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En coherencia y con honestidad

Domingo, 8 de septiembre de 2019
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cruz-recordatorio-padre-nuestro-1-153Lc 14, 25-33

8 de septiembre de 2019

Nuevamente nos encontramos con un texto que forma parte del gran viaje de Jesús a Jerusalén. Le acompañan sus discípulos y discípulas realizando un camino como una gran catequesis itinerante. A lo largo de este tiempo va indicando nuevas claves que van perfilando el estilo de vida de quien decide seguir sus pasos. Jesús ya es percibido como un gran líder que se hace “palabra” para transformar interiormente a sus oyentes y seguidores. No es una palabra neutra, a veces genera conflicto, pero sí respetuosa; no impone normas, pero sí propone cómo situarse ante los diferentes campos de la existencia humana. Va creciendo la oposición entre aquellos que son cuestionados en su manera de vivir y, especialmente, entre los que viven apegados al poder y a las riquezas: fariseos, maestros de la ley y otros sectores opresores.

En esta ocasión Jesús va mostrando cómo ha de ser la respuesta humana a la invitación profunda a vivir desde la luz de Dios y su mensaje. Toca tres ámbitos de la vida para alertar de posibles trampas e incoherencias o para experimentar la mucha felicidad si se consigue vivirlo ajustadamente.

El primer ámbito se refiere a los vínculos afectivos. Quizá suene un poco radical y despegado “Si alguno quiere venir conmigo y no está dispuesto a renunciar a padre, madre, hermanos, incluso a si mismo…no puede ser discípulo mío”. Pero mirando este texto con cierta profundidad y sin olvidar el contexto, podría referirse a no entrar en un nudo de relaciones egoícas que van devorando la libertad personal y la dignidad. Seguir a Jesús no es excluyente ni exclusivo, pero, desde esta experiencia interna de vínculo con la trascendencia, fluye un estilo de relación que capacita para amar a los demás conectados a esta fuente de vida. Es, sin duda, la creación de lazos liberadores y abiertos al mundo exterior en todo aquello que nos une afectivamente.

El segundo ámbito se refiere a nuestra relación con lo que nos hace sufrir en la vida: “El que no carga con su cruz…no puede ser discípulo mío”. Cargar con la cruz no es ir por el mundo arrastrando los pesares de la vida desde una resignación paralizante sino desde una aceptación consciente de la parte de la realidad que nos resulta más amarga. Aceptar aquello que, humanamente es frustrante, nos puede llevar a transformar y avanzar en la vida. No afrontarlo nos conduce a vivir sometidos y situándonos como víctimas. La resignación nos ata, nos bloquea, la aceptación nos moviliza para buscar otras opciones y no desviarnos de nuestra ruta esencial.

El tercer ámbito que Jesús nos propone revisar es el de la toma de decisiones: “Si uno de vosotros pretende construir una torre, ¿no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?…”  Vivimos inmersos en una marejada de movimientos internos y externos que nos llevan, muchas veces, a tomar decisiones que no nos construyen y que nos debilitan a la hora de asumir las consecuencias. Movimientos emocionales, patrones mentales, ideologías, mantener un status, modas, vientos sociales que pueden hipnotizarnos hasta perder nuestra dignidad y mostrar el lado más ridículo de nuestra vida: “no suceda que, habiendo echado los cimientos y no pudiendo completarla, todos los que miren se pongan a burlarse de él diciendo: éste empezó a construir y no pudo terminar”. Es importante aprender a discernir todos esos movimientos para encontrar el movimiento principal de Dios en nuestra vida y ser libres para elegir lo que más nos conduce al fin para el que hemos sido creados, como muy bien nos enseña San Ignacio.

El texto cierra con una invitación a vivir libres de todo aquello que nos pueda esclavizar y no sólo en referencia a los bienes materiales. Jesús insiste en aprender a usar “lo que tenemos” de una manera responsable y para el bien común, aprender a no idolatrar una vida de bienestar al margen de las necesidades y carencias de nuestro mundo. Ser creyente en medio de una agitada sociedad como la nuestra, necesita una solidez personal y una profunda claridad de lo que es esencial y estar conectados a la Fuente de la vida.

Discernimiento, honestidad, coherencia y profundidad, cuatro pilares de nuestra vida cristiana en camino hacia la autenticidad.

FELIZ DOMINGO

Rosario Ramos

 Fuente Fe Adulta

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El porqué de la renuncia

Domingo, 8 de septiembre de 2019
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cruz-cenizaDomingo XXIII del Tiempo Ordinario

8 septiembre 2019

Lc 14, 25-33

Las palabras de Jesús son una llamada al realismo. Más allá de las imágenes a las que recurre, podrían sintetizarse de este modo: ¿Hasta dónde estoy dispuesto a ir? ¿Estoy motivado y decidido para mantener el “” a lo que es hasta el final?

Es habitual entre los humanos ilusionarnos con facilidad y lanzarnos rápidamente a cualquier empresa. Pero no es raro que, con la misma rapidez, abandonemos o nos retiremos. Habíamos calculado mal nuestro empeño o nuestra motivación. A eso se refiere el conocido dicho popular que se aplica en esos casos, referido a la persona que empieza con fuerza pero que rápidamente se estanca. Tal persona –se dice– tiene “arrancada de caballo y parada de burro”.

¿Qué falla ahí? Probablemente ha faltado realismo: el anhelo es grande, pero la comprensión –y la motivación– no lo eran tanto. Podían más los deseos y los miedos del yo, que nos hacen girar en torno a él.

Las imágenes que utiliza Jesús –posponer padre, madre, mujer e hijos… y llevar la cruz–apuntan a la radicalidad de la entrega a lo que la Vida quiere, en definitiva, a lo que realmente somos.

No se trata, por tanto, de dolorismo ni de renuncia voluntarista: ambas actitudes, paradójicamente, suelen inflar al ego. Se trata, una vez más, de comprensión y de coherencia. ¿Cómo quiero vivir? ¿Para el yo y sus intereses o anclado en mi (nuestra) verdadera identidad, que es una con la Vida?

En el primer caso, el yo calcula lo que para él son ventajas y peligros, pero a costa de seguir, en la práctica, en la ignorancia acerca de quién soy. Solo cuando comprendo que no soy ese yo separado, se produce una alineación con lo real, con la vida. Y desde ahí vivo un “” a lo que es, por más que implique “pérdidas” de todo tipo. Pero ese “” no nace como sometimiento a una voluntad ajena; es resultado de ser fiel, no al ego hipnotizador que me confunde, sino a aquello que realmente soy (somos). Solo de esa comprensión puede nacer la acción adecuada.

Llevar la cruz” no es ser amigo del dolor, sino signo de lucidez. Significa asumir que toda la existencia es un camino progresivo de “muerte del yo” (de la identificación con él), para posibilitar que “nazca” y viva lo que realmente somos. Como dijera el propio Jesús, se trata de “perder para ganar”, morir para vivir.

¿Hasta dónde estoy dispuesto a llegar para vivir lo que soy?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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La madre siempre es memoria para los hijos

Domingo, 8 de septiembre de 2019
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1322758554_madre_adolescente__crop_629x356_thDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Natividad de María, madre de JesuCristo.

En el NT, en los evangelios, no hay ninguna alusión al nacimiento de María, madre de Jesús.

María aparece en algunos momentos decisivos: nacimiento de Jesús, las bodas de Caná, (Jn 2). María está presente al pie de la cruz en la muerte de Jesús, (Jn 19). Por lo demás, María queda siempre en un discreto y creyente segundo plano. Se nos dice que María guardaba en su corazón todo lo que veía y vivía en su hijo, Jesús, ¡y lo meditaba! María pensaba y oraba.

