Todavía hoy se da entre los cristianos un cierto «elitismo religioso» que es indigno de un Dios que es amor infinito. Hay quienes piensan que Dios es un Padre extraño que, aunque tiene millones y millones de hijos e hijas que van naciendo generación tras generación, en realidad solo se preocupa de verdad de sus «preferidos». Dios siempre actúa así: escoge un «pueblo elegido», sea el pueblo de Israel o la Iglesia, y se vuelca totalmente en él, dejando a los demás pueblos y religiones en un cierto abandono.
Más aún. Se ha afirmado con toda tranquilidad que «fuera de la Iglesia no hay salvación», citando frases como la tan conocida de san Cipriano, que, sacada de su contexto, resulta escalofriante: «No puede tener a Dios por Padre el que no tiene a la Iglesia por Madre».
Es cierto que el Concilio Vaticano II ha superado esta visión indigna de Dios afirmando que «él no está lejos de quienes buscan, entre sombras e imágenes, al Dios desconocido, puesto que todos reciben de él la vida, la inspiración y todas las cosas, y el Salvador quiere que todos los hombres se salven» (Lumen gentium 16), pero una cosa son estas afirmaciones conciliares y otra los hábitos mentales que siguen dominando la conciencia de no pocos cristianos.
Hay que decirlo con toda claridad. Dios, que crea a todos por amor, vive volcado sobre todas y cada una de sus criaturas. A todos llama y atrae hacia la felicidad eterna en comunión con él. No ha habido nunca un hombre o una mujer que haya vivido sin que Dios lo haya acompañado desde el fondo de su mismo ser. Allí donde hay un ser humano, cualquiera que sea su religión o su agnosticismo, allí está Dios suscitando su salvación. Su amor no abandona ni discrimina a nadie. Como dice san Pablo: «En Dios no hay acepción de personas» (Romanos 2,11).
Rechazado en su propio pueblo de Nazaret, Jesús recuerda la historia de la viuda de Sarepta y la de Naamán el sirio, ambos extranjeros y paganos, para hacer ver con toda claridad que Dios se preocupa de sus hijos, aunque no pertenezcan al pueblo elegido de Israel. Dios no se ajusta a nuestros esquemas y discriminaciones. Todos son sus hijos e hijas, los que viven en la Iglesia y los que la han dejado. Dios no abandona a nadie.
El próximo domingo, 2.2.25 celebramos con la tradición el fin del tiempo de Navidad, la fiesta de la de la paz, vinculando a dos varones y dos mujeres: (a) Por un lado está Simeón “guerrero” de la venganza israelita, con Judit cortando el cuello al enemigo. (b) Por otro lado está Simeón, el anciano de la paz que acoge a Cristo en sus brazos niño diciendo “ahora Señor puedes dejar a tu siervo morir en paz y diciendo a su madre que llevará siempre la espada de Dios en sus entrañas
No es normal que esta fiesta que han celebrado hasta ayer nuestros mayores se olvide actualmente. Me parece justo retomarla como fiesta de la “candelaria” como día de paz, con el nuevo Simeón y con María, ante Jesús, Candela de paz.
| Xabier Pikaza
Introducción. La Biblia de las venganzas de Dios. IT
En la línea de mi postal r puede situarse la oración del Eclesiástico, que recoge testigo de la venganza de Dios:
Sálvanos, Dios del universo, infunde terror a todas las naciones… Despierta la ira, derrama la cólera, doblega al opresor, dispersa al enemigo… Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre; de Israel a quien nombraste tu primogénito; ten compasión de tu ciudad santa, de Jerusalén, lugar de tu reposo (Eclo 36, 1-2. 8-9. 17-18).
En esa línea puede situarse el motivo central de 2 Macabeos 14-15, pero en lugar de Antíoco IV hallamos al rey donde el general perverso cae vencido en el campo de batalla por Judas Macabeo el guerrero de la venganza de Dios. En un contexto semejante aparece Judit, la judía vengadora, que vende y mata (degüella) a Holofernes, guerrero infernal que que quiere destruir toda la tierra (cf. 2Mac 15,34-36; Jud 13, 9-10; 14, 6-13) [1].
Judit es la nueva la heroína de Israel, lo mismo que David en otro tiempo, al matar a Goliat y cortar su cabeza (cf 1Sam 17). Pero el tiempo de Judit ya no es tiempo de varones guerreros como “David (pues no los hay, todos están atemorizados), de mujeres fuertes que arriesgan su vida y alcanzan victoria con la ayuda del Dios de la venganza que se opone a Nabucodonosor, signo de los reyes opresores del mundo:
‒Por un lado está Nabucodonosor que se hace dios sobre la tierra, apareciendo así como enemigo del verdadero de Judá/Jerusalén. A su lado está Holofermes que representa el poder militar casi absoluto de ese rey anti-divino; da la impresión de que no tiene fallo alguno, no hay resquicio de debilidad en su estructura y fuerza combativa.
‒A otro lado está Judit, la bella y valiente judía que confía en el Dios verdadero y destruye el poder del falso y perversodios del mundo. Frente al poder brutal de los pueblos viene a triunfar la fe superior de la mujer, conforme a un tema expresamente desarrollado en 3 Esdras 3-5: fuerte es el vino, más fuerte el rey (guerrero), pero más fuerte todavía la mujer activa.
De esta forma, reflejando la política del tiempo, el libro nos introduce en la complejidad de los poderes humanos. Lo mismo que David, bello muchacho, venció con su honda frágil al durísimo guerrero Goliat, Judit, viuda bella “pero” religiosa, derrotó con la panoplia de su seducción al invencible general asirio, en el momento de suprema confusión del pueblo, cuando las autoridades de la ciudad simbólica (Betel/Betulia) deciden entregarse al enemigo, si las cosas no mejoran (Jud 7). Ella es la que dicta la más honda lección de teología vengadora a los judíos sitiados, pidiendo tiempo para realizar suplan. Ellos lo conceden, sin saber de que se trata (Jud 8), un plan que ella (descendiente de Simeón, el vengador antiguo) presenta ante Dios en oración:
Señor Dios de mi padre Simeón a quien pusiste en la mano la espada, para vengar a los extranjeros que violaron la matriz de una virgen para mancharla, que desnudaron sus partes para vergüenza y profanaron su matriz para deshonra; aunque tú habías dicho (no se actúe así! ellos lo hicieron. Por eso entregaste sus jefes a la muerte; y su lecho, envilecido por su engaño, con engaño quedó ensangrentado; heriste a esclavos con sus señores y a los señores con sus tronos. Entregaste sus mujeres al pillaje, sus hijas a la cautividad; y todos sus despojos fueron repartidos entre tus hijos queridos.
Aquí está los asirios, crecidos en su fuerza, orgullosos por sus caballos y jinetes, ufanos con el vigor de su infantería confiados en sus escudos, lanzas, arcos y hondas; no reconocen que tú eres el Señor que pones fin a las guerras. Tu nombre es Señor: destruye su poderío con tu fuerza, aplasta con tu cólera su dominio. Porque han decidido profanar tu santuario, manchar el tabernáculo donde descansa tu nombre glorioso, echar abajo con la espada los cuernos de tu altar. Mira su arrogancia, descarga tu ira sobre sus cabezas, pon en mi mano de viuda la fuerza para hacer lo que he pensado.
Aplasta por la seducción de mis labios al esclavo con el señor y al señor con su criado; quebranta su altivez por mano de una mujer. Pues tu poder no está en el número ni tu imperio en los poderosos; sino que eres Dios de los humildes, defensor de los pequeños, protector de los débiles, animador de los desanimados, salvador de desesperados… Haz que todo tu pueblo y todas las tribus conozcan y sepan que tú eres el único Dios, Dios de toda fuerza y poder y que no hay nadie que proteja a la raza de Israel fuera de ti (Jud 9, 2-14) [2].
Judit ha puesto su oración y gesto sobre el trasfondo de una historia de durísimo talión: Simeón y Leví vengaron antaño la “afrenta” de Dina, su hermana, violada/utilizada por Siquem el cananeo. Ellos, Simeón y Leví, mataron a todos los varones del lugar, después de haberlos engañado y debilitado con astucia, en un gesto que el libro del Génesis condena o, por lo menos, no ensalza (cf. Gen 34, 30-31; 49, 5-7). Pues bien, la nueva teología judía (cf. Jub 30; Test Leví) rehabilita a Simeón: es bueno vengar con sangre la afrenta de sangre que se hace a los judíos.
La oración de Judit asume y reelabora aquella saga de la venganza de Simeón actualiza y repetida por Judit, que degüella con engaño al cruel pero simple Holofernes. Desde este fondo ha de entenderse la oración que vincula el gesto de Simeón y el de Judit. En ese contexto ella define al Señor como Dios de Simeón, Dios de venganza:
‒Dios de Simón, Dios de Judit (Jud 9, 2-4).Éste es el Dios de Finés/Pinjás, sacerdote vengador, que mata al hebreo que pacta con la cananea (Núm 25,7-11 y a Ex 2,23). Este es el Dios de la judía (Judit) que emerge como nuevo Simeón, pidiendo la ayuda de Dios, Señor celoso que protege el honor de su pueblo para engañar y destruir a los contrarios. Como los hijos mayores de Jacob/Israel (Simeón y Leví) debían vengar, por ley tribal, a la hermana maltratada, así Judit, heroína mayor de Israel, pide a Dios venganza y se dispone a castigar a los extranjeros: matar a sus jefes y herir a esclavos con señores, entregando al pillaje a todas las familias enemigas. Sobre un fondo de fidelidad y celo de Dios, que cuida de la suerte de su pueblo, emerge aquí la más violenta acción de engaño/guerra. El Dios de Judit es salvación por la venganza astuta; es expresión de la debilidad (Judit) hecha más fuerte que la pura fuerza de Holofernes.
‒ Dios eterno de venganza (Jud 9,5-6). Eternidad significa continuidad salvadora; el gesto de liberación y venganza, realizado en otro tiempo a través de Simeón, viene a convertirse en paradigma de su acción perpetua (la de antes, la de ahora, la de luego). Por eso, cuando Judit eleva su plegaria ante la omnipotencia y omnisciencia de Dios no se presenta ante algún desconocido, sino ante el Dios de la historia de su pueblo. En este contexto, se expresa la acción del Dios eterno, que diciendo hace las cosas en contra del dios falso, Nabucodonosor/Holofernes que dice y no cumple lo dicho (cf. 2,1-13). Éste es el Dios de la guerra santa, el Dios militar de Sión y de la tradición guerrera de Israel, de la que Judit toma los pensamientos y palabras de su plegaria (cf. Ex 15,1-17 y 1 Rey 18-19).
