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“Cuántos, cómo y quienes se salvan”. Domingo 21 ciclo C

Domingo, 21 de agosto de 2022
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los que se salvanDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

Durante siglos, a los israelitas no les preocupó el tema de la salvación o condena en la otra vida. Después de la muerte, todos, buenos y malos, ricos y pobres, opresores y oprimidos, descendían al mundo subterráneo, el Sheol, donde sobrevivían sin pena ni gloria, como sombras. Quienes se planteaban el problema de la justicia divina, del premio de los buenos y castigo de los malvados, respondían que eso tenía lugar en este mundo. Sin embargo, la experiencia demostraba lo contrario, y así lo denuncia el autor del libro de Job: en este mundo, los ladrones y asesinos suelen vivir felizmente, mientras los pobres mueren en la miseria.

            Con el tiempo, para salvar la justicia divina, algunos grupos religiosos, como los fariseos y los esenios, trasladan el premio y el castigo a la otra vida. Dentro de los evangelios, la parábola del rico y Lázaro refleja muy bien esta idea: el rico lo pasa muy bien en este mundo, pero su comportamiento injusto y egoísta con Lázaro lo condena a ser torturado en la otra vida; en cambio, Lázaro, que nada tuvo en la tierra, participa de la felicidad eterna.

            Entre los judíos que creen en la resurrección cabe otra postura, importante para comprender el comienzo del evangelio de hoy: sólo los buenos resucitan para una vida feliz, los malvados no consiguen ese premio, pero tampoco son condenados.

Una pregunta absurda: cuántos

            Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.
Uno le preguntó:

            Señor, ¿serán pocos los que se salven?

            Bastantes cristianos actuales habrían formulado la pregunta de manera distinta: ¿serán muchos los que se condenen? Sin embargo, el personaje del que habla Lucas parece formar parte de ese grupo que sólo cree en la salvación. Jesús podría haber respondido con otra pregunta: ¿qué entiendes por “pocos”? ¿Cuatro mil? ¿Veinte millones? ¿Ciento cuarenta y cuatro mil, como afirman los Testigos de Jehová? La pregunta sobre pocos o muchos es absurda, aunque hay gente que sigue afirmando con absoluta certeza que se condena la mayoría o que se salvan todos.

Una enseñanza: cómo

            Jesús no entra en el juego. Ni siquiera responde al que pregunta, sino que aprovecha la ocasión para ofrecer una enseñanza general.

            Jesús les dijo:

            Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán.

            La imagen, tal como la presenta Lucas, no resulta muy feliz. Quienes no pueden entrar por una puerta estrecha son las personas muy gordas, y eso no es lo que está en juego. El evangelio de Mateo ofrece una versión más completa y clara: “Entrad por la puerta estrecha; porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella. ¡Qué estrecha es la puerta, qué angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que dan con ella!” (Mateo 7,13-14).

            En cualquier caso, la exhortación de Jesús resulta tremendamente vaga: ¿en qué consiste entrar por la puerta estrecha? En otros momentos lo deja más claro.

            Al joven rico, angustiado por cómo conseguir la vida eterna, le responde: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Son los mandamientos de la segunda tabla del decálogo, los que regulan las relaciones con el prójimo. Curiosamente (y a muchos judíos les resultaría blasfemo) para conseguir la vida eterna no es preciso observar el sábado.

            En el evangelio de Mateo, la parábola del Juicio Final indica los criterios que tendrá en cuenta Jesús a la hora de salvar y condenar: “porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era emigrante y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, estaba enfermo y me visitasteis, estaba encarcelado y acudisteis”. Vivir esto equivale a pasar por una puerta estrecha, pero al alcance de todos.

Un final sorprendente y polémico: quiénes

            La pregunta sobre el número de los que se salvan ha provocado una respuesta sobre cómo salvarse; pero Jesús añade algo más, sobre quiénes se salvarán.

            El libro de Isaías contiene estas palabras dirigidas por Dios a los israelitas: “En tu pueblo todos serán justos y poseerán por siempre la tierra” (Is 60,21). Basándose en esta promesa, algunos rabinos defendían que todo Israel participaría en el mundo futuro; es decir, que todos se salvarían (Tratado Sanedrín 10,1). ¿Y los paganos? También ellos podían obtener la salvación si aceptaban la fe judía.

            Sin embargo, las palabras que pone Lucas en boca de Jesús afirman algo muy distinto. Empalmando con la idea de que muchos intentarán entrar y no podrán, nos sorprende con la siguiente descripción:           

            Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo:
– “Señor, ábrenos”.
-Y él os replicará: “No sé quiénes sois”.
Entonces comenzaréis a decir:
-“Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.
Pero él os replicará:
-“No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados.”
Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

            El amo de la casa es Jesús, y quienes llaman a la puerta son los judíos contemporáneos suyos, que han comido y bebido con él, y en cuyas plazas ha enseñado. No podrán participar del banquete del reino junto con los verdaderos israelitas, representados por los tres patriarcas y los profetas. En cambio, muchos extranjeros, procedentes de los cuatro puntos cardinales, se sentarán a la mesa.

            La conversión de los paganos ya había sido anunciada por algunos profetas, como demuestra la primera lectura (Is 66,18-21) que copio más abajo. Pero el evangelio es hiriente y polémico: no se trata de que los paganos se unen a los judíos, sino de que los paganos sustituyen a los judíos en el banquete del Reino de Dios. Estas palabras recuerdan el gran misterio que supuso para la iglesia primitiva ver cómo gran parte del pueblo judío no aceptaba a Jesús como Mesías, mientras que muchos paganos lo acogían favorablemente. Él es la puerta estrecha, por la que muchos contemporáneos se han negado a entrar.

Moraleja y matización

            Lucas termina con una de esas frases breves y enigmáticas que tanto le gustaban a Jesús (de hecho, el evangelio de Mateo la coloca en otro contexto muy distinto).

            Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.

            En la interpretación de Lucas, los últimos son los paganos, los primeros los judíos. El orden se invierte. Pero los primeros, los judíos como totalidad, no quedan fuera del banquete, también son invitados a él. El mismo Lucas, cuando escriba el libro de los Hechos de los Apóstoles, presentará a Pablo dirigiéndose en primer lugar a los judíos, aunque en generalmente sin mucho éxito.

Primera lectura: Isaías 66, 18-21

            Así dice el Señor:

            Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las naciones. 

            Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi monte santo de Jerusalén dice el Señor, como los israelitas, en vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas dice el Señor.

            El primer párrafo es el que está en relación con el evangelio: habla de la conversión de los paganos desde Tarsis (a menudo localizada en la zona de Cádiz-Huelva) hasta Turquía (Masac y Tubal), y con dos importantes regiones de África (Libia y Etiopía). El punto de vista es distinto al del evangelio: aquí sólo se habla de conversión, no de salvación en la otra vida (tema que queda fuera de la perspectiva del profeta).

Segunda lectura: cuando Dios nos mete por la puerta estrecha (Heb 12,5-7.11-13)

            Este breve fragmento de la carta a los hebreos no tiene nada que ver con el evangelio. Pero es una hermosa exhortación que lo complementa. En el evangelio se nos anima a «entrar por la puerta estrecha». Muchas veces es la vida la que se estrecha en torno a nosotros, como si Dios nos pusiera a prueba. El autor de la carta enfoca esos momentos difíciles como una reprensión o corrección del Señor. Pero es la corrección de un Padre que deseo lo mejor para su hijo, idea que debe consolarnos y fortalecernos.

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Domingo XXI del Tiempo Ordinario. 21agosto, 2022

Domingo, 21 de agosto de 2022
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 “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha.

(Lc 13, 22-30)

El de hoy es un evangelio “peligroso” que nos puede conducir a dos extremos contra puestos.

Por un lado, podemos quedarnos con la imagen de un dios exigente que lleva cuentas pormenorizadas de cada uno de nuestros pecados. Un dios riguroso, lleno de santidad y perfección. Lleno de poder que no se va a dejar manchar o corromper por la oscuridad y debilidad humana.

En el extremo opuesto, podemos caer en la trampa de pensar que al Dios de Jesús no le pega nada eso de “dejar fuera” a nadie y que su misericordia es una especie de salvoconducto que nos permite vivir sin ninguna responsabilidad. Que podemos hacer lo que queramos, lo que nos dé la gana.

Ambas posturas están equivocadas aunque tienen su parte de verdad. El Dios que vino a anunciarnos Jesús no es un juez castigador. No necesita de nosotras un expediente impecable. Pero tampoco podemos convertir la misericordia divina en la excusa perfecta para vivir de cualquier manera, porque en el Reino del Amor no vale todo. Por eso Jesús dice: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha.

El evangelio de hoy apela a nuestra responsabilidad personal. Solo aquello que nos hace crecer en amor y libertad nos abre las puertas del Reino, porque solo esas actitudes nos ponen en camino.

No es que Dios nos vaya a cerrar la puerta, pero tampoco nos va a obligar a entrar. La puerta del Reino es estrecha porque tenemos que acertar con ella desde nuestra propia libertad. Y la libertad nos da siempre a escoger, aunque no siempre lo más apetecible es realmente mejor.

 

Oración

Repite, Trinidad Santa, en nuestros corazones ese:

Esforzaos por entrar por la puerta estrecha”,

recuérdanos que necesitas de nosotras para llevarnos a tu Reino. Amén.

*

Fuente:  Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Mi ego inflado impedirá la entrada al Reino del amor y la unidad.

Domingo, 21 de agosto de 2022
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Lc 13,22-30

Recuerda una vez más que Jesús va de camino hacia Jerusalén, que será su meta. Sigue Lucas con la acumulación de dichos sin mucha conexión entre sí, pero todos tienen como objetivo ir instruyendo a los discípulos sobre el seguimiento de Jesús. Jesús no responde a la pregunta, porque está mal planteada. La salvación no es una línea que hay que cruzar, es un proceso de descentración del yo, que hay que tratar de llevar lo más lejos posible. Trataremos de adivinar por qué no responde a la pregunta y lo que quiere decirnos.

No es fácil concretar en qué consiste esa salvación de la que habla el evangelio. Tenemos infinidad de ofertas de salvación. “Salvación” hace referencia, en primer lugar, a la liberación de un peligro o situación desesperada. El médico está todos los días curando en el hospital, pero se dice que ha salvado a uno cuando, estando en peligro de muerte, ha evitado ese final. Aplicar este concepto a la vida espiritual puede despistarnos. El mayor peligro para una trayectoria espiritual es dejar de progresar, no que se encuentren obstáculos en el camino.

Podíamos hacernos infinidad de preguntas sobre la salvación: ¿Para cuándo la salvación? ¿Salvación aquí o en el más allá? ¿Salvación material o salvación espiritual? ¿Nos salva Dios? ¿Nos salva Jesús? ¿Nos salvamos nosotros? ¿Salvan las obras o la fe? ¿Salva la religión? ¿Salvan los sacramentos? ¿Salva la oración, la limosna o el ayuno? ¿Nos salva la Escritura? ¿Cómo es esa salvación? ¿Salación individual o comunitaria? ¿Es la misma para todos? ¿Se puede conocer antes de alcanzarla? ¿Podemos saber si estamos salvados?

