Así fue el infierno de ‘terapias de cura gay’ desde los 16 años
A Mathew Shurka, profesionales graduados y colegiados en Nueva York, le aseguraron que su homosexualidad era producto de un trauma de infancia.
Una de las rutinas que debía seguir era la de tomar viagra para relacionarse con chicas.
La historia de Mathew Shurka ha dado la vuelta al mundo estos días por la dramática situación que tuvo que superar cuando era adolescente. Fue tras confesar a su padre que era gay. Apenas tenía 16 años y la respuesta que obtuvo de su progenitor fue la de ir a terapia para ‘curar su mal‘.
Shurka tiene hoy 28 años y se ha convertido en un activista contra la terapia de reversión sexual en Estados Unidos y en todo el mundo.
Lidera la campaña “Born Perfect”. Pero hasta llegar a eso tuvo que pasar por un infierno de varios años en el que se le intentó ‘curar’ su homosexualidad. “Era el hombre que más admiraba y me dijo ‘te quiero y por eso te voy a ayudar. Me decía que iba a sufrir mucho y eso me daba miedo: ya había empezado la escuela y sentía mucha presión para que me relacionara con chicas. ” Cuando un hombre que yo amaba y en el que confiaba me dijo que había una solución para eso, le creí“, recuerda este estadounidense en una entrevista concedida a la BBC.
Mathew Shurka no era consciente de que esa ‘ayuda’ le llevaría a una profunda depresión que casi le cuesta el suicidio. Vino en forma de terapias para ‘curar la homosexualidad’ que tuvo que sufrir entre 2004 y 2009. Cuatro terapeutas y un campamento de ‘conversión’ donde, entre otras barbaridades, fue obligado a tomar viagra para relacionarse con mujeres, tal como recoge 20 minutos en este reportaje.
Terapias que aún se usan de forma legal en países como Estados Unidos o Rusia, pese a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) retiró la homosexualidad de la lista internacional de enfermedades hace casi tres décadas.
En Estados Unidos, estas terapias tienen su origen en la petición de una psicóloga interesada en dar a sus pacientes servicios de “cura gay”. Está prohibida en nueve Estados, pero en el resto del país estos tratamientos son legales. Shurka vivía con su familia en una pequeña localidad cercana a Nueva York y nunca había conocido a alguien abiertamente gay.
Desde 2004 hasta 2009 profesionales graduados y colegiados se encargaron de la ‘terapia’ del joven, producto (según le decían estos profesionales) de un trauma de infancia.
“Tuve una infancia maravillosa, no podía recordar ningún trauma. Acabé inventando recuerdos de cosas que no habían pasado. Me enfadé con mi madre por no haberme creado lo suficientemente masculino”, recuerda. Le prohibieron hablar con mujeres y, a la vez, convivir con más hombres para evitar volverse ‘afeminado’.
A continuación, una de las charlas en las que él mismo recuerda su experiencia para concienciar a la sociedad:
Llegó a estar tres años sin dirigir la palabra a sus hermanas y a su madre, que acabó por rechazar la terapia. “Yo la culpaba de mi homosexualidad mientras ella me decía ‘Hijo, eres gay. No tienes ningún problema, te quiero”, cuenta.
“Decidieron que debía tomar viagra al quedar con chicas” Esta primera fase del tratamiento no tuvo mucho efecto por lo que el padre buscó ayuda en otros profesionales, esta vez de Los Ángeles. “Fue la primera vez que me vi listo para relacionarme con las mujeres. Había inventado mi heterosexualidad”, recuerda. Sin embargo, la atracción por los hombres seguía estando ahí. Esto le llevó a sufrir crisis de ansiedad y acudir varias veces al hospital pensando que estaba sufriendo un infarto. “Tenía 18 años, no estaba teniendo relaciones con mujeres y, entonces, mi padre y el terapeuta decidieron que debía tomar viagra cada vez que saliera con chicas”.
Con 19 años, Shurka se enamoró de un hombre. El terapeuta y el padre abordaron al joven y lo espantaron. “Lo supe ocho meses después y rompí la relación con mi padre. Volví a hablar con mi madre y comencé una terapia normal. “Estaba convencido de que la homosexualidad era una elección y que era culpa mía”, cuenta. Entonces se sometió a dos terapias de ‘cura gay’ por voluntad propia. Por voluntad propia, entró y salió de otros 2 tratamientos que ofrecían la ‘cura gay’.
“Estaba confundido y entré en una depresión profunda. Engordé 30 kilos. Pasaba días sin salir de mi apartamento. No me gustaba nada de mí mismo y me cortaba, pensando en suicidarme”, explica. Con 21 años, se trasladó a Manhattan a trabajar como camarero en un restaurante gestionado por una lesbiana.
“Me inspiró. Allí también conocí a hombres gays que me ayudaron. “Estaba viendo por primera vez que todo aquello era normal”, recuerda. Dos años después, en 2012, decidió salir del armario y asistir a un curso de desarrollo personal, donde tras ganar seguridad se convenció de que debía hacer las paces con su padre y el terapeuta.
“Tras 5 años sin dirigirle la palabra, durante los cuales se divorció de mi madre, fui a hablar con él. Cuando le volví a decir que era gay y que estaba feliz con eso, me repitió el discurso de que yo iba a ser infeliz, que iba a sufrir. Pero esta vez le respondí: ‘Papá, no tienes de qué preocuparte. Todo va a estar bien, voy a vivir una vida maravillosa’. Y lo aceptó y se disculpó. Hoy es uno de mis mejores amigos”, cuenta.
También se reencontró con el terapeuta que le recetó viagra y espantó al chico que le gustaba. “Lloró y admitió haber tratado a otros 13 niños. Me dijo que ninguno se había ‘curado”.
“Terapias” reparadoras: no solo inútiles, también peligrosas
La comunidad médica mundial en su inmensa mayoría condena estas prácticas y lucha para que los gobiernos las prohíban. Precisamente en marzo de este año tenía lugar un histórico pronunciamiento de la Asociación Mundial de Psiquiatría en contra de las “terapias” reparadoras, intervenciones que no solo se han mostrado ineficaces para cambiar la orientación sexual de una persona, sino que resultan muy peligrosas. Prácticas contra las que ya antes se habían pronunciado numerosas organizaciones profesionales. La Asociación Americana de Psicología, por ejemplo, hizo ya en 2009 un llamamiento a los psicólogos para que las abandonasen definitivamente tras revisar la evidencia científica disponible y concluir que ya no resulta posible sostener que un paciente puede cambiar su orientación sexual a través de terapia, mientras que los daños potenciales de tales intervenciones pueden ser graves, incluyendo depresión y tendencias suicidas. Otras organizaciones que han alertado contra los riesgos de estas intervenciones son la Asociación Médica Británica, las más importantes organizaciones de psicoterapeutas del Reino Unido o, en España, el Colegio de Psicólogos de Madrid. Los testimonios de algunas de las personas atrapadas por las redes que promueven este tipo de prácticas (“ex-gais”) y que años después han conseguido liberarse son un buen ejemplo del daño que pueden llegar a sufrir.
En definitiva, la aplicación o recomendación de este tipo de prácticas van, hoy en día, en contra del conocimiento médico actual y de la lex artis que obliga a todo profesional sanitario.
Fuente 20 Minutos, víaCáscara Amarga/Cristianos Gays
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