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Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario
19 noviembre 2023
Mt 25, 14-30
Desde siempre me ha rechinado el tono moralizante de esta parábola, que parece nacida más de un ambiente fariseo que de la sabiduría de Jesús. Dudo, por ello, que fuera pronunciada por él y me inclino a pensar que nació entre los responsables de la primera comunidad de discípulos, preocupados tal vez por inculcar un comportamiento exigente.
El problema de una educación basada en la exigencia conlleva riesgos graves, entre los que pueden enumerarse los siguientes: pone el acento, no en la comprensión, sino en el voluntarismo; no en la gratuidad, sino en el mérito. Y ello produce, casi inevitablemente, actitudes de orgullo, comparación, juicio y condena.
Parece claro que la exigencia -así entendida- alimenta al ego que, considerando que ha “cumplido” con lo prescrito, se auto-eleva sobre un pedestal, comparándose con otros y creyéndose merecedor de recompensa.
En el campo específicamente religioso, ese planteamiento dio lugar a una religión basada en el mérito y la recompensa, que desembocó en lo que bien podríamos denominar una religión “mercantilista”, basada en el conocido principio: “do ut des” (te sirvo para que me recompenses). Con lo que el camino religioso parecía convertirse en un “concurso de méritos”, con todas las secuelas que eso conlleva.
De ese modo, aun sin ser conscientes de ello, se pervierte lo más característico de la vida espiritual: la comprensión experiencial como origen de toda acción, la consciencia de unidad como luz que la guía en todo momento, la gratuidad como sello que la define y la desapropiación (desidentificación del ego) como única actitud adecuada.
Cada persona hace en todo momento lo mejor que sabe y puede, de acuerdo con su nivel de consciencia y su mundo representacional (su “mapa” mental). Visto más en profundidad, en cada ser humano se está expresando en cada momento la vida (la consciencia) como único sujeto realmente real, único hacedor de todo.
Frente a propuestas moralizantes y voluntaristas, es la comprensión la que nos permite reconocernos como cauces o canales a través de los cuales fluye la vida misma. No hay lugar, por tanto, para el orgullo ni para la culpa, como tampoco para el “premio” o el castigo ni, en último término, para un ego que busca apropiarse de la acción.
En todo ello, contamos con un test que sirve de indicador para mostrarnos dónde estamos situados: ¿vivo en una consciencia de separatividad o en la consciencia de unidad?
01.- El Dios de Jesús no hace “ajuste de cuentas”.
Estamos terminando el año litúrgico y –parece- que podría ser un momento propicio para ver cómo nos ha ido; podría ser un tiempo que invita a hacer un “examen de conciencia” tranquilo y sereno, no un examen contable y compulsivo como los de aquellas confesiones de otros tiempos.
La parábola de los talentos no trata de un ajuste de cuentas de Dios: un señor muy duro y exigente, que pide cuentas a sus empleados.
Jesús nunca creyó ni nos presentó a Dios como el señor de esta parábola, que funciona por contabilidad, interés y rentabilidad. El Dios de Jesús, nuestro Dios, es bondad, acogida, compasión y misericordia. El Dios de Jesús no es un señor duro y rencoroso, que recoge donde no siembra.
Cuántas veces nos ha dicho Jesús: ¡no tengáis miedo, no perdáis la calma!
02.- El amor se multiplica.
Los bienes, los talentos no son cosas, ni tan siquiera cualidades o capacidades, sino que, lo que Dios nos regala, es su amor y su gracia.
Los dos primeros criados de la parábola multiplican lo que el Señor, Dios, les ha regalado y ellos han experimentado: el amor.
Quien no ama, no construye, más bien entierra su vida.
03.- El problema es el miedo.
La clave de interpretación de esta parábola es el miedo.
Tuve miedo …(v 25) dice el tercer criado. Sabía queeres un hombre exigente…
Este pobre hombre tenía una imagen de Dios como de un señor duro y exigente, que cosecha donde no siembras…
Curiosamente se repite la misma expresión de Adán en el paraíso después del pecado: tuve miedo (Gn 3,10).
También hoy -desgraciadamente- “Adán” se sigue repitiendo en la historia: tenemos miedo de Dios, tememos a Dios.
¿No es esta imagen de un Dios justiciero la que subyacía –y subyace- a la moral católica, a los confesonarios, al juicio final, al purgatorio, al infierno, etc.?
Vistas las cosas así, Dios es un peligro. “Con Dios pocas bromas”; mejor “tenerle a raya”. Dios es una amenaza para muchas personas religiosas.
Freud decía que la religión es una “neurosis obsesiva”. Viktor Frankl le enmendará la plana cuando dice que la “neurosis obsesiva es la religiosidad psíquicamente enferma”.
Tal religiosidad, psíquicamente enferma, es una escuela de culpabilidades, de angustia, de escrúpulos, de miedos al castigo de Dios… Y tal religiosidad sigue haciendo buena carrera entre muchas personas y movimientos religiosos modernos.
04.- El problema es el miedo.
Basta echar un vistazo al Diccionario de la Real Academia y veremos que miedo es: “la angustia por un riesgo o daño real o imaginario.”
Se podría decir que se nos ha infundido y tenemos miedo y angustia a un Dios que “es un peligro”. El Dios de algunos religiosos no es salvífico sino una amenaza para el hombre?
El catolicismo que hemos recibido infundía no miedo, sino angustia y pánico.
Es posible que la religión surja del miedo, pero el cristianismo, no. El cristianismo surge de la bondad de Dios.
Escribía P Tillich a mediados del siglo XX:
La ley de la religión es el gran esfuerzo del hombre por domeñar su angustia, su desasosiego y su desespero, para taponar el boquete que hay en sí mismo y alcanzar la inmortalidad, la espiritualidad y la perfección. Y así es como bajo la ley religiosa el hombre trabaja y se fatiga tanto de pensamiento como de obra.
Mientras tengamos miedo a Dios no viviremos el gozo de la vida, ni la alegría del amor de Dios. El miedo bloquea, paraliza, hace daño. El amor es fecundo, fértil, abierto.
El tercer criado, -el que entierra el denario-, tiene la visión de un Dios justiciero: sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra.
Pero el Dios de Jesús no es así, es Padre: Dios es amor (1Jn 4,8).
Por tanto: no tengáis miedo, no perdáis la calma…
05.- Evangelizar es sembrar amor.
El papa Francisco es un hombre que habla del Dios de amor a la gente, al pueblo llano y débil. Esta es la razón por la que es mal visto y perseguido por la gente religiosa partidarios del “palo y tente tieso” de un Dios rencoroso y duro. El papa Francisco cree en el Evangelio, en el Dios Padre, mientras que no pocos eclesiásticos creen en el señor exigente y justiciero de la parábola de los talentos.
06.- Siervo bueno y fiel. Siervo malvado.
Uno es siervo bueno y fiel porque siente y percibe en sí la bondad de Dios, se siente querido por Dios. No se trata de rentabilidad económica, sino que el asunto es que uno es bueno y fiel porque ha experimentado la bondad de Dios.
Somos buenos cristianos no porque cumplimos hasta la última nota pequeña de la ley. Somos cristianos porque y cuando nos sentimos queridos por el Señor.
En los momentos –situaciones- de la vida de pecado y / o hundimiento personal, Dios nos ama más intensamente.
La maldad, el siervo malo no es porque haya pecado, sino porque considera a Dios como duro y exigente y por eso le tiene, le tenemos miedo a Dios.
Si no experimentamos bondad de Dios y de los demás en la vida, no podemos multiplicar ni transmitir el amor de Dios.
07.- Sólo el amor es digno de la fe.
La gran cualidad (talento) cristiana es el amor, el sentirse querido por Dios. El amor es salvífico.
Podremos tener deficiencias morales, pero que nada tienen que ver con lo que Dios piensa del hombre moralmente.
El peligro no es tanto que seamos pobres y débiles,-que lo somos-, el peligro radica cuando en el fondo de nuestra existencia espiritual nos hacemos orgullosos, cerrados, vacíos de amor (K. Rahner)
El problema no es el pecado, sino la ausencia de amor.
Comentarios desactivados en Sobre la sinodalidad y el despertar
La reflexión de hoy es de Yunuen Trujillo, colaborador de Bondings 2.0.
Las lecturas litúrgicas de hoy para el 32º Domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.
“Espiritualidad significa despertar. La mayoría de las personas, aunque no lo sepan, están dormidas. Despertarse es desagradable”. —Tony de Mello
Después de luchar contra el cáncer en etapa cuatro durante varios años, a mi suegro le dieron menos de un mes de vida. A diferencia de muchos de nosotros que podríamos fallecer sin previo aviso, él tenía una línea de tiempo. ¿Es mejor saber cuándo moriremos? ¿Estamos preparados para afrontar un momento tan incierto? Si bien no puedo responder esa pregunta por él, puedo decir que ahora está completamente despierto y se ha unido a las filas de aquellos que ya no perciben una realidad velada. Ahora está liberado de conceptos humanos limitantes y sin sentido. Al final lo único que queda es el amor.
Las lecturas litúrgicas de hoy comparten un tema común: ser sabio significa estar despierto y preparado para el fin de los tiempos. En la lectura del Evangelio de hoy, Mateo 25:1-13, diez jóvenes damas de honor esperan al novio con lámparas de aceite para iluminar el camino. Cinco son sabios, ya que mantuvieron sus llamas encendidas y preparadas con abundante aceite para disipar la oscuridad. Los otros cinco son necios, porque habiendo desperdiciado los dones que Dios les había dado, no están preparados y se han quedado dormidos: han dejado que la llama del Espíritu Santo se apague.
Contrariamente a las interpretaciones escatológicas comunes, el fin de los tiempos debe entenderse como el fin de cada una de nuestras vidas. La muerte nos recuerda lo que realmente importa. A nivel personal, estar despierto implica, entre otras cosas, estar libre de miedos y apegos nocivos y, en cambio, estar centrado en el amor. Este amor compasivo debería impulsarnos naturalmente hacia actos de justicia y misericordia. El amor liberador, el amor vivificante, sirve como prueba de fuego.
¿Estamos despiertos?
¿Está despierta la Iglesia?
¿Es la Iglesia una dama de honor tonta o sabia?
El despertar es desagradable porque requiere humildad. Despertar implica enfrentar dudas, prejuicios y miedos, entablar conversaciones difíciles mientras estamos en lo desconocido y enfrentar lo desconocido con humildad, en lugar de una tonta certeza humana.
La Iglesia en su conjunto se encuentra actualmente en un proceso de discernimiento sobre cómo servir mejor a la comunidad LGBTQ+. Independientemente de si la sinodalidad produce resultados inmediatos, el Espíritu Santo está guiando a la Iglesia en esa dirección. Sin embargo, el hecho de que el Espíritu Santo nos lleve allí, pase lo que pase, no exime a quienes toman las decisiones de su responsabilidad de actuar.
Las tontas damas de honor no hicieron lo necesario para mantener viva la llama; cometieron un pecado de omisión, definido como no tomar medidas que estuvieran a su alcance y que pudieran mejorar significativamente la situación en cuestión.
Asimismo, los tomadores de decisiones institucionales en la iglesia, ya sean laicos u ordenados, y en todos los niveles eclesiales, tienen una responsabilidad hacia la comunidad LGBTQ+: la responsabilidad de no caer en un sueño de certeza tonta, la responsabilidad de escuchar al Espíritu Santo y adoptar y acoger favorablemente las medidas inclusivas correspondientes.
