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Septimo Domingo de Pascua, la Ascensión. Ciclo C

Domingo, 29 de mayo de 2022
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“…el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día 
y en su nombre se predicará la conversión 
y el perdón de los pecados a todos los pueblos,…”

(Lc 24, 46-53)

Jesús, en el momento de la ascensión a los cielos, nos deja como herencia o legado sus propio ministerio, su servicio.

Tanto en el evangelio de Mateo como en el de Marcos encontramos que Jesús comienza su predicación con un anuncio: “Se ha cumplido el plazo y está llegando el reino de Dios. Convertíos y creed en el evangelio” (Mc 1, 15). “Arrepentíos, porque está llegando el reino de los cielos” (Mt 4, 17).

Lucas, sin embargo, coloca este anuncio en labios del Resucitado. Aquello que había sido la vida y el anuncio del Maestro se convierte ahora en la misión de los discípulos.

Nuestra tarea es anunciar, el mensaje es claro: llega el tiempo del perdón. Y el único requisito es abrirse a él, o dicho de otra manera: convertirse.

Es una pena que hayamos hecho de la conversión algo tan oscuro y pesado. La palabra conversión la tenemos asociada a la cuaresma, a la penitencia, al combate… prácticamente al castigo. ¡Y nada de eso! La conversión nos abre al Perdón. Convertirnos es decir sí a Dios. Convertirnos es decir sí a lo que ya somos: bondad y amor, aunque a veces no lo veamos a simple vista.

Nos hemos engañado pensando que “convertirse” significa ser personas pluscuamperfectas ajenas a nosotras mismas, ¡nada de eso! Cada ser humano lleva dentro de si esa semilla divina que le hace SER.Ya somos bondad y amor. Y convertirse significa reconocerlo. Reconocer nuestra semejanza con Dios y empezar a vivir desde ella.

Oración

Trinidad Santa, danos fuerza, en este día de la Ascensión, para llevar el mensaje de Jesús allá donde vayamos. Que nuestras vidas hablen de tu entrañable perdón y de la Vida abundante que nace de la resurrección de Jesús.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Jesús se identificó con Dios durante su vida y para siempre.

Domingo, 29 de mayo de 2022
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ASCENSIÓN (C)

Lc 24,46-53

Tratemos de entender la oración de Pablo. “Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de revelación para conocerlo; ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cual es la esperanza a la que os llama.” No pide inteligencia, sino espíritu de revelación. No pide una visión racional sino que ilumine los “ojos” del corazón. El verdadero conocimiento no viene de fuera, sino de la experiencia interior. Ni teología, ni normas, ni ritos sirven de nada si no nos llevan a la vivencia más profunda.

Hemos llegado al final del tiempo pascual. La Ascensión es una fiesta que intenta recopilar todos lo que hemos celebrado desde la muerte de Jesús el Viernes Santo. La mejor prueba de esto es que Lucas, que es el único que relata la ascensión, nos da dos versiones: una al final del evangelio y otra al comienzo del los Hechos. Para comprender el lenguaje que la liturgia utilizan para referirse a esta celebración, es necesario tener en cuenta la manera mítica de entender el mundo en aquella época y posteriores, muy distinta de la nuestra.

El mundo dividido en tres estadios: el superior, habitado por la divinidad. El del medio era la realidad terrena en la que vivimos los humanos. El tercer estadio es el inframundo donde mora el maligno. La encarnación era concebida como una bajada del Verbo, desde la altura a la tierra. Su misión era la salvación de todos. Por eso tuvo que bajar a los infiernos (inferos) para que la salvación fuera total. Una vez que Jesús cumplió su misión salvadora, lo lógico era que volviera a su lugar de origen. Todo desde una perspectiva mítica.

No tiene sentido seguir hablando de bajada y subida. Si no intentamos cambiar la mente, estaremos transmitiendo conceptos que hoy no podemos comprender. Una cosa fue la predicación de Jesús y otra la tarea de la comunidad, después de la experiencia pascual. El telón de fondo es el mismo, el Reino de Dios, vivido y predicado, pero a los primeros cristianos les llevó tiempo encontrar la manera de trasmitir lo que habían experimentado. Tenemos que continuar esa obra, transmitir el mensaje, acomodándolo a nuestra cultura.

Resurrección, ascensión, sentarse a la derecha de Dios, envío del Espíritu, apuntan a una misma realidad. Con cada uno de esos aspectos se intenta expresar la vivencia de pascua: El final del hombre Jesús no fue la muerte sino la Vida en Dios. El misterio pascual es tan rico que no podemos abarcarlo con una sola imagen, por eso tenemos que desdoblarlo para ir analizándolo por partes y poder digerirlo. Con todo lo que venimos diciendo durante el tiempo pascual, debe estar ya muy claro que después de la muerte no pasó nada en Jesús.

Una vez muerto pasa a otro plano donde no existe tiempo ni espacio. Sin tiempo y sin espacio no puede haber sucesos. Todo “sucedió” como un chispazo que dura toda la eternidad. El don total de sí mismo es la identificación total con Dios y por tanto su total y definitiva gloria. No va más. En los discípulos sí sucedió algo. La experiencia de resurrección sí fue constatable. Sin esa experiencia, que no sucedió en un momento determinado sino que fue un proceso que duró muchos años, no hubiera sido posible la religión cristiana.

Una cosa es la verdad que se quiere trasmitir y otra los conceptos con los que intentamos expresarla. No estamos celebrando un hecho que sucedió hace 2000 años. Celebramos un acontecimiento que se está dando en este momento. Los tres días para la resurrección, los cuarenta días para la ascensión, los cincuenta días para la venida del Espíritu, son tiempos teológicos. Lucas, en su evangelio, pone todas las apariciones y la ascensión en el mismo día. En los Hechos habla de cuarenta días de permanencia de Jesús con sus discípulos.

Solo Lucas, al final de su evangelio y al comienzo de los “Hechos”, narra la ascensión como un fenómeno externo. Si los dos relatos constituyeron al principio un solo libro, se duplicó el relato para dejar uno como final y otro como comienzo. Para él, el evangelio es el relato de todo lo que hizo y enseñó Jesús; los Hechos es el relato de todo lo que hicieron los primeros seguidores. Esa constatación de la presencia de Dios, primero en Jesús y luego en los discípulos, es la clave de todo el misterio pascual y la clave para entender la fiesta que estamos celebrando. Para visualizar esa presencia nos narra la venida del Espíritu.

El cielo en la Escritura no significa un lugar físico, sino una manera de designar la divinidad sin nombrarla. Así, unos evangelistas hablan del “Reino de los cielos” y otros del “Reino de Dios”. Solo con esto tendríamos una buena pista para no caer en la tentación de entender este relato literalmente. Es lamentable que sigamos hablando de un lugar donde se encuentra la corte celestial y en ella Jesús sentado a la derecha de Dios. Podemos seguir diciendo “Padre nuestro que estás en los cielos”. Podemos seguir diciendo que se sentó a la derecha de Dios, pero sin entenderlo literalmente.

Hasta el s. V no se celebró la Ascensión. Durante todo ese tiempo se consideraba que la resurrección llevaba consigo la glorificación. Ya hemos dicho que en los primeros indicios escritos que han llegado hasta nosotros de la cristología pascual, está expresada como “exaltación y glorificación”. Antes de hablar de resurrección se habló de glorificación. Esto explica la manera de hablar de ella en Lucas. Lo importante del mensaje pascual es que el mismo Jesús que vivió con los discípulos, es el que llegó a lo más alto en Dios, no como ser separado de Él. Llegó a la meta. Alcanzó la identificación total con Dios.

La Ascensión no es más que un aspecto del misterio pascual. Se trata de descubrir que la posesión de la Vida por parte de Jesús es total. Participa de la misma Vida de Dios y por lo tanto, está en lo más alto del “cielo”. Las palabras son apuntes para que nosotros podamos entendernos. Hoy tenemos otro ejemplo de cómo, intentando explicar una realidad espiritual, la complicamos más. Resucitar no es volver a la vida biológica sino volver al Padre. “Salí del Padre y he venido al mundo; ahora dejo el mundo para volver al Padre”.

Nuestra meta, como la de Jesús, es ascender hasta lo más alto, el Padre. Pero teniendo en cuenta que nuestro punto de partida es también, como en el caso de Jesús, el mismo Dios. No se trata de movimiento alguno, sino de toma de conciencia. Esa ascensión no puedo hacerla a costa de los demás, sino sirviendo a todos. Pasando por encima de los demás, no asciendo sino que desciendo. Como Jesús, la única manera de alcanzar la meta es descendiendo hasta lo más hondo de mi ser. El que más bajó es el que más alto ha subido.

El entender la subida como física es una trampa muy atrayente. Los dirigentes judíos prefirieron un Jesús muerto. Nosotros preferimos un Jesús en el cielo. En ambos casos sería una estratagema para quitarlo del medio. Descubrirlo dentro de mí y en los demás, como nos decía el domingo pasado, sería demasiado exigente. Mucho más cómodo es seguir mirando al cielo… y no sentirnos implicados en lo que está pasando a nuestro alrededor. Es hora de preocuparnos de lo que puedo vivir yo, aquí y ahora, como lo vivió Jesús.

 

Meditación

El espíritu es una energía vital que nos transforma.
Es el “nacer de nuevo” de Jesús a Nicodemo.
No se trata de un mayor “conocimiento” intelectual.
No es la mente la que debe iluminarse, sino el “corazón”.
Aquí está la verdadera batalla
para nosotros los occidentales cartesianos.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Nuestro destino es Dios.

Domingo, 29 de mayo de 2022
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Lc 24, 46-53

«Y mientras los bendecía, se separó de ellos»

Muchas personas entienden los relatos de la resurrección como los “hechos” que acontecieron tras la pasión, y en consecuencia, creen que Jesús se mostró físicamente vivo tras su muerte y que se elevó físicamente al cielo. En el extremo opuesto hay personas que consideran pueril este tipo de creencia, sienten desdén por quienes la profesan y les instan a superarla… pero quizá la cosa no sea tan sencilla.

Para cada uno, es verdadera la creencia que le mueve a dar buenos frutos y llena de sentido su vida —aunque todos los sabios del mundo afirmen que es falsa—. Y es que lo de Jesús no tiene nada que ver con el conocimiento, la erudición o la teoría, sino con el corazón; no es algo reservado a iniciados, sino abierto a todos; es lo más anti iniciático que cabe concebir.

Entrando ya en materia, la lógica nos dice que la muerte es el final del camino, que todo muere en este mundo y que el ser humano no tiene por qué ser la excepción a la regla. Heidegger afirma: «Venimos de la “nada de antes” y vamos a la “nada de después”, y debemos ser capaces de aceptar esta realidad y asumir la angustia de caminar hacia la nada».

Pero el evangelio nos ofrece otra perspectiva.

El texto de hoy constituye —según los expertos— una hermosa profesión de fe de los Testigos: “Jesús es exaltado al lugar que le corresponde; la diestra del Padre”. Y lo bueno para nosotros, es que los evangelistas presentan a Jesús como “persona” y como el “primogénito” que nos muestra que la muerte no es el final, sino nuestra liberación definitiva del poder del mal; nos invitan a ver en Jesús la grandeza del ser humano capaz de alcanzar la divinidad.

