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De un “A-DIOS” a un “EN-DIOS”

Martes, 11 de diciembre de 2018
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tibherine8 de diciembre de 2018, beatificación de los 7 monjes de Tibhirine (Argelia)

Guillermo Oroz Aragón; Mari paz López Santos
Navarra; Madrid

ECLESALIA, 07/12/18.- ¡Ven, asómate, celebra con nosotros! El 8 de diciembre serán beatificados los siete monjes cistercienses de la comunidad de Tibhirine (Argelia, 1996).

Su historia se difundió por los medios a nivel mundial en el 2010 a través de la película “DE DIOSES Y HOMBRES”, y nos acercó a los sucesos que marcaban el día a día en Argelia a mediados de los años 90, y a la vida de aquella comunidad monástica junto a sus vecinos musulmanes en medio de la violencia que se había desatado.

Los monjes contemplativos viven en el silencio y habitualmente sus vidas están muy lejos de quienes vivimos en medio del mundo. ¿Qué nos ha dejado aquella pequeña comunidad de monjes cristianos inmersa en un país musulmán?

Nos han donado un testimonio de Amor que ahora se hace universal. Amor por encima de dificultades, hostilidades, injusticias, despropósitos y violencia. Un Amor que se expande en el Tiempo, con mayúsculas, porque ese Amor ni caduca ni tiene fin.

Nos han entregado el testigo para ser mensajeros de su opción personal y comunitaria, discernida durante tres largos años, hasta llegar a la comprensión común de no abandonar esa tierra y las gentes a las que amaban.

Eligieron permanecer junto a sus vecinos musulmanes compartiendo vida y riesgo. No deseaban la muerte, eso hubiera sido patológico, pero la encontraron junto con otros que también van a ser beatificados, y muchos más (imanes, creyentes musulmanes, trabajadores extranjeros, periodistas, etc.) que nos han dejado sembradas semillas de paz en el complicado mundo en que vivimos.

Ahora nuestra responsabilidad es cuidar, regando y abonando, esas semillas para que crezcan como plantas fuertes que produzcan frutos de amor, paz, solidaridad y alegría en una humanidad sufriente y secuestrada por rivalidades e intereses que causan tanta desolación.

Vivimos en el mundo en que vivimos. Ese es uno de los mensajes más inmediatos que la comunidad de monjes de Tibhirine nos da. No hay escapatoria, no hay huida. Nunca la hubo. Ni entre los muros de un monasterio en el desierto. Porque no debe haberla. Porque Dios no nos quiere huyendo. Porque el amor no huye.

Y el mundo en que vivimos es un mundo en que la Mentira campa a sus anchas, fomentada por poderosísimos intereses y amplificada por cuasi todopoderosos medios de masas. Arrinconada, torturada, asesinada la Verdad. Así en el mismo Cristo; así también en Tibhirine.

Por eso no hemos de permitir -y ése quiere ser nuestro pequeño granito de arena- que la mentira hinque sus fauces en la historia de nuestros hermanos monjes. No hemos de permitir que nadie siembre semillas de destrucción, de confrontación, de división, de odio. Que nadie cuente, desde la sangre de los monjes, otra historia que no sea su verdadera historia de amor, de perdón, de reconciliación, de unidad, más allá de todas las barreras que nos ponemos unos a otros, más allá de todas las fronteras que dibujamos entre nosotros mismos, más allá de toda apariencia y de toda falsedad. Y más allá de todo riesgo, hasta ofrecer la vida por los que amas.

Antes de recurrir al Testamento que nos dejaron, salido del corazón y de la pluma de Christian, prior de la comunidad de Tibhirine, escrito tres años antes de su muerte, creemos imprescindible destacar dos nombres que llevan asociadas dos historias: Mohamed y Ribât- es-Salâm. Historias que ayudarán a comprender más profundamente la vida y mensaje de aquella comunidad: el amor es más fuerte que la muerte, nos gritan a siete voces. Esta es la propuesta que nos hacen para que la hagamos nuestra. ¿Nos atreveremos? Ellos sí se atrevieron. Para el Amor, para Dios, todo es único, irrepetible. El amor sólo conoce nombres propios. “Yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5-6).

