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Hay! ¿Habrá miedo, y angustia,? ¡Hay!

Domingo, 1 de diciembre de 2024
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IMG_8776Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.-  Angustia en la vida

        Es importante intuir qué final nos aguarda; o de otro modo, es decisivo tratar de saber cuál pueda ser el sentido de nuestra vida.

El evangelio que hemos acogido hoy está redactado en un lenguaje escatológico-apocalíptico para hablarnos del final de la historia, de nuestro propio final. Es una forma de hablar “tremendista”: habrá signos en el sol, estruendo en el mar, los astros se tambalearán, habrá angustia, miedo y miedo en los seres humanos…

Sabemos que es un lenguaje fuerte, un modo de hablar simbólico y radical y también sabemos que las cosas no sucederán así

Pero creo que no solamente es un lenguaje, sino que la vida misma nos muestra su faz de miedo, angustia.

¿O quizás, hasta cierto punto, nuestro existir no está lleno de miedo y ansiedad? Nuestra propia vida a veces se ve embargada por la desazón y la angustia.

La enfermedad y la muerte generan gran desasosiego, miedo y angustia.

Hoy en día las guerras de Ucrania e Israel nos causan también una cierta angustia a la humanidad ante la realidad bélica ya existente y ante la posibilidad de una tercera guerra mundial

02.- ¿Qué es la angustia?

La angustia es la situación de ansiedad opresiva sin causa precisa. (Diccionario RAE). La angustia es un estado afectivo difuso y penoso que se caracteriza por aparecer como reacción ante un peligro desconocido.

El filósofo (luterano) danés, Sobren Kierkegaard (1813-1855), en su libro “El Concepto de la angustia” vincula la angustia con el pecado y con la libertad.

         Este problema lo tenemos los católicos muy dentro de nosotros mismos.

Una desorbitada insistencia en el pecado, en la condenación, en el infierno ha generado una profunda culpabilidad, escrúpulo y miedo en muchas personas y conciencias

Esta “martille ante” insistencia en la culpabilidad, en el miedo a Dios y al infierno, el escrúpulo han inyectado en el alma de muchos católicos, en un estilo de catolicismo una gran angustia, un pánico a la condenación. Dios es un ser temible al que “hay que tener a raya”. Una dura experiencia de Dios encauza la vida hacia la angustia.

La religión, “los sistemas religiosos” pueden agudizar los problemas más que resolverlos. Por desgracia esta experiencia negativa nosotros la hemos vivido en nuestros tiempos jóvenes, digamos que hasta el concilio Vaticano II. Hizo mucho daño aquella predicación moral, aquellos ejercicios y confesiones torturadoras.

+       Lo malo de aquella educación es que se grababa a fuego en la psicología humana y muchas personas no pueden salir de “aquel infierno”, de aquella angustia y miedo.

         Yo me temo que esta involución que estamos viviendo en la Iglesia pretende volver a aquel tipo de moral, de cristianismo ultra riguroso.

         El Concilio supuso para muchos de nosotros una liberación: levantaos, que está cerca vuestra liberación. El Éxodo supuso la liberación del pueblo, de las tribus hebreas de la esclavitud de Egipto. El Concilio fie también para nosotros un Éxodo, una liberación.

         Yo la a la esclavitud de Egipto, anterior al concilio, no vuelvo…

03.- Algunas consideraciones

+       La angustia es una encrucijada de dimensiones, en ocasiones problemas o conflictos, no asumidos, no resueltos o no “puestos” los caminos de solución, quizás porque “no se ven” tales caminos.

+       Una dura experiencia de “Dios” puede encauzar la vida hacia la angustia.

+       Las neurosis, adicciones, comportamientos compulsivos, fanatismos, escrúpulos, etc. probablemente son expresiones angustiosas de hondos sufrimientos de los que se quiere salir, pero no se hallan caminos.

+       Tres son los ríos principales por los que fluye la angustia:

la culpa-pecado, el absurdo-sin.sentido y la muerte.

03.- La nube.

Cuando veáis venir al Hijo del hombre sobre las nubes, se acerca vuestra liberación.

         Esto no va a ser un hecho histórico. El Hijo del hombre llegará cuando nosotros lleguemos a Él.

La nube no es “quedarse a lo tonto en las nubes”. La nube es el símbolo de la protección de Dios.

+       En su marcha por el desierto, Dios protegía al pueblo del rigor del sol con la nube.

+       En el bautismo de Jesús brotó una voz desde el cielo: este es mi hijo amado.

+       En la Transfiguración la nube les envolvía a los apóstoles allí presentes

+       En la Ascensión JesuCristo quedó tapado por la nube, que significa: Dios.

         Cuando venga el hijo del Hombre o nosotros lleguemos a Él, la nube, el ámbito de Dios nos acogerá, nos cubrirá. Estamos y terminaremos en Dios.

         Esta confianza despeja la angustia y nos confiere una gran serenidad en la vida. ¡Cuántas veces repitió Jesús: no tengáis miedo!

         La esperanza en el futuro es la serenidad y alegría del presente, porque se acerca nuestra liberación

04.- Se acerca vuestra liberación.

         En la situaciones de miedo y angustia, miremos al cielo, a la nube. “Siempre está Dios” que es nuestra liberación.

         Jesús, el cristianismo no hurga en el terror, más bien el cristianismo es todo lo contrario: sana la culpabilidad, la depresión y nuestras enfermedades más profundas, nos libera de la muerte.

+       La salida al problema de la libertad – culpa, no está en que se rebajen las leyes y sea más fácil la cosa, sino en no temer y confiar cuando hemos hecho mal uso de la libertad.

+       La solución al problema de la muerte, no está en la resurrección, sino en la confianza en Dios (Bonhoeffer).

+       La salida al absurdo, al vacío está en confiar en el ser.

+       No temáis, confiad.

05.- Ánimo

        Cada cual y todos comenzamos el Adviento como nos pilla la vida personal y comunitaria: Vivamos serán y esperanzadamente. Hemos de activar la esperanza precisamente cuando no tenemos muchos motivos ni ganas.

Se acerca vuestra liberación

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“Tengan ánimo, se acerca su liberación”, por Consuelo Vélez

Domingo, 1 de diciembre de 2024
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IMG_8792De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del I domingo de adviento 01-12-2024

Este primer domingo de adviento nos invita a la preparación efectiva, reconociendo que la fidelidad es inherente al seguimiento de Jesús

Cuando las situaciones se tornan difíciles es necesario mantenerse en pie, reconociendo la liberación que se acerca

Llega la palabra de esperanza y fortaleza: enderécense y levanten la cabeza, no se contenten con poco, sigan trabajando por los valores del reino

Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra se angustiarán los pueblos, desconcertados por el estruendo del mar y del oleaje. Las personas desfallecerán de miedo, aguardando lo que le va a suceder al mundo; porque hasta las fuerzas del universo se tambalearán. Entonces verán al Hijo del Hombre que llega en una nube con gran poder y gloria. Cuando comience a suceder todo esto, enderécense y levanten la cabeza, porque ha llegado el día de su liberación. Presten atención, no se dejen aturdir con el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que aquel día no los sorprenda de repente, poque caerá como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. Estén despiertos y oren incesantemente, pidiendo poder escapar de cuánto va a suceder, así podrán presentarse seguros ante el Hijo del Hombre (Lc 21, 25-28.34-36)

Comenzamos el tiempo de adviento, es decir, de espera gozosa del Niño que viene, del Jesús que nacerá entre nosotros. Pero el texto que nos ofrece Lucas este domingo tiene un lenguaje apocalíptico que nos habla más de miedo y confrontación que de alegría y gozo. Ahora bien, la alegría cristiana no brota de algo casual o insignificante. Esta viene del triunfo de la vida sobre la muerte, de la alegría sobre la tristeza, del triunfo del Señor Jesús sobre todas las fuerzas del anti reino como celebrábamos la semana pasada en la conmemoración de Cristo Rey. Por tanto, aunque nos iremos acercando a la alegría que viene de reconocer en un pequeño niño al Hijo de Dios entre nosotros, hoy se nos invita a la preparación efectiva para ese momento, reconociendo que la fidelidad es inherente al seguimiento de Jesús y, por tanto, cuando las situaciones se tornan difíciles y pareciera que la buena noticia que trae Jesús no es escuchada por nadie, en ese momento, el mantenerse en pie, es el camino para reconocer la liberación que se acerca y llegar a ser destinatarios de la misma.

No es fácil mantener la fidelidad. Son muchos los esfuerzos que se hacen para vivir el amor y la verdad, la paz y la reconciliación, la solidaridad y le entrega y, cuando se mira a nuestra sociedad y a nuestra iglesia, pareciera que nada cambia e incluso, algunas veces, empeora. Las guerras de nuestro mundo, el hambre, la injusticia social nos hacen sentir que las fuerzas del universo se tambalean y que más vale vivir el momento presente sin trabajar por los cambios necesarios. Todo esto es la realidad que experimentamos muchas veces. Pero aquí viene la palabra de esperanza y fortaleza: enderécense y levanten la cabeza, no se contenten con poco, sigan trabajando por los valores del reino que la promesa del Señor no quedará defraudada y la liberación se hace real en muchas circunstancias y se seguirá concretando, una y otra vez, en la historia que tenemos por delante. Esa esperanza confiada a la que nos invita el texto se personifica en la figura del Hijo del Hombre que representa un personaje mesiánico que vendrá a realizar su juicio en el último día, donde quedará evidente la liberación que el Señor trae, venciendo todas las fuerzas del anti reino que no quieren que llegue.

Orar incesantemente, como dice el texto, no significa refugiarse en una capilla pidiendo que Dios intervenga mágicamente. Por el contrario, la oración que Dios quiere es aquella que se traduce en compromiso, en constancia, en insistencia, en fidelidad, como ya lo dijimos. Comencemos este tiempo de adviento renovando la esperanza, manteniendo la fe, practicando insistentemente el amor en todas nuestras palabras y obras.

(Foto tomada de: https://mividaenxto.com/oracion-en-familia-encender-la-primera-vela-de-la-corona-de-adviento/)

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Primer Domingo de Adviento (Lucas 21,25-28.34-36).

Domingo, 1 de diciembre de 2024
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IMG_8795Comentario a la lectura evangélica (Lucas 21,25-28.34-36) del I Domingo de Adviento. Por P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Comenzamos el Adviento y la liturgia nos propone un texto casi como una admonición, una invitación a comprender lo que nos propone hacer Dios.

Una re-creación, en cierto modo.

Porque es una Creación inversa la que describe Lucas al comienzo de este nuevo año litúrgico: el Génesis, en un lenguaje poético y parabólico, relata el paso del caos a la armonía; aquí, Lucas, en un lenguaje denso en imágenes y visiones, llamado apocalíptico, describe el paso de la armonía al caos.

Describe, de forma imaginativa, lo que vive su comunidad, frágil vasija de barro en medio de vasijas de hierro, aparentemente desbordada por los grandes acontecimientos del Imperio: guerras, luchas de poder, migraciones, hambrunas…

Lo que estamos viviendo ahora, en una letanía interminable de agravios, degradación, violencia e incomprensión crecientes, problemas globales sin resolver, desde el clima hasta el trabajo, en una época en la que las guerras han reaparecido y se cobran víctimas en diversos rincones de la Tierra, de un caos que ha puesto al descubierto todas nuestras ilusiones.

De la Creación al caos. Esto está ocurriendo, por supuesto.

O esto es lo que creemos que está ocurriendo.

Y ese hombre siempre ha pensado.

En cada época. En cada momento. En cada vida.

No es nada nuevo quejarse, esperar lo peor.