El evangelio nos anuncia por tanto que nuestro destino es Dios, aunque en ningún momento trata de describir la naturaleza del “más allá”… Pero somos curiosos, nos gusta imaginar lo que nos espera y elaboramos imágenes que nos ayudan a mantener viva la esperanza. Y así, unos afirman que nuestro destino es fundirnos con el Todo Universal, otros, gozar eternamente de la presencia de Dios, y otros, otras cosas.

Pero a veces confundimos estas imágenes con realidades, ignorando que no existe soporte alguno para vislumbrar siquiera qué nos espera tras la muerte. Pablo así lo entendió y lo expresó de forma genial: «Ni ojo vio, ni oído oyó, ni ha entrado en el corazón del hombre lo que Dios tiene preparado para los que le aman»… En esa misma línea podemos recordar un comentario muy coloquial de Ruiz de Galarreta: «No tengo ni idea de lo que me espera tras la muerte, pero confío en que mi Madre me tenga preparado algo estupendo».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Adoración, alegría y bendición

Domingo, 29 de mayo de 2022
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porta-asc10[1]El evangelio de Lucas intenta decir algo acerca de la presencia de Jesús después de su muerte. La narración de hoy nos cuenta que Jesús, una vez resucitado, relee su vida a partir de los textos sagrados. Su misión, que incluye su vida, muerte y resurrección tiene sentido en cuanto que puede comprenderse dentro del designio de Dios para con toda la historia de la humanidad.

Los discípulos son testigos de esto. Son testigos, pero no solo de manera externa sino también interna, es decir no solo ven lo que pasa como meros espectadores, sino que sus vidas se delimitan y organizan en relación con el Mesías resucitado. Ellos son sus testigos. Su identidad queda marcada así por la cercanía de la persona en la que se cumplen los designios de Dios.

Ser testigos, entendido como aquello que determina la identidad de los discípulos tras la resurrección de Jesús, no implica únicamente mirar para sí mismo y conocer algo novedoso. Ser testigo implica salir y dar testimonio. Eso parece evidente. Sin embargo, la orden de Jesús es la contraria a salir. Ellos son ciertamente testigos, pero deben “Permanecer en la ciudad”. Si en los diferentes relatos de envíos, durante la vida pública de Jesús, la respuesta es “inmediata”, es decir “salen corriendo a anunciar lo que han visto”, tras la resurrección la respuesta requiere quedarse, permanecer, esperar. Esperar una fuerza, una energía que los “revestirá”.

Revestir es una palabra extraña que puede significar imbuirse o dejarse llevar por esa fuerza, o cubrir el cuerpo con un ropaje (como lo hace, por ejemplo, el sacerdote en la eucaristía que se reviste con los ornamentos litúrgicos). Las dos acepciones encajan aquí, ya que la fuerza es interior pero también corporal y exterior. La fuerza reviste las emociones y reviste el cuerpo. Así el testimonio será creíble y tangible: estas dos dimensiones son fundamentales en el anuncio de cualquier mensaje.

Sin embargo, de momento, el recibir esta fuerza es solo una promesa; no una realidad. Antes, han de recibir una bendición, en Betania. Betania es el lugar del encuentro, del descanso, del fortalecimiento, de la acogida y de la fiesta que Jesús y sus discípulos bien conocen. Ese lugar sigue siendo un lugar de bendición, y es allí el lugar propio para que Jesús los bendiga (casi como a los niños que quiere que se acerquen a él).

Pero esta bendición anuncia la despedida. Ahora sí. Si la muerte de Jesús anunciaba una primera separación, llena de pena, decepción y desorientación, la ascensión confirma una segunda separación, pero esta vez, a diferencia de la primera, produce alegría y adoración. Nuevamente llama la atención que, de momento, no se convierten en testigos activos y evangelizadores dinámicos en salida. Se convierten, a primera vista, en todo lo contrario. Son simplemente y ciertamente adoradores: se postran ante Jesús, van a Jerusalén (la ciudad del gran templo) y “estaban en el templo bendiciendo a Dios”. De momento su testimonio es exclusivamente y esencialmente alegría y bendición. Y así será hasta que reciban la fuerza de lo alto prometida.

En nuestra sociedad cargada de activismo, este texto se presenta como de una radical humanidad que nos pide tener tiempo y darse tiempo. Tiempo para aceptar la decepción, para aceptar separaciones, para dar lugar al dinamismo propio de la muerte-resurrección y para no adelantar procesos sino dejar que los afectos se decanten.

Este dinamismo muerte-resurrección, como momento esencial de todo ser vivo, nos recuerda la distancia, pero también la cercanía; una cercanía trascendente (como una “fuerza que viene de lo alto”) y que, como una bendición, nos fortalece y nos reviste. Es decir, la nueva forma de vincularnos, a partir de las experiencias de muerte y de resurrección, no contrapone la cercanía y la distancia, sino que las integra.

Esta forma de entender la vida y el tiempo nos recuerda también la importancia de dar espacio a la adoración, a la alegría y la bendición. El hecho de considerar el tiempo del que disponemos, que transcurre desde el nacimiento a la muerte, nos recuerda que se trata de un tiempo que es limitado y que por tanto nos urge la acción. Pero, para que esta acción sea fecunda, requiere de momentos de espera y de quietud. Momentos para releer nuestra historia comunitaria y personal dentro de los designios de Dios. Y para vislumbrar y dar lugar a lo que viene por delante.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Plenitud y despliegue histórico.

Domingo, 29 de mayo de 2022
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175D1451-95E8-4E50-BEF2-FEEFDF9535CEFiesta de la Ascensión

29 mayo 2022

Lc 24, 46-53

La “doble dimensión” que nos constituye -identidad y personalidad- puede verse desde otra perspectiva: somos plenitud que se va desplegando en forma de historia. La plenitud es atemporal; el desarrollo histórico aparece como lineal y secuencial. Una lectura ajustada de lo real tiene en cuenta esa doble dimensión, consciente de que cada uno de esos planos obedece a “leyes” diferentes.

En cuanto “seres históricos”, nos experimentamos impermanentes, frágiles y vulnerables, a la vez que vivimos considerándonos “actores” de nuestro destino, afrontando la vida como “tarea”.

El riesgo consiste en quedar reducidos a este plano, olvidando nuestra dimensión profunda. Cuando esto sucede, caemos en la ignorancia radical por la que, aun creyéndonos “conscientes”, nos perdemos en la confusión y en el sufrimiento mental.

Ese laberinto solo tiene una salida posible: la comprensión que nos permite abrirnos a nuestra verdadera identidad. A partir de ahí, se modifica nuestro modo de vernos, de leer la historia y de movernos en ella. Porque vivimos el despliegue sin perder la conexión con quienes realmente somos, es decir, anclados en la plenitud atemporal. En ella nos reconocemos siempre a salvo y desde ella se modifica nuestra visión de la historia y nuestro comportamiento en ella.

Seguiremos haciendo todo lo que tengamos que hacer en el discurrir diario, pero lo haremos -o mejor, se hará en nosotros- desde “otro lugar”. La historia aparecerá ante nosotros como un “juego divino”, con todo lo que encierra de compromiso, pero también de libertad. Del mismo modo que, al salir del sueño, nos liberamos de la carga de las pesadillas que lo acompañaban, al escapar de la confusión de la mente reductora, saboreamos el descanso profundo que sabe a plenitud y a liberación.

Somos seres históricos, con todo lo que ello implica, pero somos, a la vez y en profundidad, plenitud de vida.

¿Cómo y desde dónde vivo el día a día?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No os quedéis plantados mirando al cielo, pero mirad al cielo. La Ascensión

Domingo, 29 de mayo de 2022
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3101A04D-0A69-4AE3-998A-FB9F2D5E69A4Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- La fiesta de la Ascensión.

La Muerte, Resurrección y Ascensión constituyen un único acontecimiento. Por “pedagogía teológico-litúrgica” celebramos por separado la Pasión, la Muerte, la Resurrección, Ascensión del Señor, la Venida del Espíritu… Pero es un único acontecimiento.

La cuestión no es si JesuCristo concluyó en Dios el viernes santo a primera hora de la tarde, el domingo de Pascua o a los cuarenta días. No se trata de un tiempo material, cronológico, sino teológico –existencial- expresado en un lenguaje simbólico-poético.

Según el Evangelio de Lucas todo aconteció el mismo día de Pascua. Según el libro de los Hechos, la Ascensión aconteció a los 40 días de la resurrección

    Tampoco se trata de una cuestión espacial: Jesús habría subido al cielo como un astronauta. Es un mundo alegórico: Jesús “subió” junto a Dios, y una nube (símbolo de la protección de Dios) lo acogió en Dios.

    La Ascensión es el “día sin fin”, el “día eterno de Pascua” para Cristo, para nuestros hermanos difuntos y para toda la humanidad.

En esta fiesta de la Ascensión celebramos que Jesucristo concluyó su historia en Dios y nuestra historia concluirá también en Dios. Terminaremos en el Señor y terminaremos como Él, en la casa del Padre.

Por ello, esta fiesta es de gran esperanza e impregna de esperanza toda nuestra existencia y nuestra historia.

02.- La gran crisis de nuestro tiempo es la esperanza / desesperanza.

    Allá por los años 1950 / 60 la crisis de nuestra sociedad era la fe, el ateísmo, la muerte de Dios, el marxismo, etc. Hoy en día la crisis es más bien de esperanza. Nuestro momento ha clausurado el futuro. No hay nada que esperar.

    Hemos sustituido la esperanza por unas vacaciones, el ser por la nada y la fe por los ritos del “self service” eclesiástico. Y esto crea mucha cansera, mucha desesperanza.

    La cuestión más grave que tenemos no es la pandemia, ni la guerra, la cuestión más seria que tenemos es la nada, el nihilismo que termina por minar y socavar los cimientos de la existencia y nos sume en una profunda desesperanza. La nada y la desesperanza, cuando no la desesperación,  terminan por quitar el sentido de la vida y las ganas de vivir.

Quizás por esta razón es por lo que está aumentando el número de suicidios. Tenemos cosas para vivir, lo que ya no tenemos son ganas de vivir.

En el País Vasco se da un suicidio cada dos días. En el año 2020 se suicidaron 184 personas en el País Vasco, en España, 70.000.

El hombre actual sabe y tiene, pero no espera; sin embargo los humanos somos seres esperantes, porque quien deja de esperar, deja de vivir.

03.- La Ascensión es una fiesta de esperanza.

Dice el profeta Isaías una honda verdad: en la esperanza está vuestra fortaleza. (Is 30,15)

La fiesta de la Ascensión nos habla del sentido de la vida y nos anima a vivir confiada y esperanzadamente. Tal vez el núcleo central de esta fiesta de la Ascensión es recordarnos que el final del ser humano y de la historia está en Dios y esto nos llama vivir confiadamente. Cristo es el principio y fin de la vida. El lugar del ser humano es Dios, el amor de Dios.

La esperanza en el futuro es la alegría y el sentido del presente. Lo que esperamos ilumina el momento presente.

