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“Buena noticia, también para los científicos”, por Gabriel María Otalora

Viernes, 30 de agosto de 2024
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IMG_6475De su blog Punto de Encuentro:

Compartí en la anterior entrada a mi blog Punto de encuentro que lo realmente sustancial en estos tiempos revueltos es la mejora de la convivencia, por encima de las ideas, los movimientos sociales o los cambios organizacionales, por bien dirigidos que estén sus objetivos. Apelaba a dejar de lado las formulaciones llenas de verbos genéricos (´promover´, ´fomentar´…) para ponernos a vivir el aprendizaje interior de cada uno buscando que se note en lo comunitario.

Y ponía el ejemplo de actitudes importantes: mostrar cariño, no juzgar ni etiquetar a los demás evitando las comparaciones porque fomentan la inseguridad interior y la envidia… Hoy quiero dar un paso más: se trata de amar más y de amar mejor. Para un cristiano, toda la persona debe orientarse a este fin, incluidas las normas, las liturgias y la manera institucional de organizarnos. Si  preguntásemos a Jesús de Nazaret, nos recordaría la víctima en la se convirtió él mismo por la furia desatada para evitar precisamente que el amor fuera lo esencial.

Amar significa querer el bien, no necesariamente que apetezca a hacerlo. Nos cuesta a todos, sin duda, sobre todo cuando nos afanamos en nuestro esfuerzo sin valorar suficientemente la fuerza de la oración, ni que hay Alguien mucho más grande que nuestras pobres inteligencias juntas. Los científicos en su papel han tratado de entenderlo y explicarlo todo lo referente a la vida y la existencia, hasta el extremo de que algunos han llegado a la conclusión de que lo que no es empírico ni científico, no existe o no es relevante.

Afortunadamente, Dios es más que la ciencia y que nuestras capacidades para demostrarlo todo, incluso su existencia. La llave de la ciencia es necesaria pero instrumental. Vivir el amor es el centro de todo. Sentencias como “Dios es infinitamente justo y misericordioso” me dan mucha paz, gracias a que resultan incomprensibles al intelecto. Pero son Verdad. A algunos les desazona no entenderlo, pero me encanta recordarlo como ejemplo claro de que lo humano no puede ser la última palabra; no hay más que ver nuestra historia. Aceptar solo aquello que es posible entender, me parece que es entender poco; incluso puede ser de necios cuando ni siquiera hemos venido a este mundo por un cálculo de la razón humana. Con el afán reduccionista de cuestionar la fe desde la razón, pinchamos en hueso, y se hace imposible centrarnos en el amor, que es lo esencial de la vida.

Queda mucho trabajo hasta conocer a fondo las potencialidades revolucionarias -en el sentido de transformadoras- del amor. Nuestras fuerzas deben acompasarse a la gracia, y pedirla, al tiempo de afanarnos de verdad en mejorar nuestras actitudes y conductas. Ahí, tiene poco que decir la ciencia, a no ser desde la exploración de las potencialidades del ser humano en inteligencia espiritual: generosidad, perdón, escucha, acogida, ternura…

Todo esto viene a cuento también de una preciosa oración que solemos rezar en el grupo de Biblia parroquial, y que ahora comparto como una estupenda educación diaria del corazón, en medio de nuestros esfuerzos y del amor que Dios nos tiene, fuente de todos y todo…

El don de cada día

Enséñame, Señor,
a vivir el don de cada día.
Sin otros planes que los tuyos,
los de cada día.
Que pueda maravillarme de tu amor, Padre,
cada día.
Que el rostro de mi prójimo sea nuevo para mí,
cada día.
Dame un corazón, Señor,
manso con el sufrimiento de cada día,
fuerte en la lucha de cada día,
amoroso,
En la oración de cada día.
Que cada día sepa confiar en ti, Padre,
Dejando en tus manos el mañana,
Sin inquietud, sin prisas.
Que cada día estrene tu paz,
Recibiendo de Ti, cada día,
salud o enfermedad, éxito o fracaso.
progreso o retroceso.
Enséñame, Señor,
a vivir el don de cada día.

Espiritualidad , ,

¿Nueva evangelización o vieja eclesialización?

Martes, 27 de junio de 2023
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jesus-hipsterJuan Zapatero  Ballesteros
Sant Feliú de Llobregat (Barcelona).

ECLESALIA, 29/05/23.- Desde que Juan Pablo II comenzase a hablar de «nueva evangelización» a finales de la década de los 70 del siglo pasado, lo han venido reiterando de manera insistente sus sucesores, Benedicto XVI y Francisco. Quiero hacer una salvedad: por lo que a este último respecta, cabe decir que lo ha hecho y lo viene haciendo de manera muy diferente; incluso me atrevería a decir que opuesta en muchos casos. Al menos esa es la impresión que tengo, cuando comparo la manera de hablar y sobre todo de actuar de este último respecto a sus dos predecesores.

Digo esto, porque creo que, tal y como muchas personas y sectores de la Iglesia entienden en la actualidad dicha evangelización, están más cerca de la doctrina, de la moral y de la liturgia de Juan Pablo II y Benedicto XVI que de Francisco.

No sé, pero cuando yo pienso en el significado y sentido de evangelizar, me viene a la mente la Buena Noticia de Jesús que predicó y puso en práctica, pues, al fin y al cabo, eso significa «Evangelio». Me lleva de manera inmediata a aquella escena de la sinagoga de Nazaret, Lc 4, 16-21, donde Jesús se presentó a sus conciudadanos “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos”. Jesús se aplica a sí mismo el mensaje que el profeta Isaías había anunciado ocho siglos antes. Un mensaje que está en plena consonancia, por otra parte, con la respuesta que da a los emisarios que llegaron a Él enviados por Juan Bautista, Lc 7,19-23, “Id y decid a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados”.

Una Buena Noticia que el evangelista Mateo se encargará de recordar en qué consiste a aquellos judíos intransigentes, legalistas y amantes del culto por encima de las personas, Mt 25,34-46, “Tuve hambre y me disteis de comer, me visteis desnudo y me vestisteis, en la cárcel y me visitasteis. En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. Un mensaje que le acompañó a Él mismo en todo momento con una actitud de servicio y entrega generosa por su parte y cuyo mejor ejemplo podemos encontrar en el lavatorio de los pies a sus discípulos en la Última Cena, Ju 13,1-20, “Se levanta Jesús de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en una jofaina y se pone a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido”.

Junto a esta actitud clara y evidente en favor de la humanización de toda la gente, Jesús se mostró totalmente en contra de quienes pretendían hacer del culto y del cumplimiento de la ley sin más, o incluso por encima de las personas, el centro de la religión y del Evangelio. La parábola del Buen Samaritano, que refiere el evangelista Lucas, es su enseñanza más clara en este sentido.

Entonces, ¿Jesús se opuso al culto como factor de evangelización? ¿Lo censuró como contrario al compromiso y al “evangelio”? No, en absoluto. Ahora bien, tal y como le dijo a la Samaritana, Jn 4,3-42,“El culto se ha de hacer en espíritu y en verdad. Ya no sirve el culto que los judíos practican en el Templo de Jerusalén ni el de los samaritanos en Garizim”.

Después de lo dicho, la pregunta que me hago es si la “nueva evangelización” de la que viene hablando la jerarquía de la Iglesia de manera tan insistente desde hace ya un tiempo, está en la línea de la Buena Nueva que encontramos en el Evangelio por parte de Jesús, o en la vuelta a la liturgia, a los ritos, cumplimientos, etc., que comenzaron a prevalecer en la Iglesia a partir de un momento de su historia. Está claro que la evangelización que se pretende llevar a cabo hoy será nueva en la medida que enlace con aquel primer anuncio de las primeras comunidades cristianas, fundamentado en una manera de actuar y de vivir entroncada de manera directa con el propio hacer y la propia vida de Jesús: Hch 2, 42-46.

En cambio, no será anuncio nuevo, sino eclesialización vieja y caduca, si lo que se pretende es volver a la Iglesia del 313, Edicto de Milán, y de manera definitiva del 380: el emperador Teodosio convierte el cristianismo en religión oficial del imperio. No es nueva la evangelización si lo que pretende es resucitar una Iglesia de cristiandad que, a la postre, busca fomentar la unicidad, que no hace sino empobrecer y aborregar, en detrimento de la unidad, tal y como Jesús rogó al Padre: Ju 17, 20-23, que fomenta la libertad del Espíritu. Tampoco es nueva si lo que busca es volver a utilizar fórmulas y sistemas de ser, estar y actuar que recuerdan tiempos y circunstancias ya superados o que, al menos, debieran estarlo.

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Al hilo de lo que acabo de decir y bajando al plano de lo cotidiano y concreto, me pregunto, por ejemplo, qué pretenden en la actualidad tantísimos ministros representantes de la jerarquía de la Iglesia con esos atuendos externos en cuanto al vestir que los diferencian de los laicos, si nos referimos a la comunidad eclesial, y de los ciudadanos en general, si pensamos en la sociedad civil.

Me temo que debajo de todo ello no está solo, ni mucho menos, una cuestión canónica, sino una visión teológica muy concreta sobre la Iglesia y sobre la propia sociedad, que yo creía que ya había quedado superada para siempre por el concilio Vaticano II: una Iglesia como sociedad perfecta frente a una Iglesia como pueblo de Dios.

¿Es precisamente a través de liturgias cargadas, celebraciones farragosas, inciensos abundantes, sotanas y roquetes recuperados de viejos baúles, maestros de ceremonias que controlan el rito hasta el extremo, sermones vacíos y alejados de la vida, etc., que pretenden evangelizar a hombres y mujeres postcristianos, para quienes todo lo anterior no les dice nada en medio de la vida rutinaria y a veces tediosa en que se encuentran viviendo?

Que conste que he pretendido simplemente traer a colación algunas de las numerosas realidades actuales por parte de la jerarquía eclesiástica con las que, según ella, pretende evangelizar, no sé si de nuevo o de manera novedosa, a hombres y mujeres alejados de la fe o revitalizar la de quienes ya la profesan.

Es por ello que mi pregunta pretende dilucidar simplemente si se trata de una evangelización nueva y, por lo mismo, llena de vida y de sentido, o, por el contrario, volver a una eclesialización vieja, caduca y carente de verdaderas razones de esperanza que ofrecer

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedenciaPuedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

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Andar por la vida cada día.

Lunes, 9 de enero de 2023
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Andar por la vida
portando tu mensaje y buena noticia;
andar erguido y feliz
a pesar de las inclemencias del camino,
de las tormentas y contratiempos;
andar a plena luz
sin miedo a ser reconocido
como testigo tuyo aquí y ahora.

Detener el paso
y descansar de cargas y agobios;
dialogar y compartir
cada día con quienes van y vienen;
volver a salir
y agradecer el camino y sus historias;
reiniciar la marcha
y vivir las costumbres y las sorpresas…

Ser consciente
de lo que has puesto a nuestro lado;
mirar atentamente
en todas las direcciones
sin olvidar el horizonte,
y contemplar el cielo abierto,
ya para siempre,
con sus luces, silencios y voces…

Hoy y cada día,
protegido por tu manto y sombra,
me siento más hijo,
más bautizado,
más ligero,
más lleno de alegría,
más encontrado…
más enviado y amado…

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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“ La mejor noticia desde la Cruz”, por Gabriel Mª Otalora

Jueves, 26 de mayo de 2022
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Georges-Rouault-CrucifixionDe su blog Punto de Encuentro:

Reflexiones del libro “La Cruz. Variaciones sobre la Buena Noticia”.

