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¿Buscamos ser felices o vivir saciados?

Martes, 1 de noviembre de 2022
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sermon-del-monte-6Mt 5, 1-12

Podemos ponernos ante el evangelio de esta fiesta diciendo “¡Bah! Las bienaventuranzas otra vez” o leerlo como si no lo conociéramos, como si fuera la primera vez que llega a nuestras manos. Os invito a hacer esto y, posiblemente nos asombre su temática, su alegría y desenfado. Su lenguaje es directo, concreto y positivo.

Nuestro asombro crecerá aún más si somos capaces de recordar el contexto en el que se escribió. Recordemos a esas primeras comunidades cristianas que son excluidas, silenciadas, que no tienen ninguna relevancia social ni religiosa e incluso son perseguidas.

¿Cómo es posible que estos hermanos y hermanas logren transmitirnos su testimonio de alegría, de sentirse afortunados, dichosos? Es más, ¿cómo nos explicamos que esta sea su experiencia más profunda? Posiblemente es difícil para nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, que ponemos tantas condiciones y necesitamos tantas seguridades para sentirnos felices.

Nos asombrará si miramos un momento sus palabras, cargadas de intención en Mateo. Jesús “sube” al monte como un nuevo Moisés a proclamar la nueva Ley, con autoridad “se sienta”, viene algo serio no cualquier recado, se le “acercan” los que le siguen y Él “viendo a esa muchedumbre” lo que se le ocurre es llamarlos DICHOSOS, BIENAVENTURADOS.

No les dice lo que deben hacer para serlo, que hubiera “enganchado” con los oyentes. Proclama, grita, que “son dichosos”. Y para que no quede duda, añade dos cosas que nos pueden desconcertar aún más: son dichosos AHORA, en presente. Es distinto a “llegarán a serlo”; tampoco les dice eso de “aguanten que luego…”

Y lo son porque son pobres, hambrientos, tienen lágrimas en los ojos…  esta es su situación y, en esta situación Jesús manifiesta que son felices. ¿Cómo mira Jesús la realidad de los que le rodean? ¿En qué descubre que suyo es el Reino de Dios? ¿Con qué fuerza lo dice para que los que le escuchan sientan que está expresando su experiencia más honda?

¡La dicha es estar con Él! Sentirse de los suyos, confiar en su amor, sentir su cercanía…  ¿No hemos tenido cada uno de nosotros experiencias similares? ¿No nos hemos sentido dichosos y dichosas en medio de dificultades, críticas, incomprensiones, enfermedades propias o sufrimientos por personas muy queridas? ¿No hemos sentido que más allá de todo eso hay una persona, un amor, una confianza sin medida?

Esta es la fe que nuestros primeros hermanos quieren transmitirnos. Creer en Jesús, confiar en su salvación y su amor, es  fuente de dicha y felicidad, es experimentar ya otro tipo de amor, de relaciones con Dios y con los hermanos.

Y, por si aún nos quedan dudas, Mateo, muy didáctico, añade lo que en ningún caso son signos de estar en el camino de la felicidad que da el Reino, de la dicha que da el seguir a Jesús: sentirse saciados, pasarlo siempre bien, que todos hablen bien de nosotros… Al contrario es ser perseguidos, que hablen mal de nosotros…

Es como si nos dijera: ¡Cuidado con buscar el camino que os prometían ayer los entendidos de la Ley, o la publicidad barata y facilona hoy! Si os sentís saciados, si reís, si no aspiráis a nada más que lo logrado, si todos hablan bien de vosotros… ¡Lloraréis y lo pasaréis mal!

La dicha del Reino no consiste en estar saciados, sino en buscar más: más paz, más justicia, más alegría para todos… ¡porque sabemos que es posible! No consiste en que “lo pasemos bien”, al contrario, lloramos y sufrimos por muchos y por muchas personas y situaciones… La dicha del Reino no se expresa en que todos hablen bien de nosotros, al contrario, apenas nos entenderán, nos pasarán por delante, se burlarán de nosotros, nos excluirán porque con nuestra forma de pensar –la de Jesús– somos una amenaza…

Pero, sin saber muy bien cómo, sin que sea una empresa a conquistar o unas virtudes a conseguir, ahí, en la realidad que vivimos AHORA somos dichosos, y nada ni nadie nos quitará esta alegría, porque sus claves no están en lo que pasa, ni en lo que nos pasa.

La clave es la persona de Jesús, nuestra fe en él, nuestra vinculación con él. Todo lo demás, se nos dará por añadidura. Y se nos dará hoy, ahora… ¿nos lo creemos? ¿Desbordamos y contagiamos alegría?

El evangelio de hoy no nos trae un programa moral, ni una explicación teórica sobre la felicidad, nos acerca la experiencia de los primeros cristianos que han encontrado en Jesús su alegría y nos recuerdan que estamos invitados a vivir su misma experiencia. Experiencia a la que también llamamos santidad. La santidad que hoy celebramos. Los santos, los que tienen nombre y los que no. “Los santos de la puerta de al lado”, como dice el Papa Francisco, tantos hombres y mujeres que nos rodean, puede que no los percibamos como perfectos, no lo son. Pero son felices, porque han encontrado en Jesús la alegría, la felicidad. Ese es el camino. ¿Nos atrevemos?

Mª Guadalupe Labrador. fmmdp

Fuente Fe Adulta

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Un futuro lleno de esperanza.

Martes, 1 de noviembre de 2022
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DidaskaliaJesús con las Bienaventuranzas presenta un camino de discipulado orientado a la felicidad. Esta felicidad prometida no es una utopía lejana, sino un modo de ser y de vivir que afrontando el mal se sostiene en la confianza en un Dios que nunca abandona la obra de sus manos. Ser felices al estilo del maestro galileo es tejer historias de justicia y esperanza haciendo memoria constante de aquello que humaniza y recrea en el cotidiano vivir de cada ser humano.

El Sermón de la montaña es la primera predicación extensa de Jesús en el evangelio de Mateo. En él el Maestro desarrolla las claves centrales que hacen posible la llegada del Reino y su justicia. Un Reino que no es un espacio etéreo y lejano hacia el que hay que caminar, sino el lugar concreto y frágil de nuestra vida a la que Dios llega para ofrecernos su amor y perdón. Y una justicia que nada tiene que ver con nuestro concepto legalista de lo que ha de ser premiado o castigado, sino la herramienta que permite alcanzar el sueño de Dios actuando en la realidad y reorganizando los valores y expectativas humanas.

Las Bienaventuranzas son memoria de el hacia dónde y el desde donde se ha de articular el seguimiento de Jesús. En ellas se repite machaconamente la llamada a la felicidad. Ser dichosas o dichosos no significa, sin embargo, alejarse del conflicto o de la carencia, es por el contrario afrontarlos renunciando a la posesión, al poder o a la violencia que quiebran las relaciones y someten el corazón humano.

El hecho de que Jesús llame dichos@s a quienes parece que tienen poco o nada de que alegrarse resulta paradójico, pero está cargado de fuerza profética. Es una llamada al compromiso para transformar la realidad y a permanecer en él. A resistir a pesar de la debilidad y sufrimiento que esta tarea conlleva sabiendo como Jesús que la causa merece la pena. con el corazón limpio,

Bienaventurad@s los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

La palabra pobre en hebreo no se refiere solo a quien no tiene dinero, sino, en un sentido más amplio, a quien está oprimido, a quien se le vulneran sus derechos y se le humilla. Esta dura realidad demasiado frecuente en tiempos de Jesús se convierte de la mano del evangelista Mateo en una metáfora del modo en que todo seguidor y seguidora de Jesús ha de afrontar y asumir el proyecto del Reino.

La expresión pobres de espíritu quiere indicar de este modo no un camino de pobreza interior sino un modo de estar en el mundo y en la comunidad que reconvierte en positivo la vulnerabilidad, la pequeñez y la humildad haciéndolas espacio de gratuidad de honestidad y servicio.

Bienaventurad@os los que lloran, porque ellos serán consolados.

La aflicción no tiene la última palabra en la vida. Consolar y ser consolados visibiliza la acción compasiva de Dios. La consolación no es conmoverse por la pena del otro u la otra, sino sentirse tocado/a en el lugar donde el otro/a sufre y luchar porque la causa de ese dolor desaparezca. Así lo hizo Jesús con aquella viuda de Nain.

Bienaventurad@s l@s mansos, porque ell@s poseerán en herencia la tierra.

La actitud que aquí se resalta, es algo más que de no responder violentamente a una provocación. La justificación vital de quien, como Jesús, asume perder para incluir se sostiene en la acogida de lo distinto, en la humildad para no sentirse con derecho a vencer, a dominar a imponer. Así lo vivió Jesús cuando decidió afrontar la cruz.

Bienaventurad@s l@s que tienen hambre y sed de justicia, porque ell@s serán saciados.

La justicia, como criterio de conducta que visibiliza la alianza entre Dios y el ser humano, una alianza nacida del amor y el perdón divino, es un anhelo, pero también una praxis. Tener hambre y sed de la justicia es vivirse volcada/o hacia el bien común, es estar siempre dispuesta/o a buscar que todo funcione mejor, que el poder no arrebate el servicio, que el éxito no oscurezca los caminos de solidaridad compartidos. Así lo descubrimos tantas veces en la vida de Jesús, en sus curaciones, sus comidas, sus encuentros…

Bienaventurad@s l@s misericordios@s, porque ell@s alcanzarán misericordia.

En una perspectiva más sapiencial la misericordia se convierte en el camino del dar y recibir que constituyen las relaciones humanas. No se trata de actuar bien para recibir una respuesta positiva de los demás, se trata de dejar que la vida entera se conmueva ante la necesidad de la otra o el otro. Es amar al prójimo como a ti mismo/a, es en definitiva ser entera donación como lo es Dios para cada uno/o.

Bienaventurad@s l@s limpi@s de corazón, porque ell@s verán a Dios.

Limpio de corazón es una expresión judía que se encuentra con frecuencia en el marco de la espiritualidad bíblica. Con ella se expresa el modo de ser de quien tienen toda su vida orientada desde Dios. El corazón, en lenguaje judío, es el centro del querer, del pensar y del sentir humano por lo tanto cuando se habla de tener un corazón limpio se esta hablando de dejar que Dios, en su amor y perdón, tenga la última palabra en nuestra vida.

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Trabajar por la paz es empeñarse en construir las relaciones en armonía, bondad, perdón. Esta actitud es la que nos constituye en hijos e hijas de Dios porque esa filiación nos hermana a unos/as con otros/as, genera sororidad y fraternidad y nos permite vivir en armonía con nosotros/as mismos/as, con los demás y con la madre tierra.

Bienaventurad@s l@s perseguid@s por causa de la justicia, porque de ell@s es el Reino de los Cielos.

El centro de la vida de Jesús fue la proclamación del Reino de Dios. Este anuncio mostraba a Dios actuando en el mundo con misericordia y perdón. Presentar a Dios así supuso para Jesús rechazo y persecución porque era (y es difícil) de concebir a un Dios absolutamente gratuito y bondadoso que se empeñaba en perdonar, en incluir, en ofrecer nuevas oportunidades.

Jesús no solo proclamó a este Dios, sino que actuó en su nombre sanado y salvando, pues solo así era posible hacer real la justicia que brotaba del Reino. Una justicia que muchos no deseaban y que justificó la cruz de Jesús y la de tantos seguidores y seguidoras suyas.

“Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

Carme Soto Varela, ssj

Fuente Fe Adulta

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“Los muertos viven”, por José Arregui

Martes, 1 de noviembre de 2022
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t8835aErmita de Santa Engracia

Leído en su blog:

En el corazón o la memoria de todo

Las campanas de Aizarna han tocado a muerto. Han irrumpido en la calma de la mañana otoñal, difundiendo en el valle la memoria de Luisa, abuela nonagenaria del caserío Irure, mujer de extraordinaria fortaleza y ternura, mujer hecha hospitalidad materna para todo el que llegase, fuera quien fuera y como fuera. Las ondas sonoras del bronce han ascendido por el horizonte de Santa Engracia hacia el Infinito, fundiéndose con la música del universo sin medida.

