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He venido para que tengan vida y la tengan abundante.

Domingo, 3 de mayo de 2020
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wp_20161203_11_15_15_proTengo que confesar que no me gusta mucho la metáfora del pastor y las ovejas, aunque reconozco el valor y hondura que tiene en la memoria religiosa de Israel. En el evangelio de Juan se actualiza y se enriquece a la luz de la fe en Jesús.

El texto de Jn 10, 1-10 responde a uno de los espacios de confrontación que subyacen en el Evangelio y que los destinatarios del libro necesitan afrontar: el rechazo del judaísmo a reconocer a Jesús como el Mesías y consecuentemente de la relectura que los/as seguidores de Jesús hacen de las Escrituras de Israel a la luz de su fe en él.

En el trasfondo de la imagen del pastor y las ovejas que Jesús utiliza en Jn 10, 1-10 está la reflexión que el profeta Ezequiel hace en el capítulo 34 de su libro. En ese texto el profeta denuncia el mal uso que los líderes de Israel (sacerdotes y reyes) han hecho de la misión a la que habían sido llamados. Para él los pastores, más que cuidar, acompañar, sanar y comprender al pueblo, prefirieron aprovecharse de su poder, escucharse a sí mismos y olvidarse de la gente que contaba con ellos para orientarse en el camino de la vida y sentirse segura.

Esta situación llevó a Israel al gran desastre de su historia: el exilio; pero Ezequiel anuncia que YHWH no abandona a su pueblo y lo reunirá de nuevo, será su auténtico pastor, su guía y consuelo. De este modo Ezequiel se hace portavoz del deseo de Dios y es capaz de encontrar una palabra creyente en medio de la incertidumbre, oscuridad y sufrimiento que trae consigo la deportación a Babilonia.

Jesús actualiza el mensaje de Ezequiel frente a quienes cuestionan su palabra y actuación porque se resisten a perder su poder, a dejar de ser la palabra autorizada, porque temen cualquier cuestionamiento y son ciegos a cualquier mirada diferente a la suya (Jn 9, 41).

Jesús es consciente de que su mensaje incomoda a los dirigentes políticos y religiosos, y les recuerda que Dios no puede ponerse de su parte porque su actitud los ha hecho extraños a la gente sencilla, porque su orgullo y prepotencia los ha convertido en ladrones de las esperanzas y dignidad del pueblo. Los/as pobres, los/as impuros/as, los/as enfermos/as, los/as extranjeros/as y todos y todas los que han sido expulsados a los márgenes por la avaricia y el egoísmo de quienes se consideran sus legítimos lideres son los que Dios protege y acompaña.

Jesús se sabe enviado como Buen Pastor, llamado a sanar y salvar a quien sufre, a quien está derrotado, a quien está perdido. Él es la puerta que posibilita la entrada a un nuevo horizonte de sentido, a un nuevo modo de afrontar la vida, a una nueva forma de entender a Dios. Quien le escuche y le siga está invitado a formar parte del nuevo pueblo de Dios, a participar de la mesa compartida en la que ya no habrá primeros puestos, sino circularidad y encuentro.

Jesús es el Pastor que da vida y vida abundante. Como había compartido con la mujer samaritana junto al pozo, el agua que él ofrece sacia la sed y se hace manantial de vida para quien la acepta (Jn 4, 10-14) y los pastos que regala no tienen cercas ni condiciones, están abiertos para toda persona que confíe en él, que lo acoja y lo reconozca como camino, verdad y vida (Jn 14, 6).

En estos tiempos de incertidumbre, de sufrimiento, de impotencia, de desconcierto y miedo, las y los creyentes estamos invitados a escuchar a Jesús el buen Pastor. Él puede mostrarnos cómo acompañar, escuchar, sanar o sostener a quien lo necesita y hacerlo sin alardes, sin demostraciones de poder, sino con humildad, silencio y hondura.

Hoy las puertas de los lugares de culto están cerradas y eso puede invitarnos a recordar que hay una puerta abierta, una puerta que nunca se cierra y esa es Jesús. No importa que las iglesia se cierren porque Jesús de Nazaret, su vida, su actuar son la única puerta que nos lleva a la Vida. En él se sostiene nuestra fe y nuestra esperanza.

Él ha venido a darnos Vida y Vida abundante. El entregó la suya, no para iniciar un ritual excelso y misterioso, sino para que Dios Padre y Madre pudiese derramar todo su amor, ternura y perdón en la vida de todo ser humano (Hb 4, 15; 5, 8-10). Por eso, lo que verdaderamente importa es que sigamos sosteniendo nuestra vida en Dios, orando y compartiendo la esperanza, sintiéndonos hermanas y hermanos con el de cerca y con el de lejos, aprendiendo de miles de gestos generosos, humildes y entregados de tantas mujeres y hombres que en medio de la amenazada de la pandemia nos muestran el rostro del Buen Pastor.

Carme Soto Varela, ssj

Fuente Fe Adulta

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¿Maestros?

Domingo, 3 de mayo de 2020
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84AA30C9-E30F-4D2B-9011-239862F2CBA2Domingo IV de Pascua

3 mayo 2020

Jn 10, 1-10

Uno de los signos más claros para detectar a un “falso maestro” es el hecho de que se presente a sí mismo como “mediador” o “condición necesaria” para que las personas logren la liberación. Lo cual nos hace ver que las palabras que leemos en este texto no habrían salido nunca de la boca de Jesús; se trata, más bien, de frases que expresan la fe en él por parte de aquella primera comunidad.

Cada confesión religiosa tiende a creer que el suyo es el líder o maestro “verdadero”, a diferencia de otros que solo son “ladrones y bandidos”. Se trata, de nuevo, de una absolutización, carente de fundamento, del propio grupo y de la propia creencia.

Se comprende que pueda existir un “lenguaje de enamorados”, por el que atribuimos a las personas queridas dones “especiales”, adornándolas con todo tipo de cualidades. Pero ese modo de hacer únicamente habla de los “seguidores”, más o menos fanáticos, de un supuesto maestro.

Un verdadero maestro sabe que no puede existir el “maestro perfecto” –lo “perfecto” nunca puede ser personal (lo humano no puede ser perfecto), sino en todo caso transpersonal–. Sabe también que toda persona cuenta con la “guía interior” que necesita para recorrer su camino. Y si bien es cierto que puede servirnos de ayuda cualquier persona sabia y experimentada, eso no niega el hecho de que todos, sin excepción, somos maestros y discípulos a la vez.

Solo una personalidad narcisista busca mostrarse como alguien “especial” o, en el otro lado, necesita maestros a quienes admirar, proyectando en ellos su afán de grandeza y de perfección. Conozco algún “director espiritual” que, presentándose como “mediador” de Dios para algunas personas, terminó manipulándolas e incluso abusando de ellas. Y conozco también no pocas personas que presumen de haber encontrado el “maestro ideal”, al que idealizan, y del que esperan que les otorgue seguridad absoluta, para no tener que enfrentarse a sus propios miedos e incertidumbres.

Quien va de “pastor” genera borreguismo alienante y quien se presenta como “maestro” fácilmente produce dependencia, a la vez que trata de blindarse frente las críticas, como si fuera inmune ante ellas.

Ser maestro no es un rol permanente. Es una función que alguien o algo puede ejercer en cualquier momento. La autoridad auténtica radica, no en la persona, sino en el contenido de lo que se transmite. El maestro auténtico no promete nada, pide entrega total únicamente a la verdad; no hambrea reconocimiento ni busca discípulos; no ata a nadie, sino que promueve la autonomía y la libertad de quienes se acercan a él.

En épocas, tanto de fáciles credulidades como de adhesiones dogmáticas a creencias que aparecen como incuestionables, necesitamos recoger el grito kantiano que hizo suyo la Modernidad: “Sapere aude” (atrévete a conocer). Liberándose de los “tutores” que mantienen a los humanos en la “minoría de edad”, Kant abogaba por el librepensamiento y la capacidad de conocer por uno mismo. Su grito constituye una invitación a poner en cuestión lo recibido, lo aprendido y todo lo que damos por sabido, recorriendo el camino de la indagación, que nace del anhelo de verdad y que podría concretarse en esta doble pregunta: ¿Y si las cosas no fueran como me las han contado?; si dejo de lado todo lo que me han enseñado y todo lo que he aprendido, ¿qué puedo decir por mí mismo? Si aprendemos a convivir con la incertidumbre y no nos desalentamos, el gusto por la verdad podrá conducirnos más lejos de lo que nuestra mente hubiera imaginado.

 “La verdad es una tierra sin caminos”, proclamaba Krishnamurti en su famoso discurso de “Disolución de la Orden de la Estrella”. Por lo que “cada uno tiene que ser su propio maestro y su propio discípulo”.

La persona sabia tiene claro que cada cual es maestro de sí mismo, y que cada cual tiene su propio camino que recorrer, según cantaba el poeta León Felipe:

“Nadie fue ayer,
ni va hoy,
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol…
y un camino virgen
Dios”.

¿Me siento comprometido/a a buscar la verdad por mí mismo/a, hasta el final?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Jesús es Buen Pastor, no una amenaza de la que hay que protegerse.

Domingo, 3 de mayo de 2020
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758C6C75-0961-400F-AD48-59BC5016365EDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

  1. Soy el buen pastor – Yo soy la puerta del redil.

         San Juan dedica el cp 10 de su evangelio a presentarnos a JesuCristo como Buen Pastor y como puerta del redil. Yo soy el Buen Pastor, Yo soy la Puerta

         El “Yo soy” que tanto emplea el evangelista Juan, tiene siempre una fuerza frente a quienes pretenden constituirse en señores de la historia: poderosos de la economía, de la política, de la religión.

         Jesús es el Buena Pastor, que nos conoce, nos ama, nos guía en la vida. Jesús es la Puerta de acceso al redil de paz y serenidad.

         Nos hará bien  evocar el salmo 22 (23): El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar. El me guía por caminos de justicia, me conduce a fuentes tranquilas, me hace reposar en verdes praderas…

  1. Muchos se han ido o no han estado nunca en el redil.

Suponiendo que las iglesias sean el redil, las ovejas se han marchado. Las iglesias están vacías y no sola ni principalmente por la pandemia, que nos tiene a todos recluidos en casa, sino por razones más hondas y tristes.

Si hasta los siglos XVIII y XIX el redil socio-cultural y religioso, era el cristianismo (aun con sus grandes limitaciones y lacras), desde esos siglos, el redil en el que vivimos es el vacío, la nada (nihilismo), los “sin valores” y -casi- “sin criterios”, algunas ideologías, el progreso, etc.

Sin embargo mucha gente no ha salido propiamente de del cristianismo, sino de la religión, de lo eclesiástico. Se pretende mantener estructuras religiosas pero vacías de cristianismo.

No es menos cierto que muchas personas en estos momentos viven, siguen a Jesús en la intimidad de su vida sencilla y monótona de sus casas.

Tal vez la situación que estamos viviendo estos meses nos ayude a acercarnos y seguir al Pastor, a entrar por la puerta del redil de Jesús

         Puede parecer una paradoja, pero la religión gira y gira, vuelve una y otra vez, pero sin cristianismo. Aunque parezca un contrasentido, la religión vuelve, lo que no vuelve es el cristianismo. No vuelve el Dios de Jesús, el Dios de los pobres y crucificados. Vuelven y nos preocupa si se podrán celebrar misas, procesiones como cuestión turística, las celebraciones ostentosas, las grandes concentraciones religiosas, las primeras comuniones llenas de fotografías y restaurantes, las bodas blandas, pero no vuelve el lavatorio de los pies, no vuelve el Dios de Abraham, ni el Dios de Jesús, de la justicia, del amor, del perdón, no vuelve el Dios que pone en crisis el poder, la violencia, la corrupción.

         El Dios que vuelve no es el del Sinaí, ni el del Tabor, ni el del Calvario, ni el de la Ascensión, sino más bien el “dios – ídolo” que domina es el “dios dionisiaco de Nietzsche”: una religión light que da seguridad, que adormece, que es la guinda de un pastel que no inspira confianza, paz, sentido, esperanza absoluta.

         Es cierto y de agradecer (gracia) el voluntariado que también en estos momentos ayuda en la sociedad, en las familias, el trabajo del personal sanitario y asistencial, la oración de tantos creyentes.

  1. Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, yo os aliviaré. M yugo es llevadero y mi carga ligera. (Mt 28,11-30)

Convengamos en que las retransmisiones religiosas por los medios de comunicación pueden hacer bien a determinadas personas. (Muchos eclesiásticos solamente saben vivir del rito, cuando lo que quiero es misericordia y no sacrificios)

Pero ante situaciones como la que estamos viviendo, u otros valles oscuros que podemos atravesar en la vida (salmo 22), Jesús, el buen pastor, nos llama a seguirle a él, cuyo yugo es llevadero y su carga ligera. No es que Jesús nos proponga unas “rebajas religiosas” y suprima media docena de preceptos[1], sino que Jesús es bueno, acogedor y liberador.

Mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

El teólogo P. Tillich (1886-1965) se preguntaba: Y ¿Cuál es el yugo y la carga de la que Cristo nos libera? ¿Cuál es el yugo llevadero y la carga ligera que Jesús pondrá sobre nosotros? ¿Por qué Él y sólo Él puede dar descanso a nuestra alma?

El ser humano se ve agobiado por el yugo de la religión. Nos pesa, nos agobia radicalmente la finitud, el pecado, el absurdo y sin.sentido, la muerte. Jesús no se refiere a que nos vaya a librar de la carga del trabajo, de la finitud humana, de la muerte. Tampoco Jesús “ha fundado una religión más suave” y de más fácil cumplimiento. Cristo nos libera de este yugo, que produce o deriva el “esquema religioso“.

La carga de la que nos quiere liberar es la carga de la religión, es decir, del yugo de la ley, impuesto en su tiempo al pueblo por los maestros religiosos, por los hombres sabios e inteligentes, como Él los llamaría con palabras nuestras, por los escribas y fariseos, como habitualmente les llamamos. Los que sufren y están oprimidos, son los que gimen bajo el yugo de la ley religiosa. Y Él quiere darles la fuerza de sobreponerse a la religión y a la ley; el yugo que les da es un “nuevo ser”, que está por encima de toda religión. Lo que les invita a aprender de Él es la victoria sobre la ley de los sabios y de los inteligentes, y la ley de los escribas y fariseos.[2]

JesuCristo, Buen Pastor, nos quiere liberar de la esclavitud de la religión, porque también nosotros vivimos y gemimos bajo la ley, bajo una ley que es religión y bajo una religión que es ley.

Estamos bajo la angustia y el miedo. La ley de la religión es el esfuerzo titánico del ser humano por ganarse a Dios; un Dios que es una amenaza de la que hay que protegerse. Mucha gente tiene miedo a Dios. No están lejos los tiempos en los que se nos decía: “No hagas eso, que te va a castigar Dios”. Cuando íbamos creciendo se nos ha enseñado y asustado con que Dios nos va a pedir cuentas, sin que se escape nadie ni nada.

Todavía hay personas que tienen la idea de que, cuando ocurre una desgracia (una enfermedad, una pandemia, una catástrofe), eso es castigo de Dios a causa de nuestros pecados. Quien así cree y piensa no cree en el Buen Pastor, ni en el Dios de Jesús, ni en padre del hijo pródigo, sino que creen en un Dios que es un peligro y una amenaza para el ser humano.[3]

El ser humano pretende librarse de sus angustias recurriendo a la ciencia y a la religión, pero no terminamos de librarnos de los grandes problemas.

La ley de la religión es el gran esfuerzo del hombre por domeñar su angustia, su desasosiego y su desespero, para taponar el boquete que hay en sí mismo y alcanzar la inmortalidad, la espiritualidad y la perfección. Y así es como, bajo la ley religiosa el hombre trabaja y se fatiga tanto de pensamiento como de obra.

Quiera Dios que salgamos de esta pandemia, pero no olvidemos que después, con el transcurrir de la vida, nos aguarda a todos la “pandemia final”.

Los cristianos creemos (no opinamos, sino que confiamos, fe) en que esa paz y serenidad profundas están en JesuCristo.

Es cierto que son necesarios algunos actos comunitarios, algunas formulaciones religiosas, algunos ritos, pero para confiar y descansar en Jesús no hacen falta muchas ceremonias ni alharacas religiosas.

En la profundidad de la vida, en el silencio de nuestra casa y de nuestra conciencia, nos podemos encontrar con Cristo. El camino que nos lleva hacia Cristo, Buen Pastor, es la actitud de Éxodo y de Emaús. Y al final de este camino nos espera un gozo y una paz profundas. Ese es el redil de Cristo.

  1. Ser buenos pastores.

         Jesús es buen pastor, nuestro buen pastor.

         Las actitudes y el pastoreo de Jesús no fueron, ni son de poder, ni de fuerza, ni homenajes, ni doctrinas. Jesús fue pastor no en el Templo, no en la religión como sistema de compraventa. Recordemos Jn 2: Jesús vuelca las mesas de los mercaderes religiosos del Templo, saca las ovejas del Templo, rompe con el sistema religioso. Por eso Jesús es discutido, perseguido.

         Jesús es pastor y rey en la cruz, con los crucificados de este mundo. El pastoreo de Jesús es que tengamos vida abundante. Decía san Ireneo comentando estas cosas que “gloria Dei, vivens homo”, la gloria, la felicidad de Dios es que el hombre viva.

         No es lo mismo educar en el seguimiento de Jesús, Pastor, que en la religión. No es lo mismo la clase de religión, que enseñar a asumir confiadamente la existencia humana desde o con Jesús.

         Esta, creo, es la gran diferencia entre el estilo de Francisco y el de situaciones eclesiásticas anteriores y todavía hoy presentes. Hemos vivido tiempos religiosos, que todavía perviven entre muchos eclesiásticos, cuya preocupación era la ley, el sábado, la doctrina ultraortodoxa, la religión…

Al papa Francisco, como a Jesús le preocupan y le interesan los heridos, los que sufren, los enfermos, y eso es cristianismo.

Jesús nos llama a seguirle como buen pastor,

El señor es mi Pastor, nada me puede faltar

[1] Resulta casi farisaico que se nos exima del precepto dominical, cuando estamos todos confinados en casa y -al menos hasta ahora- sin poder salir.

[2] TILLICH, P. Se Conmueven los Cimientos de la Tierra, 152.

[3] Además quien así cree y piensa está expuesto a vivir conflictos internos serios.

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El desafío de Dios al poder

Jueves, 20 de febrero de 2020
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pastorA propósito de Jn 1,29-34

José rafael Ruz Villamil
Yucatán (México).

ECLESALIA, 31/01/20.- En la Palestina del primer tercio del siglo I la expectativa de un cambio radical que viene de Dios y que ha de afectar todos los ámbitos de la vida es un rasgo que acaba tiñendo la percepción del presente y del futuro, sí, aunque concebido y expresado en formas diferentes. Pues bien, hay todo un pensamiento religioso estructurado detrás del término cordero en relación con el mesías de Dios, término conservado escasa y únicamente en el cuarto evangelio. Y es que solamente por dos veces y de boca de Juan el Bautista, Jesús de Nazaret es llamado cordero, y más específicamente Cordero de Dios.

Ahora bien, resulta harto significativo que, de entre los seguidores del Bautista —que le continuaron fieles después de su muerte y vivieron una cierta rivalidad con los discípulos de Jesús— una palabra de Juan viniera a ser decisiva para que algunos de estos discípulos suyos le abandonasen en seguimiento del Galileo. Y es que tal fue la reacción de Andrés y un otro discípulo innominado —que suele identificarse con aquél al que el cuarto Evangelio se refiere como el discípulo amado— al oír a Juan el Bautista llamar Cordero de Dios a Jesús de Nazaret; lo que sucede a continuación viene a revelar, específicamente, el contenido mesiánico del término en cuestión: después de seguir a Jesús, Andrés anuncia a su hermano Simón: «Hemos encontrado al Mesías».

¿Qué relación hubo de hacer Andrés para asociar Cordero de Dios con el mesías? Una mera aproximación al término en sí de cordero —amnós— remite a un animal de vellón hermoso y rizado, de color blanco, de carne y grasa abundantes, que proporciona alimento y vestido y que se caracteriza por ser extremadamente noble, tranquilo e indefenso. De esta realidad sencilla y cotidiana, parte el significado histórico-religioso que cualquier judío del primer tercio del siglo I pudo haber relacionado con cordero, pero particularmente, con Cordero de Dios: la Pascua, la gesta libertaria de Yahvé a favor del hatajo de esclavos sometidos en Egipto y de la que, justamente, el cordero queda como memorial:

«…escogerán entre los corderos o los cabritos […] Esa noche comerán la carne. Tomarán luego la sangre y untarán las dos jambas y el dintel de las casas donde la coman […] La comerán así: con la cintura ceñida, los pies calzados y el bastón en la mano; y la comerán de prisa. Es la Pascua de Yahvé. Esa noche yo pasaré por el país de Egipto y mataré a todos los primogénitos del país de Egipto, de los hombres y de los animales, y haré justicia con todos los dioses de Egipto. Yo, Yahvé. La sangre les servirá de señal en las casas donde estén. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo; y no les afectará la plaga exterminadora, cuando yo hiera al país de Egipto».

De lo anterior se siguen dos posibilidades: Jesús como Cordero de Dios entendido como un mesías de carácter sociopolítico sin merma de su dimensión religiosa, o bien un mesías de carácter sacrificial. En cuanto a la primera posibilidad, su factibilidad se sostiene con el hecho de entender al cordero de la Pascua como signo del fin de la esclavitud impuesta por el Faraón de Egipto: en consecuencia, el Cordero de Dios —Jesús de Nazaret— habría de ser el signo de la liberación del César de Roma, más aún si se enfatiza que este Cordero de Dios quita el pecado del mundo. Y si por mundo hay que entender lo que se opone a Dios, quitar el pecado bien podría equivaler a la aniquilación de lo que es percibido y experimentado como la oposición por excelencia a la presencia liberadora de Dios: el Imperio Romano.

Prevaleció, empero, la lectura del Cordero de Dios en su carácter sacrificial, lectura derivada de Isaías:

“Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca”.

Este aspecto sacrificial viene a ser retomado y subrayado en el libro de los Hechos de los Apóstoles, pero sobre todo en el pensamiento subyacente en la primera Carta de Pedro:

“…han sido rescatados de la conducta necia heredada de sus padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo…”.

Sin embargo, resulta más que interesante, en relación con la perspectiva sacrificial del Cordero de Dios, el que en el evangelio de Juan —único, insisto, que ha conservado el concepto en cuestión— la idea de expiación esté totalmente ausente y la praxis de Jesús venga a expresarse como la donación de la vida, la luz, la libertad y más, en términos, pues, más positivos que la mera anulación del pecado.

Sea como fuere, las palabras —derivadas de la proclamación del Bautista: «He ahí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»— que los discípulos de Jesús usamos entrañablemente cada vez que celebramos la Cena del Señor, siguen trayendo a la memoria y actualizando la decisión de Dios de enfrentar, más aún, de aniquilar cuanto en el mundo se opone a su decisión por el bienestar de sus criaturas a partir de la debilidad, de la fragilidad, de la mansedumbre de un Cordero que, a su vez y en su indefensión, queda como icono del desafío paradójico del mismo Dios a la potencia del poder: de cualquier tipo de poder.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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El Señor es mi Pastor…

Domingo, 12 de mayo de 2019
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 SALMO 23

El Señor es mi Pastor…

Los pastores de mi casa
me enseñaron a sentirLo.
La «chivita» deportada
por la guerra fratricida
me ayudó a reconocerme
vigilado por sus Ojos,
añorado por sus Manos.

Yo sería un pastor
¿bueno?

Tu Palabra me alimenta, cada día,
como un valle.
Me convida tu Misterio, como un monte.
Como un río me penetra,
perdonado,
tu Ternura.

Pirineo y sus pastores,
por las rocas,
en la nieve,

por el Ésera desnudo tierra abajo,
por las noches estrelladas cielo arriba.

Los balidos impotentes me acosaban, siendo niño.
Los balidos de los pobres, degollados, me traspasan.
¿No bastaba con tu sangre, Pascua nuestra?

Si atardece en mis majadas,
Tú serás su paz caliente.
No les faltará tu silbo
cuando rompa el día nuevo.

Los mayores desencantos
puedo atravesar seguro.
¡Tú me llevas como un hombro,
Pastor bueno!

*

Pedro Casaldáliga
Todavía estas palabras, 1994

***

Other-Sheep-logo

 

Yo doy la vida eterna a mis ovejas

En aquel tiempo, dijo Jesús:

“Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.

Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre.

Yo y el Padre somos uno.”

*

Juan 10, 27-30

***

Jesús, el buen pastor, dice de sí mismo que conoce a los suyos. Ser conocidos por Jesús significa nuestra bienaventuranza, nuestra comunión con él. Jesús conoce sólo a quienes ama, a aquellos que le pertenecen, a los suyos (2 Tim 2,1 9). Nos conoce en nuestra calidad de perdidos, de pecadores que tienen necesidad de su gracia y la reciben, y, al mismo tiempo, nos conoce como ovejas suyas. En la medida en que nos sabemos conocidos por él y sólo por él, se nos da a conocer, y nosotros lo conocemos como el único al que pertenecemos para la eternidad (Gal 4,9; 1 Cor 8,3).