No es crear fantasías pensar que María le daría más de cuatro vueltas en su cabeza y en su corazón a las actitudes, gestos y palabras de Jesús: discutiendo con fariseos, con la gente del Templo, acogiendo a enfermos, conviviendo con gente de “mal vivir”. María no entendería ni palabra a la Palabra, por eso meditaba y pensaba las cosas y por eso María llegó a la fe en su hijo. No es extraño que María llegara a conocer, reconocer y creer en su hijo. Se podría decir que María vive discreta y silenciosamente el camino a la fe en su hijo.

Nos lo pensamos y meditamos.

Una madre (una familia) con entereza. (2 Macabeos)

El contexto de la primera lectura (2 Mac) se sitúa hacia el año 100 a.C., es decir, prácticamente en vísperas de JesuCristo.

Israel, el pueblo, estaba llegando a una fe clara en la “vida más allá” de esta vida, poco a poco, ya va tomando cuerpo la fe en la resurrección.

Políticamente Israel se encuentra bajo el dominio seléucida y los Macabeos[1], es decir, los soldados israelitas luchan contra el dominio opresor.

La cuestión de fondo del segundo libro de los Macabeos es que los soldados en el campo de batalla, tienen otra vida en el más allá.

En este marco, esta madre “¿coraje?” sostiene la fe y la esperanza de sus siete hijos que no se postran ante Antíoco Epífanes, ni traicionan sus costumbres, su tradición, su ley. Los siete hijos y la madre mueren por su ideal con la esperanza puesta en el Dios de la vida.

Tres grandes instituciones en crisis.

Si miramos y analizamos nuestra sociología actual, podemos darnos cuenta de que las tres grandes instituciones encargadas de transmitir la tradición, la cultura, la identidad de una fe y de un pueblo, etc., las tres se encuentran en una profunda crisis: la Iglesia, la Familia y la Escuela (mundo de la educación).

La familia.

La madre es como el punto de referencia e identidad, como la memoria y el cordón umbilical en la transmisión de la fe. Pero la familia, en gran medida, se ha venido abajo. No es momento de juzgar ni de culpabilizar nada ni a nadie, pero las cosas son como son y están como están.

La visión de la familia, de la sexualidad, de los hijos es muy distinta a otros tiempos y hacen que la vivencia de la familia sea muy diferente a la de otros tiempos ni lejanos.

Naturalmente que también hoy hay madres y familias que cuidan y transmiten criterios, valores, ideales. Pero la familia, sociológicamente hablando, está como está.

La Iglesia

La Iglesia también va como va. Gracias a Dios, que parece estar cambiando el rumbo de las cosas, aunque en nuestra diócesis sigamos en posiciones ultramontanas, por lo que este sistema eclesiástico transmite poco -más bien nada- de la esperanza de aquella madre de los siete hermanos macabeos y poco o nada de la esperanza de María.

Podríamos pensar que la ultra-ortodoxia no significa que esté en posesión ni de la fe ni de toda la verdad. Los cañonazos doctrinales, causan brechas e incendios, pero no transmiten evangelio ni paz. La “construcción de la ciudad” y el evangelio están en otros esquemas de diálogo, libertad, escucha, hermenéutica, etc.

La escuela

Una universidad que se limite a transmitir conocimientos y no aborde y dé respuesta a los problemas de su tiempo, es un almacén, un hangar de datos o un bachiller a lo bestia, pero no una Universitas.

Pensemos si nuestras ikastolas, colegios, universidades transmiten, lo que aquella madre de los macabeos transmitía a sus hijos: la propia cultura, la fe, aquella madre infundía ánimo y esperanza a sus hijos.

         Tal vez María nos evoque que la vida está compuesta por otros y más importantes elementos de los que habitualmente barajamos hoy en la vida.

María presente en el nacimiento de la Iglesia.

         La madre es siempre la memoria de la familia.

         En la tradición de San Juan, la Iglesia nace al pie de la cruz. Allí están presentes María (la madre) y el Creyente – Discípulo Amado-[2] (hijo).

         Si la Iglesia es algo, es la memoria presente de JesuCristo en esa comunidad que está al pie de la cruz: la madre y todos los “discípulos amados”. La Iglesia no es, -no debe ser- una institución doctrinalmente vociferante, sino la comunidad que al pie de la cruz acoge con la madre (memoria del Hijo) su Espíritu: Jesús inclinando la cabeza, entregó su espíritu, (Jn 19,30), que no es entregar el alma a Dios, sino entregarnos su Espíritu a la Iglesia naciente.

María, la madre -como toda madre- es memoria, referencia hacia el Hijo.

María nos mantiene unidos en familia eclesial.

Ahí tenemos a nuestra madre.

[1] Macabeo significa soldado. El actual equipo de baloncesto de Tel aviv se llama: Maccabi: soldados.

[2] Discípulos amados somos todos.

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“Realismo responsable”. 23 Tiempo ordinario – C (Lucas 14,25-33)

Domingo, 4 de septiembre de 2016
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23-TO-600x711Los ejemplos que emplea Jesús son muy diferentes, pero su enseñanza es la misma: el que emprende un proyecto importante de manera temeraria, sin examinar antes si tiene medios y fuerzas para lograr lo que pretende, corre el riesgo de terminar fracasando.

Ningún labrador se pone a construir una torre para proteger sus viñas, sin tomarse antes un tiempo para calcular si podrá concluirla con éxito, no sea que la obra quede inacabada, provocando las burlas de los vecinos. Ningún rey se decide a entrar en combate con un adversario poderoso, sin antes analizar si aquella batalla puede terminar en victoria o será un suicidio.

A primera vista, puede parecer que Jesús está invitando a un comportamiento prudente y precavido, muy alejado de la audacia con que habla de ordinario a los suyos. Nada más lejos de la realidad. La misión que quiere encomendar a los suyos es tan importante que nadie ha de comprometerse en ella de forma inconsciente, temeraria o presuntuosa.

Su advertencia cobra gran actualidad en estos momentos críticos y decisivos para el futuro de nuestra fe. Jesús llama, antes que nada, a la reflexión madura: los dos protagonistas de las parábolas «se sientan» a reflexionar. Sería una grave irresponsabilidad vivir hoy como discípulos de Jesús, que no saben lo que quieren, ni a dónde pretenden llegar, ni con qué medios han de trabajar.

¿Cuándo nos vamos a sentar para aunar fuerzas, reflexionar juntos y buscar entre todos el camino que hemos de seguir? ¿No necesitamos dedicar más tiempo, más escucha del evangelio y más meditación para descubrir llamadas, despertar carismas y cultivar un estilo renovado de seguimiento a Jesús?

Jesús llama también al realismo. Estamos viviendo un cambio sociocultural sin precedentes. ¿Es posible contagiar la fe en este mundo nuevo que está naciendo, sin conocerlo bien y sin comprenderlo desde dentro? ¿Es posible facilitar el acceso al Evangelio ignorando el pensamiento, los sentimientos y el lenguaje de los hombres y mujeres de nuestro tiempo? ¿No es un error responder a los retos de hoy con estrategias de ayer?

Sería una temeridad en estos momentos actuar de manera inconsciente y ciega. Nos expondríamos al fracaso, la frustración y hasta el ridículo. Según la parábola, la «torre inacabada» no hace sino provocar las burlas de la gente hacia su constructor. No hemos de olvidar el lenguaje realista y humilde de Jesús que invita a sus discípulos a ser «fermento» en medio del pueblo o puñado de «sal» que pone sabor nuevo a la vida de las gentes.

José Antonio Pagola

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“El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”. Domingo 4 de septiembre de 2016 23º Ordinario

Domingo, 4 de septiembre de 2016
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48-ordinarioC23 cerezoLeído en Koinonia:

Sabiduría 9, 13-18: ¿Quién comprende lo que Dios quiere?  .
Salmo responsorial: 89: Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Filemón 9b-10. 12-17: Recíbelo, no como esclavo, sino como hermano querido.
Lucas 14, 25-33: El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.

