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Orar.

Domingo, 24 de julio de 2022
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jesus orandoLc 11, 1-13

«Venga a nosotros tu Reino»

Para los hombres y mujeres que vivieron con anterioridad al siglo veinte, la vida era sinónimo de dificultad, inseguridad y opresión, y en esas condiciones volvían la mirada al interior y se amparaban en él. Su mejor refugio era la oración, y a ella recurrían para dar gracias por lo recibido o buscar consuelo en momentos de desolación. Establecían así una relación cotidiana con Dios que serenaba su espíritu y les confortaba ante la adversidad.

Pero pasó el tiempo y las cosas cambiaron. La vida dejó de ser un valle de lágrimas y nosotros dejamos de sentir necesidad de Dios. Nos abrimos al mundo, clausuramos la puerta de entrada a nuestro interior y olvidamos la oración. Dios se convirtió así en un extraño con quien somos incapaces de mantener una relación personal que nos aliente; que nos libere del vacío y la angustia que —según Kierkegaard— se produce al ignorar lo eterno que hay en nosotros.

A veces tratamos de suplir esa falta de intimidad a través de una relación en clave racional, no afectiva, pero solemos caer en un intelectualismo estéril que nada nos aporta. Como decía Unamuno: «Con la razón solo llegamos a la idea de Dios, no a Dios mismo». A Dios se llega con el corazón; se llega con la oración, pero nos resulta muy difícil “elevar el corazón a Dios” sin que nuestra psique se sienta incómoda y se apresure a sofocar de raíz nuestro intento.

Afortunadamente existe otro tipo de oración que se manifiesta en la empatía con todos, en el perdón; en compartir, en consolar, en ayudar, en servir, en trabajar por la justicia…  Sabemos que Jesús pasó por la vida haciendo el bien y ayudando a los oprimidos por el mal, es decir, creando humanidad a su alrededor, y ésa debe de ser nuestra mejor guía y nuestra mejor oración.

Pero aparte de su actividad profética, sabemos también que se retiraba con frecuencia a orar, y podemos imaginar que allá en la soledad de la montaña se dirigía a Abbá para contarle sus anhelos, sus desvelos, sus fracasos y sus tentaciones; como cualquier hijo. Porque Jesús había asumido sinceramente, íntimamente la condición de hijo. Y esta faceta suya nos interpela con fuerza, porque nos hace conscientes de que, si queremos vivir la vida con toda su amplitud y todo su sentido, necesitamos mantener una relación de intimidad con Dios que no logramos.

Lucas nos cuenta que un día, a orillas del lago, se alzó una voz entre la multitud que gritó: «Enséñanos a orar», y como siempre ocurría, la respuesta de Jesús sobrepasó toda expectativa, porque en ella nos hizo entrega de su Dios, Abbá, y partícipes de su propia relación con Él. Cuando oréis, nos dijo, no debéis dirigiros al Dios todopoderoso y eterno, sino a Abbá, vuestro padre, vuestra madre. Y pedid lo importante; el Reino, el alimento, el perdón y la liberación de la esclavitud a que nos somete el mal.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Insistencias, descaros e inoportunidades.

Domingo, 24 de julio de 2022
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SER HERMANO - MEMORIA PROFETICA DE JESUS - ESP - sin cintillo_resizeLa vida está llena de esos fastidios y todos tratamos de sacudírnoslos de encima como podemos. Nadie pondrá nunca en su curriculum: “Soy inoportuno, insistente y descarado”, pero son precisamente esas cualidades las que aparecen como valiosas en el texto evangélico de este domingo. Y no solamente en esta parábola de Lucas, sino en otros personajes del Evangelio: la mujer cananea que tenía un hija con problemas, también lo era y Jesús se comporta al principio con ella exactamente igual que el amigo que se resistía a abrir en la parábola: “No me molestes, soy judío y tú pagana, así que déjame en paz” (Mc 7,24-30). Otro padre, esta vez con un hijo epiléptico, escucha como quien oye llover las evasivas quejosas de Jesús y sigue dando la brasa: “Vale, de acuerdo, tienes razón, somos una generación incrédula y perversa pero ¿qué hay de lo de mi niño?” (Mc 9, 14-29). Y los amigos del paralítico, en un alarde de obstinación, hacen un agujero en el tejado para descolgar por allí la camilla de su amigo (Mc 2,1-12) sin importarles el ruido, el polvo, los cascotes o los desperfectos.

Todos esos personajes se salen con la suya gracias a su terca tenacidad, consiguen que sus recomendados obtengan curación y su inoportunidad es alabada como ejemplar y digna de admiración.

A este reconocimiento sorprendente de la insistencia rayana en el descaro (así traduce el diccionario la anaideia del amigo demandante), no le veo más explicación que el que debe formar parte de las cualidades, rasgos y atributos del Altísimo, junto a la infinitud, la inmensidad, la omnipotencia o la inmutabilidad que describe el catecismo. Y todos sabemos con cuánta indulgencia valoramos los rasgos de nuestro propio perfil y la secreta complicidad que experimentamos cuando los vemos reflejados en otros.

El perfil con que se presenta el propio Jesús es el de un pastor que no se cansa de buscar su oveja perdida -quizá la más vieja y cojitranca- , el de un padre que sigue asomado a la ventana cada día por si vuelve el hijo tarambana, el de una mujer que pone su casa patas arriba con tal de encontrar su monedilla, el de un Maestro que ha elegido a un grupo de discípulos torpes pero que se mantiene en su terca convicción de que llegará a hacer de ellos pescadores de hombres de alta cualificación.

Cada uno de nosotros está en ese estado de “busca y captura” por parte del Insistente, del Incansable, del Persistente y del Tenaz y en el lote del discipulado que recibimos en el bautismo va incluida la llamada a permitirle “que se salga con la suya”.

Allá cada cual con su consentimiento.

Dolores Aleixandre rscj

Fuente Fe Adulta

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El yo y la oración de petición.

Domingo, 24 de julio de 2022
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9CEAEF73-C7E6-496E-9471-99C74C282968Domingo XVII del Tiempo Ordinario

24 julio 2022

Lc 11, 1-13

Una vez que nos hemos identificado con el yo, no podemos perseguir otra cosa que no sea sobrevivir y perpetuarnos: así se explica el miedo a la muerte.

Consciente de su propia vulnerabilidad, por más que se esfuerce en disfrazarla, el yo vive “atrapando” y suplicando y, cuando es religioso, hace de la oración de petición su último asidero al que amarrar su confianza, con un único objetivo: sostenerse y perpetuarse.

La trampa se halla en el mismo inicio, al no ser conscientes de que nos estamos identificando con algo que no somos y proyectando en ese yo nada menos que nuestra identidad.

Lo que llamamos “yo” es solo un objeto -nuestra “personalidad”-, pero en ningún caso lo que realmente somos. Todos tenemos una consciencia inmediata y autoevidente de ser “sujetos”. Por tanto, identificarnos con algo que es “objeto” hace que nos encerremos en un laberinto de confusión que es un callejón sin salida.

Si queremos avanzar en la indagación rigurosa, sin dar por supuesto lo que hemos aprendido desde niños y hemos asumido de una manera crédula y acrítica, hay una pregunta que puede orientar nuestra búsqueda: ¿cómo distinguir lo que es objeto de lo que es sujeto?

Objeto es todo aquello que podemos observar, delimitar, pensar y nombrar adecuadamente: puede ser material o mental, externo o interno. Por el contrario, sujeto es Eso que es consciente de los objetos, y que no puede ser observado, pensado ni nombrado con propiedad. Porque carece de límites, trasciende por completo la mente.

Como “práctica” de indagación, puedes probar lo siguiente: habitualmente vivimos depositando nuestra atención en los objetos (externos o internos). Pues bien, prueba a poner la atención, no en los objetos, sino en Eso que es consciente de ellos. ¿Qué descubres?

Al comprender, dejamos de identificarnos con el yo -que solo es un objeto observable- y nos reconocemos en Eso que es consciente. Esta comprensión nos permite percibir también nuestra paradoja: somos consciencia -identidad- que se expresa en una forma concreta -personalidad-. En cuanto yo, nos percibimos limitados, frágiles, vulnerables, impermanente: de aquí nace nuestra necesidad de ayuda. Sin embargo, en nuestra verdadera identidad, somos plenitud ilimitada.

Al comprenderlo, dejamos de ligar nuestra suerte y nuestro destino al yo. Y caemos en la cuenta de que el objetivo de la existencia no es perpetuar el yo, sino liberarnos de la identificación con él. El yo, en cuanto forma impermanente, está destinado a desaparecer; la consciencia permanece. Cae la oración de petición; vive la aceptación y alineación con la vida.

¿Hasta dónde vivo identificado con el yo?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Orar es demorarse en Dios Padre y en la vida

Domingo, 24 de julio de 2022
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2C1CFB9C-EA01-4A9E-83D9-EEC8BCC36EB7Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  • Las dos lecturas que acabamos de escuchar nos hablan de la oración. Los dos textos reflejan un modo y un contenido diverso de oración. Tanto Abraham como Jesús vivían en oración.
  • En el AT -primera lectura- Abraham dirige a Dios su petición de perdón para su pueblo. El evangelio de hoy nos presenta a un Jesús para quien la oración es la expresión de su experiencia de un Dios Padre de todos nosotros
  • Las personas necesitamos orar.

Quizás orar es abrirse a la ultimidad, a Dios. Quizás orar es “demorarse en Dios”. Orar es vivir en referencia a Dios, a la ultimidad: confrontar, contrastar, compartir  nuestras vidas con Dios…

La vida y la fe es bueno que sean oradas: nuestra fe, toda fe ha de ser orada.

La oración no es algo que tenga poca importancia o que queda para los ratos libres, como tampoco es una obligación o una ley de la iglesia: ir a misa los domingos… La oración es un clima habitual de diálogo con Dios Padre, es poner nuestros criterios, nuestros problemas y preocupaciones, nuestras tareas y esperanzas en el ámbito de Dios en ese horizonte de ultimidad y verdad hacia el que caminamos.

    En la reciente biografía que el jesuita azpeitiarra, JM Guibert [1] ha escrito sobre S Francisco Javier, dice que el santo navarro tenía en su vida cuatro grandes actitudes: La oración, la amistad (relaciones), la misión (evangelización) y  las letras (el estudio). De las cuatro la más importante es la oración. El fundamento, la roca de su vida era el encuentro con Dios. Javier, como Jesús, pasaba también largas noches en oración allá en el lejano Oriente.

El pasado domingo veíamos cómo María representaba esta actitud de quietud, de silencio y oración. Los seres humanos necesitamos, como Jesús, retirarnos al desierto, pasar ratos de silencio, de reflexión, de oración, a no ser que reduzcamos la vida a una pura evasión o a un formulismo eclesiástico.

  • Naturalmente que Jesús conocía los modos de oración del AT: como judío que era muchas veces habría cantado los salmos o el aleluya, muchas veces habría acudido al templo. Pero posiblemente, porque conocía bien ese tipo de oración, es por lo que nos dice:
  • Cuando oréis, orad en silencio, no metáis ruido como las liturgias de los fariseos y letrados, como los eclesiásticos del templo: orad en el fondo de vuestro corazón: no tanto en el templo suntuoso, porque ha llegado el día en que a Dios se le adora no el suntuoso templo de esta basílica o de aquel templo, sino que a Dios se le adora en espíritu y en verdad, en el fondo de vuestro corazón: el diálogo con Dios, con la verdad, con la justicia, con la paz acontece en el fondo de nuestro ser.

Por ello la oración más genuina y cristiana es la de contemplación y abandono en Dios Padre. La oración consiste en poner la vida, ponerse en manos de Dios Padre.

  • Y cuando oréis no digáis muchas palabras, sino basta con decir PADRE

Aquí estamos ante la experiencia más importante de Jesús: Cristo no se pierde en el maremagnum de filosofías, teologías y liturgias: Cristo tiene la experiencia y se dirige a  Dios como PADRE.

Quizás Jesús podía habernos dicho que Dios era Creador o eterno o todopoderoso; o podía habernos hecho un diseño de la Trinidad o del misterio de Dios,  etc., pero ni lo hizo ni nos lo transmitió así.

El Dios de Jesús es Padre y, por tanto bondad y salvación, ahí estamos en el núcleo, en los latidos más profundos de Jesús… Por ello cuando nos dirijamos a Dios hemos de hacerlo llamándole por su nombre: Padre…

Creer en el Dios de Jesús y orar al Dios de Jesús es creer y dirigirse a un ser que es Padre y, por tanto, alguien bueno. La oración cristiana es permanecer en la bondad de Dios.