El buen pastor conoce a sus ovejas, y sólo a ellas, porque le pertenecen. El buen pastor, y sólo él, conoce a sus ovejas porque sólo él sabe quién le pertenece para la eternidad. Conocer a Cristo significa conocer su voluntad sobre nosotros y con nosotros, y llevaría a cabo; significa amar a Dios y a los hermanos (1 Jn 4,7s; 4,20). La bienaventuranza del Padre es reconocer al Hijo como hijo, y la del Hijo es reconocer al Padre como padre. Este recíproco reconocimiento es amor, es comunión. Del mismo modo, la bienaventuranza del Salvador es reconocer al pecador como su propiedad conquistada, y la del pecador es reconocer a Jesús como su Salvador. En virtud de que Jesús está ligado al Padre (y a los suyos) por semejante comunión de amor y de conocimiento recíproco, puede entregar su propia vida por las ovejas y adquirir así el rebaño como propiedad suya para toda la eternidad.

*

Dietrich Bonhoeffer,
Memoria e fedeltá,
Magnano 1979, pp. Ió3s

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“Escuchar y seguir a Jesús”. 4 Pascua – C (Juan 10, 27-30)

Domingo, 12 de mayo de 2019
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jesus-buen-pastorEra invierno, Jesús andaba paseando por el pórtico de Salomón, una de las galerías al aire libre, que rodeaban la gran explanada del Templo. Este pórtico, en concreto, era un lugar muy frecuentado por la gente pues, al parecer, estaba protegido contra el viento por una muralla.

Pronto, un grupo de judíos hacen corro alrededor de Jesús. El diálogo es tenso. Los judíos lo acosan con sus preguntas. Jesús les critica porque no aceptan su mensaje ni su actuación. En concreto, les dice: «Vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas». ¿Qué significa esta metáfora?

Jesús es muy claro: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco; ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna». Jesús no fuerza a nadie. Él solamente llama. La decisión de seguirlo depende de cada uno de nosotros. Solo si le escuchamos y le seguimos, establecemos con Jesús esa relación que lleva a la vida eterna.

Nada hay tan decisivo para ser cristiano como tomar la decisión de vivir como seguidor o seguidora de Jesús. El gran riesgo de los cristianos ha sido siempre pretender serlo, sin seguir a Jesús. De hecho, muchos de los que se han ido alejando de nuestras comunidades son personas a las que nadie ha ayudado a tomar la decisión de vivir siguiendo sus pasos.

Sin embargo, esa es la primera decisión de un cristiano. La decisión que lo cambia todo porque es comenzar a vivir de manera nueva la adhesión a Cristo y la pertenencia a la Iglesia: encontrar, por fin, el camino, la verdad, el sentido y la razón de la fe cristiana.

Y lo primero para tomar esa decisión es escuchar su llamada. Nadie se pone en camino tras los pasos de Jesús siguiendo su propia intuición o sus deseos de vivir un ideal. Comenzamos a seguirlo cuando nos sentimos atraídos y llamados por Cristo. Por eso, la fe no consiste primordialmente en creer algo sobre Jesús sino en creerle a él.

Cuando falta el seguimiento a Jesús, cuidado y reafirmado una y otra vez en el propio corazón y en la comunidad creyente, nuestra fe corre el riesgo de quedar reducida a una aceptación de creencias, una práctica de obligaciones religiosas y una obediencia a la disciplina de la Iglesia.

Es fácil entonces instalarnos en la práctica religiosa, sin dejarnos cuestionar por las llamadas que Jesús nos hace desde el evangelio que escuchamos cada domingo. Jesús está dentro de esa religión, pero no nos arrastra tras sus pasos. Sin darnos cuenta, nos acostumbramos a vivir de manera rutinaria y repetitiva. Nos falta la creatividad, la renovación y la alegría de quienes viven esforzándose por seguir a Jesús.

José Antonio Pagola

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“Yo doy la vida eterna a mis ovejas”. Domingo 12 de mayo de 2019. 4º Domingo de Pascua

Domingo, 12 de mayo de 2019
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29-pascuaC4 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 13, 14. 43-52: Sabed que nos dedicamos a los gentiles.
Salmo responsorial: 99: Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Apocalipsis 7, 9. 14b-17: El Cordero será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas.
Juan 10, 27-30: Yo doy la vida eterna a mis ovejas.

La primera lectura nos presenta hoy a Pablo y Bernabé en todo su apogeo evangelizador, donde se puede comprobar el proceso que va recorriendo la expansión del Evangelio. Por una parte, el espacio físico desde donde se proclama la Buena Nueva es la misma sinagoga judía; el medio es, naturalmente, la misma Escritura antigua, desde donde se proclaman las promesas y se confirman con el anuncio de la muerte y resurrección de Jesús como cumplimiento de ellas. Esto quiere decir que los destinatarios originales son los israelitas; así lo formula Pablo y lo corroboran los demás apóstoles. Hay, ciertamente, acogida del nuevo mensaje por parte de muchos, pero también hay rechazos hasta violentos a la predicación de Pablo y, antes de él, a las Pedro y los demás. El rechazo oficial no se queda sólo en no aceptar el mensaje; incluye también la expulsión de la sinagoga y las amenazas a quienes siendo judíos se hayan convertido al nuevo camino y pretendan asistir por cualquier circunstancia a la sinagoga.

Todo esto nos sirve para hacernos una idea de las dificultades que tuvo que afrontar el anuncio del Evangelio en sus orígenes, y la forma como Pablo, llamado con tanta razón “el apóstol de los gentiles”, va abriendo paso para que el evangelio de Jesús sea anunciado y conocido por todo el mundo, sin importar fronteras, razas ni clases sociales.

Ese es otro de los efectos de la resurrección de Jesús: el conocimiento, por parte de todos los seres humanos, de la Buena Noticia del amor de Dios, que en Jesús ha rescatado a toda la humanidad y la ha puesto bajo el amparo y la guía de un solo Padre de todos, el Padre de Jesús.

En consonancia con ello, la visión apocalíptica que Juan nos describe en la segunda lectura no deja de ser una visión poéticp-simbólico-fantástica. Quiere dar a hacer conocer la nueva idea de Dios que Jesús nos revela en el Nuevo Testamento: su Padre es el Dios Padre de todos los hombres y mujeres, sin excepción alguna. Todos son recibidos en la nueva realidad instaurada por el Cordero, ya que en él han sido superadas todas las fronteras que los humanos fueron construyendo para vivir separados y divididos. Ya no habrá división ni rechazo, porque en Jesucristo todos hemos sido recibidos como hermanos. El Cordero inmolado será el pastor que conducirá hacia fuentes de aguas vivas a todos los elegidos… No cabe duda de que las imágenes poéticas que utiliza el texto nos quedan muy lejos (son de hace casi veinte siglos).

El evangelio nos trae apenas cuatro versículos de uno de los capítulos más elaborados de Juan. Nada de palabras directas de Jesús, ni siquiera de palabras históricas, sino pura teología joánica, en un contexto cultural y filosófico muy determinado. Leerlas, tomarlas, escucharlas en directo, sin filtros, como si fueran palabras de nuestro mismo contexto, y dichas por Jesús mismo… sería un error.

En definitiva, la homilía de este domingo podría orientarse por alguna de estas tres opciones:

a) Los pastores en la Iglesia. En ésta, como en toda comunidad humana, siempre ha habido un rol de dirigencia y/o de organización; todos los que ejercen algún “ministerio” (servicio) o alguna autoridad son de alguna manera “pastores” de los demás. Esa labor “pastoral”, lógicamente, ha de tomar ejemplo de las características del “buen pastor” Jesús: que no se sirve de las ovejas, sino que da la vida por ellas. Bastará glosar todas estas características.

Este tema puede prolongarse –si es oportuno para el auditorio- en el tema de los ministerios en la Iglesia: su estado actual, la posibilidad de cambiar, la necesidad de encontrar nuevas formas, la crisis de algunas formas actuales, etc.

b) Las vocaciones al ministerio pastoral. Se ha escogido este domingo en muchos países para la celebración de la “Jornada mundial de oración por las vocaciones”, lo cual es muy bueno, con tal de que no se dé la impresión de que “las vocaciones” son sólo las sacerdotales o a la vida religiosa, y se aclare que «todos tenemos vocación», y que «todas las vocaciones son importantes», también la laical (y mucho), y que «para cada uno, la mejor vocación es la suya». Lo pastoral, por lo demás, no debe ser identificado como sacerdotal: todos estamos llamados a ser “pastores” de otros: en la familia, en el vecindario, en la comunidad humana… todos podemos asumir responsabilidad sobre nuestros hermanos, especialmente los más débiles, o los que está solos o necesitados, todos podemos/debemos ser pastores unos de otros.

c) Jesús, “el” buen pastor y el pastor universal. De hecho, en el evangelio de Juan el tema no es la bondad del pastor Jesús, sino su autenticidad, frente a otros “pastores” o mediadores divinos, que serían falsos… Algo así como el tema de la “unicidad” de Jesús como salvador. ¿Jesús es el “pastor único de nuestras almas”? ¿”No hay otro nombre” en el que podamos ser salvos? (Hch 4,12). Es el tema del pluralismo religioso, y la relectura del cristianismo entero que esa nueva visión teológica exige. No es un tema para cualquier auditorio, pero sí es un tema que debería estar presente en la cabeza de todo el que hable al pueblo sobre «el» buen Pastor Jesús, aunque no vaya a tocar el tema explícitamente. El amor y el entusiasmo espiritual no justifican el decir muchas cosas que no son tan ciertas, que ya no debemos seguir diciendo. Donde se pueda, será bueno abrir la visión de nuestros hermanos y hermanas respecto a la presencia y la acción salvadora de Dios, más allá de una interpretación estrecha y chauvinista del “un solo rebaño y un solo pastor”. Leer más…

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“Yo y el Padre somos Uno: Sobre el riesgo y amor de la Unidad” 12.5.19 Dom 4 pascua, Jn 10, 27-30

Domingo, 12 de mayo de 2019
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56770803_2355385764690812_3104540175761785010_nDel blog de Xabier Pikaza:

La unidad gratuita, respetuosa y voluntad es un don,  pero la impositiva, violenta y excluyente en una de las mayores desgracias de la vida, tanto en la familia, como en la iglesia o política.

La Unidad es lo más alto, es un cielo, si es unión de amor, en comunión, como dice Pablo al decir que es Dios todo en todos. Pero ella puede ser lo más perverso, obra del diablo, como quisieron y quieren los imperios bestiales de la Biblia, los que imponen la unidad con sangre, como Nínive. Babel o Roma (en el Apocalipsis).

La unidad de Dios es gracia, en libertad; la unidad del Diablo es muerte, es imposición, inquisición, cárcel. Por un tipo de unidad como ésa han matado los estados, hasta el día de hoy.

Por eso, ante la palabra final del evangelio, que dice Yo y el Padre somos Uno pueden hacerse muchas consideraciones, pues mientras los cristianos la aceptan como don de vida, en libertad de amor, los judíos y musulmanes la condenan por antidivina.

El problema es  el tipo y forma de crear esa unidad. También la Iglesia es una, pero por su unidad ha matado bastantes veces; y es bueno un Estado unidad, pero por su unidad se han hecho guerras y se ha matado hasta ayer (¿hasta hoy?) entre nosotros.

Teóricamente, quien mejor trató de este tema fue Platón, en su Parménides… Pero la Iglesia cristiana se ha preocupado también desde el principio de este tema… y yo mismo le he dedicado muchos años de enseñanza en una Universidad Pontificia,  y he escrito algunos libros sobre el tema.  . En esa línea quiero ofrecer unas reflexiones algo largas, en parte tomadas del libro citado y de una postal anterior de Religión Digital.Org 232.04.2010.

9788430119080-esEmpezaré citando dos textos esenciales sobre el temas, para comentarlo después de manera escolar, insistiendo en la Trinidad como unidad de Dios y de los hombres  y en la forma de entender la perijóresis, que es la unidad formada  por la mutua presencia de uno en el otro: Del Padre en el Hijo y viceversa, del amante en el amado y viceversa, del hermano en el hermanos, y de todos los hombres del mundo.

PRIMER TEXTO:

Escucha Israel, Yahvé tu Dios es Uno, amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón…” (Dt 6, 6).Estas palabras que son todo el centro del Antiguo Testamento contienen una confesión de fe y un mandamiento:

Confesión: Yahvé, tu Dios es Uno. Frente a la multiplicidad de dioses y poderes del mundo, Yahvé es la unidad absoluta, en él se condensa todo lo que es, en línea de monoteísmo. Yahvé Dios es uno y único, no hay a su lado ningún otro poder, ningún otro principio de realidad.

Mandamiento: Amarás a Yahvé tu Dios. Pues bien,   ese Dios que es Uno dice a los israelitas (a los hombres) que le amen; no que le obedezcan, ni que se inclinen ante él, sino que le amen. Eso significa que la unidad de Dios es unidad para el amor, unidad de dos: de Dios y de aquellos que le aman, por gracia y no por imposición

 SEGUNDO TEXTO: (el evangelio de hoy):

im27718group‒ Yo y el Padre somos Uno (Jn 10, 30)…  Que todos sean Uno como Nosotros somos Uno  (Jn 17, 20-23).

