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“Te seguiré adonde vayas.” Domingo 26 de junio de 2022. Domingo 13º ordinario

Domingo, 26 de junio de 2022
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38-ordinarioC13 cerezoLeído en Koinonia:

1Reyes 19, 16b. 19-21: Eliseo se levantó y marchó tras Elías.
Salmo responsorial: 15: Tú, Señor, eres el lote de mi heredad.
Gálatas 5, 1. 13-18: Vuestra vocación es la libertad.
Lucas 9, 51-62: Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Te seguiré adonde vayas.

Narra la vocación de un profeta, Eliseo. Es un rico campesino. Estaba arando su finca con doce yuntas de bueyes cuando lo encuentra Elías. Éste le echa encima su manto y con esto adquiere sobre él como cierto derecho. Eliseo no sabe negarse; sacrifica la pareja de bueyes con que araba, abandona su familia y se pone al servicio de Dios. Se dan en el caso de Eliseo las condiciones de una vocación especial: llamada de Dios, respuesta a la llamada, ruptura con el pasado y nuevo género de vida al servicio de su misión.

Nunca como hoy el ser humano ha sido tan sensible a la libertad; el ser humano prefiere la pobreza y la miseria antes que la falta de libertad. Pablo dice con relación a este tema: el cristiano es libre: la vocación cristiana es vocación a la libertad, esta libertad nos la conquistó Cristo; la libertad se expresa y alcanza su plenitud en el amor; ante el peligro de que muchos seres humanos caigan en el libertinaje so pretexto de libertad, Pablo les advierte que la verdadera libertad, la que viene del Espíritu, libera de la esclavitud de la carne y del egoísmo.

El tema fundamental del evangelio es la presentación de tres vocaciones. Lucas las coloca en el marco del viaje de Jesús y sus discípulos hacia Jerusalén. Jesús, al que quiere seguirle le exige: despego de los bienes y comodidades materiales, pues el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza; llamamiento de Dios; ruptura con el pasado y el presente, incluso con la propia familia, y seguimiento. Todo esto para que el discípulo quede libre y disponible para poder anunciar el Reino de Dios.

Las lecturas de hoy tienen un tema común: las exigencias de la vocación. En ellas descubrimos cómo subyace la necesidad del desprendimiento, de la renuncia, del abandono de las cosas y personas como exigencia para seguir a Jesús. Por eso, no existe respuesta a la llamada para ponerse al servicio del Reino de Dios, en aquellos que anteponen a Jesús sus condiciones o intereses personales.

El Evangelio nos dice que el desprendimiento exigido por Jesús a los tres candidatos a su seguimiento, es radical e inmediato. Se tiene, incluso, la impresión de una cierta dureza de parte de Jesús. Pero todo está puesto bajo el signo de la urgencia. Jesús ha iniciado “el viaje hacia Jerusalén”. Esta “subida” interminable (que ocupa 10 capítulos en el evangelio de Lucas) no se encuadra en una dimensión estrictamente geográfica, sino teológica: Jesús se encamina decididamente hacia el cumplimiento de su misión.

El viaje de Jesús a Jerusalén no es un viaje turístico. El maestro exige a los discípulos la conciencia del riesgo que comparte esa aventura: “la entrega de la propia vida”.

Se diría que Jesús hace todo lo posible para desanimar a los tres que pretenden seguirle a lo largo del camino. Parece que su intención es más la de rechazar que la de atraer, desilusionar más que seducir. En realidad, él no apaga el entusiasmo, sino las falsas ilusiones y los triunfalismos mesiánicos. Los discípulos deben ser conscientes de la dificultad de la empresa, de los sacrificios que comporta y de la gravedad de los compromisos que se asumen con aquella decisión.

Por tanto, «seguir a Jesús en radicalidad» exige:

– Disponibilidad para vivir en la inseguridad: “No tener nada, no llevar nada”. No se pone el acento en la pobreza absoluta, sino en la itinerancia. El discípulo lo mismo que Jesús, no puede programar, organizar la propia vida según criterios de exigencias personales, de “confort” individual.

– Ruptura con el pasado, con las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales que atan y generan la muerte. Es necesario que los nuevos discípulos miren adelante, que anuncien el Reino, para que desaparezca el pasado y viva el proyecto de Jesús.

– Decisión irrevocable. Nada de vacilaciones, nada de componendas, ninguna concesión a las añoranzas y recuerdos del pasado, el compromiso es total, definitivo, la elección irrevocable.

Hoy como ayer, Jesús sigue llamando a hombres y mujeres que dejándolo todo se comprometen con la causa del Evangelio y, tomando el arado sin mirar hacia atrás, entregan la propia vida en la construcción de un mundo nuevo donde reine la justicia y la igualdad entre los seres humanos.

Por otra parte, observamos una nota de tolerancia y paciencia pedagógica en el evangelio de hoy. Un celo apasionado de los discípulos es capaz de pensar en traer fuego a la tierra para consumir a todos los que no acepten a Jesús… Llevados por su celo no admiten que otros piensen de manera diversa, ni respetan el proceso personal o grupal que ellos llevan. Jesús «les reprocha» ese celo. Simplemente marcha a otra aldea, sin condenarlos y, mucho menos, sin desear que les caiga fuego.

El seguimiento de Jesús es una invitación y un don de Dios, pero al mismo tiempo exige nuestra respuesta esforzada. Es pues un don y una conquista. Una invitación de Dios, y una meta que nos debemos proponer con tesón. Pero sólo por amor, por enamoramiento de la Causa de Jesús, podremos avanzar en el seguimiento. Ni las prescripciones legales, ni los encuadramientos jurídicos, ni las prescripciones ascéticas pueden suplir el papel que el amor, el amor directo a la Causa de Jesús y a Dios mismo a través de la persona de Jesús, tiene que jugar insustituiblemente en nuestras vidas llamadas.

Una vez que ese amor se ha instalado en nuestras vidas, todo lo legal sigue teniendo su sentido, pero es puesto en su propio lugar: relegado a un segundo plano. «Ama y haz lo que quieras», decía san Agustín; porque si amas, no vas a hacer «lo que quieras», sino lo que debes, lo que el Dios amado espera de ti. Es la libertad del amor, sus dulces ataduras.

Una homilía para la celebración de hoy también podrá enfocarse desde el núcleo de la libertad religiosa. Jesús no acepta la intolerancia de los discípulos, que quisieran imponer a fuego la aceptación a su maestro. Y Pablo nos recuerda la vocación universal (de los cristianos y de todos los humanos, y de todos los pueblos) a la libertad, a vivir sin coacción su propia identidad, su propia cultura, su propia religión… El Vaticano II tomó decisiones históricas respecto a la libertad religiosa. Las posiciones de “cristiandad”, de unión con el poder político, no son conformes con el evangelio. Y todo ello exige de los cristianos unas actitudes nuevas desde el fondo de nuestro corazón. Leer más…

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26.6.22. La mano en el arado, sin echar la vista atrás (Lc 9, 51-62. Dom 13 Ciclo C)

Domingo, 26 de junio de 2022
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Scene 07/53 Exterior Galilee Riverside; Jesus (DIOGO MORCALDO) is going to die and tells Peter (DARWIN SHAW) and the other disciples this not the end.Del blog de Xabier Pikaza:

Volvemos al tiempo ordinario, Dom 13, Ciclo C, con una lectura esencial del evangelio de Lucas: (a) Jesús toma la decisión de proclamar el reino, subiendo a Jerusalén. (b) y lo hace de un modo “pacífico, sin luchar contra pueblos  o grupos que no le reciben. (c) Lucas desarrolla, en esa lìnea, en cuatro pasajes ejemplares la nueva tarea   de sus discípulos, trazando así la ruptura que exige su compromiso de reino.

Este evangelio parece escrito para nuestro tiempo: y define la necesidad de cambio radical de nuestra iglesia, año 2022, en un camino que parece vinculado al Papa Francisco, pero que encuentra grandes resistencias en otros llamados “discípulos, que en vez de seguir el camino de Jesús parecen seguir el camino de aquellos a quienes el evangelio presenta como opuestos a Jesús.

| X Pikaza Ibarrondo

Lectura: Lucas 9, 51-62

Introducción: (Éxodo o subida de Jesús: Cuando se cumplieron lo días de su éxodo o subida ) Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Te seguiré adonde vayas

Cuando se iba cumpliendo el tiempo de su ascenso (subida), Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.

  1. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: “Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?”. Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.
  2. Mientras iban de camino, le dijo uno: “Te seguiré adonde vayas. “Jesús le respondió: “Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.”
  3. A otro le dijo: “Sígueme. “Él respondió: “Déjame primero ir a enterrar a mi padre.” Le contestó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.”
  4. Otro le dijo: “Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia. “Jesús le contestó: “Quien pone la mano en el arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.”

Introducción

El evangelio de Lucas se divide en dos partes centrales: (a): Actividad de Jesús en Galilea, con su mensaje y proyecto de Reino: Lc 4, 14–9, 50). (b) Ascenso o subida a Jerusalén para iniciar el reino: Lc 9, 51-19, 27).

La segunda parte comienza con una “introducción solemne”: “cuando se cumplieron los días de su ´éxodo o subida”,  esto es, los días de su gran salida, de su “salida” radical, de su ascenso a Jerusalén…

Actualmente (2022), por decisión del Papa Francisco, retomando el motivo de la salida/subida del Concilio Vaticano II, la iglesia católica puede y debe asumir y desarrollar los  cuatro elementos esenciales de esta salida/subida (que han sido en parte también desarrollados por  Mt 8, 18-22, siguiendo el esquema del Documento Q, el más antiguo de los textos escritos sobre el evangelio). S sus cuatro elementos esenciales marcan la tarea esencial de la Iglesia en este año 2022.

  1. Camino Zebedeo. Quieren extender o defender el Reino con “fuego” del cielo:

De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: “Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?”. Él se volvió y les regañó: No sabéis de qué espíritu sois (D k etc.). Y se marcharon a otra aldea (Lc 9, 62-569.

             Santiago y Juan, zebedeos “ejemplares”, de  gran autoridad  en la iglesia quieren defender (e imponer su reino) realizando (imponiendo)r el camino de Jesús de un modo violento, a modo de cruzada militar, a sangre y fuego, en contra del espíritu de Jesús. Éstos los celotas de Jesús, los “cruzados”, gerreros o guerrilleros de Cristo, que quieren defender el evangelio apelando a la violencia, a las guerras santas, a las inquisiciones y dictados letales… Sigue habiendo en la iglesia muchos antiguos o nuevos “zebedeos”, que pueden tener “razón política” en plano de democracia impositiva, pero que son contrarios al evangelio.

¿Hay una iglesia que quiere extender su poder con fuego del cielo? ¿con cruzadas, con imposiciones legale, con formas de dominaciòn sagrada?

 2. Los zorros tienen madigueras, las aves del cielo nidos, pero el hijo del hombre…

D3F9F427-5091-449A-B1AA-B82F185E891DAlguien (Mt: un escriba) le dijo mientras iban de camino,: ¡Te seguiré dondequiera que vayas!Jesús le dijo: Los zorros tienen madrigueras y las aves del cielo nidos;     pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza (Lc 9, 57-58; Mt 8, 18-20). Éstos son los que buscan en Jesús un tipo de seguridad, prestigio y mando. Ponen el evangelio al servicio de sus propios intereses.

            El aspirante, a quien el paralelo de Mt define certeramente como escriba, busca poder. Parece que o tiene y quiere mantenerlo, ofreciéndose a Jesús como experto, intérprete del Libro, con un mando especial sobre los otros..

 Un escriba es hombre de honor en el judaísmo sinagogal: tiene un buen puesto y espera mantenerlo con Jesús, volviéndose autoridad mesiánica: los discípulos de un buen maestro destacan por su sabiduría y conocimiento, como supone la Misná (Abot) y como ratifica la misma iglesia que honra a sacerdotes y doctores. Pero Jesús separa honor y seguimiento, evocando probablemente un refrán: “los zorros tienen madrigueras…”.

            Los animales buscan y obtienen posesión-seguridad dentro del mundo, según principios cósmicos que reflejan la providencia de Dios, como el mismo Jesús sabe: “no os preocupéis…, mirad los pájaros del cielo” (Mt 6, 25-35 par). Sus discípulos, en cambio, deben superar ese nivel de seguridad y autoridad (poder) sobre los otros, abriendo un espacio distinto de comunicación, más allá de los esquemas de poder de las instituciones de este mundo. Jesús no necesita la autoridad de los escribas.

¿Hay una iglesia donde algunos (jerarcas o no) buscan nichos de poder, una iglesia para “medrar y dominar, para imponerse y lograr autoridad social sobre otros?

3. Deja que los muertos entierren a sus muertos

 (Jesús) dijo a otro: Sígueme. Pero él otro dijo: Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre. Él le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos.   Y tú ¡vete y anuncia el reino de Dios! (Lc 9, 59-60; Mt 8, 21-22)[1].

La tradición sinóptica sabe que el discípulo de Jesús debe ayudar a los padres necesitados (cf. Mc 7, 8-13; Mt 15, 3-6). Pero aquí, asumiendo una tradición de Jesús, el evangelio ha contrapuesto provocadoramente autoridad del reino y padre patriarcal. “Enterrar al padre” es más que un ritual funerario: es aceptar su autoridad, descubrirle como signo de Dios en un mundo jerárquicamente organizado, seguir al servicio de las leyes patriarcales. Jesús responde, en cambio:  Deja que los muertos entierren a sus muertos…  No ha venido a ratificar un tipo de autoridad patriarcal, sino a ofrecer a todos un camino de reino, en contra de un patriarcalismo clerical, masculino.