Esto tiene una gran importancia para nuestro ser cristiano. Somos cristianos cuando creemos en la bondad y paternidad de Dios. Otro tipo de experiencias de Dios no son cristianas; no digo que sean malas, sino que no son cristianas.

La imagen de un Dios de puro moralismo, pecado y confesión  no es lo más mínimo cristiana.

Creer en el Dios de Jesús es saberse llamado, acogido, amado, perdonado y reconciliado. Nos hará bien recuperar esa experiencia de Dios Padre Quizás nuestra tradición, religiosa es una tradición muy religiosa, pero al mismo tiempo muy poco cristiana. Quizás somos muy religiosos, pero muy poco cristianos. Esa tradición nos habla de un Dios que puede ser temido, de un Dios juez, de un Dios al que hay que rendir cuentas, pero no de un Dios al que valga la pena amar: ese Dios es temible, no amable. Por ello necesitamos recuperar la fe y la oración en el Dios y Padre de NS Jesucristo que nos ha liberado.

En todo caso, levantemos nuestra mirada hacia Dios Padre y vivamos en referencia a Él y desde Él estructuremos nuestra vida. Y cuando nos dirijamos a Dios, llamémosle confiadamente: PADRE NUESTRO.

[1] JM Guibert, El viaje de Javier. Un itinerario de discernimiento, Bilbao, Ed Mensajero, 2021, pp 169ss

 

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“Bienvenido. Siéntate a mi lado.”

Lunes, 18 de julio de 2022
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F911338D-1FC7-42A1-B0F4-CB2B63C75783La reflexión de hoy está escrita por el colaborador invitado Mark Hakes (ellos/ellos), Subdirector del Ministerio Universitario y Director del Instituto de Teología Juvenil en el Colegio de St. Scholastica en Duluth, Minnesota. Su trabajo se centra en ayudar a los estudiantes a profundizar en la espiritualidad, participar en el trabajo de servicio y justicia, y participar en el discernimiento de identidad, valores y vocación.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el Decimosexto Domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar haciendo clic aquí.

A lo largo de las Escrituras cristianas, las enseñanzas de Jesús nos llaman continuamente a salir de nuestra comodidad y a la justicia activa. Como dice 1 Juan 3:18, “…amemos, no de palabra ni de palabra, sino en verdad y en hechos”. Sí, estamos llamados a dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al extranjero, cuidar de los enfermos y visitar a los encarcelados. También nosotros estamos llamados a una acogida radical. Una bienvenida que no le pide a alguien que cambie o deje partes de sí mismo en la puerta antes de que pueda entrar, sino que simplemente dice: “bienvenido, siéntate a mi lado”.

En la lectura del evangelio de hoy, Marta y María le dan la bienvenida a Jesús a su hogar, pero como dice la conocida historia, solo María se sienta al lado de Jesús. En nuestras vidas ajetreadas y plenas es fácil ser como Martha. Estamos tan absortos en el trabajo (a menudo importante) que tenemos que hacer que perdemos de vista a Cristo y la forma en que está presente para nosotros, especialmente en las personas que nos rodean.

John Veltri, un sacerdote jesuita que dedicó la mayor parte de su vida a trabajar en la dirección espiritual, escribió una oración que describe cómo estar presentes los unos con los otros es una parte importante de dar la bienvenida. La oración comienza: “Enséñame a escuchar, oh Dios, a los que están más cerca de mí, mi familia, mis amigos, mis compañeros de trabajo. Ayúdame a ser consciente de que sin importar las palabras que escuche, el mensaje es: ‘Acepta la persona que soy’. Escúchame.'”

La inclusión es el trabajo de reconocer primero todo lo que aporto a un espacio y luego escuchar activamente e invitar a otros a que también aporten su propia totalidad. Es nuestra singularidad divina lo que nos permite a cada uno de nosotros dejar nuestra propia marca indeleble en las personas que nos rodean. Ahora, como escribió una vez San Francisco de Sales: “Sé quien eres, y sé así de bien”. Esta es la vida espiritual: descubrir quiénes somos y caminar junto a otros mientras ellos hacen lo mismo.

Como católico queer que trata de vivir activamente esta bienvenida extravagante, es fácil darme palmaditas en la espalda en este punto, felicitándome por practicar este tipo de hospitalidad radical, destacando mi aceptación de la diversidad como prueba. Conozco profundamente el dolor de la exclusión experimentado por tantos en nuestras iglesias, y no quiero que otros experimenten lo mismo.

Y sin embargo: el otro día estaba en una ferretería mirando felpudos (algunos de los cuales decían “bienvenidos…”) y un hombre entró en mi pasillo. Lo primero que noté de él fue su sombrero rojo, adornado con un eslogan político popular, y pensé: “¿Hay lugar en mi iglesia para este hombre?” Honestamente, mi respuesta fue no. Mi juicio fue que esperaría que se quitara el sombrero, guardara en el bolsillo lo que percibo como su odio y reprimiera sus opiniones antes de darle la bienvenida a mi banco.

Pero el Reino de Dios no puede estar presente, no puede existir entre nosotros si no trabajamos para comprendernos, si no nos reconocemos como personas. Parafraseando 1 Juan 4:20: Si alguien dice: “Amo a Dios”, pero odia a su hermano, entonces es un mentiroso. Quien no ama a un hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien nunca ha visto.

5286CB6D-2683-4FB4-A62F-D27D19B66204A Dios sólo lo conocemos en parte, en la forma en que irrumpe en nuestra vida. Cuando nos liberamos de nuestra exclusividad a veces estrecha, cuando nos abrimos a los demás, especialmente a aquellos a quienes nos cuesta amar, nuestra visión de Dios se amplía. Necesitamos dejar de estar ocupados y prestar atención a la forma en que Cristo está presente en la persona que tenemos delante.

El libro de Apocalipsis habla de un cielo nuevo y una tierra nueva porque lo viejo pasó. El cielo y la tierra antiguos son los que están llenos de muros y divisiones, los de adentro y los de afuera, los bienvenidos y los rechazados. Este cielo nuevo y tierra nueva es la Comunidad Amada, donde todas las personas, sin importar ninguna parte de ellas, son bienvenidas. Isaías 11 lo describe así, “El lobo vivirá con el cordero, el leopardo con el cabrito se acostará, el becerro y el león y el animal cebado juntamente”, el ejecutivo petrolero y el líder indígena, el queer y el gay -basher, el hombre negro desarmado y el policía cegado por prejuicios, el pro-vida y el pro-elección, el oficial de ICE y la persona indocumentada. Hay lugar al pie de la cruz para cada uno de nosotros. Esta no es una visión futura de una existencia utópica: esto es lo que la Iglesia está llamada a ser.

¿Jesús nos pide que cambiemos el mundo? No, ese es su trabajo. Ni siquiera nos pide que cambiemos a los demás. Simplemente nos pide que nos relacionemos unos con otros, aun cuando sea difícil. Especialmente cuando es difícil. Ser quienes somos lo mejor que podamos, escuchar activamente las historias y experiencias de los demás e invitar a todos a sentarse en nuestro banco.

—Mark Hakes, 17 de julio de 2022

Fuente New Ways Ministry

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“El maestro interior”. 16 Tiempo ordinario – C (Lucas 10,38-42)

Domingo, 17 de julio de 2022
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16-TO-CMientras la jerarquía católica insiste en la necesidad del «magisterio eclesiástico» para instruir y guiar a los fieles, sectores importantes de cristianos orientan hoy su vida sin tener en cuenta sus directrices. ¿Hacia dónde nos puede conducir este fenómeno? La cuestión inquieta cada vez más.

Algunos teólogos creen necesario recuperar la conciencia del «magisterio interior», tan olvidado entre los cristianos. Se viene a decir esto: de poco sirve insistir en el «magisterio jerárquico» si los creyentes –jerarquía y fieles– no escuchamos la voz de Cristo, «Maestro interior» que sigue instruyendo a través de su Espíritu a quienes de verdad quieren seguirlo.

La idea de Cristo «Maestro interior» arranca del mismo Jesús: «No llaméis a nadie maestro, porque uno es vuestro Maestro: Cristo» (Mateo 23,10). Pero ha sido sobre todo san Agustín quien lo ha introducido en la teología reivindicando con fuerza su importancia: «Tenemos un solo Maestro. Y bajo él somos todos condiscípulos. No nos constituimos en maestros por el hecho de hablaros desde un púlpito. El verdadero Maestro habla desde dentro».

La teología contemporánea insiste en esta verdad demasiado olvidada por todos, jerarquía y fieles: las palabras que se pronuncian en la Iglesia solo han de servir de invitación para que cada creyente escuche dentro de sí la voz de Cristo. Esto es lo decisivo. Solo cuando uno «aprende» del mismo Cristo se produce «algo nuevo» en su vida de creyente.

Esto trae consigo diversas exigencias. Antes que nada para quienes hablan con autoridad dentro de la Iglesia. No son los propietarios de la fe ni de la moral cristiana. Su misión no es enjuiciar y condenar a las personas. Menos aún «echar fardos pesados e insoportables» a los demás. No son maestros de nadie. Son discípulos que han de vivir «aprendiendo» de Cristo. Solo entonces podrán ayudar a otros a «dejarse enseñar» por él. Así interpela san Agustín a los predicadores: «¿Por qué gustas tanto de hablar y tan poco de escuchar? El que enseña de verdad está dentro; en cambio, cuando tú tratas de enseñar te sales de ti mismo y andas por fuera. Escucha primero al que habla por dentro, y desde dentro habla después a los de fuera».

Por otra parte, todos hemos de recordar que lo importante, al oír la palabra del magisterio, es sentirnos invitados a volvernos hacia dentro para escuchar la voz del único Maestro. Nos lo recuerda también san Agustín: «No andes por fuera. No te desparrames. Adéntrate en tu intimidad. La verdad reside en el hombre interior». Es aleccionadora la escena en que Jesús alaba la actitud de María, que, «sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra». Las palabras de Jesús son claras: «Solo una cosa es necesaria. María ha escogido la parte mejor».

José Antonio Pagola

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” Marta lo recibió en su casa. María ha escogido la parte mejor”. Domingo 17 de julio de 2022. 16º domingo del Tiempo Ordinario

Domingo, 17 de julio de 2022
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41-ordinarioC16 cerezoLeído en Koinonia:

Génesis 18, 1-10a: Señor, no pases de largo junto a tu siervo.
Salmo responsorial: 14: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
Colosenses 1, 24-28: El misterio escondido desde siglos, revelado ahora a los santos.
Lucas 10, 38-42: Marta lo recibió en su casa. María ha escogido la parte mejor

El texto de la primera lectura nos presenta una escena familiar. Abraham, sentado ante la tienda, recibe la visita del Señor. Abraham lo recibe con hospitalidad. Dios lo premia con la fecundidad de Sara.

Tres rasgos fundamentales caracterizan el texto: la fe de Abraham al reconocer al Señor. La hospitalidad con que se recibe al Señor y la familiaridad de Dios con Abraham y su familia. Es un bello ejemplo de la relación y acogida de Dios por el ser humano, la única posible para caminar.

Volvemos a encontrar en la segunda lectura de hoy el pensamiento de Pablo sobre el misterio de Dios y su revelación por medio de la predicación y lo que Pablo aporta a esa revelación por el sufrimiento. Cristo revela la riqueza de Dios en la pobreza de la cruz y el apóstol será el distribuidor de la misma a hombres y mujeres.

Un primer comentario al evangelio de hoy:

Lucas nos presenta finalmente una anécdota perteneciente al fondo de las tradiciones recibidas por el evangelista en el círculo de sus discípulos, especialmente mujeres. Marta y María, hermanas de Lázaro, reciben en su casa al Señor.

El caso de Marta y María es aprovechado una vez más por Lucas para resaltar el valor de la escucha de la Palabra de Dios. Sin entrar en la teoría del valor de la contemplación sobre la acción, que se ha querido ver en las dos actitudes opuestas de Marta y María, lo cierto de la anécdota es que el Reino de Dios no puede dejarse distraer por una preocupación demasiado exclusiva por las realidades terrenas. Por otra parte escuchar la Palabra de Dios es todo, menos ocasional.

Nos encontramos con un cuadro familiar en el que Jesús visita en su casa a unas amigas suyas. Ellas, Marta y María lo reciben en su casa. Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio para atender al huésped, y Jesús la reprende porque anda inquieta “con tantas cosas”.. Marta no encuentra la colaboración de nadie. La hermana, en efecto, se ha sentado a los pies de Jesús y está ocupada completamente en la escucha de su palabra.

El Maestro no aprueba el afán, la agitación, la dispersión, el andar en mil direcciones “del ama de casa”. ¿Cuál es, pues, el error de Marta? El no entender que la llegada de Cristo significa, principalmente, la gran ocasión que no hay que perder, y por consiguiente la necesidad de sacrificar lo urgente a lo importante.