Resulta que es inútil toda respuesta, porque las preguntas están mal planteadas. Todas dan por supuesto que hay un yo que está perdido y debe ser salvado. Debemos darnos cuenta de que la salvación no es alcanzar la seguridad para mi yo individual, sino que consiste en superar toda idea de individualidad. La religión ha fallado al proponer la salvación del falso yo, que es el anhelo más hondo de todo ser humano. Salvarse es descubrir nuestro verdadero ser y vivir desde él la unidad con todos los demás seres.

En realidad todos se salvan de alguna manera, porque todo ser humano despliega algo de esa humanidad por muy mínimo que sea. Y nadie alcanza la plenitud de salvación porque, por muchos que sean los logros de una vida humana, siempre podría haber avanzado un poco más en el despliegue de su humanidad. Todos estamos, a la vez, salvados y necesitados de salvación. Esta idea nos desconcierta porque no satisface los deseos del ego.

Esforzaos por entrar por la puerta estrecha. Esta frase nos puede iluminar sobre el tema que estamos tratando. Pero la hemos entendido mal y nos ha metido por un callejón sin salida. El esfuerzo no debe ir encaminado a potenciar un yo para asegurar su permanencia incluso en el más allá. No tiene mucho sentido que esperemos una salvación para cuando dejemos de ser auténticos seres humanos, es decir, para después de morir.

La salvación no consiste en la liberación de las limitaciones que no acepto porque no asumo mi condición de criatura y por lo tanto limitada. Esas limitaciones no son fallos del creador ni accidentes desagradables que yo he provocado sino que forman parte esencial de mi ser. La salvación tiene que consistir en alcanzar una plenitud sin pretender dejar de ser criatura y limitada. La verdadera salvación es posible a pesar de mis carencias porque se tiene que dar en otro plano, que no exige la eliminación de mis imperfecciones.

Ni el sufrimiento ni la enfermedad ni la misma muerte pueden restar un ápice a mi condición de ser humano. Mi plenitud la tengo que conseguir con esas limitaciones, no cuando me las quiten. Lo que se puede añadir o quitar pertenece siempre al orden de las cualidades, no a lo esencial. Pensar que la creación le salió mal a Dios y ahora solo Él puede corregirla y hacer un ser humano perfecto es una aberración que nos ha hecho mucho daño. La salvación no puede consistir en cambiar mi condición de ser humano por otro modo de existencia.

Para tomar conciencia de dónde tenemos que poner el esfuerzo es imprescindible entender bien el aserto. Debemos desechar la idea de un umbral que debemos superar. No debemos hacer hincapié en la puerta sino en el que debe atravesarla. No es que la puerta sea estrecha, es que se cierra automáticamente en cuanto ‘alguien’ pretende atravesarla. Solo cuando tomemos conciencia de que somos ‘nadie’, se abrirá de par en par. Mientras no captes bien esta idea, estarás dando palos de ciego en orden a tu verdadera salvación.

No estamos aquí para salvar nuestro yo, sino para desprendernos de él hasta que no quede ni rastro de lo que creíamos ser. Cuando mi falso ser se esfume, quedará de mí lo que soy de verdad y entonces estaré ya al otro lado de la puerta sin darme cuenta. Cuando pretendo estar seguro de mi salvación o cuando pretendo que los demás vean mi perfección, en realidad estoy alejándome de mi verdadero ser y enzarzándome en mi propio ego.

En realidad no estamos aquí para salvarnos sino para perdernos en beneficio de todos. El domingo pasado decía Jesús: “He venido a traer fuego a la tierra, ¿qué más puedo pedir si ya está ardiendo? Todo lo creado tiene que transformarse en luz y la única manera de conseguirlo es ardiendo. El fuego destruye lo que no tiene valor, pero purifica lo que vale de veras. Debo consumir lo que hay en mí de ego y potenciar lo que hay de verdadero ser.

Somos como la vela que está hecha para iluminar, consumiéndose; mientras esté apagada y mantenga su identidad de vela será un trasto inútil. En el momento que le prendo fuego y empieza a consumirse se va convirtiendo en luz y da sentido a su existencia. Cuando nos pasamos la vida adornando y engalanando nuestra vela; cuando incluso le pedimos a Dios que, ya que es tan bonita, la guarde junto a Él para toda la eternidad, estamos renunciando a dar sentido de una vida humana, que es arder, consumirse para iluminar a los demás.

No sé quienes sois. Toda la parafernalia religiosa que hemos desarrollado durante dos mil años no servirá de nada si no me ha llevado a desprenderme del ego. El yo más peligroso para alcanzar una verdadera salvación es el yo religioso. Me asusta la seguridad que tienen algunos cristianos de toda la vida en su conducta irreprochable. Como los fariseos, han cumplido todas las normas de la religión. Han cumplido todo lo mandado, pero no han sido capaces de descubrir que en ese mismo instante, deben considerarse “siervos inútiles”.

Esta advertencia es más seria de lo que parece. Pero no tenemos que esperar a un más allá para descubrir si hemos acertado o hemos fallado. El grado de salvación que hayamos conseguido se manifiesta en la calidad de nuestras relaciones con los demás. No se trata de prácticas ni de creencias sino de humanidad manifestada con todos los hombres. Lo que creas hacer directamente por Dios no tiene ninguna importancia. Lo que haces cada día por los demás es lo que determina tu grado de plenitud humana, que es la verdadera salvación.

Meditación

Mi falso yo, sustentado en lo material,
tiene que consumirse para que surja el verdadero ser.
Todo lo que trabajemos para potenciar la individualidad
será ir en dirección contraria a la verdadera meta.
Mientras más adornos y capisayos le coloque,
más lejos estaré de mi verdadera salvación.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Ligeros de equipaje

Domingo, 21 de agosto de 2022
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«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha»

En los diálogos que Platón dedica a la República, Sócrates, su protagonista, analiza el proceso de formación de un Estado partiendo de su origen, es decir, de la impotencia de cada individuo para atender por sí mismo todas sus necesidades.

Sócrates —en realidad, Platón— considera que las necesidades básicas del hombre son el alimento, la habitación y el vestido, y partiendo de esta premisa, afirma que en principio bastarían tres hombres para formar un Estado: un agricultor, un constructor y un sastre. Cuando avanza más en su reflexión, advierte también la necesidad de ganaderos, mercaderes, marinos y asalariados, así como la facultad de acuñar moneda para regular las transacciones comerciales.

Llegado a este punto, contempla la vida apacible y feliz que llevan sus habitantes, y concluye: «De esta manera, llenos de gozo y salud, llegarán a una avanzada vejez, y dejarán a sus hijos herederos de una vida semejante».

Su contertulio, Glaucón, muestra su desacuerdo con la vida austera que propone Sócrates, a lo que éste contesta: «Muy bien, ya te entiendo. No es solamente el origen de un Estado lo que buscamos, sino el de un Estado que rebose placeres. Quizás no obremos mal planteándolo, porque de esta forma podremos saber por dónde se ha introducido la injusticia en la sociedad. Sea como sea, el verdadero Estado, el Estado sano, es el que acabamos de describir. Si ahora quieres que echemos una mirada al Estado enfermo y lleno de pústulas, nada hay que nos lo impida» …

En definitiva, el diálogo continúa mostrando que la abundancia provoca avaricia, y que la avaricia acarrea guerras, corrompe a los ciudadanos, complica sobremanera la estructura del Estado y es la primera causa de opresión e injusticia…

Si aplicamos este diálogo a nuestros días, para garantizar hoy una existencia digna bastaría atender el alimento, el vestido, la vivienda, la educación y la salud, y siguiendo el mismo razonamiento de Platón, llegaríamos a definir una sociedad austera cuyos ciudadanos se habrían sacudido el yugo del consumo, basarían su existencia en unos valores que nos liberan (y no en unos afanes que nos someten), y serían más libres. No tendrían el corazón endurecido por la avaricia y serían también más humanos…

Y ya sabemos que esto no deja de ser una utopía, pero, utopía o no, creemos que es la única vía para librarnos del desastre al que hemos abocado a este mundo. No es casual que la práctica totalidad de los tratados de sabiduría de la historia propugnen el mismo principio:«Huid del estado que rebosa placeres», «No acumuléis tesoros en la Tierra», «Entrad por la puerta estrecha», «Viajad por la vida ligeros de equipaje»

Hoy, ante la evidencia irreversible del cambio climático, este principio cobra especial relevancia, y así lo refleja Jon Sobrino, sacerdote jesuita, en una de las frases más lúcidas de nuestro tiempo: «Debemos caminar hacia la civilización de la austeridad compartida».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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¿Reclamamos o acogemos agradecidos ser “de los suyos”?

Domingo, 21 de agosto de 2022
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evangile-s-2Lucas 13, 22-30

El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús caminando hacia Jerusalén. Sabemos que Lucas no se refiere a un camino “físico”, sino a un proceso de conversión que conduce a la salvación: en Jerusalén comenzó la buena Noticia y desde allí se expandirá su anuncio.  A partir del capítulo 9, 51, vamos aprendiendo cuál es el primer mandamiento, la importancia de la oración, el abandono en la providencia, o los rasgos del Reino de Dios. Vemos también como esa “subida a Jerusalén” es la ocasión de mostrar el enfrentamiento de Jesús con los fariseos y legalistas.

En este contexto se nos presenta la pregunta clave: “¿Son pocos los que se salvan?”. Lo que se podía esperar es que Jesús respondiera que sí, que eran pocos porque era muy difícil cumplir la lista interminable de mandamientos. Quienes la procuraban cumplir a rajatabla podían caer en la falta de misericordia, el desprecio a los demás, las comparaciones, etc. El evangelio nos ofrece abundantes ejemplos de esta actitud farisaica.

Se podía esperar que Jesús dijera algo así: quedaos tranquilos, vosotros estáis salvados porque sois de los míos, hemos comido juntos y me habéis escuchado. En la cultura judía, comer y beber juntos creaba unos vínculos muy fuertes, que no tienen nada que ver con el sentido que damos ahora a muchas comidas de trabajo o negocios.

Pero Jesús sorprendió entonces y nos sorprende hoy: “esforzaos por entrar por la puerta estrecha”. Vamos a recordar otros textos del evangelio en los que se utilizan la imagen de la puerta: “Yo soy la puerta”, dijo Jesús (Juan 10, 9).  La puerta de la perdición es ancha y espaciosa, y muchos entran por ella. ¡Qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida, y que pocos son los que lo encuentran! (Mateo 7, 13.14).

¡Qué daño nos ha hecho en la Iglesia concebir la puerta estrecha como un camino que conduce al sacrificio, a menudo sin sentido! ¡Que pocas veces ponemos el acento en buscar con creatividad y sentido crítico el camino que lleva a la Vida! ¿Nos arriesgamos a buscar y buscar cada día, personalmente y en comunidad, esa “puerta estrecha”, que es como una perla escondida, como un tesoro? ¿O caminamos por caminos ajenos, normativas impuestas desde fuera, como borregos?