Entonces, ¿qué podemos hacer cuando algunos responsables de la toma de decisiones no actúan? Podemos cerrar la brecha y mantener viva nuestra propia llama, llevando esperanza a otros en el proceso. El Evangelio de hoy no debe divorciarse del resto de Mateo 25, que enumera las obras de misericordia. La decisión del novio de no admitir a los invitados imprudentes en la fiesta se refleja en un pasaje posterior de ese capítulo, recordándonos que aquellos que no alimentaron a los hambrientos ni ofrecieron de beber a los sedientos no entrarán en la vida eterna.
La comunidad LGBTQ+ tiene hambre del Evangelio del Amor y la acogida incondicional. La comunidad no debería verse condenada al hambre.
—Yunuen Trujillo (ella/ella), 12 de noviembre de 2023
Comentarios desactivados en “Esperar a Jesús con las lámparas encendidas”. 32 Tiempo ordinario – A (Mateo 25,1-13)
Entre los primeros cristianos había, sin duda, discípulos «buenos» y discípulos «malos». Sin embargo, al escribir su evangelio, Mateo se preocupa sobre todo de recordar que, dentro de la comunidad cristiana, hay discípulos «sensatos» que están actuando de manera responsable y discípulos «necios» que actúan de manera frívola y descuidada. ¿Qué quiere decir esto?
Mateo recuerda dos parábolas de Jesús. La primera es muy clara. Hay algunos que «escuchan las palabras de Jesús» y «las ponen en práctica». Toman en serio el evangelio y lo traducen en vida. Son como el «hombre sensato» que construye su casa sobre roca. Es el sector más responsable: los que van construyendo su vida y la de la Iglesia sobre la verdad de Jesús.
Pero hay también quienes escuchan las palabras de Jesús y «no las ponen en práctica». Son tan «necios» como el hombre que «edifica su casa sobre arena». Su vida es un disparate. Si fuera solo por ellos, el cristianismo sería pura fachada, sin fundamento real en Jesús.
Esta parábola nos ayuda a captar el mensaje fundamental de otro relato en el que un grupo de jóvenes salen, llenas de alegría, a esperar al esposo para acompañarlo a la fiesta de su boda. Desde el comienzo se nos advierte que unas son «sensatas» y otras «necias».
Las «sensatas» llevan consigo aceite para mantener encendidas sus lámparas; las «necias» no piensan en nada de esto. El esposo tarda, pero llega a medianoche. Las «sensatas» salen con sus lámparas a iluminar el camino, acompañan al esposo y «entran con él» en la fiesta. Las «necias», por su parte, no saben cómo resolver su problema: «se les apagan las lámparas». Así no pueden acompañar al esposo. Cuando llegan es tarde. La puerta está cerrada.
El mensaje es claro y urgente. Es una insensatez seguir escuchando el evangelio sin hacer un esfuerzo mayor para convertirlo en vida: es construir un cristianismo sobre arena. Y es una necedad confesar a Jesucristo con una vida apagada, vacía de su espíritu y su verdad: es esperar a Jesús con las «lámparas apagadas». Jesús puede tardar, pero nosotros no podemos retrasar más nuestra conversión.
Sabiduría 6,12-16:Encuentran la sabiduría los que la buscan. Salmo responsorial: 62: Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
1Tesalonicenses 4,13-18: A los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. Mateo 25,1-13: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!
En estos domingos «finales» del año litúrgico, los textos nos dirigen una invitación a reflexionar sobre el «fin» de toda existencia. Éste fin es considerado no sólo como la meta en que la vida adquiere realización o acabamiento, sino también como la meta del caminar histórico colectivo del ser humano y de la realidad toda. Semanas para contemplar este aspecto ineludible de nuestras vidas.
La primera lectura, del Libro de la Sabiduría, es un himno que canta los maravillas de la Sabiduría. Ésta sale al encuentro de quienes la buscan, de quienes la aman, y ella misma se muestra. La sabiduría es una cualidad, una manera en que Dios se manifiesta a quienes realmente le buscan. La única condición para que este encuentro se llegue a dar, es estar abierto a la sabiduría, buscarla; como se busca a Dios. (Importante darse cuenta de que la Sabiduría es presentada en este libro como «personificada», pero no «hipostasiada»: la personificación es simplemente una figura literaria, una forma de hablar).
Por su parte Pablo, en la carta a los Tesalonicenses, intenta responder las dudas de algunos hermanos que han ingresado hace poco a la comunidad. Estos hermanos consideran desfavorecidos a los difuntos porque iban a estar ausentes de la cercana venida del Señor. Pablo reafirma la enseñanza que él recibió. Los que murieron en Jesús estarán presentes con él en el último día. Ellos resucitarán en primer lugar y los que quedemos seremos llevados al Señor. Por que si creemos que Jesús murió y resucitó, Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús, pues para Pablo en el bautismo, expresión de conversión, nos sumergimos en la muerte del Señor para resucitar con él; así mismo quienes murieron con Cristo resucitan con él porque han participado del camino, del seguimiento, y la alegría por continuar anunciando la Utopía de Dios, que llamamos Reino. Terreno difícil para distinguir lo que es sustancia de nuestra fe –o de nuestra esperanza- sin confundirla con una cosmología o mitología del tiempo y de la cultura helenista que no era la de Jesús… teniendo en cuenta que la cosmología o representación de la vida y la muerte en la cultura de la sociedad en que vivió Jesús tampoco son para nosotros «Palabra de Dios»…
El evangelio del día de hoy nos trae la parábola de las diez vírgenes, prudentes y necias, que estaban esperando al novio. No dice a sus novios o a los novios. «El novio» designa a Jesús mismo (Mateo 9, 15). Y recordemos que el reino de Dios también es simbolizado con un banquete de bodas…
La parábola nos enseña que el final de cada persona depende del camino que se escoja, que de alguna manera, la muerte es consecuencia de la vida –prudente o necia- que se ha llevado. Muchachas necias son las que han escuchado el mensaje de Jesús pero no lo han llevado a la práctica. Muchachas prudentes son las que lo han traducido en su vida, por eso entran al banquete del Reino. De esta manera, la lectura del evangelio se enmarca en la preocupación de los cristianos recién convertidos de la comunidad de Tesalónica, Grecia, (los Tesalonicenses), la preocupación por el final de los tiempos.
La parábola es una seria llamada de atención para nosotros. “ustedes velen, porque no saben el día ni la hora“. No dejen que en ningún momento se apague la lámpara de la fe, porque cualquier momento puede ser el último. Estén atentos, porque la fiesta de la vida está teniendo lugar ya, ahora mismo. El Reino está ya aquí. Enciendan las lámparas con el aceite de la fe, con el aceite de la fraternidad, de la caridad mutua. Nuestros corazones llenos así de luz nos permitirán vivir la auténtica alegría aquí y ahora. Los demás, los que viven a nuestro alrededor se verán también iluminados, conocerán también el gozo de la presencia del Novio esperado. Jesús nos pide que nunca nos falte ese aceite en nuestras lámparas.
Ciertamente tenemos que aprovechar el momento presente, pero para construir fraternidad, no para buscar de manera egoísta nuestro propio bienestar. Las vírgenes necias pusieron otro aceite en sus lámparas: el que sólo sirve para alumbrar egoístamente nuestro camino. No pudieron entrar en la fiesta de la boda. Y si hubiesen entrado no hubiesen entendido absolutamente nada. En la fiesta de la hermandad los que sólo miran por su propio interés se aburren.
Sería bueno preguntarnos de qué tipo es el aceite que alimenta nuestras lámparas. Sería bueno examinar cómo trabajamos día a día para aumentar la intensidad de nuestro fuego, y de nuestras reservas. ¿O acaso desperdiciamos las ocasiones de crear fraternidad, de amar y servir a los hermanos?
Comentarios desactivados en 12.10.23: La Iglesia no se divide en varones/mujeres, clérigos/laicos, sino en necios y sensatos (Dom 32 TO; Mt 25, 1-13)
Del blog de Xabier Pikaza:
Según esta parábola (Mt 25, 1-13) la iglesia está representada por diez muchachas que esperan la llegada del Amor, la Vida. Son la iglesia entera (varones y mujeres, judíos y gentiles…); no se distinguen por ser varones o mujeres, clérigos/sacerdotes o simple pueblo, sino por ser necias o sensatas, por tener aceite o no tenerlo (a diferencia de un tipo de iglesia, donde ha importado mucho el ser varones y/o clérigos).
Este pasaje es una parábola, no un texto jurídico, pero tiene muchísima importancia, pues parábolas como ésta muestran la verdad del evangelio, en una iglesia donde importa más ser obispo, que tener sensatez buen aceite. Desarrolo del tema en Comentario Mateo
| X. Pikaza
Mt 25, 1-13. Muchachas con alcuza.
Como sabe todo lector de la Biblia, Los evangelios de Lucas y Mateo se distinguen por la forma que han tenido de recrear en parábolas el mensaje y vida de Jesús:
– Lucas (artista de la vida) condensa el mensaje de Jesús en dos parábolas de gracia liberadora y nueva humanidad (hijo pródigo, buen samaritano).
-Mateo (escriba de iglesia) insiste más en parábolas de compromiso humano: obreros de la viña (Mt 22), muchachas con o sin aceite (25, 1-13), ovejas y cabras(25, 31-46) (Imagen: Poema de Dámaso Alonso)
Diez muchachas son toda la humanidad, varones y mujeres, todos dormidos, esperando al amor (tema del que ayer, Sal 45, 45, en RD y FB). Todos somos para Jesús como muchachas, cansadas, dormidas, esperando a “godot” (diosecito-amor, cf. drama de S. Beckett). No hay diferencia, dormidos todos (chicos y chicas, papas y papisas, emperadores/as, presidentes/as, obreros/as, médicos/as, buenos/as). Pero llega la voz en la noche (Nueva humanidad, el Reino), nos despierta a todos y empieza la diferencia. Unos/unas necios, otros/otras sensatos, sin aceite o con aceita, esto es lo que nos distingue.
Jesús define a la iglesia como mujeres esperando.
— ¿Ocupan las mujeres en la Iglesia actual el lugar que para ellas quiso Cristo? Parece que no, a pesar de Sínodo 23. Jesús no distinguió en la iglesia varones y mujeres, sino necios y sensatos. La iglesia actual en cambio distingue y margina en su “oficio de espera” a las mujeres por mujeres, por más sensatas que sean, elevando muchos varones, por más insensatos que sean.
La primera causa de esta distinción es que la iglesia hizo/hace más caso a un “orden social” de patriarcado masculino que al evangelio. Conforme a un “ordo patriarcal”, a los cien años de la muerte de Jesús, los varones por varones (no por sensatez de evangelio) crearon una honda distinción en la iglesia, como ratifican las Cartas Pastorales post-paulina (1-2 Timoteo, Tito), que quisieron adaptar el cristianismo al “buen orden público” romano: las mujeres en casa, sometidas; lo hombres fuera y en casa mandando
Al convertirse en institución de poder religioso y social (dejando de ser un movimiento mesiánico de liberación), la iglesia optó por matener las estructuras sociales de poderpatriarcal), justificando esa opción con pseudo-argumentos religiosos, que se han mantenido hasta el Sínodo 23.
Una vez que esa tradición patriarcal se inscribe en el lenguaje de la Iglesia, ella se vuelve “canónica” y se retro-alimenta a sí misma, como ha sucedido y sucede hasta hoy. El orden patriarcal de los varones ha creado un tipo de Iglesia que parece “lógica”, siendo difícil de desmontar, a pesar del evangelio de este domingo, que no distingue entre varones y mujeres, sino entre necios y sensatos.
