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“El fantasma del fundamentalismo”, por Carlos Osma.

Viernes, 11 de abril de 2014
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bancada-evangelica-e-a-cura-gayDel blog Homoprotestantes:

Cada vez es más preocupante la identificación que se hace entre religión y fundamentalismo. Un proceso que en algunos lugares como en nuestro país, o más aún en nuestras iglesias evangélicas, parece ya imparable. Tanto es así, que las personas que no comparten los principios fundamentalistas, son vistos como creyentes que se han dejado arrastrar por las ideas y las formas de vivir de su entorno, o directamente como falsos cristianos.

En el libro Cristianismo y Liberación [1], Juan Martín Velasco nos recuerda que el fundamentalismo es sólo una forma determinada de cristianismo, que aparece como resistencia a la modernidad y a las consecuencias que esta trae consigo. Y es que a finales del siglo XIX ocurren una serie de cambios, en el conocimiento humano y en la sociedad, que producen un fuerte impacto en la visión que tradicionalmente había tenido el cristianismo: aparece una nueva forma de ver la realidad, la historia y la moral gracias a los descubrimientos científicos, la primacía de la razón, el evolucionismo, la secularización de la sociedad…

Algunos cristianos ante esta nueva situación, apostaron por dialogar con la modernidad e inculturar su fe a las circunstancias que les tocó vivir. Pero otros, los fundamentalistas, cerraron filas ante lo que denominaron “recta doctrina”. Si los primeros creyeron necesario responder a las nuevas preguntas y los nuevos retos para que el cristianismo siguiese diciendo algo a la sociedad en la que vivían, los segundos tuvieron miedo de perder la identidad y actuaron a la defensiva. Se replegaron y se dedicaron a afirmar verdades absolutas que les permitiesen vivir más tranquilos.

Es en estas circunstancias que en julio de 1920, el periódico neoyorkino The Watchman-Examiner, pone por primera vez nombre a este movimiento que cree vivir en un mundo hostil, que se siente amenazado y que necesita por tanto, definir su identidad con toda precisión: “Proponemos aquí y ahora que se adopte un nuevo nombre para designar a las personas que entre nosotros insisten en que no sean cambiados los puntos de referencia…que sean llamados Fundamentalistas…cuando utilice este término lo entenderé como un elogio y no como un insulto”.

Si nos aproximamos a este movimiento observaremos que no es monolítico, que en realidad deberíamos hablar de fundamentalismos, ya que en él encontramos desde grupos que han decidido alejarse de la sociedad, con el proselitismo como único medio de relación con el entorno, a las corrientes selectivamente tradicionales y selectivamente modernas. Estas últimas, en mi opinión son las que están más presentes en nuestro país. No rechazan todo lo producido por la modernidad, sino que escogen aquellos elementos que les pueden permitir alcanzar la influencia sociopolítica que desean.

Las características de los fundamentalismos son muchas, pero me gustaría resaltar tres de ellas por la significación y la relevancia que han adquirido en nuestro país.

La primera, apuntada anteriormente, es el intento de presentar a los creyentes que no comparten sus puntos de vista como cristianos no auténticos. Una división entre cristianos verdaderos, que son únicamente los que afirman sus principios, y aparentes, contaminados por el liberalismo, el modernismo o el relativismo. Para saber si un cristiano es verdadero debe, por un lado, afirmar lo que el fundamentalismo ha establecido como “recta doctrina”, y por otro, tener un nuevo nacimiento que lo separe completamente de los que no lo han hecho. La búsqueda de una experiencia en que basar su fe, que no deje lugar a la duda.

La segunda, la lectura literal de la Biblia, que es inerrable no sólo en cuestiones teológicas, sino también históricas y científicas. Absolutizarla hasta ponerla en lugar de Dios mismo, confundiéndola con él. Una especie de idolatría bíblica en la que el lector fundamentalista aparece como un adorador neutro sin ningún tipo de condicionante. Algo paradójico si tenemos en cuenta que los distintos grupos fundamentalistas hacen lecturas diferentes, e incluso contradictorias, de los mismos textos. Unas diferencias que se presentan como no esenciales: “En ciertas cosas podemos interpretar distinto, pero en las fundamentales tenemos que coincidir”. Evidentemente ellos nos explican cuales son estos puntos fundamentales y como deben ser creídos y afirmados. En el fondo, creo que no deja de ser una utilización de la Biblia para defender los propios puntos de vista, presentándolos como divinos.

Y por último, estos grupos se presentan como portadores y defensores de la verdad. Una verdad sin condicionante alguno, una verdad absoluta que se deriva de la revelación que ellos encuentran en la Biblia. Ya no hay fe, no hay confianza del creyente, no existe el riesgo de creer: ahora hay seguridades, verdades. Ya no es necesario buscar, no hay lugar para la duda. La verdad que ofrece el fundamentalismo es una anestesia para los que se sienten incapaces de dar respuesta al complejo mundo donde vivimos. El cristianismo entendido como un conjunto de personas, al que unos cuantos van guiando y controlando con la verdad que poseen.

Ante todos estos movimientos, que parecen tener claras todas las cosas, que nos muestran a un Dios tan humano, que nos hacen preguntarnos si no están hablando de ellos mismos, creo que deberíamos hacer hincapié en el Dios trascendente y en el ser humano real. Explicar que aunque son necesarias las imágenes que nos hacemos de Dios, es absurdo presentar cualquier imagen de Dios como definitiva y verdadera. Afirmar todas las veces que sea necesario que el Dios que nos reveló Jesús, respeta la vida y la realidad del ser humano. Una vida y una realidad que no quiere someter sino liberar. Y por último advertir que la consecuencia del fundamentalismo, es la opresión del ser humano por parte de un ídolo que el hombre mismo ha construido a su imagen y semejanza.

