Comentarios desactivados en “El camino de la vida”: Santiago, apóstol – B (Mateo 20,20-28)
Solemnidad de Santiago, apóstol, patrono de España
En pocos años ha crecido de manera insospechada el número de gentes, sobre todo jóvenes, que recorren «el camino de Santiago». No es fácil saber a qué se debe exactamente tal atracción. Peregrinar es mucho más que hacer deporte o vivir una aventura. Mucho más que emprender un viaje turístico o recorrer una ruta cultural. ¿Qué buscan quienes se ponen en camino hacia Santiago?
El camino ha sido desde muy antiguo un símbolo empleado para significar la vida humana. Vivir es caminar, dar pasos, marchar hacia el futuro. Lo dijo de forma bella Jorge Manrique en sus famosas Coplas: «Partimos cuando nacemos andamos mientras vivimos y llegamos al tiempo que fenecemos así que cuando morimos descansamos». Quien peregrina largas horas fácilmente comienza a repensar su vida de peregrino por esta tierra.
El camino es siempre marcha hacia adelante: ¿hacia dónde? El peregrino se pone en camino por algo: ¿qué le anima a emprender la marcha? Sin meta no hay camino sino un ir de una parte a otra vagando sin sentido. Solo la meta convierte el recorrido en camino. Solo la meta da sentido a los esfuerzos de cada día. La pregunta es inevitable: ¿Cuál es la meta de la vida?, ¿hacia dónde hemos de encaminar nuestros pasos?
Siempre se emprende el camino con esperanza y cierto temor, con confianza y con incertidumbre. Es necesario andar el camino acertado, no extraviarse, no seguir caminos equivocados. Así sucede también en la vida. Hemos de encontrar nuestro propio camino: ¿qué quiero hacer con mi vida?, ¿a qué quiero dedicarla? La grandeza de una persona se mide por la meta a que aspira y por el ideal que moviliza sus esfuerzos. Solo cuando sigue su vocación personal, sale el joven de la indefinición y del gregarismo.
Con el paso de los días, la peregrinación se va convirtiendo en escuela que permite ahondar en lo esencial de la vida. El cansancio, la marcha en silencio, la perseverancia en el esfuerzo, van conduciendo al peregrino hacia el fondo de su corazón. Es entonces cuando pueden brotar las preguntas esenciales: ¿No es Dios la meta última del ser humano? ¿No es la vida un peregrinar hacia nuestra patria verdadera? ¿No es Cristo el camino que hemos de seguir para encontrarnos con el Padre?
La llegada a Santiago, el encuentro con el apóstol testigo del Señor, la acción de gracias a Dios, la súplica callada, la reconciliación sacramental y la participación en la eucaristía puede culminar una experiencia religiosa renovadora como pocas.
Comentarios desactivados en 25.7.24. Santiago, hermano de Juan ¿Un lobby zebedeo?
Del blog de Xabier Pikaza:
La figura de Santiago, a quien Hech 12, 2 llama “hermano de Juan” ha sido desde el siglo XI d.C. una figura importante del cristianismo occidental (jacobino o jacobeo), como indicaré a continuación:
1.Introducción sobre los “santiagos” del NT y de la tradición cristiana.
Mc 10, 35-45: Contra un riesgo Zebedeo de Santiago: Jesús no ha venido a dominar sobre iglesias y pueblos, sino a dar su vida, como Hijo el del hombre, a favor todos
Lc 9, 55: Jesús reprime a Santiago (y a su hermano) porque quieren mandar fuego del cielo contra sus enemigos, diciéndoles “no sabéis de qué espíritu sois”.
| Xabier Pikaza
INTRODUCCIÓN.
Hubo al principio de la Iglesia diversos “santiagos” (=jacobos), entre los que destacan dos:
— Santiago el Menor o Pequeño , hermano del Señor Jesús , a quien se suele llamar “el menor” o pequeño, dirigente máximo de la iglesia judeo-cristiana de Jerusalén, que participa en el “concilio” del año 49/50 y que mantiene una polémica apasionada y leal con Pedro y Pablo.
— Santiago el Zebedeo, hermano de Juan (Hech 12,2), llamado el “Mayor” o “grande por su estatura o porque que tuvo un papel importante en la historia de Jesús y en la primera iglesia de Jerusalén. Éste es el Santiago a quien la tradición posterior ha vinculado a Compostela, cuya fiesta hoy celebramos y cuya historia bíblica quiero recoger brevemente.
Historia de Santiago Zebedeo.
Según la tradición de los sinópticos (no del evangelio Juan), los “zebedeos, Santiago (=Jacob) y Juan forman parte del grupo de los primeros llamados (Mc 1, 19) y aparecen como miembro del grupo de los tres o cuatro discípulos preferidos de Jesús (cf. Mc 1, 29; 5, 37; 9, 2; 13, 3; 14, 33 par), cuya historia he precisado en otro lugar (comentarios a Marcos y Mateo).
Jesús (o la primera tradición de la iglesia) les ha dado el nombre de Boanerges, hijos del trueno (Mc 3, 17), quizá por su ardor mesiánico (vinculado al fuego de Dios), aunque es posible que la palabra «trueno» se utilice en sentido apocalíptico(cf. Ap 10, 3-4; 11, 19; 16, 18). Ellos serían testigos apasionados de la obra de Jesús, preparando en Jerusalén la llegada del Reino de Dios.
También les encontramos entre aquellos que quieren ocupar los primeros puestos en el Reino (cf. Mc 10, 35.41) y quieren que el fuego de Dios destruya a los que no reciben a Jesús, en especial a los samaritanos (Lc 9, 54. En esa línea, Santiago y Juan han sido fuertemente criticados por Jesús (según Marcos y Lucas).
