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Entradas Etiquetadas ‘Certeza’

Experiencia

Jueves, 15 de julio de 2021
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Del blog Nova Bella:

Pavel_Florensky,_1926

Es estéril intentar demostrar

lo que interiormente sabemos

que es cierto.

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Pavel Florenski

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Certeza

Jueves, 27 de junio de 2019
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De la oración obtengo una certeza, una palabra «para mí», una semilla de luz y de calor, que deposito en lo vivo del alma. A lo largo de la ¡ornada, ya en el trabajo, en la carrera en medio de los hombres, vuelve a tomar vigor esta certeza. Esta palabra «para mí» escuchada de nuevo, esta semilla de vida y de amor la mantengo viva como punto de referencia y de confrontación continua para lo que digo y escucho, para lo que hago y vivo, para lo que veo hacer y vivir. Así, voy adquiriendo poco a poco una atención interior que es capaz de resistir cada vez más a la distracción, a las insinuantes invasiones de la superficialidad, a los golpes violentos y agotadores del comportamiento mecánico. Poco a poco, el esfuerzo fragmentario se vuelve actitud permanente, casi un «hilo conductor» que desde dentro se desata y ata y sostiene las horas, los sentimientos, los gestos, las opciones, las responsabilidades. Crece el gusto por lo auténtico y lo profundo, crece el disgusto por lo convencional y lo adulterado.

En esta maduración de la sensibilidad y de la atención humana, echa sus raíces y se dilata la capacidad de ver y de interpretar todavía más «desde lo alto». La fe se convierte cada vez más en un modo natural y en un movimiento espontáneo de ver y de juzgar según Dios, de afrontar la realidad y decidir siguiendo una conciencia clara y vigorosa, sencilla y recta, como la que el Evangelio exige y da

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U. Vivarelli,
La difficile fede cristiana,
Sotto ¡I Monte 1982, pp. 80ss

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La certeza de ser

Viernes, 14 de junio de 2019
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

ValentíaBLOG

“Jesús les dijo:
– Les aseguro que antes que naciera Abraham Yo soy.
Entonces cogieron piedras para tirárselas,
pero Jesús se escondió y salió del templo”.

La mente nos hace creer que somos un yo individual y reduce nuestra identidad a nuestra personalidad. Eso hace que veamos la vida como una realidad separada, temiendo incluso que juegue contra nosotros. Pero lo que somos no necesita protección. La vida no puede hacernos daño porque somos la vida.

La sabiduría nos recuerda que la vida no es algo que tenemos, sino lo que somos. Somos vida expresándose en una personalidad concreta y transitoria. No tenemos que estar a la defensiva; lo que somos se halla siempre a salvo; la Vida ya es plena, no padece ansiedad ni se aferra a intereses. Únicamente necesitamos reconocernos en ella y vivir en esa única certeza, la certeza de ser.

Es la única certeza porque, aunque dudemos de todo, aunque incluso no sepamos quiénes o cómo somos, hay algo de lo que es imposible dudar: que somos. Ese ser es atemporal y eterno; por eso, cuando descubrimos nuestra identidad, sabemos que somos no-nacidos. Y lo no-nacido tampoco puede morir. ¿Nos extraña que Jesús hable constantemente de vida y de no morir? Como Jesús, todos podemos decir con verdad: Antes de que Abraham naciese (aunque hayan pasado mil ochocientos años), yo soy.

*

Enrique Martínez Lozano.
Otro modo de leer el Evangelio.

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“Saber vivir en la incertidumbre, experimentar la certeza (I y II)”, por Enrique Martínez Lozano.

Lunes, 8 de enero de 2018
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istock_000002098327smallHace ya un tiempo, publiqué en esta página el testimonio de Sara, en dos partes, en el que nos compartía su proceso vital, como un “desaprendizaje” constante, un dejar caer todo tipo de creencias a las que previamente se había aferrado. Ese testimonio provocó diferentes reacciones en los lectores. La mayor parte elogiaban su capacidad de verdad y su coraje. Otros muchos decían sentirse reflejados en la vivencia e incluso en la trayectoria (religiosa) que ella compartía. Algunos no se reconocían capaces, por el momento, de llegar a esa “desnudez” total de ideas y de creencias. Y otros, finalmente, me preguntaban acerca de mi propio posicionamiento.

Ante escritos como el de Sara, mi actitud es de profunda y emocionada admiración, unida a una gratitud reverente y a un cuestionamiento acerca de mi propia verdad –de la verdad o no con la que me vivo-.

Pero las reacciones que me llegaron hacían hincapié, sobre todo, en lo relativo a las creencias y al abandono de las mismas, con todo lo que ello les suponía de atreverse a vivir en la incertidumbre o permanecer al abrigo de creencias que les otorgaban una sensación de seguridad y de confianza.