Jesús usa una imagen para describir esta vida en plenitud, este Reino al que accedemos por la puerta estrecha: el banquete al que todos estamos invitados, “de oriente a occidente, del norte y del sur”, como expresión del amor universal de nuestro Dios. Quedan fuera de ese banquete los que obran la injusticia. Es decir, quedamos fuera del Reino cuando somos personas injustas.

Sabemos por experiencia que es muy estrecha la puerta de la justicia. Nuestra condición humana tiende a la manga ancha, a las excepciones, los enchufes, etc., mientras que seguir a Jesús nos lleva por la senda de la radicalidad, la coherencia y la misericordia. Esa senda la recorrieron Abraham y los profetas. La recorren hoy muchas personas que están en los márgenes de la sociedad, que no entran en los templos, que son “los últimos”.

En muchos sentidos este evangelio nos descoloca, no nos valen nuestras antiguas medidas, ni nuestros juicios… Y se nos acaban los cálculos y las seguridades. Se nos invita a entrar en un banquete que nos supera, que se nos regala, que no “ganamos” a base de cumplir… Pero depende de nosotros aceptar la invitación, buscar la puerta del banquete, buscar a Jesús y su manera radical de amar a los demás, respondiendo así al amor de Dios.

Que la celebración de este domingo nos ayude a encontrar esa nueva mirada que cambia toda la vida y desde ahí acoger con gozo la invitación gratuita, la salvación,  que nos hermana a todos.

¡Feliz domingo!

Mª Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

Fuente Fe Adulta

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Las religiones cómo oferta de salvación

Domingo, 21 de agosto de 2022
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27D9EC12-02C4-4FD3-9F21-A0DD8320698FDomingo XXI del Tiempo Ordinario

28 agosto 2022

Lc 13, 22-30

Las religiones han cumplido diferentes funciones psico-sociales. Han aparecido como dadoras de sentido, favorecedoras de cohesión social y prometiendo salvación. Se trata de funciones que responden a necesidades fundamentales del ser humano, en cuanto animal simbólico, gregario y carenciado, respectivamente.

El yo busca desesperadamente, por todos los medios, de manera más o menos ansiosa o incluso compulsiva, alcanzar un “paraíso”, donde calmar su carencia y experimentar la plenitud. A eso las religiones lo han llamado “salvación”.

Tal idea de la salvación, nacida en una cosmovisión mítica, presuponía la existencia de un dios salvador que, desde fuera, liberaba a los humanos de su “destierro”, devolviéndolos al “paraíso perdido” o al “cielo” imaginado siempre de manera antropomórfica.

Además de requerir la existencia de un dios salvador, la salvación así entendida partía de una visión del ser humano identificado con su “personalidad”, es decir, con el yo.

Por tanto, todo cambia de manera radical al comprender que no somos el yo con el que nuestra mente nos había identificado. Somos consciencia (vida) experimentándose en esta forma particular que llamamos yo. No necesitamos, por tanto, ser salvados -nuestra identidad es plenitud-, sino liberarnos de la ignorancia que nos reducía a lo que no somos. Dicho brevemente: no se trata de salvar al yo, sino de liberarnos de (la identificación con) él.

Los creyentes de cualquier religión argüirán que tal planteamiento peca de autosuficiencia y orgullo. Más en concreto, desde el ámbito cristiano, tal actitud es etiquetada como “pelagianismo”, en alusión a aquelle “herejía” antigua -que remite el monje Pelagio, en los siglos IV-V de nuestra era-, según la cual, el ser humano era capaz de salvarse por sus propias fuerzas.

Sin embargo, no se trata de autosuficiencia, orgullo ni neopelagianismo, porque no se afirma que el yo logre la salvación. Imaginar que el yo pudiera salvarse a sí mismo equivaldría a creer que, como en el fantasioso relato del barón de Munchausen, alguien puede salir de un pozo tirando de sus propios cabellos.

No. Se trata de comprensión: nuestra identidad no es el yo carenciado -el cual es, como cualquier puede experimentar, solo un objeto que puede ser observado-, sino justamente Eso que lo observa, es decir, Eso que es consciente del yo y de todo el mundo de las formas. Pues bien, Eso que es consciente es ya plenitud, no necesita ser salvado. Lo que somos está ya salvado; solo necesitamos caer en la cuenta, comprenderlo y vivir en conexión consciente con lo que somos.

¿Qué me viene a la mente cuando escucho la palabra “salvación”?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Cuando Dios crea, salva. El primer acto salvífico es la creación.

Domingo, 21 de agosto de 2022
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hijo-prodigo-DESTAQUEDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Cuestiones importantes

La lectura a fondo de este evangelio plantea cuestiones muy importantes para el ser humano, porque la salvación es el “único” problema serio en la vida, ya que somos mortales y pecadores.

Sin embargo las preguntas importantes del momento  actual no son, seguramente, ni la salvación, ni la muerte, ni el pecado (el mal).

La preocupación por la salvación definitiva, por lo que pudiera venir después de la muerte era importante en el tiempo de Jesús y en los cristianos, al menos hasta nuestros días; pero hoy en día, no lo es. Vivimos acelerados, preocupados por muchas cosas y quizá lo que interese sea solamente tratar de vivir bien.

Quizás el problema actual entre nosotros no es que no se crea en una religión, sino que no se cree en ninguna ni en nada. O de otra manera, hay muchas cuestiones importantes que nos resbalan: la ética, el bien y el mal, qué es la libertad, que es la persona, qué sentido tiene la vida, qué nos cabe esperar, etc.

Sin embargo, -y aunque pueda resultar fuerte- tampoco tiene mucha gracia pasar de manos de la comadrona a manos del enterrador sin enterarnos y con unos euros y un móvil, que es lo que tenemos hoy en día.

02.- ¿Y qué es la salvación?

No es fácil describir qué pueda ser la salvación.

Quizás podamos acercarnos a lo que sea la salvación desde los problemas que vivimos. Los grandes problemas que hemos de afrontar el ser humano son la ley, el pecado-culpabilidad, la muerte.

Quizás la salvación sea vernos liberados del peso de la ley, de la culpabilidad del pecado y de la muerte.

¿Cómo, cuándo y dónde acontecer esta realidad salvífica? No lo sabemos: permanezcamos en una docta ignorantia, en una sabia confianza en Dios.

03.- Esperanza en la vida (y en la muerte).

El primer acto salvífico de Dios es la creación. Cuando Dios crea, salva. No es que Dios cree y luego veremos a ver qué pasa, y según pase, veré cómo os trato, porque tengo preparado un infierno espléndido.

Dios nos hace para la vida (salvación). Dios quiere que todos los hombres se salven (vivan) y lleguen a vivir en verdad. (1Tim 2,4-5).

La afirmación bíblica es de grueso calado:

  • Dios quiere que vivamos (que nos salvemos). Es decir: Dios crea y quiere la vida. Nuestro Dios es un Dios de vivos y no de muertos, (Lc 20,38). El Dios de JesuCristo es de vida y salvación, no de muerte y condenación.
  • Dios quiere que vivamos todos. Es decir, la voluntad de Dios no es que unos se salven y otros no, que un pueblo (Israel) se salve y otro, no. Ni tan siquiera pone condiciones morales: los buenos viven, los pecadores, no.

La mesa, el banquete está abierto a todos: salid a los caminos e invitad a todos. Dios nos quiere a todos.

04.- JesuCristo es vida y salvación.

    Ningún ser humano tiene fuerza ni capacidad para salvarse a sí mismo. JesuCristo es la puerta de salvación, la amplia puerta de la misericordia.

    La puerta estrecha es una metáfora popular, no un peaje. En todo caso la puerta es JesuCristo y JesuCristo es misericordia.

    En la reciente biografía (2021) de José M Guibert sobre S Fco Javier recuerda el autor cómo en tiempos de Javier, (s XVI) no se había llegado a que la salvación se acerca al ser humano dentro y fuera de la Iglesia, en el cristianismo y en otras religiones. Tendrán que pasar algunos siglos para que lleguemos a pensar en los “cristianos anónimos” (K Rahner), a pensar que los seres humanos llegamos a la salvación no por nuestros méritos, sino por los de Cristo y para toda la humanidad. Dios puede salvar a todos los seres de modos y maneras que a nosotros se nos escapan.

    Nuestro futuro está en manos de Dios y Dios es más grande y mejor que todo el entramado eclesiástico. Tengamos cuidado no sea que lo que salva el evangelio lo condena la moral.

05.- ¿Cómo vivir y cómo morir?

Respecto al “más allá”, vivamos tres breves pero decisivas anotaciones-actitudes:

  • Todos -todos- vivimos y morimos en la misericordia de Dios, (absténganse eclesiásticos terminales de hacer interpretaciones ultramontanas).
  • Quedémonos en la esperanza de los salmos místicos y la Sabiduría:

Salmo 16 No abandonará mi vida en el sheol (muerte), no dejarás a tu fiel amigo conocer la fosa (corrupción / muerte).

Salmo 49 Dios rescatará mi vida (me llevará consigo) de las garras del sheol (abismo) y me llevará consigo.

Sabiduría 3,1    Nuestra vida está en manos del Señor

  • Que nuestra actitud final en este tramo de la vida sea como la de Cristo: en tus manos, Padre, encomiendo mi vida, (Lc 23,46).

Pensemos que todos, absolutamente todos morimos en la misericordia de Dios.

El que escribió el salmo 50, era muy consciente de las situaciones de muerte, de tristeza y abatimiento. Por eso pide al Señor:

Devuélveme la alegría de la salvación y de la vida.

 

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¿Estamos encendiendo un fuego o quemando un puente?

Martes, 16 de agosto de 2022
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61FECA71-C48A-4B57-BFCC-FF4501CDC653La reflexión de hoy es del colaborador de Bondings 2.0 Michael Sennett, cuya breve biografía se puede encontrar haciendo clic aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el domingo 20 de la hora ordinaria se pueden encontrar aquí.

Durante la noche de esta pasada vigilia de Pascua, esperé con entusiasmo que las luces se atenuaran. Continué con anticipación mientras miraba sobre el balcón del loft del coro. Mis ojos apenas se habían ajustado a la oscuridad total cuando noté que los cirios se acercaban a la llama de la vela pascual. Los feligreses encendieron solemnemente las velas de sus vecinos. Banco a banco, la luz se volvió más brillante. Pronto la nave fue iluminada por los cirios, la iglesia en llamas con fuego, una congregación unificada a la luz de Cristo.

Este recuerdo de paz y unidad parece estar en desacuerdo con la lectura del evangelio de hoy, ya que Jesús anuncia con entusiasmo a sus discípulos que ha venido a no traer paz a la tierra, sino que su misión es de división. Incluso las familias, dice, se dividirán. ¿Cómo puede ser que Jesús, descrito como el Príncipe de la Paz, se centre en ser divisivo?