Para ser cristiano, en realidad, la Iglesia, habitualmente, exige muy poco. Se bautiza a los niños recién nacidos y apenas se exige nada a sus padres; todo lo más, la asistencia a unas charlas preparatorias del acto del bautismo y un vago compromiso de educar en cristiano al niño según la ley de Dios y los mandamientos de la Iglesia. Sin embargo, esto no era así al principio. Para ser discípulo, Jesús ponía unas duras condiciones, que llevaban a quien quería serlo a pensárselo seriamente. Pocos seríamos cristianos, si para ello tuviéramos que cumplir las tres condiciones que, llegado el caso, Jesús exige a sus discípulos. Y decimos “llegado el caso”, porque estas tres formulaciones del evangelio de hoy que vamos a comentar son “formulaciones extremas”; representan la meta utópica que no debemos perder de vista, y debemos estar dispuestos a alcanzarla en el seguimiento de Jesús.

Por la primera (“si uno quiere venirse conmigo y no me prefiere a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a sí mismo, no puede ser discípulo mío”), el discípulo debe estar dispuesto a subordinarlo todo a la adhesión al maestro. Si en el propósito de instaurar el reinado de Dios, evangelio y familia entran en conflicto, de modo que ésta impida la implantación de aquél, la adhesión a Jesús tiene la preferencia. Jesús y su plan de crear una sociedad alternativa al sistema mundano están por encima de los lazos de familia.

Por la segunda (“quien no carga con su cruz y se viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío”), no se trata de hacer sacrificios o mortificarse, como se decía antes, sino de aceptar y asumir que la adhesión a Jesús conlleva frecuentemente la persecución por parte de la sociedad, persecución que hay que aceptar y sobrellevar conscientemente como consecuencia del seguimiento. Por eso es necesario no precipitarse, no sea que prometamos hacer más de lo que podemos cumplir. El ejemplo de la construcción de la torre que exige hacer una buena planificación para calcular los materiales de que disponemos, o del rey que planea la batalla precipitadamente, sin sentarse a estudiar sus posibilidades frente al enemigo, es suficientemente ilustrativo.

La tercera condición (“todo aquel de ustedes que no renuncia a todo lo que tiene no puede ser discípulo mío”) nos parece excesiva. Por si fuera poco dar la preferencia absoluta al plan de Jesús y estar dispuesto a sufrir persecución por ello, Jesús exige algo que parece esta por encima de nuestras fuerzas: renunciar a todo lo que se tiene. Se trata, sin duda, de una formulación extrema, paradigmática, que hay que entender. El discípulo debe estar dispuesto incluso a renunciar a todo lo que tiene, si esto es obstáculo para poner fin a una sociedad injusta en la que unos acaparan en sus manos los bienes de la tierra que otros necesitan para sobrevivir. El otro tiene siempre la preferencia. Lo propio deja de ser de uno, cuando alguien lo necesita para vivir. Sólo desde el desprendimiento se puede hablar de justicia, sólo desde la pobreza se puede luchar contra ella. Sólo desde ahí se puede construir la nueva sociedad, el Reino de Dios, erradicando la injusticia de la tierra.

Para quienes quitamos con frecuencia aguijón al evangelio y nos gustaría que las palabras y actitudes de Jesús fuesen menos radicales, leer este texto resulta duro, pues el Maestro nazareno es tremendamente exigente.

No en vano el libro de la Sabiduría formula hoy a modo de interrogante la dificultad que tiene conocer el designio de Dios y comprender lo que Dios quiere. Será necesario para ello recibir de Dios sabiduría y Espíritu Santo desde el cielo para adecuar nuestra vida a la voluntad de Dios manifestada por Jesús. Necesitamos ir contra corriente y tener la capacidad de renuncia total que pide el evangelio y a la que debemos estar dispuestos, llegado el caso. Pero esto que en el evangelio se nos propone como exigencias radicales de Jesús hoy no es tanto el comienzo del camino, sino la meta a la que debemos aspirar, aquello a lo que debemos tender, si queremos seguir a Jesús. Tal vez no lleguemos nunca a vivir con esa radicalidad las exigencias de Jesús, pero no debemos renunciar a ello, por más que nos encontremos a años luz de esa utopía.

Si se hiciera realidad en la humanidad esta condición básica que Jesús pide para su seguimiento, se resolvería también el problema de la crisis ecológica, que en definitiva está producido por el maltrato, la explotación, la depredación a los que el sistema económico y de producción mundializado somete a la naturaleza, igual que a muchedumbres pobres asalariadas. El bien que persigue el Reino de Dios (ubi bonum, ibi Regnum) no es sólo para el mundo humano, sino para todo el mundo, para el planeta y toda la comunidad de la vida que en él ha surgido…

En su Carta a Filemón, Pablo nos brinda una consecuencia concreta del seguimiento, y las necesarias renuncias a los propios bienes. Por haber abrazado la propuesta del evangelio, Onésimo ha dejado de ser un esclavo para ser un hermano de Filemón. Mediando la caridad y la buena voluntad de éste, quizá también se convierta en colaborador del apóstol que se encuentra encarcelado. Este ejemplo ilustra también lo que indica el libro de la Sabiduría de acuerdo al dicho popular que reza: “Dios escribe derecho en renglones torcidos”. No es tarde para sentarnos a reflexionar sobre las cosas más importantes de nuestra vida… Sea para confirmar las opciones realizadas, sea para reconocer con humildad que nos hemos equivocado. Si meditamos las palabras del evangelio… ¿qué diría nuestro corazón? Leer más…

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Dom 4.9.16. Mambrú se fue a la guerra. Vivir para la paz

Domingo, 4 de septiembre de 2016
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14192692_642794179231111_1935222032392188747_nDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 23. Tiempo ordinario. Ciclo C. Lc 14, 25-33. El evangelio de Lucas retoma una vez más el tema de la renuncia, es decir, de la auténtica pobreza entendida en forma de de prudencia humana, de comunión personal, de apertura al perdón y a la paz. Cien veces me han preguntado sobre el tema, una vez más vuelvo al evangelio, citando en especial el de este domingo 23.

El mundo está hecho de hombres y mujeres que quieren hacer torres, y de otros que quieren tirarlas abajo, porque no quieren torres de los otros, torres que vigilen, que dominen. Queremos asegurar nuestra vida en la propia torre, sin saber que nunca podremos construirla, como no lo pudieron lograr los de la vieja Babel, hoy en Iraq.

El mundo esté hecho de reyes y reyezuelos, de presidentes y auto-caudillos que quieren ganar guerras… El mundo está hecho de guerras militares y políticas económicas y sociales, y cada uno piensa que la suya es la buena. Los cuatro políticos de España quieren ganar su guerra… y lo mismo los de Brasil, los de Venezuela… ¿No será mejor que se sienten y que hablen, porque Dios ha dado al hombre la palabras para comunicarse de verdad, no para mentir a los otros.

hqdefaulteEn ese contexto he querido citar un pequeño canto infantil de guerra, que viene de Francia, que se ha hecho popular en España… Un canto de niños que a Jesús le gustaría. El canto de Mambrú parece referirse al general inglés
John Churchill, duque de Marlborough, a quien los franceses creyeron matar en la Guerra de la Sucesión/Secesión española el año 1709.

Éste es un canto popular de Mambrú que fue a la guerra, y que murió y que está enterrado… Un canto con melodía que se sigue empleando en cien países de tradición francesa o hispana.

Pero Jesús no necesita torres, sino gentes que vivan a cuerpo, que compartan y regalen lo que tiene. Jesús no tiene que ganar ninguna guerra de tipo militar. Nosotros tampoco.