El padre patriarcal como fuente de poder social y religioso pertenece al mundo antiguo, al espacio de cosas que mueren (=de los muertos). Allí donde esa autoridad se impone no hay lugar para el reino: triunfa la genealogía de los poderes establecidos, triunfan los intereses cerrados del grupo que se sostienen y apoyan entre sí…, creando un mundo de influjos y poderes que excluye a los más pobres, es decir, los marginados, leprosos, enfermos, hijos ni familia, mujeres . Por eso, quedarse a enterrar al padre supone seguir cultivando ese mundo de exclusiones y “clases”, de autoridades impositivaa y jerarquías superiores, con una autoridad genealógica y familiar por encima de todos. Ese es un mundo que se reproduce para la muerte. Por eso, hay que dejar que los muertos entierren a sus muertos.

Tú, vete y anuncia el reino de Dios. Ciertamente, el reino incluye cariño gratuito y cuidado de los necesitados. Pero, precisamente por ello, rompe la estructura patriarcal, basada en el orgullo grupal (buenos padres, buenas familias) y en la nobleza genealógica, que la tradición posterior del cristianismo (de los códigos familiares de Col, Ef y 1 Ped a las pastorales) ha vuelto a sacralizar de alguna forma. Precisamente para anunciar el reino hay que superar ese padre patriarcal, descubriendo y cultivando la presencia de un Dios no patriarcal, cuyo amor se  abre hacia todos los necesitados y excluidos, que no tienen un padre que pueda defenderles. Así pasamos de padre encerrado en un talión intra-grupal (de familia autosuficiente) al Padre de la gratuidad universal, superando los esquemas elitistas de la tierra.

¿Vivimos de enterrar muertos, de mantener privilegios, de guardar ventajas anteriores? ¿Somos una iglesia de sepultureros más que de resucitados?

 4. Quien ha puesto la mano en el arado y sigue mirando atrás….

A7B9BB9D-DFEF-4FB2-94CE-8CCEAE3B0CBBOtro le dijo también: Te seguiré, Señor, pero primero permite que me despida de los de mi casa.Pero Jesús le dijo: Ninguno que ha puesto su mano en el arado y sigue mirando atrás,   es apto para el reino de Dios (Lc 9, 61-62).

             Esta unidad resume y amplía los tres  anteriores. Sabemos que el seguidor de Jesús no puede apelar a ninguna ventaja social (el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza: Lc 9, 58) ni familiar (no puede enterrar a su padre: Lc 9, 60), sino que debe recorrer hasta el fin su camino de Reino mantener su opción de un modo consecuente, en experiencia de nuevo nacimiento, sin poner la mano en el arado y seguir mirando atrás…, queriendo al mismo tiempo alcanzar la novedad del Evangelio, pero mirando hacia atrás, queriendo conservar los poderes jerárquicos antiguos, propio de una iglesia que emplea la violencia (tema 1), busca el poder (tema 2), sacraliza las tradiciones de poder patriarcal (entierra con honor s sus murtos: tema 3) y quiere ir adelante mirando hacia atrás.

 ¿Hemos puesto la mano en el arado… pero seguimos mirando siempre hacia un pasado muerto…? La iglesia actua, año 202 ¿vive miranal pasado. ¿Cómo puede abrir surco si no mira hacia el futuro de la nueva humanidad, del Reino de Cristo?

 Nota

[1] No precisamos las variantes de Mt (que sitúa el pasaje en clave de llamada) y Lc (contexto de subida a Jerusalén). En ambos casos, el motivo es claro, como han destacado M. Hengel (Seguimiento y Carisma) y E. P. Sanders (Jesus and Judaism). Tanto la cultura oriental y grecorromana como el judaísmo tomaban al padre como autoridad suprema, de manera que enterrarle (cuidarle, mantenerle y  reconocer su poder) constituía el primer deber social y religioso.

 

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Rechazo y seguimiento. Domingo 13 Tiempo Ordinario. CICLO C

Domingo, 26 de junio de 2022
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Eliseo arando bueyesDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

Volvemos al tiempo ordinario, con un tema de enorme importancia y actualidad: la vocación a seguir a Jesús.

La vocación de Eliseo (Primer libro de los Reyes 19, 16b. 19-21)


            En aquellos días, el Señor dijo a Elías:

            Unge profeta sucesor tuyo a Eliseo, hijo de Safat, de Prado Bailén.

            Elías se marchó y encontró a Eliseo, hijo de Safat, arando con doce yuntas en fila, él con la última. Elías pasó a su lado y le echó encima el manto. Entonces Eliseo, dejando los bueyes, corrió tras Elías y le pidió:

            Déjame decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te sigo.

            Elías le dijo:

            Ve y vuelve; ¿quién te lo impide?

            Eliseo dio la vuelta, cogió la yunta de bueyes y los ofreció en sacrificio; hizo fuego con aperos, asó la carne y ofreció de comer a su gente; luego se levantó, marchó tras Elías y se puso a su servicio.

            Todo empieza con una orden de Dios a Elías: ungir como profeta a Eliseo. La unción, que se hacía derramando aceite sobre la cabeza, era típica de los reyes, y este es el único caso que recuerdo de la unción de un profeta. En la mentalidad mediterránea antigua, el aceite no solo era bueno para la comida; también se le atribuían cualidades curativas (por eso se ungía a los enfermos) y religiosas (la unción simboliza una relación especial con Dios).

            Elías cumple la orden, pero sin cumplirla. Va en busca de Eliseo, que debía ser hijo de un multimillonario porque está arando con doce yuntas de bueyes. En vez de ungirlo, le echa su manto por encima. Es la única vez que menciona la Biblia este gesto, pero debía ser conocido, porque Eliseo, después de un momento de desconcierto (que no se cuenta, pero se supone), sale corriendo detrás de Elías y se muestra dispuesto a seguirle. Sólo pone una condición: despedirse de sus padres.

            A Eliseo le parece una petición lógica, y se la concede. Pero la despedida no consiste en dar un beso a los padres. Es algo más solemne e incluye a toda la familia: mata la yunta de bueyes y organiza un asado para toda su gente. Sin prisas, porque unos bueyes no se matan en cinco minutos, ni la carne se prepara en un cuarto de hora, ni se come todo en un rato. Cuando termina la despedida, que pudo durar uno o varios días, Eliseo marcha con Elías y se pone a su servicio.

Rechazo y seguimiento (Lucas 9, 51-62)

            El fragmento elegido para este domingo consta de cuatro escenas muy breves. Las tres últimas están relacionadas por el tema del seguimiento de Jesús; la primera habla de lo contrario: el rechazo.

            Escena 1: el rechazo de los samaritanos

            Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron:

            ‒ Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?

            Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.

            Samaritanos y judíos se odiaban desde el siglo X a.C., cuando el norte se separó del sur después de la muerte de Salomón. Pero el dinero es el dinero. Y los samaritanos actuaban del modo siguiente: a los galileos que atravesaban su territorio camino de Jerusalén no les vendían nada; pero en el viaje de vuelta a Galilea ya no había problema en venderles lo que necesitaran, pagándolo adecuadamente (es lo que ocurre en el evangelio de Juan, cuando los discípulos van a comprar pan al pueblo mientras Jesús habla con la samaritana).

            Como Jesús y los discípulos se dirigen a Jerusalén, es normal que no los reciban. Pero Santiago y Juan, que debían pasarse el día tronando (Jesús les puso de mote “los hijos del trueno”), le proponen vengarse haciendo que caiga un rayo del cielo y los consuma. Esta reacción, que nos resulta tan desproporcionada y extraña, se comprende recordando una tradición del profeta Elías. Una vez, el rey de Israel mandó un capitán con cincuenta soldados para que le dijese: “Profeta, el rey te manda que vayas a verlo”. Elías respondió: “Si soy profeta, que caiga un rayo y te mate a ti con tus hombres”. Y así ocurrió. El rey repite la orden con otro capitán y otros cincuenta soldados, que quedan tan chamuscados como los primeros. En el tercer intento, el capitán no ordena nada; se arrodilla ante el profeta y le suplica que perdone su vida y la de sus acompañantes. Elías accede y va a visitar al rey. La moraleja de este relato es que el profeta merece el máximo respeto; y quien no lo respete merece que lo mate un rayo caído del cielo. Así piensan Santiago y Juan. Jesús, el gran profeta, merece todo respeto; si los samaritanos no lo reciben, que caiga un rayo y los parta.

            Jesús, que supera a Elías en poder, lo supera también en bondad y ve las cosas de manera muy distinta. Lucas termina diciendo: Él se volvió y les regañó. ¿Cómo les regañó? ¿Qué les dijo? Algunos textos posteriores ponen en boca de Jesús estas palabras: “No sabéis a qué espíritu pertenecéis”, es decir, “no tenéis ni idea de cuál es mi forma de pensar y de sentir”. Y se marcharon a otra aldea.

            Es una pena que este texto, exclusivo de Lucas (no se encuentra en Marcos ni Mateo), no lo tuvieran en cuenta los que instituyeron la Inquisición, que es una forma de defender a Jesús mediante el fuego.

            Al rechazo de los samaritanos se contraponen tres casos de seguimiento. En dos ocasiones, el individuo se ofrece; en otra, es Jesús quien lo pide. En las tres queda clara la forma de vida tan dura de Jesús y de sus seguidores.

Escena 2ª: uno se ofrece a seguir a Jesús

Mientras iban de camino, le dijo uno:

            ‒ Te seguiré adonde vayas.

Jesús le respondió:

            ‒ Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.

            La iniciativa parte del individuo, no de Jesús. Éste parece desanimar, subra­yando su pobreza y vida dura. No imagine que el segui­miento será fácil y coronado por el éxito humano.

            Escena 3ª: Jesús invita a otro a seguirlo

A otro le dijo:

            ‒ Sígueme.

Él respondió:

            ‒ Déjame primero ir a enterrar a mi padre.

Le contestó:

            ‒ Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.

            En este caso la iniciativa parte de Jesús. Se trata de una orden escueta y tajante, más de que una invitación: “Sígueme”. El otro pide permiso, como Eliseo, no para despedirse de sus padres, sino para enterrar a su padre.

            La respuesta de Jesús parece inhumana: “deja que los muertos entierren a sus muertos”. La costumbre judía era enterrar al difunto inmediatamente después de muerto (Hechos de los Apóstoles 5,6.7; 8,2). Por consiguiente, no se trata de que el protagonista de la escena esté velando a su padre y Jesús le ordene abandonar al difunto para seguirlo. Lo que pide es que le permita seguir viviendo con su padre hasta que muera; luego lo seguirá.

            Incluso así, las palabras de Jesús siguen siendo terriblemente exigentes. El que quiera seguirlo tiene que cortar radicalmente con la familia, como si todos hubieran muerto, para ir a anunciar el reino de Dios.

            Es posible que los evangelios estén reflejando en esta escena lo que le ocurrió al mismo Jesús. Su familia pensaba que estaba loco (Marcos 3,21), y una vez fueron todos a Cafarnaúm con intención de llevárselo a Nazaret a descansar. El evangelio de Juan (7,5) dice expresamente que “sus hermanos no creían en él” (aunque sabemos por el libro de los Hechos y las cartas de Pablo que, más tarde, sí lo aceptaron). En Jesús se cumplió plenamente la necesidad de considerar muerta a la familia para dedicarse a anunciar el evangelio.

            Escena 4ª: otro se ofrece con condiciones

Otro le dijo: Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.

Jesús le contestó: El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.

            Este es el episodio que empalma mejor con la vocación de Eliseo. Las cosas importantes de la vida diaria, como despedirse de los padres, son compatibles con el seguimiento de Elías. No hay prisa de ningún tipo. Pero aquí está en juego algo mucho más importante y urgente.

Dos rasgos de la vida de Jesús

            A veces se comenta que estas personas no siguieron a Jesús. Lucas no dice nada. Por otra parte, esa cuestión es secundaria. Lo importante de los relatos de vocación y de segui­miento es que son relatos de “revelación” de Jesús, nos ayudan a conocerlo mejor. Algo queda claro: la dureza de su vida, desprovisto incluso de casa y familia.

            Volviendo a la primera escena, el rechazo de los samaritanos, podemos encontrar cierta relación con las tres siguiente. Jesús, que renuncia a todo por predicar el Reino de Dios, no recibe a cambio el agradecimiento y la aceptación de todos. Hay gente que lo rechaza. Pero eso no es motivo para desear su castigo.

Reflexión final

            Aparte del Padrenuestro, Jesús no insistió mucho a sus discípulos en qué debían pedir. Pero el evangelio de Juan pone en su boca una petición muy importante: “La mies es mucha, los obreros pocos. Pedid al Señor de la mies que mande operarios a su mies”. Este domingo es muy adecuado para recordar la necesidad de pedir por las vocaciones y ponerla en práctica.

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Domingo XIII del Tiempo Ordinario. 26 junio, 2022

Domingo, 26 de junio de 2022
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Él se volvió y les regañó” 

(Lc 9, 51-62)

¡Cuánta paciencia tuviste que tener con aquellos primeros discípulos tuyos! Ya llevaban un tiempo contigo, ya te habían visto hacer milagros, habían escuchado tus parábolas, te habían visto bendecir y ponerte de parte de los “últimos”, pero todavía no habían entendido nada, todavía seguían con la lógica estrecha de devolver con la misma moneda, aún les quedaba mucho por andar para comprender la novedad de la lógica del amor.

Por eso era necesario que te volvieras y los regañaras. Pero aquel día iba para largo, parecía de esos días en los que nadie entiende nada, y tú, como Buen Maestro corriges una y otra vez.