— Santiago representa en esa línea una iglesia de poder, una iglesia que espera a Jesús, que llegará muy pronto, en Jerusalén, para instaurar un Reino Universal, de tipo socio-político y religioso. Así aparece varias veces en los sinópticos, especialmente en el evangelio de Marcos.
— Santiago y Juan (con Pedro) han sido testigos de algunos milagros de Jesús (“resurrección” de la Hija de Jairo…: Mc 5) y ha recibido en el Tabor la promesa y garantía de la resurrección de Jesús (Mc 9), aunque ha corrido el riesgo de entenderla en línea de toma de poder.
Santiago Mártir
A pesar de teso, Santiago el Mayor o Compostelano, hermano de Juan, ha sido un testigo fiel de Jesús, dejándose matar por el Reino de Cristo, aceptando paradójicamente la muerte… Éste es su cambio, esta es su conversión… Quería “reinar”, pero aprendió a morir:
—Así se lo dice Jesús según la tradición de Mc 10: “mi cáliz beberéis…”. Santiago y Juan, los partidarios de un reino “político” (casi militar) de Jesús aparecen en el evangelio como llamados al martirio… Reinar significa estar dispuesto a morir por los demás. Ha debido ser un hombre “fogoso” (de fuego, como indica la tradición.
— Este Santiago ha sido un miembro importante de la iglesia, uno de los dirigentes de la comunidad primitiva de Jerusalén, pues Hech 12, 2 afirma que el rey Agripa (41-44 d. C.) hizo matar a Santiago, el hermano de Juan, como supone de un modo indirecto Mc 10, 39, donde Jesús le asegura que será capaz de beber su cáliz, lo mismo que su hermano Juan.
En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles.2 Y mató a espada a Saniado hermano de Juan.3 Y viendo que esto agradaba a los judíos, procedió a prender también a Pedro (Hech 12, 2).
Este Santiago actuó en la iglesia de Jerusalén como miembro del “lobby más político/social de Jesús“… Y así lo vio el rey Agripa, a quien el emperador Claudio hizo rey de 41 d. C., con el intento fracasado de “pacificar” todo el territorio de Israel/Palestina… Y para dar “ejemplo” contentar a otros “lobbis” judíos le mando ejecutar, queriendo matar también a Pedro.
Pedro logró escaparse, con la ayuda de un “ángel”, es decir, de buenos amigos en la administración judía, como indica con toda precisión Hechos 12. Conforme a la indicación de Mc 10, dirigida a Santiago y a su hermano Juan…. (mi cáliz beberéis…) da la impresión de también Juan fue ejecutado por cristiano peligroso… y pudo ser, pero mucho más tarde, según la tradición, pues en en concilio de Jerusalén (año 49, Hch 15 y Gal 2), Juan participa junto a Pedro en el grupo “pro-judío” (de la diarquía pro-judía) del Concilio, pero pactando con los otros dos grupos, el de Pablo/Bernabé y el de Jacobo, hermano del Señor.
Tradición posterior, Santiago en Compostela
Es prácticamente imposible que este Santiago saliera de Jerusalén para venir en cuerpo mortal a Zaragoza (donde la visitó la Virgen del Pilar) y para llegar hasta Compostela, de donde volvió a Jerusalén — Durante 10 años (del 30 al 40 d.C.), Santiago Zebedeo fue con Pedro y Juan dirigente máximo de la Iglesia de Jerusalén (condenado a muerte precisamente por ello).
— Durante esos años, la Iglesia de Jerusalén no mandó misioneros por el mundo, cosa que empezará a hacer sólo tras el Concilio del 49/50…. Cuando al fin de la carta a los Romanos Pablo dice que quiere llegar a España está suponiendo (=afirmando) que ningún cristiano ha llegado antes allí como misionero.
Pero la tradición posterior ha hecho bien (simbólicamente) al llevar a Santiago Zebedeo por Zaragoza (revelación de la Madre de Jesús como pilar de la iglesia hispana) hasta a Compostela… para volverle a llevar de muerto a Compostela, conservando allí su cuerpo (su memoria) como signo de la misión occidental del evangelio, hasta los límites de Finis-terrae, fin de la tierra. donde está enterrado en sentido simbólico muy profundo, en un campo de estrellas.
Esa ha sido para la iglesia de occidente la primera peregrinación “espiritual”, simbólica… respondiendo al ardor de Santiago Zebedeo, el primer apóstol que muere por defender a Cristo (siendo como era ardoroso, incluso en sentido político/militar, como le verá más tarde la tradición de Compostela).
Esa tradición posterior, que aparecen en los escritos apocalípticos de San Beato de Liébana, le ha vinculado desde el siglo X/XI con la ciudad hispana de Santiago de Compostela, donde estaría enterrado, al occidente del mundo antiguo, lugar que se ha convertido en uno de los santuarios preferidos de la cristiandad. Santiago aparece así como otro Pablo… Apóstol de Jesús que llegó con el evangelio militante al extremo de la tierra conocida. Ciertamente llegó “en espíritu”, y sigue estando en Compostela, recibiendo a todos los que van…
El tema real no es si Santiago llegó físicamente a Compostela o si está enterrado allí (que lo está, en espíritu). El problema es “qué santiago llegó…” y sigue estando en Compostela:
— Si el primer Santiago Boanerges, hijo de trueno, que quería imponerse políticamente sobre el mundo, haciendo que Dios mandara fuego del cielo para matar a los enemigos…
— O si el Santiago Santiago que fue ajusticiado por el rey Herodes Agripa hacia el año 41 d.C. porque causaba conflictos en su Reino político-militar (donde quiso actuar como un Netanyahu antiguo).