¿Y Luisa, su espíritu, su conciencia, ‘ella’… a dónde se han ido? ¿Se habrá disuelto en la nada al apagarse su viva sonrisa, su dulce mirada, la luminosa paz de sus ojos? La pregunta me turba, pero no puedo pensar razonablemente que algo, alguien, alguna de las infinitas formas del Ser se disuelva en la nada. La nada no existe, ni de ella puede surgir algo. Toda forma es una conjunción de formas precedentes. Y todo lo que constituye a cada cosa en su figura concreta se convierte luego en otra cosa y en otra, y así sin cesar, en constante transformación. Nada se convierte en nada.

Cuando en otoño se suelta del tallo el rabillo de la hoja y, balanceándose en el aire, cae al suelo, vuelve a convertirse en tierra y la tierra en savia, la savia en yema, hoja, flor, fruto, y semilla envuelta en fruto. El fruto se convierte en alimento de seres vivos, y la semilla en germen en el seno de la tierra. La vida seguirá viviente en nuevas formas, inagotables y maravillosas. Nada se aniquila, todo se transforma. El milagro de la primavera empieza en el otoño, y la abundancia del verano en el desierto del invierno. O a la inversa: el verano viene del otoño y el invierno de la primavera, en la rueda de la vida en que todo es uno.

En la espiral de la vida más bien, pues nada vuelve a ser lo que fue, ni la misma forma se repite nunca. Observad y admirad: de incontables hojas que han sido, son y serán en la tierra, no ha habido, ni hay ni habrá jamás dos iguales. Ni dos granitos de arena ni dos toques de campana exactamente iguales, a pesar de las apariencias. Ni siquiera, al parecer, han existido ni existen ni existirán dos átomos que sean idénticos del todo. Asombroso. Cada forma, viviente o no viviente, desde lo infinitamente pequeño hasta lo infinitamente grande, en el universo entero, es diferente de todas las demás. Cada ser es único y distinto. Infinita dignidad de cada ser. Infinito respeto a cada ser.

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Cada ser es único y distinto, pero no separado ni solitario. Todo cuanto es desde siempre está conectado con todo lo que es, ha sido y será hasta siempre. Esa frágil hoja que ya amarillea y se mece a la brisa de la tarde no sería exactamente como es si en este universo, desde el primer Big Bang hasta hoy, hubiera faltado una sola partícula atómica en su forma exacta. Todos estamos interrelacionados con todos los seres, no solo del presente, sino también del pasado más lejano y del futuro más remoto. Solo nos distingue la forma, pero todas las formas estamos unidas. Somos interser, inter-seres, inter-vivientes, inter-humanos, ligados en todo con todo eternamente, desde el primer neutrón hasta las galaxias aún sin formarse. En la forma particular que somos siguen siendo y viviendo todos los seres que fueron e incluso serán, porque somos la transformación de lo que otros fueron, y otros serán la transformación de lo que nosotros somos. Cada ser guarda, se puede decir, la memoria viva de todo lo que fue en el pasado e incluso de lo que será en el futuro. De alguna manera, en cada ser es todo. Somos uno.

Y somos uno en el Todo sin forma que nos hace ser, en el Fondo de esta forma o ‘yo’ físico, mental y emocional, en el Fondo de esta conciencia individual que nos distingue y que erróneamente creemos que nos separa. Somos uno en el Ser, el Espíritu, el Aliento Vital que nos hace existir, respirar, vivir. Somos comunión de vida inmortal en formas infinitamente diversas. Somos uno en el Corazón eterno o la Memoria creadora que late en lo más profundo de las formas pasajeras. Cada forma encarna la Memoria del Todo. “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. A ti, a mí, a todos, nos corresponde encarnar la Memoria vivificadora de todos los muertos. Cuando los recordamos, es decir, cuando los ‘traemos al Corazón’ bueno de la vida, los hacemos vivir. Infinita responsabilidad mística, ecológica, política: mantener viva la Vida o la Memoria de todos los seres.

Creo en “Dios” en cuanto Todo, Corazón, Memoria o Conciencia de todas las formas. Creo que, al igual que cuanto nace ‘muere’ a su antigua forma –incluida su conciencia individual separada–, cuanto muere ‘nace’ en el Todo, en la Memoria o en la Conciencia universal de todos los seres, en este universo o en otro, más allá del espacio y del tiempo, en una forma que desconocemos. Creo que el aliento vital no muere, que la vida resucita sin cesar, que cuando doblan las campanas anuncian la vida.

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Todos los Santos. Quien deja de esperar, deja de vivir

Martes, 1 de noviembre de 2022
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índiceDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- El ser humano es esperante.

El ser humano es esperante. La esperanza es una dimensión esencial a la condición humana.

Tal vez hoy hemos perdido la esperanza y el sentido de la vida.

Pero vivir es esperar. Quien deja de esperar, deja de vivir humanamente [1] y pasamos a vegetar en el suave placer del capitalismo ilustrado.

Sin esperanza la vida se diluye en unos momentos puntuales sin ilación, sin biografía y, lo que es más grave: sin sentido.

La esperanza ha construido bien, serena y sensatamente la vida y la historia de los hombres y de los pueblos.

No es lo mismo vivir en esperanza que sin esperanza o  desesperadamente o en desesperación.

Por otra parte, tampoco es lo mismo optimismo que esperanza. El optimismo es un estado de ánimo porque me van bien las cosas, la salud, el trabajo, etc. Pero hay situaciones en las que ya no hay lugar alguno al optimismo. En la muerte, en un funeral no hay lugar alguno al optimismo, por eso ahí comienza -si no lo ha hecho antes- la esperanza.

El ser humano es una “sed infinita”, una nostalgia y esperanza de plenitud, aunque tal plenitud no está en nuestras manos. Y la sed nos habla del agua, el hambre nos habla de algún alimento. ¿La esperanza infinita no nos estará hablando de Dios?

Dios es el horizonte absoluto del ser humano.

02.- Todos los Santos: Fiesta de esperanza

El día de Todos los Santos es una fiesta de gran esperanza, porque nos habla del futuro, de lo que podemos confiadamente esperar en la vida y en la muerte, del sentido de la historia y de la vida.

El ser humano nunca ha sabido tanto de sus orígenes y tan poco de su destino como hoy. Entre el Génesis, Darwin y los bing-bang del origen, sabemos, más o menos, de dónde venimos, pero estamos escasos de horizontes y de futuro absoluto. ¿Hacia dónde vamos?

Vivimos en el club de los proyectos vivos y las esperanzas muertas

En esta fiesta de Todos los Santos celebramos que nuestro destino, nuestra meta final es la misma que la de JesuCristo, que la de la Virgen María y que la de todos nuestros hermanos, esa muchedumbre inmensa que nadie puede contar y que han conseguido la victoria de nuestro Dios.

Todos los Santos es, pues, una fiesta, pues, que fortalece nuestra esperanza.

Seréis bienaventurados.

03.- Una escala de valores diversa

El relato de las bienaventuranzas tiene una gran solemnidad. Jesús nos habla y augura una vida feliz desde un cuadro de valores diversos al de nuestras sociedades.

La escena de las bienaventuranzas se sitúa en una montaña, y –como se suele decir hoy en día- supone un cambio de paradigma. Se trata de un nuevo Sinaí, Dios ya no le entrega a Moisés las tablas de la ley, ahora el legislador es JesuCristo, y los mandamientos ya no son los diez, sino las Bienaventuranzas.

La escala de valores vigente -especialmente para nosotros desde el superhombre de Nietzsche- es muy diferente a la de Cristo. El pensamiento de Jesús es bien otro.

La bienaventuranza, la felicidad están en la pobreza, en la paz, en la justicia, en el servicio que crea fraternidad, en la misericordia hace bien a todos: al que es misericordioso y al que recibe esa bondad.

04.- Una muchedumbre inmensa: la humanidad.

En un lenguaje enigmático, solemne -y con la caja de los truenos preparada-, la apocalíptica (1ª lectura) nos habla de una muchedumbre inmensa, es decir de toda la humanidad significada con ese número simbólico de 144.000 (12 tribus x 12), que va llegando a la casa del Padre pasando por la gran tribulación de la vida.

Todos –toda la humanidad- estamos marcados en la frente por nuestro Dios: todos estamos destinados a la vida, a la salvación.

    La fiesta de hoy, Todos los Santos, es la misma que la de mañana: Todos los difuntos. Son como dos caras de la misma moneda. Toda la humanidad está sellada y llamada a la vida.

    Nos hará bien recordar el texto de la Sabiduría que leíamos el pasado domingo:

Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado.

La memoria de JesuCristo nos hace bien, nos reconcilia. La Comunión de los Santos: una especie de memoria, de solidaridad y “circularidad” entre los que se fueron y los que quedamos. Ellos se acuerdan de nosotros de un modo amable. Ellos oran por nosotros. [2]

Estos días de “difuntos y de todos los santos” son como una llamada a reavivar la esperanza. ¿Qué nos cabe esperar en la vida y en la muerte?

05.- Conclusión.

Es sano vivir en la frontera: nada está cerrado ni tan siquiera por la muerte. Miremos la vida con esperanza y ojos de plenitud.

El cristianismo es una esperanza infinita en la misericordia de Dios.

“In spe erit fortitudo vestra»” (Is 30, 15). En la esperanza está vuestra fortaleza.

    Todos los Santos nos anuncian nuestro futuro, el futuro absoluto. Hacia Ti, morada santa; hacia ti, tierra de salvación.

[1] En el País Vasco se produce un suicidio cada dos días. A ello hay que añadir un gran número de intentos de suicidio que no se consuman.

La primera causa de muerte violenta en el conjunto de España es de 11 personas que se quitan la vida al día y más de 70.000 lo intentaron en 2020.

En estos momentos Osakidetza está atendiendo especialmente al suicidio de adolescentes. Bien está, pero ¿el suicidio es un problema médico?

[2] Detrás del purgatorio y de las indulgencias –tal y como lo hemos vivido- se esconde una mentalidad un tanto mercantil. ¿perdón a plazos? ¿gracia por entregas? Salvación sí, pero me la pagas. Sin embargo Jesús dijo: Hoy, no mañana, hoy estarás conmigo en el Paraíso.

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“Jesús ama a los ricos”. 31 Tiempo ordinario – C (Lucas 19,1-10)

Domingo, 30 de octubre de 2022
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El encuentro de Jesús con el rico Zaqueo es un relato conocido. La escena ha sido muy trabajada por Lucas, preocupado tal vez por la dificultad que encontraban algunas familias ricas para integrarse en las primeras comunidades cristianas.

Zaqueo es un rico bien conocido en Jericó. «Pequeño de estatura», pero poderoso «jefe de los recaudadores» que controlan el paso de mercancías en una importante encrucijada de caminos. No es un hombre querido. La gente lo considera «pecador», excluido de la Alianza. Vive explotando a los demás. «No es hijo de Abrahán».

Sin embargo, este hombre quiere ver «quién es Jesús». Ha oído hablar de él, pero no lo conoce. No le importa hacer el ridículo actuando de manera poco acorde con su dignidad: como un chiquillo más, «corre» para tomar la delantera a todos y «se sube a una higuera». Solo busca «ver» a Jesús. Probablemente ni él mismo sabe que está buscando paz, verdad, un sentido más digno para su vida.

Al llegar Jesús a aquel punto, «levanta los ojos» y ve a Zaqueo. El relato sugiere un intercambio de miradas entre el profeta defensor de los pobres y aquel rico explotador. Jesús lo llama por su nombre: «Zaqueo, baja enseguida». No hay que perder más tiempo. «Hoy mismo tengo que alojarme en tu casa y estar contigo». Jesús quiere entrar en el mundo de este rico.

Zaqueo le abre la puerta de su casa con alegría. Le deja entrar en su mundo de dinero y poder, mientras en Jericó todos critican a Jesús por haber entrado «en casa de un pecador».

Al contacto con Jesús, Zaqueo cambia. Empieza a pensar en los «pobres»: compartirá con ellos sus bienes. Se acuerda de los que son víctimas de sus negocios: les devolverá con creces lo que les ha robado. Deja que Jesús introduzca en su vida verdad, justicia y compasión. Zaqueo se siente otro. Con Jesús todo es posible.