El seguimiento es algo serio, no basta la euforia del primer momento: “Te seguiré a donde vayas” (Lc 9, 57). Tampoco valen medias tintas: “…el que sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios” (Cfr. Lc 9, 62). Las condiciones para el seguimiento de Jesús no son muchas, pero son exigentes. Ser discípula o discípulo de Jesús es vivir como Él vivió.

Y la vida de Jesús y de quienes se aventuran tras sus huellas tiene poco que ver con la tranquilidad cómoda de sentirse bien con una misma. El seguimiento de Jesús no es un “sedante”, ni un “estimulante”, es VIDA.

Vida con luces y sombras, con contradicciones, con sufrimiento, con persecuciones, con incomprensiones, con estrecheces, con dolores… quien no quiera vivir la vida al 100% es mejor que opte por otro camino…: “el hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Lc 9, 58).

Aunque tampoco hay que creer que el seguimiento o la misma vida es un puro “sin sabor” o como se oye decir a veces: “estamos aquí para sufrir”, no.

La vida es más que sufrir y el seguimiento de Jesús no acaba en la cruz, pero la vida tiene sus sufrimientos y el seguimiento pasa por la cruz. La novedad, la diferencia entre pasar por la vida o vivirla al estilo de Jesús es añadirle amor y confianza.

Solo quien ama y confía puede comprometerse con fidelidad y vivir con esperanza. Solo quien ama y confía puede poner la mano en el arado mirando hacía la novedad del Reino.

Oración

Vuélvete y regáñanos, Maestro Bueno,

cuando se nos encoja la confianza,

se nos haga difícil el amor

y pierda intensidad nuestra esperanza. ¡Amén!

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Marginar, excluir o eliminar al otro nunca será cristiano.

Domingo, 26 de junio de 2022
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DOMINGO 13 (C)

Lc 9,51-62

Todos los evangelios proponen la subida de Jesús a Jerusalén como un marco teológico, pero Lucas le da un énfasis especial. Comienza con las frases programáticas que hemos leído hoy y termina con la expulsión de los vendedores del templo. En la trayectoria geográfica se esconde la trayectoria espiritual: Subida al Padre a través de la muerte. “Cuando iba llegando el tiempo de que se lo llevaran a lo alto, también él resolvió ponerse en camino para encararse con Jerusalén”. La frase es un resumen de la vida de Jesús. Deja claro lo que va a pasar. Por desagradable que pueda parecer, es aceptado por Jesús.

Los samaritanos eran considerados herejes por los judíos, que no perdían la ocasión de humillarlos y despreciarlos. No es de extrañar que ellos a su vez, tomaran la revancha cuando podían. Si los enviados hubieran propuesto bien el mensaje de Jesús y hubieran comunicado las verdaderas intenciones de Jesús al subir a Jerusalén, les hubieran aceptado con los brazos abiertos. Nada más de acuerdo con sus intereses podían esperar los samaritanos. Alguien que fuera capaz de criticar tan duramente lo que se cocía en el templo, tenía que tener toda su aprobación. Pero seguramente les hicieron pensar en una subida “para hacerse cargo del reino”, que era lo que los discípulos esperaban.

Los Zebedeos piensan en un nuevo Elías, que había mandado bajar fuego del cielo que consumió a los emisarios del rey. Pretenden que Jesús haga honor a su condición de profeta poderoso. Otra tentación constante del hombre, poner a Dios de su parte contra todo aquel que le lleve la contraria. Jesús les “increpó” (el mismo verbo que emplea para expulsar demonios). A través de la historia, nos hemos comportado como Santiago y Juan. Siempre que ha tenido el poder suficiente, la Iglesia ha respondido con violencia contra todo el que no aceptara sus normas. Ni siquiera ha aceptado la libertad religiosa, que es un derecho básico de todo ser humano, hasta que ha perdido la capacidad de imponer su absolutismo.

Ni la Iglesia como institución ni cada uno de nosotros como individuos hemos hecho puñetero caso de la propuesta de Jesús. Primero contra los judíos, a quienes hemos machacado todo lo que hemos podido durante veinte siglos. Luego a los herejes que hemos seguido quemando vivos hasta hace cuatro días. Más tarde contra los musulmanes a quienes hemos hecho la guerra de todas las maneras posibles. La quema de brujas que ha masacrado a infinidad de personas inocentes. Y por fin la persecución de todo aquél que discrepara de la doctrina oficial que sigue todavía causando numerosas víctimas.

Se trata de responder a la pregunta: ¿Quién es Jesús? Si de verdad aceptásemos el espíritu de Jesús, la primera consecuencia sería la tolerancia. Jesús no impone nada, simplemente propone la buena noticia del Reino y deja en libertad para aceptarla o rechazarla. Su mensaje solo puede interesar a los que sienten que están oprimidos por realidades que no les dejan ser ellos mismos. Toda falta de identificación con el otro, supone una falta de identificación con el Dios de Jesús. Lo que nos separa de los demás, nos separa de Dios.

¿Dónde ha quedado la propuesta de Jesús de amar a los enemigos? No solo no hemos amado a los enemigos sino que hemos odiado y perseguido a los amigos, solo por no pensar o actuar como exigían las directrices oficiales. Aún hoy vivimos la oposición y el rechazo más radical entre los que creen que nada debe cambiar y los que piensan que el evangelio está sin estrenar y debemos hacer un esfuerzo por descubrir su esencia y vivirlo. Es verdad que si hoy seguimos hablando de Jesús es gracias a muchas personas que, a pesar de todas las contradicciones eclesiales, se han atrevido a vivir el espíritu de Jesús.

Esa exigencia no es un capricho de Dios, sino que la pide la misma naturaleza de la oferta de salvación que nos hace Jesús. Nuestra condi­ción de criaturas, y por lo tanto limitados, es la que nos obliga, una vez tomado un camino, a tener que abandonar todos los demás. La renuncia a aquello que me gusta, dejará de ser renuncia si lo hago con conocimiento y libertad, para convertirse en elección de lo mejor. No siempre, lo que me causa más placer, lo que menos me cuesta, lo que más me agrada, lo que me pide el ADN, es lo mejor para alcanzar la plenitud del ser humano. La vida es por naturaleza lucha y superación. Si desaparece la tensión interna es que ha llegado la muerte.

En las frases siguientes, Lucas presenta el seguimiento de Jesús como una renuncia. La utilización de este concepto es la mejor señal de que no hemos entendido nada. No se trata de renunciar, sino de elegir lo que de verdad es bueno para mi auténtico ser. Dios quiere nuestra plenitud. Tenemos que superar la idea de un Dios, que para ser Él más, tiene que humillar al hombre. No, la causa de Dios es la causa del hombre. Dios está identificado con su criatura; por lo tanto la mayor gloria de Dios es que la criatura llegue a su plenitud. No tenemos que amar a Dios sobre todas las cosas; tenemos que amar a Dios en todas las cosas. Pero si las cosas ocupan el lugar de Dios, me estoy apartando de mi verdadera meta.

La 1ª máxima: Las zorras tienen madrigueras, los pájaros nido, pero el Hijo de Hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. En el ambiente de itinerancia en el que se desarrolla esta parte del evangelio, no se hace hincapié en la pobreza, sino en la disponibilidad. El que quiera seguir a Jesús tiene que estar completamente libre de trabas. Ni siquiera la seguridad de un hogar debe impedirle estar dispuesto siempre para la marcha. No son las posesiones o las relaciones sociales lo que impiden el seguimiento sino el estar apegado a cualquier cosa que te impida ser realmente tú mismo.

La 2ª: Deja que los muertos entierren a sus propios muertos”. Es también radical, pero no debemos entenderla en sentido literal. Lo que le pide Jesús al aspirante no es no enterrar a su padre, que había muerto, sino que le dejara cumplir con el precepto de atender a su padre anciano hasta que muriera. Jesús antepone las exigencias del Reino a la obligación prescrita por la Ley de atender a los padres en su ancianidad. La Ley debe ser superada por una total disponibilidad hacia todos, no solo hacia los seres queridos. La enigmática respuesta de Jesús da a entender que él había pasado a la vida, pero que los que se quedaban en casa de su familia, permanecían en la muerte espiritual.

La 3ª: El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios”. Despedirse de su familia no debemos entenderlo como “decirles adiós”. En aquella sociedad despedirse significaba dedicar días o semanas a celebrar la separación. El significado es muy parecido al de la anterior, pero aquí se quiere resaltar la apertura integral a todos los seres humanos. Ya no hay particularismos, ni siquiera existe “mi familia”. Ahora toda la humanidad es mi familia. El círculo familiar suele ser la excusa donde camuflo un egoísmo amplificado que me impide darme a todos. El mal uso que se ha hecho de esta frase, sobre todo en ambientes de vocación, nos obliga a repensarla profundamente.

Meditación

¡No sabéis de qué espíritu sois!
La mayoría de los cristianos no nos hemos enterado.
Si te preocupa que alguien te rechace,
es que no has entendido lo que realmente eres.
Si aún somos capaces de rechazar al otro,
es que seguimos sin confiar en lo que somos.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Invitados a más.

Domingo, 26 de junio de 2022
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Lc 9, 51-62

«El que echa mano del arado y sigue mirando atrás no sirve para el Reino»

Si pensamos que Jesús está formulando unas exigencias desmedidas para su seguimiento, acabaremos desmoralizados porque nos veremos incapaces de cumplirlas. Si pensamos que nos está invitando a apostar por él de forma radical porque es una apuesta segura, es posible que lo estemos entendiendo mejor.

La radicalidad es una constante a lo largo del evangelio, y buen ejemplo de ello es la parábola del tesoro escondido en el campo, que quien lo encuentra lo vende todo para comprarlo.

Pero la interpretación de este texto encierra un riesgo importante, y es ignorar que la clave de la parábola está en el «lleno de alegría»; está en comprender que quien lo encuentra lo vende todo, pero lo hace lleno de alegría porque lo demás deja de tener interés para él. Es un error frecuente entender el Reino como renuncia, como sacrificio para ganar un premio mayor. El Reino es abundancia, es plenitud, y si lo entendemos como carga es posible que nos estemos equivocando.

Encontramos esa misma radicalidad en el episodio del “joven rico”, cuyo diálogo con Jesús no tiene desperdicio. Dice el rico: “Guardo los mandamientos, pero ¿hay más?” … Y le contesta Jesús: “¿Qué si hay más? Claro que hay más; mucho más. Deshazte de todo cuanto tienes, vente con nosotros y verás lo que es bueno”.

El rico se marchó apenado, y no es extraño, porque la radicalidad del Reino suele producir vértigo. Para hacerla más llevadera, nosotros acostumbramos a distinguir entre tiempos sagrados (dedicados a Dios) y tiempos profanos (dedicados a nuestras cosas), entre lugares sagrados (como el templo) y lugares profanos (el mundo), pero Jesús nos está diciendo que todo es sagrado; que lo del César también es de Dios… Nos está invitando a cambiar el sentido global de la existencia; el enfoque general de la vida entera.

Cuando Jesús nos invita a dejarlo todo, nos está invitando a dejar de servir a las cosas y empezar a servirnos de ellas para construir el Reino. Como decía Ruiz de Galarreta: «Ni poseer, ni casarse, ni trabajar, ni descansar, ni disfrutar, ni esforzarse, ni dimensión humana alguna, está fuera de la categoría esencial; medios para el Reino». Y es que el evangelio no es un ligero barniz que se añade a lo humano, sino tomar a la persona desde lo más profundo, tal como es, y hacer posible que se oriente a Dios.

Una última reflexión. El fin último del ser humano es la felicidad, y Jesús nos invita a ser felices a su estilo. Si repasamos el evangelio con este enfoque caeremos en la cuenta de que todo en él nos está hablando de felicidad; de una felicidad que comienza en este mundo y es para siempre: «El ciento por uno en esta vida, y además la vida eterna», le dijo a Pedro.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fe Adulta

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¿Cataclismo o avanzar con decisión?

Domingo, 26 de junio de 2022
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Lucas 9,51-62

Siempre me ha resultado extraña la propuesta que Santiago y Juan, dos seguidores muy cercanos a Jesús y aquellos que conocen de cerca al maestro: “¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?” ¿Cómo se les ocurre querer enviar fuego para destruir al pueblo de Samaría? ¿No conocen a Jesús? ¿Qué esperan de él? ¿Cómo se ven a sí mismos?

Sin embargo, pensándolo bien, generalmente, ante los conflictos o situaciones de violencia, lo evidente es querer de que todo eso desaparezca, que el mal se disuelva de inmediato y que quede solo lo bueno, lo conocido, lo absolutamente verdadero. Si pudiéramos enviar fuego y destruir situaciones y personas que parecen contradecir nuestros caminos hacia Dios y hacia nuestra plenitud, seguramente lo intentaríamos.

Sin embargo, el camino decidido de Jesús señala otra forma de vivir el “reino”.  Es un reino de radicalidad y de fuerza, sí, pero no de destrucción y de muerte. Es un reino que se caracteriza, en este relato de Lucas 9,51-62, de varias maneras.

· La primera: “El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”.

El reino es un lugar donde afrontar, juntos, situaciones de crisis, de vulnerabilidad. No son espacios seguros, fáciles. Pero es posible habitar la vulnerabilidad mientras se va de camino y Jesús se mantiene firme y decidido.

· La segunda:Vete a proclamar el Reino de Dios”.

No es un reino que se quede entre los conocidos, sino que se abre a lo nuevo, a lo extraño, con palabra, comunicándose. El desafío está en anunciar, proclamar, hablar, comunicar.

· La tercera: “Deja que los muertos entierren a sus muertos”.