Por lo general, atribuimos a Jesús como gentil y suave, y por una buena razón. Nuestros encuentros con él en las Escrituras se basan principalmente en el amor, el perdón y la justicia, y no hay nada de malo en esta imagen.

Jesús, sin embargo, también volcó mesas. También desafió las reglas de los líderes religiosos hipócritas. Estos son ejemplos de ira justa de un salvador apasionado. Incluso a lo largo de la agonía de la pasión, seguía siendo apasionado.

El deseo de Jesús de prender fuego a la tierra es una invitación para que compartimos su fervor. Las familias no siempre estarán de acuerdo, pero Jesús se dispara a pesar de esto, de modo que los padres, los hijos, los primos, los abuelos y otros familiares pueden encender sus relaciones entre sí con la luz de Cristo.

Las historias de católicos LGTBIQ+ y sus familias al comienzo de la crisis del SIDA se ven en mi mente. Las personas devotamente religiosas que cuidan a los miembros de la familia enferma enfrentaron un desafío a su fe y fueron condenadas al ostracismo por su interacción. Algunos experimentaron una conversión de corazón atendiendo a su hijo o padre enfermo, al darse cuenta de que la persona era un hijo amado de Dios y no merecía la condena. Hoy, escuchamos que las personas que abandonan la iglesia en apoyo de la familia y amigos LGBTQ+, o participan en ministerios que elevan a la comunidad queer. La vida de los católicos LGBTQ+ enciende a sus vecinos y los alienta a actuar en el amor.

Jesús no trata de causar conflictos deliberadamente. Su predicación nos asegura repetidamente que somos uno en el Señor. Sin embargo, entiende que su mensaje de amor es radical en comparación con las costumbres sociales, lo que sin duda causará cierto grado de división.

El conflicto es inevitable, pero Jesús nos instruye a amar. Una y otra vez, conoce a personas donde están mientras se apegan a su misión por la justicia. Camina con los excluidos y afirma su lugar en la mesa. A través de la tensión Jesús crea una paz mayor. Los líderes católicos que sirven a las personas excluidas, especialmente LGBTQ+, son ejemplos vivos de esta idea.

Dios nos convoca a unirnos a Jesús para difundir el fuego de la justicia. Aceptar esta pasión cristiana viene con una gran responsabilidad: amar sobre todo. En medio del conflicto, sin embargo, podemos perder fácilmente de vista este mandamiento. Ciertamente soy culpable. A veces me quedo tan atrapado en mi pasión por la justicia social, especialmente por los problemas LGBTQ+, que mi actitud hacia los demás puede ser dura.

Por ejemplo, un primo con el que estoy particularmente cerca no me ve de cara a cara en muchos temas. Hemos tenido nuestros argumentos a lo largo de los años, pero ninguno tan intenso como en 2020. Nos enfrentamos con frecuencia y yo era implacable en mi vergüenza sobre sus posiciones. Nuestra disputa se trataba principalmente de racismo, pero también incluía leyes de baño anti-transgénero. No fue sino hasta un momento de vulnerabilidad que admitió el peaje que le había asumido a ella y a nuestra relación. Nunca consideré su perspectiva o por qué tenía sus propias opiniones. En nuestras disputas, no encendía su fuego, sino que quemaba nuestro puente.

En la reflexión bíblica del domingo pasado, Mark, Hakes discutió este tipo de polarización. Escribió: “Estamos tan concentrados en quién tiene razón que a menudo olvidamos hacer lo correcto”. Conocer a otros donde están es una parte crítica del discipulado. En lugar de centrar toda nuestra energía en la conversión, necesitamos concentrarnos en el encuentro en sí mismo y abrir nuestros propios corazones también.

Considere la pasión de los defensores que aseguran la igualdad LGBTQ+, aquellos que ayudan a los refugiados y migrantes a encontrar refugio, las personas que trabajan incansablemente enseñan a otros a ser antirracistas. Estas personas a menudo se encuentran con ira hacia su trabajo, pero aún así logran tener conversaciones fructíferas y servir a las comunidades que las necesitan. Sonen la tierra con el fuego de Cristo.

El himno de reunión en la misa el fin de semana pasado fue “Quiero caminar com9 un hijo de la luz”. Canté con entusiasmo, aunque fuera de tono. Un versículo atrapado en mi cabeza: quiero seguir a Jesús. Siguiendo a Jesús, como hijo de la luz, significa abrirnos al conflicto y responder en el amor, especialmente cuando no estamos de acuerdo. Necesitamos compartir la llama con nuestros vecinos, no quemarlos sino encender su propio fuego. Cirio a cirio, persona a persona. La pregunta en tiempos de conflicto no es quién está de acuerdo con nosotros, sino prefuntarnos esto: ¿soy un cristiano tibio o alguien que está incendiando con pasión por la justicia para servir a los excluidos?

—Michael Sennett (él/él), 14 de agosto de 2022

Fuente New Ways Ministry

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Lunes 15 de Agosto de 2022. La Asunción

Lunes, 15 de agosto de 2022
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SSCC DelegacioPlata7

 

 

1ª LECTURA

Apocalipsis 11,19a;12,1.3-6a.10ab

Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal

Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de la alianza. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Apareció otra señal en el cielo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas. Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra. El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar luz, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera. Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios. La mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar reservado por Dios. Se oyó una gran voz en el cielo:

“Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo.

*

Salmo responsorial: 44

De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.

Hijas de reyes salen a tu encuentro,

de pie a tu derecha está la reina,

enjoyada con oro de Ofir. R.

Escucha, hija, mira: inclina el oído,

olvida tu pueblo y la casa paterna;

prendado está el rey de tu belleza:

póstrate ante él, que él es tu Señor. R.

Las traen entre alegría y algazara,

van entrando en el palacio real. R.

*

2ª LECTURA

1Corintios 15,20-27a

Primero Cristo como primicia; después todos los que son de Cristo

Hermanos:

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.

Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.

*

EVANGELIO

Lucas 1,39-56

El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludo a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”

María dijo:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.”

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

*

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

(15 de Agosto de 1977)

***

SU CUMPLEAÑOS

… todo este gesto tan amable de su presencia y sobre todo de su oración, por este servidor de ustedes, a quien abruma este cariño del pueblo y por el cual estoy dispuesto a seguir dando los años que el Señor me conceda. Y considero como un bello regalo de cumpleaños, que la Iglesia misma se hace, este nuevo diácono que vamos a ordenar.

LA ASUNCIÓN DE MARIA

Y en el ambiente del misterio que celebramos hoy, cómo recobra encanto toda esa fiesta de la Arquidiócesis en su Catedral. La asunción en cuerpo y alma de la Virgen al cielo no es una opinión piadosa. Es un dogma de fe, el dogma diríamos, de moda, el más reciente. Fue al clausurar el año de 1950 aquel gran Año Santo, que llevaba a Roma muchedumbres y que recibía aquel gran Pontífice que fue Pío XII. Durante esos años, se hizo una consulta muy interesante a todos los obispos del Mundo: ¿Cómo estaba en el pueblo la creencia de esta verdad, de que María ha sido llevada en cuerpo y alma al cielo? Al mismo tiempo que recogía la tradición de la liturgia, de la teología, y todo lo profundo que la Iglesia tiene en sus estudios, pudo tener la seguridad, el 1º de noviembre de aquél Año Santo, de proclamar como dogma de fe, y que por tanto es obligatorio creerlo todos los católicos, que María, después de terminar su curso mortal en la tierra, fue asunta, como recogida por Dios, en cuerpo y alma. Podemos decir, hermanos, porque una verdad que corresponde a los orígenes de nuestro cristianismo, a los orígenes del mismo Cristo, apenas en nuestro tiempo se proclama dogma de fe, no es que el Papa Pío XII inventó que María ha sido llevada en cuerpo y alma, como si hubiera inventado esa verdad hoy en 1950. Los dogmas no los hace el Papa. El Papa lo que hace es poner el sello de su autoridad, de su magisterio, para darle seguridad al pueblo de que esa verdad está contenida en la divina revelación. Y lo creemos no sólo porque lo dice el Santo Padre, sino sobre todo porque lo ha dicho Dios y lo ha revelado en la Sagrada Biblia y en la tradición viviente de la Iglesia. Leer más…

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“Seguidora fiel de Jesús”. Asunción de María – C (Lucas 1,39-56)

Lunes, 15 de agosto de 2022
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36343649-98FE-402D-8C73-BB8B911BC97ASanta María del Coro, San Sebastián

Los evangelistas presentan a la Virgen con rasgos que pueden reavivar nuestra devoción a María, la Madre de Jesús. Su visión nos ayuda a amarla, meditarla, imitarla, rezarla y confiar en ella con espíritu nuevo y más evangélico.

María es la gran creyente. La primera seguidora de Jesús. La mujer que sabe meditar en su corazón los hechos y las palabras de su Hijo. La profetisa que canta al Dios, salvador de los pobres, anunciado por él. La madre fiel que permanece junto a su Hijo perseguido, condenado y ejecutado en la cruz. Testigo de Cristo resucitado, que acoge junto a los discípulos al Espíritu que acompañará siempre a la Iglesia de Jesús.

Lucas, por su parte, nos invita a hacer nuestro el canto de María, para dejarnos guiar por su espíritu hacia Jesús, pues en el «Magníficat» brilla en todo su esplendor la fe de María y su identificación maternal con su Hijo Jesús.

María comienza proclamando la grandeza de Dios: «mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava». María es feliz porque Dios ha puesto su mirada en su pequeñez. Así es Dios con los sencillos. María lo canta con el mismo gozo con que bendice Jesús al Padre, porque se oculta a «sabios y entendidos» y se revela a «los sencillos». La fe de María en el Dios de los pequeños nos hace sintonizar con Jesús.

María proclama al Dios «Poderoso» porque «su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». Dios pone su poder al servicio de la compasión. Su misericordia acompaña a todas las generaciones. Lo mismo predica Jesús: Dios es misericordioso con todos. Por eso dice a sus discípulos de todos los tiempos: «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Desde su corazón de madre, María capta como nadie la ternura de Dios Padre y Madre, y nos introduce en el núcleo del mensaje de Jesús: Dios es amor compasivo.

María proclama también al Dios de los pobres porque «derriba del trono a los poderosos» y los deja sin poder para seguir oprimiendo; por el contrario, «enaltece a los humildes» para que recobren su dignidad. A los ricos les reclama lo robado a los pobres y «los despide vacíos»; por el contrario, a los hambrientos «los colma de bienes» para que disfruten de una vida más humana. Lo mismo gritaba Jesús: «los últimos serán los primeros». María nos lleva a acoger la Buena Noticia de Jesús: Dios es de los pobres.

María nos enseña como nadie a seguir a Jesús, anunciando al Dios de la compasión, trabajando por un mundo más fraterno y confiando en el Padre de los pequeños.

