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Carlo Acutis: Qué santidad cristiana proponemos en el siglo XXI

Sábado, 13 de julio de 2024
Comentarios desactivados en Carlo Acutis: Qué santidad cristiana proponemos en el siglo XXI

IMG_5886Del blog de Joseba Kamiruaga Mieza CMF “Beste aldera joan zen Jesus”:

“Seguramente por mi ignorancia, la canonización de Carlo Acutis me deja un tanto ‘perplejo’”

“No me cabe la menor duda de que Carlo Acutis era un buen muchacho y cristiano, con una personalidad y una fe aún en evolución, que probablemente intentaba llevar adelante la santidad de la vida cotidiana. Pero cierta presentación de su persona, de su vida, de su itinerario creyente en lugar de convertirlo en un modelo para el siglo XXI quizá, a mí me lo parece, sí lo proyectan décadas atrás”

“Debemos aprender a hablar de santidad hablando de humanidad y de realidad, también sin excluir, sin mutilar. No hay santidad sin asumir plenamente la realidad, con todo su peso de sombras; no se puede alcanzar la santidad sin confiar en inicios y reinicios, sin confiar en el camino, sin confiar en la vida”

“Jesús, con este discurso, nos propone en cambio un salto cualitativo para vivir en una dimensión superior, en la que siendo hijos de Dios, es decir, pertenecientes a su Reino, la justicia, la mansedumbre, la consolación y el perdón puedan convertirse en objetivos concretos de una vida nueva que logra aceptar -porque las redime con amor- todas esas limitaciones humanas que tanto nos mortifican”

“La tarea concreta del discípulo de Jesús, a la luz de las Bienaventuranzas, no es convertirse en “buenas personas“, conocedores o estudiosos de su religión, sino vivir su vida como experiencia de una realidad superior, compuesta de cosas maravillosas que constituyen precisamente la propuesta divina de bienaventuranza que surge de su ser amor por nosotros

Michael Moore: “¿Qué modelo de santidad queremos presentar y vemos ‘seductora’ y plausible para el joven de hoy?”

El 1 de julio, y tras la realización del consistorio del papa Francisco, se ha comunicado que está por determinar la fecha de la canonización del que será San Carlo Acutis. Y, pensando durante estos días en la propuesta de un modelo de santidad que es una canonización, he querido volver mi mirada a la gran imagen de la santidad que son las Bienaventuranzas que inauguran el Sermón de la Montaña y fundan el Reino de Dios.

Es una lista asombrosa, tan contraria a cómo va el mundo: los pobres de espíritu, los afligidos, los mansos, los pacificadores, los puros de corazón, los misericordiosos, los perseguidos… Y seguramente los santos canonizados se han acercado esas bienaventuranzas y han conformado la vida a ellas. Y lo han hecho en la realidad de sus días, con su humanidad, sus límites, su pensamiento, su contexto histórico y cultural. Santos, no perfectos. No sé si es útil recordar que la santidad no es propiamente perfección.

Hombres y mujeres que han vivido el tiempo que les fue dado, que también pecaron, que también tuvieron que lidiar con el mal, el de los demás, pero también el propio. Un mal vencido por el bien, un mal vencido por la gracia, un mal vencido por existencias que no son perfectas, sino progresivamente abandonadas al amor de Dios.

La santidad no es perfección

Y desde lo que voy aprendiendo en mi vida cristiana y religiosa, me detengo siempre más a menudo (ahora que estoy con personas ancianas y enfermas) que la santidad no es perfección y que hay que tener el coraje de superar ciertas apologías que hacen a los santos tan lejanos, tan únicos y tan, a veces, inhumanos. A pesar de las diferencias de vidas y épocas, los santos quizás tuvieron esto en común: la confianza en la bondad de Dios y la gratuidad de su misericordia. Y, sobre esta base, empezar de nuevo, a reconstruir, a fundar una vida nueva con grandes dosis de alternativa, y a tratar con la realidad, siendo conscientes de que para el ser humano todo pasa, mientras que para Dios todo permanece, misteriosamente, presente, redimido, sanado…, asumido porque amado y salvado.

Debemos aprender a hablar de santidad hablando de humanidad y de realidad, también sin excluir, sin mutilar. No hay santidad sin asumir plenamente la realidad, con todo su peso de sombras; no se puede alcanzar la santidad sin confiar en inicios y reinicios, sin confiar en el camino, sin confiar en la vida.