Jesús se alegra porque la «salvación» ha llegado también a esa casa poderosa y rica. A esto ha venido él: «a buscar y salvar lo que está perdido». Jesús es sincero: la vida de quienes son esclavos del dinero son vidas perdidas, vidas sin verdad, sin justicia y sin compasión hacia los que sufren. Pero Jesús ama a los ricos. No quiere que ninguno de ellos eche a perder su vida. Todo rico que le deje entrar en su mundo experimentará su fuerza salvadora.

José Antonio Pagola

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“El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”. Domingo 30 de octubre de 2022 Domingo 31º del Tiempo Ordinario

Domingo, 30 de octubre de 2022
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56-ordinarioc31-cerezoLeído en Koinonia:

Sabiduría 11, 22-12,2: Te compadeces, Señor, de todos, porque amas a todos los seres.
Salmo responsorial: 144:  Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.
2Tesalonicenses 1, 11-2, 2Que Cristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él.
Lucas 19, 1-10: El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido

La primera lectura es una bella oración meditativa sobre Dios, que nos posibilita hacer unas reflexiones menos habituales.

Solemos hablar a y escuchar hablar sobre Dios como algo ya sabido, como algo que, por definición, no necesita replanteamiento. Ello ha empezado a cambiar, a la altura de la crisis que atraviesan las religiones, ante la constatada «crisis de Dios» (Gotteskreise, Juan Bautista Metz), crisis que ya nadie considera coyuntural o pasajera, sino epocal. Algo muy profundo está cambiando en la cultura y en la conciencia humana, que hace que ese concepto central que ha brillado con luz propia en el centro del firmamento mental de la humanidad durante los últimos milenios, el de Dios, se opaque y entre en lo que ya Martín Buber llamó el «eclipse de Dios».

La lectura de hoy del libro de la Sabiduría habla muy correctamente a Dios, y no lo presenta con ninguno de los rasgos éticamente menos adecuados, de los que hemos tenido que purificar tantas veces la imagen de Dios, no; este texto presenta una bella e impecable imagen de Dios… sólo que no deja de utilizar un lenguaje «teísta».

La palabra «Dios» viene de deus en latín, que a su vez viene de theos en griego. Aunque el concepto tiene orígenes más antiguos, para nuestra cultura occidental fueron ellos, los filósofos griegos, quienes lo configuraron definitivamente. Siempre que decimos dios estamos evocando el theos griego, pues nos servimos de un concepto suyo, que además fue heredado y trasmitido culturalmente. No importa que personalmente quisiéramos matizar la palabra; la palabra está ya «ocupada» en nuestra cultura, y el concepto que le está asociado está registrado en el subconsciente colectivo, como un tipo de divinidad que está «ahí afuera, ahí arriba», en una especie de segundo piso celestial, desde donde puede intervenir en nuestro mundo, para revelarse, para actuar, para reaccionar… en función de su manera de ser, concebida muy antropomórficamente (los dioses piensan, aman, deciden, se ofenden, se arrepienten, perdonan… como nosotros, que al fin y al cabo estaríamos hechos «a su imagen y semejanza» –¿y viceversa?–).

Concebir la razón y el misterio supremos de la Realidad en forma de theos (en sentido genérico), eso es lo que llamamos «teísmo». Es un «modelo» de representación del Misterio, una forma de imaginar y de relacionarnos con el Misterio que hemos llamado Dios. Con mucha frecuencia ese «modelo» nos ha resultado transparente: no se veía, ni siquiera éramos conscientes de su mediación. Nos parecía como que nuestro hablar de Dios evocaba automáticamente su descripción directa, en vez de caer en la cuenta de que simplemente utilizábamos un modelo (theos), y que al Misterio que denominábamos con ese nombre, se le podría concebir con otros modelos muy diferentes. Podríamos, en efecto, pensar –y amar– a la Divinidad de un modo no teísta… Porque hay religiones no teístas. El judeo-cristianismo ha tenido una expresión teísta constante en la historia, pero hoy sabemos que aunque ese modelo teísta nos haya acompañado de modo permanente, no es esencial al cristianismo, ni le resulta imprescindible.

Más aún. La evolución de la espiritualidad –sin descartar el influjo de otras religiones– hace sentir a muchos cristianos un no disimulado malestar ante el uso y abuso del teísmo en nuestra tradición. Son cada vez más los que abogan por colocar al teísmo en su sitio, en una consideración simplemente mediacional: es una mediación, con sus ventajas y sus dificultades. Las dificultades no son pocas, y son crecientes en nuestra sociedad de mentalidad crítica; no faltan teólogos que postulan su superación. La alternativa al teísmo no es el ateísmo, obviamente, sino el pos-teísmo: una consideración y una (no-)representación de la Divinidad más allá del modelo del teísmo…

El tema es profundo y desafiante. Merece la pena prestarle atención, para no quedarnos en «la fe del carbonero», la fe acrítica, repetitiva y fundamentalista. (John Shelby SPONG es un obispo-teólogo anglicano -que está comenzando a ser conocido en el ámbito latino- que está escribiendo bastante sobre el tema; véase Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo, en la colección Tiempo Axial, tiempoaxial.org; también la Agenda Latinoamericana’2011, dedicada ese año al tema de la religión, abordó en varios artículos el tema del teísmo y la necesidad de renovar las imágenes de Dios –puede tomarse esa Agenda de su página digital: latinoamericana.org/digital–.

En el evangelio de hoy, Jesús nos enseña hoy que el Padre–Dios no deja de ser el mismo, siempre compasivo perdonador, amigo de la vida, siempre saliendo al encuentro de sus hijos y construyendo con ellos una relación nueva de amor. Las lecturas de este domingo son una preciosa descripción de este comportamiento de Dios con la persona humana. Nos dicen que Dios ama entrañablemente todo lo que existe, porque su aliento de vida está en todas las cosas.

El episodio de la conversión de Zaqueo se encuentra en el itinerario o “camino” de Jesús hacia Jerusalén y sólo lo encontramos narrado por el evangelio de Lucas. En él pone de manifiesto el evangelista, una vez más, algunas de las características más destacadas de su teología: la misericordia de Dios hacia los pecadores, la necesidad del arrepentimiento, la exigencia de renunciar a los bienes, el interés de Jesús por rescatar lo que está “perdido”. Este evangelio es una ocasión excelente para recordar que éstos son los temas que se destacan en el material particular de la tradición lucana y que resaltan la predilección de Jesús por los pobres, marginados y excluidos.

El relato nos muestra la pedagogía de Dios, en la persona de Jesús, hacia aquellos que actúan mal. Dios es paciente y compasivo, lento a la ira y rico en misericordia, corrige lentamente, respeta los ritmos y siempre busca la vida y la reconciliación. En este sentido, Dios es definido como “el amigo de la vida”, y buscando ésta, su auténtica gloria, sale hacia el pecador y lo corrige, le brinda su amor y lo salva.

Muy seguramente nosotros, por nuestra incapacidad de acoger y perdonar, no hubiéramos considerado a Zaqueo como un hijo bienaventurado de Dios, como no lo consideraron sus paisanos que murmuraron contra Jesús diciendo: “Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador”. Decididamente, Jesús y sus coetáneos creían en un Dios diferente. Por eso pensaban también de forma diferente. Para el judaísmo de la época el perdón era cuestión de ritos de purificación hechos en el templo con la mediación del sacerdote, era un puro cumplimiento; para Jesús la oferta del perdón se realiza por medio del Hijo del hombre, ya no en el templo sino en cualquier casa, y con ese perdón se ofrece también la liberación total de lo que oprime al ser humano.

Por eso, la actitud de Jesús es sorprendente, sale al encuentro de Zaqueo y le regala su amor: lo mira, le habla, desea hospedarse en su casa, quiere compartir su propia miseria y su pecado (robo, fraude, corrupción) y ser acogido en su libertad para la conversión.

La actitud de Jesús es la que produce la conversión que se realiza en la libertad. Todo lo que le pasa a Zaqueo es fruto del amor de Dios que actúa en su hijo Jesús, es la manifestación de la misericordia y la compasión de Dios que perdona y da la fuerza para cambiar. De esta manera la vida se reconstruye y me puedo liberar de todas las ataduras que me esclavizan, puedo entregarlo todo, sin miedos y sin restricciones.

Con esta actitud, Zaqueo se constituye en prototipo de discípulo, porque nos muestra de qué manera la conversión influye en nuestra relación con los bienes materiales; y en segundo lugar nos recuerda las exigencias que conlleva seguir a Jesús hasta el final. Aquí la salvación que llega en la persona de Jesús opera un cambio radical de vida.

No dudemos que Jesús nos está llamando también a nosotros a la conversión, nos está invitando a que cambiemos radicalmente nuestra vida. No se lo neguemos, no se lo impidamos. El Señor nos propone unirnos a El, ser sus discípulos y a ejemplo de Zaqueo ser capaces de despojarnos de todo lo que no nos permite vivir auténticamente como cristianos. Esta misma experiencia es la de muchos otros testigos de Jesús que, mirados por El, se convirtieron, renació su dignidad, y recuperaron la vida. Aceptemos la mirada de Jesús, dejemos que El se tropiece con nosotros en el camino e invitémoslo a nuestra casa para que Él pueda sanar nuestras heridas y reconfortar nuestro corazón. No tengamos miedo, dejémonos seducir por el Señor, por el maestro, para confesar nuestras mentiras, arrepentirnos, expresar nuestra necesidad de ser justos, devolver lo que le hemos quitado al otro… No dudemos, Jesús nos dará la fuerza de su perdón. El Señor está con nosotros para que experimentemos su amor. El ya nos ha perdonado, por eso es posible la conversión.

El caso de Zaqueo puede ser iluminador para el tema de la opción por los pobres. En la polémica oficial contra esta opción que sacaron a la luz la teología y la espiritualidad latinoamericanas, se insistió mucho en que no podría tratarse sino de una opción «preferencial», no de una «opción por los pobres» sin más, porque sin aquel adjetivo podría entenderse como una opción «exclusiva o excluyente»… Pero el adjetivo «preferencial» rebaja y diluye la esencia de la opción por los pobres, porque quien opta por los pobres preferencialmente, se entiende que opta también por los ricos, aunque sea menos preferencialmente… Una opción preferencial es una opción que no acaba de optar, que no quiere definirse, que no toma partido, que «se queda encima del muro», como dice la expresión brasileña…

Jesús opta por los pobres, mira la vida desde su óptica, es uno de los pobres, y comparte con ellos su causa. Evidentemente, no excluye a las personas ricas, y ése es el caso de Zaqueo. Pero Jesús no es neutral en el tema de riqueza-pobreza. Su encuentro con Zaqueo no deja a éste indiferente: Jesús lo desafía a pronunciarse, incluso económicamente. Jesús no excluye a Zaqueo, ni a ninguna otra persona rica, pero «sí excluye el modo de vida de los ricos», exigiéndoles la justicia y el amor. La opción por los pobres no excluye a ninguna persona (¡al contrario, desearía alcanzar y cambiar a todos los que no asumen la causa de los pobres!). Lo que excluye es la forma de vida de los ricos, la opresión y la injusticia. Buen tema éste para enfocar la homilía sobre la opción por los pobres. Leer más…

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30.10.22. Iglesia de Zaqueo, el publicano (Dom 31 TO, Lc 19, 1-10).

Domingo, 30 de octubre de 2022
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E92AEA5F-A2CF-4AE0-9795-CE1A7899A44ADel blog de Xabier Pikaza:

Este pasaje responde al tema de fondo domingo anterior (fariseo y publicano), con la conversión del publicano, que se llama ahora Zaqueo, no del fariseo. Culmina también el tema de  la riqueza y la justicia en el evangelio de Lucas (ciclo litúrgico C). 

Domingo tras domingo hemos venido comentando pasajes y parábolas, dichos y sentencias sobre el dinero.Ellos desembocan y se aclaran de algún modo, en esta inmensa y dramática figura de Zaqueo, oficial de publicanos (ministro de hacienda), hombre rico, que recibe la visita de Jesús y propone un plan radical de conversión, en nombre propio y quizá de los publicanos del entorno. Éste es un pasaje simbólico, de escalofriante actualidad, programa de un alto oficial de la economía de Judea.  Todo a medias, ése es un programa de fondo que el Papa Francisco parece que quiere aplicar al Vaticano.  No está mal, lo que dice Zaqueo este domingo, que he dedicado a su nombre.

Texto. Lucas 19, 1-10

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Él bajo en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituyo cuatro veces más Jesús le contestó: “Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.”