Christian, que vivió algunos años en Argelia en su niñez, decía: “Por primera vez, vi hombres rezando de manera diferente a mis padres.(…) Tengo un profundo reconocimiento hacia mi madre que nos enseñó, a mí y a mis hermanos, el respeto a los gestos y a la rectitud de la oración musulmana.(1)

Volvió en su juventud, durante la guerra de Argelia y “creará lazos de amistad con el guardia campestre de la ciudad, Mohamed, ‘un hombre maduro y profundamente religioso (…) Un día mientras los dos amigos paseaban y conversaban acerca de la oración, los nacionalistas argelinos quisieron poner fin a la vida del subteniente francés (Christian). En ese momento el guarda campestre se interpuso y salvo la vida de Christian. Dos o tres día más tarde, el guardia fue encontrado degollado cerca del pozo. Christian quedará marcado para siempre por este episodio que le reveló cómo un musulmán puede vivir el ‘único mandamiento”, dando su vida por amor a otro: ‘En la sangre de este amigo, supe que mi llamada a seguir a Cristo debería vivirla, tarde o temprano, en el país mismo donde me había sido dada la muestra más grande amor’. (2)

La sangre de Mohamed colmó la medida de la sangre de Christian. Las dos fueron vertidas en la misma copa, en el mismo cáliz. La historia de Mohamed completa la historia de Christian. El amor de Mohamed es el mismo amor que el amor de Christian.

La sangre y la vida de Mohamed irán para siempre unida a la sangre y la vida de Christian. Hasta el punto final del martirio.

“Dar la vida por los demás” (Jn 15,13) está escrito, está dicho. Es lo que hizo Mohamed y lo que hicieron los monjes de Tibhirine. Es la cosecha que recogió, en sus manos amorosas, el Padre de todos los hombres.

Por eso, porque es justo, porque es lo que quieren Christian y los demás desde la Luz, recordamos, con el corazón y la fe, a los monjes del Atlas. Junto a ellos, apoyado en el hombro del prior, reconocemos a un anciano musulmán cuyo nombre es Mohamed y cuya sangre fue derramada por su amigo Christian. La prueba más grande de amor. No deberíamos olvidarlo nunca.

El otro nombre es Ribât-es-Salam, que significa Vínculo de la Paz, un grupo de cristianos y musulmanes que inició su andadura en marzo de 1979 y que se reunían periódicamente en el monasterio de Tibhirine con el objetivo de orar juntos:

“Nuestros hermanos Alawiyines (…) ya nos habían dicho: ‘No queremos comprometernos con ustedes en una discusión dogmática. En el dogma o la teología, hay muchas barreras que está hechas por el hombre. Nosotros nos sentimos llamados a la unidad. Deseamos dejar que Dios cree cosas nuevas entre nosotros. Esto se puede hacer sólo con la oración. Por eso hemos querido este encuentro de oración con vosotros”.

Descubrir y descifrar “los signos de Dios, en el “horizonte” de los mundos y los corazones, simplemente ubicándonos en la escucha y en la escuela del otro, musulmán en este caso” (3).

Ribât es-Salam fue el ideal de paz y oración, (“somos orantes en medio de un pueblo de orantes” decía Christian) desde el que los monjes quisieron fundar un nuevo modo de convivir y relacionarse unos con otros, musulmanes y cristianos. Christian tenía costumbre de hacer lectio divina también desde el Corán, y dejó consignado que había tenido experiencia de la Palabra de Dios entre las palabras del Corán.

Mientras muchos empuñan las armas, ayer como hoy, e invocan lo que nos divide, aquellos monjes y aquellos creyentes musulmanes apostaron por invocar el amor, la oración y la paz, que nos une a todos. Apuesta firme, apuesta hasta las últimas. Somos soldados derrotados de una Causa invencible.