Todos los que han comentado el Evangelio de las Bienaventuranzas han intentado siempre, por todos los medios, explicar el importante y exigente discurso de Jesús; y de hecho encontramos algunos bellos comentarios que nos ayudan a descubrir todos los aspectos -incluso los más ocultos- de éste que es un verdadero cántico de santidad. Pero entonces quizá hasta resulta natural preguntarnos por qué siempre es tan difícil poner en práctica el contenido de esta enseñanza de Jesús en nuestras vidas.

¿Cómo leemos las bienaventuranzas?

sermon-on-the-mountLa respuesta a esta pregunta tal vez resida en que, a pesar de los excelentes comentarios, seguimos leyendo las bienaventuranzas con nuestra manera de ver las cosas y no con la de Dios. De esta manera, nos comportamos como si hubiéramos leído cada una de ellas al revés, por lo que se nos escapa el significado correcto y, en consecuencia, la propuesta que percibimos de estas palabras resulta demasiado dura y por tanto inaceptable.

De hecho, si pensamos que en el discurso de Jesús se afirma que es una bienaventuranza ser pobre, o estar llorando y sufriendo, o tener hambre de justicia, no estamos entendiendo el significado correcto de sus palabras y, por lo tanto, las rechazamos porque creemos que son contrarias a nuestra idea de un Dios bueno. Sin embargo, si logramos comprender que las bienaventuranzas son las enunciadas en la segunda parte de cada frase -poseer el reino de los cielos, ser consolado, alcanzar misericordia, contentarse con la justicia- entonces nuestra forma de entender será completamente trastocada y todo adquirirá un significado diferente y será hasta una invitación provocadora.

Ya no se trata de la lógica, habitual entre nosotros, que se basa en la creencia de que la compensación se obtiene de Dios gracias a las buenas obras realizadas, sino que se confirma que las palabras de Jesús son pronunciadas en la lógica del amor, hacia el cual todas las cosas humanas, incluso las más miserables y degradantes, pueden ser redimidas y elevadas, si se viven por amor.

Jesús asegura a sus seguidores que pueden ser felices, es decir, tener esa bienaventuranza que proviene de poseer el Reino de Dios, de ser consolados, de obtener misericordia y de estar satisfechos con la justicia, aunque en su experiencia humana experimenten situaciones en las que hay llanto, pobreza, sufrimiento, rechazo y falta de justicia. Lo decisivo, sin embargo, es que el objetivo de sus acciones no es simplemente disfrutar de la vida, poseer y acumular riquezas, vivir cómodamente, buscando comprensión y justicia de los demás, sino implicarse y entregarse a los demás en una lógica cuyo único principio de referencia es el amor.

Así que a la luz de estas observaciones podemos intentar preguntarnos nuevamente por qué siempre es tan difícil aceptar estas bienaventuranzas propuestas por Jesús, a pesar de que es evidente que, poniendo patas arriba la lógica de la interpretación, los objetivos que Él, el primer bienaventurado, propone para nosotros con este discurso son realmente muy importantes.

La respuesta está en el hecho de que, en su mayor parte, vivimos nuestras vidas a un nivel mucho más bajo que el de las bienaventuranzas. En este nivel todo se compara y se mide en base a objetivos mucho más limitados, con los que ahora hemos aprendido a contentarnos, sin esperar más. Son el bienestar, el poder, la riqueza, la justicia de las leyes humanas, la salud,…, y los utilizamos hábilmente como escudos para ocultarnos la miseria de nuestras limitaciones humanas de las que nos avergonzamos profundamente.

Salto cualitativo

jesus_jovenesJesús, con este discurso, nos propone en cambio un salto cualitativo para vivir en una dimensión superior, en la que siendo hijos de Dios, es decir, pertenecientes a su Reino, la justicia, la mansedumbre, la consolación y el perdón puedan convertirse en objetivos concretos de una vida nueva que logra aceptar -porque las redime con amor- todas esas limitaciones humanas que tanto nos mortifican.

