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“Sin ética no hay estética… sobre el caso Marco Rupnik”, porJoseba Kamiruaga Mieza CMF

Miércoles, 21 de agosto de 2024

IMG_6598De su  blog “Beste aldera joan zen Jesus”.(*)

“Por desgracia, las obras de arte no pueden juzgarse por la moralidad del autor”

El “caso Rupnik” trae consigo una enormidad de cuestiones, que van más allá de la persona que cometió lo que ha salido a la luz en los últimos meses y de las víctimas de sus actos

“El problema más cercano a los hechos en cuestión se refiere a toda esa red de encubrimientos, silencios, complicidades que le ha permitido llevar a cabo graves actos de carácter sexual contra monjas y, al mismo tiempo, mostrarse como un maestro del arte litúrgico y de la espiritualidad”

“El ‘caso’ quizá tiene una peculiaridad particular en toda su obra: el jesuita, de hecho, durante una larga carrera dentro de las estructuras oficiales de la Iglesia, presuntamente se ha beneficiado de su autoridad como sacerdote, teólogo y artista sagrado para hacerse profeta de un evangelio en el que el pecado es virtud y la virtud pecado”

“¿Qué hacer con las obras de Marko Ivan Rupnik? ¿Responde todo esto a una exigencia de justicia, a la que tienen derecho las presuntas víctimas, el presunto autor y las presuntas obras de arte?”

El caso Rupnik trae consigo una enormidad de cuestiones, que van más allá de la persona que cometió lo que ha salido a la luz en los últimos meses y de las víctimas de sus actos. Ciertamente, el problema más cercano a los hechos en cuestión se refiere a toda esa red de encubrimientos, silencios, complicidades que ha permitido a Marko Rupnik llevar a cabo, sin ser molestado durante más de treinta años, graves actos de carácter sexual contra monjas y, al mismo tiempo, mostrarse como un maestro del arte litúrgico y de la espiritualidad, llamado a todas partes, incluso al Vaticano, para predicar retiros, ejercicios, dar conferencias. Una red que cada poco tiempo se enriquece con nuevos nombres, que hasta ahora siguen permaneciendo tranquilamente en sus puestos.

También está la cuestión de la increíble cantidad deobras artísticas y libros que el jesuita ha producido a lo largo de todos estos años. Si se echa un vistazo a sus publicaciones, nos damos cuenta de que, en efecto, es difícil, si no imposible, preservar estos escritos de su autor. En efecto, se trata en su mayoría de escritos sobre espiritualidad. Por ejemplo, a ‘El examen de conciencia. Para vivir como redimidos’ o ‘El camino de la vocación cristiana. De resurrección en resurrección’. Títulos significativos de algunos de sus libros. Pensar que es un religioso que ha vivido constantemente en pecado grave, justificándolo “teológicamente“, quien orienta sobre estos importantes aspectos de la vida cristiana, no puede dejar indiferente. No menos problemas plantea el libro dedicado a la vida religiosa, “De la experiencia a la sabiduría: profecía de la vida religiosa”.

“Si se echa un vistazo a sus publicaciones, nos damos cuenta de que, en efecto, es difícil, si no imposible, preservar estos escritos de su autor”

En cuanto a las obras artísticas, en particular la realización de mosaicos en las iglesias, la situación es aún, si cabe, incluso más compleja. Hay más de doscientas realizaciones, situadas principalmente en Europa, que afectan a lugares muy importantes para la fe católica, pero también a pequeñas capillas de comunidades religiosas. Ha habido algunas posturas en defensa de los logros de Rupnik. José Ignacio González Faus esgrimió como principal argumento una “razón de coherencia“.

El “caso Rupnik” quizá tiene una peculiaridad particular en toda su obra: el jesuita, de hecho, durante una larga carrera dentro de las estructuras oficiales de la Iglesia, presuntamente se ha beneficiado de su autoridad como sacerdote, teólogo y artista sagrado para hacerse profeta de un evangelio en el que el pecado es virtud y la virtud pecado. Según las acusaciones, el padre Rupnik no sólo convencía habitualmente a los demás para que pecaran con él, sino que los convencía de que no era verdadero pecado pecar con él, para que pudieran participar en su seudo-misticismo carnal.

