xabier Pikaza:

Lucas ha colocado esta parábola al final del sermón de la llanura (6, 20-49), como expansión y comentario de su principio supremo: No juzguéis… (6, 37).

Retomando una tradición central del AT, Jesús quiere que los hombres podamos mirar y vernos con los ojos más hondos, del cuerpo y del alma, porque ver es conocer y conocernos mirar y ser mirados, en un mundo como aquel y como el nuestro dominado por ciegos malos (incompetentes, según el principio “científico” de L. J. Peter). Quiere que los hombres miren con ojos abierto, vean y vistos, amen ysean amados, no que juzguen y se impongan unos sobre otros.

Lucas elabora y presenta esta parábola del ciego al finalfinal del sermón de la llanura, culminando de esa forma su más hondo mensaje de Reino.   

Lc 6, 39-42. La parábola del ciego (con un paréntesis sobre el discípulo)

(Principio: Parábola). En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?

(Paréntesis sobre el aprendizaje). Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.

(Explicación de la parábola: ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.

Texto paralelo de Mateo

(cada parte del texto en un  lugar distinto)

Mt 15, 14. Si un ciego guía a otro ciego, ambos caen en el hoyo

Mt 19, 24. Un discípulo no es mayor que su maestro; será perfecto si es como su maestro

Mt 7, 3-43 ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no ves la viga de tu propio ojo? 4¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, cuando tienes la viga en el tuyo?  

Situar la parábola 1… Plano escolástico, en línea de conocimiento. La filosofía y teología escolástica de la Edad Media ha elaborado este motivo del ver y el actuar en un contexto “teórico”, de conocimiento, en el que se distinguen tres niveles:

  1. Ver, simple aprehensión. De una manera simplista (de tipo abstracto), muchos escolásticos suponían (y muchos modernos seguimos suponiendo) que se pueden ver las cosas de un modo neutral, sin “estar ya juzgando” al mirarlas. Hablaban de un mirar puro, de simple aprehensión, pensaban que había una mirada neutral… En esa línea se sitúan muchos “positivistas”, que siguen diciendo que ellos ven sin interferencias ni perturbaciones de ningún tipo…
  2. Juicio… Sólo en un segundo momento la mente realiza (puede realizar) un juicio sobre aquello que ha visto. En contra de eso, tanto la filosofía como la física actual sabe que en la misma “mirada” (en el modo de ver) hay un juicio de fondo, miramos desde nuestros presupuestos…En el mismo momento en que miramos tenemos una “viga” en nuestros ojos….
  3. Raciocinio… Tras la simple aprehensión (mirada pura) y tras el juicio vendría el “raciocinio”, es decir, la conclusión pensante…

Situar la parábola 2: Plano de la acción programada de los “militantes cristianos”. Los grupos de la Acción Católica especializada elaboraron a mediados del siglo XX unos programas muy precisos de compromiso, expresados en la tríada clásica (fundada en la escolástica anterior) del ver-juzgar-actuar:

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  1. Ver es conocer lo que hay: situarse bien ante la realidad, conocer bien sus matices… No partir de presupuestos falsos o impuestos desde fuera. Tener plena libertad para situarse sin prejuicios de dictados por un tipo de poder o de autoridades externas.
  2. Juzgar con imparcialidad… No dejarse llevar por pre-juicios externos, por los diversos “ídolos” de tipo económico, social etc.
  3. Actuar. Trazar unos programas de acción eficiente, al servicio de la verdad.

Situar la parábola 3. Comparación con la ley de Peter

Laurence Johnston Peter (1919-1990) fue un pedagogo canadiense, afincado en California, que formuló en 1969 una famosa ley llamada “principio de Peter”, que se puede formular así: “Las personas que realizan bien su trabajo son promocionadas a puestos de mayor responsabilidad, a tal punto que llegan a un puesto en el que no pueden formular ni siquiera los objetivos de un trabajo, y alcanzan su máximo nivel de incompetencia”.

Según esa ley de Peter, que él presenta y argumenta de un modo “científico”, los altos cargos de la administración, de la educación y otras instancias de “poder” social y religioso terminan estando dirigidas por los más incompetentes. Muchas veces he pensado que esta “ley científica” de Peter se parece un poco a la parábola de los “ciegos gobernantes” de Jesús.

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Cuatro errores que debes evitar

Domingo, 27 de febrero de 2022
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Del blog El Evangelio del Domingo de José Luis Sicre:

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“Si un ciego guía a otro ciego…”

La última parte del “Discurso de la llanura” desconcierta por la variedad de personajes que aparecen: dos ciegos, un discípulo y su maestro, dos miembros de la comunidad, un hombre bueno y otro malo; uno inteligente, que construye su casa sobre roca, otro insensato, que la edifica sobre arena. Y también son muy diversas las imágenes: un hoyo, la mota y la viga en el ojo, el árbol sano y el árbol podrido; higos y zarzas, uvas y espinos.

Evidentemente, se trata de frases de Jesús pronunciadas en diversos momentos y circunstancias. Sin embargo, pueden relacionarse con el tema que preocupa a Lucas, leído el domingo pasado: “no juzguéis, no condenéis”.

Cuatro errores que debes evitar

  1. Si te consideras con buena vista para juzgar y condenar a los demás, te equivocas. Estás ciego. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caen en el hoyo.

¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?

  1. Si te consideras muy listo y bien preparado para juzgar y condenar a los demás, te equivocas. No eres un catedrático, sino un alumno de 1º. A lo más que puedes aspirar, después de mucho esfuerzo, es a ser como el catedrático.

Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.

  1. Si te consideras digno de juzgar y condenar a los demás, te equivocas y eres un hipócrita. Tus fallos son mucho mayores. La viga de tu ojo es mucho más grande que la mota en el ojo de tu hermano y te impide ver bien.

¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.

  1. Si piensas que cuando juzgas y criticas a los demás lo único que haces es disfrutar o hacerles daño, te equivocas. Te haces daño a ti mismo, porque las palabras que salen de tu boca dejan al descubierto la maldad de tu corazón. [En esta última comparación del árbol bueno y el malo, cada uno con sus frutos, la clave está en las palabras finales: “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. Del hombre bueno nunca saldrán críticas, juicios malévolos ni murmuraciones; solo saldrá perdón y generosidad. En cambio, quien critica, juzga, murmura, revela que tiene el corazón podrido.]

No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca».

1ª lectura: ¿Quieres saber cómo es una persona? (Eclesiástico 27,5-8)

            Este breve texto, desconcertante a primera vista, resulta claro cuando lo relacionamos con las palabras del evangelio: “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. ¿Quieres saber cómo es una persona? Fíjate en lo que hace la gente de tu entorno (estamos en el siglo II a.C.).

Cuando quiere separar el trigo de la paja, criba.

Cuando quiere probar una vasija de barro, la mete en el horno del alfarero.

Cuando quiere saber si un árbol es bueno, mira sus frutos.

Cuando tú quieras conocer a fondo a una persona fíjate en cómo razona y en lo que dice. “De lo que rebosa el corazón habla la boca”.

Se agita la criba y queda el desecho,
así el desperdicio del hombre cuando es examinado.

El horno prueba la vasija del alfarero,
el hombre se prueba en su razonar.

El fruto muestra el cultivo de un árbol,
la palabra, la mentalidad del hombre.

No alabes a nadie antes de que razone,
porque esa es la prueba del hombre.

Reflexión

thumbs_DIA-6-P.C-JMJ-20192019_01_245680El “Discurso de la llanura”, aunque no tenga la fama del “Sermón del monte” de Mateo, es un resumen muy bueno de la actitud que debemos tener ante enemigos y hermanos. Generalmente se recuerda el amor a los enemigos. Pero es frecuente olvidar el amor a los otros miembros de la iglesia, la obligación de no juzgar ni condenar a quienes piensan o actúan de forma distinta.

El carácter tan radical de algunas afirmaciones requiere explicación. Quien lo desee puede consultar mi comentario El evangelio de Lucas. Una imagen distinta de Jesús(Verbo Divino, 2021), pp. 187-203.

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27 de febrero. Domingo VIII. Tiempo Ordinario

Domingo, 27 de febrero de 2022
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“¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llegas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.”

(Lc 6, 39-45)

¡Qué bien nos conoces, Maestro! Cómo se nota que te has hecho uno de nosotros, que te has mezclado con todo lo nuestro.

Y sí, tenemos esa tendencia generalizada y muy extendida de querer solucionar problemas ajenos.¡ Ah!, y no solo los pequeños problemas de nuestro vecino más próximo, también estamos convencidos de que si el mundo estuviera en nuestras manos todo andaría mucho mejor.

Por eso no es difícil escuchar una conversación acerca de cómo mejorar la política de Estados Unidos, o de cómo acabar con el hambre en el mundo. También nos atrevemos con la violencia de genero o los casos de corrupción en política. Es todo tan sencillo que en una conversación de media hora lo hemos solucionado.

Después nos volvemos a nuestras vidas, con nuestros grandes problemas. Porque quizá tenemos muy claro cómo solucionar el problema de la inmigración mundial pero no somos capaces de entendernos con nuestro hijo.

Y también le hemos encontrado solución a la violencia machista pero luego nuestro jefe nos da pánico y no nos queda más remedio que aguantar para cobrar a fin de mes.

Tenemos necesidad de solucionar aquello que no depende de nosotras para no tener que enfrentarnos a lo nuestro. ¡Qué miedo nos da lo nuestro! Además, parece que si no le prestamos atención es menos real. Pasa más desapercibido.

Por eso necesitamos que Jesús nos repita más de una vez esa palabra que nos sacude y nos despierta: ¡Hipócrita! No nos gusta oírla pero nos viene muy bien.

Además, solo ante Jesús nos quedamos sin poder rebatir. No podemos contestarle nada. Sencillamente tiene razón. “Nos ha pillado”, como al niño travieso, con la mano dentro del bote de galletas.

Tienes razón Jesús, somos hipócritas. Nos resulta más sencillo preocuparnos de las motas ajenas que ocuparnos de nuestras vigas.

