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“De carteles y locutorios: El capitalismo mata”, por Pepa Torres

Martes, 28 de mayo de 2024
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IMG_4838“El individualismo no nos hace más libres, más iguales o más hermanos”

“Hace ya muchos años que José María Mardones nos ayudó a caer en la cuenta de que la religión más poderosa del mundo se llama capitalismo”

“Su dios es un dios selectivo que decide qué vidas cuentan y cuáles valen menos que la bala que los mata”

“‘Ir por libre’, ‘tú a lo tuyo’, ‘sálvese quien pueda’, no son consignas ingenuas sino creencias que se traducen en prácticas cotidianas y políticas que hacen cada vez un mundo más inhóspito y selectivo, en el que prima el darwinismo social”

“Sin embargo, son las tramas comunitarias y no el individualismo las que día a día sostienen el milagro de la vida frente a todo pronóstico”

(Cristianisme i Justícia).- Hace ya muchos años que José María Mardones nos ayudó a caer en la cuenta de que la religión más poderosa del mundo se llama capitalismo. El capitalismo es mucho más que un sistema económico. Es también una antropología, una forma de vida, una cosmovisión. Tiene dioses propios (el dinero), su credo (“fuera del mercado no hay salvación”), sus rituales y sus templos (la Bolsa, los maratones de consumo, etc.). Su dios es un dios selectivo que decide qué vidas cuentan y cuáles valen menos que la bala que los mata, que el banco que los desahucia o que la firma con que las grandes trasnacionales compran sus tierras y expulsan a las poblaciones originarias de ellas condenándolas a la exclusión. Pero una de las características más terribles de esta religión es que coloniza nuestras conciencias de manera imperceptible, a la vez que tremendamente eficaz, a través de los medios de comunicación, de las redes sociales y de la publicidad a su servicio.

Me sorprendió hace unos días en un escaparate de una tienda de móviles un gran cartel  con el mensaje: “Lo inteligente de ir por libre es que tiene muchas ventajas”, publicitando la red de fibra más rápida de España. “Ir por libre”, “tú a lo tuyo”, “sálvese quien pueda”, no son consignas ingenuas sino creencias que se traducen en prácticas cotidianas y políticas que hacen cada vez un mundo más inhóspito y selectivo, en el que prima el darwinismo social, como una nueva modalidad de selección de las especies. Por eso al salir de la tienda de móviles imaginé otros carteles animándonos, como dice el papa Francisco a “ampliar un nosotros cada vez más grande e inclusivo”, a “tejer común”, para ganarle territorio al individualismo dominante.

“Al salir de la tienda de móviles imaginé otros carteles animándonos, como dice el papa Francisco a ‘ampliar un nosotros cada vez más grande e inclusivo’, a ‘tejer común’, para ganarle territorio al individualismo dominante”

El individualismo no nos hace más libres, más iguales o más hermanos. La mera suma de intereses individuales no es capaz de generar un mundo mejor para toda la humanidad (FT 135). Su punto de partida es la idea de que el individuo no accede a su libertad más que en la medida en que se comprende a sí mismo como propietario de su persona y sus capacidades, antes que como un todo moral o como una parte de un todo social. Es fruto, a la vez que reproduce, una antropología depredadora, funcional y pragmática, en la que el interés privado o de unas élites está por encima del bien común. El individualismo se vincula también a la meritocracia, lo cual cuestiona radicalmente el reconocimiento de la universalidad de los derechos humanos y sociales. De este modo se termina por otorgar legitimidad ética a la desigualdad, que acaba siendo concebida como justo reconocimiento al trabajo y al esfuerzo.

Sin embargo, son las tramas comunitarias y no el individualismo las que día a día  sostienen el milagro de la vida frente a todo pronóstico. Es el poder de los vínculos, el poder de dar y el poder de recibir de cada persona el dinamismo que nos permite sobrevivir como género humano. En la crisis eco-social que atravesamos, estas tramas comunitarias son hoy más que nunca sacramentos de la esperanza que nutren y sostienen las de muchas gentes: acceder al sistema público de salud, no ser invisibles, no ser desahuciado, tener comida y material escolar para los hijos, no perder el trabajo, no estar solo, esperanzas muchas de la cuales pasan por la materialidad de la vida y remiten a compromiso con “las tres t”: Techo, tierra, trabajo. Pero no solo eso, sino que las tramas comunitarias son también signo de que “otro mundo está siendo posible” en medio de esta crisis civilizatoria. Son esos lugares en los que las sumas de nuestras derrotas se convierten en esperanza por el hecho de estar juntos, y donde la suma de nuestras oscuridades se convierte en luz para estar en conexión y atravesar la incertidumbre. [1]

Definitivamente, hay que cambiar los carteles de la puerta del locutorio.

[1] Yolanda Sáez. “Ecofeminismo. Tejiendo redes”, Mas allá de la pandemia al de la pandemia. Vivir en estado de excepción, Iglesia Viva (283), 2020.

Fuente Cristianisme i Justícia

[Imagen de Mariakray en Pixabay]

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Francisco: “Esta economía mata (…), no podemos esperar a la próxima cumbre internacional”

Martes, 4 de octubre de 2022
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palabras-Papa-Asis_2490360959_16214025_660x371Francisco, con los jóvenes de Asís

El Papa llamó a los jóvenes de Asís a “poner en discusión el modelo de desarrollo

Francisco en Asís: Cambiar el modelo de desarrollo antes de que sea demasiado tarde

Fuerte mensaje del Papa por un cambio de sistema económico que considere centrales “el grito de la Tierra y el de los pobres” ante 1.000 economistas de todo el mundo

Francisco retomó los pilares de la Laudato si’ y de la tríada de discursos a los movimientos populares para erigirse (una vez más, y van…) como el único jefe de Estado con propuestas innovadoras y rupturistas que convoquen a los jóvenes del mundo a una verdadera transformación integral de los estilos de vida

“El maquillaje no es suficiente, hay que poner en discusión el modelo de desarrollo””Mientras tratamos de salvar el planeta, no podemos descuidar al hombre y la mujer que sufren”

Un diagnóstico fuerte: “esta economía mata” y “no podemos esperar la próxima cumbre internacional”. Una propuesta aún más audaz: “hay que poner en discusión el modelo de desarrollo” y empezar procesos de cambio “con los pobres como protagonistas”. El primer cara a cara entre el Papa y sus jóvenes de la Economía de Francisco“, que se hizo esperar dos años a causa de la pandemia, valió la espera de cada uno de los días.

Un Francisco que retomó los pilares de la Laudato si’ y de la tríada de discursos a los movimientos populares para erigirse (una vez más, y van…) como el único jefe de Estado con propuestas innovadoras y rupturistas que convoquen a los jóvenes del mundo a una verdadera transformación integral de los estilos de vida.

 Los pobres, protagonistas

De visita nuevamente en la ciudad del Santo del que tomó el nombre y la inspiración para estar siempre del lado de los más necesitados, Francisco pidió hoy “poner en discusión el modelo de desarrollo” de una “economía que mata”, al reunirse en Asís con jóvenes de todo el mundo a los que convocó a construir un proceso de cambio “con los pobres como protagonistas”.

“Hay muchas personas, empresas e instituciones que están haciendo una reconversión ecológica. Debemos continuar por este camino y hacer más. Este “más” lo estás haciendo y pidiendo a todos. El maquillaje no es suficiente, hay que poner en discusión el modelo de desarrollo”, planteó el pontífice en su discurso frente a más de 1.000 participantes del encuentro “Economía de Francisco” que se desarrolla desde el jueves en la ciudad del centro de Italia.

“La tierra arde hoy”

Para el Papa, en un mensaje con fuerte contenido social y económico, “la situación es tal que no podemos solo esperar la próxima cumbre internacional: la tierra arde hoy, y es hoy que debemos cambiar, en todos los niveles”.

“Tenemos que aceptar el principio ético universal, que no gusta, de que lo que se daña debe ser reparado: si crecimos abusando del planeta y la atmósfera, hoy debemos aprender también a hacer sacrificios en estilos de vida que todavía son insostenibles”

“Luego tenemos que aceptar el principio ético universal, que no gusta, de que lo que se daña debe ser reparado: si crecimos abusando del planeta y la atmósfera, hoy debemos aprender también a hacer sacrificios en estilos de vida que todavía son insostenibles”, pidió Jorge Bergoglio, en el que fue el primer encuentro presencial del evento lanzado en 2019.

“Nuestros hijos y nietos no pueden pagar la factura”

Papa-cerro-Economia-Francisco-Asis_2490360945_16213493_660x371“De lo contrario, nuestros hijos y nietos deberán pagar la factura, una factura que será demasiado alta e injusta. Se necesita un cambio rápido y decidido. ¡Cuento con ustedes!”, animó a los participantes de todo el mundo.

Según Francisco, “la sostenibilidad, entonces, es una realidad multidimensional” por lo que “además del ambiental, también existen las dimensiones social, relacional y espiritual”.

“La social poco a poco empieza a ser reconocida: nos estamos dando cuenta de que el grito de los pobres y el grito de la tierra son el mismo“, indicó, retomando una línea de su encíclica social de 2015 Laudato si’.

“Por eso, cuando trabajamos por la transformación ecológica, debemos tener en cuenta los efectos que algunas opciones ambientales tienen sobre la pobreza. No todas las soluciones ambientales tienen los mismos efectos en los más pobres, y por lo tanto, debemos preferir las que reducen la miseria y las desigualdades”, sentenció.

La contaminación de la desigualdad

En ese marco, el pontífice convocó a los jóvenes reunidos que “mientras tratamos de salvar el planeta, no podemos descuidar al hombre y la mujer que sufren”. “La contaminación que mata no es solo la de dióxido de carbono, la desigualdad también contamina mortalmente nuestro planeta. No podemos permitir que las nuevas calamidades ambientales borren las antiguas calamidades siempre vigentes de la injusticia social”, sentenció.

“Mientras nuestro sistema produzca residuos y operemos de acuerdo con este sistema, seremos cómplices de una economía que mata”

“Diría más: una economía de Francisco no puede limitarse a trabajar para o con los pobres”, les pidió luego en referencia al evento que, al igual que el pontífice, toma como referencia al Santo san Francisco de Asís.

“Mientras nuestro sistema produzca residuos y operemos de acuerdo con este sistema, seremos cómplices de una economía que mata”, lamentó en esa dirección. “Preguntémonos entonces: ¿estamos haciendo lo suficiente para cambiar esta economía, o nos contentamos con pintar una pared cambiando de color, sin cambiar la estructura de la casa? Quizá la respuesta no esté en lo que podemos hacer, sino en cómo seamos capaces de abrir nuevos caminos para que los mismos pobres se conviertan en protagonistas de cambio”, enfatizó.

“La economía de Francisco” es un evento lanzado por el Papa en 2019 que desde el jueves recibió a alrededor de 1.000 jóvenes economistas, empresarios y agentes de cambio, que junto al Papa Francisco buscan un nuevo modelo económico más inclusivo, humano y que respete la casa común.

Durante tres días, los jóvenes trabajaron en doce grupos en los que trataron los temas de agricultura y justicia; vida y estilos de vida; vocación y beneficio; trabajo y cuidado; gestión y don; finanza y humanidad; políticas para la felicidad; negocios y paz; la economía y la mujer; energía y pobreza; empresas en transición y el C02 de la desigualdad.

Fuente Religión Digital

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“Yo soy yo a través de ti”: Ubuntu, una salida a nuestra barbarie

Lunes, 7 de febrero de 2022
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Ubuntu_2416568337_15890028_660x371“Creemos que la construcción del Arca de Noé ha empezado”

La pandemia ha mostrado una abismal desigualdad mundial y una cruel falta de solidaridad hacia las personas que no pueden mantener la distancia social ni dejar de trabajar

En este contexto ultrajante dos alternativas pueden salvarnos: la solidaridad y el internacionalismo. En esa perspectiva consideramos inspiradora una categoría fundamental, venida de África. Esta se expresa por la palabra Ubuntu, que significa: yo solo soy yo a través de ti

Fue relatada por un viajante europeo y blanco que se extasió con el hecho de que siendo más pobres que la mayoría, los africanos eran menos desiguales. Quiso saber el por qué e ideó un test

La pandemia ha mostrado una abismal desigualdad mundial y una cruel falta de solidaridad hacia las personas que no pueden mantener la distancia social ni dejar de trabajar porque entonces no tienen qué comer. Para ser concretos: no hemos abandonado aún el mundo de la barbarie: si ya la habíamos dejado, hemos vuelto ella. Nuestro mundo no se puede llamar civilizado cuando un ser humano no reconoce y acoge a otro ser humano, independientemente del dinero que lleva en el bolsillo o tiene depositado en el banco, o de su visión de mundo y su pertenencia religiosa.

La civilizaciónsurge cuando los seres humanos se entienden iguales y deciden convivir pacíficamente. Si esto es así, estamos todavía en la antesala de la civilización y navegamos en plena barbarie. Este escenario es dominante en el mundo de hoy, agravado aún más por el ataque de la Covid-19. Él adquirió su más siniestra expresión mediante la cultura del capital, competitiva, poco solidaria, individualista, materialista y sin ninguna compasión con la naturaleza. En este contexto ultrajante dos alternativas pueden salvarnos: la solidaridad y el internacionalismo.

La solidaridadpertenece a la esencia de lo humano, pues si no hubiera habido un mínimo de solidaridad y de compasión, ninguno de nosotros estaría aquí hablando de estas cosas. Fue necesario que nuestras madres solidariamente nos acogieran, abrazaran, alimentaran y amaran para que podamos existir.

Sabemos por la bioantropología que por la solidaridad nuestros antepasados antropoides se volvieron humanos, y con esto, civilizados, cuando empezaron a traer comida al grupo, la repartieron solidariamente entre ellos y practicaron la comensalidad. Esta acción continúa todavía hoy, cuando muchos grupos, especialmente los Sin Tierra, se han mostrado solidarios distribuyendo decenas de toneladas de alimentos del campo y muchos centenares de marmitas para saciar el hambre de miles de personas en las calles y periferias de nuestras ciudades.

“Parece obvio: si el problema es internacional, debería haber también una solución concertada internacionalmente. ¿Pero quién cuida de lo internacional?”

Cada país cuida de sí mismo como si no hubiese nada más allá de sus fronteras. Ocurre sin embargo que hemos inaugurado una fase nueva de la historia de la Tierra y de la Humanidad: la fase planetaria, la de la única Casa Común. Los virus no respetan las fronteras nacionales. La Covid-19 ha atacado a toda la Tierra y amenaza a todos los países sin excepción. Las soberanías se muestran obsoletas. ¿Qué hubiera sido de los mayores de Italia, gravemente infectados por la Covid-19, sin la solidaridad de Angela Merkel de Alemania que salvó a la gran mayoría? Pero eso fue una excepción para mostrar que es mediante la superación del nacionalismo envejecido en nombre del internacionalismo solidario como podremos encontrar un camino de salida a nuestra barbarie. En esa perspectiva consideramos inspiradora una categoría fundamental, venida de África. Mucho más pobre que nosotros, ella es más rica en solidaridad. Esta se expresa por la palabra Ubuntu, que significa: yo solo soy yo a través de ti.

Por lo tanto, el otro es esencial para que yo exista en cuanto humano y civilizado. Inspirado por Ubuntu, el recién-fallecido arzobispo anglicano, Desmond Tutu, encontró para Sudáfrica una clave para la reconciliación entre blancos y negros en la Comisión de la Verdad y de la Reconciliación.

Como ilustración de cómo el Ubuntu está enraizado en las culturas africanas, consideremos este pequeño testimonio:

Un viajante europeo y blanco se extasió con el hecho de que siendo más pobres que la mayoría, los africanos eran menos desiguales. Quiso saber el por qué. Ideó un test. Vio un grupo de chicos jugando futbol en un campo rodeado de árboles. Compró una hermosa cesta de variados frutos llenos de color y la puso en lo alto de una pequeña colina.

Llamó a los jóvenes y les dijo: “Allí arriba hay un cesta llena de sabrosos frutos. Vamos a hacer una apuesta, pónganse todos en fila y cuando dé la señal empiecen a correr. El primero que llegue arriba podrá coger la cesta y comer todo lo que quiera”.

Dio la señal de partida. Cosa curiosa: todos se dieron las manos y juntos corrieron hacia lo alto, donde estaba la cesta. Y empezaron a saborear solidariamente los frutos.El europeo, estupefacto, preguntó: ¿por qué hicieron eso? ¿no era que el primero que llegase podría comer todos los frutos él solo?

Todos gritaron al unísono: ¡Ubuntu! ¡Ubuntu! Y un chico algo más mayor le explicó: “¿Cómo uno de nosotros podría ser feliz solo si todos los demás estuvieran tristes?” Y añadió: “Mi señor, la palabra Ubuntu significa eso para nosotros: “yo solo puedo ser yo por medio del otro”. “Sin el otro no soy nada y estaría siempre solo”. “Soy quien soy porque soy a través de los otros. Por eso repartimos todo entre nosotros, colaboramos unos con otros y así nadie se queda fuera y triste. Eso hicimos con su propuesta. Comemos todos juntos porque todos ganamos la carrera y juntos disfrutamos los buenos frutos que nos trajo. ¿Entendió ahora?”

Este pequeño relato es lo contrario de la cultura capitalista. Esta imagina que alguien es tanto más feliz cuanto más puede acumular individualmente y disfrutarlo solo. A causa de esta actitud reina la barbarie, y hay tanto egoísmo, falta de generosidad y ausencia de colaboración entre las personas. La alegría (falsa) es de pocos, al lado de la tristeza (verdadera) de muchos. Para vivir bien en nuestra cultura, muchos tienen que vivir mal. Sin embargo, por todas partes en la humanidad, están fermentando grupos y movimientos que ensayan vivir esa nueva civilización de la solidaridad entre los humanos y también con la naturaleza. Creemos que la construcción del Arca de Noé ha empezado. Ella podrá salvarnos si el Universo y el Creador nos conceden el tiempo necesario. Fuera de la solidaridad y el sentido internacionalista pereceremos en nuestra barbarie.

*Leonardo Boff es eco-teólogo y ha escrito Covid-19, la Madre Tierra contraataca a la humanidad, Vozes 2020; Habitar la Tierra: ¿cuál es el camino para la fraternidad universal?, Vozes 2121.

