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Christina Moreira, presbítera católica: “Al papa le diría que seríamos un viento fresco para la Iglesia”

Lunes, 23 de septiembre de 2024
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IMG_7249En 2002 tres obispos católicos ordenaron a las siete primeras mujeres sacerdotes, ya son más de 300

Están excomulgadas por las normas de la Iglesia Católica aunque cumplen con la sucesión apostólica

Por Santi Riesco
18/08/2024. 09:34 horas

Christina Moreira es una figura destacada en el movimiento por la ordenación de mujeres dentro de la Iglesia Católica Romana. Nacida en Francia, aunque vive en Galicia desde hace más de 30 años, es miembro activo de la Asociación de Mujeres Sacerdotes Católicas Romanas (ARCWP, por sus siglas en inglés), una organización que aboga por la ordenación de mujeres y tiene como objetivo crear comunidades católicas inclusivas. Moreira sirve como presbítera, celebrando liturgias y promoviendo la inclusión de las mujeres en todos los aspectos del ministerio de la iglesia.

Christina también está involucrada en otros grupos que abogan por la igualdad de género dentro de la Iglesia, como Toutes Apôtres (“Todos Apóstoles” en Francia) y el Comité de la Jupe (“Comité de la falda“, asociación feminista y católica, también en Francia). Su trabajo se centra en desafiar la exclusión tradicional de las mujeres de roles sagrados y en fomentar una comprensión más igualitaria del catolicismo. Es crítica con el clericalismo que considera una barrera para la verdadera igualdad y llama a repensar las estructuras de la Iglesia para que sean más inclusivas y representativas de todos sus miembros.

P: ¿Cómo es posible que haya una ordenación sacerdotal dentro de la Iglesia Católica Romana a una mujer teniendo en cuenta que, según el Derecho Canónico, es imposible? 

R: Hay ordenaciones dentro de la Iglesia Católica porque somos católicas, por lo tanto, pertenecemos a esta iglesia. Nos han bautizado en esta Iglesia, en ella nos movemos y existimos. Y el bautismo no caduca, es indeleble e imprime carácter. En cuanto al Derecho Canónico hoy vigente hay que señalar que sólo existe desde el siglo XIX. Antes lo que había era tradición, costumbres y reglas no escritas.

El Derecho canónico sólo existe desde el siglo XIX, antes había tradición, costumbres y reglas no escritas

Ese Derecho dice que sólo pueden acceder a las órdenes sagradas -diaconado, presbiterado y episcopado- de manera lícita o autorizada por la ley, los varones. Pero hubo unas mujeres inspiradas, inteligentes y valientes que en el año 2002 decidieron reunirse para solicitar a unos obispos, también valientes e inspirados, que las ordenaran. Primero como diaconisas y luego como presbíteras. La primera ordenación de siete mujeres ocurrió en el Danubio el año 2002. Ya somos más de 300 y tenemos comunidades por todo el mundo.

“Soy católica, apostólica y romana”

P: Esto garantiza la sucesión apostólica, porque un obispo católico es quien ha presidido estas ordenaciones. 

R: Exacto. Pero no fue un obispo solo, fueron tres. Lo que ocurre es que no podemos dar a conocer sus identidades porque queremos protegerles. La sucesión apostólica se transmite por la presencia de obispos católicos debidamente consagrados. Nosotros tenemos referenciada y avalada nuestra sucesión apostólica, porque siempre se recogen las ordenaciones ante notario y se establece el linaje apostólico, si no, no serían válidas. Como te decía, soy católica, apostólica y romana. Y para mí y para mis compañeras es muy importante este linaje apostólico. Si no, estaría en otra tradición.

P: ¿Y qué dice la Iglesia oficial que les ha excomulgado?

Quedamos excomulgadas automáticamente junto con los violadores de niños y todo tipo de abusadores

R: Alguna de mis compañeras recibió su comunicación oficial de excomunión o como se quiera llamar. Las siguientes han caído bajo diferentes decretos promulgados por Benedicto XVI. Ahora el Papa Francisco lo ha reforzado con un artículo en el libro seis del Código de Derecho Canónico donde se dice que quedamos excomulgadas automáticamente junto con los violadores de niños y todo tipo de abusadores. Nos suelen meter en el mismo saco. Esto es lo que dice la Iglesia Católica oficial. Por lo demás, en nuestras comunidades atendemos a la gente, trabajamos cada una en su ámbito y vivimos en paz con la iglesia local.