En ese contexto, los enemigos asirios (en realidad los babilonios) aparecen como anti-Dios, la fuerza estatal divinizada, el poder militar que pretende aparecer como absoluto. Estrictamente hablando, ellos son el ídolo supremo, signo del hombre que se vuelve antivino por la conquista y la venganza. Ellos son el Son pecado siempre repetido: se colocan en lugar de Dios y quieren destruir su santuario/tabernáculo/altar, es decir, los tres signos privilegios de la presencia divina en el mundo, conforme a la visión israelita. Contra ellos emerge el Dios Israelita, representante de una fuerza y venganza más alta:
‒Sólo Dios es el Señor, Kyrios de la historia. Este es el Dios que, conforme a la experiencia de la guerra santa (en cita de Ex 15,3 LXX), pone fin a toda guerra; no necesita luchar por medio de un ejército; no se apoya en los soldados y las armas, como los asirios, sino que demuestra su poder a través de la debilidad de Judit, mujer vencedora.
‒ Judit es mediadora de la victoria/venganza de Dios. Ella es débil, una simple viuda(Jud9,9), mujer que debía hallarse sometida a la violencia o prepotencia de otros. No empuña la romphaia o espada cortante de su padre Simeón (9,2); pero tiene buena mano y puede actuar; tiene labios de mentira(apatês) y desea engañar para matar a los perversos. Esto es lo que ofrece a Dios, esto es lo que pone al servicio de su pueblo: una mano de viuda/mujer, una astucia de labios seductores.
En vez de Judit, matando a Holofernes, viene María con la paz de Cristo su hijo
Así lo ha entendido y presentado el evangelio de Lucas en la escena de la purificación/presentación de María y de su hijo. Ella es la nueva Judit (pero con un sentido inverso/adverso). Pero en vez de encontrarse con el patriarca Simeón, héroe de la venganza de Israel, ella se encuentra en el tempo con un anciano de paz, símbolo del verdadero Israel, llamado también Simeón:
22Cuando se cumplieron los días de su purificación,según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor…25Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel… Le había sido revelado por el Espíritu Santoque no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. 27Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, 28Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: 29«Ahora, Señor, según tu promesa,| puedes dejar a tu siervo irse en paz.3 0Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: 32luz para alumbrar a las naciones | y gloria de tu pueblo Israel».33Su padre y su madre estaban admiradospor lo que se decía del niño (Lc 2, 22-33)
Éstos son los temas princípiales de la escena: Paz para Israel, luz para las naciones… Éste es el día de la Candela, lluz de Cristo, luz de su madre Israel, salvación para los pueblos, verdadera purificación…Así lo ratifica Simeón, el israelita piadoso que toma en brazos entonando su canción de despedida:
Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz…,porque han visto mis ojos tu Salvación,luz para revelación de los gentiles y gloria de tu pueblo Israel (Lc 2, 29-32)
Al decir a Dios que quiere (puede) morir, Simeón hace suya la historia del pueblo de la alianza: Ha cumplido su tarea de vigía mesiánico, ha mantenido por siglos (milenios) la espera y por fin ha visto y ha palpado al portador de la salvación que es Jesús, gloria de Israel y revelación, luz para los gentiles. Todo final es muerte y Simeón que lo conoce, está dispuesto a morir, sabiendo que esa muerte (la del Cristo, la suya como israelita) es para bien/luz de los gentiles y gloria de Israel (las dos cosas van unidas, morir y ser luz para los gentiles).
Por eso, el canto de bendición de Simeón a Dios con el niño en brazos es un culto de amor y vida universal, de israelitas y gentiles a la vez, no de unos contra otros. El anciano Simeón está dispuesto a morir ya, en amor colmado de esperanza, con todo lo que ha hecho y ha sentido a lo largo de los siglos el pueblo israelita, con todo lo que han buscado y sufrido los gentiles.
Con Jesús termina el tiempo del templo, se han cumplido los ritos de preparación particular de Israel, sólo queda el por-venir universal de Dios en Cristo que nace como niño, para empezar la nueva humanidad desde la infancia. Lo que así termina no no es sólo la vida de Simeón; sino una forma de ser israelita; un tipo de templo, una experiencia de historia y nacionalidad particular judía, tal como lo muestra la obra de Lucas (Lucas y Hechos).
Jesús suscita de esa forma una crisis de muerte y nuevo nacimiento, en forma de conocimiento y comunicación, de vida compartida y de resurrección. Para que el camino de las promesas (de la búsqueda de Israel) se cumpla de un modo universal tiene que morir Simeón, pero sigue viviendo en María, la madre de Jesús que asume en su corazón/alma de creyente la vida y destino de todos los hombres, como le dice Simeón, del modo más solemne:
Tu hijo es signo de caída y resurrección de muchos en Israel,una señal controvertida (σημεῖον ἀντιλεγόμενον),y a ti misma una espada atravesará el alma (τὴν ψυχὴν),para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones(ἐκ πολλῶν καρδιῶν διαλογισμοί., cf. Lc 2, 35)
Cristo, Hijo de María, será causa de caída (muerte) y resurrección, de fracaso y cumplimiento del Primer Testamento en el Segundo, de muchos de Israel, a favor o en contra de la Iglesia. No todos se alegrarán de su venida; no todos cantarán ante él, no todos entonarán el himno de muerte del anciano israelita, sino que muchos se alzarán en contra del mesianismo de Dios y perderán al fin su vida (su esperanza). Esta ha sido la experiencia más sangrante de la iglesia antigua, tal como aparece en los evangelios de Marcos y Mateo, tal como la revive Pablo y como Lucas la recoge luego en Hechos. El mismo Jesús que ha venido a ofrecer la paz para Israel se ha convertido en principio de lucha, controversia y muerte para muchos judíos.
Una paz que se alcanza por dolor…
Jesús será bandera o señal discutida; ante ella se alzarán, litigarán unos con (contra) otros, judíos de un tipo y de otro. Lo que antes fue gozosa esperanza (todos se unirán, transformados) viene a convertirse en voz de llanto, profecía de desdichas. Precisamente aquí se inscribe la tarea y respuesta de María. La batalla por Jesús viene a librarse dentro de su alma o psiché de María, que ilumina por dentro con Cristo, de forma que en ella se expresan los pensamientos de muchos corazones, en camino de sufrimiento y vida de los hombres, a quienes Jesús ilumina con su vida. Leer más…
Comentarios desactivados en ¿Éstos no son hombres?
Hace ya nueve años que cuatro hermanos recibíamos el sacramento del orden sacerdotal. Nos vinculábamos así y por medio de la promesa de obediencia a las Comunidades en las que Dios nos había sembrado convirtiéndonos en servidores de las mismas. Ojalá también seamos capaces de vivir, como Jesús, la denuncia profética ante la injusticia:
Para daros a conocer estas verdades me he subido aquí yo, que soy la voz de Cristo en el desierto de esta isla. Y, por tanto, conviene que con atención no cualquiera, sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual voz os será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oír.
Esta voz os dice que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes.
Migrantes haitianos ingresan a la fuerza a las oficinas de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) | Foto: Cuartoscuro
¿Éstos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto que en el estado en que estáis no os podéis más salvar que los que carecen y no quieren la fe de Jesucristo.
Refugiados a las puertas cerradas de Europa
(Un padre sirio junto a sus hijas. Imagen obtenida de un vídeo de EiTB)
***
Deseamos, además, que se cumplan en ellos y sean capaces de transmitir estas bienaventuranzas leídas en la página web de Redes Cristianas:
Bienaventurados los que creen en las bienaventuranzas.
Bienaventurados los que no recitan como papagayos las bienaventuranzas.
Bienaventurados los que se aventuran a navegar en el mar de la pobreza.
Bienaventurados los que no venden palabras hueras.
Bienaventurados los que construyen amor y no lo infectan.
Bienaventurados los que se arriesgan en el fuego de la humildad.
Bienaventurados los que amasan pan y pescan peces para repartirlos.
Bienaventurados los que enseñan a amasar pan y pescar a los que no saben.
Bienaventurados los que ven a Dios donde no se espera a Dios.
Bienaventurados los que abrazan con abrazos, tocan a los intocables.
Bienaventurados los que osan pisar la tierra que nunca estuvo prometida.
Bienaventurados los que conquistan corazones sin amenazar.
Bienaventurados los que piden perdón y no exigen que se lo pidan.
Bienaventurados los que piensan que todos cabemos en esta inmensa isla.
Bienaventurados los que cambian la espada por el arado, el látigo por la sonrisa.
Bienaventurados los que abren puertas y dejan entrar sin salvoconducto.
Bienaventurados los que dan de comer y rezan a los postres, y no al revés.
Bienaventurados los que no ven pajas ni vigas, sino miradas, en los ojos ajenos.
Bienaventurados los que encuentran el evangelio en las pústulas de los miserables.
Bienaventurados los que se confunden entre los corderos en vez de pastorearlos.
Bienaventurados los que caminan por los caminos de los que están aprendiendo a caminar.
Bienaventurados los que derrochan alegría en los páramos de la tristeza.
Bienaventurados los que van para que los últimos de los últimos vengan.
Bienaventurados los que se postran ante los postrados.
Bienaventurados los que huyen de los pedestales.
Bienaventurados los que redimen a los culpables que jamás tuvieron culpa.
Bienaventurados los que resucitan a los moribundos.
Bienaventurados los que regalan niñez a los niños que no la tienen.
Bienaventurados los que no muestran el cielo con una mano y con la otra el infierno.
Bienaventurados los que nunca se alían con los ganadores.
Bienaventurados los que no prohíben sin prohibirse.
Bienaventurados los que luchan en la guerra de la paz.
Bienaventurados los que juzgan desde el corazón de los desheredados.
Bienaventurados los que se atreven a predicar a las víboras en el desierto.
Bienaventurados los que se dejan prostituir con la ternura.
Bienaventurados los que ofrecen trigo y no incienso a los hambrientos.
Bienaventurados los que fabrican muletas y no resignaciones para los tullidos.
Bienaventurados los que salvan del dolor antes que salvar por el dolor.
Bienaventurados los que se arrodillan ante los arrodillados.
Bienaventurados los que ayudan a encontrar el alma desde el cuerpo.
Bienaventurados los que rezan con obras.
Bienaventurados los que aman al Señor que no exige ser glorificado.
Bienaventurados los que aman al Señor que ama y ama que nos amemos.
Bienaventurados los que aprenden a volar pisando las inmundas ciénagas.
Bienaventurados los que se ganan a sí mismos perdiéndose con los perdedores.
Bienaventurados los que no esperan recompensa cuando compensan.
Bienaventurados los que buscan la Verdad durante toda la vida.
Bienaventurados los que jamás se jactan de haber encontrado la Verdad.
Bienaventurados los que derrumban fronteras.
Bienaventurados los que anteponen justicia a caridad.