 Ser Uno no es estar aislado, ser independiente, sino vivir en comunión. La unidad (el ser) es comunicación, de forma que no hay unidad ni hay realidad si no existe donación, regalo de vida de uno al otro. Ésta es la experiencia suprema,  de forma que uno sólo es Uno dando lo que tiene y recibiendo lo que le ofrecen, formando así unidad en presencia, conocimiento y comunión, es decir, en vida compartida.  Por eso, quien quiera ser Uno a solas, encerrado en sí, deja de serlo. Quien quiera ser Uno imponiendo a los otros su unidad se destruye a sí mismo y destruye a los otros.  Y con esto paso a la explicación más extensa del tema, en la línea de mi libro sobre la Trinidad y de la postal del 25.04.2010.

El-corro-de-la-patata-Posteres¡Yo y el Padre somos Uno! Es una palabra que brota de la vida del Jesús histórico, que la dijo Él para siempre y que, con él, la podemos decir de cada uno de nosotros, sus hermanos los cristianos (sus hermanos, todos los hombres y mujeres de la tierra).

Ésta es la palabra clave de Jesús hombre , es la palabra básica de la historia de todos los hombres y mujeres,a los que Jesús abre un camino (es pro-dromos), para que nos hagamos Uno siendo diferentes, comunión de solidaridad y amor, pudiendo decir y diciendo, cada uno de nosotros, yo el Padre somos Uno, yo y los otros hombres y mujeres somos Uno.

a) Éste es el gozo y tarea de Dios en nuestra vida,
como un “baile” de niños ante el mar inmenso de la Trinidad,
, aprendiendo a querernos y ser Dios en nuestra misma vida humana.

b)Éste es el gozo y responsabilidad social,que nos lleva al compromiso por la justicia,, a superar las divisiones y opresiones,para que todos en el mundo seamos una familia o comunión, que comparte y que baila en igualdad.

c)Éste es el supremo gozo de Dios, que es felicidad, como un descanso en medio y al final de la jornada , un Dios que se sienta y es uno en Sí, siendo uno con nosotros en la mesa común de la vida, como en el icono de Rublev.

Así lo dice el evangelio de hoy, desde la perspectiva del Dios Pastor (del Jesús Psstor-Amigo) que es Uno con sus ovejas:

“En aquel tiempo, dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno”(Juan 10, 27-30)

Rublëv, Andrei Icono de la Trinidad 1411Por eso me atrevo a decir, con Jesús y por Jesús (como Jesús): Padre Nuestro… Yo y el Padre somos Uno. Dios está en mí, está en cada uno de nosotros. Por eso puedo añadir: nosotros somos los ojos por los que Dios mira, las manos por las que él trabaja, los pies por los que anda, las manos por las que trabaja.

Dios y yo somos Uno y, sin embargo, Dios es Dios, en sí mismo, para que yo sea Uno con él, en Jesús y por Jesús, y para que sea Uno con los demás hombres y mujeres. Éste es el misterio de Jesús, ésta es la Trinidad cristiana.

Cuando digo con Jesús Yo y el Padre somos Uno, estoy diciendo: “yo el otro somos uno”, y tenemos que serlo en experiencia de comunión y amor , de manera que el “otro” deje de ser otro y seamos yo y tú, tú y yo, nosotros, todos Uno en amor real, sin poderes ssuperiores ni sometimientos inferiores, poque en la montaña de Dios en que vivimos todo es amor.

1. Presentación

La base de la formulación cristiana de la Trinidad es la revelación de Jesús y del Espíritu Santo. Ciertamente, siguen al fondo las experiencias religiosas de otros pueblos y las especulaciones filosóficas de los pensadores, que han podido decir, desde sus propias perspectivas “yo y Dios somos uno”. Pero en el fondo de esta confesión cristiana está la vida y mensaje de Jesús, de nosotros decimos con él y por él (no en contra de Dios): Dios y yo somos uno. Leer más…

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Las ovejas, el pastor y los ladrones. Domingo 4º de Pascua. Ciclo C

Domingo, 12 de mayo de 2019
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vidriera-vocaciones-buen-pastorDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

 Domingo 4º de Pascua. Ciclo C

El evangelio del 4º domingo de Pascua se dedica, en los tres ciclos, a recordar a Jesús como buen pastor. Aunque hoy día mucha gente solo ha visto un rebaño en televisión, la imagen sigue siendo muy expresiva. Pero el capítulo 10 del evangelio del cuarto evangelio es tan largo (42 versículos) que la liturgia ha seleccionado unos pocos para cada ciclo. Al C le ha tocado un fragmento tan breve que no se entiende bien si no se conoce lo anterior.

Un debate largo y complicado (el c.10 de san Juan)

Jesús comienza contando una extraña parábola a propósito de ladrones y bandidos que intentan robar el rebaño sin entrar por la puerta, saltando la valla. El pastor entra por la puerta, conoce a las ovejas por su nombre y ellas lo siguen confiadas, mientras que de los ladrones no se fían.

Cuando termina de contarla, los presentes “no entendieron de qué les hablaba”. Jesús, en vez de aclarar las cosas, las complica. A veces dice que él es la puerta del rebaño; otras, que es el buen pastor; y lo importante no es que conduce al rebaño a buenos pastos, sino que da la vida por las ovejas, porque tiene el poder de darla y de recuperarla. Y en medio introduce nuevos personajes: su Padre, “que me conoce y al que yo conozco”, y otras ovejas que no son de este redil.

La conclusión a la que llegan muchos de los oyentes no extraña demasiado: “Está loco de remate. ¿Por qué lo escucháis?” (literalmente: “tiene un demonio y está loco”). El autor del cuarto evangelio disfruta irritando al lector y casi poniéndolo en contra de Jesús.

El debate no termina aquí. Continúa en invierno, en la fiesta de la Dedicación del templo, mientras Jesús pasea por el pórtico de Salomón. Las autoridades judías (este es el sentido frecuente de “los judíos” en el cuarto evangelio) lo rodean y le piden que diga claramente si es el Mesías. Jesús responde que ya se lo ha dicho y que no creen en él. Y continúa ofreciendo el ejemplo tan distinto de sus ovejas.

              En aquel tiempo, dijo Jesús: 

              – Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre.  Yo y el Padre somos uno.

 

Las ovejas, el pastor, los ladrones y el padre del pastor (Juan 10,27-30)

Las ovejas. El pasaje no comienza hablando del pastor, como sería lógico, sino de “mis ovejas”, las que escuchan la voz de Jesús y lo siguen, a diferencia de las autoridades judías, que no creen en él. Una lectura precipitada del capítulo puede producir la impresión de que hay personas predestinadas por Dios a seguir a Jesús y otras predestinadas a negarlo. Pero esta contraposición hay que entenderla a partir de lo dicho en el prólogo del evangelio: “Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron; pero a quienes lo recibieron les concedió convertirse en hijos de Dios”. La aceptación y el seguimiento de Jesús no excluyen la libertad humana.

El pastor. En la parábola inicial el pastor llega al rebaño, le abren la puerta y saca a las ovejas. ¿A dónde las lleva? No se dice. Recordando el salmo 22 (“El Señor es mi pastor”), podríamos completar: “en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas”. Pero Jesús introduce un cambio capital: las lleva a “la vida eterna”. Algo que se realiza no solo después de la muerte, sino ya en este mundo.  La fe en Jesús da una dimensión nueva a la existencia de quien cree en él.

Los ladrones. La parábola comienza hablando de ellos. Aquí no se los menciona expresamente, pero son los que intentan arrebatar a las ovejas de las manos de Jesús. En el contexto del evangelio serían los fariseos y demás autoridades que se oponen a que la gente lo siga. En la iglesia de finales del siglo I serían los “cristianos” que niegan que Jesús sea el Mesías y el hijo de Dios (a los que se denuncia en la 1ª carta de Juan). En cualquier caso, no tendrán éxito, no podrán “arrebatarlas de mi mano”. El salmo 22, hablando desde la perspectiva de la oveja, dice algo parecido: “Aunque atraviese cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo”.

El Padre. A lo largo del c.10 hay diversas referencias a la relación de Jesús con “mi Padre”. A primera vista, más que ayudar, estorban y confunden al lector. La clave podría estar de nuevo en el salmo 22, donde el pastor es Dios. Jesús, al arrogarse el título y la función, deja claro que no elimina al Padre. “Yo y el Padre somos uno”. La reacción del auditorio es más dura en este caso: “cogieron piedras para apedrearlo”, y Jesús terminará huyendo al otro lado del Jordán (esto no se lee en la liturgia).

Síntesis. ¿Qué nos dice este breve pasaje hoy día?

1) Lo esencial del cristiano es creer en Jesús y seguirlo. Algo que no es absurdo recordar, porque mucha gente piensa que lo importante es practicar una serie de normas y cumplir con determinados ritos. Todo eso tiene que basarse en una relación personal con Jesús.

2) Confianza en él. En otros momentos del capítulo se subraya su bondad, que culmina en dar la vida. Aquí la fuerza recae en que él no permitirá que nadie arrebate a las ovejas de su mano. Lo cual no significa que nos veamos libres de dificultades, como han dejado claro las dos primeras lecturas de este domingo.

3) Conocimiento de Jesús. Como en tantos otros pasajes del evangelio, se indica su estrecha relación con el Padre, hasta llegar casi a la identificación. Más adelante, en el discurso de la cena, dirá Jesús a Felipe: “El que me ha visto ha visto al Padre”. Algo que sigue resultando escandaloso a muchos cristianos, como lo fue para muchos judíos de su época.

Insultos y expulsión (Hechos de los apóstoles 13,14. 43-52).

              La liturgia ha omitido los versículos 15-42, provocando algo absurdo. Al final del v.14 se dice Pablo y Bernabé “tomaron asiento”; e inmediatamente se añade que “muchos judíos y prosélitos se fueron con ellos”. Entonces, ¿para qué toman asiento?

              Si no hubieran mutilado el texto habría quedado claro que se sientan para tomar parte en la liturgia del sábado. Al cabo de un rato, les invitan a hablar, y Pablo hace un resumen muy rápido de la historia de Israel para terminar hablando de Jesús. Ahora se comprende que, al terminar la ceremonia, muchos judíos y prosélitos se fueran con los apóstoles. Pero, al cabo de una semana, cuando vuelven a la sinagoga, la situación va a ser muy distinta. Los judíos responden a Pablo y Bernabé con insultos. Más tarde, incitaron a las señoras distinguidas y devotas y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio. 

              Dentro de lo que cabe, tuvieron suerte. Más adelante apedrearán a Pablo hasta darlo por muerto.

En aquellos días, Pablo y Bernabé desde Perge siguieron hasta Antioquia de Pisidia; el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Muchos judíos y prosélitos practicantes se fueron con Pablo y Bernabé, que siguieron hablando con ellos, exhortándolos a ser fieles a la gracia de Dios. 

              El sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a oír la palabra de Dios. Al ver el gentío, a los judíos les dio mucha envidia y respondían con insultos a las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé dijeron sin contemplaciones:

              – Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: “Yo te haré luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra”. 

              Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna creyeron. La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas y devotas y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio. Ellos sacudieron el polvo de los pies, como protesta contra la ciudad, y se fueron a Iconio. Los discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo.

Martirio y victoria (Apocalipsis 7,9.14b-17)

              Cuando el cristianismo comenzó a difundirse por el imperio, encontró pronto la oposición de las autoridades romanas y de la gente sencilla. Veían a los cristianos como gente impía, que daba culto a un solo dios en vez de a muchos, inmoral, enemiga del emperador, al que no querían reconocer como Señor, etc. El punto final en bastantes casos fue la muerte, como ocurrió a Pedro, Pablo y a los otros durante la persecución de Nerón (lo que cuenta el historiador romano Tácito impresiona por la crueldad con que se los asesinó). Sin embargo, la lectura del Apocalipsis no se centra en sus sufrimientos sino en su victoria.

              Yo, Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y uno de los ancianos me dijo: 

              – Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios, dándole culto día y noche en su templo. El que se sienta en el trono acampará entre ellos. Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno. Porque el Cordero que está delante del trono será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugara las lágrimas de sus ojos.

 

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El buen pastor da la vida por las ovejas

Domingo, 22 de abril de 2018
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En aquel tiempo, dijo Jesús:

“Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir el lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.

Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que al Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.”

*

(Juan 10,11-18)

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Cuando dice Jesús: «Yo soy el buen pastor y conozco a mis ovejas», es preciso atribuir al término conocer todo cuanto hay de más profundo, de más amoroso en los labios del Señor Jesús. «Y mis ovejas me conocen», porque así debemos conocerle nosotros, por nuestra parte, con ese conocimiento vital que supera todo conocimiento.

