En la revista FronterasCTR (13 junio 2018), con el título “Las nuevas fronteras de la paleogenómica: Svante Pääbo recibe el premio Princesa de Asturias 2018” publicamos un extenso artículo sobre el genetista sueco Svante Pääbo.
La prensa de hoy anuncia que el comité de los Premios Nobel otorga el galardón en medicina al genetista sueco Svante Pääbo por sus descubrimientos sobre los genomas de los homínidos extintos y la evolución humana en los que trabajó con fósiles de Atapuerca / Recibió el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2018 a propuesta del rector de la Universidad de Burgos.
“Los descubrimientos referidos a los genomas de homininos extintos y la evolución humana” realizados por el científico sueco Svante Pääbo le han valido la designación como Premio Nobel de Medicina, distinción que suma al Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica que recibió en 2018 a propuesta del rector de la Universidad de Burgos
Este profesor de Genética y Biología Evolutiva, que, desde hace tres lustros años colabora con el Laboratorio de Evolución Humana de la UBU y que es el fundador de la paleogenética, intervino en el logro científico de secuenciar el ADN mitocondrial más antiguo del mundo obtenido en la Sima de los Huesos de los yacimientos de Atapuerca.
Svante Pääbo, un científico singular
El trabajo de Pääbo y sus numerosos y brillantes colaboradores cambió algunas de las ideas sobre lo que se considera conocimiento común. Esto le ha merecido el premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2018. De acuerdo con sus hipótesis, parece que los neandertales tuvieron descendencia con los humanos hace unos 55.000 años y parece probable que tuviesen capacidad de hablar e incluso se puede pensar que sus coitos eran prolongados, como los humanos, y no cortos, como los de los simios. La mayor parte de la información que contiene el genoma neandertal, no obstante, aún está por descubrir.
De momento, la aventura para lograrlo nos ha dejado una gran historia. ¿Qué implicaciones tienen estas investigaciones para redefinir lo que es el ser humano? ¿Nos encontramos en una nueva frontera de la humanidad?
“¿Qué implicaciones tienen estas investigaciones para redefinir lo que es el ser humano? ¿Nos encontramos en una nueva frontera de la humanidad?”
El proceso de hominización: Aproximación genómica
Pero en estos últimos años, la genómica, el estudio del material genético, ha aportado muchos datos al problema de nuestros orígenes y de nuestro futuro. Y aquí nos encontramos con Pääbo. Los primeros estudios de aplicación de la Bioquímica a la historia evolutiva se llevaron a cabo a principios de los años cincuenta del siglo pasado, comparando la secuencia de aminoácidos de proteínas pequeñas, como el citocromo C (104 aminoácidos) o las globinas; los árboles filogenéticos obtenidos por el estudio de las variaciones de los aminoácidos eran superponibles a los obtenidos por los registros fósiles. Las técnicas de secuenciación del DNA han permitido, de manera más fina, rápida y eficaz obtener las secuencias completas del DNA mitocondrial y de los genomas de una gran variedad de seres vivos.
El cromosoma mitocondrial humano está compuesto por una doble cadena circular de DNA que contiene 16.569 pares de bases y posee una gran tasa de mutación; mutaciones que se transmiten a los descendientes exclusivamente por vía materna. En la fecundación las mitocondrias del espermatozoide se degradan en las primeras etapas del desarrollo embrionario. Como las mutaciones por substitución de un nucleótido son de origen materno, posibilita conocer individuos cercanamente emparentados por la vía materna y determinar cadenas de descendientes. Si suponemos que la tasa de las mutaciones es estadísticamente constante en el tiempo, es posible utilizar el llamado reloj molecular. Analizando las secuencias del DNA mitocondrial de una parte estadísticamente significativa de todas las razas humanas se ha podido demostrar que todas llegan a unirse en una mujer, establecida en África hace unos 170.000 años, la llamada eva mitocondrial africana; esta hipótesis supone que todos los humanos descendemos de la colonización de antepasados africanos pertenecientes a la segunda gran migración.
El proceso de humanización: las preguntas de frontera
Decíamos al comienzo que el proceso de humanización, enfocado fundamentalmente hacia la aparición de la conciencia, esta íntimamente entrelazado, con el proceso de hominización, entendiendo éste como la aparición del sistema nervioso central, punto de emergencia de la conciencia.
Llegados a este punto, para reflexionar sobre la humanización es necesaria la colaboración y el diálogo conjunto de arqueólogos, paleontólogos, biólogos moleculares, psicólogos, filósofos, antropólogos y teólogos. Y un lugar importante puede ocuparlo la genómica comparada ¿Es el Homo sapiens una especie biológica más? Afirmativamente responderán algunos investigadores; otros, en cambio dirán: el hombre es una nueva especie de vida, una nueva fórmula de vida hasta él inédita.