No es ahí donde radica la novedad del Evangelio. Tampoco nosotros, los cristianos, engrosamos las interminables filas de los quejosos profesionales. Al contrario.

Levantad la cabeza.

Lucas, provocador, entra en escena al principio de este adviento, dándonos la vuelta a la tortilla, tomándonos amablemente por las narices, burlándose de nuestra actitud de todos los días, seria y preocupada, que tanto nos gusta llevar.

Desacredita nuestro victimismo, desacredita nuestras ansiedades.

Nada de escenas de pánico, nada de grupos apiñados de fieles encerrados en sacristías esperando el fin del mundo, nada de sitios apocalípticos de devotos últimos defensores de la fe, de críticos embozados en despachos divinos, de ninguna manera.

Es normal que el mundo esté siempre en equilibrio.

Que nosotros también lo estemos. En equilibrio sobre un abismo, en equilibrio sobre el caos.

Después de todo, ¿no era eso exactamente lo que Dios pretendía cuando creó el Universo? ¿Dar orden al caos sin destruirlo? ¿Orientarlo? ¿Y no fue ésa la tarea que encomendó a ese ser humano hecho a su imagen? ¿La de seguir creando?

Así que, sin aspavientos, cuando se construye una casa es normal que falten los últimos retoques, que haya muchos ladrillos tirados, que ciertas cosas aún no se vean limpias y ordenadas.

El trabajo está en marcha, recordémoslo. El mundo no está completo.

Y ante todos estos acontecimientos, dice Jesús, no nos dejemos llevar por el pánico.

Levantemos la cabeza. Porque el tiempo juega a nuestro favor.

La historia es lo que es. Un conjunto de acontecimientos sombríos y de prodigios.

El tiempo es lo que es, temeroso y pendenciero.

El hombre es lo que es, una mezcla de barro y espíritu divino.

¿De qué nos sorprendemos? Veamos más allá de la apariencia. Es Dios quien viene.

Trabajo en curso…

Pero debemos actuar. No quedarnos de brazos cruzados.

Trabajar, y duro.

Jesús también nos dice lo que debemos hacer: mantengamos nuestro corazón ligero, no dejemos que se agobie en disipaciones, ansiedades y preocupaciones.

Evitemos cargar nuestras vidas, volemos alto, mantengamos nuestros pensamientos y nuestras almas por encima del caos.

No malgastemos el tiempo, las emociones, los pensamientos. Lo poco que tenemos, lo que llevamos en el corazón, no lo disipemos. Guardemos nuestros pensamientos, tengamos el volante de nuestras vidas firmemente en nuestras manos, sabiendo hacia dónde dirigir nuestro coche interior.

No nos aturdamos con ilusiones, con expectativas, con ruidos excesivos. No cedamos a las muchas sirenas que intentan vendernos la felicidad de todas las maneras. Permanezcamos lúcidos.

La vida trae consigo preocupaciones, inquietudes, cosas que hacer, problemas que resolver, por supuesto.

Pero no pueden ocupar todo nuestro espacio interior, no pueden envenenar todo lo que somos.

Y esto sólo podemos hacerlo mirando hacia arriba.

Volviendo a nosotros mismos. Dando espacio al alma que brilla en medio de la oscuridad.

Prepararnos para la Navidad, hacer sitio a Dios, sin jugar con emociones ñoñas pero conscientes de que Cristo pide continuamente entrar en nuestras vidas, nacer en nuestras opciones cotidianas.

Cabe, sí, y hoy podemos empezar de nuevo.

No nos escondamos detrás de la preocupación de un mundo que se desmorona. No pongamos excusas a nuestro evidente malhumor, no pongamos condiciones a la felicidad.

Conciencia, eso es lo que hace falta.

Jerusalén será rebautizada ‘Señor nuestra justicia’, es decir, el Señor ha conseguido inculcarnos la justicia. Así anima Jeremías a los que han vuelto del exilio y sólo han encontrado escombros y están desanimados, sabiendo que no podrán ver la reconstrucción de la ciudad y del templo.

Llevará tiempo, y mucho tiempo, ver Jerusalén reconstruida.

Harán falta siglos y la venida del Mesías.

Pero Jeremías nos señala una clave, un horizonte, un más allá.

No, el mundo no está cayendo en el caos, como dicen los agoreros, falsos profetas, sino en los brazos de Dios. Yo lo creo, lo vivo con dificultad, lucho por construir espacios de Reino en el caos, oportunidades de luz en la oscuridad, orden en mí y donde vivo.

Como el cantero que tallaba una piedra para la Catedral que nunca vería terminada, yo también hago mi parte viviendo con justicia y mirando hacia arriba.

Él viene, el Señor, no lo dudemos.

Que nos sepamos en buenas manos, es decir, amados en medio de tanta turbulencia.

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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Martes 15 de Agosto de 2023. La Asunción

Martes, 15 de agosto de 2023
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1ª LECTURA

Apocalipsis 11, 19a;12,1.3-6a.10ab

Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal

Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de la alianza. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Apareció otra señal en el cielo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas. Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra. El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar luz, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera. Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios. La mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar reservado por Dios. Se oyó una gran voz en el cielo:

“Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo.

***

Salmo responsorial: 44

De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.

Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir. R.

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu Señor. R.

Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real. R.

***

2ª LECTURA

1Corintios 15, 20-27a

Primero Cristo como primicia; después todos los que son de Cristo

Hermanos:

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.

Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.

***

EVANGELIO

Lucas 1, 39-56

El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludo a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”

María dijo:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.”

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

*

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy (15 de Agosto de 1977)

***

SU CUMPLEAÑOS

… todo este gesto tan amable de su presencia y sobre todo de su oración, por este servidor de ustedes, a quien abruma este cariño del pueblo y por el cual estoy dispuesto a seguir dando los años que el Señor me conceda. Y considero como un bello regalo de cumpleaños, que la Iglesia misma se hace, este nuevo diácono que vamos a ordenar.

LA ASUNCIÓN DE MARIA

Y en el ambiente del misterio que celebramos hoy, cómo recobra encanto toda esa fiesta de la Arquidiócesis en su Catedral. La asunción en cuerpo y alma de la Virgen al cielo no es una opinión piadosa. Es un dogma de fe, el dogma diríamos, de moda, el más reciente. Fue al clausurar el año de 1950 aquel gran Año Santo, que llevaba a Roma muchedumbres y que recibía aquel gran Pontífice que fue Pío XII. Durante esos años, se hizo una consulta muy interesante a todos los obispos del Mundo: ¿Cómo estaba en el pueblo la creencia de esta verdad, de que María ha sido llevada en cuerpo y alma al cielo? Al mismo tiempo que recogía la tradición de la liturgia, de la teología, y todo lo profundo que la Iglesia tiene en sus estudios, pudo tener la seguridad, el 1º de noviembre de aquél Año Santo, de proclamar como dogma de fe, y que por tanto es obligatorio creerlo todos los católicos, que María, después de terminar su curso mortal en la tierra, fue asunta, como recogida por Dios, en cuerpo y alma. Podemos decir, hermanos, porque una verdad que corresponde a los orígenes de nuestro cristianismo, a los orígenes del mismo Cristo, apenas en nuestro tiempo se proclama dogma de fe, no es que el Papa Pío XII inventó que María ha sido llevada en cuerpo y alma, como si hubiera inventado esa verdad hoy en 1950. Los dogmas no los hace el Papa. El Papa lo que hace es poner el sello de su autoridad, de su magisterio, para darle seguridad al pueblo de que esa verdad está contenida en la divina revelación. Y lo creemos no sólo porque lo dice el Santo Padre, sino sobre todo porque lo ha dicho Dios y lo ha revelado en la Sagrada Biblia y en la tradición viviente de la Iglesia. Leer más…

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“Seguidora fiel de Jesús”. Asunción de María – C (Lucas 1,39-56)

Martes, 15 de agosto de 2023
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36343649-98FE-402D-8C73-BB8B911BC97ASanta María del Coro, San Sebastián

Los evangelistas presentan a la Virgen con rasgos que pueden reavivar nuestra devoción a María, la Madre de Jesús. Su visión nos ayuda a amarla, meditarla, imitarla, rezarla y confiar en ella con espíritu nuevo y más evangélico.

María es la gran creyente. La primera seguidora de Jesús. La mujer que sabe meditar en su corazón los hechos y las palabras de su Hijo. La profetisa que canta al Dios, salvador de los pobres, anunciado por él. La madre fiel que permanece junto a su Hijo perseguido, condenado y ejecutado en la cruz. Testigo de Cristo resucitado, que acoge junto a los discípulos al Espíritu que acompañará siempre a la Iglesia de Jesús.

Lucas, por su parte, nos invita a hacer nuestro el canto de María, para dejarnos guiar por su espíritu hacia Jesús, pues en el «Magníficat» brilla en todo su esplendor la fe de María y su identificación maternal con su Hijo Jesús.

María comienza proclamando la grandeza de Dios: «mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava». María es feliz porque Dios ha puesto su mirada en su pequeñez. Así es Dios con los sencillos. María lo canta con el mismo gozo con que bendice Jesús al Padre, porque se oculta a «sabios y entendidos» y se revela a «los sencillos». La fe de María en el Dios de los pequeños nos hace sintonizar con Jesús.

María proclama al Dios «Poderoso» porque «su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». Dios pone su poder al servicio de la compasión. Su misericordia acompaña a todas las generaciones. Lo mismo predica Jesús: Dios es misericordioso con todos. Por eso dice a sus discípulos de todos los tiempos: «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Desde su corazón de madre, María capta como nadie la ternura de Dios Padre y Madre, y nos introduce en el núcleo del mensaje de Jesús: Dios es amor compasivo.

María proclama también al Dios de los pobres porque «derriba del trono a los poderosos» y los deja sin poder para seguir oprimiendo; por el contrario, «enaltece a los humildes» para que recobren su dignidad. A los ricos les reclama lo robado a los pobres y «los despide vacíos»; por el contrario, a los hambrientos «los colma de bienes» para que disfruten de una vida más humana. Lo mismo gritaba Jesús: «los últimos serán los primeros». María nos lleva a acoger la Buena Noticia de Jesús: Dios es de los pobres.

María nos enseña como nadie a seguir a Jesús, anunciando al Dios de la compasión, trabajando por un mundo más fraterno y confiando en el Padre de los pequeños.

José Antonio Pagola

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15 de Agosto. Asunción de la Virgen María: “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes”

Martes, 15 de agosto de 2023
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corazonmariaDe Koinonia:

Apocalipsis 11,19a;12,1.3-6a.10ab: Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal: Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario.
Salmo responsorial: 44. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
1Corintios 15,20-27a: Primero Cristo como primicia; después todos los que son de Cristo.
Lucas 1,39-56: El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes.

La primera lectura nos enseña a mostrar las señales con que Dios invita a la esperanza. Aparece la lucha a muerte del dragón contra la mujer y su descendencia (Cristo y los cristianos). La aparición del arca de la alianza de Dios (cf. Nm 10,33-36); 1Sam 4,6-7) señala el hoy de la presencia de Dios en medio de los seres humanos, ya derrotados el pecado y el mal (21,3). Las dos señales que aparecen en el cielo, la mujer y el dragón, deben ser interpretadas por la asamblea litúrgica en el espacio-tiempo. La mujer es el pueblo de Dios; es más, representa la asamblea del pueblo de Dios reunida ya, ahora y aquí, en la Eucaristía dominical. El dragón es el mal, que actúa insertándose en la historia humana, y sobre todo desde los centros de poder (las siete cabezas con siete diademas), para intentar destruir la unidad y la comunión de la asamblea dominical (arroja a la tierra parte de las estrellas). El poder de este mundo se opone al alumbramiento de la mujer (se opone a Cristo) y quiere destruir su fruto (los cristianos). El Cristo elevado y sentado en el Trono de Dios señala la derrota de Satanás. La Iglesia en el desierto, huye del mal y es sostenida por Dios, como Jesús. La glorificación de Cristo, una vez para siempre, es la garantía que nunca jamás nada impedirá que El sea dado a luz por la asamblea eucarística dominical en el hoy, en el espacio-tiempo, hasta su venida en la plenitud de la gloria. María asunta es figura de la Iglesia, tanto la celestial como la que camina dando a luz a Cristo para el ser humano de hoy, y prefigura la victoria final de toda la Iglesia con Cristo, por él y en él.