Dichosos los que saben reírse de ellos mismos: nunca acabarán de divertirse. Dichosos los que saben distinguir un monte del montoncillo de un topo: se ahorrarán gran cantidad de preocupaciones.
Dichosos los que son capaces de reposar y de dormir sin necesidad de buscar excusas: llegarán a sabios.
Dichosos los que saben callar y escuchar: aprenderán muchas cosas nuevas. Dichosos los que son lo suficientemente inteligentes para no tomarse en serio: serán estimados por sus amigos.
Dichosos vosotros si sois capaces de mirar en serio las cosas pequeñas y con serenidad las serias: llegaréis lejos en la vida.
Dichosos vosotros si sois capaces de apreciar una sonrisa y olvidar una burla: vuestro camino estará lleno de sol.
Dichosos vosotros si sois capaces de interpretar siempre de manera benévola las actitudes de los otros, incluso cuando las apariencias son contrarias: pasaréis por ingenuos, pero ése es el precio de la caridad.
Dichosos los que piensan antes de actuar y ríen antes de pensar: evitarán cometer gran cantidad de tonterías.
Dichosos vosotros si sois capaces de callar y sonreír cuando os interrumpen, os contradicen u os pisan los pies: el Evangelio empieza a entrar en vuestro corazón.
Dichosos sobre todo los que sois capaces de reconocer al Señor en todos aquellos a quienes os encontráis: habéis hallado la verdadera luz, habéis hallado la verdadera sabiduría.
*
J.-F. Six Las bienaventuranzas hoy,
Ediciones San Pablo, Madrid 1989
Comentarios desactivados en ¿Se puede creer, Señor, desde el bienestar?
Señor,
¡cuántas veces,
consciente o inconscientemente,
idealizamos y anhelamos
el bienestar, el bien vivir!
Lo importante,
en nuestra escala de valores,
en nuestro proyecto de vida,
en nuestro programa,
en nuestro compromiso,
en nuestro horizonte…
es vivir cada vez mejor:
tener salud, dinero y amor,
trabajo y vivienda,
descanso y vacaciones,
protección y seguridad,
derechos adquiridos,
y una economía saneada
libre de preocupaciones…
Pues solo así logramos
el reconocimiento de los demás,
la autoafirmación personal
y, en definitiva, la felicidad.
Pero el bienestar
nos lleva, temprano o tarde,
a un modo de vivir superficial,
insensible,
y ciego
para las dimensiones más profundas
del ser humano;
y, entonces, nuestra fe se desvirtúa.
Desde él solo queda sitio
para un dios milagrero
y una religión centrada
en lo individual y privado,
donde la fe y la espiritualidad
se convierten, con frecuencia,
en mero alivio de frustraciones
y de problemas personales.
Y pronto, Señor,
te convertimos en un elemento más
de seguridad personal
al servicio de nuestro ideal de bienestar.
Señor,
hoy necesitamos escuchar nuevamente
tus palabras junto al lago de Tiberíades,
creérnoslas
y hacerlas alimento saludable
para no desfallecer en el camino
y tener la vida que nos prometiste.
Vosotros me buscáis
porque comisteis hasta saciaros.
Trabajad, no por el alimento que perece,
ni por los manás de moda,
sino por el pan que perdura
y da vida verdadera.
Comentarios desactivados en Carlo Acutis: Qué santidad cristiana proponemos en el siglo XXI
Del blog de Joseba Kamiruaga Mieza CMF “Beste aldera joan zen Jesus”:
“Seguramente por mi ignorancia, la canonización de Carlo Acutis me deja un tanto ‘perplejo’”
“No me cabe la menor duda de que Carlo Acutis era un buen muchacho y cristiano, con una personalidad y una fe aún en evolución, que probablemente intentaba llevar adelante la santidad de la vida cotidiana. Pero cierta presentación de su persona, de su vida, de su itinerario creyente en lugar de convertirlo en un modelo para el siglo XXI quizá, a mí me lo parece, sí lo proyectan décadas atrás”
“Debemos aprender a hablar de santidad hablando de humanidad y de realidad, también sin excluir, sin mutilar. No hay santidad sin asumir plenamente la realidad, con todo su peso de sombras; no se puede alcanzar la santidad sin confiar en inicios y reinicios, sin confiar en el camino, sin confiar en la vida”
“Jesús, con este discurso, nos propone en cambio un salto cualitativo para vivir en una dimensión superior, en la que siendo hijos de Dios, es decir, pertenecientes a su Reino, la justicia, la mansedumbre, la consolación y el perdón puedan convertirse en objetivos concretos de una vida nueva que logra aceptar -porque las redime con amor- todas esas limitaciones humanas que tanto nos mortifican”
“La tarea concreta del discípulo de Jesús, a la luz de las Bienaventuranzas, no es convertirse en “buenas personas“, conocedores o estudiosos de su religión, sino vivir su vida como experiencia de una realidad superior, compuesta de cosas maravillosas que constituyen precisamente la propuesta divina de bienaventuranza que surge de su ser amor por nosotros“
El 1 de julio, y tras la realización del consistorio del papa Francisco, se ha comunicado que está por determinar la fecha de la canonización del que será San Carlo Acutis. Y, pensando durante estos días en la propuesta de un modelo de santidad que es una canonización, he querido volver mi mirada a la gran imagen de la santidad que son las Bienaventuranzas que inauguran el Sermón de la Montaña y fundan el Reino de Dios.
Es una lista asombrosa, tan contraria a cómo va el mundo: los pobres de espíritu, los afligidos, los mansos, los pacificadores, los puros de corazón, los misericordiosos, los perseguidos… Y seguramente los santos canonizados se han acercado esas bienaventuranzas y han conformado la vida a ellas. Y lo han hecho en la realidad de sus días, con su humanidad, sus límites, su pensamiento, su contexto histórico y cultural. Santos, no perfectos. No sé si es útil recordar que la santidad no es propiamente perfección.
Hombres y mujeres que han vivido el tiempo que les fue dado, que también pecaron, que también tuvieron que lidiar con el mal, el de los demás, pero también el propio. Un mal vencido por el bien, un mal vencido por la gracia, un mal vencido por existencias que no son perfectas, sino progresivamente abandonadas al amor de Dios.
La santidad no es perfección
Y desde lo que voy aprendiendo en mi vida cristiana y religiosa, me detengo siempre más a menudo (ahora que estoy con personas ancianas y enfermas) que la santidad no es perfección y que hay que tener el coraje de superar ciertas apologías que hacen a los santos tan lejanos, tan únicos y tan, a veces, inhumanos. A pesar de las diferencias de vidas y épocas, los santos quizás tuvieron esto en común: la confianza en la bondad de Dios y la gratuidad de su misericordia. Y, sobre esta base, empezar de nuevo, a reconstruir, a fundar una vida nueva con grandes dosis de alternativa, y a tratar con la realidad, siendo conscientes de que para el ser humano todo pasa, mientras que para Dios todo permanece, misteriosamente, presente, redimido, sanado…, asumido porque amado y salvado.
Debemos aprender a hablar de santidad hablando de humanidad y de realidad, también sin excluir, sin mutilar. No hay santidad sin asumir plenamente la realidad, con todo su peso de sombras; no se puede alcanzar la santidad sin confiar en inicios y reinicios, sin confiar en el camino, sin confiar en la vida.
Todos los que han comentado el Evangelio de las Bienaventuranzas han intentado siempre, por todos los medios, explicar el importante y exigente discurso de Jesús; y de hecho encontramos algunos bellos comentarios que nos ayudan a descubrir todos los aspectos -incluso los más ocultos- de éste que es un verdadero cántico de santidad. Pero entonces quizá hasta resulta natural preguntarnos por qué siempre es tan difícil poner en práctica el contenido de esta enseñanza de Jesús en nuestras vidas.
¿Cómo leemos las bienaventuranzas?
La respuesta a esta pregunta tal vez resida en que, a pesar de los excelentes comentarios, seguimos leyendo las bienaventuranzas con nuestra manera de ver las cosas y no con la de Dios. De esta manera, nos comportamos como si hubiéramos leído cada una de ellas al revés, por lo que se nos escapa el significado correcto y, en consecuencia, la propuesta que percibimos de estas palabras resulta demasiado dura y por tanto inaceptable.
De hecho, si pensamos que en el discurso de Jesús se afirma que es una bienaventuranza ser pobre, o estar llorando y sufriendo, o tener hambre de justicia, no estamos entendiendo el significado correcto de sus palabras y, por lo tanto, las rechazamos porque creemos que son contrarias a nuestra idea de un Dios bueno. Sin embargo, si logramos comprender que las bienaventuranzas son las enunciadas en la segunda parte de cada frase -poseer el reino de los cielos, ser consolado, alcanzar misericordia, contentarse con la justicia- entonces nuestra forma de entender será completamente trastocada y todo adquirirá un significado diferente y será hasta una invitación provocadora.
Ya no se trata de la lógica, habitual entre nosotros, que se basa en la creencia de que la compensación se obtiene de Dios gracias a las buenas obras realizadas, sino que se confirma que las palabras de Jesús son pronunciadas en la lógica del amor, hacia el cual todas las cosas humanas, incluso las más miserables y degradantes, pueden ser redimidas y elevadas, si se viven por amor.
Jesús asegura a sus seguidores que pueden ser felices, es decir, tener esa bienaventuranza que proviene de poseer el Reino de Dios, de ser consolados, de obtener misericordia y de estar satisfechos con la justicia, aunque en su experiencia humana experimenten situaciones en las que hay llanto, pobreza, sufrimiento, rechazo y falta de justicia. Lo decisivo, sin embargo, es que el objetivo de sus acciones no es simplemente disfrutar de la vida, poseer y acumular riquezas, vivir cómodamente, buscando comprensión y justicia de los demás, sino implicarse y entregarse a los demás en una lógica cuyo único principio de referencia es el amor.
Así que a la luz de estas observaciones podemos intentar preguntarnos nuevamente por qué siempre es tan difícil aceptar estas bienaventuranzas propuestas por Jesús, a pesar de que es evidente que, poniendo patas arriba la lógica de la interpretación, los objetivos que Él, el primer bienaventurado, propone para nosotros con este discurso son realmente muy importantes.
La respuesta está en el hecho de que, en su mayor parte, vivimos nuestras vidas a un nivel mucho más bajo que el de las bienaventuranzas. En este nivel todo se compara y se mide en base a objetivos mucho más limitados, con los que ahora hemos aprendido a contentarnos, sin esperar más. Son el bienestar, el poder, la riqueza, la justicia de las leyes humanas, la salud,…, y los utilizamos hábilmente como escudos para ocultarnos la miseria de nuestras limitaciones humanas de las que nos avergonzamos profundamente.