Ed. San Pablo, 2022. 182 págs.

La llegada del Mesías y su plan de liberación, anunciado por los profetas, no fue como la mayoría esperaba. El primer sorprendido fue su primo Juan el Bautista que suponía un Mesías más severo y vencedor, alejado de un sembrador de Vida que no logra ver la recolección de sus frutos. Esto interpela a nuestra vanagloria pues somos sembradores, no necesariamente recolectores.

Cristo condensa en la cruz el vaciamiento total por amor señalando una realidad trascendente que vamos descubriendo desde la oración y la entrega personal, no desde las certezas y seguridades. Cecile Saunders, impulsora de los cuidados paliativos, experimentó que la respuesta cristiana al misterio del sufrimiento y de la muerte no es una explicación sino una Presencia. Tanto es así que San Pablo dirigió palabras fuertes a los Gálatas  cuando les dijo que habían cedido ante la tentación de no entrar en el misterio de amor, sino de explicarlo. Y como dice el Papa, “Sólo con la contemplación activa se va adelante en este misterio amor”.

La historia sagrada, desde sus albores bíblicos, es una revelación progresiva en lo esencial, entre contradicciones y claroscuros en lo cotidiano, nunca desvelada totalmente. ¡Quién hubiera pensado que Dios iba a manifestarse en una cruz! Pero Dios se esconde en el Misterio. ¿Puede un criminal rechazado por todos y crucificado ser la mayor revelación de Dios? ¿Puede manifestarse Dios en la muerte, el dolor y la indigencia? ¿Puede revelarse ahí en toda su plenitud como Misericordia, como Amor eterno a todos? ¿Y al mismo tiempo, desenmascarar el mal en toda su crudeza? Misterio incomprensible el de la Cruz que tiene su cara en la resurrección de Cristo.

El que no podamos entender algo en su totalidad, no excluye que podamos entenderlo siquiera un poquito del amor, la fe, la justicia o la bondad de Dios. Pero, junto al misterio, aletean las tentaciones… ¿Cuáles son las dos tentaciones de las que alerta el Papa Francisco? La primera, abrazar a un Cristo sin la Cruz, a la manera de “un maestro espiritual” que te lleva adelante con tranquilidad sin tocar la vida. La segunda, la de una Cruz sin Cristo, la de permanecer rebajados y resignados con el peso de la injusticia y del pecado, sin esperanza. Una especie de “masoquismo espiritual” muy cristiano. La cruz solamente sin Cristo.

¿Cómo afecta esto a mi persona? La Cruz cristiana, para nada es abandonarnos en nuestros sufrimientos, sino trabajar para salir de ellos sin provocarnos dolores viviendo confiadamente en Dios. La cruz de aceptar lo que no podemos cambiar ni entender, la de ayudar incluso a quienes no son nuestros amigos, la cruz de rezar diariamente aun sintiendo tedio, la de escuchar, que es mucho más que poner cara de escuchar, la de transformar el sufrimiento en amor, la cruz de mejorar nuestras debilidades… La dicha de esta Cruz es descubrir a Jesús en todo aquél que se cruza en mi camino, y pensar que haría Jesús en mi lugar.

No podemos olvidar que triunfar en la vida, de verdad, es acertar en la respuesta. Cuando llega la noche, lo fecundo de Dios no está en que lo entendemos todo ni en que nos libra de las cosas inmediatas, sino en que libera en nosotros la capacidad de superar y ver más allá de lo inmediato. Nos obliga a ver lo exigente más allá de lo útil. Nos hace crecer por encima del dolor para ser mejores. Por eso nos capacita para el despojamiento. La pregunta que procede, entonces, sería: ¿Confío en el plan de Dios, a su manera, sin necesidad de seguridades por medio?

El deseo de Dios no es sufrir, sino vivir en plenitud, como si quisiera que todos hollemos bellas montañas con las vistas más espectaculares que nos llenan de gozo… Pero, claro, hay que subirlas para sentir ese gozo. Y cuando alguien sienta cansancio, dolores o desánimo, debemos pararnos en su camino para ayudarle a subir… La felicidad cuesta lograrla porque exige esforzarse en la dirección adecuada.

Cuando Jesús afirma que, para ser su discípulo, niéguese uno a sí mismo, tome su cruz y le siga, no significa que nos enfanguemos en cualquier sufrimiento. El dolorismo lleva a un Jesús que nos libra de la culpa a través del sufrimiento en la cruz, no por su amor. A partir de ahí, es fácil llegar a la conclusión de que el dolor es bueno en sí mismo y agrada a Dios como tal dolor, en lugar de acoger la llamada que Dios nos dirige para vivir sensibles al dolor de los demás, aquí y ahora, alejados del orgullo autocompasivo.

Venimos de una teología cristiana de la salvación no siempre percibida como Buena Noticia. Algunas prédicas y vivencias se apoyan más en el miedo que en el amor. ¿Y qué hizo Jesús? Pues más allá de la cura de enfermedades, sana la vida enferma dejando una inmensa paz en las personas. Su salvación comienza con las Bienaventuranzas. Es cierto que muchas cruces vienen sin llamar (enfermedades, limitaciones, soledades, abusos…) sin que ello haya de interpretarse como algo querido por Dios para vivirlo con resignación, mal llamada cristiana, sin hacer nada por liberarse de ellas o vivirlas de otra manera.

Si hay que mortificarse, es mejor hacerlo puliendo nuestras bajezas y debilidades que afloran desde el orgullo, la soberbia, la ira, la indiferencia, la pereza, la envidia, la falta de compasión y todas las actitudes que despliega el egoísmo. Para Ignacio Ellacuria, no se puede poner la cruz donde quiere cada uno sino donde fue colocada por Jesús, que no buscó para sí la muerte sino el anuncio de la Buena Nueva.

Dios quiere misericordia, no sacrificios. Casar ambas cosas es posible, pero cuando se trata del esfuerzo para domeñarnos y actuar con verdadera misericordia. Es verdad que el sacrificio está presente en casi todas las religiones con un carácter expiatorio y la intención de aplacar a los dioses o agradecerles las buenas cosechas. La Biblia, en cambio deja claro que Dios no bendice un sacrificio humano (Isaac). Los atletas hacen sacrificios para mantenerse en forma y competir; el ascetismo sería el estilo de vida austero que conduzca a la perfección moral y misericordiosa como ofrenda querida por Dios. Lo cierto es que eso de la “perfección moral” como medio para, suele quedarse a menudo en mero perfeccionismo, sin demasiada ligazón con la humildad de amar al prójimo al estilo de Jesús.

El riesgo, siempre latente, es vivir lo cristiano sobre rituales y sacrificios en lugar de con actitudes y hechos de amor, que son las cruces que Cristo nos pidió. En palabras del teólogo José Comblin, de la concepción que tengamos del sacrificio depende la concepción de Dios y de la vida humana, donde se refleja toda la teología. Lo cristiano no trata del sacrificio que cree necesario destruir una vida para lograr más vida. “¿De qué me sirve la abundancia de vuestros sacrificios?

La gran novedad gozosa reside justamente en esta gratuidad absoluta de Dios. La muerte de Jesús es la consecuencia de darse por entero sin un sentido de sacrificio, sino de martirio; y ningún mártir quiere morir. Dios podría cambiar el curso de la historia en un alarde de omnipotencia, pero se hace vulnerable al albur de nuestra libertad incluido el dejarse rechazar por nosotros. El poder de Jesús no es arrollador sino amor humilde y paciente ¡Cuánto cuesta seguirle aun sabiendo que su historia no acaba en el Viernes Santo!

Cristo como signo de contradicción, permanece intacto en la pandemia sanitaria y en medio de este mundo violento y en decadencia hedonista donde las grandes creencias están en crisis. El plan de Dios, pues, requiere de personas atentas a discernir dónde y cómo sale Jesús al encuentro, dispuestas a continuar la evangelización a la manera del grano de mostaza. Un Mensaje, en fin, que sigue siendo más fuerte que las deserciones, las inconsecuencias y los enemigos cosechados.

La Cruz como centro de la historia que supera la mediocridad, vence al egoísmo, mejora las relaciones humanas, ayuda a quien lo necesita. Lo demás, la Ley y los profetas, la Tradición patrística, los carismas, la institución eclesial con sus pastores y laicos, estamos al servicio de este Mensaje. Todo tiene sentido desde el amor verdadero, lo único digno de fe.

Biblia, Espiritualidad ,

Dar testimonio… Con Paz y Alegría

Sábado, 7 de mayo de 2022
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Hermana Mónica Astorga OCD

La Buena Noticia se convierte en mala noticia cuando es anunciada sin paz ni alegría. Todo el que proclama el amor de Jesús, que perdona y cura, con un corazón amargado es un falso testigo.

Jesús es el salvador del mundo. Nosotros, no. Nosotros estamos llamados a dar testimonio, siempre con nuestra vida y, en ocasiones, con nuestras palabras, de las grandes cosas que Dios ha hecho en favor de nosotros. Ahora bien, ese testimonio debe proceder de un corazón dispuesto a dar sin recibir nada a cambio.

Cuanto más confiemos en el amor incondicionado de Dios por nosotros, más capaces seremos de anunciar el amor de Jesús sin condiciones internas ni externas.

*

H. J. M. Nouwen,
Pan para el viaje,
PPC, Madrid 1999

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“¿Qué hacer hasta entonces? “, por Gabriel Mª Otalora

Sábado, 12 de marzo de 2022
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medio-rostro-de-jesusDe su blog Punto de Encuentro:

Después de la oportunidad de expresarnos a petición del Papa sobre nuestra realidad eclesial y sobre cómo nos vemos en ella, queda un tiempo largo sinodal hasta que Francisco cierre este especialísimo sínodo en 2023 con nuevas propuestas.

Recordemos la singularidad de esta convocatoria universal a toda persona bautizada. La sinodalidad que propone Francisco se caracteriza por caminar juntos ¡de hecho y de derecho!, en la escucha y el cuidado de las relaciones personales. Es decir, por mejorar las actitudes como algo imprescindible en el vivir cristiano. Nos hemos olvidado que por el Bautismo y la Confirmación todos -y todas- somos corresponsables activos en la evangelización. El Papa lo resume en tres grandes vectores de actuación: la misión (vivir la Buena Noticia en todo), la común unión (compartir y celebrar desde el corazón) y la participación (todos somos sujetos activos de ella, en donde no caben actitudes como el clericalismo o la pasividad.

 ¿Qué hacer hasta entonces?

Hasta conformar un modelo de Iglesia sinodal con odres nuevos propios de la Iglesia del tercer milenio, hemos de mantener viva la llama sinodal que el Papa nos ofrece para vivir mejor nuestra fe hoy y aquí. El gran cambio comenzó con el Concilio Vaticano II al definir la Iglesia como Pueblo de Dios con el laicado ya como miembro pleno de la Iglesia por la dignidad que emana el bautismo. Pero el mensaje central se ha ido desvirtuando y Francisco ha vuelto a pedirnos que lo esencial es ahora caminar juntos, de verdad, rechazado las maneras de aquella estructura de poder teocrático judío que eliminó a Cristo… y que estructuras semejantes lo volverían a hacer sin ningún remordimiento.