Oración

Haznos ver, Trinidad Santa, nuestra propia oscuridad, esa viga que tratamos de ocultarnos a nosotras mismas. Y ayúdanos a sacárnosla. Nosotras no podemos.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Exigir a los otros lo que yo no cumplo es hipocresía

Domingo, 27 de febrero de 2022
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DOMINGO 8º (C)

Lc 6,39-45

El sermón del llano en Lucas termina con una retahíla de frases hechas, que tratan de explicar el contenido del mensaje. Recordemos que Mateo lo coloca en lo alto del monte mientras que Lucas nos dice que lo pronunció en un rellano (Jesús bajó del monte y se paró en un rellano). En la mitología de la época el monte era el lugar de la divinidad (de ahí que todas las teofanías se dieran en los montes. El valle era el lugar del hombre. Para Mateo Jesús habla desde el ámbito de lo divino, para Lucas habla desde una situación intermedia. Quiere hacer ver que Jesús hace de puente entre lo divino y lo humano.

Las frases que acabamos de leer y las que leíamos el domingo pasado son proverbios que eran patrimonio de todas las culturas del entorno, no son inventadas por Jesús sino un destilado de la sabiduría popular que durante miles de años se había ido condensando en frases rotundas fáciles de recordar. Tengamos en cuenta que durante la mayor parte de la prehistoria humana no hubo escritura y durante la mayor parte del tiempo en que ya se había inventado, la inmensa mayoría de la gente no sabía ni leer ni escribir. Era muy importante facilitar la retención de ideas centrales, que eran claves en la vida de cada día.

Aun en nuestros días estamos acostumbrados a aplicar frases famosas a personajes concretos sabiendo que no las pronunciaron ellos, pero son muy útiles para hacer ver la sabiduría de aquellos a los que se les atribuye o resaltar la importancia de la frase, atribuyéndolo a una persona de gran prestigio. En el AT hay un libro que se llama “Proverbios” y que el mismo texto atribuye a Salomón, cuando hoy sabemos que está escrito cuatro siglos después. En el caso de Jesús, está claro que esos proverbios pueden servir para destacar la sabiduría que estaba manifestando en todo momento. Por eso se utilizan como resúmenes de su mensaje.

Como el evangelio aborda temas tan diversos, hoy nos vamos a fijar en la mota y la viga en el ojo. Lo primero que tenemos que advertir es la importancia que en la vida espiritual ha tenido la luz y la visión como metáfora de las posibilidades de acceder a un ámbito especial de existencia que me abre a otro mundo. En ningún caso se trata del ojo físico. Es un símbolo de las posibilidades que todo ser humano tiene de ver otra realidad y que le coloca en situación privilegiada para afrontar la vida entera desde otra perspectiva.

Con esta metáfora nos está advirtiendo de lo complicado de la psicología humana. Los dichos que se atribuyen a Jesús muestran un conocimiento de las profundidades del ser humano. En los evangelios nos muestran un Jesús con un increíble conocimiento de la psicología humana. Más que con valores espirituales, la imagen de la mota en el ojo nos habla de la necesidad de conocer nuestro inconsciente y saber orientarnos en esa relación con los demás que nos puede hacer más humanos. Dar importancia en los demás a los fallos que nosotros mismos tenemos es la mejor manera de hacer patente nuestra falsedad. Nos desahogamos criticando en los demás lo que no aguantamos en nosotros mismos.

La naturaleza del ojo es ver. Si no hay impedimento alguno y el ojo está sano, la visión es la cosa más natural del mundo. Por eso el ejemplo no habla del ojo en sí sino de lo que puede impedir desarrollar la función que le es propia. En los evangelios se utiliza con profusión la imagen de la luz y la visión. El mismo Jesús dijo: yo soy la luz del mundo, el que viene a mí no camina en tinieblas. Y a sus discípulos les dijo: vosotros sois la luz del mundo. Está claro que el que llega a “ver” con claridad, se convierte en luz para los demás

Esta metáfora del ojo y de la luz es universal y la podemos encontrar en cualquier religión a lo largo del tiempo y el espacio. En las religiones orientales ha tenido incluso mucho más impacto que en occidente. La imagen del tercer ojo es un claro ejemplo de ello. Se habla con toda naturalidad de un ojo especial que permite a la persona descubrir lo que para la inmensa mayoría está oculto. No se trata de una realidad física, aunque a veces se han empeñado en identificarla con un órgano específico del cuerpo. El tercer ojo hace referencia a una sensibilidad especial para descubrir la realidad trascendente y dejarse guiar por ella.

En la religión egipcia el ojo de Horus es una de las claves de interpretación de la espiritualidad. Fue durante milenios el amuleto más potente de los usados. Se encuentra por todas partes en las inscripciones de templos y tumbas. Se creía en su poder de protección para los vivos y para los muertos. Tal es la fuerza de atracción que posee que aún hoy es utilizado como amuleto o tatuaje por personas de todo el mundo.

El afán de corregir a los demás es una constante, sobre todo entre los que nos creemos religiosos. A pesar de que el evangelio nos aconseja la corrección fraterna, no hay nada más peligroso en la vida espiritual. No solo porque nunca podemos estar seguros de lo que es mejor para el otro, incluso cuando hayamos constatado que es bueno para nosotros mismos; sino porque tendemos a corregir al otro desde la superioridad moral que creemos tener. Si te sientes superior, sea moral o intelectualmente, estás incapacitado para ayudar.

La actitud de superioridad nace siempre de la superficialidad, está en estrecha relación con nuestro falso ser. El caparazón que nos envuelve es lo único que nos interesa. En materia del espíritu, creemos que es suficiente con lo aprendido de otros, creyendo que el simple conocimiento nos hace sabios. Jesús nos invita a la autenticidad, es decir, a bajar a lo hondo de nuestro ser y descubrir allí lo que está de acuerdo con lo que somos. Por eso está siempre criticando una acomodación externa a las normas. La única Ley definitiva es la que está escrita en nuestro propio ser y es ahí donde hay que descubrirla para que sea eficaz.

El creernos en posesión de la verdad, y por tanto con el derecho de imponerla a otros, es la actitud más contraria al mensaje evangélico. Según el evangelio, debíamos estar siempre con los oídos muy abiertos para escuchar lo que nos pueden decir los demás y con la boca cerrada para no engañar a los demás con nuestros discursos interesados y simplistas. No hay nada más desagradable que un sabelotodo que está siempre queriendo decir la última palabra sobre lo que hay que hacer o evitar. El mundo no está necesitado de maestros sino de discípulos. Dice un proverbio: cuando el discípulo está preparado, el maestro surge.

La imagen del ciego guiando a otro ciego es muy esclarecedora. Parece absurda, pero es la postura que con más frecuencia adoptamos los humanos. Siempre nos creemos con derecho a enseñar porque confundimos nuestra verdad con la verdad. Decía Machado: “¿tu verdad? no, la verdad, y ven conmigo a buscarla, la tuya quédatela”. Esto es verdad en todos los aspectos del conocimiento, pero en el aspecto religioso, se ha llevado al paroxismo. Cuando esta postura se institucionaliza se convierte en un verdadero sarcasmo. Solo nos queda un paso para afirmar con toda rotundidad: fuera de la Iglesia no hay salvación.

Meditación

El instrumento de aprender y de enseñar es la palabra.
Primero tengo que escuchar para llenarme.
Pero solo cuando la haya convertido en vida,
estaré preparado para llevarla a los demás.
¡Que nunca se me ocurra catequizar o imponer!
Demuestra con tu vida que lo que crees te ha liberado.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Exageraciones.

Domingo, 27 de febrero de 2022
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ciego-guiarLc 6, 39-45

¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?

El sermón del Monte de Mateo, o del Llano de Lucas, son en realidad recopilaciones de dichos de Jesús que configuran los fundamentos del Reino, o dicho de otro modo, que condensan su propuesta de vida. Junto a las parábolas, constituyen el núcleo esencial del evangelio, pero hoy no queremos centrarnos en el fondo del mensaje —ya lo hacemos a lo largo del año—, sino en la forma peculiar que tenía Jesús de decir las cosas.

Jesús era un semita, y los semitas no emplean conceptos para expresar sus ideas, sino que recurren a imágenes y analogías que resultan mucho más ricas y rotundas para hablar de lo trascendente. Por ejemplo, cuando uno de nosotros dice que una persona es “hospitalaria”, todos entendemos lo que quiere decir, pero su expresión carece de la fuerza y la riqueza que en el fondo encierra el concepto. En cambio, un semita probablemente lo diría de esta forma: «La puerta de su casa está siempre abierta»… y esta expresión tiene una fuerza muy superior a la del concepto seco con que nosotros la expresamos.

Dentro de esta cultura, Jesús era un orador genial que arrastraba con su palabra a unas multitudes que hasta se olvidaban de comer por escucharle. Buena muestra de ello es el episodio que narra Juan en el capítulo séptimo de su evangelio, cuando los sumos sacerdotes y los fariseos envían alguaciles a prenderle y estos vuelven con las manos vacías. «¿Por qué no le habéis traído?», les preguntan. Y ellos responden: «Jamás hombre alguno habló como éste».

Lo más característico de su estilo son las parábolas —cuentos sencillos y al alcance de todos con los que hace la mejor teología de la historia—, pero también son de resaltar sus exageraciones. Cuando quería poner el énfasis en algo, inventaba una gran exageración y ya nunca se olvidaba.

Y así, nos habla de la viga en el ojo, o de colar el mosquito y tragarnos el camello… y nos sentimos interpelados porque nos vemos fielmente reflejados en ello. O del camello que pasa por el ojo de la aguja… y nos planteamos si es compatible nuestra mentalidad de ricos con el Reino. O de poner la otra mejilla… y entendemos mejor los planteamientos de vida propios de los seguidores de Jesús. O de sacarnos un ojo o cortarnos una mano… y comprendemos la radicalidad con la que Jesús nos anima a tomarnos en serio la vida y no echarla a perder por culpa de las pasiones…

Jesús es un extraordinario conocedor de la naturaleza humana, sabe que tenemos propensión a equivocarnos y se vale de estas exageraciones inverosímiles para señalarnos el camino. El problema es que las tomemos como norma de conducta, y vivamos angustiados por no estar a la altura de moral tan exigente.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Fuente Fe Adulta

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Lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.

Domingo, 27 de febrero de 2022
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(Lc 6, 39-45) – DOMINGO 8º T.O. (C)

La comprensión del Evangelio nos lleva a afirmar que cristiano/a no es sólo el/a que cree en la esperanza del Reino sino sobre todo, quien practica las obras de Jesús, no quien dice y no hace; ese sería el fariseo, principal adversario de Jesús.