Salto cualitativo
Jesús, con este discurso, nos propone en cambio un salto cualitativo para vivir en una dimensión superior, en la que siendo hijos de Dios, es decir, pertenecientes a su Reino, la justicia, la mansedumbre, la consolación y el perdón puedan convertirse en objetivos concretos de una vida nueva que logra aceptar -porque las redime con amor- todas esas limitaciones humanas que tanto nos mortifican.
La tarea concreta del discípulo de Jesús, a la luz de las Bienaventuranzas, no es convertirse en “buenas personas”, conocedores o estudiosos de su religión, sino vivir su vida como experiencia de una realidad superior, compuesta de cosas maravillosas que constituyen precisamente la propuesta divina de bienaventuranza que surge de su ser amor por nosotros.
La enseñanza que Jesús nos propone con este Evangelio, también a nosotros, las personas del tercer milenio que queremos ser sus seguidores, es intentar sentir, pensar, actuar, vivir como Él, el Bienaventurado por excelencia:
1.- Tratar de buscar nuestra mayor felicidad en el Reino de Dios, es decir, en ser hijos y herederos suyos, y así descubrir que la pobreza ya no nos asustará, porque podremos distinguir lo superfluo de lo esencial;
2.- Tratar de convertirnos en personas verdaderamente amables, para que ya no tengamos que inventar formas de defendernos de los poderosos;
3.- Tratar de practicar siempre la justicia del perdón dirigida a todos, para que ya no sintamos la necesidad de escribir leyes imperfectas que no hacen justicia a nadie;
4.- Tratar de comprometernos cada día a compartir el sufrimiento de los demás, para no tener miedo de nuestro propio sufrimiento;
5.- Tratar de ser siempre misericordiosos y dispuestos a perdonar a todos, así seremos siempre objeto de la inmensa misericordia de Dios.
Elevar una figura humana ‘a los honores de los altares‘ comporta el riesgo de ‘angelizarla’, de ‘sublimarla’, de sustraerla, por tanto, a aquellos aspectos de humanidad que le son propios, o a las consecuencias de elecciones equivocadas
Reconozco que elevar una figura humana ‘a los honores de los altares‘ comporta el riesgo de ‘angelizarla‘, de ‘sublimarla‘, de sustraerla, por tanto, a aquellos aspectos de humanidad (incluso ligados a los propios límites, a los propios defectos, a los errores personales experimentados durante la propia vida humana) que le son propios, o a las consecuencias de elecciones equivocadas que esta misma persona hizo en vida. Y entiendo que reconocer y proponer universalmente, siguiendo el camino articulado que sigue la Congregación para las Causas de los Santos, la “santidad” de un individuo significa afirmar que esta persona se encuentra ahora “en su destino“, en esa visión beatífica que en la teología cristiano-católica se realiza con el encuentro con Dios en el más allá.
¿Qué es la santidad cristiana?
Tantas veces me he preguntado qué es la santidad cristiana: ¿se trata de ser creyentes o de ser, también, creíbles? Creo que un criterio, y que a mí me ayuda, se encuentra en la invitación del Papa San Pablo VI: el mundo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros (cf. Discurso a los miembros del “Consejo de los Laicos“, 2 de octubre de 1974). Por eso me he referido a las bienaventuranzas evangélicas, porque el Bienaventurado nos presenta a todas las personas que son testigos creíbles que el mundo necesita: hoy no menos que ayer.
Seguramente por mi ignorancia, lo confieso, la canonización de Carlo Acutis me deja un tanto ‘perplejo’. En lo que yo he leído, se alaba su devoción a los sacramentos más que su aptitud para la vida social y el voluntariado; más que su asiduidad a la lectura de las Escrituras se alaba su asistencia a la Misa. También se ensalza su pasión por la informática, una cualidad muy común a su edad, tomando como ejemplo su página web dedicada a los milagros eucarísticos: hechos reconocidos hace siglos, fácilmente reinterpretados a la luz de los conocimientos médicos actuales, y que parecen, cuando menos, pintorescos a los ojos de un joven de hoy.
No me cabe la menor duda de que Carlo Acutis era un buen muchacho y cristiano, con una personalidad y una fe aún en evolución, que probablemente intentaba llevar adelante la santidad de la vida cotidiana. Pero cierta presentación de su persona, de su vida, de su itinerario creyente en lugar de convertirlo en un modelo para el siglo XXI quizá, a mí me lo parece, sí lo proyectan décadas atrás.
¿La Iglesia pide a un adolescente del siglo XXI que encarne esta idea de santidad: adorar los milagros, ir a Misa más que los demás y confesarse continuamente? No sé si se trata de pedir eso u otra cosa. Ciertamente para entender qué y cómo presentar el modelo cristiano de bienaventuranza y santidad necesitamos recalibrarnos y renovarnos en la dinámica real de los adolescentes y jóvenes de nuestro tiempo. Sólo así podremos permitir a los adolescentes y jóvenes adherirse más auténticamente a un proyecto de vida cristiana, bienaventurado y santo, propio de este kairos o quizás reinventarlo con la ayuda del Espíritu en el siglo XXI.
Proyecto de fe y de vida
Ciertamente un proyecto de fe y de vida que se alimenta en la Eucaristía y que se renueva en la Reconciliación, pero que tiene otras marcadas dimensiones -una de ellas, por ejemplo, la dimensión social-: con la conciencia de que “no todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7, 21-23).
Acabo ya. Nuestro siglo XXI también es un escenario de batallas y conflictos, de victorias para unos, de derrotas para otros, y de violencia para todos. Sin embargo, donde antes se derramó sangre, donde la historia ha tomado rumbos diferentes,…, vuelve el sol, vuelve la luz, en la serena tranquilidad de la vida que siempre renace. Porque la vida tiene una fuerza inagotable por la que siempre merece la pena despertar cada día. La santidad es, quizá, esto mismo: apostar por la vida, darse siempre una nueva oportunidad, cultivar la esperanza. Y la confianza en que la realidad exige que también se diga esto: la vida continúa.
Acaba de terminar esta etapa del Sínodo en Roma. Como Iglesia, Pueblo de Dios, la llamada es a dar un giro de ciento ochenta grados y volver a la frescura del evangelio si queremos, no ya tener una credibilidad en la sociedad de hoy, sino seguir siendo un pequeño esbozo del sueño utópico de Jesús de Nazaret.
Una vez más celebramos la vida de tantos hombres y mujeres que creyeron que estaban llamadxs a seguir la intuición de su corazón y para lo que Dios les había regalado un talento, o cinco o diez, ¡qué más da! Y creyeron las palabras de Jesús.
Algunos son muy conocidos y valorados, otros, la mayoría, son anónimos pero no por ello menos valiosos. Esas personas y la vida de aquellas que tocan con su dedicación, con su entrega, con sus gestos son las personas bienaventuradas, felices de las que nos habla el evangelio. Felices por ser fieles, no por una vida sin complicaciones.
Hace unos meses que por motivos de trabajo estoy en contacto con realidades muy duras a las que religiosas de todo el mundo se acercan de puntillas intentando paliar algo del sufrimiento de las “víctimas de la trata”, de la emigración, de ser refugiado por motivos políticos, económicos, cambio climático…
Entrando en algunas de esas vidas te das cuenta que una gran parte de la humanidad es víctima del ansia de bienes económicos, del poder de unos pocos, y que les importa muy poco lo que muchas personas tiene que padecer como consecuencia de su egoísmo. Aún más, estos pobres son despreciados, señalados, perseguidos porque su pobreza se ve como una amenaza para el “status quo”.
Cuando Jesús declara: “Dichosos los que eligen ser pobres” porque esos tienen a Dios por rey está hablando de quien en medio de tanto sufrimiento, de tanto dolor como estamos observando estos días elige poner su grano de arena, no analizar la situación y quedarse como antes.
¿Cuál es el sueño, el propósito de tu vida? ¿Qué te mueve, qué buscas? Las bienaventuranzas son para quienes se acercan a escucharle e intentan poner en práctica su mensaje. El reinado de Dios pone fin a la miseria porque busca que todos tengan lo necesario, que nadie retenga para sí y que todos compartamos de lo propio. Ésta es la buena noticia para los pobres.
No puede haber felicidad en medio del sufrimiento, de la violencia, del privar a las personas de los derechos más básicos. En estos momentos en los que vemos nuestra propia seguridad amenazada por un sinsentido de enfrentamientos necesitamos profundizar en la conciencia de lo que somos. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Hacia dónde nos inspira el Espíritu de Jesús? ¿Nos da miedo la radicalidad del evangelio?
De esa primera bienaventuranza se desprenden todas las demás:
Tener hambre y sed de justicia, prestar ayuda, trabajar por la paz,… La persecución no es un fracaso sino una consecuencia de la opción por ser pobre; la ambición de riqueza y de poder no la tolera.
Hasta llegar a la última: “Dichosos cuando os insulten, os persigan y os calumnien de cualquier modo por causa mía. Estad alegres y contentos que grande es la recompensa que Dios os da; porque lo mismo persiguieron a los profetas que os han precedido”. Con su estilo de vida los discípulos toman el puesto de los profetas, denuncian la injusticia y hacen posible una nueva relación humana.
Celebramos la vida de quienes decidieron que era su momento y también su responsabilidad el dar una respuesta a su alcance. Se nos invita a unirnos a ese Gran Espíritu que permea el Universo con una nueva conciencia de que somos Uno, mucho más interdependientes de lo que nos podemos imaginar.
Este momento es crucial, hay mucho en juego; vivamos despiertos de cara a la luz.
Comentarios desactivados en ¿Éstos no son hombres?
Hace ya ocho años que cuatro hermanos recibíamos el sacramento del orden sacerdotal. Nos vinculábamos así y por medio de la promesa de obediencia a las Comunidades en las que Dios nos había sembrado convirtiéndonos en servidores de las mismas. Ojalá también seamos capaces de vivir, como Jesús, la denuncia profética ante la injusticia:
Del blog Nova Bella:
Para daros a conocer estas verdades me he subido aquí yo, que soy la voz de Cristo en el desierto de esta isla. Y, por tanto, conviene que con atención no cualquiera, sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual voz os será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oír.
Esta voz os dice que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes.
Decid: ¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes, que estaban en sus tierras mansas y pacíficas donde tan infinitas de ellas, con muerte y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades en que, de los excesivos trabajos que les dais, incurren y se os mueren y, por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? Y ¿qué cuidado tenéis de quien los adoctrine y que conozcan a su Dios y creador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos?
¿Éstos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto que en el estado en que estáis no os podéis más salvar que los que carecen y no quieren la fe de Jesucristo.
Deseamos, además, que se cumplan en ellos y sean capaces de transmitir estas bienaventuranzas leídas en la página web de Redes Cristianas:
Bienaventurados los que creen en las bienaventuranzas.
Bienaventurados los que no recitan como papagayos las bienaventuranzas.