Texto simbólico y realísimo, creado posiblemente por Lucas, para condensar el mensaje de Jesús sobre el dinero, desde la perspectiva de los publicanos. Evidentemente, ha recogido y transformado las tradiciones anteriores sobre los publicanos y sobre Jesús, que comía con ellos ofreciéndoles el Reino de Dios (cf. Mc 2, 15-16 par; Lc 5, 27).De un modo especial, ha retomado el tema del publicano de la parábola anterior (del fariseo y publicano: Lc 18, 11-13). Se trata de un texto simbólico, tanto por el nombre como por el lugar y las circunstancias:

 Zaqueo es una abreviatura popular de Zacarías, que significa “Dios se acuerda” (Dios tiene misericordia). También parece vinculado la terminología de la justicia (zedaka), de manera que se suele tomar como equivalente a Justo (hombre limpio). Es evidente que “Dios se ha recordado de él”, ha entrado en su casa. Jericó es la última etapa de la subida de Jesús a Jerusalén. En el camino de Jericó han sucedido grandes cosas, como las que indica la parábola del buen Samaritano. Aquí, en Jericó, se hallaba una de las “aduanas” y oficinas de impuestos más importantes de la zona oriental de Judea; por aquí pasaban caravanas y caminos. Era un lugar apropiado para señalar la última exigencia del evangelio de Jesús en torno a la pobreza.

Zaqueo es pequeño y tiene que subirse a la higuera (que es signo de la mala Jerusalén que corre el riesgo de no dar frutos: Mc 11, 13-21). Pero, subiéndose a la higuera, por encima de ella, Zaqueo logra ver a Jesús, que se invita a su casa.. Quizá no sucedió de esa manera, pero marca y dice lo que debe suceder en todo tiempo, en la Iglesia y el Estado, allí donde Jesús va de camino y donde alguien quiere recibirle en casa… y no quedar fuera, como aficionado curioso de turno, que mira la ceremonia desde fuera.

Anotación primera. Todo es dinero La gente va de fiesta, con curiosidad, por ver y escuchar a Jesús. Pero Zaqueo no va de fiesta, sino que quiere recibir de verdad a Jesús, ofrecerle su casa, escucha su palabra… A así lo hace. Parece que quiere a Jesús pero al final parece que el tema que más le escuece e interesa es el dinero. 

De manera clásica, el fariseo de Lc 18, 9-14 aparecía realizando los tres los tres gestos religiosos tradicionales de la piedad israelita: oraba, ayunaba y daba el diezmo o limosna requerida, según ley (son los tres gestos centrales de la conversión que aparecen en Mt 6, 1-18, la catequesis central sobre el tema).‒ Pues bien, ahora vemos que esos tres elementos se condensan en uno (la limosna, el dinero). Orar y ayunar son secundarios, ellos culminan y se centran en el buen uso del dinero.

Cómo se convierte el publicano La gente acusa a Jesús diciendo que “ha entrado en casa de un pecador”. De esa forma supone que Zaqueo no puede convertirse (es mal publicano y mal publicano permanecerá); de esa forma indica que Jesús es un mal Mesías, pues no se ocupa de las cosas de la religión, sino que se mezcla con los ladrones oficiales, dejándose invitar por ellos. Pero Jesús no ha entrado en casa de Zaqueo simplemente para saludarle, dejando las cosas como estaban, sino para solidarizarse con él… (¡que también es hijo de Abrahán, objeto del cuidado y recuerdo de Dios!) y para que él cambie de un modo profundo (pues lo más profundo de un publicano son siempre sus dineros).

En el centro de la escena está el dinero. El relato no conservar las conversaciones y saludos anteriores, a lo largo de la comida, sino sólo la palabra final de Zaqueo que dice: ¡doy la mitad de mis bienes, restituyo cuatro veces…! El encuentro con Jesús ha hecho cambiar al publicano. Jesús entra en la casa de ese hombre que “estaba perdido”, aunque era hijo de Abrahán (israelita). Con Jesús entra la salvación, que se expresa en el cambio económico. Éste es un publicano que pone su casa (su administración del dinero) en la línea del mensaje de Jesús.

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El extraño caso del explotador que se convierte. Domingo 31. Ciclo C

Domingo, 30 de octubre de 2022
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ierihon_zacheuDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

El protagonista del evangelio de hoy es un jefe de publicanos y rico. Este término no sugiere al lector actual del evangelio el odio y desprecio que sentía el pueblo judío hacia los miembros de esta profesión, que trabajaban al servicio de los romanos y oprimían al pueblo con el cobro de los impuestos. El antiguo publicano no tiene nada que ver con el banquero actual. Pero el odio que suscitan los banqueros en mucha gente desde hace unos años ayuda a entender el evangelio más que una larga exposición histórica sobre los publicanos. Sobre todo, cuando el banquero se ha enriquecido, mientras quienes depositaron su dinero en el banco lo han perdido todo o casi todo.

¿Mandamos a todos los ricos al infierno?

Hasta ahora, en su evangelio, Lucas no se ha limitado a defender a los pobres y a anunciarles un futuro definitivo mejor. Ha criticado también con enorme dureza a los ricos. Ha puesto en boca de María, en el Magníficat, unas palabras más propias de una anarquista que de una monja de clausura, cuando alaba a Dios porque «derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos.»

Y Jesús se muestra aún más duro en el Discurso de la llanura (equivalente al Sermón del Monte de Mateo): «¡Ay de vosotros, los ricos, porque recibís vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados, porque pasaréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque lloraréis y haréis duelo! (Lc 6,24-25). El ejemplo más claro del rico que llora y hace duelo es el de la parábola del rico y Lázaro, que no podrá disfrutar de una eternidad feliz.

¿Significa esto que ningún rico puede salvarse? El episodio del rico que pretende seguir a Jesús, aunque al final desiste porque no es capaz de renunciar a su riqueza, demuestra que un rico puede salvarse si observa los mandamientos (Lc 18,18-23).

¿Qué ocurre cuando se trata de un rico explotador? La respuesta la da Lucas en el evangelio de hoy.

El ejemplo de Zaqueo (Lc 19,1-10)

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.

Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» Él bajó en seguida y lo recibió muy contento.

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»

Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»

Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»

Breve comentario

  1. Jesús no le pide a Zaqueo que lo invite a comer, le dice que quiere alojarse en su casa. Se trata de algo mucho más personal. Cuando Jesús continúe su camino, seguirá presente en la casa y la vida de Zaqueo.
  2. La conducta de Jesús resulta escandalosa. Esta vez no escandaliza a fariseos y escribas, a seglares piadosos y teólogos rancios, sino a todos sus seguidores y partidarios, que han aplaudido hasta ahora sus críticas a los ricos.
  3. La diferencia entre Jesús y sus partidarios radica en la forma de considerar al jefe de publicanos. Mientras Jesús lo considera una persona y lo llama por su nombre («Zaqueo, baja…»), sus partidarios lo desprecian («un pecador»). Ellos se dejan guiar por una ideología que condena al rico, mientras que Jesús se guía por la fe («también Zaqueo es hijo de Abrahán») y por su misión de buscar y salvar al que se ha perdido. La historia de Zaqueo recuerda las parábolas del hijo pródigo y de la oveja y la moneda perdidas.
  4. La conducta de Zaqueo supone un cambio radical y muy duro. Sin que Jesús le exija nada, por pura iniciativa, da a los pobres la mitad de sus bienes y está dispuesto a restituir cuatro veces si se ha aprovechado de alguno. Y esto es lo que Lucas pretende enseñar: incluso un rico hipotéticamente injusto puede convertirse y salvarse; pero no basta invitar a Jesús a comer, debe darse un cambio profundo en su vida, con repercusiones en el ámbito económico.

Finalmente, la conducta de Jesús con Zaqueo trae a la memoria el refrán castellano: «más moscas se atraen con una gota de miel que con un barril de hiel». Jesús podía haber criticado y condenado a Zaqueo. Sus seguidores lo habrían aplaudido una vez más. Y Zaqueo habría seguido explotando al pueblo.

Un texto precioso (Sabiduría 11,22-12,2)

La primera lectura es un excelente complemento al evangelio. Muchos piensan que el Dios del Antiguo Testamento es un ser cruel y justiciero, enemigo despiadado del pecador. Quien lea este texto tendrá que cambiar de idea: la actitud de Dios es la misma que la de Jesús con Zaqueo.

Señor, el mundo entero es ante ti como grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. Y ¿cómo subsistirían las cosas, si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. Todos llevan tu soplo incorruptible. Por eso, corriges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y los reprendes, para que se conviertan y crean en ti, Señor.

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Domingo XXXI del Tiempo Ordinario. 30 de 0ctubre, 2022

Domingo, 30 de octubre de 2022
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Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.”

(Lc 19, 1-10)

El fragmento del evangelio de este domingo es precioso. Está lleno hasta los bordes de naturalidad y frescura. Zaqueo, todo un alto funcionario, un señor, subido a un árbol. Jesús que, ni corto ni perezoso, se auto invita a comer en casa ajena.  Y todos los demás, llenos de envidia, se ponen a criticar. Y así me imagino que fue el resto de la comida, todo espontaneidad por parte de unos y otros.

Para meternos más en la escena podemos imaginarnos a algún personaje de hoy (el más famoso que te venga a la cabeza) subido a un árbol. Deseoso de que pase algo que cambie su vida por completo.

Pero como las cosas del Evangelio no son “remedios” para otros, sino invitaciones para quien se aventura por sus páginas, lo mejor será que hoy hagamos un pequeño esfuerzo y nos subamos a algún árbol. A un árbol que nos permita ver el paso de Jesús por nuestra historia personal.

Será bueno ver por dónde tiene pensado pasar Jesús y hacer todo lo posible para provocar el Encuentro. Hay que subirse al árbol aunque nos de miedo caernos, pereza subirnos o vergüenza que nos vean hacer locuras. Precisamente habrá que subir al árbol del miedo, de las críticas ajenas, de la propia vergüenza… esos árboles que crecen junto al borde del camino por el que hoy tiene que pasar Jesús.

Porque solo si nos arriesgamos a subir, podremos recibir la invitación a bajar: “…, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”.

Y bien pensado vale la pena ese pequeño esfuerzo con tal de recibir a un huésped tan especial como Jesús.

Oración

“Alójate hoy en nuestra casa

y llénala de tu salvación.

Damos la valentía necesaria

para convertir la críticas ajenas

en trampolín para llegar más arriba.”

*

Fuente: Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Salvarse es compartir.

Domingo, 30 de octubre de 2022
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DOMINGO 31 (C)

Lc 19,1-10

Una vez más se manifiesta la actitud de Jesús hacia los excluidos, que hemos catalogado como malos. Está denunciando nuestra manera de proceder equivocada, es decir, no acorde con el espíritu de Jesús. Cuando el relato lo encontramos solo en Lucas, que fue el último de los tres sinópticos en escribir su evangelio, es muy probable que no sea una tradición original sino que se formó en algún momento de la trayectoria de esa comunidad. Seguramente para responder a problemas que surgieron dentro del grupo. Que sea o no histórico no es lo importante, lo que importa son las enseñanzas que quiere trasmitirnos.

Poco antes de decir Jesús: ¡qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios! Aquí llega la salvación a un rico, que además es pecador público. En las primeras comunidades no había ni publicanos ni ricos. Todos eran pobres judíos que buscaban en Jesús una liberación que no encontraban en su religión. Pero cuando se escribe este evangelio ya se estaban incorporando judíos ricos y gentiles que están representados por Zaqueo. Estos daban el salto al seguimiento sin tener que abandonar su situación social y su trabajo. La única exigencia: salir de la injusticia y pasar a compartir lo que tienen con los que no tienen nada.

En el relato hay que presuponer más cosas y más importantes de las que dice: ¿Por qué Zaqueo tiene tanto interés en conocer a Jesús, aunque sea de lejos? ¿Cómo es que Jesús conoce su nombre? ¿Cómo tiene tanta confianza Jesús para autoinvitarse a hospedarse en su casa? ¿Qué diálogo se desarrolló entre Jesús y Zaqueo para que éste haga una promesa tan radical y solemne? Solo las respuestas a estas preguntas darían sentido a lo que sucedió. Pero es ese itinerario interno de ambos, el que marca la relación profunda entre Jesús y Zaqueo.