La fe entraña confianza, obediencia (de la buena), conocimiento y reconocimiento del Salvador. Las obras no son solo una consecuencia y manifestación de la fe sino la confirmación de la misma; algo que hace verdadera a la misma fe. No hay fe si no se hace acción, trabajo, entusiasmo. ¿En medio de la que está cayendo? ¿Con nuestras fuerzas mermadas, “tocadas” ante la impotencia de nuestra pequeñez y vulnerabilidad? ¿En un mundo que sigue provocando sufrimiento, amenaza y duelo?

La acción del cristiano se manifiesta por la fe y la esperanza. La dimensión transformadora la tiene cada persona por su realidad espiritual y corporal, por ser creación de Dios. Algo que rebasa las rígidas fronteras de lo religioso, de los conceptos en que hemos encerrado el Misterio de un Dios que nos desborda. El ser humano existe para transformar el mundo, humanizarlo y recrearlo constantemente. La fe pues, no es un añadido sino una dimensión esencial de transformación, de liberación. Un aspecto, por otra parte, humilde, verdadero, nada pretencioso, pero actuante.

Lo específico del seguidor de Jesús no es una doctrina ni un código de pureza o preceptos sino quien practica el amor de Jesús en su vida, en la medida que ese amor cambia las relaciones sociales y transforma la persona. Es la savia que fluye incesante en cada Ser. Es cristiano el discípulo de Jesús, que realizó con plenitud las obras de su Abba Dios.

La persona creyente transforma su entorno personal y social para hacerlo más libre y humano; es creyente porque da su adhesión a Cristo, como realidad última o como Último en la realidad, y la confiesa a los demás. Si los/as cristianos/as nos desentendemos de las obras, disentimos de la praxis de Jesús. La calidad de la persona se revela en su decisión (Mt 7,16-20), “Por sus frutos los conoceréis”. Dios que está en la intimidad conoce todo. En la primera lectura leemos, “No alabes a nadie antes de oírlo hablar” (Eclo 27,7).

Tener una actitud crítica frente a los demás es sana y muy recomendable pero ha de ir precedida de una postura rigurosamente autocrítica. Jesús en el evangelio de Lucas es, ante todo, el salvador, el que vino a librar al mundo de sus males. El mundo son todas las personas, y el pueblo de Dios, todos los pueblos. El rostro de Dios que prevalece en la obra de Jesús es la misericordia ofrecida a todos los necesitados: los pobres, los pecadores, las mujeres, los niños, los enfermos, los perdidos.

A Lucas le preocupa que los cristianos de sus comunidades comprendan la palabra de Dios, pero sobre todo que la pongan en práctica. Así es como podrán formar parte de la familia de Jesús. Su evangelio es llamado el evangelio de la misericordia.

He aquí un matiz esencial a la hora de asomarnos a las nuevas espiritualidades expresadas en un lenguaje nuevo no exento de ambigüedad. Propiciado, quizá, en el catolicismo, por el descuido o el olvido de la experiencia y relación con Dios en lo más íntimo de uno/a mismo/a. Y con ello, la paz, el sosiego, el gozo [1]. Todo ello nombrado de diversas formas pero casi nunca como el Cristo experimentado en Jesús de Nazaret, transparencia histórica, encarnación de lo Divino universal. Porque el Dios transparentado en lo dicho, hecho y acontecido en Jesús no es un universal sin rostro, sin programa, sino uno de los nuestros. Lo que experimentamos cuando decimos Dios es, universal, pero a la vez, singular. No podemos prescindir de las Bienaventuranzas, de los/as crucificados/as de todos los tiempos, ni de las expectativas gozosas de los “tabores” visibles en el presente. San Vicente de Paúl muestra la identificación de Jesús con los pobres, “A mí me lo hacéis” (Mt 25,31). Massimo Fusarelli, general de los franciscanos, afirma “Ahora que la cristiandad ha llegado a su fin, tenemos que estar en medio de la gente aunque tengan una fe distinta o no sean creyentes”.

Los pobres son el sacramento y la mediación indiscutible para relacionarse con Dios. La búsqueda de paz interior no puede olvidar la cruz o las Bienaventuranzas. La relación con Dios pasa por la conversión a Quien así se transparenta en los descartados. La persona que anhela unirse a Él, tiene la posibilidad de experimentarlo poniendo todo en común; especialmente compartiéndolo con los desechados, las víctimas, las mujeres invisibilizadas.

Retomando el texto, Jesús arremete contra el fariseísmo que se cuela sutilmente en nosotros, quedándonos en las formas, en lo externo, en mi ego y descuidando el fondo, el interior, la relación con Dios en lo más íntimo de uno mismo.

Liberarnos de pensamientos tóxicos, “nacer de nuevo” para actuar con justicia, con verdad. No existe camino espiritual que no contemple la vía de la purificación personal interior. Los pensamientos maliciosos de nuestra mente constituyen un verdadero obstáculo que dificultan el camino del Espíritu. El antiguo purgante felizmente olvidado, no es más que el elemento revulsivo que nos ayuda a echar fuera aquello que nos está lastimando por dentro. Por eso la observación, la vigilancia o la escucha de nuestra mente y nuestro corazón es el mejor remedio para la hipocresía y el autoengaño generalizado en nuestro mundo.

“El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca”.

¡Shalom!

Mª Luisa Paret

[1] J. Mtnez. Gordo, Entre el Tabor y el Calvario. Una espiritualidad con carne, 67-69

Fuente Fe Adulta

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Comprensión y humildad

Domingo, 27 de febrero de 2022
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EB8784F1-5C45-4944-913C-5C88D7E7AD2ADomingo VIII del Tiempo Ordinario

27 febrero 2022

Lc 6, 39-45

Los dichos se Jesús están repletos de sabiduría: un ciego no puede guiar a otro ciego, tiendo a ver en el otro lo que no veo en mí, el árbol se conoce por sus frutos… En estos tres casos, lo que se está reclamando es la necesidad de una mirada limpia, lúcida y humilde, es decir, una mirada capaz de iluminar nuestras oscuridades, en definitiva, una mirada que nace de la comprensión.

Solo la comprensión profunda o experiencial -no la mente analítica- nos permite ver con claridad, disipando las oscuridades en las que nos había enredado nuestro afán de autoafirmación narcisista.

La comprensión nos libera de la ceguera de la rutina, del conformismo, de estrechas lecturas mentales, de los intereses del ego, posibilitando de ese modo que nuestra vida fluya con acierto. Y solo quien es diestro en “guiar” su propio camino es capaz de poder acompañar a otros de manera adecuada.

La comprensión nos permite reconocer nuestra propia sombra -la “viga en el ojo”-, en lugar de proyectarla en los otros, como pretexto para juzgarlos y condenarlos. Sin ser conscientes de que, al condenarlos, nos estamos condenando a nosotros mismos. De hecho, no podré dejar de condenar a los otros mientras haya en mí mismo algo que condene.

La comprensión es la matriz de “frutos buenos”, que afloran de manera gratuita y desapropiada. Mientras el ego vive de la apropiación, que le lleva a presumir de lo que hace y buscar, por ello, la aprobación y el aplauso, la comprensión nos muestra con claridad meridiana que todo se hace a través de nosotros. De hecho, la desapropiación constituye la nota característica de todo “fruto bueno”. En ausencia de la misma, incluso los mejores “frutos”, quedan contaminados e incluso pervertidos, volviéndose amargos.

Todos los efectos que produce la comprensión se hallan sustentados en una característica que la define: la humildad. Al mostrarnos la verdad de lo que somos, la comprensión nos libera del orgullo neurótico -porque nos libera de la identificación con el yo, es decir, nos des(ego)centra- y nos sitúa en la humildad.

Humildad -dijera santa Teresa de Jesús- es “andar en verdad”. La identificación con el yo, el juicio a los otros y la pretensión de quedar por encima de ellos ponen de manifiesto que nos movemos en la mentira, que hace imposible dar “frutos buenos”.

Si humildad es sinónimo de verdad, orgullo es sinónimo de mentira y, en último término, de ignorancia. Se entiende, por tanto, que todas las tradiciones espirituales hayan considerado la humildad como el cimiento básico de todo camino de crecimiento.

¿Dejo espacio a la humildad en mí? ¿Acepto toda mi verdad, sin maquillarla, y comprendo lo que es mi (nuestra) verdadera identidad?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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La luz y la verdad ni son fósiles, ni se guardan en formol

Domingo, 27 de febrero de 2022
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índiceDel blog de Tomás Muro La verdad es Libre:

El texto evangélico de hoy es un pequeño entramado de sentencias y consejos de Jesús para la vida, consejos casi de sentido común.

01.- Un ciego no puede guiar a otro ciego

Es evidente que un ciego no puede guiar a otro ciego, ni es normal que lo intente.

Jesús se refiere y se dirige a los guías ciegos del pueblo (a los fariseos de su tiempo): a aquellos que no ven y pretenden hablar y enseñar como si fuesen “portavoces” de Dios.

  •  En la vida, en la sociedad hay muchos “guías” –ciegos o no- que rigen los caminos y la orientación de las personas.
  •  Los padres son guías de sus hijos.
  •  Los maestros orientan a sus alumnos.
  •  Los políticos trazan los caminos y rutas del pueblo.
  •  Los médicos sanan y educan a sus pacientes.
  •  Los obispos, los sacerdotes, catequistas pretenden guiar al pueblo.
  •  Los medios de comunicación, los periodistas iluminan o ciegan al pueblo.

Gracias a Dios hay muchos hombres y mujeres de buena voluntad que tratan de iluminar el camino de la vida.

Pero: Cuánto ciego en nuestro mundo pretende conducir a la humanidad, ofuscados por el propio egoísmo e interés del partido / ideología política, personal o nacional; cegados por la técnica, por la ciencia mal interpretada o por la propia valía; cegados por el dios construido a la medida de su mediocridad…

Un ciego no puede guiar a otro ciego

02.- La “mota” y la “viga”:

Fácil y frecuentemente nos permitimos criticar el defecto ajeno y no somos capaces de ver nuestras grandes limitaciones.

Muchas veces nos creemos en posesión de la verdad (cuando no del poder) y pretendemos imponer nuestro criterio a los demás, como si nosotros tuviésemos la totalidad de la verdad y de la razón.