El reino ocupa el primer lugar, y nada se interpone a su avance. Ni siquiera acciones factiblemente santas y buenas. Aquí es muy importante el discernimiento personal y sobre todo el comunitario. No es ni fácil ni evidente saber qué es lo que orienta al reino y lo que aleja.

Estas indicaciones que Jesús da a sus seguidores acontecen en un momento importante de su vida. Será él mismo quien deba probar en su propia carne esta dinámica del reino y sus implicancias. El relato comienza diciendo que Jesús toma la decisión de ir a Jerusalén, sospechando que le espera un desenlace dramático y terrible. ¿Por qué y para qué van a Jerusalén? Las procesiones a Jerusalén son parte de la piedad de todo buen judío. Esta peregrinación se realiza especialmente para la celebración anual de la Pascua. Lo que está claro es que Jesús y sus discípulos van en peregrinación y por ello los reconocen como judíos practicantes. Y los samaritanos los rechazan. Y los discípulos de Jesús no aceptan bien este rechazo. De hecho, quieren responder con la destrucción de estos pueblos al modo de un Dios vengativo, que hace “justicia” de modo radical: “¿quieres que digamos que baje del cielo fuego que acabe con ellos?”. La respuesta de Jesús hará que su modelo mesiánico previo entre en crisis.

Jesús los prepara, de esta manera, para habitar este reino de vulnerabilidad, de camino decidido pero también dramático, de palabra y anuncio y de respeto, incluso hacia quienes no parecen corresponderles. Así se presenta y describe el reino de Dios. No está lejos, sino entre nosotros. Aquí y ahora. En el camino.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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“Los nuestros”

Domingo, 26 de junio de 2022
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D04A6EBD-1052-4B60-8E12-27C1BBB87B32Domingo XIII del Tiempo Ordinario

26 junio 2022

Lc 9, 51-62

Uno de los rasgos característicos del nivel de consciencia mítico -en el que la especie humana vivió durante milenios y algunos de cuyos reflejos siguen presentes entre nosotros- es la convicción de que la verdad pertenece al propio grupo, por lo que se descarta como falsa cualquier otra opinión. Y ello no debido a una “mala voluntad”, sino sencillamente como consecuencia de lo que ese nivel de consciencia permite ver.

La consciencia mítica bloquea la capacidad de asumir otra perspectiva. Con ello, hace radicalmente imposible cualquier intento de diálogo. Para quien se halla en el nivel etnocéntrico (mítico), solo hay una verdad, que es la del propio grupo (o del propio ego). En consecuencia, “los otros” no solo no pueden ser comprendidos, sino que es necesario obligarlos a cambiar (o “acabar con ellos”, como se lee en el texto que comento). Cualquier propuesta de comprensión de los otros será tachada, como mínimo, de “buenismo” condescendiente y radicalmente equivocado. Trataré de clarificarlo con un hecho reciente: cuando en uno de sus viajes, un periodista le preguntó por la actitud de la Iglesia hacia las personas homosexuales, el papa Francisco contestó: “¿Quién soy para juzgar?”. Ante esas palabras, grupos católicos fundamentalistas reaccionaron de inmediato: “No solo hay que juzgarlos, sino condenarlos porque están en el error. Y el error no tiene derechos”. Pues bien, esta reacción únicamente puede nacer de una consciencia mítica.

La consciencia mítica -aunque no solo ella- es una consciencia de separatividad, marcada por la vivencia de un dualismo extremo entre “los nuestros” y “los otros”. No es difícil constatar los resultados que tal consciencia ha producido a lo largo de la historia humana: separación, enfrentamiento, guerras, aniquilación de los otros…

Dado que el origen de la trampa no reside tanto en la voluntad, sino en el nivel de consciencia, parece obvio que únicamente la apertura a un nivel de consciencia más amplio -integral, pluralista, aperspectivista, mundicéntrico…- hará posible un nuevo modo de relación entre los humanos. La transformación radical es siempre hija de la comprensión. Solo una consciencia de unidad, que se corresponde a la realidad y supera las estrechas y reductoras lecturas mentales, permite dejar de hablar de “los nuestros” y “los demás”, para reconocernos todos en nuestra unidad básica, más allá de las diferencias en que nos experimentamos.

¿Qué tipo de consciencia predomina en mí?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Seamos libres (S Pablo) en los férreos sistemas eclesiásticos judaizantes

Domingo, 26 de junio de 2022
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4DDBF30A-7CD9-4D8F-8D6A-35025425146FDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.- Nota previa

Nunca ha dejado de leerse en la Eucaristía el evangelio del Señor. Tampoco hoy. Por eso las homilías suelen ser una explicación o comentario del Evangelio del día. Pero, a veces, en las Eucaristías, pasan de largo lecturas y textos de mucho calado cristiano. Es el caso de la carta de San Pablo a los Gálatas de la que hemos escuchado hoy un párrafo potente.

Por eso la homilía de hoy gira en torno al tema que San Pablo plantea en la carta a los Gálata: Para ser libres nos ha liberado Cristo.

  • 02.- Tensión entre ley y libertad.

    Desde el comienzo de la vida de la Iglesia ha existido tensión y -en ocasiones- conflictos entre la ley y la libertad.

    En los primeros años de la Iglesia, en las primeras décadas del nacimiento de la Iglesia se produjo un fuerte enfrentamiento entre los cristianos de origen judío, que querían mantener las normas y costumbres judías, la circuncisión, la abstención de comer determinados alimentos, etc. Por otra parte estaba el grupo cristiano proveniente del mundo pagano, cristianos de origen gentil

  1.     Los dos momentos álgidos en los que se refleja esta cuestión son:

02.1.- El enfrentamiento entre Pablo y Pedro en Antioquía:

11 Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le eché en cara, porque era de condenar.12 Pues antes que viniesen algunos de parte de Santiago, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión.13 Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos.14 Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar? (Gálatas 2,11-14)

02.2.- Por otra parte está la Asamblea de Jerusalén, una especie de “concilio” en el que decidirán no imponer más cargas que las que se derivan del Evangelio

En el fondo laten dos visiones del cristianismo. Por una parte está la teología de Pablo: un cristianismo cimentado  en la fe, en la libertad, en la gracia, frente a la posición de los judaizantes (sobre todo la de Santiago, hermano del Señor y -en parte- la posición algo ambigua de Pedro). Los judaizantes querían imponer la ley, la circuncisión, no comer con cristianos de origen pagano, etc.

¿En estos momentos iniciales Pablo terminó derrotado? Probablemente. Por eso salió de Antioquía y apenas volvió muy de paso en una ocasión. De ahí que Pablo desplegara esa gran labor misionera, los viajes misionales que llegaron a Grecia, Roma, y muy posiblemente a Hispania (Tarraco-nova: Tarragona).

Pablo siempre será defensor de un cristianismo de la libertad, de la gracia, de la fe.

03.- Tendencia judaizante en la historia.

    La tendencia judaizante al legalismo, al sometimiento a la ley ha estado siempre presente en la Iglesia, también hoy.

Si nos fijamos hoy en día entre muchos católicos: obispos, cura y laicos predomina un cristianismo de sometimiento a la ley, sea en cuestiones de pensamiento teológico, en liturgia, en moral, etc.

El cumplimiento de la ley causa una cierta satisfacción, pero no “justifica”, no salva. La salvación nos viene del Señor, de la fe en Él, de la gracia,  no de nuestras obras.

El enfrentamiento al Concilio Vaticano II y al papa Francisco no es otra cosa que una actitud judaizante.

    Pero ya en el nacimiento de la Iglesia, en la Asamblea de Jerusalén tomaron una opción libre y sensata: no impongamos cargas que no provienen del evangelio.

¿Dónde está en el Evangelio que la mujer no puede desempeñar ministerios y tareas eclesiales? ¿Dónde impone el Evangelio la ley del celibato? ¿Dónde prohíbe el evangelio el control de natalidad (Humanae Vitae)?

La Iglesia es un espacio de pluralismo y libertad, de gracia no un implacable sistema de condena de todo lo que se mueve. El Derecho canónico no es la alternativa al Evangelio.

04.- Seamos libres.

    La libertad no es la mera posibilidad de escoger entre dos objetos “A ó B”. La vida y la libertad son algo más que un supermercado.

La libertad es algo más profundo que las meras libertades cívicas (que por otra parte, no es poco). La libertad es la capacidad de ser, la posibilidad que tenemos de construirnos o de destruirnos que tenemos las personas. En la libertad se ventila la propia persona desde unos criterios y valores. La libertad, como la justificación nos viene de los valores del reino: especialmente de la Verdad, la verdad os hará libres.

Hemos vivido tiempos y situaciones en el orden socio.político y eclesiástico en los que no había libertad -libertades-. No existía libertad de pensamiento, ni libertades políticas, ni libertades sindicales, etc. Sin embargo en aquellas situaciones había personas libres. Hoy en día tenemos derechos humanos, libertades políticas, etc., pero probablemente estamos muchos “esclavos” en la vida.

No os sometáis al yugo de la esclavitud del poder, de la ley, de la raza, del dinero, del placer, del odio y la venganza. Si os guía el espíritu de Xto, si os guía el Reino de Dios seréis libres, si nos guía la Verdad, la Libertad y la Igualdad no estaremos bajo el dominio de la ley, seréis libres.

Del Concilio Vaticano II a nuestros días se han ido apagando muchos criterios y actitudes de libertad: ya no se habla de libertad religiosa, ni de libertad de pensamiento, ni de evolución del dogma, ni de jerarquía de verdades, ni de la conciencia como norma de moralidad, ni de libertad y creatividad del espíritu litúrgico. Sin embargo, hay que ser libres también en los férreos sistemas eclesiásticos.

Seremos libres en la medida en que construyamos nuestra vida (o al menos lo intentemos) en el seguimiento de Cristo, trabajando con el arado en la mano en la mies del trigo y del pan de la humanidad

Tomemos libremente nuestras propias decisiones en la vida. No seamos esclavos de nadie y menos de la Iglesia.

Para ser libres nos ha liberado Cristo

 

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¿Cómo puedo quedarme? Encontrar maná en el desierto de la exclusión

Lunes, 20 de junio de 2022
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4B085449-9AF0-4FDB-A858-C68D2276B92CHna. Tracey Horan

La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Sr. Tracey Horan. Tracey es una Hermana de la Providencia de St. Mary-of-the-Woods, Indiana y es oriunda de Indianápolis. Ha trabajado como maestra y organizadora comunitaria, y actualmente se desempeña como Directora Asociada de Educación y Defensa en la Iniciativa Fronteriza Kino en Ambos Nogales, donde vive desde 2019.

Las lecturas litúrgicas de hoy para la Fiesta del Corpus Christi se pueden encontrar haciendo clic aquí.

“¿Cómo puedo quedarme?” Esta fue la pregunta que me persiguió durante los meses de primavera de 2021. Acababa de ser aprobada para la tercera edad, el año de preparación para los votos perpetuos como Hermana de la Providencia, cuando el Vaticano anunció que la Iglesia Católica no puede bendecir uniones entre personas del mismo sexo. Después de escuchar ese anuncio, surgieron las preguntas: ¿cómo podía quedarme en una institución que hacía el amor de Dios tan pequeño, tan exclusivo? ¿Cómo podría comprometer mi vida entera a una institución que hirió a las personas que amo con declaraciones como esta, que parecían olvidar que Jesús dijo: “Tomen esto todos ustedes y cómanlo”?

Este dilema llegó más cerca de casa un fin de semana del verano pasado cuando estaba visitando a familiares en otra ciudad y fui a misa con ellos en una parroquia a la que nunca había asistido antes. Entre mis familiares presentes había uno que se identifica como LGBTQ. Hacía años que no asistía a Misa por su experiencia de rechazo en la Iglesia Católica, pero puso cara de valiente para acompañar al grupo. Recé para que, al menos, experimentara un poco de bienvenida a cambio de su apertura para entrar en un entorno en el que corría el riesgo de ser excluida y herida.

Al principio de la Misa, pude sentir que podríamos estar en aguas turbulentas. Algo sobre el comportamiento condescendiente del sacerdote me tenía nervioso. Mi instinto se confirmó cuando llegamos a la homilía, y el sacerdote comenzó a condenar lo que llamó un relativismo que hacía creer a las personas que podían “amar a quien quisieran y ser del género que quisieran”. No recuerdo mucho más, solo que su retórica se intensificó, mi sangre estaba hirviendo y estaba muy consciente de que sus palabras estaban lastimando a mi familiar. Pronto salió, y un par de nosotros la seguimos.

No me atreví a recibir el Cuerpo de Cristo en esa iglesia. El Jesús que amo y sigo no podría estar presente para mí allí, no de una manera nutritiva. Esta especie de eucaristía, desprovista de amor extravagante, no podía alimentar mi espíritu. En cambio, el dolor, el dolor y más preguntas se asentaron en mi vientre.

A la semana siguiente comencé mi retiro anual. La pregunta permaneció al frente y al centro: ¿Cómo puedo quedarme? Deambulé por los terrenos de nuestra casa madre, me senté en un tenso silencio y hojeé los evangelios en busca de respuestas. La fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, que celebramos hoy, coincidió con mis días de retiro. En la Misa, cantamos la canción “All Who Hunger”, y las palabras resonaron en mi corazón:

Todos los que tienen hambre, reúnanse con alegría
El maná santo es nuestro pan.
Ven del desierto y del vagabundeo,
Aquí en verdad, seremos alimentados.
Tú que anhelas días de plenitud,
Todo lo que nos rodea es nuestra comida.
Prueba y ve la gracia eterna
Gustad y ved que Dios es bueno”.