Traducción de Mª José Gavito Milano

 

Fuente Religión Digital

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Del ‘In God we trust’ a la teología de la prosperidad: un ecumenismo sorprendente

Sábado, 20 de noviembre de 2021
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In-God-prosperidad-ecumenismo-sorprendente_2394370549_15788495_660x371Fundamentalistas evangélicos y católicos integristas pretenden una influencia religiosa directa en política

En algunos Gobiernos de Estados Unidos de las últimas décadas se notó el creciente papel de la religión en los procesos electorales y en las decisiones de gobierno: un papel también de orden moral en la identificación de lo que está bien y lo que está mal

Presidentes como George Bush Jr y Donald Trump, en su lucha “contra el mal”, mostraron actitudes se basan en principios fundamentalistas protestantes evangélicos de comienzos del siglo pasado que se han ido radicalizando con el paso del tiempo

El pensamiento de las colectividades sociales religiosas inspiradas por autores como Lyman Stewart considera a Estados Unidos como una nación bendecida por Dios, y no vacila en fundar el crecimiento económico del país en la adhesión literal a la Biblia

Civiltà Cattolica – In God We Trust: tal es la frase impresa en los billetes bancarios de EEUU, una frase que es también el actual lema nacional. La frase apareció por primera vez en una moneda del año 1864, pero no se hizo oficial hasta haber pasado por una resolución conjunta del Congreso en 1956. Significa «En Dios confiamos», y es un lema importante para una nación que en las raíces de su fundación tiene también motivaciones de carácter religioso. Para muchos se trata de una simple declaración de fe, mientras que para otros es la síntesis de una fusión problemática entre religión y Estado, entre fe y política, entre valores religiosos y economía.

En algunos Gobiernos de Estados Unidos de las últimas décadas se notó el creciente papel de la religión en los procesos electorales y en las decisiones de gobierno: un papel también de orden moral en la identificación de lo que está bien y lo que está mal.

Por momentos esta compenetración entre política, moral y religión asumió un lenguaje maniqueo que divide la realidad entre el bien absoluto y el mal absoluto. En efecto, después de que Bush hablara en su momento de un «eje del mal» que hay que enfrentar y de que, tras los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, hiciera referencia a la responsabilidad de «liberar al mundo del mal», Trump dirigió su lucha contra una entidad colectiva genéricamente amplia, la de los «malos» (bad) o, también, «muy malos» (very bad). Los tonos utilizados por quienes lo apoyaron en algunas campañas asumieron connotaciones que podríamos definir como «épicas».

Estas actitudes se basan en principios fundamentalistas protestantes evangélicos de comienzos del siglopasado que se han ido radicalizando con el paso del tiempo. En efecto, se pasó de un rechazo a todo aquello que es «mundano», como se consideraba la política, a perseguir una influencia fuerte y determinada de esa moral religiosa en los procesos democráticos y sus resultados.

El término «fundamentalismo evangélico», que hoy puede asimilarse a «derecha protestante evangélica» o «teoconservadurismo», tiene sus orígenes entre los años 1910 y 1915. En esa época, Lyman Stewart, un millonario del sur de California, publicó 12 volúmenes titulados Los fundamentos (The Fundamentals). El autor procuraba responder a la «amenaza» de las ideas modernistas de la época resumiendo el pensamiento de autores cuyo apoyo doctrinal apreciaba. De ese modo, ejemplificaba la fe evangélica en cuanto a los aspectos morales, sociales, colectivos e individuales. Entre los que apreciaron los volúmenes de Stewart hay varios exponentes políticos y también dos presidentes recientes, como Ronald Reagan y George W. Bush.

Idolatria-dinero_1831026928_12868872_667x375El pensamiento de las colectividades sociales religiosas inspiradas por autores como Stewart considera a Estados Unidos como una nación bendecida por Dios, y no vacila en fundar el crecimiento económico del país en la adhesión literal a la Biblia. En el curso de los últimos años esto se ha visto alimentado, además, por la estigmatización de enemigos a los que, por decirlo así, se «demoniza».

En el universo que amenaza su modo de entender el American way of life se han sucedido, a lo largo del tiempo, los espíritus modernistas, los derechos de los esclavos negros, los movimientos hippies, el comunismo, los movimientos feministas, y así, hasta llegar, en la actualidad, a los inmigrantes y a los musulmanes. Para mantener el nivel de conflicto, sus exégesis bíblicas se han impulsado cada vez más hacia lecturas descontextualizadas de los textos del Antiguo Testamento acerca de la conquista y la defensa de la «tierra prometida», más que guiarse por la mirada incisiva y llena de amor del Jesús de los Evangelios.

Dentro de esta narrativa no se proscribe aquello que impulsa al conflicto. No se considera el nexo existente entre capital y beneficios y la venta de armas. Muy al contrario, a menudo la misma guerra es asimilada a las heroicas empresas de conquista del «Dios de los ejércitos», de Gedeón y de David. En esta visión maniquea, las armas pueden asumir una justificación de carácter teológico; hoy no faltan pastores que para ello buscan un fundamento bíblico, y utilizan fragmentos de la Sagrada Escritura como excusas fuera de contexto.

Otro aspecto interesante es la relación que esta colectividad religiosa —compuesta principalmente por blancos de extracción popular del profundo sur estadounidense— tiene con la «creación». Hay como una suerte de «anestesia» respecto de los desastres ecológicos y de los problemas generados por el cambio climático. El «dominionismo» que profesan —que considera a los ecologistas como personas contrarias a la fe cristiana— hunde sus propias raíces en una comprensión literal de los relatos de la creación del libro del Génesis, una comprensión que coloca al hombre en una situación de «dominio» sobre la creación, mientras que esta queda sometida al arbitrio del hombre en un bíblico «sometimiento».

En esta visión teológica, los desastres naturales, los dramáticos cambios climáticos y la crisis ecológica global no solo no se perciben como una alarma que debería inducirlos a revisar sus dogmas, sino, por el contrario, como signos que confirman su concepción no alegórica de las figuras finales del libro del Apocalipsis y su esperanza en «unos cielos nuevos y una tierra nueva».

Se trata de una fórmula profética: combatir las amenazas que se ciernen sobre los valores cristianos estadounidenses y esperar la inminente justicia de un Armagedón, una rendición de cuentas final entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás. En este sentido, todo «proceso» (de paz, de diálogo, etc.), colapsa frente a la apremiante urgencia del fin, de la batalla final contra el enemigo. Y la comunidad de los creyentes, de la fe (faith), se convierte en la comunidad de los combatientes, de la batalla (fight). Esta lectura unidireccional de los textos bíblicos puede inducir a anestesiar las conciencias o a apoyar activamente las situaciones más atroces y dramáticas que el mundo vive fuera de las fronteras de la propia «tierra prometida».

El pastor Rousas John Rushdoony (1916-2001) es el padre del denominado «reconstruccionismo cristiano» (o «teología dominionista»), que ha tenido un gran impacto en la visión teopolítica del fundamentalismo cristiano. Es la doctrina que alimenta a organizaciones y redes políticas como el Council for National Policy y el pensamiento de sus exponentes, como Steve Bannon, actual chief strategist de la Casa Blanca y partidario de una geopolítica apocalíptica[1].

El dinero no compra la felicidad Lo que la ciencia tiene que decir«Lo primero que tenemos que hacer es dar voz a nuestras Iglesias», dicen algunos. El significado real de este tipo de expresiones es que se espera de ello la posibilidad de influir en la esfera política, parlamentaria, jurídica y educativa para someter las normas públicas a la moral religiosa.

En efecto, la doctrina de Rushdoony sostiene la necesidad teocrática de someter el Estado a la Biblia, con una lógica no diferente de la que inspira el fundamentalismo islámico. En el fondo, la narrativa del terror que alimenta el imaginario de los yihadistas y de los neocruzados abreva en fuentes no demasiado distantes entre sí. No hay que olvidar que la teopolítica que inspira la propaganda del Estado Islámico se funda en el mismo culto a un apocalipsis que hay que apresurar lo más posible. Por tanto, no es casual que George W. Bush haya sido reconocido como un «gran cruzado» por el propio Osama bin Laden.

Teología de la prosperidad y retórica de la libertad religiosa

Otro fenómeno relevante junto al maniqueísmo político es el paso del pietismo puritano original, basado en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, de Max Weber, a la «teología de la prosperidad», propugnada principalmente por pastores millonarios y mediáticos y por organizaciones misioneras con una fuerte influencia religiosa, social y política. Ellos anuncian un «evangelio de la prosperidad», según el cual Dios desea que los creyentes disfruten de salud física, riqueza material y felicidad personal. Leer más…

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Mons. Leonardo Steiner: “La economía ya no es humana, es del mercado, y el mercado no tiene corazón”

Martes, 16 de marzo de 2021
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Economia_de_FranciscoDel blog de  Luis Miguel Modino, Misionero en Brasil:

Asís debe ser entendido “como un lugar que muestra que podemos corregir los caminos que estamos tomando”, y Francisco y Clara deben ser vistos “como un ejemplo de fraternidad que supera la economía de la desigualdad y la injusticia”

En Querida Amazonía, “el Papa Francisco nos ofrece un nuevo horizonte para la economía en la Amazonía”, presentándonos la “economía como cuidado de la casa común”

Con la Economía de Francisco y Clara, estamos ante un proceso que “confía a los jóvenes el protagonismo de una necesaria y urgente transformación en los paradigmas de la humanidad”

La Economía de Francisco y Clara es una llamada del Papa Francisco a repensar el sistema económico actual, a cambiar la economía actual y a dar un alma a la economía del mañana. Esto tiene repercusiones en todos los rincones del Planeta, también en la Amazonía. Es por ello que este sábado, 27 de febrero, fue convocado el 1er Encuentro Regional de la Amazonía Legal para reflexionar sobre este tema.

Estamos ante una economía de muerte, según Eduardo Brasileiro, que presentó la economía de Francisco y Clara como “un vínculo entre instituciones, que conecta puntos de lucha, de resistencia, de alternativas para este mundo”. Según el sociólogo, existe “la necesidad de buscar, de integrar todo lo que se propone en los diferentes ámbitos, en las prácticas, la necesidad de buscar lugares de inspiración”. Estamos ante la oportunidad de buscar nuevos modelos de economía, de educación, de búsqueda de tierra, techo y trabajo, realizados desde una perspectiva integral.

Según Brasileiro, Asís debe ser entendido “como un lugar que muestra que podemos corregir los caminos que estamos tomando, y Francisco y Clara deben ser vistos “como un ejemplo de fraternidad que supera la economía de la desigualdad y la injusticia. Al llevar la economía de Francisco y Clara a la Amazonía, Eduardo, que forma parte de la Articulación Brasileña, insiste en hacerlo a partir de los pueblos, la ciudadanía y la florestanía“. Propone un cambio de lógica, “una lógica de laeconomía solidaria frente a la lógica del mercado, del capital financiero”, dando algunos ejemplos que demuestran que esto es posible.

Esto nos tiene que llevar a superar la necropolítica y asumir una política que cambie la sociabilidad, para asumir el modelo de distribución del que habla el Papa Francisco, que hoy está marcado por la desigualdad que perjudica a la madre Tierra y a los más pobres. También se nos desafía a asumir que somos interdependientes y terradependientes. Eduardo también reflexionó sobre la espiritualidad económica, sobre una economía centrada en la vida, afirmando que la economía tiene que empezar en el reparto del pan“.

Monseñor Leonardo Steiner, arzobispo de Manaos, comenzó afirmando la necesidad de “recuperar la economía de los pueblos originarios, que no es de lucro sino de relación, porque es compartir, es cuidar. El reto es una economía al servicio de todos, una economía que tiene que ver con la fraternidad. Según el Arzobispo de Manaus, “vivimos hoy una injusticia económica, la desestructuración de las relaciones por causa de la economía“, afirmando que nos encontramos en una “verdadera desfraternidad”.  Hizo un llamamiento a “permanecer en la escucha de la realidad desde el sentido de ser persona”, subrayando que “estamos hablando de una economía de personas, no de objetos, estamos hablando de imagen y semejanza de Dios”.

Hablar de economía, según el arzobispo de Manaos, es hablar de ser casa, que es lo que abriga, lo que es necesario para el cuidado y el cultivo de nuestra casa común”, que no entiende como una estructura, sino “las relaciones que se establecen con todos los seres”. Monseñor Leonardo analizó la etimología de la palabra economía, insistiendo en la dimensión de los individuos que conviven y en las relaciones que se ocupan de la distribución, no sólo de las cosas, sino también del cuidado de las diferentes cuestiones que forman parte de la vida. Según el arzobispo, la economía expresa un modo de ser nosotros“, que nos lleva a cuidar la totalidad de las personas y su mundo.

chiara16ok_1867668_297667Francisco y Clara en el filme Francesco de Liliana Cavani, 1989.

Según Monseñor Steiner, el Papa Francisco pretende mostrar el valor de la economía en la deseconomía en la que vivimos, superando el modo en que hoy entendemos la economía como mercado, como lucro, insistiendo en la necesidad de volver al modo de ser del hombre, que es cuidar. Para el arzobispo de Manaus, “hablar de economía significa pensar en nosotros mismos, en nuestra humanidad, para no volvernos inhumanos, una cuestión importante hoy en día, cuando la economía ya no es humana, es del mercado, y el mercado no tiene corazón.

El Arzobispo de Manaos, que es franciscano, reflexionó sobre la forma de entender la vida de Francisco y Clara, que guiaron su vida por la gratuidad, que no indica intercambio, ni cálculo. En relación con la Amazonía, reflexionó sobre la codicia que existe sobre todo lo que contiene, destacando que “todo esto le quita la gratuidad a la Amazonía y a los pueblos originarios”. Según Monseñor Steiner, de la gratuidad nace la fraternidad, realizando una igualdad que no es pura nivelación y uniformidad. “En Francisco y Clara todo es hermano y hermana, permaneciendo dentro de la diferencia de su ser”, afirmó el arzobispo.

Monseñor Leonardo se preguntaba por qué hay tantos pobres en el mundo de hoy, y él mismo respondía que “porque no hay misericordia, porque la economía ya no es economía en su sentido etimológico”. El arzobispo afirmó que la fuerza histórica del cristianismo no proviene del poder, sino de la autoridad del no poder, del amor, de los pobres. En este sentido, se preguntó si no estamos traicionando el Evangelio en lo que respecta a la cuestión económica, “porque hemos elegido el poder y la fuerza como autoridad, y no el cuidado“.

Al hablar de Querida Amazonía, Monseñor Leonardo dijo que en ella “el Papa Francisco nos ofrece un nuevo horizonte para la economía en la Amazonía“, presentándonos la economía como cuidado de la casa común. Según él, “los cuatro sueños son cuatro dimensiones que nos ofrecen la totalidad de la forma de ser de los que viven en la Amazonía”, lo que nos ayuda a darnos cuenta de la importancia de todo y de todos. Cada una de las dimensiones está mostrando la totalidad, lo que somos como personas y la casa que nos permite ser personas. En la Amazonía somos cautivados por la admiración y el cuidado, insistiendo en que hasta que no cambiemos a la admiración y el cuidado, sólo veremos el beneficio“.

Por eso es necesario dejar de lado la dominación, la destrucción, el beneficio, el mercado, la esclavitud, la expulsión y la muerte. La economía basada en el mercado no ve la belleza de la Amazonía y de la gente que la habita, “es una economía que mata”, subraya Monseñor Leonardo Steiner, yla economía que tenemos hoy en relación con la Amazonía mata, perdimos la totalidad, vamos perdiendo todo, perdemos nuestra morada, nuestra casa, estamos entrando en el desierto”. Querida Amazonía, según él, “puede ayudarnos a despertar y a darnos cuenta de la urgente necesidad de cambiar nuestra concepción de la economía, algo que ya aparece en Laudato Si’, donde nos invita a no dominar sino a responsabilizarnos, más aún teniendo en cuenta que somos destructores.

Al hablar de los posibles caminos para el fortalecimiento de esta nueva economía en la Amazonía, Márcia Oliveira partió de la importancia de la propuesta del Papa Francisco que busca una economía más justa, más sostenible, asegurando una preeminencia para las poblaciones excluidas“. Según la socióloga, el tema tiene sus raíces en la Sagrada Escritura, algo que es recogido por el Vaticano II y retomado por el Papa Francisco en Laudato Si, quien hace la propuesta de “ecología integral como proyecto de sociedad pensado desde la casa común“, teniendo como referencia los conceptos de sobriedad, sencillez y buen vivir, algo que lleva a repensar los paradigmas de la sociedad capitalista y proponer nuevos modelos“.

En la Amazonía, todo esto fue asumido y puesto en práctica en el Sínodo para la Amazonía, estableciendo en el proceso sinodal, una forma de “pensar la Iglesia desde una ecología integral. Marcia Oliveira, perita en el Sínodo, destacó la importancia del momento de la escucha, que alcanzó oficialmente a 87 mil personas. Todo ello fue recogido en el Documento Final del Sínodo, donde se afirma que “es necesario buscar modelos económicos alternativos, más sostenibles, respetuosos con la naturaleza, con un ‘sólido sustento espiritual'”. También en Querida Amazonía, donde el Papa Francisco afirma que liberar a los demás de la esclavitud implica ciertamente cuidar su entorno y defenderlo“, destacando cómo “el Señor, que nos cuida primero, nos enseña a cuidar a nuestros hermanos y al medio ambiente que nos regala cada día”.

Articulacao_Brasileira_Economia_de_Francisco_e_ClaraEstamos, con la Economía de Francisco y Clara, según Márcia Oliveria, ante un proceso que confía a los jóvenes el protagonismo de una necesaria y urgente transformación en los paradigmas de la humanidad. Se trata de una verdadera revolución, no de una simple reforma. Según la socióloga, “el Papa Francisco confía a los jóvenes la tarea de cambiar radicalmente el rumbo de la humanidad”. También destacó el trabajo que Caritas Brasileira ha realizado en el campo de la Economía Solidaria y la Convivencia con la Amazonía, elementos que apuntan caminos para la Economía de Francisco y Clara”.