Por otra parte, usamos dos medidas al interpretar las propias acciones y las del prójimo: una es la medida que usamos para nosotros mismos y otra muy distinta es la vara de medir a los demás.

Estamos siempre dispuestos a ver los fallos de los demás y a no ver los nuestros y somos violentos y frívolos al juzgar a los demás, especialmente en el orden moral.

Por otra parte ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a nadie? ¿Qué sabemos nosotros de las personas, de sus recorridos, de su historia, de sus dificultades, de sus fracasos, de sus sufrimientos? Solamente Dios es juez y sabemos desde Jesucristo, que es un Dios siempre dispuesto al perdón y a acogernos. Mejor haríamos, viene a decir, el Señor en mirar nuestras propias debilidades, pecado y miseria, que seguramente tendremos bastante tarea con ello. Seamos  conscientes y humildes en nuestro propio pecado, en nuestros defectos y limitaciones.

03.- Amar la verdad es salir todos los a buscarla.

Vivir en la luz, vivir en verdad es vivir caminando hacia ella, hacia Dios…

En medio de tanta ceguera cultural, política y eclesiástica; y en medio de tanto fanatismo también cultural, político y eclesiástico, seamos humildes reflejos de luz: comuniquemos algo de luz, de la luz del Señor.

Amemos la luz de la Verdad, aprendamos a vivir en referencia, en Éxodo, en camino hacia la verdad. Seamos reflejo de la verdad: llevemos a nuestros hermanos hacia la luz.

Escribía Antonio Machado:

¿Tú verdad? no, la verdad;

y ven conmigo a buscarla.

La tuya guárdatela.

Hoy en día los eclesiásticos barajan enseguida el concepto de relativismo: la sociedad, la cultura actual relativista.

La verdad no es un fósil que se escribió hace 50, 500 años o los que fueren. Las posturas intransigentes y ultraconservadoras creen que la verdad se conserva en formol. Pero la verdad es algo vivo, que ha de llegar a las personas de cada hoy de la historia. La verdad está dicha en palabras, en lenguajes humanos limitados.

Todo lo que nosotros digamos es finito, pero no falso. Para quien ama la verdad un sencillo apunte, un fragmento de luz y de verdad es enormemente valioso: sabiendo que no es absoluto, ni definitivo, pero podemos reflejar un poco la verdad de Dios, la luz del Señor.

A veces para permanecer en la verdad, hay que cambiar su formulación.

Algo de esto es lo que hizo el concilio Vaticano II: cambió, vertió a moldes nuevos el cristianismo, la liturgia, la comprensión de la Biblia, el cómo entender y vivir la Iglesia, la moral, etc.

Por otra parte, tampoco caigamos en el escepticismo de quien ya no  busca ni ama la verdad, porque le parece que es imposible lograrla; ni caigamos tampoco en el fanatismo violento que se ama únicamente a sí mismo, pero no la verdad ni a los demás. Para el fanatismo quien no piensa como ellos lo único que merece la excomunión.

04.- La luz es la bondad de Dios.

El cristiano sabe que su vida está iluminada por la bondad y el eterno perdón de Dios.

Que de nuestro corazón salgo la luz de la bondad que ilumine la ceguera que causa el odio.

    Salgamos todos los días a la plaza pública de la vida tratar de buscar un fragmentos de verdad.

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Ceguera

Martes, 26 de mayo de 2020
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Del blog Nova Bella:

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“Somos ciegos que pueden ver,

pero que no miran”

*

José Saramago

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***

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Tentaciones de Jesús, tentaciones de la Iglesia

Domingo, 10 de marzo de 2019
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latemptaciodesantantoni_1Del blog de Xabier Pikaza:

Domingo 1 Cuaresma (Lucas 4, 1-13). Estamos en el mismo lugar, con los mismos problemas, del comienzo de la Iglesia: El dinero, el poder y el deseo de dominio sobre las conciencias.  Jesús no cayó, pero nosotros corremos el riesgo de caer en ella.

El evangelio atribuye esas tentaciones a Jesús, pero en realidad son  de la Iglesia. Jesús las superó al comienzo de su itinerario, pero la Iglesia a veces no ha querido superarlas, poniendo de hecho su vela al Diablo, diciendo que lo hacía por Jesús y para bien de los pobres, a los que ella quería “redimir” a base de dinero, de poder e imposición de conciencia.

Los evangelios de Mateo y Lucas las narran de un modo paralelo.  Así las recoge esta domingo la liturgia, como recordatorio y exigencia  de conversión al comienzo de la Cuaresma, conforme a la versión de Lucas 4, 1-13:

  1. En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.Entonces el diablo le dijo: “Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.” Jesús le contestó: “Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre»”.
  2. Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: “Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.” Jesús le contestó: “Está escrito: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto»”. 
  3. Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras»”.Jesús le contestó: “Está mandado: «No tentarás al Señor, tu Dios»”.

Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión (que ha sido y sigue siendo la ocasión de la Iglesia).

Tentaciones, riesgo de la Iglesia (Imagen 1: Dalí, las tentaciones de  Antonio Abad).

 1. La primera tentación es la del pan, es decir, la del dinero. (Mammón):

A1XAxLLcfRLIdentificar a Dios con el pan, no el pan que se regala y comparte con los pobre y con los amigos, sino el pan convertido en dinero, poder, posesión, seguridad económica, aprovecharse de la religión para tener y tener (adorando al Diablo, que es Mammón, la riqueza divinizada).

«Si eres hijo de Dios di a esas piedras que se vuelvan alimento» (cf. Lc 4, 3). Así argumenta el Diablo, con buena lógica: El Reino de Dios debería resolver los problemas económicos, porque se supone que Dios es pan, dinero (cf. Mamona de Mt 6, 24). Pero Jesús responde: «No sólo de pan el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios» (Lc 4, 4; Mt 4,4; cf. Dt 8, 3).

Imagen 2: La tentación del pan-dinero:

Para Jesús, el Reino es ciertamente pan, pero un pan vinculado a la palabra, es decir, a la libertad y a la comunión entre los hombres, de un modo generoso, gratuito…Éste es el pan de la riqueza verdadera, que la palabra de todos, la confianza. En contra de ese pan de gratuidad va el Diablo‒Mammón, el inquisidor del que habla Dostoiewsky:

Tú quieres irle al mundo, y le vas con las manos desnudas, con una ofrenda de libertad que ellos, en su simpleza y su innata cortedad de luces, ni imaginar pueden… porque nunca en absoluto hubo para el hombre y para la sociedad humana nada más intolerable que la libertad. ¿Y ves tú esas piedras en este árido y abrasado desierto?… Pues conviértelas en pan, y detrás de Ti correrá la Humanidad como un rebaño, agradecida y dócil. Pero tú no quisiste privar al humano de su libertad y rechazaste la proposición, porque ¿qué libertad es esa -pensaste- que se compra con pan? (Hermanos Karamazo, Obras completas, III, Aguilar, Madrid, 1964208-209).

Era (es) tiempo de hambre y el mismo Jesús pertenecía la clase de campesinos sin tierra, artesanos precarios, mendicantes y mendigos, sometidos al poder de reyes, terratenientes y mercaderes, convertidos en dueños de un pan que ellos empleaban para imponerse sobre los pobres (para dominarles y excluirles). El Inquisidor asegura a Jesús: «De haber optado por el pan habrías respondido al general y sempiterno pensar humano: ¿Ante quién adorar?» (cf. Mt 6, 24), pues el hombre adora a quien concede pan, a quien le asegura un tipo de prosperidad económica”.

Pero Jesús sabe que el hombre es, ante todo, libertad para el amor, de manera que el pan (economía) ha de estar al servicio de la Palabra, es decir, de la comunicación y dignidad humana, de la gratuidad. Por eso él rechaza la propuesta del Diablo, que quiere imponerse por el pan (o la falta de pan), destruyendo al hombre. En contra de eso, Jesús no quiere Pan con métodos de Diablo, como harán muchos colectivos cristianos posteriores. Jesús quiere ante todo el pan de dignidad y la gratuidad, el pan de la palabra acogida, compartida por todos, en la vida hecha fiesta de gratuidad.

 2. La segunda tentación es la del Poder….

 Concebir a Dios como todo‒poderoso, en sentido impositivo, de manera que la religión sirva para dominar a los, incluso (se dice) para su bien. Por eso, muchas veces, un tipo de Iglesia o religión ha tomado el poder, pero para conseguirlo ha tenido que “adorar al Diablo.

5339b0edEl Papa corona emperador a Carlomagno, año 800 

«Mostrándole los reinos de la tierra,  el  Diablo dijo: todo esto te lo daré si me adoras, pues yo se lo doy a quien yo quiero…» (Lc 4, 5-6). Largos siglos llevaba Israel esperando la llegada de un Reino universal, sabiendo que tras muchos imperios despiadados y reyes injustos debía surgir el príncipe Mesías, el buen Cristo‒Rey emperador. Así sigue diciendo Dostoewsky:

Siempre la Humanidad, en su conjunto, se afanó por el poder universal. Muchos fueron los pueblos grandes con una gran historia; pero cuanto más grandes, tanto más intensamente que los otros han sentido el anhelo de la fusión universal de los humanos… Si hubieras aceptado el mando y la púrpura del César, habrías fundado el imperio universal y habrías dado la paz al mundo (Ibid 212-13).

El Diablo le ofrece un Imperio mundial, a la fuerza, en la línea del César de Roma, con lo que eso implica de adoración al Poder…,  pero no un poder “autoridad”, que brota y y se expande en gratuidad y diálogo (como en Is 2, 2-4). Pero Jesús rechaza su propuesta, porque un imperio y paz que se consigue y ejerce por la fuerza implica la destrucción del hombre. Él no quiere imposición, autómatas o esclavos, sino amigos e hijos de Dios, oponiéndose así al despotismo del Diablo, que crea un espléndido rebaño, pero mata al ser humano.

 Ciertamente, Jesús quiere Reino, pero en línea de Dios, no para conquistar el mundo, como el César de Roma, sino para crear y animar la vida, en gratuidad…   No ha tomado el pan sin Palabra, tampoco puede aceptar el reino sin libertad (con adoración del Diablo).