La segunda lectura nos presenta la afirmación central sobre la resurrección de Cristo y de los muertos: Cristo no es un cadáver que revive, sino que es le Resucitado (el vencedor de la muerte) que causa la resurrección de los muertos. Cristo ha derrotado la muerte (la vencedora de la vida) en su propio terreno, la ha destituido (le ha arrebatado todo su poder sobre la vida), a fin de liberar a todos los que estaban bajo su poder. Cristo resucitado garantiza la resurrección de todos los muertos. Conviene notar el paralelismo alternado: por un ser humano, la muerte; por otro ser humano, la resurrección de los muertos; en Adán, todos murieron; en Cristo, todos vivirán. En definitiva, Pablo afirma que el don de la vida se da en la resurrección de Cristo. María, al frente de los que son de Cristo (15,23), goza de la vida de la gloria del Reino y ya celebra la destitución del único y último enemigo: la muerte.

La escena evangélica de hoy se centra en el encuentro de las dos madres y de sus respectivos niños, en la continuidad del designio de Dios (AT y NT), une teológicamente los relatos paralelos de la infancia de Juan (el último profeta del AT) y de Jesús. Y es el Espíritu quien marca esta continuidad. Toda la escena rebosa de teología, y para que no se pierda ni un ápice, Lucas la concluye con el mutis de María (1,56). En este encuentro, Lucas pone en boca de María este himno judeocristiano (1,47-55), que se inspira en el cántico de Ana (1Sam 2,1-10) y en toda la tradición bíblica (sobre todo de los salmos). Himno que expresa la fe y la esperanza de los pobres y humildes del pueblo de Dios. Son los «hijos de Sión», «los pobres del Señor», quienes, en María y con ella, alaban a Dios por las grandes obras que ha hecho en ellos/en ella (1,46-49), por lo que hace en su favor (1,50-53) y, finalmente, por su amor misericordioso a favor de Israel, en conexión con las promesas realizadas y selladas con la bendición de Abraham y a su descendencia (1,54-55). María es también hija de Abraham. Así, en María, en este encuentro entre el AT y el NT, se une la espera con la realización y, al mismo tiempo, se manifiesta la predilección histórica del Señor de Abraham y de María por los pobres de todos los tiempos.

Hoy celebramos la «asunción gloriosa» de María. No se trata de ninguna elevación vertical, de ninguna traslación física, de ningún viaje sideral. No fue ascensión real, física, la «ascensión» de Jesús; mucho menos será asunción física la asunción de María. Esa «asunción gloriosa» es una manera de hablar, que quiere decir algo, algo importante, pero no precisamente un traslado físico, un sentido literal inmediato de las palabras. Podemos –y deberíamos– ser creyentes de hoy, maduros, conscientes del valor simbólico y metafórico de muchas de las expresiones clásicas de nuestra fe. Valor «simbólico», «metafórico», no significa, en absoluto, falta de valor, carencia de sentido, ausencia de contenido. Muy al contrario. Significa que la verdad expresada es una verdad profunda, no susceptible de ser expresada con palabras fáciles, descriptivas, meramente referenciales de lo físico o material.

Nuestra fe expresa que en María Dios ha dignificado a todos los seres humanos, en especial a las mujeres, convirtiéndolos en plenos participantes de su obra salvífica. El ser humano había echado a perder los planes de Dios con opresiones, violencias y desigualdades. Dios, en Jesús, llama el mundo al nuevo orden, donde todos los seres humanos son igualmente dignos y de este modo se inaugura una nueva era de plenitud.

La fiesta de la «asunta», como la llama el pueblo cristiano en muchos lugares de América Latina, nos invita a vivir en el presente el futuro de Dios. María vivió su existencia como una manifestación de la obra salvadora de Dios. No hubo momento de su humilde existencia en el que el amor misericordioso del padre no se hiciera solidaridad, misericordia y compasión con todas las personas que, como ella, vivían situaciones de pobreza y exclusión. María encarnó todos aquellos valores que nos permiten comprender como el futuro de Dios se manifiesta en las limitaciones de nuestro presente. María nos invita a vivir gozosamente la vida como un encuentro permanente con el Dios de la vida y la historia que realiza su obra redentora en las miserias de nuestro mundo y en las limitaciones de nuestra existencia.

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15.8. Canto de Asunción: Derriba del trono a los poderosos… (Lc 1, 39-56). Lectura socio-religiosa

Martes, 15 de agosto de 2023
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5fa5ef9f-de99-403e-a541-9c17f3899a14_219x623Del blog de Xabier Pikaza:

El evangelío de esta fiesta de la Asunción recuerda la Visita de María a sus primos sacerdotes  y se centra en el canto del Magníficat, carta-magna de la elevación de los pobres (hambrientos, humillados), a diferencia del Benedictus (Zacarías),  himno nacional de los poderosos, que quieren reinar, libres de temor, superando a sus enemigos,  como David, por encima de otros pueblos de la tierra.

Estos dos cantos han definido hasta hoy el ideario de la sociedad civil y de la iglesia:  Uno insiste en el poder político-nacional de los que quieren ser representantes terrenos del orden de Dios, el otro destaca la autoridad más alta de los pobres y humillados que apelan a la mano salvadora del Dios de la gracia y santidad universal, como este canto de Asunción.

Así lo muestra, de forma histórico-exegética, la reflexión que sigue,en la que dejo la discusión crítica (académica) para las notas finales. He puesto como imágenes de comienzo y acompañamiento unos iconos de la iglesia etíope, donde la Reina divina María (abrazada por Jesús) transmite su poder a una reina-hija o a otros personajes de Nubia.

INTRODUCCIÓN. DE JESÚS AL MAGNÍFICAT [1].

              Jesús no ha resuelto teóricamente la relación entre el triunfo nacional de Israel y la liberación de pobres en un plano económico (y político) [2], pero ha criticado de forma mesiánica (sanadora) la opresión a la que están sometidos los pobres (enfermos, marginados…) [3]. Pero, más que perdonar pecados en sentido sacerdotal (Zacarías), él ha querido sanar a los oprimidos liberándoles de la “dictadura” de Belcebú/Diablo y de Mammón/dinero, contrarios a Dios (cf. Mt 6, 24; Lc 16,13) [4].  Desde ese fondo se entiende este canto universal de Asunción/Elevación de María, que la lglesia ha  escogido para la celebración de esta fiesta.

 — El Dios de Jesús (y de María) trasciende la venganza y eltalión, conforma al mandamiento de central del evangelio (Lc 6, 35): «Habéis oído que se dijo ojo por ojo y diente por diente; habéis oído que se ha dicho amarás a tu amigo y odiarás a tu enemigo. Pues bien, yo en cambio os digo: amad a vuestros enemigos» (Mt 5,38.43-44). Ese Dios de gracia se expresa en el Magníficat, superando el nivel de oposición de lucha violenta que al fondo del Benedictus donde se habla de victoria sobre  los enemigos y sobre aquellos “que nos odian” (cf. Lc 1, 71.73) [5].

— La inversión del Magnificat se realiza en forma de transformación de gracia, no de venganza. El Dios del Magnificat no derriba a los potentados y empobrece a los ricos para someterles a su tiranía, sino para liberarles del poder destructor de su riqueza, en forma de terapia radical de humanidad [6].

Dios ofrece salvación a los pobres para que  los ricos puedan también salvarse, en la línea del Sermón de la Montaña(cf. Lc 6, 20-25). Sólo se puede ofrecer Reino a los mendigos-pordioseros si al mismo tiempo se amenaza con la ruina a los potentados/ricos, no para que mueran, sino para que puedan abrirse al Dios creador de gratuidad (cf. Lc 16, 19-31). Allí donde los pobres‒excluidos empiezan a escuchar el evangelio hay que poner en guardia a los soberbios-poderosos‒ricos, pues, cerrados en sí mismos, ellos corren el riesgo de perder su humanidad (cf. Mt 11,25-26) [7].

  Desde ese fondo debemos comparar los dos cantos vinculados en el evangelio de este día [8]: El Benedictus es la voz de un sacerdote de Jerusalén, con una ideología más sacral y nacional, centrada en la victoria y libertad del pueblo elegido; el Magníficat es vozde una mujer que pertenece al grupo de los pobres, con su esperanza y compromiso de una transformación mesiánica, de tipo personal y universal.

o1.- Benedictus, himno nacionalista judío

786000a5-519d-46aa-b09e-9755e1a78c5a_736x1189En la base de su texto actual hay un texto más antiguo (Lc 1, 68-69. 71-75): Lc 1,70 (cf. Hch 3,21),  de forma que la referencia a Juan Bautista (Lc 1,76-77) y la conclusión (Lc 1,78-79), responden a una situación posterior, propia de Lucas [9]. El texto original ofrece la visión privilegiada de una comunidad judeocristiana, vinculada al triunfo mesiánico‒patriarcal del pueblo judío y al culto del templo, en una perspectiva dominante de varones, que  divide a los hombres en amigos (israelitas) y gentes que os/nos odian (enemigos). Por eso, más que la liberación de pobres y excluidos, importa la salvación del pueblo santo. Ese himno nacional de los “poderosos” rezaba así:

‒ Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo (tô laô autou), suscitándonos una fuerza (= cuerno) de salvación, en la casa de David, su siervo; es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian.

‒ Ha realizado la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham; para concedernos que libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos en santidad y en justicia, en su presencia todos nuestros días (Lc 1,68-69.71 y Lc 1, 72-75) [10].

El poema primitivo constaba, según eso, de dos estrofas, sensiblemente paralelas, que cantan la llegada del Mesías, hijo de David, cuerno de salvación del pueblo (cf. 1 Sam 2,10; Sal 132,17; 41,14; 72,18; 106,48). Al decir, en un trasfondo cristiano, que Dios ha suscitado a su Mesías, hijo de David, en línea cristiana, el canto puede aludir a la resurrección de Jesús (con egeirein, levantar, suscitar), pero en clave de salvación de Israel, laos o pueblo santo, al que quiere liberar de los enemigos (ekhthrôn: 1, 71.73) y de las manos de aquellos que nos odian (misountôn hêmas: 1, 71), a diferencia del Magníficat que habla de la liberación de los pobres como tales.

Así entendido, el Benedictus nos sitúa un mesianismo nacional, propio de la “derecha” de Dios: Para que «libres de temor, arrancados de las manos de los enemigos y de aquellos que nos odian»; «para concedernos que libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos». En esa línea se seguían situándose aquellos que, según Lc 24, 21 y Hch 1,6, buscaban la restauración de Israel, no la liberación de los pobres y oprimidos bajo el poder de Mammón o Belzebú, a diferencia de lo que querían muchas mujeres marginadas (oprimidas, hambrientas) de Israel y de otros pueblos

La visión nacionalista (sacral) del Benedictus resulta lógica en boca de un sacerdote patriarca que ha oficiado en el templo de los levitas, poderosos liturgos, entiende el nacimiento del Mesías desde la perspectiva de los elegidos del pueblo santo (que debían liberarse ante todo de sus tradicionales enemigos, asirios, babilonios, romanos, entendidos como aquellos que les/nos odian) [11]. Así habla del triunfo de un pueblo santo (que entonces era Israel, y que después se ha podido identificar con Bizancio y Rusia, o con España, Alemania, Francia, gran Bretaña o USA.