Entonces, ¿cuándo comienza lo propiamente humano? ¿Dónde está Adán? No podemos olvidar que estamos ante un proceso y todo proceso es el resultado de un conjunto secuencialmente estructurado de sucesivos estadios o fases en el que no existe solución de continuidad. Nos dirá Alfred N. Whitehead: si interpretamos la realidad como proceso, las actualidades del presente están derivándose de sus características precedentes y confiriendo sus características al futuro, “la inmediatez es la realización de las potencialidades del pasado y es el almacén de las potencialidades del futuro”. La respuesta, afirma Emiliano Aguirre, se nos escapa y baila como una gota de azogue en un amplio periodo de tiempo de tal manera que “La cronología de este instante con relación a la cronología morfológica -e incluso arqueológica- es difícil, por no decir imposible de establecer” .
Para aproximarnos, pues, al momentoimperceptible, y subrayamos lo de imperceptible, de humanización hemos de conjugar la morfología, la genómica, la arqueología que nos muestra las huellas culturales, las manifestaciones de la conducta, la filosofía y la teología, relacionando las características consideradas humanas, las que conforman la humanitas, con una forma humana fósil. Entre estas características humanas están: la inteligencia, la comprensión, el conocimiento, la autoconciencia del yo, el lenguaje simbólico, la capacidad emocional y estética, la sociabilidad, la cultura considerada como el marco referencial de valores y símbolos en los que se representan esos valores, las representaciones artísticas, los valores morales que definen una ética, y la religión. La profundización en el proceso de humanización cae fuera de los límites de esta reflexión sobre la hominización a partir de la genómica comparada.
En las fronteras de las tradiciones religiosas
¿Podría la genómica comparada aportar alguna luz a la dimensión espiritual – o incluso religiosa- del ser humano? En la segunda parte del artículo de Ignacio Núñez de Castro publicado en la revista Razón y Fe (volumen 274, números 1413-1414 (2916) páginas 45-57, Adán, ¿Dónde estás? II, Reflexión sobre el proceso de humanización se aportan algunas reflexiones de frontera sobre la humanización. El texto completo puede encontrarse en el artículo de Razón y Fe. Llamamos humanización al proceso evolutivo que supone la maduración de las capacidades cognitivas y emocionales de la conciencia reflexiva humana por una auto-transcendencia activa (K. Rahner) de la materia hacia el espíritu.
El momento de su aparición se nos escapa de las manos como la corriente del río, ya que “no podemos desenterrar el espíritu con una pala” (J. Ratzinger). Esta auto-transcendencia activa supone la dinámica creadora de Dios. Aún queda la pregunta retórica: “Adán ¿dónde estás?”
La emergencia de la dimensión espiritual y de la mente
Tanto en la historia del Universo, como en la evolución de la vida, surgen propiedades no resultantes, sino emergentes: el inicio de la vida y la aparición de la conciencia, son dos momentos procesuales, en los que la solución reduccionista monista, que ha dominado la ciencia positiva desde mediados del siglo XIX, no satisface el problema.
Los diferentes dualismos que ha habido a lo largo de la historia: el aristotélico- tomista, el cartesiano, el interaccionista de K. Popper y J. Eccles, clarifican en parte y nos hacen comprensible el ser humano, -el mismo J. Monod afirmaba el valor operacional del dualismo-, pero ninguno de los dualismos satisface plenamente la solución del problema: el misterio del hombre. El emergentismo fuerte no fisicalista, que supone un punto de inflexión, por una autotranscendecia activa de la materia hacia el espíritu se presenta como alternativa plausible entre los diversos monismos materialistas fisicalistas y los diferentes dualismos.
¿Cómo explicar cuándo aparece en el doble proceso de hominización-humanización la emergencia del espíritu?
¿En otras palabras, cómo encontrar a Adán?. La lectura de Pierre Teilhard de Chardin hizo reflexionar al teólogo K. Rahner sobre el manifiesto parentesco materia-espíritu en relación a la creación del mundo. En efecto, la materia, según todo su ser, procede del Espíritu creador y adquiere una profunda relación óntica con el Creador; para K. Rahner, desde su creación, la materia es un momento del espíritu y en otro lugar llamará a la materia “espíritu entumecido”.