Pero queremos seguirle, y para estar con él tenemos que renunciar a todo, para poder tenerlo todo. Ya lo sé, nos sobran maletas y planes y plannings… sí, nos sobra todo o casi todo, menos el amor mutuo. Sigamos leyendo. El texto es de una lucidez impresionante.Buen domingo.

Lucas 14, 25-33.Texto (en parte)

El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío…

Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar.”

¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil?Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.

Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.”

1. Principio. Dejar todo, todo, todo

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús, y él les dijo: El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío…

Así solía decir Juan de la Cruz: nada, nada, nada… Nada donde protegerme, nada de uno mismo, en pura cruz. Nada de nada, para poder tenerlo luego todo, pero de otra forma: en gratuidad compartida, en libertad gozosa. Nada de nada, para poder disfrutarlo todo (padre y madre, mujer e hijos…), para disfrutar de sí mismo (¡negarse a sí mismo, para así poder gozarse!).

Éste es el camino. Vivimos sobre una tierra donde queremos gozar teniendo, poseyendo, con una familia “exclusiva”, hecha de egoísmo, con un deseo que nos cierra en nosotros mismos… Sólo una cruz que rompe ese “cierre” egoísta puede abrirnos al todo.

2. Primer contraste, la torre

Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar.”
Somos constructores de torres, desde el gran relato de Babel (cf. Gen 10). Cada uno hace su torres, todos juntos queremos hacer la gran torre de la cultura mundial capitalista, que se cuente y mide con dinero.

Pero ¿tenemos dinero suficiente para hacer una torre donde resguardarnos para siempre? ¿Nos podemos salvar por lo que hacemos? La vieja tierra está llena de ruinas de torres caídas. Entre ellas caminamos, sin darnos cuenta de que caerá pronto la nuestra. Leer más…

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“Anticampaña electoral”. Domingo 23 ciclo C

Domingo, 4 de septiembre de 2016
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seguidoresdejesusDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

El político que comenzase su campaña electoral prometiendo bajar los salarios, subir los impuestos y aumentar el paro, difícilmente despertaría mucho entusiasmo. Si encima añade: “El que me vote, irá a la cárcel”, es probable que se quede completamente solo. Jesús llevo a cabo una campaña más loca aún que ésta. Para ser discípulo suyo exige posponer los amores más grandes (a la familia y a uno mismo), jugarse la fama y la vida, renunciar a todo. Es lógico es pensar que Jesús, poniendo esas condiciones, se quedaría sin un solo discípulos. ¿Ocurrió así?

La multitud y los discípulos

Para entender el evangelio de hoy es importante distinguir entre estos dos grupos. El evangelio de Lucas habla a menudo de la multitud de gente que acude a escuchar a Jesús (5,1.19) y a ser curados (5,15); vienen de todas partes (6,17), lo acompaña a Naín (7,11), lo siguen al zonas descampadas (9,14), lo siguen a miles (12,1). A estas personas les interesa lo que Jesús dice y hace, se benefician de su enseñanza y sus milagros. Pero nada más.

Existe otro grupo mucho más reducido, el de los discípulos. El término se aplica generalmente a los Doce; pero otras veces se habla de un gran número de discípulos (6,17; 19,37), y de este grupo más amplio escoge a setenta y dos para enviarlos de misión (10,1).

El problema

El evangelio de hoy comienza hablando de la gran cantidad de gente que sigue a Jesús sin ser discípulos suyosEs posible que por la mente de alguno de ellos pasase la idea de entrar a formar parte del grupo de los discípulos. Jesús, adelantándose a cualquier petición en este sentido, se dirige a todos e indica las condiciones.

Primera condición: renuncia a lo más querido

    Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. 

En el Antiguo Testamento, la tribu de Leví era el modelo de servicio radical a Dios. Las Bendiciones de Moisés comentan a propósito de ella:

Dijo a sus padres: No os hago caso;
a sus hermanos: No os reconozco;
a sus hijos: No os conozco.
Cumplieron tus mandatos
y guardaron tu alianza (Deuteronomio 33,9)

Para los levitas, el cumplimiento de la voluntad de Dios está por encima del amor a padres, hermanos e hijos.

En línea parecida, pero más radical, formula Jesús su exigencia: para seguirle hay que posponer a su padre y a su madre // a su mujer y a sus hijos // a sus hermanos y a sus hermanas. La familia de la que uno procede (padre y madre), la familia que uno ha creado (mujer e hijos), el entorno familiar (hermanos y hermanas) simbolizan todo el mundo afectivo; colocarlos en segundo plano significa una gran renuncia. Pero Jesús añade un séptimo elemento, el más duro, que no se menciona a propósito de los levitas: hay que posponerse incluso a sí mismo.

Segunda condición: arriesgar la fama y la vida

Quien no lleve su cruz detrás de mi no puede ser discípulo mío.

Esta exigencia ya ha aparecido en el evangelio de Lucas, formulada de manera más radical aún, pero que aclara el sentido: Quien quiera seguirme, niéguese a sí, cargue con su cruz cada día y venga conmigo (9,23).

La imagen, durísima, equivaldría a decir hoy: “El que quiera seguirme, cargue con su silla eléctrica y venga conmigo”. Con la diferencia de que la silla eléctrica no es transportable, mientras que la cruz la llevaba cada condenado hasta el lugar donde iba a morir.

El hecho de que se hable de cargar con la cruz cada día demuestra que es algo distinto de estar dispuesto a morir. La muerte en cruz era considerada por los romanos la más cruel e ignominiosa, prevista para graves delitos contra el estado y la sociedad. Por consiguiente, cargar con la cruz cada día expresa la disposición de soportar la deshonra, el odio y desprecio de la sociedad, e incluso la muerte.

Una pausa para reflexionar y desanimar

Lo dicho basta para desanimar a gran parte del auditorio. Por si alguno no se ha enterado, Jesús propone dos comparaciones (la construcción de una torre y dar la batalla) que invitan a no tomar decisiones precipitadas con respecto a su seguimiento.

  ¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?  No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar.”

            ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.

            Lo mismo vosotros.

 

«Antes de querer convertirte en discípulo mío, párate a pensarlo. No sea que después fracases y hagas el ridículo.» Evidentemente, Jesús no se parecía en nada a esos directores espirituales que animaban a los y las jóvenes a entrar en el seminario o el noviciado sin pensarlo seriamente.

Tercera condición: renuncia a los bienes materiales

  El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.

A la renuncia a los grandes afectos, al arriesgar la fama y la vida, Jesús añade en tercer lugar la renuncia a los bienes materiales. Es lo que dice al joven rico (aunque Lucas lo presenta como un jefe): Vende cuanto tienes, repártelo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme. Este personaje no fue capaz de hacerlo. En cambio, Pedro, Andrés, Santiago y Juan, “dejándolo todo, lo siguieron” (5,11). También Leví, “dejándolo todo, se levantó y lo siguió” (5,28).

Nada nuevo bajo el sol

Las exigencias anteriores parecen terribles. Sin embargo, a quien ha leído con atención el evangelio de Lucas le resultan conocidas. Coinciden con otros casos en los que Jesús habla de las condiciones para seguirlo.

                        Mientras iban de camino, uno le dijo:

            ‒ Te seguiré adonde vayas.

                       Jesús le contestó:

            ‒ Los zorros tienen madrigueras, las aves tienen nidos, pero este Hombre no tiene donde recostar la cabeza.

                       A otro le dijo:

            ‒ Sígueme.

            Le contestó:

            ‒ Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.

                     Le replicó:

            ‒ Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el reinado de Dios.

                    Otro le dijo:

            ‒ Te seguiré, Señor, pero primero déjame despedirme de mi familia.