Ciertamente, muchos “cristianos patriarcales (nacionales)” interpretaron la acción liberadora de Jesús, mesías de David, en términos sacrales en la línea del sacerdote Zacarías Ellos no eran los únicos cristianos, pues había otros universalistas como Pablo y los autores de los evangelios. Pero eran importantes y así Lucas los sitúa al principio de la Iglesia [12].

La visión de esos cristianos patriarcales/nacionales sólo ha sido destacada en el sustrato antiguo del Benedictus, pues el redactor posterior (Lucas) ha completado el canto con unos toques de tipo universal (Lc 1,70.76-79), que han hecho posible que, en su forma posterior, el Canto de Zacarías haya podido utilizarse como expresión de una fe-liturgia abierta desde Israel a todos los pueblos, en la línea del Nunc Dimittis (Lc 2,29-32) [13].

ac57861a-c8ed-4e6f-abcf-f1074e57a8a8_690x620Desde ese sustrato antiguo del Benedictus, vinculando Lc 1,32-33 con Lc 1, 68-69.71-75, podemos afirmar que en la primera comunidad pascual había “cristianos” que entendieron a Jesús en términos cercanos a un tipo de celotismo, en la línea de Pinjás (cf. Num 25), y en la de aquellos sacerdotes que, tras la guerra de los macabeos, habían defendido la pureza exclusivista, nacional y religiosa, del pueblo israelita. Más que la liberación de los pobres y excluidos (en línea de Jesús) les importaba el triunfo nacional del judaísmo [14].

Sin duda, esos cristianos más celotas, veneraban a Jesús como mesías de David resucitado, pero lo hacían en la línea de aquellos que en la misma Ascensión, sobre el Monte de los Olivos, le pedían (preguntaban) si era éste el tiempo en que debía reconstruir el reino de Israel (Hch 1, 6), que ellos aguardaban como cumplimiento de su identidad nacional. Lógicamente, esos cristianos seguían ligados al templo y se presentaban, en palabra muy significativa, como celosos de la ley (tou nomou; Hch 21,20) interpretada en términos sacrales: como restablecimiento nacional (cultual) del pueblo, en línea patriarcal (como en el primer Benedictus: Lc 1,71-75). Quizá esperaban la restauración de las doce tribus y por eso aludían al «reinado de Jesús sobre la casa de Jacob» (Lc 1,33).

 Estos cristiano-celotas creían en Jesús resucitado, pero en en línea nacional, aunque probablemente rechazaban la rebelión armada contra Roma, tema que resulta difícil precisar. Sólo sabemos que el autor de Lucas-Hechos los recuerda con respeto, aunque supera claramente su visión patriarcal y sacerdotal (representada por Zacarías) [15]. A  fin de pone eso de relieve, el mismo Lucas ha puesto en boca de María un canto no patriarcal de liberación (Lc1, 51‒53), partiendo de los pobres (no de los sacerdotes y David) aunque añadiendo que esa liberación ha de entenderse como cumplimiento de la elección de Israel, en línea de misericordia, no de poder (1, 54), conforme a la promesa de Abraham (1, 55).

02.- Magníficat, canto universal de los pobres[16].

             Desde un nivel de mesianismo intra‒israelita, el texto base del Benedictus insistía en el aspecto sagrado (socio‒nacional) de la liberación mesiánica de Jesús, en una clave cercana a la de un tipo de judaísmo sacerdotal, apelando para ello al cuerno de salvación erigido por Dios en la casa de David (cf. 1 69), en línea de mesianismo patriarcal intrajudío.

Por el contrario, en un plano que es también económico‒social, pero no nacionalista, el Magníficat destaca el aspecto socio-universal del mensaje de Jesús, partiendo de la promesa de Abraham, abierta por su “esperma mesiánico” (en fe) a todas las naciones, como ha puesto de relieve Lc 1, 55 (en la línea de la interpretación paulina de la historia; cf. Rom 4 y Gal 3).

En esa línea universal más que la libertad respecto de los enemigos nacionales, María ha destacado la elevación de los oprimidos y el enriquecimiento de los pobres (anawim) que, mirados en sí mismos, carecen de fronteras religiosas y o nacionales. María aparece como representante de unos pobres/anawim, que, siendo cd origen judíos, se sienten solidarios de todos los pobres del mundo, pues el verdadero pueblo mesiánico son todos los pobres del mundo, no nos miembros de una iglesia o nación establecido, que defiende sus pretendidos derechos en contra de otros pueblos.

En ese plano, su canto «no difiere sustancialmente de algunos salmos de alabanza recogidos en el salterio canónico del AT» pero entendidos  entenderse desde la nueva situación cristiana, y no puede explicarse ólo en clave de sumisión y docilidad interna de María, sino desde la perspectiva del gozo de los hambrientos y oprimidos (excluidos) que cantan ya la venida de la liberación universal, con y para los pobres, desde la perspectiva de María, mujer mesiánica, representante de los pobres, y no de un sacerdote patriarca como Zacarías [17].

La pobreza y hambre a la que alude María no son puramente espirituales, sino que han de entenderse en un plano de totalidad humana, económica y social, pero también de género o sexo (ella es una mujer dominada en un mundo de varones) y de opresión antropológico (la liberación que proclama el Magníficat ha de entenderse desde la perspectiva de la “lucha” de Jesús en contra de Mammón/Belcebú, tal como he destacado al comienzo de este trabajo.

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Asunción.

Martes, 15 de agosto de 2023
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30C1785A-D005-4032-A2FB-FB61499B57D0Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Misa vespertina de la vigilia

Para que una verdad sea proclamada dogma por la Iglesia católica es preciso que tenga un fundamento bíblico. En el caso de la Asunción de la Virgen es casi misión imposible, porque ningún texto del Nuevo Testamento cuenta su muerte ni su asunción. Sin embargo, con buena voluntad se encuentra un mensaje muy actual en las lecturas, especialmente en esta época de pandemia. Me limito a las de la misa de la vigilia, que me resultan más sugerentes.

El premio merecido de María (Lucas 11,27-28)

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo:

– «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero él repuso:

– «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

El dicho popular: «Bendita sea la madre que te parió» tiene en el ambiente de Jesús una formulación más completa: «Bendito sea el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron». Nuestro dicho se limita al momento del parto; el que le dirige a Jesús una mujer desconocida tiene en cuenta los meses de gestación y los años de crianza. Es todo el cuerpo de la madre, vientre y pechos, lo que recibe la bendición.

Y esta es la relación con la fiesta: el cuerpo y alma de María, tan estrechamente unidos a Jesús, debían ser glorificados, igual que él. Si echamos la vista atrás, la vida de María no fue un camino de rosas. El anciano Simeón le anunció que una espada le traspasaría el alma. Y el primero en clavársela fue su propio hijo, que a los doce años se quedó en Jerusalén sin decirles nada. «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?». «Porque tengo que estar en las cosas de mi Padre». Y eso supondrá para María un sufrimiento continuo desde que comienza la actividad pública de Jesús. Oír que a su hijo lo acusaban de endemoniado, de comilón y borracho, de amigo de ladrones y prostitutas, de blasfemo… para terminar muriendo de la manera más infame. El cuerpo y el alma de María merecían una compensación. Esa glorificación es lo que celebramos hoy.

El premio inmerecido de todos nosotros (1 Corintios 15,54-57)

El destino de María es válido para todos nosotros, aunque por motivos muy distintos. Pablo alude al primer pecado: la ley de no comer del árbol de la vida provocó el pecado y, como consecuencia, la muerte. Pero de todo ello nos ha liberado Jesucristo, y la última palabra no la tiene la muerte sino la inmortalidad.

Hermanos:

Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: «La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?». El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la Ley. ¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

En esta larga etapa de pandemia, donde la muerte se ha hecho tan cercana y tantos cuerpos han sufrido y siguen sufriendo las consecuencias de la enfermedad, la fiesta de la asunción nos anima y consuela sabiendo que «esto corruptible se revestirá de incorrupción, y esto mortal de inmoralidad».

Un complemento poético (1 Crónicas 15,3-4.15-16; 16,1-2)

La misa de una solemnidad debe tener tres lecturas, la primera del Antiguo Testamento. Recordando que en las letanías se invoca a María como Arca de la alianza (Foederis arca), se pensó que el texto más adecuado para esta fiesta era el que describe la entrada del arca de la alianza en Jerusalén (el templo todavía no estaba construido). De la misma forma solemne y alegre entraría María en el cielo.

 En aquellos días, David congregó en Jerusalén a todos los israelitas, para trasladar el arca del Señor al lugar que le había preparado. Luego reunió a los hijos de Aarón y a los levitas. Luego los levitas se echaron los varales a los hombros y levantaron en peso el arca de Dios, tal como había mandado Moisés por orden del Señor. David mandó a los jefes de los levitas organizar a los cantores de sus familias, para que entonasen cantos festivos acompañados de instrumentos, arpas, cítaras y platillos. Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda que David le había preparado. Ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión a Dios y, cuando David terminó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en nombre del Señor.

José Luis Sicre

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Solemnidad de la Asunción de María. 15 de Agosto de 2023

Martes, 15 de agosto de 2023
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En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”

(Lc 1, 39-56)

El evangelio de la solemnidad de la Asunción de María nos coloca en una de las escenas más alegres y llenas de color de todo el Evangelio.

El encuentro de estas dos mujeres, que están gestando en sus entrañas las más grandes promesas de Dios para la humanidad, es un canto eterno de esperanza.

Todo es tan incipiente y oculto que es difícil creer en ello, pero el encuentro de las dos experiencias deja fuera de juego a las dudas.

Isabel escucha la voz de María y la vida salta dentro de ella. Más tarde el Evangelio acabará con otro saludo, con otra voz la de Jesús que también hará saltar la vida en el corazón de María Magdalena. Podemos decir que la historia de Jesús empieza y termina (comenzando) con un salto. Primero saltó Juan, más tarde saltó María Magdalena. Son saltos de alegría y de vida porque es eso lo que nos regala Dios por medio de Jesús.

Y María aceptó ser cómplice de Dios en toda esta aventura. Dijo hágase e hizo de su vida un continuo espacio para los planes de Dios. Se atrevió con lo inesperado e incluso con lo imposible. Se puso en camino y se hizo abrazo con Isabel. Ellas dos no enseñan a ser abrazo, prolongación del abrazo que es Dios Trinidad. En ese encuentro estrecho somos la más bella imagen de nuestro Creador.

Oremos

Trinidad Santa, Abrazo Tierno, que seamos portadoras y transmisoras de abrazos, que llevemos la sorpresa de tu mensaje que hace saltar de alegría y transforma la soledad en compañía. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La evolución es posible gracias a una involución.

Martes, 15 de agosto de 2023
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3750880Lc 1,39-56

No debemos caer en el error de considerar a María como una entidad paralela a Dios, sino como un escalón que nos facilita el acceso a Él. El cacao mental, que tenemos sobre María, se debe a que no hemos sido capaces de distinguir en ella dos aspectos: uno, la figura histórica, la mujer que vivió en un lugar y tiempo determinado y que fue la madre de Jesús; otro, la figura simbólica que hemos ido creando a través de los siglos, siguiendo los mitos ancestrales de la Diosa Madre y la Madre Virgen. Las dos figuras han sido y siguen siendo muy importantes para nosotros, pero no debemos mezclarlas.