Pueden discutirse muchos rasgos del proyecto de Jesús, pero su sentido es firme: Él no ha querido el poder para dominar a otros (eso es del Diablo), sino que tiene y ejerce autoridad para crear vida, enseñar y curar en libertad. En esa línea, sin ningún impositivo, Jesús tiene y ejerce la más honda autoridad, la del que ama y anima, impulsa y crea…

     No se trata, pues, de tomar el poder (un poder que congela la vida, y la oprime), sino de regalar la vida, es decir, el amor, la palabra, sabiendo que sólo aquello que se da se conserva y aumenta.

 3. La tercera tentación es la del “milagro”:

la de atribuirse una potencia sagrada más alto, para situarse arriba y dominar sobre las conciencias, a través de un tipo de “milagros” o gestos espectaculares de dominio sobre los demás. Ésta es la última tentación: la de andar sobrados, apelando siempre a las propias razones más altas, para así deslumbrar a los demás e imponerse a ellos, sin dejarles pensar y saber y ser en libertad.

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 El Diablo colocó a Jesús sobre el pináculo del Templo y le dijo (según el texto ya citado de Dostoiewsky):

  «Si eres hijo de Dios, lánzate abajo, porque está escrito: mandaré a los ángeles que te tomarán en sus manos…» (cf. Lc 4, 9; cf. Sal 91, 11-12). Éste es el Diablo del milagro, entendido como sometimiento religioso, en contra del Dios que es libertad, pues no utiliza engaños ni domina a los demás. Así le dice el Inquisidor:

Pero tú sabías que en cuanto el hombre rechaza el milagro, inmediatamente rechaza también a Dios, porque el hombre busca no tanto a Dios como el milagro. Y no siendo capaz el hombre de quedarse sin milagro, fue y se fraguó él mismo nuevos milagros y se inclinó ante los prodigios de un mago o los ensalmos de una bruja, no obstante ser cien veces rebelde, herético y ateo. Tú no bajaste de la cruz cuando te gritaron: ¡Baja de la cruz y creeremos que eres Tú! Tú no descendiste, tampoco, porque también entonces rehusaste subyugar al humano por el milagro y estabas ansioso de fe libre… Te lo juro: el hombre es una criatura más débil y pequeña de lo que imaginaste. Al estimarlo tanto te condujiste como si dejases de compadecerlo, pues le exigías demasiado. De haberlo estimado en menos, menos le hubieses exigido, y esto habría estado más cerca del amor, porque más leve habría sido su peso (Ibid 211).

 Ésta es la última tentación: Pensar que uno (la Iglesia) tiene poderes superiores, milagros que se imponen y convencen por la fuerza. Ésta ha sido una gran tentación de Iglesia:  Reivindicar y utilizar el poder religioso para dominar a otros, apelando a la propia superioridad, como si el Reino de Dios consistiera en dominar con un tipo de prodigio de magia sobre los demás.

Muchos piensan que Jesús debía haber impuesto su Reino de manera religiosa (prodigiosa); pero él no lo ha hecho, sino que ha optado por la libertad de los hombres, en contra de muchas instituciones cristianas posteriores. Una y otra vez, un tipo de Iglesia ha querido dominar sobre la gente de a pie apelando a su poder superior sagrado, al milagro de su ciencia y potencia superior.

Pues bien, siempre que ha actuado así, con inquisiciones de tipo social y dominios de conciencia, la  iglesia ha terminado destruyéndose a sí misma, ha pervertido a Dios, ha transformado a Jesús en un tipo de poder egoísta, al servicio de algunos.

Vuélvase a leer ahora el texto de las tentaciones, aplicado a nuestra Iglesia su mensaje.

Las tentaciones de Jesús son las mismas tentaciones de la Iglesia, y viceversa. Ellas reflejan la primera experiencia de crisis creadora del evangelio. Leer más…

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Claroscuro

Domingo, 3 de marzo de 2019
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*

 Claroscuro del sentido,
claroscuro de la fe.

Creo la luz que se ve,
veo el misterio escondido.

Claroscuro voy perdido
de belleza y de verdad.

Sombras, decidme. Callad,
luces sabidas.

Creer
es la manera de ver
total la realidad.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

 

En aquel tiempo, Jesús les puso también esta parábola:

¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?

El discípulo no es más que su maestro, pero el discípulo bien formado será como su maestro.

¿Cómo es que ves la mota en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que hay en el tuyo?

¿Y cómo puedes decir a tu hermano: «Hermano, deja que te saque la mota que tienes en el ojo», cuando no ves la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo y entonces verás bien para sacar la mota del ojo de tu hermano.

No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno.

Cada árbol se conoce por sus frutos. Porque de los espinos no se recogen higos, ni de las zarzas se vendimian racimos.

El hombre bueno saca el bien del buen tesoro de su corazón, y el malo de su mal corazón saca lo malo. Porque de la abundancia del corazón habla su boca.

*

Lucas 6, 39-45

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El Señor es luz, y esto será para nosotros un medio incomparable para un encuentro más íntimo con él. Una cosa es segura, y es que el amor de Dios somete nuestro corazón a dura prueba. Para que nuestro corazón se vuelva capaz de este amor, es necesario que Cristo lo convierta de manera incesante. Durante esa conversión, que tal vez dure hasta el final de nuestra vida, deberemos sufrir unas veces por mezquindades, otras por parcialidad, otras por errores de nuestro amor.

Y tierno es el corazón capaz de misericordia con todos los hombres, incluidos también nosotros. La ternura «bautizada» sigue siendo ternura y se convierte en misericordia. Jesús es totalmente esta ternura; es la ternura con todo lo que es bello y bueno, por ser creación de Dios; pero, al mismo tiempo, es misericordia, a saber: un corazón que conoce la miseria de los esplendores creados…, enfermos de pecado, devastados por el mal. Es menester que nunca tengamos que reprocharnos a nosotros mismos una firmeza que no esté «redoblada» por un verdadero calor del corazón y por una caridad exigente. Arriémonos los unos a los otros en nuestra pobreza, dentro de nuestros límites: éstos son el signo visible de las misericordias de Dios con nosotros. Esta es la fe en espíritu y en verdad. Pensemos que todos nosotros somos pobres y que el Señor ama a los pobres, y que nosotros le amamos precisamente a él en los pobres. Esta sensación interior de nuestra miseria y de la misericordia omnipotente, para ser verdadera, debe ir acompañada de nuestra disposición exterior de personas que han sido ampliamente perdonadas y a las que, un día u otro, se les ha pedido que perdonen ellas un poquito. Se trata de asumir ante los otros la actitud que asumimos ante Dios. Y eso simplemente porque no somos otra cosa entre nosotros más que pecadores entre otros pecadores, hombres y mujeres perdonados en medio de otros hombres y mujeres perdonados.

*

Madeleine Delbrél,
Indivisibile amore,
Cásale Monf. 1994, pp. 100-102, passim).

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“Detenernos”. 8 Tiempo ordinario – C (Lc 6,39-45)

Domingo, 3 de marzo de 2019
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08-TO-C-600x400Nuestros pueblos y ciudades ofrecen hoy un clima poco propicio a quien quiera buscar un poco de silencio y paz para encontrarse consigo mismo y con Dios. No es fácil liberarnos del ruido permanente y del asedio constante de todo tipo de llamadas y mensajes. Por otra parte, las preocupaciones, problemas y prisas de cada día nos llevan de una parte a otra, sin apenas permitirnos ser dueños de nosotros mismos.

Ni siquiera en el propio hogar, invadido por la televisión y escenario de múltiples tensiones, es fácil encontrar el sosiego y recogimiento indispensables para encontrarnos con nosotros mismos o para descansar gozosamente ante Dios.

Pues bien, precisamente, en estos momentos en que necesitamos más que nunca lugares de silencio, recogimiento y oración, los creyentes mantenemos con frecuencia cerrados nuestros templos e iglesias durante buena parte del día.

Se nos ha olvidado lo que es detenernos, interrumpir por unos minutos nuestras prisas, liberarnos por unos momentos de nuestras tensiones y dejarnos penetrar por el silencio y la calma de un recinto sagrado. Muchos hombres y mujeres se sorprenderían al descubrir que, con frecuencia, basta pararse y estar en silencio un cierto tiempo, para aquietar el espíritu y recuperar la lucidez y la paz.

Cuánto necesitamos los hombres y mujeres de hoy encontrar ese silencio que nos ayude a entrar en contacto con nosotros mismos para recuperar nuestra libertad y rescatar de nuevo toda nuestra energía interior.

Acostumbrados al ruido y a la agitación, no sospechamos el bienestar del silencio y la soledad. Ávidos de noticias, imágenes e impresiones, se nos ha olvidado que solo nos alimenta y enriquece de verdad aquello que somos capaces de escuchar en lo más hondo de nuestro ser.

Sin ese silencio interior, no se puede escuchar a Dios, reconocer su presencia en nuestra vida y crecer desde dentro como seres humanos y como creyentes. Según Jesús, la persona «saca el bien de la bondad que atesora en su corazón». El bien no brota de nosotros espontáneamente. Lo hemos de cultivar y hacer crecer en el fondo del corazón. Muchas personas comenzarían a transformar su vida si acertaran a detenerse para escuchar todo lo bueno que Dios suscita en el silencio de su corazón.

José Antonio Pagola

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“Lo que rebosa del corazón, lo habla la boca”. Domingo 3 de marzo de 2019. 8º Ordinario

Domingo, 3 de marzo de 2019
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ordinario16c8De Koinonia:

Eclesiástico 27, 4-7: No alabes a nadie antes de que razone.
Salmo responsorial: 91: Es bueno darte gracias, Señor.
1Corintios 15, 54-58: Nos da la victoria por Jesucristo.
Lucas 6, 39-45: Lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.

La separación entre la teoría y la práctica, entre el decir y el hacer, entre el conocer y el ser, es un problema filosófico digno de toda atención. La filosofía, y luego, el espíritu imperial de Roma, constituyen el ambiente espiritual en el que el cristianismo nació, y por el que quedó profundamente marcado. Así, el cristianismo institucional, históricamente, ha estado mucho más preocupado por la ortodoxia (la «opinión correcta», la ausencia de herejía, la verdad, la fe) que por la ortopraxis (la «práctica correcta», el amor, la caridad): no ha perseguido tanto a quien no vive o no practica el amor, cuanto a quien ha expresado (o incluso sólo pensado) una opinión teórica discrepante de los dogmas oficiales. Las persecuciones que la Inquisición montó en los siglos oscuros de la historia de la Iglesia de Occidente son un ejemplo de la hipertrofia de esta primacía dada a lo teórico o dogmático, sobre lo práctico.