Cuando nuestro corazón dude, cuando los altavoces de propaganda de la Mentira llenen nuestras mentes de imágenes y gritos inhumanos, recordemos a los hermanos del Atlas. Recordemos Ribât es-Salam, el vínculo de paz. Recordemos que la apuesta de Jesús fue la paz y el amor que nos conducen a Dios. “Mi paz os dejo, mi paz os doy”(Jn 14, 27)

Tres miembros de Ribât también murieron violentamente en aquellos años y serán beatificados el 8 de diciembre: Henri, hermano marista (+8 mayo 1994); Christian, misionero padre blanco (+27 diciembre 1994) y Odette, hermana del Sagrado Corazón (+10 noviembre 1995). (4)

Libros, artículos, poemas, documentales, fotos, pinturas, esculturas, una gran película… nos han permitido adentrarnos en quienes fueron aquellos monjes que, durante casi tres años -desde que el 24 de diciembre de 1993 fueron sobresaltados por un grupo armado que asaltó el monasterio hasta la noche de su secuestro el 28 de marzo de 1996 -discernieron, personal y comunitariamente y eligieron, apoyados unos y otros en la oración y la confianza en Dios, quedarse en Tibhirine junto a sus vecinos musulmanes.

Podríamos seguir escribiendo, dando datos, animando saber, compartiendo lo que para nosotros fue el descubrimiento de nuestros hnos. monjes de Tibhirine… ¡déjalo, no te entretengas más! ¡Id directos a saborear la fruta que ya era antes de que talaran los árboles: el Testamento de Christian de Chergé, prior de la comunidad y regalo para la posteridad de la comunidad de Tibhirine.

“Cuando un A-Dios se vislumbra…” ¡Sigue, adéntrate en clave de silencio y oración, y contempla “el testimonio de entendimiento y entrega, que aúna las muertes no arrebatadas sino donadas; aúna todos los perdones concedidos antes de ser infringido el daño; previene del peligro de culpabilizar –por extensión- a todo un pueblo, a un grupo, a un país; da testimonio de la visión del pecador más allá de su pecado (amigo del último instante”). Sus palabras son el último gemido de tantos mártires anónimos de Argelia, del mundo y de la historia de todas las religiones” (5).

Y cuando digas con ellos al final del Testamento: ¡AMEN! IN SHALLAH!, habrás comprendido como se pasa de un “A-Dios” a un “En-Dios”.

Gracias a Christian, Christophe, Luc, Celestin, Paul, Michel y Bruno, monjes cistercienses de Tibhirine y a todos los que también dieron su vida y juntos son beatificados: Henri (Marista), Hélene (Pequeñas Hermanas de la Asunción), Esther y Caridad (españolas, Agustinas Misioneras); Jean, Alain, Charles y Christian (Misioneros Padres Blancos); Angéle Marie y Bibiane (Hnas. N. S. de los Apóstoles); Odette (Pequeñas Hnas. Sagrado Corazón de Charles de Foucauld); y Mons. Pierre Claverie (Dominico y obispo de Orán)  (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

  1. LA ESPERANZA INVENCIBLE – Escritos esenciales del monje mártir de Argelia, Christian de Chergé (Ed. Lumen, pág. 12)
  2. Íd. (Págs. 12-13)
  3. Íd. (Pág. 120)
  4. Íd. (Pág. 145)
  5. Mari Paz López Santos (web Familia Cisterciense, 2003)

monjes-tibhirine-nombres1

TESTAMENTO de Christian de Chergé
Prior del monasterio de Tibhirine (Argelia)
Abierto el domingo de Pentecostés, 25 de mayo de 1996