La tarea concreta del discípulo de Jesús, a la luz de las Bienaventuranzas, no es convertirse en “buenas personas”, conocedores o estudiosos de su religión, sino vivir su vida como experiencia de una realidad superior, compuesta de cosas maravillosas que constituyen precisamente la propuesta divina de bienaventuranza que surge de su ser amor por nosotros.

La enseñanza que Jesús nos propone con este Evangelio, también a nosotros, las personas del tercer milenio que queremos ser sus seguidores, es intentar sentir, pensar, actuar, vivir como Él, el Bienaventurado por excelencia:

1.- Tratar de buscar nuestra mayor felicidad en el Reino de Dios, es decir, en ser hijos y herederos suyos, y así descubrir que la pobreza ya no nos asustará, porque podremos distinguir lo superfluo de lo esencial;

2.- Tratar de convertirnos en personas verdaderamente amables, para que ya no tengamos que inventar formas de defendernos de los poderosos;

3.- Tratar de practicar siempre la justicia del perdón dirigida a todos, para que ya no sintamos la necesidad de escribir leyes imperfectas que no hacen justicia a nadie;

4.- Tratar de comprometernos cada día a compartir el sufrimiento de los demás, para no tener miedo de nuestro propio sufrimiento;

5.- Tratar de ser siempre misericordiosos y dispuestos a perdonar a todos, así seremos siempre objeto de la inmensa misericordia de Dios.

Elevar una figura humana ‘a los honores de los altares‘ comporta el riesgo de ‘angelizarla’, de ‘sublimarla’, de sustraerla, por tanto, a aquellos aspectos de humanidad que le son propios, o a las consecuencias de elecciones equivocadas

Reconozco que elevar una figura humana ‘a los honores de los altares‘ comporta el riesgo de ‘angelizarla‘, de ‘sublimarla‘, de sustraerla, por tanto, a aquellos aspectos de humanidad (incluso ligados a los propios límites, a los propios defectos, a los errores personales experimentados durante la propia vida humana) que le son propios, o a las consecuencias de elecciones equivocadas que esta misma persona hizo en vida. Y entiendo que reconocer y proponer universalmente, siguiendo el camino articulado que sigue la Congregación para las Causas de los Santos, la “santidad” de un individuo significa afirmar que esta persona se encuentra ahora “en su destino“, en esa visión beatífica que en la teología cristiano-católica se realiza con el encuentro con Dios en el más allá.

¿Qué es la santidad cristiana?

jesus-woman-taken-adultery_1344951_tmbTantas veces me he preguntado qué es la santidad cristiana: ¿se trata de ser creyentes o de ser, también, creíbles? Creo que un criterio, y que a mí me ayuda, se encuentra en la invitación del Papa San Pablo VI: el mundo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros (cf. Discurso a los miembros del “Consejo de los Laicos“, 2 de octubre de 1974). Por eso me he referido a las bienaventuranzas evangélicas, porque el Bienaventurado nos presenta a todas las personas que son testigos creíbles que el mundo necesita: hoy no menos que ayer.

Seguramente por mi ignorancia, lo confieso, la canonización de Carlo Acutis me deja un tanto ‘perplejo. En lo que yo he leído, se alaba su devoción a los sacramentos más que su aptitud para la vida social y el voluntariado; más que su asiduidad a la lectura de las Escrituras se alaba su asistencia a la Misa. También se ensalza su pasión por la informática, una cualidad muy común a su edad, tomando como ejemplo su página web dedicada a los milagros eucarísticos: hechos reconocidos hace siglos, fácilmente reinterpretados a la luz de los conocimientos médicos actuales, y que parecen, cuando menos, pintorescos a los ojos de un joven de hoy.

No me cabe la menor duda de que Carlo Acutis era un buen muchacho y cristiano, con una personalidad y una fe aún en evolución, que probablemente intentaba llevar adelante la santidad de la vida cotidiana. Pero cierta presentación de su persona, de su vida, de su itinerario creyente en lugar de convertirlo en un modelo para el siglo XXI quizá, a mí me lo parece, sí lo proyectan décadas atrás.

¿La Iglesia pide a un adolescente del siglo XXI que encarne esta idea de santidad: adorar los milagros, ir a Misa más que los demás y confesarse continuamente? No sé si se trata de pedir eso u otra cosa. Ciertamente para entender qué y cómo presentar el modelo cristiano de bienaventuranza y santidad necesitamos recalibrarnos y renovarnos en la dinámica real de los adolescentes y jóvenes de nuestro tiempo. Sólo así podremos permitir a los adolescentes y jóvenes adherirse más auténticamente a un proyecto de vida cristiana, bienaventurado y santo, propio de este kairos o quizás reinventarlo con la ayuda del Espíritu en el siglo XXI.

