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Pasado, presente y futuro. Domingo 4º de Pascua. Ciclo B

Domingo, 25 de abril de 2021
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buenpastor6Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En los domingos anteriores se han recordado diversas apariciones de Jesús resucitado. A partir de este domingo, y hasta la Ascensión, las lecturas del evangelio, tomadas siempre del evangelio de Juan, se centrarán en diversos aspectos de la relación entre Jesús y el cristiano: buen pastor, vid y sarmientos, mandamiento nuevo, oración sacerdotal.

No es fácil encontrar una relación entre las tres lecturas de hoy porque se usan imágenes muy distintas: Piedra angular para hablar de Jesús (1ª lectura); Padre e hijos para hablar de Dios y nosotros (2ª lectura); pastor y rebaño, para hablar de Jesús y nosotros (evangelio). Buscando una relación entre ellas la vería en el ritmo del tiempo (pasado, presente y futuro) de Jesús y de nosotros.

Pasado y presente de Jesús (Hechos 4,8-12)

  El domingo pasado leímos parte del discurso pronunciado por Pedro después de la curación de un paralítico, atribuida a Jesús, condenado a muerte por las autoridades pero resucitado por Dios. Los sacerdotes, el comisario del templo y los saduceos se irritan al escuchar sus palabras, y al día siguiente los convocan ante el Consejo y los interrogan. La respuesta de Pedro es la siguiente:

En aquellos días, lleno de Espíritu Santo, Pedro dijo:

-Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros. Él es “la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular”; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos.

Para un judío, el nombre equivale a la persona. El nombre de Jesús es Jesús. En estas pocas palabras se resume su pasado y su presente. El pasado ofrece una imagen de Jesús totalmente pasiva: no se recuerda su predicación ni sus milagros. Solo se cuenta lo que hicieron con él las autoridades judías y Dios. Las autoridades lo rechazaron y crucificaron; Dios los resucitó y convirtió en piedra angular. De esto se deduce su situación presente: él es quien ha curado al paralítico y el único que puede salvarnos a todos nosotros.

Presente y futuro del cristiano (1 Juan 3, 1-2) 

Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

La 1ª lectura hablaba del pasado y el presente de Jesús. Esta 2ª habla de nuestro presente y nuestro futuro. El presente: somos hijos de Dios. El futuro: seremos semejantes a Dios. Cuando nace un niño siempre se buscan parecidos con el padre, la madre y otros miembros de la familia. Para el autor de la carta, nuestra semejanza con Dios no es algo que se perciba ya desde ahora; se manifestará en el futuro, cuando veamos a Dios cara a cara. Pero eso no impide que seamos ya realmente hijos de Dios. Lástima que esto no se valore. Si fuéramos hijos de un deportista famoso o de un cantante de moda, todos querrían hacerse una foto con nosotros.

Pasado y futuro de Jesús (Juan 10, 11-18)

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.

Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor.

Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».»

La imagen del pastor era frecuente en el Antiguo Oriente para referirse al rey: simbolizaba la relación correcta con sus súbditos, que no debía ser despótica sino preocupada por su bienestar. Jesús se la aplica, pero llegando a un extremo que no se da entre los pastores: da la vida por sus ovejas. Es cierto que un pastor, a diferencia del asalariado, está dispuesto a luchar con el lobo para defender al rebaño. Pero no es normal que esté dispuesto a morir por sus ovejas. A tanto no llega. Jesús, en cambio, ve así su misión: dar la vida por ellas. No lo hace por obligación, forzado, sino libremente. Sabiendo que esa vida que entrega la podrá recuperar. Y esto tampoco puede hacerlo un pastor normal y corriente. Aunque el evangelio hable de Jesús como «el buen pastor» debería haber dicho: bueno y excepcional.

Este pasaje concede también especial importancia al futuro de Jesús: a su labor con respecto a otras ovejas, a las que debe buscar para que haya un solo rebaño y un solo pastor. Es una referencia a las comunidades cristianas que se irían formando en países paganos, y a todos nosotros.

Relacionando las tres lecturas, Jesús, buen pastor, nos ha salvado y nos ha conseguido el ser hijos de Dios. A nosotros nos corresponde escuchar su voz y agradecerle el don que nos ha hecho.

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4º Domingo de Pascua. 25 Abril, 2021

Domingo, 25 de abril de 2021
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Conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí…”

(Jn 10, 11-18)

Hoy nos encontramos con el buen pastor. No un buen pastor, sino el Buen Pastor por excelencia, el que da su vida por las ovejas.

Bien… Aquí vemos a Jesús poniendo un ejemplo para describirse a sí mismo. ¿Qué ocurre? Que ese ejemplo es muy válido para la gente que lo seguía, pero para nosotras no tanto. Vivimos en otro tiempo, otro lugar y otra cultura. No es de extrañar que nos perdamos algo de lo que nos quiere decir Jesús.

Seguramente te haya pasado alguna vez que estando en oración, o incluso en algún momento de la jornada, te “haya venido” alguna idea o ejemplo sobre el evangelio que no te estaba diciendo gran cosa, y de repente, como que lo ves todo más claro. No se trata de que seas una iluminada sino de que Dios nos conoce perfectamente, mucho mejor que nosotras mismas, y sabe qué necesitamos, qué no entendemos, qué andamos “rumiando” en nuestro corazón… nos conoce como el buen pastor a sus ovejas, a cada una de ellas.

Una vez orando este evangelio, mi pensamiento se llenó de un “¡qué poco me estás diciendo, Señor!” y un rato despues me vino un recuerdo, mejor dicho, Dios me puso delante un recuerdo, un sentimiento, este ejemplo. Las primeras veces que mi hermana y yo nos quedábamos solas en casa, nos daba miedo que alguien llamara al timbre y, además de no abrir, llegábamos incluso a quedarnos muy quietas y contener la respiración para que “alguien” no nos oyera (como si la puerta fuera transparente). Realmente nos agarrotábamos. Pero, todo cambiaba, cuando oíamos en la escalera la voz de José, el portero de nuestro bloque. Era un hombre muy servicial, atento, entrañable, fiable… en fin; cuando estábamos solas en casa nos alegraba y tranquilizaba mucho oír, y con ello saber, que él andaba por la escalera, velando por los vecinos, especialmente, por la chiquillería del portal y los señores mayores que vivían solos.

Si haces un poco de memoria, seguramente reconozcas a Jesús como el Buen Pastor, en más de una persona que te haya acompañado o esté acompañando en tu vida. Traelas al corazón con agradecimiento.

Oración

Trinidad Santa, abre nuestra escucha a tu voz. A tu silbido de Buen Pastor.

Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Jesús el único pastor que nos debe guiar a todos.

Domingo, 25 de abril de 2021
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11s26-1Jn 10,11-18

Este texto está enmarcado en un contexto más amplio de polémica entre Jesús y los fariseos, después de la curación del ciego de nacimiento. Quien no entra por la puerta, es ladrón y bandido. Quien no es dueño de las ovejas, sino asalariado, no está dispuesto a dar la vida por ellas. No se trata de una propuesta anodina sino de una denuncia en toda regla. Todo poder que no se pone al servicio del pueblo es contrario a Dios. Hemos abandonado los relatos pascuales, pero no nos salimos del tema pascual, la Vida.

No es verosímil que Jesús se declarara pastor de nadie. Este evangelio se escribió setenta años después de morir Jesús y nos cuenta no lo que dijo sino lo que aquellos cristianos pensaban de Jesús. Ellos sí se sentían dirigidos por Jesús e intentaban seguir sus directrices. En el AT el título se aplicaba a Dios o a los dirigentes. En tiempo de Jesús, el pastor era, casi siempre, el dueño de un pequeño número de ovejas, a las que cuidaba como si fueran miembros de la familia, incluso, cobijándolas bajo el mismo techo, llamándolas por su nombre propio. De ellas dependía el sustento de la familia.

El pastor modelo está en contraposición con el mercenario. El pastor, que es dueño de las ovejas, actúa por amor y no le importa arriesgar su propia persona para defenderlas de cualquier peligro. El mercenario actúa por dinero, las ovejas le traen sin cuidado. En (4 Esd 5,18) dice: “No nos abandones como pastor a su rebaño en poder de lobos dañinos”. La figura del lobo está en paralelo con la del ladrón y bandido, que arrebata y dispersa. Precisamente lo contrario de lo que hace Jesús, reunir las ovejas dispersas (Jn 11,52)

La imagen del pastor fue muy utilizada en el AT. Se aplicó a los dirigentes, muchas veces para llamar la atención de que no cumplían con su deber. Se aplicó al mismo Dios que, cansado de los malos pastores, terminaría por apacentar Él mismo a su rebaño. La única idea original de Jn es la de dar la vida por las ovejas. Seguramente es una interpretación de la vida y muerte de Jesús como servicio a los hombres. No se trata de un discurso de Jesús, sino de una manera de trasmitir lo que aquellos cristianos pensaban sobre él.

Yo soy el buen pastor. No se trata de resaltar el carácter de bondad o dulzura. La traducción oficial devalúa la expresión. “Bueno” en griego, sería agathos. Kalos significa bello, ideal, excelente, único en su género. Denota perfección suma. No se dice solo de las personas (el vino en la boda de Caná, Jn 2,10). Pastores “buenos” puede haber muchos. Pastor ideal solo puede haber uno. El tomar el evangelio que acabamos de oír como excusa para hablar de los obispos y de los sacerdotes no tiene ni pies ni cabeza. La tarea de los dirigentes no tiene nada que ver con lo que nos quiere decir el evangelio.

El buen pastor se entrega él mismo por las ovejas. La vida (psukhên) se identifica con la persona. En griego existen tres palabras para designar vida: “bios”, “zoê” y “psukhê”. No significan lo mismo, y por eso pueden causar confusión. Psukhên significa persona, es decir, capacidad de sentimientos y afectos. “Tithesin” no significa dar, sino poner, o mejor, exponer, arriesgar. Como pastor excelente, Jesús pone su persona al servicio de los demás durante toda la vida. Jesús se desvive por los demás.

Desvivirse: Mostrar incesante y vivo interés, solicitud o amor por una persona (DRAE). Es exactamente lo que quiere decir aquí Juan de Jesús. La entrega de la vida física es la manifestación extrema de su continua entrega durante toda su vida. Quien no ama hasta dar la vida no es auténtico pastor. El máximo don de sí es la comunica­ción plena de lo que él es. No se trata de que, por su muerte, se nos conceda algo venido de fuera. Se trata de que su Vida, puesta al servicio de todos, prende y se desarrolla en nosotros.

Conozco a las mías y las mías me conocen. No se trata de un conocimiento a través de los sentidos o de la razón. En el AT el conocimiento y el amor van siempre juntos. Ese conocimiento mutuo es una relación íntima, por la participa­ción del Espíritu. Esta reciprocidad nos lanza a años luz de la simple imagen de oveja y pastor. Este mutuo conocimiento-a­mor lo compara con el que existe entre Jesús y el Padre. La comunidad de Jesús no es una filiación externa, sino una experiencia-vivencia de amor.

Tengo otras ovejas que no son de este atrio. Sitúa Juan su evangelio en el amplio contexto de la creación. De ahí deduce la visión universalista de la misión de Jesús. Los supuestos privilegios del pueblo de Israel desaparecen. Ya en el prólogo habla de la “luz que ilumina a todo hombre”. Nada que ver con creernos elegidos o pensar en un Dios propiedad exclusiva nuestra. Todas las religiones han caído en esa trampa; la nuestra ha sido la más exagerada en esa reivindicación de una exclusividad de Dios.

Un solo rebaño, un solo pastor. La ausencia de conjunción “y” o preposición “con” entre los dos términos, indica que la relación entre Jesús y el rebaño no es de yuxtaposición ni de compañía. Jesús, como fuente de Vida, es el aglutinante que constituye la comunidad como tal. No puede ser encerrada en institución alguna. Su base es la naturaleza del hombre acabado por el Espíritu que da cohesión interior. Jesús no ha creado un corral donde meter sus ovejas; todos los hombres forman parte de su rebaño.

El dar Vida empalma con el tiempo de Pascua, porque la experiencia pascual es que Jesús les comunica Vida. Nosotros tenemos la posibilidad de hacer nuestra esa Vida. Se trata de la misma Vida de Dios. “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me come vivirá por mí”. El que me come, quiere decir el que me hace suyo, el que se identifica con mi manera de ser, de pensar, de actuar, de vivir. Si Jesús es pan de Vida, no es porque lo comemos sino porque nos dejarnos comer.

En la medida que cada uno de nosotros hayamos hecho nuestra esa Vida, estaremos dispuestos a desvivirnos por los demás. El salir de sí mismo e ir a los demás para potenciar sus Vidas no depende de las circunstancias; es un movimiento que tiene su origen en esa misma Vida. El amor que nos pidió Jesús está reñido con cualquier clase de acepción de personas. No estamos acostumbrados a tener este detalle en cuenta, y así creemos que es amor lo que no es más que recíproco interés o simpatía visceral.

 

Meditación-contemplación

“Yo doy mi vida por las ovejas”.
No se trata de dar la vida muriendo,
sino de poner toda tu vida al servicio de los demás.
Solo lo que se da, se gana.
Todo lo que se guarda, se pierde.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El Buen Pastor da la vida a sus ovejas.

Domingo, 25 de abril de 2021
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good-shepherd-icon1El agua que no corre se estanca, se pudre y huele mal. Pero también se pudre y huele mal toda vida que no fluye (Pablo D’Ors)

Domingo IV de Pascua

Jn 10, 11-18

-Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas

Cinco veces aparece en el Evangelio la expresión redentora de “da la vida por sus ovejas”. Aunque la realidad salvadora, la cumplió Jesús en el mundo en “dar la vida a” más que en “darla por”. El nuevo rebaño –o comunidad mesiánica- con acceso a la salvación (alcanzar la plenitud humana) la otorga el buen pastor comunicando vida a su rebaño: “Yo vine para que tengan vida, y la tengan en abundancia”, dice Juan en el versículo diez del citado décimo capítulo.

A partir de aquí surgen relaciones de mutuo conocimiento, amor y comunión entre Jesús y sus discípulos. Relaciones mantenidas entre todo verdadero Maestro espiritual y seguidores. La palabra religión, de re-ligare -volver a unir- es re-ligazón con el Absoluto, “que irrumpe en nuestras vidas creando unión –comunión- con Él, con todo lo humano y también con el cosmos, como escribe el acreditado teólogo granadino Manuel Gª Hdez, en su última obra Ensayo sobre la vida y espiritualidad. (Ed. Desclée de Brouwer, 2015).

El Nuevo Testamento retoma y aplica a la figura de Jesús –Marcos 12, 10, Hechos 4, 11 y Primera de Pedro 2, 7- la imagen de la piedra angular del edificio cantada por el Salmista y constituido por cuantos escuchan y siguen su doctrina. Una mansión construida al margen de los cánones legales establecidos y, en consecuencia, deshechada por los arquitectos oficiales.

El agua que no corre se estanca, se pudre y huele mal, pero también se pudre y huele mal toda vida que no fluye. Lo sabemos todos y de modo particular, debieran conocerlo los propios interesados. Pues como señala D’Ors en otro momento, y en una dimensión cósmica: “Todo lo que haces a los demás seres y a la naturaleza te lo haces a ti” (Pablo D’Ors, Biografía del Silencio, Ed. Siruela).

Desde esta perspectiva evangélica se funden y confunden ovejas y pastores. Jesús delegó en cada uno de sus seguidores la vigilancia de no contaminación, y el mantenimiento y pertinente desarrollo del edificio del Reino. Desde entonces Jesús somos nosotros. Para llevar a cabo tan vital tarea, el mejor aparejo nos lo brinda el Papa Francisco en la Evangelii Gaudium: “Redescubrir la Iglesia y la alegria de ser cristianos”.

En su homilia del pasado Jueves Santo indicó a los sacerdotes que no pueden ser “pastores con cara de vinagre, quejosos ni, lo que es peor, pastores aburridos”. Y reiteró la necesidad que tiene la sociedad de pastores “con olor a oveja” y “sonrisa de padre”. Que no tienen nada que ver con esos “que huelen a perfume caro y te miran de lejos desde arriba”. Con similar talante no es posible dar vida alguna a las ovejas.

Colaborar en la misión de que todos tengan vida y la tengan en abundancia es tarea que a todos nos afecta. Un extraño concierto de ideas sembradas en surcos terrenales que debiera ser forma de vida para todos.

 

LA ALONDRA: UNA MANERA DE PENSAR

Soñé también que alondra era
sobre la era de un pueblo en La Ribera
castellano-leonesa del Bernesga.

Un punto allá en el cielo,
bendiciendo trigales con sus versos.

Los labriegos buscaban su cantar
y su figura en las alturas.

Mas sólo la veían las miradas
comprometidas con lo que cantaba.

……………………….

Admirados un día se quedaron
todos los del pueblo.

Se anunciaba:
“El Búho y la Alondra darán juntos
un extraño concierto”.

Se reunieron todos en la era,
que era un comunal espacio.

Actuaban el Búho Soliloquio
y la Alondra  del pueblo ribereño.

Entonaron celestiales ideas
sembradas en besanas terrenales.