Carlos Osma

Publicado en Lupa Protestante en Marzo de 2007

[1] Tamayo J.J. Cristianismo y liberación. Homenaje a Casiano Floristán. (Madrid; Editorial Trotta, 1996), pp. 271-293.

Biblia, Budismo, Cristianismo (Iglesias), General, Homofobia/ Transfobia., Islam, Judaísmo , , , , , , , ,

LGBT y textos sagrados: la cuestión hermenéutica

Jueves, 10 de abril de 2014
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lgbt-520x245Este texto se basa en un taller ofrecido en Madrid, en febrero de 2013, sobre el libro “Lo que la Biblia realmente dice sobre la homosexualidad”, de Daniel A. Helminiak, Ed. Egales, 2003. El taller estaba dividido en dos sesiones. En la primera sesión se reflexionaba acerca de las cuestiones hermenéuticas; en la segunda sesión se trabajaba sobre el texto bíblico.“Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para aprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre [y la mujer] de Dios sean perfectos, equipados para toda buena obra.” (2Tim. 3,16-17).Para abordar un tema tan sensible como  la homosexualidad y su relación con el texto sagrado (la Biblia), se hace necesario plantear ciertas cuestiones hermenéuticas que deberían constituirse en algo así como puntos de partida preliminares que  nos permitirán tratar dicha cuestión con la seriedad y la sensibilidad que se merece.Podemos comenzar con una pregunta: ¿Por qué la Biblia se ha mantenido como un libro de cabecera de generación en generación? Aventuremos un par de respuestas: 1) Por su capacidad de responder preguntas y de plantear nuevas, independientemente de los cambios sociales, políticos, culturales y religiosos a los que la Historia ha asistido hasta este momento; 2) Porque actúa como un sujeto con en el que se puede establecer un diálogo real, de acuerdo con el primer punto. Sin embargo, nos encontramos con un problema, lo que se ha dado en llamar “la doble autoría”.

La “doble autoría” tiene que ver con que, en el caso de la Biblia, nos encontramos con un autor divino y muchos autores humanos. ¿Cómo debemos abordar, entonces, nuestra lectura de la Biblia, como un libro sólo divino o como un libro sólo humano, o como ambas cosas a la vez? Si nos enfrentamos a la lectura del texto como algo divino y humano, no tenemos más remedio que decidir qué significan conceptos como “inspiración”, “inerrancia”, “palabra de Dios”, etc. ¿Estamos ante un texto cuyos autores humanos han sido anulados por una especie de daimon que secuestra su manera de entender e interpretar su mundo? ¿O más bien nos encontramos ante una obra que utiliza una determinada cosmovisión para ofrecer una forma alternativa de afrontar y confrontar cuestiones universales?

Otra cuestión a la que debemos atender se relaciona con el problema de la comprensión. ¿Qué significa comprender? De acuerdo con Hans Georg Gadamer, comprender significa “ponerse de acuerdo con la cosa”. Esto quiere decir que la comprensión no es algo que se dé de forma inmediata, sino que se necesita un ejercicio personal importante que, sin duda, implica una determinada actitud de apertura total que hará posible dicha comprensión.

Todo lo que se ha expresado hasta ahora está íntimamente relacionado con la acción lectora. En la mayoría de los casos, presuponemos que al leer estamos entendiendo exactamente lo que el autor o autores quisieron transmitir exactamente. Sin embargo, eso no es del todo cierto, porque todo ejercicio lector supone un cierto grado de interpretación, y esto sucede porque vamos a los textos con nuestras propias anticipaciones y expectativas, las cuales no podemos dejar de imponer a los mismos.

Por otro lado, es muy común pretender que en nuestra lectura de los textos, simplemente entendemos, como ya se ha expresado, de forma clara y distinta exactamente lo que dicen. Pero, esa creencia de accesibilidad a los textos como si fuéramos una tabula rasa es del todo equivocada, ya que debemos tener en cuenta el papel de los prejuicios o preconceptos en nuestra comprensión del texto. En este sentido, debemos aclarar que los prejuicios o preconceptos son absolutamente necesarios para comprender el mundo en el que nos movemos y somos, el cual incluye los textos que leemos. Por ejemplo, nuestra comprensión responde a una determinada lengua, a una cultura específica, a un simbólico que hemos ido elaborando de acuerdo con la educación que hemos recibido, etc. La cuestión es que debemos aprender a discriminar entre los prejuicios que nos ayudan a comprender y los que interfieren en dicha comprensión: “Una comprensión llevada a cabo desde una conciencia metódica intentará siempre no llevar a término directamente sus anticipaciones sino más bien hacerlas conscientes para poder controlarlas y ganar así una comprensión correcta desde las cosas mismas… <Prejuicio> no significa pues en modo alguno juicio falso, sino que está en su concepto el que pueda ser valorado positivamente o negativamente.” (Gadamer, H. G., Verdad y Método, pp. 336-337, Ed. Sígueme).