Cuando un A-Dios se vislumbra…

Si me sucediera un día –y ese día podría ser hoy–
ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar en este momento
a todos los extranjeros que viven en Argelia,
yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia,
recuerden que mi vida estaba ENTREGADA a Dios y a este país.
Que ellos acepten que el Único Maestro de toda vida
no podría permanecer ajeno a esta partida brutal.
Que recen por mí.
¿Cómo podría yo ser hallado digno de tal ofrenda?
Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas
y abandonadas en la indiferencia del anonimato.
Mi vida no tiene más valor que otra vida.
Tampoco tiene menos.
En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia.
He vivido bastante como para saberme cómplice del mal
que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo,
inclusive del que podría golpearme ciegamente.
Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez
que me permita pedir el perdón de Dios
y el de mis hermanos los hombres,
y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiera herido.
Yo no podría desear una muerte semejante.
Me parece importante proclamarlo.
En efecto, no veo cómo podría alegrarme
que este pueblo al que yo amo sea acusado, sin distinción, de mi asesinato.
Sería pagar muy caro lo que se llamará, quizás, la “gracia del martirio”
debérsela a un argelino, quienquiera que sea,
sobre todo si él dice actuar en fidelidad a lo que él cree ser el Islam.
Conozco el desprecio con que se ha podido rodear a los argelinos tomados globalmente.
Conozco también las caricaturas del Islam fomentadas por un cierto islamismo.
Es demasiado fácil creerse con la conciencia tranquila
identificando este camino religioso con los integrismos de sus extremistas.
Argelia y el Islam, para mí son otra cosa, es un cuerpo y un alma.
Lo he proclamado bastante, creo, conociendo bien todo lo que de ellos he recibido,
encontrando muy a menudo en ellos el hilo conductor del Evangelio
que aprendí sobre las rodillas de mi madre, mi primerísima Iglesia,
precisamente en Argelia y, ya desde entonces, en el respeto de los creyentes musulmanes.
Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón
a los que me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista:
“¡qué diga ahora lo que piensa de esto!”
Pero estos tienen que saber que por fin será liberada mi más punzante curiosidad.
Entonces podré, si Dios así lo quiere,
hundir mi mirada en la del Padre
para contemplar con El a Sus hijos del Islam
tal como El los ve, enteramente iluminados por la gloria de Cristo,
frutos de Su Pasión, inundados por el Don del Espíritu,
cuyo gozo secreto será siempre, el de establecer la comunión
y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias.
Por esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos,
doy gracias a Dios que parece haberla querido enteramente
para este GOZO, contra y a pesar de todo.
En este GRACIAS en el que está todo dicho, de ahora en más, sobre mi vida,
yo os incluyo, por supuesto, amigos de ayer y de hoy,
y a vosotros, amigos de aquí,
junto a mi madre y mi padre, mis hermanas y hermanos y los suyos,
¡el céntuplo concedido, como fue prometido!
Y a ti también, amigo del último instante, que no habrás sabido lo que hacías.
Sí, para ti también quiero este GRACIAS, y este “A-DIOS” en cuyo rostro te contemplo.
Y que nos sea concedido reencontrarnos como ladrones felices
en el paraíso, si así lo quiere Dios, Padre nuestro, tuyo y mío.
¡AMEN! IN SHALLAH!

 Argel, 1 de diciembre de 1993
Tibhirine, 1 de enero de 1994

Christian.+

monjes-tibhirine-amigos-facebook-grupo

En Facebook: AMIGOS DE LOS MONJES DE TIBHIRINE

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

General, Iglesia Católica, Islam , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

Contando las noches y los días

Sábado, 9 de junio de 2018
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tibherine21 de mayo, XXII Aniversario de la muerte de los monjes de Tibhirine

Mari Paz López Santos
Madrid.

ECLESALIA, 21/05/18.- … Marzo 26, 27, 28, 29, 30, treinta y uno, 1, 2, 3, 4, 5, 6, siete, 8, 9, 10, 11, 12, 13,  catorce, 15, 16, 17, 18, 19,20, veintiuno, 22, 23, 24, 25, 25, 27, veintiocho, 29, 30, 1, 2, 3, 4, cinco, 6, 7, 8, 9, 10, 11, doce, 13, 14, 15, 16, 17, 18, diecinueve, 20,  Mayo 21+

… 6ª y 7ª Semana de Cuaresma, Semana Santa, Octava de Pascua, 2ª, 3ª, 4ª, 5ª, 6ª,  martes+ de la 7ª Semana de Pascua.