De la identidad de Santiago Zebedeo y de su conversión depende el futuro de la Iglesia, no sólo de la iglesia compostelana (donde se conserva su memoria), sino de la Iglesia universal… pues a partir de la muerte de Juan Zabedeo, convertido al fin a Jesús, comenzó la gran salida de Pedro y Pablo, que ha llegado y sigue llevando el evangelio a todos los pueblos de la tierra
PETICIÓN Y PROFECÍA DE LOS ZEBEDEOS (Mc 10, 35-45)
(a. Petición) 35 Y se le acercaron Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte.36 Jesús les preguntó: ¿Qué queréis que haga por vosotros? 37 Ellos le contestaron: Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria.
(b. Respuesta. Profecía) 38 Jesús les replicó: No sabéis lo que pedís. )Podéis beber el cáliz que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que seré bautizado?39 Ellos le respondieron: Sí, podemos. Jesús entonces les dijo: Beberéis el cáliz que yo he de beber y seréis bautizados con el bautismo con que yo seré bautizado. 40 Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado.
(c. Confirmación) 41 Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Jacobo y Juan. 42 Jesús los llamó y les dijo: Sabéis que los que parecen mandar a las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus magnates las oprimen. 43 No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; 44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos. 45 Pues tampoco el Hijo del humano ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por mucho (1)
Como representantes de la lógica del mando ha presentado Marcos a Jacobo y Juan, los primeros conspiradores de la iglesia, que utilizan a Jesús para saciar su sed de jerarquía. No buscan algo nuevo, insisten en la línea anterior de búsqueda de “poder”, de Roca (es decir Pedro) o de los Doce (9, 33-34; cf. 8, 33).
Juan es sin duda un reincidente, pues ya quiso controlar el Nombre de Jesús, impidiendo que un exorcista no comunitario pudiera valerse del nombre de Jesús (9, 38-41). Ambos son “hijos del trueno” (Mc 3, 17), en línea de fuego y violencia, pues quisieron que el fuego del cielo destruyera a lo samaritanos, un día que no quisieron recibirles (cf. Lc 9, 54). Habían sido llamados al principio para la pesca final (1, 16-29); unidos a Pedro, acompañaron a Jesús en la “resurrección” de la hija del Archisinagogo (5, 37) y en la transfiguración (9, 2).
Por eso, al pedirle ahora un puesto a la derecha e izquierda de su gloria, parecen responder con confianza a su confianza. Es lógico y bueno lo que piden (estar siempre al lado de Jesús), pero lo piden con lógica de mando, elevándose sobre el resto de los discípulos, y sobre todos los que forman el reino de Jesús, ocupando los puestos fundamentales “en su gloria” (en tê doxê sou), compartiendo su poder o su realeza. Es evidente que, siguiendo el orden en que aparecen siempre, Jacobo (¡quizá el mayor!) ocuparía el trono o asiento a la derecha de Jesús y Juan a su izquierda. Así formarían con Jesús el triunvirato del Reino. Pueden pensar en un reino político, que se instaurará en Jerusalén, tan pronto como lleguen (a pesar de los anuncios de derrota y muerte de Jesús). Leer más…
En el Nuevo Testamento hay tres Santiago: el Mayor, hermano de Juan, cuya fiesta celebramos hoy; el Menor, hijo de Alfeo; y Santiago, «el hermano del Señor», que desempeña un papel muy importante en los Hechos de los Apóstoles; Eusebio de Cesarea lo presenta como el primer obispo de Jerusalén.
Lo fundamental de la 1ª lectura, tomada del libro de los Hechos, es la última frase, sobre la decapitación de Santiago por orden de Herodes Agripa I, nieto de Herodes el Grande. Como esto se cuenta en menos de un versículo (12,1b), la liturgia ha antepuesto un fragmento sobre el testimonio de los apóstoles a partir del c.4, utilizando varios versículos, suprimiendo otros, y cambiando su orden (4,33.5.12.27b-33). La muerte de Santiago queda enmarcada en el valor de los apóstoles, que se consideran obligados a «obedecer a Dios antes que a los hombres», aunque les cueste la vida.
La 2ª lectura (2 Corintios 4,7-15) habla también de las persecuciones y dificultades del apóstol, pero Pablo está seguro de que «quien resucitó al Señor Jesús, también con Jesús nos resucitará a nosotros».
Evangelio (Mateo 20,20-28)
Conviene situarlo en su contexto. Jesús acaba de anunciar su muerte y resurrección. ¿Cómo reaccionarán los doce? Al primer anuncio reaccionó Pedro protestando. Al segundo siguió un silencio cargado de tristeza. Al tercero reaccionan todos de la manera más imprevisible, como si no se hubieran enterado de nada.
Entonces la madre de Santiago y Juan, que no estaba presente durante el anuncio anterior, pide para sus hijos algo totalmente contrario a lo que Jesús ha venido enseñando.
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacer una petición.
Él le preguntó:
-¿Qué deseas?
Ella le contestó:
-Manda que, cuando reines, estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
Jesús contestó:
-No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber la copa que yo voy a beber?
Le contestan:
-Podemos.
Les dice:
-Mi copa la beberéis, pero sentarse a mi derecha e izquierda no me toca a mí concederlo; será para los que mi Padre tiene destinados.
Cuando los otros diez lo oyeron, se indignaron con los dos hermanos.