Pero el desfase en el comportamiento de Marta resulta, sobre todo, del contraste respecto a la postura asumida por la hermana. María, frente a Jesús, elige “recibirlo”, Marta, por el contrario, toma decididamente el camino del dar, del actuar; María se coloca en el plano del ser y le da la primacía a la escucha.

Marta se precipita a “hacer” y este “hacer” no parte de una escucha atenta de la palabra de Dios, por lo que corre el peligro de convertirse en un estéril girar en el vacío. Marta se limita, a pesar de todas sus buenas intenciones, a acoger a Jesús en su casa. María lo acoge “dentro de sí”, se hace recipiente suyo. Le ofrece hospitalidad en aquel espacio interior, secreto, que ha sido dispuesto por él, y que está reservado para él. Marta ofrece a Jesús cosas, María se ofrece a sí misma.

Según el juicio de Jesús, María ha elegido inmediatamente, “la mejor parte” (que, a pesar de las apariencias, no es la más cómoda: resulta mucho más fácil moverse que “entender la palabra”). Marta, desgraciadamente, que no quiere que falte nada al huésped importante, que pretende llegar a todo, acaba dejando pasar clamorosamente por alto “la única cosa necesaria”. Marta reclama a Jesús, no sabe lo que él prefiere. El problema es precisamente éste: descubrir poco a poco qué es lo que quiere Jesús de mí. Por eso es necesario parar, dejar el ir y venir, y sacar tiempo para escuchar la Palabra de Jesús y comprender cuál es realmente la voluntad de Dios sobre mi vida.

Un segundo comentario al evangelio de hoy:

En el evangelio de Lucas el camino de Jesús a Jerusalén marca una progresiva manifestación del Reino. A medida que avanza va formando a los discípulas y discípulos en actitudes de misericordia, de abandono de las pretensiones de poder, y en la atenta escucha de la Palabra. En ese camino, al igual que los misioneros que han venido anunciando su presencia, Jesús es recibido por dos mujeres en una casa de familia.

Allí se topa con dos actitudes diferentes. Una de total atención y escucha, la otra, de afán por los quehaceres habituales y de distracción. El trajín de la vida cotidiana había atrapado a Marta y, probablemente, la había vuelto sorda a la Palabra de Dios. Ella recibe a Jesús pero no lo escucha. Aunque Jesús entra a su casa, ella lo deja por puertas. Jesús propone un plan encaminado a formar verdaderos oyentes de la Palabra -auténticos discípulos- que Marta no está dispuesta a atender.

María, al contrario, comprende bien el proyecto de Jesús y rompe con los prejuicios culturales de su época. En lugar de andar atareada con los oficios domésticos “propios de las mujeres” (las “labores propias de su sexo”, como se ha dicho y pensado durante tanto tiempo), se pone “a los pies del Señor para escuchar su palabra”. Este gesto, reservado entonces culturalmente a los discípulos varones, la acredita como discípula.

Marta, al fatigarse con el interminable trabajo de la casa, cuestiona la contradictoria actitud de María e interpela al Maestro para que “ponga a la mujer en su sitio”. Jesús le da una respuesta inesperada: felicita a María porque ha acertado en su elección y reprende a Marta por dejarse envolver en las preocupaciones cotidianas sin atender a lo importante. Efectivamente, María ha hecho la mejor opción, la única necesaria para ponerse en el camino de Jesús y ser su discípulo: ha decidido aprender a escuchar la Palabra y se deja interpelar por la presencia del Maestro.

En su camino Jesús va formando, pues, a sus seguidores en las actitudes indispensables para llegar a ser verdaderos discípulos. Una de esas actitudes es la de escuchar atenta y serenamente su Palabra. Actitud que exige romper con el ritmo loco e interminable de la vida cotidiana para ponerse, serena y atentamente, a los pies del Maestro. Esta elección que a los ojos de la eficiencia puede parecer superficial e inútil, es una condición fundamental para llegar a ser un auténtico discípulo.

Nosotros hoy nos enfrentamos a un ritmo de vida más agitado que el de épocas anteriores. Los medios proporcionados por la tecnología para ahorrar tiempo… también multiplican las ocupaciones y acaban haciéndonos caer en un activismo desenfrenado. Y el exceso de preocupaciones nos lleva a olvidarnos de lo fundamental…

Nuestro cristianismo se convierte así en un tímido cumplimiento de algunas obligaciones religiosas, sin espacio para la escucha de la Palabra. Se nos exhorta, se nos bombardea continuamente con mensajes que nos invitan a ser “eficaces, productivos y competitivos”… Pero con Marta y María, Jesús nos interpela y nos llama a respetar la jerarquía de valores y a poner en su sitio la “opción por lo fundamental”: ponernos a sus pies y escuchar su palabra. Jesús nos invita a que nuestro cristianismo sea un verdadero discipulado.

Para aprender la lección del Maestro, debemos formarnos en la escucha atenta de la Palabra en la Biblia y en la vida. La Biblia no puede permanecer guardada en un cajón mientras nosotros nos ahogamos en el interminable torbellino de los quehaceres cotidianos. La Palabra de Dios está hecha para caminar con nosotros paso a paso, día a día, minuto a minuto. Para enseñarnos a vivir en comunidad la solidaridad que hace efectivo aquí y ahora el reinar de Dios. Para ayudarnos a escuchar la Palabra que Dios nos dirige en la difícil realidad de nuestros pueblos: en las inhumanas condiciones de las grandes ciudades, en la soledad y el aislamiento de los campos. Debemos pues optar por las actitudes que nos conviertan en verdaderos discípulos de Jesús y auténticos cristianos. Leer más…

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Marta y María, toda la iglesia. Estudio exegético 1 (17.7.22, Dom 16)

Domingo, 17 de julio de 2022
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db19882207a3c173138ac73908340b36Del blog de Xabier Pikaza:

El relato de Marta y María (Lc 10,38-42) ofrece la mejor visión bíblica de la Iglesia, representada por dos mujeres, que son obispos y más que obispos.

Marta es símbolo del poder ejecutivo de la Iglesia. María  es símbolo de interioridad y pensamiento, del “poder orante”y “legislativo”. La dos son más que obispos, como he  dicho.

Hay temas sobre los que todos puede opinar (como en una charla de café o de vino). Pero hay otros de tipo exegético e histórico  de los que sólo se puede opinar si uno tiene ciertos conocimientos.

Ciertamente, se pueden mantener las cosas de iglesia como hoy son, entre los católicos, pero sabiendo que en principio ellas fueron distintas. De ese principio según Lc 10 trata precisamente este trabajo, del que publiqué una versión académica (Iglesia de mujeres,Marta y María), en I. Gómez-Acebo (ed.), En clave de mujer. Relectura de Lucas, Desclée de Brouwer, Bilbao 1998, 117-178. Aquí recojo, resumo aquel texto base, en dos “postales”, una  hoy, otra mañana. Buen fin de semana de Marta y María.

Significativamente, toda la prensa católica ha publicado estos días el hecho de que el Papa Francisco ha nombrado tres mujeres  para la Congregación de Obispos, encargada de seleccionar y proponer obispos para la Iglesia católica. No serán “obispesas” se dice, pero ayudarán a nombrar obispos (cosa que parece lógicamente ilógica). En ese contexto será bueno reflexionar este domingo sobre “Marta y María” que fueron las primeras “obispas”, y aún más, en el origen de la Iglesia. Como he dicho, el tema seguirá mañana o pasado.

Texto. Evangelio del Dom 17.7.22.

             Lc 10, 38 Mientras iban ellos de camino, él entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le recibió. 39 Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. 40 Marta, en cambio, estaba afanada (distraída) con mucho servicio; y acercándose {a El, le} dijo: Señor ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el servicio? Dile, pues, que me ayude. 41 Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, te preocupas y estás perturbada por muchas cosas; 42 una (sola) cosa es necesaria; en efecto, María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada.

  1. Mientras iban de camino (10, 38a).

Así comienza la escena. El relato no está situado en el de los mitos, ni en el érase una vez de los cuentos clásicos, sino en el camino de Jesús con sus discípulos y/o amigos. Esta no es una marcha cualquiera sino el camino mesiánico de subida a Jerusalén y de culminación humana que, conforme a Lucas, autor del evangelio de su nombre (=Lc) ha empezado en 9, 51 (Jesús toma la decisión de ir a Jerusalén) y se ha expresado en 9, 57-62 (Jesús propone sus condiciones a los que quieran hacerle compañía en el camino).

En ese contexto de camino mesiánico, que culmina de forma muy precisa en el versículo final de la parábola del buen samaritano (¡Vete!: 10, 37) se inscribe e inicia nuestro texto (mientras iban de camino: 10, 38). El escriba autosuficiente (¡quiere justificarse a sí mismo: cf. 10, 29) a quien Jesús cuenta la parábola debe ponerse en camino, para convertirse de esa forma en buen samaritano, acogiendo y ayudando a los demás. Pues bien, ahora, al ponerse en camino, ellos (Jesús y los suyos) aparecen como buenos samaritanos. Sólo dirigiéndose hacia Jerusalén podrán descubrir lo que significa el seguir a Jesús, el surgimiento de la iglesia [1].

En ese contexto de camino mesiánico se inscribe nuestro texto. No ofrece una verdad abstracta sobre el ser humano, ni una teoría general sobre la hospitalidad, sino que expone la novedad de la acogida de Jesús (el surgimiento y esencia de la iglesia), en el contexto de su ascenso hacia Jerusalén, vinculando los dos libros de Lucas (Lc= Evangelio y Hech=Hechos):

 *Lc 10, 38-42 recuerda una historia pasada. Es muy posible que Jesús haya sido acogido en la casa algunas buenas mujeres, que le han ofrecido no sólo hospitalidad externa, sino también cercanía humana, casa familiar. Junto a las mujeres que le siguen con los otros discípulos ambulantes (cf. Lc 8, 1-3) aparecen aquí las mujeres que le acogen, pudiendo presentarse de esa forma como signo de la iglesia.

* Lo que dice Lc 10, 38-42 ha de situarse en el trasfondo de Hechos donde aparece el camino misionero de los discípulos de Jesús, simbolizados de un modo especial por Pedro y los Doce, por los Siete helenistas y finalmente por Pablo. Son ellos, los cristianos ambulantes, los que están al fondo de la afirmación general con que comienza el texto: mientras iban de camino. La subida de Jesús a Jerusalén (Hech 9, 51) viene a presentarse de esa forma como signo de la gran marcha de la iglesia desde Jerusalén hacia los confines de la tierra (Hech 1, 8).

* Desde el libro de los Hechos debemos volver a Lc 10, 38-42 descubriendo en el camino y gesto de Jesús el paradigma o ejemplo de la vida de toda la iglesia posterior. No es que empecemos estudiando Lc y luego completemos su visión con Hech, sino al contrario: lo que en Hech se dice en un plano de historia eclesial ha de entenderse desde la parábola fundante de Jesús (evangelio), que viene a presentarse así como lugar y fuente de surgimiento eclesial.

 Por eso, nuestro texto ha de entenderse en dos líneas o direcciones que son complementarias. Por una parte está la linea que va de la historia de Jesús hacia la iglesia: el camino pasado de Jesús constituye para Lucas (autor de Lc y Hech) el punto de partida y el lugar de referencia para entender la vida de la iglesia. Por otra parte está la línea que va de la iglesia hacia Jesús: todo lo que la iglesia vive y hace ha de entenderse a la luz de lo que ha sido el camino de Jesús. Por eso, cuando se dice que Jesús envió a sus discípulos a los lugares donde él debía “venir él”, para que le precedieran, podemos hablar de dos misiones: la misión pre-pascual de los Doce (cf. Lc 9, 1-6) que iban subiendo con Jesús hacia Jerusalén; y la misión post-pascual de los Setenta y dos (cf. 10, 1-12) que son signo de todos los misioneros de la iglesia.

De esta forma, los Setenta y dos quedan integrados en el mismo camino histórico de Jesús. En un nivel, ellos van a todo el mundo (cf. Hech 1, 8), abriendo el camino-de Jesús; pero, en otro nivel, ellos siguen recorriendo el mismo duro ascenso de Jesús que va a Jerusalén para entregar la vida.