    Aquellos buenos teólogos que llevaron adelante el concilio Vaticano II, cultivaron estas ideas: caminamos hacia la finalización, (Teilhard de Chardin). Vivir mirando y esperando el futuro absoluto infunde ánimo, espíritu y coraje.

    Sembremos esperanza. ¿Cómo es posible que en los colegios y universidades, en los medios de comunicación no se dedique un tiempo, una asignatura a la esperanza, al sentido de la vida, al horizonte absoluto? Estas cosas no son “religión”, son sentido común, sembrar esperanza.

    Caminamos hacia el punto final, hacia el horizonte, que es Cristo.

04.- Jesús les bendijo y se marchó de entre nosotros. Y dejas Pastor santo.

    Una hermosa coincidencia:

  • San Lucas comienza su evangelio con la bendición del anciano Zacarías bendice a Dios: Bendito sea el Dios de Israel … puedes dejar a tu siervos marchar en paz
  • Y ahora, al final, Jesús se marcha bendiciendo a los suyos.

    Bendecir significa decir bien en la vida

Estamos llenos de maldiciones, de decir mal, de descalificaciones, de linchamientos personales, morales, de acepción de personas. Y eso no es bueno, ni hace bien. La Ascensión nos habla de una creación originaria y de futuro bien dicho por JesuCristo para toda la humanidad.

Jesús se marchó.-como había vivido- Bendiciendo. Diciendo y haciendo bien.

Es un gran programa de vida pasar por la vida diciendo bien y marcharnos dejando algo de bien.

05.- No os quedéis plantados mirando al cielo, pero mirad al cielo

La fiesta de la Ascensión es una llamada al futuro. Y porque creemos en el futuro, nos empuja a trabajar en el presente

Creemos en la Ascensión y por eso, “miramos al cielo” con nostalgia infinita y con ojos limpios por la esperanza y sin intereses. Y porque miramos al cielo y al futuro absoluto, no nos quedamos en las mediaciones ni vivimos en “babia” alelados en espiritualismos celestes anquilosantes y evasivos

Porque creemos en la Ascensión, confiamos y esperamos con ilusión el futuro, el futuro de Dios. Y porque miramos al cielo, vivimos y trabajamos en la tierra por cambiar este presente.

Miremos con intensa nostalgia al cielo pisando tierra.

No os quedéis plantados mirando el cielo, pero mirad al cielo.

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Los “días de gloria” son nuestra vida diaria ahora

Lunes, 16 de mayo de 2022
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447C2941-2359-4536-B217-5245C2E85E53La reflexión de hoy (15 de mayo de 2022) es del colaborador de Bondings 2.0 Michael Sennett, cuya breve biografía se puede encontrar haciendo clic aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el Quinto Domingo de Pascua se pueden encontrar aquí.

Cuando era niño, recuerdo que los adultos solían expresar su deseo de tener “días de gloria“. Pensando en mi infancia, puedo escuchar las historias que recuerdan a los deportes, la política, la religión, la tecnología, lo que sea. En ese entonces, sus historias resonaban en mi cabeza como un enigma. Ahora, como un adulto de veinticinco años, entiendo sus inclinaciones. Incluso la noción de cambio en mi palabra estable es suficiente para ponerme la piel de gallina.

Para aclarar, el cambio ha dado paso a una gran cantidad de cosas buenas y seguirá haciéndolo. Los avances en los derechos de las mujeres, las personas negras y marrones, las personas discapacitadas, la comunidad LGBTQ+, los inmigrantes, los refugiados y muchos grupos marginados son un testimonio de esto. Sin embargo, aceptar el cambio en mi propia vida no es fácil.

Actualmente, esperar la asignación de un nuevo párroco como empleado de la parroquia ha sido una montaña rusa emocional. En medio de esta importante transición en el lugar de trabajo, asumí el papel (totalmente inútil) de un Tomás incrédulo. Ser un hombre transgénero católico me plantea muchas preguntas. ¿Qué pasa si el próximo pastor es transfóbico? ¿Apoyará nuestros esfuerzos para atender a los católicos LGBTQ+? ¿Puedo ser visible a su alrededor sin miedo a las repercusiones? Escenarios como estos han estado pesando en mi mente. Inicialmente me consumía la culpa por mis pensamientos pesimistas. Entonces recordé la multitud de casos en los que los católicos LGBTQ+ han sido discriminados. Por injusto que sea temer a alguien que nunca he conocido, tampoco puedo fingir ignorancia sobre el trauma de los católicos homosexuales y mis propias experiencias.

La lectura del Evangelio de hoy, sin embargo, fue una bofetada para mí. Cuando Jesús les reveló a sus apóstoles que solo estaría con ellos por un poco más de tiempo, seguramente se sintieron consternados ante la perspectiva de un ministerio sin su líder. Los había guiado y protegido. ¿Cómo servirían sin él? Pero Jesús instruye a sus discípulos con un nuevo mandamiento: “ámense los unos a los otros. Como yo os he amado, así también vosotros debéis amaros los unos a los otros”. El amor incondicional triunfa sobre las dudas y la incertidumbre. Amar a través del miedo revela la presencia de Dios.

En lugar de permitir que mis preocupaciones me abrumen, necesito reaccionar con amor. Dibujar líneas de división solo invita a Jesús a pararse del otro lado, con la parte aislada. Al final del día, todos los miembros del personal comparten la misión común de difundir el Evangelio y llevar el amor de Dios a la comunidad parroquial. Una cálida bienvenida al nuevo pastor, conocer sus dones y encontrarlo donde está son esenciales para cultivar un discipulado amoroso. El liderazgo del pastor actual también hace posible este proceso. Su apoyo me ha ayudado a aumentar mi confianza como persona trans católica, sentándome las bases para encontrar mi propósito y mi pasión. Crear el mismo ambiente para el próximo pastor es un acto de amor. La lectura del evangelio de San Juan, escrita por el discípulo a quien Jesús amaba, también enfatiza la gloria de Dios: “Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él”. La gloria no es un resumen del pasado, existe ahora. Los “días de gloria” son nuestra vida diaria, y lo mejor verdaderamente está por venir cuando podamos regocijarnos con el Señor.

La aprensión ante el cambio es normal. Sin embargo, no debemos permitir que nuestros miedos superen nuestra capacidad de amar. Como discípulos estamos obligados a amar sin restricciones, venciendo las tinieblas de la incertidumbre con la Luz de Cristo. Ya no tenemos que revivir el gozo de los días del pasado, debemos deleitarnos en la gloria del presente y esperar la promesa del futuro.

—Michael Sennett, New Ways Ministry, 15 de mayo de 2022

Fuente New Ways Ministry

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“Un estilo de amar”. 5 Pascua – C (Juan 13,31-33a.34-35)

Domingo, 15 de mayo de 2022
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05-PASC-CLos cristianos iniciaron su expansión en una sociedad en la que había distintos términos para expresar lo que nosotros llamamos hoy amor. La palabra más usada era filía, que designaba el afecto hacia una persona cercana y se empleaba para hablar de la amistad, el cariño o el amor a los parientes y amigos. Se hablaba también de eros para designar la inclinación placentera, el amor apasionado o sencillamente el deseo orientado hacia quien produce en nosotros goce y satisfacción.

Los primeros cristianos abandonaron prácticamente esta terminología y pusieron en circulación otra palabra casi desconocida, agape, a la que dieron un contenido nuevo y original. No querían que se confundiera con cualquier cosa el amor inspirado en Jesús. De ahí su interés en formular bien el «mandato nuevo del amor»: «Os doy un mandato nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado».

El estilo de amar de Jesús es inconfundible. No se acerca a las personas buscando su propio interés o satisfacción, su seguridad o bienestar. Solo piensa en hacer el bien, acoger, regalar lo mejor que tiene, ofrecer amistad, ayudar a vivir. Así lo recordarán años más tarde en las primeras comunidades cristianas: «Pasó toda su vida haciendo el bien».

Por eso su amor tiene un carácter servicial. Jesús se pone al servicio de quienes lo pueden necesitar más. Hace sitio en su corazón y en su vida a quienes no tienen sitio en la sociedad ni en la preocupación de las gentes. Defiende a los débiles y pequeños, los que no tienen poder para defenderse a sí mismos, los que no son grandes o importantes. Se acerca a quienes están solos y desvalidos, los que no conocen el amor o la amistad de nadie.

Lo habitual entre nosotros es amar a quienes nos aprecian y quieren de verdad, ser cariñosos y atentos con nuestros familiares y amigos, para después vivir indiferentes hacia quienes sentimos como extraños y ajenos a nuestro pequeño mundo de intereses. Sin embargo, lo que distingue al seguidor de Jesús no es cualquier «amor», sino precisamente ese estilo de amar que consiste en acercarnos a quienes pueden necesitarnos. No lo deberíamos olvidar.

José Antonio Pagola

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“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros.”. Domingo 15 de de 2022. 5º Domingo de Pascua

Domingo, 15 de mayo de 2022
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30-pascuaC5 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 14, 21b-27: Contaron a la Iglesia lo que Dios había hecho por medio de ellos.
Salmo responsorial: 144: Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey.
Apocalipsis 21, 1-5a: Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.
Juan 13, 31-33a. 34-35: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros.

El libro de los Hechos nos sigue presentado el éxito misionero de Pablo y Bernabé entre los gentiles, pues “Dios les había abierto la puerta a los no judíos para que también ellos pudieran creer” (v.27). Sus desvelos misioneros serían fuente de esa propagación del Evangelio que, extendiéndose a lo ancho del mundo “gentil”, llegaría hasta nosotros.

Por su parte Juan, el vidente de Patmos, alienta nuestra esperanza con su magnífica visión de “un cielo nuevo y una tierra nueva”, como la gran meta de nuestros esfuerzos por transformar las realidades de muerte que nos rodean y redimir al mundo con la fuerza vital arrolladora del Resucitado. Una nueva realidad de justicia, paz y amor fraterno habrá de traer “la nueva Jerusalén que descendía del cielo enviada por Dios y engalanada como una novia”. Es la esperanza maravillosa que podemos enarbolar frente a los catastrofistas que nos amenazan con una destrucción inexorable del mundo, sobre la base de supuestas profecías que en nada se condicen con las promesas de la Nueva Alianza que Cristo ha sellado con su pasión y su triunfo sobre la muerte. “Esta es la morada de Dios con los hombres –señala un entusiasmado Juan-; acampará entre ellos. Serán su pueblo, y Dios estará con ellos. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado. El que estaba sentado sobre el trono dijo: Ahora hago el universo nuevo”.

El evangelio nos presenta unos cuantos versículos del gran discurso de despedida de Jesús en la noche de la Cena, donde el Maestro entrega su testamento espiritual a los discípulos: el gran mandato del amor como signo visible de la adhesión de sus discípulos a él y de la vivencia real y afectiva de la fraternidad. El mundo podrá identificar de qué comunidad se trata si los discípulos guardan entre sí este mandato del amor. Jesús rescata la Ley, pero le pone como medio de cumplimiento el amor; quien ama demuestra que está cumpliendo con los demás preceptos de la Ley. Es posible que en la comunidad primitiva se hubiera discutido cuál debía ser su distintivo propio e inequívoco. Para eso apelan a las palabras mismas de Jesús. En un mundo cargado de egoísmo, de envidias, rencores y odios, la comunidad está llamada a dar testimonio de otra realidad completamente nueva y distinta: el testimonio del amor.