Pero Jesús los llamó y les dijo:
-Sabéis que entre los paganos los gobernantes tienen sometidos a los súbditos y los poderosos imponen su autoridad. No será así entre vosotros; antes bien, quien quiera ser grande entre vosotros que se haga vuestro servidor; y quien quiera ser el primero, que se haga vuestro esclavo. Lo mismo que el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por todos.
El relato de Mateo se basa en el de Marcos, pero introduce un cambio curioso. En Marcos son los dos hermanos quienes hacen la petición; en Mateo es la madre. No creo que responda a la tendencia habitual de Mateo de exculpar a los discípulos, porque Santiago y Juan se hallan presentes. Incluso quedan peor que en Marcos, porque buscan una recomendación.
La petición la interpretamos mal si la aplicamos a lo que ocurrirá «en el cielo». Los dos hermanos y su madre están pensando en lo que ocurrirá «en la tierra», cuando Jesús triunfe y se convierta en rey de Israel en Jerusalén. Quieren un puesto a la derecha y otro a la izquierda: Presidente de Gobierno y Primer Ministro. Para ellos, lo importante es subir. No aceptan el sufrimiento, ni ser como niños, ni han caído en la cuenta del escándalo que provocan con su actitud.
La respuesta de Jesús, menos dura de lo que cabría esperar, procede en dos pasos. En primer lugar, les recuerda que para triunfar hay que pasar antes por el sufrimiento, beber el mismo cáliz de la pasión que él beberá. No queda claro si Juan y Santiago entendieron lo que les dijo Jesús sobre su cáliz y su bautismo, pero responden que están dispuestos a lo que sea. Entonces Jesús, en un segundo paso, les echa un jarro de agua fría diciéndoles que, aunque beban el cáliz, eso no les garantizará los primeros puestos. Están ya reservados, no se dice para quién.
Los otros diez también reaccionan en contra de la enseñanza de Jesús. No hay corrección fraterna individual sino indignación comunitaria.
Jesús aprovecha para enseñarles cómo deben ser las relaciones dentro de la comunidad. En la postura de los dos hermanos detecta una actitud muy humana, de simple búsqueda del poder. Para que los discípulos no caigan en ella, Jesús les presenta dos ejemplos opuestos: 1) El que no deben imitar: el de los reyes y monarcas helenísticos, famosos por su abuso del poder. 2) El que deben imitar: el del mismo Jesús, que ha venido a servir y a dar su vida en rescate por todos.
En medio de estos dos ejemplos queda la enseñanza capital: «el que quiera subir, sea servidor vuestro y el que quiera ser primero sea esclavo vuestro». En la comunidad cristiana debe darse un cambio de valores absoluto. Pero esto es lo que debe ocurrir «entre vosotros», dentro de la comunidad. Jesús no dice nada a propósito de lo que debe ocurrir en la sociedad, aunque critica indirectamente el abuso de poder. Es importante tener presente que este texto no puede usarse hipócritamente contra los políticos, sin aplicarnos a nosotros la segunda parte.
Reflexión final
Las tres lecturas nos sugieren que la fiesta de Santiago no debemos utilizarla para lanzar las campanas al vuelo en plan nacionalista y superficial. Su ejemplo, y el de los demás apóstoles, fue la entrega plena a la proclamación del evangelio, aunque implicase persecuciones y muerte. Santiago nos anima a ser fieles a Jesús y al evangelio.
Comentarios desactivados en 25 de julio de 2024. Solemnidad de Santiago
“Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros; el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo”
Esta fiesta de Santiago que se nos cuela en pleno domingo viene a recordamos algo muy importante: somos peregrinas, peregrinos. Necesitamos que nos lo recuerden porque nos pasa como a los discípulos, que se nos olvida, y en lugar de querer caminar tras las huellas de Jesús andamos buscado lugares de privilegio. Asientos de mando. Puestos importantes.
Sea como sea, los puestos importantes junto a Jesús no son como los imaginamos. El trono de Jesús es una cruz, es decir, el último y más inhóspito lugar. Si queremos estar a su derecha o a su izquierda nos espera una cruz, un lugar marginal. Esta es su manera de ser grande. Así no los manifiesta Él mismo a lo largo de toda su vida. Y así nos lo han ransmitido las primeras comunidades de creyentes que consignaron por escrito la vida y la enseñanza de Jesús, pero cuando leemos el evangelio, además de descubrir la grandeza de la Buena Noticia, se pone de manifiesto también la torpeza humana.
Aquellos primeros seguidores no entendían a Jesús. Lo habían dejado todo y andaban por Galilea detrás del Maestro, pero a cada paso se ponía de manifiesto que ni siquiera la convivencia estrecha con Jesús es suficiente para entrar en su Reino.
Y no es que el Reino sea difícil de encontrar, somos nosotras las que nos perdemos con soberana facilidad. Queremos ser discípulas, nos ponemos en camino, pero nos cuesta abandonarnos a un amor tan gratuito, a una verdad tan profunda y a una confianza tan extrema. Nos empeñamos en adoquinar el camino e incluso nos hemos atrevido a poner peajes. Sin embargo el Reino de Jesús es insobornable. El camino único para cada persona y solo se llega cuando acogemos a las demás como hermanas. Metiendo cualquier título que nos separe en la maleta del olvido y sirviendo, que es el segundo nombre del amor.