En primer lugar, queda pendiente, hasta marzo de 2023, la reflexión de cada persona en oración, desde el discernimiento, de lo que supone vivir la sinodalidad como sinónimo de “caminar juntos”, que no es un mero sentimiento de estar todos reunidos. Es algo más profundo que afecta a las personas, las estructuras y los procesos. Y cuya consecuencia es la conversión en las actitudes, algo muy cuaresmal que ha perdido importancia entre los cristianos.

Ante el miedo que supone salir de la zona de confort -como se dice en el mundo empresarial- todo seguidor de Cristo tiene que practicar la oración, la actitud esperanzada y la humildad. (“sin mí no podéis hacer nada”) pues tenemos pendientes transformaciones personales por una vivencia asentada en seguridades poco evangélicas.

No somos Buena Noticia para demasiada gente, los templos se vacían y no nos gusta nada la autocrítica. Pero siempre es mejor cambiar por propia voluntad, “fijos los ojos en Jesús” (J. A. Pagola) a que nos marginen desde fuera con la indiferencia propia de quienes nos ven que no tenemos nada bueno que ofrecer, escondidos tras los pliegues de la endogamia. Un ejemplo lo tenemos en una liturgia centrada en los signos más que en lo que debiera ser vivido a la luz del Evangelio.

Necesitamos acoger la voz del Espíritu que clama por un cambio que saque nuestros corazones del anquilosamiento actual para transformarse en signo creíble de Buena Noticia.

En segundo lugar, esta reflexión individual en oración para discernir lo que supone vivir la sinodalidad de “caminar juntos” me lleva a una segunda tarea pendiente, tan importante como mi trabajo personal: a la reflexión en oración y humildad también comunitaria, precisamente por la esencia sinodal que quiere Francisco, quien dejó bien claro el papel de liderazgo tractor de los obispos en el tema sinodal para animar, guiar y acompañar a sus comunidades.

¿Dónde están las iniciativas episcopales en esta dirección? Las echo en falta con lo necesarias que son para sus comunidades de feligreses -incluidos tantos curas preocupados, desnortados y desanimados- si se quiere de verdad vivir ya la apuesta sinodal del Papa, o al menos a movernos en sus claves, desde su liderazgo de servicio, es decir, con ejemplo en forma de acciones.

Señores obispos, que también es para ustedes la llamada a la conversión y a la responsabilidad que supone la sinodalidad vivida desde ya en sus diócesis hasta la primavera del año que viene.

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Gabriel Mª Otalora: “La Cruz cristiana es sinónimo de amor verdadero”

Martes, 15 de febrero de 2022
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Libro_2422267765_15912223_667x1092La Cruz’ inaugura la colección Ruaj de la editorial San Pablo

Gabriel Mª Otalora, asiduo colaborador en Religión Digital, publica un nuevo libro en el que reflexiona sobre el sufrimiento y el amor ligados a la cruz cristiana. ‘La Cruz’, editado por San Pablo

Hemos hablado con él sobre la Cruz y la Buena Noticia, que él define como un oxímoron aparente. Un signo que ha quedado ligado al mensaje cristiano. Expresa contradicción, amor, esperanza con fe

“La Cruz cristiana es el camino que hay que aceptar para nuestra mejora personal en la apuesta por el prójimo, sobre todo el más necesitado, afirma el autor

“Nadie quiere sufrir y es comprensible el rechazo a la Cruz…. Pero, en realidad, el rechazo de fondo es a Cristo crucificado y su exigente y liberador mensaje”

“Más allá de la cruz hay un Plan, tiene su reverso de luz ya aquí, en este mundo: amar transforma al que ama. Solo los humanos podemos convertir la creación en armonía espiritual, belleza y arte”

El libro incluye presentación y epílogo de Xabier Pikaza

Gabriel Mª Otalora, laico de la diócesis de Bilbao, asiduo colaborador en prensa escrita y portales digitales como Fe adulta, Redes cristianas y Religión Digital y autor de libros como La revolución pendiente (en la colección Qué Iglesia), publica un nuevo libro en el que reflexiona sobre el sufrimiento y el amor ligados a la cruz cristiana. Hemos hablado con él sobre la Cruz y la Buena Noticia, que él define como un oxímoron aparente. «La Cruz cristiana –explica– es sinónimo de amor verdadero».

¿Qué expresa la Cruz?

Es un signo que ha quedado ligado al mensaje cristiano. Expresa contradicción, amor, esperanza desde una manera nueva de ver la existencia que se va descubriendo desde la entrega personal, aquí y ahora, con fe, no desde las certezas y seguridades. Con todo, no es posible aprehender el Misterio del Crucificado en este mundo; todo lo más vivirlo desde el amor.

Forma parte del lenguaje simbólico cuando decimos que «nos abrazamos a la Cruz liberadora de Cristo». No hablamos de cualquier cruz, sino de Jesús de Nazaret crucificado. La Cruz es también un símbolo del mal uso de la libertad en forma de odio, de insolidaridad y destrucción que hemos generado en el mundo.

Los cristianos, ¿la hemos malinterpretado o le hemos dado demasiado protagonismo en algún momento?

Es muy posible… Ahí están las procesiones de Semana Santa, donde el sufrimiento tiene mucho más protagonismo que la Resurrección, que es lo que da sentido a todo lo demás. Jesús nos dice: el que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, tome su Cruz y me siga (Mt 16, 21-27). Esta llamada es posible entenderla solo desde el contexto general de todo el Evangelio que tampoco significa legitimar las cargas religiosas que agobian el alma (Mt 11, 29) y fomentan el miedo impidiendo la paz auténtica que viene de Dios.

Junto a la cruz que se deriva de la existencia imperfecta y finita, incluidas nuestras carencias capitales: envidias, egoísmos de todo tipo, codicias, venganzas, calumnias… coexiste la Cruz genuinamente cristiana: Jesús nos pide, por una parte, evangelizar a base de quitar o aliviar las cruces de los demás; ofrezco consuelo, soy compasivo y misericordioso, me pongo de parte del débil, no soy indiferente a las injusticias, perdono de corazón, me implico con amor aun a costa de mi comodidad o seguridad. Trabajarnos nuestras actitudes con humildad para convertirnos en luz para otros, más allá de la filantropía.

 La Cruz cristiana, que para nada es abandonarnos en nuestros sufrimientos, sino trabajar para salir de ellos confiadamente en Dios. Tomar la Cruz de Cristo es aceptar con humildad lo que no podemos cambiar sin perder de vista los dones recibidos con actitud agradecida. Reconozcámoslo, es más fácil hacer sacrificios con privaciones, aunque sean radicales, que ejercitarnos en el verdadero amor al prójimo, que es la única cruz querida por Dios. Los mártires lo son contra su voluntad, no lo olvidemos.

«Abrazar la cruz», «tomar la cruz», «aceptar la cruz»… ¿A qué nos lleva, a dónde nos conduce la Cruz?

A ser la mejor posibilidad de cada uno, pero, atención, siempre que sea una consecuencia de una entrega de amor. De la misma manera que un montañero escala cimas con muchas privaciones, esfuerzos e incomodidades, a veces llenas de peligros, y lo hace por la satisfacción de plenitud que supone el reto de hollar las cimas y disfrutar de la naturaleza, la Cruz cristiana es el camino que hay que aceptar para nuestra mejora personal en la apuesta por el prójimo, sobre todo el más necesitado.

¿Por qué se da también el rechazo, la persecución, la destrucción de la Cruz?

Nadie quiere sufrir y es comprensible el rechazo a la Cruz…. Pero, en realidad, el rechazo de fondo es a Cristo crucificado y su exigente y liberador mensaje. Me viene a la cabeza el pueblo elegido cuando añoraba la esclavitud de Egipto al experimentar que  la libertad y la felicidad exigen una actitud muy concreta fuera de la zona de confort.  Y eso no nos excluye a los seguidores de Cristo quienes, a la postre, fueron los suyos quienes urdieron un plan criminal para desacreditar y matar a Jesús y a su mensaje; los suyos no le recibieron…

 Pedro Casaldáliga lo resume muy bien: Jesús llegó a la cruz por asumir las consecuencias de un determinado modo de vivir. Jesús murió como murió, porque vivió como vivió.

Ante el dolor, ante la cruz, mucha gente se pregunta por qué Dios permite el sufrimiento. ¿Cuál es la respuesta ante esta pregunta?

Decía el Premio Nobel de Medicina Alexis Carrel que no hemos venido a entender, sino a amar… Lo cierto es que nadie ha explicado la razón del dolor y el sufrimiento, más allá de una consecuencia de nuestra limitación e imperfección. Lo cierto es que alcanzar determinado estadio de madurez y de serenidad solo es posible por medio de la superación de las dificultades, que no se pueden soslayar. A todos nos tienta lo fácil pero detrás de la vida muelle no hay superación ni crecimiento; tampoco es posible un verdadero disfrute de la existencia. Las personas que experimentan la vida como algo hermoso, no es por la ausencia de dificultades.

Para ser felices hay que recorrer el camino de Jesús en nuestras cruces diarias. Esto no explica el dolor directamente, pero muestra el sendero –estrecho– de la verdadera vida buena que nunca llegará a entenderse por la constatación empírica, el razonamiento ni por darle rienda suelta a nuestros limitados sentidos.

Háblenos del reverso de luz de la Cruz. En su libro afirma que «el Evangelio es un tratado de cómo actuar en la vida, más que cualquier otra cosa, a partir de resaltar el amor que Dios nos tiene». ¿Confundimos el amor con la cruz?

En cualquier caso, Dios no es agente del dolor ni de sufrimiento. Efectivamente, el Evangelio es una buena noticia, un tratado de la mejor vida posible. La buena noticia no es que Jesús fuese a la cruz como el destino querido; aquello fue una consecuencia del rechazo humano del que no huyó, empezando por los expertos en la Ley de Dios. Pero todo no acabó en la cruz, sino en la Resurrección, por puro amor; esto es lo esencial de nuestra fe.

 Más allá de la cruz hay un Plan, ella no es el fundamento ni el final del camino cristiano, solo es la parte insoslayable en el recorrido de la vida a causa de nuestra limitación humana. Pero tiene su reverso de luz ya aquí, en este mundo: amar transforma al que ama. Muchos científicos clásicos y contemporáneos nos invitan a pensar que las Leyes Naturales son el punto de unión entre Dios y el mundo. Como dijo Lee Krasner, exponente del expresionismo abstracto, la evolución, el crecimiento y el cambio continúan. Todo se recrea, el amor no caduca.

Lo fascinante es que nuestro planeta es un hábitat lleno de belleza capaz de solazar nuestros sentidos, conmovernos y cuyas leyes nos permiten sobrevivir; un paraíso que parecía diseñado para su disfrute. Y esto es algo asombroso, porque el único objeto de la belleza es provocar fascinación y creación artística; no tiene sentido sin un sujeto capaz de apreciarla. En realidad, nadie ni nada sobra. Solo los humanos podemos convertir la creación en armonía espiritual, belleza y arte. La cruz, en fin, no es la protagonista principal, solo el Amor con sus dones.

¿Cómo valora la aportación de Xabier Pikaza a su libro?

Con enorme agradecimiento, tanto por su actitud muy generosa para conmigo como por el contenido teológico de su reflexión que refuerza el objetivo de este libro. Mil gracias siempre por su interés, su aportación y su tiempo.

¿Desea añadir algo más?