Si tenemos en cuenta todo lo que se ha expresado hasta este momento, debemos afirmar la importancia de cultivar el arte del diálogo o de la conversación. Dialogar o conversar significa, sobre todo y ante todo, entrar en la dinámica de preguntas y respuestas, lo cual supone y presupone la apertura total e incondicional a la argumentación del sujeto que nos interpela y que tenemos enfrente, en este caso la Biblia. En palabras de Gadamer: “La forma literaria del diálogo devuelve lenguaje y concepto al movimiento originario de la conversación. Con ello la palabra se protege de cualquier abuso dogmático.” y “Lo que caracteriza a la conversación frente a la forma endurecida de las proposiciones que buscan su fijación escrita es precisamente que el lenguaje realiza aquí en preguntas y respuestas, en el dar y tomar, en el argumentar en paralelo y en ponerse de acuerdo, aquella comunicación de sentido cuya elaboración como arte es la tarea de la hermenéutica frente a la tradición literaria. Por eso cuando la tarea hermenéutica se concibe como un entrar en diálogo con el texto, esto es algo más que una metáfora, es un verdadero recuerdo de lo originario.” (Gadamer, H. G., op. cit. P. 446).

No cabe duda de que en el tema que nos ocupa –como en tantos otros que se han presentado como conflictivos- nos encontramos con un problema de comprensión, o lo que es lo mismo con un problema hermenéutico. Los métodos de interpretación de los textos sagrados han ido cambiando a lo largo de la historia. Por ejemplo, la tradición judía y la iglesia cristiana hasta el siglo XIX mantenían diferentes formas de acceso a la comprensión de los textos. En el siglo XIX surge de la mano de Schleiermacher, entre otros, lo que se ha dado en llamar el sistema gramático-histórico-literal, en el cual se pretende ir más allá de “la literalidad de las palabras y su sentido objetivo” para atender también a “la individualidad del hablante o del autor.” (Gadamer, H. G., op.cit., p. 239). Sin embargo, dicho sistema presenta ciertas limitaciones en el quehacer hermenéutico y surgen los métodos histórico-críticos que, combinando diferentes disciplinas intentan llegar al “verdadero sentido” de los textos.

Tanto el sistema histórico-gramático-literal como los métodos histórico-críticos, aunque muy útiles y dignos de ser tenidos en cuenta, no han sido capaces de dar respuesta a la cuestión principal: la comprensión. Y, en este sentido una vuelta de tuerca a la hermenéutica podría proporcionarnos una posible solución. ¿Por qué no aplicar un modelo deconstructivista? En mi opinión, este modelo aporta la consideración y asunción de la diferencia como algo valioso. Su protesta contra lo tradicional y su preocupación por poner de manifiesto que las instituciones pretenden eternizarse a costa de la vida, tienen una clara aplicación: la diferencia no debe ser un principio de marginación o discriminación; las instituciones no están por encima de la vida (en palabras de Jesús, el sábado fue hecho por causa de las personas y no las personas por causa del sábado).

Por otro lado, otra de sus grandes aportaciones es la idea de que cada nuevo contexto necesita nuevas lecturas. Lecturas actualizadas que transformen las vidas actuales de los lectores. Es necesaria una cierta flexibilidad y creatividad en la interpretación que posibiliten la destrucción de viejas estructuras y la creación de otras que respondan a las necesidades actuales de individuos y colectividades.

¿Qué conexión podemos establecer entre las cuestiones hermenéuticas y las de identidad sexual en su relación con los textos bíblicos? Para empezar, la identidad sexual es algo que no se plantea en ningún momento en dichos textos, ya que que la sexualidad humana se consituye en objeto de reflexión sólo a partir del planteamiento de uno de los filósofos de la sospecha: Sigmund Freud (1856-1939). Por tanto, resulta del todo anacrónico imponer al texto una problemática ajena al mismo. Esto quiere decir que deberíamos ser capaces de entender que, en los pocos textos en los que tradicionalmente hemos entendido una condena de la homosexualidad, lo que nos encontramos más bien es con una regulación de la homogenitalidad, íntimamente relacionada con la penetración (masculina) como impureza (ver los Códigos de Santidad en Levítico).

Por otro lado, y en el tema que nos ocupa, como en otros de índole parecida (el papel de la mujer, el divorcio, las relaciones fuera del matrimonio, el aborto, etc.) hacemos de los textos bíblicos un uso deshonesto. Apelamos a ellos únicamente para dar valor a lo que sólo es una opinión personal poco contrastada, sin ningún tipo de argumentación –o con una muy débil y poco sostenible- y que tiene que ver con una supuesta literalidad mal aplicada y bastante parcial, todo sea dicho. Creo que las ciencias bíblicas, como cualquier otra disciplina, deben ser aplicadas con todo rigor, y no se trata de renunciar al libre examen de las Escrituras, sino simplemente de reconocer nuestros propios límites, ser algo más humildes y no pensar que somos teólogos o biblistas sin serlo en realidad. De  hecho, pretendemos hacer del mundo que nos rodea y de sus practicas algo sagrado de acuerdo con nuestra propia “interpretación” de eso “sagrado”, y sin embargo debemos reconocer que, a partir del cristianismo, de los textos del Nuevo Testamento y de la oferta de salvación que hace la iglesia, el mundo no es más que “este mundo” (H. G. Gadamer, op. cit., p. 200), así que ¿cómo vamos a hacernos cargo de él? ¿cómo vamos a pensarlo? ¿cómo vamos a entenderlo? ¿a través de la exclusión y la marginación de ciertos colectivos? ¿vulnerando los derechos humanos? ¿ignorando las enseñanzas y las prácticas del Maestro?

Puede que muchas personas crean que la homosexualidad es pecado, y que estén convencidas de que dicha creencia está basada estrictamente en las Escrituras, pero ello, si fuera verdad, no les legitima para privar a las personas de su derecho a vivir con dignidad y en libertad. Se cuenta que en una ocasión una mujer fue llevada ante Jesús acusada de adulterio; los que la acusaban (de forma injusta y de mala fe) estaban dispuestos a ejecutarla, e iban a hacerlo sin ninguna dilación ni misericordia, hasta que Jesús dijo: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.”