Bienaventurados los que se aventuran a navegar en el mar de la pobreza.
Bienaventurados los que no venden palabras hueras.
Bienaventurados los que construyen amor y no lo infectan.
Bienaventurados los que se arriesgan en el fuego de la humildad.
Bienaventurados los que amasan pan y pescan peces para repartirlos.
Bienaventurados los que enseñan a amasar pan y pescar a los que no saben.
Bienaventurados los que ven a Dios donde no se espera a Dios.
Bienaventurados los que abrazan con abrazos, tocan a los intocables.
Bienaventurados los que osan pisar la tierra que nunca estuvo prometida.
Bienaventurados los que conquistan corazones sin amenazar.
Bienaventurados los que piden perdón y no exigen que se lo pidan.
Bienaventurados los que piensan que todos cabemos en esta inmensa isla.
Bienaventurados los que cambian la espada por el arado, el látigo por la sonrisa.
Bienaventurados los que abren puertas y dejan entrar sin salvoconducto.
Bienaventurados los que dan de comer y rezan a los postres, y no al revés.
Bienaventurados los que no ven pajas ni vigas, sino miradas, en los ojos ajenos.
Bienaventurados los que encuentran el evangelio en las pústulas de los miserables.
Bienaventurados los que se confunden entre los corderos en vez de pastorearlos.
Bienaventurados los que caminan por los caminos de los que están aprendiendo a caminar.
Bienaventurados los que derrochan alegría en los páramos de la tristeza.
Bienaventurados los que van para que los últimos de los últimos vengan.
Bienaventurados los que se postran ante los postrados.
Bienaventurados los que huyen de los pedestales.
Bienaventurados los que redimen a los culpables que jamás tuvieron culpa.
Bienaventurados los que resucitan a los moribundos.
Bienaventurados los que regalan niñez a los niños que no la tienen.
Bienaventurados los que no muestran el cielo con una mano y con la otra el infierno.
Bienaventurados los que nunca se alían con los ganadores.
Bienaventurados los que no prohíben sin prohibirse.
Bienaventurados los que luchan en la guerra de la paz.
Bienaventurados los que juzgan desde el corazón de los desheredados.
Bienaventurados los que se atreven a predicar a las víboras en el desierto.
Bienaventurados los que se dejan prostituir con la ternura.
Bienaventurados los que ofrecen trigo y no incienso a los hambrientos.
Bienaventurados los que fabrican muletas y no resignaciones para los tullidos.
Bienaventurados los que salvan del dolor antes que salvar por el dolor.
Bienaventurados los que se arrodillan ante los arrodillados.
Bienaventurados los que ayudan a encontrar el alma desde el cuerpo.
Bienaventurados los que rezan con obras.
Bienaventurados los que aman al Señor que no exige ser glorificado.
Bienaventurados los que aman al Señor que ama y ama que nos amemos.
Bienaventurados los que aprenden a volar pisando las inmundas ciénagas.
Bienaventurados los que se ganan a sí mismos perdiéndose con los perdedores.
Bienaventurados los que no esperan recompensa cuando compensan.
Bienaventurados los que buscan la Verdad durante toda la vida.
Bienaventurados los que jamás se jactan de haber encontrado la Verdad.
Bienaventurados los que derrumban fronteras.
Bienaventurados los que anteponen justicia a caridad.
Comentarios desactivados en Bienaventuranzas de la Fiesta
Del blog de Miguel Ángel Mesa otro mundo es posible:
19.04.2023
Felices quienes saben disfrutar de la vida como si fuera una fiesta continua, quienes aprecian los aperitivos que les ofrece cada jornada, quienes gozan con los demás de la comida celebrada en común, de los dulces postres en diálogo íntimo.
Felices quienes festejan cada acontecimiento dichoso de su existencia, recordando los hechos que han fortalecido su amistad, encarnando el pasado en el presente.
Felices quienes se alegran con las buenas noticias, quienes saben apreciar y reconocer los hechos decisivos en su propia existencia y en la de los demás.
Felices para quienes la sencilla convivencia de cada día es una fiesta permanente y saben darle un sabor diferente y novedad, evitando así la gris monotonía.
Felices quienes invitan a su casa a los amigos, quienes se sienten plenamente realizados y felices de celebrar la hermosa experiencia de cada momento vivido con ellos y ellas.
Felices quienes convierten cada día de la semana en un día festivo, un día para el encuentro, para la sorpresa, para la risa, para repartir a todos el regalo de una caricia.
Felices quienes transforman el puesto de trabajo en un sitio agradable, el hogar en un clima cálido de convivencia, el compromiso vital en una invitación a la confianza.
Felices quienes festejan, celebran, invitan, acogen, se encuentran, acuden a la invitación, conviven, gozan, se alegran, aprecian, agradecen. La vida será para ellos una verdadera fiesta, en la que estarán presentes los sinsabores y las alegrías de la existencia
Comentarios desactivados en Bienaventuranzas de Cuaresma
Del blog de Miguel Ángel Mesa otro mundo es posible:
Felices quienes recorren el camino cuaresmal con una sonrisa en el rostro y sienten cómo brota de su corazón un sentimiento de alegría incontenible.
Felices quienes durante el tiempo de Cuaresma, y en su vida diaria, practican el ayuno del consumismo, de los programas basura de la televisión, de las críticas, de la indiferencia.
Felices quienes intentan en la cotidianidad ir suavizando su corazón de piedra, para dar paso a la sensibilidad, la ternura, la com-pasión, la indignación teñida de propuestas.
Felices quienes creen que el perdón, en todos los ámbitos, es uno de los ejes centrales en la puesta en práctica del Evangelio de Jesús, para conseguir un mundo reconciliado.
Felices quienes se aíslan de tanto ruido e información vertiginosa, y hacen un espacio en el desierto de su corazón para que el silencio se transforme en soledad sonora.
Felices quienes recuerdan la promesa de su buen Padre y Madre Dios, quienes renuevan a cada momento su alianza de cercanía y presencia alentadora hacia todo el género humano.
Felices quienes cierran la puerta a los agoreros, a la tristeza y al desencanto, y abren todas las ventanas de su casa al sol de la ilusión, del encanto, de la belleza, de la solidaridad.
Felices quienes emplean sus manos, su mente, sus pies en el servicio gozoso de los demás, quienes más allá de todas las crisis, mantienen, ofrecen y practican la esperanza de la resurrección a todos los desvalidos, marginados y oprimidos del mundo. Entonces sí que habrá brotado la flor de la Pascua al final de un gozoso sendero cuaresmal.
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Del blog de Miguel Ángel Mesa Otro mundo es posible:
Felices quienes se han esforzado en mejorar su propio mundo, pensando en el futuro de la Tierra que es el de los hijos de sus hijos.
Felices quienes no han derrochado ni les han dominado los bienes materiales:dejarán en herencia únicamente el testimonio de su propia vida.
Felices quienes han mantenido abierta su mente hacia todo lo positivo que podía ayudar a mejorar la vida de las personas con las que han convivido.
Felices quienes no se han dejado aferrar por las tradiciones y han permanecido despiertos ante la novedad de cada día; quienes se han equivocado y humildemente han sabido rectificar.
Felices quienes han vivido una larga vida, tejida de alegrías que han disfrutado al máximo y penas que les han ayudado a madurar y a crecer como personas.
Felices quienes disfrutan los últimos años de la vida siendo agradecidos,compartiendo sabiduría, cuidado, consejos, dulzura, serenidad y alegría.
Felices quienes disfrutan cada momento con la familia, con cada viaje, con los amigos y amigas, con cada nuevo amanecer y con la luna que ilumina su esperanza.
Felices quienes pueden dejar en los demás un buen recuerdo, quienes han mantenido la paz y la sonrisa, quienes han desgastado su corazón amando a los demás sin esperar ninguna recompensa.
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Del blog de Miguel Ángel Mesa Otro mundo es posible:
Felices quienes intentan descubrir en los hermanosy hermanas lo positivo que tienen y disculpan sus errores.
Felices quienes vibran de gozo junto a su comunidad y se encuentran vacíos cuando están lejos de ella.
Felices quienes experimentan la fraternidad al estar muy unidos, como un sabroso y apretado racimo de uvas.
Felices quienes han vivido sólo dentro de sí mismos, quienes se han sentido autosuficientes, quienes no han necesitado de los demás, porque son los que más valorarán la vida en comunidad.
Felices quienes no idealizan a los miembros de su comunidad y van disculpando, conociendo y valorando, aún en las pruebas más difíciles, su fragilidad humana.
Felices quienes saben encontrar en cada contradicción las causas del problema, las motivaciones, la posible solución más duradera y fraterna.
Felices quienes, sin disculpar el egoísmo, la falta de cariño, el golpe duro e inesperado, descubren el lado positivo del hermano, sus valores, su dedicación a los demás.
Felices para quienes (como Jesús, que lo primero que hizo fue rodearse de amigos y amigas), la comunidad es el signo visible del Reino, un anticipo de la vida eterna ya en nuestra tierra, una nueva sociedad fraterna, justa, libre y feliz.
Comentarios desactivados en “Las bienaventuranzas se han convertido en un bálsamo para mi alma queer”
M. Hakes
La reflexión de hoy es del colaborador invitado M. Hakes (ellos/ellos), el Subdirector del Ministerio Universitario y Director del Instituto de Teología Juvenil en el Colegio de St. Scholastica en Duluth, Minnesota. Su trabajo se centra en ayudar a los estudiantes a profundizar en la espiritualidad, participar en el trabajo de servicio y justicia, y participar en el discernimiento de identidad, valores y vocación.
Las lecturas litúrgicas de hoy para el cuarto domingo del tiempo ordinario se pueden encontrar aquí.
“Soy una persona queer, trans no binaria”. Qué aterradoras me parecieron esas palabras mientras crecía en una familia cristiana conservadora. Era una frase que arriesgaba todo: mi fe, mi familia, mi futuro. Me coloreó como un paria, como alguien condenado e irredimible. Traté desesperadamente de hacer que esas palabras fueran menos ciertas.
Mucha gente queer tiene historias similares. El ridículo, el distanciamiento y el vitriolo a menudo provenían de las personas que nos rodeaban. Familia, amigos, colegas: personas que se llaman a sí mismas cristianas y hablan desde un lugar equivocado de preocupación o juicio. Nuestra Iglesia y nuestras escrituras a menudo se usaban como espadas en lugar de rejas de arado.
Durante mucho tiempo, no supe lo que es no sentirse roto; saber en cambio a nivel del corazón que soy bueno, amado y digno. Las Bienaventuranzas me parecían metas inalcanzables, aspiraciones de las que me excluía mi extrañeza.