Oración
A tu derecha o a tu izquierda, con las manos prontas para el servicio y los pies ligeros para el camino, compartiendo tu misma suerte, tu mismo destino. Amén
Comentarios desactivados en Servir sin esperar nada a cambio
Mt 20, 20-28
No es fácil hacer una reflexión coherente en esta fiesta de Santiago. Sabemos que se trata de una fiesta más sociológica que religiosa; la prueba está en que la celebramos como fiesta o no, dependiendo de los intereses del político de turno. Desde el punto de vista religioso no tiene mayor relevancia, pero aun así debemos aprovecharla para recordar nuestros orígenes y tomar conciencia de los primeros pasos del cristianismo en nuestra España. Aunque la relación de Santiago con nuestra patria no sobrepasa el ámbito de la leyenda, puede ser una ocasión para experimentar la pertenencia.
También puede ser una buena ocasión para expresar juntos nuestro agradecimiento. Acción de gracias a todos aquellos primeros seguidores de Jesús que nos han ayudado a ser lo que somos. Y no cabe duda que la vivencia de los apóstoles fue vital para todo el que, más tarde, ha querido acercarse a él. No olvidemos que la eucaristía es siempre “acción de gracias”. En la figura de Santiago, agradecemos a todos los que nos han ayudado a iniciarnos y progresar en la fe. Conscientes de que es una riqueza que no hemos merecido, pero que tenemos que descubrir y desplegar.
La fiesta de cualquier apóstol nos recuerda que lo que nosotros pretendemos vivir hoy, ya lo han vivido hace dos mil años, otros que eran tan humanos y tan limitados como nosotros. El evangelio que acabamos de escuchar, no tiene desperdicio; pero curiosamente no es ningún alegato a favor de Santiago y Juan, y tampoco de los otros diez. El recordar esas pretensiones tan “humanas” nos lleva a los fundamentos de la primera comunidad y nos recuerda como se fue desarrollando y extendiendo desde un insignificante grupo de discípulos muy duros de mollera.
El evangelio nos recuerda una de la claves del mensaje de Jesús. No es fácil entrar en la dinámica del servicio total a los demás sin esperar nada a cambio, como actitud básica en la vida de un seguidor de Jesús. Es uno de los puntos del evangelio que están sin estrenar. Poquísimos cristianos, a través de los dos mil años de cristianismo, han sido capaces de vivir esa simple enseñanza. Hoy sigue siendo para nosotros, la piedra donde tropezamos en nuestro intento de vivir el evangelio. Descubrir que el centro es siempre el otro nos llevaría a una auténtica actitud evangélica.
Se ha utilizado la religión para escalar puestos y vivir mejor. Cuentan de un monaguillo que tocaba las campanas con todo entusiasmo a la muerte de un Papa. Cuando le preguntaron qué le ponía tan eufórico, contestó: El escalafón es el escalafón. Seguimos intentando por todos los medios, estar por encima de los demás. Ni clérigos ni laicos dejan de buscar el ser más que los demás, el mandar y disponer según su voluntad. Esa voluntad se da por supuesto que es la voluntad de Dios.
El ser humano es social en todos los aspectos de la vida, también en el religioso. El seguimiento del evangelio no se puede hacer individualmente y desentendiéndose de de los demás, pero esa interdependencia tiene que vivirse con sentido de comunidad. En ningún caso debemos refugiarnos en guetos cerrados o peor aún, defensivos contra todo lo que no somos capaces de integrar. El grupo nos tiene que ayudar a comprender mejor y a vivir el evangelio.
El evangelio propone una alternativa al poder, como dominio y opresión. Para Jesús, todo poder que no se ejerce como servicio a todos es una usurpación del evangelio. Santiago y Juan pretendían aprovechar su cercanía a Jesús como un medio para alcanzar el poder. Jesús les ofrece una alternativa a ese mismo poder. Esta propuesta desbarata nuestra instintiva tendencia al domino de otro y a la opresión. Los primeros seguidores de Jesús aprendieron la lección, aunque les costó Dios y ayuda.
La necesidad de estar por encima de los demás es signo de que estamos anclados en nuestro falso yo. Nadie podrá superar esa exigencia del ego si no deja de identificarse con la parte de sí mismo que no es más que apariencia. El evangelio de hoy nos pone en guardia sobre esa tentación de emplear la religión para estar por encima de los demás. Recordemos que la diatriba de Jesús no va dirigida solo contra los dos hermanos sino también contra los diez que demuestran tener las mismas aspiraciones.
Vamos a aprovechar esta fiesta para pensar en nuestra pertenencia a una nación. Sin duda tenemos mucho que rectificar en la forma que hemos tenido de vivir la fe en comunidad. Hemos dejado atrás el nacionalcatolicismo, pero dudo que hayamos superado el afán de vencer al opositor en lugar de convencer desde la vivencia religiosa. No podemos evocar esta fiesta para seguir defendiendo nuestros instintos patrioteros, oponiéndonos con uñas y dientes a todo el que no es de los nuestros.
La campaña de desprestigio y acoso que está sufriendo hoy el cristianismo en España no debe asustarnos y debe servir de acicate para superar actitudes trasnochadas. En vez de quejarnos, lo que tenemos que hacer es ser más fuertes, pero desde la postura de Jesús, abandonando todo privilegio y poniéndonos a nivel de los más bajos para elevar a todos desde ahí. Los apóstoles no lo entendieron todo de repente, pero supieron aprender de sus mismos errores. Los fallos tienen que hacernos más firmes.
También tiene sentido celebrar con los no creyentes una fiesta sociológica. Cada pueblo, y el conjunto de todos los pueblos de España, tenemos que vivir en comunidad para poder solucionar los problemas que afectan a todos. El primer requisito para que nos comprometamos en la búsqueda del bien común, será potenciar el sentido de pertenencia. El pertenecer a una familia no impide, sino que potencia la pertenencia a un pueblo o ciudad, sea grande o pequeña. La pertenencia a un municipio no tiene que impedir para nada la integración en la región. Si la pertenencia a una comunidad no me hace sentirme más seguro y más libre es que están mal planteados.
