Los guardianes de la moral
Juan Zapatero Ballesteros, sacerdote,
Sant Feliú de Llobregat (Barcelona).
ECLESALIA, 13/02/17.- Vaya por delante dejar claro que no soy admirador de la monja mediática, sor Lucía Caram, ni tampoco estoy de acuerdo con muchas de sus apariciones tanto a nivel de calle como a través de los medios de comunicación social. De la misma manera he de decir que tampoco comulgo con muchas de sus ideas.
Dicho esto, quisiera salir al paso de la polvareda que levantaron sus declaraciones sobre la virginidad de María que realizó en el programa “Chester in love” de Risto Mejide a través de la cadena Cuatro de televisión. Me parece que no es necesario volver a repetir lo que dijo la monja sobre dicho tema porque pienso que es algo conocido por la gran mayoría de personas, pues estas cosas acostumbran a escamparse como la pólvora. En resumen, decía, más o menos, que no le afectaba para nada en cuanto a su fe se refiere el hecho que María y José hubieran vivido una vida de pareja y de matrimonio igual que la viven cualquiera de las parejas o matrimonios de nuestros días; por lo mismo, el sexo habría jugado un papel normal entre ellos, pues éste no solamente no es malo sino positivo y enriquecedor. Sí que me gustaría puntualizar, sin embargo, que el tema es lo suficientemente importante y serio como para que se abordara en un programa más próximo al show que al de una entrevista mínimamente seria.
Así las cosas, faltó tiempo para que salieran en tromba contra ella los “guardianes de la moral católica” encabezados por el obispo de Vic bajo cuya jurisdicción canónica se encuentra dicha monja.
Según los acusadores, parece ser que sor Lucía había tirado por tierra con sus palabras, en un plis plas, uno de los dogmas fundamentales de la Iglesia Católica, el hecho que María fue virgen. Cosa que parece ser que no fue así, al menos en su intención no estuvo, según intentó matizar poco tiempo después.
Por lo que a mí me toca, solamente he de decir que ¡qué mal si mi fe se fundamentara en los dogmas!; menos mal que no es así ni mucho menos; la verdad que no me quitan el sueño ni me aportan nada por lo que a mi fe se refiere. Ya va siendo hora de que maduremos un poco y que superemos ese tipo de escándalos que son fruto más bien de una cierta pusilanimidad bastante infantil y en muchos casos enfermiza. Y, ¿por qué no decirlo?, debidos también a la falta de formación que nunca se dio a través de la catequesis, entre otros. No obstante, reitero mis respetos a las personas que, por las razones que fuere, no son capaces o no se ven con fuerzas para dar un paso adelante tanto en este tema como en otros relativos a la fe y la religión; nadie tiene el derecho a exigirlas más.
Después de estos prolegómenos, quiero decir que sor Lucía Caram no iba desencaminada ni mucho menos, más bien todo lo contrario. Ella planteaba la virginidad de María a un nivel que va mucho más allá de lo que pudiera ser una cuestión física o biológica que, al fin y al cabo, aporta bien poco o nada a la hora de entender la grandeza y la importancia de María en relación con Jesús y con el proyecto maravilloso que llevó a cabo. Yo no soy quien para juzgar a nadie; pero me temo que puedan existir hoy día no sé cuántas, pero al menos algunas virginidades, físicas y biológicas por supuesto, bien poco o nada testimoniales ni comprometidas. Decía el teólogo K. Rahner que pudiera darse el caso que a una mujer la inseminaran artificialmente y después diera a luz el hijo gestado a través de una cesárea; dicha mujer hubiera parido y, en cambio, continuaría siendo virgen. ¿Es esto lo que nos preocupa? ¿Con un tipo de virginidad así nos quedamos tranquilos?
¡Venga, por favor!, no nos rasguemos las vestiduras por algo que no da lugar a ello. Preocupémonos por conocer más bien el mensaje tan revolucionario de esta mujer en contra de los “poderosos y de los ricos, y a favor de los pobres y desheredados”. Hay que ser muy vírgenes de mente y de corazón para decir, en unos tiempos como aquellos, algo tan claro y tan nítido. ¡De verdad: todo lo demás me sobra!
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