Paseando por Cesarea de Filipo.
En estos tiempos de ambigüedad y crisis
nos piden ortodoxas confesiones,
doctrina clara y precisa,
con puntos y comas,
que siga las pautas de quienes se arrogaron,
desde los inicios de la historia,
la facultad de emitir juicios de calidad
sobre la verdad y la experiencia propia y ajena.
Esos tales tienen, hoy, sus sucesores y adalides
que vigilan nuestros pasos y libertades
y nos ofrecen un catecismo sin interrogantes.
Así, se nos hace difícil comunicar la propia fe
con las palabras y el lenguaje
que usamos y nos pertenece.
Ya sabemos que dicho lenguaje
es temporal y humano,
ambiguo e impreciso,
lleno de vida y sentimientos…
y, como tal, nunca perfecto.
Por eso, sólo sugerimos y proponemos,
nunca nos encerramos en lo que expresamos,
y siempre ansiamos comunicarnos,
dialogar y enriquecernos.
Pues lo que percibimos, Señor,
en tus diálogos con los discípulos,
es un camino abierto a la sabiduría
y al crecimiento; nunca verdades escondidas
que haya que formular con la precisión
de un arquero que da en el centro,
que haya que guardar en el baúl de cedro
para que no se manchen ni degraden
con nuestros sentimientos y lenguaje.
Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Así como tú nos preguntas sinceramente,
sinceramente te respondemos.
¡Estamos en diálogo abierto y fructífero!
Pero no esperes que te respondamos
“Hijo de Dios, Mesías”… o algo que no entendemos,
después de la reprimenda que recibió Pedro.
Nosotros, Señor, somos más terrenos,
y no dominamos los recovecos y filigranas
del lenguaje teológico….
Contigo no hay problema
ni en privado ni en público…
Lo malo es cuando la pregunta sobre ti
nos la hacen esos otros expertos.
*
Florentino Ulibarri
Fe Adulta
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