Un día comprendí de modo existencial lo que es el «conocimiento» del buen pastor. Estaba sentado a la mesa, a mediodía.  Habíamos trabajado durante toda la mañana, un trabajo sucio, con sacos de azúcar que nos dejaban a todos embadurnados. Me encontraba en el lugar de presidencia de la mesa, y por eso, dada la disposición de los sitios, veía de frente a todos mis compañeros de trabajo. Me sorprendía el hecho de que sus rostros parecían cubiertos por una especie de máscara anónima, compuesta de polvo, suciedad, cansancio… Todos se parecían. Después de la comida, como nos quedaba un poco de tiempo libre, una media hora, antes de reemprender el trabajo, me fui con cinco o seis de ellos a un pequeño café, el bar Gaby, como se llamaba la dueña. Era una auténtica marsellesa, próspera, vivaz, alegre; y cada vez que iba al bar Gaby, pensaba yo en la frase de Jesús: «Yo conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen». En efecto, la dueña del bar Gaby conocía a las ovejas que iban a su abrevadero; conocía el nombre, el apellido y el apodo de cada uno. Y hasta los nombres que podían resultar injuriosos en boca de otros, dichos por ella asumían un tono amistoso. Ella me conocía. Para ella, yo era unas veces Jackie; otras, el «Gafotas». Cada uno era cada uno. Entonces, en contacto con aquella mujer que conocía a sus ovejas y que sus ovejas la conocían, vi caer la máscara que tanto me había sorprendido hace un momento en el comedor: ante aquella mujer se habían vuelto hombres de nuevo, con su propio nombre y apellido. Y -de improviso surgía algo limpio y sencillo en sus miradas, que volvían a ser como la mirada de un niño.

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Jacques Loew, Ese Jesús al que se llama Cristo,
Euramérica, Madrid 1973.

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“Buscar desde dentro”. 4º Pascua – B (Juan 10,11-18)

Domingo, 22 de abril de 2018
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821288No se pueden diseñar programas o técnicas que conduzcan automáticamente hasta Dios. No hay métodos para encontrarse con él de forma segura. Cada uno ha de seguir su propio camino, pues cada uno tiene su manera de abrirse al misterio de Dios. Sin embargo, no todo favorece en igual medida el despertar de la fe.

Hay personas que nunca hablan de Dios con nadie. Es un tema tabú; Dios pertenece al mundo de lo privado. Pero luego tampoco piensan en él ni lo recuerdan en la intimidad de su conciencia. Esta actitud, bastante frecuente incluso entre quienes se dicen creyentes, conduce casi siempre al debilitamiento de la fe. Cuando algo no se recuerda nunca, termina muriendo por olvido e inanición.

Hay, por el contrario, personas que parecen interesarse mucho por lo religioso. Les gusta plantear cuestiones sobre Dios, la creación, la Biblia… Hacen preguntas y más preguntas, pero no esperan la respuesta. No parece interesarles. Naturalmente, todas las palabras son vanas si no hay una búsqueda sincera de Dios en nuestro interior. Lo importante no es hablar de «cosas de religión», sino hacerle sitio a Dios en la propia vida.

A otros les gusta discutir sobre religión. No saben hablar de Dios si no es para defender su propia posición y atacar la del contrario. De hecho, bastantes discusiones sobre temas religiosos no hacen sino favorecer la intolerancia y el endurecimiento de posturas. Sin embargo, quien busca sinceramente a Dios escucha la experiencia de quienes creen en él e incluso la de quienes lo han abandonado. Yo tengo que encontrar mi propio camino, pero me interesa conocer dónde encuentran los demás sentido, aliento y esperanza para enfrentarse a la existencia.

En cualquier caso, lo más importante para orientarnos hacia Dios es invocarlo en lo secreto del corazón, a solas, en la intimidad de la propia conciencia. Es ahí donde uno se abre confiadamente al misterio de Dios o donde decide vivir solo, de forma atea, sin Dios. Alguien me dirá: «Pero ¿cómo puedo yo invocar a Dios si no creo en él ni estoy seguro de nada?». Se puede. Esa invocación sincera en medio de la oscuridad y las dudas es, probablemente, uno de los caminos más puros y humildes para abrirnos al Misterio y hacernos sensibles a la presencia de Dios en el fondo de nuestro ser.

El cuarto evangelio nos recuerda que hay ovejas que «no son del redil» y viven lejos de la comunidad creyente. Pero Jesús dice: «También a estas las tengo que atraer, para que escuchen mi voz». Quien busca con verdad a Dios escucha, tarde o temprano, esta atracción de Jesús en el fondo de su corazón. Primero con reservas tal vez, luego con más fe y confianza, un día con alegría honda.

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

 

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“El buen pastor da la vida por las ovejas”. Domingo 22 de abril de 2018. Domingo cuarto de Pascua

Domingo, 22 de abril de 2018
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30-PascuaB4 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 4,8-12: Ningún otro puede salvar.
Salmo responsorial: 117: La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
1Juan 3,1-2: Veremos a Dios tal cual es.
Juan 10,11-18: El buen pastor da la vida por las ovejas

Con la palabra «pastor» se designaba en el Antiguo Oriente con frecuencia también a los reyes. Entre los egipcios, los reyes egipcios eran representados con los dos distintivos del pastor: el azote (o espantamoscas) y el cayado. Tanto en el arte de Mesopotamia como en el griego se encuentra la figura del pastor llevando a hombros un cordero; el dios griego Hermes fue representado llevando un carnero. Los cristianos utilizaron esta imagen para representar a Jesús, como buen pastor.

En el Antiguo Testamento Dios le encomienda a David la tarea de pastorear a su pueblo Israel (2Sam 5,2) y los príncipes del pueblo se comparan con frecuencias con pastores. Ezequiel contrapone los dirigentes de Israel -que se apacientan a sí mismos en lugar de apacentar a sus ovejas- con el Señor, como modelo de pastor: «Como sigue el pastor el rastro de su rebaño cuando las ovejas se le dispersan, así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones» (Ez 34,1-10.12).

El evangelista Juan presenta a Jesús como «buen pastor», o por dar una traducción más adecuada, como «modelo de pastor». El pastor modelo se define porque da su vida en función de las ovejas. Quien no ama a las ovejas hasta ese extremo no es buen pastor. El pastor aparece en el evangelio de hoy por oposición al asalariado o mercenario que apacienta a las ovejas por dinero; el asalariado cuando viene el peligro (lobo) deja que mueran las ovejas.

La relación del pastor-Jesús con las ovejas-pueblo es una relación personal y recíproca de conocimiento profundo e íntimo (conozco a las mías y ellas me conocen a mí). Conocer a Jesús significa experimentar su amor e identificarse con su persona y actividad. Esta relación de conocimiento-amor es tan profunda que Jesús la compara a la que existe entre él y el Padre, basada también en la comunidad de Espíritu, que crea la unidad de designio y de propósito.

Pero el rebaño de Jesús no se limita al pueblo de Israel, pues Jesús proclama que tiene otras ovejas que no son de ese recinto, palabra que designa el atrio del templo o, más ampliamente, a la institución judía, en la cual se han arrogado los puestos de poder unos individuos que carecen de todo derecho a ello y que son en realidad explotadores (ladrones) que usan de la violencia (bandidos) para someter al pueblo, manteniéndolo en un estado de miseria (cf. Jr 2,8; 23,1-4; Ez 34,2-10; Zac 11,4-17). Son esa gente que ha convertido la casa de su Padre en casa de negocios (Jn 2,16).

Él tiene otras ovejas que no son del pueblo de Israel, pues pertenecen al mundo pagano y ha venido para formar una nueva comunidad humana que no se limita ya a los judíos sino que se extiende a todos sin distinción de raza, credo o estatuto social.

Jesús, el modelo de pastor, demuestra que es el verdadero pastor porque entrega su vida por las ovejas. Ante su auditorio de dirigentes judíos (v. 19) que lo odian e intentan matarlo, Jesús afirma que es precisamente su prontitud para desafiar la muerte lo que hace manifestarse en él el amor del Padre.

Jesús se entrega a sí mismo y así se recobra, porque al darse él mismo hace suyo el dinamismo de amor del Padre y de esta manera realiza su condición de hijo, adquiriendo la plenitud del propio ser. La demostración continua de amor del Padre se realiza en la presencia y actividad incesante del Espíritu en Jesús y se manifiesta en su obrar.

Como Jesús, quien se da a sí mismo por amor no lo hace con la esperanza de recobrar la vida como premio a ese sacrificio (mérito), sino con la certeza de poderla tomar de nuevo, por la fuerza del amor mismo. Donde hay amor hasta el límite hay vida sin límite, pues el amor es fuerza de vida. Dar la vida significa creer hasta el fin en la verdad y potencia del amor.

Jesús afirma su absoluta libertad en su entrega. Nadie puede quitarle la vida, él la da por propia iniciativa. Indica así que, aunque sean las circunstancias históricas las que van a llevarlo a la muerte, eso puede suceder porque él ha hecho su opción de llegar hasta el fin.

El Padre, que ama a Jesús, le deja plena libertad; como Hijo, Jesús dispone de sus actos (Está en mi mano entregarla, etc.; cf. 3,35). La relación entre Jesús y el Padre no es de sumisión, sino de amor que identifica. El mandamiento del Padre no es una orden, sino un encargo; formula el designio común del Padre y Jesús, que nace de su comunión en el Espíritu (5,30). El evangelista utiliza el término “mandamiento” para oponerlo a los de la antigua Ley. Moisés recibió muchos (Éx 24,12; Dt 12,28, etc.), Jesús uno solo, el del amor hasta el extremo, el mismo que será propuesto a la humanidad (12,49; 13,34).

Y este pastor modelo -que es Jesús-, es también según Pedro en el libro de los Hechos, «la piedra que desecharon ustedes, los arquitectos y que se ha convertido en piedra angular» de la comunidad.

Queremos añadir una «nota crítica» para evitar un peligro que puede conllevar el comentario de la primera lectura de hoy. Es a respecto del famoso versículo Hch 4,12: «No hay bajo el cielo otro nombre que podamos invocar para ser salvos». Será una tentación fácil, para las personas de mentalidad más conservadora, enrumbar su reflexión o su homilía como el comentario a esa fórmula tan altisonante y absoluta. Probablemente no caerán en el exclusivismo eclesiocéntrico («fuera de la Iglesia no hay salvación»), pero tal vez caerán en el exclusivismo cristocéntrico («fuera de Cristo no hay salvación»), aunque sea por vía inclusiva («todos, aunque no lo sepan siquiera, se salvan por Cristo»). Es el mensaje de muchos fundamentalistas cristianos: «¡Sólo Jesús salval! ¡No hay salvación fuera de Jesús!». Tal fundamentalismo estaría justificado «literalmente» desde la misma Palabra de Dios…

J.A.T. Robinson (Truth is Two-eyed, The Westminster Press, Filadelfia 1979, 105) piensa que la interpretación exclusivista del texto (Hch 4,12) es engañosa. «Lo cierto -dice- es que el término ‘salvarse’ (y ‘salvación’) es el mismo que se usa tres versículos antes (4,9) al hablar del ‘enfermo’ que ha sido ‘curado’. El contexto no es el de la comparación de las religiones, sino el del carácter curativo de la fe. El problema es ‘con qué poder’ el cojo ha logrado ‘curarse completamente’ (3,16). ¿Ha sido por algún poder innato, por la piedad de los apóstoles (3,12) o ‘en nombre de Jesús’, que es quien suscita la fe (3,16)?». Ésas son las alternativas que el texto tiene en mente, el contexto del que no se puede sacar la frase. La conclusión es que el versículo en cuestión no puede tomarse como base para justificar el exclusivismo religioso universal (frente a todas las religiones). El lenguaje que allí se está utilizando es un lenguaje «confesional» hacia Cristo y su acción sanadora, y no se le puede hacer decir nada respecto a la no validez de las otras religiones del mundo, en las que ni de lejos podía pensar la comunidad.

Así como «sería monstruoso seguir dando por válido hoy día el axioma «extra Ecclesiam nulla salus»» (Torres Queiruga, El diálogo de Religiones, pág. 7), hay que plantearse igualmente la superación de las fórmulas cristológicamente exclusivistas (que normalmente llamamos inclusivistas). «Ya no cabe hablar sin matices o reservas de simple «cristocentrismo». Frases como «no existe conocimiento de Dios sino en Jesucristo», pueden tener sentido en un lenguaje interno, de naturaleza inmediatamente «confesante»(18); pero, en rigor, deben ser desterradas, no sólo por ser psicológicamente ofensivas para los demás, sino por ser objetivamente falsas, pues implican la negación de toda verdad en las demás religiones, incluido el AT. El centro último y decisivo para todos -como, por lo demás, sucedía para el mismo Jesús- radica en Dios». (Torres Queiruga, Cristianismo y religiones: inreligionación y cristianismo asimétrico, «Sal Terrae» 997[enero 1997]3-19; RELaT 241: servicioskoinonia.org/relat/241.htm). Mucho cuidado pues con los fervores exclusivistas cristocéntricos, dignos de mejor causa. Leer más…

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22.4.18. Buen Pastor, Buen Amigo. ¿Hay una rebelión de las ovejas?