… 56 días de la primavera de 1996

La noche del 26 al 27 de marzo de 1996 fueron secuestrados siete monjes cistercienses del monasterio de Tibhirine (Argelia). Retenidos cincuenta y seis días y asesinados el 21 de mayo del mismo año.

“La lámpara del Sagrario de nuestra capilla de Tibhirine se apagó en esa triste noche del 26 al 27 de marzo. La capilla habitada por los cantos y las oraciones en las horas del Oficio Divino desde 1937 se quedó de repente silenciosa y vacía: “¿Hasta cuándo, Señor?”. “No es más que un hasta luego”, cantan nuestros corazones”, así cuenta la noche del secuestro el hno. Jean Pierre, uno de los dos monjes supervivientes (1).

Cincuenta y seis días en latente espera. ¿Volverán?… y la primavera, estación en que todo nace de nuevo, acogiendo la oscuridad de la violencia, el silencio de la ausencia y la esperanza del retorno de los hermanos, que la muerte transformó en Pascua eterna, Vida para siempre.

Escuchemos en silencio las palabras de los que se llevaron:

“Yo no creo que la violencia pueda extirpar la violencia. No podemos existir como hombre sino aceptando hacernos imagen del Amor, tal y como se ha manifestado en Cristo; quien, siendo justo, quiso sufrir la suerte del injusto”.

Esto dejó escrito el hno. Luc (2). Y también:

“No hay verdadero amor a Dios sin consentir sin reservas la muerte” (3).

El hno. Michel dejó escrito:

“Si nos ocurriera algo –no lo deseo-, queremos vivirlo aquí en solidaridad con todos estos argelinos y argelinas a quienes les ha costado ya la vida, nada más que solidarios con todos estos desconocidos, inocentes… Me parece que Aquel que nos ayuda hoy a resistir es el que nos ha llamado. Esto me deja profundamente maravillado” (4).

Dice el hno. Christophe:

“Ante la muerte dime que mi fe, Amor, permanecerá. A menudo me siento asustado de creer” (5)

El hno. Célestin se expresa en una antífona pascual:

“Oh Jesús, yo acepto con todo mi corazón que tu muerte se renueve, se cumpla en mí; yo sé que contigo se vuelve a subir desde el vertiginoso descenso a los abismos a proclamar al demonio su derrota”. (6)

Del hno. Paul:

“El Espíritu opera, trabaja en profundidad en el corazón de los hombres. Estemos disponibles para que Él pueda actuar en nosotros mediante la oración y la presencia amante a todos nuestros hermanos”. (7)

El hno. Bruno:

“Heme aquí ante ti, Dios mío. Heme aquí, rico en miseria y pobreza, y de una cobardía sin nombre. Heme aquí ante ti que eres Amor y Misericordia. Ante ti, pero sólo por tu gracia, hema aquí todo entero, con todo mi espíritu, todomi corazón, toda mi voluntad”. (8)

Y, el hno. Christian, superior de la comunidad de Tibhirine, en su reflexión cuaresmal, dieciocho días antes del secuestro:

“Tenemos que ser testigos del Emmanuel, es decir, del “Dios-con”. Hay una presencia de “Dios con los hombres” que debemos asumir nosotros. Es desde esta perspectiva como comprendemos nuestra vocación de ser una presencia fraternal de hombres y de mujeres que comparten la vida de musulmanes, de argelinos, en la oración, el silencio y la amistad. Las relaciones Iglesia-Islam son aún balbucientes porque aún no hemos vivido bastante junto a ellos. (9)

Antes de empezar a escribir, me di un tiempo de silencio y quietud, intentado adentrarme -lo poco que puede hacer alguien que nunca ha sido retenida y privada de la libertar de moverse- en lo que debieron ser esos cincuenta y seis días en lo oculto, en lo oscuro, como semilla bajo la tierra.

Digo semilla, en singular, considerando que los  siete monjes secuestrados,  más los dos que no fueron descubiertos (hnos. Amédée y Jean Pierre) son una  sola semilla: la comunidad.