Esa situación que antes parecía lógica (porque respondía a un entorno patriarcal) puede y debe calificarse de escándalo evangélico, y hasta de pecado. Ciertamente, la palabra “pecado” es fuerte, pero puede y debe aplicarse… Es un pecado contra el Espíritu de Cristo (contra su inspiración básica, de tipo mesiánico) y contra los signos de los tiempos, que van en línea de igualdad entre varones y mujeres. Es evidente que un tipo de club de necios (sin aceita en las alcuzas) sigue defendiendo su poder en la iglesia. He dicho que en un sentido esta situación es de pecado, pero más que de pecado yo hablaría además de algo previo, es decir, de necedad: de no entender la novedad del evangelio y de la vida humana.
Las cosas no se arreglan dejando que las mujeres accedan sin más al tipo de ministerios actuales de la Iglesia… El tema es más hondo: Es conocer y aceptar el verdadero aceite del evangelio No es que las mujeres deban ser curas, obispos o papas como los actuales, sino de cambiare el tipo de ministerios, desde el NT, conforme a la “sensatez” de Jesús.
El tema no se resuelve con la simple ordenación presbiteral o episcopal de mujeres (cosa que podría hacerse ya, como hacen otras iglesias episcopales, luteranas y anglicanas), sino que exige un cambio más profundo en la organización de la iglesia y de sus actividades (ministerios). Ciertamente, algunos teólogos ofrecen argumentos ontológicos (y de naturaleza humana) para mantener la situación actual, diciendo que sólo los varones pueden ser “sensatos” sacerdotes ministeriales, porque Cristo fue varón y no mujer. Pero ese argumento, asumido por el magisterio del Vaticano, resulta bíblica y teológicamente difícil de mantener, y va en contra del impulso central del movimiento de Jesús, que no distingue entre varones y mujeres en su movimiento de Reino, ni en esta parábola de las 10 muchachas esperando la llegada de la nueva humanidad (es decir, del Dios/Amor, de la más honda dignidad en el amor)
La historia es venerable y maestra de vida, pero el hecho de que sólo los varones hayan sido presbíteros y obispos en los últimos siglos no exige que las cosas deban seguir siendo así, pues la historia ha cambiado, no solamente por impulsos culturales, sino también, y de un modo especial, por las implicaciones del movimiento de Jesús y de la experiencia pascual de los primeros cristianos, que nos lleva a superar el patriarcalismo. Éste no es el único problema de la Iglesia, pero es importante, pues nos sitúa de nuevo en las raíces creadoras del movimiento de Jesús, que aún no se han desarrollado plenamente en nuestra Iglesia.
En ese sentido, sin una igualdad radical, de fondo, entre varones y mujeres, y un impulso evangélico de base, no se puede hablar de reforma de la iglesia ni tampoco de apertura hacia un futuro de transformación mesiánica. No se trata de un pequeño cambio en el organigrama de los ministerios, como ya se ha hecho en varias iglesias luteranas y episcopalianas (con mujeres presbíteros y obispos), sino de una transformación de fondo en la visión de los ministerios y de la jerarquía de la Iglesia católica y, sobre todo, en la creatividad de la misma Iglesia.
Igualdad no es uniformidad, sino comunión desde la diferencia. No sabemos dónde el cambio, pero debemos caminar, retomando así la base del evangelio, que fue promovido al principio por mujeres, como aparece en Mc 16, 1-8. Los cambios que esa transformación exige pueden ser fuertes, pero son necesarios. No conocemos aún la meta (la llegada del Esposo/Esposa/Amor), pero es evidente que debemos hacer un camino, empezando por ellas, las mujeres del final del evangelio de Marcos, que nos deben llevar de nuevo a Galilea.
¿Y qué hacemos con las mujeres necias? ¿Les cerramos la puerta del reino de Jesús como dice al fin esta parábola? Ciertamente, puede haber necias entre las mujeres que aspiran a un tipo de sacerdocio/misión en la iglesia actual. Pero también hay muchas, y con mucho aceite… Por otra parte, entre los que aspiran al sacerdocio de poder en la Iglesia puede haber también muchos necios… Los tantos por ciento los dejo a la vida. Jesús, que tenía gran humor, a ojo de buen cubero, dijo 50% necios-necias y 50% prudentes-prudentas. Dejemos los tantos por ciento y busquemos tener todos y todas aceite en alcuza… y que iglesia obre en consecuencia.
Según esta nueva parábola, el que viene no es el Hijo del Hombre (24, 39), ni un posible ladrón (24, 43), ni el Dueño de casa (24, 45), sino el Esposo prometido de la tradición profética (Oseas Jeremías, Isaías 2 y 3), esposo/amor de todos los hombresy mujeres. La historia de la humanidad puede compararse según eso con una celebración de bodas, un camino de maduración en el amor. Éste es un tema que había destacado Mt 22, 1-10, al reinterpretar la parábola del banquete (Q: Lc 14, 16-24), como parábola de bodas del hijo del Rey. Desde ese fondo puede y debe entenderse narración como parábola (con el efecto sorpresa del rechazo de las necias) y como alegoría (por su forma de dividir a la humanidad en dos mitades, y de entender la meta de la vida como bodas)[1].
Una parábola ya conocida. Elementos básicos(25, 1-4). Esta narración está contada desde el trasfondo de la historia de Israel… Quizá guarda un recuerdo de Jesús (que se ha referido a las bodas del reino: 9, 14-17). Pero tal como se cuenta parece obra del mismo evangelista (o de su escuela) que ha creado en 24, 45‒25, 46 un gran “retablo” escatológico con temas vinculados a la culminación (o realidad más honda) de la historia. En sí misma, esta parábola se encuentra íntimamente unida al desarrollo precedente, como muestra su forma de presentar a las cinco sensatas (fro,nimoi, 25, 2-3), en la línea del administrador de 24, 4 (que debía ser fro,nimoj, sensato). Estas dos parábolas (24, 45-51 y 25, 1-13) nos sitúan, pues, ante una visión general de la “inteligencia o sensatez escatológica”, interpretada como buena administración y buen noviazgo, esperanza de bodas:
‒ Las diez muchachas/os (parthenoi,varones o mujeres) son signo de una humanidad ya madura para el amor, y así aparecen vinculadas de un modo íntimo con Dios, esperando las Bodas finales de la historia. Ciertamente, en el fondo se encuentra el motivo de Israel como novia/esposa de Yahvé, un motivo presente a lo largo de la Biblia desde los tiempos de Oseas, Jeremías y Ezequiel. Pero, siendo signo de Israel, ellas representan a cada uno de los hombres o mujeres de la humanidad, que debe mantenerse preparados para las bodas de Dios.
Esta imagen de las diez muchachas, cada una con sus luces encendidas ante el esposo, para acompañarle en la procesión de bodas, resulta bien conocida en oriente (incluso en Roma). La palabra lámpara puede evocar una candela de aceite con mecha pequeña (que se apaga a cualquier golpe de viento), pero quizá se refiere a una antorcha de aceite con mecha de tela resistente al aire. En otra línea, la imagen puede evocar el gran signo israelita de la menorah, candelabro de siete lámparas del santuario.
‒ Aceite. Se conserva en la alcuza de cada persona, como algo propio de ella y es, por tanto, intransferible: Es el don de la existencia, la vida en su sentido más profundo. Hombres y mujeres son “aceite” que alumbra en cuanto se consume, haciéndose luz ante (en) Dios. No son luz para un templo exterior, como el de Jerusalén, sino para el esposo, el mismo Dios. Éste es el signo distintivo más precioso del ser humano: el buen aceite que alumbra. Fuera quedan otros posibles aspectos o valores de tipo social o legal (e incluso religioso), pero los hombres y mujeres son aceite, que han de tener preparado, como una reserva de “vida” ante el esposo.
Pues bien, ese mismo aceite divide a los hombres, de manera que la humanidad puede compararse a cinco muchachas necias y cinco inteligentes, como se cuenta en otras “historias” de ese tipo. En ese contexto, nuestra tiene un fondo y una finalidad parenética, y sirve para insistir en la posibilidad del bien y del mal… y en la exigencia de conversión, con el fin de que, a la postre, todos puedan entrar con el esposo, cuya llegada evoca el límite del tiempo. La división se confirma y ratifica al final, pero se encuentra adelantada por la forma en que aparecen las muchachas: las cinco necias no se han ocupado del aceite, mientras las sensatas tomaron, con las lámparas una reserva de aceite en la alcuza.
‒ Un noviazgo compartido y diferente. Estas vírgenes/novias pueden entenderse en sentido personal y/o social. Todas son esposas del único esposo (varón o mujer, Dios, el Reino) de manera que su matrimonio ha de interpretarse en clave monogámica, pero en línea trascendente, no de este mundo (en sentido biológico-corporal, pues en ese caso se trataría de un marido polígamo), como sabe desde Oseas la tradición profética, que interpreta al pueblo en su conjunto y a los israelitas en particular como “esposa” de Yahvé.
Nos acercamos al final del año litúrgico, que terminará el 26 de noviembre. Como si nos aproximáramos al final de curso y tuviéramos que hacer un examen, la Iglesia quiere que nos preparemos a fondo y con tiempo. Para ello, en estos tres últimos domingos del año (32-34º), se leen tres parábolas que se complementan: las diez muchachas, los talentos, el Juicio Final. Estas parábolas solo se encuentran en el evangelio de Mateo, que las añade con un fin muy concreto: tomarse la vida muy en serio.
Un huracán inesperado
El 24 de octubre de 2023 se abatió sobre Acapulco (Méjico) un huracán de fuerza 5. Se han contabilizado 46 muertos y 58 personas no localizadas. Pensemos también en los miles muertos en la Franja de Gaza, Israel, Ucrania y el resto del mundo. Si pudieran volver a la vida estarían de acuerdo con las palabras del evangelio: «Estad en vela, porque no sabéis el día ni la hora» .
Vigilar no es vivir angustiado
San Luis Gonzaga estaba un día jugando al frontón y le preguntó un compañero: «Hermano Luis, si supieras que ibas a morir dentro de poco, ¿qué harías?». Y él respondió: «Seguir jugando». ¿Cómo se conjugan la vigilancia y el juego? La parábola de hoy puede ayudarnos a comprenderlo.
La parábola de las diez muchachas
«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo! Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: “Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.” Pero las sensatas contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.” Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: “Señor, señor, ábrenos. “Pero él respondió: “Os lo aseguro: no os conozco. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»
En tiempos de Jesús, cuando se celebraba una boda, un grupo de muchachas acompañaba al novio a recoger a la novia para acompañarlo a la ceremonia. A partir de este hecho tan trivial crea Jesús la parábola. Nos encontramos ante diez muchachas divididas en dos grupos de cinco: unas necias, que se olvidan del aceite para los candiles; otras sensatas, que llevan aceite de repuesto. Hasta aquí todo es posible. Pero la parábola adquiere de repente un tono irreal, porque quien da el plantón no es la novia, sino el novio, que se retrasa hasta la medianoche.
Mientras, las diez se han quedado dormidas. Y los candiles siguen consumiendo aceite. Al llegar el novio, unas pueden reponerlo fácilmente, los otros están casi agotados. Las sensatas no quieren darles aceite, y el novio se niega a admitirlas después de cerrada la puerta.
La conclusión de la parábola es desconcertante: “Por tanto, estad en vela, porque no sabéis el día ni la hora”. Es desconcertante, porque ninguna de la diez ha velado, todas se quedaron dormidas. Lo cual significa que la vigilancia, en este caso, equivale a la sensatez de llevarse la provisión de aceite. ¿Qué significa esto en la práctica?