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Proyecto de fe y de vida

Ciertamente un proyecto de fe y de vida que se alimenta en la Eucaristía y que se renueva en la Reconciliación, pero que tiene otras marcadas dimensiones -una de ellas, por ejemplo, la dimensión social-: con la conciencia de que “no todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7, 21-23).

Acabo ya. Nuestro siglo XXI también es un escenario de batallas y conflictos, de victorias para unos, de derrotas para otros, y de violencia para todos. Sin embargo, donde antes se derramó sangre, donde la historia ha tomado rumbos diferentes,…, vuelve el sol, vuelve la luz, en la serena tranquilidad de la vida que siempre renace. Porque la vida tiene una fuerza inagotable por la que siempre merece la pena despertar cada día. La santidad es, quizá, esto mismo: apostar por la vida, darse siempre una nueva oportunidad, cultivar la esperanza. Y la confianza en que la realidad exige que también se diga esto: la vida continúa.

Espiritualidad, General, Iglesia Católica , , , , ,

“Canonizaciones, una invitación a pensar”, por Ivone Gebara, Brasil.

Domingo, 11 de mayo de 2014
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canonizacion-Juan-Pablo-II-y-Juan-XXIII-plaza-san-pedro-4Leído en Adital:

Muere la última testigo del asesinato de Romero

La multitud de fieles en la Plaza de San Pedro fue impresionante el pasado veinte de abril. La fuerza del catolicismo reapareció nuevamente públicamente con todo su vigor, particularmente, en su capacidad de proponer a los fieles vivos, su adhesión a algunos muertos como símbolos de un cristianismo/catolicismo bien vivido. Juan XXIII y Juan Pablo II fueron elevados a los altares y ahora son “sujetos” de veneración del pueblo católico de todo el mundo. Muchas dudas y críticas así como adhesiones y elogios circulan en los medios de comunicación social en relación a los nombres indicados. No es posible llegar a un consenso entre las opiniones, debido a la pluralidad del “Pueblo de Dios”. La jerarquía clerical responsable de las decisiones, juzgó las indicaciones y tomó la decisión final ejecutada por el papa en solemne misa. Desconozco si los jerarcas recordaron las devociones de los más pobres, poco aficionados a venerar papas muchas veces identificados como reyes o señores poderosos. Las devociones de los pobres son más vinculadas a la Virgen María, a Jesús y a los santos más tradicionales como San Francisco, San José, San Expedido, tipos de santos que piensan más capaces de entender su sufrida vida cotidiana.

La cuestiones sobre las que quiero reflexionar, hasta cierto punto van más allá de las personas canonizadas y pretenden abrirse a otra problemática. ¿Podemos imitar a los santos, a los mártires, a los héroes, a grandes líderes? ¿Cómo puede hacerse tal imitación? Es que ellos después de muertos, ¿serian poseedores de cualidades superiores y estarían exentos de los límites de su propia historia? ¿No estaríamos nosotros alienándonos de nuestra responsabilidad histórica o personal de reconocer que cada uno tiene que vivir su historia y opciones propias? ¿No estaríamos dejando de lado las opciones de mujeres y hombres en la construcción de nuestra historia actual, para seguir modelos que, aunque hayan tenido su valor, no podrán ser imitados? ¿Que imitar en ellos? Y ¿Cómo hacerlo de hecho? Las preguntas son existenciales, no abstractas, tomando en cuenta que van a exigir comportamientos personales en nuestra historia actual.

En la propuesta de imitación que presentan algunos grupos de la Iglesia Católica, ciertamente no entran consideraciones más críticas en relación a los escogidos para la santidad. ¿Por qué no llamar la atención también sobre los errores cometidos en el pasado que no deberían repetirse? Así percibiríamos, tal vez con mayor claridad la mezcla y contradicciones presentes en el ser humano y en sus acciones.