Una pregunta final: ¿No será que nuestros prejuicios o anticipaciones negativas están privando al texto bíblico de aportar en nuestro tiempo y en nuestra cultura alternativas reales de soluciones reales en situaciones reales?

Por Joana Ortega Raya para Lupa Protestante

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David y Jonathan, amor homo en la Biblia.

Viernes, 4 de abril de 2014
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IMG_2601El amor entre varones se celebra en la Biblia Hebrea con la historia de David y Jonatán. Aunque vivieron hace más de 3.000 años todavía inspiran tanto a creyentes de fe, defensores de nuestros derechos, como a otras personas. La festividad de David se celebra el 29 de diciembre.

Según la Biblia hebrea, estos dos varones se conocieron cuando David era un pastor muy joven. Jonatán era un guerrero valiente que había regresado victorioso de la batalla. Jonatán era el hijo mayor de Saúl, el primer rey de Israel. David fue llevado directamente a ver al rey Saúl luego de haber decapitado al gigante filisteo Goliat. Los estudiosos estiman que David tenía unos 18 años de edad y que Jonatán tenía por lo menos 10 años más que David.

Jonatán se enamoró a primera vista del héroe joven y apuesto. Como dice la Biblia Hebrea: “El alma de Jonatán quedó ligada al alma de David” (1° Samuel 18.1). Su historia abarca más capítulos en la Biblia Hebrea que cualquier otra historia de amor humano.

David, luego el segundo rey de Israel, fue un guerrero aclamado, músico y poeta. Se le atribuye la composición de muchos de los salmos en la Biblia. Las genealogías en los evangelios cristianos nombran a David como uno de los antepasados de Jesús.

La idea moderna de orientación sexual no existía en los tiempos bíblicos pero la historia de amor de Jonatán y David en 1° y 2° Samuel sugiere que las parejas del mismo sexo son afirmadas y bendecidas por Dios.

Artistas de todas las épocas han tratado de captar el drama y la pasión de su historia, empezando por el momento en que David y Jonatán se reunieron. Una hermosa versión romántica de su primera reunión aparece en un vitral en una iglesia episcopal escocesa en la ciudad de Edimburgo. La inscripción dice: “El alma de Jonatán quedó ligada al alma de David” (1° Samuel 18.1).

El amor entre ambos varones se celebra también en la literatura, incluyendo el poema “El encuentro de David y Jonathan” del poeta inglés John Addington Symonds en el siglo XIX. Esta poesía es conocida como un temprano defensor del amor masculino (homosexual) y escribió muchos poemas inspirados en sus propias aventuras homosexuales. En el poema “El encuentro de David y Jonathan”, escribe:

“Allí, junto a un antiguo encinar, enorme y duro,
Que agarraba la roca firme con raíces nudosas y ásperas,
Detuvo sus pasos, y en sus brazos fuertes
Tomó a David y con amor dolorido encontró en solaz en amplitud en el habla, y la presión, y la respiración.
Con qué avienta la desembocadura del anhelo
Corazones cobraron por que hablasen. En ese beso
Alma a alma y felicidad a felicidad fueron unidas.”

El poema completo aparece en “Muchos Estados de Ánimo: Un Volumen de Versos” por John Addington Symonds.

Es imposible saber si David y Jonatán expresaron su amor sexual. Algunos consideran que David era bisexual, ya que la Biblia Hebrea también relata cómo cometió adulterio con Betsabé, a quien luego convirtió en una de sus ocho esposas. No hay duda de que muchas personas hoy en día honran a David y Jonatán como santos homosexuales.

Vía Manhunt

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“El hombre del cántaro”

Miércoles, 2 de abril de 2014
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@face787856Un texto que ya habíamos publicado en Cristianos Gays pero que tras el último incidente había desaparecido y que volvemos a publicar porque es precioso y porque el hermano Bernardo Yoel  “ha vuelto a reclamar…“. Lo recogemos de Atrio

El primer personaje del evangelio que sale del armario.

Nos dice el autor que dedica este artículo al grupo de personas gays a quienes las iglesias cristianas deben una reparación por haberlas denostado por siglos. Salvador Santos, autor de “Un paso, un mundo”, es especialista en exégesis de Marcos, discípulo y colaborador de Juan Mateos. Hoy empieza una colaboración en ATRIO, que espero sea muy duradera y provechosa. 

Hay personajes del evangelio cuya notoriedad ha sobrepasado los márgenes del texto donde se recogen sus actuaciones. Son figuras históricas o virtuales de rango universal, tales como Lázaro, la Hemorroísa, la Samaritana, Jairo, María Magdalena, Pedro, Zaqueo… Junto a estos actores de primera fila, otros, sin rostro, ni protagonismo residen arrinconados en los estantes menos visibles del relato evangélico. Uno de los más desconocidos es el Hombre del Cántaro.

El Hombre del Cántaro pasa inadvertido la mar de las veces. Su paso por la escena es visto y no visto. Una aparición tan efímera en el texto explica que los lectores apenas nos hayamos fijado en él a pesar de que le nombran dos de los tres primeros evangelios. Para indagar en su identidad y estar al tanto del papel que desempeña seguimos la lectura de Marcos, la fuente principal:

12. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron sus discípulos:
-¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
13. Él envió a dos de sus discípulos diciéndoles:
-Id a la ciudad, os encontraréis con un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, 14. y donde entre decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está mi aposento, donde voy a celebrar la cena de Pascua con mis discípulos?”.
-15. Él os mostrará una sala en alto, grande, alfombrada, dispuesta; preparádnosla allí.
-16. Salieron los discípulos, llegaron a la ciudad, encontraron las cosas como les había dicho y prepararon la cena de Pascua. (Mc 14, 12-16).