La reflexión de este domingo conecta con la del domingo pasado: el fariseo y el publicano. ¿Os acordáis? El creernos seguros de nosotros mismos nos lleva a despreciar a los demás, a no considerarlos; sobre todo, si de antemano los hemos catalo­gado como “pecadores”. Incluso nos sentimos aliviados porque no alcanzan la perfec­ción que nosotros creemos haber alcanzado, y de esta manera podremos seguir mirándolos por encima del hombro. “Todos murmuraban diciendo: ha entrado a comer en casa de un pecador”.

Podemos imaginar la cara de extrañeza y de alegría cuando oye a Jesús llamarle por su nombre; lo que significaría para él que alguien de la categoría de Jesús, no solo no le despreciase, sino que le tratara incluso con cariño. Zaqueo se siente aceptado como persona, recupera la confianza en sí mismo y responde con toda su alma a la insinuación de Jesús. Por primera vez no es despreciado por una persona religiosa. Su buena disposición encuentra acogida y se desborda en total apertura a la verdadera salvación.

Una vez más utiliza Lucas la técnica del contraste para resaltar el mensaje. Dos extremos que podíamos denominar Vida-Muerte. Vida en Jesús, abriéndose a otro hombre con limitaciones radicales. Vida en Zaqueo que, sin saber muy bien lo que buscaba en Jesús, descubre lo que le restituye en su plenitud de humanidad y lo manifiesta con la oferta de una relación más humana con aquellos con los que había sido más inhumano. Muerte en la multitud que, aunque sigue a Jesús físicamente, con su opacidad impide que otros lo descubran. Muerte en “todos”, escandalizados de que Jesús ofrezca Vida al que solo merecía desprecio.

¿Hemos actuado nosotros como Él, a través de los dos mil años de cristianismo? ¿Cuántas veces, con nuestra actitud de rechazo, truncamos esa buena disposición inicial y conseguimos desbaratar una posible liberación? Al hacer eso, creemos defender el honor de Dios y el buen nombre de la Iglesia. Pero el resultado final es que no buscamos lo que estaba perdido y, como consecuencia, la salvación no llega a aquellos que sinceramente la buscan. Como Zaqueo, hoy muchas personas se sientes despreciadas por los dirigentes religiosos, y además, los cristianos con nuestra actitud, seguimos impidiéndoles ver al verdadero Jesús.

Muchas personas que han oído hablar de Jesús quisieran conocerlo mejor, pero se interpone la “muchedumbre” de los cristianos. En vez de ser un medio para que los demás conozcan a Jesús, somos un obstáculo que no deja descubrirlo. ¡Cuánto tendría que cambiar nuestra religión para que en cada cristiano pudiera descubrirse a Cristo! Estar abiertos a los demás es aceptar a todos como son, no acoger solamente a los que son como yo. Si la Iglesia propone la actitud de Jesús como modelo, ¿por qué se parece tan poco nuestra actitud a la de Jesús?

Siempre que se ha consumado una división entre cristianos, habría que preguntarse quién tiene más culpa, el que se equivoca pero defiende su postura con honradez o la intransigencia de la iglesia oficial, que llena de desespe­ranza a los que piensan de distinta manera. Lutero no pretendía una separación de Roma, sino una purificación de los abusos que los jerarcas de la iglesia estaban cometiendo. ¿Quiere decir esto que Lutero era el bueno y el Papa el malo? Ni mucho menos; pero con más comprensión y menos soberbia se hubiera evitado la división.

Hacer nuestro el espíritu de Jesús es caminar por la vida con el corazón y los brazos siempre abiertos. Estar siempre alerta a los más pequeños signos de búsqueda. Acoger a todo el que venga con buena voluntad, aunque no piense como nosotros; incluso aunque esté equivocado. Estar siempre dispuestos al diálogo y no al rechazo o la imposición. Descubrir que lo más importante es la persona, no la doctrina ni la norma ni la ley.

No acogemos a los demás, no nos paramos a escuchar, no descubrimos esa disposición inicial que puede llevar a una conversión. La acogida con sencillez tendría que ser la postura de los seguidores de Jesús. Apertura incondicional a todo el que llega a nosotros con ese mínimo de disposición, que puede reducirse a simple curiosidad, como en el caso de Zaqueo; pero que puede ser el primer paso de un auténtico cambio. No terminar de quebrar la caña cascada, no apagar la mecha que todavía humea, ya sería una postura interesante; pero hay que ir más allá. Hay que tratar de restablecer y vendar la caña cascada y avivar la mecha que se apaga.

El final del relato no tiene desperdicio: “He venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”. ¿Cuándo nos meteremos esto en la cabeza? Jesús no tiene nada que hacer con los perfectos. Solo los que se sienten perdidos podrán ser encontrados por él. Esto no quiere decir que Jesús tenga la intención de restringir su misión. Lo que el relato deja claro es que todos necesitamos avanzar. Solo el que tiene conciencia de estar enfermo buscará un médico.

El relato desmonta el cacareado discurso populista de que Jesús hizo una opción preferencial por los pobres. Sería cierto si entendemos por pobreza la carencia de humanidad. Jesús intentó librar al hombre de su pobreza material, que le impedía desplegar su propia humanidad y también liberar al rico de su riqueza que le impide ser humano con los demás. Es fácil liberar al pobre de su pobreza que no depende de él y está deseando superar. Es más difícil liberar al rico porque está encantado con sus privilegios y no desea otra cosa.

Meditación

Solo lo que está perdido necesita ser buscado.
No se trata de sentirse “indigno pecador”.
Se trata de tomar conciencia de la dificultad del camino
y sentir la necesidad de ayuda para alcanzar la meta.
Si me empeño en caminar en solitario, seguro que me perderé.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Zaqueo.

Domingo, 30 de octubre de 2022
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Lc 19, 1-10

«Al ver esto, todos murmuraban»

Hay escenas del evangelio que se prestan especialmente a la contemplación, y ésta es una de ellas. Su mensaje de fondo es que Jesús no considera al pecador un ser malvado, sino necesitado, y ésa es una de las mejores noticias que podíamos recibir. Pero, aparte del mensaje, este pasaje nos invita a disfrutar contemplando un suceso que muestra fielmente su independencia de juicio y su libertad de acción.

Imaginemos Jericó en tiempos de Jesús; un vergel de palmeras y pinos silvestres en las cercanías del Jordán. La benignidad de su clima y la belleza de su paisaje hacían de esta población un lugar idóneo para residir, y no eran pocos los personajes notables de Jerusalén que la habían adoptado como lugar de residencia. Bien es cierto que el fenómeno de masas surgido en Galilea en torno a Jesús no tenía demasiado eco en Judea, pero su fama de líder poderoso le había convertido en un personaje conocido por muchos judíos.

No es extraño, por tanto, que cuando sus habitantes le vieron acercarse rodeado de un amplio séquito de galileos camino de Jerusalén, saliesen para recibirle en la puerta del Este. Como ocurre en estas ocasiones, los notables de la ciudad se esforzaban por no pasar inadvertidos, y es de suponer que se disputaban el honor de hospedar al profeta y sus amigos más íntimos en sus casas.

Entró pues Jesús en la ciudad rodeado de personas importantes que le estrujaban y le agobiaban con mil atenciones superfluas. De pronto, y ante el asombro de todos, detuvo su marcha, miró a un hombre que se hallaba subido a un árbol para verle mejor, y le dijo: «Zaqueo … hoy me hospedaré en tu casa».

Zaqueo era el jefe de los publicanos de Jericó; un hombre, por tanto, muy rico, aunque proscrito y odiado por causa de su profesión. Por eso, cuando la gente importante que acompañaba a Jesús se vio preterida por un pecador público, quedó atónita y escandalizada. Ya no le aclamaban ni le apretujaban, y una oleada de murmullos de desaprobación llenó la escena. El espectáculo había terminado de la forma más inesperada,

No conocían a Jesús. Ignoraban que para él los importantes no eran los sabios, los ricos o los poderosos, sino los necesitados —aunque en este caso la necesidad no fuese de índole económica—. Tampoco sabían que nunca le detenían los prejuicios o el qué dirán, y que no tenía ningún reparo en que le viesen en compañía de personas aborrecidas por todos.

Y es que, con su actitud, Jesús quería mostrarles que lo importante son las personas; que los tenidos por pecadores son en realidad los más necesitados de ayuda, y que él no los despreciaba, sino que, por el contrario, les prestaba el apoyo que necesitaban. Y lo hacía a su manera; liberándoles de la vergüenza, la humillación y el sentido de culpa que con tanto ahínco fomentaban en ellos los tenidos por buenos.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Altura social y pequeño de estatura.

Domingo, 30 de octubre de 2022
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zaqueo(Lc 19, 1-10)

Zaqueo era un personaje de altura social, encumbrado por su status de jefe de publicanos, es decir, judío importante que colaboraba con Roma para cobrar impuestos a la gente del pueblo al que pertenecía.

Hay que recalcar que no era un simple publicano sino jefe de publicanos con un equipo de recaudadores que gestionaban el cobro de impuestos.

Estaba situado en un perfil que podríamos llamar “prestigio-desprecio”. La gente que tenía un recaudador judío para los pagos al Imperio Romano no debía mirar con buenos ojos a estos tipos.

Pero el evangelio añade más información sobre Zaqueo: además de una privilegiada profesión, era rico.

No hace falta haber estudiado economía y finanzas para comprender que debía ser fácil la corruptela de inflar las cantidades que Roma quería recaudar y fueran quedándose en los bolsillos de los que las administraban. Esto es un clásico en la historia de la humanidad. Lo sabemos.

Zaqueo, que tenía altura social, no le pasaba lo mismo con su altura física, era pequeño de estatura. Pero hay que reconocer que cuando algo le interesaba no le importaba hacer incluso el ridículo. Era un hombre con empuje.

“Trataba de ver a Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío”, ya hemos dicho que era bajo de estatura. “Corriendo más adelante se subió a una higuera para verlo, porque tenía que pasar por allí”.  Ni corto ni perezoso, con decisión, sin que le importara qué dirían de él, estuvo subido a un árbol aguantando miradas. Podemos imaginarlo, además, vestido con un traje que denotara su posición social. Impresionante.

¿Qué habría escuchado de Jesús para atreverse a hacer lo que hizo? Sólo verle pasar. No creo que esperara nada más.

“Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa”. Dice el texto que “él se dio prisa en bajar”, más que prisa debió ser el sobresalto de emoción al escuchar lo que Jesús le decía. “Y lo recibió muy contento”, en su casa, en su espacio vital; él que sólo pensó lo vería a vista de pájaro.

Pero, los que vieron entrar a Jesús en casa del jefe de publicanos “al ver esto, murmuraban diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”.

Aquí empieza la reflexión. Quizás Zaqueo empezó la repartición de la mitad de sus bienes a los pobres y restituyendo cuatro veces más lo que hubiera defraudado, haciendo un repaso a sus miserias como recaudador y rico, frente a la figura de Jesús que se dejó acoger por él.

Aquel día puede ser hoy o cualquier otro día. “También este es hijo de Abrahán”, le devuelve a su dignidad. “Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”. Toda persona es hija de Dios e importante para ser salvada.

Zaqueo nos da que pensar. Hay un primer paso y él lo dio para conocerte.

¿Cómo llegar a Tu comprensión mirando a los que ponen precio a los recursos naturales, la salud, la educación, la justicia, los derechos humanos, al cuidado del planeta, a la vida de la gente?

¿Cómo llegar a Tu comprensión si apartamos la vista para no ver a quienes buscan una vida digna y se van quedando por el camino?

Subámonos, como Zaqueo, a una higuera para ver el mundo desde esa perspectiva y llevemos para leer el Libro de la Sabiduría (Sb 11, 22-12,2): “Te compadeces de todos, porque todo lo puedes y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste. (…) Por eso corriges poco a poco a los que caen, los reprendes y les recuerdas su pecado, para que, apartándose del mal, crean en ti, Señor”.

Echemos una mano en la búsqueda y ayudemos a salvar lo que está echado a perder.