José Antonio Pagola

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15.8.22. Asunción de María, Revelación del Espíritu Santo (Balthasar, Boff, Pikaza)

Lunes, 15 de agosto de 2022
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0654713E-84D0-43F9-9DB8-BA6DADC5D6E1Del blog de Xabier Pikaza:

La tradición ortodoxa y católica ha entendido la Asunción de la Madre de Jesús desde una perspectiva de Pentecostés, de forma que   ella aparece como revelación y presencia del  Espíritu Santo (imagen 1-2).Así lo ha mostrado Amato (N. Diccionario de Mariología, Paoline, Roma 1986 (= Diccionario de Mariología, San Pablo, Madrid 1988, 82018, 693-717).

Tras una larga reflexión bíblica, histórica y teológica, el Card. A. Amato ha condensado en esa línea el pensamiento de tres pensadores significativos: H.von Balthasar, L. Boff y X. Pikaza (pags. 707-716 (Notas y aparato crítico en edición escrita).

  H.U. VON BALTHASAR. MARIOLOGÍA PERSONALISTA

 En una obra compleja y poco sistemática como la de H. Urs Von Balthasar, ¿qué puesto ocupan el Espíritu Santo y María? Nuestro autor no ha escrito ensayos específicos sobre María y su relación con el Espíritu Santo. El se sitúa en la línea de la aproximación intuitiva y estética a la realidad del cristianismo. En tal contexto se puede decir que el Espíritu Santo y María ocupan un lugar discreto y eficaz: el Espíritu y María están íntimamente asociados al misterio central de la kenosis del Verbo.

El Espíritu, para Von Balthasar, es ante todo ese “desconocido que está más allá del Verbo”. Siguiendo a Mühlen, habla sin dudarlo del “rostro anónimo” de este Espíritu y de su última soledad. Este Espíritu, en cuanto nosotros del Padre y del Hijo, no posee siquiera un nombre propio. Sin embargo, es a este Espíritu a quien se atribuye la obra de la glorificación del Padre y la obra de la recapitulación de toda la historia, del hombre y del mundo en la persona de Cristo-pleroma, tanto que el Espíritu está en el centro de las diversas ramificaciones de la teología dogmática. En la antropología cristiana el Espíritu es la fuerza misteriosa que penetra en el corazón del hombre, lo transforma y lo redime.

En la eclesiología es el Espíritu de unidad entre iglesia jerárquica petrina e iglesia del amor. En la teología de la historia es el Espíritu el que promueve el progreso espiritual del hombre y del cosmos hacia el reino de Dios.

En relación con estas afirmaciones se pueden sistematizar también las que se refieren a María. En su visión cristiana del hombre, nuestro autor afirma que a través del fiat de María, pronunciado en nombre de toda la humanidad, se establece una relación inviolable entre Dios y la humanidad y se realiza el paso definitivo de la antigua a la nueva alianza.

En la visión teológica de la iglesia, el puesto privilegiado de María y su actitud fundamental de disponibilidad comportan una especie de eclesialización de su conciencia personal. Es la transformación de lo mío personal en mío eclesial —una especie de alma eclesiástica, de la que hablan Orígenes y Ambrosio—; esto es, el empeño de poner lo mejor que tenemos al servicio de la iglesia y de su misión. En el contexto eclesiológico esta actitud fundamental recibirá el nombre de “principio mariano”, que es el factor de “feminidad cristiana”, por medio de la cual toda la iglesia, en tanto que esposa fiel de Cristo, es totalmente receptividad y disponibilidad a la palabra.

En la teología de la historia, finalmente, esta toma de conciencia concerniente a la dimensión mariana de la existencia cristiana y de la iglesia alcanza su vértice cuando Von Balthasar presenta la relación misteriosa entre la obediencia del Hijo a la voluntad del Padre y la sumisión de María al Espíritu como el verdadero centro teológico de la historia del mundo y de la humanidad y como el lugar de integración de todo acto de obediencia cristiana ulterior en el sacrificio único de Cristo.

 María ocupa un puesto primario en el ámbito de la constelación histórica de Jesús, y mantendrá este puesto a lo largo de todo el camino histórico de la iglesia. María, para Von Balthasar, es un elemento objetivo esencial de la historia de la salvación. Por eso, su mariología está siempre situada en sentido eclesiológico y cristológico. Particularmente original —y fecundo desde un punto de vista ecuménico— es un aspecto de la mariología de Von Balthasar: su reflexión sobre el papel de María en el interior del misterio de nuestra integración en el Amor trinitario. Afirma que el hombre no ha sido creado únicamente para su felicidad, sino para glorificación del Dios de la gracia y del amor. Por eso el quehacer primero de la teología es la percepción y la acogida en la fe de este amor de Dios, soberanamente libre, que manifiesta su gloria. Ahora bien, este misterio de la glorificación del Dios trinitario es obra del Espíritu.

La presencia del Espíritu en el hombre y en el mundo, que constituye nuestra justificación en Cristo, no es una simple imputación exterior, sino una verdadera revelación del hombre al hombre. Aquí se injerta, en la teología de la integración, la doctrina católica de María y de la iglesia, que da a esta teología una calidad humana incomparable. La victoria de Cristo sobre la muerte en tanto se hace una victoria para nosotros en cuanto que de nuestra parte ponemos una medida espiritual y humana que acoge y asume esta imposible posibilidad de justificación de la humanidad entera.

Esta medida o logro perfecto es la persona de María: esta mujer acoge nuestra salvación en una respuesta perfecta a la palabra divina, que toma su carne para hacer penetrar la gracia en la humanidad y en el mundo. María se convierte así en el anillo necesario para que se pueda realizar la obra del Espíritu. Pero María no se pone jamás en el puesto del Espíritu, que es siempre anterior a la creación del mundo y a la formación del pueblo del cual surge María, como madre de Dios y de la iglesia. El hecho fundamental de la mariologia de Von Balthasar es la asociación de María al pro nobis del sacrificio único de Cristo y a la obra universalizante e interiorizante del Espíritu.

De modo que el verdadero centro de gravedad de su teología, y sobre todo de su soteriología y eclesiología, no es otro que este acto de obediencia de la virgen María, mediante el cual la iglesia y la humanidad entera son inmersas en lo más profundo del misterio de Dios, que es Amor trinitario. A través del fíat de María se realiza el paso de la Trinidad intradivina a la económica de la salvación, y se establece de manera definitiva la relación inviolable entre Dios y la humanidad.

En esta mariología se va más allá de un puro planteamiento moral, y sobre todo se supera una cierta tendencia funcional de la mariología tradicional. Se apunta, en cambio, a la valoración de una mariología personal, en la que María, como persona, es colocada en su justo puesto en la constelación histórica de Jesús, como persona de la obediencia amante y del amor obediente, que da el sentido último a toda existencia cristiana. Adoptando esta actitud fundamental, la iglesia llega a ser una iglesia estructurada marialmente, y el cristiano entra en el orden de la disponibilidad, del servicio, de la humildad y de la gratuidad, características todas del Espíritu soberanamente libre de Cristo resucitado.

LEONARDO BOFF. MARÍA, “ROSTRO MATERNO DE DIOS,

a) El redescubrimiento de lo femenino. Es indudable que nuestra época está marcada por el redescubrimiento de lo femenino. Hasta el documento de Puebla contiene la afirmación “María es mujer” (n. 299), completada por otra afirmación verdaderamente innovadora: “Desde los orígenes —en su aparición y advocación de Guadalupe— María constituyó el gran signo, de rostro maternal y misericordioso, de la cercanía del Padre y de Cristo, con quienes ella nos invita a entrar en comunión” (n. 282). Esta premisa nos puede servir de introducción para la comprensión del libro de Boff sobre el rostro materno de Dios,dedicado todo él a descifrar y a afirmar el ser de la mujer hoy día.

En la sociedad contemporánea y a nivel mundial —afirma el teólogo brasileño– existe un gran cambio histórico, señalado por el paso de una sociedad sustancialmente patriarcal, fundada sobre el predominio del varón y de la racionalidad, a una sociedad centrada sobre la persona humana en cuanto tal, y sobre el equilibrio de sus componentes masculinos y femeninos, constituidos por la racionalidad y la objetividad, así como por la intuición y la subjetividad. Se está pasando, en resumen, de una sociedad del lógos a una sociedad de la sophía.

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Asunción y pandemia.

Lunes, 15 de agosto de 2022
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30C1785A-D005-4032-A2FB-FB61499B57D0Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Misa vespertina de la vigilia

Para que una verdad sea proclamada dogma por la Iglesia católica es preciso que tenga un fundamento bíblico. En el caso de la Asunción de la Virgen es casi misión imposible, porque ningún texto del Nuevo Testamento cuenta su muerte ni su asunción. Sin embargo, con buena voluntad se encuentra un mensaje muy actual en las lecturas, especialmente en esta época de pandemia. Me limito a las de la misa de la vigilia, que me resultan más sugerentes.

El premio merecido de María (Lucas 11,27-28)

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo:

– «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero él repuso:

– «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

El dicho popular: «Bendita sea la madre que te parió» tiene en el ambiente de Jesús una formulación más completa: «Bendito sea el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron». Nuestro dicho se limita al momento del parto; el que le dirige a Jesús una mujer desconocida tiene en cuenta los meses de gestación y los años de crianza. Es todo el cuerpo de la madre, vientre y pechos, lo que recibe la bendición.

Y esta es la relación con la fiesta: el cuerpo y alma de María, tan estrechamente unidos a Jesús, debían ser glorificados, igual que él. Si echamos la vista atrás, la vida de María no fue un camino de rosas. El anciano Simeón le anunció que una espada le traspasaría el alma. Y el primero en clavársela fue su propio hijo, que a los doce años se quedó en Jerusalén sin decirles nada. «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?». «Porque tengo que estar en las cosas de mi Padre». Y eso supondrá para María un sufrimiento continuo desde que comienza la actividad pública de Jesús. Oír que a su hijo lo acusaban de endemoniado, de comilón y borracho, de amigo de ladrones y prostitutas, de blasfemo… para terminar muriendo de la manera más infame. El cuerpo y el alma de María merecían una compensación. Esa glorificación es lo que celebramos hoy.

El premio inmerecido de todos nosotros (1 Corintios 15,54-57)

El destino de María es válido para todos nosotros, aunque por motivos muy distintos. Pablo alude al primer pecado: la ley de no comer del árbol de la vida provocó el pecado y, como consecuencia, la muerte. Pero de todo ello nos ha liberado Jesucristo, y la última palabra no la tiene la muerte sino la inmortalidad.

Hermanos:

Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: «La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?». El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la Ley. ¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

En esta larga etapa de pandemia, donde la muerte se ha hecho tan cercana y tantos cuerpos han sufrido y siguen sufriendo las consecuencias de la enfermedad, la fiesta de la asunción nos anima y consuela sabiendo que «esto corruptible se revestirá de incorrupción, y esto mortal de inmoralidad».

Un complemento poético (1 Crónicas 15,3-4.15-16; 16,1-2)

La misa de una solemnidad debe tener tres lecturas, la primera del Antiguo Testamento. Recordando que en las letanías se invoca a María como Arca de la alianza (Foederis arca), se pensó que el texto más adecuado para esta fiesta era el que describe la entrada del arca de la alianza en Jerusalén (el templo todavía no estaba construido). De la misma forma solemne y alegre entraría María en el cielo.