“Bienaventurados los pobres en espíritu… Bienaventurados los que lloran… Bienaventurados los mansos… Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia… Bienaventurados los misericordiosos… Bienaventurados los limpios de corazón… Bienaventurados los pacificadores… Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia… bienaventurados seréis cuando os insulten y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros…”
Las Bienaventuranzas se han convertido ahora en un bálsamo para mi alma queer. En palabras de Joseph Tetlow, SJ, “cargan mis penas sin sentido con significado y… hacen que mi dolor esté preñado de poder”. Paso a paso en mi camino de fe, he sido llamado a una entrega más completa al amor incomprensible, transformador y dador de vida de Dios. Dios nos invita a cada uno de nosotros a comenzar el trabajo de no perdernos más en nuestras crucifixiones, sino de encontrar en nuestras heridas fuentes de la gracia más profunda a través de su poder resucitador.
Amir Rabiyah, una poeta trans y discapacitada de dos espíritus queer femme, escribió estas líneas:
“… Mi gente hermosa, soñemos hacia lo que nosotros queremos más allá de la supervivencia
Soñemos con amarnos a nosotros mismos hasta que nos convirtamos en amor una y otra vez mi gente hermosa Puedo saborear nuestra dulce victoria
Mi gente hermosa…”
Para otras personas queer, espero que escuchen en las Bienaventuranzas una afirmación de su viaje. Eres hermosa, buena y amada. Sé que este mundo y nuestra Iglesia no siempre se sienten hospitalarios, y a menudo parece que aquellos con poder para afectar el cambio se sienten cómodos siendo cómplices de la opresión. Si bien el mundo no siempre es seguro, hay personas y lugares seguros, y espero que los encuentres.
Somos más fuertes juntos, ya que nuestra liberación exige nuestra solidaridad. Como escribe Pablo en la segunda lectura de hoy, “… Dios escogió lo necio del mundo para avergonzar a los sabios, y Dios escogió lo débil del mundo para avergonzar a lo fuerte, y Dios escogió lo humilde y despreciado del mundo, los que cuentan por nada, para reducir a nada a los que son algo, para que ningún ser humano se gloríe delante de Dios”. Sigue brillando con tu fabulosa luz queer y juntos “soñemos con lo que queremos más allá de la supervivencia… soñemos con amarnos a nosotros mismos…“
Para aquellos que quieran viajar con nosotros hacia la liberación, sepan que a las personas queer se les recuerda a diario que la elección de vivir abierta y externamente la verdad de quién Dios nos ha creado para ser conlleva un riesgo sustancial. Tómese el tiempo para considerar lo que realmente sabe sobre la comunidad queer y edúquese mejor. Interrogue los sistemas de los que forma parte. Utiliza cualquier poder y privilegio que puedas tener para nuestra liberación colectiva, siempre enraizados en los principios de solidaridad y subsidiariedad. Como nos recuerda hoy el profeta Sofonías, debemos buscar la justicia, buscar la humildad. Recuerda, si no estás escuchando activamente y trabajando en solidaridad con la gente queer por la liberación queer, entonces es probable que seas cómplice de nuestra opresión.
San Francisco de Sales dijo una vez: “sé quien eres y sé así de bien”. A lo que una querida amiga mía, la Hna. Mary Margaret McKenzie, VHM, de bendita memoria, añadió estas sabias palabras: “Pero para ser quien eres, debes saber quién eres. Y eso requiere trabajo duro. Pero empiezas con el amor”.
Nuestro llamado como cristianos es atender las fronteras, las periferias, los márgenes de nuestra sociedad. Estamos llamados a levantarnos y hablar en solidaridad con los más vulnerables, los rechazados, los marginados. Para citar nuevamente a San Francisco de Sales, la razón de vivir es “… recibir y llevar al manso Jesús: en nuestra lengua proclamándolo; en nuestros brazos haciendo buenas obras; sobre nuestros hombros soportando el yugo de la sequedad y la esterilidad tanto en el sentido interior como en el exterior…”.
Hoy, que cada uno de nosotros acepte más plenamente las personas fabulosas y únicas para las que hemos sido creados, que cada uno de nosotros viva un poco más plenamente en lo que somos y en lo que nos estamos convirtiendo, y que cada uno de nosotros escuche profundamente y aprenda de las historias. y experiencias de quienes nos rodean.
Te seguiré donde quiera que Tú vayas
y tu Palabra siempre escucharé.
Serás mi luz, mi vida, mi esperanza,
serás el agua viva de mi fe.
Yo creo en ti, en tu sueño de fraternidad
porque el amor el mundo cambiará,
voy a sembrar contigo la felicidad
en casa, en el trabajo, en mi ciudad.
Será Jesús manantial en el camino
y su Palabra el agua de verdad,
será su amor la fuerza y la alegría,
la luz que nuestros pasos guiará.
Y se unirán a nosotros mil amigos,
compartiremos agua, vida y pan
y viviremos juntos como hermanos,
seremos mensajeros de la paz.
***
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:
“Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.
Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.”
*
Mateo 5,1-12a
***
Entre los diez grupos en que se pueden distribuir y agrupar las diferentes bienaventuranzas bíblicas, sólo una hace referencia a la posesión de bienes materiales. Es lo dicho de aquel padre que, por la fecundidad de su mujer, se encuentra rodeado de un determinado numero de hijos, sanos y robustos, y que, por ello, es honrado y respetado entre sus congéneres. Otras Bienaventuranzas de tipo material no existen. Ni los ricos, ni los poderosos, ni los prepotentes, ni los dominadores, ni mucho menos los vividores, tienen cabida, directamente, en las bienaventuranzas bíblicas, entre el número de los bienaventurados. Ni la riqueza, altamente estimada entre los bienes deseables de la vida del hombre en la mentalidad bíblica veterotestamentaria. Es verdad que pobreza e indigencia nunca tuvieron buena acogida. En cambio, a diferencia de las bienaventuranzas egipcias o griegas, las bienaventuranzas bíblicas nunca consideraron que la riqueza, por si sola, bastase para dar la felicidad. Ni tampoco la gloria, el honor o el prestigio.
Ciertamente, todos estos bienes san altamente apreciados y estimadas. Pero nunca han sido considerados como constitutivos de la felicidad humana. Son bienes complementarios, pero no constitutivos.
Sirviéndonos de esta distinción, bienes constitutivos y bienes complementarios, en realidad el mayor bien constitutivo, según nueve de los diez grupos de bienaventuranzas, no es otro que Dios. O dicho de otra forma, la posesión por parte del hombre de todas las actitudes mas genuinas y auténticas relacionadas can la realidad divina: fe en un único Dios (grupo I); plena confianza y esperanza en su acción salvífica (II); respeto profundo, temor y amor (III); confesión humilde de los pecados y deseo de perdón (IV); estima y anticipación activa en el culto y la liturgia del templo (IV); mirada vigilante y escucha atenta a la presencia de Dios en el mundo y en la historia (V); consideración de la Ley como reflejo y testimonio de la manifestación de la acción salvadora de Dios (VI); respetuoso comportamiento ante la justicia (VII) y, finalmente, aceptación humilde de algunas carencias físicas, de un estado de sufrimiento (VIII).
Estamos, como se puede apreciar; ante un conjunto de actitudes religiosas, mediante las cuales las personas toman conciencia de sus incapacidades, limitaciones, y no se cierran orgullosamente en si mismas, sino que reconocen que solo en Dios encuentran su plenitud.
*
A. Mattioli, Beatifudini e Felicita nella Bibbia d’IsraeIe,
Prato I992, 542ss.
Comentarios desactivados en “Contenido inagotable”. 4 Tiempo ordinario – A (Mateo 5,1-12)
Quien se acerca una y otra vez a las bienaventuranzas de Jesús advierte que su contenido es inagotable. Siempre tienen resonancias nuevas. Siempre encontramos en ellas una luz diferente para el momento que estamos viviendo. Así «resuenan» hoy en mí las palabras de Jesús.
Felices los pobres de espíritu, los que saben vivir con poco. Tendrán menos problemas, estarán más atentos a los necesitados y vivirán con más libertad. El día en que lo entendamos seremos más humanos.
Felices los mansos, los que vacían su corazón de violencia y agresividad. Son un regalo para nuestro mundo violento. Cuando todos lo hagamos, podremos convivir en verdadera paz.
Felices los que lloran al ver sufrir a otros. Son gente buena. Con ellos se puede construir un mundo más fraterno y solidario.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, los que no han perdido el deseo de ser más justos ni la voluntad de hacer una sociedad más digna. En ellos alienta lo mejor del espíritu humano.
Felices los misericordiosos, los que saben perdonar en lo hondo de su corazón. Solo Dios conoce su lucha interior y su grandeza. Ellos son los que mejor nos pueden acercar a la reconciliación.
Felices los que mantienen su corazón limpio de odios, engaños e intereses ambiguos. Se puede confiar en ellos para construir el futuro.
Felices los que trabajan por la paz con paciencia y con fe. Sin desalentarse ante los obstáculos y dificultades, y buscando siempre el bien de todos. Los necesitamos para reconstruir la convivencia.
Felices los que son perseguidos por actuar con justicia y responden con mansedumbre a las injurias y ofensas. Ellos nos ayudan a vencer el mal con el bien.
Felices los que son insultados, perseguidos y calumniados por seguir fielmente la trayectoria de Jesús. Su sufrimiento no se perderá inútilmente.
Deformaríamos, sin embargo, el sentido de estas bienaventuranzas si no añadiéramos algo que se subraya en cada una de ellas. Con bellas expresiones Jesús pone ante sus ojos a Dios como garante último de la dicha humana. Quienes vivan inspirándose en este programa de vida, un día «serán consolados», «quedarán saciados de justicia», «alcanzarán misericordia», «verán a Dios» y disfrutarán eternamente en su reino.
Sofonías 2,3; 3,12-13: Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde Salmo 145: Dichosos los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos 1 Corintios 1,26-31: Dios ha escogido lo débil del mundo Mateo 5,1-12a:«Estén alegres; su recompensa será grande»
El “Sermón de la Montaña” es uno de los sermones más famosos y recordados de Jesús. Aquí nos detenemos en su introducción, más conocida como “Las Bienaventuranzas”, pues el sermón es mucho más largo, va hasta 7,29 donde concluye diciendo que la gente quedó asombrada de su doctrina “porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas”.
¿Por qué puede causar asombro esta enseñanza de Jesús? Veamos de cerca las Bienaventuranzas e intentemos una respuesta.