  • 12. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual

La narración comienza con dos datos temporales contradictorios. Las dos fiestas, la de la Pascua y la de los Panes Ázimos (mazzots), coincidían en su fecha de celebración por razón de que rememoraban un único acontecimiento, la liberación de la esclavitud en Egipto. Pascua y Ázimos comenzaban al iniciarse el día 15 de nisán, es decir, al anochecer del 14, según el modo judío de contar el día: de puesta a puesta de sol. El cordero, elegido el día 10, debía ser macho, de un año y sin mancha ni defecto. Se sacrificaba en el recinto del templo entre las 2,30 y las 5,30 del mediodía del 14. Nadie salvo un no judío desconocedor absoluto de las fiestas podría afirmar, como hace aquí Marcos, que el cordero pascual se sacrificaba el día primero de los Ázimos.

 Marcos conocía a la perfección cada momento de las fiestas. Anteriormente había dado cuenta de su cercanía (14,1). ¿Por qué, entonces, esa incongruencia tan evidente y manifiesta? Los muchos intentos por explicarla no resultan convincentes. Cabe, pues, pensar en el recurso típicamente suyo de utilizar dos datos temporales contradictorios (1,32; 4,35) como invitación al lector a hacer un alto en la lectura y dirigir su mirada hacia la situación que ha motivado los hechos.

Acerquémonos a ellos: Nuestro autor, Marcos, ha destacado previamente la ansiedad de la aristocracia sacerdotal y de los máximos representantes de la ideología oficial por prender a traición a Jesús con el fin de darle muerte antes del inicio de los festejos (14,1-2). Él disfruta tranquilo en casa de un marginado. En ese escenario una anónima mujer le muestra con un desbordante amor que acepta su proyecto hasta las últimas consecuencias. La entrega de la mujer desata la tensión en los discípulos, que interpretan su gesto como exagerado e inútil (14, 3-8). El grupo de seguidores no sale de sus coordenadas nacionalistas y demuestra una escasa adhesión al proyecto del Galileo. El desacuerdo desemboca en la traición de uno de los Doce. Los dirigentes sacarán partido de las divergencias. Ha fraguado la complicidad y los instintos criminales entran en ebullición (14, 10-11). Los acontecimientos parecen precipitarse.

  • Le dijeron sus discípulos: ¿Donde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?

En medio de esa atmósfera de arrebato, con las fiestas echándose encima, los discípulos toman la iniciativa. Ellos daban por hecho que la celebración de la cena de Pascua al modo tradicional entraba en los planes del Galileo y le urgieron, por tanto, a que determinara el escenario de la capital donde convendría llevarla a cabo. El ambiente festivo, donde la conciencia de pueblo alcanzaba su punto de efervescencia, propiciaba la costumbre de que los habitantes de la ciudad brindaran gratuitamente locales y terrazas de sus domicilios a las decenas de miles de peregrinos venidos a Jerusalén para la ocasión. En cada estancia se reunían por término medio entre diez y veinte comensales.

Llama la atención en la pregunta de los discípulos su sentido restrictivo: a prepararte (lit. para que comas), cuando se esperaría una propuesta en plural (siguiendo la literalidad: para que comamos). ¿Qué se esconde tras esa formulación en singular? El grupo observó la cena de Pascua como la mejor oportunidad para que él aceptara por fin los sagrados ideales mesiánicos trazados en el Antiguo Testamento. No había mejor ocasión para que asumiera el liderazgo de un movimiento popular contra el imperio dominante. Ése debería ser su momento; ésa sería su Cena, la que inauguraría la nueva Pascua. A tal fin los discípulos se ofrecieron como servidores incondicionales.

  • 13. Él envió a dos de sus discípulos diciéndoles: – Id a la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, 14 y donde entre decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está mi aposento, donde voy a celebrar la cena de Pascua con mis discípulos?”.

Pero los planes de Jesús diferían de la estrategia de los discípulos y no respondió directamente a su requerimiento. Antes bien, se hizo cargo de la situación y señaló los pasos a dar.

En primer lugar envió a la ciudad a dos de los discípulos. No se mencionan sus nombres; el número dos lo dice todo. Representan a la sociedad alternativa como en 6,7: “convocó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos”. Se emplea el verbo (ἀποστέλλω) que define una de las características esenciales del grupo: ser emisarios con un encargo de Jesús (Mc 3,14).

La ciudad, centro del poder político, religioso y económico, será el destino de los enviados, pero ni el guión a desarrollar, ni el objetivo a conseguir tendrán que ver con los propósitos de los discípulos. El Galileo no les aportará una dirección precisa, tampoco un itinerario detallado; sí, en cambio, pondrá a su alcance una señal inesperada, dinámica y claramente reconocible cuya estela les conducirá hasta el lugar idóneo. Habrán de coincidir con el Hombre del Cántaro: “os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua”.

El matiz del verbo (ἀπαντάω: “salir al encuentro”), sugiere que la iniciativa corresponde al personaje en cuestión (Lc 17,12). El bullicio en un día tan señalado daba para toparse con un hombre cargando cualquier objeto, pero no un cántaro. El cántaro era recipiente propio de mujeres. Ningún hombre habría tenido la mala ocurrencia de andar por las concurridas calles cargando un cántaro de agua. Además de concentrarse en él, recelosas, todas las miradas, le habrían apedreado sin más. El insólito personaje obliga a los discípulos a dejar atrás sus prejuicios para abandonarse en quien menos confiarían. Las preguntas surgen solas: ¿Quién es ese hombre del cántaro? ¿De dónde ha salido?