Les escucharon todos y aplaudieron,
porque lo que cantaron
¡era Forma de Vida para Todos!

También estaba Dios en el teatro.

(SOLILOQUIOS, Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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El buen pastor da la vida por las ovejas. Tú das tu vida por mí.

Domingo, 25 de abril de 2021
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catedral-del-buen-pastorDOMINGO 4º PASCUA (B)

Jn 10, 11-18

En las democracias actuales, podría parecer que los líderes, jefes y dirigentes actúan en favor de los pueblos, pues no se imponen como si fueran imprescindibles para la comunidad sino que son elegidos. Mas el asunto es algo más complejo. A lo largo de la historia se constata que las actitudes de éstos, inspiradas casi siempre en la voluntad de poder y de dominio, se van alejando paulatinamente de los principios fundamentales del Bien Común general y la convivencia respetuosa. ¿No son éstos capaces de llegar a acuerdos y recuperar el diálogo social que benefician mayormente a las personas que viven y trabajan en un mismo país?

También en la Iglesia se corre este riesgo, es decir, que los servidores se conviertan en gobernadores y que el trabajo pastoral se confunda con el ejercicio de un poder. Francisco insiste en que no se puede poner un beneficio particular o propio por encima del bien común, y la Doctrina Social nos recuerda sus dos pilares: la dignidad de la persona y el bien común. Pero, lamentablemente, no parece que vayamos por este camino. Ni en la sociedad civil ni en la Iglesia.

La actitud de Jesús en cuanto Pastor, nunca se acaba de aprender. El líder verdadero o el pastor bueno es el que sabe dejar de serlo en beneficio del pueblo. De hecho, da la vida por él, por los demás; no es buen pastor aquel que manipula o vive a costa del rebaño sembrando la división o el odio e incluso entrando en abierta confrontación con otros pastores  para conservar su liderazgo, sus votos. El verdadero dirigente ayuda a que la comunidad sea capaz de afrontar responsablemente su propio destino. Jesús, el Buen Pastor, alienta, exhorta y sostiene al ser humano para que se haga pastor de su propia vida, en solidaridad con los demás, con sus hermanos, e incluso con las “ovejas” de otros rediles.

La autoridad, pues, en la sociedad y en la Iglesia es un servicio comprometido, exigente, no exento de sinsabores y, llegado el caso, expuesto a dar la vida en defensa de la comunidad, de los hombres y mujeres que integran el pueblo de Dios, con sus luces y sus sombras. Jesús encarna el modelo ideal, único de Pastor. Hemos oído hasta la saciedad, que los pastores en la Iglesia son los sacerdotes y obispos y el resto del pueblo, ovejas, borregos. Nada más lejos de lo que nos quiere decir el texto evangélico. Todos somos ovejas del mismo y Único Pastor. Jesús da la vida, es decir, se arriesga, se ofrece él mismo y se implica, desde el inicio de su vida pública, en la liberación y el servicio a los demás, especialmente a los más vulnerables. Se desvive por todos y esa entrega, por amor, se manifiesta día a día.

El vínculo íntimo, profundo que se da entre Cristo resucitado, oculto, y la persona, objeto de su entrega y su amor incondicional, es el conocimiento mutuo que va haciéndose cada vez más perfecto e intenso en virtud del Espíritu que habita en cada ser humano. Y ese vínculo de amor no puede tener otro fin que el llegar a hacerse UNO como el Padre y el Hijo son UNO.

Los lobos, ladrones y oportunistas están al acecho de las almas-ovejas que, distraídas en enredos mentales o ídolos engañosos, no se prestan a escuchar la voz del Pastor, de la Verdad. Mas, llegada su hora, también éstas serán atraídas hacia el Amor, destino final de todas las almas-ovejas.

La división de los cristianos en rebaños diferentes y antagónicos se debe en parte a planteamientos interesados y egoístas por parte de algunos “pastores”. El verdadero centro del ecumenismo o, mejor, del panenteísmo será el compromiso decidido a favor del “rebaño”, como quiera que se llame. (“La creencia de que el Ser de Dios influye y penetra todo el universo, de tal modo que cada parte de éste existe en Él, pero este Ser es más que, y no se agota en, el universo“. Es un modelo de relación libre, recíproca: Dios en el mundo y el mundo en Dios, al tiempo que cada uno sigue siendo distinto. La relación es mutua, aunque las diferencias existen y son respetadas. La absoluta diferencia entre Creador y creatura queda envuelta y abrazada por Dios, que es todo en todo).

La condición de Hijo/a de Dios es gratuitamente ofrecida a todo ser humano. Éste, a lo largo de su vida, buscará en su interior el camino que le conduce hacia Él.

Sin duda, todos hemos conocido y conocemos personas que se han des-vivido y han amado “hasta el extremo”, dándonos ejemplo y enseñándonos que, aun con las limitaciones humanas, es posible darse con generosidad, amar con gratuidad, actuar con valentía, defender lo débil, lo pequeño, lo vulnerable, lo perdido.

Decir hoy Resurrección, significa reconstruir entendimientos, superar desacuerdos, recuperar los sueños rotos, la utopía del ser cristiano, renovar las relaciones humanas, rescatar, a través de diferentes medios, las vidas en peligro, apostar por los crucificados de la historia.

“Creer en la resurrección es un compromiso liberador en el aquí y ahora, haciendo posible una nueva humanidad de justicia y equidad”. “Es, asimismo, liberación de todo tipo de esclavitudes interiores, rencores, xenofobias, supremacismos, odios, ataduras al pasado, miedos, pensamientos tóxicos, preocupación por cosas que no tienen sentido, obsesión por acumular dinero, prestigio y placeres”, como señala atinadamente, Fernando Bermúdez López.

Decir Buen Pastor es escuchar Su Voz, hacernos partícipes de su Presencia viva en medio de nosotros, sin hacer discriminaciones por razón de sexo, raza, etnia, género, estatus social, motivos religiosos, diferencias físicas, políticas, de edad, etc. (Hch 10,34  ss). En definitiva, es creer que así me conoce a mí, con mis sueños y mis desolaciones, con mis talentos y mis limitaciones. ¿Me dejo/nos dejamos cuidar por Él?

¡Shalom!

 

Mª Luisa Paret

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¿Pastores?.

Domingo, 25 de abril de 2021
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jesus-buen-pastorPara la gran mayoría de nuestros contemporáneos, al menos en nuestro ámbito noroccidental, la imagen del pastor resulta anacrónica, cuando no provoca, además, sarpullidos. En el primer caso, porque nos hallamos muy lejos de aquella cultura agrícola y ganadera en la que nació; en el segundo, porque nos chirrían las imágenes que se mueven en la clave de autoridad/sometimiento, y que arrastran, con frecuencia, una historia de dominación.

 En concreto, la imagen del pastor evoca, por sí misma, la de la oveja y el rebaño. Y el contraste entre ambas hace aflorar en la conciencia de muchos la contraposición entre autoritarismo, por un lado, y sumisión y alienación (borreguismo), por otro.

 A partir de la modernidad, la autonomía resulta un valor irrenunciable para el ser humano, que ha hecho suya la denuncia de Kant contra los “tutores” y su llamada a la “mayoría de edad”, expresada en el grito “Sapere aude” (atrévete a conocer por ti mismo).

 Parece indudable que la imagen del “pastor” -como, en otros casos, la del “gurú” o del “maestro”– sirvió de pretexto para justificar abusos de diverso tipo, todos ellos basados en el poder que aquellas mismas imágenes otorgaban.

  La experiencia y el mayor conocimiento de la condición humana nos han hecho ver que también los pastores, gurús y maestros tienen su zona de sombras. Y que el hecho de querer negarlas o disimularlas no logra sino convertirlas en más peligrosas.

 Todos somos maestros y discípulos. Todos nos hallamos en un proceso de aprender. Podemos, sin duda, reconocer a personas que nos ayudan y que despiertan lo mejor de nosotros mismos. Pero no será porque se impongan y se empeñen en conducir nuestro camino, sino porque, siendo humildes y transparentes, nos remiten a nuestro propio “maestro interior”.

 No necesitamos pastores, sino compañeros de camino, acompañantes lúcidos y humildes, compartiendo aquello que a cada cual se nos ha regalado experimentar.

¿Escucho y sigo a mi maestro interior?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Eclesiología de emergencia / Volver al Buen Pastor

Domingo, 25 de abril de 2021
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Yo soy el buen pastor.

         El cuarto domingo de Pascua está centrado en la imagen de Cristo con Buen Pastor. Yo soy el Buen Pastor. (Yo soy la puerta / yo soy el Buen Pastor).

         El evangelio de Juan tiene una gran densidad (concentración) cristológica y por eso uno de los ejes centrales de este evangelio es el “Yo soy”, que San Juan lo emplea en más de treinta ocasiones. Con este “leitmotiv” del “yo soy”, San Juan despliega su visión de Cristo (cristología).

El Evangelio de Juan aplica a Jesús el “Yo Soy el que soy” del AT. Yo soy el pan de vida, yo soy el agua, el camino, la verdad, yo soy la luz, yo soy la resurrección, yo soy rey, o simplemente: “Yo soy” (Cuando veáis al Cristo elevado en la cruz sabréis que “yo soy”, en el prendimiento de Jesús en el Huerto de los Olivos a la pregunta de los soldados: ¿A quién buscáis?, Jesús responde: “Yo soy”, o tras la resurrección, Jesús les dice a los suyos: no tengáis miedo: “soy yo”.

         En el fondo el evangelio de Juan nos ofrece al Jesús que es. Se trata de una alta cristología que recoge la fe del AT sobre la “identidad” de Dios y se la aplica a Jesús: (Éxodo 3, 14: Yo soy el que soy).

         Es una forma elegante, mayestática de decirnos que Cristo es Dios.

Y quien se acerca al que es, a Cristo, termina siendo. Tras la curación del ciego junto al Templo, los fariseos dudan si es el mismo o no. El ciego dice: “soy yo” (Jn 9,9).

         En tiempos, quizás en situaciones personales de crisis de identidad, de desorientación o de noches oscuras, nos hace bien acercarnos al que es, no al que tiene, sino al que es.

         El salmo 22 es un poema al buen Pastor: Él nos guía por valles de tinieblas, Él camina con nosotros, nada temamos…

¿Quién es el pastor que guía y orienta mi vida? ¿Qué ideologías, de qué líderes políticos, eclesiásticos, deportivos, culturales soy “fan”?

El cristiano no tiene más pastor que el Señor.

  1. Unas comunidades sufrientes y una eclesiología de emergencia y curiosa.

         A finales del siglo I, la iglesia naciente, más en concreto: las comunidades de la tradición de san Juan, sufrieron mucho por dos motivos fundamentales:

  1. Por verse expulsados del Templo y del ámbito judío.[1] De ahí que este evangelio hable de otro rebaño, Jesús, buen Pastor saca las ovejas del Templo, las lleva consigo lejos de los asalariados. Estos cristianos, estas comunidades viven unidas a Cristo, al buen pastor.
  2. Por las primeras incrustaciones “espiritualoides” (gnosticismo griego) en el seno del cristianismo. De ahí que San Juan insista en que el Verbo –Jesús- se hizo hombre, carne, (Jn 1,14). Jesús no fue un “dios del olimpo griego). Así como también Juan repite con frecuencia el “permaneced” en lo que os enseñé desde el comienzo” y no nos despistemos con doctrinas extrañas. Muchos cristianos de la tradición joánica marcharon de la iglesia por su pseudo espiritualismo:

Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son delos nuestros. (1Juan 2,19)

Por estas razones, la eclesiología de Juan es muy personalizada y centrada en Cristo.

Juan no emplea categorías comunitarias, todo se centra en Cristo. Así como en San Pablo encontramos categorías comunitarias para hablar de la iglesia: cuerpo, de Cristo, pueblo, esposa de Cristo, templo, etc. En Juan no hay ideas comunitarias sino más bien se centra en Cristo.

En Juan no aparece la idea de pueblo”, pero “uno “-Jesús- tiene que morir por el pueblo: conviene que uno muera por el pueblo (Jn 11,45-56). San Juan no habla en su evangelio del Reino de Dios (solamente una vez en el diálogo con Nicodemo), pero en cambio +hay Rey: Yo soy rey, (Jn 18,38). Yo soy la vid, permaneced unidos a mí, (Jn 15,55).

La eclesiología, el modo de entender la Iglesia de Juan es eminentemente cristológica: permaneced unidos a la vid (Cristo).

Tres breves conclusiones para tiempos de crisis eclesiástica y pandémica:

  1. En todo momento histórico, cultural, social, habremos de acercarnos a Cristo, al que es, para tratar de ser nosotros también hoy. Muchos esquemas teológicos, eclesiásticos, etc. son perfecta y válidamente cambiables. La Iglesia es una, las eclesiologías puede ser –son- diversas.
  1. En tiempos de turbulencias eclesiásticas nos hará bien centrarnos en Cristo: permanecer en la traditio evangélica y eclesial en que hemos crecido y vivido la fe. Cristiano e iglesia son quienes se acercan y siguen al Señor, al que es.

No es lo mismo lo eclesiástico que lo eclesial. A veces el sistema eclesiástico dista mucho del Evangelio y del Buen Pastor.

Vivamos la eclesialidad en comunión con el Señor.

En situaciones (diócesis como la nuestra) en las que no existe comunión (vita communis: vida común) y cada uno va por su cuenta, porque no hay sinodalidad (cada uno camina por donde puede), la terapia, la salida es permanecer unidos al Buen Pastor, que conoce, cuida y ama a sus ovejas.

  1. Por otra parte, la pandemia que estamos atravesando es –por motivos sanitarios- un hábitat poco comunitario. Vivimos más bien aislados, confinados, en una cierta soledad. Apenas si podemos reunirnos en los templos y grupos. Son momentos de vivir en una “eclesiología de emergencia”. Nuestra eclesiología no consiste en calcular bien el “aforo” permitido en el templo, sino en vivir unidos a Cristo nuestro Buen Pastor, que es la vid de donde nos viene la savia. Habremos de vivir la eclesialidad en nuestro interior, unidos al Señor. Entre el Buen Pastor y los cristianos existe una relación personal de conocimiento íntimo, profundo. El Buen Pastor siempre está con nosotros hasta dar la vida por nosotros: Conozco a mis ovejas y las mías me conocen … doy la vida por ellas.
  1. Asalariados, ladrones y “saltaparapetos”.

En el transfondo de esta parábola del Buen pastor está el capítulo 34 de Ezequiel. El profeta hace una crítica fortísima a los falsos pastores de entonces y de ahora:

Habéis explotado y os habéis aprovechado del pueblo (a las ovejas), en vez de ayudarlo.

No habéis cuidado a la enferma ni curado a la que estaba herida: no habéis tornado a la descarriada ni buscado a la perdida; sino que las habéis dominado con violencia y dureza. Las ovejas se han dispersado.

Pero llegará un día en que Yo tomaré a las ovejas y buscaré a las perdidas. Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas. Las recobraré de todos los lugares donde se habían dispersado

Ezequiel vivió en el siglo VI a.C., pero parece que las cosas se repiten en la historia. ¿Cuidamos hoy de las ovejas enfermas y débiles? (Sanidad). ¿Ayudamos a las ovejas perdidas? (Educación). La situación que critica Ezequiel la vemos y vivimos todos los días. Es triste, doloroso cuando esas cosas se hacen con los más pobres y débiles de la tierra.

¡Qué mal suena expresión asalariados! (al menos suena mal en el sentido en el que el evangelio usa esta palabra). Asalariados de las ideologías, de las grandes cadenas informativas: prensa, radio, tv., asalariados y “carreristas” en el mundo eclesiástico.

La primera carta de Pedro dice:

Quiero aconsejar ahora a los responsables de vuestras comunidades, yo que comparto con ellos ese mismo ministerio y soy testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe ya de la gloria que ha de revelarse: Cuidad de las ovejas de Dios que os han sido confiadas; hacedlo de buena voluntad, como Dios quiere, y no a la fuerza o por ambición de dinero. Realizad vuestro trabajo de buena gana, no como déspotas con quienes están a vuestro cuidado, sino procurando ser un ejemplo para ellos. (1Pedro 5,1-3)

  1. Somos pastores.

Por una cierta analogía podemos pensar que estamos llamados a ser pastores en la vida y hemos de procurar hacerlo lo mejor posible y con responsabilidad, no sea que nos convirtamos en asalariados que trabajamos por el dinero y no por la noble tarea de cuidar del rebaño, del pueblo, de la comunidad cristiana:

  • Los padres de familia son pastores de sus hijos, de su familia. Los hermanos mayores tiene casi espontáneamente una misión de ser guías de sus hermanos. (¡Cuidado con ser Caín y Abel o con vender al hermano menor: José!). Hay que cuidar mucho los primeros valores: acogida, amor, -los padres son quienes transmiten la bondad y la vida del Buen Pastor- criterios de educación, trabajo, los estilos -esquemas- de vida, el diálogo sobre todo a ciertas edades: la acogida de la vida inicial, la adolescencia, la elección del centro de estudios, la formación humanista, en nuestro caso, la formación cristiana.
  • Los profesores en el mundo educativo son guías que orientan a los niños, jóvenes. Tener 20 ó 30 niños o jóvenes en un aula y durante tantas horas y años supone una gran responsabilidad de los padres y de los profesores. Un niño abandonado a su suerte, está perdido. ¿Y unos niños, unas generaciones abandonados a los planes educativos actuales?
  • Un buen médico es un buen pastor y no solamente porque sea científicamente competente, sino porque un buen médico enseña a vivir.
  • Los psiquiatras, los psicólogos, un abogado sensato, etc. son auténticos pastores.
  • Pastores en la Iglesia. Aquellos que tienen responsabilidades en la Iglesia son también pastores de la comunidad cristiana, y no “gobernadores civiles”, lo cual constituye una gran tarea personal, moral, de formación, de servicio
  • Los medios de comunicación: periodistas y “tertulianos”, internet son también pastores de la sociedad. Al fin y al cabo los medios de comunicación (quizás más que la misma Universidad) son el nuevo Sinaí o el nuevo ágora del siglo XXI. Sobre todo hoy en día una sociedad funciona y se rige por los criterios que dictan los medios de comunicación. Los valores, los estilos de vida, las pautas de comportamiento de los grupos humanos son los que emiten las cadenas de televisión.
  1. Gracias a los pastores de nuestra vida.

