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La Hermana Mónica, la “monja de las trans” que construyó un barrio cuando le pidieron “una cama limpia para morir”

Viernes, 4 de noviembre de 2022
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Diseño-sin-título-8-1-2La hermana Mónica Astorga, de la Orden de las Carmelitas Descalzas, en Neuquén, con un paraguas con la bandera LGBT+

Nunca viene mal volver a traer a esta página a esta hermana a la que queremos mucho:

Desde hace 16 años, la hermana Mónica Astorga, de la orden de las Carmelitas Descalzas acompaña al colectivo trans. En diálogo con Infobae, compartió sus batallas dentro de la Iglesia, el dolor de las historias, el sostén del Papa, lo que se consiguió y todo lo que falta.

 Por Mariana Fernández Camacho
22 de Octubre de 2022

 

“¿Cuánta homosexualidad tenemos dentro de los consagrados? ¿Cuántos hombres que a la mañana salen de sus casas muy trajeaditos a sus trabajos llevando a sus hijos al colegio estuvieron la noche anterior consumiendo trans? Pero después las matan con la indiferencia, con el abandono. Ayudemos a que la Iglesia sea una para todos. Jesús es uno para todos. Jesús no rechaza a nadie, ni deja a nadie afuera”.

La que habla es la hermana Mónica Astorga, monja de la orden de las Carmelitas Descalzas. Del otro lado de la pantalla la escuchan otros y otras que también visten hábitos, cofias y faldones, devotos y devotas de un Dios.

Su voz tiene la mezcla justa de ternura y firmeza. Con sus palabras increpa, incomoda, hasta fastidia sin perder jamás la serenidad, ni acudir a tonos altos. Para muchos, la hermana Mónica suena como el canto tan dulzón como peligroso de las sirenas.

“Hace unos días me escribieron en Facebook que soy una endemoniada. Imaginate lo que le dicen a las personas trans si a mí me acusan de endemoniada solo por acompañar. En estos 16 años infinidad de cosas me han dicho, dentro y fuera de la Iglesia. De las dos partes recibí. Pero como nada de lo que hago es para mí, las soporto. Si yo me estuviese beneficiando con algo, bueno, pero lo que hago es visibilizar a seres humanos que no existen para la sociedad.

ELQHZ7WHGFBTTLB2H6J5I6NSQ4“Voy a dejar de luchar el día que no tenga que lamentar una sola muerte en el año de una mujer trans”, dice la Hermana Astorga

Desde 2006 la hermana Mónica Astorga escucha las historias de dolor de mujeres trans. Una escucha empática, despojada de rebusques científicos o místicos. Una escucha que involucra al corazón.

“Yo tengo argumentos y pido argumentos. No me vengan con el pasaje bíblico de que Dios nos creó varón y mujer. El Evangelio es claro. ¿Con quién se sentó Jesús? ¿Por quién se dejó lavar los pies? A Jesús lo seguían prostitutas, estafadores, todo el descarte de la sociedad. A Jesús lo trataron de loco. A ese Jesús sigo y ese es el Evangelio que quiero vivir. No me pidan explicaciones científicas porque no las tengo. No sé por qué nacieron así. Lo único que sé es que hay mucho dolor en estas personas y que yo no soy quién para juzgar, para decirles a los demás `Dios te creó de esta manera´. Hay que escuchar a las mujeres trans. No a una, sino a 10, a 20. Escucharlas con el corazón, que te relaten sus vidas y decime si tenés el valor para tratarla de hombre y humillarla”.

Una cama limpia para morir

La hermana Mónica recuerda la primera vez que habló con una mujer trans. Se llamaba Romina.

“Romina vivía en Neuquén pero era sanjuanina y estaba atravesando un proceso de depresión muy grande. Por eso se había acercado a la parroquia, para pedirle a la Virgen de Lourdes. El sacerdote y una religiosa la vieron muy mal y la llevaron al monasterio conmigo. Pensaron que quizás podía ayudarla intercambiar con alguien más joven. Conversamos dos horas. Era la primera vez que escuchaba a una persona trans. Siempre tuve conocidos y amigos gays pero nunca había escuchado a una mujer trans. Y Romina relató una vida de mucho dolor. Antes de irse le dije que si quería volviera con más compañeras”.

Romina regresó a los cuatro días con tres compañeras trans. Todas eran oriundas de otras provincias y trabajaban en la prostitución. “Lo único que tenemos las trans”. La hermana Mónica recuerda la mala onda de ese primer encuentro. La desconfianza, el descreimiento.