De esta forma, Lucas nos ofrece una fusión de horizontes: el camino pasado de Jesús ilumina nuestro pesente eclesial; el presente de la iglesia nos invita a reinterpretar el pasado de Jesús. El éxodo o salida (cf. Lc 9, 31) y el ascenso o subida (cf. Lc 9, 51) de Jesús en Jerusalén viene a presentarse así como espacio y contexto simbólico donde se puede inscribir la historia de la iglesia, tal como lo muestra en otra perspectiva, en el libro de los Hechos .[2]

Así podemos volver al comienzo de nuestro pasaje: Y sucedió que mientras iban de camino… (10, 38a). Jesús ha decidido dirigirse a Jerusalén (9, 51), proponiendo las condiciones de su seguimiento a quienes quieran acompañarle (9, 57-62). Le preceden los Setenta y Dos discípulos [3] (cf. 10, 1-12.17-24). Con ellos avanza Jesús y va creando iglesia, tanto en perspectiva de misión (fundan iglesia quienes le acompañan, expandiendo su mensaje) como de acogida (son iglesia aquellos que le reciben, ofreciéndole una casa).

Sucedió que mientras iba de camino… Todo sucede en el camino de ascenso y entrega, en la vida hecha proceso de ascenso a Jerusalén y misión universal de reino. Precisamente ahora, allí donde Jesús y sus discípulos ofrecen al mundo unos modelos de entrega y acogida surgirá la iglesia. En las reflexiones que siguen quiero desarrollar de manera expresa este segundo aspecto (de acogida) reflejado por las dos hermanas que reciben a Jesús, recibiendo a sus discípulos (varones y mujeres) que hacen por el mundo camino de evangelio. Estamos, por tanto, en el tiempo de que habla el libro de los Hechos (tiempo de la iglesia); desde ese presente de misión eclesial volvemos a la historia de Jesús, para descubrir el ella el sentido de esta iglesia de mujeres, centrada en lacomunidad que forman las dos hermanos.

  1. Mientras ellos iban, Jesús entró (10, 38a).

 De manera sorprendente, el texto pasa del plural al singular : mientras ellos siguen de camino, él entra en una aldea y casa… [4] Es como si la experiencia eclesial se dualizara, de manera que para descubrir su contenido deben distinguirse los dos contextos fundamentales, los dos “espacios” básicos del evangelio:

* Por una parte están todos ellos que siguen de camino... De esa forma se sitúan en la línea del escriba de la parábola del Buen samaritano (10, 25-37) al que Jesús le ha dicho que “vaya”. Ellos son sin duda alguna los discípulos de Jesús, que van de camino (desde 9, 51) y de un modo especial los setenta y dos a quienes ha enviado expresamente para precederle (10, 1). Así podemos afirmar que él, Jesús, está con aquellos que caminan; forma parte de la gran comunidad misionera que anuncia el evangelio, la buena noticia del éxodo y ascenso mesiánico. [5]

 * Por otra parte, Jesús aparece separado de los Setenta y Dos… Nuestro supone que mientras ellos siguen preparando su camino (realizando su misión pascual) él se separa y entra en una aldea, siendo recibido en una casa. Pasamos así de la iglesia del envío y camino, representada por los Setenta y Dos misioneros de 10, 1.12 (entre los cuales parece evidente que también hay mujeres, como supone 8, 1-3) a la iglesia de la acogida y casa (representada ahora por las dos mujeres que van a recibir a Jesús).

 Este Jesús acogido en la aldea (o casa) es símbolo del conjunto eclesial. No aparece ya en forma individual histórica, como un hombre del pasado, sino como figura pascual: es el Señor al que se acoge, el Señor que constituye el centro de la vida de la comunidad. Es ciertamente Jesús, como supone todo lo que sigue, pero al mismo tiempo podemos identificarle con el conjunto de la iglesia que acoge en la “casa” de su vida y cuidado a quienes vienen.

En este Jesús que llega a la aldea-casa de la iglesia (representada por dos mujeres) está simbolizada la totalidad de la misión eclesial. Ente la iglesia caminante (enviada) y la iglesia acogedora (que recibe a los caminantes) se establece una profunda y necesaria simbiosis que iremos precisando.

Entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió…(10, 38) [6]

 El tema de la acogida se encuentra preparado en 9, 52-56, donde se dice que una aldea samaritana no quiso recibir a Jesús, y en 10, 4-12, donde se habla de las casas-ciudades que acogen o no acogen a los misioneros de Jesús.

Los dos niveles se encuentran a mi juicio vinculados, de manera que recibir a Jesús se identifica con recibir a sus enviados y viceversa. La misma existencia de la iglesia está vinculada a la acogida de Jesús, con todo lo que ella implica. Presentaremos el tema a partir del contexto más general de la misión (10, 4-12). Desde ese fondo entenderemos las dos escenas (la de la aldea samaritana y la de Marta-María) como variantes de un mismo modelo narrativo:

* 10, 1-11: Recibir o rechazar a los enviados de Jesús. Jesús envía a todos sus discípulos (a los Setenta y dos) sin otra seguridad que su palabra y poder de curaciones. Van sin dinero ni seguridades, quedando así a merced de que las gentes (pueblos, casas) les acojan o rechacen. No van a descansar como curiosos vagabundos, ni a imponerse como señores, sino a ofrecer el reino, como obreros que realizan un duro trabajo de evangelio. Son ministros del reino y salvación de Dios, pero quedan a merced del ministerio de la acogida (comida, hospitalidad total) de las casas o pueblos donde vayan.

Por eso dice el texto que donde no les reciban (10, 10) deben sacudirse hasta el polvo de los pies, marchándose sin nada de aquel lugar de no acogida. Creer en el evangelio no es una pura experiencia interior, una fe desligada de la vida. Creer es acoger a los enviados de Jesús, compartiendo con ellos la casa.

* 9, 52-56. La aldea de los que no reciben a Jesús. Ese tema de la acogida queda ejemplificado, negativamente, en una aldea de samaritanos. Jesús envía a sus mensajeros (ángeles) para que le anuncien y preparen el camino. Ellos (en plural, los mensajeros) entran en una aldea (kome) de samaritanos, pero ellos no le quieren recibir, no le aceptan su en su pueblo, no abren la casa para ellos. Recibir (en pueblo o casa) es la señal suprema de acogida mesiánica, como hemos visto en 10, 4-10, aunque allí, en contexto más amplio de misión helenista se hable de ciudad y lugar (polis y topos: 10,1ss), mientras que aquí, en contexto más galileo-palestino se hable de aldea (kome: 9, 52).

Esta aldea de los samaritanos es signo de todas las ciudades y lugares que no aceptaran la misión de Jesús, rechazando a sus discípulos. Esta es la aldea que no se hace iglesia (casa acogedora), aldea que Santiago y Juan, situándose en plano de violencia apocalíptica, quieren destruir con fuego que baja del cielo; evidentemente, el Jesús de la acogida libre, de la casa voluntario, les rechaza, diciéndoles que no conocen su espíritu.

* 10, 38-42. Marta y María. La aldea de los que reciben a Jesús.Se repite el esquema y las palabras principales del pasaje anterior, aunque ahora no se dicen que los discípulos (mensajeros) preparan el camino de Jesús, sino simplemente que van (con el verbo poreuein en 9, 52.56 y 10, 38). Ellos van, pero es Jesús el que entra. El pasaje anterior acababa diciendo que ellos (Jesús y discípulos) fueron a otra aldea en busca de una acogida que no sabemos si recibieron (9, 56).

Pues bien, la nueva escena comienza diciendo (cf. 10, 38) que Jesús entra en una aldea (kome), como habían entrado ya los discípulos en la aldea samaritana (9, 52); pero ahora, en vez de rechazarle a él hay una mujer que le recibe y que se llama Marta (10, 38). Frente a los samaritanos anónimos que no le acogen, aparece aquí ella como signo y representante de toda la aldea que recibe a Jesús (y que sin duda recibe a sus discípulos, creando así comunidad con/para ellos))

 En este contexto se iluminan de manera sorprendente muchos elementos de nuestra escena. Estamos, como indica 10, 1-12, en el centro de la gran misión eclesial. Jesús no entra en la casa de Marta por casualidad, sino porque sigue realizando su misión, a través de sus discípulos. No entra por pasar un simple rato de placer, en compañía, con dos amabilísimas mujeres, sino porque quiere crear iglesia, quedándose en la casa de aquellos que le reciben.

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Marta, Marta (2). Contra unos “obispos” ocupados en hacer cosas, sin amor ni escucha de Jesús (acusando encima a las “marías”)

Domingo, 17 de julio de 2022
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B9FC437F-C4C9-4FF1-A0EA-D932B7599968Del blog de Xabier Pikaza:

Presenté  ayer (14.7) el tema (Marta y María 1),insistiendo en una iglesia de “martas/martos” (obispos/gestores) centrados en hacer cosas, sin escuchar a otros, obispos que corrigen de plano a  Jesús, sin cumplir su plan y encima se quejan ante él, acusando a las “marías”.

Hoy destaco la respuesta de Jesús que corrige a las “martas” y defiende a las “marías”, insistiendo en la necesidad de “escucharse” mutuamente (amar) y no en hacer cosas sobre (contra) otros.

| X Pikaza Ibarrondo

Palabra de Jesús:

Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.”Pero el Señor le contestó: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán (Lc 10). (imagen: Marta y María en la Catedral de Baiona).

Advertencia de Juan de la Cruz

Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exteriores,que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios, dejado aparte el buen ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración, aunque no hubiesen llegado a tan alta como ésta.

Cierto, entonces harían más y con menos trabajo con una obra que con mil,mereciéndolo su oración, y habiendo cobrado fuerzas espirituales en ella; porque de otra maneratodo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aun a veces daño. Porque Dios os libre que se comience a envanecer la sal (Mt. 5, 13), que, aunque más parezca que hace algo por de fuera, en sustancia no será nada, cuando está cierto que las obras buenas no se pueden hacer sino en virtud de Dios (Cántico Espiritual B,  Canción 28).

Introducción

             El tema responde a la situación de la iglesia en tiempos de Lucas (final siglo I d.C.), pero recoge la problemática del siglo XXI, con una iglesia de obispos  a los que Jesús acusa de hacer cosas secundarias (y a veces malas) sin escuchar ni amar como María.

Como sabe Jn 10 (y el puesto muy de relieve en el capítulo final de Hombre y mujer en las religiones, Marta cumplía y cumple otras funciones positivas en la iglesia, pero debe cambiar de un modo radical, si quiere vivir según el evangelio de Jesús.

No es un conflicto entre hombres y mujeres, como se ha supuesto después…, conforme a una mala interpretación de todo el Nuevo Testamento.  Es un conflicto entre grupos que quieren mandar y otros que han de estar sometidos. Éste es un conflicto que aparece a lo largo y a lo ancho de todo el evangelio, es un conflicto de poder, puro y duro como seguiremos viendo.

COMENTARIO (sigue tema de 14.07.22)

  1. Conflicto en la iglesia. Acusación de Marta (10, 40b)

  La acusación de Marta, diciendo que María la abandona en el trabajo y pidiendo a Jesús que le reprenda, nos sitúa en el centro de un conflicto eclesial en torno a poderes y servicios. Ciertamente, Lucas sabe que existe una causa de conflicto intra-eclesial: la búsqueda de poder: ¿quién es el más grande? Significativamente (defendiendo la memoria de los apóstoles), él ha omitido la tradición donde se hablaba del deseo de poder de los zebedeos (Mc 10, 35-40; Mt 20, 20-23), pero el tema de fondo sigue siendo el mismo: es un tema de poder.

90C59B7A-6D2B-488D-BA7D-DBC184F67211Lucas sabe que los discípulos han buscado los primeros puestos, queriendo establecer una sociedad jerárquica donde ellos mismos sean los privilegiados; y sabe que Jesús ha respondido, diciendo que es preciso hacerse niños (pequeños) para así volverse grandes. (Lc 9, 46-48). En ese fondo se sitúa nuestro texto. Por eso lo citamos en tercer lugar, después de haber presentado otros dos pasajes donde Lucas alude a las disputas eclesiales por causas del “servicio”:

* Lc 24, 24-30. Disputa sobre la grandeza. En el contexto más solemne de la vida de Jesús, el día de la ultima cena, ha situado Lucas la discusión de los discípulos de Jesús sobre quien de ellos parece ser más grande (22, 24). Ha culminado el camino del mensaje, están en Jerusalén, y cuando resulta que debían haber resuelto todos los problemas de este tipo, ellos disputan buscando grandezas y poderes.

 Jesús les responde acudiendo a la comparación del servicio en la mesa y pidiendo a los discípulos que se vuelvan servidores o diakonos de los demás, pues él mismo ha querido comportarse en medio de ellos como el servidor. [1] Así ha venido a comportarse dentro de la iglesia como auténtica Marta (si este nombre vale). Por eso, lo que Marta realiza en 10, 38-42 al servicio de la comunidad pertenece al misterio de Jesús. El problema no estará por tanto en servir, sino en la forma de hacerlo.