Jesús nos dijo: “No será así entre vosotros”. Pero la historia y los oprimidos nos dicen: “Ha sido y sigue siendo así entre nosotros”. Seguimos con la misma dinámica de los dos hermanos. Debemos comparar lo que vivimos con la propuesta de Jesús. No vale la excusa: “primero hay que servir a Dios y luego a los hombres”. Esta idea es sencillamente diabólica, porque bajo el pretexto de servir a Dios, estamos preparados para servirnos de todo dios, y dispensarnos de servir a los demás.
Ni poder ni riqueza ni honores tienen valor para Jesús, porque no ayudan a ser más humanos. Lo único que nos hace más humano es el servicio a los demás. El único valor absoluto es el hombre, cualquier hombre; a él tiene que estar orientado todo lo demás. Esta actitud, que es la clave del mensaje de Jesús, la hemos cambiado por otra que no se le parece en nada. Para la Iglesia, lo importante es la institución no la persona. En nombre de la institución se puede machacar impunemente a la persona concreta, poniendo como excusa que hay que sacrificarse por la comunidad.
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó:
-“¿Qué deseas?”.
Ella contestó:
– “Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”.
Pero Jesús replicó:
– “No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?”.
Contestaron:
-“Lo somos”.
Él les dijo:
– “Mi cáliz lo beberéis, pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre”.
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo:
– “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”.
Parece que la búsqueda de poder, en todos los niveles, es tan antigua como la humanidad. También en el reducido grupo de Jesús, que siempre lo denunció con fuerza, afloró la lucha interna por ese motivo. El evangelista Mateo, tratando de “suavizar” la situación, pone la petición en boca de la madre de los Zebedeos, aunque sabemos por Marcos (10,35) que no fue ella, sino los propios hermanos, quienes reclamaban de Jesús los lugares de privilegio.
¿Qué tiene el poder que lo convierte en objeto prioritario de deseo? Fundamentalmente, promesa de autoafirmación, de bienestar y de seguridad. Veamos cada una de ellas.
El yo se afirma en la comparación, confrontándose con los otros -si dejara de confrontarse, saldría de la consciencia de separatividad y terminaría diluyéndose- y marcando su (imaginada) superioridad. El poder le promete una posición de superioridad e incluso de dominio, sumamente golosa para él.
El yo trata de eludir constantemente la frustración. Desde su pretensión de que la realidad responda a sus deseos, cree encontrar en el poder la posición privilegiada para conseguir todo lo que se propone.
El yo, como vacío que es, hambrea seguridad. Ahí nace su necesidad compulsiva de aferrarse a todo aquello que puede sostenerlo: posesiones, bienes, títulos, imagen, relaciones… Pues bien, el poder promete otorgarle una aureola de fuerza y de superioridad, haciéndole creer que se encuentra a salvo de los miedos.
Eso es lo que el poder promete. Pero la realidad es bien distinta: lo que realmente produce es división y enfrentamiento. Y es aquí donde se hace patente la sabiduría de Jesús, constatando cómo funciona el ejercicio del poder, previniendo de su trampa (“no será así entre vosotros”) y compartiendo su propio camino de servicio.
La sabiduría -el acierto en la existencia- no pasa por acumular poder, sino por servir hasta dar la vida. La búsqueda de poder es el programa del ego, que terminará en frustración; el servicio nace de la comprensión de lo que somos.
¿Qué hay en mí de búsqueda de poder, aunque solo sea en mis relaciones más cercanas, y qué hay de servicio?
Comentarios desactivados en El poder es como el nogal, que no deja crecer nada a su sombra.
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- Las raíces de nuestra fe y de nuestra traditio
Celebramos hoy la fiesta de Santiago Apóstol hermano de Juan, hijos del Zebedeo y apodados, “hijos del trueno” posiblemente por su violencia cercana al zelotismo.
Aunque evangelizó fuera de Jerusalén probablemente muere en Jerusalén, al poco tiempo de la muerte y resurrección de Jesús, hacia el año 41-44.
Estas celebraciones de las fiestas de los apóstoles: Pedro y Pablo, Andrés, Bartolomé, Santiago, etc. constituyen una llamada a pensar y a agradecer las raíces de nuestra fe, así como de nuestra tradición cultural.
Ellos nos transmitieron y hasta nosotros ha llegado la fe en el Señor Jesús.
02.- Resurrección de Cristo
En la primera lectura del libro de los Hechos hemos escuchado el cómo Santiago y los primeros cristianos vivían y predicaban el núcleo original de la fe cristiana: predicaban a Cristo resucitado: daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús.
La resurrección es el centro de nuestra fe y de nuestra esperanza. Sin embargo la resurrección del Señor, y la nuestra, ha quedado muy difuminada en la vida de la Iglesia. De la resurrección no pensamos ni hablamos ya ni en los funerales.
Y sin embargo la resurrección es la piedra angular de nuestra fe, porque como “aquello” (la resurrección), no; “esto” del “más acá”, tampoco…
Si Cristo no ha resucitado, nuestra fe y nuestra palabra es inútil, (1Cor 15,14).
La resurrección es la meta de nuestra esperanza y la esperanza que aguardamos es la alegría y serenidad del presente.
No nos dispersemos y perdamos el tiempo y el humor en cuestiones secundarias o terciarias.
Miremos y esperemos (esperanza) la resurrección y la vida a la que estamos llamados.