El pensamiento moderno cambió esta situación en la cultura occidental, asumiendo una fuerte valoración e incluso una clara preferencia por la praxis frente a la teoría. El “primado de la acción”, la primacía de la praxis… marcan característicamente a la modernidad: la acción es más importante que la teoría, el hacer más que el decir, la transformación de la realidad más que su simple interpretación.

Al cristianismo esta preferencia moderna por la praxis no nos sorprende fuera de juego: la mejor tradición bíblica coincide plenamente con ella. La Palabra de Dios –dabar, palabra en hebreo- no es un sonido (flatus vocis, un mero ruido de la voz), ni un simple concepto mental, sino un hecho, una actuación: Dios no se revela en afirmaciones doctrinales… sino en acontecimientos, en intervenciones salvadoras en la historia.

Los profetas de Yavé no cesan de reconvenir al Pueblo de Dios cuando éste se desvía hacia un culto quizá fervoroso pero que, sin el respaldo de la vida, se convierte en idolátrico. Los dioses son nada; el Dios de Israel es vida, amor, historia. «Conocer a Yavé es practicar la justicia», repetirán los profetas con una insistencia casi obsesiva (Mq 6,6-8), con una paradoja digna de ser subrayada ante nuestra cultura occidental: “conocer es practicar…”. La praxis del amor y de la justicia es el criterio máximo de la bondad moral, por encima de todo culto o sacrificio (Is 1,10-18; 58,1-12; 66,1-3; Am 4,4-5; 5,21-25; Jer 7,21-26), o de cualquier otra seguridad moral (Jer 7,1-15; 9,24) o de toda ortodoxia doctrinal; así como la referencia fundante de la fe religiosa de Israel y de su misma constitución como Pueblo es la praxis liberadora de Dios en el Exodo (Ex 20,1).

Jesús, «profeta poderoso en obras y palabras» (Lc 24,19), que primero comenzó “haciendo” para enseñar (cfr Hch 1,1), que provocaba el asombro de unas muchedumbres «que oían “lo que hacía”» (Mc 3, 8) tanto o más que lo que decía, recogerá esta veta profética e insistirá -con fuerza mayor y una coherencia total hasta su propia muerte- en que «no todo el que “dice”… sino el que “hace” la voluntad del Padre entrará en el Reino» (Mt 7,21-23); que «los verdaderos adoradores adorarán en espíritu y en verdad» (Jn 4, 23), y que si lo amamos a Él «practicaremos sus mandatos» (Jn 14,24).

La palabra de Jesús alcanza en este punto su claridad máxima cuando propone la práctica del amor, especialmente «con estos mis hermanos más pequeños», como el «criterio escatológico de salvación», conforme al cual se realizará el «juicio de las naciones» (Mt 25,31-46). La parábola del «buen samaritano» (Lc 10,25-37) subrayará esta primacía de la práctica del amor por encima de las fronteras de credo, culto o religión. El evangelio de Juan recalcará hasta la saciedad que la práctica concreta, las obras, son las que dan testimonio creíble (Jn 5,36; 6,30; 7,3; 9,3; 10,25; 10,37-38; 14,11; 15,24).

“Por sus obras los conocerán”, dice Jesús. La prueba de la persona está en su hablar (segunda lectura de hoy). “Obras son amores, y no buenas razones”, dice un refrán castellano. “Una cosa es predicar y otra dar trigo”, dice otro. “Del dicho al hecho hay un buen trecho”, añade un tercero. “Operari sequitur esse“, el obrar sigue al ser, decía por su parte un principio aristotélico: los frutos buenos sólo pueden venir del árbol bueno, y por eso, los frutos prácticos, los hechos, son el mejor criterio de discernimiento moral. En el fondo, Jesús nos está enseñando algo de sentido común, del buen y profundo sentido común.

Jesús no simplemente “predicó” esta primacía de la práctica, sino que la vivió. Pasó por este mundo «haciendo el bien» (Hch 10,37), y «todo lo hizo bien» (Mc 7,37)… De ahí que Jesús recomiende a sus seguidores que comiencen por practicar lo que confiesan con la boca, lo que creen con la fe. Importa mucho que el seguidor de Jesús presente antes de nada las credenciales de su autenticidad. Su vida ha de ser el modelo de lo que predica. No es posible creer a quien contradice con los hechos lo que dice con sus palabras. Por eso, Jesús nos inculca la necesidad de vivir coherentemente con lo que creemos, como condición previa a todo “apostolado”. No es posible pretender corregir o mejorar a los demás cuando nuestra vida no muestra aquello que predicamos; eso sería ser ciegos y querer guiar a los demás. La mejor invitación a los otros, en este sentido, es el propio ejemplo: “el ejemplo arrastra”, dice el refrán. Es necesaria pues la humildad de comenzar por luchar contra los propios defectos, en vez de querer corregir a los demás. “Quita la viga de tu ojo, y entonces podrás quitar la brizna del ojo de tu hermano”. Lo contrario es incoherencia y probablemente hipocresía. Jesús, en su propia persona, fue ejemplo de esa misma veracidad y autenticidad.

“Hay tiempos en los que la mejor manera de decir es hacer” (José Martí). Leer más…

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Dom 3.3.19. Si un ciego guía a otros ciegos (de Jesús a Sábato)

Domingo, 3 de marzo de 2019
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AF4E244F-0BDD-4DF3-AEFA-488C6E60EBEFDel blog de Xabier Pikaza:

Imagen 1: La parábola de los ciegos deP. Brueghel el Viejo.   Museo di Capodimonte de NápolesItalia.

El evangelio de este domingo (3.2.19) es más largo (Lucas 6, 39-45), pero he querido detenerme sólo en la parábola de los ciegos:

39 Les dijo también una parábola: ¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? … 41 ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no sacas ver la viga de tu propio ojo?

 42 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, si no ves la viga del tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano (Lc 6, 39-42).

 Esta parábola no trata de los ciegos en sí, sino de aquellos ciegos que quieren guiar a otros ciegos,  y que lo hacen precisamente por ser ciegos, es decir, por el resentimiento de no ver, por la envidia, el deseo de poder… Con una larga tradición bíblica, Jesús supone que este mundo está guiado por un tipo de secta de ciegos que quieren guiar a otros ciegos.

Este es un tema esencial de la Biblia, con grandes conexiones políticas y religiosas, personales y sociales, que quiero destacar en lo que sigue, en una línea crítica, de tipo evangélico, para terminar evocando el famoso informe de ciegos de E. Sábato.  

Buen domingo a todos.

El tema de los ciegos en la Biblia

La Biblia ha vinculado el poder con la ceguera. Ciertamente, ella sabe que hay gobernantes y sacerdotes sabios que “ven”, que saben discernir, que ayuda a los otros. Pero a partir de los grandes profetas se ha extendido el convencimiento de que los “pastores” de Israel (gobernantes, sacerdotes) hay sido y son ciegos, que no guían, sino que oprimen, desvían, destruyen a los hombres:

Ezequiel ha puesto de relieve el tema de los pastores ciegos…  y que por eso hacen que se descarríen las ovejas, a las que utilizan y matan, para alimentarse ellos.  Este es un tema especialmente desarrollado por Zacarías, quien parece indicar que los pastores-gobernantes en general son ciegos y que precisamente por serlo toman el poder y destruyen a los hombres y mujeres de su pueblo.

– Este es un tema central de la apocalíptica judía, que Jesús conocía bien, en la línea de Daniel y de las tradiciones de Henoc. En esa línea, una de las causas principales del “poder” civil y religioso es la “ceguera” de los dirigentes, que precisamente por ello (por ignorancia y resentimiento) dominan sobre los hombres y les destruyen.

Ceguera de los dirigentes, un tema esencial de Jesús

   Asumiendo la línea profética de los profetas y apocalípticos de Israel, Jesús ha condenado la ceguera de los dirigentes de Israel y lo ha hecho de manera tan intensa que a veces nos parece incluso exagerada. Estos son algunos de los puntos salientes de su mensaje (tal como lo he destacado en mis comentarios a Marcos Mateo, Verbo Divino, Estella, 2013 y 2017), de manera que aquí puedo prescindir de las citas::

  1. Jesús supone en principio que los que mandan son ciegos... precisamente por mandar y dominar como lo hacen. Sólo unos ciegos, con gran complejo de inferioridad, pueden mandar como hacen, oprimiendo a los demás… Son ciegos que quieren guiar a otros ciegos, de forma que todos, al fin caerán en la fosa (infierno, muerte…) si no cambian.
  2. Jesús ha venido a abrir los ojos a los ciegos…, retomando la palabra y misión del profeta del 2º Isaías: “He venido a abrir los ojos a los ciegos…”. Ésta es su misión, éste su milagro: Quiere que los hombres vean, que se conozcan a sí mismos y conozcan a los otros, para acompañarles en el camino, no para oprimirles.
  3. El Evangelio de Juan ha comentado esta misión de Jesús,  ejemplificada en el milagro del “ciego de Siloé”, a quién él abre los ojos para que vea… Pero se oponen un tipo de fariseos que quieren que los ciegos sigan ciegos para dominarles. Estos fariseos son ciegos que dominan a otros ciegos, son el testimonio más claro de la perversión de un poder civil y religioso que se impone oprimiendo (manteniendo ciegos a los otros).

Proyecto y camino de Jesús, que los hombres y mujeres vean:

   Ésta es, a su juicio, la tarea esencial del evangelio, que se centra en el gesto y camino de abrir los ojos de los ciegos, para que vean y caminen en libertad, ayudándose unos a los otros. Éstos son algunos de los rasgos principales de este proyecto:

  1. Jesús pude a los hombres que “curen” su ceguera, para así poder guiar a los demás, como ha destacado el evangelio de este domingo: Los que juzgan y se imponen sobre los demás tienen una “viga” en su ojo… No quieren ver (como los fariseos de Jn 9). Por eso, porque ellos no ven, juzgan a los otros y les oprimen. Por eso, Jesús les dice que “curen” su ceguera, que aprender a ver (que conozcan, que se reconozcan) para poder así acompañar a los demás.
  2. Aprender a ver (curar la ceguera) es un tipo de resurrección: Nacer de nuevo para ver, ver a Jesús, ver en su verdad a los demás, para ayudarles en vez de oprimirles, para compartir la vida con ellos en vez de resucitarles.
  3. Esta es la misión del evangelio: Una nueva “visión”, mirar de forma distinta, mirar para admirar, para reconocer, para compartir, para alabar… como van indicando las escenas de ciegos del evangelio, desde el ciego de Betsaida (que se refiere quizá a Pedro, que tiene que aprender a ver, para asumir el camino de Jesús, Marcos 8, 22-26) hasta el ciego del camino de Jericó (Mc 10, 45-52), a quien Jesús cura para que le pueda acompañar en la subida a Jerusalén.