 En aquellos días, David congregó en Jerusalén a todos los israelitas, para trasladar el arca del Señor al lugar que le había preparado. Luego reunió a los hijos de Aarón y a los levitas. Luego los levitas se echaron los varales a los hombros y levantaron en peso el arca de Dios, tal como había mandado Moisés por orden del Señor. David mandó a los jefes de los levitas organizar a los cantores de sus familias, para que entonasen cantos festivos acompañados de instrumentos, arpas, cítaras y platillos. Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda que David le había preparado. Ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión a Dios y, cuando David terminó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en nombre del Señor.

José Luis Sicre

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Solemnidad de la Asunción de María. 15 de Agosto de 2022

Lunes, 15 de agosto de 2022
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En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”

(Lc 1, 39-56)

El evangelio de la solemnidad de la Asunción de María nos coloca en una de las escenas más alegres y llenas de color de todo el Evangelio.

El encuentro de estas dos mujeres, que están gestando en sus entrañas las más grandes promesas de Dios para la humanidad, es un canto eterno de esperanza.

Todo es tan incipiente y oculto que es difícil creer en ello, pero el encuentro de las dos experiencias deja fuera de juego a las dudas.

Isabel escucha la voz de María y la vida salta dentro de ella. Más tarde el Evangelio acabará con otro saludo, con otra voz la de Jesús que también hará saltar la vida en el corazón de María Magdalena. Podemos decir que la historia de Jesús empieza y termina (comenzando) con un salto. Primero saltó Juan, más tarde saltó María Magdalena. Son saltos de alegría y de vida porque es eso lo que nos regala Dios por medio de Jesús.

Y María aceptó ser cómplice de Dios en toda esta aventura. Dijo hágase e hizo de su vida un continuo espacio para los planes de Dios. Se atrevió con lo inesperado e incluso con lo imposible. Se puso en camino y se hizo abrazo con Isabel. Ellas dos no enseñan a ser abrazo, prolongación del abrazo que es Dios Trinidad. En ese encuentro estrecho somos la más bella imagen de nuestro Creador.

Oremos

Trinidad Santa, Abrazo Tierno, que seamos portadoras y transmisoras de abrazos, que llevemos la sorpresa de tu mensaje que hace saltar de alegría y transforma la soledad en compañía. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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María pudo identificarse totalmente con Dios porque lo divino estaba en ella desde el principio.

Lunes, 15 de agosto de 2022
Comentarios desactivados en María pudo identificarse totalmente con Dios porque lo divino estaba en ella desde el principio.

3750880Lc 1, 39-56

No debemos caer en el error de considerar a María como una entidad paralela a Dios sino como un escalón que nos facilita el acceso a Él. El cacao mental que tenemos sobre María se debe a que no hemos sido capaces de distinguir en ella dos aspectos: uno la figura histórica, la mujer que vivió en un lugar y tiempo determinado y que fue la madre de Jesús; otro la figura simbólica que hemos ido creando a través de los siglos, siguiendo los mitos ancestrales de la Diosa Madre y la Madre Virgen. Las dos figuras han sido y siguen siendo muy importantes para nosotros, pero no debemos confundirlas.

De María real, con garantías de historici­dad, no podemos decir casi nada. Los mismos evangelios son extremadamente parcos en hablar de ella. Una vez más debemos recordar que para aquella sociedad la mujer no contaba. Podemos estar completamente seguros de que Jesús tuvo una madre y además, de ella dependió totalmente su educación durante los doce primeros años de su vida. El padre en aquel tiempo se desentendía totalmente de los niños. Solo a los 12 ó 13 años, los tomaban por su cuenta para enseñarles a ser hombres, hasta entonces se consideraban un estorbo.

De lo que el subconsciente colectivo ha proyectado sobre María, podíamos estar hablando semanas. Solemos caer en la trampa de equiparar mito con mentira. Los mitos son maneras de expresar verdades a las que no podemos llegar por vía racional. Suelen ser intuiciones que están más allá de la lógica y son percibidas desde lo hondo del ser. Los mitos han sido utilizados en todos los tiempos, y son formas muy valiosas de aproximarse a las realidades más misteriosas y profundas que afectan a los seres humanos. Mientras existan realidades que no podemos comprender, existirán los mitos.

En una sociedad machista, en la que Dios es signo de poder y autoridad, el subconsciente ha encontrado la manera de hablar de lo femenino de Dios a través de una figura humana, María. No se puede prescindir de la imagen de lo femenino si queremos llegar a los entresijos de la divini­dad. Hay aspectos de Dios que, solo a través de las categorías femeninas, podemos expresar. Claro que llamar a Dios Padre o Madre son solo metáforas para poder expresarnos. Usando solo una de las dos, la idea de Dios queda falsificada porque podemos quedar atrapados en una de las categorías masculinas o femeninas.

El hecho de que la Asunción sea una de las fiestas más populares de nuestra religión es muy significativo, pero no garantiza que se haya entendido correctamente el mensaje. Todo lo que se refiere a María tiene que ser tamizado por un poco de sentido común que ha faltado a la hora de colocarle toda clase de capisayos que la desfiguran hasta incapacitarla para ser auténtica expresión de lo divino. La mitología sobre María puede ser muy positiva, siempre que no se distorsione su figura, alejándola tanto de la realidad que la convierte en una figura inservible para un acercamiento a la divinidad.

La Asunción de María fue durante muchos años una verdad de fe aceptada por el pueblo sencillo. Solo a mediados del siglo pasado se proclamó como dogma de fe. Es curioso que, como todos los dogmas, se defina en momentos de dificultad para la Iglesia, con el ánimo de apuntalar sus privilegios que la sociedad le estaba arrebatando.

Hay que tener en cuenta que una cosa es la verdad que se quiere definir y otra la formulación en que se mete esa verdad. Ni Jesús ni María ni ninguno de los que vivieron en su tiempo, hubiera entendido nada de esa definición dogmática. Sencillamente porque está hecha desde una filosofía completamente ajena a su manera de pensar.

La fiesta de la Asunción de María nos brinda la ocasión de profundizar en el misterio de toda vida humana. A todos nos preocupa cuál será la meta de nuestra existencia. Se trata de la aplicación a María de toda una filosofía de la vida, que puede llevarnos mucho más allá de consideraciones piadosas.

Allí donde encontramos multiplicidad, falsedad, maldad, debemos profundizar hasta descubrir en lo hondo de todo ser, la unidad, la verdad y la bondad. Toda apariencia debe ser superada para encontrarnos con la auténtica realidad. Esa REALIDAD está en el origen de todo y está escondida en todo. En el momento que desaparezcan las apariencias, se manifestará toda realidad como una, verdadera y buena. Es decir que la meta de todo ser se identificará con el origen de toda realidad.

La creación entera está en un proceso de evolución, pero aquella realidad hacia la que tiende es la realidad que le ha dado origen. Ninguna evolución sería posible si esa meta no estuviera ya en la realidad que va a evolucionar. Ex nihilo nihil fit, (de la nada, nada puede surgir) dice la filosofía. Si como principio de todo lo que existe ponemos a Dios, resultaría que la meta de toda evolución sería también el mismo Dios.

Lo que queremos expresar en esta fiesta, es precisamente esto. No podemos entender literalmente el dogma. Pensar que un ser físico, María, que se encuentra en un lugar, la tierra, es trasladado localmente también en el cuerpo, a otro lugar, el cielo, no tiene ni pies ni cabeza. Hace unos años se le ocurrió decir al Papa Juan Pablo II que el cielo no era un lugar, sino un estado. Pero me temo que la inmensa mayoría de los cristianos no ha aceptado la explicación, aunque nunca la doctrina oficial había dicho otra cosa.

El dogma es un intento de proponer que la salvación de María fue absoluta y total. Esa plenitud consiste en una identificación con Dios. Como en el caso de la ascensión, se trata de un cambio de estado. María ha terminado el ciclo de su vida terrena y ha llegado a su plenitud. Pero no a base de añadidos externos sino por un proceso interno de identificación con Dios. En esa identificación con Dios no cabe más. Ha llegado al límite de las posibilidades. Esa meta es la misma para todos. “Cielos” significa lo divino.

Cuando nos dicen que fue un privilegio, porque los demás serán llevados al cielo pero después del juicio final, ¿de qué están hablando? Para los que han abandonado esta vida, no hay tiempo. Todos los que han muerto están en la eternidad, que no es tiempo acumulado, sino un instante. Concebir el más allá como continuación del más acá nos ha metido en un callejón sin salida; y muchos se encuentran muy a gusto en él.

Cuando hablamos de Jesús y de María, debemos hacer una distinción. Por ser seres humanos históricos y reales, sí podemos hablar de ellos con propiedad desde la perspectiva terrena. Pero cuando tratamos de expresar lo divino que hay en ellos, nos encontramos con el mismo problema de Dios. No podemos hablar de esa conexión con lo divino si no es por medio de metáforas y signos.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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María, parábola de Dios.

Lunes, 15 de agosto de 2022
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magnificat-wLc 1, 39-56

«Por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso».

La buena Noticia es que en Jesús hemos visto que Dios es mucho mejor de lo que nadie había sido capaz de imaginar, y por eso “Abbá” es el corazón de esa buena Noticia. A Abbá le conocemos en Jesús, el hombre tan lleno de su espíritu que se le transparentaba, o dicho en lenguaje coloquial, el hijo que “había salido” a su Padre.

Pero poco les duró a los cristianos la alegría de este feliz hallazgo, pues desde época muy temprana, la teología erudita se encargó de dar un cambiazo nefasto sustituyendo a Abbá por el Dios Todopoderoso que juzga nuestros pecados. Tampoco Jesús salió bien parado de este envite, pues se convirtió en el Señor (el amo) que volverá para separar las ovejas de las cabras y enviar a las cabras al castigo eterno.

¡Había muerto la buena noticia!

Pero cuando en lo más recóndito de su ser, allá donde no llega la conciencia, los fieles  cristianos se sintieron desamparados y a expensas de un juez que iba a determinar su destino, se apresuraron a buscar una buena abogada; y no puede haber mejor abogada, mejor intercesora, que una madre, porque su amor es incondicional y no lleva cuentas del mal… Por supuesto, la mejor madre que podían encontrar era María, la madre de Jesús, así que la revistieron de los atributos más destacados de Dios-Abbá y recuperaron lo que les habían arrebatado.

La devoción a María se convirtió así en la más entrañable, y a sus devotos todo les parecía poco para adornar a la que se había convertido en su mejor garantía ante la fría justicia de Dios. Era nuestra madre amantísima, el refugio de los pecadores, el auxilio de los cristianos, la consoladora de los afligidos… Por supuesto, la madre del cielo no podía estar sometida al pecado, y nació el dogma de su Concepción Inmaculada. Tampoco podían sus restos corromperse bajo tierra como los de cualquier mortal, y eso dio lugar al dogma de su Asunción en cuerpo y alma a los cielos…

Y desde nuestra mentalidad ilustrada y pedante, todo esto nos resulta gazmoño y pueril; pensamos que ninguna persona culta del siglo XXI puede creer en estas simplezas que lo único que revelan es la inmadurez de la fe de nuestros abuelos… Pero en el fondo es una historia preciosa que muestra que el Espíritu sopla dónde y cuándo se le necesita, y muestra también que se encuentra mucho más a gusto entre la gente sencilla que entre los sabios y entendidos.