De María real, con garantías de historici­dad no podemos decir casi nada. Los mismos evangelios son extremadamente parcos en hablar de ella. Una vez más debemos recordar que para aquella sociedad la mujer no contaba. Podemos estar completamente seguros de que Jesús tuvo una madre y además, de ella dependió totalmente su educación durante los once o doce primeros años de su vida. El padre, en la sociedad judía del aquel tiempo, se desentendía totalmente de los niños. Solo a los 12 ó 13 años, los tomaban por su cuenta para enseñarles a ser hombres, hasta entonces se consideraban un estorbo.

De lo que el subconsciente colectivo ha proyectado sobre María, podíamos estar hablando semanas. Solemos caer en la trampa de equiparar mito con mentira. Los mitos son maneras de expresar verdades a las que no podemos llegar por vía racional. Suelen ser intuiciones que están más allá de la lógica y son percibidas desde lo hondo del ser. Los mitos han sido utilizados en todos los tiempos, y son formas muy valiosas de aproximarse a las realidades más misteriosas y profundas que afectan a los seres humanos. Mientras existan realidades que no podamos comprender, existirán los mitos.

En una sociedad machista, en la que Dios es signo de poder y autoridad, el subconsciente ha encontrado la manera de hablar de lo femenino de Dios a través de una figura humana, María. No se puede prescindir de la imagen de lo femenino si queremos llegar a los entresijos de la divini­dad. Hay aspectos de Dios, que solo a través de las categorías femeninas podemos expresar. Claro que llamar a Dios Padre o Madre, son solo metáforas para poder expresarnos. Usando solo una de las dos, la idea de Dios queda falsificada porque podemos quedar atrapados en una de las categorías masculinas o femeninas.

El hecho de que la Asunción sea una de las fiestas más populares de nuestra religión es muy significativo, pero no garantiza que se haya entendido correctamente el mensaje. Todo lo que se refiere a María tiene que ser tamizado por un poco de sentido común, que ha faltado a la hora de colocarle toda clase de capisayos que la desfiguran hasta incapacitarla para ser auténtica expresión de lo divino. La mitología sobre María puede ser muy positiva, siempre que no se distorsione su figura, alejándola tanto de la realidad que la convierte en una figura inservible para un acercamiento a la divinidad.

La Asunción de María fue durante muchos años una verdad de fe aceptada por el pueblo sencillo. Solo a mediados del siglo pasado se proclamó como dogma de fe. Es curioso que, como todos los dogmas, se defina en momentos de dificultad para la Iglesia, con el ánimo de apuntalar sus privilegios, que la sociedad le estaba arrebatando.

Hay que tener en cuenta que una cosa es la verdad que se quiere definir y otra muy distinta la formulación en que se mete esa verdad. Ni Jesús ni María, ni ninguno de los que vivieron en su tiempo, hubieran entendido nada de esa definición dogmática. Sencillamente porque está hecha desde una filosofía completamente ajena a su manera de pensar. Para ellos el ser humano no es un compuesto de cuerpo y alma, sino una única realidad que se puede percibir bajo diversos aspectos, pero sin perder nunca su unidad.

La fiesta de la Asunción de María nos brinda la ocasión de profundizar en el misterio de toda vida humana. A todos nos preocupa cuál será la meta de nuestra existencia. Se trata de la aplicación a María de toda una filosofía de la vida, que puede llevarnos mucho más allá de consideraciones piadosas.

En la más clásica filosofía occidental encontramos tres conceptos que se han calificado como trascendentales: “unum”, “verum”, “bonum” (unidad, verdad y bondad). Pero la más simple lógica nos dice que, si esos conceptos se pueden aplicar a todos los seres, no hay lugar para sus contrarios: multiplicidad, falsedad y maldad. Esta contundente conclusión nos lleva a desestimar estas cualidades, contrarias y negativas, como realidades realmente existentes. Este aparente callejón sin salida nos obliga a considerar estas tres últimas realidades como apariencias sin consistencia verdadera.

Allí donde encontramos multiplicidad, falsedad, maldad, debemos profundizar hasta descubrir lo más hondo de todo ser, la unidad, la verdad y la bondad. Toda apariencia debe ser superada para encontrarnos con la auténtica realidad. Esa REALIDAD está en el origen de todo y está escondida en todo. En el momento que desaparezcan las apariencias, se manifestará toda realidad como una, verdadera y buena. Es decir, que la meta de todo ser se identificará con el origen de toda realidad.

La creación entera está en un proceso de evolución, pero aquella realidad, hacia la que tiende, es la realidad que le ha dado origen. Ninguna evolución sería posible si esa meta no estuviera ya en la realidad que va a evolucionar. Ex nihilo nihil fit, (de la nada, nada puede surgir) dice también la filosofía. Si como principio de todo lo que existe ponemos a Dios, resultaría que la meta de toda evolución sería también Dios.

Lo que queremos expresar en la celebración de una fiesta de la Asunción de María es precisamente esto. No podemos entender literalmente el dogma. Pensar que un ser físico, María, que se encuentra en un lugar, la tierra, es trasladado localmente también en el cuerpo, a otro lugar, el cielo, no tiene ni pies ni cabeza. Hace unos años se le ocurrió decir al Papa Juan Pablo II que el cielo no era un lugar, sino un estado. Pero me temo que la inmensa mayoría de los cristianos no han aceptado la explicación, aunque nunca la doctrina oficial había dicho otra cosa.

El dogma es un intento de proponer que la salvación de María fue absoluta y total, es decir, que alcanzó su plenitud. Esa plenitud solo puede consistir en una identificación con Dios. Como en el caso de la ascensión, se trata de un cambio de estado. María ha terminado el ciclo de su vida terrena y ha llegado a su plenitud. Pero no a base de añadidos externos sino por un proceso interno de identificación con Dios. En esa identificación con Dios no cabe más. Ha llegado al límite de las posibilidades. Todas las apariencias han sido superadas. Esa meta es la misma para todos. En lenguaje bíblico “cielos” significa el ámbito de lo divino, por tanto María está ya en “los cielos”.

Cuando nos dicen que fue un privilegio, porque los demás serán llevados de la misma manera al cielo, pero después del juicio final, ¿de qué están hablando? Para los que han terminado el curso de esta vida no hay tiempo. Todos los que han muerto están en la eternidad, que no es tiempo acumulado, sino un instante. Concebir el más allá, como si fuera continuación del más acá, nos ha metido en un callejón sin salida; y parece que muchos se encuentran muy a gusto en él. Del más allá no podemos saber nada. Lo único que podemos descartar es que sea prolongación de la vida del aquí.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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María, parábola de Dios.

Martes, 15 de agosto de 2023
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magnificat-wLc 1, 39-56

«Por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso».

La buena Noticia es que en Jesús hemos visto que Dios es mucho mejor de lo que nadie había sido capaz de imaginar, y por eso “Abbá” es el corazón de esa buena Noticia. A Abbá le conocemos en Jesús, el hombre tan lleno de su espíritu que se le transparentaba, o dicho en lenguaje coloquial, el hijo que “había salido” a su Padre.

Pero poco les duró a los cristianos la alegría de este feliz hallazgo, pues desde época muy temprana, la teología erudita se encargó de dar un cambiazo nefasto sustituyendo a Abbá por el Dios Todopoderoso que juzga nuestros pecados. Tampoco Jesús salió bien parado de este envite, pues se convirtió en el Señor (el amo) que volverá para separar las ovejas de las cabras y enviar a las cabras al castigo eterno.

¡Había muerto la buena noticia!

Pero cuando en lo más recóndito de su ser, allá donde no llega la conciencia, los fieles  cristianos se sintieron desamparados y a expensas de un juez que iba a determinar su destino, se apresuraron a buscar una buena abogada; y no puede haber mejor abogada, mejor intercesora, que una madre, porque su amor es incondicional y no lleva cuentas del mal… Por supuesto, la mejor madre que podían encontrar era María, la madre de Jesús, así que la revistieron de los atributos más destacados de Dios-Abbá y recuperaron lo que les habían arrebatado.

La devoción a María se convirtió así en la más entrañable, y a sus devotos todo les parecía poco para adornar a la que se había convertido en su mejor garantía ante la fría justicia de Dios. Era nuestra madre amantísima, el refugio de los pecadores, el auxilio de los cristianos, la consoladora de los afligidos… Por supuesto, la madre del cielo no podía estar sometida al pecado, y nació el dogma de su Concepción Inmaculada. Tampoco podían sus restos corromperse bajo tierra como los de cualquier mortal, y eso dio lugar al dogma de su Asunción en cuerpo y alma a los cielos…

Y desde nuestra mentalidad ilustrada y pedante, todo esto nos resulta gazmoño y pueril; pensamos que ninguna persona culta del siglo XXI puede creer en estas simplezas que lo único que revelan es la inmadurez de la fe de nuestros abuelos… Pero en el fondo es una historia preciosa que muestra que el Espíritu sopla dónde y cuándo se le necesita, y muestra también que se encuentra mucho más a gusto entre la gente sencilla que entre los sabios y entendidos.

Ruiz de Galarreta llamaba a María “Parábola de Dios”, y añadía: «No hay palabras ni sentimientos capaces de agradecer suficientemente a María la salvación de todo lo que más caracteriza a la religión de Jesús, a la buena Noticia: sentirse querido, saber que alguien siempre te comprende, te perdona y te acoge, alguien a quien no temer, alguien que no lleva cuentas de mal… Eso, que debería haber sido Dios-Abbá, fue para los cristianos la madre de Jesús».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Nuevas imágenes para la Asunción de María.

Martes, 15 de agosto de 2023
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estos_son_mi_madre_y_hermanosLa imagen de Asunción despierta imágenes de movimiento, de atracción hacia arriba, de impulso ascensional; nuestra mirada es atraída hacia la altura y vemos a María elevada hacia ese ámbito que llamamos “cielo” donde, con palabras de Pablo, están “las cosas de arriba“, por contraposición a “las cosas de abajo” (Col 3,1). Pero además de esta imagen espacial, podemos explorar otras que nos acerquen a María:

La obra terminada

Al hablar de la Asunción nos referimos al resultado final y a la culminación del proceso vital de María. Pero la meta supone siempre un camino, el fruto ha tenido una larga maduración en el árbol, la piedra preciosa ha cristalizado lentamente durante miles de años en la hondura de la roca. Cuando se emprende una obra pública de envergadura se suele construir una maqueta que muestre el proyecto que se está construyendo y se expone en un lugar visible para que todos puedan ver cómo va a ser el final: al mirarla, contemplamos e imaginamos la obra ya terminada. La Iglesia nos pone hoy ante una “maqueta” que nos muestra el resultado final de la obra de Dios en la mujer que no opuso ninguna resistencia a su acción: “Hágase en mí…”, dijo María, la mujer de la Nueva Creación, acogiendo sobre ella la presencia del mismo Espíritu que “se cernía sobre la faz de las aguas” (Gen 1,2) en la mañana de la primera creación.

El fruto de la nueva Tierra

Cuando Moisés no sabía cómo convencer a un pueblo cansado, escéptico y desmotivado para entrar en la tierra de la promesa, envió exploradores a Canaan que volvieron cargados con gigantescos racimos de uvas dulces, frescas y apetitosas: ¡Estos son los frutos de la tierra hacia la que nos dirigimos!”, dijo Moisés al mostrárselos a los israelitas (Num 13). Algo así hace la Iglesia cuando nos presenta la Asunción de María, como si nos dijera: “Mirad las primicias de la humanidad nueva, ella es el fruto ya granado de la Tierra hacia la que nos dirigimos. Dichosos vosotros por haber recibido la buena noticia del campo donde echa sus raíces el Árbol de la Vida que produce semejante fruto, compartid con otros ese secreto a voces, ese sabor del vino que llena de alegría”. La existencia ya glorificada de María y su alegría, son los únicos instrumentos de que dispone para decirnos: “Es una tierra que mana leche y miel. Vale la pena subir a conocerla”.