En estos nuevos caminos, Luis Fernando Novoa Garzón abordó la necesidad de aprender de los pueblos tradicionales lo que es la reciprocidad con otros seres. Esto es algo que, según el profesor de la Universidad Federal de Rondônia, “se traduce en la vida cotidiana en un entendimiento permanente. Insistió en la importancia de conocer la mitología de los pueblos originarios, algo que ayuda a comprender que existe un vínculo común entre todos los seres.

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Leonardo Boff: “Sin políticas públicas, las personas serían tragadas por un destino atroz”

Viernes, 20 de noviembre de 2020
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Sororidad-solidaridad-pandemia_2286681328_15082674_660x371“La Covid-19 cuestiona el sentido de la vida”

“Los mantras del neoliberalismo fueron destrozados. ¿Sirvió para algo el lema de Wall Street “la codicia es buena”? Nadie come computadoras, ni se alimenta de los algoritmos de la inteligencia artificial”

“Todo el mundo habla de la medicina, de la técnica, de los insumos y especialmente de la búsqueda ansiosa de una vacuna contra la Covid-19. Pocos hablan de la naturaleza”

La irrupción de la Covid-19, alcanzando a todo el planeta y matando a más de un millón de vidas sin poder ser veladas ni recibir el cariño último de sus familiares, además de infectar a otros muchos millones de personas, plantea la inquietante pregunta: ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Por qué todo este sufrimiento? ¿Qué nos quiere decir la naturaleza con este virus invisible que ha puesto de rodillas a todas las potencias militares, haciendo ineficaces sus armas de destrucción masiva? La Covid-19 cayó como un meteoro sobre el sistema del capital y el neoliberalismo. Sus mantras fueron destrozados. ¿Sirvió para algo el lema de Wall Street “la codicia es buena”? Nadie come computadoras, ni se alimenta de los algoritmos de la inteligencia artificial.

¿Cuáles eran los dogmas de la fe capitalista y neoliberal?: Lo esencial es el lucro, en el menor tiempo posible, la competencia feroz, la acumulación individual o corporativa, el saqueo cruel de los recursos de la naturaleza, dejando las externalidades por cuenta del estado, la indiferencia ante la tasa de iniquidad social y ambiental, la postulación de un Estado mínimo para escapar de las leyes limitantes y poder acumular más libremente.

Si hubiésemos seguido estos mantras, el exterminio de vidas humanas habría sido incalculable. Sin políticas públicas, las personas serían tragadas por un destino atroz.¿Qué nos ha salvado? Aquellos valores y actitudes ausentes en el sistema del capital y el neoliberalismo: darnos cuenta de que no somos “dioses” sino totalmente vulnerables y mortales, expuestos a lo imprevisible. Lo que cuenta no es el lucro sino la vida; no es la competencia sino la solidaridad; no es el individualismo sino la cooperación entre todos; no el asalto a los bienes y servicios de la naturaleza sino su cuidado y protección; no un estado mínimo, sino el estado suficientemente pertrechado para atender las demandas urgentes de la población. Dicho directamente: ¿qué vale más, la vida o el lucro? ¿La naturaleza o su expoliación desenfrenada?

Responder a estas preguntas inaplazables es interrogarse sobre el sentido o el absurdo de nuestra vida, personal y colectiva. El aislamiento social es una especie de retiro existencial que la situación nos ha impuesto. Se crea la oportunidad de hacer estas preguntas ineludibles. Nada es fortuito en este mundo. Todo guarda una lección o un sentido secreto que debe ser revelado, por más desconcertante que sea la realidad. Lo que no podemos permitir es que este sufrimiento colectivo sea en vano. Funciona como un crisol que purifica el oro, que acrisola nuestra mente, y pone en jaque ciertos hábitos para ser revisados y otros nuevos para ser incorporados, especialmente en lo que se refiere a nuestra relación con la naturaleza y el tipo de sociedad que queremos, menos perversa y más solidaria.

Todo el mundo habla de la medicina, de la técnica, de los insumos y especialmente de la búsqueda ansiosa de una vacuna contra la Covid-19. Pocos hablan de la naturaleza. Pero es necesario considerar el contexto del brote del coronavirus. No está aislado. Vino de la naturaleza que durante siglos fue saqueada irresponsablemente por el proceso industrial del capitalismo y también del socialismo, en la falsa suposición de que la Tierra tendría recursos infinitos. Hemos deforestado despiadadamente y destruido así los hábitats de miles de virus que viven en los animales e incluso en las plantas. Al perder su “morada natural”, buscan en nosotros un sitio para sobrevivir. Así hemos conocido una amplia gama de virus como el zica, el chikungunya, el ébola, las series derivadas del SARS, como el de la Covid-19 entre otros.

Se trata de un contraataque de la naturaleza o de la Madre Tierra contra la humanidad, con el que quiere darnos una severa advertencia: “detengan la agresión despiadada, que destruye las bases físico-químicas-ecológicas que sostienen vuestra vida; de lo contrario podríamos enviarles virus mucho más letales que podrían diezmar a miles de millones de ustedes, de la especie humana, y afectar gravemente a la biosfera, ese fino manto un poco mayor que el filo de una navaja que garantiza la continuidad de la vida”.

¿Prevalecerán estas advertencias vitales o el afán de acumular y asegurar intereses materiales? ¿Tendremos suficiente sabiduría para responder a la alternativa que el Ser que hace ser a todos los seres nos presenta?: Te propongo la vida y la muerte, la bendición y la maldición; elige la vida para que puedas vivir con tu descendencia” (Dt 30:19). Portadores de una fe en un Dios “apasionado amante de la vida” (Sab 11,26) apostamos todavía por un sentido de la historia y de la vida. Ellas escribirán la última página de la saga humana, construida con tanto esfuerzo en este planeta.

Esto sin embargo no debe desviar nuestra mirada de lo que está ocurriendo en el escenario mundial y específicamente en el brasilero, donde un jefe de estado negacionista no tiene como proyecto cuidar de su pueblo y de nuestra exuberante naturaleza. Con desprecio e ironía se comporta como Nerón que presenciaba como Roma ardía tocando la cítara.

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A pesar de todo esto, nuestra esperanza no muere. Como afirma la Fratelli tutti del Papa Francisco: “La esperanza nos habla de una realidad enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en los que vive” (Nº 55). Aquí resuena el principio esperanza, que es más que una virtud, es un principio, un motor interior que proyecta nuevos sueños y visiones, tan bien formulados por el filósofo alemán Ernst Bloch en El principio esperanza. Esta esperanza nos recuperará el sentido de vivir en este pequeño y amado planeta Tierra.

Aunque somos seres contradictorios, hechos simultáneamente de luz y de sombras, creemos que la luz triunfará. Muchos bioantropólogos y neurocientíficos nos confirman que somos por esencia seres de bondad y de cooperación. Prevalece una bondad fundamental en la vida.

El hombre común, que conforma la gran mayoría, se levanta, gasta un tiempo precioso en los autobuses, va al trabajo, a menudo duro y mal pagado, lucha por su familia, se preocupa por la educación de sus hijos, sueña con un país mejor. Sorprendentemente, es capaz de hacer gestos generosos, ayudar a un vecino más pobre que él y, en casos extremos, arriesgar su vida para salvar a una niña inocente amenazada de violación. En él está actuando el principio esperanza.

En este contexto, no me resisto a citar los sentimientos de uno de nuestros más grandes escritores modernos, Erico Veríssimo, en su famoso “Contempla los lirios del campo”.

Si en ese momento un habitante de Marte cayera a la tierra, se asombraría al ver que en un día tan hermoso y suave, con un sol tan dorado, la mayoría de los hombres estaban en oficinas, talleres, fábricas… Y si le preguntase a alguno de ellos: ‘Hombre, ¿por qué trabajas tan furiosamente durante todas las horas de sol?’ – escucharía esta singular respuesta: ‘Para ganarme la vida’. Y sin embargo, la vida allí se ofrecía a sí misma, en una milagrosa gratuidad. Los hombres vivían tan ofuscados por los deseos ambiciosos que ni siquiera se daban cuenta. Ni con todas las conquistas de la inteligencia habían descubierto una manera de trabajar menos y vivir más. Se agitaban en la tierra y no se conocían, no se amaban como debían. La competencia los convirtió en enemigos. Y hacía muchos siglos, habían crucificado a un profeta que se había esforzado por mostrarles que eran hermanos, sólo y siempre hermanos. (Ver Lírios do Campo, Civilização Brasileira, Rio de Janeiro 1973. p. 292).

La irrupción de la Covid-19 reveló estas virtudes, presentes en los humanos pero especialmente en los pobres y las periferias, porque se refugiaron allí, ya que la cultura del capital reina en las ciudades, con su individualismo y falta de sensibilidad ante el dolor y el sufrimiento de las grandes mayorías de la población. ¿Qué se esconde detrás de estos gestos diarios de solidaridad? Se esconde el principio esperanza y la confianza de que, a pesar de todo, vale la pena vivir porque la vida, en su profundidad, es buena y fue hecha para ser llevada con coraje que produce autoestima y sentido de valor.

Hay aquí una sacralidad que no viene bajo el signo de lo religioso sino bajo la perspectiva de lo ético, del vivir correctamente y del hacer lo que debe ser hecho. El reconocido sociólogo austríaco-norteamericano Peter Berger, ya fallecido, escribió un libro brillante, relativizando la tesis de Max Weber sobre la total secularización de la vida moderna con el título: Un rumor de ángeles: la sociedad moderna y el redescubrimiento de lo sobrenatural (Voces 1973/2013). Allí describe numerosos signos (los llama “rumor de ángeles”) que muestran lo sagrado de la vida y el significado secreto que siempre tiene, a pesar de todo el caos y las contradicciones históricas.

Voy a dar, siguiendo a Peter Berger, sólo un ejemplo banal, conocido por todas las madres que cuidan a sus hijos por la noche. Uno de ellos se despierta asustado. Tiene una pesadilla, se da cuenta de la oscuridad, se siente solo y se deja llevar por el miedo. Grita llamando a su madre. Esta se levanta, toma al niño en su regazo y en un gesto primordial de magna madre le acaricia y le da besos, le dice cosas dulces y le susurra: “Hijito, no tengas miedo; mamá está aquí. Todo está bien, no pasa nada, querido”. El niño deja de sollozar. Recupera su confianza y poco después se duerme, tranquilo y reconciliado con la oscuridad.

Esta escena común esconde algo radical que se manifiesta en la pregunta: ¿no está la madre engañando al niño? El mundo no está en orden, no todo está bien. Y sin embargo estamos seguros de que la madre no engaña a su hijo. Sus gestos y sus palabras revelan que, a pesar del desorden imperante, reina un orden profundo y secreto.

Así que creemos que los tiempos de la Covid-19, tan dramáticos, pasarán. Esperamos, y cómo esperamos, que por debajo y dentro de ellos se va fortaleciendo un orden escondido que irrumpirá cuando todo pase. De esta manera, la sociedad y toda la humanidad podrán caminar hacia un sentido mayor, cuyo diseño final se nos escapa. Pero siempre hemos intuido que existe y que será bueno. Él será quien escriba la última página con un final feliz. Como escribió el filósofo del Principio Esperanza, Ernst Bloch, verificaremos que el verdadero génesis no fue al principio de las cosas sino al final. Sólo entonces será verdad: “Dios vio todo lo que había hecho y le pareció muy bueno” (Gen 1:31).

Traducción de Mª José Gavito Milano

Fuente Religión Digital

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¿Somos justos?

Jueves, 19 de noviembre de 2020
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Mesa petitoria sevillaNos quedamos tan contentos al echar una limosna en el cestaño o darle un bocadillo  a los pobres, pero primero tenemos que preguntarnos si somos honrados al pagar lo justo.

Hay un tema sangrante. Muchas personas llegan a las casas a realizar trabajos manuales, también llamados “chapuzas” y a la hora de cobrar, no quieren entregar la factura y  anotar el IVA. Sería muy interesante hacer una campaña para que cada uno paguemos lo que debemos en impuestos como el IVA. Es la mejor forma de colaborar con la justicia. Luego habrá que exigir que los pobres puedan cobrar las ayudas para vivienda, comida, sueldo justo para un trabajo justo.

Podría ser cierto lo que cuentan de un “D Juan de Tal y Tal, de caridad sin igual, que por amor a los pobres edificó un hospital, pero… primero fabricó a los pobres.”

Una de las cosas fundamentales para salir a la normalidad, tras la pandemia, es exigirnos ser justos en todos los capítulos. Creo que cambiaría mucho la economía de nuestro pueblo, país, mundo.

jc6En febrero de 2017 en un encuentro con los Focolares, el Papa puso el dedo en la llaga al señalar los vicios del capitalismo: «El principal problema ético del capitalismo es la creación de descartados a los que después quiere esconder». Para explicarlo mejor ha usado un gráfico ejemplo: «Las casas de juego financian programas para ayudar a los ludópatas que ellos mismos crean».

¿Podríamos revisar todos los donativos que se dan? Seguramente supone mucho más lo que tenemos que aportar por justicia que lo que damos como limosna y encima nos quedamos tranquilos de conciencia. Yo me contentaría con que solamente diésemos el dinero justo que merece el trabajador, el ayuntamiento, Hacienda… Luego habrá que luchar por la justicia para que ese dinero justo se invierta bien.

43352405Nos encona cuando vemos a grandes fortunas denunciadas por Hacienda por no pagar sus contribuciones justamente. Y creo que eso debe ser castigado con todo el peso de la ley y sobre todo, recuperarlo.  Vivir en una sociedad es caro, pero nos damos cuenta de que luego tenemos multitud de servicios y derechos. A la vez que requerimos esos servicios, mirarnos al ombligo y ver si pagamos lo que nos corresponde con generosidad.

Recuerdo una frase popular, un poco grosera, pero me la permitís para expresar mi opinión: “si cada hijo se fuera con sus padres y cada euro con su dueño, cambiaba el mundo”. Y otra copla popular: “si en el sexto no hay perdón y en el séptimo, rebaja, ya puede llenar Dios el cielo de paja”.

Cuando se nos  plantea una sociedad de mucha pobreza real, es hora de contribuir con nuestros bienes. Y yo empezaría por los que son exigencia de una justicia. Que luego ya daremos paso a la ayuda humanitaria, que también es exigencia del destino social de todas las riquezas.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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Bernardo Pérez Andreo: “Las expresiones utilizadas, especialmente por Juan Pablo II, para alinear el cristianismo con el capitalismo, desvirtúan el Evangelio”

Viernes, 6 de noviembre de 2020
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Capitalismo_2164293563_13964062_660x371Fratelli Tutti: Reproponer la función social de la propiedad

“El derecho a la propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad. Pero sucede con frecuencia que los derechos secundarios se sobreponen a los prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica”

Durante los primeros siglos del cristianismo, siguiendo la práctica habitual de los primeros cristianos que tiene su base en lo escrito en los evangelios y en las tradiciones orales transmitidas, las comunidades cristianas entendían que todos los bienes creados son, por derecho natural, comunes a todos y en ningún caso se aplicó un falso derecho a la propiedad privada de bien alguno. Según nos cuenta los Hechos de los Apóstoles, los que tenían casas o tierras las vendían un ponían a disposición de los Apóstoles esos bienes para su distribución entre los pobres. Según es doctrina común reconocida por Santo Tomás en el siglo XIII, no se tiene un derecho particular sobre las cosas exteriores, sino que estas nos son comunes a todos. Y cita a San Ambrosio de Milán y a San Basilio, aunque podría citar también a San Gregorio Nacianceno o a San Juan Crisóstomo. Incluso, podríamos citar a San Agustín, para quien la propiedad privada solo se justificaría como un mal menor, atendiendo a la situación del pecado del hombre.

En definitiva, la norma común en el cristianismo hasta los albores de la Modernidad es que los bienes son comunes a todos y que no existe un derecho particular a la propiedad de los mismos. Contravenir esta norma fue lo que llevó a muchos a sublevarse contra una Iglesia que no encontraba la manera de legitimar las riquezas acumuladas por el uso del poder. Muchos de los que fueron perseguidos, condenados y quedamos, empezando por Prisciliano y siguiendo por los fraticelli de la Edad Media, lo fueron por proponer un modo de vida más cercano a la propuesta evangélica. La misma revolución de San Francisco fue este mismo: abandono de las riquezas y propuesta radical de vida en común. Los hermanos no poseían nada y lo que tenían todo les era común. Así sigue siendo hoy la vida en las órdenes religiosas, único refugio de un verdadero comunismo.

Sin embargo, cuando la Iglesia quiere dar respuesta a la cuestión social, con León XIII y en adelante, surge el problema de la justificación de la propiedad privada. Forzando la tradición se afirma que la propiedad privada es un derecho individual natural, que garantiza la libertad civil y una sociedad justa. Acto seguido, se afirma que es un derecho no absoluto, sino que está limitado por el necesario destino universal de los bienes. Por tanto, la Doctrina Social de la Iglesia, entre 1890 y 2020, afirmaba justo lo contrario que la tradición: la posesión común de todos los bienes exteriores como sustento de una sociedad justa y de la libertad individual. El Papa Francisco ha venido a poner las cosas en su sitio con Fratelli Tutti, cuando en los números del 118 al 120 quiere Reproponer la función social de la propiedad. Se hace necesario reproponer esta función porque en realidad se había perdido. El lineamiento de la Doctrina Social con el pensamiento neoliberal en esta cuestión había roto la capacidad crítica del cristianismo respecto del capitalismo, pues la base sobre la que se asienta el capitalismo es la propiedad privada de todos los bienes, sin más límite que la buena voluntad de los poseedores. Por eso, las expresiones utilizadas, especialmente por Juan Pablo II, para alinear el cristianismo con el capitalismo, desvirtúan el Evangelio y la Tradición cristiana de prioridad del destino universal de los bienes sobre la propiedad privada de los mismos. Es más, como el propio Santo Tomás sabía bien, no existe un derecho natural a la propiedad, pues el derecho natural es la comunión de bienes. La propiedad de los bienes de forma particular solo se podía justificar desde una perspectiva social, diríamos que por la dureza del corazón humano, pero no por la naturaleza misma de los bienes y menos por la voluntad divina.