GFEIPL3HHZFN5ELT7UEUSFOTQU“Estaban cansadas de golpear puertas. Ni en las Iglesias las dejaban entrar. Jesús vino para todos y todas”, dice la Hermana Astorga

“Me preguntaban en qué iba a poder ayudarlas una monja de Clausura. Que estaban cansadas de golpear puertas, que ni en las iglesias las dejaban entrar. Saber eso fue un golpe fuerte. Porque la Iglesia tiene que ser misericordia, la iglesia tiene que ser acogida, cuidado, porque Jesús no es un cura, una monja o unos laicos que se creen perfectos. Jesús vino para todos y todas. Les contesté que las invitaba a la capilla a hacer lo que hacía yo diariamente: rezar”.

Rezar en susurros, suavecito, sin arrodillarse ni agachar la cabeza. Rezar para empezar a reparar.

“Más tarde les pedí que me contaran sus sueños, porque una persona sin sueños está muerta. Así fue como una de ellas, Kati, me contó que su sueño era tener una cama limpia para morir, porque no sabía si esa noche terminaba en un zanjón o en un hospital donde ni las sábanas les cambiaban. Ese comentario me traspasó. No podía creer que una persona me pidiera un lugar para morir. Cuando se fueron busqué a mi superiora y le pedí permiso para armar un espacio de oración para mujeres trans. Así empezó todo”.

Comer, rezar, amar

Los espacios de oración quedaron agendados cada quince días en la capilla del monasterio de Neuquén. El dato se fue pasando y los cruces se volvieron cada vez más populosos.

“Las esperaba con música suave y preparaba las oraciones. Ellas lloraban mucho. Era el lugar en el que podían relajarse, porque el resto del tiempo estaban permanentemente esperando la muerte o terminar presas. Yo les decía que mi lucha iba a ser sacarlas de la calle y darles una dignidad de vida. Algunas me decían que la prostitución era su trabajo y siempre lo respeté. No obligo a nadie a dejar la calle ni a rezar. No les impongo lo religioso. Yo las invito, viene la que quiere. Lo mismo con la calle, están invitadas a que pensemos cómo pueden dejarla si quieren. No estoy a favor de la prostitución, porque para mí la prostitución no dignifica a las personas y las termina matando. Pero sí respeto a la que quiera seguir trabajando en la calle y la invito igual a participe de los espacios de oración”.

4INAULFNAFGCJO5JNBUOW5PSXAA partir del pedido de una mujer trans de Neuquén, que le pidió “una cama limpia para morir”, la hermana Astorga comenzó a trabajar con ellas y llegó a conseguir un barrio para que vivan

Con los años y a partir de la construcción de lazos con el Estado y distintas organizaciones sociales, la Hermana Mónica generó proyectos que lograron mucho más que sostener espacios de rezos.

Primero se consiguió transformar una casa abandonada ─propiedad del Obispado en Neuquén─ en la Casa Santa Teresita, donde de lunes a viernes entre las 11 y las 18 horas las personas trans pueden tomar clases de peluquería, manicura, depilación o computación con talleristas que son también compañeras trans. Hay biblioteca, comedor para almorzar, pueden ducharse y conversar con psicólogas y trabajadoras sociales.

Antes de la pandemia pasaban por la “casita” ─como la llaman en confianza─ hasta 250 mujeres trans por mes. Y durante la encerrona por Covid se entregaron semanalmente 80 módulos de alimentos.

Kati es hoy la vicedirectora de la Casa Santa Teresita y por las tardes trabaja en la Dirección de Diversidad de la provincia de Neuquén. Aprendió costura al tiempito de conocer a la Hermana Mónica y dejó la prostitución. En marzo festejará su décimo aniversario sin consumir alcohol y en enero cumple 60 años.

“Kati me pidió una cama limpia para morir y eso fue muy fuerte. Que mi trabajo le haya cambiado la vida a ella, a mí ya me alcanza”, señala Mónica, la “monja de las trans” como también la conocen en confianza.

tercera-doble-5La Hermana Astorga en la inauguración del barrio para que las chicas trans de Neuquén tengan un techo

Además de la casita, en 2020 se inauguró en la ciudad de Neuquén el primer complejo de viviendas del mundo para mujeres trans en un terreno cedido al monasterio por el municipio y con fondos del gobierno provincial. En formato de comodato, los 12 departamentos están habitados por personas de entre 40 y 70 años en situación de vulnerabilidad.