Mari Paz López Santos

2022.10.30 – FEADULTA

 Fuente Fe Adulta

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El amor transforma

Domingo, 30 de octubre de 2022
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300B25B5-D100-47F2-8B9A-104057FD332CDomingo XXXI del Tiempo Ordinario

30 octubre 2022

Lc 19, 1-10

El relato del encuentro de Jesús con Zaqueo contiene una extraordinaria riqueza, que se manifiesta incluso en los detalles aparentemente más insignificantes, cuando se leen en clave simbólica, en la que, con seguridad, fue escrito. En el texto cabe distinguir, al menos, cinco escenas: la situación de Zaqueo, su actitud, la actitud de la gente, la actitud de Jesús y el resultado final.

Zaqueo era “jefe de publicanos y rico”, pero al mismo tiempo, por su profesión, objeto de desprecio manifiesto por parte, no solo de la gente más religiosa, sino de la mayor parte del pueblo. Desprecio que lo condenaba a la marginación social.

Sin embargo, aun en esa situación, algo le impulsa a buscar, llegando al extremo de un comportamiento manifiestamente ridículo -subirse a una higuera- para un hombre de su rango económico.

Jesús lo ve, le habla y se invita a su casa, afrontando las murmuraciones de la gente, para quienes alguien se contaminaba por el hecho de entrar en la casa de un pecador. Pero Jesús es libre frente a críticas y prejuicios. Él es un hombre que “ve” a Zaqueo en su corazón -el que era un “hijo del demonio” para la gente, es visto por Jesús como un “hijo de Abraham”-, toma la iniciativa y hace posible el encuentro con aquel con quien nadie quería encontrarse.

El efecto es sorprendente: Zaqueo “se pone en pie” -es decir, recupera su dignidad humana- y libera, a la vez, su anhelo de justicia y su capacidad de amar. Y ello fue posible porque se sintió “visto” en su corazón.

Y el relato culmina con una frase que, según el autor del evangelio, sintetiza toda la existencia de Jesús y constituye el “programa” de vida de toda persona sabia: “buscar y salvar lo que estaba perdido”, es decir, ayudar a pasar de la ignorancia y del sufrimiento a la comprensión y a la vida plena.

¿Qué evoca en mí cada una de las cinco escenas?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Zaqueo: Zacarías, que significa: Dios me recuerda con afecto.

Domingo, 30 de octubre de 2022
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índiceDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Zaqueo: Dios me recuerda, me salva “Hoy”

    Zaqueo es una contracción, como un diminutivo de Zacarías, que significa: Dios me recuerda. Es algo de lo que significa Jesús: Dios salva. Dios no se olvida de nosotros.

“hoy” (no mañana)hoy ha entrado la salvación a esta casa”

La salvación del Dios de Jesús ha acontecido ya, Hoy estamos salvados: Hoy tengo que alojarme en tu casa. Hoy ha entrado la salvación a esta casa, (Lc 19,5.9).

Es la teología lucana (S Lucas) que nos hace ser conscientes de que hoy –no mañana- hoy estamos salvados.

  • El hoy del evangelio de Lucas es radical. La salvación ya está entre nosotros: estamos salvados hoy, no mañana. San Lucas lo repite de comienzo a fin de su evangelio:
  • Cuando Jesús nace en Belén la noticia se difunde a los pastores (marginados): Hoy os ha nacido, un Salvador, (Lc 2, 11).
  • En su “discurso programático, al comienzo de su ministerio, tras leer la Escritura Jesús dice: la sinagoga: Hoy se cumple ante vosotros esta Palabra, (Lc 4, 21).
  • Ahora con Zaqueo ocurre lo mismo: Hoy ha llegado la salvación a esta casa.
  • Al pobre Pedro le pasó algo por el estilo: Pedro se acuerda de que el Señor le había dicho; Hoy mismo, antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces y arrepentido llora amargamente, (Lc 22, 61)
  • Y fue lo último que Jesús hizo en este mundo: le dijo (al buen ladrón): Hoy estarás conmigo en el Paraíso. (Lc 22, 61)
  • No estaría de más una revisión de la asignatura pendiente de las indulgencias, del “perdón a plazos” del purgatorio, etc.
  • La salvación está ya, hoy, en nuestra historia.

Estamos, pues, en un ámbito, en una historia de salvación.Hoy (no mañana) estamos salvados

Desde esta teología de Lucas  nos haría bien una revisión de la doctrina del purgatorio.

Zaqueo era archi (jefe) de publicanos: cobrador y ladrón de impuestos para el Imperio romano (poder opresor).

    Lo de los publicanos en san Lucas tiene su ironía. En este evangelio aparecen seis publicanos y todos son puestos como modelos de buena actitud existencial.

    Y es que el Dios de Jesús es así. Ya en el Antiguo Testamento Dios se muestra bondadoso y salvífico. Lo hemos escuchado en el espléndido texto de la Sabiduría (1ªlectura)

Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado… a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida.

    Después de leer este texto, el alma se esponja. Dios no odia a nadie, sino que a todos nos acoge ya desde ahora, hoy. El cristianismo es un canto a la vida, al amor, al perdón.

Desde este texto del libro de la Sabiduría nos haría bien una revisión de la doctrina del infierno.

02.- No da la talla.

Y los males de Zaqueo no terminan ahí, no solamente era un ladrón legal, sino que además era “corto de estatura”: no daba la talla, diríamos nosotros. Y la cortedad no se refiere a lo físico.

Todo ser humano es pequeño, poca cosa, por mucho que se lo tenga o nos lo tengamos creído…

Zaqueo andaba corriendo de aquí para allá queriendo y saber quién era Jesús, quería ver a Jesús (v 3). Trataba de distinguir quién era Jesús. Zaqueo buscaba la verdad, la vida.

En la vida hay evoluciones, involuciones, revoluciones, devoluciones… Hay etapas, situaciones en las que no vemos el camino a seguir, andamos perdidos, despistados. No hay que quedarse en la higuera.

¿Cambio algo alguna vez en mi vida?

03.- Zaqueo se sube a un árbol, a una higuera.

Zaqueo, el pobre hombre,  no podía entrar en ninguna casa, porque era “persona non grata”, tampoco podía entrar en institución alguna, ni en el Templo.

Se sube a un árbol, lo cual tiene también su retranca Se sube a una higuera (sicómoro). (Lc 19,4), para ver quién era Jesús. La higuera es Israel, algo así como el pozo de Jacob en Juan 4. La higuera representa la Complutense, la UPV, el centro de la sabiduría, el árbol de Gernika, el parlamento, el Obispado, la cátedra. Pero desde esas instancias e instituciones se ve poco, más bien nada, al menos nada decisivo.

    Baja de una vez de esos árboles

La alusión a otro árbol es también evidente: donde se ve a JesuCristo es en el árbol de la cruz.

04.- Jesús le mira de abajo arriba (y no al revés).

Es Jesús quien se acerca y le mira de abajo arriba: levantó los ojos (Lc 19,5) [1]. No es lo mismo mirar de abajo arriba: el publicano que no se atrevía a levantar la mirada (Lc 18,13), que mirar de arriba abajo, por encima del hombro. (Que se lo pregunten a los emigrantes, a los negros, a los pobres, a los sin techo, a los marginados de la sociedad y de la Iglesia…

05.- ¡Anda, baja rápido de la higuera! Y Zaqueo baja y se pone contento, (Lc 19,5).

    Lo de “estar en la higuera” tiene para nosotros un sentido de despiste e ingenuidad: “estás en la inopia, que no te enteras, baja del guindo”. Jesús le dice a Zaqueo: baja de la higuera: de Israel, del poder, del escaño parlamentario, de la sede, deja ya de medrar y ponte “a pueblo llano”. [2]

06.- Zaqueo bajó a toda prisa y lo recibió muy contento en su casa.

    Dos hermosas actitudes de Zaqueo:

  1. a) Deja corriendo los tinglados del poder (la higuera). Lo del poder es que no tiene remedio: no nos gusta bajar ni dejar un milímetro de nuestra cota de poder.
  2. b) Baja encantado: dos veces hace alusión el evangelio de hoy a estar contento: Zaqueo termina contento conociendo y comiendo con Jesús.

¿Estoy contento en la vida, estoy contento porque el Señor esté en mi casa? (absténganse eclesiásticos).

07.- Zaqueo acoge a Jesús en su casa.

San Lucas emplea muchas de veces esta actitud de acogida y protección que es la casa.

  • María entró en casa de Zacarías y fue acogida por Isabel en su casa (Lc 1,40.57).
  • A pesar de ser de la casa y estirpe de David, Jesús no tuvo una casa en Belén para nacer con toda la tradición de David, del pueblo, la etnia etc. (Lc 2,7), no había una mujer como Rajab en el AT, ni un Zaqueo. Jesús entra en casa de la familia de Pedro y cura a su suegra y a toda la familia de la fiebre de poder (Lc 4,38).
  • El publicano, Leví, le ofreció a Jesús un gran banquete en su casa con un grupo grande de recaudadores de impuestos, (Lc 5,29)
  • El centurión romano no se consideró digno de que Jesús entrara en su casa, (Lc 7,6).
  • Jairo, oficial de la sinagoga le rogaba a Jesús que entrara a su casa, (Lc 8,41).
  • Marta le recibió en su casa. Lc 10,38
  • Los hijos de Israel se excusan ante el banquete y Jesús dice: Salid a los caminos y por los cercados, e invitad a todos para que se llene mi casa. (Lc 14,23).
  • El hijo perdido vuelve a casa, (Lc 15)

¿Jesús está en mi casa?

08.- El hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.

Termina así el evangelio de hoy y termina así la misión del Señor. A estas alturas del año litúrgico y de nuestra vida, nos damos cuenta agradecidamente de qué significan estas cosas. Buscar y salvar lo que estaba perdido. Desde Rahab a Zaqueo: ahí andamos muchos “hijos perdidos, ovejas perdidas” en la vida.

Seamos Rahab o Zaqueos o los dos:

Hoy ha llegado la salvación a nuestra casa

[1] Recuerda un poco la Eucaristía: Jesús “eleva los ojos al cielo”.

[2] Esto es como lo de san Pablo, que más que caer del caballo, cayó del burro…

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Vulnerabilidad LGBTQ+ como un camino a la oración genuina

Lunes, 24 de octubre de 2022
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B5B594F3-3944-46C6-B096-E63A2AC7BD33Mark Guevarra

La publicación de hoy es de colaborador invitado Mark Guavarra. Después de ser despedido como asociado pastoral por no revelar el estado de su relación, Mark se ha convertido en un defensor de la inclusión LGBTQ+ en la iglesia. Mark es estudiante de doctorado en la Unión de Graduados Teológicos, en Berkeley, California, con un interés por la sinodalidad.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el domingo 30 del Tiempo Ordinario  se pueden encontrar aquí.

El evangelio de hoy es una continuación de las parábolas de Lucas sobre la oración. La semana pasada en Bondings 2.0, Michael Sennett, mirando a la viuda que le suplica incansablemente al juez, reflexionó sobre la persistencia como un componente necesario de la oración. Esta semana miramos otro componente: la vulnerabilidad.

Brené Brown, un conocido orador y autor, habla de la vulnerabilidad de esta manera:

“La vulnerabilidad es nuestra medida más precisa de coraje. Ofrece una invitación y una promesa. Cuando nos atrevemos a dejar caer la armadura que nos protege de sentirnos vulnerables, nos abrimos a las experiencias que traen propósito y significado a nuestras vidas.”

Vemos esto desde una perspectiva teológica en la oración del publicano en el evangelio de hoy. Su simple oración expone su total vulnerabilidad ante Dios: “Oh Dios, sé misericordioso conmigo pecador.” Esto le abre la curación, la reconciliación y la verdadera libertad.

Muchos de nosotros en la comunidad LGBTQ+ sabemos de tal vulnerabilidad, especialmente en medio de los temores y dolores de visibilizarse y el posible rechazo y persecución. Nada de lo que podamos decir o hacer nos ayudará. Estamos abandonados a la misericordia de Dios y confiamos en que Dios tiene nuestros mejores intereses en mente.

Esta vulnerabilidad ha sido visceralmente compartida por muchos participantes LGBTQ+ en sesiones de escucha sinodal en todo el mundo durante el año pasado.