Dos interpretaciones posibles
La parábola se ha interpretado en dos líneas principales.
Una concede especial importancia al aceite, viéndolo como imagen de la fe, del fervor, de las buenas obras, de lo que debemos estar provistos cuando llegue el esposo, Cristo.
Otra no presta atención al aceite; lo importante es estar preparados ya, y no retrasarlo hasta un momento que resulte demasiado tarde. Esta segunda línea parece la más exacta, como lo demuestra su traducción al lenguaje moderno. Diez universitarios se acercan al fin de curso. Cinco han estudiado durante todo el año, asistido a las prácticas, tomado apuntes; otros cinco han empalmado movida con movida. En el momento de entrar al examen piden a los primeros que les pasen las respuestas. Los otros se niegan, como es lógico. El examen se prepara con tiempo, no se improvisa ni se copia.
De todos modos, las dos interpretaciones se complementan. Si decimos: «Lo importante es estar preparados», ¿en qué consiste la preparación? «En llevar aceite de repuesto». Y ¿qué es el aceite? Mateo dejará claro dentro de dos domingos, en la parábola del juicio final, que el aceite del que debemos estar provistos son las buenas obras: dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo, etc.
La clave de la 1ª lectura
La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, ofrece una perspectiva muy interesante. Se ha elegido porque su tema empalma con el de la sensatez de la cinco muchachas.
La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta. en ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento.
En esta lectura, la sabiduría no es algo intelectual, un conjunto de conocimientos, sino una persona a la que se ama, se busca y se encuentra, o que se encuentra sentada a nuestra puerta esperándonos. Los primeros cristianos aplicaron esta imagen personalizada de la sabiduría a Jesús, que es la Sabiduría de Dios.
Con esto, la parábola adquiere un sentido nuevo. ¿Cómo podemos estar preparados? ¿En qué consiste la vigilancia? En tener ese contacto con Jesús, pensar en Él, hablar con Él, dejarnos encontrar por Él. Para que no nos ocurra lo que dice el novio a las cinco muchachas insensatas: “No os conozco”. La amistad con Jesús, la capacidad de diálogo con Él, no se improvisan. Hay que ejercitarlas todos los días para poder disfrutar luego del banquete de bodas. Sin olvidar que el segundo mandamiento es igual que el primero: el amor y la preocupación por el prójimo tampoco se improvisan a última hora.
Si la realidad fuera tan clara y distinta como nos la presenta la parábola de hoy todo sería mucho más sencillo.
La parábola de las vírgenes, como otras muchas de Mateo, divide el mundo entre buenos y malos. No cabe duda de que las necias son quienes no llevaron aceite y se quedaron en la puerta por su propia necedad, pero en la vida cotidiana las cosas son mucho más complejas, nuestro esquema de buenos y malos se cae por su propio peso. Sin embargo, seguimos viviendo como si fuera cierto y nos acabamos creyendo que los “nuestros”, los de nuestro color, los de nuestro partido, los de nuestro equipo, son los buenos, los acertados, frente a los demás, que no les queda más remedio que ser los malos, los equivocados.
En este dualismo solo hay un camino: la violencia. Cada grupo quiere imponer su verdad. Probablemente aquella primitiva comunidad de Mateo se vio en la necesidad de defenderse. Como grupo marginal que era se veía amenazado por todos los costados. Necesitaba distinguirse y marcar un camino claro y distinto y hasta aquí es comprensible, pero no deja de tener sus peligros. El “buenismo” en nuestra Iglesia ha hecho mucho daño. Cuando la Iglesia ha sido poderosa ha aplastado a quienes eran diferentes.
Creo que en el único lugar donde funciona el esquema de bueno/malo es en el corazón de cada una. Todas las personas somos una mezcla de bueno y malo, luz y oscuridad. Todas llevamos dentro una sensata y una necia. Cuando alimentamos la luz, la oscuridad cede. Si agrandamos el espacio de lo bueno, lo malo empequeñece.
Ojalá esta parábola nos sirva para entrar en nosotras mismas a poner más luz, en lugar de quedarnos a oscuras señalando errores ajenos.
Oración
Derrama, Trinidad Santa, tu aceite generoso y sé Tú la llama que ilumine nuestro interior. ¡Amén!
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DOMINGO 32 (A)
Mt 25, 1-13
Los textos de estos últimos domingos del año litúrgico nos invitan a despertar, a estar preparados. Ya no pensamos en ese Dios vengativo que está al acecho para ver como puede cogernos en un renuncio y condenarnos. La frase: “Dios te coja confesado” es un insulto a Dios. Dios no nos espera al final del camino para juzgarnos. Dios es el principio y está en nosotros cada instante de nuestra vida para que podamos llevarla a plenitud.
Ya no tiene sentido meter miedo: No sabéis el día ni la hora. ¡Temblad! Y eso que, en el ciclo (A) nos libramos de textos apocalípticos, que son todavía más terroríficos. No es la muerte la que tiene que dar sentido a nuestra vida, sino al revés, solo viviendo a tope, se aprende a morir. Aunque solo os quedara un segundo de vida, haríais mal en pensar en la muerte. Sería más positivo el vivir plenamente ese segundo. La muerte ni quita ni añade nada; el auténtico sentido debemos dárselo a la vida plenamente consciente.
Después de un año o más de desposorios, se celebraba la boda, que consistía en conducir a la novia a la casa del novio, donde se celebraba el banquete. Esta ceremonia no tenía ningún carácter religioso. El novio, acompañado de sus amigos y parientes iba a casa de la novia para conducirla a casa de su propia familia. En su casa le esperaba la novia con sus amigas, que la acompañarían. Todos estos rituales empezaban a la puesta del sol y tenían lugar de noche, de ahí la necesidad de las lámparas.
La importancia del relato no la tiene el novio ni la novia, ni siquiera los acompañantes. Lo que el relato destaca es la luz. La luz es más importante que las mismas muchachas, porque lo que determina que entren o no entren en el banquete es que tengan o no tengan el candil encendido. Una acompañante sin luz no pintaba nada en el cortejo. Ahora bien, para que dé luz una lámpara, tiene que tener aceite. Aquí está la madre del cordero. Lo importante es la luz, pero lo que hay que procurar es el aceite.
El aceite y la luz son las obras que manifiestan una actitud adecuada. Jesús había dicho: Yo soy la luz del mundo. Y también: vosotros sois la luz del mundo. El ser humano es luz cuando ha desplegado su verdadero ser; es decir, cuando trasciende y va más allá de lo que le pide su simple animalidad. No es que nuestra condición de animales sea algo malo, al contrario, es la base para alcanzar nuestra plenitud, pero si no vamos más allá, cercenamos nuestras posibilidades de humanidad.
La primera lectura nos ayuda a entender la parábola. La Sabiduría es encontrar el sentido de la vida que es más importante que la vida misma. La vida tiene sentido, pero tenemos que descubrirlo. Esa es la tarea específicamente humana. Nuestra vida puede quedar malograda como vida humana. Hay que estar alerta, porque el tiempo pasa. Hay que despertar, de lo contrario, perderás la oportunidad de ser tú.
¿Cuál es el aceite que arde en la lámpara? Si acertamos con la respuesta, tenemos resuelto el significado de la parábola. En (Mt 7,24-27) se dice: Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra, se parece al hombre sensatoque edificó su casa sobre roca. Y todo aquel que no las pone por obra, se parece al necio que edificó sobre arena. La luz son las obras. El aceite que alimenta la llama es el amor. El ser sensato no depende de un conocimiento mayor sino de la plenitud de Vida.
Así se entiende que las sensatas no compartan el aceite con las necias. No es egoísmo. Es que resulta imposible amar en nombre de otro. Nuestra lámpara no puede arder con aceite prestado. Dar sentido a la vida no se puede improvisar en un instante. Solo con lo que hay de Dios en mí, descubierto, reconocido, desplegado, puedo considerarme encendido. Ese despliegue constituye la Sabiduría de la que nos hablaba la 1ª lectura. Sin llama, seremos irreconocibles incluso para el mismo Dios.
Interpretar la parábola en el sentido de que debemos estar preparados para el día de la muerte, es tergiversar el evangelio. El esperar una venida futura de Jesús es pura mitología que nos lleva a un callejón sin salida. La parábola no hace especial hincapié en el fin, sino en la inutilidad de una espera que no va acompañada de una actitud de servicio. Las lámparas deben estar encendidas siempre; si esperamos a prepararlas en el último momento, toda la vida transcurrirá carente de sentido.
Obsesionados por una “salvación eterna” para el más allá, hemos interpretado esta parábola como una advertencia: ¡cuidado! Si a la hora de la muerte no estás preparado, irás al fuego eterno para toda la eternidad. Nada más lejos del sentido del relato. Si el aceite es el amor manifestado en obras, lo que cuenta es toda una vida consumida en favor de los demás. No podemos pensar en el último día para darle sentido. Hay que buscar una interpretación más de acuerdo a todo el mensaje de Jesús.
La venida de Jesús al final del tiempo es una imagen que no podemos tomar al pie de la letra; tiene un significado mucho más profundo. Jesús, con su muerte en la cruz, consumió todo su aceite en una llamarada que sigue iluminándonos. El don total de sí mismo trasformó todo lo humano en divino. Allí culminó su “historia humana” porque solo permanecerá de él lo que le identifica con Dios, y Dios está fuera del tiempo y del espacio. No nos cabe en la cabeza que el consumirnos no sea nuestra meta.
Los primeros cristianos esperaron la segunda venida de Jesús de una manera temporal. Nosotros seguimos esperando esa venida en la que no se hablará de cruz, sino de gloria para todos. No nos gusta cómo terminó Jesús su paso por la tierra, por eso hemos inventado un futuro a nuestro gusto para él y para nosotros. Esperamos que vuelva glorioso y nos comunique esa misma gloria. Esta visión surge de nuestro falso yo, que nunca aceptará el desaparecer, mucho menos consumirse en beneficio de los demás.
Si queremos dejar de ser necios y empezar a ser sensatos, debemos desplegar nuestra vida desde otra perspectiva. Tenemos que abandonar todo proyecto de glorificación, sea en este mundo o sea en el otro, y entrar por el camino del servicio a los demás hasta la entrega total. El aceite solo da luz a costa de consumirse. Si aceptamos el programa del evangelio solo porque nos han prometido una “gloria”, la cosa no puede funcionar.
La situación humana se parece a un avión que rueda por la pista a su máxima potencia, pero no es capaz de alzar el vuelo. Tiene dos opciones: aumentar la potencia o aligerar la carga. Todo ser humano está diseñado para trascender, ir más allá de su biología. Aumentará la potencia por la comprensión de su verdadero ser. Deshacerse de carga sería superar los apegos, las seguridades materiales.
«Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron»
¡Carpe diem! —había dicho Horacio—, aprovecha el momento, no malgastes tu vida, porque se acaba y sólo se vive una vez… ¡Despertad! —nos dice Jesús—, que estáis adormilados y os estáis perdiendo lo mejor de la vida. Estad alerta, aprovechad el tiempo, haced rendir vuestros talentos, obrad siempre mirando al final. No olvidéis que esto es camino, que nuestra tarea aquí no es instalarnos en una posada confortable, sino caminar hacia el destino que Dios nos ha preparado…
Sí. Jesús era muy radical y nosotros muy templados. En este pasaje, y otros muchos del evangelio, es de notar la radicalidad con la que Jesús nos urge a replantearnos la vida. A la mayoría de nosotros, la fe en Jesús nos lleva a moderar un poco nuestro modo de vivir, a compartir algo más, a consumir algo menos… Hemos hecho el milagro de compaginar el seguimiento de Jesús con la sociedad de consumo, pero Jesús vive solamente para el Reino, para servir, para salvar, y nos urge a hacer del Reino el centro de nuestra vida; nos urge a ocuparnos de los hijos de Dios que sufren en el mundo.