         Este domingo del Buen Pastor puede ser una buena ocasión para dar gracias a Dios por los “buenos pastores” que hemos tenido en la vida. Un recuerdo agradecido a nuestros padres, a nuestros hermanos, algún sacerdote que nos encauzó en la vida, algún médico, psicólogo que nos descubrió facetas de nuestra personalidad y nos enseñó a vivir, algún compañero o amigo que nos acogió, quizás nos guio, algún profesor que nos enseñó más que “cosas”, nos enseñó con su testimonio a trabajar a vivir.

  1. Volver al Buen Pastor.

         Posiblemente estemos en un momento en el que nos es urgente volver a la fuente de la vida, al Buen Pastor. Quizás nos estamos perdiendo en mantener cuadros eclesiásticos, cuando lo que importa es vivir unidos a la Vida, seguir al Buen Pastor, pues de Él nos viene el agua, la vida, la verdad, la paz.

Andabais descarriados como ovejas,

pero ahora habéis vuelto al Pastor y Guardián de vuestras vidas.

(1Ped 2,25)

[1] Tras la destrucción de Jerusalén y el Templo por parte de Roma (Tito – Pompeyo) en el año 70 d.C, los judíos celebraron una gran reunión en Yamnia (actual Jafa). Se le denomina el concilio o asamblea de Yamnia y en esta reunión acordaron principalmente dos cosas: fijar el canon de los libros que constituyen el AT y la expulsión de los seguidores de Jesús (Iglesia) del ámbito judío.  Es el caso de las comunidades de Juan.

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“El hombre del cántaro”

Lunes, 29 de marzo de 2021
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@face787856Un texto que ya habíamos publicado en Cristianos Gays pero que volvemos a publicar porque es precioso y porque el pasado domingo volvíamos a ver aparecer a este misterioso personaje. Lo recogemos de Atrio

El primer personaje del evangelio que sale del armario.

Nos dice el autor que dedica este artículo al grupo de personas gays a quienes las iglesias cristianas deben una reparación por haberlas denostado por siglos. Salvador Santos, autor de “Un paso, un mundo”, es especialista en exégesis de Marcos, discípulo y colaborador de Juan Mateos. Hoy empieza una colaboración en ATRIO, que espero sea muy duradera y provechosa. 

Hay personajes del evangelio cuya notoriedad ha sobrepasado los márgenes del texto donde se recogen sus actuaciones. Son figuras históricas o virtuales de rango universal, tales como Lázaro, la Hemorroísa, la Samaritana, Jairo, María Magdalena, Pedro, Zaqueo… Junto a estos actores de primera fila, otros, sin rostro, ni protagonismo residen arrinconados en los estantes menos visibles del relato evangélico. Uno de los más desconocidos es el Hombre del Cántaro.

El Hombre del Cántaro pasa inadvertido la mar de las veces. Su paso por la escena es visto y no visto. Una aparición tan efímera en el texto explica que los lectores apenas nos hayamos fijado en él a pesar de que le nombran dos de los tres primeros evangelios. Para indagar en su identidad y estar al tanto del papel que desempeña seguimos la lectura de Marcos, la fuente principal:

12. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron sus discípulos:

-¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
13. Él envió a dos de sus discípulos diciéndoles:

-Id a la ciudad, os encontraréis con un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, 14. y donde entre decidle al dueño:

-“El Maestro pregunta: ¿Dónde está mi aposento, donde voy a celebrar la cena de Pascua con mis discípulos?”.

-15. Él os mostrará una sala en alto, grande, alfombrada, dispuesta; preparádnosla allí.

-16. Salieron los discípulos, llegaron a la ciudad, encontraron las cosas como les había dicho y prepararon la cena de Pascua. (Mc 14, 12-16).

  • 12. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual

La narración comienza con dos datos temporales contradictorios. Las dos fiestas, la de la Pascua y la de los Panes Ázimos (mazzots), coincidían en su fecha de celebración por razón de que rememoraban un único acontecimiento, la liberación de la esclavitud en Egipto. Pascua y Ázimos comenzaban al iniciarse el día 15 de nisán, es decir, al anochecer del 14, según el modo judío de contar el día: de puesta a puesta de sol. El cordero, elegido el día 10, debía ser macho, de un año y sin mancha ni defecto. Se sacrificaba en el recinto del templo entre las 2,30 y las 5,30 del mediodía del 14. Nadie salvo un no judío desconocedor absoluto de las fiestas podría afirmar, como hace aquí Marcos, que el cordero pascual se sacrificaba el día primero de los Ázimos.

 Marcos conocía a la perfección cada momento de las fiestas. Anteriormente había dado cuenta de su cercanía (14,1). ¿Por qué, entonces, esa incongruencia tan evidente y manifiesta? Los muchos intentos por explicarla no resultan convincentes. Cabe, pues, pensar en el recurso típicamente suyo de utilizar dos datos temporales contradictorios (1,32; 4,35) como invitación al lector a hacer un alto en la lectura y dirigir su mirada hacia la situación que ha motivado los hechos.

Acerquémonos a ellos: Nuestro autor, Marcos, ha destacado previamente la ansiedad de la aristocracia sacerdotal y de los máximos representantes de la ideología oficial por prender a traición a Jesús con el fin de darle muerte antes del inicio de los festejos (14,1-2). Él disfruta tranquilo en casa de un marginado. En ese escenario una anónima mujer le muestra con un desbordante amor que acepta su proyecto hasta las últimas consecuencias. La entrega de la mujer desata la tensión en los discípulos, que interpretan su gesto como exagerado e inútil (14, 3-8). El grupo de seguidores no sale de sus coordenadas nacionalistas y demuestra una escasa adhesión al proyecto del Galileo. El desacuerdo desemboca en la traición de uno de los Doce. Los dirigentes sacarán partido de las divergencias. Ha fraguado la complicidad y los instintos criminales entran en ebullición (14, 10-11). Los acontecimientos parecen precipitarse.

  • Le dijeron sus discípulos: ¿Donde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?

En medio de esa atmósfera de arrebato, con las fiestas echándose encima, los discípulos toman la iniciativa. Ellos daban por hecho que la celebración de la cena de Pascua al modo tradicional entraba en los planes del Galileo y le urgieron, por tanto, a que determinara el escenario de la capital donde convendría llevarla a cabo. El ambiente festivo, donde la conciencia de pueblo alcanzaba su punto de efervescencia, propiciaba la costumbre de que los habitantes de la ciudad brindaran gratuitamente locales y terrazas de sus domicilios a las decenas de miles de peregrinos venidos a Jerusalén para la ocasión. En cada estancia se reunían por término medio entre diez y veinte comensales.

Llama la atención en la pregunta de los discípulos su sentido restrictivo: a prepararte (lit. para que comas), cuando se esperaría una propuesta en plural (siguiendo la literalidad: para que comamos). ¿Qué se esconde tras esa formulación en singular? El grupo observó la cena de Pascua como la mejor oportunidad para que él aceptara por fin los sagrados ideales mesiánicos trazados en el Antiguo Testamento. No había mejor ocasión para que asumiera el liderazgo de un movimiento popular contra el imperio dominante. Ése debería ser su momento; ésa sería su Cena, la que inauguraría la nueva Pascua. A tal fin los discípulos se ofrecieron como servidores incondicionales.

  • 13. Él envió a dos de sus discípulos diciéndoles: – Id a la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, 14 y donde entre decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está mi aposento, donde voy a celebrar la cena de Pascua con mis discípulos?”.

Pero los planes de Jesús diferían de la estrategia de los discípulos y no respondió directamente a su requerimiento. Antes bien, se hizo cargo de la situación y señaló los pasos a dar.

En primer lugar envió a la ciudad a dos de los discípulos. No se mencionan sus nombres; el número dos lo dice todo. Representan a la sociedad alternativa como en 6,7: “convocó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos”. Se emplea el verbo (ἀποστέλλω) que define una de las características esenciales del grupo: ser emisarios con un encargo de Jesús (Mc 3,14).

La ciudad, centro del poder político, religioso y económico, será el destino de los enviados, pero ni el guión a desarrollar, ni el objetivo a conseguir tendrán que ver con los propósitos de los discípulos. El Galileo no les aportará una dirección precisa, tampoco un itinerario detallado; sí, en cambio, pondrá a su alcance una señal inesperada, dinámica y claramente reconocible cuya estela les conducirá hasta el lugar idóneo. Habrán de coincidir con el Hombre del Cántaro: “os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua”.

El matiz del verbo (ἀπαντάω: “salir al encuentro”), sugiere que la iniciativa corresponde al personaje en cuestión (Lc 17,12). El bullicio en un día tan señalado daba para toparse con un hombre cargando cualquier objeto, pero no un cántaro. El cántaro era recipiente propio de mujeres. Ningún hombre habría tenido la mala ocurrencia de andar por las concurridas calles cargando un cántaro de agua. Además de concentrarse en él, recelosas, todas las miradas, le habrían apedreado sin más. El insólito personaje obliga a los discípulos a dejar atrás sus prejuicios para abandonarse en quien menos confiarían. Las preguntas surgen solas: ¿Quién es ese hombre del cántaro? ¿De dónde ha salido?

Los datos orientan al sentido figurado. Se trata de un ser humano (ἄνθρωπος) con apariencia de hombre y comportamiento de mujer. Persona y cántaro conforman una unidad. Trasladando su completa imagen a nuestra cultura hablaríamos de un hombre vestido con falda y tacones. Su figura responde a la de un afeminado. No importa su procedencia, sino que está allí. Eso no tiene discusión. Y es como es. Su perfil lo dice todo. Este ser humano será el elegido por Jesús para orientar a los discípulos. Su compostura femenina anuncia que ellos han de invertir su manera de mirar la Pascua.

El hombre-mujer, impensable en la mentalidad judía, rompe los esquemas ideológicos de los enviados. Precisamente eso pretendió el Galileo acudiendo a él como figura representativa, subvertir en el grupo de discípulos unos valores alineados con la violencia nacionalista. Iban descaminados los que subestimaron el gesto de la mujer del perfume. Aquella mujer apuntaba en la buena dirección con su actitud comprometida a amar sin límites hasta entregar la propia vida en favor de los más débiles.

El hombre del cántaro quiebra el orden establecido como natural. Su sola presencia advierte a los enviados de la invalidez de sus códigos de conducta. Sin él, los discípulos carecen de rumbo y destino seguros. El hombre del cántaro les saldrá al paso como la única garantía de hallar lo que buscan. Ellos habrán de trocar ante él sus esquemas mentales. El afeminado aparece en el texto como modelo de discípulo advirtiendo que la sociedad alternativa no se distinguirá por sus privilegios, sino por el insustituible servicio de marcar la ruta hasta el escenario donde se celebrará la definitiva libertad.

La escueta consigna a los enviados no admite dudas: “Seguidlo”. La expresión formada por el verbo (ἀκολουθέω: “seguir”) acompañado de pronombre se usa casi siempre en Marcos para indicar el seguimiento a Jesús (1,18; 2,14.15; 6,1; 8,34; 9,38; 10,21.28.32.52; 11,9; 14,54; 15,41). El del cántaro se convierte así en el guía ideal para los discípulos. Hace las veces de Jesús, que se ha identificado con él depositando en el afeminado su absoluta confianza. El hombre-mujer ocupará su lugar y dirigirá a los enviados hacia su destino. Gracias al Galileo, un personaje insignificante ha pasado a ocupar el papel de protagonista. La imagen afeminada del hombre del cántaro en posición tan destacada pudo generar escándalo entre lectores de procedencia judía, lo que explicaría que, en su relato, Mateo suprimiera de un plumazo al personaje y, con ello, su labor de encaminar a los discípulos hasta la casa: “Id a la ciudad, a casa de Fulano…” (Mt 26,18).

 Él tiene allí las puertas abiertas: “donde entre”. El hombre del cántaro no necesita salvoconducto, pertenece a los de la casa. Una vez en ella, el “dueño” pasa a ser el interlocutor válido para los discípulos. El término (οἰκοδεσπότης “dueño de la casa”), sólo utilizado en los tres primeros evangelios, aparece en Marcos esta única vez. Mateo y Lucas lo usan en algunas metáforas y parábolas refiriéndolo a Dios (Mt 13, 27; 20,1.11; 21,33; Lc 14, 21). En otros lugares, Jesús lo utiliza aplicándoselo a sí mismo (Mt 10,25; Lc 13,25).

El dueño de la casa se muestra en este contexto como sujeto en connivencia con el Galileo. El dispone y da acceso al escenario definitivo, el que acogerá a la sociedad del Reino en su momento más crucial. El texto deja suponer que su función se limitará a escuchar y a mostrar el espacio reservado. Sólo a él prestarán atención los discípulos, cuya función se circunscribe a ser fieles transmisores del mensaje del Galileo, al que Marcos presenta dominando en todo momento la situación. Por eso, Jesús les traslada en primera persona la pregunta que ellos deberán plantear con exactitud al dueño de la casa: “¿Dónde está mi aposento…?”, aunque para introducirla, habla de si mismo en tercera persona: “El Maestro pregunta”.

La introducción “El Maestro pregunta” sirve de contraseña al dueño de la casa. Es la única vez en Marcos que Jesús se autodenomina maestro (ὁ διδάσκαλος); asimismo también en esta sola ocasión el evangelista escribe el término con artículo. El dueño de la casa no reconocerá a otro maestro distinto a Jesús. Los discípulos tendrán acceso a la estancia únicamente presentándose como seguidores suyos. Es la aceptación de su proyecto lo que permite el libre acceso al interior de la casa. Los discípulos se verán obligados a dejar atrás sus estrategias y sus objetivos.

Con su interrogante, el Maestro no reclama saber, sino enseñar a los enviados. Son los discípulos quienes deberán mostrar disposición al aprendizaje. Preguntarán por un lugar (¿Dónde…?) respecto al que Jesús conoce bien la respuesta. Él persigue que sus enviados sean llevados hasta el escenario que buscan y puedan observarlo. El término empleado para hablar de ese espacio: “aposento” (κατάλυμά), no utilizado en Marcos salvo en esta ocasión, tiene el sentido de albergue que invita al descanso tras un largo trayecto. Habla de un lugar concreto, reservado y exclusivo para él (“mi aposento”), acordado de antemano y con unas condiciones especiales para el uso al que se destina. En contraposición al sentido restrictivo del planteamiento inicial de los discípulos: “a prepararte…”, el Galileo ensancha las miras y prevé un escenario abierto a la totalidad de sus seguidores: “voy a celebrar la cena de Pascua con mis discípulos”.

  • 15. El os mostrará una sala en alto, grande, alfombrada, dispuesta; preparádnosla allí.

Las indicaciones dadas a los enviados incluyen las características de la estancia que el dueño les enseñará. A ellos incumbe cotejarlas con las condiciones que ellos conocen de antemano. Las cuatro marcas que definen el local están descritas con absoluta sobriedad. De ese modo, concentran la atención sobre ellas y preparan la mente respecto a los hechos que tendrán lugar en el citado espacio.

Se trata de una “sala en alto”. Este término (ἀνάγαιον; etimológicamente por encima de la tierra; opuesto a κατάγαιον: subterráneo), presente únicamente aquí y en el lugar paralelo de Lucas (Lc 22,12), apunta a la idea de que el escenario de la cena supera los propósitos nacionalistas del colectivo de seguidores. “Grande” (μέγα) sugiere desahogo, apertura y gran capacidad para albergar a un amplio universo de adheridos al proyecto. “Alfombrada” (ἐστρωμένον: participio perfecto pasivo de στρώννυμι: “extender” [una alfombra], “tapizar”) habla de un sitio acogedor, relajado, idóneo para la libertad (sólo los esclavos comían de pie). Y por último, “dispuesta” (ἕτοιμον), asegura reunir condiciones que, además de excelentes, son definitivas. No caben modificaciones en la sala; se halla en su punto para disponer de ella. Quedan únicamente los preparativos propios de la cena a los que los discípulos hicieron alusión: “a prepararte”. Las instrucciones del Galileo se han completado.