Los datos orientan al sentido figurado. Se trata de un ser humano (ἄνθρωπος) con apariencia de hombre y comportamiento de mujer. Persona y cántaro conforman una unidad. Trasladando su completa imagen a nuestra cultura hablaríamos de un hombre vestido con falda y tacones. Su figura responde a la de un afeminado. No importa su procedencia, sino que está allí. Eso no tiene discusión. Y es como es. Su perfil lo dice todo. Este ser humano será el elegido por Jesús para orientar a los discípulos. Su compostura femenina anuncia que ellos han de invertir su manera de mirar la Pascua.

El hombre-mujer, impensable en la mentalidad judía, rompe los esquemas ideológicos de los enviados. Precisamente eso pretendió el Galileo acudiendo a él como figura representativa, subvertir en el grupo de discípulos unos valores alineados con la violencia nacionalista. Iban descaminados los que subestimaron el gesto de la mujer del perfume. Aquella mujer apuntaba en la buena dirección con su actitud comprometida a amar sin límites hasta entregar la propia vida en favor de los más débiles.

El hombre del cántaro quiebra el orden establecido como natural. Su sola presencia advierte a los enviados de la invalidez de sus códigos de conducta. Sin él, los discípulos carecen de rumbo y destino seguros. El hombre del cántaro les saldrá al paso como la única garantía de hallar lo que buscan. Ellos habrán de trocar ante él sus esquemas mentales. El afeminado aparece en el texto como modelo de discípulo advirtiendo que la sociedad alternativa no se distinguirá por sus privilegios, sino por el insustituible servicio de marcar la ruta hasta el escenario donde se celebrará la definitiva libertad.

La escueta consigna a los enviados no admite dudas: “Seguidlo”. La expresión formada por el verbo (ἀκολουθέω: “seguir”) acompañado de pronombre se usa casi siempre en Marcos para indicar el seguimiento a Jesús (1,18; 2,14.15; 6,1; 8,34; 9,38; 10,21.28.32.52; 11,9; 14,54; 15,41). El del cántaro se convierte así en el guía ideal para los discípulos. Hace las veces de Jesús, que se ha identificado con él depositando en el afeminado su absoluta confianza. El hombre-mujer ocupará su lugar y dirigirá a los enviados hacia su destino. Gracias al Galileo, un personaje insignificante ha pasado a ocupar el papel de protagonista. La imagen afeminada del hombre del cántaro en posición tan destacada pudo generar escándalo entre lectores de procedencia judía, lo que explicaría que, en su relato, Mateo suprimiera de un plumazo al personaje y, con ello, su labor de encaminar a los discípulos hasta la casa: “Id a la ciudad, a casa de Fulano…” (Mt 26,18).

 Él tiene allí las puertas abiertas: “donde entre”. El hombre del cántaro no necesita salvoconducto, pertenece a los de la casa. Una vez en ella, el “dueño” pasa a ser el interlocutor válido para los discípulos. El término (οἰκοδεσπότης “dueño de la casa”), sólo utilizado en los tres primeros evangelios, aparece en Marcos esta única vez. Mateo y Lucas lo usan en algunas metáforas y parábolas refiriéndolo a Dios (Mt 13, 27; 20,1.11; 21,33; Lc 14, 21). En otros lugares, Jesús lo utiliza aplicándoselo a sí mismo (Mt 10,25; Lc 13,25).

El dueño de la casa se muestra en este contexto como sujeto en connivencia con el Galileo. El dispone y da acceso al escenario definitivo, el que acogerá a la sociedad del Reino en su momento más crucial. El texto deja suponer que su función se limitará a escuchar y a mostrar el espacio reservado. Sólo a él prestarán atención los discípulos, cuya función se circunscribe a ser fieles transmisores del mensaje del Galileo, al que Marcos presenta dominando en todo momento la situación. Por eso, Jesús les traslada en primera persona la pregunta que ellos deberán plantear con exactitud al dueño de la casa: “¿Dónde está mi aposento…?”, aunque para introducirla, habla de si mismo en tercera persona: “El Maestro pregunta”.

La introducción “El Maestro pregunta” sirve de contraseña al dueño de la casa. Es la única vez en Marcos que Jesús se autodenomina maestro (ὁ διδάσκαλος); asimismo también en esta sola ocasión el evangelista escribe el término con artículo. El dueño de la casa no reconocerá a otro maestro distinto a Jesús. Los discípulos tendrán acceso a la estancia únicamente presentándose como seguidores suyos. Es la aceptación de su proyecto lo que permite el libre acceso al interior de la casa. Los discípulos se verán obligados a dejar atrás sus estrategias y sus objetivos.

Con su interrogante, el Maestro no reclama saber, sino enseñar a los enviados. Son los discípulos quienes deberán mostrar disposición al aprendizaje. Preguntarán por un lugar (¿Dónde…?) respecto al que Jesús conoce bien la respuesta. Él persigue que sus enviados sean llevados hasta el escenario que buscan y puedan observarlo. El término empleado para hablar de ese espacio: “aposento” (κατάλυμά), no utilizado en Marcos salvo en esta ocasión, tiene el sentido de albergue que invita al descanso tras un largo trayecto. Habla de un lugar concreto, reservado y exclusivo para él (“mi aposento”), acordado de antemano y con unas condiciones especiales para el uso al que se destina. En contraposición al sentido restrictivo del planteamiento inicial de los discípulos: “a prepararte…”, el Galileo ensancha las miras y prevé un escenario abierto a la totalidad de sus seguidores: “voy a celebrar la cena de Pascua con mis discípulos”.