Según la Doctrina Social, hasta Francisco, el derecho a la propiedad privada es un derecho natural e insoslayable, mientras el destino universal de los bienes es un principio moral de actuación. El derecho natural a la propiedad privada, según esa Doctrina, es la base de una economía liberal que se fundamenta en la justicia, es decir, mediante la legitimación de la propiedad privada, la Doctrina Social hasta Francisco ha dado carta de naturaleza al capitalismo dentro del cristianismo, cuando el capitalismo, por su misma esencia es enemigo acérrimo de los valores evangélicos y de la más prístina tradición cristiana. Por eso, el Papa Francisco, en el número 120 afirma: “El derecho a la propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad. Pero sucede con frecuencia que los derechos secundarios se sobreponen a los prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica”.

El derecho a la propiedad privada es secundario respecto al destino universal de los bienes, no es el primer principio sobre el que se asienta una visión económica cristiana, como así lo es en Centessimus Annus o Laborens Exercens, sino que es un derecho derivado. Dicho de otra manera, de la posesión común de todos los bienes, se deriva que algunos bienes puedan ser poseídos por algunos, especialmente aquellos bienes que tienen que ver con la dignidad de cada individuo. Santo Tomás identifica como necesidades de indigencia aquellas que son cubiertas por bienes que son debidos a cada uno según esa necesidad: alimento, vestido y habitación. Hoy incluiríamos educación, sanidad y transporte y comunicaciones. Estas necesidades generan unos derechos de propiedad sobre los alimentos que me sostienen, la ropa que me abriga o el techo que me cobija, pero son derechos de uso, no de propiedad, su uso se agota en su consumo. Por eso, dice Francisco, que “esto tiene consecuencias muy concretas en el funcionamiento de la sociedad”, porque el derecho natural a la comunidad de bienes debe generar políticas económicas y sociales que lo hagan efectivo y debe limitar el uso de la propiedad privada de los bienes de reproducción de las condiciones de vida. De esta manera evitaremos lo que el propio Papa constata, que “sucede con frecuencia que los derechos secundarios se sobreponen a los prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica”. La crítica a la prioridad que la Doctrina Social ha dado a la propiedad privada no es ni larvada, es clara y directa. Un derecho secundario lo han convertido en el derecho fundamental y con esto se ha pervertido la esencia misma de lo que significa la Tradición cristiana al respecto. No es que “sobre la propiedad privada pese una grave hipoteca social”, no. Se trata de que no existe propiedad privada que no derive de un derecho natural de comunión de bienes. Es decir, quien ahora posee, lo posee porque la naturaleza o la sociedad lo han creado o producido, o bien lo sostienen o lo recrean cada día. Nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a poseer nada. El derecho es a participar de los bienes creados en función de su necesidad y de su aportación al sostén de la sociedad.

El Papa quiere reproponer la función social de la sociedad porque hasta ahora esta función era más una legitimación del orden capitalista que de la experiencia tradicional cristiana cuya fuente es el Evangelio de Jesús.

El Papa quiere reproponer la función social de la sociedad porque hasta ahora esta función era más una legitimación del orden capitalista que de la experiencia tradicional cristiana cuya fuente es el Evangelio de Jesús. 

Fuente Religión Digital

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Leonardo Boff: “¿Vale más el lucro o la vida? Lo que nos está salvando es lo que le falta al capitalismo: la solidaridad, la cooperación”

Sábado, 18 de julio de 2020
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“El capitalismo se caracteriza por explotar hasta el límite la fuerza de trabajo, por el pillaje de los bienes y servicios de la naturaleza, en fin, por la mercantilización de todas las cosas”

“¿Debemos salvar la economía o salvar vidas humanas? Si hubiéramos seguido la lógica del capital, todos estaríamos en peligro”

“Los que buscan una transición paradigmática, dentro de la cual me sitúo yo, deben proponer otra forma de habitar la Casa Común”

Para comprender el significado del coronavirus, tenemos que encuadrarlo en su debido contexto, no verlo aisladamente bajo la perspectiva de la ciencia y de la técnica siempre necesarias. El coronavirus viene da la naturaleza, contra la cual los seres humanos, particularmente a través del capitalismo global desde hace siglos, llevan a cabo una guerra sistemática contra esta naturaleza y contra la Tierra.

El capitalismo neoliberal gravemente herido

Concentrémonos en la causa principal que es el orden capitalista. Conocemos la lógica del capitalismo. Él se caracteriza por explotar hasta el límite la fuerza de trabajo, por el pillaje de los bienes y servicios de la naturaleza, en fin, por la mercantilización de todas las cosas. De una economía de mercado hemos pasado a una sociedad de mercado. En ella las cosas inalienables se transforman en mercancía: Karl Marx en su Miseria de la Filosofía de 1847, lo ha descrito bien: «Cosas intercambiadas, dadas pero jamás vendidas… todo se ha vuelto venal como la virtud, el amor, la opinión, la ciencia y la conciencia… todo se ha vuelto vendible y llevado al mercado». Él llamó a esto el “tiempo de la corrupción general y de la venalidad universal” (ed.Vozes 2019, p.54-55). Es lo que se implantó desde el fin de la segunda guerra mundial.

Nosotros seres humanos, bajo el modo de producción capitalista hemos roto todos los lazos con la naturaleza, convirtiéndola en un baúl de recursos, considerados ilusamente ilimitados, en función de un crecimiento considerado también ilusamente ilimitado. Resulta que un viejo y limitado planeta no puede soportar un crecimiento ilimitado.

La Tierra viva, Gaia, un superorganismo que articula todos los factores para continuar viva y producir y reproducir siempre todo tipo de vida, ha empezado a reaccionar y a contraatacar mediante el calentamiento global, los eventos extremos en la naturaleza, y el envío de sus armas letales, que son los virus y las bacterias (gripe porcina, aviar, H1N1, zika, chikungunya, SARS, ébola y otros), y ahora el de la COVID-19, invisible, global y letal.

Este virus ha puesto a todos de rodillas, especialmente a las potencias militaristas cuyas armas de destrucción masiva (que podrían destruir toda la vida varias veces) resultan totalmente superfluas y ridículas.

A propósito de la COVID-19 ha quedado claro que cayó como un meteoro rasante sobre el capitalismo neoliberal desmantelando su ideario: el beneficio, la acumulación privada, la competencia, el individualismo, el consumismo, el estado mínimo y la privatización de la cosa pública y los bienes comunes. Ha sido gravemente herido. Ha producido demasiada iniquidad humana, social y ecológica, hasta el punto de poner en peligro el futuro del sistema-vida y del sistema-Tierra.

Mientras, planteó inequívocamente la disyuntiva: ¿vale más el lucro o la vida? ¿Debemos salvar la economía o salvar vidas humanas? Según el ideario del capitalismo, la elección sería salvar la economía en primer lugar y luego las vidas humanas. Pero hasta hoy nadie ha encontrado la fórmula mágica para articular las dos cosas: producir riqueza y evitar la contaminación de los trabajadores. Si hubiéramos seguido la lógica del capital, todos estaríamos en peligro.

Lo que nos está salvando es lo que le falta a él: la solidaridad, la cooperación, la interdependencia entre todos, la generosidad y el cuidado mutuo de la vida de unos y otros y de todo lo que vive y existe.

Alternativas posibles para el poscoronavirus

El gran desafío que se nos plantea a cada uno de nosotros, la gran pregunta, especialmente a los dueños de las grandes corporaciones multinacionales es: ¿Cómo continuar? ¿Volver a lo que era antes? ¿Recuperar el tiempo y los beneficios perdidos?

Muchos dicen: volver simplemente a lo que era antes sería un suicidio, porque la Tierra podría volver a contraatacar con virus más violentos y mortales. Los científicos ya han advertido que dentro de poco podemos sufrir un ataque aún más feroz si no aprendemos la lección de cuidar la naturaleza y desarrollamos una relación más amistosa con la Madre Tierra.

Enumero aquí algunas alternativas, pues los señores del capital y las finanzas están en una furiosa pugna entre ellos para salvaguardar sus intereses y sus fortunas. La primera alternativa sería volver al sistema capitalista neoliberal pero ahora de forma extremadamente radical. El 0,1% de la humanidad, los multimillonarios, serían quienes utilizarían la inteligencia artificial con capacidad para controlar a cada persona del planeta, desde su vida íntima a la privada y la pública. Sería un despotismo de otro orden, cibernético, bajo la égida del control/dominación total de la vida de las poblaciones.

Esta alternativa no ha aprendido nada de la COVID-19, ni ha incorporado el factor ecológico. Bajo la presión general puede asumir una responsabilidad socioecológica para no perder beneficios ni seguidores. Pero siempre que hay un poder dominador surge un antipoder incluso con rebeliones causadas por el hambre y la desesperación.

La segunda alternativa sería el capitalismo verde, que ha sacado lecciones del coronavirus y ha incorporado el hecho ecológico: reforestar lo devastado, conservar la naturaleza existente al máximo. Pero no cambiaría el modo de producción ni la búsqueda de beneficio.

Lo verde no discute la desigualdad social perversa y haría de todos los bienes naturales una ocasión de ganancia. Ejemplo: no sólo ganar con la miel de abejas, sino también con su capacidad de polinizar otras plantas. La relación con la naturaleza y la Tierra es utilitaria y no se le reconocen derechos, como declara la ONU, ni su valor intrínseco, independiente del ser humano. Sigue todavía antropocéntrico.

La tercera sería el comunismo de tercera generación, que no tendría nada que ver con las anteriores, poniendo los bienes y servicios del planeta bajo una administración colectiva y central. Podría ser posible, pero supone una nueva conciencia, además de no dar centralidad a la vida en todas sus formas. Seguiría siendo antropocéntrico. Está en parte representado por los filósofos Zizek y Badiou. Debido a los perjuicios existentes y al recuerdo de lo que fue el comunismo de Estado del imperio soviético, controlador y represor, tiene pocos seguidores.

La cuarta sería el eco-socialismo, con mayores posibilidades. Supone un contrato social global con un centro plural de gobierno para resolver los problemas globales de la humanidad. Los bienes y servicios naturales limitados y muchos no renovables se distribuirían equitativamente entre todos, con un consumo decente y sobrio que incluiría también a toda la comunidad de la vida, que también necesita medios de vida y de reproducción.

Esta alternativa estaría dentro de las posibilidades humanas, a condición de desarrollar una sólida conciencia ecológica, volverse un dato de toda la sociedad con responsabilidad por la Tierra y la naturaleza. A mi juicio es todavía sociocéntrico. Le falta incorporar la nueva cosmología y los datos de las ciencias de la vida, de la complejidad, viendo a la Tierra como un momento del gran proceso cosmogénico, biogénico y antropogénico: Tierra como Gaia, un superorganismo que se autorregula y garantiza la vida de todos los vivientes.

La quinta alternativa sería el buen vivir y convivir, ensayada durante siglos por los pueblos andinos. Es profundamente ecológica, porque considera a todos los seres como portadores de derechos. El eje articulador es la armonía que comienza con la familia, con la comunidad, con la naturaleza, con todo el universo, con los antepasados y con la Divinidad. Esta alternativa tiene un alto grado de utopía pero quizás la humanidad, cuando se descubra a sí misma como una especie viviendo en una única Casa Común, sea capaz de lograr el buen vivir y convivir.

Conclusión de esta parte: Está claro que la vida, la salud y los medios de vida están en el centro de todo, no el beneficio y el desarrollo (in)sostenible. Se exigirá más Estado con más seguridad sanitaria para todos, un Estado que satisfaga las demandas colectivas y promueva un desarrollo que obedezca a los límites y al alcance de la naturaleza.

Como el problema del coronavirus es global se hace necesario un contrato social global, con un cuerpo plural de dirección y coordinación, para implementar una solución global. O salvamos a la naturaleza y a la Tierra o engrosaremos la procesión de los que se dirigen al abismo.

¿Cómo buscar una transición ecológica, exigida por la acción mortífera de la COVID-19? ¿Por dónde empezar?

No podemos subestimar el poder del “genio” del capitalismo neoliberal: él es capaz de incorporar los datos nuevos, transformarlos en su beneficio privado y usar para ello todos los medios modernos de robotización, la inteligencia artificial con sus miles de millones de algoritmos y eventualmente las guerras híbridas. Puede convivir sin piedad, indiferente, con los millones y millones de hambrientos y arrojados a la miseria.

Por otra parte, los que buscan una transición paradigmática, dentro de la cual me sitúo yo, deben proponer otra forma de habitar la Casa Común, con una convivencia respetuosa de la naturaleza y cuidado con todos los ecosistemas, deben generar en la base social otro nivel de conciencia y nuevos sujetos portadores de esta alternativa. Para esa inmensa tarea tenemos que descolonizarnos de las visiones del mundo y de falsos valores como el consumismo inculcados por la cultura del capital. Tenemos que ser antisistema y alternativos.

Presupuestos para una transición bien sucedida

El primero es la vulnerabilidad de la condición humana, expuesta a ser atacada por enfermedades, bacterias y virus. Dos factores están en el origen de la invasión de microorganismos letales: la excesiva urbanización humana que ha avanzado sobre los espacios de la naturaleza destruyendo los hábitats naturales de los virus y las bacterias, que saltan a otro ser vivo o al cuerpo humano. El 83% de la humanidad vive en ciudades.

El segundo factor es la deforestación sistemática debida a la voracidad del capital, que busca la riqueza con el monocultivo de soja, de caña de azúcar, de girasol o con la producción de proteínas animales (ganado), devastando bosques y selvas, y desequilibrando el régimen de humedad y de lluvias en extensas regiones como la Amazonía.

Segundo presupuesto: la inter-retro-relación de todos con todos. Somos, por naturaleza, un nudo de relaciones orientado hacia todas las direcciones. La bioantropología y la psicología evolutiva han dejado claro que la esencia específica del ser humano es cooperar y relacionarse con todos. No hay ningún gen egoísta, formulado por Dawkins a finales de los 60 del siglo pasado sin ninguna base empírica. Todos los genes están interrelacionados entre sí y dentro de las células. Nadie está fuera de la relación. En este sentido, el individualismo, valor supremo de la cultura del capital, es antinatural y no tiene ninguna sustentación biológica.

Tercero presupuesto es el cuidado esencial: Pertenece a la esencia de lo humano el cuidado sin el cual no subsistiríamos. El cuidado es además una constante cosmológica: las cuatro fuerzas que sostienen el universo (la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear débil y la nuclear fuerte) actúan sinérgicamente con extremo cuidado sin el cual no estaríamos aquí reflexionando sobre estas cosas.

El cuidado supone una relación amiga de la vida, protectora de todos los seres porque los ve como un valor en sí mismos, independiente del uso humano. Fue la falta de cuidado de la naturaleza, devastándola, lo que hizo que los virus perdieran su hábitat, conservado durante miles de años y pasaran a otro animal o al ser humano. El ecofeminismo ha aportado una contribución significativa a la preservación de la vida y de la naturaleza con la ética del cuidado desarrollada por ellas, porque el cuidado es del ser humano, pero adquiere una especial densidad en las mujeres.

Cuarto presupuesto: la solidaridad como opción consciente. La solidaridad está en el corazón de nuestra humanidad. Los bioantropólogos nos han revelado que este dato es esencial al ser humano. Cuando nuestros antepasados buscaban sus alimentos, no los comían aisladamente. Los llevaban al grupo y servían a todos empezando por los más jóvenes, después a los mayores y luego a todos los demás. De esto surgió la comensalidad y el sentido de cooperación y solidaridad. Fue la solidaridad la que nos permitió dar el salto de la animalidad a la humanidad. Lo que fue válido ayer también vale para hoy.

Esta solidaridad no existe sólo entre los humanos. Es otra constante cosmológica: todos los seres conviven, están involucrados en redes de relaciones de reciprocidad y solidaridad de forma que todos puedan ayudarse mutuamente a vivir y co-evolucionar. Incluso el más débil, con la colaboración de otros subsiste, tiene su lugar en el conjunto de los seres y coevoluciona.

“El ecofeminismo ha aportado una contribución significativa a la preservación de la vida y de la naturaleza con la ética del cuidado desarrollada por ellas”

El sistema del capital no conoce la solidaridad, solo la competición que produce tensiones, rivalidades y verdaderas destrucciones de otros competidores en función de una mayor acumulación. Hoy en día el mayor problema de la humanidad no es ni el económico, ni el político, ni el cultural, ni el religioso, sino la falta de solidaridad con otros seres humanos que están a nuestro lado. El capitalismo ve a cada uno como un consumidor eventual, no como una persona humana con sus preocupaciones, alegrías y sufrimientos.

Es la solidaridad la que nos está salvando ante el ataque del coronavirus, empezando por el personal sanitario que arriesga desinteresadamente su vida para salvar otras vidas. Vemos actitudes de solidaridad en toda la sociedad, pero especialmente en las periferias, donde la gente no puede aislarse socialmente y no tiene reservas de alimentos. Muchas familias que recibieron canastas de alimentos las repartían con otros más necesitados.

Pero no basta con que la solidaridad sea un gesto puntual. Debe ser una actitud básica, porque está en la esencia de nuestra naturaleza. Tenemos que hacer la opción consciente de ser solidarios a partir de los últimos e invisibles, de aquellos que no cuentan para el sistema imperante y son considerados como ceros económicos, prescindibles. Sólo así deja de ser selectiva y engloba a todos, porque todos somos coiguales y nos unen lazos objetivos de fraternidad.

Transición hacia una civilización biocentrada

Toda crisis hace pensar y proyectar nuevas ventanas de posibilidades. El coronavirus nos ha dado esta lección: la Tierra, la naturaleza, la vida en toda su diversidad, la interdependencia, la cooperación y la solidaridad deben ser centrales en la nueva civilización si queremos sobrevivir.

Parto de la interpretación siguiente: que nosotros fuimos los primeros que atacamos a la naturaleza y a la Madre Tierra durante siglos, pero ahora la reacción de la Tierra herida y la naturaleza devastada se está volviendo en contra nuestra. Tierra-Gaia y naturaleza están vivas y en tanto que vivas sienten y reaccionan a las agresiones. La multiplicación de señales que la Tierra nos ha enviado, empezando por el calentamiento global, la erosión de la biodiversidad del orden de 70-100 mil especies por año (estamos dentro de la sexta extinción masiva en la era del antropoceno y del necroceno) y otros eventos extremos, deben ser captados e interpretados.