  • 16. Salieron los discípulos, llegaron a la ciudad, encontraron las cosas como les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

El relato termina dando cuenta del cumplimiento del encargo por parte de los enviados, de la exactitud con que lo llevaron a efecto y de la preparación de la Cena de Pascua. Marcos no se interesó en los pormenores de los preparativos, que no eran pocos: sacrificar el cordero en el templo, elaborar los panes sin levadura, hacer la ensalada, preparar la mesa para todos los comensales, colocación de los accesorios), sí, en cambio, trabajó con extremo cuidado las coordenadas en las que encuadrar una cena que de ningún modo coincidirá con las ambiciones de los discípulos.

El dueño de la casa admitirá exclusivamente las instrucciones del Maestro. A ellas se ceñirán también los discípulos (término usado en cuatro ocasiones señalando su sentido universal). El Galileo marcará las pautas a seguir. El papel de guía lo desempeñará el hombre del cántaro, el primer personaje del evangelio salido del armario

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Gerardo Villar: Signos para una Cuaresma.

Lunes, 1 de marzo de 2021
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129396_miercoles_ceniza_2020_filipinas_640Vengo de recibir y celebrar la ceniza. Y me ha resultado un tanto frío. Yo creo que podemos celebrar con gestos más vivos, más activos. Y de mayor optimismo.

Más que ceniza, yo pondría un gran brasero donde vayamos echando cosas para quemar que den luz y calor. Acciones que a lo largo de la cuaresma van a ser positivas para iluminar la vida. ¿Qué podemos hacer para las personas entristecidas por el Covid o por otros problemas de la vida? De ahí brota la ceniza.

Una biblia: como compromiso y camino a recorrer. Sería bueno el leer los cuatro evangelios a lo largo de los cuarenta días.

Colonia: buen olor. Ya nos lo indica Jesús en el evangelio. Como expresión de la alegría de que Dios nos ama y lo celebramos en la experiencia de la vida. He utilizado este símbolo durante varios años y nos pone en pista de conversión a la Presencia del Reino en nuestras vidas.

Alimentos. Y quizás para empezar: dulces que podamos llevar a alguna persona mayor, o sola o enferma. O con un compromiso de compartir día a día nuestra vida con los necesitados. Igual es bueno hacer una lista de posibles ayudas a personas que sufren y por lo menos, intentar que estén felices.

Me gustaría hacer y vivir una cuaresma de alegría y esperanza. Que para nieblas y obscuridad ya llevamos un año seguido. Y aún los signos aparentemente más serios, pueden estar llenos de expresividad. Tierra y agua, hacen barro. Con él podemos marcarnos la frente y recordar nuestro ser polvo resucitado.

Y en lugar del salmo 50, como Leitmotiv de esta temporada, el salmo 8, cantando las grandezas de Dios, aún a pesar de la pandemia. Cambiar las tornas a nuestros sentimientos.

Una mascarilla: signo de nuestro silencio orante o de nuestro hablar con las demás personas que se purifica.

Un gel: Para limpiar nuestras manos y si puede ser, purificar nuestro corazón. Que sanemos todo lo que toquemos. Y que, como nos dice el papa Francisco, dediquemos la cuaresma a sanar y cuidar los cuerpos y las almas de los sufrientes.

Y el gran sigo: el Cirio Pascual: Jesús, Luz que ilumina nuestras vidas y nuestras realidades y que es nuestra seguridad ahora y en la plenitud.

Tenemos signos que representan y llevan en sí nuestras vidas y experiencias de toda esta época cuaresmal. Así nuestras celebraciones serán vivas y expresión de nuestras vidas, sentimientos y acciones.

Ya sé que no conozco lo que me va a tocar vivir, pero que mi ánimo vaya impregnado en la alabanza, la confianza y la vivencia en Dios mi Salvador.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Aunque lo ponga en la Biblia”, por Carlos Osma

Viernes, 19 de febrero de 2021
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A closeup shot of a surprised child holding the bible with a black background Leído en su blog Homoprotestantes:

El teólogo Manuel Villalobos en una entrevista que le realicé hace unos meses dejó caer una frase que me descolocó: «La Biblia no dice nada». Para quienes hemos sido educados en entornos donde se enseñaba que la Biblia lo dice todo, el axioma de Villalobos podría ser demoledor. Tengo que reconocer que en mi caso no lo fue, hace años que siento cierta predilección por personas cuyas acciones y opiniones me invitan a replantearme los fundamentos sobre los que se sustenta mi fe. Así que, después del primer aturdimiento tras leer las palabras de Villalobos, me pregunté qué lugar ocupa la Biblia en mi forma de entender y vivir la fe cristiana.

Si soy sincero diré, que cuando escucho a alguien afirmar que cree en algo porque lo pone en la Biblia, pienso que está mintiendo. Nadie puede creer que Jesús es el camino, la verdad y la vida, porque lo ponga en el Evangelio de Juan. O condenar las relaciones homosexuales porque supuestamente así lo prescribe el libro del Levítico. No, no me trago a quienes gritan a los cuatro vientos que se sienten amadas por dios porque los evangelios así lo enseñan, ni a los que se oponen al aborto porque lo condena un versículo de no sé que capítulo de la Biblia. Decidir sin razón alguna, que un conjunto de libros escritos hace milenios son la norma bajo la que guiarás tu comportamiento, y juzgarás el de los demás, me parece tan absurdo como creer que las personas nacidas el treinta de marzo tienen una energía envidiable porque son Aries. Detrás de la importancia, del valor que tiene para nosotros la Biblia, siempre hay una historia y unas motivaciones previas que influyen en cómo la interpretamos y la utilizamos para justificar nuestros posicionamientos.

Lo cierto es que, aunque en los evangelios encontramos a Jesús apelando en varias ocasiones a las Escrituras, no recuerdo que ninguno de sus discípulos y discípulas lo siguieran, dejaran a sus familias, le rogaran un milagro, o reconocieran en él al Mesías, porque lo ponía en la Biblia. Tampoco creo que las parábolas de Jesús, que revelaban como era su Padre celestial, fueran menos importantes que otras de sus enseñanzas porque no las habían citado los Profetas, o no se encontraban en los Escritos ni en el Pentateuco. A decir verdad, quienes más usaban las Escrituras eran los fariseos y maestros de la ley, y lo hacían para tratar de desacreditar a Jesús y proteger sus tradiciones y estructuras socio-religiosas. Las seguidoras y seguidores de Jesús, quienes vieron en él la Palabra de Dios que les interpelaba, eran personas que por diferentes motivos sufrían una opresión y pusieron en él sus esperanzas para liberarse. Así que, si nos ceñimos a lo que encontramos en los evangelios, hay personas que se apropian de la letra de la Biblia para defender sus privilegios, y otras que tratan de seguir la Palabra de Dios para alcanzar la liberación. Para unas la Biblia dice una cosa, y para otras, algo totalmente diferente.

Puede que la hayamos leído por primera vez siendo ya adultos, o por el contrario, que en el babero que nos ponía nuestra madre para darnos la papilla hubiese un corazón enorme alrededor del versículo: Dios es amor. Sea como fuere, no estaría mal que nos planteáramos cuál es el motivo que nos lleva a utilizar la Biblia como guía en nuestra vida. Podría ser por ejemplo, la voluntad de ser fiel a una tradición que nos han trasmitido personas a las que queremos, y pensamos que si las cuestionamos podemos estar traicionándolas. También puede ser, que estemos cómodos con nuestra vida y nuestro entorno, que nos sintamos protegidos en el mundo que conocemos con la interpretación de la Biblia que nos han enseñado, y que tengamos miedo de hacernos preguntas que lo pongan todo patas arriba y nos dejen a la intemperie. O por el contrario, que hayamos sufrido carencias afectivas en la infancia y necesitemos una comunidad que nos dé el calor que nos ha faltado, por lo que estamos dispuestos a creernos lo que haga falta para seguir formando parte de ella. Quizás tuvimos algún tipo de adicción cuándo éramos jóvenes, o llegamos a sentirnos perdidos en algún momento, y ahora buscamos personas que nos guíen y límites que nos digan lo que debemos hacer. Podría añadir aquí mil motivos más que en mayor o menor medida condicionan nuestras lecturas, le dejo a cada lectora y lector que reflexione sobre los suyos -puede compartirlos en los comentarios, si quiere-; pero para acabar indicaré uno que me parece el más peligroso, y es el de aquellas personas que por alguna razón se han sentido ninguneadas, maltratadas, humilladas, y ahora sienten la necesidad de conseguir algún tipo de poder para controlar a otras personas, escondiéndose tras absolutos que nadie pueda rebatir. Y no hay mayor absoluto que lo que dios pueda decir, ni mayor poder que ser su humilde mensajero.

La Biblia no dice nada, y permite cualquier tipo de interpretación a partir de las motivaciones y experiencias previas de quien la interpreta. Además, a la gente es fácil conocerla por las lecturas que de ella hace, y cuanto más esconden sus condicionamientos tratando de imponerlas como verdaderas, más hacen el ridículo. Mi interpretación de los textos bíblicos nace -sobre todo- de una experiencia que va de la opresión a la liberación. Y la Biblia, o más bien, las interpretaciones que de ella se hacen, me resultan significativas, me interpelan, me cuestionan, me invitan a modificar la forma en la que vivo y me relaciono con los demás, si son liberadoras. El resto de lecturas y visiones que se apoyan en los textos bíblicos para oprimir a la gente, para controlarla, para hacerla sufrir en nombre de dios, para humillarla, para decirle lo que debe hacer… pues no me interesan, porque están basadas en las experiencias opresivas de quienes las hacen, no en la convicción de que el mensaje de Jesús es liberador. O mejor dicho, en la experiencia real y tangible de que el mensaje de Jesús se traduce en vida. Por eso, tampoco las impecables disquisiciones, las hermosas construcciones teológicas que generan debates infinitos, pero no tienen ninguna conexión con la realidad palpable, me aportan gran cosa.

Todas las lecturas tienen los límites propios que le imponen las motivaciones que las generan, no hay interpretaciones perfectas ni definitivas, y desde esa convicción nace el diálogo, el intercambio de perspectivas que a todas y todos nos pueden enriquecer y ayudar en nuestro día a día, que de eso se trata. Pero de las interpretaciones que lo que persiguen es deshumanizarnos hay que alejarse, no importa si son las ortodoxas, si son las que más venden, las verdaderas, o las que más seguidores tienen. Por respeto a la Biblia, o lo que es más importante, por respeto a los demás y a nosotros mismos, si de verdad creemos que dios puede decirnos algo a través de ella, hay que crear, imaginar, soñar interpretaciones que puedan ser llevadas a la práctica para que el dios liberador se haga presente entre nosotras. En mi opinión, solo ese tipo de interpretaciones son fieles al mensaje de Jesús, el resto son rehenes de otros intereses: aunque lo ponga en la Biblia.

Carlos Osma

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Good bye Donald Trump; Hello Joe Biden

Jueves, 21 de enero de 2021
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Biden-Harris-misa_2306779366_15255044_660x371Biden conforma el gabinete con mayor número de católicos de la historia de EE.UU.

Los líderes republicanos dejan solo a Trump en su despedida para ir a misa con el demócrata

Donald Trump indulta ‘preventivamente’ a Steve Bannon, quien seguirá ejerciendo como ariete, junto a Viganò, de los sectores más radicales de la Iglesia católica estadounidense, que ha recibido a Biden con críticas por su postura sobre el aborto o la diversidad

La misa, que se celebra en la catedral de San Mateo, servirá para homenajear, de nuevo, a las víctimas del coronavirus, como ya se hicieron anoche, en un acto presidido por el cardenal Wilton Gregory. Otro jesuita, Leo O’Donovan, ex rector de Georgetown, se encargará de la bendición durante la investidura

Es el gabinete más ‘católico’ de la historia de Estados Unidos. Aproximadamente un tercio de los miembros del gabinete de Joe Biden son católicos, algo que no ha pasado jamás. Y es que el líder demócrata ha querido que se nota su impronta desde el principio.

Tanto es así, que Biden ha querido comenzar su mandato con una ‘misa de la unidad’, presidida por el jesuita Kevin O’Brien, rector de la universidad de Santa Clara, a la que han asistido la práctica totalidad de los líderes republicanos en el Congreso y la Cámara de Representantes, en lo que supone un manotazo póstumo al presidente saliente Trump. Ninguno de los grandes líderes han querido acompañar al presidente en su salida.

La misa, que se celebra en la catedral de San Mateo, servirá para homenajear, de nuevo, a las víctimas del coronavirus, como ya se hicieron anoche, en un acto presidido por el cardenal Wilton Gregory. Otro jesuita, Leo O’Donovan, ex rector de Georgetown, se encargará de la bendición durante la investidura.

“Nunca ha habido una administración más católica en la historia de EE.UU., señaló al NCR Steven Millies, director del Centro Bernardin de la Unión Teológica Católica en Chicago.

Mientras tanto Donald Trump llegó solo a la base aérea de Andrews, donde se despidió (no acudirá a la investidura de su sucesor). Poco antes, se conoció la batería de indultos que el futuro ex presidente de EEUU ha firmado antes de abandonar su cargo. Entre ellos, la de su ex asesor Steve Bannon, quien seguirá ejerciendo como ariete, junto a Viganò, de los sectores más radicales de la Iglesia católica estadounidense, que ha recibido a Biden con críticas por su postura sobre el aborto o la diversidad.

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Así fue el juramento de Joe Biden como segundo presidente católico de los Estados Unidos

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El jesuita Leo O’Donovan director espiritual del líder demócrata y ex rector de Georgetown, fueel encargado de bendecir la ceremonia de investidura en un Capitolio tomado por el ejército

Joe Biden juró su cargo con una Biblia de su familia; Kamala Harris lo hizo con dos Biblias

Poner una mano sobre una Biblia al prestar juramento fue una tradición iniciada por el primer presidente, George Washington. Theodore Roosevelt y John Quincy Adams no usaron una Biblia en sus ceremonias

En Estados Unidos no se plantean si debe haber o no símbolos religiosos en las tomas de posesión de cargos públicos. Es más: cada cargo electo jura ante la Biblia en un acto público. Toda una tradición, aunque no está incluida en la Constitución, que Joe Biden, católico practicante, ha preparado hasta el más mínimo detalle de cara a su investidura como presidente de EEUU, este miércoles en un Capitolio tomado por el ejército.

Así, Biden, quien ha encargado la bendición tras la oración inicial de la ceremonia al jesuita Leo O’Donovan, ex rector de la universidad de Georgetown y director espiritual de toda la familia (ya presidió el funeral de su hijo mayor, y ha acompañado a los Biden desde hace décadas), también portará su propia Biblia para el juramento presidencial.

Se trata de un libro muy particular: una Biblia familiar, en posesión de los Biden desde 1893, que ha acompañado al presidente electo durante todas sus etapas políticas. Ha jurado sus cargos, siempre, ante ella, desde 1973. Un ejemplar voluminoso, que mide casi 13 centímetros de ancho (5 pulgadas), con una cruz celta en el lomo.

Por su parte, Kamala Harris jurará su cargo con la ayuda de la jueza Sonia Sotomayor, la primera magistrada hispana del Tribunal Supremo estadounidense. La primera mujer vicepresidenta de Estados Unidos, además de la primera mujer de raza negra y raíces asiáticas que llegará a la Casa Blanca, pondrá la mano encima de dos Biblias

La primera que usará perteneció a una amiga de la familia de Harris, Regina Shelton; y la segunda fue propiedad del fallecido juez Thurgood Marshall, el primer afroamericano que formó parte del Tribunal Supremo y es uno de los grandes referentes de la vicepresidenta electa.

Éste es el juramento

“Juro (o afirmo) solemnemente que desempeñaré fielmente el cargo de Presidente de los Estados Unidos y que, en la medida de mis posibilidades, preservaré, protegeré y defenderé la Constitución de los Estados Unidos”.

Los Padres Fundadores nunca establecieron jurar sobre una Biblia como requisito. De hecho, Estados Unidos se fundó como una nación con libertad religiosa y el Artículo VI constitucional dice:

“Nunca se requerirá ninguna prueba religiosa como calificación para cualquier cargo o confianza pública de los Estados Unidos”. 

Poner una mano sobre una Biblia al prestar juramento fue una tradición iniciada por el primer presidente, George Washington. Theodore Roosevelt y John Quincy Adams no usaron una Biblia en sus ceremonias.

Fuente Religión Digital

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Pikaza: “Por oponerse a la violencia organizada de sacerdotes y escribas, terratenientes y soldados, mataron a Jesús”

Sábado, 12 de diciembre de 2020
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unnamedLa Violencia en la Biblia, eje del último número de Reseña Bíblica

Reseña Bíblica ha dedicado el último número a la violencia en la Biblia, y he colaborado con una reflexión sobre la Violencia Verbal de Jesús, que recojo aquí con ligeras modificaciones.  