Ruiz de Galarreta desarrolló en su día la idea de la urgencia con la fuerza y la lucidez que le eran características, y nos van a permitir incluir aquí lo que decía:
«La urgencia es que millones de hermanos míos se mueren de hambre. La urgencia es que millones de niños son prostituidos. La urgencia es que millones personas no pueden creer en Abbá porque no ven en su vida nada de hermandad, ni han tenido nunca cariño. La urgencia es que tampoco en nosotros ven amor y solidaridad, y lo que sí ven es que no damos soluciones a los problemas del mundo. La urgencia es que nos preocupamos más de invertir bien nuestro dinero que de dar de comer al hambriento.».
«La urgencia es que nosotros la Iglesia nos preocupamos mucho más de nuestros problemas internos que de la explotación de los miserables. La urgencia es que, por todo eso y por mucho más, no creen en nosotros la Iglesia, y así no pueden creer que Dios les quiere… La urgencia es que la frase terrible de Jesús a los escribas y fariseos «¡ay de vosotros que ni entráis ni dejáis entrar!», nos concierne de lleno».
«Hay muchas personas, seguidoras de Jesús, que hacen presente por todo el mundo el amor del Padre trabajando heroicamente por sus hijos. Pero entre nosotros, la magnífica Iglesia del primer mundo, somos más los que dormimos con las lámparas apagadas. Y ésa es nuestra propia y personal urgencia. Nosotros nos estamos perdiendo la fiesta, nosotros no esperamos al Novio, nosotros tenemos poco que ver con el Reino… Ésa es nuestra urgencia personal» …
Termino. Nosotros la Iglesia, que deberíamos ser semilla revolucionaria poderosa dinamizadora de la transformación de la sociedad, vivimos adormilados o sumidos en estériles intelectualismos para iniciados, y ya va siendo hora que dejemos de mirarnos el ombligo y comencemos a mirar a nuestro alrededor.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí
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Mateo 25,1-13
A través de esta parábola el Evangelio nos anima a la espera y la atención consciente del paso de Dios por nuestra vida. El Dios de Jesús no es inaccesible, sino que su deseo es darse-nos y lo hace de forma sorprendente y desconcertante. La vida es un constante adviento que nos pide estar preparados y preparadas para acoger la novedad de Dios en cada momento y situación. La pregunta religiosa fundamental no es tanto ¿dónde está Dios? sino ¿cómo está Dios?
A veces irrumpe como grito empeñado en hacernos despertar de nuestras somnolencias cómplices, empujándonos a salir de nuestras zonas de confort ante la injusticia, y el olvido de los otros. Otras lo hacen con la suavidad de una caricia que nos sana y nos capacita para ser cauces de consuelo y liberación en las heridas del corazón del mundo y de la historia, a poner en el centro la vida, la alegría y la esperanza en medio de tanto destrozo del que estamos siendo contemporáneos.
La presencia del Dios-Amor en el mundo no es evidente. Está escondida, hay que ir más allá de la cáscara de la realidad para captar su paso. Requiere cultivar una sensibilidad experta en separar el oro de la ganga, pues el Dios de Jesús no es puro ni neutro, sino que es un Dios manchado y salpicado por las contracciones y las barbaries humanas. Un Dios que no soluciona nada mágicamente, pero nos sostiene en todo y nos lanza siempre guiños desde el abajo y el adentro de la historia.
Frente a la dispersión y la confusión que nos rodea, las vírgenes prudentes de la parábola nos recuerdan la sabiduría de vivir centrados y centradas en lo esencial, a no aplazar lo verdaderamente importante por lo urgente. Nos desafían a vivir con atención plena y desde la hondura de lo cotidiano.
Para ello necesitamos algunos aceites: el aceite de la capacidad de sorpresa ante la realidad y las personas, en lugar de dárnosla por sabida; el aceite de la conexión interna con la fuente del ser, viviendo de adentro a afuera y no al revés; el aceite de la confianza y la bondadosa cercanía, que capacitan la mirada para descubrir lo invisible y nos abre a visiones y planteamientos nuevos para crear futuro con Jesús.
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Domingo XXXII del Tiempo Ordinario
12 noviembre 2023
Mt 25, 1-13
La parábola no quiere poner el acento en la cuestión egoísmo/generosidad -en la resistencia a compartir-, sino en el hecho de que nadie puede vivir por ti. El “aceite” de que habla no es algo que pueda obtener desde fuera, ni algo de lo que otros pudieran surtirme. El aceite, en este relato, es sinónimo de comprensión. La cual requiere, en principio, todo un camino de indagación y experimentación, que nos permita vivir en la luz (con “las lámparas encendidas”).
Es justamente la comprensión la que nos permite ver la vida como una “boda”, es decir, como la celebración de la unidad de todos con todo: todo es uno, todo se halla interconectado; son infinitas las diferencias, pero no cabe la separación.
Lo único que nos impide verlo es la “necedad” -del latín “nescio”, que significa “no sé”- de que habla Jesús, es decir, la ignorancia. Por el contrario, lo que nos permite vivir en la luz -liberados de la confusión- es la “sensatez” o, lo que es lo mismo, la sabiduría o comprensión.
La comprensión puede aparecer espontáneamente -y de pronto nuestras lámparas aparecen llenas de aceite- o puede ser fruto de un trabajo paciente por el que vamos aprendiendo a ver más allá de las apariencias.
Resulta profundamente significativo el hecho de que todas las grandes tradiciones sapienciales -pensemos incluso en los sabios griegos- han insistido en algo decisivo: lo que podemos percibir por los sentidos, todo lo que se mueve a nuestro alrededor, no es nunca lo realmente real. Todo ello son “apariencias”, que merecen nuestro cuidado y gestión, pero son solo formas más o menos efímeras, no lo realmente Real.
Por ahí se mueve el camino de la indagación: ¿qué es aquello que permanece cuando todo cambia? Comprenderlo es el “aceite” que solo cada cual -sin negar la ayuda que podamos recibir y que actuará de manera evocadora- puede poner en su existencia.
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Vírgenes prudentes, catedral de Estrasburgo
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- Hacia el final del año litúrgico y de la historia:
Poco a poco nos vamos acercando al final del año litúrgico (el próximo 3 de diciembre comenzaremos el nuevo año con el primer domingo de Adviento).
Durante los cuatro domingos de este mes de noviembre, las lecturas, la Palabra, nos irá situando ante el final, ante la finalización tanto personal como de la historia de la humanidad.
En último término detrás de todo esto está la cuestión del sentido de la vida: ¿Hacia dónde camina el universo, la historia, nuestra vida? ¿Cuál es nuestra finalización?
Como cristianos, creemos (confiamos) y esperamos que nuestra historia termina en Cristo y ello nos ayuda a vivir el presente no con el miedo a un juicio final justiciero, sino a vivir con gozo porque estaremos siempre con el Señor (S Pablo, 2ª lectura).
La esperanza en el futuro del Señor es la alegría y serenidad del presente. Vivimos ya hoy en el Señor.
02.- Ser sabios en la vida.
Hemos escuchado en la primera lectura (Sabiduría) que meditar en ella, en la Sabiduría, es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones.
Ser sabio, o la sabiduría no es estudiar una carrera universitaria con notas brillantes ni tener muchos conocimientos científicos. Ser sabio es saber vivir.
No siempre que se tiene ciencia, se tiene sabiduría. La ciencia no es sabiduría. Muchas personas científicas no saben vivir.
Vírgenes necias, catedral de Estrasburgo
Nuestros mayores y mucha gente sencilla: obreros, labradores, madres de familia, humildes trabajadores, no han tenido o no tienen títulos académicos, no tenían muchos conocimientos científicos pero han sido, son, sabios en la vida, saben vivir. Humildes monjes en la vida monacal, poetas, misioneros “perdidos” en la selva, mucha gente sencilla tienen calma y serenidad en la vida, tienen sabiduría.
Quien tiene la cabeza bien puesta y vela por la sabiduría, pronto se ve libre de preocupaciones.
Podremos tener dificultades, enfermedades, escasez de medios, de dinero, “rifi-rafes” religiosos y clericales, pero quien sabe de dónde y hacia dónde camina, tiene la sabiduría fundamental.
Hoy en día vivimos a toda prisa para no llegar a ningún lado, vivimos atiborrados de quincallería tecnológica, pero no hallamos la paz.
Fray Luis de León (siglo XVI) lo decía así:
Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido.
03.- El final es ser con Cristo
Aquellas primeras comunidades paulinas (Tesalónica – 2ª lectura) dudaban de cómo termina esta historia, pues la gente seguía y sigue muriendo y Cristo no llega para concluir la historia de la salvación.
¿Dónde van a parar nuestros difuntos y dónde pararemos nosotros?
Por eso le peguntan a Pablo sobre la suerte de los difuntos. (Todavía en esta carta Pablo piensa que el Hijo del Hombre va a llegar “un día de estos” y trata de alentar la esperanza de aquellos cristianos).
En un segundo momento, S Pablo se dará cuenta de que la “venida de Cristo” no es una cuestión histórica, ni geográfica y dejará de pensar en términos de tiempo para, más sencillamente, creer que: Seremos en Cristo.
La historia de la humanidad, nuestra propia existencia termina donde comenzó: en Cristo. Estamos llamados a concluir en el Señor.
Esta es una gran sabiduría que impregna toda nuestra existencia y nos libra de preocupaciones.
04.- El aceite: La luz en la noche y sueño de la vida.
Hemos escuchado una parábola de bodas, de aguardar el futuro, con lámparas de aceite encendidas que puedan iluminar la noche de la vida.
Algunas de las mujeres de la parábola salieron con las lámparas encendidas a esperar al esposo: el amor. Otras se adormecieron en la vida.
También hoy se nos han apagado las lámparas. El aceite enciende es el fuego y el espíritu que alumbran la existencia.
Nos hemos quedado sin aceite, sin luz y sin “luces” en la vida. Vivimos adormecidos en una gran “narcolepsia” por las mil drogas que la sociedad nos ofrece, si no impone. Tenemos mil fuegos artificiales, que nos ciegan más que iluminan la noche y problemas de la vida.
No tenemos aceite (sabiduría) capaz de alumbrar nuestra existencia.
Cuidemos el aceite, la Sabiduría, el saber vivir.
Velad: vivamos sabia y gozosamente despiertos esperando y caminando con Cristo. Nos veremos libres de preocupaciones y llenos de paz y esperanza.
Las lecturas litúrgicas de hoy para el 31º Domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.
Las lecturas litúrgicas de hoy son algo así como un estudio en contraste. Tanto en la primera lectura como en el pasaje del evangelio, recibimos duras palabras tanto del profeta Malaquías como del propio Jesús, que condenan la hipocresía de quienes predican las palabras y los mandamientos de Dios, pero no los practican ellos mismos.
Sin embargo, en la segunda lectura de la Primera Carta a los Tesalonicenses, San Pablo compara su ministerio al de una madre lactante, todo gentileza y atención, quitando cargas y regocijándose por la forma en que la comunidad realmente recibió y entendió “no como una palabra humana. sino, como verdaderamente es, la palabra de Dios”.