O cambiamos nuestra relación con la Tierra y la naturaleza en el sentido de sinergia, cuidado y respeto, o la Tierra puede no querernos más sobre su superficie. Y esta vez no hay un arca de Noé que salve a algunos y deje perecer a los demás. O todos nos salvamos o todos pereceremos.

Casi todos los análisis de la COVID-19 se centraron en la técnica, la medicina, la vacuna para salvar vidas, el aislamiento social y el uso de mascarillas para protegernos y no contaminar a los demás. Todo eso hay que hacerlo y es indispensable.

Rara vez se habla de la naturaleza, aunque el virus vino de la naturaleza. Eso lo hemos olvidado. La transición de una sociedad capitalista de superproducción de bienes materiales a una sociedad que sustente toda la vida con valores humano-espirituales como el amor, la solidaridad, la compasión, la interdependencia, la justa medida, el respeto y el cuidado no se producirá de la noche a la mañana.

Será un proceso difícil que requiere, en palabras del Papa Francisco en su encíclica “Sobre el cuidado de la Casa Común”, una “conversión ecológica radical”, que nos llevará a incorporar relaciones de cuidado, protección y cooperación: un desarrollo hecho con la naturaleza y no contra la naturaleza.

El sistema imperante puede conocer una larga agonía, pero no tendrá futuro. En mi opinión, no seremos nosotros los que lo derrotaremos para siempre, sino la propia Tierra, negándole las condiciones para su reproducción al haber excedido los límites de los bienes y servicios de la Tierra superpoblada. Este colapso se verá reforzado por la acumulación de críticas y de prácticas humanas que siempre se han resistido a la explotación capitalista.

La incorporación del nuevo paradigma cosmológico, biológico y antropológico

Para una nueva sociedad posCOVID-19 hay que asumir los datos del nuevo paradigma, que ya tiene un siglo de existencia pero que hasta ahora no ha logrado conquistar la conciencia colectiva ni la inteligencia académica, ni mucho menos la cabeza de los “decision makers” políticos.

Este paradigma es cosmológico. Parte del hecho de que todo se originó a partir del big bang ocurrido hace 13.7 mil millones de años. De su explosión salieron las estrellas rojas gigantes y con su explosión, las galaxias, las estrellas, los planetas, la Tierra y nosotros mismos. Todos estamos hechos de polvo cósmico. La Tierra que tiene ya 4.3 mil millones de años y la vida unos 3.8 mil millones de años están vivas. La Tierra, y esto es un dato de ciencia ya aceptado por la comunidad científica, no sólo tiene vida en ella sino que está viva y produce todo tipo de vidas.

El ser humano que apareció hace unos 10 millones de años es la porción de la Tierra que en un momento de alta complejidad comenzó a sentir, a pensar, a amar y a cuidar. Por eso hombre viene de humus, de tierra buena.

Inicialmente mantenía una relación de coexistencia con la naturaleza, luego pasó a intervención en ella a través de la agricultura y en los últimos siglos ha llegado a la agresión sistemática mediante la tecnociencia. Esta agresión se ha llevado a cabo en todos los frentes hasta el punto de poner en peligro el equilibrio de la Tierra y ser incluso una amenaza de autodestrucción de la especie humana con armas nucleares, químicas y biológicas.

Esta relación de agresión está detrás de la actual crisis de salud. De seguir adelante, la agresión podría traernos crisis más fuertes hasta aquello que los biólogos temen: The Next Big One, aquel próximo gran virus inatacable y fatal que llevará a la desaparición de la especie humana de la faz de la Tierra.

Para evitar este posible armagedón ecológico, es urgente renovar con la Tierra viva el contrato natural violado: ella nos da todo lo que necesitamos y garantiza la sostenibilidad de los ecosistemas. Y nosotros, según el contrato, le devolvemos cuidado, respeto a sus ciclos y le damos tiempo para que regenere lo que le quitamos. Este contrato natural ha sido roto por ese estrato de la humanidad que explota los bienes y servicios, deforesta, contamina las aguas y los mares.

Es decisivo renovar el contrato natural y articularlo con el contrato social: una sociedad que se siente parte de la Tierra y de la naturaleza, que asume colectivamente la preservación de toda la vida, mantiene en pie sus bosques que garantizan el agua necesaria para todo tipo de vida, regenera lo que fue degradado y fortalece lo que ya está preservado.

La relevancia de la región: el biorregionalismo

Dado que la ONU ha reconocido a la Tierra como la Madre Tierra y los derechos de la naturaleza, la democracia tendrá que incorporar nuevos ciudadanos, como los bosques, las montañas, los ríos, los paisajes. La democracia sería socio-ecológica. Solamente Bolivia y Ecuador han inaugurado el constitucionalismo ecológico al reconocer los derechos de la Pacha Mama y de los demás seres de la naturaleza.

La vida será el faro orientador y la política y la economía estarán al servicio no de la acumulación sino de la vida. El consumo, para que sea universalizado, deberá ser sobrio, frugal, solidario. Y la sociedad estará suficiente y decentemente abastecida.

Para finalizar, una palabra sobre el biorregionalismo. La punta de lanza de la reflexión ecológica se está concentrando actualmente en torno a la región. Tomando la región, no como ha sido definida arbitrariamente por la administración, sino con la configuración que ha hecho la naturaleza, con sus ríos, montañas, bosques, llanuras, fauna y flora y especialmente con los habitantes que viven allí. En la biorregión se puede crear realmente un desarrollo sostenible que no sea meramente retórico sino real.

Las empresas serán preferentemente medianas y pequeñas, se dará preferencia a la agroecología, se evitará el transporte a regiones distantes, la cultura será un importante elemento de cohesión: las fiestas, las tradiciones, la memoria de personas notables, la presencia de iglesias o religiones, los diversos tipos de escuelas y otros medios modernos de difusión, de conocimiento y de encuentro con la gente.

Pensando en un futuro posible con la introducción del bioregionalismo, la Tierra sería como un mosaico hecho con distintas piezas de diferentes colores: son las diferentes regiones y ecosistemas, diversos y únicos, pero todos componiendo un único mosaico, la Tierra. La transición se hará mediante procesos que van creciendo y articulándose a nivel nacional, regional y mundial, haciendo crecer la conciencia de nuestra responsabilidad colectiva de salvar la Casa Común y todo lo que le pertenece.

La acumulación de nueva conciencia nos permitirá saltar a otro nivel donde seremos amigos de la vida, abrazaremos a cada ser porque todos, desde las bacterias originales, pasando por los grandes bosques, los dinosaurios, los caballos, los colibríes y nosotros, tenemos el mismo código genético, los mismos 20 aminoácidos y las 4 bases nitrogenadas o fosfatadas. Es decir, todos somos parientes unos de otros con una fraternidad terrenal real como afirman la Carta de la Tierra y la encíclica Laudato Si sobre el cuidado de la Casa Común del Papa Francisco. Será la civilización de la “felicidad posible” y de la “alegre celebración de la vida”.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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Leonardo Boff: “El coronavirus es el perfecto desastre para el capitalismo del desastre”

Miércoles, 1 de abril de 2020
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20501122-doctor-atractivo-con-los-brazos-cruzados-de-pie-en-frente-de-equipo-médico-atendiendo-a-un-paciente“Lo que nos podrá salvar ahora no son las empresas privadas sino el Estado”

“Macron ha reconocido que lo que esta pandemia revela es que existen bienes y servicios que deben quedar fuera de las leyes del mercado”

“Todavía más contundente fue la periodista Naomi Klein, una de las más perspicaces críticas del sistema-mundo”

“No basta la hiperinformación ni los llamamientos por todos los medios de comunicación. No nos mueven al cambio de comportamiento exigido”

La pandemia actual del coronavirus representa una oportunidad única para que repensemos nuestro modo de habitar la Casa Común, la forma como producimos, consumimos y nos relacionamos con la naturaleza. Ha llegado la hora de cuestionar las virtudes del orden capitalista: la acumulación ilimitada, la competición, el individualismo, el consumismo, el despilfarro, la indiferencia frente a la miseria de millones de personas, la reducción del Estado y la exaltación del lema de Wallstreet: “greed is good” (la avaricia es buena). Todo esto se ha puesto en jaque ahora. Aquel ya no puede continuar.

Lo que nos podrá salvar ahora no son las empresas privadas sino el Estado con sus políticas sanitarias generales, atacado siempre por el sistema del mercado “libre”, y serán las virtudes del nuevo paradigma, defendidas por muchos y por mí, el cuidado, la solidaridad social, la corresponsabilidad y la compasión.

El primero en ver la urgencia de este cambio ha sido el presidente francés, neoliberal y proveniente del mundo de las finanzas, E. Macron. Lo dijo bien claro: “Queridos compatriotas, “Mañana tendremos tiempo de sacar lecciones del momento que atravesamos, cuestionar el modelo de desarrollo que nuestro mundo escogió hace décadas y que muestra sus fallos a la luz del día, cuestionar las debilidades de nuestras democracias. Lo que revela esta pandemia es que la salud gratuita, sin condiciones de ingresos, de historia personal o de profesión, y nuestro Estado de Bienestar Social no son costes o cargas sino bienes preciosos, unos beneficios indispensables cuando el destino llama a la puerta. Lo que esta pandemia revela es que existen bienes y servicios que deben quedar fuera de las leyes del mercado.

Aquí se muestra la plena conciencia de que una economía sólo de mercado, que mercantiliza todo, y su expresión política, el neoliberalismo, son maléficas para la sociedad y para el futuro de la vida.

Todavía más contundente fue la periodista Naomi Klein, una de las más perspicaces críticas del sistema-mundo, que sirve de título a este artículo: “El coronavirus es el perfecto desastre para el capitalismo del desastre”. Esta pandemia ha producido el colapso del mercado de valores (bolsas), el corazón de este sistema especulativo, individualista y anti-vida, como lo llama el Papa Francisco. Este sistema viola la ley más universal del cosmos, de la naturaleza y del ser humano: la interdependencia de todos con todos; que no existe ningún ser, mucho menos nosotros los humanos, como una isla desconectada de todo lo demás. Más aún: no reconoce que somos parte de la naturaleza y que la Tierra no nos pertenece para explotarla a nuestro antojo; nosotros pertenecemos a la Tierra. En la visión de los mejores cosmólogos y astronautas que ven la unidad de la Tierra y la humanidad, somos esa parte de la Tierra que siente, piensa, ama, cuida y venera. Sobreexplotando la naturaleza y la Tierra como se está haciendo en todo el mundo, nos perjudicamos a nosotros mismos y nos exponemos a las reacciones e incluso a los castigos que ella nos imponga. Es madre generosa, pero puede rebelarse y enviarnos un virus devastador.

Sostengo la tesis de que esta pandemia no puede combatirse solo con medios económicos y sanitarios, siempre indispensables. Exige otra relación con la naturaleza y la Tierra. Si después que la crisis haya pasado no hacemos los cambios necesarios, la próxima vez podrá ser la última, ya que nos convertiremos en enemigos acérrimos de la Tierra. Y puede que ella ya no nos quiera aquí.

“Cuidar a quien nos cuida para minimizar los males de este terrible asalto a la vida humana”

El informe del profesor Neil Ferguson del Imperial College de Londres declaró: “este es el virus más peligroso desde la gripe H1N1 de 1918. Si no hay respuesta, podría haber 3.2 millones de muertes en los Estados Unidos y 510,000 en el Reino Unido”. Bastó esta declaración para que Trump y Johnson cambiasen inmediatamente sus posiciones. Mientras, en Brasil al Presidente no le importa, lo trata como “histeria” y en las palabras de un periodista alemán de Deutsche Welle: “Actúa criminalmente. Brasil está dirigido por un psicópata y el país haría bien en eliminarlo tan pronto como sea posible. Habría muchas razones para ello”. Es lo que el Parlamento y la Suprema Corte por amor al pueblo, deberían hacer sin demora.

No basta la hiperinformación ni los llamamientos por todos los medios de comunicación. No nos mueven al cambio de comportamiento exigido. Tenemos que despertar la razón sensible y cordial. Superar la indiferencia y sentir con el corazón el dolor de los otros. Nadie está inmune al virus. Ricos y pobres tenemos que ser solidarios unos con otros, cuidarnos personalmente y cuidar de los otros y asumir una responsabilidad colectiva. No hay un puerto de salvación. O nos sentimos humanos, co-iguales en la misma Casa Común o nos hundiremos todos.

Las mujeres, como nunca antes en la historia, tienen una misión especial: ellas saben de la vida y del cuidado necesario. Ellas pueden ayudarnos a despertar nuestra sensibilidad hacia los otros y hacia nosotros mismos. Ellas junto con los trabajadores de la salud (cuerpo médico y de enfermería) merecen nuestro apoyo sin límites. Cuidar a quien nos cuida para minimizar los males de este terrible asalto a la vida humana.

Fuente Religión Digital

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“El capitalismo parásito del catolicismo”, por Antonio Moreno de la Fuente.

Martes, 3 de septiembre de 2019
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italia_560x280A mi maestro y amigo Reyes Mate

Tenemos hoy la convicción de que estamos en un profunda “crisis global”, que afecta a lo económico, a la cultura, a lo político, a lo ecológico y a lo religioso. En lo religioso se aprecia, ante todo, una crisis general por la pérdida de credibilidad de todas las religiones, en sus doctrinas y mitos, en sus prácticas rituales, en la vida de sus dirigentes. La crítica a la Religión como opio del pueblo, de Karl Marx, es la  más conocida, al referirse a cualquier clase de religión, pero que incluye también al Cristianismo. Sin embargo, es poco conocida la crítica que realiza Walter Benjamin y que se dirige directamente al corazón mismo del Cristianismo, en un texto titulado: El capitalismo como religión (1) que, últimamente, está siendo dado muy comentado entre nosotros (2).

Dicho texto de Walter Benjamin nos permite confrontar hoy su intuición teológica- política con nuestro  presente, al interrogarnos  sobre el futuro del capitalismo  y del cristianismo. El proyecto revolucionario de futuro que Benjamin presenta siempre en sus escritos, a pesar de que el triunfo del nazismo y fascismo parecía negárselo a él en sus últimos días (3), nos interroga también hoy a nosotros (Grabriella Giudici). ¿Hay futuro para el capitalismo y el cristianismo o ambos desaparecerán o se metamorfosearán en otros sistemas y religiones?

  1. Sobre el capitalismo, Benjamin escribirá posteriormente sus Tesis sobre la Historia. En este texto anterior anuncia que para el Cristianismo no hay futuro, pues ha sido engullido o parasitado por el capitalismo, por lo que, la historia del cristianismo es esencialmente la historia de su parásito. Así dice Benjamin: “El capitalismo se desarrolló en Occidente como un parásito en el cristianismo –como se evidenciará no sólo en el Calvinismo sino también de otras corrientes ortodoxas del cristianismo– de tal manera que, al final, la historia del cristianismo es esencialmente la historia de su parásito, el capitalismo”. (4)

Parásito, según el Diccionario de la RAE, es el organismo animal o vegetal que vive a costa de otro de distinta especie. Ateniéndose a ello, Benjamin denuncia la transformación y la sustitución del cristianismo por la praxis capitalista. Es decir, el capitalismo es el sistema que se ha introducido dentro del cristianismo, no solo viviendo a su costa, sino chupando y suplantando totalmente su esencia, de modo que del cristianismo solo queda la apariencia, la cáscara, pues su realidad y su historia es la del capitalismo, en quien se ha transformado. Y esto lo afirma Benjamin, no solo del cristianismo calvinista, sino también de otras manifestaciones cristianas como podría ser el Catolicismo, de ahí el título del artículo.

En su exposición, Benjamin parte de la obra de Max Weber: La ética protestante y el espíritu del capitalismo (5). Según Weber, para el calvinismo el éxito económico de las personas es una señal de elección y salvación. De aquí que la laboriosidad o el ejercicio constante en la profesión humana y la organización racional del trabajo, que busca la producción y acumulación de riquezas, es señal de predestinación y amor de Dios. En contraposición, los pobres están condenados por no responder a esos designios de Dios de trabajar, de producir riqueza, estando, por consiguiente, excluidos también de la sociedad. Según Weber este es “el espíritu del capitalismo”, que nace con el calvinismo. Capitalismo que tiene resonancias de lo que ya había dicho Marx en El Capital. El modo de producción capitalista, es decir, el racionalismo económico del trabajo productivo y del comercio capitalista produce ciertamente riqueza, pero solo para la burguesía capitalista a costa de explotar o extraer la plusvalía del proletario. Esta es la asimetría sustancial que se da en el capitalismo en cuanto a la distribución de los bienes. El burgués capitalista sigue siendo rico y el trabajador proletario es cada vez más pobre, porque la plusvalía no se reparte: se la queda y la roba el burgués. Que el sistema económico capitalista nace con el calvinismo, lo reconoce Walter Benjamin, pero él da un paso más y afirma: “El Cristianismo del tiempo de la Reforma, no (solo) propició el ascenso del capitalismo, sino que se transformó en capitalismo”. ¿Cómo  pudo ocurrir esto?