La casa preparada

Me voy a prepararos lugar, decía Jesús, y cuando vaya y os prepara el lugar, vendré de nuevo a llevaros a mi casa para que donde yo esté, estéis también vosotros (Jn 14, 2-3).

María, la primera en llegar a la Casa, toma parte con su Hijo en la tarea de preparar ese lugar para que un día, donde ella esté, estemos también nosotros. Ella nos espera “a mesa puesta” en ese banquete del que le gustaba hablar a su Hijo.

La meta alcanzada

La imagen es de Pablo en su carta a los Filipenses: Hermanos, yo no lo he alcanzado aún, ni he llegado ya a ser perfecto, sino que continúo mi carrera a fin de poder alcanzar a aquel por quien yo mismo fui alcanzado, Cristo Jesús. (Fil 3,12). El evangelio nos presenta a María desde el comienzo “caminando deprisa” desde Nazaret de Galilea a la sierra de Judea para llegar a casa de su prima Isabel y en aquella primera “meta” de su carrera, recibió de labios de Isabel la primera bienaventuranza: “Dichosa tú que has creído…”. Y aquello no fue sino un anticipo de la felicitación que iba a recibir en el final definitivo de su trayectoria. Toda la vida de María consistió en dirigirse apasionadamente hacia esa meta definitiva que no podía ser otra cosa que su propio Hijo. Como cuando llega la primavera y el ánade salvaje emprende el vuelo de retorno y nada puede detener su impulso ascensional.

Dolores Aleixandre

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Quien comprende es feliz

Martes, 15 de agosto de 2023
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2A8ED1C6-34B3-48EC-9575-ED8BF22B8FC9Fiesta de la Asunción

15 agosto 2023

Lc 1, 39-56

Entendida en su literalidad, la expresión “dichosa tú, que has creído” no se sostiene, porque la dicha o la felicidad no puede apoyarse en una creencia. La creencia, en cuanto constructo mental, únicamente puede ofrecer una sensación de seguridad mientras la persona mantiene su adhesión a ella. Pero, en sí misma, carece de consistencia.

 Eso mismo ocurre cuando pensamos que la felicidad es “algo” a conseguir. La convertimos así en un objeto, sin caer en la cuenta de que todo objeto es, por definición, impermanente y, por tanto, incapaz de otorgar dicha o felicidad estable.

  La felicidad no nos viene de fuera ni nos espera en el futuro. Tampoco se halla en “algo” que deberíamos alcanzar. La felicidad es una con lo que somos, es otro nombre de nuestra identidad profunda, por lo que trasciende toda circunstancia que nos pueda ocurrir.

 Al escribir esto, me vienen a la memoria las palabras de Nisargadatta: “Compare usted la conciencia y su contenido con una nube. Usted está dentro de la nube, mientras que yo la miro. Está usted perdido en ella, casi incapaz de ver la punta de sus dedos, mientras que yo veo la nube y otras muchas nubes y también el cielo azul, el sol, la luna y las estrellas. La realidad es una para nosotros dos, pero para usted es una prisión y para mí un hogar”.

 O aquellas otras de Ramana Maharshi: “Usted es ignorante de su estado de plena felicidad”. Ya somos felicidad. El problema es que nos identificamos con lo que no somos y, en esa misma medida, nos alejamos de la felicidad y, a continuación, la objetivamos en “algo” y la proyectamos “fuera”. Pero la felicidad no es un “estado de ánimo” -que puede variar-, sino un “estado de ser”, que nace justamente de la comprensión profunda y que es capaz de abrazar todos los estados de ánimo.

 De manera inmediata, nuestra mente coloca etiquetas sobre aquello que supuestamente nos haría felices y aquello otro que supuestamente nos arrebataría la felicidad. Ante esto, la pregunta decisiva es: ¿Estamos dispuestos a incluir todo tipo de situaciones dentro de la felicidad?… ¿Estamos verdaderamente dispuestos a ser felices en cualquier situación… o queremos “salirnos con la nuestra”? Eso requiere ser honestos. Al llevar la honestidad al mundo de nuestras imágenes mentales acerca de la felicidad, nos damos cuenta de que rechazamos la felicidad constantemente. Rechazamos la felicidad cada vez que el presente no se parece a nuestra imagen feliz. ¿Cómo vamos a ser felices si renunciamos a ella constantemente? Dicho de modo más simple: el mayor obstáculo para ser felices no es otro que la imagen mental que tenemos de la felicidad.

 La felicidad -no podía ser de otro modo- nace de la comprensión experiencial de lo que somos. La ignorancia introduce en la confusión y en el sufrimiento; la comprensión ilumina y nos hace reconocernos en “casa”, sea lo que sea lo que ocurra. Sin duda, solo quien comprende es feliz. Tenía razón Sócrates al afirmar que “solo hay una virtud: la sabiduría [o comprensión]; y solo hay un único vicio: la ignorancia”.

¿Qué es, para mí, la felicidad? ¿Dónde la pongo o la busco?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Asunción: Dios nos libre de quien crea que su patria última es donde ha nacido

Martes, 15 de agosto de 2023
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im22090asuncion-maria-02jpgDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- NOTA PREVIA. EL DOGMA DE LA ASUNCIÓN.

    La tradición de venerar a la Virgen proviene de la Iglesia primitiva. El Concilio de Éfeso (año 431) dijo que  María era theo-tokos: madre de Dios (la que ha dado a luz a Dios). Sin embargo la definición del dogma de la Asunción es muy reciente. Fue el papa Pío XII, quien el 1 de noviembre de 1950, María, proclamó la madre del Señor fue llevada a los cielos en cuerpo y alma.

    Aun puliendo la antropología y cosmología que subyace a esta definición: ¿Cuerpo? ¿Alma? ¿Subir? ¿Cielos espaciales? ¡Cómo no vamos a creer que María terminó con su Hijo, Jesús, en la casa del Padre, en el cielo!

Quizás sea una mera coincidencia, pero la definición de la Asunción la hizo Pío XII el 1 de noviembre, fiesta de Todos los Santos: toda la humanidad estamos llamados con JesuCristo y María a la plenitud del cielo.

La Asunción es, pues, una fiesta de honda esperanza.

02.- UNA FIESTA LLENA de VIDA y alegría.

    El relato evangélico de hoy está lleno de vida y alegría:

Isabel dice: “En cuanto vi que me visitabas, me llené de alegría”…

María canta: “se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”…

  • El encuentro de dos familias, dos mujeres que están gestando “enigmáticamente” dos nuevas vidas: (Isabel es anciana y María es madre de un modo espiritual).
  • Bendita entre las mujeres
  • La criatura salta de alegría en el seno materno de Isabel
  • María canta a Dios: Proclama mi alma
  • Se alegra mi espíritu en Dios.
  • Le felicitarán todas las generaciones.

Sabemos que la vida tiene dificultades, pero la existencia humana es encuentro, es crear vida, es bendición, es alegría, es felicitarse por las pequeñas -y las grandes- cosas que el ser humano hace. La existencia humana es esperanza.

03.- FIESTA DE ESPERANZA. Esperanza y progreso

La fiesta de la Asunción nos habla de esperanza. Nuestro futuro absoluto es el cielo.

Pensando en voz alta: nuestra civilización ha sustituido la esperanza por el progreso. Confiamos en el progreso pero no tenemos esperanza. Sin embargo el progreso, siendo bueno, no termina de dar razón a nuestras vidas y, menos, a nuestra muerte. El progreso es lo que es y da lo que da de sí. Pero no se puede decir que, porque un caníbal utilice microondas, plato, cuchillo, tenedor y servilleta haya progresado mucho la humanidad.

    El futuro absoluto está Dios, o si no, no hay un futuro dotado de sentido.

    La idea de progreso de la Ilustración “no llega” a la plenitud. El cielo, el sentido, la realización es un don que no se logra en el “más acá”, sino que es un don, un regalo que nos llega del “más allá”, de Dios.

La existencia dotada de esperanza absoluta vive no fácil, pero sí serenamente las cuestiones de la vida: la libertad, la culpa, la familia, el pueblo, el futuro.

    Nuestra meta está en el cielo de la Ascensión de Cristo y de la Asunción de María.

    Podríamos decir que la Asunción es como la resurrección de María.

04.- Fiestas de muchas ciudades y pueblos.

    Muchos pueblos y ciudades celebramos en este día la fiesta central de la vida comunitaria.

    Celebramos los contenidos de la vida: el cumpleaños, un aniversario, un éxito, quizás una guerra. Se celebran contenidos

    El mes de agosto es un mes de vacaciones [1], pero no es lo mismo estar de vacaciones –necesarias, por otra parte- que celebrar una fiesta, un contenido. Celebrar, lo que se dice celebrar, celebramos poco o nada. Tenemos más días libres que nunca, pero celebramos menos que nunca.

    La fiesta de la Asunción es el contenido de nuestras fiestas de la ciudad, aunque sean más importantes los fuegos y los piratas que la Asunción. Los cristianos disfrutamos de la vida y de las fiestas como todo ser humano, pero con un plus de contenido, de esperanza y de futuro.

05.- UN APUNTE COLATERAL

Se encuentran y se visitan dos mujeres: Isabel y María.

La mujer, la madre, ha desempeñado y desempeña un papel fundamental en la vida familiar, en la educación de los hijos, en la transmisión de la fe. ¿Cómo será la comunicación del Evangelio cuando la mujer, la madre ya no lo haga?

¿Están suficientemente planteadas y pensadas estas cosas en los movimientos feministas, en las leyes sobre la homosexualidad, en el mundo científico, en la misma Iglesia, etc.?

    Algunos obispos dicen “tonterías pontificales” cuando, en torno a estas cuestiones, dicen cosas como que “Dios no se equivoca de cuerpo”.

06.- La Asunción.

    La Virgen María, Jesús culminaron su existencia en Dios. Algo de eso es lo que significan las fiestas de la Ascensión (Jesús) y la Asunción (María). Habremos de acallar nuestra curiosidad de cómo sea ese final, el cielo. Podemos tener dificultades sobre el cómo será, dónde, cuándo, etc., pero mantengamos firme la esperanza de que “será”. Confiemos en que será.

    Nuestro final es el mismo de Jesús y de María: el cielo. También para nosotros se abrió en el cielo la casa de Dios.

[1] La palabra “vacaciones” bien del latín: vacuo: vacío.

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¿Nos animamos a ponernos en camino?

Martes, 15 de agosto de 2023
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2D162234-A166-4839-80E0-7920D20956B7Lc 1, 39-56

Celebrar hoy a María que es llevada al encuentro definitivo con Dios nos compromete a vivir, como ella, esos otros encuentros transformadores en los que compartimos y cantamos la vida que Dios nos regala.

Este domingo celebramos la fiesta de la Asunción de María. Lo normal es que acudan a nuestra mente las muchas imágenes que hemos visto de María, mirando a lo alto, con las manos juntas, rodeada de ángeles, sobre nubes que indican cómo es elevada al cielo. Es realmente una fiesta que nos habla del triunfo y la santidad de María, pero que apenas nos dice nada, si nos quedamos en las imágenes, porque nuestra propia experiencia tiene poco que ver con ellas.