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Como tenía hambre de una acogida más radical en nuestra Iglesia, como venía del desierto de la exclusión, sentí que el Santo me invitaba a probar y ver el abrazo acogedor de Cristo que es más grande que las palabras de cualquier homilista homofóbico. Escuché a nuestro Salvador invitarme a venir del desierto de dolor y dolor para encontrar el alimento que me rodea: el maná en comunidades como New Ways Ministry, Dignity USA, y FutureChurch. Sentí a mi hermano Jesús afirmando la verdad de su amor expansivo, y asegurándome que si permanecía en esa verdad, sería alimentado.

El símbolo perfecto para el alimento que los católicos LGBT y sus aliados pueden encontrar en medio de nuestro viaje hacia la justicia y la inclusión es el maná del desierto. La perfección simple y pequeña de una típica hostia dominical no encaja del todo. El maná del desierto reconoce tanto los años de lucha como la fidelidad de Dios al alimentarnos. Este maná, escribí durante mi retiro, es más real y crudo.

“Esto es pan de ahora o nunca,
pan del momento,
Que llega justo cuando piensas
El hambre te abrumará.
No puedes planear para este pan
O controlarlo
O atesorarlo por si vuelve el hambre.
Solo se puede saborear este pan en el desierto
Después de semanas de vagar
Y preguntándose cuándo llegará,
Si llegará.
Con el susurro, una insistencia persistente
Que te arrulla tontamente hacia adelante
Con ansia de maná
El pan que conoces
tocará tus labios
Justo cuando todo parece perdido
No anhelas el desierto,
Sólo los peligrosos,
Satisfactorio
Pan de molde.”

Mientras celebramos hoy la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y la Sangre de Cristo, que nosotros, que tenemos hambre de una bienvenida radical, nos reunamos alrededor de nuestro maná peligroso y satisfactorio y nos encontremos alimentados, incluso mientras deambulamos por el desierto.

—Sr. Tracey Horan, 19 de junio de 2022

Fuente New Ways Ministry

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“La Eucaristía como acto social”. Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo – C (Lc 9,11-17)

Domingo, 19 de junio de 2022
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10-CORPUS-CHRISTI-C-600x441Según los exegetas, la multiplicación de los panes es un relato que nos permite descubrir el sentido que la eucaristía tenía para los primeros cristianos como gesto de unos hermanos que saben repartir y compartir lo que poseen.

Según el relato, hay allí una muchedumbre de personas necesitadas y hambrientas. Los panes y los peces no se compran, sino que se reúnen. Y todo se multiplica y se distribuye bajo la acción de Jesús, que bendice el pan, lo parte y lo hace distribuir entre los necesitados.

Olvidamos con frecuencia que, para los primeros cristianos, la eucaristía no era solo una liturgia, sino un acto social en el que cada uno ponía sus bienes a disposición de los necesitados. En un conocido texto del siglo II, en el que san Justino nos describe cómo celebraban los cristianos la eucaristía semanal, se nos dice que cada uno entrega lo que posee para «socorrer a los huérfanos y las viudas, a los que sufren por enfermedad o por otra causa, a los que están en las cárceles, a los forasteros de paso y, en una palabra, a cuantos están necesitados».

Durante los primeros siglos resultaba inconcebible acudir a celebrar la eucaristía sin llevar algo para ayudar a los indigentes y necesitados. Así reprocha Cipriano, obispo de Cartago, a una rica matrona: «Tus ojos no ven al necesitado y al pobre porque están oscurecidos y cubiertos de una noche espesa. Tú eres afortunada y rica. Te imaginas celebrar la cena del Señor sin tener en cuenta la ofrenda. Tú vienes a la cena del Señor sin ofrecer nada. Tú suprimes la parte de la ofrenda que es del pobre».

La oración que se hace hoy por las diversas necesidades de las personas no es un añadido postizo y externo a la celebración eucarística. La misma eucaristía exige repartir y compartir. Domingo tras domingo, los creyentes que nos acercamos a compartir el pan eucarístico hemos de sentirnos llamados a compartir más de verdad nuestros bienes con los necesitados.

Sería una contradicción pretender compartir como hermanos la mesa del Señor cerrando nuestro corazón a quienes en estos momentos viven la angustia de un futuro incierto. Jesús no puede bendecir nuestra mesa si cada uno nos guardamos nuestro pan y nuestros peces.

José Antonio Pagola

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“Comieron todos y se saciaron”. Domingo 19 de junio de 2022. Festividad del cuerpo de Cristo

Domingo, 19 de junio de 2022
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35-CorpusC cerezoLeído en Koinonia:

Génesis 14, 18-20: Sacó pan y vino:
Salmo responsorial: 109, 1. 2. 3. 4: Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
1Corintios 11, 23-26: Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor.
Lucas 9, 11b-17: Comieron todos y se saciaron.

La primera lectura (Gen 14,18-20) es un antiguo texto legendario, originalmente quizás de naturaleza política-militar, en el que el misterioso personaje Melquisedec rey de Salem ofrece a Abraham un poco de pan y vino. Se trata de un gesto de solidaridad: a través de aquel alimento, Abraham y sus hombres pueden reponerse después de volver de la batalla contra cuatro reyes (Gen 14,17). El pasaje, sin embargo, parece contener una escena de carácter religioso, siendo Melquisedec un sacerdote según la praxis teológica oriental.

El gesto podría contener un matiz de sacrificio o de rito de acción de gracias por la victoria. El v. 19, en efecto, conserva las palabras de una bendición. Las palabras de Melquisedec y su gesto ofrecen una nueva luz sobre la vida de Abraham: sus enemigos han sido derrotados y su nombre es ensalzado por un rey-sacerdote. El capítulo 7 de la Carta a los Hebreos ha construido una reflexión en torno a Cristo Sacerdote a la luz de este misterioso texto del Génesis, según la línea teológica ya presente en las palabras que el Sal 110,4 dirige al rey-mesías: “Tú eres sacerdote para siempre al modo de Melquisedec”.

La segunda lectura (1Cor 11,23-26) pertenece a la catequesis que Pablo dirige a la comunidad de Corinto en relación con la celebración de las asambleas cristianas, donde los más poderosos y ricos humillaban y despreciaban a los más pobres. Pablo aprovecha la oportunidad para recordar una antigua tradición que ha recibido sobre la cena eucarística, ya que el desprecio, la humillación y la falta de atención a los pobres en las asambleas estaban destruyendo de raíz el sentido más profundo de la Cena del Señor.

Se coloca así en sintonía con los profetas del Antiguo Testamento que habían condenado con fuerza el culto hipócrita que no iba acompañado de una vida de caridad y de justicia (cf. Am 5,21-25; Is 1,10-20), como también lo hizo Jesús (cf. Mt 5,23-24; Mc 7,9-13). La Eucaristía, memorial de la entrega de amor de Jesús, debe ser vivida por los creyentes con el mismo espíritu de donación y de caridad con que el Señor “entregó” su cuerpo y su sangre en la cruz por “vosotros”.

Esta lectura paulina nos recuerda las palabras de Jesús en la última cena, con las que cuales el Señor interpretó su futura pasión y muerte como “alianza sellada con su sangre” (1 Cor 11,25) y “cuerpo entregado por vosotros” (1 Cor 11,24), misterio de amor que se actualiza y se hace presente “cada vez que coman de este pan y beban de este cáliz” (1 Cor 11,26). La fórmula del cáliz eucarístico, semejante a la fórmula de la última cena en Lucas (Mateo y Marcos reflejan una tradición diversa), está centrada en el tema de la nueva alianza, que recuerda el célebre paso de Jer 31,31-33. Cristo establece una verdadera alianza que se realiza no a través de la sangre de animales derramada sobre el pueblo (Ex 24), sino con su propia sangre, instrumento perfecto de comunión entre Dios y los hombres.

La celebración eucarística abraza y llena toda la historia dándole un nuevo sentido: hace presente realmente a Jesús en su misterio de amor y de donación en la cruz (pasado); la comunidad, obediente al mandato de su Señor, deberá repetir el gesto de la cena continuamente mientras dure la historia “en memoria mía” (1Cor 11,24) (presente); y lo hará siempre con la expectativa de su regreso glorioso, “hasta que él venga” (1 Cor 11,26) (futuro). El misterio de la institución de la Eucaristía nace del amor de Cristo que se entrega por nosotros y, por tanto, deberá siempre ser vivido y celebrado en el amor y la entrega generosa, a imagen del Señor, sin divisiones ni hipocresías.

El evangelio de hoy relata el episodio de la multiplicación de los panes, que aparece con diversos matices también en los otros evangelios (¡dos veces en Marcos!), lo que demuestra no sólo que el evento posee un cierta base histórica (no necesariamente milagrosa), sino que también es fundamental para comprender la misión de Jesús.

Jesús está cerca de Betsaida y tiene delante a una gran muchedumbre de gente pobre, enferma, hambrienta. Es a este pueblo marginado y oprimido al que Jesús se dirige, “hablándoles del reino de Dios y sanando a los que lo necesitaban” (v. 11). A continuación Lucas añade un dato importante con el que se introduce el diálogo entre Jesús y los Doce: comienza a atardecer (v. 12). El momento recuerda la invitación de los dos peregrinos que caminaban hacia Emaús precisamente al caer de la tarde: “Quédate con nosotros porque es tarde y está anocheciendo” (Lc 24,29). En los dos episodios la bendición del pan acaece al caer el día.

El diálogo entre Jesús y los Doce pone en evidencia dos perspectivas. Por una parte los apóstoles que quieren enviar a la gente a los pueblos vecinos para que se compren comida, proponen una solución “realista”. En el fondo piensan que está bien dar gratis la predicación pero que es justo que cada cual se preocupe de lo material. La perspectiva de Jesús, en cambio, representa la iniciativa del amor, la gratuidad total y la prueba incuestionable de que el anuncio del reino abarca también la solución a las necesidades materiales de la gente.

Al final del v. 12 nos damos cuenta que todo está ocurriendo en un lugar desértico. Esto recuerda sin duda el camino del pueblo elegido a través del desierto desde Egipto hacia la tierra prometida, época en la que Israel experimentó la misericordia de Dios a través de grandes prodigios, como por ejemplo el don del maná. La actitud de los discípulos recuerda las resistencias y la incredulidad de Israel delante del poder de Dios que se concretiza a través de obras salvadoras en favor del pueblo (Ex 16,3-4).

La respuesta de Jesús: “dadles vosotros de comer” (v. 13) es un recurso literario para poner en destaque la misión de los discípulos. Éstos, aquella tarde cerca de Betsaida y a lo largo de toda la historia de la Iglesia, están llamados a colaborar con Jesús, preocupándose por conseguir el pan para sus hermanos. Después de que los discípulos acomodan a la gente, Jesús “tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, los partió y se los iba dando a los discípulos para los distribuyeran entre la gente” (v. 16).

Al final todos quedan saciados y sobran doce canastas (v. 17). El tema de la “saciedad” es típico del tiempo mesiánico. La saciedad es la consecuencia de la acción poderosa de Dios en el tiempo mesiánico (Ex 16,12; Sal 22,27; 78,29; Jer 31,14). Jesús es el gran profeta de los últimos tiempos, que recapitula en sí las grandes acciones de Dios que alimentó a su pueblo en el pasado (Ex 16; 2Re 4,42-44). Los doce canastos que sobran no sólo subraya el exceso del don, sino que también pone en evidencia el papel de “los Doce” como mediadores en la obra de la salvación. Los Doce representan el fundamento de la Iglesia, son como la síntesis y la raíz de la comunidad cristiana, llamada a colaborar activamente a fin de que el don de Jesús pueda alcanzar a todos los seres humanos. Leer más…

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Corpus Christi (19, 6): Hostia sagrada, gente desacrada.

Domingo, 19 de junio de 2022
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2Corpus_Christi_-_Toledo-Venta-de-AiresDel blog de Xabier Pikaza:

El Corpus ha sido una fiesta triunfal de la identidad católica. Fue instituida el año 1264, y se convirtió tras la contra-reforma del  XVI en la celebración más importante del catolicismo, ratificando la victoria de la Iglesia sobre sus adversarios, como Fête-Dieu, Fiesta de Dios.  Ella ha sido, sin embargo, una celebración “dividida”: Fiesta de la Hostia con-sagrada de Jesús y  No-Fiesta de la humanidad no-sagrada (desacrada) de los condenados del mundo.

 DIVIDIDOS ANTE EL CORPUS
  1. Muchos piensan que debemos conservar el Corpus igual que  en el siglo XVII, cuando la Iglesia del Barroco se veía como cuerpo vencedor de un Cristo/Dios Glorioso presente como una Hostia de Pan consagrado, en procesión de triunfo, por encima (en contra) de herejes, infieles, musulmanes, judíos y todos los posibles adversarios de nuestro Dios poderoso (que es el nuestro).
  2. Otros responden que esta fiesta ha perdido actualmente su sentido bíblico (o que nunca lo ha tenido), porque el Corpus/Cuerpo del Dios de Cristo son los cojos-mancos-ciegos, expulsados y excluidos de la celebración gloriosa… Por eso dicen que el Corpus o Cuerpo de Dios ha de ser fiesta y vida de los excluido o descartado, que no caben enlas procesiones gloriosas como eran (y siguen siendo) algunas de Toledo, Lima, México o Sevilla, por poner unosejemplos.
  3. La procesión o fiesta del Corpus ha ser comunicación de vida, liberación y  comunión desde (con) los más pobres del mundo. Quizá haya  que abandonar algunas  procesiones actuales del Corpus, ostentosas, clericales, más propias de los poderes facticos que de los pobres ce Cristo
  4. Así me decía el año 1984 un compañero-amigo, colega de cabeza de una procesión de Corpus . Llevaba en sus manos el áureo ostensorio delSacramentado y yo iba a su derecha, bien ornamentado con dalmática tejida de oros. Miramos y a la esquena de la calle vimos a dos niños sucios, excluidos, del barrio inferior de la ciudad media.
  5. Se paró un momento, mientras la banda seguía redoblando sobre la calle empedrada, susurró a mi oído y dijo: “Ellos son el Cuerpo de Cristo. Dilo en tus escritos”. Aquel presidente de procesión del Corpus es hoy obispo. Yo quiero seguir escribiendo  como me dijo No tengo soluciones, pero sé que la fiesta medieval y barroca del Corpus, con autoridades y poderers del sistema  hade  cambiar mucho para hacerse y ser cristiana, la fiesta de aquellos niños de calleja.
  1. DISCERNIMIENTO BÍBLICO
  1. Pan y vino de Jesús. El tema del Cuerpo[1]

La identidad cristiana se expresa en la Cena de Jesús, donde culminan las multiplicaciones y comidas de Jesús con pecadores y hambrientos, viniendo a expresarse el sentido de su vida entregada a favor de los demás, en camino de muerte que es resurrección.