Una de las principales causas por las que tantos cristianos abandonan la Iglesia radica justamente en la falta de un testimonio mucho más abierto y decidido respecto al amor. Con mucha frecuencia nuestras comunidades son verdaderos campos de batalla donde nos enfrentamos unos contra otros; donde no reconocemos en el otro la imagen de Dios. Y eso afecta la fe y la buena voluntad de muchos creyentes. Por cierto, no se trata de que nuestras comunidades y agrupaciones sean totalmente ajenas al conflicto, no; el conflicto es necesario en cierta medida, porque a partir de él se puede crear un ambiente de discernimiento, de acrisolamiento de la fe y de las convicciones más profundas respecto al Evangelio; en el conflicto –llevado en términos de respeto y amor cristiano mutuo- aprendemos justamente el valor de la tolerancia, del respeto a la diversidad, y el mejoramiento de nuestra manera de entender y practicar el amor. Del conflicto así entendido -inevitable donde hay más de una persona-, es posible hacer el espacio para construir y crecer. Para ello hacen falta la fe, la apertura al cambio y, sobre todo, la disposición de ser llenados por la fuerza viva de Jesús. Sólo en esa medida nuestra vida humana y cristiana va adquiriendo cada vez mayor sentido y va convirtiéndose en testimonio auténtico de evangelización. Leer más…

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Dom 15.5.22. Amaos unos a otros como os he amado. Jesús, historia de amor (Jn 13, 31-35)

Domingo, 15 de mayo de 2022
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9BF9EB8E-686D-45CA-BA6F-C17B250EE755Del blog de Xabier Pikaza:

En este amor insiste el Evangelio de Juan, preocupado por crear una comunión de amigos cercanos, una comunidad de hermanos, de enamorados.

Éste es un amor de hermanos, el decir, de cristianos que se vinculan sólo por amor (no tienen otra ley, otro mandamiento…) en un mundo donde parece que todos se enfrentan con todos. Éste es un amor de “en-amorados”, hombres y mujeres que sienten el gozo de compartir y celebrar la vida, sin más finalidad (ni mandamiento) que aprender a quererse unos a otros.

Éste es un amor abierto a todos (incluso a los enemigos), pero condensado y expresado con gran fuerza en una comunión de amor.He comentado más veces en este blog el amor al enemigo.

Hoy quiero insistir en el amor de amigos y de enamorados, dentro de una comunidad de amor, conforme a la palabra de Jesús en el evangelio de Juan: Amaos unos a los otros, como yo os he amado… (Jn 13, 34).

El amor al enemigo cesará, cuando no existan enemigos, pero el amor a los amigos-hermanos durará por siempre, a modo de comunión de Dios, hasta el fin de los tiempos.

TEXTO.

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: “Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.

Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.”Juan 13, 31-33a. 34-35. 

Preguntas, reflexión pevia

‒ ¿Quién habla en este texto? ¿Quién dice “como yo os he amado”: Jesús histórico o el Cristo de Pascua? ‒ ¿Cómo amó Jesús? ¿Cómo se relaciona su amor con el Dios? ¿Cómo entender su amor en relación con la justicia y con la libertad? ‒ ¿Cómo vivir en la Iglesia el amor de Jesús? ¿Qué cambios exige la experiencia de amor en la Iglesia y en la sociedad? ¿Cómo entender desde el amor la necesaria reforma de la Iglesia, la sinodalidad que propone el Papa Francisco? ‒ ¿Cómo entender y vivir ese amor fuera de la iglesia?

— Jn 13, 34 forma parte del último nivel de redacción de Jn, es quizá posterior al mismo capítulo final del evangelio (Jn 21). Forma parte de eso que muchos investigadores llaman en “estrato 3”, compuesto y/o añadido al “cuerpo de Jn” en el estadio final de la fijación del texto, en un momento en que la Comunidad del Discípulo Amado está “enfrentándose” con dos grandes tareas (y) o riesgos:

  1. La Comunidad del Discípulo Amado está entrando en contacto con la Gran Iglesia, ajustando por eso, su teología y su visión de Jesús con la visión de las comunidades “oficiales”, vinculadas a Pedro (Jesús es el Verbo Encarnado, la Iglesia es una institución abierta…).
  2. La Comunidad está corriendo el riesgo de dividirse (o, mejor dicho, se está dividiendo de hecho), de manera que los que se vinculan con la Gran Iglesia (los transmisores de nuestro texto actual de Jn) debe insistir en la necesidad del “amor mutuo” (un amor que se expresa en forma de vinculación con la comunidad, de permanencia en ella).

— Pero el hecho de que el texto de Jn 13, 34 sea quizá la “glosa” de un comentarista posterior del evangelio (si así quiere llamarse) no significa que tenga poca importancia, sino todo lo contrario. El glosista ha querido insistir en algo que está en el fondo de la vida de Jesús: Él ha sido un Mesías de Amor.

Jesús puede y debe presentarse como aquel que ha amado a los suyos hasta el extremo, en donación total, a fin de que todos formemos una “república de amigos”, si es que vale esta palabra… Re-pública significa “cosa pública”. Público y fuerte ha de ser el amor de los cristianos, como seguiré indicando en los nueve números que siguen.

COMO YO OS HE AMADO. PALABRA PASCUAL  

Por todo lo dicho, ésta no parece (no puede ser) una palabra directa del Jesús histórico, sino que proviene del Jesús resucitado, que se revela en la Iglesia como fuente y principio de amor, en la tradición del Discípulo Amado. Aquí se funda la “república cristiana”, en el amor de Jesús que vincula a sus amigos. Ésta es precisamente la experiencia de Pascua: Jesús, Hijo de Dios ama a los suyos y crea “con” (desde) ellos una comunión de amigos.

— Ciertamente, el Jesús de la historia amó a la gente de manera intensa, ofreciendo a los pobres, pecadores y excluidos el Reino de Dios… Más aún, es evidente que sus discípulos se sintieron amados por él, y así le han recordado por la pascua. Más todavía, Jesús ofreció a sus discípulos dos “mandamientos” fundamentales sobre el amor: (a) Uno sobre el amor a los enemigos; (b) y otro sobre el amor a Dios y el amor al prójimo.

— Pero debemos añadir que él no anduvo por ahí diciendo, como recoge tras la pascua esta glosa final del evangelio de Juan: ¡Amaos unos a los otros como yo os he amado! Esta palabra parece una reflexión y síntesis pascual de su proyecto de su presencia entre los hombres.

  1. CÓMO AMÓ EL JESÚS HISTÓRICO

— El hecho de que esa palabra (como yo os he amado, así amaos vosotros…) no sea histórica sino pascual no le quita valor, sino que se lo añade, pues ella ha servido para interpretar y condensar toda la vida de Jesús (sus palabras y sus gestos) en clave de amor.

Cuando sus discípulos recuerdan a Jesús le recuerdan como un “hombre” de amor, como un testigo de la misericordia de Dios, no sólo por sus palabras, sino y sobre por sus hechos, por toda su trayectoria mesiánica.

— Más aún, los discípulos recuerdan su muerte como un “gesto” de amor; no como un fracaso mesiánico (como pudo haber sido en un sentido), sino como la expresión suprema del amor de Dios, que se expresa en su entrega, que no es un sacrificio como expresión de violencia y venganza sino como gesto de gratuidad activa, al servicio del Reino.

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  1. EL TESTIMONIO DE UN EXTRAÑO: FLAVIO JOSEFO

El testimonio más fuerte del amor de Jesús lo ofrece quizá un historiador judío, llamado Flavio Josefo, quien hacia el año 90 escribió un famoso testimonio sobre Jesús, a quien presenta como “hombre de amor”. Éste es el famoso testimonio “flaviano” donde Flavio Josefo ofrece su visión de Jesús, que es como sigue:

Apareció en este tiempo Jesús (en tiempos de Poncio Pilato). Fue autor de hechos sorprendentes; maestro de personas que reciben con gusto reciben la verdad. Muchos, tanto judíos como griegos, le siguieron. Algunos de nuestros hombres más eminentes le acusaron ante Pilato. Este lo condenó a la cruz. Sin embargo, aquellos que antes lo habían amado, no dejaron de hacerlo después. Y hasta hoy, la tribu de los cristianos, que le debe este nombre, no ha desaparecido (Ant. XVIII, 63-4). Leer más…

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Jesús y Dios. Jesús, nosotros y los otros. Domingo 5º de Pascua. Ciclo C

Domingo, 15 de mayo de 2022
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Amaos unos a otrosDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado leímos que las ovejas seguían al pastor. Hoy el pastor abandona temporalmente a su rebaño, dejándole un encargo de última hora. Las dos primeras lecturas hablan de las persecuciones presentes y de la gloria futura.

 Lectura del evangelio (Juan 13, 31-33a. 34-35)

El evangelio de hoy, tomado del discurso de Jesús durante la última cena, aborda brevemente dos temas: Jesús y Dios; Jesús, nosotros y los otros. En realidad, el texto del cuarto evangelio incluye entre estos dos temas un tercero: Jesús y los discípulos. Los responsables de la selección no desaprovecharon la ocasión de suprimirlo.

Jesús y Dios. (Puede extrañar que no escriba “Jesús y el Padre”, pero en esta primera parte Jesús usa tres veces la palabra “Dios” y nunca “Padre”.)

 Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. 

Estamos en la noche del Jueves Santo. Judas acaba de salir del cenáculo para traicionar a Jesús y este pronuncia unas palabras desconcertantes. Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él.”

            ¿Qué quiere decir Jesús? La primera dificultad está en que usa cinco veces el verbo “glorificar”, que nosotros no usamos nunca, aunque sepamos lo que significa. Nadie le dice a otro: “yo te glorifico”, o “Pedro glorificó a su mujer”. Sólo en la misa recitamos el Gloria, y ahí el verbo va unido a otros más usados: “te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos”. Pero, en el fondo, después de leer la frase diez o doce veces, queda más o menos claro lo que Jesús quiere decir: ha ocurrido algo que ha redundado en su gloria y, consiguientemente, en gloria de Dios; y Dios, en recompensa, glorificará también a Jesús.

¿Qué es eso que ha ocurrido ahora y que redunda en gloria de Jesús? Que Judas ha salido del cenáculo para ir a traicionarlo. Parece absurdo decir esto. Pero recuerda lo que dice la primera lectura: “hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios”. A través de la pasión y la muerte es como Jesús dará gloria a Dios, y Dios a su vez lo glorificará.

            Jesús, nosotros y los otros.

Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.»

Esta parte, muy conocida, es fácil de entender y muy difícil de practicar. El amor al prójimo como a uno mismo es algo que está ya mandado en el libro del Levítico. La novedad consiste en amar “como yo os he amado”. La idea de que Jesús amaba solo a uno de los discípulos (“el discípulo amado”) no es exacta. Amaba a todos, y si a ellos les hubieran preguntado en aquel momento cómo los había amado Jesús dirían que eligiéndolos y soportándolos. Es mucho, pero hay una forma más grande de demostrar el amor: dando la vida por la persona a la que se quiere, como el buen pastor que da la vida por sus ovejas.