En un mundo de ciegos…, un juicio político, un juicio eclesial:

    El tema de los ciegos del evangelio nos sitúa en el centro de la “dinámica” de juicio que marca nuestra sociedad. Sólo quiero poner dos ejemplos, uno tomado de la política española, otro de la vida de la Iglesia. No tengo solución, ni en un caso ni en otro, pero pienso que su tema cae de lleno en la “dinámica” del dicho de Jesús: Si un diego guía (dirige, juzga…) a otros posible ciegos…

  1. Uno es el caso del Gran Tribunal de España en Madrid que está juzgando el caso de posible sedición de unos políticos de Cataluña que parecen haber declarado la independencia de su país… Hay muchos problemas de fondo en ese juicio, pero me da la impresión de que estamos ante unos ciegos quieren guiar a otros ciegos… y se atreven a juzgarles. No sé quién tiene la razón, ni si hay alguien que la tenga (ni en esta postal me importa…), pero siento que estamos ante un tribunal de ciegos. A mi juicio, las cosas deberían arreglarse (hablarse, resolverse) de otra forma, en la línea de nuestro pasaje y de todo el Semón de la Llanura de Lc 6, 17-49.
  2. Algo más claro me parece el “juicio” del Pleno sobre la Pederastia del Clero, celebrado en el Vaticano (del 21 al 24 del 2 de 2019). Ciertamente, el pleno ha sido muy importante… pero tengo la impresión de que en el fondo podrían aplicarse las palabras de Jesús “si unos ciegos guías/juzgan a otros ciegos pueden caer todos en la fosa.”. Quizá la palabra principal sería “quita la viga que tienes en tu ojo…”.

Dejo así el tema abierto, pues no me atrevo a comentar la versión del dicho en Mt 15, 14:  «Dejadlos: son ciegos que guían a ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo». Dejadlos… ¿a quienes? ¿A los jueces del tribunal de Madrid? ¿A los “padres” del pleno sobre la pederastia en el Vaticano? ¿Quienes son, quiénes somos, estos ciegos que guían a otros ciegos? No me atrevo a seguir. Dejo a mis lectores con el Informe sobre ciegos de E. Sábato.

E. Sábato: Informe sobre cielos, el del Imperio de los ciegos  

35F338D7-A36B-459E-8231-01FDD604B588El evangelio de  hoy trata de un ciego que guía a otro ciego, de forma que ambos caen en el hoyo, es decir, en la fosa.

   Ciertamente hay ciegos que asumen su condición y la transcienden (se transcienden a sí mismos), como poetas o videntes, como hombres o mujeres de sabiduría superior.  Pero como dice la parábola-milagro de Jn 9 hay ciegos que precisamente por serlo (por complejo de inferioridad, por deseo de mando…) se convierten en guías de los otros, como ha podido suceder con ciertos “fariseos ciegos” judíos y/o cristianos.
Pues bien, de estos ciegos resentidos que quieren ocultar su ceguera dominando sobre los demás trata el Informe Sobre Dios de E. Sábato,   una de las parábolas más fascinantes y dolorosas de la literatura moderna, que forma parte de su novela Sobre Héroes y tumbas.
Jesús vino a curar al ciego de nacimiento de Jn 9, y a muchos otros ciegos que encontró en su camino, para que todos pudieran ver y vivir, en un mundo luminoso, abierto al diálogo y a la lucidez, en la que está Dios. Pues bien, en contra de ese Jesús de la Luz ha venido a elevarse la Secta de los ciegos que dominan y dirigen el mundo.

Desde Buenos Aires ¿Dominan el mundo los ciegos perversos?

  He pensado en este tema viviendo en el Gran Buenos Aires los primeros días de este mes, por un trabajo de catequesis cristiana (del 30 al 10 del 2 de 2019).  Allí he vuelto a recordar-recrear la figura  Fernando Vidal Olmos, uno de los personajes clave de la novela de E. Sábato, un hombre que quiso descubrir, en alucinación durísima, los poderes que dominan sobre el mundo, en el subsuelo del mismo Buenos Aires, en los años de las revoluciones y la dictadura militar (entre el 1960 y el 1980).

Jesús quiso que los ciegos vieran. Hay otros, en cambio, que quieren que los ciegos sigan ciegos para dominar con su ceguera el mundo entero
Este informe sobre ciegos constituye la descripción metafórica de un mundo dominado por la ceguera, por una Secta de Ciegos demoníacos.

Es como si Sábado encarnara en la figura de esos ciegos  perversión de un “fariseísmo” demoníaco e infernal, que quiere dominar el mundo, creando un submundo de ciegos que lo dirigen y destruyen todo, desde el subsuelo de Buenos Aires.

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Cuatro errores que debes evitar

Domingo, 3 de marzo de 2019
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thumbs_DIA-6-P.C-JMJ-20192019_01_245680Del blog El Evangelio del Domingo de José Luis Sicre:

La última parte del “Discurso de la llanura” desconcierta por la variedad de personajes que aparecen: dos ciegos, un discípulo y su maestro, dos miembros de la comunidad, un hombre bueno y otro malo; uno inteligente, que construye su casa sobre roca, otro insensato, que la edifica sobre arena. Y también son muy diversas las imágenes: un hoyo, la mota y la viga en el ojo, el árbol sano y el árbol podrido; higos y zarzas, uvas y espinos. Evidentemente, se trata de frases de Jesús pronunciadas en diversos momentos y circunstancias. Sin embargo, pueden relacionarse con el tema que preocupa a Lucas, leído el domingo pasado: “no juzguéis, no condenéis”.

[Nota: la liturgia, con su afición a mutilar el evangelio, ha suprimido la importantísima advertencia final sobre la necesidad de poner en práctica todo lo anterior. La añado en el comentario y aconsejo que en la homilía se tenga presente.]

Cuatro errores que debes evitar

  1. Si te consideras con buena vista para juzgar y condenar a los demás, te equivocas. Estás ciego. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caen en el hoyo.

¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?

  1. Si te consideras muy listo y bien preparado para juzgar y condenar a los demás, te equivocas. No eres un catedrático, sino un alumno de 1º. A lo más que puedes aspirar, después de mucho esfuerzo, es a ser como el catedrático.

Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.

  1. Si te consideras digno de juzgar y condenar a los demás, te equivocas y eres un hipócrita. Tus fallos son mucho mayores. La viga de tu ojo es mucho más grande que la mota en el ojo de tu hermano y te impide ver bien.

¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.

  1. Si piensas que cuando juzgas y criticas a los demás lo único que haces es disfrutar o hacerles daño, te equivocas. Te haces daño a ti mismo, porque las palabras que salen de tu boca dejan al descubierto la maldad de tu corazón. [En esta última comparación del árbol bueno y el malo, cada uno con sus frutos, la clave está en las palabras finales: “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. Del hombre bueno nunca saldrán críticas, juicios malévolos ni murmuraciones; solo saldrá perdón y generosidad. En cambio, quien critica, juzga, murmura, revela que tiene el corazón podrido.]

No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca».

Advertencia final (suprimida en la liturgia)

El discurso ha terminado. Jesús ha indicado a sus seguidores que hay dos grupos opuestos: pobres-odiados y ricos-elogiados. Ellos pertenecen al primero. Pero no deben enfrentarse a sus enemigos, sino amarlos, tratarlos bien, bendecirlos, rezar por ellos. Su modelo debe ser el Padre misericordioso y compasivo, “generoso con ingratos y malvados”. Con respecto a los hermanos, los miembros de la comunidad, las exigencias han sido también grandes: no juzgar, no condenar, perdonar, dar.

Cabe un peligro: considerar lo anterior un bonito discurso que no es preciso poner en práctica. Basta con llamar a Jesús “¡Señor, Señor!”, que es una gran confesión de fe. Como quien dice: “Basta con ir a misa”. No. La enseñanza de Jesús hay que ponerla en práctica. En caso contrario, serías como el insensato que construye una casa al borde de un río. Cuando ocurre la inundación, se la lleva. Sé sensato y ponlo en práctica.

 

1ª lectura: ¿Quieres saber cómo es una persona? (Eclesiástico 27,5-8)

Este breve texto, desconcertante a primera vista, resulta claro cuando lo relacionamos con las palabras del evangelio: “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. ¿Quieres saber cómo es una persona? Fíjate en lo que hace la gente de tu entorno (estamos en el siglo II a.C.).

Cuando quiere separar el trigo de la paja, criba.

Cuando quiere probar una vasija de barro, la mete en el horno del alfarero.

Cuando quiere saber si un árbol es bueno, mira sus frutos.

Cuando tú quieras conocer a fondo a una persona fíjate en cómo razona y en lo que dice. “De lo que rebosa el corazón habla la boca”.

Se agita la criba y queda el desecho,
así el desperdicio del hombre cuando es examinado.

El horno prueba la vasija del alfarero,
el hombre se prueba en su razonar.

El fruto muestra el cultivo de un árbol,
la palabra, la mentalidad del hombre.

No alabes a nadie antes de que razone,
porque esa es la prueba del hombre.

Reflexión

El “Discurso de la llanura”, aunque no tenga la fama del “Sermón del monte” de Mateo, es un resumen muy bueno de la actitud que debemos tener ante enemigos y hermanos. Generalmente se recuerda el amor a los enemigos. Pero es frecuente olvidar el amor a los otros miembros de la iglesia, la obligación de no juzgar ni condenar a quienes piensan o actúan de forma distinta.

En el siglo I, el papa Clemente preveía este peligro: «Cuando [los paganos] nos oigan decir que Dios dice: “No tenéis mérito si amáis a los que os aman; tenéis mérito si amáis a los enemigos y a los que os odian”, al escuchar esto se admirarán de una bondad tan grande; pero si ven que no solo no amamos a los que nos odian, sino que ni siquiera amamos a los que nos aman, se reirán de nosotros y blasfemarán” (Segunda carta de Clemente a los Corintios, 13,4).