Así pues, la auto-transcendencia activa de la materia hacia el espíritu la explica Rahner como un producirse “algo realmente «nuevo» que, sin embargo, procede de una causa intramundana (…); causa que se supera a sí misma, pone una realidad mayor que la suya. Según el principio metafísico de causalidad, este superarse a sí misma, solo es posible en virtud de la dinámica del ser absoluto, que es al mismo tiempo lo «más íntimo» de la causa intramundana y lo más distinto del ser finito que ejerce la causalidad”.
Ciertamente, estas reflexiones de K. Rahner suponen una nueva visión de la creación y expresan una nueva manera de concebir la acción transcendente de Dios en la dinámica del proceso evolutivo. Devenir, nos dirá Rahner, “ha de ser entendido como auto-transcendencia real, autosuperación”, puesto que este concepto de auto-transcendencia incluye también la transcendencia en lo substancialmente nuevo, el salto a lo esencialmente más alto” .
Conclusión: todos somos Adán
Afirmábamos anteriormente que no podemos hablar del momento preciso de la humanización; se nos escapa de entre lo dedos de las manos como la corriente del río, ya que la maduración de la conciencia vista desde nuestra limitada escala temporal fue un evento tremendamente lento, que sólo se puede percibir ampliando grandemente la escala.
Ya el Papa Pío XII en la Encíclica Humani generis nos advertía que “el magisterio de la Iglesia no prohíbe que la doctrina de la ‘evolución’ en la medida que busca el origen del cuerpo humano a partir de una materia ya existente y viva… sea objeto de investigación”. Cincuenta años después Juan Pablo II en el Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias de 1996 matizaba: ”La encíclica Humani Generis consideraba la doctrina del ‘evolucionismo’ como una hipótesis seria, digna de una investigación y de una reflexión profundas, del mismo modo que la hipótesis opuesta. Hoy, casi medio siglo después de la aparición de la encíclica, nuevos conocimientos llevan a reconocer en la teoría de la evolución más que una hipótesis”.
Joseph Ratzinger, a mi juicio, soluciona el problema del salto ontológico, con la afirmación de que “una creación especial supone una dependencia especial”; ahora bien, esa creación especial debe ser entendida no sólo en la aparición del primer hombre Adán, sino también en la aparición de cada uno de todos los seres humanos que es llamado por Dios a la vida, puesto que, como afirma el mismo Ratzinger en otro lugar “el nombre de Adán alude a cada uno de nosotros: todo ser humano se encuentra directamente ante Dios. La fe no afirma del primer hombre nada que no afirme de nosotros y, a la inversa, tampoco afirma de nosotros menos de lo que afirma del primer hombre”.
Si todos somos Adán, la acción inmanente y a la vez transcendente de Dios en la creación del espíritu humano acontece por igual siempre que un ser humano es concebido. Si tos somos Adán y el Adán bíblico es el epónimo de la humanidad, no tenemos que seguir preguntando: “Adán, ¿Dónde estás?” Buscábamos a Adán y lo hemos encontrado en cada uno de nosotros.
“Parafraseando a Darwin podríamos decir: hay una grandeza en esta concepción de que todo ser humano es Adán o Eva y que toda su vida, alentada por el Creador, está enraizada en el devenir de todo el proceso evolutivo del Universo. Tal vez la paleogenómica pueda ser una pieza que aporte luz para responder a estas cuestiones”
Ciertamente, como diría Charles Darwin en el párrafo final de El origen de las especies, -párrafo que no modificó en ninguna de las seis ediciones que se imprimieron en su vida-, “hay una grandeza, en esta concepción de que la vida, con sus diferentes facultades, fue originalmente alentada por el Creador en un corto número de formas o en una sola, y que, mientras este planeta ha ido girando según la constante ley de la gravitación, se han desarrollado y se están desarrollando, a partir de un principio tan sencillo, infinidad de formas las más bellas y portentosas”. Parafraseando a Darwin podríamos decir: hay una grandeza en esta concepción de que todo ser humano es Adán o Eva y que toda su vida, alentada por el Creador, está enraizada en el devenir de todo el proceso evolutivo del Universo. Tal vez la paleogenómica pueda ser una pieza que aporte luz para responder a estas cuestiones.
Darwin: “Hay una grandeza, en esta concepción de que la vida, con sus diferentes facultades, fue originalmente alentada por el Creador en un corto número de formas o en una sola, y que, mientras este planeta ha ido girando según la constante ley de la gravitación, se han desarrollado y se están desarrollando, a partir de un principio tan sencillo, infinidad de formas las más bellas y portentosas”
Ignacio Núñez de Castro, Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular Universidad de Málaga. Leandro Sequeiros San Román, Catedrático de Paleontología, Universidad de Sevilla. Colaboradores de la Cátedra Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión.
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