Cabe el peligro de concluir: “Si Jesús nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarlo a él”. Sin embargo, el mandamiento nuevo no habla de amar a Jesús, sino de amarnos unos a otros. Esto supone un cambio importante con respecto al libro del Deuteronomio, donde el mandamiento principal es “amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Jesús, de forma casi polémica, omite la referencia a Dios y habla del amor al prójimo. Y lo mismo que a los israelitas se los reconocía por creer en un solo Dios dentro de un ambiente politeísta, a los cristianos se nos debe reconocer por amarnos unos a otros.

Sin embargo, cuando se conoce la historia de la Iglesia, queda claro que los cristianos nos distinguimos, más que por el amor mutuo, por la capacidad de pelearnos, no solo entre diversas confesiones, sino dentro de la misma. Curiosamente, la situación ha mejorado mucho entre las distintas confesiones, mientras los conflictos abundan dentro de la misma iglesia. Lo cual es comprensible. Es más fácil pelearse con el hermano que vive contigo que con el que ha formado su propia familia y está más lejos.

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 14, 21b-27

El domingo pasado se leyó la actividad de Pablo y Bernabé en Antioquía de Pisidia, y las dificultades que promovieron al final los judíos y algunas señoras importantes, obligándoles a huir de allí. Marchan entonces a Iconio, Listra y Derbe. Lo que allí ocurrió no se lee en la misa, pero es importante recordarlo brevemente para comprender la lectura de hoy (el que quiera puede leer el capítulo 14 de los Hechos, que es muy interesante).

En Iconio predican con bastante éxito, pero al final la gente se divide, algunos intentan apedrearlos y tienen que huir de nuevo.

            En Listra curan a un tullido y la gente los consideran dioses; ellos consiguen con dificultad que no les den culto. Pero vienen judíos de Antioquía e Iconio que ponen a la gente contra Pablo; lo apedrean y lo arrastran fuera de la ciudad dándolo por muerto. Los discípulos lo recogen y al día siguiente huye con Bernabé hacia Derbe.

En Derbe anuncian el evangelio y ganan bastantes discípulos. Allí no se dan persecuciones. Terminada la predicación, emprenden el viaje de vuelta a Antioquía de Siria (donde habían comenzado el viaje misionero), pasando por las mismas ciudades que ya habían evangelizado. Este viaje de vuelta es el tema de la lectura de hoy.

En aquellos días, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquia, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios.

            En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Predicaron en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían enviado, con la gracia de Dios, a la misión que acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe.

El viaje de vuelta, contado tan esquemáticamente, debió de durar, como mínimo, uno o dos meses. Pero Lucas no se detiene a contar con detalle lo ocurrido. Para él es más importante indicar la conducta de los apóstoles. En todas las comunidades hacen lo mismo durante la vuelta:

1) Confortar y exhortar a perseverar en la fe. “Confortar” es un verbo exclusivo de Hch (14,22; 15,41; 18,23) y siempre tiene por objeto a los discípulos o a las comunidades (no a individuos). ¿Cómo se conforta y exhorta? Advirtiéndoles de la realidad: “hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios”. Igual que Pablo y Bernabé han tenido que sufrir para anunciar el evangelio; igual que Esteban fue apedreado hasta la muerte (Hch 11,19). Las persecuciones y tribulaciones forman parte esencial de la vida cristiana.

2) Designar responsables. Esta palabra griega, presbitérous, etimológicamente designa a los “ancianos”, pero en la práctica se aplica a los responsables de la comunidad y terminará adquiriendo un matiz muy concreto: sacerdote. Pero no es eso lo que designan los apóstoles, sino simples encargados de dirigir la comunidad, las asambleas litúrgicas, etc.

3) Celebrar liturgias de oración y ayuno, en las que encomiendan a la comunidad al Señor.

Finalmente, cuando llegan a Antioquía de Siria, pueden dar la gran noticia: Dios ha abierto a los paganos la puerta de la fe. Ha comenzado una etapa nueva en la historia de la iglesia y de la humanidad.

Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1-5a

Si la primera lectura se fija sobre todo en las tribulaciones por las que hay que pasar para entrar en el reino de Dios, la segunda, del Apocalipsis, habla de ese reino de Dios, del mundo futuro maravilloso. No es literatura de ficción, aunque lo parezca. Los cristianos del siglo I estaban sufriendo numerosas persecuciones, y la certeza de un mundo distinto era el mayor consuelo que podían recibir.

 Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente que decía desde el trono: «Ésta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado.» Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Todo lo hago nuevo.»

Aunque el lenguaje es muy distinto, la idea de fondo es la misma en las dos primeras lecturas: ahora mismo, la comunidad padece grandes tribulaciones (Hch), hay lágrimas, muerte, luto, llanto, dolor (Ap), pero todo esto llevará al reino de Dios (Hch) y a un mundo maravilloso (Ap).

 

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V Domingo de Pascua. 15 mayo, 2022

Domingo, 15 de mayo de 2022
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«La señal por la que os reconocerán como discípulos míos…»

(Jn 13, 31-35)

¿Qué otra cosa podemos querer cada uno de nosotros en el momento de la muerte que dejar como legado a nuestros seres queridos un deseo de amor y unidad entre ellos, para nuestra familia, para nuestra comunidad, para nuestro grupo? Así, tan humano, se muestra Jesús en su última cena, en su última despedida: «amaos los unos a los otros».

Sin embargo da un paso más y nos invita a recibir nuestra identidad conscientemente y a trabajar por ser dignos, dignas, de llevarla encima. Se lo oí a un sacerdote en una homilía y mis oídos se estremecieron ante una afirmación tan rotunda y tan, he de  reconocerlo, profundamente verdadera. Dijo: «la señal de los cristianos no es la cruz sino el amor».

Como monja trinitaria la redención, el sentirme redimida, el saber a la humanidad redimida, forma parte de nuestra manera particular de vivir en la Iglesia. La cruz es un elemento clave porque nos recuerda que Cristo se entregó hasta la muerte por cada una de nosotras, por cada uno de nosotros.

Y a veces, es verdad, nos quedamos mirando las heridas que sangran y se nos pasa por alto el motivo, que no es el odio, ni la soledad, ni el abandono, el único motivo por el que Cristo está ahí clavado en la cruz es el amor. Tan fácil y tan complejo como amarnos a pesar de nuestras diferencias, a pesar de nuestras incomprensiones, a pesar de nuestros conflictos. Siempre, por encima, Jesús nos recuerda que ha de estar nuestro amor mutuo y que solo ese amor será la manera de reconocernos como hermanos, como hijos.

Hoy también es el día del amor.

Feliz día. Feliz domingo.

Oración

“Tú me conoces y me sondeas,
tú me amas y confías en que el amor será el motor de mi vida,
el amor que tú has puesto en mi corazón
para entregar a mi prójimo
porque si no amo a quien veo,
¿cómo podré amarte a ti, a quien no veo?”

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

***

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El amor recíproco en la comunidad no es la meta.

Domingo, 15 de mayo de 2022
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DOMINGO 5º DE PASCUA(C)

Jn 13,31-35

El texto de hoy está sacado de un discurso de Jesús en el evangelio de Juan; el último y más largo después de la última cena y el lavatorio de los pies. Es un discurso que abarca cinco capítulos y es una verdadera catequesis que trata de resumir las más originales enseñanzas de Jesús. Como podéis comprender, no se trata de un discurso de Jesús, sino de una cristología elaborada por aquella comunidad a través de muchos años de experiencia cristiana. En el momento de la cena, los discípulos no hubieran entendido ni palabra.

El mandamiento del amor sigue siendo tan nuevo que está aun sin estrenar. No se trata solo de algo muy importante; se trata de lo esencial. Sin amor, no hay cristiano. Nietzsche llegó a decir: “solo hubo un cristiano, y ese murió en la cruz”; precisamente porque nadie ha sido capaz de amar como él amó. Como decíamos el domingo pasado, solo el que hace suya la Vida de Dios será capaz de desplegarla en sus relaciones con los demás. La manifestación de esa Vida es el amor efectivo a todos, sin excepción alguna.

Seguimos presentando el amor como un precepto. Así enfocado, no puede funcionar. Amar tiene que ser un acto libre de la voluntad, a quien solo mueve el bien; no una obligación que viene impuesta. Esto es muy importante, porque si no descubro la razón de bien en el objeto amado, la voluntad no puede ser motivada. Si me limito a cumplir un mandamiento, no tengo necesidad de descubrir la razón de bien en lo mandado, sino solo obedecer al que lo mandó. Aquí está el error. El que una cosa esté mandada me tiene que llevar a descubrir por qué está mandada; me tiene que llevar a ver en ella, la razón de bien. Si no doy este paso, será para mí una programación sin consecuencias en mi vida.

En la perícopa del evangelio que acabamos de leer, hay gato encerrado. “Que os améis unos a otros” se ha entendido a veces como un amor a los nuestros. Eso se quedaría en egoísmo amplificado. Algunas formulaciones del NT pueden dar pie a esta interpretación. En Juan 17, 21 se dice: te pido que todos sean uno, lo mismo que tú estás en mí y yo en ti. En otros textos del evangelio de Jn se apunta en la misma dirección. Debemos tener mucho cuidado a la hora de interpretar los textos, porque podría parecer que nos invita a amar solo a los que son de los nuestros, cosa que iría en contra del mensaje de Jesús.

En griego el texto dice: “agapate allelous” y en latín: “diligatis invicem”. En los dos casos se expresa con toda claridad que se trata de un amor entre los miembros de la comunidad. Esta interpretación está directamente en contra de lo que dice el evangelio en Mateo 5,44 y en Lucas 6,27 amad a vuestros enemigos como vuestro Padre del cielo, que hace salir el sol sobre buenos y malos; y manda la lluvia sobre justos e injustos. En este texto está claro que nos manda amar como dios nos ama. Y los remata diciendo: si amáis a los que os manan, ¿qué mérito tendréis, no hacen eso también los gentiles?

No, desde cada comunidad cristiana, el amor tiene que llegar a todos. No se trata de amar a los que son amables (dignos de ser amados), sino de estar al servicio de todos como si fueran yo mismo. Si dejo de amar a una sola persona, mi amor evangélico es cero. No se trata de un amor humano más. Se trata de entrar en la dinámica del amor-ágape. Esto es imposible, si primero no experimentamos ese AMOR. ¡Ojo! Esta verdad es demoledora. No se trata de una programación sino de una vivencia que se manifiesta en la entrega.

El “igual que yo” nos puede ayudar a entender bien el texto, porque no se trata solo de una comparación con Jesús sino de descubrir el amor de Jesús como originante de nuestro propio amor. Debéis amaros porque yo os he amado, y tanto como yo os he amado. El Amor-Dios no se puede ver, pero se manifiesta en las obras. Es la seña de identidad del cristiano. Es el mandamiento nuevo, opuesto al antiguo, la Ley. Queda establecida la diferencia entre las dos Alianzas. La antigua, basada en una relación jurídica. En la nueva, lo único que importa es la actitud de servicio a los demás. No se trata de una ley, sino de una respuesta personal a lo que Dios es en nosotros. “Un amor que responde a su amor”.