Domingo, 22 de abril de 2018
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f24df89e-16a2-422f-872b-4121a48a96e3Del blog de Xabier Pikaza:

Domingo del Buen Pastor(Jn 10). Estamos en un tiempo duro tanto en relación a las ovejas como como a los pastores:

— Unos hablan de rebelión en la granja (redil). Es mal tiempo, he dicho: ¡Nadie quiere ser oveja! En el “redil” del rebaño de la iglesia no se ven ya nuevas (al menos en los países de occidente), y los que quedan parece estar por despiste.

De todas formas, quizá no es ni rebelión, sino sólo desinterés. Las ovejas no quieren ser ovejas de pastores…, sino ovejas de amores (en el mejor de los casos, como en el Canto de Juan de la Cruz)

7bf32e5f-0a8f-45c3-84ef-528873fc0304— Otros echan la culpa a los pastores, diciendo que están desubicados. El Papa Francisco les ha pedido que “huelan a oveja”, que se mezclen, que se arriesgan, con las manos en la masa, dejando oficinas e iglesias donde se han acomodado…

Pero no es fácil, ni todos lo consiguen, ni las ovejas se dejan oler, ni quieren pastores que anden con llas, sino sólo personas que sepan escucharles, quererles, caminar con ellos.

He dicho que puede haber pastores “des-ubicados”, pero quizá ni eso. Quizá ni se sabe dónde debería estar la ubicación de los pastores (pues ya no ejidos, ni lugar para manadas, como antaño).

a62604d9-7830-4d51-963d-f2cd0728edbd¿Qué hacer en un tiempo como este, si unos no quieren ser oveja, y otros no saben/no sabemos ser pastores? Quizá todos somos (hemos de ser) pastores y todos ovejas, al mismo tiempo, unos de otros y con otros (de manera que al fin no seamos ni pastores ni ovejas, sino sólo buenos amigos).

Quizá el mismo Jesús hablaba de eso, cuando decía que el pastor conocía a sus ovejas, como el amigo conoce al amigo, el hermano al hermanos… Buen domingo a todos, pase adelante quien quiera seguir pensando
.

Texto: Juan 10,11-18

En aquel tiempo, dijo Jesús: “Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir el lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.

Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que al Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.

Nos suena quizá muy lejano este pasaje, incluso a los que hemos nacido en contexto de ovejas y pastores.

Lo más fácil sin duda, en este caso, es soltar una nota erudita sobre las ovejas:

Unidas en rebaño, ellas son para el Antiguo Testamento un signo del pueblo israelita (2 Sam 24, 17; Sal 76, 21 LXX; Num 27, 17). Así lo muestra de un modo especial Sal 73, 1, LXX: «¿Por qué… está ardiendo tu cólera contra las ovejas de tu rebaño (probata nomês mou)?». Ez 34, 31 asegura: «Vosotros… sois ovejas de mi rebaño, probata poimniou mou, y yo soy vuestro Dios».

La literatura rabínica y apocalíptica utiliza el mismo simbolismo, sobre todo en 1 Hen 89-90 donde se cuenta toda la historia de Israel partiendo de la imagen de las ovejas del rebaño de Dios. En esa perspectiva se mantiene el Nuevo Testamento y de manera especial el evangelio de Mt, que utiliza siempre probaton (oveja) de un modo metafórico. Leer más…

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Pasado, presente y futuro. Domingo 4º de Pascua. Ciclo B

Domingo, 22 de abril de 2018
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buenpastor6Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En los domingos anteriores se han recordado diversas apariciones de Jesús resucitado. A partir de este domingo y hasta la Ascensión las lecturas del evangelio, tomadas siempre del evangelio de san Juan, se centrarán en diversos aspectos de la relación entre Jesús y el cristiano: buen pastor, vid y sarmientos, mandamiento nuevo, oración sacerdotal.

No es fácil encontrar una relación entre las tres lecturas de hoy porque se usan imágenes muy distintas: Piedra angular para hablar de Jesús (1 lectura); Padre e hijos para hablar de Dios y nosotros (2ª lectura); pastor y rebaño, para hablar de Jesús y nosotros (evangelio). Buscando una relación entre ellas la vería en el ritmo del tiempo de Jesús y de nosotros.

Pasado y presente de Jesús (Hechos de los apóstoles 4,8-12)

                Se supone conocido el relato anterior. Pedro y Juan suben al templo para la oración de media tarde y en la puerta Hermosa encuentran tendido a un lisiado que les pide limosna. Pedro lo agarra de la mano derecha, lo levanta y lo cura. Ante el asombro del pueblo, Pedro pronuncia un discurso en el que atribuye la curación Jesús (este discurso se leyó en parte el domingo pasado, 3º del ciclo B). Los sacerdotes, el comisario del templo y los saduceos, se irritan al escuchar sus palabras y al día siguiente los convocan ante el Consejo y los interrogan. La respuesta de Pedro es la siguiente:

En aquellos días, Pedro, lleno de Espíritu Santo, dijo:

-«Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.»

                Para un judío, el nombre equivale a la persona. El nombre de Jesús es Jesús. En estas pocas palabras se resume su pasado y su presente. El pasado ofrece una imagen de Jesús totalmente pasiva: no se recuerda su predicación ni sus milagros. Sólo se cuenta lo que hicieron con él las autoridades judías y Dios. Las autoridades lo rechazaron y crucificaron; Dios los resucitó y convirtió en piedra angular. De esto se deduce su situación presente: él es quien ha curado al lisiado, y el único que puede salvarnos a todos nosotros.

Presente y futuro del cristiano (1ª carta de Juan 3, 1-2)

Queridos hermanos:

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

                La 1ª lectura hablaba del pasado y el presente de Jesús. Esta 2ª habla de nuestro presente y nuestro futuro. El presente: somos hijos de Dios. El futuro: seremos semejantes a Dios. Cuando nace un niño siempre se buscan parecidos con el padre, la madre y otros miembros de la familia. Para el autor de la carta, nuestra semejanza nuestra con Dios no es algo que se perciba ya desde ahora; se manifestará en el futuro. Pero eso no impide que seamos ya realmente hijos de Dios. Lástima que esto no se valore. Si fuéramos hijos un deportista famoso o un cantante de moda, todos querrían hacerse una foto con nosotros.

Pasado y futuro de Jesús (evangelio de Juan 10, 11-18)

En aquel tiempo, dijo Jesús:

«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»

                La imagen del pastor era frecuente en el Antiguo Oriente para referirse al rey: simbolizaba la relación correcta con sus súbditos, que no debía ser despótica sino preocupada por su bienestar. Jesús se la aplica, pero llegando a un extremo que no se da entre los pastores: da la vida por sus ovejas. Es cierto que un pastor, a diferencia del asalariado, está dispuesto a luchar con el lobo para defender al rebaño. Pero no es normal que esté dispuesto a morir por sus ovejas. A tanto no llega. Jesús, en cambio, ve así su misión: dar la vida por ellas. No lo hace por obligación, forzado, sino libremente. Sabiendo que esa vida que entrega la podrá recuperar. Y esto tampoco puede hacerlo un pastor normal y corriente. Aunque el evangelio hable de Jesús como “el buen pastor” debería haber dicho: bueno y absolutamente excepcional. Este pasaje del evangelio concede también especial importancia al futuro de Jesús: a su labor con respecto a otras ovejas, a las que debe buscar para que hay un solo rebaño y un solo pastor. Es una referencia a las comunidades cristianas que se irían formando en países paganos y a todos nosotros.

Relacionando las tres lecturas, Jesús, buen pastor nos ha salvado y nos ha conseguido el ser hijos de Dios. A nosotros nos corresponde escuchar su voz y agradecerle el don que nos ha hecho.

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4º Domingo de Pascua. 22 Abril, 2018

Domingo, 22 de abril de 2018
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Conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí…

(Jn 10, 11-18)

Hoy nos encontramos con el buen pastor. No un buen pastor, sino el Buen Pastor por excelencia, el que da su vida por las ovejas.

Bien… Aquí vemos a Jesús poniendo un ejemplo para describirse a sí mismo. ¿Qué ocurre? Que ese ejemplo es muy válido para la gente que lo seguía, pero para nosotras no tanto. Vivimos en otro tiempo, otro lugar y otra cultura. No es de extrañar que nos perdamos algo de lo que nos quiere decir Jesús.

Seguramente te haya pasado alguna vez que estando en oración, o incluso en algún momento de la jornada, te “haya venido” alguna idea o ejemplo sobre el evangelio que no te estaba diciendo gran cosa, y de repente, como que lo ves todo más claro. No se trata de que seas una iluminada sino de que Dios nos conoce perfectamente, mucho mejor que nosotras mismas, y sabe qué necesitamos, qué no entendemos, qué andamos “rumiando” en nuestro corazón… nos conoce como el buen pastor a sus ovejas, a cada una de ellas.

Una vez orando este evangelio, mi pensamiento se llenó de un “¡qué poco me estás diciendo, Señor!” y un rato despues me vino un recuerdo, mejor dicho, Dios me puso delante un recuerdo, un sentimiento, este ejemplo. Las primeras veces que mi hermana y yo nos quedábamos solas en casa, nos daba miedo que alguien llamara al timbre y, además de no abrir, llegábamos incluso a quedarnos muy quietas y contener la respiración para que “alguien” no nos oyera (como si la puerta fuera transparente). Realmente nos agarrotábamos. Pero, todo cambiaba, cuando oíamos en la escalera la voz de José, el portero de nuestro bloque. Era un hombre muy servicial, atento, entrañable, fiable… en fin; cuando estábamos solas en casa nos alegraba y tranquilizaba mucho oír, y con ello saber, que él andaba por la escalera, velando por los vecinos, especialmente, por la chiquillería del portal y los señores mayores que vivían solos.

Si haces un poco de memoria, seguramente reconozcas a Jesús como el Buen Pastor, en más de una persona que te haya acompañado o esté acompañando en tu vida. Traelas al corazón con agradecimiento.

Oración

Trinidad Santa, abre nuestra escucha a tu voz. A tu silbido de Buen Pastor.

Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús el único pastor que nos debe guiar a todos.

Domingo, 22 de abril de 2018
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11s26-1Jn 10, 11-18

El texto que acabamos de leer está enmarcado en un contexto más amplio de polémica entre Jesús y los fariseos, después de la curación del ciego de nacimiento. Quien no entra por la puerta, es ladrón y bandido. Quien no es dueño de las ovejas, sino asalariado, no está dispuesto a dar la vida por ellas. No se trata de una propuesta anodina sino de una denuncia en toda regla. Todo poder que no se pone al servicio del pueblo es contrario a Dios. Hemos abandonado los relatos pascuales, pero no nos salimos del tema pascual.

No es verosímil que Jesús se declarara pastor de nadie. Este evangelio se escribió setenta años después de morir Jesús y nos cuenta no lo que dijo sino lo que aquellos cristianos pensaban de Jesús. Ellos sí se sentían dirigidos por Jesús e intentaban seguir sus directrices. En el AT el título se aplicaba a Dios o a los dirigentes. En tiempo de Jesús, el pastor era, casi siempre, el dueño de un pequeño número de ovejas, a las que cuidaba como si fueran miembros de la familia, incluso, cobijándolas bajo el mismo techo, llamándolas por su nombre propio. De ellas dependía el sustento de la familia.

El pastor modelo está en contraposición con el mercenario. El pastor que es dueño de las ovejas actúa por amor y no le importa arriesgar su propia persona para defenderlas de cualquier peligro. El mercenario actúa por dinero, las ovejas le traen sin cuidado. En (4 Esd 5,18) dice: “No nos abandones como pastor a su rebaño en poder de lobos dañinos”. La figura del lobo está en paralelo con la del ladrón y bandido, que arrebata y dispersa. Precisamente lo contrario de lo que hace Jesús, reunir las ovejas dispersas (11,52)

La imagen del pastor fue muy utilizada en el AT. Se aplicó a los dirigentes, muchas veces para llamar la atención de que no cumplían con su deber. Se aplicó al mismo Dios que, cansado de los malos pastores, terminaría por apacentar Él mismo a su rebaño. La única idea original de Jn es la de dar la vida por las ovejas. Seguramente es una interpretación de la vida y muerte de Jesús como servicio a los hombres. No se trata de un discurso de Jesús, sino de una manera de trasmitir lo que aquellos cristianos pensaban sobre él.