Vivo en Nueva Inglaterra, donde ha sido una temporada de otoño verdaderamente maravillosa. Toda la lluvia del verano combinada con temperaturas más cálidas para producir un arcoíris de follaje dorado en estas últimas semanas, un bálsamo para aquellos de nosotros que tememos el invierno a punto de llegar.
Y, al igual que los líderes religiosos de la época de Jesús, los árboles exhiben una acción en la superficie, mientras realizan activamente otra. Jesús critica a estos funcionarios porque sus acciones exteriores no ilustran lo que dicen llevar por dentro, es decir, el amor y la misericordia de Dios.
Nuestros hermosos árboles de octubre son similares, aunque opuestos: lo que parece ser una muerte, pérdida de hojas y volverse quebradizos durante el largo invierno, es en realidad el acto mismo que deja espacio para la resurrección cuando llegue la primavera. Mientras que los fariseos se encerraron en sí mismos por obligaciones egoístas, los árboles se encerraron en sí mismos para continuar su trabajo de sustentación de la vida el próximo año.
Con el cierre de la asamblea del Sínodo el fin de semana pasado y las decepciones para la comunidad LGBTQ+ en particular en torno al informe final, es tentador señalar que la iglesia institucional actúa de la misma manera que Jesús condena en Mateo 23: 3-5, donde las creencias proclamadas no coinciden con las acciones externas:
“Porque predican pero no practican. Atan cargas pesadas y difíciles de llevar y las ponen sobre los hombros de la gente, pero ellos no mueven un dedo para moverlas. Todas sus obras están realizadas para ser vistas”.
Pero, como señala la declaración del New Ways Ministry en respuesta al informe final de la asamblea, podemos y debemos tener esperanza no sólo del proceso en sí, sino también de la discusión abierta y la promoción de la plena aceptación de las personas LGBTQ+ por parte de tantos participantes y miembros De la Iglesia mundial en la Asamblea.
Las condenas de Jesús a los fariseos se centran en su énfasis en las apariencias por encima de la adhesión a los deseos de Dios de justicia, amor y misericordia. Enfocan el honor y la gloria que deberían estar reservados para Dios en ellos mismos al reclamar asientos importantes en los banquetes, enfatizar demasiado los aspectos externos de la oración y negarse a ayudar a los agobiados entre ellos. Así como Jesús los llama a un cambio de enfoque, nosotros también podemos centrar nuestra atención en aquellos que están más agobiados por estructuras eclesiásticas y gubernamentales que no garantizan dignidad y respeto a las comunidades marginadas. Aunque exteriormente vemos algunas ramas frágiles, en el interior se ha creado nueva vida gracias al propio proceso sinodal.
Podemos actuar de buena fe por los católicos LGBTQ+, continuando presionando a nuestras parroquias y comunidades para que patrocinen programas, creen acceso a la vida sacramental y sigan a un Dios que modela la inclusión y afirmación radical, especialmente de los más vulnerables.
Podemos actuar con esperanza al ver que las semillas que se han sembrado en el acto del Sínodo mismo y en las voces que antes fueron ignoradas o excluidas se incluyen e incluso se amplifican.
Y podemos continuar actuando por amor, esforzándonos siempre para que nuestra acción exterior coincida con nuestras convicciones internas de la Amada Comunidad, donde los marginados están centrados y todos son verdaderamente bienvenidos.
—Angela Howard McParland (ella), Ministerio New Ways, 5 de noviembre de 2023
Comentarios desactivados en “Contribuir a la conversión de la Iglesia”. 31 Tiempo ordinario – A (Mateo 23,1-12)
No son pocos los que se han alejado de la fe, escandalizados o decepcionados por la actuación de una Iglesia que, según ellos, no es fiel al evangelio ni actúa en coherencia con lo que predica. También Jesús criticó con fuerza a los dirigentes religiosos: «No hacen lo que dicen». Solo que Jesús no se quedó ahí. Siguió buscando y llamando a todos a una vida más digna y responsable ante Dios.
A lo largo de los años, también yo he podido conocer, incluso de cerca, actuaciones de la Iglesia poco coherentes con el evangelio. A veces me han escandalizado, otras me han hecho daño, casi siempre me han llenado de pena. Hoy, sin embargo, comprendo mejor que nunca que la mediocridad de la Iglesia no justifica la mediocridad de mi fe.
La Iglesia tendrá que cambiar mucho, pero lo importante es que cada uno reavivemos nuestra fe, que aprendamos a creer de manera diferente, que no vivamos eludiendo a Dios, que sigamos con honestidad las llamadas de la propia conciencia, que cambie nuestra manera de mirar la vida, que descubramos lo esencial del evangelio y lo vivamos con gozo.
La Iglesia tendrá que superar sus inercias y miedos para encarnar el evangelio en la sociedad moderna, pero cada uno hemos de descubrir que hoy se puede seguir a Cristo con más verdad que nunca, sin falsos apoyos sociales y sin rutinas religiosas. Cada uno hemos de aprender a vivir de manera más evangélica el trabajo y la fiesta, la actividad y el silencio, sin dejarnos modelar por la sociedad, y sin perder nuestra identidad cristiana en la frivolidad moderna.
La Iglesia tendrá que revisar a fondo su fidelidad a Cristo, pero cada uno hemos de verificar la calidad de nuestra adhesión a él. Cada uno hemos de cuidar nuestra fe en el Dios revelado en Jesús. El pecado y las miserias de la institución eclesial no me dispensan ni me desresponsabilizan de nada. La decisión de abrirme a Dios o de rechazarlo es solo mía.
La Iglesia tendrá que despertar su confianza y liberarse de cobardías y recelos que le impiden contagiar esperanza en el mundo actual, pero cada uno somos responsables de nuestra alegría interior. Cada uno hemos de alimentar nuestra esperanza acudiendo a la verdadera fuente.
Comentarios desactivados en “No hacen lo que dicen”. Domingo 5 de noviembre de 2023. 31º Ordinario
Leído en Koinonia:
Malaquías 1,14b-2,2b.8-10: Os apartasteis del camino y habéis hecho tropezar a muchos en la ley. Salmo responsorial: 130: Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor. 1Tesalonicenses 2,7b-9.13: Deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas. Mateo 23,1-12: No hacen lo que dicen.
Malaquías es un profeta de la época postexílica, o sea, después de que a finales del siglo VI a.C. el pueblo judío que se hallaba en Babilionia retornara a Jerusalén. Su labor se concentró en cuestionar la política de los exiliados que comenzaron a expropiar a la gente que habitaba las tierras de Palestina y que llevaba allí más de medio siglo. La mayor parte de los exiliados estaban más preocupados por hacer fortuna y ocupar la mayor parte de tierra posible, que por reedificar los fundamentos éticos, sociales y fraternos del nuevo Israel.
Por su parte, los habitantes de la provincia de Judá, Galilea y Samaría se vieron sacudidos por una ola de agresivos repatriados que, disponiendo de cuantiosos capitales, pretendían apoderarse de la tierra tratando a la gente del país como extranjeros. Esta situación echó por tierra la esperanza de muchos profetas que esperaban que Israel hubiera cambiado su proceder después del exilio. Lo peor de todo era que esta manera abusiva y violenta de proceder era liderada por un grupo de levitas que se consideraban los propietarios de la auténtica religión de Israel.
El profeta Malaquías es muy directo en sus denuncias. Utiliza el mismo lenguaje ampuloso y rimbombante de las celebraciones litúrgicas para denunciar las arbitrariedades de la casta sacerdotal que se aprovecha de la ignorancia de la gente humilde de la provincia para cometer toda clase de atropellos. Lo peor de todo es que los que se presentan como baluartes de la Ley, no tengan ni el más mínimo sentido de justicia. No respetar el derecho de los pobres es violar la alianza del Señor, y ésta es una ofensa más grave que cualquier infracción ritual o disciplinaria.
La enseñanza de Jesús se orienta en esta misma dirección y pone en jaque las pretensiones de tantas personas que preocupándose por la ortodoxia descuidan los principios elementales de la justicia.
La catequesis se ha preocupado durante muchos siglos por transmitir la doctrina correcta, y por que la gente muriera como «hijos fieles de la Iglesia». Saber el catecismo, a poder ser de memoria, era muy importante. No apartarse lo más mínimo de «la fe de la Iglesia», era prácticamente lo más valorado. Este interés catequético es legitimo, pero es necesario preguntar: la catequesis que se preocupó tanto por la «doctrina correcta», la llamada «ortodoxia», se preocupó igualmente por la práctica correcta, la llamada «ortopraxis»?
El evangelio de Mateo es directo y tajante. Nos pide aceptar la ortodoxia pero siempre y cuando esté basada y fundamentada en la ortopraxis, es decir, en la práctica de la justicia. Pues, anunciar las doctrinas correctas, que todo el mundo acepta, es muy fácil. Lo difícil es practicarlas. Por eso, urge más revisar nuestras prácticas catequéticas que los sistemas doctrinales.
Durante mucho tiempo nuestra catequesis se limitó, en gran parte, a memorizar preceptos, doctrinas y fórmulas. El evangelio nos pide que, sin olvidar todo esto, nos preocupemos de realizar lo que ellas proponen. Lo fundamental de toda la doctrina cristiana, contenida en el evangelio, es la práctica comunitaria de la caridad expresada en una exigencia irrevocable de justicia. La comunidad cristiana existe para enunciar buenas noticias a la humanidad. Se convierte ella misma en buena noticia cuando transforma las realidades de muerte en caminos hacia la vida en abundancia y no cuando se anuncia a sí misma. Leer más…
Comentarios desactivados en 5.11.23. Evangelio del sínodo. Iglesia sin rabinos, padres ni instructores (Dom 31 TO, Mt 23,1-12)
Del blog de Xabier Pikaza:
Ha terminado el Sínodo 23, dejándonos un sabor agridulce. Pero el evangelio del domingo nos da otra vez “moral”, nos pone nuevamente en camino. Ese texto ha sido recreado por Mateo, a nombre de Pedro, partiendo de la palabra de Jesús en Mc 12, 37-40.
| X.Pikaza
Ofrecerá a continuación unas anotaciones de base sobre ese evangelio, para elaborar después un comentario de conjunto del texto. No le sobra ni falta nada. puede debería tomarse al pie de la letra, como declaración básica para elSínodo 24.
Mateo 23,1-12
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque no hacen lo que dicen.
Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar instructores, porque uno solo es vuestro instructor, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido
ANOTACIONES DE BASE
Antes se presentar el comentario de este salmo (tomado de Evangelio Mateo) quiero ofrecer unas anotaciones telegráficas sobre su texto y contexto:
1. Jesús habló a la gente y a sus discípulos (23, 1), como enseñanza para los de fuera (ojloi, muchedumbres: que sepan qué es la iglesia) y una instrucción para los de dentro (discípulos, mathetai), que sean iglesia
2. En la cátedra de Moisés se han sentado escribas (grammateis) y fariseos (23, 1). Han sentado cátedra sobre los demás, como dirigentes legales (escribas, clérigos) y como auto-nombrados ejemplo de vida (fariseos).