Jesús no propone como primer mandamiento el amar a Dios, ni el amor a él mismo. Dios es don total y no pide nada a cambio. Ni él necesita nada de nosotros, ni nosotros le podemos dar nada. Dios es puro don. Se trata de descubrir en nosotros ese don incondicional de Dios que, a través nuestro, debe llegar a todos. El amor a Dios sin entrega a los demás es pura farsa. El amor a los demás por Dios y no por ellos mismos, es una trampa que manifiesta egoísmo. El amar para que Dios me lo pague, no es más que una programación calculada. La exigencia de Jesús no es con relación a Dios, sino al hombre.

Jesús se presenta como “el Hijo de Hombre” (modelo de ser humano). Es la cumbre de las posibilidades de plenitud humanas. Amar es la única manera de ser plenamente hombre. Él ha desarrollado hasta el límite la capacidad de amar, hasta amar como Dios ama. Jesús nos propone un principio teórico y después dice: tenéis que cumplirlo todos. Jesús comienza por vivir el amor y después dice: ¡imitadme! El que le dé su adhesión quedará capacitado para ser hijo, para actuar como el Padre, para amar como Dios ama.

En esto conocerán que sois discípulos míos. El amor que pide Jesús tiene que manifestarse en todos y cada uno de los aspectos de la existencia. La nueva comunidad no se caracterizará por doctrinas, ritos, o normas. El distintivo será el amor manifestado. La base y fundamento de la nueva comunidad será la vivencia, no la programación. Jesús no funda un club cuyos miembros tienen que ajustarse a unos estatutos, sino una comunidad que experimenta a Dios como Padre y cada miembro lo imita, haciéndose hijo y hermano de todos los seres humanos sin excepción. Hacer un gueto es lo contrario del amor.

La pregunta que debo hacerme hoy es: ¿Amo de verdad a los demás? ¿Es el amor mi distintivo como cristianos? No se trata de un amor teórico, sino del servicio concreto a todo aquel que me necesita. La última frase de la lectura de hoy se acerca más a la realidad si la formulamos al revés: La señal, por la que reconocerán que no sois discípulos míos, será que no os amáis los unos a los otros. Hemos insistido demasiado en lo accidental: en el cumplimiento de normas, en la creencia en verdades y en la celebración de unos ritos. Todo esto debía ser la consecuencia de un verdadero amor.

Después de todo lo comentado en esta pascua, podemos hacer un resumen. La Vida, que se manifestó en Jesús, es el mismo Dios-Vida que se le había entregado absolutamente. Ese Dios-Vida, que también se da a cada uno de nosotros, nos lleva a la unidad con Él, con Jesús y con todos los hombres. Esa identificación absoluta, que se puede vivir pero que no se puede ver, se manifiesta en la entrega y la preocupación por los demás, es decir, en el amor. El amor evangélico no es más que la manifestación de la unidad vivida. Lo que vivió Jesús nos debe interesar solo como ejemplo de lo que debo vivir yo.

Meditación

Amor es la única respuesta posible al Amor, que es Dios.
Como ser humano, Jesús experimentó ese AMOR.
Toda su vida es consecuencia y manifestación de esta vivencia personal.
También para nosotros es ese el único camino.
Sin esa experiencia de que Dios es AMOR en mí,
el mensaje evangélico se quedará fuera de mi propio ser.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La señal del cristiano.

Domingo, 15 de mayo de 2022
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Nelson_Self_Control_710Jn 13, 31-35

«En esto conocerán que sois mis discípulos, en que os améis los unos a los otros»

El cronista del Génesis nos muestra a Dios insuflando su espíritu en las narices del muñeco de barro, y aunque solo sea una imagen, nos transmite su voluntad —la voluntad de Dios— de que el mundo participe de su espíritu; un espíritu que nos capacita para amar y nos capacita también para intuir a Dios en el amor humano.

A veces tratamos de conocer a Dios a base de asertos, con el entendimiento, y ése no es el camino. Solo podemos acercarnos a Dios desde el corazón. Erich Fromm decía que «la consecuencia lógica de la teología es el misticismo», porque Dios no es objeto de conocimiento. Lo que encuentran los místicos en lo más íntimo de su ser no es comprensión de Dios, sino amor. Describen su experiencia como plenitud absoluta; como la del enamorado al fundir su espíritu con el de su amada.

Jesús —rebosante de ese espíritu— centra su vida y su enseñanza en el amor, en la entrega, en la misericordia… y no es de extrañar que Juan —tan cercano a él— nos brinde hoy la joya que leemos en el evangelio: «En esto conocerán que sois mis discípulos…». No nos conocerán por nuestras conjeturas teológicas o filosóficas (tan doctas como estériles), ni por ser piadosos, ni por frecuentar el templo ni por cosa parecida. Nos conocerán por ser fraternos.

Como decía Ruiz de Galarreta: «Cristiano es quien se siente amado por Dios y responde amando».

Y es que el sueño de Jesús —el Reino— es una comunidad de hermanos que se aman, se perdonan y se ayudan mutuamente.  Y una vez más, es de admirar su genialidad al extender las relaciones que se establecen en el seno de la familia al conjunto de la humanidad. En una familia lo obligatorio es siempre mucho menos de lo que se está dispuesto a hacer por los otros, y Jesús nos invita a crear esa familia universal en la que todos nos veamos concernidos por la suerte de los demás.

Mateo expresa esta idea de manera espléndida en la parábola del juicio final que sitúa en el huerto de los olivos justo la víspera de la pasión. Una parábola soberbia, con una escenografía colosal, en la que Jesús resume toda su enseñanza: «Venid benditos de mi Padre… porque tuve hambre y me disteis de comer. Tuve sed y me disteis de beber. Fui peregrino y me acogisteis. Estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, encarcelado y me asististeis»…

Y este texto nos interpela especialmente porque no tiene nada de abstracto, ni metafórico, ni simbólico, ni oscuro. Es el núcleo más íntimo del mensaje evangélico dicho en el lenguaje más llano que cabe imaginar. Es la norma de vida que, generalizada, cambiaría la faz de la tierra;  que transformaría de tal modo la sociedad, que la convertiría, sin eufemismos, en el Reino de Dios.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Hijitos.

Domingo, 15 de mayo de 2022
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VOCACIÓN 67

(Jn 13, 31-33a.34-35)

“Hijitos”… ¡Cómo me gustaría poder escribir esta escueta palabra con el sonido con el que fue dicha!

“Hijitos”… ¡Me lanza hacia atrás, al Jueves con mayúsculas, al momento donde el tiempo estaba en contra y las palabras habrían de sonar a suave melodía para nunca olvidar!

“Hijitos”… Me gusta esta traducción del texto, un toque tierno que sabe a minoría de edad, a curvatura protectora, a caricia de lo pequeño.

“Hijos míos”… es más vertical, tiene un no sé qué de preparación a la audiencia, de edad adulta.

“Hijitos, me queda poco de estar con vosotros”. Cabezas gachas. Respiración contenida.

“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros”. Silencio. Atención. Confusión.

Sigue cálido e imperturbable: “Todos conocerán que sois discípulos míos en una cosa: en que os tenéis amor los unos a los otros”. De golpe los recuerdos acecharon en todas las cabezas. Envidias, recelos, primeros puestos…

Un solo mandamiento, nuevo, flamante… que translucirá al exterior. Porque el amor de verdad, el amor del bueno, no necesita espectáculo.

Algo no está funcionando… y han pasado unos añitos desde aquel “hijitos” primero pronunciado para ser universal y eterno.

Antes de acabar, es justo no olvidar un detalle: que en el entrañable “hijitos” estaban las “hijitas”. Cuidando. Escuchando atentamente para no olvidar nunca el suave susurro del silencio interior desde donde salió la pequeña palabra y el gran mandamiento.

Permanezcamos atentos, es también para nosotros.

Mari Paz López Santos

Fuente Fe Adulta 15 mayo 2022

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La señal del amor.

Domingo, 15 de mayo de 2022
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Amistad-640x427Domingo V de Pascua

15 mayo 2022

Jn 13, 31-35

Es habitual que cada grupo trate de identificarse a través de algunos signos concretos: una bandera, un escudo, un hábito, un eslogan, un color, una actividad… En la sociedad de Jesús, los fariseos se distinguían por las filacterias de sus mantos, los esenios por vivir retirados en el desierto, los discípulos de Juan por la práctica del bautismo…

El Jesús del cuarto evangelio propone una “señal” universalmente válida, porque constituye la expresión más acertada de aquello que somos en nuestra identidad profunda. La certeza de no-separación (o no-dualidad) se plasma en la vivencia del amor. De ahí que la señal más característica de la comprensión o sabiduría sea justamente el amor desapropiado, gratuito e incondicional, que se traduce en compasión.

Se trata de una señal con validez universal, porque no nace de una creencia ni de una ideología, sino de la comprensión de lo que somos, o más aún, de la comprensión de lo que es la realidad.

No es, por tanto, una señal “religiosa” ni exclusiva de un grupo determinado, que con ella se diferenciaría de otros. Conecta con la sabiduría atemporal y señala un horizonte inclusivo, donde nadie queda fuera. Es una propuesta que propugna el final de todo sectarismo y enfrentamiento, que invita a desarrollar una mirada que sabe ver al otro en profundidad y que aboga por la fraternidad universal.

Con esta propuesta resulta fácil descubrir a Jesús de Nazaret como un hombre sabio, que sabe trascender cualquier tipo de particularismo social, cultural o religioso. No funda una “nueva religión” ni pretende poner en marcha una institución religiosa más -todo ello serán “creaciones” posteriores-, sino mostrar el camino de la sabiduría que ilumina la existencia humana y se plasma en la vivencia del amor. A partir de ahí, no resulta exagerado afirmar que Jesús no fue un hombre “religioso”, sino radical, universal y profundamente “humano”.

¿Cuál es la “señal” de mi vida?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Las palabras del papa Francisco: “Me gustaría que la Iglesia fuese un hospital de campaña”, no son una simple metáfora en nuestra diócesis.

Domingo, 15 de mayo de 2022
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imagesDel blog de Tomás Muro, la Verdad es Libre:

01.- Algunas Notas Introductorias

  • El capítulo 13 del evangelio San Juan es un regalo, es el testamento de Jesús a la comunidad cristiana: el lavatorio de los pies (servicio) y el mandamiento del amor.Estas palabras están dichas por Jesús en la despedida de sus discípulos, la víspera de su muerte. El servicio y el amor no son una norma moral, son un regalo, un don para convivir en la Iglesia y en la vida normal.
  • Jesús es el nuevo Moisés, el nuevo legislador. Pero cuando Jesús propone su ley, ya no es la del Sinaí, sino que dice: amaos. Jesús no exige unos deberes religiosos, sino que Jesús propone a los suyos: amaos unos a otros como yo os he amado, en esto conocerán que sois mis discípulos.
  • El centro de la religión es el Templo y lo que el Templo supone. El centro del Evangelio del Señor es el amor con lo que conlleva de bondad, misericordia, sanación para con el ser humano.
  • La figura de Judas es enigmática y trágica. Pero nunca digamos de nadie, nunca la Iglesia ha dicho de nadie, ni de Judas, que esté condenado.