03.- Aires de Grandeza
No sé qué tiene el poder que tanto atrae.
Entre los discípulos y personas cercanas a Jesús había ansias de poder. Un grupo de discípulos esperaban un mesías poderoso; la suegra (la familia) de Pedro vivía en una fiebre de poder…, que Cristo hubo de curar. En el pasaje del evangelio de hoy encontramos la petición de la madre de los Zebedeos a Jesús de dos puestos (¿dos carteras?) en su futuro Reino (gobierno) para sus hijos.
Lo de Jesús es otra historia. Para Jesús grande es quien sirve. El poder tiraniza: los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor.
El poder tiraniza. O dicho de otra manera, el poder es como el nogal, que no deja crecer nada a su sombra.
Contrasta mucho el liderazgo de Jesús y de los cristianos con el poder mundano. La autoridad de Jesús se basa en la misericordia y el servicio. El mayor entre ellos debe ser el servidor de todos, y el primero debe ser el último. Jesús mismo es el ejemplo, ya que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida.
El modo de entender Jesús estas cosas es una llamada a reconsiderar nuestras ideas sobre el poder y el liderazgo.
En un mundo y en una Iglesia donde la grandeza a menudo se mide por el estatus, la riqueza, el apellido, los cargos, el poder, Jesús nos llama a un modelo radicalmente diferente. Nos invita a buscar la grandeza a través del servicio y la humildad, poniendo las necesidades de los demás por encima de las nuestras.
El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor
Comentarios desactivados en Santiago, apóstol – B (Mateo 20,20-28)
Solemnidad de Santiago, apóstol, patrono de España
En pocos años ha crecido de manera insospechada el número de gentes, sobre todo jóvenes, que recorren «el camino de Santiago». No es fácil saber a qué se debe exactamente tal atracción. Peregrinar es mucho más que hacer deporte o vivir una aventura. Mucho más que emprender un viaje turístico o recorrer una ruta cultural. ¿Qué buscan quienes se ponen en camino hacia Santiago?
El camino ha sido desde muy antiguo un símbolo empleado para significar la vida humana. Vivir es caminar, dar pasos, marchar hacia el futuro. Lo dijo de forma bella Jorge Manrique en sus famosas Coplas: «Partimos cuando nacemos andamos mientras vivimos y llegamos al tiempo que fenecemos así que cuando morimos descansamos». Quien peregrina largas horas fácilmente comienza a repensar su vida de peregrino por esta tierra.
El camino es siempre marcha hacia adelante: ¿hacia dónde? El peregrino se pone en camino por algo: ¿qué le anima a emprender la marcha? Sin meta no hay camino sino un ir de una parte a otra vagando sin sentido. Solo la meta convierte el recorrido en camino. Solo la meta da sentido a los esfuerzos de cada día. La pregunta es inevitable: ¿Cuál es la meta de la vida?, ¿hacia dónde hemos de encaminar nuestros pasos?
Siempre se emprende el camino con esperanza y cierto temor, con confianza y con incertidumbre. Es necesario andar el camino acertado, no extraviarse, no seguir caminos equivocados. Así sucede también en la vida. Hemos de encontrar nuestro propio camino: ¿qué quiero hacer con mi vida?, ¿a qué quiero dedicarla? La grandeza de una persona se mide por la meta a que aspira y por el ideal que moviliza sus esfuerzos. Solo cuando sigue su vocación personal, sale el joven de la indefinición y del gregarismo.
Con el paso de los días, la peregrinación se va convirtiendo en escuela que permite ahondar en lo esencial de la vida. El cansancio, la marcha en silencio, la perseverancia en el esfuerzo, van conduciendo al peregrino hacia el fondo de su corazón. Es entonces cuando pueden brotar las preguntas esenciales: ¿No es Dios la meta última del ser humano? ¿No es la vida un peregrinar hacia nuestra patria verdadera? ¿No es Cristo el camino que hemos de seguir para encontrarnos con el Padre?
La llegada a Santiago, el encuentro con el apóstol testigo del Señor, la acción de gracias a Dios, la súplica callada, la reconciliación sacramental y la participación en la eucaristía puede culminar una experiencia religiosa renovadora como pocas.
Comentarios desactivados en Servir sin esperar nada a cambio.
Mt 20, 20-28
No es fácil hacer una reflexión coherente en esta fiesta de Santiago. Sabemos que se trata de una fiesta más sociológica que religiosa; la prueba está en que la celebramos como fiesta o no, dependiendo de los intereses del político de turno. Desde el punto de vista religioso no tiene mayor relevancia, pero aun así debemos aprovecharla para recordar nuestros orígenes y tomar conciencia de los primeros pasos del cristianismo en nuestra España. Aunque la relación de Santiago con nuestra patria no sobrepasa el ámbito de la leyenda, puede ser una ocasión para experimentar la pertenencia.
También puede ser una buena ocasión para expresar juntos nuestro agradecimiento. Acción de gracias a todos aquellos primeros seguidores de Jesús que nos han ayudado a ser lo que somos. Y no cabe duda que la vivencia de los apóstoles fue vital para todo el que, más tarde, ha querido acercarse a él. No olvidemos que la eucaristía es siempre “acción de gracias”. En la figura de Santiago, agradecemos a todos los que nos han ayudado a iniciarnos y progresar en la fe. Conscientes de que es una riqueza que no hemos merecido, pero que tenemos que descubrir y desplegar.