El tema es discutido y algunos han llegado a sostener que la escena entera de la Cena de Jesús ha sido inventada por la iglesia en un sentido litúrgico sacral, separado de la experiencia fundante de la vida, muerte y pascua histórica de Jesús.

            En contra de eso, quiero defender la historicidad radical de la Cena, añadiendo que no fue sin más una cena pascua legal judía, sino comida (cena)  de despedida y de nueva presencia, y promesa mesiánica de vida, añadiendo que ella recoge el sentido más hondo del mensaje y muerte de Jesús, con la interpretación pascual de la Iglesia. Desde la perspectiva anterior del mensaje y vida de Jesús, esta Última Cena no puede interpretarse en un contexto de sacralidad nacional (de ratificación triunfal del judaísmo anterior, ni desde una iglesia posterior, sino desde la raíz de la vida y mensaje de Jesús, al servicio de los pobres y excluidos, como expansión y plenitud de sus comidas con pecadores, hambrientos, descartados, que han sido y son su verdadero Corpus (su Sôma, su Cuerpo).

El signo de Juan Bautista era el bautismo para perdón de los pecados, en el río de la penitencia. El de Jesús será su Cena, la comida compartida con pobres y excluidos, para formar así su Cuerpo Mesiánico.   El anuncio y camino de Reino de Jesús culmina y se expresa en la Cena, como saben Mc 14, 25 y paralelos. El sacramento más hondo del Reino no es un acta de supremacía y de juicio, ni una ascesis programada, sino una Cena gozosa donde se comparte la vida con los amigos, es decir, con los descartados de las “grandes” cenas de oro y ostensorio de la tierra

            Éste gesto de la cena de Jesús con los pobres y excluidos ha de verse en unidad con su gesto anterior de expulsión de los vendedores del templo, que se visten con vestiduras “de falso Dios” (de riqueza). Posiblemente, Jesús y sus amitos de la cena de pobres del Reino no habían cabido en algunas procesiones de Corpus de la iglesia militante del siglo XVII al XX.

       Lógicamente Marcos ha querido destacar la diferencia entre la Cena de Jesús y la Pascua nacional judía (como ha destacado el mismo Papa Ratzinger en su libro sobre la Vida de Jesús I). Jesús dejó que la iniciativa partiera de los discípulos (los Doce). Ellos pusieron el signo en movimiento, y quisieron  celebrar su Corpus Cena en perspectiva de Gloria Nacional. Así empieza el pasaje:

El primer día de ázimos, cuando se sacrificaba la Pascua, sus discípulos le preguntaron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la Pascua? Y envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: Id a la ciudad… y preparadlo todo allí para nosotros. Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad… y prepararon la Pascua (Mc 14, 12-17).

Interpretando literalmente este relato, muchos han pensado que Jesús celebró de hecho la pascua nacional de los puros de su pueblo, ratificando así una institución básica del judaísmo  triunfante Pero el texto nos dice que la la cena de Jesús no fue de Pascua nacional judía, pues faltan o se omiten en ella tres elementos principales: pan ázimo, cordero sacriicado, hierbas amargas. Por otra parte, la fecha no cuadra con la noche de pascua judía: el prendimiento y juicio de Jesús no podrían haberse realizado esa noche (del jueves al viernes), ni el día siguiente podrían celebrarse los diversos actos de juicio público y condena y muerte de Jesús, pues era día de pascua, es decir, de  fiesta estricta para los judíos nacionales.

Pero más que la coherencia externa (intrajudía) de la fecha importa el sentido del gesto. A la luz de la historia, resulta difícil pensar que Jesús (que ha rechazado las comidas puras del puro judaísmo y se ha elevado contra el templo), Jesús que ha comido con pecadores, impuros y excluídos, haya querido realizar su Cena con ritos de pureza nacional fundados en el templo (donde se sacrifican corderos). Por eso, apoyándome en Jn 19, 14, que dice que Jesús fue juzgado y ejecutado el día de preparación de Pascua, pienso, con otros investigadores, que la Cena ha de datarse la tarde-noche anterior, en contexto pascual, pero no en la fecha oficial  de Pascua (ni con los elementos fundamentales de la antigua fiesta israelita.

‒ Los discípulos quieren mantenerse en el contexto de la pascua antigua. Quieren sacrificar la Cena Nacional del cordero del Éxodo para formar con Jesús una comunidad limpia, de puros observantes. Son Doce (Mc 14, 17), representan la esperanza israelita. En ese contexto resulta comprensible la traición de Judas, uno de los Doce, que moja conmigo en el plato (cf. Mc 14, 18-21) y la negación del resto de los discípulos, que se escandalizan (cf. Mc 14, 27-31) y rechazan a su nuevo Maestro, pues quieren una pascua de identidad y triunfo nacional, mientras él les ofrece otra cosa[2].

 −Jesús, en cambio, anuncio y proclama la llegada del Reino para los cojos-mancos-ciegos, para los excluidos y descartados… En ese contexto de pascua antigua frustrada y de una Pascua nueva, abierta al Reino, eleva Jesús su autoridad y, fiel a su mensaje, invita a los Doce al banquete de su vida, en comunión con su “cuerpo” que son los excluidos y condenados del templo: En verdad os digo, que ya no beberé del fruto de la vid hasta el día aquel en que lo beba nuevo en el reino de Dios (Mc 14, 25 par).

Esta palabra recoge su ideal de Reino, vinculado al pan y al vino, es decir, al don y presencia de Dios que es la vida entregada, regalada y compartida a favor de los demás, empezando por los excluidos de todos los templos e imperios del mundo.

 Está para morir, se encuentra perseguido. Por eso, reúne a sus discípulos (Doce, representantes de Israel) y les ofrece una señal de solidaridad y promesa escatológica (de Reino y resurrección, expresada en el vino de fiesta del nuevo Israel que es la humanidad entera, en el pan de la propia vida, que se da (regala y comparte). Llega la hora final, no se vuelve atrás, y así les promete que la próxima copa con ellos será en el Reino de los cielos. Ésta es su promesa. Él vivirá (permanecerá, resucitará) en ellos.

No les promete la venida de un Reino exterior, sino su presencia en ellos, que así aparecen como “cuerpo de Cristo”, su vida y presencia en el mundo,  resurrección de unos en otros, en la vida que se dan y comparten entre si, resucitando (=viviendo) unos en otros.

Desde ese fondo se entienden las palabras de invitación y promesa (ya no beberé del fruto de la vid…, hasta que lo beba en el Reino:Mc 14, 25 par). Esas palabras evocan su compromiso por el reino,  expresado como fiesta de vino y  pan compartido, esto es, de la vida entregada y comprar etida, en servicio de amor mutuo.

Ese gesto y esas palabras van más allá del plano de la pascua nacional judía, para llevarnos a la gran celebración israelita y humana de la Copa del reino, que Jesús ofrece a sus discípulos, prometiéndoles la llegada inminente del Reino. De esta forma se vinculan el principio y final de su mensaje.

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Jesús alimenta, la comunidad recuerda. Fiesta del Corpus Christi Ciclo C

Domingo, 19 de junio de 2022
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Melquisedec2Melquisedec ofrece pan y vino a Abrán

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

La institución de la Eucaristía se celebra el Jueves Santo. ¿Qué sentido tiene dedicar otra fiesta al mismo misterio? Podríamos decir que, en el Jueves Santo, el protagonismo es de Jesús, que se entrega. En la fiesta del Corpus, el protagonismo es de la comunidad cristiana, que reconoce y agradece públicamente ese regalo. Esta fiesta comenzó a celebrarse en Bélgica en 1246, y adquirió su mayor difusión pública dos siglos más tarde, en 1447, cuando el Papa Nicolás V recorrió procesionalmente con la Sagrada Forma las calles de Roma. Dos cosas pretende: fomentar la devoción a la Eucaristía y confesar públicamente la presencia real de Jesucristo en el pan y el vino.

            En el ciclo C, las lecturas centran la atención en el compromiso del cristiano con Jesús, al que debe recordar continuamente con gratitud (2ª lectura), porque él lo sigue alimentando igual que alimentó a la multitud (evangelio).

1ª lectura. ¿El primer anuncio de la Eucaristía? (Gn 14,18-20)

El c.14 del Génesis cuenta una batalla casi mítica de cinco reyes contra cuatro, en la que termina tomando parte Abrán (no es una errata, el nombre se lo cambió más tarde Dios en el de Abrahán). Al volver victorioso, el rey de Salén (Jerusalén), que es sacerdote del Dios Altísimo, «le ofreció pan y vino» y lo bendijo. En respuesta, Abrán le da el diezmo del botín recuperado.

Este breve pasaje está plagado de misterios que no podemos tratar aquí. Pero contiene dos datos que explican su elección para esta fiesta; 1) Melquisedec no es solo rey, es también sacerdote, 2) Lo que ofrece a Abrán no es una comida normal (un cabrito o un ternero) sino pan y vino; además, lo bendice.

Siglos más tarde, el autor de la Carta a los Hebreos estableció un paralelismo entre Melquisedec y Jesús. Con estos elementos, no es raro que los Padres de la Iglesia vieran en esta escena un anuncio de la Eucaristía y que los artistas plasmaran esta idea. Lo mejor que Melquisedec pudo ofrecer a Abrán es pan y vino. Lo mejor que Jesús nos ofrece es su pan y su vino.

En aquellos días, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino, y bendijo a Abrán, diciendo: «Bendito sea Abrán por el Dios altísimo, creador de cielo y tierra; bendito sea el Dios altísimo, que te ha entregado tus enemigos.» Y Abrán le dio un décimo de cada cosa.

2ª lectura. “En recuerdo mío” (1 Corintios 11,23-26)

            De la institución de la Eucaristía tenemos cuatro versiones: las de Mateo, Marcos, Lucas y Pablo (Juan no la cuenta). Las dos más parecidas son las de Lucas y Pablo. Quien lee los relatos de Mt y Mc tiene la impresión de que Jesús bendice el pan y el vino uno después del otro, como hacemos nosotros en la misa. En cambio, Lucas y Pablo distinguen dos momentos: el pan, al comienzo de la cena; el vino, cuando ha terminado (ateniéndose a la forma de celebrar la Pascua los judíos).

Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

            Ofrezco en color rojo lo que añaden Lucas y Pablo a propósito del pan: «esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía. Lucas repite a propósito de la sangre que se derrama por vosotros. Pablo omite este detalle, pero añade después de la copa: cada vez que hagáis esto, hacedlo en memoria mía. Y termina con una reflexión personal: «Por consiguiente, cada vez que coméis este pan o bebéis de este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que vuelva.»

            Dos veces insiste Pablo en que esto hay que realizarlo «en memoria mía». Me evoca la imagen de un padre o una madre que, antes de morir, entrega un foto suya a los hijos diciéndoles: «acuérdate de mí». En mi opinión, lo que pide Jesús es que lo recordemos en todo lo que hizo por nosotros a lo largo de su vida. La eucaristía nos obliga a echar una mirada al pasado y agradecer todo lo que hemos recibido de Jesús. Pablo no omite la mirada al pasado, pero la limita a la muerte de Jesús, su acto supremo de entrega; y la proyecta luego al futuro, «hasta que vuelva».

            Pablo escribe estas palabras por los desórdenes que se habían introducido en la celebración de la Eucaristía en Corinto, donde algunos se emborrachaban o hartaban de comer mientras otros pasaban hambre. Por eso les advierte seriamente: cuando celebráis la cena del Señor, no celebráis una comida normal y corriente; estáis recordando el momento último de la vida de Jesús, su entrega a la muerte por nosotros. Celebrar la eucaristía es recordar el mayor acto de generosidad y de amor, incompatible con una actitud egoísta.

Segundo anuncio de la Eucaristía (Lucas 9,11b-17)

            Si la lectura del Génesis ha sido considerada el primera anuncio de la Eucaristía, la multiplicación de los panes es el segundo.

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle:

            ‒ «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.»

            Él les contestó: «Dadles vosotros de comer.»

            Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.»

            Porque eran unos cinco mil hombres.

            Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.»

            Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.

            Lucas, siguiendo a Marcos con pequeños cambios, describe una escena muy viva, en la que la iniciativa la toman los discípulos. Le indican a Jesús lo que conviene hacer y, cuando él ofrece otra alternativa, objetan que tienen poquísima comida. La orden de recostarse en grupos de cincuenta simplifica lo que dice Marcos, que divide a la gente en grupos de cien y de cincuenta. Esta orden tan extraña se comprende recordando la organización del pueblo de Israel durante la marcha por el desierto en grupos de mil, cien, cincuenta y veinte (Éx 18,21.25; Dt 1,15). También en Qumrán se organiza al pueblo por millares, centenas, cincuentenas y decenas (1QS 2,21; CD 13,1). Es una forma de indicar que la multitud que sigue a Jesús equivale al nuevo pueblo de Israel y a la comunidad definitiva de los esenios.