En un reciente seminario web de New Ways Ministry sobre las perspectivas globales LGBTQ+ sobre la sindalidad hasta ahora, Ursula Halligan comparte cómo es casi un que un milagro que la gente haya compartido de manera tan vulnerable y perseverante en la fe en medio de grandes desafíos. Hallygan ayudó a que los participantes en Irlanda incluso pidieran valientemente una disculpa por el maltrato de las personas LGBTQ+ y el rechazo de su fe por parte de la Iglesia Institucional. Afortunadamente, fue recibido con humilde reconocimiento por lo menos por algunos líderes de la iglesia.

Pero si bien la vulnerabilidad es un ideal propuesto, la parábol también es una narración con moraleja. Jesús se dirige a aquellos que estaban convencidos de su propia justicia y desprecian a todos los demás. Contrasta el recaudador de impuestos con un líder religioso santurrón .

151A268B-178B-4852-A04E-AFE7DE441D3FEl líder religioso manifiesta la arrogancia pura: “Oh Dios, te agradezco que no sea como el resto de la humanidad, -codicioso, deshonesto, adúltero,- o incluso como este recaudador de impuestos. Ayuno dos veces por semana, y pago el diezmo de mis ingresos.” En comparación con la definición de vulnerabilidad de Brown, esta oración muestra una falta de coraje y rechaza cualquier experiencia de propósito y significado para su vida. Teológicamente, el líder religioso realmente no necesita a Dios ya que ha hecho todo el trabajo requerido para su salvación.

La yuxtaposición del líder religioso santurrón y el recaudador de impuestos enseñan una lección clara, y sin embargo Jesús, así como Brown, reconoce que los humanos podemos y actuamos con justicia propia.

Somos propensos a sentirnos arrogantes y autocomplacientes, como cuando celebramos diligentemente la Misa cada domingo, damos generosamente y servimos en los ministerios. Si soy honesto conmigo mismo, puedo ser santurrón. Puedo jactarme de tener el tipo correcto de teología, orar de la manera correcta, unirme a los grupos de la iglesia correcta, e incluso venerar a los santos correctos.

Practicar la vulnerabilidad y evitar la justicia propia se reduce a la actitud correcta al participar en prácticas espirituales, participar en la comunidad, llevar a cabo la misión y reflexionar sobre Dios. Nuestra sanación y rectitud con Dios no viene automáticamente por las cosas que hacemos. Más bien, nuestra sanación y plenitud son dones ya dados a corazones humildes y vulnerables. Así es como leo a Brown cuando habla de “experiencias que traen propósito y significado a nuestras vidas.”

Y así, en estas dos parábolas llegamos a ver componentes esenciales de la oración: la perseverancia y la vulnerabilidad. Si, en nuestras vidas y en nuestra oración, optamos persistentemente por ser vulnerables y evitar la justicia propia, nuestra relación con Dios puede ser genuina. Al igual que el recaudador de impuestos que grita: “Oh Dios, sé misericordioso conmigo un pecador.”

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Guevarra con su pareja, el reverendo Mark Chiang (derecha), ministro de la Iglesia Presbiteriana de St. Andrew en Edmonton. (Proporcionada)

—Mark Guevarra, Octubre 23, 2022

Fuente New Ways Ministry

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“Desconcertante”. 30 Tiempo ordinario – C (Lucas 18,9-14)

Domingo, 23 de octubre de 2022
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51_30_TO-C_1639739Fue una de las parábolas más desconcertantes de Jesús. Un piadoso fariseo y un recaudador de impuestos suben al templo a orar. ¿Cómo reaccionará Dios ante dos personas de vida moral y religiosa tan diferente y opuesta?

El fariseo ora de pie, seguro y sin temor alguno. Su conciencia no le acusa de nada. No es hipócrita. Lo que dice es verdad. Cumple fielmente la Ley, e incluso la sobrepasa. No se atribuye a sí mismo mérito alguno, sino que todo lo agradece a Dios: «¡Oh, Dios!, te doy gracias». Si este hombre no es santo, ¿quién lo va a ser? Seguro que puede contar con la bendición de Dios.

El recaudador, por el contrario, se retira a un rincón. No se siente cómodo en aquel lugar santo. No es su sitio. Ni siquiera se atreve a levantar sus ojos del suelo. Se golpea el pecho y reconoce su pecado. No promete nada. No puede dejar su trabajo ni devolver lo que ha robado. No puede cambiar de vida. Solo le queda abandonarse a la misericordia de Dios: «¡Oh Dios!, ten compasión de mí, que soy pecador». Nadie querría estar en su lugar. Dios no puede aprobar su conducta.

De pronto, Jesús concluye su parábola con una afirmación desconcertante: «Yo os digo que este recaudador bajó a su casa justificado, y aquel fariseo no». A los oyentes se les rompen todos sus esquemas. ¿Cómo puede decir que Dios no reconoce al piadoso y, por el contrario, concede su gracia al pecador? ¿No está Jesús jugando con fuego? ¿Será verdad que, al final, lo decisivo no es la vida religiosa de uno, sino la misericordia insondable de Dios?

Si es verdad lo que dice Jesús, ante Dios no hay seguridad para nadie, por muy santo que se crea. Todos hemos de recurrir a su misericordia. Cuando uno se siente bien consigo mismo, apela a su propia vida y no siente necesidad de más. Cuando uno se ve acusado por su conciencia y sin capacidad para cambiar, solo siente necesidad de acogerse a la compasión de Dios, y solo a la compasión.

Hay algo fascinante en Jesús. Es tan desconcertante su fe en la misericordia de Dios que no es fácil creer en él. Probablemente los que mejor le pueden entender son quienes no tienen fuerzas para salir de su vida inmoral.

José Antonio Pagola

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“El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no”. Domingo 23 de octubre de 2022. 30º Ordinario

Domingo, 23 de octubre de 2022
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55-ordinarioc30-cerezoLeído en Koinonia:

Eclesiástico 35, 12-14. 16-18: Los gritos del pobre atraviesan las nubes.
Salmo responsorial: 33: Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.
2Timoteo 4, 6-8. 16-18: Ahora me aguarda la corona merecida.
Lucas 18, 9-14. El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no.

La mayor parte de las parábolas de Jesús tienen como telón de fondo la vida de las aldeas de Galilea y refleja distintas experiencias de vida del campesinado. Solamente unas pocas se salen de este marco. Una de éstas es la del fariseo y el recaudador que se sitúa en contexto urbano y, más en concreto, en la ciudad de Jerusalén, en el recinto del templo: el lugar propicio para obtener la purificación de los pecados.

La influencia y atracción del templo para los judíos se extendía incluso más allá de las fronteras de Palestina, como lo mostraba claramente la obligación del pago del impuesto al templo por parte de los judíos que no vivían en Palestina. Pagar ese impuesto se había convertido en tiempos de Jesús en un acto de devoción hacia el templo, porque éste hacía posible que los judíos mantuviesen una relación saludable con Dios.

En tiempos de Jesús, el cobro de impuestos no lo hacían los romanos directamente, sino indirectamente, adjudicando puestos de arbitrios y aduanas a los mejores postores, que solían ser gente de las élites urbanas o aristocracia. Estas élites, sin embargo, no regentaban las aduanas, sino que, a su vez, dejaban la gestión de las mismas a gente sencilla, que recibía a cambio un salario de subsistencia. Los recaudadores de impuestos practicaban sistemáticamente el pillaje y la extorsión de los campesinos. Debido a esto, el pueblo tenía hacia estos cobradores de impuestos la más fuerte hostilidad, por ser colaboracionistas con el poder romano. La población los odiaba y los consideraba ladrones. Tan desprestigiados estaban que se pensaba que ni siquiera podían obtener el arrepentimiento de sus pecados, pues para ello tendrían que restituir todos los bienes extorsionados, más una quinta parte, tarea prácticamente imposible al trabajar siempre con público diferente. Esto hace pensar que el recaudador de la parábola era un blanco fácil de los ataques del fariseo, pues era pobre, socialmente vulnerable, virtualmente sin pudor y sin honor, o lo que es igual, un paria considerado extorsionador y estafador.

En su oración, el fariseo aparece centrado en sí mismo, en lo que hace. Sabe lo que no es: ladrón, injusto o adúltero; ni tampoco es como ese recaudador, pero no sabe quién es en realidad. La parábola lo llevará a reconocer quién es, precisamente no por lo que hace (ayunar, dar el diezmo…), sino por lo que deja de hacer (relacionarse bien con los demás).

El fariseo decimos que ayuna dos veces por semana y paga el diezmo de todo lo que gana. Hace incluso más de lo que está mandado en la Torá. Pero su oración no es tan inocente. Lo que parecen tres clases diferentes de pecadores a las que él alude (ladrón, injusto, pecador) se puede entender como tres modos de describir al recaudador. El recaudador, sin embargo, reconoce con gestos y palabras que es pecador y en esto consiste su oración.

El mensaje de la parábola es sorprendente, pues subvierte el orden establecido por el sistema religioso judío: hay quien, como el fariseo, cree estar dentro, y resulta que está fuera; y hay quien se cree excluido, y sin embargo está dentro.

En el relato se ha presentado al fariseo como un justo y ahora se dice que este justo no es reconocido; debe haber algo en él que resulte inaceptable a los ojos de Dios. Sin embargo, el recaudador, al que se nombra con un despectivo “ése”, no es en modo alguno despreciable. ¿Qué pecado ha cometido el fariseo? Tal vez solamente uno: mirar despectivamente al recaudador y a los pecadores que él representa. El fariseo se separa del recaudador y lo excluye del favor de Dios.

Dios, justificando al pecador sin condiciones, adopta un comportamiento diametralmente opuesto al que el fariseo le atribuía con tanta seguridad. El error del fariseo es el de ser “un justo que no es bueno con los demás”, mientras que Dios acoge graciosamente incluso al pecador. Esta parábola proclama, por tanto, la misericordia como valor fundamental del reino de Dios. Con su comportamiento el recaudador rompe todas las expectativas y esquemas, desafía la pretensión del fariseo y del templo con sus medios redentores y reclama ser oído por Dios, ya que no lo era por el sistema del templo y por la teología oficial, representada por el fariseo.

Si la interpretación de la parábola es ésta, entonces se puede vislumbrar por qué Jesús fue estigmatizado como «amigo de recaudadores y de pecadores», y por qué fue crucificado finalmente por las élites de Jerusalén con la ayuda de los romanos y el pueblo.

En esta parábola se cumple lo que leemos en la primera lectura del libro del Eclesiástico: “Dios no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido, no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja”. Dios está con los que el sistema ha dejado fuera. Como estuvo con Pablo de Tarso, como se lee en la segunda lectura, que, a pesar de no haber tenido quien lo defendiera, sentía que el Señor estaba a su lado, dándole fuerzas. Leer más…

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23.10.22. Iglesia de fariseos y publicanos. Un tema pendiente (Lc 18, 9-14. Dom 30 TO)

Domingo, 23 de octubre de 2022
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6CB57D60-F542-41FF-B428-432519A7ED02Del blog de Xabier Pikaza:

La iglesia ha sido (es) a la vez farisea (se presenta como santa) y publicana (ha trampeado con dineros). El evangelio supone que los publicanos pueden convertirse (aunque con difícultad). Los fariseos lo tienen más difícil, sobre todo cuando justifican su razón y santidad con grandes argumentos, pero ellos también pueden convertirse, según la tradición judía (y cristiana).

Texto:

21.10.2022 | X Pikaza Ibarrondo

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: “Dos hombres subieron al templo a orar.

Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:”¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.”

Comentario

El publicano del evangelio acepta lo que es, se reconoce en Dios, puede vivir en verdad, en sí mismo, ante los otros… Al reconocerse pecador está diciendo que quiere cambiar, que lo hará, aunque el evangelio no dice cómo. Por el contrario, el fariseo, profesional de la oración, se eleva en este caso como un mentiroso: Miente ante Dios, se miente a sí mismo, y desprecia a los que él piensa que no son de su altura.

El fariseo. ¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás. Da gracias por lo que es, no va a cambiar. Desprecia a los que no son como él…, como los ricos que se creen privilegiados por serlo y que da unas pequeñas limosnas para tener más sometidos a los pobres.

 El mundo se divide para el fariseos en dos mitades: en una estaba él y Dios (¡que en el fondo eran lo mismo, él era Dios!); en la otra mitad están (estamos) todos los demás. Las cosas funcionan razonablemente bien, muy bien, y este fariseo se lo venía a decir a Dios, esto es, a sí mismo, en un gesto solemne de auto-glorificación, ante los ojos de todos, que nos habíamos apartado para dejarle sitio en el centro y le miraban, con miedo, recelo y envidia desde las esquinas de la columnata.