  1. Según Benjamin, porque el capitalismo se ha transformado en una religión. Hay que entender al capitalismo como una religión (dice). Es decir, el capitalismo sirve esencialmente a la satisfacción de los mismos cuidados, tormentos y desasosiegos a los que antaño solían dar una respuesta las llamadas religiones”. Según  los comentaristas, el capitalismo viene considerado como una forma religiosa puramente cultual, sin doctrina revelada por un ente trascendente. Y es un culto permanente, sin descanso, sin fiestas de guardar, que no tiene por objeto la expiación, reconciliación o el perdón (El capitalismo es, presumiblemente, el primer caso de un culto que no expía la culpa, sino que la engendra) sino, al contrario, sus fieles se encontrarán siempre en deuda y culpables (6). Y dado que la trascendencia de Dios ha caído. Pero no está muerto, está incluido en el destino humano”, es decir, al quedar la trascendencia desplazada y circunscrita a solo el horizonte humano, sus adoradores no recibirán jamás la gracia del perdón, sino que, en una espiral infinita, se encontrarán siempre endeudados y culpables, desesperados en su absoluta soledad (Grabriella Giudici). Benjamin apostilla finalmente: “Allí reside lo históricamente inaudito del capitalismo: en que la religión ya no es la reforma del ser, sino su destrucción”. El capitalismo reemplaza el ser por el tener; las cualidades humanas por la suma de partidas mercantiles, las relaciones humanas por relaciones monetarias, los valores culturales o morales por el dinero, que es el único valor que cuenta (M. Löwy, 58). Pues bien, el cristianismo, según Walter Benjamin, ha asumido totalmente este tipo de religión capitalista, no solo el calvinismo, que fue su precursor, sino también las otras confesiones ortodoxas cristianas, como el catolicismo, de modo que en Occidente el capitalismo se ha hecho parásito del cristianismo. ¿Es esto así?
  2. Es cierto que, según la doctrina social de la Iglesia católica, en el catolicismo hubo siempre una “afinidad negativa” respecto al capitalismo, como lo prueba “el ascetismo del cristianismo primitivo y todos los aspectos relativamente cristianos de la ideología económica del catolicismo medieval”, según le gustaba decir a Ernst Bloch, a quien Walter Benajmin conocía y seguía. Sin embargo, Walter Benjamin no opina lo mismo en este aspecto que su Las prácticas ascéticas de los monjes primitivos no constituyen una salida real, porque no cuestionan la dominación de la religión capitalista, lo mismo cabe decir de los aspectos económicos del catolicismo medieval, como la lucha contra la usura, pues el catolicismo terminó por admitir los préstamos con interés (Löwy, 56, 64). Igual ocurre con la sociedad moderna y liberal. La doctrina de la Iglesia condenó sus principios liberales en el Syllabus (1864), pero no se opone realmente al orden social y económico de la sociedad burguesa, como aparece en la Rerum Novarum (1891) y demás Encíclicas. Sí se condenó, en cambio, el Comunismo ateo en la Divini Redemptoris (19 marzo 1937), por Pio XI. Con lo que, se puede afirmar lo que el teólogo de Sri Lanka, Tissa Balasuriya, dice del cristianismo occidental: “El cristianismo occidental ha perdido el barniz protector de no poder ya más ocultar su verdadera  estructura religiosa y, tal vez, la verdadera raíz de la divinidad que Occidente venera -el dios del dinero y de la guerra” (7).

Esto mismo ya lo había dicho Gustavo Gutiérrez (8) de la Iglesia de Latinoamérica. Pero mucho más lo podemos decir de nuestro país, en donde esta ha sido también una práctica constante de  la institución de la Iglesia católica, el estar siempre al lado y sosteniendo a las clases conservadoras dominantes, muy especialmente durante la dictadura franquista, según lo documenta detalladamente William J. Callahan en su obra “La Iglesia católica en España” (9) y Francisco Espinosa y José M.ª Garcia (10). Recientemente, sin embargo, dos hechos pueden probarnos el parasitismo del capitalismo en la práctica del catolicismo. El primero, es el modo de proceder abusivo del obispo de Cádiz, monseñor Rafael Zornoza Boy, denunciado por más de un centenar de  laicos y clérigos y puesto en conocimiento de la Santa Sede. Los despidos del obispado, el desahucio de un matrimonio de 70 años, el cierre de un centro para atención de emigrantes y otros actos del Sr. Obispo y su ecónomo, lo enjuicia certeramente un amigo, miembro de  esa plataforma: “Con ello  se demuestra que su gestión  se basa en la rentabilidad económica, muy alejada de los principios evangélicos y en el  apoyo fraterno a las personas y familias en situación de vulnerabilidad. Para el Sr. Obispo es muy fácil jugar a empresario utilizando dinero de la diócesis, recibido de distintas fuentes, y que debe ser administrado de acuerdo a las necesidades reales, prestando especial atención   a   los   más   débiles   (personas   sin   hogar,   desahuciados,   desempleados, emigrantes, familias en extrema pobreza…). Oculta, con su práctica y dialéctica, lo que significa la Buena Noticia de liberación y salvación para el ser humano”. La subordinación de los valores evangélicos de fraternidad y apoyo a las personas más vulnerables a la rentabilidad económica, es un caso patente de parasitismo del capitalismo en la práctica de este obispo de Cádiz, aunque sea de un obispo particular y sintomático y no generalizado.

El segundo caso de parasitismo capitalista, ya general de toda la Conferencia episcopal, es el escándalo de las inmatriculaciones realizadas por la jerarquía de la Iglesia católica que, en base al artículo 206 de la Ley Hipotecaria franquista de 1946 y del art. 304 del Reglamento Hipotecario de 1947, registró a su nombre innumerables bienes inmuebles: viviendas, plazas, huertos, garajes y hasta frontones que, obviamente, no sirven a los fines religiosos, sino para uso puramente lucrativo. Posteriormente, por la reforma de la Ley Hipotecaria realizada por el Gobierno de José María Aznar en 1998 , permitió a la Iglesia católica inscribir lugares de culto que no estaban registradas hasta entonces, un total de 4.500 propiedades, entre ellas la mezquita de Córdoba, la Seo de Zaragoza, la Catedral de Sevilla, con sus “dependencias anexas”: la Giralda y el Patio de los Naranjos, etc. Según Europa laica, la jerarquía de la Iglesia católica poseería unos 60.000 edificios aproximadamente (11), Según esto, se puede considerar a la jerarquía de la Iglesia católica, como la mayor empresa inmobiliaria de España o como una Sociedad Anónima, según titula su libro Ángel Munárriz y que, además, goza del privilegio de no pagar impuestos. Esta acumulación de bienes o voraz codicia, alser una práctica generalizada de la jerarquía de la Iglesia española (12), es una prueba más del parasitismo del capitalismo en la Iglesia católica institucional, al haber elegido al dios Mammon, en vez de los valores evangélicos.

Finalmente, podríamos preguntarnos: En el proyecto revolucionario de futuro que Benjamin presenta siempre en sus escritos ¿señala alguna salida posible a la Religión de “la jaula de hierro” del capitalismo? Lo trataremos de ver en el próximo artículo

NOTAS:

  1. Existen diversas traducciones de este texto al español. Entre ellas señalamos: BENJAMIN, Walter. El Capitalismo como religión. Traducción, notas y comentario por Enrique Faffani y Juan Antonio Disponible en: http://ceiphistorica.com/wp-content/uploads/2016/05/Benjamin-Walter-El-capitalismo- como-religi%C3%B3n.pdf . La Traducción de Omar Rosas (2008), disponible en: http://fundp.academia.edu/OmarVRosas/Papers/538833/El_capitalismo_como_religion_Walter_Benjamin. Y también otra del Viejo Topo, del 26 septiembre 2017, Disponible en: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/el-capitalismo-como-religion/. (Consulta 10-06-2019)
  2. Según creo, fue Reyes Mate el primero que nos dio a conocer a Walter Benjamin, en MATE RUPÉREZ, Medianoche en la historia: Comentario a las tesis de Walter Benjamin “Sobre el concepto de historia”. Madrid: Trotta, 2006. Últimamente se han publicado dos libros sobre el texto de Benjamín. El primero en: Karl Marx. Sobre la religión. De la alienación al fetichismo de la mercancía. Edición y estudio introductorio de Reyes Mate y José Antonio Zamora. Madrid: Trotta, 2018, pp.65-85. El segundo por LÖWY, Michael. Cristianismo de liberación: Perspectivas marxistas y ecosocialistas. De Juan Vivanco y otros. Vilasar de Dalt (Barcelona): El Viejo Topo, 2019, cap. 3. Capitalismo como religión. Walter Benjamin y Max Weber. Existe también un interesante comentario en italiano de GIUDICI, Gabriella. Eleonora de Conciliis, Walter Benjamin. Capitalismo e religione. Disponible en: https://gabriellagiudici.it/eleonora-de-conciliis-walter-benjamin-capitalismo-e-religione/ (Consulta 10-06- 2019).
  3. Walter Benjamin, en su intento de huir de los nazis que le perseguían, se suicidó en PortBou (Girona) el 26 de septiembre de 1940,
  4. Seguimos la traducción hecha por Enrique Faffani y Juan Antonio Ennis, referenciada en la nota 1ª.
  5. WEBER, La ética protestante y el espíritu del capitalismo. de Luis Legaz. Madrid: Reus, 2009. La dependencia de Max Weber la expone claramente LÖWY, Michael. Ob. Cit., p. 50.
  6. Walter Benjamin utiliza la palabra alemana Schuld, que significa, al mismo tiempo, “deuda” y “culpa” y que, el mismo Benjamin comenta: “obsérvese la demoníaca ambigüedad de este concepto”
  7. BALASURIYA, “Las religiones, en especial cristianismo, ante el futuro”. En Concilium, nº.319, febrero 2007, p. 25
  8. GUTIÉRREZ, Teologia de la Liberación: Perspectivas. 16 ed. Salamanca: Sígueme, 1999, pp.304-305: “La protección que recibe de la clase social usufructuaria y defensora de la sociedad capitalista imperante en Latinoamérica ha hecho de la Iglesia institucional una pieza del sistema y del mensaje cristiano un componente de la ideología dominante”.
  9. CALLAHAN, William La Iglesia católica en España (1875-2002). Tr. de Jordi Beltrán. Barcelona: Crítica, 2002.
  10. ESPINOSA MAESTRE, Francisco, GARCÍA MARQUEZ, José ª. Por la religión y por la patria: La Iglesia y el golpe militar de julio de 1936. Edición digital Titivillus, 2014.
  11. MUNÁRRIZ, Ángel. A. Dinero y poder de la multinacional vaticana en España. 2ª ed. Madrid: Akal, 2019, p.74, detalla, entre ellos, los siguientes datos: 23.019 parroquias, 812 monasterios, 2.591 colegios, 3168 bienes de interés cultural, 69 hospitales, 54 ambulatorios, 792 casas de ancianos, 247 guarderías…
  12. Proceder muy distinto de la Conferencia episcopal italiana, que llegó a un acuerdo con el Vaticano en 2012.

Comentario de Gonzalo Haya Prats en Atrio (20 julio 2019)

Quizás hemos pensado que el capitalismo era una transgresión para la ética cristiana, pero la teología tiene que caer en la cuenta de que es un ataque frontal (un vaciamiento parasitario) al mensaje de Jesús: “no se puede servir a dos señores, Dios y el dinero”. No se trata del comportamiento antievangélico de algunos obispos, sino de la acomodaticia posición institucional, tanto jerárquica como de la mayoría de nosotros, “los creyentes”, salvo importantes minorías.

Estas reflexionan ahondan cada vez más la distinción entre el cristianismo y el mensaje del Reino de Dios. El capitalismo puede haber vaciado el cristianismo pero, lejos de vaciar el Mensaje de Jesús, lo ha destacado como blanco sobre negro.

Antonio Moreno de la Fuente

Fuente Atrio 

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Michael Löwy: “Superar el capitalismo es una cuestión de supervivencia para la humanidad”

Miércoles, 3 de julio de 2019
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michael-lc3b6wy2El ascenso de la extrema derecha no es un fenómeno de Brasil, es un proceso planetario

Bolsonaro es homófobo, sexista, partidario de la exterminación de la izquierda y gran admirador de unos de los peores torturadores del régimen militar: el coronel Brilhante Ustra.

Entre sus víctimas, muerto bajo tortura en 1971, está mi amigo Luis Eduardo Merlino, joven militante marxista

El capitalismo es un sistema intrínsecamente perverso que exige sacrificios humanos para el ídolo “Mercado”. Para el cristianismo de la liberación la perspectiva no es el desarrollo, sino la liberación, rompiendo con las estructuras opresivas del sistema dominante

Los cristianos radicales son un componente esencial de los movimientos sociales del Sur y de las asociaciones europeas de solidaridad con las luchas en los países empobrecidos. Estos cristianos aportan una contribución importante a la elaboración de una nueva cultura internacionalista

Bergoglio no es un marxista y la palabra capitalismo no aparece en la encíclica. Pero queda muy claro que para él los dramáticos problemas ecológicos de nuestra época son el resultado de “los engranajes de la actual economía globalizada”

(Éxodo).- Michael Löwy es uno de los principales intelectuales del marxismo actual a escala mundial y un destacado impulsor del ecosocialismo anticapitalista. Director de investigación emérito del Centre National de la Recherche Scientifique y profesor de la École des Hautes Études en Sciences Sociales en París. Entre sus obras, destacamos La teoría de la revolución en el joven Marx, El pensamiento del Che Guevara, Walter Benjamin: Aviso de incendio y Ecosocialismo. Hace unos meses la editorial El Viejo Topo ha publicado Cristianismo de liberación. Perspectivas marxistas y ecosocialistas.

Michael, estábamos preparando un nuevo número de ÉXODO cuando llegó a nuestras manos tu espléndido libro sobre el Cristianismo de liberación. El tema que hemos elegido para este número es la profunda crisis en que está sumida la política y la necesidad de un cambio radical de la misma. No sólo en Europa existe esta crisis. ¿Cómo se vive en Brasil?

La principal fuerza de la izquierda en Brasil, el Partido de los Trabajadores, no logró una concientización efectiva de las clases populares. Tomó algunas medidas importantes para mejorar la condición de los pobres, pero no se enfrentó a la estructura oligárquica del país, al poder de los latifundistas y del capital financiero. Además se contagió con la tradicional corrupción de los políticos brasileños. Pero la victoria de la extrema derecha fascista (Jair Bolsonaro) no se puede explicar sólo por los errores de los dirigentes del PT. Es parte de un proceso planetario de ascenso de la extrema derecha. En Brasil, la utilización masiva de fake-news, el apoyo de iglesias neopentecostales reaccionarias y la demagógica  anticorrupcion permitieron a un partidario de la dictadura militar (1964-85) ganar las elecciones. Bolsonaro es homófobo, sexista, partidario de la exterminación de la izquierda y gran admirador de unos de los peores torturadores del régimen militar: el coronel Brilhante Ustra. Entre sus víctimas, muerto bajo tortura en 1971, está mi amigo Luis Eduardo Merlino, joven militante marxista.

La resistencia a su gobierno ya ha empezado a organizarse. Tiene a su cabeza a jóvenes mujeres. Su símbolo es Marielle Franco, joven consejera municipal de Rio de Janeiro, socialista, negra, lesbiana, asesinada por sicarios hace un año. A pesar de todo, no tenemos que olvidar que el 45% de los electores votaron por Fernando Haddad (PT), el candidato común de toda la izquierda. Muchos de los que votaron a Bolsonaro ya han empezado a cambiar de opinión. Se han conocido escándalos de corrupción que le afectan a él y a su familia.

Escribes en tu libro sobre la radicalización introducida por el cristianismo de liberación. ¿Crees que nuestra situación actual necesita una radicalización anticapitalista? ¿Qué cambios implicaría para una nueva política?

La actual situación en América Latina está marcada por una terrible ofensiva de la ultraderecha que ha tomado el poder en la mayoría de los países mediante elecciones o golpes de estado pseudo-parlamentarios. Existe alineamiento con Trump y el imperialismo estadounidense, neoliberalismo sin frenos, destrucción del medio ambiente, represión de los movimientos sociales.

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En la resistencia que empieza a desarrollarse, los cristianos de liberación están teniendo un papel esencial. El objetivo inmediato es la defensa de las libertades democráticas y las conquistas populares. También la oposición a las medidas antisociales y antiecológicas de corte neoliberal. Existen en este movimiento de resistencia corrientes que se dan cuenta de que hay que combatir la raíz de estos males: el sistema capitalista. El capitalismo es un sistema intrínsecamente perverso que exige sacrificios humanos para el ídolo “Mercado”. Necesitamos alternativas antisistémicas y ecosocialistas. Los cristianos de la liberación están y estarán sin duda en el corazón de esta lucha, inspirados por los escritos de Leonardo Boff, de Frei Betto y de la encíclica Laudato si’ del Papa Francisco.

¿Se dan las condiciones para esta radicalización social y política? ¿Qué obstáculos y qué posibilidades ves?

El obstáculo principal es el poder ideológico del sistema. Este se difunde a través de su control de los medios de comunicación, del papel nefasto de muchas iglesias neopentecostales, de la influencia social de la religión del mercado, de la alienación consumista y de la pasividad resignada de amplios sectores populares.

Hay que añadir como obstáculo las opciones de amplios sectores de la izquierda por políticas de conciliación de clases, de compromisos con la oligarquía, de concesiones a los terratenientes y al capital financiero en aras de la “gobernabilidad”.

Las posibilidades vienen de las luchas de las organizaciones populares que desarrollan formas de concientización y radicalización sociopolítica. Esto es muy visible en amplios sectores de la juventud.

En la relación del cristianismo de liberación con la Modernidad europea se constata una diferencia. Afirmas en tu libro que lo decisivo para este cristianismo no es la modernización, sino el cambio de sociedad y la liberación de los empobrecidos. Es “el punto de  vista de los vencidos” que reclamaba Walter Benjamin. ¿Puedes expresar el significado de esta diferencia?

La modernización se concibe como desarrollo industrial y crecimiento del PIB. Este es el pensamiento sobre la modernización imperante en las clases dominantes en América Latina, pero también en sectores de la izquierda tradicional. Desde su inicio, el cristianismo de la liberación se posiciona críticamente frente a esta ideología de la modernización, planteando una visión mucho más radical desde el punto de vista de los explotados y oprimidos, de los pobres, de los negros e indígenas, de los trabajadores del campo y de la ciudad. Su perspectiva no es el desarrollo, sino la liberación, rompiendo con las estructuras opresivas del sistema dominante. Para esos cristianos, los pobres son el sujeto histórico de esta transformación, los actores de su propia liberación.

El cristianismo de la liberación no conocía los escritos de Walter Benjamin, pero existe una evidente “afinidad electiva” entre la obra de los teólogos de la liberación y la concepción benjaminiana de la historia desde la perspectiva de los vencidos y su propuesta de una alianza de la teología con el marxismo. Sin olvidar su texto sobre “El capitalismo como religión” (1921) que tiene mucho en común con la denuncia de la idolatría del mercado realizada por los teólogos de la liberación.

La crítica del capitalismo y la necesidad de superarlo es un elemento central en el cristianismo de liberación. ¿Ha perdido o ha ganado vigencia esa crítica? ¿No se ha hecho también infinitamente más complejo este quehacer?