Ruiz de Galarreta llamaba a María “Parábola de Dios”, y añadía: «No hay palabras ni sentimientos capaces de agradecer suficientemente a María la salvación de todo lo que más caracteriza a la religión de Jesús, a la buena Noticia: sentirse querido, saber que alguien siempre te comprende, te perdona y te acoge, alguien a quien no temer, alguien que no lleva cuentas de mal… Eso, que debería haber sido Dios-Abbá, fue para los cristianos la madre de Jesús».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Nuevas imágenes para la Asunción de María.

Lunes, 15 de agosto de 2022
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estos_son_mi_madre_y_hermanosLa imagen de Asunción despierta imágenes de movimiento, de atracción hacia arriba, de impulso ascensional; nuestra mirada es atraída hacia la altura y vemos a María elevada hacia ese ámbito que llamamos “cielo” donde, con palabras de Pablo, están “las cosas de arriba“, por contraposición a “las cosas de abajo” (Col 3,1). Pero además de esta imagen espacial, podemos explorar otras que nos acerquen a María:

La obra terminada

Al hablar de la Asunción nos referimos al resultado final y a la culminación del proceso vital de María. Pero la meta supone siempre un camino, el fruto ha tenido una larga maduración en el árbol, la piedra preciosa ha cristalizado lentamente durante miles de años en la hondura de la roca. Cuando se emprende una obra pública de envergadura se suele construir una maqueta que muestre el proyecto que se está construyendo y se expone en un lugar visible para que todos puedan ver cómo va a ser el final: al mirarla, contemplamos e imaginamos la obra ya terminada. La Iglesia nos pone hoy ante una “maqueta” que nos muestra el resultado final de la obra de Dios en la mujer que no opuso ninguna resistencia a su acción: “Hágase en mí…”, dijo María, la mujer de la Nueva Creación, acogiendo sobre ella la presencia del mismo Espíritu que “se cernía sobre la faz de las aguas” (Gen 1,2) en la mañana de la primera creación.

El fruto de la nueva Tierra

Cuando Moisés no sabía cómo convencer a un pueblo cansado, escéptico y desmotivado para entrar en la tierra de la promesa, envió exploradores a Canaan que volvieron cargados con gigantescos racimos de uvas dulces, frescas y apetitosas: ¡Estos son los frutos de la tierra hacia la que nos dirigimos!”, dijo Moisés al mostrárselos a los israelitas (Num 13). Algo así hace la Iglesia cuando nos presenta la Asunción de María, como si nos dijera: “Mirad las primicias de la humanidad nueva, ella es el fruto ya granado de la Tierra hacia la que nos dirigimos. Dichosos vosotros por haber recibido la buena noticia del campo donde echa sus raíces el Árbol de la Vida que produce semejante fruto, compartid con otros ese secreto a voces, ese sabor del vino que llena de alegría”. La existencia ya glorificada de María y su alegría, son los únicos instrumentos de que dispone para decirnos: “Es una tierra que mana leche y miel. Vale la pena subir a conocerla”.

La casa preparada

Me voy a prepararos lugar, decía Jesús, y cuando vaya y os prepara el lugar, vendré de nuevo a llevaros a mi casa para que donde yo esté, estéis también vosotros (Jn 14, 2-3).

María, la primera en llegar a la Casa, toma parte con su Hijo en la tarea de preparar ese lugar para que un día, donde ella esté, estemos también nosotros. Ella nos espera “a mesa puesta” en ese banquete del que le gustaba hablar a su Hijo.

La meta alcanzada

La imagen es de Pablo en su carta a los Filipenses: Hermanos, yo no lo he alcanzado aún, ni he llegado ya a ser perfecto, sino que continúo mi carrera a fin de poder alcanzar a aquel por quien yo mismo fui alcanzado, Cristo Jesús. (Fil 3,12). El evangelio nos presenta a María desde el comienzo “caminando deprisa” desde Nazaret de Galilea a la sierra de Judea para llegar a casa de su prima Isabel y en aquella primera “meta” de su carrera, recibió de labios de Isabel la primera bienaventuranza: “Dichosa tú que has creído…”. Y aquello no fue sino un anticipo de la felicitación que iba a recibir en el final definitivo de su trayectoria. Toda la vida de María consistió en dirigirse apasionadamente hacia esa meta definitiva que no podía ser otra cosa que su propio Hijo. Como cuando llega la primavera y el ánade salvaje emprende el vuelo de retorno y nada puede detener su impulso ascensional.

Dolores Aleixandre

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Quien comprende es feliz

Lunes, 15 de agosto de 2022
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2A8ED1C6-34B3-48EC-9575-ED8BF22B8FC9Fiesta de la Asunción

15 agosto 2022

Lc 1, 39-56

Entendida en su literalidad, la expresión “dichosa tú, que has creído” no se sostiene, porque la dicha o la felicidad no puede apoyarse en una creencia. La creencia, en cuanto constructo mental, únicamente puede ofrecer una sensación de seguridad mientras la persona mantiene su adhesión a ella. Pero, en sí misma, carece de consistencia.

 Eso mismo ocurre cuando pensamos que la felicidad es “algo” a conseguir. La convertimos así en un objeto, sin caer en la cuenta de que todo objeto es, por definición, impermanente y, por tanto, incapaz de otorgar dicha o felicidad estable.

  La felicidad no nos viene de fuera ni nos espera en el futuro. Tampoco se halla en “algo” que deberíamos alcanzar. La felicidad es una con lo que somos, es otro nombre de nuestra identidad profunda, por lo que trasciende toda circunstancia que nos pueda ocurrir.

 Al escribir esto, me vienen a la memoria las palabras de Nisargadatta: “Compare usted la conciencia y su contenido con una nube. Usted está dentro de la nube, mientras que yo la miro. Está usted perdido en ella, casi incapaz de ver la punta de sus dedos, mientras que yo veo la nube y otras muchas nubes y también el cielo azul, el sol, la luna y las estrellas. La realidad es una para nosotros dos, pero para usted es una prisión y para mí un hogar”.

 O aquellas otras de Ramana Maharshi: “Usted es ignorante de su estado de plena felicidad”. Ya somos felicidad. El problema es que nos identificamos con lo que no somos y, en esa misma medida, nos alejamos de la felicidad y, a continuación, la objetivamos en “algo” y la proyectamos “fuera”. Pero la felicidad no es un “estado de ánimo” -que puede variar-, sino un “estado de ser”, que nace justamente de la comprensión profunda y que es capaz de abrazar todos los estados de ánimo.

 De manera inmediata, nuestra mente coloca etiquetas sobre aquello que supuestamente nos haría felices y aquello otro que supuestamente nos arrebataría la felicidad. Ante esto, la pregunta decisiva es: ¿Estamos dispuestos a incluir todo tipo de situaciones dentro de la felicidad?… ¿Estamos verdaderamente dispuestos a ser felices en cualquier situación… o queremos “salirnos con la nuestra”? Eso requiere ser honestos. Al llevar la honestidad al mundo de nuestras imágenes mentales acerca de la felicidad, nos damos cuenta de que rechazamos la felicidad constantemente. Rechazamos la felicidad cada vez que el presente no se parece a nuestra imagen feliz. ¿Cómo vamos a ser felices si renunciamos a ella constantemente? Dicho de modo más simple: el mayor obstáculo para ser felices no es otro que la imagen mental que tenemos de la felicidad.

 La felicidad -no podía ser de otro modo- nace de la comprensión experiencial de lo que somos. La ignorancia introduce en la confusión y en el sufrimiento; la comprensión ilumina y nos hace reconocernos en “casa”, sea lo que sea lo que ocurra. Sin duda, solo quien comprende es feliz. Tenía razón Sócrates al afirmar que “solo hay una virtud: la sabiduría [o comprensión]; y solo hay un único vicio: la ignorancia”.

¿Qué es, para mí, la felicidad? ¿Dónde la pongo o la busco?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El ser humano no es una sinfonía incompleta: La Asunción es también nuestro final.

Lunes, 15 de agosto de 2022
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im22090asuncion-maria-02jpgDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- La fiesta de la Asunción.

  En el Nuevo Testamento no hay testimonios de la Asunción de la Virgen María a los cielos. Pero la tradición de la veneración a la Virgen proviene desde el comienzo de la Iglesia.

      El Concilio de Éfeso (año 431) ya dijo que María era theo-tokos (theos: Dios – tokos: parto): madre de Dios (la que ha dado a luz a Dios).

    Las primeras referencias histórico-litúrgicas de la fiesta de la Asunción datan del siglo VI.

      Sin embargo la definición del dogma de la Asunción es reciente. Fue el papa Pío XII, quien el 1 de noviembre de 1950, propuso a la fe de la Iglesia que María, la madre del Señor fue llevada a los cielos en cuerpo y alma.

     ¡Cómo no vamos a creer que María terminó con y como su Hijo, Jesús, en la casa del Padre, en el cielo!

    La definición dogmática de Pío XII está construida desde una filosofía griega: cuerpo y alma, los cielos, etc… filosofía de la que podemos prescindir: cuerpo, alma, los cielos, etc. Es más que suficiente y esperanzador pensar y creer que María terminó en Dios, eso es lo decisivo.

02.- UNA FIESTA LLENA de VIDA y alegría

     El relato evangélico de hoy está lleno de vida y vitalidad:

     Dos mujeres que están creando vida, de qué van a hablar si no es de la misma vida, llenas de alegría, esperanza y, seguramente, algo de preocupación. El relato de hoy es un canto a la vida y por eso está lleno de alegría, de esperanza.

  • El encuentro de dos familias, dos mujeres que están gestando dos nuevas vidas: María e Isabel, Jesús y Juan.
  • Bendita entre las mujeres
  • La criatura salta de alegría en el seno materno de Isabel
  • María canta a Dios: Proclama mi alma
  • Se alegra mi espíritu en Dios.
  • Le felicitarán todas las generaciones.

     Sabemos que la vida tiene dificultades, pero la existencia humana es encuentro, es crear vida, es bendición, es alegría, es felicitarse por las pequeñas -y las grandes- cosas que acontecen en la historia y en nuestras vidas.

03.- María: madre y mujer creyente.

     A veces se ha presentado a María como una mujer-madre que ya se lo sabía todo: su hijo, Jesús, era el hijo de Dios, y por lo tanto todo estaba claro y resuelto.

    Pero las cosas no fueron así. María, lo mismo que José, no entendían las actitudes de Jesús, su modo de vida, su comportamiento ante los fariseos, ante el Templo y los sacerdotes.