¿Perderían la noción del tiempo? Nunca lo sabremos, pero conociendo la vida monástica, el ritmo, la cadencia, los tiempos y la dinámica de la oración –el Oficio Divino- que estructura como una sólida columna vertebral la vida del monje y de la comunidad, imagino a los hermanos de Tibhirine juntos (si es que les dejaban) contando las noches y los días; cantando o susurrando antífonas y salmos de los tiempos litúrgicos que vivieron encerrados.

Ganaron el tiempo de la eternidad, dejándonos su testimonio y su testamento espiritual. Serán beatificados antes de que acabe el 2018.

Esta es mi comprensión y como tal la recibí a las pocas semanas de su muerte sin conocerles de nada. Lo recibido gratis es para ser compartido (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).


  1. “Martirio y Consagración – Los mártires de Argelia”, Dom Bernardo Olivera, o.c.s.o. Publicaciones Claretianas, 1999 – pág. 84
  2. (ídem) (Luc, Carta 24.3.96) pág. 87
  3. (ídem) (Luc, Carta 19.3.95) pág. 87
  4. (ídem) (Michel, Carta 4.14) pág. 88
  5. (ídem) (Christophe, Diario, 1-12-94) pág. 89
  6. (ídem) (Célestin, Antífona pascual) pág. 92
  7. (ídem) (Paul, Carta del 11.1.95) pág. 89
  8. (ídem) (Bruno, 21.3.90) pág. 89
  9. (ídem) (Christian, Reflexiones para la Cuaresma, 8.3.96) pág. 88

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Carta a los 7 monjes de Tibhirine. Celebración 20º aniversario de su muerte

Sábado, 4 de junio de 2016
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tibherineAunque tarde, publicamos este bello artículo:

Mari paz López Santos
Madrid

ECLESALIA, 23/05/16.- Queridos hnos. monjes de Tibhirine (Christian, Christophe, Luc, Celestin, Paul, Michel y Bruno):

Durante muchos años vuestro testimonio como comunidad de monjes cristianos en un país musulmán fue silencioso: compartir vuestra vida de oración, trabajo y acogida, atentos a vuestros vecinos y a quienes se acercaban a la hospedería del monasterio. Pero también compartíais el sufrimiento y la inquietud que generaba la violencia que azotaba Argelia en aquellos años, junto a la gente sencilla del pueblo. Como otros muchos religiosos y religiosas que optaron por permanecer aún sabiendo que el precio podía ser el que, finalmente, pagasteis.

Tras vuestro secuestro y muerte, en 1996, y en los años siguientes, a muchas personas en el mundo fue llegando, de una forma casi subliminal… (¿será esto el soplo del Espíritu que no hay quien lo pare?) vuestro testimonio. Se ha esparcido silenciosamente a modo de semillas dormidas bajo tierra, que en la explosión de la primavera se convierten en plantas magníficas, con hojas y flores, distribuyendo el polen de vuestra vida vivida con coherencia, discernimiento y opción comunitaria.

En 2011, la película “DE DIOSES Y HOMBRES” recogía con dignidad, dureza y belleza lo que fueron los últimos tres años de vuestras vidas. Y este acontecimiento os puso en medio del mundo para quien quiera recoger el mensaje de no-violencia, cercanía interreligiosa en la vida desde lo sencillo, desde la oración, desde la ayuda al otro, ya sea cristiano, musulmán o quien se acerque necesitado.

En los tiempos que corren se necesita urgentemente “escucharos” de nuevo. Será a través de lo que dejasteis escrito, como el Testamento de Christian, abierto el 25 de mayo de 1996, en la fiesta de Pentecostés; los libros y textos de muchos de vosotros y los testimonios de quienes os conocieron en persona: también vuestros vecinos y amigos musulmanes; las personas con las que compartíais diálogo interreligioso desde el respeto y los sencillos detalles de la vida.