Una vez y para todas, Jesús ha elevado en la iglesia, en el momento más solemne de su cena de despedida, el ideal y ejercicio del servicio, convirtiéndolo en clave de su vida. Por tanto, toda división parcial entre mujeres servidoras y hombres jerarcas, entre martas trabajadoras y marías contemplativas resulta contraria al evangelio.

 * Hech 6, 1-7. Disputa en torno al servicio: mesas y palabra. El problema de la iglesia no es el servicio, sino el no servicio, o la manera partidista de realizarlo. Así lo muestra este pasaje que recrea, dentro de la obra general de Lucas y en ámbito de iglesia, los motivos que hemos descubierto en el nuestro (en Lc 10, 38-42).

Los “helenistas” (judíos de lengua y cultura más griega) murmuran contra los “hebreos” (comunidad oficial de Jerusalén, de lengua aramea, centrada en los Doce) porque sus “viudas” quedan relegadas en el servicio diario, es decir, en la asistencia personal (Hech 1) La disputa la resuelven los Doce, afirmando que ellos deben mantenerse fieles a la oración y al servicio de la palabra (en una línea que parece propia María) y pidiendo que la comunidad reunida elija a Siete personas responsables del servicio de las viudas y las mesas (es decir, en una obra que parece más cercana a la de Marta).

Como vemos, el problema de Hech 6 sigue siendo el de Lc 1o, 38-42, pero de algún modo se ha invertido: los helenistas no protestan porque tienen mucha diaconía(como Marta), sino porque ella no está bien realizada, porque las viudas (servicio personal) y las mesas (servicio alimenticio) no están bien atendidas.

En contra de lo que sucede en Lc 10, 38-42, el libro de los Hechos resuelve el problema dividiendo las funciones (los Doce se siguen encargando del servicio de la palabra y los Siete de las mesas) de una manera que acaba resultando irónica o, quizá mejor, paradójica. Lucas sabe, por un lado, que el servicio de mesas y palabra resulta inseparable, pues los Siete de las mesas, a quienes ordinariamente se llama los diakonos(olvidando que la diaconía pertenece también el servicio de la palabra: cf. Hech 6, 4), realizan inmediatamente un ministerio en línea de palabra.

Por otro lado, los pioneros de la apertura universal de la iglesia no han sido los Doce (encargados “oficialmente” de la Palabra), sino los Siete: la Palabra del evangelio sólo ha podido extenderse allí donde se realiza el servicio de las viudas y las mesas: la misión cristiana se ha extendido y realizado precisamente a través de los helenistas, es decir, de los servidores, como sabe el resto de Hechos. Han sido ellos, los representados por la Marta de 10, 38-42, los que han extendido de verdad la iglesia.

Eso significa que la disputa en torno a palabra y servicio resulta por un lado normal y por otro ella no puede conducirnos a una división nítida de funciones (por un lado ministerios sociales, por otro contemplativos o de la palabra), pues no existe en verdad tal ruptura. Significativamente, en este pasaje, tanto los Doce (palabra) como los Siete (mesas) aparecen personificados en varones. En el fondo, el poder eclesial está vinculado al servicio y palabra. [2].

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¿Afanarse o escuchar? . Domingo 16 del Tiempo Ordinario. Ciclo C

Domingo, 17 de julio de 2022
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marta-maria-jesusDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

El domingo pasado, la parábola del buen samaritano terminaba con una invitación a la acción: «Ve, y haz tú lo mismo». Imaginemos que quien tenemos delante no es un pobre hombre apaleado y medio muerto, sino Jesús. Se ha presentado en la casa a mediodía. ¿Qué es más importante: afanarnos por darle bien de comer o sentarnos a escucharle?

            Como el evangelio va de invitación a comer, para la primera lectura se ha elegido la famosa escena en la que Abrahán invita a tres personajes misteriosos que llegan a su tienda.

            La preciosa miniatura que adjunto contiene todos los elementos del relato: la encina de Mambré, los tres hombres, representados como ángeles, Abrahán y Sara. El artista ha convertido la tienda de Abrahán en una casa, casi una iglesia. El texto nos ayudará a comprender mejor el evangelio.

Abrahán invita a comer al Señor (Génesis 18,1-10)

Salterio. Museo Conde. Chantilly,En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, porque hacía calor. Alzó la vista y vio a tres hombres en pie frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda y se prosternó en tierra, diciendo:

            ‒ Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un pedazo de pan para que cobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a vuestro siervo.

            Contestaron:
‒ Bien, haz lo que dices.

            Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo:

            ‒ Aprisa, tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz una hogaza.

            Él corrió a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase en seguida. Tomó también cuajada, leche, el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba en pie bajo el árbol, ellos comieron.

            Después le dijeron:

            ‒ ¿Dónde está Sara, tu mujer?

            Contestó:
‒ Aquí, en la tienda.

            Añadió uno:

            ‒ Cuando vuelva a ti, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo.

¿Cuántos son los invitados?

            Este breve relato ha supuesto uno de los mayores quebraderos de cabeza para los comentaristas del Génesis. Empieza diciendo que el Señor se aparece a Abrahán, pero lo que ve el patriarca son tres hombres.

            Al principio se dirige a ellos en singular, como si se tratara de una sola persona (“no pases de largo”), pero luego utiliza el plural (“os lavéis, descanséis, cobréis fuerzas”). El plural se mantiene en las acciones siguientes (“comieron, dijeron”), pero la frase capital, la gran promesa, la pronuncia uno solo.

            En resumen, un auténtico rompecabezas, resultado de unir tradiciones distintas. No faltaron comentaristas cristianos que vieron en esta escena un anticipo de la Santísima Trinidad. Aunque la idea carece de fundamento serio, sirvió de base para una de las creaciones artísticas más maravillosas: el icono de Andréi Rubliov, pintado hacia 1422-1428.

 Trinidad-Rubliov           Hospitalidad

            La ley de hospitalidad es una de las normas fundamentales del código del desierto. El hombre que recorre estepas interminables sin una gota de agua ni poblados donde comprar provisiones, está expuesto a la muerte por sed o inanición. Cuando llega a un campamento de beduinos o de pastores no es un intruso ni un enemigo. Es un huésped digno de atención y respeto, que puede gozar de la hospitalidad durante tres días; cuando se marcha, se le debe protección durante otros tres días (unos 100 kilómetros). Esta ley de hospitalidad es la que pone en práctica Abrahán.

El menú, dos cocineros y un maître.

            Abrahán no se limita a hospedar a los visitantes. Entre él y su mujer, con la ayuda también de un criado, organiza un verdadero banquete con un ternero hermoso, cuajada, leche y una hogaza de flor de harina. A diferencia de las comidas actuales, no hay prisa. Pasan horas desde que se invita hasta que se preparan los alimentos y se termina de comer.

La cuenta

            Al invitado no se le cobra. Pero el huésped principal paga de forma espléndida: prometiendo que Sara tendrá un hijo. El tema de la fecundidad domina toda la tradición de Abrahán y se cumple a través de muchas vicisitudes y de forma dramática.

Marta invita a comer a Jesús (Lucas 10, 38-42)

            El texto del evangelio también se ha prestado a mucho debate. Este relato es exclusivo de Lucas, no se encuentra en Mateo, Marcos ni Juan.

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo:

            ‒ Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.

            Pero el Señor le contestó:

            ‒ Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.

¿Cuántos invitados a comer?

            En la historia de Abrahán resultaba difícil saber si los invitados eran uno o tres. El relato de Lucas nos deja en la mayor duda. Jesús siempre iba acompañado, no sólo de los Doce, sino también de muchas mujeres, como afirman expresamente Marcos y Lucas, citando el nombre de algunas de ellas. ¿Los recibe a todos Marta? ¿Se limita a invitar a Jesús? Las palabras “Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio” sugieren que no se trataba de un solo invitado. Pero la escena parece tan simbólica que resulta difícil imaginar la habitación abarrotada de gente.

El menú, y una cocinera sin ayudante

            No sabemos el número de invitados, pero sí está claro el de cocineras. Aquí no ocurre con en el relato del Génesis, donde Sara amasa y cuece la hogaza, mientras Abrahán colabora corriendo a escoger el ternero, dando órdenes de prepararlo, encargándose de la cuajada y de la leche.

            En la casa del evangelio hay también dos personas, Marta y María. Pero María se sienta cómodamente a los pies de Jesús mientras Marta se mata trabajando. ¿Por qué tanto esfuerzo? ¿Porque son muchos los invitados? ¿O porque Marta pretende prepararle a Jesús un banquete tan suculento como el de Abrahán, y le faltan tiempo y manos para el ternero, la hogaza, la cuajada y la leche?

            Desgraciadamente, ignoramos el menú. Según algunos comentaristas, las palabras que dirige Jesús a Marta, “sólo una cosa es necesaria” significarían: “un plato basta”, no te metas en más complicaciones.

Dos actitudes

            El contraste entre María sentada y Marta agobiada se ha prestado a muchas interpretaciones. Por ejemplo, a defender la supremacía de la vida contemplativa sobre la activa, sin tener en cuenta que esas formas de vida no existían en tiempos de Jesús ni en la iglesia del siglo I. Entre los judíos de la época existían grupos religiosos con tintes monásticos (los esenios de los que habla Flavio Josefo y los terapeutas de los que habla Filón de Alejandría), pero Lucas no presenta a María como modelo de las monjas de clausura frente a Marta, que sería la cristiana casada o la religiosa de vida activa.

            El evangelio no contrapone pasividad y trabajo. Jesús no reprocha a Marta que trabaje sino que “andas inquieta y nerviosa con tantas cosas”. Esa inquietud por hacer cosas, agradar y quedar bien, le impide lo más importante: sentarse un rato a charlar tranquilamente con Jesús y escucharle.

            Todos tenemos la tendencia a sentirnos protagonistas, incluso en la relación con Dios. Nos atrae más la acción que la oración, hacer y dar que escuchar y recibir. Nos sentimos más importantes. La breve escena de Marta y María nos recuerda que muy a menudo andamos inquietos y nerviosos con demasiadas cosas y olvidamos la importancia primaria del trato con el Señor.

Marta-María y el buen samaritano

            Como indiqué al comienzo, este episodio sigue inmediatamente a la parábola del buen samaritano, que leímos el domingo pasado. Los dos textos son exclusivos del evangelio de Lucas, y pienso que se iluminan mutuamente.

            La parábola del buen samaritano es una invitación a la acción a favor de la persona que nos necesita: “ve y haz tú lo mismo”.

            Para mantener la acción a favor del prójimo la mejor preparación es sentarse, como María, a escuchar la palabra de Jesús.

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Domingo XVI del Tiempo Ordinario. 17 julio, 2022

Domingo, 17 de julio de 2022
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Según iban de camino, Jesús entró en una aldea…

(Lc 10, 38-42)

 “Según iban de camino…”, así empieza el evangelio de hoy. Nada más leer estas cuatro palabras tal vez nos surjan dos preguntas: ¿quiénes iban además de Jesús?, y de camino ¿a dónde?

Dos pistas a las que, sin duda, damos importancia en nuestra cotidianidad. El quién, el otro. Infinidad de veces buscamos a alguien, un culpable o un cómplice, pero alguien: ¿quién ha hecho esto?, ¿a quién se le ha roto un plato?… El «a dónde», el destino, la meta, el objetivo o como lo queramos llamar en cada situación.

¿Y qué pasa si como cristianas que somos nos tomamos la vida, nuestro paso por el mundo, como el camino hacia el banquete eterno?, ¿también queremos atajar para llegar antes?

Así vamos, queriendo “ahorrarnos” camino, trayecto y que lo que hay en él nos distraiga lo menos posible, que no desvíe nuestra atención tan bien dirigida a nuestro propio ombligo… y en el fondo, lo sabemos. Nos ponemos los auriculares a todo volumen y no escuchamos, fijamos la mirada en la pantalla del móvil, de la tablet o del libro que vamos leyendo y no vemos lo que hay ni quién hay a nuestro lado, si vamos en un trayecto largo en transporte público incluso somos capaces de simular que estamos durmiendo y no hablamos con la persona con la que compartimos asiento.

Jesús de Nazaret entró en una y en muchas aldeas, comió en una y decenas de casas con gente que sufría y que pasaba por épocas malas, habló, escuchó, miró, animó, curó a una y a un montón de personas, también se retiró del grupo para orar a solas al Padre una y mil veces. Todo esto lo hizo según iba de camino, sin prisas por llegar a su destino; interrumpía su marcha porque veía y escuchaba lo que ocurría a su alrededor. Disfrutaba del camino, disfrutaba de la vida. Algo me dice que Jesús también cantaba por ese camino, animando, alegrando y facilitando el caminar de quienes iban con él.

Oración

Ojalá, Jesús, aprendamos a disfrutar del camino. Y de la vida.

Ojalá, aprendamos a cantar por el camino como sólo tú, Señor, lo sabes hacer.