            Jesús realiza los gestos típicos de la eucaristía: alza la mirada al cielo, bendice los panes, los parte y los reparte. Al final, las sobras se recogen en doce cestos.

            ¿Cómo hay que interpretar la multiplicación de los panes?

            Podría entenderse como el recuerdo de un hecho histórico que nos enseña sobre el poder de Jesús, su preocupación no sólo por la formación espiritual de la gente, sino también por sus necesidades materiales.

            Esta interpretación histórica encuentra grandes dificultades cuando intentamos imaginar la escena. Se trata de una multitud enorme, cinco mil personas, sin tener en cuenta que Lucas no habla de mujeres y niños, como hace Mateo. En aquella época, la “ciudad” más grande de Galilea era Cafarnaúm, con unos mil habitantes. Para reunir esa multitud tendrían que haberse quedados vacíos varios pueblos de aquella zona. Incluso la propuesta de los discípulos de ir a los pueblos cercanos a comprar comida resulta difícil de cumplir: harían falta varios Hipercor y Alcampo para alimentar de pronto a tanta gente.

            Aun admitiendo que Jesús multiplicase los panes y peces, su reparto entre esa multitud, llevado a cabo por solo doce personas (a unas mil por camarero, si incluimos mujeres y niños) plantea grandes problemas. Además, ¿cómo se multiplican los panes? ¿En manos de Jesús, o en manos de Jesús y de cada apóstol? ¿Tienen que ir dando viajes de ida y vuelta para recibir nuevos trozos cada vez que se acaban? Después de repartir la comida a una multitud tan grande, ya casi de noche, ¿a quién se le ocurre ir a recoger las sobras en mitad del campo? ¿No resulta mucha casualidad que recojan precisamente doce cestos, uno por apóstol? ¿Y cómo es que los apóstoles no se extrañan lo más mínimo de lo sucedido?

            Estas preguntas, que parecen ridículas, y que a algunos pueden molestar, son importantes para valorar rectamente lo que cuenta el evangelio. ¿Se basa el relato en un hecho histórico, y quiere recordarlo para dejar claro el poder y la misericordia de Jesús? ¿Se trata de algo puramente inventado por los evangelistas para transmitir una enseñanza?

            El trasfondo del Antiguo Testamento

            Lucas, muy buen conocedor del Antiguo Testamento vería en el relato la referencia clarísima a dos episodios bíblicos.

            En primer lugar, la imagen de una gran multitud en el desierto, sin posibilidad de alimentarse, evoca la del antiguo Israel, en su marcha desde Egipto a Canaán, cuando es alimentado por Dios con el maná y las codornices gracias a la intercesión de Moisés. Pero hay también otro relato sobre Eliseo que le vendría espontáneo a la memoria. Este profeta, uno de los más famosos de los primeros tiempos, estaba rodeado de un grupo abundante de discípulos de origen bastante humilde y pobre. Un día ocurrió lo siguiente:

«Uno de Baal Salisá vino a traer al profeta el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano reciente en la alforja. Eliseo dijo:

― Dáselos a la gente, que coman.

El criado replicó:

― ¿Qué hago yo con esto para cien personas?

Eliseo insistió:

― Dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: Comerán y sobrará.

Entonces el criado se los sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor»

(2 Re 4,42-44).

            Lucas podía extraer fácilmente una conclusión: Jesús se preocupa por las personas que le siguen, las alimenta en medio de las dificultades, igual que hicieron Moisés y Eliseo antiguamente. Al mismo tiempo, quedan claras ciertas diferencias. En comparación con Moisés, Jesús no tiene que pedirle a Dios que resuelva el problema, él mismo tiene capacidad de hacerlo. En comparación con Eliseo, su poder es mucho mayor: no alimenta a cien personas con veinte panes, sino a varios miles con solo cinco, y sobran doce cestos. La misericordia y el poder de Jesús quedan subrayados de forma absoluta.

            ¿Sigue saciando Jesús nuestra hambre?

            Aquí entra en juego un aspecto del relato que parece evidente: su relación con la celebración eucarística en las primeras comunidades cristianas. Jesús la instituye antes de morir con el sentido expreso de alimento: “Tomad y comed… tomad y bebed”. Los cristianos saben que con ese alimento no se sacia el hambre física; pero también saben que ese alimento es esencial para sobrevivir espiritualmente. De la eucaristía, donde recuerdan la muerte y resurrección de Jesús, sacan fuerzas para amar a Dios y al prójimo, para superar las dificultades, para resistir en medio de las persecuciones e incluso entregarse a la muerte. Lucas volverá sobre este tema al final de su evangelio, en el episodio de los discípulos de Emaús, cuando reconocen a Jesús “al partir el pan” y recobran todo el entusiasmo que habían perdido.

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Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Ciclo C. 19 de junio, 2022

Domingo, 19 de junio de 2022
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Jesús se puso a hablar a la gente del Reino de Dios, y curó a los que lo necesitaban.”

(Lc 9, 11b-17)

Así empieza el evangelio que la liturgia nos propone para la fiesta de hoy: Jesús hablando del Reino y curando. Y ese es el núcleo fuerte de la eucaristía: ser un tiempo y un espacio para el encuentro sanador con Dios y con los hermanos.

Jesús era único en el arte de saber perder el tiempo a favor de la debilidad humana. Los evangelios nos lo muestran una y otra vez, aquí y allí, en público y en privado, entablando conversaciones, haciéndose comida y también agua viva.

Para esto he venido” llegará a decir. Ha venido para comunicarnos la Buena Noticia de que Dios es Bondad y Amor.

El pan y el vino son la bondad y el amor de Dios derramados, derrochados sin cálculo ni medida. La medida la ponemos con nuestra hambre y nuestra sed.

¿Cómo iríamos a la Eucaristía si estuviéramos convencidas de que vamos a encontrarnos con la Bondad y el Amor de Dios?

Es cierto que tantos años de historia y una buena capa de rito, en ocasiones nos dificulta el encuentro con lo más esencial, pero no es excusa. Podemos hacer el esfuerzo por escarbar hasta encontrar el tesoro. Tenemos la responsabilidad de buscarlo, de encontrarlo y compartirlo.

Como personas cristianas tenemos la misión de ser “otros Cristos”, estamos aquí para la misma tarea en la que se ocupó Jesús: anunciar la Bondad y el Amor de Dios.

Y lo mejor de todo es que él mismo nos acompaña, nos anima y nos alienta. Él se hace pan pequeño y cotidiano para fortalecernos y vino alegre y abundante para devolvernos la esperanza. Nos quiere embriagadas para ser capaces de vivir el reino en el que siempre se oye música de fiesta.

Oración

Sácianos, Trinidad Santa, con tu pan y embriáganos con tu vino, para que también nosotras seamos parte de tu Cuerpo y tu Sangre. Amén.

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Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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El pan es signo de la Realidad que está siempre en nosotros.

Domingo, 19 de junio de 2022
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CORPUS (C)

Lc 9,11-17

Es muy difícil no caer en la tentación de decir sobre la eucaristía lo políticamente correcto y dispensarnos de un verdadero análisis del sacramento más importante de nuestra fe. Son tantos los aspectos que habría que analizar, y tantas las desviaciones que hay que corregir, que solo el tener que planteármelo, me asusta. Hemos tergiversado hasta tal punto el mensaje original del evangelio, que lo hemos convertido en algo ineficaz para nuestra vida espiritual. Para recuperar el sacramento debemos volver a la tradición.

Lo último que se le hubiera ocurrido a Jesús, es pedir que los demás seres humanos se pusieran de rodillas ante él. Él sí se arrodilló ante sus discípulos para lavarles los pies; y al terminar esa tarea de esclavos, les dijo: “vosotros me llamáis el Maestro y el Señor. Pues si yo, el Maestro y el Señor os he lavado los pies, vosotros tenéis que hacer lo mismo”. Esa lección nunca nos ha interesado. Es más cómodo convertirle en objeto de adoración que imitarle en el servicio y la disponibilidad para con todos los hombres.

Hemos convertido la eucaristía en un rito cultual. En la mayoría de los casos no es más que una pesada obligación que, si pudiéramos, nos quitaríamos de encima. Se ha convertido en una ceremonia rutinaria, carente de convicción y compromiso. La eucaristía fue para las primeras comunidades el acto más subversivo imaginable. Los cristianos que la celebraban se sentían dispuestos a vivir lo que el sacramento significaba, recordaban lo que Jesús había sido y se comprometían a compartir como él compartió su vida entera.

El problema de este sacramento es que se ha desorbitado la importancia de aspectos secundarios (sacrificio, presencia, adoración) y se ha olvidado totalmente su esencia, que es su aspecto sacramental. Con la palabreja “transustanciación” no decimos nada, porque la “sustancia” aristotélica es solo un concepto que no tiene correspondencia alguna en la realidad física. La eucaristía es un sacramento. Los sacramentos ni son ritos mágicos ni son milagros. Los sacramentos son la unión de un signo con una realidad significada.

Lo que es un signo lo sabemos muy bien, porque toda la capacidad de comunicación, que los seres humanos hemos desplegado, se realiza a través de signos. Todas las formas de lenguaje no son más que una intrincada maraña de signos. Con esta estratagema hacemos presente mentalmente realidades que no están al alcance de nuestros sentidos. Ahora bien, todos los sonidos, todos los gestos, todos los grafismos que sirven para comunicarnos son convencionales, no se pueden inventar a capricho. Si me invento un signo que no dice nada a los demás, será solo un garabato para los demás.

El signo no es el pan sino el pan partido, preparado para ser comido. Es lo que fue Jesús toda su vida. La clave del signo no está en el pan como cosa, sino en el hecho de que está partido. El signo está en la disponibilidad para ser comido. Jesús estuvo siempre preparado para que todo el que se acercara a él pudiera hacer suyo todo lo que él era. Se dejó partir, se dejó comer, se dejó asimilar; aunque esa actitud tuvo como consecuencia la muerte. La posibilidad de morir, por ser como era, fue asumida con la mayor naturalidad.

El segundo signo es la sangre derramada. Es muy importante tomar conciencia de que, para los judíos, la sangre era la vida misma. Si no tenemos esto en cuenta, se pierde el significado. Tenían prohibido tomar la sangre de los animales porque, como era la vida, pertenecía solo a Dios. La sangre está haciendo alusión a la vida de Jesús que estuvo siempre a disposición de los demás. No es la muerte la que nos salva sino su vida, que estuvo siempre disponible para todo el que lo necesitaba. El valor sacrificial que se le ha dado al sacramente no pertenece a lo esencial y nos despista de su verdadero valor.

La realidad significada es una realidad trascendente, que está fuera del alcance de los sentidos. Si queremos hacerla presente, tenemos que utilizar los signos. Por eso tenemos necesidad de los sacramentos. Dios no los necesita, pero nosotros sí, porque no tenemos otra manera de acceder a esas realidades. Esas realidades son eternas y no se pueden ni crear ni destruir; ni traer ni llevar; ni poner ni quitar. Están siempre ahí. En lo que fue Jesús durante su vida, podemos descubrir esa realidad, la presencia de Dios como don.

El principal objetivo de este sacramento, es tomar conciencia de la presencia divina en nosotros. Pero esa toma de conciencia tiene que llevarnos a vivir esa misma realidad como la vivió Jesús. Toda celebración que no alcance, aunque sea mínimamente, este objetivo, se convierte en completamente inútil. Celebrar la eucaristía pensando que me añadirá algo automáticamente, sin exigirme la entrega al servicio de los demás, es un autoengaño. Si nos conformamos con realizar el signo sin alcanzar lo significado, solo será un garabato.

En la eucaristía se concentra todo el mensaje de Jesús, que es el AMOR. El Amor, que es Dios manifestado en el don de sí mismo que hizo Jesús durante su vida. Esto soy yo: Don total, Amor total, sin límites. El comer el pan y beber el vino consagrados, lo que quiere decir es que hago mía su vida y me comprometo a identificarme con lo que fue e hizo Jesús. El pan que me da la Vida no es el pan que como, sino el pan en que me convierto cuando me doy. Soy cristiano, no cuando como sino cuando me dejo comer, como hizo él.

El ser humano no tiene que liberar o salvar su “ego”, a partir de ejercicios de piedad, que consigan de Dios mayor reconocimiento, sino liberarse del “ego” y tomar conciencia de que todo lo que cree ser, es artificial y anecdótico y que su verdadero ser está en lo que hay de Dios en él. Intentar potenciar el “yo”, aunque sea a través de ejercicios de devoción, es precisamente el camino opuesto al evangelio. Solo cuando hayamos descubierto nuestro verdadero ser, descubriremos la falsedad de nuestra religiosidad que solo pretende acrecentar el yo, y no solo aquí y ahora, sino para siempre en el más allá.

La comunión no tiene ningún valor si la desligamos de signo sacramental. El gesto de comer el pan y beber el vino consagrados es el signo de nuestra aceptación de lo que significa el sacramento. Comulgar significa el compromiso de hacer nuestro todo lo que Es Jesús. Significa que, como él, soy capaz de entregar mi vida por los demás, no muriendo, sino estando siempre disponible para todo aquel que me necesite. Es una pena que sigamos oyendo misa sin pensar en la importancia que tiene celebrar una eucaristía.