La crítica del capitalismo como sistema intrínsecamente perverso realizada por el cristianismo de la liberación me parece más actual que nunca; entre otras razones, por la crisis ecológica y el cambio climático que amenazan directamente la supervivencia de la humanidad en este planeta.

Desde el punto de vista ecosocialista, el capitalismo no es sólo un sistema de explotación, como lo plantea tradicionalmente el pensamiento marxista, sino también de destrucción del medio ambiente y de los equilibrios ecológicos. Superar el capitalismo es un imperativo categórico por razones de justicia elemental. Es un sistema absurdo en el cual unas decenas de multibillonarios poseen más riqueza que la mitad de la humanidad. También hay que sobrepasarlo porque se trata de una cuestión de supervivencia para la humanidad: el capitalismo no puede existir sin expansión sin límites. Por eso, la destrucción de las condiciones de vida en el planeta pertenece a su lógica interna.

Acabar con el capitalismo es una tarea compleja y difícil, pero no tenemos otra salida sino llevar adelante esta lucha antisistémica. Como decía Bertolt Brecht, quien lucha puede perder; pero quien no lucha, ya ha perdido.

La crítica al capitalismo en el cristianismo de liberación se realiza también como crítica a la idolatría. ¿Se ha  asumido esa crítica en las iglesias de diversos continentes?

La crítica del cristianismo de la liberación a la idolatría del capital y del mercado es profundamente radical. Fusiona la crítica de los profetas del Antiguo Testamento a los cultos idólatras, con sus exigencias de sacrificios humanos, y la critica marxista al fetichismo de la mercancía. Marx denuncia al Capital como Baal o Moloch, ídolos a los cuales se hacen sacrificios de vidas humanas. Enrique Dussel, filósofo y teólogo de la liberación, ha analizado este tema de forma muy interesante en su libro Las metáforas teológicas de Marx.

En los años setenta del siglo XX esta crítica estuvo presente en los documentos y la enseñanza de importantes sectores de las iglesias latinoamericanas, en especial en Brasil. Aparece también, pero de forma mas limitada, en otros países del Sur (Filipinas, Corea del Sur) o de Europa (Francia). Pero con el pontificado de Juan Pablo II esta vertiente anticapitalista en las iglesias latinoamericanas fue condenada, marginada y reprimida por el Vaticano. No se puede olvidar el intento de silenciar a Leonardo Boff y la denuncia  por parte del Santo Oficio (Ratzinger) de la teología de la liberación como peligroso error. Con la elección de un Papa latinoamericano, Bergoglio, esta situación está empezando a cambiar.

Llama la atención que prestes una atención tan intensa al análisis de la religión, dada tu trayectoria marxista y trotskista. ¿Consideras que el cristianismo de liberación es una fuente importante de inspiración e impulso para la izquierda transformadora? ¿Te distancias de otros intelectuales, dirigentes y militantes de las izquierdas que no le conceden relevancia?

Tengo mucho respeto por la figura de Trotsky, pero mi principal referencia política, desde mi juventud en Brasil hasta hoy, ha sido  Rosa Luxemburgo. Esta gran pensadora y luchadora marxista, mártir del socialismo, asesinada hace cien años por sicarios paramilitares alemanes, es autora del ensayo “Iglesia y socialismo”. En él presenta un argumento original: nosotros, los socialistas, somos los verdaderos herederos de los primeros cristianos, de los Padres de la Iglesia, críticos implacables de la injusticia social y del poder corruptor del dinero. Las Iglesias que se han alineado con la burguesía en contra del movimiento obrero, han traicionado este mensaje inicial del cristianismo.

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Cardenal Marx: “Sin Karl Marx no habría doctrina social de la Iglesia”

Jueves, 17 de mayo de 2018
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el-cardenal-reinhard-marx-y-karl-marxEl purpurado alaba al autor de ‘El capital‘, “uno de los primeros sociólogos serios”

Los derechos humanos están incompletos sin una participación en lo material”

(Cameron Doody).- “Fascinantes”, con una “gran energía” y con un “gran lenguaje”. Así ha calificado los escritos de Karl Marx el cardenal Reinhard Marx, con ocasión del 200 aniversario del nacimiento del padre del comunismo. “Uno solo tiene que leer a Karl Marx sin prejuicios, y su poder sorprenderá, ha asegurado el arzobispo de Múnich y Frisinga y también presidente de los obispos germanos.

El cardenal Marx -uno de los colaboradores más estrechos del Papa Francisco- comentó a RPOnline a finales del mes pasado que “hay una inspiración, un ímpetu revolucionario” en los trabajos del filósofo con quien comparte apellido. El purpurado volvió a repetir los mismos sentimientos en una entrevista con el Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung, en la que reveló que el Manifiesto comunista en particular le “impresionó bastante”, sobre todo en la manera en la que los escritos del economista –“uno de los primeros sociólogos serios”“pueden ser muy útiles” a la hora de entender los conflictos actuales que hunden sus raíces en la injusticia económica. “Los derechos humanos están incompletos sin una participación en lo material”, declaró el cardenal Marx, quien ha ejercido en el pasado como profesor de ética social.

Si bien el purpurado alemán matizó que “hay [en los escritos de Marx] aquí y allá una idea totalitaria”, también aseguró no se puede poner al filósofo en una “conexión directa” con el marxismo-leninismo en el que desembocaron sus ideas, ni con el sistema de los gulags en la Unión Soviética. Más bien, la utilidad del pensador es que supo ver que “la prosperidad y el beneficio no son todo lo que debe orientar a una sociedad”, sobre todo en vista de las “enormes desigualdades sociales y daños ecológicos que son resultado de las dinámicas capitalistas”. Una advertencia que tampoco ha pasado desapercibida en la Iglesia como en la sociedad más ampliamente, ya que -según el cardenal- “sin [Marx] no habría ninguna doctrina social católica”.

“El mercado no es tan inocente como aparece en los libros de texto de los economistas. Detrás de él hay intereses poderosos”, avisó por último el cardenal Marx, precisando a la vez que la amortización de estos “intereses poderosos” no se debe al propio capitalismo, sino a “una lucha contra estos excesos”.

No es la primera vez que el arzobispo de Múnich y Frisinga alaba al autor de El capital, ya que en un texto de 2007 defendió que el filósofo y economista no fue “un mero ideólogo” que propagara sin más una “revolución anárquica”. Más bien, Marx llamó a una “participación social integral”, un deseo de plena vigencia en el siglo XXI “y también por parte de las Iglesias”.

Fuente Religión Digital

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Reflexión ética contra la corrupción.

Sábado, 17 de junio de 2017
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imagesLo que estamos oyendo es bochornoso. Nos abruma moralmente lo que se ha destapado y lo que se sigue destapando. Los hechos de “supuesta” corrupción entre nosotros, con novedades casi día tras día, nos aturden. Vivimos en un ambiente indecente, escandaloso. Y luego, encima, ver que los “supuestos” corruptos son siempre gentes que están entre los que mejor viven, ver que no devuelven lo robado o lo dilapidado. Ello nos descubre hasta dónde puede llegar la desfachatez de los ladrones de lo público. No olvidemos todos los que sitúan sus caudales en paraísos fiscales, impunemente consentidos por los que tienen en sus manos el hacerlos desaparecer.

Todos ellos, los corrompidos y los que corrompen la misma sociedad, son personas que están cerca de donde hay más dinero, tanto porque están manejando las arcas públicas o porque son dueños de los grandes negocios. Sí, los hay, serán más o serán menos -a algunos nos parecen demasiados-, que van a la política para enriquecerse “como sea” o son negociantes sin escrúpulos que quieren enriquecerse a costa de lo que sea, incluso evadiendo sumas importantísimas de impuestos, necesarios para afrontar, entre otras cosas, los gastos sociales que se han visto afectados por recortes sustanciales, cuando ya antes eran insuficientes.

No es necesario poner ejemplos, pues con estar medianamente atentos a los medios de comunicación podemos estar bien informados de lo que está sucediendo. Lo importante es recordar que hay que tener siempre una actitud crítica social y una voluntad trasformadora de esta lamentable realidad político-económica-social. Todos los medios de información, incluidas las web en Internet debieran estar alertando y creando una actitud de rechazo de los responsables de esta degradada situación. La Iglesia, sobre todo sus jerarquías, está sobremanera obligada a ejercer la función profética de denuncia. Pero teniendo en cuenta que no valen mensajes sibilinos que sólo entienden unos pocos. Se necesita un lenguaje claro y directo, semejante a aquel del Papa Francisco cuando dijo que “el capitalismo mata”. Lo tienen que hacer de modo y manera que llamen la atención. Es que además, el no hacerlo, hace que parezcan cómplices al ver ir a comulgar a aquellos mismos que están llevando a prisión por robar a la sociedad. Algunos de ellos, de los supuestos y de los ya condenados, se les ve muy cercanos a la Iglesia. Si no denuncian abiertamente la corrupción, puede parecer que la situación “preferente”, algunos dirán que de privilegio, de la que goza en España la Iglesia católica es a cambio de su silencio.

Por otra parte, también se puede constatar que hay mucha gente del pueblo llano que vive en las nubes. Entre ellos la mayoría de quienes están sufriendo las consecuencias de los desfalcos. Los de abajo parece que están dormidos, atontados o distraídos. ¿Cómo es posible ese elevado porcentaje de abstención en las elecciones? Antes se decía que el opio del pueblo era la religión que “alienaba”. La gente con la religión andaba preocupada del cielo y descuidaban los asuntos de la tierra. Se predicaba la resignación ante el mal social y ello hacía que muchos invirtiesen sus esfuerzos en aguantar ante la adversidad en lugar de dirigirlos a transformar las condiciones insociales. Sí, es verdad que la religión aún sirve para entretener a algunos, cuando por el contrario todo en ella debiera ser liberador, favoreciendo el compromiso en el quehacer de un mundo mejor. Me explico.

Si por “religión” entendemos todas las formas y fórmulas litúrgicas utilizadas para expresar o vivir una fe, para nosotros los cristianos, su valor radicaría en la ayuda que nos prestase para “seguir a Cristo”, pues ese seguimiento es el contenido esencial de nuestra fe, es lo que nos hace “cristianos”. Uno no es cristiano por estar bautizado. El bautismo es un signo de la presencia en la persona de Cristo, que comienza a vivir en ella cuando decide “seguirle”. Seguir a Cristo consiste en un proceso de identificación con él, intentando conseguir cada vez más plenamente que la vida esté movida por los valores que movieron la suya, intentando tener sus mismas actitudes vitales, sus sentimientos y líneas de comportamientos fundamentales. Al acercarse a Jesús de Nazaret y conocerle el cristiano enseguida llega a saber que el núcleo de su fe, de su adhesión a Cristo, tiene que estar compactado por esa energía que llamamos “el amor-cristiano”, pues el amor ha sido el eje sobre el que giró la vida del nazareno. Esta fe en Cristo no nos apartará nunca del mundo. El peligro está en la religión.

No obstante creo que se puede decir que hoy la religión no es un peligro social, pues son, relativamente, pocos los que la practican. Y parece que cada vez menos. Ello ante la indiferencia de los jerarcas, que nada serio hacen por evitarlo. Además, entre los cristianos los hay comprometidos, inmersos en el mundo, como la levadura en la masa, para transformarlo. Pueden parecernos muchos los cristianos, pero se reduce a determinados momentos: procesiones de Semana Santa, peregrinaciones, las grandes concentraciones de jóvenes, masas en torno al Papa, etc. La religión puede distraer a algunos, pero no son muchos. Hay otras distracciones muchísimo más intensas y extensas. Algunos programas de televisión, algunas revistas, el futbol…; los entretenimientos de la era digital… También el egoísmo personal que hace que sólo nos preocupemos de lo que nos afecta. Sea lo que fuere, lo que sí es verdad es que la preocupación social, política, económica… no parece que abunde entre nosotros, más bien al contrario. Es la conclusión que hay que sacar del hecho de que a pesar de la llamativa corrupción que afecta a la clase política, todavía nos sigan gobernando los mismos en casi todas partes. España necesita una regeneración política integral que parece no son capaces de hacerla los políticos cuando tienen aún alguna cota de poder político. Necesitamos nuevos partidos políticos y nuevos políticos. De otro modo incluso pueden llegar a pensar que su conducta está refrendada por nosotros en las urnas.

Hay que insistir en la importancia tan decisiva que tienen las elecciones. Nuestro voto personal tiene un valor incalculable para posibilitar la regeneración ética de la sociedad. La abstención es una irresponsabilidad no sólo en las elecciones, sino en cada momento de la vida. Nadie responsable puede mirar para otro lado, nadie puede adoptar posturas derrotistas, porque, entre otras cosas, los más débiles de la sociedad son los que están siendo más perjudicados. Participar es clave. Desde el campo que sea hemos de luchar contra la indiferencia y poner en pie de compromiso a todos.

José Mª Álvarez

Todos en pie de lucha

Miembro del Foro Gaspar García Laviana

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Hallmark comercializa tarjetas de felicitación para personas trans

Jueves, 25 de mayo de 2017
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hallmark-tarjeta-persona-transLa empresa Hallmark ha puesto a la venta tarjetas de felicitación para personas trans que comienzan su transición.

La compañía explica que quieren tener una tarjeta para cada situación “no tradicional”, como por ejemplo “los heteros que no están casados o las parejas interraciales”.

Una usuaria de Twitter  se encontró con un apartado que tenía tarjetas para dar ánimos a personas trans que estuvieran transicionando. “Te estás convirtiendo en quien siempre has sido” dice el exterior de la tarjeta; “¿No es algo maravilloso?” pone en el interior.

Renata Sancken subió las fotos a Twitter con preguntándose si “¿El capitalismo triunfa sobre el odio?” y el tweet se volvió viral. Hasta el punto de que la mismísima Patricia Arquette le contestó con un “¡Increíble!

También contestaron desde Hallmark, aclarándole que “el amor siempre gana“:

Que si el amor gana y uno se hace rico, pues mejor que mejor ¿no?

En declaraciones a PinkNews la compañía ha declarado que crean sus tarjetas “para todo tipo de relaciones y situaciones, incluyendo lo que muchos pueden definir como ‘no tradicional’” Y ojo a lo que Hallmark explica que pueden ser “situaciones no tradicionales”: “por ejemplo, parejas heterosexuales que no están casadas, aquellos que están en una relación interracial, relaciones entre personas de diferentes religiones o familias mezcladas.

Fuente Pink News, vía EstoyBailando

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El mundo ha entrado en un capitalismo senil y la única cura es volver a lo humano, por Ana Cabirta

Viernes, 10 de marzo de 2017
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alejo-1Carlos Abad nació en 1951 en Buenos Aires, Argentina. Allí conoció al actual Papa Francisco, de nombre secular Jorge Mario Bergoglio, y “por las calles de Buenos Aires” fue donde ambos forjaron su amistad. Carlos Abad es un filósofo espiritual y comunicador social especializado en temas de salud y bien público. Su último libro Jesús, el primer indignado tiene como primer objetivo mostrar el camino para cambiar la indignación actual que sufre la sociedad por el amor “el mejor remedio para el alma”, según Abad.

– ¿Cómo conoció al Papa Francisco?

– Lo conocí a través de un amigo, Ernesto del Castillo, que me dijo que Francisco estaba interesado en mis consejos sobre el bien público, entonces el Papa quiso conocerme para realizar una colaboración en Buenos Aires. Fue cuando yo ingresaba en el canal de televisión Orbe 21, para hacer un programa llamado “Bien Público”, para tratar todos los temas sobre la salud y el bien común. Hace ya veinte años de esto.

– Compara durante toda la obra acciones que ha realizado el Papa Francisco con las que llevó a cabo Jesús, ¿cúal de las realizadas por el Papa cree que es la más importante?

– A mí me parece que el Papa les da visibilidad a los excluídos, inaugura un tiempo de misericordia y, sobre todo, el Papa Francisco vive como piensa, dando ejemplo.

– Usted escribe que nuestra sociedad actual “anestesia su empatía a fuerza de narcisismo patológico”. ¿Qué acontecimientos concretos se le pasan por la cabeza con esta afirmación?

Sí, hoy hay un crecimiento monumental del narcisismo, del “selfie”, del “ombliguismo” y una ausencia de proximidad al otro. Este libro se gestó cuando yo estaba viendo en el telediario a una persona que estaba siendo deshauciada, un hombre al que le estaban taladrando la cerradura para dejarle en la calle.

– Dice que estructura el libro sobre cuatro pilares: Jesús, el Maestro; el mercado; los ladrones; y la cruz. ¿Podría darme un breve significado sobre qué representan para usted el mercado y los ladrones?

– Ese me parece el escenario actual, un mercado de ladrones que potencian el capitalismo salvaje. El mercado es un todo, un grupo de personas que nos dirigen como un “lobo” económico, el fin del mercado es el lucro a cualquier precio, por eso la naturaleza sufre como si tuviese “dolores de parto” como si viese que el colapso y el fin de la humanidad están a la vista.

Los ladrones son los que nos han robado las ilusiones, los recuerdos, han obtenido su riqueza económica a costa de nuestro dolor, sufrimiento y la rapiña de los otros, sin ningún tipo de consideración. Como se explicaba en el periódico italiano Il Corriere della Sera, a veces parece que amamos a los ladrones. En las series de televisión las mafias, los narcos, los estafadores, suelen aparecer como si fuesen ejemplos virtuosos a seguir y son ejemplos de desgraciados. El ejemplo es la bondad, que es lo que hace bien de verdad.

– Afirma que los conceptos de solidaridad y ecología tienen cada vez menos importancia en nuestros días, ¿cuál cree que es la mejor solución ante un panorama tan preocupante?

– Yo creo que la respuesta es la colaboración y un respeto por el medio ambiente. Moderar la insaciabilidad y voracidad del ser humano por un concepto acotado de ansia humana.

– En su libro, las relaciones humanas son descritas como “reciclables” y con fecha de caducidad”, ¿cree entonces que está preparada la sociedad para amar?

– Bueno yo hablo siempre en términos de “ecología humana”. La sociedad no está preparada, pero se está preparando. El mundo ha entrado en un capitalismo senil y la única cura es el amor, volver a lo humano, volver a darle importancia al verbo querer, para estabilizar nuestro entorno. Parece que por lo menos nos hemos dado cuenta.