3. Mateo condensa así la iglesia “de origen judío” de Pedro, a quien Jesús ha nombrado “gran escriba” rabino de su iglesia (Mt 16, 17-19).Esta es la iglesia del Papa Francisco que asume el legado de Pedro y convoca un sínodo. En esta iglesia no hay =(no debe haber) lugar obispos, presbíteros/anciano, ni sacerdotes (ojo, aquí no se nombre ningún tipo de sacerdocio clásico, la iglesia judeo-cristiana de Mateo ha roto con los sacerdotes de Jerusalén):
4. Haced lo que digan, no hagáis lo que hagan… Estas palabras extienden una sospecha de base contra estos dos tipos de “autoridad” (la de libro: escribas; y la de autonombramiento: fariseos). En principio, según el evangelio, toda forma de autoridad establecida sobre otros es falsa…, una hipocresía (dicen, no hacen).
5.Estos escribas/fariseos identifican la religión como imposición (imponen cargas pesadas a los demás, no las tocan ellos con el dedo, no hacen lo que dicen). En principio, su autoridad es una forma de mentira/imposición organizada. A la iglesia actual se le ha acusado (y se le acusa) de andar imponiendo cargas legales y falsamente sacrales sobre el pueblo-pueblo. Quizá esa acusación sea exagerada, pero no la ha dicho cualquier, sino Jesús.
No llaméis a nadie “Rabino”, de Rab, grande… (con el sentido etimológico de maestro-magister, el que se hace “más”). Toda religión como supremacía es falsa (mentirosa y opresora). Ha habido “rabinos” judíos y cristianos (gente que sabe más, que tiene autoridad de sabiduría) que han sido “geniales”, que han ayudado a vivir a multitudes…, pero cuando ellos se convierten en “rabinismo” (autoridad establecida) se pervierten, pervierten el evangelio de la vida de Jesús, que no fue en ese sentido rabino.
No llaméis a nadie “Padre” (en el sentido de aquel que tiene poder sobre los “hijos”). Dios no es Padre en ese sentido, su paternidad no es “poder”, sino servicio… Padre/Dios verdadero no es el que manda, sino el que da (se da) para que otros sean, el que es mejor para que sean grandes los otros.
No llaméis a nadie “instructor” (kathegetes, dirigente…). La religión no es para que unos instruyan/dominan, a otros, sino para que todos se descubran libres, identificándose por dentro con Cristo (=el Maestro, dirigente interior, en libertad…). La religión de Jesús no es dependencia, sino experiencia y camino de libertad plena en el amor. Todo aquel que hace dependientes a los otros les destruye
6. Cuatro “marcas” negativas, cuatro negaciones de poder, en este evangelio:
Sin vestidos especiales, que marquen su superioridad, distinción o dominio sobre los otros La “foto” de obispos y demás clérigos que se exhiben y distinguen por el vestido es mal judaísmo… mal cristianismo. La foto final del sínodo con cientos de obispos muy vestidos de sí mismos como obispos me da mucha ternura, pero según este evangelio resulta personal y corporativamente “no cristiana” (por no decir anticristiana)
Sin primeros asientos en los banquetes (=ventajas económicas), es decir, sin comer a costa de los otros. Hay gente que se ha hecho escriba/fariseo para comer más y mejor en el banquete de la vida. Jesús ha empezado criticando de poder “alimenticio” de escribas/fariseos. Toda religión de superioridad económica, para comer a costa de otros es falsa por principio, sin paliativos.
Sin primeras cátedras (prôtokathedías) en las sinagogas (reuniones). La iglesia se constituye), está formada por sinagogas (reuniones en forma de mesas/redondas), sin cátedras superiores, es decir, sin lo que serán luego los obispos. Originalmente, esta iglesias petrinas eran comunidades de iglesias fraternas de iguales; no había en ellas obispos (primeras cátedras) como las que se establecieron a partir del siglo II, es decir, después y en contra del Pedro del evangelio de Mateo. Según Mateo, Pedro fue muy importante en todas las iglesias, pero no fue obispo (pues no los había, ni los fundó él, como se deduce de Mt 18, 15-18. Los obispos (es decir, los primer “cátedros”), fueron importantes en la iglesia posterior… y pueden serlo en la que tiene que venir, pero con cambios esenciales; de lo contrario, ellos no son un bien, sino un mal para las iglesias.
Sin derecho a saludos/honores especiales en la plaza (ágora), es decir, en la vida social… Una religión que trace un tipo de “superioridad” social en la plaza (ágora: Saludos, honores, vestidos, comidas etc) va en contra del evangelio. Los que buscan “saludos y honores” en la plaza por ser “autoridad religiosa” han confundido y negado el evangelio, según este pasaje de Mateo.
7. Una foto “desgraciada” para final del sínodo. Este es una foro de muchos hombres (sólo varones), vestidos de verde/autoridad, ocupando en grupo el primer asiento en el “banquete” eclesial y la primera cátedra en la enseñanza, dejando en un lugar invisible a “laicos, mujeres y demás gente”, va en contra de Mt 23, lo que debería haber sido el sínodo.
Una foto del sínodo en San Pedro Vaticano… La gran “basílica” (casa real) de San Pedro del Vaticano, construida y decorada por las primeras “espadas” del arte, arquitectura y técnica edilicia del siglo XVI-XVII no era el mejor lugar para la foto de lo que quería ser el “sínodo” (caminar, comer, escuchar/compartir… según el evangelio).Ya sé que SanPedroVaticano es un espacio excelso de arte/historia de un cristianismo de poder… pero en sí mismo me parece poco apropiado (poco sinodal) en la línea de este evangelio de Mt 23.
Jesús dijo “no es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre…”. Esa foto de los grandes varones obispos de verde (sólo ellos, varones, obispos…) va en contra de esa palabra de Jesús
San PedroVaticano es un espacio para conservar, admirar, celebrar en línea histórico/técnica…pero el sínodo tenía que haber terminado a campo abierto, como solía hacer las cosas San Pedro de Galilea, que llegó a Roma con lo puesto…Pero de esto había que hablar en otra ocasión. Ahora paso al comentario del texto.
COMENTARIO. Mt 23, 1-12
En la cátedra de[1].
Este pasaje nos sitúa ante un tema clave de la identidad cristiana, en un momento en que la iglesia corre el riesgo de convertir el camino de Jesús en una carrera de honores:
23 2 En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos; 3 cumplid, por tanto, y guardad todo lo que os digan, pero no hagáis según sus obras, pues dicen y no hacen 4 Pues pesan cargas pesadas (e incapaces de soportar) y las echan a las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas
5 Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres: ensanchan sus filacterias y alargan los flecos; 6 buscan el primer puesto en los banquetes y la primera cátedra en las sinagogas, 7y los saludos en las plazas, y que los hombres le llamen Rabí (Mt 23, 5-7)[2].
Mateo reconoce la autoridad magisterial de los escribas y fariseos (representantes de la tradición de Moisés), no sólo porque los seguidores de su evangelio vivían (o habían vivido) al interior de las comunidades judías, organizadas por intérpretes de la ley (escribas), siguiendo el ejemplo de los fariseos (testigos de un compromiso fuerte de pureza), sino porque su camino sigue siendo básicamente judío. En esa línea, al aceptar la autoridad de los maestros judíos, aunque negando su ejemplo (haced lo que dicen, no lo que hacen), Mateo defiende una continuidad básica con ellos, de forma que en principio, su Iglesia no despliega instituciones propias, pues se despliega desde el mismo judaísmo, en apertura mesiánica, aunque en contra de cierto rabinismo. Leer más…
Los protagonistas de las tres lecturas (hoy tendré también en cuenta la segunda) son las personas que deberían estar al servicio de la comunidad. Unos se portan mal con Dios y con el prójimo; Pablo se entrega por completo a sus cristianos.
El mal ejemplo de los sacerdotes (1ª lectura)
La primera lectura nos traslada a Judá en el siglo IV a.C. Por entonces, los judíos están sometidos al imperio persa. No tienen rey, sólo un gobernador, y los sacerdotes gozan cada vez de mayor poder y autoridad. Pero no lo ejercen como correspondería. Contra ellos se alza este profeta anónimo (Malaquías no es nombre propio sino título; significa “mi mensajero”).
Las acusaciones que hace a los sacerdotes son muy duras, pero parecen muy genéricas: no dar gloria a Dios, no obedecerle, no guardar sus caminos, hacer tropezar a muchos. Si la liturgia no hubiese mutilado el texto, quedarían claras algunas de las cosas con las que los sacerdotes desprecian a Dios: ofreciendo sobre el altar pan manchado, animales ciegos, cojos, enfermos o incluso robados. En definitiva, no dan importancia al altar ni a lo que se ofrece a Dios. En cambio, hacen tropezar a muchos, son parciales en la instrucción, favoreciendo a unos y perjudicando a otros en cuestiones muy distintas (cultuales, económicas, matrimoniales).
Lectura de la profecía de Malaquías 1, 14-2, 2b. 8-10
«Yo soy el Gran Rey, y mi nombre es respetado en las naciones -dice el Señor de los ejércitos. Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes. Si no obedecéis y no os proponéis dar gloria a mi nombre -dice el Señor de los ejércitos-, os enviaré mi maldición. Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley, habéis invalidado mi alianza con Leví -dice el Señor de los ejércitos-. Pues yo os haré despreciables y viles ante el pueblo, por no haber guardado mis caminos, y porque os fijáis en las personas al aplicar la ley. ¿No tenemos todos un solo padre? ¿No nos creó el mismo Señor? ¿Por qué, pues, el hombre despoja a su prójimo, profanando la alianza de nuestros padres?»
El mal ejemplo de los escribas y fariseos (Mateo 23,1-12)
En los domingos anteriores leíamos diversos enfrentamientos de grupos religiosos judíos con Jesús. Ahora le toca a él contraatacar. Y lo hace con un discurso muy extenso, del que hoy sólo se lee la primera parte, dirigido contra los escribas y fariseos, los principales representantes religiosos de los judíos después del año 70 (cuando los romanos incendiaron el templo de Jerusalén, los sacerdotes pasaron a segundo plano porque no podían ejercer su función cultual).
Los escribas eran los especialistas en la Ley de Moisés, algo así como nuestros canonistas y moralistas. Los fariseos eran los seglares piadosos, que se esforzaban sobre todo por cumplir las normas de pureza y por pagar el diezmo incluso de lo más pequeño.
Ni buen ejemplo ni buena enseñanza
En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
El discurso comienza con una afirmación llena de ironía. Aparentemente distingue entre lo que dicen y lo que hacen. Lo que dicen es bueno, lo que hacen… es que no hacen nada. Sin embargo, esta afirmación hay que matizarla teniendo en cuenta el resto del evangelio. Entonces se advierte que Jesús no está de acuerdo con la enseñanza de escribas y fariseos, porque en otras ocasiones ha mostrado su desacuerdo con ellos, e incluso ha puesto en guardia a los discípulos contra su doctrina. Así lo demuestra la referencia a su enseñanza: toda ella se resume en agobiar a la gente con cargas pesadas, que ellos no se molestan en empujar ni con el dedo. Por consiguiente, la única forma adecuada de interpretar las palabras iniciales es la ironía. Jesús está en desacuerdo con la conducta de escribas y fariseos, y también con su enseñanza.
Filacterias y alzacuellos, borlas y colorines
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.
El discurso sigue con el mismo enfoque irónico. Después de afirmar que «no hacen», dice que hacen muchas cosas, todas para llamar la atención. Y se detiene en algo a lo que Jesús daba mucha importancia: la forma de vestir.