Todas las muestras de respeto hacia las especies consagradas están muy bien. Pero arrodillarse ante el Santísimo y seguir menospreciando o ignorando al prójimo, es un sarcasmo. Si en nuestra vida no reflejamos la actitud de Jesús, la celebración de la eucaristía seguirá siendo magia barata para tranquilizar nuestra conciencia. A Jesús hay que descubrirlo en todo aquel que espera algo de nosotros, en todo aquel a quien puedo ayudar a ser él mismo, sabiendo que esa es la única manera de llegar a ser yo mismo.

 

Meditación

La Única Realidad es el Amor (Dios) que está en ti,
los signos son solo medios para descubrirla y vivirla.
En cada eucaristía que celebre,
debo sentir dentro de mí, lo que significa el rito.
Al comulgar, manifiesto y fortalezco la intención
de ser como Jesús, pan que se deja comer.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La fe y las obras.

Domingo, 19 de junio de 2022
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manoscoraz

Lc 9, 11-17

«Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos…»

En la fiesta del Corpus Christi se celebra la presencia real de Jesús en las especies sacramentales del pan y del vino, y esto se manifiesta sacando la custodia a la calle e invitando a los fieles a adorarla.

Desde nuestra óptica ilustrada, este tipo de devoción nos parece trasnochado, y nuestro primer impulso suele ser criticarlo o descalificarlo. Pero nos encontramos con un problema, y es que muchos cristianos —probablemente la mayoría— lo comparten, interpretan las palabras de Jesús como una fórmula mágica que convierte el pan y el vino en su cuerpo y su sangre, y se conmueven al adorar la custodia o contemplarla en procesión por las calles de su ciudad.

Y al verlo, solemos pensar que son ellos los que creen mal y nosotros los que creemos bien; y como creemos bien, nos expresamos a menudo con un lenguaje asertivo que no deja espacio para ninguna otra creencia que no sea la nuestra. Nosotros somos la vanguardia que debe marcar el camino, porque, no en vano, nuestra fe se soporta sobre una firme base filosófica o exegética y no en tradiciones de dudosa procedencia e intencionalidad como son las de la Iglesia.

Hasta nos permitimos mirar con desdén a muchos que felizmente han alcanzado un equilibrio espiritual sano a través de esa fe, y que han adquirido tal espíritu de servicio, que los convierte en referentes para todo aquel que comparta los criterios evangélicos.

Si una mayoría de cristianos profesa una fe que a una minoría nos parece inapropiada, nos hallamos ante un dilema en el que solo parecen caber dos alternativas: o bien la devoción popular es la que interpreta adecuadamente el mensaje de Jesús, «Te doy gracias Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios y las has revelado a los humildes», o bien el cristianismo genuino es algo reservado a iniciados capaces de entender aquello que la gente normal no entiende.

La primera de estas alternativas nos resulta difícil de digerir y la segunda descabellada, así que algo debe estar fallando en nuestro razonamiento… Acudimos al evangelio y encontramos la respuesta, pues vemos el poco énfasis que se hace en la doctrina y su constante exhortación a la acción, al amor, al perdón, al servicio… Sería imposible recoger aquí todas las referencias al respecto que en él encontramos, pero podemos destacar como más relevantes las parábolas del buen samaritano, la higuera estéril y el juicio final.

El evangelio nos da dos claves importantes para enfocar bien las cosas. La primera, que las creencias son secundarias; que lo importante es el amor que da fruto. La segunda, que no se es vanguardia por pensar muy bien o saber más, sino por amar más y servir más… «El que quiera ser el primero entre vosotros…»

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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¡Dadles vosotros…!

Domingo, 19 de junio de 2022
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discipulos-de-jesusHabía sido un buen día. La gente seguía a Jesús y se olvidaba de los mínimos, hasta de comer. Tus palabras les alimentaban. Pero como todo en la vida, lo que empieza tiene también un punto final: “El día comenzaba a declinar”. Pronto todo estaría oscuro. ¡Qué hacer con aquella gente cansada y emocionada con todo lo vivido en el día!

Los Doce pensaron que había llegado el momento de resolver la papeleta que tenían delante. En el texto aparecen palabras que claman por quitarse de encima el problema cuanto ante: “despide… que se vayan… que busquen alojamiento y comida… descampado. Todo en negativo, sin atisbo de creatividad, empatía o alguna idea original, nada.

Dadles vosotros de comer”, les dices.

Imaginamos las caras de los Doce mirando los cinco panes y los dos peces. Pero te pones en marcha para atender a la gente a tu manera: implicando a los tuyos.

“Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno”.

He aquí el efecto comunitario. He aquí lo que celebramos en la Eucaristía. He aquí la puesta en común. He aquí la comprensión de que la cosa va más allá de “cinco panes y dos peces” y más acá… va de mirada al cielo, de oración desde el corazón, de bendición y de Amor sin límites. Lo que venías repitiendo una y otra vez por todos los caminos que recorrías.

“Dadles vosotros…” susurras hoy también desde el silencio, la oración, la acogida… ¡vosotros, sí, en este tiempo, en el 2022. Estáis llamados atender la necesidad de los demás. Los “cinco panes y los dos peces” son el cuidado al otro, el tiempo de escucha, la lucha contra la injusticia, la empatía con quien sufre, la solidaridad con los que quedan en el descampado de la vida, la creatividad que ayude a enfrentar los problemas unidos, la alegría de compartir lo que cada uno pueda aportar. Asumiendo un compromiso de vida. Sin dar media vuelta a la menor dificultad.

Dadles vosotros…” puede escuchar quien se abra al eco de tus palabras convocándonos a la implicación comunitaria que es alimentar el cuerpo y el alma de una humanidad que camina junta pero no acababa de enterarse.

Lo dejaste bien claro, sólo falta que nos pongamos a ello, no desde la cabeza sino desde el corazón y el soplo de Espíritu.

Mari Paz López Santos

Corpus Christi -19 de junio 2022

Fuente Fe Adulta

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Compromiso

Domingo, 19 de junio de 2022
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8650EDC7-24DA-40BE-AEAA-52445C5F88CEFiesta de «Corpus Christi»

19 junio 2022

Lc 9, 11b-17

El test de la comprensión es el amor, que se manifiesta como compasión en situaciones de dolor o de necesidad y se plasma en compromiso o cuidado amoroso y eficaz. En síntesis, podría afirmarse que espiritualidad es compromiso.

Ahora bien, conscientes como somos de las trampas que se nos cuelan, de manera tan fácil como inadvertida, me parece importante atender tanto a lo que hacemos como al porqué o al desde donde lo hacemos. Porque son precisamente la motivación que lo anima y el lugar de donde nace los criterios decisivos que garantizan un compromiso adecuado, como supo ver Pablo cuando escribía: “Ya podría dar todos mis bienes a los pobres e incluso entregar mi cuerpo a las llamas; si no tengo amor, de nada me sirve” (1Cor 13,3).

La vivencia o no del compromiso puede verse afectada por dos trampas: la evasión y la apropiación, que dan lugar a dos modos desajustados de plantearlo y a dos distorsiones de la espiritualidad.

La evasión es característica del narcisismo egocentrado que gira en torno a los propios intereses y busca, de manera prioritaria, lograr el mayor bienestar posible (o el menor malestar), para lo que pone toda su energía en la construcción de un pequeño “paraíso narcisista” en el que sentirse a gusto y protegido de cualquier cosa que pueda molestarlo. Es claro que una actitud de este tipo hace imposible cualquier forma de compromiso y da lugar a una (pseudo)espiritualidad etérea, desimplicada y, en último término -por más que constituya un oxímoron-, narcisista. La espiritualidad se vive al servicio del ego, en su ansiosa búsqueda de “autoprotección”.

La apropiación, por su parte, consiste en vivir el compromiso al servicio de la autoafirmación del yo, que busca satisfacer necesidades generalmente inconscientes: reconocimiento, aprobación, notoriedad, compensación de culpas inconscientes, moralismo voluntarista, baja tolerancia a la frustración… Dos rasgos característicos que acompañan a esta actitud son el dualismo (“yo te ayudo a ti”) y el voluntarismo (“yo hago”) que, aun sin ser conscientes de ello, actúan como mecanismos que buscan la autoafirmación del yo. Lo que todo ello produce es un compromiso desconectado y, por ello mismo -aunque aparezca el oxímoron anteriormente mencionado-, narcisista. También aquí la espiritualidad se vive al servicio del ego, en su ansiosa búsqueda de “autoafirmación”.

El compromiso que nace del amor y de la compasión es desapropiado y desegocentrado. Naciendo de la comprensión de lo que somos, fluye con limpieza a través de nosotros. Porque la comprensión nos ha hecho ver que, en contra de la tendencia apropiadora que define al yo, en cuanto individuos particulares, no somos la fuente última de lo que acontece en nosotros. Somos, más bien, el cauce por el que acción pasa. La luz de la comprensión nos libera, tanto de la evasión cómoda, como de la apropiación caracterizada por el dualismo y el voluntarismo.

¿De dónde nace el compromiso en mí?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Mientras exista hambre en el mundo, la Eucaristía no será plena, (P. ARRUPE)

Domingo, 19 de junio de 2022
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eucaristia-720_270x250Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Corpus Christi: cuerpo de Cristo.

01.- Corpus Christi.

    Celebramos hoy la fiesta de la Eucaristía.

    La Palabra Eucaristía significa acción de gracias. (Eu significa: buen y Xaris: gracia). La Eucaristía es, pues, un buen regalo, el don de la presencia de JesuCristo en nuestras comunidades, en nuestras personas. Gracias, Señor.

    La presencia de Cristo no es una cuestión fisiológica (seamos delicados), se trata de que Cristo está siempre presente en medio de los creyentes: donde estáis dos o más reunidos en mi nombre, allí estoy yo. (Mt 18,20). Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin de los tiempos. (Mt 28,19). Guardad mi presencia en medio de vosotros, haced esto en memoria mía, (1Cor 11).

    El Señor está presente en esta pequeña asamblea, en medio de nosotros: comparte nuestra vida.

JesuCristo fue feliz comiendo con publicanos y pecadores, que somos nosotros.

Nos invitó a guardar su memoria en medio de nosotros.

02.- La Eucaristía es un encuentro, un banquete abierto a todos.

La Eucaristía hemos de situarla en el contexto de las muchas comidas, cenas salvíficas que Jesús celebró con mucha gente: comidas de encuentro y de vida.

Recordemos:

  • El encuentro del hijo pródigo con el Padre se sella con un banquete, porque ese hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida (Lc 15, 11-32).
  • A Jesús le echaban en cara que comía con pecadores y publicanos, (Mc 2,16).
  • Recordemos el encuentro de Jesús con Zaqueo: hoy tengo que cenar en tu casa: ha entrado la salvación a esta casa, (Lc 19, 1-10).
  • Recordemos la infinidad de momentos en los que Jesús evoca el banquete, el banquete de bodas, el banquete del Reino, la comida como encuentro de salvación (Mt 22,1-14).
  • San Juan no sitúa la Eucaristía tanto en la última Cena, sino en el cp. 6: en la multiplicación de los panes, (Jn 6). El pueblo tiene hambre. Cristo es pan de vida: Yo soy el pan de vida (Jn 6).
  • El Reino de los cielos se parece a un banquete, (Mt 22,24), especialmente para los p
  • Recordemos cómo Cristo resucitado come con sus compañeros y discípulos.
  • Los dos de Emaús reconocen la Vida al partir el pan (Lc 24, 13-35, v 30: Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio).
  • Junto al lago Jesús les dice a los suyos si tienen algo que comer, comen pan y pescado (Lc 24, 36-49) y cuando compartieron el pan, se les abrió la inteligencia y comprendieron (v 45).

La multiplicación de los panes, que hemos escuchado en el Evangelio es una Eucaristía. Emplea palabras estrictamente eucarísticas:

Jesús tomó pan.

alzó la mirada al cielo.

bendijo el pan.

lo partió.

se lo dio.

Son las palabras “exactas” de la Eucaristía.

El evangelio dice que comieron y se saciaron unas cinco mil personas, que es el mismo número que -también San Lucas- dice que formaba parte de la primera comunidad cristiana en la mañana de Pentecostés. (HH 2-4). Es decir, las comunidades cristianas celebramos la Eucaristía cuando el Espíritu de Xto (Pentecostés) está en nosotros: servicio, respeto, libertad… La Eucaristía se ha convertido casi en un rito y en un precepto para cumplir con la Iglesia y salvar mi alma.

La Eucaristía es: guardad mi presencia en medio de vosotros.

03.- Vivir en eucaristía: vivir en agradecimiento

Vivir la Eucaristía es vivir en acción de gracias:gracias a Dios, gracias a nuestros padres y a familia, a nuestros amigos, compañeros, gracias a nuestros maestros, a los médicos que nos cuidan, gracias a quienes nos ceden este lugar (capilla) para celebrar la “Acción de gracias”, gracias por tantos favores que nos hacen en la vida.

De bien nacidos es ser agradecidos”, dice un refrán castellano. Todo esto es también celebrar la Eucaristía.

04.- Multiplicar los panes en plena crisis y en un mundo que vive-muere de hambre.

¡Qué gran verdad es aquello que decía el P Arrupe!: “Mientras exista hambre en el mundo, la Eucaristía no será plena”.

La multiplicación de los panes no es una cuestión de magia o de prestidigitación, sino de solidaridad.Es un milagro que el ser humano dé, pero cuando Cristo está presente en nuestra mente y en nuestro corazón, cuando celebramos la Eucaristía con lo poco que hay, apenas cinco panes y dos peces, se reparte y llega para todos. Nos  saciamos todos e incluso llega a sobrar. La multiplicación de los panes es multiplicar la vida.

Eucaristía es gratuidad, solidaridad y generosidad.

Dadles vosotros de comer.

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