Yo soy el buen pastor. No se trata de resaltar el carácter de bondad o dulzura. La traducción oficial devalúa la expresión. “Bueno” en griego, sería (agathos). (Kalos) significa bello, ideal, excelente, único en su género. Denota perfección suma. No se dice solo de las personas (el vino en la boda de Caná (2,10). Pastores “buenos”, puede haber muchos. Pastor ideal solo puede haber uno. El tomar el evangelio que acabamos de oír como excusa para hablar de los obispos y de los sacerdotes no tiene ni pies ni cabeza. La tarea de los dirigentes no tiene nada que ver con lo que nos quiere decir el evangelio.

El buen pastor se entrega él mismo por las ovejas. La vida (psukhên) se identifica con la persona. En griego existen tres palabras para designar vida: “bios”, “zoê” y “psukhê”. No significan lo mismo, y por eso pueden causar confusión. Psukhên significa persona, es decir, capacidad de sentimientos y afectos. “Tithesin” no significa dar, sino poner, o mejor, exponer, arriesgar. Como pastor excelente, Jesús pone su persona al servicio de los demás durante toda la vida. Jesús se desvive por los demás.

Desvivirse: Mostrar incesante y vivo interés, solicitud o amor por una persona (DRAE). Es exactamente lo que queremos decir aquí de Jesús. La entrega de la vida física es la manifestación extrema de su continua entrega durante su vida. Quien no ama hasta dar la vida no es auténtico pastor. El máximo don de sí es la comunica­ción plena de lo que él es. No se trata de que, por su muerte, se nos conceda algo venido de fuera. Se trata de que su Vida, puesta al servicio de todos, prende y se desarrolla en los demás.

Conozco a las mías y las mías me conocen. No se trata de un conocimiento a través de los sentidos o de la razón. En el AT el conocimiento y el amor van siempre juntos. Ese conocimiento mutuo es una relación íntima, por la participa­ción del Espíritu. Esta reciprocidad nos lanza a años luz de la simple imagen de oveja y pastor. Este mutuo conocimiento-a­mor, lo compara con el que existe entre Jesús y el Padre. La comunidad de Jesús no es una filiación externa, sino una experiencia-vivencia de amor.

Tengo otras ovejas que no son de este atrio. Sitúa Jn su evangelio en el amplio contexto de la creación. De ahí deduce la visión universalista de la misión de Jesús. Los supuestos privilegios del pueblo de Israel, desaparecen. Ya en el prólogo habla de la “luz que ilumina a todo hombre”. Nada que ver con creernos elegidos o pensar en un Dios propiedad exclusiva nuestra. Todas las religiones han caído en esa trampa; la nuestra ha sido la más exagerada en esa reivindicación de una exclusividad de Dios.

Un solo rebaño, un solo pastor. La ausencia de conjunción “y” o preposición “con” entre los dos términos, indica que la relación entre Jesús y el rebaño no es de yuxtaposición ni de compañía. Jesús como fuente de Vida es el aglutinante que constituye la comunidad como tal. No puede ser encerrada en institución alguna. Su base es la naturaleza del hombre acabado por el Espíritu que da cohesión interior. Jesús no ha creado un corral donde meter sus ovejas, todos los hombres forman parte de su rebaño.

El dar Vida empalma con el tiempo de Pascua porque la experiencia pascual es que Jesús les comunica Vida. Nosotros tenemos la posibilidad de hacer nuestra esa Vida. Se trata de la misma Vida de Dios. “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me come vivirá por mí”. El que me come, quiere decir el que me hace suyo, el que se identifica con mi manera de ser, de pensar, de actuar, de vivir. Si Jesús es pan de Vida, no es porque lo comemos sino porque nos dejarnos comer.

En la medida que cada uno de nosotros hayamos hecho nuestra esa Vida, estaremos dispuestos a desvivirnos por los demás. El salir de sí mismo e ir a los demás, para potenciar su Vida, no depende de las circunstancias; es un movimiento que tiene su origen es esa misma Vida. El amor que nos pidió Jesús está reñido con cualquier clase de acepción de personas. No estamos acostumbrados a tener este detalle en cuenta, y así creemos que es amor lo que no es más que recíproco interés o simpatía visceral.

Meditación-contemplación

“Yo doy mi vida por las ovejas”.
No se trata de dar la vida muriendo,
sino de poner toda tu vida al servicio de los demás.
Solo lo que se da, se gana.
Todo lo que se guarda, se pierde.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El pastor que perdió su oveja.

Domingo, 22 de abril de 2018
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good-shepherd-icon1“Todas las acciones cumplidas sin ostentación y sin testigos, me parecen más loables” (Cicerón)

22 de abril. IV domingo de Pascua

Jn 10, 11-18

“Yo soy el Buen Pastor: conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y doy la vida por las ovejas”

“Me extravié como oveja descarriada; busca a tu siervo, que no olvida tus mandamientos” (Sal 119, 176), clamó el salmista para no tener que pedir un día al Señor diligentes, cercanos, y vigilantes pastores de la Iglesia.

Jesús acusa a los jerarcas judíos en Marcos 23, 5 con estas ásperas palabras: “Todo lo hacen para exhibirse ante la gente; llevan bandas anchas y borlas llamativas en sus mantos”. ¿Persiste hoy todavía, como hace más de veinte siglos, semejante arrogancia y vanidad en la jerarquía de nuestra Iglesia? La sociedad del siglo XXI no comulga con estos atavíos, aunque conocedores de esa debilidad, en ocasiones la toleramos, porque, como irónicamente dice nuestro Fénix de los ingenios: “Forzoso es hablarle al vulgo en necio para darle gusto”.

Antecedentes de estas bravuconadas las encontramos en los epigramas del filósofo griego Gorgias (485-380 a.C). De él se dice que fue el primero entre los sofistas en introducir el tono altivo, la exposición solemne de temas solemnes, con las que el discurso se vuelve más dulce y arrogante, así como el uso de términos poéticos para lograr belleza y majestuosidad. Quizás ni Gorgias, ni sus ínclitos sucesores tuvieron la oportunidad de leer este mensaje del Ecclesiastés 1, 2: Vanitas vanitatum omnia vanitas” y la locución latina Sic transit gloria mundi”, que se utiliza para señalar lo efímero de los triunfos.

¿Y qué diríamos de las denominaciones de sus títulos, de raíz y significación claramente nobiliaria? Al pueblo sencillo no le puede gustar tan vana pomposidad: Su Santidad, Eminentísimos y Reverendísimos, Señorías, Monseñor, Padre…etc. etc. Hasta en el mundo de la política, los que se dicen representantes del pueblo llano, se sienten muy halagados con semejantes apelativos. Francisco de Asís resumió su sencillez en esta sentencia, igualmente sencilla como él: Yo necesito pocas cosas y lo poco que necesito, lo necesito poco”.

Al principio no fue así. La palabra “Papa” proviene del latín “papas” y ésta del griego “pappas”, que se emplea para darle cariño a la palabra “padre”. Significa “papá”. Este título se le dio en Oriente, en señal de respeto, a obispos y presbíteros, y a partir del siglo III se le dio en Occidente a los obispos. Fue Siricio (384-399) el primero que se hizo llamar a sí mismo Papa”, escriben María y José Ignacio López Vigil en Otro Dios es posible.

Todo pastor llama a sus ovejas simplemente por su nombre, sin título de Señoría, ni Excelencia. Se supone que sus monocordes “Beee…beee”, son un simple tuteo. A mi entender también era ésta la manera como Jesús llamaba al Padre. Así debía entender también las relaciones paterno-filiales el romano Cicerón, cuando decía que: “Todas las acciones cumplidas sin ostentación y sin testigos, me parecen más loables”

El Concierto de Año Nuevo en Viena, finaliza siempre con la famosa Marcha Radetzky compuesta por Johan Strauss padre (1804-1849). Todos los instrumentos de la orquesta suenan al unísono conjuntados, sin que ninguno de ellos manifieste su regia condición de Stradivarius o su humilde origen en un vulgar taller artesano. Todos hablan el mismo lenguaje y se acoplan perfectamente los unos a los otros sin distinción de rango. El director de este año, el prestigioso italiano Riccardo Muti, suele invitar al público a sumarse al sonido con rítmicos aplausos.

Strauss padre, pobre de nacimiento, se enemistó con el noble bohemio, Joseph Radetzky, mariscal del Imperio austríaco a causa de su militarismo y renegó de su Marcha. Strauss hijo se reconcilió con el Mariscal con un cordial abrazo. En 1958, el director vienés Willi Boskovsky la introdujo como broche de oro de todos los Conciertos.

LA FIESTA DE LAS CRIATURAS

Cansadas de soñar sin entenderse,
teniendo tantas cosas que decirse,
las Criaturas decidieron
aprender de una vez el esperanto:

¡¡querían soñar juntas y entenderse!!

Todas lograron su “Summa cum laude”
menos los humanos.
Y, para celebrarlo, organizaron
Macrofiestas en Roma, Benarés, La Meca.

Tampoco estaba Dios en esta Fiesta.
¿Suspendió él, acaso, también el esperanto?

(NATURALIA. El sueño de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Imágenes que ya no dicen nada.

Domingo, 22 de abril de 2018
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jesus-buen-pastorJn 10, 11-18

La imagen del pastor –entrañable en la tradición bíblica y, específicamente, en la cristiana- resulta, para la mayoría de nuestros contemporáneos, anacrónica o incluso peligrosa, por las connotaciones que, desde una perspectiva como la nuestra, encierra. Esta situación nos obliga a hacer un esfuerzo para entender, tanto la causa por la que llegó a ser tan querida en la tradición cristiana, como el motivo por el que hoy suscita indiferencia o incluso rechazo.

En la Biblia, como en otras sociedades antiguas, la imagen del pastor se aplicaba al rey del pueblo, y evocaba guía y cuidado. Como el pastor, el rey tenía la responsabilidad de conducir al pueblo y velar por él.

Traspasada a Yhwh, el salmista podrá cantar: “El Señor es mi pastor, nada me falta” (Salmo 23), y dará origen a una percepción de lo divino como cuidado amoroso, que permite vivir en una confianza inquebrantable.

El cuarto evangelio aplicará la imagen a Jesús, y la comunidad cristiana primitiva empezará a dibujarlo como un pastor que carga sobre sus hombros la oveja encontrada (con el trasfondo de la parábola de Lc 15,4-7). Será presentado como guía que conduce, alimenta y protege…, hasta el extremo de entregar la propia vida en favor de las ovejas, tal como afirma el texto que leemos hoy.

No es extraño que esta alegoría haya dado pie a una espiritualidad y una devoción extensa y profunda a lo largo de toda la historia cristiana. Guía, cuidado y protección conectan profundamente con necesidades básicas del ser humano. Es innegable, también, que esa devoción produjo frutos abundantes de confianza y de compromiso.

La imagen del pastor llegaría a adquirir, desde el inicio mismo del cristianismo, tal entidad que toda la tarea de la Iglesia habría de recibir la denominación de “pastoral”, incluidos los responsables de la misma, a quienes se designaría “pastores”.

¿A qué se debe que esa misma imagen hoy provoque indiferencia o rechazo? Al propio cambio sociocultural. Para empezar, es comprensible que  imágenes propias de una cultura agraria no sean significativas para quienes vivimos en una sociedad industrial avanzada; se ha perdido la referencia.

Pero no es solo que no sea significativa. Provoca incluso rechazo de entrada porque, en nuestra cultura, evoca actitudes de dominio o, al menos, de paternalismo y del correspondiente “borreguismo”. Poder y sumisión son realidades correlativas, que se reclaman y se sostienen mutuamente. Traigo un texto de José Antonio Marina que lo expresa con claridad:

“En las sociedades orientales antiguas –Egipto, Asiria, Judea- el arquetipo del gobernante es el pastor, que guía y conduce a sus ovejas. Basta que el pastor desaparezca para que el ganado se disperse. Su papel consiste en salvar al rebaño. Esta figura del monarca implica una figura correlativa del súbdito. Es una oveja que no puede dirigir sus actos, no sabe dónde están los pastos y, si no fuera por el pastor, se perdería y se la comería el lobo. Resulta cuando menos anacrónico que la figura del pastor siga usándose en la pastoral cristiana”.

Otra expresión fundamental es la de “dar la vida”, como equivalente de un amor que no se pone medida. En el extremo opuesto de la voracidad egoica que ve a los otros y a las cosas como objetos con los que saciar el propio vacío, el amor de quien ha trascendido su yo no busca sino ofrecer, “dando la vida” día a día.

Es un amor que anhela la unidad. A veces, la expresión “traer a todos a este redil” se ha entendido como mandato proselitista para “convertir” a los otros, sumándolos a las propias creencias. Una lectura de ese tipo solo puede ser mítica.

Es propio del estadio mítico creerse en posesión de la verdad absoluta y sentirse urgidos a llevarla o imponerla a los otros, incluso “por su propio bien”: para sacarlos de la “mentira” y traerlos a la luz. Pero, como ha escrito lúcidamente Raimon Panikkar, “la imagen del «único pastor y el único rebaño» es una imagen escatológica que no se debe aplicar en la historia”.