Ana Cabirta

La Razón

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El Capitalismo como religión

Domingo, 4 de septiembre de 2016
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dinero-3No había leído nunca una obra completa de Walter Benjamin. Y sin embargo de tanto en tanto me llegaban ecos de su pensamiento, fragmentos de sus obras, citas de sus escritos. Siempre me iluminan.

Hace poco he leído sobre uno de sus libros tempranos, El capitalismo como religión y algunas de las reflexiones que me han suscitado son las que siguen.

Al comienzo de la obra Benjamin afirma: “En el capitalismo se puede contemplar una religión, es decir, el capitalismo se utiliza esencialmente para sosegar las mismas preocupaciones, tormentos, inquietudes, a las que anteriormente dieron respuesta las llamadas religiones. La prueba de esta estructura religiosa del capitalismo no sólo, como pensó Weber, como una entidad condicionada por lo religioso sino como un fenómeno esencialmente religioso, llevaría hoy a la divagación de una masiva polémica universal”.

El filósofo alemán desarrolla tres rasgos de esa religión. Puesto que consiste en producir y consumir, es una religión estrictamente cultual. Carece de una teología o una dogmática, es esencialmente un culto y un culto permanente, en el que todos los días son festivos. Finalmente, es una religión que no reconcilia sino que culpabiliza.

Puesto que en la última frase nuestro autor juega con el doble sentido de la palabra Schuld (culpa y deuda) ya no es fácil seguirle en castellano, aunque se podría recordar el uso de la palabra deudas en la antigua traducción del padrenuestro. Hasta aquí Benjamin.

Al hilo de su propuesta quiero añadir ahora algunas reflexiones. Parece cierto que el papel tradicional de las religiones era dar cuenta de toda la realidad, desde la autoridad, legitimada por la gracia de Dios, hasta el hecho de engendrar hijos, todo ello enmarcado en una promesa de salvación. Pues bien, ciertamente el capitalismo ha heredado gran parte de esas funciones.

No es ya la gracia de Dios quien da legitimidad a la autoridad sino la anuencia del capitalismo. Si alguna de suficiente relieve quiere oponerse a él perderá la partida y presumiblemente también la vida. Y si antes había que tener los hijos que Dios quisiera, ahora sólo los que quiera la situación económica.

Pero sobre todo se trata de salvación. Quien desee salvarse debe participar en el culto capitalista porque, como antaño ocurría con la Iglesia, fuera del capitalismo no hay salvación. En él encontramos los templos de Zara o de H&M, los santos Armani o Lagerfeld, los ritos de vestir tal o tal marca o comer bajo una o varias estrellas Michelin.

Por muy abierta y acogedora que sea esta religión, quien no puede, no sabe o no quiere entrar en ella será condenado a las tinieblas exterioires, donde habrá llanto y crujir de dientes. Para el capitalismo los pobres no son hermanos desgraciados sino verdaderos culpables. Si el mercado y las oportunidades están abiertas a todos, quien no las aprovecha es el único responsable de su destino.

El rico, en cambio, merece todo elogio, mayor cuanto más rico sea. Lo expresaba diáfanamente Leon Bloy con su acostumbrada acidez: “Se quiere a toda costa que el evangelio hable de un mal rico, como si pudiera haberlos buenos. El texto es sin embargo es bien claro: homo dives, un rico, sin epíteto. Un mal rico, si se quiere relacionar esas dos palabras, es como un mal funcionario o un mal obrero, Un individuo que no sabe su oficio o es infiel a su función: un mal rico es el que da y, a fuerza de dar, se convierte en un pobre”.

Como en las antiguas religiones, oportet haereses esse, conviene que haya herejes. Su función es poner más de manifiesto la gloria del verdadero camino. Sin duda que en el capitalismo habrá herejes pero su marginalidad o su desaparición dejará bien a las claras dónde está la verdadera senda. Si los amys o los de la Christiania danesa fabrican su mermelada y cuecen su propio pan, se trata sólo de un fenómeno pintoresco, Ellos se pierden la gloria y el fasto del reino del consumo, no pueden llegar a la creatividad, la belleza y la diversidad que se ofrecen en los grandes almacenes. Eso en el caso de que logren sobrevivir porque, como en una frase antigua, “al que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará”.

Por todo esto, el autor de quien tomo la referencia de Bernjamin sostiene que el cristianismo debe dejar de ser una religión, un tema de alcance demasiado largo.

En vez de comenzar con él, se me ocurre traer una cita de Thomas Merton: “Voy a decir algo antes de que la lluvia sea un servicio público que ellos nos puedan planificar y distribuir por dinero. Con ´ellos` me refiero a los incapaces de entender que la lluvia es un festival, gente que no aprecia su gratuidad, pensando que lo que no tiene precio carece de valor y que lo que no puede venderse no es real, de tal modo que para que algo sea verdadero resulte preciso colocarlo en el mercado (Paz personal. Paz social)”. Son palabras de un monje contemplativo que, a mi modo de ver, aporta algunas claves desde las que empezar.

Carlos F. Barberá

Fuente: Atrio 

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“El fracaso humano del Capitalismo”, por Jaime Luis Brito

Lunes, 21 de septiembre de 2015
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explotacion-infantilLeído en la página web de Redes Cristianas

Rebelión
Adital, 09.09.2015

Las oleadas de emigrantes sirios a toda Europa. El drama sirio, que es el drama humano, demuestra el fracaso del Capitalismo. Porque al final es el drama de los centroamericanos y mexicanos de camino a los Estados Unidos, de su padecer, de su huida de escenarios de guerra, de violencia estructural, de su falta de oportunidades de vida, es el sufrimiento de los sirios. La imagen del menor sirio ahogado en las playas turcas, es paradigmática, nos duele.

Las personas son oprimidas por la violencia estructural que las empobrece; por la violencia del crimen que las asesina; por la violencia social que las margina. Por eso el sur expulsa personas siempre al norte. La migración, si bien es un fenómeno humano, en estos momentos de la Historia, responde a motivaciones económicas o por la violencia, entre otras. Es consecuencia de la guerra contra la humanidad que se ha instaurado por el conflicto de interés entre grupos de poder.

Lo que ocurre en Siria, es lo mismo que pasa en México, en Centroamérica o en África. La intención es llegar a un lugar donde, al menos en la fantasía, hay mejores condiciones de vida, mejores oportunidades y la posibilidad de sobrevivir mejor.

Nos escandaliza ver al niño muerto a la orilla del mar, pero no nos escandaliza la industria de la muerte que entre los zetas y agentes de migración corrompidos han montado en las orillas de la vía del tren por donde circula la Bestia, ferrocarril que les va dotando de miles de personas migrantes para seguir alimentando sus redes de trata de personas y de esclavitud moderna. Todo, frente a la indiferencia de las autoridades que al menos por omisión están involucradas y en muchos casos por complicidad, por acción directa.

En los años 90 del siglo pasado, hubo un gran escándalo para censurar el drama de los balseros cubanos. Entonces, se dijo que esa era una señal del fracaso del socialismo en el mundo. Hoy, ninguna de esas mismas voces se levanta horrorizado para señalar que la migración por violencia o por pobreza, es una señal inequívoca del fracaso humano del Capitalismo. Porque al final, la guerra contra la humanidad es parte esencial de los objetivos del Capitalismo.

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“La era de las grandes trasformaciones”, por Leonardo Boff, ecólogo y escritor

Sábado, 13 de junio de 2015
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Vivimos en la era de las Grandes Trasformaciones. Entre tantas, destaco apenas dos: la primera en el campo de la economía y la segunda en el campo de la conciencia.

La primera en la economía: empezó a partir de 1834 cuando se consolidó la revolución industrial en Inglaterra. Consiste en el paso de una economía de mercado a una sociedad de mercado. El mercado ha existido siempre en la historia de la humanidad, pero nunca una sociedad solo de mercado. Esto quiere decir que la economía es lo que cuenta, todo lo demás debe servirla.

El mercado que predomina se rige por la competición y no por la cooperación. Lo que se busca es el beneficio económico individual o corporativo y no el bien común de toda una sociedad. Generalmente este beneficio se alcanza a costa de la devastación de la naturaleza y de la creación perversa de desigualdades sociales.

Se dice que el mercado debe ser libre y el estado es visto como su gran traba. La misión de este, en realidad, es ordenar con leyes y normas la sociedad, también el campo económico y coordinar la búsqueda del bien. La Gran Transformación postula un Estado mínimo, limitado prácticamente a los asuntos ligados a la infraestructura de la sociedad, al fisco y a la seguridad. Todo lo demás pertenece y es regulado por el mercado.

Todo puede ser llevado al mercado, como el agua potable, las semillas, los alimentos y hasta los órganos humanos. Esta mercantilización ha penetrado en todos los sectores de la sociedad: en la salud, la educación, el deporte, el mundo de las artes y del entretenimiento y hasta en los grupos importantes de las religiones y de las Iglesias con sus programas de TV y de radio.

Esta forma de organizar la sociedad únicamente en torno a los intereses económicos del mercado ha escindido a la humanidad de arriba abajo: se ha creado un foso enorme entre los pocos ricos y los muchos pobres. Predomina una perversa injusticia social.

Simultáneamente se ha creado también una inicua injusticia ecológica. En el afán de acumular han sido explotados de forma predatoria bienes y recursos de la naturaleza, sin ninguna limitación ni ningún respeto. Lo que se busca es un enriquecimiento cada vez mayor para consumir más intensamente.

Esta voracidad ha encontrado el límite de la propia Tierra. Esta ya no tiene todos los bienes y servicios suficientes y renovables. No es un baúl sin fondo. Tal hecho dificulta si no impide la reproducción del sistema productivista/capitalista. Es su crisis.

Esa Transformación, por su lógica interna, se está volviendo biocida, ecocida y geocida. La vida corre peligro y la Tierra puede no querernos más sobre ella, porque somos demasiado destructivos.

La segunda Gran Transformación se está dando en el campo de la conciencia. A medida que crecen los daños a la naturaleza que afectan a la calidad de vida, crece simultáneamente la conciencia de que tales daños se deben en un 90% a la actividad irresponsable e irracional de los seres humanos, más específicamente a la de aquellas élites de poder económico político, cultural y mediático que se constituyen en grandes corporaciones multilaterales y que han asumido los rumbos del mundo.

Tenemos que hacer con urgencia alguna cosa que interrumpa esta trayectoria hacia el precipicio. El primer estudio global sobre el estado de la Tierra se hizo en 1972 y reveló que la Tierra está enferma. La causa principal es el tipo de desarrollo que las sociedades han asumido, que acaba sobrepasando los límites de soportabilidad de la naturaleza y de la Tierra. Tenemos que producir, sí, para alimentar a la humanidad, pero de otra manera, respetando los ritmos de la naturaleza y sus límites, permitiendo que ella descanse y se rehaga. A eso se lo llamó desarrollo humano sostenible y no solamente crecimiento material, medido por el PIB.

En nombre de esta conciencia y de esta urgencia, surgió el principio responsabilidad (Hans Jonas), el principio cuidado (Boff y otros), el principio sostenibilidad (Informe Brundland), el principio cooperación (Heisenberg/Wilson/Swimme), el principio prevención/precaución (Carta de Río de Janeiro de 1992 de la ONU), el principio compasión (Schoppenhauer/Dalai Lama) y el principio Tierra (Lovelock y Evo Morales), entendida ésta como un superorganismo vivo, siempre apto para producir vida.

La reflexión ecológica se ha vuelto compleja. No se puede reducir solamente a la preservación del medio ambiente. La totalidad del sistema mundo está en juego. Así ha surgido una ecología ambiental que tiene como meta la calidad de vida; una ecología social que busca un modo de vida sostenible (producción, distribución, consumo y tratamiento de los residuos); una ecología mental que se propone criticar prejuicios y visiones del mundo hostiles a la vida y formular un nuevo diseño de civilización, a base de principios y valores para una nueva forma de habitar la Casa Común; y finalmente una ecología integral que se da cuenta de que la Tierra es parte de un universo en evolución y que debemos vivir en armonía con el Todo, uno, complejo y cargado de propósito. De esto resulta la paz.

Entonces se vuelve claro que la ecología más que una técnica de administración de bienes y servicios escasos es un arte, una nueva forma de relación con la naturaleza y con la Tierra.

Por todas partes del mundo han surgido movimientos, instituciones, organismos, ONGs, centros de investigación que se proponen cuidar la Tierra, especialmente los seres vivos.

Si la conciencia del cuidado y de nuestra responsabilidad colectiva por la Tierra y por nuestra civilización triunfa, seguramente tendremos futuro todavía.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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“La cultura capitalista es anti-vida y anti-felicidad”, por Leonardo Boff, teólogo y filósofo

Sábado, 25 de abril de 2015
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La demolición teórica del capitalismo como modo de producción comenzó con Karl Marx y fue creciendo a lo largo de todo el siglo XX con el surgimiento del socialismo. Para realizar su propósito principal de acumular riqueza de forma ilimitada, el capitalismo agilizó todas las fuerzas productivas disponibles. Pero, desde el principio, tuvo como consecuencia un alto costo: una perversa desigualdad social. En términos ético-políticos, significa injusticia social y producción sistemática de pobreza.

En los últimos decenios, la sociedad se ha ido dando cuenta también de que no solamente existe una injusticia social, sino también una injusticia ecológica: devastación de ecosistemas enteros, agotamiento de los bienes naturales , y, en último término, una crisis general del sistema-vida y del sistema-Tierra. Las fuerzas productivas se han transformado en fuerzas destructivas. Lo que se busca directamente es dinero. Como advirtió el Papa Francisco en pasajes ya conocidos de la Exhortación Apostólica sobre la Ecología: «en el capitalismo quien manda ya no es el hombre, sino el dinero y el dinero vivo. La motivación es la ganancia… ganancia… Un sistema económico centrado en el dios-dinero necesita saquear la naturaleza para mantener el ritmo frenético de consumo que le es inherente».

Ahora el capitalismo ha mostrado su verdadera cara: estamos tratando con un sistema anti-vida humana y anti-vida natural. Y se nos plantea este dilema: o cambiamos o corremos el peligro de nuestra propia destrucción, como alerta la Carta de la Tierra.

Sin embargo, el capitalismo persiste como el sistema dominante en todo el globo bajo el nombre de macroeconomía neoliberal de mercado. ¿En qué reside su permanencia y persistencia? A mi modo de ver, reside en la cultura del capital. Eso es más que un modo de producción. Como cultura encarna un modo de vivir, de producir, de consumir, de relacionarse con la naturaleza y con los seres humanos, constituyendo un sistema que consigue reproducirse continuamente, poco importa en qué cultura venga a instalarse. Ha creado una mentalidad, una forma de ejercer el poder y un código ético. Como enfatizó Fábio Konder Comparato en un libro que merece ser estudiado A civlização capitalista (Saraiva, 2014): «el capitalismo es la primera civilización mundial de la historia» (p.19). El capitalismo orgullosamente afirma: «no hay otra alternativa».

Veamos rápidamente algunas de sus características: la finalidad de la vida es acumular bienes materiales mediante un crecimiento ilimitado producido por la explotación sin límites de todos los bienes naturales, por la mercantilización de todas las cosas y por la especulación financiera, realizado todo con la menor inversión posible, buscando obtener mediante la eficacia el mayor lucro posible dentro del más corto tiempo posible; el motor es la competencia impulsada por la propaganda comercial; el beneficiario final es el individuo; la promesa es la felicidad en un contexto de materialismo raso.

Para este propósito se apropia de todo el tiempo de vida del ser humano, no dejando espacio a la gratuidad, a la convivencia fraternal entre las personas y con la naturaleza, al amor, a la solidaridad y al simple vivir como alegría de vivir. Como tales realidades no importan en la cultura del capital, pero son ellas las que producen la felicidad posible, el capitalismo destruye las condiciones de aquello que se proponía: la felicidad. Y así no es sólo anti-vida sino también anti-felicidad.

Como se deduce, estos ideales no son propiamente los más dignos para el efímero y único paso de nuestra vida por este pequeño planeta. El ser humano no posee solamente hambre de pan y afán de riqueza; es portador de otras hambres como hambre de comunicación, de encantamiento, de pasión amorosa, de belleza y arte, y de trascendencia, entre muchas otras.

¿Pero por qué la cultura del capital se muestra así tan persistente? Sin mayores mediaciones diría: porque ella realiza una de las dimensiones esenciales de la existencia humana, aunque la elabora de forma distorsionada: la necesidad de autoafirmarse, de reforzar su yo, de lo contrario no subsiste y es absorbido por los otros o desaparece.

Biólogos e incluso cosmólogos (citemos apenas a uno de los mayores: Brian Swimme) nos enseñan que en todos los seres del universo, especialmente en el ser humano, prevalecen dos fuerzas que coexisten y se tensionan: la voluntad del individuo de ser, de persistir y de continuar dentro del proceso de la vida; para eso tiene que autoafirmarse y fortalecer su identidad, su “yo”. La otra fuerza es la de integración en un todo mayor, en la especie, de la cual el individuo es un representante, constituyendo redes y sistemas de relaciones fuera de las cuales nadie subsiste.

La primera fuerza gira alrededor del yo y del individuo y origina el individualismo. La segunda se articula alrededor de la especie, del nosotros y da origen a lo comunitario y a lo societario. Lo primero está en la base del capitalismo, lo segundo, en la del socialismo.

¿Dónde reside el genio del capitalismo? En la exacerbación del yo hasta el máximo posible, del individuo y de la autoafirmación, desdeñando el todo mayor, la integración y el nosotros. De esta forma ha desequilibrado toda la existencia humana, por el exceso de una de las fuerzas, ignorando la otra.

En este dato natural reside la fuerza de perpetuación de la cultura del capital, pues se funda en algo verdadero pero concretizado de forma desmesuradamente unilateral y patológica.

¿Cómo superar esta situación que viene desde hace siglos? Fundamentalmente recuperando el equilibrio de estas dos fuerzas naturales que componen nuestra realidad. Tal vez la democracia sin fin sea la institución que hace justicia simultáneamente al individuo (al yo) pero insertado dentro de un todo mayor (nosotros, la sociedad) del cual es parte. Volveremos sobre el tema.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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