La Cruz es paradójica, la alegría y la felicidad cristianas son paradójicas. Jesús llama felices y bienaventurados a personas que la lógica social llamaría desafortunados.Entre tantos dolores y miedos, si hubiera que desentrañar el aparente oxímoron «Cruz-Buena noticia», diría que la Cruz cristiana es sinónimo de amor verdadero. La Buena Noticia es que Dios no es solamente el Dios de los justos, sino que es también el Dios de los que sufren. Entiendo que solo desde aquí se puede interpretar conceptos como «redención», «salvación», «expiación de los pecados»… que a veces se exponen tan doctrinariamente que acaban ocultando lo esencial: la gratuidad de todo lo bueno y la necesidad de dejarnos transformar por el Espíritu aunque sea entre situaciones bien amargas.

Jesús marcó el camino como uno de nosotros… No se nos pide que seamos exitosos, sino fecundos; sembradores, no necesariamente recolectores.

Fuente Religión Digital

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De mano en mano

Viernes, 4 de junio de 2021
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EPA9460. BERLIN (ALEMANIA), 10/08/2018.- El atleta español Samuel García (izq) recibe el testigo de Darwin Andres Echeverry (dcha) durante una de las series clasificatorias de los 4x400m relevos femeninos de los Campeonatos de Europa de atletismo en Berlín (Alemania) hoy, 10 de agosto de 2018. EFE/Felipe Trueba

De mano en mano,
a través de muchos años
y generaciones de cristianos,
me ha llegado la Buena Noticia,
cubierta de polvo,
como un regalo inesperado.

Ella me anima a vivir
y a unirme a esa brisa
que ha recorrido valles y cumbres,
desiertos y praderas
a través de generaciones de apóstoles
dando vida a tantos corazones.

Hoy, para celebrarlo,
lo cuento y comparto,
extiendo mis brazos,
me siento agarrado y agarro,
sumo mis manos, y salgo
para que esta brisa
llegue a donde todavía no ha llegado.

De mano en mano…
me ha llegado la Buena Noticia,
y no la retengo en mi regazo,
sino que dejo mi refugio
y voy a las plazas, rincones y caminos,
pues anhelo que llegue y meza
nuevos campos aunque no los conozca.

Hoy me siento agraciado
y hondamente agradecido
al sentirme enviado
para ser testigo
de lo que Tú nos has dicho
y nosotros hemos visto
del Dios abierto y compartido.

*

Florentino Ulibarri
Fuente Fe Adulta

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Con paz y alegría.

Lunes, 4 de mayo de 2020

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La Buena Noticia se convierte en mala noticia cuando es anunciada sin paz ni alegría. Todo el que proclama el amor de Jesús, que perdona y cura, con un corazón amargado es un falso testigo.

Jesús es el salvador del mundo. Nosotros, no. Nosotros estamos llamados a dar testimonio, siempre con nuestra vida y, en ocasiones, con nuestras palabras, de las grandes cosas que Dios ha hecho en favor de nosotros. Ahora bien, ese testimonio debe proceder de un corazón dispuesto a dar sin recibir nada a cambio.

Cuanto más confiemos en el amor incondicionado de Dios por nosotros, más capaces seremos de anunciar el amor de Jesús sin condiciones internas ni externas.

*

H. J. M. Nouwen,
Pan para el viaje, PPC, Madrid 1999.

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“Un pulso como la vida misma”, por Gabriel Mª Otalora

Jueves, 6 de febrero de 2020
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jesusamorDe su blog Punto de encuentro:

Somos humanos para lo bueno y para lo malo, dada nuestra condición, de la que no podemos sustraernos tampoco a la hora de vivir como verdaderos cristianos. Sin embargo y como en todo, algunos parecen más humanos que otros en el camino del crecimiento personal que se nos ofrece como una constante a lo largo de toda la existencia. Sin esfuerzo no hay avances; sin tensiones no hay crecimiento; todo lo que merece la pena lleva su tiempo entre inevitables incertidumbres.

El rumbo personal y pastoral que ha tomado el Papa Francisco ha hecho más evidente que esa lucha por ser la mejor posibilidad de uno mismo, esté polarizada entre la teología de los más necesitados como preferentes del evangelio (amarnos los unos a los otros como Cristo nos ama), y la defensa de una determinada manera de entender conceptualmente lo que llamamos Iglesia. La eterna dicotomía entre ortopraxis y ortodoxia, entre el qué y el cómo.

El problema es que los cristianos nos jugamos nuestra credibilidad en el cómo hacemos las cosas, no tanto en lo que hacemos. San Pablo lo detalló muy expresivamente cuando puso en valor la esencia radical humana y cristiana, es decir, el amor, en su primera Carta a los Corintios dejando claro que sin amor nada sirve, nada soy.

Lo cierto es que, en demasiadas ocasiones, no se le presta atención al cómo actuamos cuando decimos defender el mensaje de Cristo. Dentro de la Iglesia católica, Francisco está dando una lección extraordinariamente profética de talante jesuánico. No podemos olvidar que Jesús se comportó de una determinada manera a la hora de actuar, bien entre los suyos, bien en público ante los fariseos, cuando curaba y consolaba, o revolucionando la manera de vivir la religión impregnada en el ADN judío.

No vale defender la ortodoxia ni la ortopraxis (con todos los acentos que puedan derivarse de una búsqueda sincera de nuestra vocación cristiana) dando el espectáculo lamentable que demasiadas veces damos tras el que se trasluce una lucha de poder en toda regla, marcada por vanidades y ocultaciones que buscan resultados poco dignos de llamarnos cristianos, escandalizando sin pudor. Jesús señaló lo que tenemos que hacer en el mundo; lo dijo con mucha claridad. Pero si algo recalcó hasta en su último suspiro fue que todo pasa por trabajar la actitud de amor, quitar cruces y salvar a los desvalidos desde el amor; denunciar proféticamente las injusticias en el mundo y en la propia Iglesia desde credibilidad y la mano tendida, repudiando los males causados pero actuando con los causantes con la credibilidad que actuó Jesús. Y desde ahí construir todas las ortodoxias que necesitemos en torno al  evangelio; no al revés.

Credibilidad, y no otra cosa, es nuestro faro a la hora actuar defendiendo nuestras convicciones y fundamentos (ortodoxia) y haciendo evangelio a nuestro alrededor, con el prójimo (ortopraxis). Tenemos el mejor mensaje posible con Cristo a la cabeza. No hay mejor ortodoxia que la Buena Noticia. Sin embargo, nos pierden las formas porque estamos desechando la escucha activa, la comprensión, la paciencia, la misericordia, el perdón y la humildad en nuestra entrega. Parece como si la vivencia de nuestra fe fuese un plan nuestro y no el plan de Dios. Nos conocerán por nuestros hechos, sin duda, pero es que La fraternidad cristiana en las formas de actuar, también son hechos. Forman parte de la verdadera caridad cristiana

El amor es nuestra única guía y referencia en todo: pensamientos, actitudes y hechos. Lo que no pase por este tamiz está fuera del evangelio. La tensión interior ineludible entre lo que hacemos y cómo lo hacemos es una constante desde que el ser humano tiene conciencia de serlo. Jesús lo que hizo fue dar luz a este pulso interior.

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“Las cunetas de Dios “, por Gabriel Mª Otalora

Viernes, 9 de agosto de 2019
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iris_murdoch3De su blog Punto de Encuentro:

Si algo resulta meridianamente claro en los evangelios, es la preferencia de Jesús por los excluidos y las personas “religiosamente incorrectas”. Esto es algo esencial en Jesús porque priorizaba la necesidad más acuciante de las personas y la honestidad del corazón por encima de la ortodoxia. Una de esas personas que vivió en la periferia es Iris Murdoch, filósofa y escritora, que ahora traigo a colación en el centenario de su nacimiento.

Su familia era irlandesa anglicana de clase media, aunque su existencia se desenvolvió en el ateísmo y en Inglaterra. Lo importante es que no todas las personas ateas son equiparables. Según sus propias palabras, “Es indudable que somos criaturas espirituales, sometidas a la atracción de la perfección y hechas para el Bien”. Lo cual le conecta con la multitud de personas que no siendo cristianas ni siquiera teístas, actúan con coherencia, en este caso intentando recuperar una comprensión platónica de la vida buena en su orientación radical hacia el bien desde su central preocupación ética: “Hacer filosofía es descubrir la verdad”, recordando que Jesús fue claro cuando dijo que el que no está contra nosotros, está a nuestro favor (Mc 9,40) aunque nuestra historia recoge gran cantidad de personas condenadas por no seguir los cánones de la ortodoxia sin atender a su corazón honesto que busca y trabaja por la Verdad sin sentirse partícipe de la Buena Noticia. Es preciso aquí recordar a Mateo 25,41 cuando se dice: En verdad os digo que, cuanto hicisteis a uno de estos hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.

Ella y tantísimas más, mujeres y hombres, son las cunetas de Dios pero a la escucha y abiertos de corazón a la Verdad a pesar del desprecio a su coherencia. En los evangelios son muchos los ejemplos: la cananea, la sirofenicia, el centurión romano, el recaudador de impuestos, la prostituta, el samaritano, el publicano frente al fariseo… No son por ello mejores que nadie, pero de todos ellos debemos aprender, al ser los ejemplos de Jesús. Es cierto que Iris Murdoch no creía en Dios pero sí en el bien. En su etapa de filósofa, fue una humanista convencida de que la ética y la moral debían tener unos patrones universales: “Somos agentes morales antes que científicos”, llegó a escribir. Y luego profundizó en ello a través de la literatura.

Desde su búsqueda puso la idea del Bien -con mayúscula- a contracorriente de los filósofos de su tiempo, interesada como estaba en la idea moral del ser humano y de las posibilidades reales que tiene de hacerse mejor persona, mientras sus compañeros pensadores de la Inglaterra intelectual de entonces estaban a otras cosas. “Hay pocos lugares -escribe-, donde la virtud resplandece: por ejemplo, en la gente humilde que sirve a otros; ¿y podemos ver esto sin mejorar nosotros mismos?”, se preguntaba. Para ella, la filosofía consiste en explorar la verdad porque “necesitamos una filosofía moral en la que el concepto de amor, tan raramente mencionado hoy por los filósofos, debe ocupar un lugar central. Preguntas sobre si podemos hacernos moralmente mejores, es algo que los filósofos deberían intentar responder para encauzar el natural egoísta del ser humano”.

Hasta llegó a escribir en su conocido libro sobre la soberanía del bien que el deseo de Dios tiene por seguro recibir una respuesta, desde su convencimiento que el ser humano bueno ve la manera en que las virtudes se relacionan entre ellas. Este tipo de personas heterodoxas pero comprometidas con la esencia evangélica son las capaces de construir un mundo mejor desde su sensibilidad por los más desfavorecidos allá donde quiera que les haya tocado vivir.

Estamos hartos de gentes dogmáticas y excluyentes que pontifican cual fariseos hipócritas sin dar ejemplo. Al menos este otro tipo de personas, al ser amantes de la verdad, se convierten en semilla con su coherencia honesta al entender lo Bueno desde la búsqueda, que es como nos enseñó Jesús, y no desde la certeza, a veces tan soberbia, a la que nada ni nadie puede enseñar. 

¿No es el común amor humano una evidencia palmaria de un principio trascendente del bien? Ella trató de profundizar en esto desde la ética y también desde el arte.

Dios ha elevado grandes templos humanos de la Verdad salidos de las cunetas de la historia y de la misma religión. Cristo se manifestó en muchos excluidos, no lo olvidemos. Jesús mismo fue un excluido. Hoy es el día en que algunas de esas personas denostadas son buena noticia porque al menos intentaron buscar honestamente, sin percatarse de que una de las esencias más cristianas, que los de casa valoramos poco, es que la persona buscadora humilde es la que, de entre todas, tiene mayores posibilidades de volverse buena de verdad y encontrar lo que busca. Murdoch no fue perfecta, sin duda, pero fue una pensadora honesta, algo que muchos especialistas en la fe no pueden decir lo mismo.