Sin duda, el ser humano no puede renunciar a la seguridad sin sentir que el suelo se hunde bajo sus pies. Pero ahí mismo empiezan a hacerse presentes las paradojas. Porque mientras permanecemos reducidos a la mente –identificados con el yo-, la seguridad resulta imposible: visto desde un lado, la mente se pierde ante la magnitud de lo Real; y visto desde el otro, el yo no podrá nunca alcanzar la seguridad, porque él mismo es ficción.

Con esa perspectiva, una actitud habitual es la de aferrarse a determinadas “creencias” que, mientras no se cuestionan o no se ven zarandeadas, aparecen como un “refugio” que ofrece una sensación de seguridad y de confianza.

Sin embargo –como resultado de diferentes factores, en gran parte relacionados con el momento cultural que nos ha tocado vivir-, cada vez son más las personas que sienten cómo van cayendo sus “creencias”, quedando a la intemperie. Saben lo que no les sirve ya, pero no saben dónde poder aferrarse en la nueva situación.

Y aquí las reacciones son diferentes: desde la resignación escéptica hasta el nihilismo cínico; desde la búsqueda de compensaciones con que calmar la inseguridad hasta el fundamentalismo fanático y la represión de cualquier tipo de cuestionamiento…

Tal como yo lo veo, la actitud “coherente” es la que pasa por el reconocimiento humilde o aceptación de la verdad de lo que se vive. Porque solo ese reconocimiento permite el crecimiento y garantiza la libertad: “La verdad os hará libres”, enseñaba el Maestro de Nazaret.

¿Y cuál es la verdad? En un primer nivel, es claro que nuestra mente no puede alcanzar la verdad, ya que aquella es solo de una herramienta que nos permite manejarnos en el mundo de los objetos (físicos, mentales o emocionales), pero que es radicalmente incapaz de ver más allá de ellos.

Aceptar lo que aparece en ese nivel implica reconciliarse con la incertidumbre. Y en esto, el testimonio de Sara es admirable e incluso paradigmático: ese es el motivo, en mi opinión, de que resuene como verdadero. Tras años de haberse vivido identificada con creencias que parecían sostenerla, encuentra el coraje de reconocer que ninguna de ellas le han ofrecido lo que prometían, sino que, por el contrario, la han alejado de la verdad, de la libertad, del gozo…, de la vida.

Este paso se me antoja decisivo: las creencias son solo objetos o construcciones mentales que se mantienen gracias únicamente a la fe que el sujeto les presta. Basta que la persona retire su fe, para que la creencia –por fuerte que hubiere sido- se diluya por completo, tal como se expresa magníficamente en el texto de Sara.

Asumir tal evidencia requiere coraje y conduce a la persona a una situación de no-saber que, sin embargo, ha caracterizado desde siempre a los sabios. Desde el dicho socrático –“Solo sé que no sé nada”– hasta los místicos cristianos que invitaban a entrar en la “nube del no-saber” o a amar la “docta ignorancia”, los sabios animan a saber descansar en la incertidumbre. También en algunas corrientes del budismo zen se anima permanecer en “la mente que no sabe” –mente “no sé”-, a partir de la comprensión de que no necesitamos conocer todas las respuestas (mentales) para descansar en la certeza (de ser).

En realidad, la mente sabe muy poco: ni siquiera sabemos lo que ocurrirá a continuación. Los sabios invitan a descansar en la “mente que no sabe” hasta sentirnos cómodos en ella y, paradójicamente, experimentar que esa actitud es fuente y condición de sabiduría. Porque lo que se produce ahí es un cambio de nivel de consciencia: “bajamos” del pensamiento (mente que razona) a la atención. El hecho de estar atentos nos conduce a un fondo de donde surge una respuesta nueva, fresca, mientras que aquella que nace de la reflexión viene del pasado, está hecha de memoria. La atención nos sitúa en un estado de consciencia –la presencia- que nos pone en contacto con la sabiduría.

Eso es lo que repiten los sabios. Lo que es incertidumbre para la mente e inseguridad para el yo, se vuelve claridad luminosa cuando, acallando la mente –eso es lo que significa entrar en “la nube del no saber” o en “la mente no sé”-, se nos regala reconocer nuestra verdadera identidad, aquella que compartimos con todo lo que es.

Enrique Martínez Lozano

Boletín Semanal, vía Fe Adulta

Espiritualidad ,

Ansias de otro lugar, necesidades de aquí.

Jueves, 26 de junio de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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Así pues, lo que resuena en la conciencia del místico, este que en exilio “no puede parar de caminar y que con la certeza de lo que le falta, sabe de cada lugar y cada objeto, que no es esto, que no se puede residir aquí y contentarse con esto. ”

*

Michel de Certeau, en ” La fábula mística

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