Brutal asesinato de Iván Carrillo: era estudiante del Sena Cartagena (Colombia)
Foto suministrada por Medicina Legal Cartagena.
Caribe Afirmativo se pronunció ante el homicidio de Iván Carrillo, cuyo cuerpo lo hallaron en Membrillal, luego de salir de un gimnasio en La Plazuela.
El cuerpo de Iván René Carrillo Navarro, de 31 años y oriundo de Cartagena, fue ingresado a la morgue de Medicina Legal ( barrio Zaragocilla), como Cuerpo No Identificado en la noche del pasado 9 de abril y estuvo sin ser reclamado por varias horas.
Luego de que El Universal publicara la información suministrada por Medicina Legal de que sus restos se encontraban en la morgue, sus familiares hicieron la reclamación y respectivas diligencias, logrando identificarlo oficialmente. Un golpe doloroso para sus seres queridos.
Iván René, según conoció este medio de manera extraoficial, fue hallado sin vida en una trocha del barrio Membrillal, muy cerca al corregimiento de Pasacaballos. Tal parece que tenía signos de violencia en su cuerpo, como una cuchillada en el tórax. Los forenses afirmaron que los detalles del hallazgo fueron entregados a sus parientes.
Tras confirmarse que tenía señales de violencia, el caso se mantiene bajo investigación para establecer qué sucedió. También se supo que en el sitio no hallaron su celular ni su cartera. El cadáver fue encontrado exactamente en la trocha Arroyo Comido, zona poco transitada, por lo que se presume que alguien lo pudo llevar hasta ese sitio para acabar con su vida.
Iván René estudiaba cosmetología y estética integral en el Sena, una pasión que había guardado por mucho tiempo y que le hacía sentir orgulloso ya que su última imagen publicada era en una de sus clases.
Las autoridades investigan lo ocurrido y tratan de determinar si el hombre fue víctima de un robo ya que no le hallaron elementos de valor en el momento de la inspección. Al parecer, la víctima no tenía anotaciones judiciales ni problemas personales.
Medios digitales de Cartagena dicen en sus publicaciones que a Carrillo Navarro, miembro de una conocida familia que es dueña de una empresa de Maderas en una vía céntrica del barrio Boston, lo habrían visto horas antes salir de un gimnasio en La Plazuela. Esa noche abordó una camioneta y desapareció. Al día siguiente, su cuerpo lo hallaron en una trocha de Membrillal sin sus pertenencias.
“Por qué habrá tantas personas malas en este mundo personas, sin corazón No merecías eso. Te vamos extrañar demasiado. Gracias por eso hermosos Momentos que me hiciste vivir dentro de la carrera. Eras muy buena persona y muy buen amigo”, es uno de los tantos mensajes de despedida que le dejan a Iván Carrillo en la red social de Facebook.
Caribe afirmativo afirmaba en su cuenta de X/Twitter: “Expresamos nuestra consternación y rechazo ante el homicidio de Iván Carrillo, un joven estudiante cuyo cuerpo fue hallado sin vida en Cartagena. Nos solidarizamos con su familia, amigxs y comunidad educativa. Su muerte no puede ser una más en las estadísticas del olvido
Si bien algunas versiones preliminares apuntan al robo como posible móvil del crimen, desde Caribe Afirmativo advertimos con preocupación que las autoridades han descartado de manera apresurada la posibilidad de que se trate de un crimen por prejuicio.
El Estado colombiano tiene la obligación constitucional y legal de no desestimar, sin pruebas concluyentes, la hipótesis de violencia por prejuicio. Cualquier línea investigativa que se descarte de manera anticipada constituye una forma de negación de derechos.
Recordamos que los crímenes por prejuicio no se determinan únicamente por la orientación sexual o identidad de género visibles, sino por las percepciones, estigmas y lecturas sociales que los agresores construyen sobre los cuerpos y presencias de las personas.”
Con ese mensaje publicado en su página oficial de Facebook, la corporación Caribe Afirmativo se ha pronunciado ante la muerte del estudiante del Sena Iván René Carrillo Navarro, de 31 años, cuyo cuerpo con señales de violencia lo hallaron en la tarde del pasado miércoles 9 de abril en una trocha de Membrillal, sector cercano a la zona industrial de Mamonal.”
Asegura Caribe Afirmativo que con este caso ya serían 28 los miembros de la comunidad Lgbtiq+ asesinados en el país en lo que va del 2025. Los últimos hechos, precisa el colectivo, ocurrieron en Bogotá, Medellín, Argelia (Valle del Cauca) y Bello (Antioquia).
Justo en esta última población antioqueña ocurrió esta última semana el brutal asesinato de Sara millerey, hecho que ha conmocionado a todo un país, debido a que se trataría de un caso de transfobia. El presidente Gustavo Petro instó a las autoridades para esclarecer los móviles de este caso.
El crimen de Sara Millerey, sucedió el pasado domingo, 6 de abril, y la organización Caribe Afirmativo, que trabaja por el reconocimiento de los derechos de las personas con orientaciones sexuales, identidades y expresiones de género diversas en Colombia, ha informado que Sara fue brutalmente agredida y arrojada a una quebrada, ubicada en Playa Rica, en el mismo lugar en el que falleció horas después, debido a la gravedad de las heridas.