Gabriel Mª Otalora

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Con alegría

Jueves, 21 de febrero de 2019
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Kids jumping with joy on a meadow under rainbow, colorful cartoon vector

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Son cosas de los que ya somos mayores. Me he acordado hoy en misa, de la canción de los payasos: “Así planchaba, así, así”.

Y es que he sacado una escoba, un libro, un plato… Y ante ello, los niños ponían cara triste. Hay que trabajar con esos objetos

Al cambiar Jesús el agua en vino, he recordado que Jesús lo que hace es convertir la realidad, el quehacer duro, la vida rutinaria en alegría, en buen humor, en vino nuevo. Que dure la fiesta.

Es penosa la cantidad de personas que encontramos en la vida quejándose, lamentándose, sintiéndose mal. Es preciso realizar el signo de cambiar el agua de la rutina en vino de salvación.

Me encanta cuando recorro las casas del pueblo y oigo a las mujeres cantar mientras barren. Lo mismo que cuando veo a los obreros silbar mientras trabajan en la obra.

Hacer de la realidad una oportunidad gozosa. Da gusto cuando nos encontramos con personas felices en su quehacer. Si se trata de médicos, ya tienen los enfermos asegurada la mitad de la sanación.

Se me ha ocurrido muchas veces, y en alguna ocasión lo he realizado, dar el pésame al empezar la celebración de la eucaristía, porque las caras de las personas reflejan tristeza, seriedad…

Qué alegría siento cuando hay algún niño muy pequeño en misa y se escapa y sube al altar. Es una gozada. Ojalá hubiese muchos más niños. Puede ocurrir que las personas mayores no estemos alegres porque algo nos molesta o nos duele.

Podríamos usar la risa y la alegría como elementos para sanar a las personas. Podría el médico mandar a las personas acudir a la eucaristía como elemento para curarnos.

Que estamos pocos, pues fenomenal. Que somos mayores, estupendo. Los que participamos, podemos hacerlo con cara y corazón festivo. ¡Demos gracias al Señor nuestro Dios!

La alegría es fruto de la paz y de la serenidad. Aunque los problemas sean fuertes, tener un ánimo sereno y acoger la fuente de alegría que Jesús hace brotar en nuestro ser.

Me pregunto muchas veces “¿cómo podemos decir que anunciamos la Buena Noticia?” Algo falla pues no llega a las personas con esa frescura y gozo.

Igual es que las personas que participamos en las celebraciones, somos mayores y tenemos un carácter más bien serio. Ojalá la fuerza del Espíritu nos alegre y podamos decir sonriendo y cantar aquello de “así barría, así, así,… así barría, que yo la vi”.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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La transmisión de la fe (II).

Sábado, 22 de septiembre de 2018
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fe-en-dios24. ¿TÚ EN QUÉ CREES?

Si tuviera que concretar el corazón mismo de mi fe, ese sería la promesa central de Jesús, lo que llamaríamos ‘el Reino’. Creo que en algún momento esa realidad transformada, reconciliada, será real. Creo que el Hombre, y el mundo con él, tienen Futuro. Y creo en Jesús como el mayor exponente de que este anhelo ha comenzado ya, aquí, a ser real. Luego miro a mis propios hijos, y creo más y mejor.

Habrá que confesar también que creo un poco al estilo de Unamuno, para quien el creer era un ‘querer creer’. Y con Carlos Díaz afirmaré que ‘soy querido, luego existo’, me parece una estupenda forma de dar la primacía al amor en la realidad.

Confío en que, tras la muerte, se nos ofrezca una oportunidad para dar plenitud a la vida, todo lo que pudo ser y quebró. En este sentido también soy muy de Unamuno (y de Julián Marías). Espero que la salvación sea de las personas, no por exacerbación del ego, sino por la constatación de que cada vida es tan especial, los placeres, proyectos y sufrimientos tan individualizados que no funcionaría un ‘café para todos’. Dios nos quiere personalmente y cada ‘estancia’ en su Reino tendrá en cuenta quienes fuimos en el mundo.

Creo en las convicciones de Cristo precisamente por cómo es Cristo.

Creo también al modo de Job, con preguntas e interpelaciones incómodas a Dios. Para mí, Dios tiene mucho que explicar acerca del mal en el mundo. También el Hombre, pero seguramente en planos diferentes. La relación entre Dios y el mal no ha sido bien explicada por nuestra teología, lo que crea equívocos, perplejidades y discursos incoherentes que alejan de la fe. Es una de los grandes retos del cristianismo, repensar y reformular de forma honesta y convincente esta cuestión. Creo que, aunque mucha gente no lo exprese, el escándalo del mal está detrás de gran parte de la increencia. Personalmente es uno de los aspectos que encuentro más oscuros a la hora de encajar las piezas del destino humano. Esto hace que, en ocasiones, encuentre difícil creer. Con Iván Karamazov veo dolores que no puedo imaginar cómo serían superados por siquiera el mejor de los futuros posibles. Ahí la fe pierde referencias, no hace pie, y uno siente que el salto solicitado no viene precedido de ninguna garantía. O saltas o no saltas. Es todo.

Por último, si jugamos a especular acerca de la generación del mundo, no creo que la causa primera sea una generación espontánea a partir de la nada. Personalmente lo veo bastante menos razonable que la hipótesis de un creador. En el inicio (y en el final) de todo se halla una agradable sorpresa.

5. ¿EXISTE DIOS?

Me alegro de que me haga esta pregunta… Si lo supiera con certeza, de poco me iba a servir esta trémula fe.

A lo largo de la vida han caído en mis manos varios libros que abordaban esta pregunta en formato debate: ¿Sin dios o con dios?, de González Faus e Ignacio Sotelo; ¿Ateos o creyentes?, de Vattimo, Onfray y Flores d’Arcais; Ateísmo de la razón y razones de la fe, de Scola y Flores d’Arcais; también este mismo autor debatiendo con Ratzinger, etc… Considero muy interesante prestarse a jugar como espectador de estos ‘combates’ dialécticos, sobre todo para caer en la cuenta de que puede haber altura intelectual en ambas posturas y que nunca cesará de haber controversia.

¿Existe Dios? Albergo incertidumbre, dudas, pero, hoy por hoy, confío en su existencia. Y lo hago porque percibo su compañía, quizá al estilo de la brisa suave que tan bien captó Elías, realmente siento que tengo un soporte donde anclar la vida.

Sé bien que me hallo en una situación privilegiada para decir esto. Por la existencia de Dios debe preguntarse en primer lugar a las víctimas de este mundo, a las personas que objetivamente han recibido y reciben la espalda del mundo. En esa situación, la existencia de Dios puede ser una última esperanza, pero también un perfecto absurdo. ¿Quién está más capacitado para afirmar la existencia de Dios? ¿El ciudadano consciente de lo bella que es la vida y puede referir esa belleza a su potencial fuente o el ciudadano desesperado que quizá tenga en Dios a su última esperanza?

Creo que pocos increyentes sacan hasta las últimas consecuencias de lo que supone un mundo sin Dios. Si Dios no existiera, se podría argumentar que no es posible hablar de justicia, moralidad… puesto que al devenir de la Naturaleza no le incumben estas valoraciones. Este mundo, donde la suerte o la fuerza simplemente prevalecieran, merecería mi rechazo, no puedo expresarlo de otro modo.

6. ¿CON QUÉ DIMENSIONES DE LA VIDA RELACIONAS LA FE?

Una fe que no se relaciona con todas las dimensiones de la vida tiene aún un camino por recorrer. Todos los creyentes identificamos dimensiones de nuestra vida donde la fe no ha penetrado o ha penetrado sólo superficialmente. Hay aspectos donde la coraza es dura y el trabajo personal debe de ser más intenso. A medida que cumplimos años se hacen más patentes esas zonas de fracaso reincidente, donde permanentemente nos sentimos incoherentes, falsos, indignos de la fe que decimos abrazar.

En estas situaciones hay dos tentaciones muy claras: una es la de abandonar y declarar que el listón es demasiado alto para nosotros, que en una decisión que nos honra preferimos dejar el hueco a otros creyentes más sólidos; la otra es la de acogernos a la inagotable misericordia de quien sabemos nos quiere y abandonar cualquier dinámica de mejora. Soy débil y el Señor me quiere débil, por lo tanto ¿para qué luchar contra mi invencible debilidad? Sin embargo, entre estos dos polos se encuentra una tercera vía de aceptación pero no resignación. Un camino de auto-conocimiento que, a su debido tiempo, puede dar frutos inesperados. Hay victorias que requieren de la estrategia del asedio tranquilo pero constante y el aprendizaje del fracaso. Del mismo modo que un fumador puede llegar a dejar el tabaco al quinto intento, y en cada uno de los intentos precedentes se labró parte del éxito futuro, así también la fe puede conquistar parcelas de nuestro ser. Sin prisas ni pausas.

7. ¿CUÁLES SON LAS DIFICULTADES HOY PARA CREER?

– Una de las más importantes para mí ya la he mencionado, es el escándalo del mal y la insuficiente respuesta que, a mi modo de ver, conseguimos transmitir como creyentes.

– En el mundo occidental acomodado e individualista se sospecha de cualquier relato integral de sentido, pues se entiende que detrás de ello solo hay estructuras de poder que quieren someter a la persona dictándole cómo se tiene que comportar.

– La generación adulta que ahora debería transmitir la fe a sus hijos, tiene padres que en muchos casos abandonaron la fe por habérseles presentado con dureza o dogmatismo, al tiempo que empiezan a escasear los abuelos con fe sencilla y arraigada. La sociedad, por tanto, ha cambiado y la fe no se transmite por ósmosis, es preciso trabajarla personalmente y en familia. La globalización hace que religiones antaño lejanas sean hoy una opción accesible, y que multitud de combinaciones de filosofías y estilos de vida puedan escogerse a la carta con mayor grado de satisfacción que aceptar el lote completo de una única cosmovisión. Igual que ocurre en el supermercado con los yogures, la proliferación de oferta dificulta el tomar una decisión en un individuo que, ante todo, es visto como soberano.

– Hay un descuido de la interioridad que obstaculiza el involucrarse en aventuras espirituales. Si nos interesan prácticas como el yoga, el mindfulness, la meditación, son en tanto en cuanto las funcionalizamos para nuestro bienestar, no como parte de un proyecto personal de sentido integral.

– La adhesión a una fe no está de moda, no es signo de competencia intelectual sino de personas débiles, ha perdido mucho de su prestigio pasado. En el fondo la posible existencia de Dios es un tema del que podemos saber poco, de modo que es más sensato no perder el tiempo en ello y dedicarnos a lo que de verdad tiene utilidad.

– Falta un modelo de creyente atractivo para la sociedad, tanto de creyente laico como en el clero. ¿cómo estar en el mundo sin ser del mundo? En la Iglesia ofrecemos desgraciadamente demasiados ejemplos de por qué no somos merecedores de confianza y, aunque haya otros ejemplos en la dirección contraria, siempre tendrán menos repercusión mediática que los primeros. Debemos encontrar nuestro modo de expresarnos a través del estilo de vida como creyentes ciudadanos del siglo XXI, no contra el mundo erigiéndonos en lejanísimo bastión de lo sagrado, sino a través de un modelo que sea tan exigente como atractivo y cercano. Es preciso recrear el “mirad como se aman” de nuestros antepasados.