P: Las 300 presbíteras católicas romanas son casadas, viudas, célibes… ¿Cuál es su caso?  

R: Pues yo soy casada, tengo una hija de un matrimonio anterior que fue anulado por causas evidentes y me volví a casar hace ya un montón de años con un sacerdote católico que decidió tener este proyecto de vida conmigo. Ambos nos hacemos cargo de la comunidad, que es un pequeño adelanto de lo que nos gustaría que fuese la Iglesia en nuestro sueño de futuro. No tienen nada que ver nuestros compromisos espirituales y religiosos con el hecho de tener o no una familia de determinada forma y color. Eso no influye.

P: Le iba a preguntar por cómo lo llevaba su familia, pero entiendo que cuenta con todo su apoyo.

R: Mi marido es mi más fiel aliado, mi compañero en el ministerio, en la vida y, francamente, creo que estoy gozando de una situación absolutamente privilegiada. Es un regalo.

IMG_7250Christina Moreira preside una celebración litúrgica al aire libre. ARCHIVO PARTICULAR C.M.

P: ¿Dónde está su comunidad y cuándo se reúnen para celebrar la liturgia?

R: Para celebrar la vida, la palabra, el Evangelio, la fracción del pan en las alegrías y las penas nos reunimos una comunidad de cristianos todos los domingos a las 12:00h en La Coruña, cerca de Juan Flores, en pleno centro de la ciudad.

P: ¿Cuántos son?  

R: Ayer éramos once o doce, ya no recuerdo. A veces somos 15 y a veces hemos sido más. Fluctúa. La gente es libre. Así que cuando puedes, cuando lo necesitas. Pero sí, entre diez y 20 solemos estar siempre.

P: Bueno, Jesús empezó con doce…

R: Sí, y alguno le salió mal.

Machismo clerical

P: ¿Qué desafíos ha enfrentado como presbítera en una institución tradicionalmente masculina? Aunque las primeras comunidades cristianas parece que no eran tan machistas…

el papel de las mujeres en la Iglesia, de los primeros siglos, ha sido poco a poco borrado y difuminado

R: El primer reto es afrontar esa realidad histórica que nos golpea de lleno a todas las mujeres cuando nos interesamos por este tema. Es visitar las catacumbas en Roma y ver que desde el primer siglo las mujeres partían el pan y oraban en público con un papel de liderazgo. Está allí, a todo color, en los muros de esos cementerios antiguos que recogían la vida y la muerte. Es darse de lleno con que el papel de las mujeres en la Iglesia, de los primeros siglos, ha sido poco a poco borrado y difuminado. El reto hoy es recuperar la visibilidad de las mujeres en la Iglesia. No sólo las que tenemos ministerios más o menos reconocidos, sino de todas: las catequistas, las que dirigen el canto, las que llevan la economía, las que tienen los registros de bautismos, las que hacen acogida en las iglesias, las que celebran funerales… ¡La variedad es tan enorme! El reto es visibilizarlas y empezar a crear las estructuras igualitarias, justas y, sobre todo, cariñosas y de buen trato.

P:  ¿Qué le diría a la gente que piensa que la Iglesia es una institución que tiene sus leyes y que si no le gustan tendrá que buscar otra religión?

R: Para empezar, la Iglesia no es una institución. La Iglesia es la familia del pueblo de Dios, es decir, de todas las personas bautizadas. La Iglesia como institución sólo es una herramienta que nos permite gestionar y situar en el tiempo y el espacio esa gran familia del pueblo de Dios.

Recordemos que la Iglesia apoyó la esclavitud y le costó un mundo deshacer esa regla

Pero la Iglesia, ante todo, es una familia de fe y de corazón. Una familia que se adhiere al proyecto de Jesús y de su Reino. Entonces, la institución que es esa herramienta, crea reglas. Pero hay que recordar que esas reglas pueden cambiar. Han cambiado en el pasado. Recordemos que la Iglesia apoyó la esclavitud y le costó un mundo deshacer esa regla. En el pasado, la Iglesia dudaba de si las mujeres, los indios o los negros tenían alma. La Iglesia puede cambiar sus normas, porque esa parte de la “iglesia” con minúscula, que es la institución, puede cambiar porque la hemos fabricado nosotros, los seres humanos. Tenemos la esperanza de que Dios atraviese todas esas instituciones y normas de alguna manera, que el Espíritu esté ahí trabajando y nos de la fuerza para cambiar lo que tenga que ser cambiado porque no es justo. Y no es justo que la mitad de todo de ese pueblo de Dios, que son las hijas de Dios, estén apartadas de predicar su Palabra, de anunciar la Buena Nueva, de partir el pan, de reconciliar a las comunidades, de aportar consuelo… Porque hace falta. Porque hacemos falta.