Por otra parte, el carácter tan radical de algunas afirmaciones requiere explicación. Pero el mejor comentario no está en inglés ni en alemán. Es el mismo evangelio de Lucas. Leyendo y releyéndolo se iluminan muchas frases misteriosas.

 

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03 de marzo. Domingo VIII. Tiempo Ordinario

Domingo, 3 de marzo de 2019
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“¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llegas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.”

(Lc 6, 39-45)

¡Qué bien nos conoces, Maestro! Cómo se nota que te has hecho uno de nosotros, que te has mezclado con todo lo nuestro.

Y sí, tenemos esa tendencia generalizada y muy extendida de querer solucionar problemas ajenos.¡ Ah!, y no solo los pequeños problemas de nuestro vecino más próximo, también estamos convencidos de que si el mundo estuviera en nuestras manos todo andaría mucho mejor.

Por eso no es difícil escuchar una conversación acerca de cómo mejorar la política de Estados Unidos, o de cómo acabar con el hambre en el mundo. También nos atrevemos con la violencia de genero o los casos de corrupción en política. Es todo tan sencillo que en una conversación de media hora lo hemos solucionado.

Después nos volvemos a nuestras vidas, con nuestros grandes problemas. Porque quizá tenemos muy claro cómo solucionar el problema de la inmigración mundial pero no somos capaces de entendernos con nuestro hijo.

Y también le hemos encontrado solución a la violencia machista pero luego nuestro jefe nos da pánico y no nos queda más remedio que aguantar para cobrar a fin de mes.

Tenemos necesidad de solucionar aquello que no depende de nosotras para no tener que enfrentarnos a lo nuestro. ¡Qué miedo nos da lo nuestro! Además, parece que si no le prestamos atención es menos real. Pasa más desapercibido.

Por eso necesitamos que Jesús nos repita más de una vez esa palabra que nos sacude y nos despierta: ¡Hipócrita! No nos gusta oírla pero nos viene muy bien.

Además, solo ante Jesús nos quedamos sin poder rebatir. No podemos contestarle nada. Sencillamente tiene razón. “Nos ha pillado”, como al niño travieso, con la mano dentro del bote de galletas.

Tienes razón Jesús, somos hipócritas. Nos resulta más sencillo preocuparnos de las motas ajenas que ocuparnos de nuestras vigas.

Oración

Haznos ver, Trinidad Santa, nuestra propia oscuridad, esa viga que tratamos de ocultarnos a nosotras mismas. Y ayúdanos a sacárnosla. Nosotras no podemos.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Exigir a los otros lo que yo no cumplo es hipocresía

Domingo, 3 de marzo de 2019
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090916-Lc-6-39-42-660x330Lc 6, 39-45

El sermón del llano en Lc termina con una retahíla de frases hechas, que tratan de explicar el contenido del mensaje. Recordemos que Mt lo coloca en lo alto del monte mientras que Lc nos dice que lo pronunció en un rellano (Jesús bajó del monte con sus discípulos y se paró en un rellano). En la mitología de la época el monte era el lugar de la divinidad (de ahí que todas las teofanías se dieran en los montes. El valle era el lugar del hombre. Para Mt Jesús habla desde el ámbito de lo divino, para Lc habla desde una situación intermedia. Quiere hacer ver que Jesús hace de puente entre lo divino y lo humano, que es a la vez divino y humano.

Las frases que acabamos de leer y las que leíamos el domingo pasado son proverbios que eran patrimonio de todas las culturas del entorno. No son inventadas por Jesús sino un destilado de la sabiduría popular que durante miles de años se había ido condensando en frases rotundas fáciles de recordar. Tengamos en cuenta que durante la mayor parte de la prehistoria humana no hubo escritura y durante la mayor parte del tiempo en que ya se había inventado, la inmensa mayoría de la gente no sabía ni leer ni escribir. Era muy importante facilitar la retención de ideas claves que podrían ser útiles en la vida de cada día.

Aun en nuestros días estamos acostumbrados a aplicar frases famosas a personajes concretos sabiendo que no las pronunciaron ellos, pero son muy útiles para hacer ver la sabiduría de aquellos a los que se les atribuye o resaltar la importancia de la frase, atribuyéndolo a una persona de gran prestigio. En el AT hay un libro que se llama “Proverbios” y que el mismo texto atribuye a Salomón, cuando hoy sabemos que está escrito cuatro siglos después. En el caso de Jesús, está claro que esos proverbios pueden servir para destacar la sabiduría que estaba manifestando en todo momento. Por eso se utilizan como resúmenes de su mensaje.

En los relatos de hoy se trata de hacer ver que la bondad o la malicia no son entes que andan por ahí y que me puedo apropiar en un momento dado. Son cualidades de la persona humana y solo indirectamente podemos descubrirlas, lo mismo en nosotros que en los demás. No es fácil acceder al interior del hombre, por eso es tan difícil hacer un juicio de valor sobre las personas. Las juzgamos por lo que sale al exterior, pero no siempre eso es suficiente para descubrir lo que de verdad se esconde en lo más profundo del ser humano.

Solo las obras nos pueden revelar lo que hay dentro de otra persona. Aun así, ni siquiera las obras pueden ser argumento seguro para llegar al otro. Un acto bueno puede ser fruto de una programación calculada y por lo tanto sin ninguna conexión con las actitudes fundamentales de la persona. Un acto malo puede ser fruto de un momento de arrebato o ira y no reflejar tampoco la verdadera postura vital del individuo. Tal vez por eso el evangelio nos dice: “No juzguéis y no seréis juzgados.” “No condenéis y no seréis condenados”.

El creernos en posesión de la verdad y por tanto con el derecho de imponerla a otros, es la actitud más contraria al mensaje evangélico. Según el evangelio, debíamos estar siempre con los oídos muy abiertos para escuchar lo que nos pueden decir los demás y con la boca cerrada para no engañar a los demás con nuestros discursos interesados y simplistas. No hay nada más desagradable que un sabelotodo que está siempre queriendo decir la última palabra sobre lo que hay que hacer o evitar. El mundo no está necesitado de maestros sino de discípulos. Dice un proverbio oriental: cuando el discípulo está preparado, el maestro surge.

La imagen del ciego guiando a otro ciego es muy esclarecedora. Parece absurda, pero es la que con más frecuencia adoptamos los humanos. Siempre nos creemos con derecho a enseñar porque confundimos nuestra verdad con la verdad. Decía Antonio Machado: tu verdad no, la verdad y ven conmigo a buscarla, la tuya quédatela. Esto es verdad en todos los aspectos del conocimiento, pero en el aspecto religioso, se ha llevado al paroxismo. Cuando esta postura se institucionaliza se convierte en un verdadero sarcasmo. Solo nos queda un paso para afirmar con toda rotundidad: fuera de la Iglesia no hay salvación.

No es menos esclarecedora la imagen de la mota y la viga. El afán de corregir a los demás es una constante, sobre todo entre los que nos creemos religiosos. A pesar de que el evangelio nos aconseja la corrección fraterna, no hay nada más peligroso en la vida real que esa práctica. No solo porque nunca podemos estar seguros de lo que es mejor para el otro, incluso cuando hayamos constatado que es bueno para nosotros mismos; sino porque tendemos a corregir al otro desde la superioridad moral que creemos tener. En el momento que te sientas superior, sea moral sea intelectualmente, estás incapacitado para ayudar.

Estamos muy acostumbrados a identificar a los demás con sus obras. Esto nos lleva a considerarlos pecadores sin mayores precisiones. Pero las obras son algo externo y accidental. La bondad o malicia está en el ser. Nuestra auténtica preocupación debía estar en ser lo que debíamos ser, no en lo que hacemos o dejamos de hacer que suele estar condicionado por la preocupación por lo que los demás piensan de mí. Ya decían los escolásticos que el obrar sigue al ser. Mi verdadera preocupación debo ponerla en ser lo que soy realmente. Si consigo ser auténtico, las obras surgirán espontáneamente, sin esfuerzo.

La actitud de superioridad nace siempre de la superficialidad, es decir, está en estrecha relación con nuestro falso ser. El caparazón que nos envuelve es lo único que consideramos y nos interesa. En materia del espíritu, creemos que es suficiente con lo aprendido de otros, creyendo que el simple conocimiento nos va a transformar. Jesús está siempre invitándonos a la autenticidad, es decir, a bajar a lo hondo de nuestro propio ser y descubrir allí lo que está de acuerdo con lo que en realidad somos. Por eso está siempre criticando una acomodación externa a las normas y preceptos. La única Ley definitiva es la que está escrita en nuestro propio ser y es ahí donde hay que descubrirla para que sea eficaz y constante.

El seguimiento de Jesús no consiste en imitarle en sus correrías ni en aceptar sin rechistar todas sus enseñanzas sino en alcanzar la experiencia interior que él vivió y en dejar que se manifieste como él la manifestó. No debemos poner hincapié en obras puntuales programadas sino en una actitud permanente que funcione y se manifieste al exterior en todo momento y en todas las circunstancias. Los cristianos hemos terminado copiando la actitud de los fariseos, dando más valor al cumplimiento de lo mandado que a la búsqueda interior de las exigencias de nuestro verdadero ser. Esta es la causa de nuestro fracaso en la vida espiritual.

Todo lo dicho no invalida el famoso refrán: obras son amores y no buenas razones. Con la misma rotundidad que hemos afirmado que lo importante es la actitud interior, tenemos que decir que una actitud que no se manifieste en obras, es una ilusión. Si de verdad quieres saber cuál es tu postura espiritual, no tienes más remedio que examinar tus obras. Tu manera de comportarte con los demás te irá manifestando tu estado interior. A continuación de lo que hemos leído hoy, dice Jesús: ¿Por qué decís; ¡Señor, Señor! y no hacéis lo que os digo? Pero debe quedar claro que el hacer es consecuencia del ser auténtico.

Meditación

El instrumento de aprender y de enseñar es la palabra.
Primero tengo que escuchar para llenarme.
Pero solo cuando la haya convertido en vida,
estaré preparado para llevarla a los demás.
¡Que nunca se me ocurra catequizar o imponer!
Demuestra con tu vida que lo que crees te ha liberado.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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