Jesús dijo: “No he venido a daros paz, sino una espada nueva, para que luchéis vosotros mismos contra la violencia” (cf. Mt 10, 34-36). De esa espada de paz que vence a la violencia tratan los evangelios sinópticos (en una línea distinta a la que indica el Jesús de Miguel Ángel en la Cap. Sixtina, donde la violencia parece más de condena que de transformación al servicio de la paz  más alta, que vence a la violencia sin violencia).

Violencia verbal de Jesús en los Evangelios sinópticos: Reseña Bíblica 108 (2020) 44-53

            En el principio de  las guerras está la violencia verbal, una palabra que miente, deforma y destruye, y para superarla debemos recrear la palabra, pasando de la violencia a la comunicación creadora de vida. Desde ese fondo interpreto la palabra de Jesús según los evangelios. Por oponerse a la violencia organizada de sacerdotes y escribas, terratenientes y soldados, le mataron. Por haber arriesgado su vida al servicio de todos, empezando por los excluidos del sistema sigue vivo, está resucitado entre nosotros.

Introducción. Jesús y la violencia

            Jesús fue un hombre de inmensa anti-violencia verbal, de forma que los poderes dominantes se sintieron amenazados, condenándole a muerte. Pero esa anti-violencia suscitó un proyecto y camino de pacificación universal, en apertura a todos, como mostrarán las reflexiones que siguen.

         Vivió en un mundo regulado y simbolizado por los grandes mitos de violencia original, con un paraíso habitado por la serpiente, Caín y Abel luchando a muerte, los hijos de Dios violadores de mujeres (Gen 6,1‒6) que, según el símbolo antiguo, provocaron el diluvio universal. En aquel contexto surgieron los sacrificios  religiosos,  el intento de construir la gran torre militar torre de Babel, guerreros famosos, imperios opresores (Nínive, Egipto), destrucciones cruzadas entre israelitas y cananeos, ansias de ira, venganza y muerte, con deseos de paz (Shalom), pero también con un gran resentimiento donde parece que la destrucción del otro importa a veces más que el triunfo propio.

            Los israelitas bíblicos se sintieron (se creyeron) elegidos para llevar la paz al mundo, como proclamó Isaías (Is 2, 2‒4: ¡De las espadas forjarán arados!), retomando el símbolo de Abraham a quien la tradición presenta como fuente de bendición para los pueblos del entorno (Gen 12, 1‒3). Pero esa cara de paz iba vinculada a una cruz de fuerte violencia («bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan»), como sigue diciendo la “historia” de la Biblia a través del libro dl éxodo, según es cual Dios libera a los oprimidos de Egipto, pero les obliga de para destruir y/o esclavizar a los cananeos del entorno.

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Aquella elección pacífica y misericordiosa de Israel al servicio de una pretendida paz universal incluía incluye un reverso de exclusión violenta, como pone de relieve el estrato final de la historia israelita, 1‒2 Crónicas, Esdras‒Nehemìas, y de un modo sangrante la legislación de Ex 34, con su cara de misericordia («amor entrañable, gracia, lealtad y firmeza, por mil generaciones…» Ex 34, 6‒7) y su cruz de gran violencia, que se expresa en dos mandamientos fundamentales: Destruir los cultos paganos, matando a sus adoradores y expulsar a las mujeres cananeas (34, 24‒28).

Estos dos mandamientos de opresión socio‒religiosa y de género no lograron imponerse totalmente, a pesar de la rebelión anti‒universalista de los macabeos (167‒160 a. C.) con el estallido apocalíptico de Daniel (siglo II a.C.), pero en su entorno surgieron según Flavio Josefo las “filosofías” dominantes del judaísmo hasta el tiempo de Jesús (fariseos, esenios, saduceos, celotas), definidas básicamente por su forma de responder a la violencia social y religiosa. En ese contexto se sitúa Jesús:    

‒ Nació de artesanos galileos comprometidos con la identidad de Israel y fue discípulo de Juan Bautista, un profeta penitencial, cuyo bautismo recibió, para luego separarse de él, presumiblemente por haber recibido una experiencia distinta de Dios.

‒ Proclamó y preparó la llegada del Reino de Dios en Galilea, como expresión radical de gratuidad, no como resultado de una conversión previa, entre enfermos, pobres y excluidos de su entorno, tanto varones como mujeres.

‒ Supo que Dios se revelaba en personas, no en instituciones como el templo, ni en la ley nacional. En esa línea,  sus “adversarios” no eran los imperios (Roma), ni los gentiles, sino Belcebú, espíritu diabólico de opresión, y Mammón, poder divinizado e impuesto en forma de dinero.

‒ Eligió para su proyecto a pobres, enfermos, “pecadores”, excluidos sociales y personales (a quienes el sistema expulsaba o sometía con violencia), iniciando con ellos una labor de curación, en el sentido de rehabilitación personal y social.

‒ Fue profeta de denuncia creadora, y muchos temieron su “violencia verbal”, primero en Galilea, y luego en Jerusalén donde entró realizando un gesto pacífico de protesta (en contra de celotas judíos e imperiales romanos) y un signo fuerte de condena religiosa (purificación) del, siendo ajusticiado por el prefecto romano (Pilatos) y rechazado por los sacerdotes judíos.

‒ Murió y fue enterrado, pero no volvió como vengador violento de sangre(goel de Dios), como muchos esperaban, pero algunos discípulos y amigos, a partir de  unas mujeres, afirmaron que había resucitado y vivía en ellos de un modo más alto,  abriendo   un camino nuevo de experiencia mesiánica de paz, llamado “iglesia”.

‒ Esos discípulos no empezaron escribiendo la vida de Jesús, sino intentando vivir como él. Pero pasados unos cuarenta años, algunos de ellos o sus sucesores   sintieron la necesidad de fijar por escrito la figura y otra de Jesús, y así escribieron unos evangelios llamados sinópticos por seguir un mismo argumento básico (Marcos, Lucas y Mateo).

      Esos evangelios son manuales de pacificación, en la línea del proyecto de Jesús, desde un fuerte entorno de violencia. La paz que ellos proponen  no es una utopía espiritualista de salida espiritual fuera del mundo, sino un amino de transformación pacificadora del mundo, desde el fondo de su misma violencia, conforme al proyecto y pascua de Jesús, como indicaré ocupándome de Marcos, Lucas y Mateo.

Marcos. Pacificación filial (fraterna) en un mundo que le condena a muerte

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Gonzalo Haya: Año de la Biblia (diciembre). Panorama bíblico.

Sábado, 5 de diciembre de 2020
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Un-hombre-estudia-la-Bibliaestudios-biblicosAl terminar mi relectura de la Biblia vuelvo la vista al panorama que he ido recorriendo y veo la Biblia como el diario de la vida de un pueblo durante más de trece siglos, que ha percibido destellos de lo trascendente y los ha ido expresando y acomodando conforme a los moldes culturales de cada momento, y a su instinto de supervivencia entre los pueblos vecinos.

La Biblia es vida y, como la vida, tiene altibajos y contradicciones. Es poesía y es realismo, es espíritu y es barro, es esperanza y es escepticismo. Es la humildad de Rut y la audacia de Judit. Es la obediencia de Abraham y la huida de Jonás. Es la parábola del hijo pródigo y la del juicio final.

En este panorama destacan las experiencias místicas en que se manifestó Dios a Abraham, Jacob, Moisés, y Elías, que fueron descritas con espontánea ingenuidad (Génesis, Éxodo, 1 Reyes 19). Estas experiencias tuvieron que ser explicadas y aplicadas al pueblo mediante normas y ritos que socializaran una práctica común (Deuteronomio). Necesariamente la espiritualidad se convirtió en religión. La religión no pudo impedir la corrupción en el pueblo, en sus jefes, y en sus sacerdotes. La auténtica experiencia religiosa suscitó profetas que denunciaron las injusticias y anunciaron la llegada de un Mesías que establecería un reinado de paz y concordia para el pueblo elegido, al que se acogerían todos los pueblos.

Los historiadores estuvieron más atentos al sentido religioso y nacionalista de la historia que a la exactitud de los hechos narrados. Job, Jonás y el Eclesiastés se rebelaron contra las soluciones simples.

Jesús de Nazaret tuvo la gran experiencia mística de sentir a Dios como padre y de anunciar ese reino prometido, pero no un reino basado en el poder y la riqueza, en leyes y ritos, sino en la fraternidad y el servicio gratuito libremente aceptados.

Pablo, perseguidor de Jesús como falso Mesías, tuvo la experiencia de ver a Jesús resucitado como verdadero Mesías, abierto a todos los pueblos. Marcos reconoció al Jesús terreno como Mesías. Lucas le añadió el discurso programático de llevar a los pobres la buena noticia, y las parábolas de la misericordia.

“Muchas veces y de muchas formas habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas. En esta etapa final nos ha hablado por medio de un Hijo” (Hebr 1,1).

Me gustaría acabar aquí la historia sagrada, pero la realidad se impuso una vez más. Las cartas del Nuevo Testamento muestran la adaptación de estos ideales a la realidad de unas comunidades dispersas que necesitaban organización y unidad. La doctrina, los preceptos y los ritos volvieron a predominar sobre la espiritualidad y la misericordia.

Ha habido corrupción y ha habido mártires y profetas. Hoy acaba de morir Pedro Casaldáliga. Ha habido experiencia de Dios y ha habido explicaciones doctrinales y jurídicas. Ha habido libertad y ha habido obligaciones. La historia avanza en espiral, pasando una y otra vez por los mismos ideales y por los mismos errores, pero acercándose cada vez más al centro, al reino de fraternidad.

La Biblia no es palabra de Dios, es mensaje de Dios en palabras humanas. “Dios escribe derecho con renglones torcidos” dice el refrán; y en la Biblia hay muchos renglones torcidos, y muy torcidos. Todas las referencias a Dios que encontramos en la Biblia son relativas, son aproximaciones a Dios, porque Dios es indecible; pero todas nos predisponen a descubrir nuestra propia experiencia de Dios.

Jesús no fue el final de la historia. Los discípulos seguían esperando la segunda venida de Cristo, el cristo místico, el cristo cósmico. El Apocalipsis, el último libro de nuestra Biblia termina con la exclamación: “¡Ven Señor Jesús!”.

Gonzalo Haya

Fuente Fe Adulta

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Gonzalo Haya: Año de la biblia (noviembre). Libros sapienciales (II).

Sábado, 14 de noviembre de 2020
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Un-hombre-estudia-la-Bibliaestudios-biblicosC) Etapa final

A esta etapa pertenecen dos libros del canon católico que no están incluidos en el canon hebreo, El Eclesiástico y La Sabiduría, y  los capítulos 1 – 9 de Proverbios que fueron añadidos en el siglo IV como comienzo de ese libro. Sicre señala que esta etapa presenta tres características comunes en los tres escritos: la reacción ante la cultura griega, la importancia creciente de la historia, y la personificación de la sabiduría; “y esto tendrá gran repercusión en la teología del Nuevo Testamento, que considerará a Jesús la sabiduría de Dios encarnada. Ver 1Cor 1,24; Col 1,15-17; Heb 1,3” (Sicre).

Eclesiástico, Ben Sira, el Sirácida (Eclo) 200 – 180 a. C.

El libro del Eclesiástico ha sufrido un accidentado proceso. Ha sido un libro muy leído tanto por los judíos como por la Iglesia en los primeros siglos, y por eso recibió el título de El Eclesiástico; los judíos no lo incluyeron en su  canon porque el texto original hebreo había desaparecido, pero se conservó su traducción griega del año 132 a. C., incluida en los LXX, y una adaptación latina que recogió la Vulgata.

Posteriormente se fueron encontrando fragmentos que han permitido rehacer casi todo el texto hebreo original, al que muchos expertos dan más valor que al texto griego, como reconoce el mismo traductor griego en el Prólogo del libro. La traducción de Schökel se basa en el texto hebreo, teniendo en cuenta las variantes de las traducciones griega y siríaca.

El eclesiástico es un maestro-escriba piadoso que quiere educar en las tradiciones religiosas y culturales judías para evitar las crecientes influencias de la cultura griega. Considera que  la sabiduría sólo se encuentra en Israel: “Del Señor procede toda la sabiduría… fue creada antes que todas las cosas… sólo hay uno que es sabio y temible sobremanera… En honrar al Señor está el comienzo de la sabiduría” (1,1-14). Busca en el pasado la solución a los nuevos problemas que plantea la cultura griega (39,1-11), y ataca a los que se dejan influenciar por el helenismo. Rechaza la antropología dualista griega de alma y cuerpo, y sitúa en esta vida tanto el premio como el castigo.

Su difícil equilibrio entre la realidad y los principios doctrinales le plantea situaciones difíciles de conciliar, que procura resolver insistiendo a veces en un extremo y a veces en el otro. La contradicción entre la prosperidad del malvado y el sufrimiento del justo, la resuelve con un modo de predestinación: “a unos los bendijo y encumbró… y a otros los maldijo y humilló… barro que el alfarero moldea con sus manos, y todo lo moldea conforme a su gusto… Los retribuirá según su criterio” (33, 7-19); pero en otro pasaje afirma la libertad: “El creó al ser humano en el comienzo, y le dio la capacidad de obrar libremente: si lo deseas, cumplirás sus mandamientos” (15,14-17).

Se muestra sensible al comportamiento social y al falso culto: “Los pobres viven con pan racionado, quien se lo quita es un criminal. Asesina al prójimo quien le roba el sustento” (34, 18-36). Se abre tímidamente al universalismo, pero se afianza en el nacionalismo: “Cuando distribuyó sobre la tierra a las naciones, al frente de cada una puso un gobernante; pero la porción del Señor es Israel” (17,1-23).

También vacila entre un leve pesimismo: “Todo viviente envejece como un vestido, porque así está decretado desde siempre: morirás sin remisión” (14,11-19); “¿Quién es el ser humano? ¿Cuál es su utilidad” (18,8-14); “¡Oh muerte, que amargo resulta tu recuerdo…” (41,1-4); y un moderado optimismo: “El Señor formó de la tierra a los seres humanos…los hizo partícipes de una fuerza semejante a la suya y a su propia imagen los creó” (17,1-14).

El autor confiesa que su proyecto de vida es la búsqueda de la sabiduría (51,13-30), y la busca en la Naturaleza (42,15 a 43,33) y en la Historia de Israel (c 44 – 50), y la personifica en un autoelogio: “La sabiduría difunde su propia alabanza… abre su boca en la asamblea del Altísimo… Salí de la boca del Altísimo… puse mi tienda en las alturas…” (c. 24).

El Eclesiástico y el Eclesiastés dos personajes contradictorios ¡y titulados con nombres tan parecidos que se prestan a confundirlos! Dos personajes que merecerían un estudio más detenido.

El Eclesiastés es un escéptico que rechaza las soluciones piadosas, porque se contradicen con su experiencia de la vida; especialmente respecto al problema del mal y al poder o la justicia de Dios. El eclesiástico es un escriba que quiere frenar el escepticismo aferrándose a las soluciones piadosas.

En estos tiempos nos sentimos más identificados con el Eclesiastés, sin embargo observamos que, a pesar de su escepticismo, el Eclesiastés sigue creyendo en Dios y renuncia a resolver el problema del mal. El eclesiástico trata de explicar el problema con un modo de predestinación, pero afirmando al mismo tiempo la libertad humana. Ambos son incongruentes porque la realidad y la vida se nos manifiestan en forma contradictoria, y nuestra racionalidad es incapaz de coordinar ambos extremos: ¿retribución según los méritos o gratuidad incondicional?

Eclesiástico y Eclesiastés ¿qué es preferible, renunciar a resolver el problema o afirmar ambos extremos? Job lo resolvió con una experiencia personal de Dios. En lenguaje actual podríamos comprender mejor etas contradicciones (aunque no lleguemos a resolverlas) mediante la experiencia personal del amor.

Proverbios 1 – 9, s. IV a. C.

Ya hemos visto que los capítulos 1– 9 fueron escritos hacia el siglo IV, en un estilo más doctrinal, como una introducción teológica al Libro de los Proverbios, igualmente atribuida a Salomón. Pikaza compara estas instrucciones con las que hace Diótima, en el Banquete de Platón, a los hombres en nombre de la divinidad.

“Hijo mío, atiende a la educación paterna / y no olvides la enseñanza materna” (1,8); “Vigila atentamente tu interior, pues de él brotan fuentes de vida” (4,23). Estas instrucciones tratan, sin un orden sistemático, sobre las malas compañías, las tentaciones con la mujer ajena, el adulterio, y sobre todo hace un gran elogio de la sabiduría.

Hay siete cosas que detesta el Señor / y una séptima que aborrece del todo: / ojos altaneros, lengua mentirosa, / manos manchadas de sangre inocente, / mente que trama planes perversos, / pies ligeros para correr hacia el mal, / testigo falso que difunde mentiras, / y el que atiza discordias entre hermanos” (6,16-19). “Feliz quien encuentra sabiduría… es de más valor que la plata, y más rentable que el oro; es más valiosa que las joyas; ningún placer se le puede comparar” (3,3-20). Es de destacar el segundo himno de la sabiduría por su relación con el Prólogo del evangelio de Juan “La Sabiduría está pregonando, la inteligencia levanta su voz… a vosotros, seres humanos, os llamo… El Señor me estableció al principio de sus tareas… antes de comenzar la tierra… cuando colocaba el cielo, allí estaba yo” (8,1-36).