IMG_7251Christina Moreira con un cartel reivindicativo en la Plaza de San Pedro. ARCHIVO PARTICULAR C.M.

P: El papa Francisco con este gran Sínodo 2021-2024 parece que quiere renovar la Iglesia Católica. ¿El tema del sacerdocio de la mujer ha tenido algún papel? Porque usted asistió a la celebración inicial y la detuvo la Policía. 

R: Sabemos que las mujeres han hablado de ministerios, de igualdad. Ahora viene la segunda parte del Sínodo en octubre. En este momento se sabe que en el instrumento de trabajo no se va a tocar el tema de la ordenación de las mujeres y el Papa Francisco ya adelantó, en una entrevista informal, que el diaconado para las mujeres, si existiera, sería sin ordenación. Todo el problema que se está presentando ahora es el del privilegio de la sacralidad.

El problema que se está presentando ahora es el del privilegio de la sacralidad

El privilegio de la ordenación sacramental que transforma, según la vieja dogmática, a una persona en un ser interestelar, súper santo, maravilloso, más cercano a Dios, Dios mismo en la tierra. Lo cual es un absurdo. Ese tropiezo de la sacralidad del sacerdote realmente es un privilegio de los machos y ha de revisarse porque no es justo. Estamos en el siglo XXI y hay que poder debatir sobre ello y desentrañar todo lo que contiene de impuro y tóxico para la mitad de los bautizados.

P: ¿Cree que la Iglesia católica tiene miedo a las mujeres?

Nos gustaría aportar el ADN de María de Magdala que tuvo la valentía de ir al sepulcro sabiendo que allí había soldados romanos

R: El primer obispo de la Iglesia (san Pedro) -sobre el que hemos fundado esta Iglesia católica- ya traicionó a su amigo y Señor (Jesucristo), le entró el miedo. Ese miedo está como en el ADN de la Iglesia. Y nos gustaría aportar otro ADN. El ADN de María de Magdala que tuvo la valentía de ir al sepulcro sabiendo que allí había soldados romanos, soldados mortíferos como los que habían matado a su Señor. Esa valentía es la que queremos meter en la Iglesia. Pero sí, la sensación es que nos tienen miedo. Uno no puede hablar del miedo de otros, pero podemos olerlo. Y es lo que pasó cuando me detuvieron en Roma.

IMG_7252Christina Moreira revestida con alba y estola en la Plaza de San Pedro. ARCHIVO PARTICULAR C.M.

P: ¿Qué pasó exactamente? 

R: En realidad estábamos rodando una película y haciendo un pequeño experimento. Yo iba vestida con el alba y la estola para ver cómo reaccionaba la gente. Fue sumamente bonito. Todas las reacciones fueron positivas. Me preguntaban si realmente era presbítera, si podía celebrar misa y cómo era aquello. Incluso hubo personas que me pidieron que les bendijera. Otros se han sacado fotos conmigo. Lo que se veía es que la voz del pueblo, que es la voz de Dios, estaba diciendo: ‘Oye, ya ocurre, ya está siendo, ya era hora’.

P: Fue en la Plaza de San Pedro, ¿verdad? 

R: En la Plaza de San Pedro, justo después de la misa de apertura del Sínodo. Pasó por ahí un policía al que le molestó. Antes ya habían pasado un montón de ellos. Pero a este le molestó y le costó mucho trabajo acusarme de algo. Tuvo que reunir a siete policías más para encontrar en el Código Penal de Italia una vieja ley que prohíbe que la gente se vista de lo que no es para andar por la calle. Es miedo. Tienen miedo.

IMG_7253La Asociación de Mujeres Presbíteras Católicas Romanas (ARCWP) tras una pancarta en el Vaticano. ARCWP

P: ¿Le gustaría enviar algún mensaje al papa Francisco sobre la ordenación de las mujeres? 

R: Le voy a decir algo muy claro: escúchanos. Los que estamos en esto no estamos por puro gusto, ni por darnos publicidad o porque nos guste salir en la prensa. Estamos aquí porque hemos sido llamadas.