Amén.

*

Fuente:  Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Debemos ser Marta y María.

Domingo, 17 de julio de 2022
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DOMINGO 16 (C)

Lc 10,38-42

Si queremos entender el verdadero sentido del texto, no debemos olvidar el contexto en el evangelio de Lucas. Enmarcado dentro del viaje a Jerusalén, este relato intenta determinar el perfil de aquellos que quieren seguir a Jesús. Durante esa subida, va formando a sus discípulos. Lucas es el único que relata este episodio y no es casualidad que una vez más se sienta interesado en destacar la importancia de la mujer en la vida de Jesús. No debemos interpretar el texto como una condena de la actitud de Marta. Es solo el contrapunto para resaltar la necesidad que todo cristiano tiene de escuchar al único Maestro.

No tiene ningún sentido haber sacado de este relato una distinción entre la vida contemplativa y la vida activa. Mucho menos si, en vez de distinción, lo que se pretende es una oposición. Tampoco aparece por ninguna parte la pretendida superioridad de la vida contemplativa sobre la vida activa. No es correcto interpretar este evangelio como proclamación de cristianismo a dos velocidades: 1ª los de la vida contemplativa, 2ª los que se dedican a la vida activa. Parece que el primero que levantó esta falsa liebre fue Orígenes y durante 18 siglos hemos seguido corriendo detrás de un señuelo de trapo.

El domingo pasado terminaba el evangelio con esta frase: “Anda, haz tú lo mismo”. Del evangelio se deduce que no puede darse un amor a Dios directo, que no se refleje en el amor a los demás. Aplicado a tema que nos ocupa, no puede haber auténtica contemplación que no se manifieste en la acción. Tampoco puede haber una acción verdaderamente espiritual que no surja de la contemplación. Claro que puede haber acciones buenas sin contemplación, pero serán solo programaciones, que no nos enriquecen espiritualmente. Y puede haber contemplación sin acción, pero será siempre una falsa ilusión.

Debemos superar la aparente contradicción del evangelio. En otro lugar dice Jesús: “el que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre necio, que edificó su casa sobre arena”. Edificar sobre roca es escuchar y obrar en consecuencia. Por lo tanto, nada más lejos puede estar este relato de un espiritualismo desencarnado. Eso sí, para actuar con verdadero sentido espiritual, debemos primero escuchar a Jesús y descubrir en su vida y enseñanzas los motivos de la acción. Esto, que parece tan sencillo, es la clave del mensaje de Jesús. Todo lo que no sea entrar por este camino, será engañarnos.

Marta, al quejarse, no tiene en cuenta lo que María está haciendo. Solo tiene en cuenta las consecuencias de esa actitud que le perjudica. Jesús no critica a Marta por estar ocupada, sino por estar preocupada e inquieta por realidades materiales que tienen muy poca importancia. Tampoco dice que lo que hace sea malo. Fijaos, que dice: “María ha escogido la parte mejor; lo cual significa que lo que hacía Marta era también bueno. El mensaje es que toda acción verdaderamente cristiana debe nacer de la contemplación.

Todos tenemos que ser a la vez, Marta y María. No es fácil mantener el equilibrio. En un árbol frutal, ¿qué es lo más importante, las raíces o el fruto? La pregunta es absurda. Sin las raíces es impensable el árbol. Sin los frutos, el árbol sería completamente inútil. Es muy fácil resbalar hacia una u otra dirección. En todas las épocas ha habido místicos que despreciaron el trabajo y hombres y mujeres de acción que despreciaron como inútil la contemplación.

El maestro Eckhart tiene una interpretación desconcertante de este relato. Suponiendo que la primera consecuencia de una escucha de la Palabra sería el servicio y descubriendo que Marta ya está cumpliendo esa tarea, deduce que Marta adelanta a María porque ella ha escuchado y ya está cumpliendo. Viniendo esta reflexión de uno de los más grandes místicos de todos los tiempos, nada sospechoso de menospreciar la contemplación, debemos tomar muy en serio esta advertencia. La contemplación es lo primero, pero no es más importante.

A la luz de este relato, se abre una nueva perspectiva para la mujer. María, es aceptada por Jesús como interlocutora válida. Tal vez sea el relato más subversivo de todo el evangelio. “Sentada a los pies de Jesús escuchaba su palabra”. María está allí como discípula. Esto trastoca todos los valores en que estaba fundada la sociedad de la época. Algunos dichos rabínicos nos dan una pista de lo que pensaban de la mujer: “El que enseña la Torá a una mujer, le enseña necedades”. “Mejor fuera que desapareciera en las llamas la Torá, antes de ser entregada a la mujer”. “Maldito el padre que enseña a su hija la Torá”.

La mujer tiene que crecer como ser humano. Tiene que descubrir que humanizarse es más importante que todas las tareas asignadas a la mujer. Jesús invita a las mujeres a desarrollar sus valores espirituales. La actitud de María ayuda a Jesús a descubrir todo eso. Vio que había adquirido unos valores espirituales que a él mismo le servían de referencia. Después de esto, Jesús está en condiciones de responder a la mujer que le hizo una alabanza: “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”. Pero él responde: “Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. No es el parir el valor fundamental de la mujer, aunque el varón sigue empeñado en mantener esta valoración.

Esta actitud de Jesús para con la mujer se manifiesta también en otros muchos lugares del evangelio. El comportamiento de Jesús con la mujer está completamente libre de misoginia o antifeminismo. Ni asomo de miedo al sexo o machismo, ni siquiera paternalismo. Los evangelios nos dicen que en el grupo de seguidores había también mujeres. Los relatos de la mujer adúltera, la pecadora, la Magdalena, la Cananea, la Hemorroisa, nos indican esa preocupación constante por la mujer, que en su tiempo estaba completamente marginada. Lástima que esa actitud de Jesús haya quedado relegada al olvido en la Iglesia que sigue manteniendo, después de dos mil años, una ideología machista.

El Concilio Vaticano II rechazó toda forma de discriminación por razón de sexo como contraria al plan de Dios; pero a renglón seguido nos demuestra, en la práctica, que eso no tiene vigencia en la institución. Las mujeres, que se sintieron comprendidas y liberadas por Jesús, siguen siendo discriminadas por sus sucesores. La opresión de las mujeres en la Iglesia es solo una manifestación externa de la represión de lo femenino en la jerarquía. Es hora de superar un patriarcado ciego, inconsciente y fanático. Si la mujer hubiera tenido algo que ver en las decisiones de la Iglesia, no se habrían cometido tantas barbaridades.

No es que el cristianismo haya incrementado la marginación de la mujer, pero sí ha mantenido actitudes ancestrales que habían sido superadas por Jesús. Lo que los cristianos hemos hecho con la mujer no es solo mantener una mala costumbre. Con el evangelio en la mano podemos afirmar que es una injusticia en toda regla. Contra esa injusticia no sólo tienen que luchar las mujeres, tenemos que luchar todos; y no por hacer un favor a la mujer, sino porque es un despilfarro de energías prescindir de un plumazo de más de la mitad de sus miembros a la hora de buscar soluciones a sus problemas.

Meditación

No hay parte mejor o peor.
Como en el frutal, raíz y fruto son igualmente importantes.
En el tiempo, echar raíces (escuchar a Jesús) es lo primero.
El objetivo será siempre el fruto (el servicio a todos).
Intenta ser cada día más Marta y más María.
Cada día más enraizado en Cristo. Y más volcado hacia los demás.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Trasmitir la Palabra.

Domingo, 17 de julio de 2022
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gesu-maria-martaLc 10, 38-42

«Sentada a los pies del señor, escuchaba su palabra»

Jesús deja la comodidad de Nazaret y se lanza a los caminos a proclamar la buena noticia. Le siguen los que se sienten necesitados y le acosan los sabios, los santos, los ricos y los importantes. Siente la necesidad de subir a Jerusalén para universalizar su mensaje, asume el riesgo, se enfrenta a los poderosos, lo prenden, lo torturan y lo crucifican. Pero, consciente de la necesidad de que prevalezcan sus palabras más allá de su muerte, hace un testamento inequívoco y sus discípulos más cercanos nos lo trasmiten: «Id por el mundo y proclamad el evangelio a todas las gentes».

Los primeros cristianos —sabedores sin duda de la trascendencia de la misión que han recibido— proclaman la Palabra con tal fuerza que despiertan el recelo de las autoridades y llegan las persecuciones. Mueren a millares de forma brutal, pero gracias a su compromiso y su sacrificio, nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer a Jesús y conocer el evangelio veintiún siglos después.

Y no solo gracias a ellos, porque a lo largo de la historia se ha creado una cadena de infinidad de cristianos que (con mayor o menor acierto) han trasmitido de padres a hijos esa herencia de valor incalculable que nos mueve a compartir y a perdonar; que nos humaniza y da sentido a nuestra vida; que nos señala, como ningún otro, el camino de la felicidad: «El ciento por uno en esta vida, y además la vida eterna» —dijo Jesús…

Pero nosotros —gente culta e ilustrada donde la haya— hemos roto la cadena milenaria de transmisión de la Palabra. Hemos hurtado a nuestros hijos, a los hijos de nuestros hijos, y a los hijos de los hijos de nuestros hijos, el legado precioso del que hemos disfrutado desde que éramos niños. Les hemos privado de los criterios que han dado sentido a nuestra vida dejándoles a merced de los criterios del mundo.

Puede que nos falte fe, o que ya no valoremos como antes su importancia porque hayamos descubierto otras filosofías que nos mueven a relativizar los criterios evangélicos, o que no queramos adoctrinarles para no vernos señalados por una sociedad que se dice tolerante, pero que es implacable con quienes discrepan… Da igual, el hecho es que con nuestros remilgos hemos dado la espalda a la misión y roto la cadena.

Hay unos sectores de la Iglesia muy preocupados porque no hay vocaciones, y hay otros que lo están porque las instituciones siguen ancladas en el pasado… Y sin duda son inquietudes legítimas y loables, pero resultan nimias comparadas con la quiebra de los cauces tradicionales de trasmitir el evangelio.

Nietzsche tenía razón; Dios ha muerto en nuestra cultura. Y no es de extrañar, porque nosotros, en lugar de permanecer fieles a la misión de proclamar la Palabra, nos limitamos a repetir las consignas de laboratorio de quienes sabemos a ciencia cierta que quieren destruirla.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Mirada, escucha y servicio.

Domingo, 17 de julio de 2022
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“Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no le será quitada” (Lc 10, 38-42)

Bello texto del evangelio de Lucas. Archiconocido. Estudiado. Explicado. Estereotipado. Domesticado. Manipulado. Pero, repito, lleno de belleza y grandes posibilidades de ser meditado, contemplado, proclamado…

He leído una y otra vez ese principio: “Marta, Marta…” y un sonido de voz dulce, cariñoso y acogedor me resuena en la voz de Jesús. Le plantea a Marta su estado de ánimo, que le supera porque más que ocuparse le está “pre-ocupando”.

Todo tiene su tiempo y Marta aceleró las expectativas de servicio cuando vio a Jesús en su casa. Sumando el enfado al ver a su hermana María desaparecida de la escena del servicio que, “sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra”.

Quiero alejarme aquí del eterno dilema: la acción y la contemplación como contrarios que chocan.

Quiero ver con los ojos que Jesús mira a Marta descubriendo qué es lo que la mantiene inquieta y preocupada. No es minusvalorar sino poner orden y disfrutar de lo que cada momento trae la vida; y a la casa de las dos hermanas había llegado Jesús.

Abre tu casa y anímate a hacer un viaje interior y encontrarte con la Marta y la María que viven dentro de cada uno de nosotros y no tienen que porque generar conflicto.

Quien se expone a la mirada y la palabra de Dios a través de la oración contemplativa escuchará desde lo hondo de su ser: “Ahora ve a servir a tus hermanos”.

Mari Paz López Santos

17 julio 2022

Fuente Fe Adulta

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Silencio y servicio

Domingo, 17 de julio de 2022
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B641BCA0-93B6-4D15-99BC-50DFCBABB2B0Domingo XVI del Tiempo Ordinario

17 julio 2022

Lc 10, 38-42

Inquietud, nerviosismo, estrés…, parecen ser rasgos típicos de nuestra sociedad. Con frecuencia, nos pueden la prisa y la ansiedad, como si anduviéramos huyendo de nosotros mismos.

El miedo al silencio suele ser expresión del miedo al propio mundo interior y, en un plano más profundo, miedo a la “muerte” del yo. Porque el silencio lo disuelve. La mente necesita estar siempre en modo activo y protagónico, por lo que lleva muy mal el silencio. A su vez, el hacer le da al ego sensación de consistencia, de fuerza y de eficacia. Todo ello explica que el ego se sienta a gusto en el hacer, al mismo tiempo que rehúye el silencio.