Sabiduría 30 a. C. al 15 d. C

El libro de la Sabiduría es el último del Antiguo Testamento en el canon católico; su autor anónimo es casi contemporáneo de Jesús, aunque tiene más afinidad con Pablo; vive en Alejandría y escribe este libro en griego con el título de Sabiduría de Salomón, aunque no fue incluido en el canon hebreo, ni protestante. Los teólogos lo han tomado como cumbre de la teología del Antiguo Testamento y punto de partida de sus reflexiones.

El tema fundamental del libro de la Sabiduría es la teología de la historia desde la perspectiva israelita, aunque desde la primera línea se extiende expresamente a todos los pueblos

Gobernantes de la tierra, amad la justicia” (1,1), “Porque del Señor habéis recibido el poder / del Altísimo procede la autoridad!…” (6,3). Se trata por tanto de una teología política o de la justicia en el gobierno del pueblo.

El autor es un judío anónimo que escribe principalmente para los judíos de la diáspora en Egipto. Conoce bien tanto los escritos hebreos como la cultura griega y establece un ejemplar diálogo entre la teología judía y la filosofía griega; acepta algunas novedades como el dualismo alma-cuerpo y la retribución en la otra vida. Utiliza los recursos hebreos como el paralelismo y los midrás, y los recursos griegos, riqueza de vocabulario, conceptos helenistas, rimas y juegos de palabras; con el resultado de una “brillante prosa rítmico-poética” (BTI).

El libro está estructurado en tres partes:

1) c. 1-5. Destino de la vida humana en los planes de Dios, justicia divina, inmortalidad feliz para los buenos, castigo y perdición para los impíos. La sabiduría viene de Dios y se identifica con la justicia: “Pues el santo espíritu educador se aleja de lo falso, se separa del pensamiento insensato, y se retira cuando la injusticia se hace presente” (1,5). Los impíos piensan que la vida pasa “como la sombra de una nube” y se proponen disfrutar del presente; pero se equivocan “porque Dios creó al ser humano para no conocer la corrupción” (2,23). Después de la muerte hay un premio o un castigo, aunque no queda claro en qué consisten.

2) c. 6-9. Elogio de la sabiduría como una realidad personificada vinculada a la divinidad. Propone como Ejemplo a Salomón “Yo la amé y la busqué desde mi juventud” (8,1), “Por eso oré a Dios y me concedió prudencia / le rogué y me dio el espíritu de la sabiduría” (7,7); “Es efluvio del poder de Dios, emanación de la gloria del omnipotente” (7,25).

3) c. 10-19. La providencia de Dios se manifiesta en la historia de Israel, que libera y colma de bienes a su pueblo, y castiga con las plagas a los egipcios opresores. “A tu pueblo, en efecto, lo probaste como padre que reprende; con los egipcios, en cambio, te portaste como rey implacable que condena” (11,10); con los cananeos se muestra algo menos duro (quizás porque es consciente de le habían invadido sus tierras) : “Pero también a ellos, seres humanos al fin, los trataste con más indulgencia…; al castigarlos lentamente, les diste la oportunidad de arrepentirse…” (12, 8-11).

El universalismo que se apuntaba en los capítulos anteriores parece reducirse ahora al nacionalismo judío; la contraposición era entre el justo y el impío, ahora se establece entre el pueblo judío y sus adversarios: “las naciones se confabularon para cometer el mal y fueron confundidas” (1, 5). Sabiduría abierta a una cultura superior que estaba imponiéndose, pero que permanece firmemente arraigada en las propias tradiciones y creencias.

En la sabiduría de Israel ha habido escépticos como el Eclesiastés, o rebeldes como Jonás y Job ante el misterio de Dios, pero siempre fieles al Dios de la Alianza.

Pikaza compara la sabiduría académica de estos libros con la sabiduría popular de Jesús, enraizada en su cultura religiosa, pero basada fundamentalmente en su experiencia de la vida y en su experiencia de Dios. Existe también la sabiduría de los sencillos, de la mujer cananea, del centurión romano, de los que son como niños. Y la sabiduría del Reino de Dios. “Bendito seas, Padre, Señor del cielo y tierra, porque, si has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla” (Mt 11,25).

Vídeos de la Escuela de Formación en Fe Adulta (EFFA) 

José Luis Sicre: Libros poéticos y sapienciales. El profesor Sicre hace un comentario general a los conceptos de sabio y sabiduría y glosa algunos libros con más detalle, como por ejemplo el libro de Job y el Eclesiastés o también llamado Cohelet.

Bibliografía

José Luis Sicre: “Introducción al Antiguo Testamento”. Ed Verbo Divino, 2016. c.  21 El fenómeno sapiencial.

Fuente Fe Adulta

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Gonzalo Haya: Año de la Biblia (noviembre). Libros sapienciales (I).

Martes, 3 de noviembre de 2020
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Un-hombre-estudia-la-Bibliaestudios-biblicosIntroducción

Los temas sapienciales, como los poéticos, están dispersos en los libros de la Ley y en los Profetas, pero de manera específica se encuentran en el  tercer grupo del canon hebreo denominado Escritos. La clasificación de los libros de este tercer grupo es más discrecional; nosotros hemos adoptado la clasificación como históricos, poéticos, y sapienciales, y hemos incluido en este último Proverbios, Eclesiastés, Job, Eclesiástico, y Sabiduría.

No es fácil definir en qué consiste la sabiduría, pero todos entendemos que se trata de una reflexión sobre los grandes problemas humanos (sabiduría teórica) o de una apreciación sensata sobre nuestro comportamiento diario (sabiduría popular).

La sabiduría de Israel se desarrolló en el ambiente de la sabiduría babilónica, egipcia, siropalestina, y griega. Algunos de sus escritos consideran la sabiduría como un don de Dios, incluso como una manifestación del mismo Dios, pero siempre expresada como una reflexión propia, a diferencia de los profetas que consideraban su predicación como “oráculo del Señor”. Veremos también que algunos de estos escritos sapienciales son reflexiones basadas en la experiencia humana sin referencia a ninguna ley divina ni a ningún don especial de Dios, porque las reflexiones de una conciencia honrada ya son un don de Dios: “Toda sabiduría viene del Señor” (Eclesiástico 1,1).

En una teología no-teísta, sin un Dios que hable con Moisés y escriba sus mandamientos en una tabla, ¿qué diferencia hay entre un profeta, un salmista, y un sabio? Creo que la diferencia está más en la expresión que en la intuición de donde brota. El profeta interpreta esa intuición como una comunicación de Dios y habla como su portavoz; el salmista la interpreta como sentimiento personal o colectivo; el sabio, como fruto de su experiencia en la vida. Esa sabiduría, esa intuición, ¿es humana o divina? Es una manifestación del espíritu, que es a la vez humano y divino, porque el espíritu es una participación de Dios.

Sicre encuadra la sabiduría israelita en tres etapas: A) Desde los orígenes hasta el siglo VI. B) La  crisis de los siglos V – III. C) Etapa final III a. C. hasta I d. C.

Evolución de la sabiduría de Israel

A) Desde los orígenes hasta el siglo VI

Salomón (s. X) es el gran referente de la sabiduría israelí, a él se le atribuyen los libros posteriores. La etapa de esplendor que vivió Israel, y los contactos con la cultura egipcia y siropalestina suponen para el pueblo la época cumbre de su historia. Tenemos abundantes testimonios sobre Salomón en el Libro de los Reyes; su sabiduría es un don de Dios, gobierna con justicia, tiene amplios conocimientos, y emprende la construcción del Templo.

Proverbios c. 10 a 31. Tratamos ahora de los capítulos 10 a 31, que son el texto original de este libro, y dejamos para su época los capítulo 1 – 9 que fueron añadidos hacia el siglo IV a. C.

Estos capítulos son  el primer texto sapiencial escrito, aunque se pueden encontrar diversos pasajes de sabiduría desde el Génesis hasta los libros históricos y los profetas. Su título en el texto hebreo es Proverbios de Salomón, y en la Vulgata Libro de los Proverbios.

Este libro es una recopilación de dichos populares, refranes, sentencias, aforismos, enigmas, poemas o instrucciones, de muy diverso origen, reunidos y amparados en el prestigio del rey Salomón. No trata de grandes cuestiones teológicas, aunque en el fondo está el convencimiento de que existe un orden en la creación que el sabio ha de investigar, pero que se manifiesta también en la sensatez y la sabiduría popular. Este orden de la creación debe ser respetado por todos para mantener el orden social, la ética, y las buenas costumbres ciudadanas.

Se recogen aquí cuatro colecciones de dichos procedentes de los siglos VIII al V a. C. La primera (10,1 – 22,16) está atribuida a Salomón y trata de la conducta personal y familiar, el orden social y las riquezas: “Quien acepta la corrección camina a la vida / quien desprecia la corrección se extravía”; “El ser humano proyecta su camino / pero es el Señor quien dirige sus pasos”; “La mujer sabia edifica su casa / la necia la arruina con sus manos”.

La segunda (22,17 – 24,34) recoge dichos de otros sabios sobre la justicia, la prudencia, los buenos modales, las instrucciones paternas, y la embriaguez: “Escucha a tu padre que él te engendró / y no desprecies a tu madre, aunque envejezca”.

La tercera (25 – 29) está atribuida a “nuevos proverbios de Salomón, recopilados por los hombres de Ezequías, rey de Judá”: “Es gloria de Dios ocultar cosas / es gloria de reyes investigarlas”; “El hierro se aguza con hierro; / la persona, en contacto con su prójimo”.

La cuarta (30 – 31-9)  recoge dichos atribuidos a dos sabios no israelitas. Agur trata del escéptico y del creyente “No he aprendido sabiduría / no conozco la ciencia santa. ¿Quién subió hasta el cielo y luego bajó?”. Lemuel, rey de Masá transmite “Palabras… que le enseñó su madre”, “¿Qué decirte, hijo mío / hijo de mis entrañas, / hijo de mis promesas? / Que no entregues tu energía a las mujeres, / ni tu vigor a las que pierden a reyes”.

El libro termina con la descripción de la mujer ideal (31,10-31) que ha servido durante muchos siglos como modelo de la mujer cristiana.

B) La Crisis de la idea de Dios. Siglo V–III

A finales del siglo VI, con el decreto de Ciro, Israel vuelve  de la cautividad en Babilonia e inicia  la restauración del Segundo Templo de Jerusalén; pero la experiencia de la destrucción del Templo y de la nueva esclavitud había socavado su ciega confianza en la alianza con Dios, que ellos habían entendido como incondicional e infalible.

Esta situación, junto con el contacto de una cultura superior como la griega, provocó un ambiente de escepticismo y un replanteamiento de sus relaciones con Dios, especialmente referido al problema del mal, que ya no podía explicarse como castigo por los pecados, porque también afectaba, tanto o más, a los justos y a todo el pueblo.

Eclesiastés, tambien conocido como Qohélet, El Predicador (Ecl) s. IV–III a. C.

Aunque el libro es atribuido a Salomón, el autor es un “hombre de la asamblea” (eclesiastés), que confronta su sabiduría con su experiencia de la vida, y escribe una especie de diario en el que se muestra serenamente desengañado, pero mantiene su fe a pesar de la crisis de los valores tradicionales.

Su reflexión no parte del dolor como Job, pero sí del hastío incluso de una vida holgada: “Entonces reflexioné sobre todas mis obras y sobre la fatiga que me habían costado, y concluí que todo era ilusión y vano afán, pues no se saca ninguna ganancia bajo el sol… Así que quedé decepcionado de todo mi trabajo y fatiga bajo el sol” (2,1-20).

Tampoco llega a una solución religiosa como Job, sino a una solución práctica mediante el disfrute de los placeres sencillos: “Así que yo recomiendo la alegría, porque no hay más felicidad para el ser humano bajo el sol que comer, beber y disfrutar, pues eso le acompañará en sus fatigas durante los días que Dios le conceda vivir bajo el sol” (8,15).

Los comentaristas se preguntan por qué este libro está en el canon hebreo y cristiano. El autor se presenta como hijo de David (1,1) y concluye recomendando el temor de Dios y la observancia de los mandamientos (12,9-14), aunque este texto parece añadido por el editor del libro. Habla de Dios, pero es un Dios distante poco implicado en la historia de los mortales. Su principal mérito puede estar en que se plantea los problemas con honradez intelectual, sin acudir a las falsas soluciones piadosas, “sigue creyendo en Dios a pesar de las desilusiones de la vida” (Sicre), y “en él la sabiduría se apea, llega al borde del fracaso; así encuentra su límite y se salva” (Schökel).

Libro de Job  IV – III a. C.

Este libro es una especie de novela de tesis sobre las relaciones de Dios con el ser humano y especialmente sobre el tema del mal que afecta a los justos, y en mayor medida que a los pecadores. Su autor vivió después del destierro, conoce perfectamente los Salmos y los libros de los profetas, tiene experiencia de la vida, y examina sus creencias con gran honradez intelectual.

Tiene como protagonista a Job, un personaje legendario, ”justo, honrado, respetuso de Dios, y apartado del mal”, que vive en un país extranjero. Este personaje ha quedado como ejemplo en la tradición israelita, en la cristiana (Santiago 5,11), y en el Corán.

Está estructurado en dos planos, uno espiritual de diálogo entre Dios y Satán sobre la fidelidad de Job, que Satán cree meramente interesada  y propone enviarle desgracias para comprobar si mantiene su fidelidad (1,6-9). El segundo plano se juega en la tierra entre las quejas de Job por sus sufrimientos, “Maldito el día en que nací,  y la noche que anunció: ha nacido un varón… ¿Por qué no morí en las entrañas… ahora descansaría en paz…con esos reyes que se hacen construir mausoleos… Allí acaba la agitación de los canallas…” (3,1-26)  y del sufrimiento de muchos justos que sufren como él más desgracias que los malvados que no respetan a Dios ni los derechos de sus conciudadanos. A estas quejas responden los diálogos de los tres amigos que le apremian a indagar algún mal oculto que haya cometido para que se arrepienta y Dios cese en el castigo que le envía (capítulos 4-37).

Ante la enseñanza tradicional, de que Dios premia a los buenos y castiga a los malos, Job se rebela y plantea con crudeza la realidad “¿Por qué siguen vivos los malvados  y al envejecer se hacen más ricos?…. ¿Me queréis  consolar con vaciedades? Vuestras respuestas son puro engaño” (21,17-34). (Algunos, hoy, dicen lo mismo).

Finalmente Dios se manifiesta a Job (38-41), y le hace ver la incapacidad del hombre para comprender su modo de actuar. Esta visión le transforma y “Job respondió al Señor: reconozco que lo puedes todo, y ningún plan es irrealizable para ti; yo, el que empañó tus designios con palabras sin sentido, hablé de grandezas que no entendía, de maravillas que superan mi comprensión… te conocía sólo de oídas, ahora te han visto mis ojos; por eso me retracto y me arrepiento echándome polvo y ceniza”. (42,1-6).

Los discursos académicos de pretendido consuelo que le hacen sus tres amigos pueden resultar tediosos, pero conviene hacerse una idea de ellos porque siguen aplicándose después de 25 siglos, y nos invitan a indagar una imagen de Dios más realista y sincera. Tenemos que integrar la experiencia del dolor y de la muerte con el despliegue de la vida y el misterio de Dios amor.

Probablemente su solución final no satisfaga a muchos, porque apela a una experiencia personal de Dios que cambia nuestras rutinarias respuestas, e invita a la aceptación de su proyecto. Con la mera razón discursiva no se encuentra una explicación concluyente (“La imposible Teodicea” de Juan Antonio Estrada); es necesario sentir la experiencia de la justicia y del amor, la experiencia de Dios, como nos dice el autor del libro de Job.

Vídeos de la Escuela de Formación en Fe Adulta (EFFA) 

José Luis Sicre: Libros poéticos y sapienciales. El profesor Sicre hace un comentario general a los conceptos de sabio y sabiduría y glosa algunos libros con más detalle, como por ejemplo el libro de Job y el Eclesiastés o también llamado Cohelet.

Bibliografía

José Luis Sicre: “Introducción al Antiguo Testamento”. Ed Verbo Divino, 2016. c.  21 El fenómeno sapiencial.

Xabier Pikaza: “Ciudad Biblia. Una guía para adentrarse, perderse y encontrarse en los libros bíblicos”. Ed verbo divino 2019. Antiguo Testamento 5 Libros sapienciales.

John Shelby Spong, obispo anglicano: “Orígenes de la Biblia”, c. 23 y 26. Traducción digital facilitada por: Asociación Marcel Légaut, http://marcellegaut.orghttp://johnshelbyspong.es

Luis Alonso Schökel: Nueva Biblia española. Ed Cristiandad 1975. Introducción a cada uno de estos libros.

Biblia Traducción Interconfesional (BTI). Ed Biblioteca de Autores cristianos, Editorial verbo divino, Sociedades Bíblicas Unidas, 2008. Introducción a cada uno de estos libros tanto de los pertenencientes al canon hebreo como de los deuterocanónicos.