Las filacterias eran pequeñas cajas forradas de pergamino o de piel negra de vaca que contienen tiras de pergamino en las que están escritos cuatro textos bíblicos (Dt 11,13-22; 6,4-9; Ex 13,11-16; Ex 13,2-10). Desde los trece años, durante la oración de la mañana en los días laborables, el israelita varón se ponía una sobre la cabeza y otra en el brazo izquierdo, pronunciando estas palabras: «Bendito seas, Yahvé, Dios, Rey del Universo, que nos has santificado por tus mandamientos y que nos has ordenado llevar tus filacterias». Mateo alude a una costumbre de los judíos beatos, que llevaban las filacterias todo el día y agrandaban las borlas para hacerlas más visibles.
El origen de las borlas se remonta a Nm 15,38s: «Di a los israelitas: Haceos borlas y cosedlas con hilo violeta a la franja de vuestros vestidos. Cuando las veáis, os recordarán los mandamientos del Señor y os ayudarán a cumplirlos sin ceder a los caprichos del corazón y de los ojos, que os suelen seducir». Los judíos beatos agrandaban esas borlas que llamar la atención. Escribas y fariseos caen en estos defectos, a los que se añaden otros detalles de presunción.
Ni maestro, ni padre
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Mateo, que no quiere limitarse a ironizar, sino que desea evitar los mismos peligros en la comunidad cristiana, termina esta parte introductoria exhortando a evitar todo título honorífico: maestro, padre, consejero. En su opinión, no se trata de una cuestión secundaria: el uso de estos títulos equivale a introducir diferencias dentro de la comunidad, olvidando que todos somos iguales: todos hermanos, todos hijos del mismo Padre. Más aún, esos títulos significan desposeer a Dios y al Mesías de la dignidad exclusiva que les pertenece, para atribuírsela a simples hombres. Por eso, frente al deseo de aparentar de escribas y fariseos, el principio que debe regir entre los cristianos es que «el más grande de vosotros será servidor vuestro». Y el que no esté dispuesto a aceptarlo, que se atenga a las consecuencias: «A quien se eleva, lo abajarán, y a quien se abaja, lo elevarán».
Oscar Romero, un buen ejemplo
El buen ejemplo de Pablo (1ª Tesalonicenses 2,7b-9.13)
Por pura casualidad, y sin que sirva de precedente, la segunda lectura de hoy se puede relacionar con las otras dos. Frente al mal ejemplo de desinterés, autoritarismo, vanidad y presunción, Pablo ofrece un ejemplo de entrega absoluta a los cristianos de Tesalónica, como una madre, trabajando día y noche para no resultarles gravoso.
Hermanos:
Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor. Recordad si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. Ésa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.
Comentarios desactivados en Domingo XXXI. 05 Noviembre, 2023
“Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque unos solo es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar jefes, porque uno solo es vuestro Señor, Cristo.”
(Mt 23, 1-12)
Muchas veces me he preguntado si este fragmento del evangelio está en todas las biblias o solamente en algunas. Y me viene a la memoria una conversación que tuve hace años con un amigo. Algo le comentaba yo del evangelio, le decía que había cosas que no entendía y le preguntaba si a él no le pasaba lo mismo. Me contestó bromeando: No, yo las páginas que no entiendo o no me gustan las arranco y problema resuelto.
Aquella broma me hizo reír entonces, pero también me ha hecho pensar en más de una ocasión ya que tristemente a la Biblia le hemos hecho decir lo que hemos querido y también hemos silenciado aquello que nos ha interesado. Así, resaltando unas cosas y callando otras, hemos deformado profundamente el Rostro de Dios que vino a mostrarnos Jesús.
El evangelio de hoy es un vivo ejemplo. ¡Madre mía, cómo nos hemos llenado de títulos en la Iglesia! ¿Qué cara se le pondría a Jesús si escuchase lo de “eminencia”, “ilustrísimo”, “santo padre”, “excelentísimo”…? ¡Lo de maestro, padre o jefe es una nimiedad!
No vale decir que esto no tiene importancia, porque sí la tiene. El lenguaje es poderoso. No es lo mismo llamar a alguien “padre” que llamarle “hermano”. Tampoco es lo mismo acercarse a los demás con corazón de “jefe” o “superior” que hacerlo “como uno más”.
Cada momento histórico aporta sus tesoros y sus sombras y el poder de la Iglesia es una sombra muy alargada. Desde luego, gracias al inmenso poder que durante siglos ha ostentado la Iglesia como institución es mucho por lo que los cristianos tenemos que pedir perdón.
Porque hemos subido muy arriba, ahora la bajada se nos hace más penosa y difícil. Pero nos viene bien. La profunda crisis de vocaciones no es por culpa de la sociedad. Ni es por la falta de compromiso de los jóvenes de hoy. Es un crisol que volverá a colocarnos en el lugar que nos corresponde de la misma manera que ha sucedido en otras grandes crisis.
Oración
No nos dejes seguir cayendo en la tentación de dejarnos llamar con títulos y sentirnos mejores y superiores que los demás. Bendice, Trinidad Santa, a nuestra Iglesia, a cada persona cristiana, con el don de la humildad. ¡Amén!
Comentarios desactivados en Santísimo Padre, Eminencia Reverendísima. Muy Reverendo Padre Superior.
DOMINGO 31 (A)
Mt 23, 1-12
Sigue el mismo discurso. Después de las controversias, Mateo sigue hablando para su comunidad y poniendo en boca de Jesús lo que quiere decir él a aquellos cristianos. Su intención es hacer ver la diferencia entre el antiguo Israel y la nueva comunidad. En el relato de hoy, Jesús no habla a los fariseos, sino a la gente y a sus discípulos. Mateo pide a su comunidad que no caiga en los mismos errores que critica. Su preocupación está justificada, porque el cristianismo cayó muy pronto en un fariseísmo peor que el judío.
El ambiente reflejado en este texto no es el del tiempo de Jesús, sino el de la comunidad de Mateo sesenta años después. Los furibundos ataques contra los fariseos que aparecen en los evangelios, seguramente no corresponden a Jesús, sino a una situación que comienza a partir de la muerte de Jesús y se agudiza a partir de la destrucción del Templo en el año 70. Desaparecido el sacerdocio y el culto, los fariseos se hicieron con el absoluto control del judaísmo e impusieron a todos su manera de pensar. Solo entonces decidieron expulsar del judaísmo a los cristianos y declararles formalmente herejes.
Lo que reflejan los evangelios es la reacción de los cristianos contra esos fariseos, que se mantuvo a través de los siglos. En el texto de hoy encontramos dos pistas para descubrir que esas palabras no las dijo Jesús: a) Nunca pudo decir que el único Señor era él mismo. b) La denominación de “hermanos”, que el evangelista pone en boca de Jesús, fue un distintivo de la primera comunidad cristiana. El saber que no lo dijo Jesús no resta un ápice la importancia de la advertencia a aquellas primeras comunidades.
Vamos a revisar alguna de las frases que acabamos de leer. Hoy no se necesita ninguna exégesis especializada. Se entiende todo perfectamente. Otra cosa es que nos interese de verdad seguir las directrices del evangelio. De muchos, que se encuentran hoy sentados en cátedras, se podía decir lo mismo que el evangelio dice a los fariseos. ¡Qué poco han cambiado las cosas en veinte siglos! El texto sigue teniendo una rabiosa actualidad.
Ellos no hacen lo que dicen. No es exacto que los fariseos fueran por definición “fariseos”. Eran cumplidores, pero su rigorismo en la interpretación de la Ley les obligó a disimular que eran incapaces de cumplirla para poder seguir exigiendo a los demás lo que ellos no hacían. Pero el engaño mayor consistía en exigirles en nombre de Dios unas prácticas que no les podían traer salvación, porque solo eran preceptos humanos.
Cargan a la gente con fardos pesados e insoportables. Eran 613 los preceptos que tenía que cumplir todo israelita para ser fiel a la Ley; según algunos, todos tenían la misma importancia porque eran la voluntad de Dios. En ese fárrago de prescripciones la vida humana quedaba aprisionada y las personas sumidas en una frustración alienante. Recordemos lo que Jesús había dicho: “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente. Cuando se pone la perfección en el cumplimiento de normas externas, solo caben dos salidas: En la medida que la alcances, la soberbia. Soy más que los demás y puedo mirarlos por encima del hombro. En la medida que no la alcanzas, la simulación. Lo que los demás piensen de mí es más importante que lo que soy realmente. De ahí el afán por exagerar todos los signos externos de religiosidad. Muchos cristianos de hoy estamos en esa misma dinámica.
Vosotros,en cambio… Aquí tenemos la clave del texto. La nueva comunidad no debe comportarse como los fariseos, sino desde la autenticidad. Esto es lo que quiere dejar claro Mateo. El mensaje central del evangelio consiste en abandonar todo intento de superioridad y entrar en una dinámica de servicio incondicional a los demás. Cuando Juan habla del pecado del mundo, se refiere siempre al oprimir a otro o al dejarse oprimir.
“No os dejéis llamar maestros, no llaméis a nadie padre, no os dejéis llamar jefes”.¡Qué poco dura lo auténtico! Seguramente ya se empezaba a estructurar la comunidad y ya había, en aquella época, quien quería ser más que los demás. Los seres humanos somos capaces de remover el cielo y la tierra, con tal de justificar el estar por encima de los demás y de alguna manera utilizarlos en beneficio propio.
El primero entre vosotros será vuestro servidor. Jesús exige lo que él vivió. El mismo Jesús comenta en otro lugar: “lo mismo que el Hijo de hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. Recordad que cuando Juan dice “dar su vida”, no emplea “zoe” ni “bios”, sino “psiques”. No está hablando de la vida biológica, que entregó en la cruz, sino de la vida psicológica (propiamente humana) que pone al servicio de los demás durante toda su andadura.
Ciertamente, a primera vista el principal reproche se hace a los superiores. A ello nos empuja también la primera lectura. Sin duda ninguna, la jerarquía debía hacer un serio examen de conciencia partiendo de estas palabras del evangelio y de otras que van en la misma dirección, pero los títulos se los damos nosotros. Una vez más debemos recordar que Jesús no lanza sus diatribas contra la autoridad, sino contra la autoridad que se ejerce como poder. El que quiera ser primero que sea el último y el servidor de todos.
La Iglesia empezó muy pronto a organizarse copiando en su estructura el organigrama del imperio. Poco a poco, le fue dando más importancia al poder que a la autoridad, y terminó sacralizando la autoridad y olvidándose del servicio, en contra del evangelio. Una vez que entró por la dinámica del poder no ha visto la manera de salir de ella porque pensó que actuaba en nombre de Dios. Desde la Edad Media, se han alzado en todas las épocas voces en contra de la estructura de poder (jerarquía) de la Iglesia. Nadie ha sido capaz de emprender con éxito esa renovación. Juan Pablo I lo anunció, pero no vivió para realizarla.
No toda la culpa la tienen los superiores. Un examen cuidadoso de la psicología humana, nos llevara a descubrir que somos los inferiores los que tendemos a buscar el refugio de otras personas en las que depositamos la responsabilidad para encontrar seguridad, a cambio de que nos liberen de la necesidad de decidir, aunque eso suponga un cierto grado de sumisión. La carga de que me libero parece mayor de la que supone la sumisión. Esta es la trampa, porque actuando de esta manera renuncio a la responsabilidad de ser yo.
Obedecer órdenes no garantiza el cumplimiento de la voluntad de Dios. Ser fiel a Dios es ser fiel a ti mismo. Lo que Dios quiere de ti, te lo está diciendo desde dentro de ti mismo. Todo el que quiera doblegar tu voluntad en nombre de Dios, te está engañando. Es verdad que nunca podremos alcanzar la plenitud en soledad, pero los demás tienen que ayudarme a descubrir la meta de esa plenitud, mostrándome el camino para alcanzarla.
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