La fiesta de cualquier apóstol nos recuerda que lo que nosotros pretendemos vivir hoy, ya lo han vivido hace dos mil años, otros que eran tan humanos y tan limitados como nosotros. El evangelio que acabamos de escuchar, no tiene desperdicio; pero curiosamente no es ningún alegato a favor de Santiago y Juan, y tampoco de los otros diez. El recordar esas pretensiones tan “humanas” nos lleva a los fundamentos de la primera comunidad y nos recuerda como se fue desarrollando y extendiendo desde un insignificante grupo de discípulos muy duros de mollera.
El evangelio nos recuerda una de la claves del mensaje de Jesús. No es fácil entrar en la dinámica del servicio total a los demás sin esperar nada a cambio, como actitud básica en la vida de un seguidor de Jesús. Es uno de los puntos del evangelio que están sin estrenar. Poquísimos cristianos, a través de los dos mil años de cristianismo, han sido capaces de vivir esa simple enseñanza. Hoy sigue siendo para nosotros, la piedra donde tropezamos en nuestro intento de vivir el evangelio. Descubrir que el centro es siempre el otro nos llevaría a una auténtica actitud evangélica.
Se ha utilizado la religión para escalar puestos y vivir mejor. Cuentan de un monaguillo que tocaba las campanas con todo entusiasmo a la muerte de un Papa. Cuando le preguntaron qué le ponía tan eufórico, contestó: El escalafón es el escalafón. Seguimos intentando por todos los medios, estar por encima de los demás. Ni clérigos ni laicos dejan de buscar el ser más que los demás, el mandar y disponer según su voluntad. Esa voluntad se da por supuesto que es la voluntad de Dios.
El ser humano es social en todos los aspectos de la vida, también en el religioso. El seguimiento del evangelio no se puede hacer individualmente y desentendiéndose de de los demás, pero esa interdependencia tiene que vivirse con sentido de comunidad. En ningún caso debemos refugiarnos en guetos cerrados o peor aún, defensivos contra todo lo que no somos capaces de integrar. El grupo nos tiene que ayudar a comprender mejor y a vivir el evangelio.
El evangelio propone una alternativa al poder, como dominio y opresión. Para Jesús, todo poder que no se ejerce como servicio a todos es una usurpación del evangelio. Santiago y Juan pretendían aprovechar su cercanía a Jesús como un medio para alcanzar el poder. Jesús les ofrece una alternativa a ese mismo poder. Esta propuesta desbarata nuestra instintiva tendencia al domino de otro y a la opresión. Los primeros seguidores de Jesús aprendieron la lección, aunque les costó Dios y ayuda.
La necesidad de estar por encima de los demás es signo de que estamos anclados en nuestro falso yo. Nadie podrá superar esa exigencia del ego si no deja de identificarse con la parte de sí mismo que no es más que apariencia. El evangelio de hoy nos pone en guardia sobre esa tentación de emplear la religión para estar por encima de los demás. Recordemos que la diatriba de Jesús no va dirigida solo contra los dos hermanos sino también contra los diez que demuestran tener las mismas aspiraciones.
Vamos a aprovechar esta fiesta para pensar en nuestra pertenencia a una nación. Sin duda tenemos mucho que rectificar en la forma que hemos tenido de vivir la fe en comunidad. Hemos dejado atrás el nacionalcatolicismo, pero dudo que hayamos superado el afán de vencer al opositor en lugar de convencer desde la vivencia religiosa. No podemos evocar esta fiesta para seguir defendiendo nuestros instintos patrioteros, oponiéndonos con uñas y dientes a todo el que no es de los nuestros.
La campaña de desprestigio y acoso que está sufriendo hoy el cristianismo en España no debe asustarnos y debe servir de acicate para superar actitudes trasnochadas. En vez de quejarnos, lo que tenemos que hacer es ser más fuertes, pero desde la postura de Jesús, abandonando todo privilegio y poniéndonos a nivel de los más bajos para elevar a todos desde ahí. Los apóstoles no lo entendieron todo de repente, pero supieron aprender de sus mismos errores. Los fallos tienen que hacernos más firmes.
También tiene sentido celebrar con los no creyentes una fiesta sociológica. Cada pueblo, y el conjunto de todos los pueblos de España, tenemos que vivir en comunidad para poder solucionar los problemas que afectan a todos. El primer requisito para que nos comprometamos en la búsqueda del bien común, será potenciar el sentido de pertenencia. El pertenecer a una familia no impide, sino que potencia la pertenencia a un pueblo o ciudad, sea grande o pequeña. La pertenencia a un municipio no tiene que impedir para nada la integración en la región. Si la pertenencia a una comunidad no me hace sentirme más seguro y más libre es que están mal planteados.
Jesús nos dijo: “No será así entre vosotros”. Pero la historia y los oprimidos nos dicen: “Ha sido y sigue siendo así entre nosotros”. Seguimos con la misma dinámica de los dos hermanos. Debemos comparar lo que vivimos con la propuesta de Jesús. No vale la excusa: “primero hay que servir a Dios y luego a los hombres”. Esta idea es sencillamente diabólica, porque bajo el pretexto de servir a Dios, estamos preparados para servirnos de todo dios, y dispensarnos de servir a los demás.
Ni poder ni riqueza ni honores tienen valor para Jesús, porque no ayudan a ser más humanos. Lo único que nos hace más humano es el servicio a los demás. El único valor absoluto es el hombre, cualquier hombre; a él tiene que estar orientado todo lo demás. Esta actitud, que es la clave del mensaje de Jesús, la hemos cambiado por otra que no se le parece en nada. Para la Iglesia, lo importante es la institución no la persona. En nombre de la institución se puede machacar impunemente a la persona concreta, poniendo como excusa que hay que sacrificarse por la comunidad.
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