Sin embargo, la acción, desconectada del silencio, se transforma en inquietud que fácilmente termina en desasosiego. La acción adecuada es hija del silencio porque, al acallarse la mente y el yo, cesa también la apropiación y la acción fluye de manera gratuita.

Esa es “la mejor parte”: la conexión con aquello que somos en profundidad -y que se saborea en el silencio de la mente-, de donde brotará el servicio eficaz.

Porque la persona “realizada” no es “Marta” ni “María”: es “MartayMaría”, a la vez. Silencio y servicio, cuando son genuinos, limpios y desapropiados, constituyen las dos caras de la misma moneda.

¿Cuido el silencio?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Nos sobra ansiedad y nos falta calma en la vida (Marta y María)

Domingo, 17 de julio de 2022
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38303B2E-B2D6-4C5C-AE8D-48763297C94CDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Marta y María

    Podemos pensar que Marta y María fueron dos personas, dos hermanas que probablemente seguían a Jesús (discípulas) y que en algún o en muchos momentos le acogerían en su casa.

    También podemos pensar que Marta y María representan dos actitudes en la vida, dos modos de vivir y de comprender la existencia.

    Marta representa la actividad que desplegamos en la vida. El trabajo, el dinamismo, el pan son necesarios en la vida.

    María representa el “por qué y para qué” trabajamos.

    Marta ve lo inmediato. María ve la vida desde el horizonte, desde el “hacia dónde absoluto” hacia el que nos encaminamos.

    Marta vive el tiempo y el trabajo con ansiedad, en un “activismo” que pretende dominar el tiempo, el trabajo, la vida. María vive serenamente desde el corazón, desde la quietud y calma.

    Marta pretende dominar la existencia, controlarlo todo. María vive a la escucha de la vida.

02.- Tener calma en la vida.

    En la vida hay que tener calma y saber pararse a escuchar la Palabra, el porqué de la vida, el horizonte. Jesús se retiraba muchas noches –muchas veces- a orar, a pensar. Contrastaría lo que veía y oía en el Templo a los sacerdotes, a los fariseos, zelotas, etc… Vería a la gente sencilla, pobres, enfermos y en el silencio y quietud de la noche y de la vida, vería y tomaría sus propias decisiones y actitudes.

    Es la actitud de María: vivir con sosiego, tener –sacar- tiempos de silencio y calma, escuchar la Palabra, la voz de la propia conciencia.

    Una de las características de nuestro momento cultural sea la ansiedad. Hoy en día vivimos ansiosamente, de prisa, sin serenidad ni reflexión. Todo de prisa y corriendo, todo a la última moda, lo mismo da un móvil que un ordenador o las vacaciones. En esta “post pandemia” el gran problema es  que se cancelan vuelos, que no se puede ir de aquí para allá. Las mismas vacaciones no son un tiempo de calma y descanso tranquilo, sino un salir de estampida “hacia ningún lado”.

03.- Algunas consideraciones.

  • La edad de la población va creciendo y vamos envejeciendo. Pero dado el “juvenilismo” en el que se pretende vivir, se nos suele decir: no importa “tienes ganas de hacer cosas”.

A ciertas edades y en ciertas circunstancias “no hay que hacer nada”, sencillamente “estar, ser en la vida”. Para muchos de nosotros, mayores y ancianos en la vida, es el tiempo de María, no de Marta.

  • La tendencia al activismo es una actitud muy presente en la vida pastoral: Tan fácil como ligeramente a un cura le pueden hacer párroco de 4 ó 6 parroquias, o más. ¡Eso no puede ser! Uno puede estar, “estar en sí”, en una parroquia, uno puede servir humildemente a una comunidad parroquial, evangelizar, atender a los enfermos en una comunidad no en 8, a no ser que todo se convierta en un transporte de productos sacramentales. La vida pastoral se ha convertido en un “Transportes seur”´litúrgico. En las parroquias y en la pastoral y en la vida hacen falta “marías”, no “martas”.
  • Un presbítero, un anciano, (que eso significa la palabra presbítero), ha de estar serenamente en la comunidad eclesial, su ministerio es el buen criterio del anciano, sin activismos, sin suplencias forzadas.

Un anciano en la familia está; humildemente está presente, sin pretender llevar las riendas de todos los asuntos.

  • Hay personas que critican zafiamente a los monjes y monjas de clausura (vida contemplativa) la “ineficacia” de su vida. “Mejor sería que se dedicasen a cuidar ancianos o a la enseñanza”. Pues mire usted, mi vocación, “la mía”, es la de “María”. Soy, quiero contemplar; quiero vivir la llamada de la ultimidad, la contemplación del horizonte absoluto es una vida y vivencia hermosa, realizadora y legítima.
  • Incluso en determinadas congregaciones religiosas de vida activa, muchos superiores y superioras pretenden forzar en trabajos exhaustivos a sus religiosos y religiosas que quieren vivir su vocación, su edad en paz y sin maratones de trabajo

04.-Pensamiento y contemplación.

    El pensamiento, la calma, la contemplación, la actitud de María nos son necesarias y no sola ni principalmente como cuestión religiosa, sino como modo de ser y estar en la vida, como actitud existencial.

En la contemplación, en el “estar en sí” hallamos horizonte y sentido para la vida.

La calma, la contemplación no son un “diazepán”, sino halla sentido, descanso del alma en el encuentro con la ultimidad).

 Esto es lo importante, la mejor parte, lo que dará sentido a la actividad humana.

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Enfrentar la opresión anti-LGBTQ, la elección de ser un buen samaritano para los demás

Lunes, 11 de julio de 2022
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0DB0A58D-55D5-47E7-96C2-99544F4AF564La reflexión de hoy es por el colaborador de Bondings 2.0 Michael Sennett, cuya breve biografía se puede encontrar haciendo clic aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el domingo 15 del    Tiempo ordinario se pueden encontrar aquí.

En tiempos bíblicos, el buen samaritano no habría sido una persona popular. Los samaritanos en esta época fueron acusados de ser inmundos y generalmente fueron despreciados. Sin embargo, para una persona de una tribu supuestamente desfavorable, el samaritano asume un riesgo sustancial para ayudar a la víctima del robo, a diferencia del sacerdote y el levita que elige la seguridad. El samaritano reconoció una injusticia contra un ser humano y ofreció misericordia a cambio. Quizás su propia experiencia de rechazo es lo que lo llevó a cuidar al hombre herido y asegurarle refugio, similar a cómo las personas LGBTQ+, que frente a la opresión, han demostrado ser buenos samaritanos para los demás.

Muchos católicos queer han tenido experiencias negativas en la iglesia han sido frijoles y despojados de su dignidad. Como resultado de este mal trato, los católicos LGBTQ+ también han venido al rescate para aquellos que son empujados a los márgenes, incluso a veces atendiendo a las mismas personas que han contribuido a nuestro aislamiento.

En la primavera de 2021, me invitaron a participar en una conversación con el obispo Thomas Zinkula de Davenport, Iowa, y un comité encargado de desarrollar pautas de diocensas para responder a las personas transgénero. Una mujer trans y yo compartimos nuestras experiencias. A lo largo del diálogo, especialmente cuando el trans hablaba, me superé con la admiración. Aunque había soportado algunas de las peores situaciones posibles, todavía estaba comprometida con su factor. La mujer también discutió las frecuentes oportunidades que tenía para abogar por otras personas marginadas en su parroquia y diócesis, incluidos los sobrevivientes de abuso sexual y la comunidad discapacitada.

No solo había impedido que un chip creciera en su hombro, sino que tomó toda la energía negativa que le estaba aullando y la usó para alimentar su pasión por la justicia. Del mismo modo, mi experiencia como hombre transgénero ayuda en mi trabajo coordinando los programas de justicia social de mi parroquia: habiendo conocido el dolor de exclusión, quiero fomentar un mejor ambiente.

Más recientemente, después de haber participado en una serie de sesiones de escucha para el Sínodo en Ségelesa, me sorprendió las respuestas de las personas LGBTQ+. Después de recordar experiencias duras, muchos harían seguimiento con la forma en que cuidan a los demás en la comunidad. Al enterarse de las altas tasas de jóvenes queer uneuse, una persona se conmovió para comenzar un ministerio para ayudar con las necesidades de los adolescentes en los refugios. Sin embargo, lo que fue más inaugural, somos las interacciones entre las personas en estas sesiones del sínodo. Algunas personas a las que nos preocupa que la iglesia estaba cambiando demasiado rápido y la tradición se extinguiría. Los católicos queer ofrezon un oído escuchado y una comodidad genuina. Para cuando las sesiones y terminaron, la conexión humana prevaleció sobre el miedo. Fui testigo de la presencia de Cristo en esta solidaridad radical.

Como cristianos, debemos estar dispuestos a limpiar las heridas de nuestros vecinos, incluso a un gran costo personal. Las personas LGBTQ+ ejemplifican esto cuando responden con cuidado compasivo por los demás. Ya sea que los católicos queer estén abordando la injusticia sistémica o viajando con alguien a través de aguas con problemas, están prestando atención a las palabras de Jesús en el evangelio de hoy: “Ve y haz lo mismo“. Respondamos a todos el llamado de Dios para ser buenos samaritanos que definen la dignidad de la vida.

—Michael Sennett (él/él), 10 de julio de 2022

Fuente New Ways Ministry

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“Los heridos de las cunetas”. 15 Tiempo ordinario – C (Lucas 10,25-37)

Domingo, 10 de julio de 2022
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15-TO-C-600x400La parábola del «buen samaritano» le salió a Jesús del corazón, pues caminaba por Galilea muy atento a los mendigos y enfermos que veía en las cunetas de los caminos. Quería enseñar a todos a caminar por la vida con «compasión», pero pensaba sobre todo en los dirigentes religiosos.

En la cuneta de un camino peligroso un hombre asaltado y robado ha sido abandonado «medio muerto». Afortunadamente, por el camino llega un sacerdote y luego un levita. Ambos pertenecen al mundo oficial del templo. Son personas religiosas. Sin duda se apiadarán de él.

No es así. Al ver al herido, los dos cierran sus ojos y su corazón. Para ellos es como si aquel hombre no existiera: «Dan un rodeo y pasan de largo», sin detenerse. Ocupados en su piedad y su culto a Dios, siguen su camino. Su preocupación no son los que sufren.

En el horizonte aparece un tercer viajero. No es sacerdote ni levita. No viene del templo ni pertenece siquiera al pueblo elegido. Es un despreciable «samaritano». Se puede esperar de él lo peor.

Sin embargo, al ver al herido «se le conmueven las entrañas». No pasa de largo. Se acerca a él y hace todo lo que puede: desinfecta sus heridas, las cura y las venda. Luego lo lleva en su cabalgadura hasta una posada. Allí lo cuida personalmente y procura que lo sigan atendiendo.

Es difícil imaginar una llamada más provocativa de Jesús a sus seguidores, y de manera directa a los dirigentes religiosos. No basta que en la Iglesia haya instituciones, organismos y personas que están junto a los que sufren. Es toda la Iglesia la que ha de aparecer públicamente como la institución más sensible y comprometida con los que sufren física y moralmente.

Si a la Iglesia no se le conmueven las entrañas ante los heridos de las cunetas, lo que haga y lo que diga será bastante irrelevante. Solo la compasión puede hacer hoy a la Iglesia de Jesús más humana y creíble.

José Antonio Pagola

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“¿Quién es mi prójimo?”. Domingo 10 de julio de 2022. Domingo 15º Ordinario

Domingo, 10 de julio de 2022
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40-ordinarioC15 cerezoLeído en Koinonia:

Deuteronomio 30, 10-14: El mandamiento está muy cerca de ti; cúmplelo.
Salmo responsorial: 68: Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Colosenses 1, 15-20: Todo fue creado por él y para él.
Lucas 10, 25-37: ¿Quién es mi prójimo?

Primera lectura. La época del destierro fue para Israel una situación que confrontó el modelo de Alianza entre Dios y su pueblo, como principio de cambio y conversión. Esta conversión incluye la vuelta personal a Dios y el cumplimiento de todos su mandatos, “con todo corazón” como pide Dt 6,4.

Aunque el capítulo 30 está redactado en segunda persona del singular, es de sentido plural en la época del exilio: “cuando te sucedan estas cosas” (v. 1) ya les han sucedido. Todo el capítulo presupone la destrucción de Judá y Jerusalén el año 587 a.e.c..

La buena nueva para el pueblo se centra en el capítulo 30. Se presenta mostrando que el precepto no supera las fuerzas, ni está fuera del alcance (v. 11) aunque el pueblo esté en el exilio. No está en el cielo, ni más allá de los mares (vv. 12-13). La Palabra de Dios ya ha sido pronunciada y se encuentra en nuestra boca y en nuestro corazón. Si nos llenamos de su palabra, se realizará su voluntad en nosotros (v. 14). Tener cerca la Palabra es amar a nuestro prójimo.