  • 15. El os mostrará una sala en alto, grande, alfombrada, dispuesta; preparádnosla allí.

Las indicaciones dadas a los enviados incluyen las características de la estancia que el dueño les enseñará. A ellos incumbe cotejarlas con las condiciones que ellos conocen de antemano. Las cuatro marcas que definen el local están descritas con absoluta sobriedad. De ese modo, concentran la atención sobre ellas y preparan la mente respecto a los hechos que tendrán lugar en el citado espacio.

Se trata de una “sala en alto”. Este término (ἀνάγαιον; etimológicamente por encima de la tierra; opuesto a κατάγαιον: subterráneo), presente únicamente aquí y en el lugar paralelo de Lucas (Lc 22,12), apunta a la idea de que el escenario de la cena supera los propósitos nacionalistas del colectivo de seguidores. “Grande” (μέγα) sugiere desahogo, apertura y gran capacidad para albergar a un amplio universo de adheridos al proyecto. “Alfombrada” (ἐστρωμένον: participio perfecto pasivo de στρώννυμι: “extender” [una alfombra], “tapizar”) habla de un sitio acogedor, relajado, idóneo para la libertad (sólo los esclavos comían de pie). Y por último, “dispuesta” (ἕτοιμον), asegura reunir condiciones que, además de excelentes, son definitivas. No caben modificaciones en la sala; se halla en su punto para disponer de ella. Quedan únicamente los preparativos propios de la cena a los que los discípulos hicieron alusión: “a prepararte”. Las instrucciones del Galileo se han completado.

  • 16. Salieron los discípulos, llegaron a la ciudad, encontraron las cosas como les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

El relato termina dando cuenta del cumplimiento del encargo por parte de los enviados, de la exactitud con que lo llevaron a efecto y de la preparación de la Cena de Pascua. Marcos no se interesó en los pormenores de los preparativos, que no eran pocos: sacrificar el cordero en el templo, elaborar los panes sin levadura, hacer la ensalada, preparar la mesa para todos los comensales, colocación de los accesorios), sí, en cambio, trabajó con extremo cuidado las coordenadas en las que encuadrar una cena que de ningún modo coincidirá con las ambiciones de los discípulos.

El dueño de la casa admitirá exclusivamente las instrucciones del Maestro. A ellas se ceñirán también los discípulos (término usado en cuatro ocasiones señalando su sentido universal). El Galileo marcará las pautas a seguir. El papel de guía lo desempeñará el hombre del cántaro, el primer personaje del evangelio salido del armario

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“Teresa de Jesús y la Biblia (II): Las tentaciones”, por Gema Juan, OCD.

Martes, 18 de marzo de 2014
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Santa Teresa de Jesus dibujo bibliaDe su blog Juntos Andemos:

La narración de las tentaciones aparece en los tres evangelios sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas. A lo largo de los escritos de Teresa se puede ver cómo ha comprendido este importante pasaje evangélico, que viene a ser un resumen, a la vez que un programa de la vida de Jesús.

Hay referencias explícitas al texto bíblico pero, sobre todo, una larga resonancia. Teresa mira a Jesús, su respuesta a la tentación, su opción de amor y fidelidad. Y pide «poner los ojos… en el verdadero camino», en el que hizo Jesús, para descubrir quién es Él y seguirle.

Avisa de la necesidad de considerar «el camino que Su Majestad tuvo en esta vida». «Declara algunas tentaciones», da remedios para ellas… Dirá: «Vivimos en vida tan incierta y entre tantas tentaciones y peligros, [que] dice bien su Majestad enseñándonos que pidamos y él lo pide para sí: «mas líbranos de mal, amén». Por eso, insistirá en que «mirando Su vida» se descubre cómo responder a la propia.

Muy brevemente, pues hay sobrados estudios sobre este pasaje evangélico, las tres tentaciones vienen a decir lo siguiente:

12822836025_328781de5c_m– Si eres Hijo de Dios… la tentación de usar a Dios, de utilizarle en propio beneficio. Un Dios que es casi un amuleto y ofrece ventajas a sus servidores.

– Si eres Hijo de Dios… la tentación de poner condiciones a Dios, de exigirle. De buscarle y hacerle presente a través de lo espectacular y grandioso. La tentación del prestigio.

– Si te postras y me adoras… la tentación del poder. Que puede ser pactar con la fuerza o con los fuertes del mundo. La tentación del uso del poder para lograr el objetivo del Reino.

Habría un denominador común: la obediencia de Jesús a la palabra de Dios. Una idea que recorre la vida de Jesús de principio a fin y que le lleva a su gran decisión de asumir voluntariamente la subida a Jerusalén y la pasión. Y una lección fundamental que recoge continuamente el Nuevo Testamento: que el camino de la vida es camino de muerte.

Teresa dirá a sus hermanas –y en ellas a todo creyente–: «O somos esposas de tan gran rey, o no». O somos seguidores, o no. Y seguir a Jesús es entrar en el camino de la pasión, de la entrega que genera vida. Eso significa «padecer con Él», en boca de ella. No es autoinmolarse o buscar heroicidades imposibles, es entrar, desde la confianza, en la obediencia.

Es poner «los ojos en el Crucificado», porque eso conduce a descubrir su presencia real en el mundo y lleva a buscar el bien de los demás, a entregarse «mirando cómo o por dónde [les] podéis hacer placer y servir». Quienes entran en la obediencia de la fe «aman muy diferentemente… no aman sino verdades», concluye.

Teresa resalta la respuesta que Jesús dio a las tentaciones, cuando dice: «¿Qué fue toda su vida sino una continua muerte?». Entiende que Él no se enfrentó cuarenta días, en el desierto, a la tentación y la dejó allí, resuelta para el resto de su vida. Por eso, advierte al comienzo de las Moradas: «Mirad que en pocas moradas de este castillo dejan de combatir los demonios».