1. “...de ellos es el reino de los cielos”
El reino de Dios (“de los cielos” es el ya conocido circunloquio para evitar “pronunciar el nombre de Dios en vano”) es de los pobres en espíritu y de los perseguidos por causa de la justicia. Quienes no ponen su fe, su confianza y su esperanza en los bienes materiales pero que a la vez son perseguidos porque luchan por la justicia. Ambas condiciones indispensables para que Dios reine. La primera condición es renunciar a la riqueza y a la ambición de riqueza. Esta condición es la puerta de entrada al reino de Dios, pues elimina la raíz de la injusticia, de la acumulación, del éxito individual, de la insolidaridad y del dominio sobre otras personas y sobre la naturaleza. La segunda condición favorece la construcción de nuevas relaciones entre los seres humanos capaces de hacerles más sencillos y más felices, pero a la vez, suficiente motivo de persecución por parte de quienes se sienten amenazados por tal transformación.
2. “...poseerán en herencia la tierra, serán consolados, serán saciados”
Tres promesas de Dios para pasar de una situación negativa a otra positiva: de la opresión a la liberación, del sufrimiento al consuelo, de la injusticia a la justicia. El reino de Dios abre un horizonte de vida y de esperanza para la humanidad pobre y oprimida. Enciende una luz en medio de la oscuridad. Insiste en la posibilidad de una vida digna y agradable a ser alcanzada por quienes no disfrutan hoy de ella. Vale la pena, en medio de las adversidades, atreverse a soñar en “otro mundo posible”. Salir de la opresión es posible. Salir del sometimiento es posible. Alcanzar la justicia anhelada es posible. Abrir este horizonte de posibilidades, constituye una buena nueva cuando precisamente todo horizonte para la justicia ha sido cerrado. Ver una alternativa de vida digna para todas y para todos, abre caminos de superación y de lucha.
3. “…los misericordiosos, los limpios de corazón, los que buscan la paz”
Son las actitudes y los objetivos los que mueven el trabajo para hacer realidad una nueva humanidad. Son los rasgos propios de la comunidad de seguidoras y seguidores de Jesús. Sólo que estas actitudes y rasgos vienen como consecuencia de haber renunciado a la riqueza y a la ambición de riqueza, y de poner toda a la vida en el trabajo por la justicia. Al mismo tiempo son los rasgos de la humanidad nueva que tanto anhelamos y que ya podemos ver en las personas y las comunidades que se esfuerzan por ser misericordiosas, por tener limpios los corazones y por buscar incansablemente la paz. Este es el principal programa de vida de la comunidad discipular: contribuir con la creación de un mundo justo, solidario y feliz. Quienes viven la misericordia, experimentan la misericordia de Dios. Quienes alcanzan la limpieza del corazón ya tienen a Dios en sus vidas. Quienes trabajan por la paz experimentan a Dios como Madre y como Padre. Esta manera de ser, de sentir y de actuar es condición necesaria para testimoniar.
4. “...de la misma manera persiguieron a los profetas”
La comunidad cristiana que asume el estilo de vida que propone las bienaventuranzas choca con la sociedad que vive otro estilo de vida. La comunidad discipular a la que se refiere las bienaventuranzas se convierte en molestia y amenaza para la sociedad. Su testimonio de vida, sus actividades, su espiritualidad mina los cimientos en donde la sociedad injusta se edifica. No es de extrañar entonces las injurias, las persecuciones, las calumnias que buscan debilitar, confundir y destruir a la comunidad fiel. En medio de las hostilidades la comunidad está llamada a resistir, a vencer la angustia y la desesperanza. La alegría y el regocijo en Dios será la fuente del coraje, de la resistencia y de la esperanza. Es el testimonio de los profetas presente en las comunidades que viven intensamente el discipulado.
5. “...bienaventuradas, bienaventurados”
¿A qué “bienaventuranzas” se oponen estas bienaventuranzas? ¿Por qué esta insistencia de Jesús en afirmar las bienaventuranzas? Frente a las bienaventuranzas (o más bien el “éxito”) que promete la sociedad injusta e insolidaria, Jesús proclama ocho veces en donde se encuentra y cuáles son las bienaventuranzas del reino de Dios. La verdadera felicidad se encuentra en una sociedad justa, misericordiosa, pacífica. La sociedad injusta ofrece felicidad en el egoísmo, el éxito personal, la acumulación. El reino de Dios ofrece felicidad en el amor, en la sinceridad, en la sencillez. La sociedad injusta a costa de la infelicidad de la mayoría, crea la felicidad de la minoría. La propuesta de Jesús en el sermón de la montaña es la de eliminar toda opresión y toda injusticia procurando la felicidad y la vida en abundancia para todas y para todos.
La misma lógica propuesta por Mateo, es la que recuerda Pablo a la comunidad de Corinto, donde la fuerza de Dios se concreta en personas que no son fuertes ni sabias en la consideración de la opinión común pero que saben concretar la presencia de Cristo, fuerza y sabiduría de Dios, para que el “que está orgulloso, esté orgulloso en el Señor”. Leer más…
Comentarios desactivados en Dom 4 TO, 29.1.23. Que la tierra sea hogar de felicidad. Bienaventurados… (Mt 5, 2-4)
Del blog de Xabier Pikaza:
En este momento sólo quiero que la iglesia sea hogar de felicidad… Somos como aquellos de los que hablaba Jesús, midiendo y colando mosquitos, estableciendo diezmos extraños (no evangélicos), de ministerios machos, ordenamientos impuestos, leyes y poderes bien medidos… y olvidamos lo más importante, que es la felicidad (fidelidad, misericordia,la justicia: Mt 23, 23).
En esa línea de felicidad comentaré hoy las tres primeras bienaventuranzas del Evangelio de Mateo, dejando para otro día de esta semana las siguientes. Feliz,y santo, acompañado domingo
1ª: Felices los pobres de Espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos
Estos pobres de la bienaventuranza son en griego los pôkhoi, aquellos que no tienen nada, de manera que sólo pueden subsistir por la ayuda o sostén de los demás, es decir, como mendigos. Lc 6, 20 les llamaba simplemente pobres, prometiéndoles la dicha del Reino. Mateo, en cambio, les presenta como pobres de espíritu (tô pneumati) no para negar su carencia material, sino para matizarla desde una perspectiva cristiana:
‒ Pueden ser pobres por voluntad, es decir, por decisión personal. En esa línea destaca Mt 5, 3 la bienaventuranza de aquellos que, pudiendo hacerse o vivir como ricos, asumen voluntariamente un camino de pobreza, por solidaridad, al servicio de los demás (cf. 2 Cor 8, 9; Flp 2, 6-11), como Jesús que no fue sólo pobre por condición social (artesano, trabajador desposeído), sino por opción personal, esto es, por decisión creyente: no ha querido ayudar a los pobres desde arriba o por milagro externo (como le dice el diablo de la primera tentación: Mt 4, 1-4), ni quiere “salvarles” desde su más alta autoridad externa (como Job, antes de ser derribado de su altura), sino que se ha “encarnado” (=ha vivido) en la vida de los pobres, compartiendo con ellos su historia de carencias, para iniciar una transformación social y personal, desde lo más bajo, abriendo con los carentes, la marcha el Reino de Dios. Pero la inmensa mayoría son pobres por condicion humana, por necesidad o imposición social, por marginación… A favor de ellos, y con ellos ha promovido Jesús ha promovido un movimiento mesiánico de solidaridad y ayuda, con y por los pobres, para expresar y ofrecer la bienaventuranza de Dios a todos, incluso a los ricos.
Ciertamente, Mateo no ha negado la bienaventuranza de los pobres materiales (a quienes el Jesús de 25, 31-46 llama sus “hermanos más pequeños”), pero ha querido destacar la pobreza por opción de los creyentes que renuncian a la riqueza propia (personal o de Iglesia) a favor de los pobres, para abrir así el camino del Reino desde abajo, en comunión de vida con los excluidos personales y sociales, dentro de la Iglesia, pues en ella sólo pueden construir activamente el camino de Dios y ser felices aquellos que se hacen por voluntad pobres y hermanos de los pobres conforme a la justicia del Reino (cf. Mt 5, 20).
Sin duda,, se puede hablar de ricos que tienen espíritu pobre, de manera que, teniendo muchas riquezas, no se elevan sobre lo demás, sino que les ayudan, aunque desde arriba (como Job antes de su prueba). Pero Jesús no quiere ese tipo de ricos en su Iglesia, no quiere que existan en ella patronos ricos que asisten y ayudan a los otros desde arriba, sino que todos compartan en comunión de amor la vida, unos con todos, desde la pobreza de los más pobres.
En otra línea, esta expresión (pobres de Espíritu) podría referirse a personas que son especialmente indigentes en un plano de espíritu, en decir de conocimientos y de entendimiento. Estos serían aquellos que, en un sentido intelectual, no saben, no entienden, no logran penetrar en los “secretos” de la interpretación rabínica de la ley, siendo así como mendigos espirituales. Pero de ordinario, estos pobres de espíritu suelen ser también pobres “materiales” (mendigos, sin posesiones ni trabajo), hombres y mujeres que, en una sociedad competitiva, quedan en un plano inferior, por ser agresivos y capaces de triunfar en un plano cultural, social o psicológico.
Sea como fuere, estos pobres suelen ser también despreciados por falta de cultura, indigentes económicos, personas sin dignidad, los más pequeños, aquellos que no pueden elevarse sobre los demás imponerles su derecho, la masa de marginados, derrotados, expulsados, sin posibilidades de cambiar por fuerza la historia de los hombres, sometidos a un destino de desprecio y muerte.
Pues bien, con ellos ha venido a vincularse Jesús, no para hacerles orgullosos, capaces de triunfar con violencia sobre los demás, sino para crear una humanidad distinta, fundada en la confianza y en la solidaridad. Sólo desde este principio pueden entenderse las bienaventuranzas que siguen: No habrá justicia ni paz si los hombres no asumen un camino voluntario de pobreza, es decir, de desprendimiento actito y comunicación de bienes (Mt 6, 19).
Conforme a este principio, solo se puede hablar de felicidad humana y especialmente de Iglesia allí donde se empieza situando en el centro del cuidado de la vida a los pobres, en línea de bienaventuranza. Como he dicho, al poner pobres de espíritu allí donde Lc 6, 20 decía simplemente pobres, Mateo no ha negado la bienaventuranza de la pobreza material, y así sigue hablando en su evangelio de marginados, excluidos y despreciados (cf. Mt 18, 1-14), pero él no quiere que en la Iglesia siga habiendo pobres materiales si es que hay otros que tienen bienes muy abundantes en ella, pues una iglesia donde algunos mueren de hambre mientras otras derrochan riquezas no es iglesia, ni cristiana.