                   Jesús le replicó:

            ‒ Uno que echa mano al arado y mira atrás no es apto para el reinado de Dios.

¿Exigencias para todos los cristianos?

En el libro de los Hechos, cuando se cuenta la expansión de la Iglesia, el término “discípulos” no designa ya a un grupo relativamente pequeño que acompaña a Jesús a todas partes sino a los cristianos de Damasco, Jerusalén, Jope, Antioquía, etc. ¿Se aplican a ellos las exigencias anteriores? ¿Son válidas, por tanto, para todos los cristianos actuales?

El caso que conocemos mejor es el de la tercera exigencia: la renuncia a los bienes materiales. Cuando Ananías y Safira, un matrimonio de Jerusalén, vendieron un campo, se quedaron con parte del dinero y pusieron el resto al servicio de la comunidad, pero fingiendo que lo entregaban todo. San Pedro les dice que no estaban obligados a entregar nada; lo malo era que intentaran engañar. Este ejemplo deja claro que para formar parte de la comunidad cristiana, para ser discípulo, no había que renunciar a todos los bienes materiales. De hecho, en las comunidades fundadas por Pablo, lo que él aconsejaba era compartir los bienes con los necesitados.

Las dos primeras exigencias, que nos resultan tan duras, posiblemente sí tuvieran que vivirlas bastante a menudo la mayoría de los cristianos. En una época de frecuentes persecuciones, y en la que los cristianos eran ridiculizados e insultados como criminales y enemigos del estado, hacerse discípulo de Jesús supuso en muchos casos la ruptura con los seres más queridos, la pérdida de la fama y la estima social, e incluso la muerte. La situación no es muy distinta en bastantes comunidades actuales de África y Asia, prescindiendo del desprestigio que supone en muchos ambientes occidentales el hecho de confesarse cristiano.

El misterio

Jesús no se quedó sin discípulos. Al contrario, cuanto más difíciles eran las circunstancias, más eran los que querían seguirle. Como escribió Tertuliano, que vivió entre los años 160-220: “La sangre de los mártires es semilla de cristianos”. Lo que desanima de seguir a Jesús no son sus grandes exigencias, sino la comodidad y vulgaridad de quienes lo seguimos.

José Luis Sicre

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XXIII Domingo Ordinario. 4 septiembre, 2016

Domingo, 4 de septiembre de 2016
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TO-D-XXIII

Le seguía una gran multitud. Él se volvió y les dijo: (Lc. 14, 25)

Renunciar, no está de moda, ni mucho menos. Es una palabra que no resuena bien en nuestro interior y por tanto no la utilizamos en nuestras conversaciones. Parece que el hecho de renunciar a algo es similar a perder la libertad, esa que te permite hacer lo que quieres, sientes o piensas. Sin embargo cada día hacemos renuncias, aunque no pongamos atención en ellas o nos las consideremos importantes. De hecho, por aquello de que todo el mundo lo hace, nos conformamos con seguir inercias que nos vacían o nos hieren profundamente. Lo diferente asusta, llama la atención, crea crítica y provoca nerviosismo….

Pero Jesús nos habla de renuncia en el Evangelio. No lo dice de pasada, se detiene, se vuelve a quienes le siguen, hacia quienes le queremos seguir, y, con claridad, explica lo que significa el seguimiento. Habla a mucha gente y no se deja seducir por los números, no pone “paños calientes” a la multitud. Invita a cambiar sus esquemas y a tomar una decisión, a re-enunciar, o re-elaborar, o re-pensar las relaciones, la propia vida, las posesiones… para poder ser discípulo o discípula en verdad y autenticidad. Llama la atención cómo este texto tan incisivo llega hasta nuestros días, a nuestra cultura, fresco como una lechuga; lo entendemos perfectamente, no hacen falta interpretaciones. Lo que sí hace falta es de verdad, tomar esa decisión, que te hace doblar la espalda para tomar la propia miseria, y con ella, ponerse en camino.

El primer paso es desearlo:

¿Quieres ser discípula de Jesús? ¿Reorientar tu vida, tus afectos, tus bienes tu todo hacia su Todo?

Para este camino una oración de la Madre Teresa de Calcuta:

Líbrame, Jesús mío,
del deseo de ser amada,
del deseo de ser alabada,
del deseo de ser honrada,
del deseo de ser venerada,
del deseo de ser preferida,
del deseo de ser consultada,
del deseo de ser aprobada,
del deseo de ser popular,
del temor a ser humillada,
del temor de ser despreciada,
del temor de sufrir rechazos,
del temor de ser calumniada,
del temor de ser olvidada,
del temor de ser ofendida,
del temor de ser ridiculizada,
del temor de ser acusada…

*

Fuente:  Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Seguimos buscando seguridades para potenciar el ego

Domingo, 4 de septiembre de 2016
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cristo-crucificado-con-hombre-con-cruz-2Lc 14, 25-33

Seguimos en camino hacia Jerusalén. Jesús advierte a esa multitud que le seguía alegremente, de las dificultades que entraña un auténtico seguimiento. Les hace reflexionar sobre la sinceridad de su postura. Solo en el contexto del seguimiento de Jesús podemos entender las exigencias que nos propone. Hace unos domingos, Jesús decía al joven rico: Si quieres llegar hasta el final… Hoy nos dice: si no piensas llegar hasta el final, es mejor que no emprendas el camino. Si no eres capaz de concluir la obra, no es que te hayas quedado a la mitad, es que has fracasado. Si decides caminar con él, deja de caminar en otra dirección.

Una de las interpretaciones equivocadas de este radicalismo, es entender el mensaje como dirigido a unos cuantos privilegiados, que serían cristianos de primera. Jesús no se dirige a unos pocos, sino a la multitud que le seguía. Pero lo hace personalmente. “Si uno quiere…” La respuesta tiene que ser también personal y adulta. No hay pues, cristianismo a dos velocidades; una la de los clérigos, y otra la de los laicos. Esta visión, no puede ser más contraria al mensaje de Jesús. Todos los seres humanos estamos llamados a la misma meta.

No se trata de machacar o anular el instinto (es lo que hemos predicado con frecuencia). Sería una tarea inútil porque el instinto es anterior a mi voluntad y escapa a su control. Se trata de que el instinto no sea manipulado por la voluntad, torciéndolo hacia un objeto distinto del suyo propio. Debemos comprender que el fin que el instinto quiere garantizar, aunque es bueno en sí, no es suficiente. De este modo, la tendencia instintiva seguirá ahí y cumplirá su objetivo, pero la última palabra la tendrá la parte específicamente humana, que tiene que llevarnos más allá del puro instinto y de sus objetivos.

Tres son las exigencias que propone Jesús: 1ª.- Posponer a toda su familia. 2ª.- Cargar con su cruz. 3ª.- Renunciar a todos sus bienes. Las tres se resumen en una sola: total disponibilidad. Sin ella no puede haber seguimiento. No es fácil entender bien lo que Jesús propone. La manera de hablar nos puede jugar una mala pasada. La radicalidad absoluta tiene una explicación. En una lengua que carece de comparativos y superlativos, tiene que valerse de exageraciones para expresar la idea. Lo notable es que se haya mantenido la literalidad en el texto griego, que dice “misei” = odia, aborrece, ten horror. También se ha mantenido en latín que dice: “odit” = odia. No podemos entenderlo al pie de la letra.

Ni debemos entenderlas al pie de la letra, ni podemos ignorarlas. Son como los famosos “koan” del zen. Tienen que hacernos trascender la formulación y meternos por el camino de la intuición. Fallamos estrepitosamente cuando queremos comprenderlas racionalmente. La verdad que quieren trasmitir no es una verdad lógica, sino ontológica. Por mucho que nos exprimamos el coco, no podemos entenderla con la razón, pero podemos intuir por dónde van los tiros. Para la primera exigencia la clave está en la frase: “…incluso a sí mismo”. El amor a sí mismo puede ser nefasto si se refiere al falso yo que desemboca en el egoísmo. Ese falso yo tiene también su padre y su madre, sus hijos y hermanos.