– El arte es un vehículo privilegiado para la transmisión de la fe. Sin embargo, mi percepción es que la contribución del mundo creyente a la esfera de lo artístico tiene muchos retos por asumir. No es suficiente con que un grupo de sacerdotes graben un disco de rock. La espiritualidad debe encarnarse en el arte hablando los lenguajes del hombre de hoy, con sutileza y calidad formal, sugiriendo y dando espacio al receptor para interpretar la obra, abriendo puertas. Mucho del arte cristiano actual es un ejercicio bienintencionado de evangelización por la vía rápida del mensaje directo y plano. Sin duda hay modelos de genial simbiosis entre arte y espiritualidad, por ejemplo la trayectoria del vídeo-artista Bill Viola, que muestran otro camino más complejo pero también con mayor potencial. Conozcámoslos y aprendamos de ellos para dialogar con la cultura actual tomándola verdaderamente en serio.

8. ¿POR QUÉ SEGUIR CREYENDO A CONTRACORRIENTE?

Porque si creer fuera una consecuencia de que la corriente me invita a ello, vana sería nuestra fe. Creer a contracorriente no se elige, pero sí puede ser una oportunidad para purificar y fortalecer nuestra fe, para personalizarla más a fondo y encontrar nuevos códigos con los que tratar de transmitirla. Ser minoría es incómodo en cierto sentido pero también liberador en otro. Podemos nuevamente, como ocurrió en otros tiempos, experimentar el ser fermento, sal, grano de mostaza, primicia, brote… Lo que sería un desastre es que la vida cristiana de quienes decidan ir a contracorriente sea ajena al espíritu del evangelio, esa situación no solo nos llevaría a la irrelevancia sino a la imposibilidad de ofrecer propuestas serias a la sociedad en el medio-largo plazo.

Una vez preguntaron al gran teólogo Karl Rahner por qué era creyente y él dio dos razones: porque de todas las alternativas que había conocido, y eran muchas, nada le había convencido como el cristianismo, y porque su madre rezó con él cuando era pequeño. Yo he conocido menos alternativas, pero sigo quedándome con la de Rahner. También mi madre me despertó en la infancia la curiosidad y el cariño por la figura de Jesús. Y añadiría un tercer factor que ayuda no poco: tener la suerte de compartir camino con cristianos de una pieza, alegres y aterrizados, cercanos y lúcidos, entregados y sencillos. Cuando uno encuentra verdaderos testigos en el camino, la fe se multiplica internamente y se consolida con facilidad. A favor o a contracorriente.

Luis Carlos Saiz Fernández

Fuente Fe Adulta

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La transmisión de la fe (I).

Jueves, 20 de septiembre de 2018
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fe-en-dios2Hace varios meses un buen amigo se puso en contacto conmigo para proponerme una serie de preguntas tan sencillas de plantear como peliagudas de responder. En el fondo del asunto latía el eterno debate de qué viene a representar la fe y cómo deberíamos enfocar en el siglo XXI su transmisión. Finalmente el ejercicio en cuestión me pareció tan saludable que hoy me atrevo con temor y temblor a compartir su modesto resultado, convencido de que multiplicando esta reflexión personal tenemos muchas más posibilidades de acertar en el futuro con la palabra y el gesto oportuno.

Allá vamos, pues, pero antes de someterme a tan singular interrogatorio, permitidme un primer turno de convicciones personales. Sirvan como marco y paisaje a lo central del viaje que juntos vamos a recorrer.

– En este sentido, creo que debemos asumir riesgos y reforzar la calidad de los pasos que damos en el itinerario cristiano, en vez de diluirlos. Un ejemplo lo veo en el bautismo. Antaño fue un momento fuerte de adultos bien preparados, que experimentaban ese paso como un día crucial en su vida, un verdadero nuevo nacimiento. Hoy corremos el riesgo de perder la oportunidad de ese momento fuerte, llegando a la situación de que muchos de ellos, ni tienen una experiencia mínimamente personal del sacramento ni reciben posteriormente de sus mayores una vivencia y formación cristiana. En mi opinión se debería replantear con serenidad el mejor momento para proponer el bautismo y la primera comunión. Sinceramente creo que no compensa el exhibir como Iglesia un determinado número de bautizados cuando la realidad profunda es otra.

– San Pablo habló gráficamente de “correr bien la carrera”. Es curiosa la analogía con la vida de fe, ahora que por todas partes se ha producido el boom del ‘running’. ¿Qué ocurre para que desde hace unos pocos años tanta gente se haya puesto a correr de forma constante, invirtiendo tiempo y esfuerzo en una actividad de esta índole? Pienso que la gente que corre, lo sé por propia experiencia, conoce bien los beneficios de ese esfuerzo, siente reducir el estrés, aumentar la resistencia física, perder algún kilito, la euforia del reto conseguido… Y siguiendo el paralelismo, ¿qué ocurre para que tantas personas de fe hayan/hayamos abandonado parroquias, grupos, hábitos de oración…? ¿Por qué tanta gente no es capaz hoy de percibir los ‘beneficios’ de una vida de fe? ¿no aporta nada de valor? ¿es excesivo el peaje de compromiso, demasiado escaso el impacto positivo en la vida? Creo que se podría profundizar más en los mecanismos que conducen a muchas personas a implantar hábitos de este estilo, de forma que podamos identificar las deficiencias en nuestras propuestas de camino de fe (aquellas que puedan reformarse, claro, no se trata de ‘vender la gracia barata’).

– Creo importante ser honestos con nuestros coetáneos, transmitir junto a la experiencia de fe también la experiencia de duda que suele acompañarla. Ofrecer todas las perspectivas de la experiencia personal ayuda a ganar credibilidad y evita el ser tachado de “marciano” (cuando evitamos aludir a la cara gris de la vida de fe, el interlocutor debe pensar que, o este tío me miente, o debo encontrarme lejísimos de la genuina experiencia de Dios).

– Se hace muy necesario un ejercicio de “traducción” del evangelio a las categorías de la sociedad actual. Hoy todos nos preocupamos por aprender idiomas para poder comunicarnos con los demás. Los cristianos tendríamos que ser los expertos en el idioma de Jesús, de forma que todo el mundo interprete con facilidad los valores y sentido de cada pasaje sagrado.

En mi opinión, el cristiano debe situarse en la escena pública sin prejuicios y sin privilegios, en pie de igualdad y defendiendo los deberes y derechos que tiene como ciudadano. Ni mojigatos ni ‘sobraos’, bien plantados para decir a tiempo nuestra palabra.

1. ¿QUÉ ES PARA TI LA TRANSMISIÓN DE LA FE?

En mi opinión, la transmisión de la fe es sin duda una tarea de todo cristiano, pero tarea no entendida en clave de obsesión o de objetivo primordial. La transmisión de cristiano a increyente es ante todo consecuencia, fruto, que procede de la atracción que provoca el evangelio encarnado en ese cristiano fiel al estilo de vida de Jesús. Es cierto que para la Iglesia son tiempos de inquietud y duda por la progresiva pérdida de creyentes en nuestro entorno occidental. Es tiempo de aprender a vivir en minoría.

En este contexto, es tentador concebir el problema de la transmisión de la fe como nuestro principal problema. Y, sin dejar de ser importante, no deja de ser un aspecto secundario. El problema no es cómo persuadir mejor, el problema es cómo vivir con más altura la propuesta de Jesús para que nuestra vida ‘persuada’ por sí misma. Si nos obsesionamos con el deber de ‘transmitir’, algo que si somos honestos admitiremos que casi siempre se halla fuera de nuestro alcance, tenemos muchas posibilidades de que lo que hagamos en favor del evangelio suene forzado, cuando no hueco, con ecos de proselitismo, y perderemos el foco de lo esencial: confiar en la actitud de la parábola de los lirios del campo, dedicándonos a lo que sí está en nuestra mano, conformar la propia vida según el molde del evangelio.

Transmitir la fe cristiana es lograr que alguien se enamore en tan gran medida del proyecto cristiano como para hacerlo propio. Y ciertamente una buena estrategia le será útil al amante para enamorar a su soñada pareja. Sin embargo, la mejor estrategia no es nunca suficiente. Donde se juega el éxito duradero no es en la efectividad de fuegos artificiales o la pericia de unos astutos asesores de imagen. La genuina atracción procede de algo que está siempre más allá de la voluntad de la persona que desea enamorar. Es más, no es raro que un deseo exacerbado por gustar se constituya a veces en una barrera para el encuentro. Debemos estar atentos a no obstaculizar la transmisión de la fe y propiciar con naturalidad que, si tiene que ocurrir, ocurra. Dejando a Dios una parte fundamental de la tarea y cuidando con mimo nuestro jardín antes de lanzarnos a conquistar lejanos bosques.

2. ¿QUÉ BUENA NOTICIA CREES QUE PODEMOS TRANSMITIR A ESTE MUNDO?

En la Iglesia hay mucho que podría y debería reformarse para transmitir con mayor eficacia la buena noticia. Sin embargo, si hay algo que no precisa reforma, algo que conserva su potencial atractivo, eso es el propio mensaje. Tenemos la suerte de contar con un proyecto (y un líder del proyecto) que merecen ser escuchados con atención aquí y ahora. Ahora bien, si de lo que se trata es de ‘transmitir a este mundo’ deberemos comenzar por comprender con precisión cómo es ‘este mundo’ y qué dolores le aquejan. Desde esta perspectiva:

– A un mundo de ricos y pobres, anunciaremos la igual dignidad

– A un mundo de personas solas, anunciaremos comunidades abiertas

– A un mundo de víctimas, anunciaremos la convicción de un futuro superador

– A un mundo de superficialidad, anunciaremos interioridad y hondura

– A un mundo de fragmentación, anunciaremos un relato

– A un mundo de vuelta de todo, anunciaremos novedad y frescura

– A un mundo de extraños, anunciaremos fraternidad

Pero no sólo se trata de contraponer el evangelio a elementos negativos presentes en la sociedad. En ocasiones, el evangelio se debería anunciar para celebrar y reforzar lo que el mundo contiene de bueno y hermoso. Y así:

– A un mundo con sueños, aportaremos colaboración para realizarlos

– A un mundo con santos cotidianos, aportaremos la intuición de un Padre/Madre que les acompaña

– A un mundo con belleza artística, aportaremos el calor de símbolos que apuntan más allá

– A un mundo con niños, aportaremos cuidado y desarrollo integral

– Y a un mundo con buen humor, aportaremos nuestro buen amor. Porque a pesar de lo que diga la RAE, amor siempre se escribirá con ‘h’ de humor.

3. ¿QUÉ BUENA NOTICIA ES LA FE PARA TI?

Todos somos creyentes, todos pasamos por la vida creyendo, con mayor o menor intensidad en algo o en alguien. Incluso quienes tienen una visión desesperanzada del mundo se apoyan en argumentos, racionales o intuitivos, para defender su postura y su modo de encarar la existencia. La fe cristiana, es decir, la confianza radical y fundamental en los dichos y hechos de Jesús, es la carta en que deposito mi confianza como motor de sentido de mi vida y de la completa realidad. El mundo merece al Dios de Jesús, quizá yo diría más, exige al Dios de Jesús para tener una oportunidad de sanación, de reconciliación.