“Una de las mujeres que se mudó llegó a vivir cuatro meses antes de morir, y doy gracias de que pudo disfrutar de ese espacio porque ni un animal vivía como ella. Me acuerdo que me contó que hacía años que no se bañaba bajo la ducha y que por eso se quedaba ratos largos en el agua. Ese monoambiente ahora lo ocupa otra compañera. Algunas viven con sus parejas, pero saben que si ellas se van sus parejas inmediatamente tienen que dejar el departamento”.

Se hace camino al andar

“Es muy contradictorio todo. Imaginate a una monja Carmelita Descalza acompañando al colectivo LGBT. Pero Dios me pidió que cuide a estos seres humanos, me puso en esta misión especial. No me importa cuando me dicen que son hombres disfrazados de mujer. Son seres humanos y punto. Dios me usó como instrumento. Tocar la vida de las trans, acercarme y acariciar sus heridas como un bálsamo suave. Yo las siento mis hijas, mis hermanas, mis amigas. A veces las reto como si fuera la madre, pero las escucho como una amiga y las quiero como una hermana. Soy la voz de las trans pidiendo, porque a ellas no las escucha nadie. A mí se me escucha, aunque sea por curiosidad”.

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El mensaje que le envió por escrito el Papa Francisco

–¿Qué luchas tuvo y tiene que dar dentro de la Iglesia?

–He discutido con obispos, con sacerdotes. Pero no soy una monja que va en contra de la Iglesia. Quiero y pertenezco a esta institución y sigo luchando desde adentro. Y empieza a aparecer gente dentro de la Iglesia que quiere acompañar en distintas diócesis. Mi sueño era que este trabajo que hice en Neuquén se extendiera en el país y el mundo. Nunca quise ser la cabeza de esto, al contrario quiero que se contagien. Bueno, ahora se está dando. Es una mínima parte todavía, pero algo es algo.

–¿Con qué cree que tiene que ver el cambio?

El Papa viene insistiendo desde hace rato de ser una Iglesia de puertas abiertas, donde todos tengan un espacio y estemos incluidos. Y aunque muchos lo critican, Bergoglio siempre me ayudó. Él me dijo: “No abandones este trabajo de frontera que te puso el Señor”.

–¿Cómo fue ese intercambio?

–En 2009 pasó por Neuquén, dio la misa y almorzó con nosotras en el monasterio. Me acerqué asustada y le conté lo que hacía con las mujeres trans. Estaba asustada porque algunos en ese momento ya ni siquiera me saludaban. Pero su respuesta me dio mucha seguridad porque era el Cardenal. También me dijo que cualquier cosa que necesitara contara con él. Al día de hoy nos seguimos comunicando. A veces las chicas le escriben y él las llama por teléfono o les manda cartas escritas a mano. El Papa siempre me pregunta “¿cómo están las chicas?”. Así las llama: “las chicas”. Hace poco además le dio un lugar especial en la Audiencia General a Guadalupe, una mujer trans argentina que vive en Italia. Pudo saludarlo y después se supo que el Papa la llamó para saber cómo estaba. Esos gestos los están viendo todos. Por eso antes me miraban como bicho raro y ahora hay sacerdotes y religiosas que empezaron a acompañar.

HBQOCPMGXRG7XPFQUNPO25D5PYGuadalupe, una trans argentina que vive en Italia, en su encuentro con el Papa Francisco

–¿De qué manera se acompaña?

–Escuchando, aceptando y respetando. No hay que querer cambiar a nadie, sino aceptarnos. Escuchar las historias, escuchar el dolor. Porque no es que se levantó hoy y dijo `soy lesbiana´ o `me quiero vestir de mujer porque me siento trans´. No es así. Son historias de lucha. La mayoría de las chicas que acompañé en Neuquén habían sido expulsadas de sus casas entre los 8 y los 15 años de edad. Entonces tenemos que trabajar de manera urgente con las familias. He conocido familias muy religiosas, a veces católicas o evangélicas, que echan al hijo de la casa porque es homosexual. Familias que les dicen a sus hijos que les dan asco. ¿Echas a tu hijo pero vas diariamente a misa? ¿Qué clase de cristiano sos?

–¿Y cómo es ese proceso de acompañamiento?

–Lento. Siempre les repito a quienes quieren acompañar al colectivo trans que hay que respetar los tiempos de ellas. Acompañarlas, ir abriéndoles camino y esperar. Llega un momento que te pones a la par porque ya van caminando. A veces se vuelven a caer y hay que ayudarlas a seguir. Y cuando las veo que pueden caminar voy detrás, cuidándolas. Eso vengo haciendo y son muchas las que están de pie, ya son muchas las que van caminando. Pero el camino es largo y falta.

Fuente Infobae

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