Posponer a la familia. El amor a la familia puede ser la manifestación de un egoísmo amplificado, que busca la potenciación del individualismo en la seguridad de los “yoes” de los demás. Lo que se busca en ese amor es que mi egoísmo quede garantizado, sumado al egoísmo de los demás miembros de la familia. Ese yo ampliado es mucho más fuerte y asegurar mejor el interés del pequeño yo de cada uno. El seguir a Jesús está basado en el amor. Pero el amor que nos pide no está reñido con el verdadero amor al padre o a la madre. Si el seguimiento es incompatible con el amor a la familia es que está mal planteado. El amor que nos pide el evangelio está más allá del sentimiento, pero no estará nunca en contra. Seguir a Jesús nos enseñará a amar más y mejor también a nuestros familiares.

Otro problema muy distinto es que ese seguimiento provoque en los familiares la oposición y el rechazo, como le pasó al mismo Jesús. Entonces no se puede ceder a las exigencias del instinto, porque está maleado. El tema del rechazo está más ligado al aceptar la cruz que al amor a la familia. Si los familiares, muy queridos, te quieren apartar de tu verdadera meta, está claro que no puedes ceder por un amor mal entendido, aunque eso cause un verdadero dolor. El hombre alcanza su plenitud cuando despliega su capacidad de amor, que es lo específicamente humano. Este amor no puede estar limitado, tiene que llegar a todos. Por eso, el profesar un verdadero amor a una persona, no puede impedir ni condicionar la entrega a otros. Si un amor impide otro amor, es que no es verdadero amor evangélico.

Cargar con la cruz hace referencia al trance más difícil y degradante del proceso de ajusticiamiento de una condenado a muerte de cruz. El reo tenía que transportar él mismo el travesaño de la cruz. Jesús va a Jerusalén precisamente a ser crucificado. No olvidemos que los evangelios están escritos mucho después de la muerte de Jesús, y la tienen siempre presente. Está haciendo referencia a lo que hizo Jesús, pero a la vez, es un símbolo de todas las dificultades que encontrará el que se decide a seguirle. Una vez emprendido el camino de Jesús todo lo que pueda impedir seguir adelante hay que superarlo cueste lo que cueste.

Renunciar a todos sus bienes. No es fácil entender esto hoy. Recordemos que a los que entraban a formar parte de la primera comunidad cristiana se les exigía que pusieran, a disposición de todos, lo que tenían. No se tiraban por la borda los bienes. Solo se renunciaba a disponer de ellos al margen de la comunidad. El objetivo era que en la comunidad no hubiera pobres ni ricos. Hoy sería imposible llevar a la práctica este desprendimiento. Pero podemos entender que la acumulación de riquezas se hace siempre a costa de otros seres humanos. Hoy tendríamos que descubrir que lo que yo poseo, puede ser causa de miseria para otros. Se trata de elegir entre las seguridades o alcanzar mayor grado de humanidad.

Debemos aclarar otro concepto. El seguimiento de Jesús no puede consistir en una renuncia, es decir, en algo negativo. Se trata de una oferta de plenitud. Mientras sigamos hablando de renuncia, es que no hemos entendido el mensaje. No se trata de renunciar a nada, sino de elegir lo mejor para mí. No es una exigencia de Dios, sino una exigencia de nuestro verdadero ser. Jesús vivió esa exigencia. La profunda experiencia interior le hizo comprender a donde podía llegar el ser humano si despliega todas sus posibilidades de ser. Esa plenitud fue también el objetivo de su predicación. Jesús nos indica el camino mejor.

En cuanto a las dos parábolas, El cálculo que nos propone Jesús es que no se puede nadar y guardar la ropa, cosa que estamos intentando nosotros a todas horas. Queremos ser cristianos, pero a la vez, queremos disfrutar de todo lo que nos proporciona la sociedad de consumo. Queremos lo mejor para el espíritu, pero intentando a la vez satisfacer los sentidos. Eso es imposible. No tenemos más remedio que elegir. Preferir el hedonismo a la plenitud de ser, es un error de cálculo. Las parábolas quieren decirnos que se trata de la cuestión más importante que nos podemos plantear, y no debemos tratarla a la ligera. Es una opción vital que requiere toda nuestra atención. Nuestro problema hoy es que somos cristianos sin haber hecho una clara opción personal.

Radicalidad no quiere decir rigorismo. El mismo Jesús dijo que su yugo era suave y su carga ligera. La aparente radicalidad debe nacer de dentro, de una auténtica libertad. Una vez conocido lo que es verdaderamente bueno para mí, la voluntad no tiene problema alguno para elegirlo. El rigorismo llega de fuera, nace del miedo y nos hace esclavos. Por abandonar la radicalidad de una libre opción, la Iglesia se ha visto obligada a reforzar el rigorismo, empleando para ello las más aberrantes amenazas. ¡Así nos luce el pelo!

Meditación-contemplación

“Sí alguno quiere venirse conmigo…”
Jesús no impone nada, simplemente propone.
Las condiciones no las impone él:
son exigencia de la misma naturaleza humana.
…………………

Elegir lo que es mejor para mí, por convicción personal,
nunca puede ser renuncia o sacrificio.
Solo si me muevo por programación externa
renunciaré a aquello que sigo creyendo que es mejor.
………………..

Solo el verdadero conocimiento, la iluminación, la sabiduría
puede llevarme a una búsqueda de los bienes definitivos.
Mientras no alcance esa luz, andaré dando tumbos.
Descubierto el tesoro, todo lo demás pierde valor.
……………

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Nueva sabiduría

Domingo, 4 de septiembre de 2016
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domingo-23-principal“Ningún hombre nace realizado; tan sólo con la posibilidad de realización” (Maestro Osho)

4 de septiembre, domingo XXIII del TO

Lc 14, 25-33

Lo mismo cualquiera de vosotros: quien no renuncie a sus bienes no puede ser mi discípulo 

En su Carta a Filemón, Pablo le envía y recomienda a Onésimo diciéndole: “Recíbelo, no como esclavo, sino como hermano muy querido para mí”. El comenzar de una nueva vida en libertad de espíritu, que el joven rico no fue capaz de afrontar a causa de su riqueza (Mt, 22). Simón y su hermano Andrés, en cambio,   dejando las redes al punto, le siguieron (Mc 1, 18).  En Tanhäuser, de Wagner, el protagonista, responde a la demanda de uno de los Caballeros Turingios que le pide les acompañe: “Mi destino es caminar hacia delante, sin volver, jamás, la vista atrás”.

Buda Shakyamuni lo elevó a categoría universal: “Al ver la Estrella de la Madrugada se iluminó y exclamó: En este mismo momento yo y todos los seres del Gran Universo realizamos el camino”.

Un camino -un Tao- que cada persona debe elegir y realizar desde dentro. Para el Maestro indio Osho (1931-1990, filósofo y místico, el primero de sus Diez Mandamientos dice: “No obedezcas nunca a ningún mandato a no ser que también provenga de tu interior”. Y, en El libro de los secretos escribe: “Eres libre. Puedes elegir realizarte, puedes no hacer nada al respecto. El hombre nace como una semilla. De modo que ningún hombre nace realizado; tan sólo con la posibilidad de realización”. En esto consiste realmente la  nueva sabiduría. Como el guitarrista norteamericano motivo de noticia en una cadena de televisión española, cuyo nombre no pude constatar, que se fue a Irak sin billete de vuelta con el propósito de crear una escuela de guitarra para los niños de la guerra.