Nos encantaría contribuir de la manera más amorosa al crecimiento de la Iglesia y aportar esa valentía de la que somos especialistas

Las mujeres presbíteras que conozco están viviendo la realización de una vocación auténtica, discernida y sobre todo, pasada por el crisol del sufrimiento, la espera, la paciencia y la fe. Y esas vocaciones queremos ponerlas al servicio de nuestra Iglesia con amor, con cariño, con respeto. Solo necesitamos que nos escuche y que podamos contarle lo que estamos haciendo en nuestras comunidades. Nos encantaría contribuir de la manera más amorosa al crecimiento de la Iglesia y aportar esa valentía de la que somos especialistas.

P: ¿El papa Francisco no os ha recibido nunca para escucharos?

R: No, nunca. Ha recibido a obispas episcopalianas y a alguna luterana. También a las anglicanas de Escocia, todas ellas compañeras de otras familias cristianas, pero no a nosotras.

P: No parece encajar mucho con el esfuerzo de este papa para unir a las iglesias cristianas.

R: Francisco está teniendo proyectos maravillosos. De vez en cuando oímos cosas y otras veces nos extrañamos porque no entendemos por qué no nos llama a nosotras. Se lo hemos dicho por activa y por pasiva. Le mandamos recados por todos los cauces. Yo le he escrito varias veces y le he mandado una carta a través del nuncio que me recibió en París. Ni un guiño, ni una señal, ni una respuesta, ni un nada. Nada de nada. ¿Qué pasa que nos tiene miedo? ¿Por qué recibe a tantísima gente y escucha a todo el mundo menos a nosotras?

P: ¿Qué le dirían si las recibiese?

R: Que estamos aquí, que seríamos un viento fresco para entrar en la Iglesia ahora y que podemos aportar nuestra experiencia de estos 22 años en nuestras comunidades circulares.

Fuente RTVE

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La mujer en la Iglesia, acólita y lectora. ¿Paso adelante o decepción?

Martes, 26 de enero de 2021
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mujeres-sacerdotes1Juan Cejudo,
miembro de MOCEOP y de Comunidades Cristianas Populares,
Cádiz.

ECLESALIA, 18/01/21.- Recientemente el papa Francisco ha publicado en su carta apostólica “Spiritus Domini” del 11/01/2021 un decreto por el que las mujeres ya pueden acceder a los ministerios del acolitado y del lectorado. Es algo que ya se venía haciendo desde hace muchos años en muchísimas partes del mundo. Las mujeres leen la palabra de Dios y ayudan como acólitas en las ceremonias religiosas, incluidas las eucaristías. Ninguna sorpresa. Ninguna novedad, salvo que ahora ya pueden ser reconocidas de manera oficial por este decreto del Papa.

Pero ésto sólo no es lo que desde hace muchos años se viene demandando desde muchos sectores eclesiales, como ha quedado reflejado en el pasado Sínodo de la Amazonía, que también solicitó el diaconado permanente para las mujeres. Igualmente el Sínodo de la Iglesia alemana, que empezó hace poco más de un año, plantea un cambio importante del papel de la mujer en la Iglesia, igual que demanda que el celibato sea opcional y otros.

El mismo papa Francisco ya creó en 2016 una Comisión de Estudio sobre el diaconado de las mujeres que no cuajó. Pero, al terminar el Sínodo de la Amazonia, en 2020, creó una nueva comisión para el estudio del diaconado femenino. Veremos a qué conclusiones se llega.

Aún así, no dejan de ser éstos, tímidos intentos por parte de la estructura eclesial para querer llegar a lo que ya hace muchos años se ha llegado en la sociedad civil: a la plena igualdad entre el hombre y la mujer.

La mujer en la Iglesia -así lo pensamos muchos- debe tener los mismos derechos que los hombres. Jesús no hizo diferencia entre hombres y mujeres. María Magdalena era una de sus más fieles seguidoras. La que está junto con su madre y otras mujeres y Juan, al pie de la cruz cuando está agonizando. La primera que va al sepulcro y comprueba que ha resucitado, Las mujeres están muy presentes en la vida de Jesús. En las primeras comunidades cristianas hay diaconisas, hay presbíteras y epíscopas…

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¿Por qué no hoy? Por eso esta medida de Francisco para mí es insuficiente y decepcionante . Comprendo que sectores moderados de la Iglesia hayan visto esta novedad como un gran paso hacia adelante, por lo que supone de dar respaldo oficial a lo que ya desde hace muchos años se viene haciendo en las iglesias, pero para mí es una decepción porque se queda muy corto.