Fuente Fe Adulta

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“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, por Carlos Osma

Jueves, 29 de octubre de 2020
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projimoamorA Ana la maltrataba Juan, su marido, pero nadie en la iglesia dijo nada. No querían ver las marcas que un líder evangélico dejaba en el cuerpo de su esposa, o quizás, creyeron que Ana debía llevar con resignación la situación sometiéndose a su marido para que los no cristianos pudiesen ser ganados para el evangelio[1]. Un día Juan desapareció y, afortunadamente para ella, no volvió nunca más. Años después Ana conoció a Jorge y se enamoró, y al poco tiempo hubo boda, pero no como la que se merecen las vírgenes que acceden al matrimonio por primera vez. De eso se encargó el pastor de la iglesia, que en su sermón no habló de ayuda mutua, ni de entrega, ni de amor… estaba más preocupado por justificar, Biblia en mano, porqué una mujer cristiana repudiada podía casarse por segunda vez: “cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera”[2]. Pedro, el primo de Ana, que estaba allí el día de la boda, no logró adivinar si las lágrimas de Ana eran de vergüenza, por la humillación a la que estaba siendo sometida por alguien que carecía completamente de empatía, o si por el contrario eran de felicidad, al ver como la palabra fornicación escrita hacía dos mil años en otro idioma, en otro mundo diferente al suyo, le había permitido comenzar una nueva vida con Jorge.

A Pedro le dejó marcado aquel suceso, aquella utilización vil de la Biblia contra una persona a la que quería. Por eso, cuando se enamoró de Luís y salió del armario delante de la comunidad evangélica de la que formaba parte, sabía que no lo tendría fácil para ser aceptado, aun así, no imaginó que la gente con la que había crecido le daría la espalda como a un apestado. Decían que no era realmente cristiano porque “todo aquel que es nacido de Dios no practica el pecado”[3]. La relación entre Pedro y Miguel maduró y se estrechó, se casaron diez años después, y cuando invitaron a Ana a su boda, esta rechazó la invitación porque, según les explicó, la Biblia dice que la voluntad de Dios para el hombre es una mujer, no otro hombre. Y les leyó un versículo, sentada en un sofá al lado de Jorge, su segundo marido, mientras la ira recorría de arriba a abajo el cuerpo de Pedro: “Dejará por tanto el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne”[4].

Luís también era de una familia evangélica, pero de una tradición distinta a la de Pedro, que había jurado y perjurado que no volvería a pisar una iglesia en su vida. Aún así, tiempo después, Luís convenció a Pedro para que le acompañara a su iglesia al bautizo de su sobrino Miguel. La celebración fue muy emotiva, a la hermana de Luís le había costado mucho tener un bebé, y cuando ya lo daba por imposible, la última inseminación fue un éxito. Beatriz, la pastora, hizo un sermón impecable: directo, actual, coherente y lleno de empatía. Al acabar se acercó a Pedro, le saludó, y le preguntó si se había sentido bien durante la celebración. Pedro le respondió que no quería ofenderla, pero que no estaba de acuerdo con lo que había visto, que le parecía antibíblico que se bautizara a un niño, porque como seguramente ella sabía, se necesita el arrepentimiento antes de ser bautizado. La misma Biblia lo dice: “Arrepentíos y bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo”[5]. Por otro lado, añadió que él no se consideraba machista, todo lo contrario, por definición un gay no podía serlo, pero que lo que había encontrado más alejado de la enseñanza bíblica era que lo hubiera hecho una mujer, y que además hubiese predicado. Que la Biblia era muy clara en ese sentido y que ella debería saberlo, pero por si acaso, se lo recitó de memoria: “No permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio”[6]. Beatriz ni se inmutó, estaba acostumbrada a esos comentarios, de hecho, los que realmente le preocupaban no eran estos, sino los que hacían cuando ella no estaba delante otros pastores que se decían liberales y progresistas, pero eran incapaces de reconocer su machismo. “Dios te bendiga”, fue la única respuesta que le dio a Pedro, y aunque a veces le preguntó a Luís por él, no volvió a verlo nunca más por la iglesia.

Tres semanas después Beatriz fue a un encuentro de mujeres pastoras, y allí se enteró de que Jaime, un pastor que recordaba vagamente del seminario, ahora era la pastora Júlia y quería participar en el encuentro. De hecho, se había presentado en él, algo que a muchas mujeres pastoras no les había parecido correcto. Beatriz no dudó en acercarse a Julia para decirle que tenía todo su apoyo, que admiraba su valentía, que imaginaba que no debía haber sido fácil haber hecho la transición, y que para cualquier cosa que necesitara todas las pastoras estarían a su lado, incluso para acompañarla en el día del Orgullo Gay. Sin embargo, le dijo intentando medir sus palabras, aunque estamos siempre al lado de las personas transexuales, esto no es un encuentro sobre diversidad, sino para mujeres. “No para personas que se sienten mujeres, sino para las que lo son”, apostilló, dándose cuenta de que aquello no había sonado del todo progre. Julia le respondió que ella no se sentía una mujer, sino que era una mujer. Y Beatriz acabó por recordarle que, aunque cada persona tiene el derecho a expresarse como considere, la Biblia deja muy claro que “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creo, varón y hembra los creó”[7], que la voluntad de Dios no la puede cambiar un médico en una operación, y que aquel era un encuentro de hembras creadas por Dios. Julia, indignada, sabiendo que aquello era una batalla perdida, se dio media vuelta y se marchó.

En la puerta de la iglesia que Júlia pastoreaba dormían todos los días un grupo de indigentes, y cada mañana tenía que llamar a la guardia urbana para que viniese a recoger los cartones y colchones que dejaban. Un día, Júlia llegó más temprano a la iglesia, Santiago todavía dormía cuando ella empezó a gritarle: “¡Esto es una iglesia, no un hostal!”. Santiago al escucharla, se levantó enseguida y recogió los dos cartones con los que esa noche se había protegido del frío. Después, le explicó que no tenía dinero para pagarse un hostal, pero Júlia le respondió que si se hubiera esforzado su situación sería otra, y añadió que trabajar y dejar de vivir de los demás era un mandato divino recogido en la Biblia: “con el sudor de tu frente comerás el pan”[8]. Santiago desapareció dejándola con la palabra en la boca.

Cuando dobló la esquina se encontró con Arturo, al que no conocía y que jamás había visto por allí, que le preguntó si pasaba cocaína. Santiago le respondió que dos calles más arriba, había un camello, pero que tuviera cuidado porque era un tipo peligroso que no se andaba con tonterías. Después, le dijo que vaya mierda haber caído tan bajo, que daba asco y que se quitara de delante. Que lo mejor que podía hacer era cuidar su cuerpo porque “era el templo del Espíritu Santo”[9], o al menos eso era lo que recordaba que le dijo el párroco cuando hace muchos años hizo los cursos de confirmación. Arturo ni escuchó lo último que le dijo, únicamente subió dos calles, consiguió la coca, y la esnifó. Con el subidón, se dirigió a casa, y allí encontró a Dámaris, su pareja, que se negó a mantener relaciones sexuales con él. Entonces empezó a golpearla mientras le decía que, según la Biblia, las mujeres deben someterse a sus maridos en todo, porque ellos son su cabeza[10].

Carlos Osma

Consulta dónde encontrar “Solo un Jesús marica puede salvarnos”

Notas:

[1] 1 P 3,1.

[2] Mt 19,9.

[3] 1 Jn 3,9

[4] Gn 2,25.

[5] Hch 2,38.

[6] 1 Ti 2,12.

[7] Gn 1,27.

[8] Gn 3,26.

[9] 1 Co 6,19.

[10] Ef 5,22.

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Gonzalo Haya: Año de la biblia (octubre). Libros poéticos (II). El cantar de los cantares y las lamentaciones.

Miércoles, 21 de octubre de 2020
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Un-hombre-estudia-la-Bibliaestudios-biblicosEl Cantar de los cantares es un poema de amor humano en su plenitud, expresado en diálogos entre el amado y la amada, una joya de la literatura hebrea y de la literatura universal. Este poema es plenamente humano, amor de cuerpo y espíritu, apasionado, lúdico, sensual; no tiene nada propiamente religioso, sapiencial ni ético; solamente puede entreverse una alusión a Dios en 8,6 “es fuerte el amor como la muerte… es centella de fuego, llamarada divina”.

Y surge la pregunta ¿por qué está en la Biblia? La respuesta inmediata y práctica lo justifica porque eran unos poemas que se leían tradicionalmente en la fiesta de la Pascua judía y nadie había cuestionado su inclusión en el canon hebreo hasta que un rabino lo hizo en el siglo I de nuestra era, y entonces ya era tradición. Y del canon hebreo pasó al canon cristiano. Pero las costumbres se mantienen cuando tienen un por qué más profundo, como ahora veremos.

Esta aparente disonancia del poema amoroso en el canon religioso ha dado origen a dos tipos de interpretación; unas alegóricas y otras literales y naturalistas.

Las interpretaciones alegóricas judías explicaron que se trataba del amor de Dios con su pueblo, las cristianas lo aplicaron al amor de Cristo con la Iglesia (Efesios 5,31-33) y más tarde, en clave mística como amor de Cristo con el alma.

Las interpretaciones naturalistas, tanto judías como cristianas, lo entienden como expresión del verdadero amor de una pareja, ya sea histórica o idealizada, que abarca los aspectos espirituales y los corporales del amor humano, descritos con realismo y con finura poética.

Quizás ambas interpretaciones tengan razón. Los autores de estos poemas de bodas pensaron en el amor humano; los intérpretes sapienciales comprendieron que el amor humano es una “centella de fuego, una llamarada divina”, un reflejo del amor de Dios, una participación del mismo Dios, que es amor y que fundamenta nuestro mismo ser. El amor entre el amado y la amada es el mayor grado de entrega mutua y de identificación entre dos seres: “serán dos en una sola carne” (Génesis 2,24; Mc 10,6-9). “Afirmando el amor humano, es posible descubrir en él la revelación de Dios, que es amor” (Schökel). Y este canto de amor humano inspiró a san Juan de la cruz para expresar su experiencia mística del amor que identifica al alma con Dios.

El título, El Cantar de los cantares, es un modo de expresar el superlativo: el cantar por excelencia. El mismo texto parece atribuirlo a Salomón, por ser el modelo del sabio y de una época esplendor, pero es obra de varios autores, con influencias de varias épocas y de varios pueblos con los que tuvieron contacto los hebreos. Consta de cinco poemas en forma de diálogo entre la esposa y el esposo en igualdad: “yo soy de mi amado y mi amado es mío” (6,3-4), con un coro de fondo, y estructurado como un solo poema hacia el siglo V o IV a. C.

Expresa los movimientos vitales del amor: deseo-satisfacción (1,12-15), búsqueda-encuentro (3,1-5), pérdida-posesión (5,2-8), ocultamiento-manifestación. Utiliza para ello sencillas imágenes de la naturaleza, y de la vida pastoril o de la vida cortesana, descritas con el color, sonido, olor, y sabor, que recrean en el lector las sensaciones de los amantes (4,1-7). Esta variedad de escenarios en que sitúa a los protagonistas más que ambientes reales parecen obedecer a la fantasía creativa del amor.

Destacaremos aquí una muestra que invite a la lectura completa de esta joya tan divinamente humana (1,13-15).

Amada

Mi amado es para mí una bolsa de mirra

que descansa entre mis pechos;

mi amado es para mí

como un ramo florido de ciprés

de los jardines de Engadí.

Amado

¡Qué hermosa eres, mi amada, qué hermosa eres!

Tus ojos son palomas.

 

Lecturas recomendadas

Alfonso Ropero Berzosa: “Cantar de los cantares” en Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia, ed. CLIE 2013 2ª edición.

Xabier Pikaza: “Ciudad Biblia. Una guía para adentrarse, perderse y encontrarse en los libros bíblicos”. Ed verbo divino 2019. Antiguo Testamento 5 Libros sapienciales, Cantar de los cantares, p. 119.

Luis Alonso Schökel: Nueva Biblia española. Ed Cristiandad 1975. Introducción al Cantar de los cantares.

Biblia Traducción Interconfesional (BTI). Ed Biblioteca de Autores cristianos, Editorial verbo divino, Sociedades Bíblicas Unidas, 2008. Introducción al Cantar de los cantares, y aclaraciones a pie de página a casi todos los versículos.

 

Las Lamentaciones

Las Lamentaciones, o Trenos, fueron atribuidos a Jeremías, pero es obra de varios autores que compusieron cinco elegías por la destrucción de Jerusalén y del Templo, la persecución, matanza y deportación del pueblo a Babilonia (586 a. C.): “somos dominados por esclavos / y no hay quien nos libre de su mano… Violaron a las mujeres en Sion… Colgaron de sus manos a los nobles… niños tropezaban bajo el peso de la leña” (5,8-13).

Los autores lamentan la situación emocional, personal y colectiva, del pueblo “sin rey, sin Templo, y sin instituciones, empobrecido, desorganizado, y religiosamente abandonado” porque estas instituciones eran el símbolo que garantizaba la fidelidad de Dios en su Alianza y en sus promesas (BTI). La liturgia cristiana ha adoptado estas Lamentaciones el viernes santo como duelo por la muerte de Jesús.

Conforme a la arraigada concepción teísta, atribuyen directamente a Dios esta desoladora situación: “¡Como ha nublado mi Dios / con su cólera a Sion! …Dios destruyó sin piedad / las moradas de Jacob, arrasó las fortalezas… y echó por tierra, humillados / a su reino y a sus príncipes” (2,1-2). Hoy comprendemos que la causa de la destrucción de Jerusalén fue la ambición de Nabucodonosor y la mala política de los reyes de Judá; y la causa más profunda fue la codicia del invasor y la codicia de los potentados y de los sacerdotes de Judá. No es un castigo de Dios sino las consecuencias del abandono y desprecio de una ley moral de justicia y solidaridad (incluida también en la Alianza del pueblo con Dios).

La fe del pueblo reconoce esta situación como el merecido castigo por su propia infidelidad, pero surge también la pregunta sobre el injusto sufrimiento que padecen los inocentes. La tercera Lamentación se plantea estos problemas y descubre el valor del sufrimiento paciente de los justos, y mantiene la esperanza en la misericordia divina que es más duradera que la justicia de su castigo: “Pero algo viene a mi mente / que me llena de esperanza / que tu amor, Señor no cesa, ni tu compasión se agota” (3,21-22). “Pero tú, Señor, reinas por siempre, / tu trono permanece eternamente… Haznos volver a ti, Señor, y volveremos; haz que nuestros días sean como antaño” (5,19). Este tema lo veremos mejor en el Libro de Job.

Como recurso literario principal, estos autores han adoptado el acróstico con las 22 letras de al alfabeto hebreo (el alefato), cada una marcando el inicio de cada estrofa. Este recurso no afecta directamente a las traducciones, pero ha dejado un rastro de repeticiones o de frases de relleno que retardan el dinamismo de la elegía.

Comprenderemos mejor estas elegías si evocamos las devastaciones en las guerras europeas y española del siglo XX y la que provoca ahora Boko Haram en las aldeas africanas, los niños soldados, y las niñas esclavas sexuales. A pesar de todo, las religiosas, religiosos y seglares misioneros mantienen su fidelidad con el pueblo y su esperanza en un Dios amor, que respeta la libertad de los guerrilleros y alienta la generosidad de los misioneros.

Fuente Fe Adulta

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“La vida solo es para Dios”. 29 Tiempo ordinario – A (Mateo 22,15-21)

Domingo, 18 de octubre de 2020
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dad-al-cesarLa exégesis moderna no deja lugar a dudas. Lo primero para Jesús es la vida, no la religión. Basta con analizar la trayectoria de su actividad. Se le ve siempre preocupado por suscitar y desarrollar, en medio de aquella sociedad, una vida más sana y más digna.

Pensemos en su actuación en el mundo de los enfermos: Jesús se acerca a quienes viven su vida de manera disminuida, amenazada o insegura, para despertar en ellos una vida más plena. Pensemos en su acercamiento a los pecadores: Jesús les ofrece el perdón que les haga vivir una vida más digna, rescatada de la humillación y el desprecio. Pensemos también en los endemoniados, incapaces de ser dueños de su existencia: Jesús los libera de una vida alienada y desquiciada por el mal.

Como ha subrayado Jon Sobrino, pobres son aquellos para quienes la vida es una carga pesada, pues no pueden vivir con un mínimo de dignidad. Esta pobreza es lo más contrario al plan original del Creador de la vida. Donde un ser humano no puede vivir con dignidad, la creación de Dios aparece allí como viciada y anulada.

Por eso Jesús se preocupa tanto de la vida concreta de los campesinos de Galilea. Lo primero que necesitan aquellas gentes es vivir, y vivir con dignidad. No es la meta final, pero es ahora mismo lo más urgente. Jesús les invita a confiar en la salvación última del Padre, pero lo hace salvando a la gente de la enfermedad y aliviando dolencias y sufrimientos. Les anuncia la felicidad definitiva en el seno de Dios, pero lo hace introduciendo dignidad, paz y dicha en este mundo.