RecuperMos la noticia de su web, por su importancia:
08 de abril de 2025. Disculpen la tardanza, pero apenas vamos leyendo —y entendiendo— lo que significa vivir, resistir y morir siendo trans en Colombia. Apenas vamos cayendo en cuenta de la brutalidad con la que este país trata a quienes rompen las normas de género. Apenas vamos aceptando, con la vergüenza de la conciencia tardía, que el asesinato de Sara Millerey González en el municipio de Bello no es un hecho aislado. Es un síntoma. Un espejo. Un grito que nadie quiere oír.
A Sara no solo la mataron. Le quebraron los huesos, la arrojaron a una quebrada, y la dejaron morir lentamente, tragar agua sucia y soledad. Como si no doliera. Como si no gritara. Como si no fuera humana.
Y mientras eso pasaba, alguien sacó el celular y grabó. No para ayudar, no para denunciar, no para salvar. Grabó para viralizar. Para entretener. Para hacer del horror un espectáculo. Así de descompuesta está nuestra sociedad: el dolor ajeno se volvió contenido, y la compasión, un recuerdo lejano.
Eso no es solo un crimen. Es el reflejo enfermo de una sociedad que ha perdido el alma. Es el rostro de un país que permite que sus hijas trans mueran frente a todos y nadie haga nada.
Porque no se trata solo del acto atroz en sí, sino de todo lo que lo rodea: el silencio, la indiferencia, el olvido sistemático. Lo que se le hizo a Sara no empezó el día de su asesinato. Empezó cuando se le negó un empleo digno. Cuando se le trató como objeto de burla en la calle. Cuando no se le reconoció como mujer en una institución. Cuando tuvo que defender su existencia, día tras día, sin que nadie la defendiera a ella. El asesinato fue solo el final de una violencia constante.
El país de las tres muertes
En Colombia, las personas trans —y particularmente las mujeres trans— mueren tres veces. La primera, en vida: a través del rechazo familiar, la exclusión escolar, la negación de derechos laborales, de salud, de vivienda. La segunda, físicamente, a manos de una violencia que no solo mata, sino que tortura, que marca con sevicia. Y la tercera, de forma institucional: cuando el Estado no investiga, no protege, no repara, y deja en la impunidad la mayoría de los casos.
Ese abandono estatal, esa complicidad burocrática, permite que el monopolio de la violencia esté repartido entre el Estado y actores armados ilegales que se reparten el control de territorios y vidas. Y las cuerpas trans siguen siendo objetivo militar, simbólico y real, de esa estructura de guerra permanente. En el papel, tenemos derechos. En la práctica, tenemos miedo.
El silencio que también mata
Lo más desgarrador, sin embargo, no es solo lo que hicieron los verdugos. Es lo que no hicimos los demás. Porque la impunidad no es solo judicial, también es social. Callamos. Miramos para otro lado. Seguimos adelante como si nada.
Y vale la pena decirlo, con el cuidado que exige hablar desde dentro: incluso en los propios movimientos sociales y espacios de liderazgo LGBTIQ+, hay silencios selectivos, jerarquías no resueltas y omisiones dolorosas. No es que falte voluntad, es que a veces falta sensibilidad interseccional, la que reconoce que no todas las vidas disidentes son percibidas con la misma urgencia. La rabia no puede ser patrimonio de algunos. No puede ser que el eco mediático y político dependa del género, la clase, la raza o el capital simbólico de la víctima. Cuando las violencias recaen sobre mujeres trans, racializadas, empobrecidas, trabajadoras sexuales o habitantes de calle, el eco suele ser más bajo, más lento, más solitario. Y eso también es una forma de abandono.
Eso también es violencia.
Que la rabia nos movilice
Nos debería incomodar. Nos debería doler en las entrañas. Nos debería llenar de furia. Pero no una furia ciega, sino una que organice, movilice y transforme. Porque ya no basta con los pronunciamientos. Ya no basta con los minutos de silencio. Necesitamos una respuesta política, ética y colectiva. Que pase por la exigencia de justicia, pero también por una transformación profunda del tejido social.
Sara no murió sola. Murió frente a todos. Y nadie hizo nada.
Fue ella, pero también otras mujeres trans. En muchos casos, sus muertes no solo quedaron impunes, sino que ni siquiera fueron reconocidas como lo que son: transfeminicidios. La mayoría no llegan a los noticieros. Algunas ni siquiera logran una denuncia formal. Son borradas del mapa institucional antes, durante y después de morir.
Por eso insistimos: no basta con indignarse una vez al año. No basta con compartir un hashtag. Necesitamos una política de vida, de duelo activo, de justicia trans. Necesitamos hablar, nombrarlas, recordarlas, defenderlas.
Pero aún estamos a tiempo de hacer algo ahora. Para que su muerte no sea en vano. Para que no sigamos normalizando el horror. Para que no sigamos contando nuestros muertos como si fueran cifras sin nombre ni historia. A tiempo de hacer memoria. A tiempo de transformar la furia en acción. A tiempo de no dejar que el olvido gane otra vez.
Que esta vez, al menos esta vez, la historia no se repita en silencio.
Justicia para Sara Millerey González. Justicia para todas.
Hasta la fecha, el Observatorio de Derechos Humanos de Caribe Afirmativo ha registrado 24 (hoy son 28) personas LGBTIQ+ asesinadas en el país. Este comunicado ha sido elaborado por el mismo Observatorio.
Fuente El Universal/Caribe Afirmativo
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