Y también, como le pasó al San Pablo, los que de alguna forma quedamos “tocados” por vuestra vida, aún sin conoceros personalmente, poniéndonos en marcha para ayudar a que la semilla de Tibhirine siga siendo fecunda para la vida de la Iglesia y, muy especialmente, del mundo en este convulso tiempo en donde tenemos que mirarnos en vuestro espejo, para identificar al hermano más allá de la densa bruma de la violencia; con mirada certera, sin caer en el desprecio globalizado. Una filigrana de la que sois maestros y mucho tenemos que aprender.

He escrito en otras ocasiones sobre lo recibido a través de vuestro testimonio y, como siempre, creo que debo callar y nuevamente dar la palabra a Christian que, en su Testamento, dice todo lo que hay que decir y en primera persona (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Me uno a su despedida: ¡Amén!… ¡In Shallah!

 Mari Paz López Santos

Cuando un A-Dios se vislumbra…

Si me sucediera un día –y ese día podría ser hoy–
ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar en este momento
a todos los extranjeros que viven en Argelia,
yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia,
recuerden que mi vida estaba ENTREGADA a Dios y a este país.
Que ellos acepten que el Único Maestro de toda vida
no podría permanecer ajeno a esta partida brutal.
Que recen por mí.
¿Cómo podría yo ser hallado digno de tal ofrenda?
Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas
y abandonadas en la indiferencia del anonimato.
Mi vida no tiene más valor que otra vida.
Tampoco tiene menos.
En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia.
He vivido bastante como para saberme cómplice del mal
que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo,
inclusive del que podría golpearme ciegamente.
Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez
que me permita pedir el perdón de Dios
y el de mis hermanos los hombres,
y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiera herido.
Yo no podría desear una muerte semejante.
Me parece importante proclamarlo.
En efecto, no veo cómo podría alegrarme
que este pueblo al que yo amo sea acusado, sin distinción, de mi asesinato.
Sería pagar muy caro lo que se llamará, quizás, la “gracia del martirio”
debérsela a un argelino, quienquiera que sea,
sobre todo si él dice actuar en fidelidad a lo que él cree ser el Islam.
Conozco el desprecio con que se ha podido rodear a los argelinos tomados globalmente.
Conozco también las caricaturas del Islam fomentadas por un cierto islamismo.
Es demasiado fácil creerse con la conciencia tranquila
identificando este camino religioso con los integrismos de sus extremistas.
Argelia y el Islam, para mí son otra cosa, es un cuerpo y un alma.
Lo he proclamado bastante, creo, conociendo bien todo lo que de ellos he recibido,
encontrando muy a menudo en ellos el hilo conductor del Evangelio
que aprendí sobre las rodillas de mi madre, mi primerísima Iglesia,
precisamente en Argelia y, ya desde entonces, en el respeto de los creyentes musulmanes.
Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón
a los que me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista:
“¡qué diga ahora lo que piensa de esto!”
Pero estos tienen que saber que por fin será liberada mi más punzante curiosidad.
Entonces podré, si Dios así lo quiere,
hundir mi mirada en la del Padre
para contemplar con El a Sus hijos del Islam
tal como El los ve, enteramente iluminados por la gloria de Cristo,
frutos de Su Pasión, inundados por el Don del Espíritu,
cuyo gozo secreto será siempre, el de establecer la comunión
y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias.
Por esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos,
doy gracias a Dios que parece haberla querido enteramente
para este GOZO, contra y a pesar de todo.
En este GRACIAS en el que está todo dicho, de ahora en más, sobre mi vida,
yo os incluyo, por supuesto, amigos de ayer y de hoy,
y a vosotros, amigos de aquí,
junto a mi madre y mi padre, mis hermanas y hermanos y los suyos,
¡el céntuplo concedido, como fue prometido!
Y a ti también, amigo del último instante, que no habrás sabido lo que hacías.
Sí, para ti también quiero este GRACIAS, y este “A-DIOS” en cuyo rostro te contemplo.
Y que nos sea concedido reencontrarnos como ladrones felices
en el paraíso, si así lo quiere Dios, Padre nuestro, tuyo y mío.
                                                                                                      ¡AMEN! IN SHALLAH!

          Argel, 1 de diciembre de 1993
Tibhirine, 1 de enero de 1994

Christian.+

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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