Así supongo lo habrá valorado ese colectivo de 300 presbíteras católicas de todo el mundo, que aún no son reconocidas por las instancias oficiales, como muy bien ha declarado la presbítera española Christina Moreira que dice: “Oráculo del Señor: las hijas del Rey del universo no quieren soportar más el oprobio de ser tratadas como indigentes a quienes tirar algunas migajas para tenerlas contentas. […] No voy a aceptar ministerios tapaagujeros y apaga incendios, para que el clero se pueda dedicar con más holgura a perennizar el sistema clerical”. Sus declaraciones se pueden leer íntegras aquí.

Somos muchos los que desde hace muchos años venimos reclamando cambios en la Iglesia más profundos, en muchas áreas, que ayuden a salir de este desfase y esclerosis en que se encuentra, entre ellos la opcionalidad del celibato y la igualdad de responsabilidades entre mujeres y hombres en la Iglesia, a todos los niveles.

Me llama la atención que en la modificación del canon 230.1 del Código de Derecho Canónico que ha realizado el papa Francisco, no se dice abiertamente que los ministerios de lector y acólito pueden desempeñarlo ahora hombres y mujeres, sino que de modo muy ambigüo, con la palabra “laico”, se supone que incluye a hombres y mujeres. Es como si hubiere temor a decir expresamente que también las mujeres pueden desempeñarlos. Al mismo tiempo se deja claro que estos ministerios no conllevan remuneración económica alguna. Ésta es la redacción: “Los laicos que tengan la edad y condiciones determinadas por decreto de la Conferencia Episcopal, pueden ser llamados para el ministerio estable de lector y acólito, mediante el rito litúrgico prescrito; sin embargo, la colación de esos ministerios no les da derecho a ser sustentados o remunerados por la Iglesia”.

Es verdad que el mismo Francisco al explicar esta modificación sí deja claro que estos ministerios se pueden dispensar a todos los fieles idóneos sean de sexo masculino o femenino: “estos ministerios laicos, al estar basados en el sacramento del Bautismo, pueden ser confiados a todos los fieles idóneos, sean de sexo masculino o femenino, según lo que ya está previsto implícitamente en el canon 230 § 2”.

En definitiva, unos muy tímidos avances que, aunque valoro de modo positivo, con la esperanza de que pronto se puedan ir ampliando, pienso que no satisfacen para nada a sectores muy amplios de la base eclesial que desde hace muchos años pide se termine de una vez la discriminación en la Iglesia entre mujeres y hombres para caminar hacia la plena igualdad.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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La gracia (o no) de ser mujer

Domingo, 26 de marzo de 2017
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“‘Ordinatio sacerdotalis’, una puerta mal cerrada”

“El machismo tiene carta de ciudadanía en determinados sectores de la Iglesia” 

(Manuel Regal).- Hace pocos días Christina Moreira hizo pública a través de los medios de comunicación su condición de mujer ordenada como cura y de su práctica pastoral como tal en la comunidad “Home Novo” de A Coruña.

La primera mujer gallega, la primera también española que da este paso, dentro de las 240 existentes en todo el mundo, entre las que se encuentra una docena de mujeres obispas, eso sí, sin ninguna estructura de poder. Lo hacía siendo conocedora de que con todo eso ella y la comunidad que la acompaña rompían con las normas eclesiásticas vigentes, pero desde el convencimiento de que respondía así a una vocación personal muy discernida, asentada en la condición de igualdad que hombre y mujer tienen por naturaleza como miembros de la familia cristiana a través del bautismo.

Ya hemos transmitido en estas mismas páginas nuestro opinión sobre la cuestión de la ordenación de las mujeres como cuidadoras de la comunidad. Cuando después del Vaticano II el Papa Paulo VI hubo de dar respuesta a la demanda eclesial de un debate sobre la cuestión, solicitó el parecer al respecto de un equipo de expertos en temas bíblicos; estos manifestaron unánimemente que desde un punto de vista exegético no había ningún impedimento para que las mujeres pudiesen ser ordenadas como cuidadoras de la comunidad.