Las palabras, actitudes y hechos de Jesús son una gran noticia porque manifiestan una confianza absoluta en que ese Dios existe, nos cuida, nos guarda, nos respeta, nos espera. La fe en Jesús y lo que él propone es una opción perfectamente razonable en el marco de la perplejidad e incertidumbre en que el Hombre se tiene que desenvolver. Otras también lo son. Seguramente hay muchos factores, quizá algunos inconscientes, que explican por qué el evangelio siempre me ha cautivado, desde pequeño. Desde que lo recuerdo, lo hago en forma de buena noticia. La imagen del padre es una de las más potentes. La fe cristiana me anuncia que tengo un padre/madre y que lo comparto con toda la humanidad. No un padre cualquiera, un padre con los rasgos del padre del hijo pródigo. Decía antes que el mundo merece al Dios de Jesús. También podría decirse que el Hombre merece al padre del hijo pródigo. Y, sin saber muy bien por qué, intuyo / siento / aventuro / confío / espero / sé que esa buena noticia, aún sin estar plenamente contrastada, se cumple.

Luis Carlos Saiz Fernández

Fuente Fe Adulta

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Desescombrar los textos evangélicos

Viernes, 22 de junio de 2018
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bibliaJuan de Burgos Román
Madrid.

ECLESALIA, 11/06/18.- Obviamente, el pueblo judío sabía de Dios, de Yahveh, desde mucho antes que Jesús predicase su mensaje; Dios no era, ni mucho menos, un desconocido para ellos. Y no obstante, las gentes de Galilea percibieron al Dios que les mostraba Jesús como algo nuevo, distinto, ilusionante, algo que les llegaba muy a lo hondo; este anuncio resultó ser para aquellas gentes una muy buena noticia. No parece, pues, que la percepción que se tenía de Dios en el judaísmo de la época de Jesús fuera algo demasiado seductor.

¿Y nosotros hoy?, ¿vemos a Dios como algo ilusionante o estamos situados como los judíos de la época de Jesús? ¿Hoy, cuántas personas experimentan a Dios como buena noticia? Estimo que el mensaje de Jesús se ha ido pervirtiendo, devaluando hasta convertirse en algo aburrido, en algo que se percibe como un credo fastidioso y rutinario ¿Cómo puede suceder eso, sí acontece que nosotros y los que escucharon a Jesús, en directo, bebemos de la misma fuente, la que recogen los evangelios?

A nadie se le escapa que, con el correr de los años y apoyándose en el mensaje evangélico, se han ido construyendo infinidad de doctrinas, normas, dogmas, teorías, cánones, devociones piadosas, liturgias. Con todo ello, hemos llegado a disponer hoy de una colección enorme de pesados volúmenes; volúmenes que se han ido depositando, todos ellos, encima de los textos evangélicos, llegándolos casi a ocultar. Así pues, hoy es muy difícil acceder al genuino mensaje de Jesús, pues, para poder llegar a lo que se dice en los Evangelios, hay que hacerlo atravesando una infinidad de vericuetos laberinticos, por entre los muchos volúmenes que hemos ido amontonando sobre ellos, lo que, inevitablemente, esconde, vela, encubre, enmascara el legado de Jesús.

Así pues, cuando nos interesamos por el perdón, valga como ejemplo, ocurre que el mensaje de Jesús nos pilla muy al final de un vereda en la que, mucho antes, está la doctrina; por lo que es casi inevitable el quedarse atascados con lo que dice el catecismo sobre la confesión, su ritual y la correspondiente normativa y, así, termina pareciendo como si no existiese el mensaje de magnanimidad que rezuma la Parábola del Hijo Prodigo. Y, poniendo otro ejemplo, cuando nos preguntamos si acoger o no acoger a los recasados en las celebraciones eucarísticas, suele resultar que no llegamos a poner los ojos en la misericordia divina, como señala la Buena Noticia de Jesús, pues mucho antes nos damos de bruces con lo que dice, al respecto, la rígida doctrina eclesiástica, la cual no casa muy bien que digamos con la caridad.

Se impone pues desescombrar los textos evangélicos, quitándoles de encima tanto cascote como, a lo largo de los siglos, se ha ido acumulando sobre ellos. Sin esta tarea inicial, no se podrá recuperar aquella experiencia ilusionante de las primeras épocas. Pero este desescombro es tarea difícil, quizá quimérica, pues, para muchos, entre los que hay en abundancia jerarcas con notable poder, la doctrina ha llegado a ser la quintaesencia del Evangelio, lo que les lleva a estimar que salvaguardar lo que dice la doctrina es lo realmente importante, ya que, al hacer esto, todo quedará como debe quedar.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Con paz y alegría

Martes, 24 de abril de 2018
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La Buena Noticia se convierte en mala noticia cuando es anunciada sin paz ni alegría. Todo el que proclama el amor de Jesús, que perdona y cura, con un corazón amargado es un falso testigo.

Jesús es el salvador del mundo. Nosotros, no. Nosotros estamos llamados a dar testimonio, siempre con nuestra vida y, en ocasiones, con nuestras palabras, de las grandes cosas que Dios ha hecho en favor de nosotros. Ahora bien, ese testimonio debe proceder de un corazón dispuesto a dar sin recibir nada a cambio.

Cuanto más confiemos en el amor incondicionado de Dios por nosotros, más capaces seremos de anunciar el amor de Jesús sin condiciones internas ni externas.

*

Henri M. Nouwen,
Pan para el viaje, PPC, Madrid 1999.

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¿La Navidad es una buena noticia?

Viernes, 5 de enero de 2018
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1322758554_madre_adolescente__crop_629x356_thMiguel Esquirol Vives
Cochabamba (Bolivia).

ECLESALIA, 22/12/17.- Navidad ya no es para los cristianos creyentes una buena noticia, es una fiesta con mucho consumo. Es la gran fiesta del dios mercado y aunque se llenan todavía los templos para este día, más se llenan los supermercados.

Y si no es buena noticia para los creyentes menos lo es para los que no lo son y menos para los no cristianos. Sin embargo quisiera hablar de la novedad de la Navidad, aunque sea más allá de la fe religiosa.

Jesús de Nazaret fue más allá de la fe religiosa de su tiempo y los religiosos de entonces, los sacerdotes, el sumo sacerdote y los grupos piadosos como eran los saduceos y los fariseos lo condenaron a muerte

Y su novedad, su mensaje liberador, como buena noticia para los pobres, se lo fue dejando en el olvido, preocupados los poderes políticos y religiosos en la definición de dogmas y de otros intereses menos dignos.

De la Navidad no nos pudo hablar Jesús, la que si nos habla es su madre. Es sólo por la fe católica que creemos en su virginidad, lo que se ha convertido en muro de separación entre cristianos y en una exaltación hasta divinizar a María, como una diosa, como madre de Dios y Virgen, con el fin de pedirle favores, pero no para conocer su vida y su buena noticia.

Sin embargo nuestra María de la Navidad es buena noticia, pues ella  se pone del lado las mujeres humilladas, como ella lo fue por sus contemporáneos, para quienes no fue más que una madre soltera y para algunos violada por algún soldado romano desconocido, como ocurría frecuentemente. José su prometido después de serias dudas la recibió con amor como esposa, cuando supo de su sufrimiento y de su verdad.

María, esperando a Jesús en su visita a su prima también embarazada, le dice que está muy alegre, porque Dios ha mirado su humillación, y que su misericordia llegará a todas las generaciones (sobre todo a las generaciones de mujeres, violadas, prostituidas, abandonadas, maltratadas y postergadas, aun por los que se dicen guardianes de la religión). Y añade además que Dios derriba a los soberbios y a los poderosos de sus tronos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. (Lucas 1,50-51)

Esta es su buena noticia, para los pobres y sobre todo para todas las mujeres.

 (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Navidad

Jueves, 4 de enero de 2018
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Navidad1El Ángel dijo a los pastores que velaban en medio de la noche: “Hoy en Belén de Judá os ha nacido un salvador”… Un salvador que no había nacido en un palacio rodeado de señales –como se supone que debería ser–, sino en la cuadra de una posada acompañado de sus padres pobres y de unos cuantos pastores marginales. Un salvador que murió en la cruz abandonado de los suyos y solo acompañado de un pequeño grupo de mujeres leales.

Hoy la palabra “salvador” nos suena raro, sobre todo cuando nos empeñamos en juzgar las expresiones del pasado con criterios actuales. Muchos entienden la salvación como el hecho individual de alcanzar la vida eterna a base de méritos, pero como decía un amigo jesuita: El sueño de Dios no puede ser la raquítica salvación de media docena de perfectos, sino toda la Humanidad realizada y perfecta que alcanza su plenitud”. Una humanidad formada por personas que no viven esclavas del dinero ni de las cosas que se pueden comprar con dinero. A las que se les remueven las entrañas ante la desgracia ajena. Que son tolerantes y conciliadoras. Que trabajan por la paz y la justicia. Una humanidad en la que los más importantes son los más necesitados; en la que los primeros son aquellos que se hacen servidores de todos y esclavos de todos…

La expresión “Jesús nos salva, nos libra del pecado”, no tiene nada que ver con ningún acto jurídico por el cual alcanzamos el perdón de unas supuestas ofensas a Dios ­–miremos lo ofendido que se sentía el padre del hijo pródigo–, sino con el hecho de que nos ayuda a liberarnos de la fascinación que nos producen muchas cosas que no merecen la pena y que acaban arruinando nuestra vida… ¿Y cómo lo hace?… Pues con una propuesta fascinante que da todo el sentido a nuestra vida; que nos empuja a vender nuestros pequeños ídolos, banales e irrelevantes, para comprar, llenos de alegría, el tesoro que hemos encontrado escondido en un campo.

Las primeras comunidades cristianas participaban de este espíritu, eran fértiles y no dejaban de crecer. En ellas no había necesitados “porque nadie consideraba sus bienes como propios”. Les ocurría igual que a su maestro; que causaban fascinación entre la gente e irritaban sobre manera a los dirigentes –que los perseguían y los mataban–. Luego aquello se contaminó con filosofías ajenas a la Buena Noticia, vino Constantino, el poder, la influencia, la jerarquía de corte monárquico… y aquel espíritu inicial comenzó a decaer. Hoy, tras muchos siglos, hay motivos para la esperanza y no podemos desaprovecharla.

Pensamos que un cristiano es el que trata de parecerse a Jesús de Nazaret, “que pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal” –según palabras de su íntimo amigo Pedro–, y punto final. Todas las demás manifestaciones de cristianidad probablemente estén muy bien, pero no constituyen la esencia del cristiano. En nuestra sociedad, a los cristianos se nos identifica con gente acomodada que ha sido capaz de hacer pasar al camello por el ojo de una aguja, es decir, de compaginar sin ningún rubor, su condición de cristiano con la plena participación en la sociedad de consumo.

Volvamos a la Navidad. Una celebración es importante en la medida en que lo es el acontecimiento que se celebra, y lo que estos días celebramos es de la máxima importancia. Porque celebramos que en aquel niño, hemos descubierto que podemos vivir, que esto tiene sentido, que está pensado por una Madre. Quizás importe poco que la hayamos convertido en una orgía de consumo –antítesis de lo que en principio se celebra–, porque seguirá mereciendo la pena si hay personas que se reencuentran con aquel espíritu capaz de transformar el mundo… y destinado a ello.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Fuente Fe Adulta

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Evangelio y calor humano

Lunes, 23 de enero de 2017
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Del blog Pays de Zabulon:

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“Que nuestra religión se fuera extendiendo entre ellos como un agua generosa que todo lo penetra es gracias al calor humano, hasta entonces desconocido que ella aportaba a esta pobre gente. Se debe a esto y sólo a esto: estos hombres han experimentado por primera vez en su vida el calor del corazón humano. Han encontrado a alguien que los traten como iguales, como a seres humanos. La bondad y la caridad de los padres ganaron así su corazón.”