    Jesús “aprendió” de María, su madre. Como toda madre, transmitió a su hijo la cultura, la ley judía, el amor a la Palabra, los salmos, las costumbres, las fiestas, etc. Pero Jesús se distanció mucho del pensamiento y de la tradición del Antiguo Testamento. Incluso la familia de Jesús pensaba que estaba loco: Sus parientes fueron para hacerse cargo de Él, porque decían: Está fuera de sí, estaba loco. (Mc 3,21).

     Por eso, no les fue fácil ni a María ni a José comprender la forma de comportarse Jesús frente a la ley, en el Templo. Menos podían entender la gente con la que Jesús trataba y los discípulos que le seguían: publicanos, pecadores, prostitutas, zelotas, etc.

    ¿Cómo les sentaría a María y a José aquello que Jesús les contesta tras su “desmarque” en el Templo de Jerusalén: ¿No sabíais que he de ocuparme de las cosas de mi Padre?

     De ahí que María hubo de creer -fe- en su propio hijo. María llegó a la fe en que su hijo Jesús era expresión, palabra de Dios. María comprendió y vio en Jesús a Cristo.

     De ahí que pudiéramos decir que María es la primera creyente. María se fio de Dios. María es madre de Jesús, pero sobre todo es creyente en Jesu-Cristo.

04.-   La fiesta de la Asunción es canto de esperanza a la vida.

     Dios no nace, no llega a nosotros como un extraterrestre en una nave espacial. Dios vino a nosotros -y viene- como venimos todos. Por medio de personas embarazadas de vida que, como Isabel o María, traen vida a la humanidad, dan luz a la vida, aportan esperanza desde su estado de buena esperanza.

     María e Isabel se visitaron en ese estado por una parte de dificultad y, por otra, de buena y gran esperanza.

    ¿Y si nosotros visitáramos con esperanza a nuestros hermanos en situaciones de dificultad?

     El nivel de esperanza de nuestra civilización está bajo mínimos. La fiesta de la Asunción es una palabra que sostiene la esperanza de los sencillos, apoyando la causa de los pobres, dando sentido al clamor de los hambrientos, estando siempre al lado de quienes nos necesitan, dando vida a quienes se encuentran abatidos por el pesimismo de quien no tiene fe y no ve más allá de los límites de este pequeño mundo que es nuestra historia.

     Pensando en voz alta: nuestra civilización ha sustituido la esperanza por el progreso. Confiamos en el progreso pero no tenemos esperanza. Sin embargo el progreso no termina de dar razón de nuestras vidas. El progreso es lo que es y da de sí lo que da de sí. Pero no se puede decir que porque un caníbal utilice microondas, plato, cuchillo, tenedor y servilleta haya progresado mucho la humanidad.

     El futuro absoluto está en Dios, y si no, no hay un futuro dotado de sentido.

    La existencia dotada de esperanza absoluta vive no fácil, pero sí serenamente las cuestiones de la vida: la libertad, la culpa, la gratuidad, la familia, el pueblo, el futuro.

05.- La Asunción: no somos una sinfonía incompleta.

     La Virgen María, Jesús completaron su existencia en Dios. Algo de eso es lo que significan las fiestas de la Ascensión (Jesús) y la Asunción (María). Habremos de acallar nuestra curiosidad de cómo sea ese final, el cielo. Podemos tener dificultades sobre el cómo será, dónde, cuándo, etc., pero mantengamos firme la esperanza de que “será”. Confiemos en que será. Será en Dios.

     No somos una sinfonía incompleta. Nuestro final es el mismo de Jesús y de María: el cielo. También para nosotros se abrió en el cielo la casa de Dios. (Apocalipsis).

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¿Nos animamos a ponernos en camino?

Lunes, 15 de agosto de 2022
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2D162234-A166-4839-80E0-7920D20956B7Lc 1, 39-56

Celebrar hoy a María que es llevada al encuentro definitivo con Dios nos compromete a vivir, como ella, esos otros encuentros transformadores en los que compartimos y cantamos la vida que Dios nos regala.

Este domingo celebramos la fiesta de la Asunción de María. Lo normal es que acudan a nuestra mente las muchas imágenes que hemos visto de María, mirando a lo alto, con las manos juntas, rodeada de ángeles, sobre nubes que indican cómo es elevada al cielo. Es realmente una fiesta que nos habla del triunfo y la santidad de María, pero que apenas nos dice nada, si nos quedamos en las imágenes, porque nuestra propia experiencia tiene poco que ver con ellas.

Pero, como tantas veces, el evangelio de hoy nos saca de estas imágenes que nosotros mismos nos hacemos y nos presenta a María con los pies en la tierra. Viviendo salidas y encuentros que sí pueden parecerse a los nuestros. Vamos a intentar acoger toda la riqueza de este texto, precioso y claro, ayudándonos de dos imágenes que nos presenta:

1. El encuentro de dos mujeres embarazadas

Según Lucas, María acaba de recibir la noticia de que ha sido elegida para ser madre del Mesías, del Hijo de Dios, y lo que hace es “ponerse en camino” y añade el texto “con prontitud”, aunque también puede traducirse con diligencia, con empeño, con cuidado… Como una decisión que brota de su nueva condición de madre, de sentir que en sus entrañas crece la nueva vida que viene de Dios.

Dios ha salido a su encuentro y ella va al encuentro de Isabel, una mujer también embarazada. Dos embarazos que se nos invita a contemplar a la luz de la fe, porque se realizan en circunstancias que humanamente son imposibles. En el caso de María porque “no conoce varón” y en de Isabel porque es anciana, “ha concebido en la vejez”. Y es que la vida que nace de Dios, nos dice el evangelio, rompe todas las normas, supera nuestros cálculos, nos sorprende irrumpiendo con fuerza allí donde nosotros no vemos posibilidades.

Esta experiencia de que para Dios “nada hay imposible”, de que Él sale al encuentro y hace surgir vida en dos mujeres sencillas, como entre tantos pobres y humildes, es una experiencia de las primeras comunidades cristianas, pobres, pequeñas y perseguidas. ¿No puede ser hoy la nuestra? ¿No se sienten nuestras comunidades a veces como Isabel, demasiado mayores y cansadas para algo nuevo, o demasiado solas y llenas de dificultades para ello?

Dos mujeres embarazadas, que se encuentran, ¿de qué hablan? Sin duda de sus hijos, de su alegría, del futuro… En este caso nos dice el evangelio que la alegría es desbordante y contagiosa, tan honda que “el niño salta de gozo en sus entrañas” y se llena del Espíritu de Dios. Y desde este Espíritu hablan de un futuro que las transciende, que no es solo el futuro de sus hijos, es el futuro de todo el pueblo, de toda la humanidad.

La hondura de gozo y de fe hace que este encuentro adquiera otra dimensión, del encuentro de dos mujeres pasa a ser el encuentro definitivo y permanente de Dios y nuestro mundo, su mundo.

2. Una mujer que se pone a cantar a Dios y al mundo nuevo que Él hace posible

Esta es la segunda imagen, María consciente de lo que está viviendo prorrumpe en un cantico que expresa una de las imágenes de Dios más rotundas y esperanzadoras del Nuevo Testamento.

Es importante considerar cómo Lucas pone en boca de María este canto que conocemos como el Magníficat. No vamos a entrar en su origen, ni a tratar de desentrañar las imágenes del AT que evoca… Vamos a dejar que nos toque el corazón desde su sencillez y frescura, a la vez que desde su hondura y tremendas afirmaciones.

María expresa su conciencia maravillada de la acción de Dios en ella, más allá de su pequeña realidad o precisamente por ella. Descubre que Dios es grande porque actúa en su sierva pobre y sin méritos. Y afirma con contundencia que es a ella, humilde mujer nazarena, a quien todas las generaciones llamarán bienaventurada. No solo a su hijo ni a su Dios.

Y esta experiencia de que Dios hace maravillas en ella, es la razón por la que afirma que Dios es misericordioso y que esta misericordia realizada en ella, se extiende, de generación en generación, sobre los que le temen, sobre los que le toman en serio, sobre los que creen en él y le aman.

Su experiencia personal, es la que le hace descubrir cómo actúa Dios en el mundo y como está dispuesto a hacer nuevo nuestro futuro, con acciones desestabilizadoras a favor de los pequeños, de los necesitados:

“Dispersa a los soberbios de corazón, derriba a los poderosos y ensalza a los humildes. Llena de bienes a los hambrientos y despide vacios a los ricos”

Esta es la promesa de Dios para con su pueblo, la promesa que hace cantar de gozo a María. Esta es la promesa que Dios nos hace hoy a nosotros, que hace a nuestra Iglesia y a nuestro mudo.

Aclamar y celebrar hoy a María que es llevada al encuentro definitivo con Dios nos compromete a vivir, como ella, esos otros encuentros transformadores en los que compartamos y cantemos la vida que Dios, por su misericordia, derrama en nosotros, en nuestra pobre realidad. ¿Nos animamos a ponernos en camino?

¡Feliz domingo! ¡Feliz día de la Asunción de María!

Mª Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

Fuente Fe Adulta

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“El fuego traído por Jesús”. 20 Tiempo ordinario – C (Lucas 12,49-

Domingo, 14 de agosto de 2022
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A teenage girl in an argument with her mother and father

Por los caminos de Galilea Jesús se esforzaba por contagiar el «fuego» que ardía en su corazón. En la tradición cristiana han quedado huellas diversas de su deseo. Lucas lo recoge así: «He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!». Un evangelio apócrifo más tardío recuerda otro dicho que puede provenir de Jesús: «El que está cerca de mí está cerca del fuego. El que está lejos de mí está lejos del reino».

Jesús desea que el fuego que lleva dentro prenda de verdad, que no lo apague nadie, que se extienda por toda la Tierra y que el mundo entero se abrase. Quien se aproxima a Jesús con los ojos abiertos y el corazón despierto va descubriendo que el «fuego» que arde en su interior es la pasión por Dios y la compasión por los que sufren. Esto es lo que le mueve y le hace vivir buscando el reino de Dios y su justicia hasta la muerte.

La pasión por Dios y por los pobres viene de Jesús, y solo se enciende en sus seguidores al contacto de su Evangelio y de su espíritu renovador. Va más allá de lo convencional. Poco tiene que ver con la rutina del buen orden y la frialdad de lo normativo. Sin este fuego, la vida cristiana termina extinguiéndose.

El gran pecado de los cristianos será siempre dejar que este fuego de Jesús se vaya apagando. ¿Para qué sirve una Iglesia de cristianos instalados cómodamente en la vida, sin pasión alguna por Dios y sin compasión por los que sufren? ¿Para qué se necesitan en el mundo cristianos incapaces de atraer, dar luz u ofrecer calor?

Las palabras de Jesús nos invitan a dejarnos encender por su Espíritu sin perdernos en cuestiones secundarias o marginales. Quien no se ha dejado quemar por Jesús no conoce todavía el poder transformador que quiso introducir él en la Tierra. Puede practicar correctamente la religión cristiana, pero no ha descubierto todavía lo más apasionante del Evangelio.

José Antonio Pagola

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