La renuncia que Jesús demanda a sus seguidores es de desprendimiento, de no apego a los bienes materiales, de desvinculación de ideas, afectos y sentimientos que nos aprisionan en cárceles totalitarias que no toleran salidas de los caminos trillados del pasado, huérfanos y viudos de paisaje. Su caminar por ellos lleva impronta de formalidad almidonada, de pensamientos sin arrugas aunque superpoblados de carcomas. Infecciosos edificios a punto de derribo.

Parodiando la comedia de Shakespeare Mucho ruido y pocas nueces, diré que muchos se pasan la vida hablando sin llegar a compromisos de meta en nada. Y posiblemente también nosotros deberíamos preguntarnos con Leonato: “¿Tendría la mar tantas gotas como para lavar lo bastante su mancha y tanta sal como para devolver la frescura de su carne corrompida?”

Ítalo Calvino (1923-1985), novelista cubano de ascendencia italiana, escribió una obra de fantasía titulada Las ciudades invisibles. Su descripción de Dorotea puede ayudarnos a ampliar -y en su consideración, a desarrollarnos- en relación a lo anteriormente expuesto.

 DOROTEA

De la ciudad de Dorotea se puede hablar de dos maneras: decir que cuatro torres de aluminio se elevan desde sus murallas flanqueando siete puertas del puente levadizo de resorte que franquea el foso cuya agua alimenta cuatro verdes canales que atraviesan la ciudad y la dividen en nueve barrios, cada uno de trescientas casas y setecientas chimeneas; y teniendo en cuenta que las muchachas casaderas de cada barrio se enmaridan con jóvenes de otros barrios y sus familias se intercambian las mercancías de las que cada una tiene la exclusividad: bergamotas, huevas de esturión, astrolabios, amatistas, hacer círculos a base de estos datos hasta saber todo lo que se quiera de la ciudad en el pasado el presente el futuro; o bien decir como el camellero que me condujo allí: ““Llegué en la primera juventud, una mañana, mucha gente caminaba rápida por las calles hacia el mercado, las mujeres tenían hermosos dientes y miraban derecho a los ojos, tres soldados sobre una tarima tocaban el clarín, todo alrededor giraban ruedas y ondulaban papeles coloreados. Hasta entonces yo sólo había conocido el desierto y las rutas de las caravanas. Aquella mañana en Dorotea sentí que no había bien que no pudiera esperar de la vida. En los años siguientes mis ojos volvieron a contemplar las extensiones del desierto y las rutas de las caravanas, pero ahora sé que este es sólo uno de los tantos caminos que se me abrían aquella mañana en Dorotea”.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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“Sentarse y calcular”, por Dolores Aleixandre

Domingo, 4 de septiembre de 2016
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hombre-joven-pensando-meditandoEs tan fuerte el tema central de este evangelio (…)  que resulta casi imposible abordarlo de frente. Por eso, lo mejor es poner en práctica el consejo que recibimos en él: sentarnos a pensar. Tenemos la sensación de que el seguimiento de Jesús  implica siempre el dinamismo de moverse, desplazarse y caminar pero a veces lo más aconsejable resulta ser eso de sentarse. He probado más de una vez en grupos cristianos a hacer esta pregunta: ¿cuál fue la primera acción de Jesús de la que dan cuenta los evangelios, el primer verbo del que Jesús aparece como sujeto? Las respuestas suelen ser; “curar”, “anunciar el reino”, “llamar…” y nadie se  acuerda de este texto de Lucas cuando narra la escena del niño Jesús perdido en el templo: “Al cabo de tres días, lo encontraron en el templo sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas” (Lc 2,46). Los epígrafes de las Biblias y los títulos de los cuadros que representan la escena suelen ser engañosos: vemos a Jesús de pie con el dedito en alto en actitud de maestro y un grupo de sabios sentados escuchándole: “Jesús niño enseñando en el Templo”, o, “El Niño  enseñando a los doctores”.  Nada de eso: él estaba sentado, escuchando y preguntando.

En las dos parábolas de hoy se nos proponen como modelo a dos personajes que supieron sentarse y calcular. Este segundo verbo tiene también poco predicamento porque parece ser lo contrario de ser generoso y dar sin medida que parecen sintonizar mejor con el talante de Jesús. Sí, pero no siempre porque en estas parábola lo sensato no es arriesgarse a emprender algo (una construcción, una empresa militar…), sino algo muy distinto: sacar la calculadora, hacer cuentas, acudir a expertos, estudiar costos, prever resultados  Seguir a Jesús es una tarea de construcción y para eso hay que estudiar qué espacios hay que cavar, a qué profundidad hay que echar los cimientos, qué materiales serán necesarios, cuántos obreros harán falta. El seguimiento tiene también mucho de combate: habrá que enfrentarse con enemigos, hará falta valentía, se correrán riesgos, habrá que afrontar fatigas, hambre, sed y cansancio.

Nos viene bien sentarnos. Y levantarnos después si la reflexión nos ha hecho más conscientes de la gravedad de la decisión que hemos tomado. Y también de su dicha.

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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Proverbio árabe

Lunes, 26 de enero de 2015
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Del blog À Corps… À Coeur:

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Si tienes numerosas riquezas, da de tus bienes;

si posees poco, da tu corazón.

*

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , ,

J. I. González Faus: «Es obligatorio que la Iglesia piense cómo los objetos del culto pueden servir a los pobres» , por Javier Morán

Domingo, 4 de mayo de 2014
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obligatorio-iglesiaImagen extraída de: La Nueva España

Voces. Javier Morán. [La Nueva España] El jesuita José Ignacio González Faus, uno de los dos o tres grandes teólogos españoles, advierte de las presiones en las que se mueve el Papa Francisco y defiende que la Iglesia se desprenda de sus bienes en favor de los pobres. González Faus dictó ayer, sábado, la conferencia “De Romero a Francisco, y los pobres de Cristo”, promovida por el Comité Óscar Romero de Asturias. Monseñor Óscar Romero, arzobispo de San Salvador, fue asesinado el 24 de marzo de 1980, después de que denunciase con tenacidad las injusticias de su pueblo. Y aunque antes había sido un mitrado de corte clásico, fue otro asesinato, el del jesuita Rutilio Grande (12 de marzo de 1977), el que acentuó sus denuncias en nombre del Evangelio.

González Faus, nacido en Valencia en 1933, ingresó en la Compañía de Jesús en 1950. Culminó sus estudios teológicos con el doctorado en la Facultad de Innsbruck (Alemania). Ha sido profesor en el Instituto de Teología Fundamental de San Cugat del Vallés (Barcelona), así como en varias universidades latinoamericanas. También fue responsable académico del Centro de Estudios Cristianismo y Justicia de Barcelona. Entre sus libros destacan “La humanidad nueva. Ensayo de cristología” (1974), “Acceso a Jesús” (1979), “Clamor del reino” (1982) y “Proyecto de hermano. Visión creyente del hombre” (1989). Sus últimas obras publicadas han sido “El rostro humano de Dios”, “Otro mundo es posible… desde Jesús”, “Herejías del catolicismo actual” y “El amor en tiempos de cólera… económica”.

-¿Qué es lo que va de Romero a Francisco?