Aún así, por indicación de este Papa, la Comisión para la Doctrina de la Fe, presidida por el cardenal Seper, en el año 1976, publicó la declaración Inter insigniores, en la que se cerraba esta posibilidad echando mano básicamente de dos argumentos: Cristo, designando a los Doce apóstoles creó el servicio sacerdotal sólo para hombres, y la actuación sacramental in persona Christi demanda que sea hombre quien lo pueda representar.

Pensamos, con muchísimas personas creyentes, con muchísimos teólogos también, que esos dos argumentos son muy discutibles; el primero, porque no existe la seguridad de que la designación de los Doce hubiese tenido para Jesús el alcance de crear un cuerpo sacerdotal tal como después fue apareciendo en la Iglesia; y el segundo, por lo mismo y además porque condicionar con el sexo la capacidad representativa de Cristo, hoy parece simplemente aberrante. Quién mejor representará a Cristo será la persona, hombre o mujer, que más viva en la actitud de servir hasta el extremo de dar la vida.

Pero esos fueron también los argumentos de los que echó mano el Papa Juan Pablo II para cerrar el debate en su breve carta Ordinatio sacerdotalis del año 1994. Y así no tiene reparos en afirmar en ella que es “una disposición que hay que atribuir a la sabiduría del Señor del Universo”(n. 3). Permítaseme la vulgaridad, pero es mucho decir de Dios poder afirmar tal cosa por muy Papa que uno sea, máximo cuando no existen evidencias que lo justifiquen y las consecuencias son tan graves para todo el conjunto eclesial y para la mujeres en concreto, en un momento histórico en el que el feminismo se presenta como un signo de los tiempos que demanda escucha fiel, discernimiento atento y prácticas cuidadosamente maduradas.

Sin dudar para nada de sus rectísimas intenciones, a muchísimas personas de la Iglesia esa declaración nos ha llegado como una manera de esquivar el debate de un tema ciertamente espinoso, pasándole al mismísimo Dios la patata caliente.

El arzobispado de Santiago, en su declaración esquemática y aséptica, no hace sino emplear estas mismas argumentaciones para declarar ilícita e inválida la ordenación como cura de Christina Moreira y, por lo tanto, también los sacramentos que ella y su comunidad realizan y viven.

Pero así están las cosas. El deseo del Papa Juan Pablo II de que el asunto quedase definitivamente cerrado no se ha cumplido, porque la sociedad está ahí apretando y porque una parte muy considerable de la Iglesia seguimos pensando que esa fue una puerta mal cerrada.

Corremos el riesgo de convertirnos en una institución anacrónica, quizás ya lo estamos siendo en buena medida, y no precisamente por apegarnos en cuerpo y alma al estilo de vida de Jesús, lo cual merecería la pena el aislamiento, sino por vincularnos artificialmente a unos modelos eclesiales que podrían cambiar precisamente buscando ser más fieles al espíritu de Cristo.

Algo que una vecina nuestra, mujer de aldea, sin conocimientos teológicos, pero con fina sensibilidad cristiana, resolvía a su manera con esta argumentación simple en un momento en que en pequeño grupo se hablaba de estas cosas: “A mí me da igual que el médico sea hombre o mujer, que el profesor de nuestros hijos sea hombre o mujer, que el veterinario sea hombre o mujer; yo lo que quiero es que sea buena persona y que cumpla bien su oficio”. Lo más sencillo es casi siempre lo más verdadero.

La respuesta en los medios digitales ante la actuación de Christina Moreira demuestra hasta qué punto la desconsideración hacia la mujer, el machismo, tiene carta de ciudadanía en determinados sectores de la Iglesia, como la tiene también por desgracia en la sociedad de la que formamos parte.

Suponemos que Christina Moreira hace pública su condición y práctica de cura porque lo ve como algo normal, porque entiende que puede ser un signo profético en bien de la Iglesia y de las mujeres, porque piensa que puede ayudar a que el debate se mantenga vivo a pesar de todo. Suponemos que estará dispuesta a poner las espaldas bajo los golpes que le van a caer encima, como le caen a quien a tales cosas se arriesga. Deseamos que pueda vivir todo esto sin afán ninguno de méritos y prestigios cristianamente anacrónicos. De nuestra parte reciba respeto, cierta admiración y agradecimiento y oración: que los golpes no la hundan, que los aplausos no la confundan. Y Dios dirá.

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Fuente Religión Digital

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