Gracias te doy, porque no soy como esos otros): ladrones, injustos, adúlteros.

 Sin duda, este fariseo cumple la ley con sus mandamientos (como el buen rico del texto que sigue: Lc 18, 18-31). Pero, como sabe Pablo, una ley bien cumplida, de forma legalista, lleva a la muerte, pues termina dividiendo a los hombres entre cumplidores y no cumplidores, entre limpios y manchados (expulsando de su centro a los que no son importantes). Los “cumplidores” pueden utilizar la ley para triunfar, imponiéndose sobre los demás, sin misericordia. Entre ellos se encuentra este fariseo, que ha venido a decirle a Dios que ha triunfado, y a darle gracias por ello.

  Buena es la ley, seguiría diciendo Jesús, pero entendida como la entiende este fariseo es un arma terrible, al servicio de la propia seguridad y del desprecio de los otros.

Ésta puede ser la ley de un tipo de políticos que buscan su propia justificación a costa de los otros…, a los que echan la culpa de todo.

Ésta es la ley del “buen capitalismo” (y de una “santa” iglesia)  que piensa que tiene razón en lo que hace (¡y hasta paga los impuestos, con justicia “religiosa”, y financia procesiones y manifestaciones de triunfo religioso!), pero condena a la pobreza a millones de personas… (margina a todos los distintos….).

Es la ley de los jerarcas del templo que administran con buena conciencia su dinero y su memoria histórica, para condenar a los otros (¡ladrones, injustos, adúlteros…!). Entre ellos se encuentra este buen fariseo que no adultera con mujeres de otros (¡cumple la ley!), pero quizá no ama con ternura e igualdad a la suya (ni a ninguna), y que quizá “se divierte” con mujeres libres o prostitutas (¡que eso no es adulterio!), sin importarles lo que sienten, lo que piensa.

Ni como ese publicano. La visión del publicano confirma al fariseo en la justicia y el valor de su riqueza económica o religiosa. . La visión del publicano le permite vivir más tranquilo, ser quien es y portarse como se porta… porque hay en el mundo publicanos y prostitutas a quieren utilizar sin remordimientos, porque son malos y se merecen lo que tienen (es decir, lo que no tienen).

 Este fariseo necesita que haya publicanos, para que cobren sus impuestos y realicen sus negocios sucios, necesita (probablemente) de la prostituta (por lo menos para sus desahogos morales: para sentirse bien). En el fondo, él mismo está diciendo (sin darse cuenta de ello) que su “justicia” está montada sobre la injusticia de los otros, una injusticia que él mismo está propiciando, dentro de un sistema religioso avalado por el templo (un templo al servicio de los fariseos).

Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.

 Antes se había detenido en los mandamientos de la ley de Dios (no robar, no cometer injusticias legales, no adulterar). Ahora se fija en los mandamientos de la iglesia: ayunar, pagar el diezmo… En un sentido, es un hombre ascético (ayuna), pero el ayuno puede haberse convertido en un medio de autocontrol y de auto seguridad para dominar mejor a los demás…

Es un hombre de diezmo: contribuye al mantenimiento de “su iglesia” (y de su economía, que haya pobres para servrle y justificarle)… y se limita a dar una pequeña limosna a los pobres, para que sigan estando ahí, como ejemplo de lo que no se debe ser, de lo que no se debe hacer. Posiblemente es un rico que paga buenos diezmos, es decir, que ofrece mucho dinero para obras sociales al servicio del sistema (no de los pobres); es el rico que mantiene la injusticia de fondo de fondo de la sociedad, dando incluso muchísimo dinero en caridades al servicio del propio orgullo, publicadas en la televisión de turno, magnificadas por los voceros y clientes. Da para sentirse bien, da para que se mantenga y consolide su sistema.

El publicano se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo. No, no podía mirar ni a la puerta del Sagrario. No miraba y, sin embargo, estaba mirando… No levantaba los ojos y, sin embargo, comprendía…Sabía que Dios es distinto y se ponía ante los ojos y las manos de ese Dios. Me costaba verle en el espejo, porque se escondía detrás de la columna, pero estaba seguro de era muy flaco, enfermizo, pero con ojos de amor. Me hubiera gustado jugar con él, pero no podía acercarme más allá del espejo… y así le seguí mirando.

Sólo se golpeaba el pecho, diciendo

Quería despertar su corazón su corazón “a golpes”, como se hace con alguien que parece muerto, que ha tenido una parada cardiaca y vemos que el médico sacude con fuerza su pecho para que el corazón pueda latir de nuevo…  Sabía que hay Dios y que Dios podía poner su vida en movimiento. No sabía cómo, pero tenía que cambiar. No tenía respuesta, pero la estaba buscando. El templo de Dios no es para él un lugar de justificación de lo que existe (como para el fariseo), sino un lugar de reconocimiento y cambio. Leer más…

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“La justicia parcial de Dios”. Domingo 30 Ciclo C

Domingo, 23 de octubre de 2022
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fariseo-publicanoDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

El Catecismo que estudié de pequeño decía que Dios “premia a los buenos y castiga a los malos”. Pero no concretaba quiénes eran los buenos y quiénes los malos. Y como nuestra forma de pensar es con frecuencia muy distinta de la de Dios, es probable que los que Dios considera buenos y malos no coincidan con los que nosotros juzgamos como tales.

Dios, un juez parcial a favor del pobre

Esta la imagen que ofrece la primera lectura, tomada del libro del Eclesiástico 35,12-14.16-18

El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor, y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia.

Lo más curioso de este texto es que no lo escribe un profeta, amante de las denuncias sociales y de las críticas a los ricos y poderosos, sino un judío culto, perteneciente a la clase acomodada del siglo II a.C.: Jesús ben Sira, viajero incansable en busca de la sabiduría, pero también gran conocedor de las tradiciones de Israel. Y la imagen que ofrece de Dios dista mucho de la que tenían bastantes israelitas. No es un Dios imparcial, que juzga a las personas por sus obras; es un Dios parcial, que juzga a las personas por su situación social. Por eso se pone de parte de los pobres, los oprimidos, los huérfanos y las viudas; los seres más débiles de la sociedad.

Comienza el autor diciendo: El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial. Pero añade de inmediato, con un toque de ironía: no es parcial contra el pobre. Porque la experiencia de Israel, como la de todos los pueblos, enseña que lo más habitual es que la gente se ponga a favor de los poderosos y en contra de los débiles.

Dios, un juez parcial a favor del humilde

El evangelio de Lucas (Lc 18, 9-14) ofrece el mismo contraste mediante un ejemplo distinto, sin relación con el ámbito económico.

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola:

‒ Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: «¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.» El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.» Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

La parábola es fácil de entender, pero conviene profundizar en la actitud del fariseo.

La confesión de inocencia

Un niño pequeño, cuando hace una trastada, es frecuente que se excuse diciendo: “Mamá, yo no he sido”. Esta tendencia innata a declararse inocente influyó en la redacción del capítulo 150 del Libro de los muertos, una de las obras más populares del Antiguo Egipto. Es lo que se conoce como la “confesión negativa”, porque el difunto iba recitando una serie de malas acciones que no había cometido. Algo parecido encontramos también en algunos Salmos. Por ejemplo, en Sal 7,4-6:

Señor, Dios mío, si he cometido eso, si hay crímenes en mis manos,
si he perjudicado a mi amigo o despojado al que me ataca sin razón,
que el enemigo me persiga y me alcance,
me pisotee vivo por tierra, aplastando mi vientre contra el polvo.

O en el Salmo 26(25),4-5:

No me siento con gente falsa,
con los clandestinos no voy;
detesto la banda de malhechores,
con los malvados no me siento.

La profesión de bondad

Existe también la versión positiva, donde la persona enumera las cosas buenas que ha hecho. Encontramos un espléndido ejemplo en el libro de Job, cuando el protagonista proclama (Job 29,12-17):

Yo libraba al pobre que pedía socorro y al huérfano indefenso,
recibía la bendición del vagabundo y alegraba el corazón de la viuda;
de justicia me vestía y revestía,
el derecho era mi manto y mi turbante.
Yo era ojos para el ciego, era pies para el cojo,
yo era el padre de los pobres
y examinaba la causa del desconocido.
Le rompía las mandíbulas al inicuo
para arrancarle la presa de los dientes.

El orgullo del fariseo

Volvamos a la confesión del fariseo: «¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.»

Si el fariseo hubiera sido como Job, se habría limitado a las palabras finales: Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. Pero al fariseo lo come el odio y el desprecio a los demás, a los que considera globalmente pecadores: ladrones, injustos, adúlteros. Sólo él es bueno, y considera que Dios está por completo de su parte.

La humildad del publicano

En el extremo opuesto se encuentra la actitud del publicano. A diferencia de Job, no recuerda sus buenas acciones, que algunas habría hecho en su vida. A diferencia del Libro de los muertos y algunos Salmos, no enumera malas acciones que no ha cometido. Al contrario, prescindiendo de los hechos concretos se fija en su actitud profunda y reconoce humildemente, mientras se golpea el pecho: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.

En el AT hay dos casos famosos de confesión de la propia culpa: David y Ajab. David reconoce su pecado después del adulterio con Betsabé y de ordenar la muerte de su esposo, Urías. Ajab reconoce su pecado después del asesinato de Nabot. Pero en ambos casos se trata de pecados muy concretos, y también en ambos casos es preciso que intervenga un profeta (Natán o Elías) para que el rey advierta la maldad de sus acciones. El publicano de la parábola muestra una humildad mucho mayor. No dice: “he hecho algo malo”, no necesita que un profeta le abra los ojos; él mismo se reconoce pecador y necesitado de la misericordia divina.

Dios, un juez parcial e injusto

Al final de la parábola, Dios emite una sentencia desconcertante: el piadoso fariseo es condenado, mientras que el pecador es declarado inocente: Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no.

¿Debemos decir, en contra del Catecismo, que “Dios premia a los malos y castiga a los buenos”? ¿O, más bien, que debemos cambiar nuestros conceptos de buenos y malos, y nuestra imagen de Dios?

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Domingo XXX. 23 de Octubre 2022

Domingo, 23 de octubre de 2022
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El fariseo, erguido, hacía interiormente esta oración: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como el resto…”

(Lc 18, 9-14)

¡Qué fácil es creerse buena!…o por lo menor mejor que otras personas. Como si los defectos ajenos nos dieran permiso o justificaran nuestras “pequeñas” faltas. Y es que nuestras faltas siempre son pequeñas en ‘comparación’ con las de otras personas. A fin de cuentas, yo no he matado nunca a nadie ni robo millones de euros como todos esos corruptos que pueblan los telediarios…

En el fondo, en el fondo, nuestro discurso es el mismo que el del fariseo. Y a Dios no le gusta. Nunca le ha gustado que “echemos balones fuera” que es lo que hicieron Adán y Eva cuando los sorprendió comiendo el fruto prohibido.

Cuando nos acercamos a Dios se nos caen las caretas y no nos valen de nada las excusas. Quiere que nos presentemos como somos y como estamos. Nos quiere a nosotras no a esa imagen impoluta que nos vamos construyendo.

Nos quiere libres y auténticas, tal cual nos ha creado. No le asusta nuestra debilidad, lo que le duele es que queramos ocultársela. Su perdón es infinito pero no hará nada sin nuestra libertad.

Por eso, cuando nos presentamos llenas de justificaciones, culpando a las demás, queriendo parecer lo que no somos, Él no puede transformarnos, no puede curarnos.

Pero si le mostramos nuestras heridas, el daño que hemos hecho, nuestras torpezas y desatinos, entonces sí. Con todos esos pedazos, aparentemente inútiles, Él puede recrearnos. Y lo hará. Pero necesita esos pedazos.

Necesita que nos dejemos mover por la humildad que Él ha puesto como semilla en cada una de nosotras.

Oración

Haz, Trinidad Santa, crecer esa semilla de humildad que nos has regalado.

Para que nos acerquemos a ti sin alejarnos de nuestras hermanas

(¡y sin alejarlas a ellas de ti!). Amén

*

Fuente: Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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