Shûsaku Endô, Silencio.

El Evangelio es Buena Noticia, buena noticia de que eres amado por Dios, quienquiera que seas, cualesquiera que sean las circunstancias de tu existencia, cualquiera que sea tu destino. Dios te ha querido libre y feliz, y ha llegado el tiempo de la liberación de la humanidad, el tiempo de la salvación.

Basta ya de viejos temores, de ostracismos de cualquier género, de encerramientos y contrariedades que impiden al ser brotar libremente para la felicidad y la alegría de todos.

El Evangelio es Buena Noticia, noticia de salvación. Al igual de lo que dice Shûsaku Endô para los campesinos japoneses, esto ha sido verdad numerosas veces en la historia. El Evangelio penetró primero en el mundo de los esclavos, de los extranjeros, de los parias, en el mundo de los pobres, de los hambrientos, en el mundo de los explotados. Al mismo tiempo que aquí o allá, la Iglesia se institucionalizaba y reproducía en su seno las limitaciones y explotaciones que ella debía denunciar y combatir, hubo siempre unos locos enamorados por la liberación, trabajados en su interior por el Evangelio y que defendían la causa de los oprimidos, el rescate de los esclavos, la atención a los leprosos, la educación de los pobres, la igualdad entre los chicos y las chicas …

silence_andrew-garfield_shinya-tsukamoto-300x200Ha habido siempre profetas, hombres y mujeres que aportaban este calor humano, este respeto debido a cada uno y que se batían para hacerlo respetar, si esto no era con palabras, lo era con hechos.

Sí, el Evangelio es Buena noticia, buena noticia para todos. Me pregunto por qué este movimiento de liberación que describe Shûsaku Endô no ha concernido aún a las personas homosexuales. ¿Habrá cristianos, bastantes cristianos, para demostrar que el Evangelio les es anunciado a las personas tal como ellas son, les saludan, les consideran en su dignidad y restauran la belleza de su humanidad en su derecho a existir, a desarrollarse y a contribuir a la felicidad de todos?

Sueño con que el Evangelio aporte este calor humano a todos los que se sienten rechazados a causa de su homosensibilidad. Todos, incluidos los que están ya comprometios con Cristo, y a quienes se dejó creer que Cristo les rechazaba.

*

Z – 22/01/2017

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Fuente Fotografías: 1. Andrew Garfield y Yôsuke Kubozuka, 2. Andrew Garfield y Shinya Tsukamoto, en la película de Martin Scorsese Silencio basada en la novela de Shûsaku Endô.

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El Reino es Vida que sólo puede surgir de otra vida

Lunes, 4 de julio de 2016
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de-dos-en-dos1Lc 10,1-12; 17-20

Lucas es el único evangelista que narra esta misión de los 72. En el c. 9, ya había narrado el envío de los 12. No es verosímil que este relato sea histórico. Con él, ha querido acentuar el carácter universal de la predicación, aunque Mt dice expresamente que no entren en tierra de paganos ni vayan a ciudades de Samaría. 70 era el número de las naciones gentiles, según Génesis. Para los demás evangelistas, el límite de la gentilidad estaba en la frontera de Galilea, para Lc se encuentra en la misma Samaria, porque estaba apartada de la religión oficial judía.

El domingo pasado se hablaba del fracaso de los discípulos en su intento de preparar el camino a Jesús en su subida a Jerusalén. Probablemente, Lc quiere poner este envío de “otros setenta y dos” para dejar un buen sabor de boca. Estos vuelven “muy contentos” de sus correrías y tienen mejor acogida que los discípulos. “De dos en dos”, porque para los judíos la opinión de uno solo no tenía ningún valor en un juicio, y los misioneros son, sobre todo, testigos. También, porque el mensaje debe ser proclamado siempre por la comunidad.

No penséis que se trata de enviar a un número de especialistas en comunicación. No se trata de recomendaciones a unos cuantos escogidos. El evangelio dice simplemente: “envió a otros setenta y dos”. Ni siquiera dice que fueran discípulos. Se da por supuesto que todo cristiano por el hecho de serlo, tiene la misión de proclamar la buena noticia que él vive. El modo de esa predicación puede ser diferente, pero la base, el fundamento de toda predicación, es la vida misma de cada cristiano. Vivir como cristianos, es la mejor predicación y la que convence. En cada instante estamos predicando, para bien o para mal.

No es fácil delimitar lo estrictamente histórico de este relato. Además de que solo Lc lo narra, exigiría un grado de organización que no se percibe en el grupo de los que han seguido a Jesús. El simbolismo del número 12 y 70 nos invita a pensar que son relatos elaborados por la comunidad, más tarde. Por otra parte, para predicar El Reino, se necesita haberlo comprendido y experimentado. Los evangelios se encargan de manifestar que antes de la experiencia pascual ni los doce se habían enterado de nada.

Las recomendaciones de Jesús son la clave de todo anuncio del mensaje cristiano. Están puestas en boca de Jesús, pero son las condiciones mínimas que debía tener todo cristiano para llevar la Buena Noticia a los demás. En ningún caso se habla de doctrina que tienen que enseñar o de normas morales que deben exigir. Se trata de comunicar lo que Dios es para todos sin condiciones ni excepciones. Esa tarea la cumplió la primera comunidad en todas partes donde se fue implantando. Es la principal tarea que tiene que seguir llevando a cabo todo cristiano en cualquier tiempo y lugar.

1.- Itinerancia. “Poneos en camino”. Es la clase de vida que eligió Jesús cuando se decidió a proclamar su buena noticia. El domingo pasado nos decía que no tenía donde reclinar la cabeza. Este desapego de toda clase de seguridades es la actitud básica y fundamental que debe adoptar todo enviado. El anuncio no se puede hacer sentado. Seguir a Jesús exige una dinámica continuada. Nada se puede comunicar desde una cómoda instalación personal. La disponibilidad y la movilidad son exigencias básicas del mensaje de Jesús.

2.- Dificultad. “Os mando como ovejas en medio de lobos”. Cuando se escribieron los evangelios, las primeras comunidades cristianas estaban viviendo la oposición, tanto del mundo judío como del pagano. Denunciar la opresión o poder despótico, no puede agradar a los que viven desde esa perspectiva, y sacan provecho de ella a costa de los demás. Por desgracia, cuando el cristianismo adquirió poder, se comportó como lobo en medio de corderos; eso sí, con piel de oveja. Desde el poder es imposible adivinar lo que sería bueno para el otro. El provecho personal o el de la institución, no es buena noticia para nadie.

3.- Pobreza. “Ni talega ni alforja ni sandalias”. La pobreza material es solo signo de la superación de seguridades. Significa no confiar en los medios externos para llevar a cabo la misión. No debemos hacer de la predicación un logro humano. Se trata de confiar solo en Dios y el mensaje. No buscar seguridades de ningún tipo, ni en el dinero ni en el poder ni en el prestigio ni en los medios. Tenemos la obligación de utilizar al máximo los medios que la técnica nos proporciona, pero no debemos poner nuestra confianza en ellos.

4.- Urgencia. “No os detengáis a saludar a nadie por el camino”. No se trata de negar el saludo a los que se encuentren en el camino. “Saludar” tenía para ellos, un significado muy distinto al que tiene para nosotros. El saludo llevaba consigo un largo ceremonial que podía durar horas o días. Esta recomendación quiere destacar la urgencia de la tarea a realizar. Seguramente está haciendo referencia a la inmediata llegada del fin de los tiempos, en que las primeras comunidades cristianas creyeron a pies juntillas.

5.- Paz. “Decid primero: ¡Paz! Para entender esta recomendación hay que tener en cuenta el sentido de la “paz” para los judíos de aquel tiempo. “Shalom” no significaba solo ausencia de problemas y conflictos, sino la abundancia de medios para que un ser humano pudiera conseguir su plenitud humana. Llevar la paz es proporcionar esos medios que hacen al hombre sentirse a gusto e invitado a humanizar su entorno. Significa no ser causa de tensiones ni externas ni internas. Sería ayudar a los hombres a ser más humanos. El cristiano, vaya donde vaya, tiene que llevar armonía, comprensión, amor, paz.

6.- Humildad. “Comed y bebed de lo que tengan”. Esta es una de las actitudes más difíciles. Ponerse al nivel del otro. Aceptar sus costumbres, su cultura, su idiosincrasia… Se trata de buscar solo el estar disponible para todos, sin esperar nada a cambio, pero aceptando con humildad lo que den; siempre que sea lo indispensable, comida, alojamiento, etc. ¡Qué difícil es no imponer lo nuestro! Muchos intentos de evangelización han fracasado por no tener esto en cuenta. Más difícil todavía es aceptar la dependencia de los demás en las necesidades básicas, no poder elegir ni lo que comes ni con quien comes.

7.- Curad. “Curad a los enfermos”. No se refiere solo a las enfermedades físicas. Todo aquello que impide al ser humano ser él mismo es enfermedad. De hecho los 70 solo hacen alusión a que los demonios se les sometían. Seguimos dando demasiada importancia a la salud corporal, sin enterarnos de que con una grave enfermedad puede un ser humano alcanzar su plenitud. Curar significa alejar de un ser humano todo aquello que le impide ser él. Hoy las enfermedades físicas están cubiertas por la medicina. Pero ¿qué pasa con las enfermedades psíquicas y mentales, que arruinan la existencia de tantas personas?

8.- Buena noticia (evangelio). “El reino, que es Dios, está cerca”. Ni de peroratas teológicas, ni discursitos apologéticos, ni propagandas ideológicas. Lo único que un ser humano debe saber es que Dios le ama. Predicar el reino que es Dios, es hacer ver a cada ser humano que Dios es algo cercano, que es lo más hondo de su propio ser, que no tiene que ir a buscarlo a ningún sitio raro, ni al templo ni a las religiones ni a las doctrinas ni a los ritos ni al cumplimien­to de la norma. Dios es (está) en ti. Descúbrelo y lo tendrás todo…

Sin estas condiciones, la predicación se hace inútil. No es nada fácil salir de la dinámica de la propaganda, del proselitismo a toda costa, buscando más el potenciar la institución que el servicio de las personas. El que va a proclamar el Reino de Dios, tiene que manifestar que pertenece a ese Reino. Tiene que responder a las necesidades del otro. Tiene que estar dispuesto al servicio en todo momento. No debe exigir absolutamente nada, ni siquiera la adhesión. Tiene que limitarse a hacer una oferta.

Meditación-contemplación

¿Cuál es tu preocupación primera?
¿Es la comida, el vestido, la salud, la casa, el prestigio?
¿Tus esfuerzos están encaminados a buscar seguridades?
O ¿tu preocupación primera es vivir el Reino?
……………..

Procura, al mismo tiempo no caer en demagogias baratas.
De esas necesidades básicas tienes obligación de ocuparte.
Dios quiera que alcances el mayor bienestar posible, para ti y para los demás.
Siempre que la prioridad sea el desplegar tu humanidad.
………………….

No te dejes llevar por lo que te pide el cuerpo.
No te olvides que eres también y sobre todo, espíritu.
Escucha, sobre todo, tu ser profundo;
lo que él te pida, te llevará hacia tu plenitud y felicidad.
…………………

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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