Entrevista: Marlén Viñayo, la cineasta que cuenta la vida de dos ex pandilleros gays en una prisión de El Salvador
“Hay personas a las que es más fácil matar que amar a otra de su mismo sexo”
“Imperdonable” es un corto documental que explora la relación entre dos jóvenes expandilleros gays en una cárcel de El Salvador. Entrevistamos a su directora, Marlén Viñayo.
Fotos: Neil Brandvold y La Jaula Abierta.
La cineasta española Marlén Viñayo rompió los esquemas de la imagen que se tiene de las dinámicas al interior de las sangrientas pandillas o maras en El Salvador. Lo hizo con el cortometraje documental “Imperdonable” (2020), producción que cuenta la relación entre dos expandilleros en una prisión del empobrecido país centroamericano.
Grabado al interior de la cárcel de San Francisco Gotera en 2019, el documental explora el vínculo entre dos jóvenes ex pandilleros encarcelados por homicidio, extorsión y asociaciones terroristas. Conviven dentro de una celda de dos metros, y la reconvierten en una especie de hogar donde comparten alimentos, anhelos y el interminable tiempo que les falta para cumplir con sus condenas. El documental ha tenido mucho impacto a nivel nacional e internacional.
Viñayo, llevaba siete años viviendo aquí en El Salvador cuando tuvo sus primeros acercamientos a esta historia. Nunca se había interesado por hacer un documental sobre pandillas. Creía que que era un tema que ya se había explicado e investigado y contado mucho, y que ella no tenía nada para aportar. “Pero cuando me contaron de estas personas, pues me interesó inmediatamente”, cuenta a Presentes en esta entrevista. “Creía que podía mostrar un nuevo punto de vista y una imagen diferente sobre las pandillas. Y por eso fue que me interesó. Conocer su relación ya fue algo muy sorprendente, sobre todo porque uno no entra en la cárcel esperando encontrarse amor”, dice la cineasta que también es directora de La Cachada (2019).
Las pandillas se caracterizan, entre otras cosas, por ser intolerantes con la diversidad sexual entre sus miembros y también con gente de las comunidades. Tu película ha roto con todos los esquemas en ese sentido. ¿Qué significó para ti abordar en la película un tema tan sensible como las relaciones entre dos hombres ex pandilleros?
Antes que nada, el hecho de que ellos hayan sido ex pandilleros y ahora hayan dicho abiertamente que eran gays no cambia la postura de la pandilla. La pandilla sigue siendo una organización criminal profundamente homofóbica y machista. Y ellos, en cuanto sospechan que uno de sus miembros es gay, lo asesinan de unas formas horribles. Ellos están vivos, eso fue lo sorprendente. Pues, por ciertas circunstancias, como por ejemplo, que estaban en esa cárcel y no les han podido asesinar. Pero la pandilla sí tiene esa norma. Porque para ellos, si uno de sus miembros es gay, es algo que les avergüenza como organización. El hecho de conocer a estas personas fue muy sorprendente, sobre todo que estuvieran vivos.
Marlén Viñayo. Foto: La Jaula Abierta
Las grabaciones insumieron 12 días de rodaje. Fueron días intensos y sorprendentes. “Puedes darte cuenta que esas son personas muy complejas. En un momento te van a estar contando con la frialdad absoluta cómo asesinaban personas y a los cinco minutos están mostrando ternura y amor y cuidados entre ellos”, dice Viñayo.
¿Tú sabes cómo se ha recibido en la pandilla la película?
Pues, no. La película ha estado aquí en El Salvador y ha estado online. Y ahora está otra vez online y la verdad no tenemos información veraz.
En los doce días de rodaje ¿cómo percibiste la convivencia de los protagonistas? Como me decías en un momento, ellos podían pasar de estar describiendo un crimen y en un segundo podían estar demostrándose ternura. ¿Cómo fue para ti ver estas demostraciones dentro de una cárcel?