Pero, como tantas veces, el evangelio de hoy nos saca de estas imágenes que nosotros mismos nos hacemos y nos presenta a María con los pies en la tierra. Viviendo salidas y encuentros que sí pueden parecerse a los nuestros. Vamos a intentar acoger toda la riqueza de este texto, precioso y claro, ayudándonos de dos imágenes que nos presenta:

1. El encuentro de dos mujeres embarazadas

Según Lucas, María acaba de recibir la noticia de que ha sido elegida para ser madre del Mesías, del Hijo de Dios, y lo que hace es “ponerse en camino” y añade el texto “con prontitud”, aunque también puede traducirse con diligencia, con empeño, con cuidado… Como una decisión que brota de su nueva condición de madre, de sentir que en sus entrañas crece la nueva vida que viene de Dios.

Dios ha salido a su encuentro y ella va al encuentro de Isabel, una mujer también embarazada. Dos embarazos que se nos invita a contemplar a la luz de la fe, porque se realizan en circunstancias que humanamente son imposibles. En el caso de María porque “no conoce varón” y en de Isabel porque es anciana, “ha concebido en la vejez”. Y es que la vida que nace de Dios, nos dice el evangelio, rompe todas las normas, supera nuestros cálculos, nos sorprende irrumpiendo con fuerza allí donde nosotros no vemos posibilidades.

Esta experiencia de que para Dios “nada hay imposible”, de que Él sale al encuentro y hace surgir vida en dos mujeres sencillas, como entre tantos pobres y humildes, es una experiencia de las primeras comunidades cristianas, pobres, pequeñas y perseguidas. ¿No puede ser hoy la nuestra? ¿No se sienten nuestras comunidades a veces como Isabel, demasiado mayores y cansadas para algo nuevo, o demasiado solas y llenas de dificultades para ello?

Dos mujeres embarazadas, que se encuentran, ¿de qué hablan? Sin duda de sus hijos, de su alegría, del futuro… En este caso nos dice el evangelio que la alegría es desbordante y contagiosa, tan honda que “el niño salta de gozo en sus entrañas” y se llena del Espíritu de Dios. Y desde este Espíritu hablan de un futuro que las transciende, que no es solo el futuro de sus hijos, es el futuro de todo el pueblo, de toda la humanidad.

La hondura de gozo y de fe hace que este encuentro adquiera otra dimensión, del encuentro de dos mujeres pasa a ser el encuentro definitivo y permanente de Dios y nuestro mundo, su mundo.

2. Una mujer que se pone a cantar a Dios y al mundo nuevo que Él hace posible

Esta es la segunda imagen, María consciente de lo que está viviendo prorrumpe en un cantico que expresa una de las imágenes de Dios más rotundas y esperanzadoras del Nuevo Testamento.

Es importante considerar cómo Lucas pone en boca de María este canto que conocemos como el Magníficat. No vamos a entrar en su origen, ni a tratar de desentrañar las imágenes del AT que evoca… Vamos a dejar que nos toque el corazón desde su sencillez y frescura, a la vez que desde su hondura y tremendas afirmaciones.

María expresa su conciencia maravillada de la acción de Dios en ella, más allá de su pequeña realidad o precisamente por ella. Descubre que Dios es grande porque actúa en su sierva pobre y sin méritos. Y afirma con contundencia que es a ella, humilde mujer nazarena, a quien todas las generaciones llamarán bienaventurada. No solo a su hijo ni a su Dios.

Y esta experiencia de que Dios hace maravillas en ella, es la razón por la que afirma que Dios es misericordioso y que esta misericordia realizada en ella, se extiende, de generación en generación, sobre los que le temen, sobre los que le toman en serio, sobre los que creen en él y le aman.

Su experiencia personal, es la que le hace descubrir cómo actúa Dios en el mundo y como está dispuesto a hacer nuevo nuestro futuro, con acciones desestabilizadoras a favor de los pequeños, de los necesitados:

“Dispersa a los soberbios de corazón, derriba a los poderosos y ensalza a los humildes. Llena de bienes a los hambrientos y despide vacios a los ricos”

Esta es la promesa de Dios para con su pueblo, la promesa que hace cantar de gozo a María. Esta es la promesa que Dios nos hace hoy a nosotros, que hace a nuestra Iglesia y a nuestro mudo.

Aclamar y celebrar hoy a María que es llevada al encuentro definitivo con Dios nos compromete a vivir, como ella, esos otros encuentros transformadores en los que compartamos y cantemos la vida que Dios, por su misericordia, derrama en nosotros, en nuestra pobre realidad. ¿Nos animamos a ponernos en camino?

¡Feliz domingo! ¡Feliz día de la Asunción de María!

Mª Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

Fuente Fe Adulta

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Reflexión de Viernes Santo

Viernes, 7 de abril de 2023
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¿Y quiénes somos?

Somos personas “capaces de Dios”, que decía san Agustín, es decir, capaces de asumir y aceptar, de encarnar al propio Dios.

No hay ni un solo trazo de la huella humana que no esté traspasado por la presencia de Dios. Ni un solo espacio, ni el más mínimo momento existen sin que Dios los haya “perforado” por su presencia. Es más, nada existe fuera de su presencia.

Dicho esto, y visto al Jesús humano capaz de pronunciar hágase  día tras día desde aquel hágase a dos voces de María, podemos deducir que somos expresión de Dios, semillas de su existencia, semillas buenas, claro, que a veces caemos en tierra no tan buena.

Cada una de las que estamos aquí somos personas llamadas a entregar la vida, a abrir los brazos en la cruz de la fidelidad y de la coherencia.

“Echarse en los brazos de Dios”.

Así con esto, con este reto que resulta de descubrir quién ese hombre tan increíblemente apasionado por la vida que fue capaz de entregar la suya para hacer eterna la nuestra, con este reto producido por la sorpresa al saber que somos parte de Dios… ¿qué hacemos con Cristo muerto, colgado de la cruz?

El Cristo de los brazos abiertos, que acoge en su gesto todo el dolor de la historia, el pasado y el futuro.

Cristo muere abrazando, de nuevo, el hágase del comienzo de su vida, cuando se reconoció como Hijo de Dios.

Desde la cruz, Jesús, desnudo como cuando nació, no oculta su debilidad, su fracaso; su sed es expresión de vulnerabilidad, de necesidad.

¿En los brazos de este hombre es donde queremos echarnos?

Sí, son los brazos de la libertad, de la acogida y del perdón. Los brazos que muestran un hueco infinito de reconciliación, de oportunidad y de vida eterna. En ellos cabemos todas y todos, sin fricciones ni negatividades. En sus brazos caben nuestros sueños, nuestras pequeñeces,… porque ocupamos un espacio de confianza, de sabernos en casa.

 

  Si quieres leer la reflexión entera pincha aquí.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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La Cena del Señor. Ciclo A

Jueves, 6 de abril de 2023
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“¿Comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros?”

(Jn 13, 1-15)

Hemos visto muchas veces el gesto del lavatorio de los pies, a veces siendo sacerdotes quienes se ponen en el lugar de Jesús, otras veces personas consagradas o seglares. Pero… si nos preguntara Jesús, como hizo a sus discípulos: ¿comprendéis lo que acabo de hacer con vosotras?… ¿Qué responderíamos? Quizás que podemos describir lo que hemos visto, pero comprender su sentido…

¿Cómo vivir hoy en día ese quitarse el manto, tomar una toalla, ceñírsela a la cintura y lavar unos pies que han caminado descalzos o con sandalias? Hay que ser una persona muy libre para hacerlo.

Este es un símbolo de entrega muy concreto: hacer lo que nadie quiere hacer (por eso lo hacían los esclavos). Y de eso seguro que tenemos ejemplos que se nos vienen a la mente, vivamos solos, en familia o en comunidad. Ya trabajemos o estudiemos o en las diferentes actividades en las que participemos… Siempre hay cosas que nos cuestan más, que se dejan para el final para ver si las hace otra… Parece que es ahí donde nos jugamos la vida, donde el seguimiento a Cristo se hace realidad y no se queda en un ideal.

¿Y si nos cambiamos de rol y nos ponemos en la piel de Pedro y los demás discípulos? ¿Cómo aceptamos ser ayudadas? Más aún, ¿cómo acojo que otra persona a quien admiro, “gaste” su tiempo, se desgaste, se abaje haciendo algo por mí? ¿Me dejo? ¿Me abandono? La verdad es que nos llama más el hacer que el dejarnos hacer… El sabernos fuertes y capaces de dar, más que sencillas y humildes para recibir.

Jesús nos pide hacer lo mismo las unas por las otras: entregar la vida y aceptar ser sujetos receptores de esa vida entregada de otras personas.

Oración

Trinidad Santa, danos tu humildad para entregar la vida las unas por las otras.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Recuérdame

Lunes, 21 de noviembre de 2022
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barth-buen-ladronPara la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, Bondings 2.0 ofrece una actividad de reflexión bíblica para las personas y aliados LGBTQ. La serie es parte de nuestra creciente biblioteca de ejercicios de reflexión bíblica catalogados en nuestra serie Journeys. Estos recursos son adecuados para la reflexión individual, para la discusión con un amigo o consejero espiritual, o para la reflexión comunitaria en una parroquia, escuela u otra comunidad de fe. Oramos para que estos recursos ayuden a su viaje personal con Dios.

Las lecturas litúrgicas de hoy se pueden encontrar haciendo clic aquí.

Si desea compartir algunas de sus reflexiones con otros lectores de Bondings 2.0, no dude en publicar las respuestas que tenga en la sección “Comentarios” de esta publicación. 

Recordar a alguien o algo generalmente significa recordar a una persona o un evento y recordar lo que fue olvidado. Sin embargo, en las Escrituras, cuando Dios “recuerda“, no es necesariamente recordar algo, sino para que Dios se concentre en una persona de tal manera que resulte una acción salvadora. Recordar, para Dios, es actuar por el bien de las personas.

En Génesis 8, “Dios recordó a Noé, y todos los seres vivos, y todos los animales que estaban en el arca. Y Dios hizo que un viento pasara sobre la tierra, y las aguas disminuyeron “. En el Libro del Exodo, Dios escuchó el gemido de los israelitas y recordó el pacto de Dios con Abraham, Isaac y Jacob. Dios le dijo a Moisés: “Ve. Te envío a Faraón para sacar a mi gente de Egipto ” (Éxodo 2:24 – 3:10).

Cuando Dios recuerda, ejemplifica la fidelidad de Dios y la preocupación incesante por toda la creación. En Génesis 30, Dios recordó la esterilidad de Rachel y “abrió su útero“.

Alternativamente, algo que Dios no recuerda es el pecado (Isaías 43:25; Mateo 26:28; Apocalipsis 1: 5). En el Evangelio, el arrepentido ladrón se atreve a apelar a Dios en la cruz y dice: “Jesús, recuerda a mí, cuando entras en tu reino”.

Y en ese mismo momento que Dios actúa.


Lucas 23: 35-43

Los gobernantes se burlaron de Jesús y le dijeron: “Salvó a otros, que se salva si es el elegido, el Cristo de Dios”.

Incluso los soldados se burlaron de él. Cuando se acercaron para ofrecerle vino, gritaron: “Si eres el rey de los judíos, sálvate“. Por encima de Jesús había una inscripción que decía: “Este es el rey de los judíos”.

Ahora uno de los ladrones que cuelgan allí se mofó de Jesús, diciendo: “¿No eres el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros “.

Pero el otro respondió al primero con una reprimenda: “¿No tienes miedo a Dios, porque estás sujeto a la misma condena? Y de hecho, hemos sido condenados con justicia, porque la oración que recibimos corresponde a nuestros crímenes, ¡pero este no ha hecho nada malo! ” Luego dijo: “Jesús, recuérdame cuando entras en tu reino”.

Jesús respondió: “Amén, te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”.