Mejor dejamos a todos los seres humanos en los brazos de Dios Padre. También Judas, suicidado, murió en la misericordia de Dios. Todos vimos y morimos en el amor de Dios.

02.- Dios Padre de Jesús es amor, bondad. El Dios Padre de Jesús es Amor.

La experiencia fundamental de Jesús tiene su origen en Dios Padre, que es amor. Dios es amor, (1Jn 4,8).

    Nos hará bien quedarnos en esta vivencia. Es bueno que nos dejemos embargar del amor de Dios. Dios nos ama. Dios es solamente amor. Cuando tengamos experiencia de sentirnos queridos por Dios, que nos ama, podremos también nosotros amar.

Hemos recibido una tradición religiosa muy poco cristiana, porque el amor quedaba desplazado y apenas estaba presente. El pecado, la culpabilidad, la angustia, el infierno y la condenación impregnaban todo el “tejido religioso” y hacían mejor carrera que el amor de Dios. Dios era bueno muy escasamente y a duras penas. El Dios en el que hemos sido educados era justiciero, más condenador que salvador.

Con humor decía aquel cura rural que el Dios de la moral católica es muy justo, porque condena a los malos y a los buenos en cuanto se descuidan.

Quizás hayamos de olvidar todo lo que hemos aprendido de Dios, pero si sabemos y vivimos que Dios es amor, sabemos mucho acerca del Dios de Jesús.

Y el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios y cumplimos “hasta la letra pequeña” del catecismo o de la moral. Él, Dios, nos amó primero a nosotros y nos envió a su Hijo, Jesús, (1 Jn 4,8).

Lo que caracteriza la experiencia cristiana, lo más íntimo y peculiar de la vivencia cristiana es la bondad y el amor.

Cristiano somos cuando y porque hemos percibido la bondad y el amor de Dios y de los demás.

Dios es amor. (1Juan 4,8). El amor es Dios. Allá donde se vive o se intenta vivir en respeto, libertad, allá donde hay amor, está Dios.

Dios nos ama.

03.- En esto conocerán que sois discípulos míos: en que os amáis unos a otros.

    Jesús -la comunidad de Jesús- está allá donde hay un puñado de semilla de amor y bondad:

Por eso donde hay amor, Dios no está lejos,  allí está Dios.

El amor humano es sacramento de Dios, que es amor. El amor humano, el amor matrimonial es signo – sacramento del amor de Dios.

Desde la vivencia de Dios como amor, también nosotros amaremos.

Son discípulos de Jesús los padres que se quieren y aman a sus hijos, son cristianos los jóvenes que se aman y cuidan su amor. Es discípulo de Jesús quien recoge a un herido en la carretera como el buen samaritano, quien ayuda a un emigrante o no emigrante que pasa por la vida. Es discípulo de Jesús quien sabe perdonar. Es cristiano quien va buscando y sembrando criterios de paz y de convivencia. Amar significa en ocasiones no airear pecados de otros y, mucho menos, levantar calumnias. Amar y ser cristiano es dar limosna, dejar paso a otras personas e ideas, crear, cultivar la amistad y el amor. Amar es respetar, saber escuchar y dialogar

Nos conocerán que somos cristianos por lo que amamos. No nos conocerán por los ritos que celebramos, ni por la moral que intentamos meter a capa y espada; ni nos conocerán por el esplendor del Templo. El DNI cristiano, la identidad cristiana no está en el clerygman, ni en la absolución individual, ni en comulgar en la boca con genuflexión previa, ni en las insignias episcopales, sino que nuestro ADN cristiano es el amor: en eso os conocerán que sois discípulos míos.

04.- Una ética desde la persona humana.

El amor para con el otro, hacia el prójimo es querer, apreciar al ser humano en cuanto valor absoluto.

El ser humano, toda persona humana, es digna de ser respetada y considerada en sí misma. Toda persona humana merece aprecio, estima y respeto en su vida, en su modo de pensar y de entender la vida. La persona humana es un valor absoluto.

Posiblemente la persona humana sea el punto de convergencia ética de creyentes y no creyentes. El ser humano es un valor absoluto en sí mismo.

Fijémonos que Cristo descarta de su vida el poder eclesiástico y político, el dinero y la raza, la nación, el sexo, incluso la ley. Jesús entiende que la persona es anterior y más importante que la ley.

Estamos a la espera del nombramiento de un nuevo obispo para nuestra diócesis. ¿Ha de ser muy inteligente? ¿Progresista? ¿Conservador? ¿nacionalista español o vasco? Me parece a mí que nos basta con que sea “buena gente” y ame al pueblo. Dada la situación de nuestra diócesis, las palabras del papa Francisco: “Me gustaría que la Iglesia fuese un hospital de campaña”, no son una pura metáfora en nuestra diócesis. Que el obispo que haya de venir, no venga a poner orden y concierto, que no venga con la “lección de lo que tiene que hacer” ya sabida. Mucho será que sea buena persona y venga a “sanar los corazones afligidos”

 

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“Escuchar y seguir a Jesús”. 4 Pascua – C (Juan 10, 27-30)

Domingo, 8 de mayo de 2022
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jesus-buen-pastorEs más frecuente de lo que pensamos. Los creyentes decimos creer en Dios, pero en la práctica vivimos como si no existiera. Este es también el riesgo que tenemos hoy al abordar la crisis religiosa actual y el futuro incierto de la Iglesia: vivir estos momentos de manera «atea».

Ya no sabemos caminar en «el horizonte de Dios». Analizamos nuestras crisis y planificamos el futuro pensando solo en nuestras posibilidades. Se nos olvida que el mundo está en manos de Dios, no en las nuestras. Ignoramos que el «Gran Pastor» que cuida y guía la vida de cada ser humano es Dios.

Vivimos como «huérfanos» que han perdido a su Padre. La crisis nos desborda. Lo que se nos pide nos parece excesivo. Nos resulta difícil perseverar con ánimo en una tarea sin ver el éxito por ninguna parte. Nos sentimos solos, y cada uno se defiende como puede.

Según el relato evangélico, Jesús está en Jerusalén comunicando su mensaje. Es invierno y, para no enfriarse, se pasea por uno de los pórticos del Templo, rodeado de judíos, que lo acosan con sus preguntas. Jesús está hablando de las «ovejas» que escuchan su voz y lo siguen. En un momento determinado dice: «Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre».

Según Jesús, «Dios supera a todos». Que nosotros estemos en crisis no significa que Dios esté en crisis. Que los cristianos perdamos el ánimo no quiere decir que Dios se haya quedado sin fuerzas para salvar. Que nosotros no sepamos dialogar con el hombre de hoy no significa que Dios ya no encuentre caminos para hablar al corazón de cada persona. Que las gentes se marchen de nuestras Iglesias no quiere decir que se le escapen a Dios de sus manos protectoras.

Dios es Dios. Ninguna crisis religiosa y ninguna mediocridad de la Iglesia podrán «arrebatar de sus manos» a esos hijos e hijas a los que ama con amor infinito. Dios no abandona a nadie. Tiene sus caminos para cuidar y guiar a cada uno de sus hijos, y sus caminos no son necesariamente los que nosotros le pretendemos trazar.

José Antonio Pagola

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“Yo doy la vida eterna a mis ovejas”. Domingo 08 de mayo de 2022. 4º Domingo de Pascua

Domingo, 8 de mayo de 2022
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29-pascuaC4 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 13, 14. 43-52: Sabed que nos dedicamos a los gentiles.
Salmo responsorial: 99: Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Apocalipsis 7, 9. 14b-17: El Cordero será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas.
Juan 10, 27-30: Yo doy la vida eterna a mis ovejas.

La primera lectura nos presenta hoy a Pablo y Bernabé en todo su apogeo evangelizador, donde se puede comprobar el proceso que va recorriendo la expansión del Evangelio. Por una parte, el espacio físico desde donde se proclama la Buena Nueva es la misma sinagoga judía; el medio es, naturalmente, la misma Escritura antigua, desde donde se proclaman las promesas y se confirman con el anuncio de la muerte y resurrección de Jesús como cumplimiento de ellas. Esto quiere decir que los destinatarios originales son los israelitas; así lo formula Pablo y lo corroboran los demás apóstoles. Hay, ciertamente, acogida del nuevo mensaje por parte de muchos, pero también hay rechazos hasta violentos a la predicación de Pablo y, antes de él, a las Pedro y los demás. El rechazo oficial no se queda sólo en no aceptar el mensaje; incluye también la expulsión de la sinagoga y las amenazas a quienes siendo judíos se hayan convertido al nuevo camino y pretendan asistir por cualquier circunstancia a la sinagoga.

Todo esto nos sirve para hacernos una idea de las dificultades que tuvo que afrontar el anuncio del Evangelio en sus orígenes, y la forma como Pablo, llamado con tanta razón “el apóstol de los gentiles”, va abriendo paso para que el evangelio de Jesús sea anunciado y conocido por todo el mundo, sin importar fronteras, razas ni clases sociales.

Ese es otro de los efectos de la resurrección de Jesús: el conocimiento, por parte de todos los seres humanos, de la Buena Noticia del amor de Dios, que en Jesús ha rescatado a toda la humanidad y la ha puesto bajo el amparo y la guía de un solo Padre de todos, el Padre de Jesús.

En consonancia con ello, la visión apocalíptica que Juan nos describe en la segunda lectura no deja de ser una visión poéticp-simbólico-fantástica. Quiere dar a hacer conocer la nueva idea de Dios que Jesús nos revela en el Nuevo Testamento: su Padre es el Dios Padre de todos los hombres y mujeres, sin excepción alguna. Todos son recibidos en la nueva realidad instaurada por el Cordero, ya que en él han sido superadas todas las fronteras que los humanos fueron construyendo para vivir separados y divididos. Ya no habrá división ni rechazo, porque en Jesucristo todos hemos sido recibidos como hermanos. El Cordero inmolado será el pastor que conducirá hacia fuentes de aguas vivas a todos los elegidos… No cabe duda de que las imágenes poéticas que utiliza el texto nos quedan muy lejos (son de hace casi veinte siglos).

El evangelio nos trae apenas cuatro versículos de uno de los capítulos más elaborados de Juan. Nada de palabras directas de Jesús, ni siquiera de palabras históricas, sino pura teología joánica, en un contexto cultural y filosófico muy determinado. Leerlas, tomarlas, escucharlas en directo, sin filtros, como si fueran palabras de nuestro mismo contexto, y dichas por Jesús mismo… sería un error.

En definitiva, la homilía de este domingo podría orientarse por alguna de estas tres opciones:

a) Los pastores en la Iglesia. En ésta, como en toda comunidad humana, siempre ha habido un rol de dirigencia y/o de organización; todos los que ejercen algún “ministerio” (servicio) o alguna autoridad son de alguna manera “pastores” de los demás. Esa labor “pastoral”, lógicamente, ha de tomar ejemplo de las características del “buen pastor” Jesús: que no se sirve de las ovejas, sino que da la vida por ellas. Bastará glosar todas estas características.