-Lo que tienen ambos en común es la sintonía evangélica con el mundo de hoy. Una mirada al mundo desde los ojos del Evangelio que en Romero supuso su asesinato en El Salvador, y en Francisco, con un magisterio más amplio, supone lo contrario a una mirada puramente ejercida desde el poder religioso, que es la que tiene muchas veces la Iglesia oficial, como si se creyera la voz de Dios y fuera mucho más la de un juez que de un hermano. Y en el tiempo que va entre ambos se ha dado lo que el teólogo Karl Rahner llamó un “invierno eclesial”, es decir, que después del Concilio Vaticano II, por miedo o por la imprudencia de un lado, vino la reacción de la curia, que se supone la tenía más o menos pensada. Yo digo a veces que habíamos metido el Concilio en el congelador y a ver si ahora lo sacamos y lo ponemos un poco al baño María para que vuelva. Quizá la gran promesa de Francisco sea que saquemos la mirada evangélica del congelador.

modelo-mendigo-e1351374118361-¿Usted acaba de pedir en una carta al Papa que la Iglesia enajene bienes de culto para dárselos a los pobres?

-En esa carta no hago nada más que citar unas frases de Juan Pablo II cuando dijo que en tiempos de crisis es quizás obligatorio que la Iglesia piense en cómo los objetos del culto divino pueden servir a los pobres. Lo único que digo es que, si se hace así, se dará más culto a Dios que teniéndolos metidos donde sea.

-Hay quienes califican esas propuestas de demagógicas, porque ¿a quién se le vendería, por ejemplo, la custodia del Corpus de Toledo?

-No hablo nunca de vender, sino de enajenar, que es una palabra suficientemente vaga, y digo incluso en esa carta que se nombre a un grupo de expertos en economía que estudie a ver si con eso se puede hacer algo. A lo mejor el ejemplo de la custodia de Toledo no está bien puesto, pero hay infinidad de otras cosas, como cálices de oro y otros objetos. Lo que me hubiera gustado es ver en la Iglesia esa preocupación y, como no la he visto, pienso que si Francisco moviera a nuestros obispos y les recordara lo que dijo Juan Pablo II la Iglesia daría un ejemplo y mejor culto a Dios que teniendo esos objetos guardados en una vitrina.

-Al igual que recuerda esa frase de Juan Pablo II, usted suele citar la tradición de la Iglesia y los errores que cometió, por ejemplo, en el libro “La autoridad de la verdad. Momentos oscuros del magisterio eclesiástico”.

-También es algo que le debo a Rahner, es decir, que no descuidemos la tradición de la Iglesia porque, además de tener algunos aspectos muy lamentables, tiene unas riquezas enormes. Me he metido en la tradición de la Iglesia y creo que su fuente original, el Evangelio, es la que debe motivar a la Iglesia, y no el progresismo actual ni cosas de ésas. También me da cierto miedo que las generaciones que nos siguen, por no saber latín o por ser de otra época, crean que el mundo empieza con ellos o que la tradición de la Iglesia se reduce al siglo XIX. Pero ésa no es la tradición y me gustaría abogar por volver a lo mejor del cristianismo original.

-Con la tradición en la mano, ¿se puede ser crítico respecto a la Iglesia del presente?

-Se debe ser porque es evidente que la Iglesia se equivocó muchas veces, lo que pasa es que tal vez esos errores se pueden contextualizar y decir que en su tiempo no fue un error tan grande. Pero lo terrible es que cuando una medida discutible se acepta luego se le quiera convertir en palabra de Dios. Pongo el ejemplo de los Estados Pontificios. No sé si entre Carlomagno y el Papa Adriano I estuvo bien o mal darle un poder político a la Iglesia. Lo veo oscuro, pero en aquella época era todo muy oscuro. Lo que no entiendo es que diez siglos después, cuando Italia se quiere unificar, Pío IX diga que los Estados Pontificios no son suyos, sino de Dios, y que por ello no puede cederlos. Eso no tuvo sentido. Puede que en el siglo IX fuera una medida de excepción, pero en el siglo XIX no tenía ningún sentido y hubo que quitarlo a la fuerza, por desgracia.

-En sus críticas a la Iglesia o en sus escritos ¿ha recibido alguna censura de la Santa Sede?

-Sí he tenido alguna, pero no ha llegado la sangre al río. Y en parte también porque mis superiores jesuitas se han portado muy bien conmigo, incluso en la curia general de la Compañía en Roma. Leer más…

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El teólogo jesuita González Faus pide al Papa que la Iglesia venda bienes para ayudar a las víctimas de la crisis.

Domingo, 9 de marzo de 2014
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custodia-de-juan-de-arfeLeído en el blog de José Ignacio González Faus Miradas Cristianas:

La custodia de la catedral de Toledo o las joyas de la corona de la Virgen del Pilar

“Ante una verdadera necesidad humana, nada hay tan sagrado que resulte intocable, si puede remediarla”

Querido hermano Francisco, obispo de la iglesia que debe “presidir en el amor”: me digo que son demasiadas las cartas que se te escriben, que no puedes leerlas todas y que nuestra tarea hoy no debería ser dictarte lo que has de hacer, sino ayudarte en lo que has propuesto. Pero hay un punto que me parece muy importante, muy olvidado, urgente y relativamente fácil. Tiene además que ver con tu ilusión de “una iglesia pobre y para los pobres”. Y es el que me impulsa a ponerte estas líneas.

Todos hemos leído cómo David, ante el hambre ocasional de sus soldados consideró legítimo comer los panes de la proposición, y cómo Jesús aludió a ese episodio para justificar que sus discípulos quebrantasen el reposo del día santo. Ambos episodios vienen a decirnos que ante una verdadera necesidad humana, nada hay tan sagrado que resulte intocable, si puede remediarla. No sé si Juan Pablo II pensaba en esos episodios cuando escribió que “ante los casos de necesidad no se debe dar preferencia a los adornos superfluos de los templos y a los objetos preciosos de culto divino; al contrario, podría ser obligatorio enajenar esos bienes para dar pan, bebida, vestido y casa a quien carece de ello” (SRS 31). Wojtila habla de obligación y, en las líneas anteriores, señalaba que esa es la enseñanza y la praxis de la iglesia primitiva.

modelo-mendigo-e1351374118361Me pregunto si no hay un amplio sector eclesial que esgrime con furia determinados preceptos de la Iglesia, mientras que otros que no le gustan no los contradice ni los discute con argumentos, sino simplemente los olvida, los mete en el congelador o los envuelve con el plástico de un silencio absoluto. Temo que eso mismo hemos hecho con la enseñanza citada de la SRS: en momentos tan duros y tan trágicos como los actuales, para tantas gentes, no puedo menos de pensar en algunos “objetos preciosos de culto divino” de mi país: la custodia de la catedral de Toledo, las joyas de la corona de la Virgen del Pilar, la Sagrada Familia de Barcelona, el cáliz de la cena de Valencia (que además tiene mínimas posibilidades de ser auténtico) y otros que yo desconozco ¿no deberían haber sido “enajenados” hace tiempo, para ver cómo pueden remediar el hambre y las lágrimas de tanta gente sencilla que son los verdaderos paganos de nuestra crisis económica? Todas esas riquezas no le dan ningún culto a Dios; en cambio, ponerlas al servicio de las víctimas de nuestra crisis sería un gran acto de culto divino, con tal que no se haga alocada y precipitadamente, sino estudiando el modo de que resulten lo más eficaces posible.

Temo que los católicos de mi país seamos responsables de un pecado grave en este punto y me duele que ninguna voz autorizada de la iglesia española se haya levantado para evitarlo. Cuento con que decirte esto me puede costar más de dos bofetadas porque herirá sentimientos patrióticos. No deseo herirlos; pero pienso que el Reino de Dios es nuestra patria más verdadera, mucho más que todos nuestros localismos fatuos. Y esa enajenación de los objetos del culto divino pertenece al reino de Dios; mientras que negarse a ella sólo obedece a orgullos o miedos demasiado humanos.

Sé que hay mucha gente sincera dispuesta a seguirte y ayudarte por la autoridad que te has ganado en estos meses. Y que una palabra o indicación tuya en este sentido podría ser un gran acto de culto divino válido, para toda la Iglesia. Perdóname si por ello te doy la lata.

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