Para reflexionar

1.- Como seres humanos, retratamos las características de ambos ladrones. A veces nos dirigimos a Dios en humildad y sinceridad, mientras que en otras ocasiones, a través del orgullo, la ira o algún otro pecado, nos alejamos de Dios. Como persona o aliado LGBTQ, ¿a qué ladrón te pareces en este punto de tu vida de fe? ¿Qué, en los últimos días, semanas o meses, te ha acercado o te ha distanciado de Cristo?

2.- Efesios 2: 8-9 dice: “Porque es por gracia que te hayan salvado, a través de la fe, e incluso esto no es de ustedes mismos, sino el don de Dios. Tampoco es una recompensa por cualquier cosa que haya hecho, por lo que nadie puede presumir “. Al examinar tu vida como una persona LGBTQ o aliada, ¿cómo serás más recordado: por  tus obras o por tu fe?

3.- Además del ladrón impenitente, están los gobernantes y soldados que se burlan de Jesús. Como persona LGBTQ o aliada “elegida” por Dios, ¿quién te burla por lo que eres? ¿Cómo respondes?

4.- ¿Es la promesa de “paraíso” un consuelo para ti mientras “te quedas en la cruz” con Dios?

5.- En Génesis 40, cuando José es encarcelado, interpreta el sueño del copero de Faraón. Joseph le suplica al hombre, diciendo: “Cuando todo va bien contigo, recuerda y muéstrame tu amabilidad; Mencioname al faraón y sácame de esta prisión ”(versículo 14). ¿Qué te “encadenan” en este momento? ¿Cómo quieres que Cristo “te recuerde” o actúa en tu nombre?


ORACIÓN

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Salmo 106: 1- 5, 47- 48

¡Aleluya!

Da gracias por la bondad de Dios;
¡El amor de Dios perdura para siempre!

¿Quién puede proclamar los poderosos hechos de Dios?
o mostrar suficientes alabanzas?
Felices son los que actúan con justicia,
¡Quién hace lo correcto siempre!

Recuérdame, Dios,
Cuando muestras favor a tu pueblo.
Ayúdame cuando los liberes
para que pueda disfrutar de la prosperidad de los elegidos,
Comparta la alegría de tu nación y unirme con tu propio pueblo.       En la alabanza.

Sálvanos Dios nuestro y recógenos de  entre las naciones,
¡Que podamos dar gracias a tu santo nombre y gloria en tu alabanza!

¡Bendito sea Dios, el Dios de Israel, desde la eternidad hasta la eternidad!

Y que todo el pueblo diga: “¡Amén, Aleluya!”


MEDITACIÓN

Los dos últimos versos de la lectura del evangelio contienen una de las oraciones y promesas más sorprendentes de todas las Escrituras. La oscuridad está a punto de consumir toda la tierra, pero un ladrón moribundo cree y grita por perdón y salvación.

Medita en la simple oración de fe del ladrón en este canto por la comunidad Taizé.

Dwayne Fernandes, New Ways Ministry, November 20, 2022

Fuente New Ways Ministry

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“Mártir fiel”. Solemnidad de Cristo Rey – C (Lucas 23,35-43)

Domingo, 20 de noviembre de 2022
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55_34_TO-C_1639743Los cristianos hemos atribuido al Crucificado diversos nombres: «redentor», «salvador», «rey», «liberador». Podemos acercarnos a él agradecidos: él nos ha rescatado de la perdición. Podemos contemplarlo conmovidos: nadie nos ha amado así. Podemos abrazarnos a él para encontrar fuerzas en medio de nuestros sufrimientos y penas.

Entre los primeros cristianos se le llamaba también «mártir», es decir «testigo». Un escrito llamado Apocalipsis, redactado hacia el año 95, ve en el Crucificado al «mártir fiel», «testigo fiel». Desde la cruz, Jesús se nos presenta como testigo fiel del amor de Dios y también de una existencia identificada con los últimos. No hemos de olvidarlo.

Se identificó tanto con las víctimas inocentes que terminó como ellas. Su palabra molestaba. Había ido demasiado lejos al hablar de Dios y su justicia. Ni el Imperio ni el templo lo podían consentir. Había que eliminarlo. Tal vez, antes de que Pablo comenzara a elaborar su teología de la cruz, entre los pobres de Galilea se vivía esta convicción: «Ha muerto por nosotros», «por defendernos hasta el final», «por atreverse a hablar de Dios como defensor de los últimos».

Al mirar al Crucificado deberíamos recordar instintivamente el dolor y la humillación de tantas víctimas desconocidas que, a lo largo de la historia, han sufrido, sufren y sufrirán olvidadas por casi todos. Sería una burla besar al Crucificado, invocarlo o adorarlo mientras vivimos indiferentes a todo sufrimiento que no sea el nuestro.

El crucifijo está desapareciendo de nuestros hogares e instituciones, pero los crucificados siguen ahí. Los podemos ver todos los días en cualquier telediario. Hemos de aprender a venerar al Crucificado no en un pequeño crucifijo, sino en las víctimas inocentes del hambre y de las guerras, en las mujeres asesinadas por sus parejas, en los que se ahogan al hundirse sus pateras.

Confesar al Crucificado no es solo hacer grandes profesiones de fe. La mejor manera de aceptarlo como Señor y Redentor es imitarle viviendo identificados con quienes sufren injustamente.

José Antonio Pagola

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“Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Domingo 20 de noviembre de 2022. Jesucristo rey del Universo. 34ª semana de tiempo ordinario

Domingo, 20 de noviembre de 2022
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59-ordinarioc34-cerezoLeído en Koinonia:

2 Samuel 5, 1-3: Ungieron a David como rey de Israel.
Salmo responsorial: 121, 1-2. 4-5: Vamos alegres a la casa del Señor.
Colosenses 1, 12-20: Nos ha trasladado al reino de su Hijo querido.
Lucas 23, 35-43: Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino

La fiesta de Cristo Rey fue establecida por la Iglesia en la época del ocaso de las monarquías con objeto de apoyar a las monarquías y aristocracias, interesadas por la pervivencia del Ancien Régime, y para oponerse a los nacientes regímenes republicanos, que representaban los intereses del pueblo, de los pobres, del liberalismo y de la naciente democracia. Sus orígenes son pues muy discutibles. Sin embargo, en todo caso, los textos de la liturgia de esta fiesta muestran la manera peculiar en que Cristo sería “Rey”.

Conviene recordar en qué consistían las esperanzas mesiánicas del pueblo judío en el tiempo de Jesús: unos esperaban a un nuevo rey, al estilo de David, tal como se lo presenta en la primera lectura de hoy. Otros, un caudillo militar que fuera capaz de derrotar el poderío romano; otros como un nuevo Sumo Sacerdote, que purificaría el Templo. En los tres casos, se esperaba un Mesías triunfante, poderoso.

El salmo que leemos hoy, también proclama el modelo davídico de “rey”. Jerusalén, la “ciudad santa” es la ciudad del poder. Eso explica por qué, cuando Jesús anuncia la Pasión a sus seguidores, no logran entender por qué tiene que ir a la muerte.

– El evangelio de hoy nos presenta cómo reina Jesús el Cristo: no desde un trono imperial, sino desde la cruz de los rebeldes. La rebelión de Jesús es la más radical de todas: pretende no sólo eliminar un tipo de poder (el romano, o el sacerdotal) para sustituirlo por otro, que con un nombre distinto estaría basado en la misma lógica de dominación y violencia (que era lo que correspondía a las expectativas judías).

Podríamos decir que Jesús es el anti-modelo de rey de los sistemas opresores: no quiere dominar a las demás personas, sino promover, convocar, suscitar, el poder de cada ser humano, de modo que cada una y cada uno de nosotros asumamos responsablemente el peso y el gozo de nuestra libertad.

Uno de los grandes sicólogos del siglo XX, Erich Fromm, plantea, en su libro El miedo a la libertad, que ante la angustia que produce en el ser humano la conciencia de estar separados del resto de la creación, adoptamos dos actitudes igualmente patológicas: dominar a otros, y buscar de quién depender entregándole nuestra libertad. En ambos casos, las personas tratamos de, a través de estos mecanismos, disolver esa barrera que nos separa de las otras personas y del resto del universo. El pecado fundamental del ser humano es, según esto, un pecado de poder mal administrado, mal asumido. Y éste es el origen de todos los demás pecados: la avaricia, que conduce a un orden económico injusto; la soberbia, que nos impide ver con claridad nuestros errores y pecados; la mentira, que nos lleva a manipular o a dejarnos manipular; la lujuria, el sexo utilizado como instrumento de poder para “poseer”, oprimir; el miedo, que nos impide levantarnos y caminar sobre nuestros propios pies.

Enmarañados en estas trampas del poder a que nos conduce nuestro “miedo a la libertad”, cuando un régimen opresor de cualquier signo que sea se nos hace insoportable, buscamos como derrocarlo… para sustituirlo por otro que sin embargo funciona sobre la misma lógica. Esa es la lógica que Jesús desarticula de manera total y radical.

Cuando en Getsemaní acuden los soldados y las turbas “de parte de los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo” (Mt 26,47) para prender a Jesús, él no recurre a violencia de ningún tipo. Jesús se niega a ser coronado rey al estilo del “mundo” luego de la multiplicación de los panes y los peces (Jn 6,15). La tentación del poder, entendido al estilo de los sistemas opresores persigue a Jesús desde el desierto hasta la cruz. Y desde el desierto hasta la cruz, Jesús rechaza este modelo, denuncia con toda claridad que procede del diablo, del “príncipe de este mundo”, no cae en sus trampas. El costo de esta resistencia no sólo valiente sino lúcida de Jesús es la muerte.

En la cruz Jesús derrota total y radicalmente al demonio del poder concebido como violencia y opresión por una parte y como dependencia, sumisión y alienación por otra. De este modo que inaugura así un nuevo tipo de relaciones entre las personas y con el universo entero, basadas no en la dominación/dependencia, sino en el respeto mutuo, en la armonía, en la valentía para asumir el peso de la propia libertad responsable.

– En la carta a los Colosenses, Pablo señala cómo a través de Jesús el Cristo (primogénito de todas las criaturas, preexistente y co-creador del universo, cabeza de la iglesia, primicia de la plenitud de la Creación entera) se produce la reconciliación de todos los seres con Dios. Esta y otras expresiones paulinas han dado lugar a interpretaciones erróneas, que consideran que la muerte de Jesucristo en la cruz era el precio que había que pagar para que el Padre, enojado y rencoroso, perdonara a la humanidad pecadora.

Los evangelios nos muestran con claridad por qué y cómo es que Jesús nos reconcilia con el Padre: no por que ese Dios, padre–madre, sea un dios rencoroso, sino porque habíamos perdido el rumbo de la auténtica unidad con Dios y con el universo entero: ésa que no se hace sucumbiendo a nuestro miedo existencia y escudándonos en posiciones de poder (dominante o dependiente) sino superando nuestros miedos, atreviéndonos a presentarnos tal como somos ante Dios, en total pobreza de espíritu, sin escudos protectores que nos impidan ver su rostro.

– Desgraciadamente, ¡cuántas veces en nuestra vida eclesial reproducimos los modelos de “reinado” del mundo, y no los de Dios en Jesucristo! ¡Cuántas veces establecemos relaciones de poder autoritarias en vez de fraternas! ¡Cuántas veces entramos en contubernio con los poderes del sistema, ya sea por acción o por omisión!

El modelo de “reinado” que nos presenta el “Cordero degollado” nos interpela y llama a la conversión. No es necesario ni conveniente subrayar la «realeza» de Jesús si ello conlleva tergiversar su auténtico y efectivo proyecto de vida. Hace daño, sobre todo a los más oprimidos, presentar esa imagen monárquica y principesca de un Jesús que, en verdad, dedicó toda su vida y sus energías a desenmascarar y a luchar contra ese tipo de estructuras. Leer más…

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