Más en concreto, en el texto que estamos analizando, parece que se trata de un añadido, por parte de un glosador posterior, con el que se pretendía fomentar la unidad de los miembros de la comunidad, provenientes tanto del judaísmo como del paganismo.

Enrique Martínez Lozano

www.enriquemartinezlozano.com

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No es lo mismo Buen Pastor que un saltaparapetos

Domingo, 22 de abril de 2018
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. YO SOY EL BUEN PASTOR.

El cuarto domingo de Pascua está centrado en la imagen de Cristo con buen pastor. YO SOY EL BUEN PASTOR.

Es una imagen propia del evangelio de San Juan, que despliega toda su visión de Cristo (fe y teología: cristología) desde el “YO SOY”. Este evangelio es profundamente cristológico: está centrado en Jesús con el “YO SOY” del AT, que aparece alrededor de una treintena de veces. Yo soy el pan de vida, yo soy el agua, el camino, la verdad, yo soy la luz, yo soy la resurrección, yo soy rey, o simplemente: “Yo soy” (en el prendimiento de Jesús en el Huerto de los Olivos a la pregunta de los soldados: ¿A quién buscáis?, Jesús responde: “Yo soy”, o, tras la resurrección, Jesús les dice a los suyos: no tengáis miedo: “soy yo”.

En el fondo la lectura que el evangelio de Juan nos ofrece de Jesús es que Jesús ES. Se trata de una alta cristología que recoge la fe del AT sobre la “identidad” de Dios y se la aplica a Jesús: (Éxodo 3, 14: Yo soy el que soy).

Es una forma elegante, mayestática de decirnos que Cristo es Dios.

Y quien se acerca al que es, a Cristo, termina siendo. Tras la curación del ciego junto al Templo, los fariseos dudan si es el mismo o no. El ciego dice: “soy yo” (Jn 9,9).

En tiempos, quizás en situaciones personales de crisis de identidad, de desorientación o de noches oscuras, de turbulencias eclesiásticas y diocesanas, nos hace bien acercarnos al que es, no al que tiene, sino al que es, a Cristo

El salmo 22 (23) es un poema al buen Pastor:

Él nos guía por valles de tinieblas, Él camina con nosotros, nada temamos.

¿Quién es el pastor que guía y orienta mi vida? ¿Qué ideologías, de qué líderes políticos, eclesiásticos, deportivos, culturales soy “fan”? Un creyente no tiene más pastor que el Señor.

02. BUEN PASTOR.

La imagen del Pastor es muy utilizada por la Biblia para aplicársela a Dios, Buen pastor.

o El profeta Ezequiel (Ez 34,16) expone cómo Dios buscará a la oveja perdida y la hará volver al redil, la cuidará.

o El salmo 22, “el salmo por excelencia”, es un canto a Dios como Pastor de nuestras vidas. Quien tiene a Dios como Pastor, nada le falta. El guía nuestras vidas…

En los evangelios tenemos dos hermosos textos que nos hablan del Dios de JesuCristo como pastor:

o Lc 15,3-7 La parábola de la oveja perdida.

o Jn 10 Yo soy el buen pastor.

¿Quién es el pastor que guía y orienta mi vida? ¿Qué ideologías, de qué líderes políticos, eclesiásticos, deportivos, culturales soy “fan”? Un creyente no tiene más pastor que el Señor.

03. XTO ES EL EJE, EL CENTRO EN UNAS COMUNIDADES SUFRIENTES.

Las comunidades de la tradición de san Juan, sufrieron mucho por dos motivos fundamentales

a. Por verse expulsados del Templo y del ámbito judío. De ahí que este evangelio hable de otro rebaño, Jesús, buen Pastor saca las ovejas del Templo, las lleva consigo lejos de los asalariados. Estos cristianos, estas comunidades se unen a Cristo.

b. Por las primeras incrustaciones espiritualoides (gnosticismo griego) en el seno del cristianismo. De ahí que San Juan insista en que el Verbo (Jesús se hizo hombre, carne, (Jn 1,14). Jesús no fue un “dios del olimpo griego). Así como también Juan repite con frecuencia el “permaneced” en lo que os enseñé desde el comienzo” y no nos despistemos con doctrinas extrañas.

Por estas razones, la eclesiología de Juan está muy personalizada en Cristo. Juan no emplea categorías comunitarias, todo se centra en Cristo. En Juan no hay idea de pueblo, pero “unoJesús- tiene que morir por el pueblo: conviene que uno muera por el pueblo (Jn 11,45-56). San Juan no habla en su evangelio del Reino de Dios (solamente una vez en el diálogo con Nicodemo), pero en cambio hay Rey: Yo soy rey, (Jn 18,38). Yo soy la vid, permaneced unidos a mí, (Jn 15,55).

La eclesiología, el modo de entender la Iglesia de Juan es mucho más cristológico: permaneced unidos a la vid (Cristo).

Nunca faltan sufrimientos en la Iglesia por los más diversos motivos. Pero el centro de la Iglesia no es el poder ni la jerarquía, sino Xto: YO SOY.

En tiempos de turbulencias eclesiásticas nos hará bien centrarnos en Cristo: permanecer en la traditio evangélica y eclesial en que hemos crecido y vivido la fe. Cristiano e iglesia son quienes se acercan y siguen al Señor, al que es.

Al mismo tiempo, podemos recordar al papa Francisco, que trata de ser un buen pastor de la Iglesia.

04. EL BUEN PASTOR DA VIDA.

El Buen Pastor da la vida por las ovejas, (v 11-15). El Buen Pastor conoce a sus ovejas y las suyas le conocen, (v 14).

La metáfora del Pastor, del redil y el rebaño es para transmitir vida, para crear una relación de amor entre el Pastor y los suyos.

El pastor en la Iglesia no es una cuestión de poder, ni de Derecho Canónico, ni de dogmatismo, sino es para transmitir vida, una vivencia, una relación de amor

05. ASALARIADOS, LADRONES Y SALTAPARAPETOS
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En el transfondo de esta parábola del Buen Pastor subyace el capítulo 34 de EZEQUIEL.

El profeta hace una crítica fortísima a los falsos pastores de entonces y de ahora (sean políticos, eclesiásticos, jueces, o los líderes de la sociedad):

habéis explotado a las ovejas y os habéis aprovechado del pueblo en vez de ayudarlo.

No habéis cuidado a la oveja enferma ni curado a la que estaba herida: no habéis tornado a la descarriada ni buscado a la perdida; sino que las habéis dominado con violencia y dureza. Las ovejas se han dispersado.

Pero llegará un día en que Yo tomaré a las ovejas y buscaré a las perdidas. Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas. Las recobraré de todos los lugares donde se habían dispersado.

Ezequiel vivió en el siglo VI a.C., pero parece que las cosas se repiten en la historia. ¿Cuidamos hoy de las ovejas enfermas y débiles? (Sanidad). ¿Ayudamos a las ovejas perdidas? (Educación) ¿Decimos y sembramos verdad? (medios de comunicación periodistas). La situación que critica Ezequiel la vemos y vivimos todos los días. Es triste, doloroso cuando esas cosas se hacen con los más pobres y débiles de la tierra.

¡Qué mal suena expresión asalariados! (y peor suena el término “mercenario”, que es la que usa San Juan en el evangelio que). Hay mucho asalariado, mercenario y gente con ganas de medrar en las ideologías, en las grandes cadenas informativas: prensa, radio, tv, en los obispados y entresijos eclesiásticos; lo estamos viendo y padeciendo todos los días.
El poder es la pasión más fuerte del ser humano. Pero el poder no tiene nada que ver con el Buen Pastor de Jesús. No es lo mismo, ni mucho menos, pastorear conforme al Evangelio que gobernar una diócesis. Es muy triste que haya parroquias de primera, de segunda, etc.; diócesis de mayor rango y más apetecibles por mercenarios … Todo perfectamente antievangélico

06. SOMOS PASTORES.

De una u otra manera todos estamos llamados a ser pastores en la vida y hemos de procurar hacerlo lo mejor posible y con responsabilidad, no sea que nos convirtamos en asalariados que trabajamos por el dinero y no por la noble tarea de cuidar del rebaño, del pueblo, de la comunidad cristiana:

o Los padres de familia son pastores de sus hijos, de su familia. Los hermanos mayores tiene casi espontáneamente una misión de ser guías de sus hermanos. (¡Cuidado con ser Caín y Abel o con vender al hermano menor: José!). Hay que cuidar mucho los primeros valores: acogida, amor, -los padres son quienes transmiten la bondad y la vida del Buen Pastor- criterios de educación, trabajo, los estilos -esquemas- de vida, el diálogo sobre todo a ciertas edades: la acogida de la vida inicial, la adolescencia, la elección del centro de estudios, la formación humanista, en nuestro caso, la formación cristiana.

o Los profesores en el mundo educativo son guías que orientan a los niños, jóvenes. Tener 20 ó 30 niños o jóvenes en un aula y durante tantas horas y años supone una gran responsabilidad de los padres y de los profesores. Un niño abandonado a su suerte, está perdido. ¿Y unos niños, unas generaciones abandonados a los planes educativos actuales?

o Un buen médico es un buen pastor que, no solamente porque sea científicamente competente, sino porque un buen médico enseña a vivir, en cierto sentido transmite vida

o Los psiquiatras, los psicólogos, un abogado sensato, etc. son auténticos pastores.

o Pastores en la Iglesia. Aquellos que tienen responsabilidades en la Iglesia son también pastores de la comunidad cristiana, lo cual constituye una gran tarea personal, moral, de formación, así como de cuidado en las ovejas, de las personas.

o Los medios de comunicación: periodistas y “tertulianos”, internet son también pastores de la sociedad. Al fin y al cabo los medios de comunicación (quizás más que la misma Universidad) constituyen el nuevo Sinaí o el nuevo ágora del siglo XXI. Los valores, los estilos de vida, las pautas de comportamiento de los grupos humanos son los que emiten las cadenas de televisión.

images105. GRACIAS A LOS PASTORES DE NUESTRA VIDA.
Este domingo del Buen Pastor puede ser una buena ocasión para dar gracias a Dios por los “buenos pastores” que hemos tenido en la vida. Un recuerdo agradecido a nuestros padres, a nuestros hermanos, algún sacerdote que nos encauzó en la vida, algún médico, psicólogo que nos descubrió facetas de nuestra personalidad y nos enseñó a vivir, algún compañero o amigo que nos acogió, quizás nos guió, algún profesor que nos enseñó más que “cosas”, nos enseñó con su testimonio a trabajar a vivir. Gracias a los presbíteros que este año cumplen cincuenta años de vida ministerial. Gracias sobre todo al Buen pastor, al Señor Jesús que ilumina (luz) nuestras vidas, que nos confiere la vida (sentido y esperanza).

07. VOLVER AL BUEN PASTOR.

Posiblemente estemos en un momento en el que nos es urgente volver a la fuente de la vida, al Buen Pastor, al “YO SOY”. QUIZÁS nos estamos perdiendo en mantener y sostener cuadros y estructuras eclesiásticas, cuando lo que importa es vivir unidos a la Vida, seguir al Buen Pastor, pues de Él nos viene la vida, la verdad, la paz.

Es de mucho consuelo permanecer en el que es, en Cristo

Dice la 1 Carta de san Pedro

“Andabais descarriados como ovejas,
pero ahora habéis vuelto al Pastor y Guardián de vuestras vidas.”
(1Ped 2,25)

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Conocer su voz… No nos faltará su silbo

Domingo, 7 de mayo de 2017
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SALMO 23

El Señor es mi Pastor…

Los pastores de mi casa
me enseñaron a sentirLo.
La «chivita» deportada
por la guerra fratricida
me ayudó a reconocerme
vigilado por sus Ojos,
añorado por sus Manos.

Yo sería un pastor
¿bueno?

Tu Palabra me alimenta, cada día,
como un valle.
Me convida tu Misterio, como un monte.
Como un río me penetra,
perdonado,
tu Ternura.

Pirineo y sus pastores,
por las rocas,
en la nieve,

por el Ésera desnudo tierra abajo,
por las noches estrelladas cielo arriba.

Los balidos impotentes me acosaban, siendo niño.
Los balidos de los pobres, degollados, me traspasan.
¿No bastaba con tu sangre, Pascua nuestra?

Si atardece en mis majadas,
Tú serás su paz caliente.
No les faltará tu silbo
cuando rompa el día nuevo.

Los mayores desencantos
puedo atravesar seguro.
¡Tú me llevas como un hombro,
Pastor bueno!

*

Pedro Casaldáliga
Todavía estas palabras, 1994

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jesus

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En aquel tiempo, dijo Jesús:

“Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a sus voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.”

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:

“Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.”

*

Juan 10, 1-10

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