Hoy necesitamos también estar abiertos a la palabra que se nos dirige en los signos de los tiempos y los lugares, como palabra reveladora de la acción de Dios en nuestra historia, con el compromiso de escucharla y vivirla en radicalidad y compromiso

El himno de Colosenses presenta poéticamente la primacía de Cristo, como hijo de Dios y como principio de toda la nueva humanidad que renace en él. Conecta la acción salvadora de Cristo con la obra de la creación, unidas a un mismo tronco, con las raíces profundas de la fe.

La nueva creación que surge con Cristo, en esta visión entusiástica de Pablo, se presenta en el modelo de nueva humanidad, por el mundo y la historia, donde hay que trabajar por ellas para cumplir el plan salvador de Dios en su Hijo. Es una confesión de amor, más que confesión de fe o de toelogía, por parte de Pablo.

Visión panorámica de esta parábola del evangelio de Lucas. Sólo él nos trnsmite esta parábola.

La mentalidad judía del tiempo de Jesús, absorbida por el legalismo, se había convertido en una conciencia fría, sin calor humano, a la que no le importaban las necesidades ni los derechos del ser humano. Solo se hacía lo que permitía la estructura legal y rechazaba lo que prohibía dicha estructura. El legalismo impuesto por la estructura religiosa era la norma oficial de la moral del pueblo. Se había llegado, por ejemplo, a establecer, desde la legalidad religiosa, que la ley del culto primaba sobre cualquier ley, así fuera la ley del amor al prójimo. Esto asombraba y preocupaba a Jesús pues no era posible que en nombre de Dios se establecieran normas que terminaran deshumanizando al pueblo.

Este era el contexto en que nació la parábola del buen samaritano: un hombre necesitado de ayuda, caído en el camino, más muerto que vivo, sin derechos, violentado en su dignidad de persona, es abandonado por los cumplidores de la ley (sacerdotes y levitas) y en cambio es socorrido por un ilegal samaritano (que no tenían buenas relaciones con los israelitas). Jesús hizo una propuesta de verdadera opción por los derechos de ese ser humano caído, condenado por las estructuras sociales, políticas, económicas y religiosas que aparecen excluyentes (estructuras que se encargan de no respetar los derechos de las personas y no les permitan vivir en libertad y en autonomía). Jesús quiere decirnos cómo la solidaridad es un valor que hay que anteponer no solo a la ley del culto, sino también a la misma necesidad personal, buscando el bienestar social y comunitario, la defensa de los derechos de tantos y tantas que viven en situaciones de falta de solidaridad y de reconocimiento de sus derechos, nos hace pensar en la opción por continuar el camino de compromiso y de trabajo en nuestras comunidades y organizaciones, desde el compromiso solidario con los hermanos y hermanas que están caídos en el camino, por el no reconocimiento de sus derechos.

La parábola es todo menos un juego de palabras bonitas, es algo más que una pieza literaria de la antigüedad. Es una constante interpelación para hoy.

Este texto, tan ampliamente conocido en la liturgia, se inicia con una pregunta de un maestro de la ley, o letrado, frente lo que hay que hacer para ganar la vida eterna. Jesús, a su vez, le devuelve la pregunta para que el letrado la busque en su especialidad, él tiene la respuesta en la ley… El letrado, citando de memoria Dt 6,5 y Lv 19,18, hace una apretada síntesis del sentido frente a los 613 preceptos y obligaciones que se alcanzaban a contar en la cuenta de los rabinos, para responder en dos que son fundamentales: Amar a Dios y al prójimo… Jesús aprueba la respuesta..

El letrado interroga nuevamente, pues en el Levítico el prójimo es el israelita y en el Deuteronomio se reserva el título de hermanos únicamente para los israelitas…Jesús, en lugar de discutir y entrar en callejones sin salidas, no busca plantear nuevas teorías e interpretaciones frente a la ley antigua y su práctica, sino que propone una parábola como ejemplo vivo de quién es el prójimo.

Podemos contemplar en la parábola los personajes y sacar de allí las consecuencias de enseñanza para el día de hoy: un hombre (v. 30) anónimo que es victima de los ladrones y cae medio muerto en el camino; un samaritano (v. 33) un medio pagano – o tal vez un pagano completo- cuyo trato y relación con los judíos era casi un insulto a sus tradiciones; un sacerdote (v. 31) y un levita (v. 32), la contraposición y la diferencia entre dos rangos de poder religioso, pues el levita era un clérigo de rango inferior que se ocupaba principalmente de los sacrificios, “testimonios” de un culto oficial y de los rituales a seguir en la religión establecida.

La relación entre cada uno de los personajes de la parábola es distinta: el sacerdote y el levita frente al hombre caído en el camino no se basa en el plan de la necesidad que tiene este último, sino en el de inutilidad que presentaría ante la ley y el desempeño del oficio, el prestarle cualquier atención al hombre caído, impediría a estos representantes del culto oficial poder ofrecer los sacrificios agradables a Dios. El samaritano, por el contrario, no encuentra ninguna barrera para prestar su servicio desinteresado al desconocido que está tendido y malherido, que necesita la ayuda de alguien que pase por ese camino. El samaritano únicamente siente compasión por la necesidad de ese hombre anónimo y se entrega con infinito amor a defender la vida que está amenazada y desposeída.

Prójimo, compañero, dice Jesús en esta parábola, debe ser para nosotros, en primer lugar el compatriota, pero no sólo él, sino todo ser humano que necesita de nuestra ayuda. El ejemplo del samaritano despreciado nos muestra que ningún ser humano está tan lejos de nosotros, para no estar preparados en todo tiempo y lugar, para arriesgar la vida por el hermano o la hermana, porque son nuestro prójimo. Leer más…

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Dom 10.7.22. A muchos estorba el Dios samaritano (Lc 10, 25-37)

Domingo, 10 de julio de 2022
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22398652203Del blog de Xabier Pikaza:

Los ministros de muchos países más ricos de Europa y del mundo prefieren que se mueran del todo los caídos, que se pudran para siempre en la valla de cientos de fronteras y caminos, para que no les (nos) estorben.   Por eso quieren poner cepos y  aparatos para que no pasen los caídos del camino, para que no actúen los samaritanos…

Pero sigue habiendo un Dios samaritano (un samaritano-Dios) que acoge, ayuda y cura a los caídos del borde, para que sigan viviendo, cruzando fronteras, abriendo senderos de humanidad, porque éste  es siempre un Dios extraño, por ser el más cercano.

Este Dios samaritano   no es el Señor del templo de Jerusalén, ni Señor Supremo del oráculo sagrado de Roma, ni pitoniso  de Delfos, o el del Kremlin y el Pentágonos… Ése es un Dios que viene del otro lado de la humanidad que aún siente, tiene misericordia y se hace nuestro próximo.

Buen fin de semana domingo, buen próximo domingo del Buen Samaritano.

Lc 10, 25-37

El  maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: «Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.» ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.»Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»

Septenario del Dios Samaritano

 1. El Dios Samaritano (=de la Parábola del Buen Samaritano) ha sido objeto de un largo estudioen la tradición teológica de los Padres de la Iglesia, que identifican al Samaritano con Jesús, Hijo de Dios, revelación del Padre, que «desciendo» (se encarna) para realizar su obra salvadora (como se ha dicho desde San Agustín).

A ese Dios-Jesús (Samaritano) quieren matarle los “buenos”, como quisieron matar a Jesús acusándole de ser un samaritano (Jn 8, 52: ¡Eres un samaritano, tienes un demonio!). Por eso es bueno pensar hoy los próximos días en la “suerte” del Dios Samaritano, que no cesa de inquietarnos, a pesar de los muros y vallas que ponemos para que no pase y se avecine entre nosotros.

 2. Este Dios Samaritano (es decir, que terminará siempre prójimo, siempre, fuera de los templos del poder, ha creado un mundo complejo y difícil de explicar, en el que se dice todo es bueno (Gen 1), pero donde nacen como setas los bandidos, tras cualquier tipo de lluvia: Bandidos con diverso tipo de pedigrí o de RH, bandidos políticos, religiosos o simplemente cuatreros y ladrones de caminos.

No se sabe por qué el Dios Samaritano permite eso, pero debe ser por algo (¿por libertad, por caridad, para que nosotros asumamos su tarea?). Él está allí, permitiendo que sigan existiendo los bandidos, en un mundo en el que resulta distinguir a los buenos bandidos de los malos, como quiso hacer el evangelio de Lucas, aunque parece que con poco éxito (historia de Dimas y Gestas, Lc 23, 43).

3. El Dios Samaritano parece que va poco al templo. No se le encuentra en el santuario de Jerusalén, donde andan por su casa sacerdotes y levitas. Se dice (decían los Padres de la Iglesia) que tampoco anda por las curias de Roma y Constantinopla, y ahora por la de Lambeth o la CEE de las Españas, ocupadas en cuestiones que tienen poco que ver con su tarea de Samaritano.

Ciertamente, éste Dios samaritano tiene algo que ver con los templos y a veces va también por allí, pero no se queda demasiado tiempo, tiene ocupaciones en la calle de la vida, entre Jerusalén y Jericó, que es el mundo entero.

4. El Dios Samaritano va por los caminos de la vida(cuesta arriba, cuesta abajo), o por llanuras sin fin por las que vagan expulsados y enfermos del camino.  No hay “estarta” ni carrejo de la vida humana por donde no pase; no hay crimen que él no sepa y quiera curar con su aceite y su vino. Este Dios Samaritano tiene un programa de tolerancia cero, para todo aquello que destruya al ser humano (por pederastia o bandidaje de navaja en la faca, o de guante blanco en el Banco).

No, no es un pobretón, ni un ignorante. Tiene caballería, tiene aceite y vino, tiene algún dinero para las posadas, pues también en las posadas anda Dios, como sabía santa Teresa de Jesús, aunque se dice que dormía poco en ellas.

 5. Dicen que a este Dios Samaritano le preguntaron por cuestiones candentes, relacionados, por ejemplo, con la «ordenación de la mujer»y sentido de los feminismos y respondió que no sabía, no entendía el tema. Dijo que esas eran cuestiones importantes, pero quizá más de salón y de poder que de camino. Respondió que él no entendía de esas cosas: no había venido a repartir herencias, como dice Lucas (Jesús respondió: «¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?» (Lucas 12:13-14), ni a dirimir sacerdocios, como quería Caifás y Anán el Joven, pues a su juicio, al borde del camino, varones y mujeres eran iguales.

La cuestión que preocupa a este Dios samarigano  son los caídos a la vera del Camino de Jerusalén a Jericó, que es ahora el camino de Senegal a Ceuta, de México a USA, de Siria a Austria… Resulta que hemos puesto policías en las fronteras no sólo para cazar ladrones, sino también para impedir que actúan loe samaritanos, para cerrar el paso de Dios.

 6. El Dios Samaritano es un Dios Eficaz que, por alguna razón (Él sabrá) ha dejado que salgan al camino los bandidos, pero que siempre ha resuelto en el fondo los problemas. Sigue estando en la raíz de la vida, en los barrancos del camino, con su cabalgadura, en la que lleva una alcuza de aceite (elaion: remedio universal) y su bota de vino (oinon: que es también remedio universal), como sabe Lc 10, 34). Por eso, si quieres saber si hay Dios sal al camino de la vida, ponte en contacto con los hombres y mujeres… vete a buscar a los caídos del camino.

Sí, es un Dios eficaz… Dicen que ministros de varios países ricos  han puesto cepos más inteligentes para cazar a samaritanos (¡dicen que en nombre de Dios…!)… Ése es el problema de Europa, el problema de los países ricos de América, Asia etc. A ellos no les gustan los samaritanos del borde del camino, ni aquellos que les ayudan.

 7. Finalmente, y repitiendo lo anterior, este Dios Samaritano es Dios de Cabalgadura (en ella carga a todos los heridos…); es Dios de aceite, que es suavidad, que es alimento, que es medicina; es Dios de vino, que es alegría y es canto (dice una leyenda apócrifa que hasta llegar a la posada acabaron la bota Dios y el Herido, y cantaron junto…). Es quizá un Dios de guitarra, que conoce los mesones del camino donde para la gente…

Este Dios samaritano es testarudo y sigue. Se hundirán en los mares los barcos más ricos, morirá la luz de aquellos que no quieren alumbrar en el camino a los que vagan sin rumbo…… Pero el Dios Samaritano seguirá empeñado en recorrer caminos, abriendo senderes de vida, porque su amor es más fuerte que la maldad de todos perversos de la tierra.

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