Este tema puede prolongarse –si es oportuno para el auditorio- en el tema de los ministerios en la Iglesia: su estado actual, la posibilidad de cambiar, la necesidad de encontrar nuevas formas, la crisis de algunas formas actuales, etc.

b) Las vocaciones al ministerio pastoral. Se ha escogido este domingo en muchos países para la celebración de la “Jornada mundial de oración por las vocaciones”, lo cual es muy bueno, con tal de que no se dé la impresión de que “las vocaciones” son sólo las sacerdotales o a la vida religiosa, y se aclare que «todos tenemos vocación», y que «todas las vocaciones son importantes», también la laical (y mucho), y que «para cada uno, la mejor vocación es la suya». Lo pastoral, por lo demás, no debe ser identificado como sacerdotal: todos estamos llamados a ser “pastores” de otros: en la familia, en el vecindario, en la comunidad humana… todos podemos asumir responsabilidad sobre nuestros hermanos, especialmente los más débiles, o los que está solos o necesitados, todos podemos/debemos ser pastores unos de otros.

c) Jesús, “el” buen pastor y el pastor universal. De hecho, en el evangelio de Juan el tema no es la bondad del pastor Jesús, sino su autenticidad, frente a otros “pastores” o mediadores divinos, que serían falsos… Algo así como el tema de la “unicidad” de Jesús como salvador. ¿Jesús es el “pastor único de nuestras almas”? ¿”No hay otro nombre” en el que podamos ser salvos? (Hch 4,12). Es el tema del pluralismo religioso, y la relectura del cristianismo entero que esa nueva visión teológica exige. No es un tema para cualquier auditorio, pero sí es un tema que debería estar presente en la cabeza de todo el que hable al pueblo sobre «el» buen Pastor Jesús, aunque no vaya a tocar el tema explícitamente. El amor y el entusiasmo espiritual no justifican el decir muchas cosas que no son tan ciertas, que ya no debemos seguir diciendo. Donde se pueda, será bueno abrir la visión de nuestros hermanos y hermanas respecto a la presencia y la acción salvadora de Dios, más allá de una interpretación estrecha y chauvinista del “un solo rebaño y un solo pastor”. Leer más…

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Dom 8.5.22: Yo y el Padre somos “uno/una” (Jn 10, 27-30). ¿Una Grande; una, Santa, Católica?

Domingo, 8 de mayo de 2022
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Trinidad-RubliovSobre el tipo de “unidad” de Jesús y el Padre (del hombre con Dios, de un hombre con otros, de una nación o estado, de la humanidad entera) venimos discutiendo desde antiguo. Será bueno reflexionar una vez más sobre ella. Yo y el Padre somos uno/una. Pero ¿qué tipo de unidad?

Hay un modelo de unidad de “fascio” (haz o paquete guerrero),conjunto de varas que, siendo frágiles en sí, se atan y unen, formando un conjunto fuerte,  perdiendo su individualidad (su identidad, su voz propia), al integrarse en un conjunto que parece superior (pero que esinferior)?

¿Es esa la unidad de Jesús y el Padre, la unidad del Capital que es Uno, la de la Hoz y el Martillo, la de una Iglesia que se define como una-santra-católica-apostólica? Puede seguir leyendo quien quiera situars quiza mejor ante el tema que aquí aparece, ante todo, como un tema religioso. Buen domingo de pascua a todos.

Evangelio:

En aquel tiempo, dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.

Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.” (Jn 10, 27-30).

Hay un modelo de unidad de comunión y comunicación, que se va creando por diálogo, a través del regalo libre y generoso de cada persona, que comparte su vida en diálogo con otros. Ésta es la unidad de Jesús que no se impone sobre otros formando un fascio (hacha) de imperio, sino porque comparte con cada uno la vida, en regalo de amor.

Una semblanza

Ésta es la unidad del don y la acogida personal, de la palabra compartida, del gozo de que el otro sea diferente, para así comunicarnos unos y otros en libertad de amor, encontrando cada uno su vida y plenitud en los demás. En esa línea dice el evangelio:

(a) Yo y mi Padre somos Uno, porque él me ha dado lo que soy, viviendo en mí, para que yo dé a mi vez mi propia vida, para que seamos Uno.

(b) Yo y mi “hermano” (prójimo) somos uno, porque yo quiero que él sea, y el quiere que yosea, siendo distintos (cada vez más distintos y libres) al comunicarnos y compartir la vida.  Esta palabra del evangelio tiene connotaciones políticas.

Dos imagenes ambiguas

Puede haber una unidad política  (una-grande-libre) que se ha aplicado en muchos paises (incluso en España, con sentido religioso).

Esta es la unidad clásicas de los austrias  con el lema AEIOU (Austriae est imperare orbi universo: El destino de Austria es gobernar el universo)

Hay un tipo de Rusia que dice “Ucrania y yo somos Uno; por eso yo puedo y debo conquistarla”… Pero la unidad de comunión no se conquista con las armas, sino con el don y regalo de la vida compartida. La verdadera unidad y libertad no se consigue por la fuerza, sino por el don y regalo de la vida.

Pero la unidad de Jesús que “yo y el Padre” somos uno… no se puede alcanzar  de esa manera,   por negación de los otros (de los diferentes). La grandeza no eleva  negando la grandeza de otros….

Hay capital que puede decir: El Capital y Dios es lo mismo… Ha podido haber un tipo de iglesia que se identifica con un dios que no es Dios, porque no es comunión.   La unidad de la Iglesia (una santa…) es sinodal de comunión y diálogo, como he puesto de relieve en una postal anterior dedicada a la “sinodalidad” cristiana, como está diciendo el Papa Francisco.

La iglesia una, santa, católica y apostólica… Pero es una siendo comunión en libertad de personas libres; es santa encarnándose en la historia de los hombres;  es católica siendo universal y es apostólica porque está fundada en los apóstoles o enviados de Jesús.

PUNTO DE PARTIDA ISRAELITA, LA UNIDAD DE DIOS. Escucha Israel, Yahvé tu Dios es Uno, amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón…” (Dt 6, 6).

‒ Confesión: Yahvé, tu Dios es Uno. Frente a la multiplicidad de dioses y poderes del mundo, Yahvé es la unidad absoluta, en él se condensa todo lo que es, en línea de monoteísmo. Yahvé Dios es uno y único, no hay a su lado ningún otro poder, ningún otro principio de realidad.

‒ Mandamiento: Amarás a Yahvé tu Dios. Dios es uno en amor mutuo, no en imposición, y en él  nos unimos todos..Por eso, este Dios que es Uno dice a los israelitas (a los hombres) que le amen; no que le obedezcan, ni que se inclinen ante él, sino que le amen. Eso significa que la unidad de Dios es unidad para el amor, unidad de dos: de Dios y de aquellos que le aman, por gracia y no por imposición.

 FORMULACIÓN CRISTIANA. Yo y el Padre somos Uno (Jn 10, 30)… Que todos sean Uno como Nosotros somos Uno (Jn 17, 20-23).

– La unidad del evangelio es comunión, no identificación; es deseo de que el otro sea diferente (independiente), para que así podamos compartir mejor la vida.

  • Ser Uno no es estar aislado, en contra de todos, sino vivir en comunión con todos. La unidad (el ser) es comunicación, de forma que no hay unidad ni hay realidad si no existe donación, regalo de vida de uno al otro. Ésta es la experiencia suprema, la unidad en forma de comunión.
  • Cada uno es Uno con los demás dando lo que tiene y recibiendo lo que le ofrecen… La unificación es comunión, formando así unidad en presencia, conocimiento y comunión, es decir, en vida compartida. Por eso, quien quiera ser Uno a solas, encerrado en sí, deja de serlo. Quien quiera ser Uno imponiendo a los otros su unidad se destruye a sí mismo y destruye a los otros.

UNIDAD DIVINA Y HUMANA

Ésta es la palabra clave de Jesús:  Yo y Dios somos “uno” en unidad y comunión de amor; Yo y el prójimo somos “uno” en comunicación (en diálogo, escucha y respuesta) de amor, de forma que nos hagamos diferentes para que podamos compartir en comunión la vida, en forma de palabra.

            Dios no es Uno cerrándose en sí, sino dando su ser-vida a todos. Por eso es el mayor, no porque tiene más, sino porque da más, da todos a los demás para que sean. No es superior teniendo más cosas… sino dando más, dándose del todo.No es superior para ser más grande,, sino para hacerse inferior, encarnarse, y compartir la vida con todos.

Por eso, yo también puedo decir: “Yo y el Padre somos Uno”. Soy uno con el Padre si doy a los demás (como el Padre) todo lo que soy y lo que tengo.  estoy diciendo que nosotros los hombres y mujeres, hijos de Dios, somos Uno en el

SUPERAR EL RIESGO ARRIANO

El arrianismo ha sido y sigue siendo la mayor (casi la única) herejía cristiana. Este es la herejía de imponer un “dios” por encima de los hombres, un Dios superior, un Dios que manda y domina. Ésta es la herejía del Dios “superior” y de los hombres inferiores o súbditos… Esta es la herejía de un tipo poder, estado o sistema… por encima de los individuos, es la herejía del sometimiento, de la unidad que se consigue por guerra y conquista, por imperio, no por comunidad de vida. En esa línea se ha situado y se sitúa el arrianismo:

  – Conforme un presupuesto jerárquico de imposición, el arrianismo concibe la realidad de forma escalonada, como un despliegue poderes que va pasando de lo más perfecto (el Dios transcendente) a lo menos perfecto (el mundo inferior); en el intermedio entre el Dios inaccesible y este bajo mundo se halla el Logos. Los humanos estamos en el mundo inferior, lejos de Dios, y necesitamos que alguien (Cristo, Logos de Dios) nos lo revele. Lógicamente, ese Cristo intermedio es más que humano, pero menos que divino.

– Conforme a ese presupuesto religioso de tipo jerárquico, los arrianos confiesan que Jesús ha sido un individuo sumiso y obediente a Dios. Esta es su grandeza, el ejemplo que ha podido ofrecernos. Resulta osadía llamarle divino, es soberbia hacerle igual a Dios. Jesús no ha sido soberbio ni osado, sino humilde servidor del misterio. Por eso le vemos bajo Dios, como ministro de su amor, intermediario que sufre por nosotros y obedece al gran misterio.

−El arrianismo es una forma lógica y piadosa (pero en el fondo anticristiana) de entender el evangelio: Dios seguiría estando siempre alejado, Jesús sería un súbdito de Dios…, ejemplo de obediencia para los humanos. Pues bien, en contra de eso, la iglesia ha defendido que la experiencia cristiana no es de sumisión del inferior a los superiores, sino de amor mutuo entre iguales.

– Los arrianos eran más piadosos, los cristianos “ortodoxos” han querido ser fieles al amor: Dios es misterio de comunión que se ha hecho totalmente presente sobre el mundo. Por eso, creer en la Trinidad implica comprometerse en favor de la igualdad y comunión universal sobre la tierra. Creer en la Trinidad significa decir “Dios y yo somos uno”, “Dios y mis hermanos somos uno”.

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