Pues para mí fue sorprendente el hecho de conocerles y pasar ahí esos días con ellos, y me generó muchos conflictos internos. Porque llegó un momento donde yo no sabía qué sentía por ellos. Era una vorágine de sentimientos y una confusión. Y como que de alguna manera me intentaba forzar a que tenía que definir qué sentía por ellos. Hasta que llegó un momento en el que dije “bueno, no. No puedo y no tengo por qué definir lo que siento por ellos”. Entonces, intenté, a través de esa película, transmitir esta complejidad y la confusión que yo tenía interna, sobre qué sentía por ellos. Intenté transmitirlo en la película. Y entonces no es una película que trate de ofrecer respuestas. Nunca fue la idea. Trata de generar preguntas y que los espectadores la vean, la sientan y generen reflexiones y preguntas en ellos.
De encierros y libertades
¿Lograste identificar alguno de los temores de los protagonistas de vivir bajo el estigma impuesto por la sociedad?
Sí, claro, porque ellos saben perfectamente que están amenazados de muerte. Y están amenazados de muerte por varios motivos. El primero, porque se salieron de la pandilla y se tacharon los tatuajes, están conviviendo con personas de la pandilla opuesta y además, han reconocido abiertamente que son gays y tienen una relación de pareja. La pandilla lo sabe, la pandilla lo sabía cuando nosotros llegamos ahí. Entonces, ellos saben que tienen un riesgo de muerte que no se pueden quitar. Es muy duro porque saben que si salen de la cárcel, no tienen adónde ir. Había una escena que no está en la película que en la que uno de los personajes, uno de los protagonistas le pregunta a Walter, al protagonista, ¿qué haría si si un día le dijeran que estaba libre? Entonces le preguntó que ¿qué haría él? Se quedaba pensando y decía: ‘No sé, no sé qué haría. No sé a dónde iría porque no tengo dónde ir, a mi comunidad no puedo ir. A mi casa no puedo ir y no sé qué haría. Tal vez me metería en una alcantarilla’.
Es una contradicción porque parecería que se sienten más seguros dentro de una prisión que fuera de ella.
Sí, de hecho, de alguna manera yo recuerdo el primer día que el productor Carlos Martínez los conoció. Uno de ellos dijo que en esa celda pequeña que por fin se sentía libre. Cuando Carlos me contó a mí que les había conocido y lo que había hablado con ellos, esa fue una de las cosas que se me quedó dando vueltas en la cabeza. Es decir, cómo puede ser posible que una persona diga que se siente libre en una celda de dos metros por uno ¿qué tiene afuera de esa celda?. Qué le espera afuera para que allí, en ese espacio inhumano, se sienta libre.
Uno de ellos dice en la película que es más fácil asesinar a una persona que amar a otro hombre.
Pues cuando nos dijo esa frase en una entrevista nos sorprendió. Yo me quedé tan asombrada que cambió el rumbo de la película. Cuando él nos dijo esto, decidimos que a través de la película primero intentaríamos entender cómo esa frase que parece tan absurda, tiene sentido para algunas personas como para Walter que nos lo estaba diciendo. Entonces, tenemos que entender por qué y tratar de mostrarlo en la película. Ese fue como el punto de vista que decidimos abordar, partir una frase que nos marcó totalmente.
Dijiste que la película no pretende dar respuestas, pero ¿qué esperas que se provoque al verla?
Nos gustaría que a través de esta película se haga un reflejo de una sociedad que tiene una brújula moral pervertida. Donde hay personas a las que es más fácil matar que amar a otra si es de su mismo sexo. Nos parecía interesante y que aportaba mucho al debate y a la reflexión como una historia desde un lugar aislado, como es una celda de aislamiento de una prisión, de la cárcel salvadoreña, podemos hablar y reflexionar sobre la sociedad en conjunto en la que vivimos.
Fuente Agencia Presentes
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