A veces, los cristianos exponemos la fe con tal embrollo de conceptos y palabras que, a la hora de la verdad, pocos se enteran de lo que es exactamente el reino de Dios del que habla Jesús. Sin embargo, las cosas no son tan complicadas. Lo único que Dios quiere es esto: una vida más humana para todos y desde ahora, una vida que alcance su plenitud en la vida eterna. Por eso nunca hay que dar a ningún César lo que es de Dios: la vida y la dignidad de sus hijos.

José Antonio Pagola

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“Dadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Domingo 18 de octubre de 2020. 29º domingo del Tiempo ordinario.

Domingo, 18 de octubre de 2020
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52-OrdinarioA29Leído en Koinonia:

Isaías 45,1.4-6: Llevó de la mano a Ciro para doblegar ante él las naciones. 
Salmo responsorial: 95: Aclamad la gloria y el poder del Señor.
1Tesalonicenses 1,1-5b: Recordamos vuestra fe, vuestro amor y vuestra esperanza.
Mateo 22,15-21: Pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?” Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: “Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.” Le presentaron un denario. Él les preguntó: “¿De quién son esta cara y esta inscripción?” Le respondieron: “Del César.” Entonces les replicó: “Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.”

En la primera lectura nos encontramos ante un texto que se encuentra ubicado en lo que se llama el «Segundo Isaías» o «libro de la consolación» de pueblo de Israel. Este dato, aparentemente simple, nos permite entrar al texto desde una clave de interpretación especial. Isaías, el profeta del juicio y el castigo, siempre tiene al final una palabra de ánimo, de esperanza, de consolación, sobre todo en estos tiempos en los que las propuestas alternativas son buscadas por el sistema globalizante para eliminarlas.

Yahvé habla a Ciro –una persona que «no conoce a Dios», insiste el texto- y le habla, para encomendarle una misión. Es decir: el no conocer a Dios no es una limitación para ser llamados por Dios a una misión, y la de Ciro va a ser la de anunciar palabras de consuelo. El monopolio de la elección de Dios por parte de sólo un pueblo entre todos los pueblos de la humanidad, se desdibuja ante este relato del profeta. Constatamos que un «no judío» puede servir también de mediación adecuada para la actuación de Dios. En buena parte, eso es una gran novedad.

En Pablo, la realidad que Isaías presenta como alianza es elección en comunidad («tenemos presente la obra de su fe, los trabajos y sobre todo la tenacidad de su esperanza»): Son las palabras de Pablo y compañía a la comunidad que se reúne en Tesalónica, quienes se dejan guiar por la acción del Espíritu Santo…

El evangelio de Mateo –el más comentado en la historia de la iglesia y a la vez el evangelio del cual se ha hecho la interpretación más dogmática y espiritualista– es el marco de un texto polémico en un contexto social en el que se divinizaba al Emperador. El evangelio de Mateo es la primera síntesis de la tradición judía y cristiana después de la destrucción del templo de Jerusalén en la guerra de los años 66-74 d.C. El fragmento que hoy leemos forma parte de una serie de controversias entre Jesús y los fariseos (y otros grupos) sobre temas como el tributo, la resurrección de los muertos, el mandamiento principal, el hijo de David… Todas estas controversias tienen como telón de fondo la confrontación de Jesús con la ley romana.

Bajo el tema del tributo, una realidad que sufrían las comunidades cristianas (en las que se fue elaborando el texto del evangelio) bajo el dominio del imperio romano, el pueblo de Israel –que siglos antes había soñado una sociedad como confederación de tribus, en la que el único Señor fuese Dios, el Dios de la liberación–, vive ahora las consecuencias de una monarquía que exprime al pobre para sostener su estructura. Los más pobres son los más afectados por la política fiscal, pues la tasación recaía más directamente sobre los que trabajaban la tierra, campesinos o inquilinos.

Pero yendo un poco más allá del tributo, fijémonos en la figura del Emperador. Roma cargaba sobre sí la influencia del mundo religioso de Egipto y Grecia. La relación de los romanos con estos dioses forma parte de la estructura ordinaria y cotidiana de la vida social: se entendía al Emperador como un dios; Roma era una teocracia.

Las comunidades cristianas que habían optado por otra forma de entender la relación con Dios, con el Dios de Jesús, con el Abba, no podían entender cómo el emperador se presentaba como Dios, y se enfrentan a la religión oficial optando por lo alternativo, que en este caso es la propuesta de vida en pequeñas comunidades de hermanos y hermanas.

Ante esta realidad, la comunidad cristiana busca en la experiencia vivida con el maestro y nos trae al escenario esta frase que ha conseguido ser aceptada como adagio popular: «al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Por tanto ya en los albores de la reflexión de la comunidad está la conciencia de que el emperador no es Dios, y nunca lo será, porque Dios es amor, justicia, amor, igualdad… valores ausentes en cualquier imperio, de cualquier época.

Con el correr del tiempo, lo que es alternativo se transforma en oficial, y se hace necesario reemprender el camino de la creatividad, de la renovación, de lo alternativo.

En la actualidad no hay emperadores que se presenten como Dios, pero sí nos encontramos con ciertas estructuras religiosas monárquicas e imperiales que lejos de reflejar la vivencia de la comunión entre los hermanos y hermanos, pretenden imponer la explotación de los pobres al mejor estilo del imperio Por eso, al leer este texto desde el hoy, tenemos que decir con voz profética: «a la estructura oficial religiosa lo que es de ella» y «a Dios lo que es de Dios», o sea, «a Dios Padre y a su Reino toda nuestra entrega y fidelidad».

El evangelio de Mateo con su fuerza eclesiológica renovadora, nos impulsa a trabajar incansablemente por una iglesia más cercana a la propuesta de Jesús, más centrada en las personas, en las relaciones entre los hermanos, y menos pendiente de la norma y estructura, que cuya atención no puede ponerse por encima de la Justicia y de la defensa de los pequeños, los predilectos de Dios. Leer más…

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18 octubre 2020. Dom 29 TO. Pagad a César lo que es del César…

Domingo, 18 de octubre de 2020
Comentarios desactivados en 18 octubre 2020. Dom 29 TO. Pagad a César lo que es del César…

render-unto-caesarDel blog de Xabier Pikaza:

En un sentido, el proyecto se oponía al orden imperial de Roma, que mantenía su poder armado sobre fundamentos de dinero. Pero no es una oposición en el mismo nivel (en forma de contradicción entre iguales o semejantes), sino en una oposición en otro plano. No se trata de luchar contra el César y su Dinero (mammon) en un plano imperial, sino de subir de nivel.

En ese contexto se sitúa y ha de entenderse el tema clave sobre el tributo del César, que sus adversarios le plantean para “cazarle” en algún tipo de contradicción y así acusarle ante el pueblo (si defiende el tributo del César) o ante la administración romana (si lo rechaza). Así lo suponen, según el evangelio de Lucas, las autoridades de Jerusalén cuando llevan a Jesús ante Pilato, acusándole de presentarse como pretendiente mesiánico y de impedir el pago de los tributos del César (Lc 23, 2). En ese fondo se sitúa el texto de este domingo.

Texto según Mateo

 En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?” Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: “Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.” Le presentaron un denario. Él les preguntó: “¿De quién son esta cara y esta inscripción?” Le respondieron: “Del César.” Entonces les replicó: “Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.” (Mt 22, 15-21)

   Ésta es la pregunta que le plantean a Jesús en Jerusalén, en el momento clave de su revelación mesiánica. El tema es la moneda del tributo,  que significativamente él no posee, no por casualidad (como si sele hubiera olvidado tomarla), sino por principio, porque no utiliza ese tipo de monedas. Él  ha pedido a sus discípulos que anuncien el Reino  sin bolsa de dinero o vestidos de repuesto (cf. Mc 6, 6b-13). He desarrollado el tema en Comentario de Mateo y en Economía y teología.

Introducción

Por eso mismo, Jesús ha dicho al rico que venda lo que tiene, que reparta lo obtenido entre los pobres, para iniciar así un camino donde puedan compartirse casas-campos y relaciones familiares (Mc 10, 17-31). En este contexto se sitúa este relato, que  fija las relaciones entre el movimiento de Jesús y el imperio, en el contexto de la tensa situación de Palestina (Israel), que desembocará poco después (tras el 66 d. C.) en una dura guerra contra Roma, que ha de entenderse en clave económica:

 ‒ Losdefensores del Imperio, tenderán a justificar la economía y política de Roma, pagando unos impuestos que se entienden como un modo de participar en ese Imperio, en comunión con otros pueblos cultos de aquel tiempo. El denario del tributo es para ellos una forma de contribuir al orden externo (mundano) de Dios.

Los enemigos del Imperio, entenderán el tributo como atentado contra la sacralidad israelita. Posiblemente, identifican la familia de Dios con el grupo nacional judío y quieren acuñar moneda propia, avalada con el nombre de Jerusalén. Por eso rechazan al César y su impuesto. Diga Jesús lo que diga, podrán acusarle: si afirma, le llamarán colaboracionista; si niega, insumiso, anti-romano.

Más allá de la ley imperial

En su respuesta, Jesús no defiende la oposición violenta (guerra contra Roma), pero tampoco apoya el orden de Roma, pues  a quienes le preguntan (le tientan) les responde que devuelvan el dinero a Roma, es decir, al César. En ese contexto, debemos suponer que él fue contrario al pago del tributo a Roma, no sólo por lo que ello implicaba de colaboración con el orden económico del Imperio, sino porque implicaba un tipo de economía fundada en el dinero. En esa línea, la respuesta de Jesús (¡devolved al César lo que es del César y dad a Dios lo que es de Dios!) no se puede entender como declaración de guerra  contra Roma, pero tampoco como aceptación de su tributo, sino como algo mucho más profundo: una subida de nivel, una llamada a la creación de un tipo de comunión humana en un nivel más alto que el de Roma.

  Según este relato , Jesús se sitúa “fuera de ley”, no en contra, sino al margen de ella, buscando las “cosas de Dios” (cf. Mc 8, 33) más allá del dinero y de la espada, pero no en un plano de ideales espiritualistas, sino de relaciones humanas (como indica en otra perspectiva el Sermón de la Montaña: Mt 5-7; Lc 6, 20-46). Las “cosas” de Dios definen la identidad del proyecto cristiano, en un espacio de gratuidad y pan compartido, no de dinero, desbordando el plano del talión, como sabe Mt 5, 21-48: “habéis oído que se ha dicho; yo, en cambio, os digo…”.

 ¿Es lícito pagar o no? Fariseos y herodianos quieren situar a Jesús ante la alternativa de pagar o rechazar el pago, pero siempre en un plano monetario, en una sociedad campesina en la que apenas corre el dinero, de forma que, para muchos, no existe casi más moneda que la utilizada para los tributos. Pero Jesús ha roto esa alternativa. No se trata de pagar o no pagar, sino de situarse en una dimensión más alta de revelación de Dios, es decir, de humanidad solidaria, por encima de una economía y política fundada en la posesión de la moneda. Jesús no acepta el tributo ni lo rechaza, sino que hace algo más radical,  supera el nivel monetario del dinero (pagar o no pagar a Roma), pidiendo que se devuelva a Roma su dinero (con sus impuestos) para situar el tema en clave de evangelio.

‒  Jesús no tiene moneda, por eso se la pide a sus tentadores.  Ellos se la traen, y el la mira, preguntando por la inscripción y la imagen rabadas en ella. (a) Por un lado, Jesús quiere superar el nivel de economía en que parecen situase todo, para colocarse más allá del dinero. (b) Por otra parte, la moneda del tributo (que los “tentadores” muestran a Jesús), tiene valor de curso legal (económico), pero no es profana, en el sentido moderno del término, pues el Cesar cuya imagen esta grababa en ella actúa como autoridad religiosa, es decir, como signo de la divinidad. También la inscripción (que podía ser “Tiberio César Augusto, hijo del divino Augusto”) tenía carácter sagrado. De esa manera, el tributo de César situaba a los hombre ante un “dios” que actúa por interés de dinero, y eso es lo que Jesús no puede aceptar.

‒ Devolved al César… Jesús no combate con armas contra el César, pero tampoco le obedece (no emplea su dinero), sino que sale fuera del espacio de su dominio, para situarse en un ámbito de vida y convivencia donde ya no sea necesario el tributo del César. Aquellos que le tientan  llevan consigo un dinero del César, dispuestos a emplearlo. Pues bien, Jesús les dice que “devuelvan” ese dinero, de modo que no tengan nada que deberle, nada que pagarle. No se trata, por tanto, de luchar en guerra contra el César y su dinero (como pretendían los celotas, para crear después su impuesto), sino de devolverle su dinero, para que haga con él lo que quiera, pues aquello que los cristianos han de construir no se logra con moneda. Jesús no ha caído en la trampa que quieren tenderle (pagar o no pagar), sino que propone otra salida: Devolver la moneda al César, darle lo suyo, salir de su imperio económico.

‒  Y dad a Dios lo que es de Dios… Sólo allí donde al César se le devuelve la moneda (sin entrar en cálculos con él) se puede dar a Dios lo que es de Dios, es decir, todo lo que somos y tenemos de verdad, inaugurando un tipo de vida distinta, en gratuidad, es decir, sin “capital” imperial, sin la violencia política y económica que simboliza el tributo. Esta palabra de Jesús sobre el impuesto ha de entenderse a la luz de todo el evangelio. Cerrada en sí misma, ella podría tomarse como puro enigma, una salida ingeniosa, llena quizá de ironía, pero recibe su sentido a la luz de aquello que Jesús ha dicho y realizado en su búsqueda de casa y comida compartida. Ciertamente, el dinero valdría para comprar y compartir los panes y peces con los necesitados (cf. 6, 37; 10, 17-22; 14, 3-9), pero Jesús no se ha situado en ese nivel de comprar y vender, sino que ha querido y quiere situar su movimiento (como han mostrado los dos temas anterior: del rico que quiere seguirle y de Pedro que dice que lo han dejado todo….) en un plano de gratuidad y vida compartida.

 Habían querido tenderle una trampa (pagar el tributo oponiéndose al nacionalismo judío, o no pagarlo, enfrentándose con Roma).  Pero Jesús se elevó de nivel, sin caer en la trampa de fariseos y herodianos. No dice “sí” (hay que pagar), ni dice “no” (hay que negarse a pagar), sino algo anterior y mucho más profundo: apodote (devolvedle) al César lo que es del César, a fin de “dar” a Dios lo que es de Dios (es decir, para realizar su obra en el mundo). Por eso, el texto acaba diciendo que se admiraban de él, pero sus acusadores pueden decir y dicen que él ha venido diciendo a la gente que no pague tributos al César, con lo que eso significa en aquel contexto (cf. Lc 23, 2).

Jesús no sataniza al dinero y a su César (contra los celotas), ni lo diviniza, pero lo expulsa en cuanto tal del ámbito mesiánico y, lo que es mucho más grave, él se ha atrevido a proclamar y mostrar con su vida que lo opuesto a Dios es Mammón , el dinero convertido en “dios” supremo de este mundo (cf. Mt 6, 24), por encima del imperio de Roma y del mismo templo de Jerusalén. Parece que su evangelio no se centra en temas o motivos de economía particular, sino en una experiencia y tarea de gratuidad universal, superando el plano del dinero, como parece haber puesto de relieve Mc 10, 17-31. Pero eso no es más que una “apariencia”. En realidad, todo el proyecto de Jesús va en contra del dinero del César, no en un sentido militar (luchar contra las legiones de Roma), sino en un sentido mucho más profundo: Devolver el dinero al Cesar, saliendo así de su campo de dominación, de su espacio vital y comercial.

Ciertamente, el mismo Jesús, que ha derribado por el suelo las monedas del templo (es decir, la estructura sacral del judaísmo interpretada como culto a Dios), no condena y rechaza de esa forma la moneda del César (no la tira por el suelo),  pero hace algo mucho más hondo y peligroso: Sitúa  esa moneda, con toda la economía imperial, fuera de su movimiento mesiánico. De esa forma, la expulsa de su comunidad, pero sin luchar militarmente contra ella, sino situándose en otro nivel, que es el más peligroso para Roma y para su imperio económico: Jesús sale de su espacio de dominio, queda fuera, no necesita del César[1].

Devolver la moneda al César significa dejar que ande por ahí, dejar que exista el orden de este mundo (como supone Pablo en Rom 13, 1-6),  pero sin participar de él, sin emplear su moneda. Se trata, pues, de dejar al César a un lado, sin luchar contra él, pero sin aceptarle. Este pasaje nos sitúa ante un gesto supremo de “insumisión activa”.  Jesús está anunciando la llegada de un Reino donde no exista moneda del césar, un Reino en el que los hombres no se dominen unos a los otros por dinero. Éste es el texto base, ésta la aportación  suprema del evangelio, que después los cristianos han interpretado y siguen interpretando de diversas maneras.

Interpretaciones

‒ La primera, la propia de Jesús, es la oposición de planos. Jesús ha invitado a devolver el dinero al César, a no utilizar su moneda, a no emplear su economía. De esa manera, sus seguidores han de quedar liberados del peso y la carga de toda economía monetaria, pero llamados a buscar otros tipos de colaboración y comunión económica, sea en la línea del proyecto de Mc 10, 29-31, con el ciento por uno, o en la línea de los sumarios de Hch 2-4). Leer más…

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