Pero, probablemente este procedimiento crítico y realista mancharía la figura del santo o del héroe y saldría del esquema de perfección dualista, presente en la Iglesia. Quedaría también fuera de la oposición, firmemente mantenida por la mayoría entre cielo y tierra, entre Dios y los hombres, entre el bien y el mal, entre ángeles y demonios. De hecho se admite en los medios de iglesia que el santo o el héroe no haya sido perfecto, pero no se habla directamente de lo que podría haber sido evitado, o de lo que puede parecer criticable, en la perspectiva del bien común, concretamente situado y fechado.

na21fo01Los escogidos para la santidad institucional aparecen como prototipos de bien, de valentía, de justicia, de tal forma que sus debilidades y cobardías no salen a luz. Una vez más, el “hombre ideal” o idealizado y “la mujer idealizada” según algunos parámetros establecidos, es presentado como modelo a los fieles. Este modelo pasa encima de lo ordinario de la vida y es capaz de acentuar sacrificios inútiles y neurosis de muchos tipos en los fieles. Conocemos, además, vidas de santos/as que se infligieron torturas y sacrificios corporales que ya no tiene sentido imitar.

Intuyo que muchas veces tenemos poca conciencia del significado alienante de las imitaciones. Al imitar a alguien, dejo de mostrar mis dones personales, dejo del lado mi propia manera de ser, dejo de reconocer mi capacidad personal y, de cierta forma, me disminuyo buscando en la persona ajena, mi realización personal. La imitación propuesta en el catolicismo no es como el arte del teatro, en que el actor o actriz interpretan a un romántico apasionado o un cruel dictador y después vuelven a ser ellos mismos, a la espera de nuevos papeles.

La imitación que la Iglesia propone es una especie de conformidad a un ideal de vida considerado más perfecto que otro y por eso digno de ser imitado. Sin duda muchos fieles saben que ciertas vivencias personales u opciones, no pueden ser imitadas. En ese caso se exaltan las virtudes que presumiblemente el santo/a habría vivido y esas virtudes comienzan a ser proclamadas porque fortalecen las convicciones de la institución religiosa. Es interesante notar que las virtudes de obediencia a un modelo de ser humano que la Iglesia considera más próximo a la voluntad divina, parece ser una constante en los modelos de santidad. Los santos son, salvo excepciones, sumisos a la Iglesia jerárquica y si no lo fueron durante su vida, pasan a serlo después de muertos. La vida del santo/a es reinterpretada de forma que pueda servir a los intereses y a los valores defendidos por la institución.

Otra cuestión es la de saber qué criterios seguir para elevar a los altares y decretar que la vida de esa persona es digna de imitación. ¿Que motiva a algunas personas a querer declarar santo/a a alguien? ¿Pensarían ellas que eso promovería y agregaría valor y gloria a los fieles difuntos? ¿Qué razones tiene el papado para escoger y decretar su santidad? ¿Cómo pueden los jueces de una causa de beatificación o de santificación, juzgar que aquel individuo fue agradable a Dios? ¿De qué Dios se está hablando? ¿Qué modelos de Dios, están en juego? ¿Qué implicaciones políticas y económicas tienen esas acciones que de repente ponen una aureola en la cabeza de un “muerto” y mandan imprimir estampas para ser vendidas o distribuidas a los fieles? Todo lo anterior sin hablar de los extraordinarios milagros muchas veces exigidos, como forma de probar la santidad de alguien.

¿Por qué no decir que las personas y en ellas se incluye ciertamente a quienes físicamente ya salieron de esta historia, nos inspiran, nos ayudan a llevar nuestras cargas, nos enseñan según nuestras necesidades? La inspiración parece un fenómeno que indica una mayor libertad que la imitación. Pero la canonización no va por ese camino. Tiene que ver con Canon, con leyes que se establecen para los fieles, aunque se diga que cada uno es libre de escoger o no la vida de este o de aquel santo como su modelo.
Soy consciente de tener más preguntas que respuestas y en las preguntas manifiesto mi inquietud por los rumbos que está tomando el Papa Francisco sobre el lugar de devoción en la vida de los católicos.

Si bien reconozco la calidad de su persona, sus discursos y acciones en relación con los pobres de este mundo, me inquieta la contradicción en su teología. Y esta contradicción, en mi opinión, disminuye el poder de su palabra, especialmente cuando se trata de la justicia en las relaciones humanas.

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