Jesús habla pues de la felicidad de los pobres de cuerpo y espíritu, de bienes materiales y sociales, de aquellos que son “pobres por voluntad de entrega a los demás” con aquellos que son “pobres de espíritu” (de menos recursos y posibilidades), llamados también a ser felices. Es la felicidad de aquellos que, pudiendo enriquecerse a cosa de otros, asumen voluntariamente un camino de pobreza, por solidaridad, esto es, por servicio a los demás, como Jesús, que, pudiendo haberse puesto al lado de los ricos, se unió a los pobres, iniciando con ellos un camino de felicidad salvadora (cf. 2 Cor 8, 9; Flp 2, 6-11). Quien quiera vivir como rico, y ayudar a los pobres solamente desde fuera (quedando siempre arriba) no será en verdad feliz, ni podrá ser cristiano en la línea de Jesús
2ª: Felices los que sufren, porque serán consolados
Lc 6, 21 decía hoi klaiontes nyn, los que actualmente lloran, destacando quizá más el llanto en sí, por cualquier causa que fuere, el dolor que se expresa en forma de lamentación amarga (cf. Mt 2, 18; 26, 75) o grito fuerte de hambre, enfermedad o abandono. Mateo, en cambio, dice hoi penthountes término que parece referirse más en concreto a los que saben sufrir y aún más a los que aceptan el dolor como una forma de maduración (purificación), en línea de catarsis y de ayuda a los demás, no en gesto penitencial de lamentación, sino por felicidad más honda.
El domingo pasado, el evangelio de Mateo nos presentaba a Jesús recorriendo Galilea y anunciado la buena noticia del Reinado de Dios. A partir de hoy, hace que los oyentes se reúnan en un gran auditorio al aire libre, se sienten en torno a Jesús, y escuchen el programa de ese reino de Dios: el “Sermón del monte”, que leeremos los próximos domingos.
Selección del auditorio
Jesús no es un político que quiere ganar votos a todo precio, engañando y haciendo promesas que no cumplirá. Desea dejar claro quiénes sintonizarán con su proyecto y quiénes no. Para que no se llamen a engaño. Y eso lo expone, al principio de todo, en las bienaventuranzas. Es imposible explicar en pocas palabras el sentido de cada una de ellas (quien lo desee puede leer J. L. Sicre, El evangelio de Mateo, pp. 102-112).
Las bienaventuranzas proponen valores desconcertantes
Si Jesús dijera: “Dichoso el que tiene buena salud, el que gana lo suficiente para vivir, el que disfruta con su familia…” no habría necesitado justificar esas afirmaciones. Cualquier persona habría estado de acuerdo. Sin embargo, Jesús proclama dichosa a gente que sufre, llora, es perseguida… Por eso, cada bienaventuranza va seguida de una justificación: «porque de ellos es el reino de los cielos», «porque ellos serán consolados», etc. El premio prometido en la primera y última es «el Reino de los cielos». En realidad, todas las otras se refieren también a ese Reino de Dios, sólo que fijándose en determinados aspectos concretos. Este premio no podemos interpretarlo solo como algo de la otra vida. Comienza a realizarse en esta. Dicho en palabras sencillas, todas esas personas son dichosas porque pueden formar parte de la comunidad cristiana (Reino inicial de los cielos) y, más tarde, del Reino definitivo de Dios.
Las bienaventuranzas no son una carrera de obstáculos
La mención de los pobres, los que lloran, los sufridos… puede crear una sensación de malestar, como si tuviéramos que pasar por todas esas situaciones para formar parte del reinado de Dios. Las bienaventuranzas se nos convierten en una terrible carrera de obstáculos, donde tras cada valla nos espera la siguiente. Sin embargo, las bienaventuranzas son algo muy distinto.
Las bienaventuranzas, ocho puertas para entrar al Reino de Dios
Antonio Barluzzi, el arquitecto italiano que diseñó la Basílica de las bienaventuranzas en 1939, tuvo la bella idea de una planta octogonal, y en cada lado una gran ventana por la que se puede contemplar el paisaje exterior. Sin embargo, las bienaventuranzas no son ventanas para mirar lo que ocurre fuera, sino puertas abiertas por las que se puede entrar a escuchar y seguir a Jesús.
Encima de cada puerta hay una inscripción con la bienaventuranza correspondiente. A veces el sentido del texto resulta discutible (Jesús habló en arameo, luego se tradujo al griego, y ahora lo retraducimos a nuestras lenguas). Vamos a dar una vuelta al edificio, haciéndonos unas preguntas delante de cada puerta. Al final podrás elegir la que te viene mejor para entrar al palacio.
¿Te consideras pobre ante Dios, como el publicano que dice: «Apiádate de mí, Señor, que soy un pecador?» ¿O piensas que tienes muchos méritos y puedes pasarle una factura de todo lo que haces por él? ¿Ambicionas la riqueza, tener cada día más?
¿Te hacen sufrir las injusticias que provocan miles de exiliados y desplazados, paro juvenil, trata de blancas, etc., o te dejan indiferente? ¿Sufres con el dolor ajeno? ¿Experimentas en tu vida el dolor físico, problemas psíquicos, económicos, laborales?
¿Estás convencido de que la mejor respuesta a la violencia es la no-violencia? ¿Qué «el que a espada mata, a espada muere»? En una sociedad donde abunda tanto odio, respondes, como Jesús, «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen»?
¿Tienes hambre y sed de justicia, es decir, de hacer lo justo, de cumplir la voluntad de Dios, como Jesús, que consideraba su alimento «hacer la voluntad de su Padre».
¿Te compadeces de los enfermos, del que te debe algo, de los pecadores, igual que se compadeció Jesús? ¿O consideras pecadores a los que no piensan y sienten como tú, y les deseas todo el mal del mundo?
¿Eres limpio de corazón en tu relación con los demás, no engañando, defraudando, calumniando ni criticando?
¿Trabajas por la paz, por un mundo más justo, porque domine el buen entendimiento en la familia, en tu ambiente?
¿Te han perseguido o criticado por intentar cumplir lo que Dios quiere?
Cuando critican, insultan, calumnian al papa Francisco y a la Iglesia, ¿le das gracias a Dios, estás alegre y contento por la gran recompensa que recibiremos en el cielo?
Has terminado de rodear el edificio. ¿Cuál es la puerta que más se te adecua para entrar? Quizá haya dos o tres. Si piensas que no hay ninguna, usa la primera: te consideras «interiormente pobre», sin mérito ante Dios. Puedes entrar.
Resumen
Las bienaventuranzas nos dicen qué personas pueden entender y aceptar el mensaje de Jesús, incorporándose a la comunidad cristiana.
Por consiguiente, las bienaventuranzas no son, ante todo, un código de conducta moral que dice: «así tienes que actuar si quieres ser cristiano». Es más bien una exposición de situaciones y de actitudes ante la vida que permiten entender el evangelio y entusiasmarse con las palabras de Jesús.
La bienaventuranza no dice: «Sufre, para poder entrar en el Reino de Dios».
Dice: «Si sufres, no pienses que tu sufrimiento es absurdo; te permite entender el evangelio y seguir a Jesús».
No dice: «Procura que te desposean de tus bienes para actuar de forma no violenta».
Dice: «Si respondes a la violencia con la no violencia, no pienses que eres estúpido, considérate dichoso porque actúas igual que Jesús».
No dice: «Procura que te persigan por ser fiel a Dios».
Dice: «Si te persiguen por ser fiel a Dios, dichoso tú, porque estás dentro del Reino de Dios».
Pero, al tratarse de los valores que estima Jesús, no cabe duda de que las bienaventuranzas se convierten también en un modelo de vida que debemos esforzarnos por imitar. Después de lo que dice Jesús, no podemos permanecer indiferentes ante actitudes como la de prestar ayuda, no violencia, trabajo por la paz, lucha por la justicia, etc. El cristiano debe fomentar esa conducta. Y el resto del Sermón del Monte le enseñará a hacerlo en distintas circunstancias.
1ª Lectura: miedo en vez de alegría (Sofonías 2,3; 3,12-13)
El texto es fruto de unir un versículo del c.2 con dos versículos del c.3. Se exhorta a buscar a Dios, cumplir sus mandatos, buscar la justicia, la moderación, pero con el fin de librarse «el día de la cólera del Señor». Efectivamente, en el c.3 esa cólera acaba con los enemigos y solo subsiste un pueblo pobre y humilde. Las bienaventuranzas coinciden en hablar de un nuevo pueblo de Dios, con las mismas características, pero el punto de partida no es el miedo a la cólera de Dios. Aconsejo no detenerse en esta lectura.
2ª lectura: las bienaventuranzas en Corinto (1 Cor 1,26-31)
En cambio, es muy adecuado el texto de Pablo, que se podría parafrasear: «Bienaventurados lo que no son sabios, ni poderosos, ni aristócratas». «Bienaventurados los que el mundo considera necios, la gente baja y despreciable, la que no cuenta para los demás». Porque ellos podrán unirse a Cristo y formar parte de su comunidad.
Al principio a Jesús le fue bien. Cuando empieza a predicar mucha gente se le acerca, le escucha. Quieren aprender o buscan el alivio para sus enfermedades. Y Jesús recorre Galilea junto con sus primeros discípulos, anunciando y curando.
Con aquellos que dieron una respuesta tan plena e inmediata como la llamada que había recibido. A los mismos que el domingo pasado veíamos dejando inmediatamente las redes (la barca y a su padre) y siguiendo a Jesús.
A ellos se dirige hoy Jesús. Está viendo el gentío que se ha movilizado en torno a él. Y en lugar de dejarse impresionar, o dejar que la fama “se le suba a la cabeza”, lo que hace es tomar una cierta distancia y sentarse.
Se retira un poco y el círculo más íntimo se le acerca, entonces aprovecha para enseñarles. Bien sabe él que el reconocimiento, la fama, el éxito… pueden también confundir a sus discípulos.
Las bienaventuranzas nos enseñan, a las discípulas y discípulos de todos los tiempos, a no confundir la felicidad con el éxito, con una vida fácil o con la ausencia de problemas y dificultades.
Porque, si bien el anuncio de Jesús es una Buena Noticia que trae consigo la felicidad. Esta felicidad es tan honda y plena que ya nada la puede sacar del corazón que la recibe.
Es una felicidad capaz de convivir con la pobreza, el sufrimiento, el llanto, el hambre, las injusticias y hasta la persecución. La felicidad por el Reino de Dios atraviesa toda dificultad, toda oscuridad. No es algo que sucederá después, sino que comienza a suceder precisamente en esas circunstancias donde jamás iríamos a buscarla.
La dicha de la que hablan las bienaventuranzas nos es un bien privado y exclusivo. Como un club de alto renombre, no. Todo lo contrario, es un tesoro para compartir. Que crece en la medida en que más y más gente se une y comparte.
Es la alegría de quienes trabajan juntas por la justicia, el amor, la paz o la dignidad humana de cualquier pequeño grupo oprimido. Y precisamente esa lucha llena de dificultades se convierte en fuente de felicidad.
Oración
Trinidad Santa, condúcenos hasta ese íntimo rincón donde ya germina la felicidad que tú has sembrado en nosotras.
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