Por tanto, no se trata tanto de un pecado, por grave que sea, como de una falsa fe y un falso misticismo, que sustentaron la forma de ser y actuar de Rupnik prácticamente durante toda su vida religiosa y sacerdotal y que sedujeron a sus víctimas. Los detalles no hablan de un hombre frágil, de una caída en la tentación, sino de la encarnación de un verdadero pensamiento seudo-teológico, según el cual lo que Rupnik realizaba sexualmente debía considerarse una expresión encarnada de la perichoresistrinitaria y la encarnación de la charitas divina: una blasfemia demencial, un falso evangelio difícil de separar de sus obras, artísticas y escritas. Tanto más cuanto que Rupnik gozó de una considerable libertad artística con el beneplácito de las más altas esferas de la Iglesia.

“El ‘caso Rupnik’ quizá tiene una peculiaridad particular en toda su obra: el jesuita, de hecho, durante una larga carrera dentro de las estructuras oficiales de la Iglesia, presuntamente se ha beneficiado de su autoridad como sacerdote, teólogo y artista sagrado para hacerse profeta de un evangelio en el que el pecado es virtud y la virtud pecado”

El problema de Rupnik no es, yo creo, el problema de otros artistas. Su pecado tiene su origen y justificación en una aberrante perspectiva “teológica. Desconozco si las obras de arte de Rupnik son comparables a las de otros grandes artistas de dudosa moralidad o de nula ética cristiana. Ciertamente la influencia de Rupnik en los círculos eclesiásticos ha sido y hasta puede seguir siendo fuerte. Hay quien habla de la glorificación del Rupnik-artista independientemente de su conducta personal.

¿Qué hacer con las obras de Marko Ivan Rupnik? La cuestión, que ya había surgido al mismo tiempo que las acusaciones de abusos perpetrados por el ahora ex jesuita y artista, y sobre la que hay una investigación en curso, volverá al centro del debate mientras se intentar evitar exponer o utilizar sus obras de arte de forma que puedan sugerir una actitud de “absolución o sutil defensa” o de que puedan indicar “indiferencia ante el dolor y el sufrimiento” de las víctimas. ¿Hay que dejar los mosaicos donde están? ¿Hay que destruirlos? ¿Hay que retirarlos o exponerlos en otro lugar? No hay consenso sobre ninguna de las propuestas.

Eliminar, preservar, recomponer… son los verbos de este debate y que no tiene respuestas pre-confeccionadas. Y es difícil no detectar cómo se agitan formas ideológicas de resistencia y ondas emocionales en torno a los mosaicos de Rupnik. ¿Responde todo esto a una exigencia de justicia, a la que tienen derecho las presuntas víctimas, el presunto autor y las presuntas obras de arte?

Sería bonito seguir creyendo que la estética y la ética van de la mano. Por desgracia, las obras de arte no pueden juzgarse por la moralidad del autor. Por supuesto, en el caso de Rupnik, la herida está abierta y el escándalo es mayúsculo. Pero es de suponer que los numerosos encargos que recibió se debían a que se reconocía a su obra una validez estética y teológica. Si es así, si esas obras son estética y teológicamente válidas, quizá deban sobrevivir, porque su contenido es bueno más allá del autor y de sus pecados. Si, por el contrario, no es así, no sólo deberíamos eliminarlas, sino que ni siquiera deberíamos haberlas encargado. Esto sería aún más cierto, y grave, si reconociéramos la perversión del autor.

“Las célebres obras de Rupnik cumplían la ilusión de un arte que era a la vez moderno y restauraba el icono cristiano. No eran ninguna de las dos cosas y, de hecho, simulaban ambas: como decoración y como halo imposible y nostálgico”

Tal vez, sin embargo, la respuesta a la pregunta sea otra: estas imágenes, más sencillamente, eran una solución, no sé si fácil y popular, que respondía a un deseo de compromiso. Las célebres obras de Rupnik cumplían la ilusión de un arte que era a la vez moderno y restauraba el icono cristiano. No eran ninguna de las dos cosas y, de hecho, simulaban ambas: como decoración y como halo imposible y nostálgico. El debate, por tanto, no debería olvidar reflexionar también sobre los procesos de encargo, un discernimiento útil -aunque nunca exento de riesgos- para el futuro. Quizá ciertos planteamientos eclesiales y eclesiásticos no parecen exentos de morbosa hipocresía.

(*) Jesús fue al otro lado

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