El demonio, dirá, es «un gran pintor». Pinta un Dios manejable y un superhombre, dibuja una vida fácil para quien se pliega a la mentira e inventa la mayor falacia, la de una felicidad apoyada en la infelicidad ajena. Por eso, añade: «Es amigo de mentiras y la misma mentira».

Teresa ha bebido en el evangelio, por eso descubre la tentación en la vida. Dirá que hay quienes parece que «quieran seguridad de algún interés», como si Dios debiera cubrir y asegurar. Como si Él tuviera que ocupar el lugar de la persona y ocuparse de lo que le corresponde a ella. Y responde tajante a la tentación: «No pensemos que está todo hecho… echemos mano del obrar mucho y de las virtudes, que son las que nos han de hacer al caso».

Advierte: «Hay algunas personas que por justicia parece quieren pedir a Dios regalos». Quieren que Dios haga lo que desean, en vez de buscar «toda palabra que sale de la boca de Dios». Le exigen, en definitiva, un modo de portarse para estar con Él. Les queda ante Dios «un no sé qué de parecer se merece algo por lo servido». Creen que «merecen» y reclaman a Dios.

Teresa ha visto que Dios no tiene en cuenta la «sangre ilustre», que su bondad no llega por cauces humanos de «señoríos, riquezas, honras». Cauces de poder, en definitiva. «Por donde pensáis acrecentar, perderéis», avisa. Por ahí va la tentación.

Hablará de los «extraños reveses [que tienen] estos señores que todo lo pueden». De la «desventura y ceguedad» que lleva postrarse ante la mentira y mentira, decía ella, es «llamar señores a… esclavos de mil cosas» y es todo «lo que yo no veo va guiado al servicio de Dios».

«¡Qué espantados nos traen estos demonios, porque nos queremos nosotros espantar con otros asimientos de honras y haciendas y deleites!, que entonces, juntos ellos con nosotros mismos que nos somos contrarios amando y queriendo lo que hemos de aborrecer, mucho daño nos harán». Este es el resultado de vivir como no-hijos, de no fiarse, de no vivir de cara a la «vida de todas las vidas». Jesús hizo lo contrario: fiarse y obedecer, asumiendo hasta el fondo la condición de hijo, de modo que «no retuvo el ser igual a Dios… y se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres».

Para seguir a Aquel que se revela como verdadero Dios y como verdadero hombre, vuelto al Padre y a los hombres por solo amor, Teresa marca un camino claro y lleno de veredas: «Quien muy de veras ama a Dios», no puede «amar vanidades… ni riquezas, ni cosas del mundo, de deleites, ni honras; ni tiene contiendas ni envidias. Todo porque no pretende otra cosa sino contentar al Amado». Esos, dice Teresa «van por el camino del amor como han de ir, por solo servir a su Cristo crucificado».

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“Teresa de Jesús y la Biblia (I)”, por Gema Juan, OCD

Lunes, 10 de marzo de 2014
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Santa Teresa de Jesus dibujo bibliaDe su blog Juntos Andemos:

Durante siglos, el acceso a la Biblia no ha sido fácil. En el siglo XVI, tras la publicación del Índice de libros prohibidos del inquisidor Fernando de Valdés, fue prácticamente imposible. Y, no obstante, la Biblia es el libro que más ha influido en Teresa de Jesús.

Su vida, su mentalidad, su experiencia creyente íntima y, después, sus escritos están traspasados por la Sagrada Escritura, como ella llamaba siempre a la Biblia. Y la seguridad creciente de que su vivencia es auténtica y no un engaño se apoya en «que vaya conforme a la Sagrada Escritura, y «como un tantico torciese de esto, mucha más firmeza sin comparación me parece tendría en que es demonio que ahora tengo de que es Dios».

Teresa no sabía latín, y menos aún griego o hebreo, y el acceso a versiones en castellano era muy difícil. Esto, antes de que, a sus 44 años, apareciera el tristemente famoso Índice. Pese a esto, conoció muchos pasajes bíblicos, desde la infancia. Es sabido que en el Flos Sanctorum –un libro que contenía vidas de santos, fragmentos evangélicos y comentarios de los misterios de Cristo y de María– leyó repetidamente los textos de la Pasión.

Igualmente, tuvo a su alcance otros libros espirituales, como la Vita Christi, del Cartujano, con textos de la Escritura, y comentarios bíblicos, como los Morales de san Gregorio. También leyó el Cantar de los cantares, que conoció en fragmentos, a través de los libros de rezo, o tal vez completo en alguna copia manuscrita —circulaba una de la mano de fray Luis de León.

De qué manera leyó los evangelios, aunque no manejara una versión castellana de los mismos, no se sabe pero, cualquiera que fuera el modo en que accedía a ellos, los prefería entre las demás lecturas: «Siempre yo he sido aficionada y me han recogido más las palabras de los Evangelios que libros muy concertados».

Escuchó una infinidad de sermones sobre la Palabra de Dios y comentó lo que intuía y entendía, también lo que no comprendía, con los letrados que la rodeaban, siempre buscando alcanzar mejor la viva voz que ella percibía en la Escritura, la voz divina. Y así, cuando se lamentaba profundamente de la pérdida que produciría el Índice, aquella Voz le dijo: «No tengas pena, que Yo te daré libro vivo».

Es decir, en la medida de lo posible Teresa había leído y escuchado la Sagrada Escritura. Ahora, además, se abre una inteligencia interior, desde la que aflora la Palabra de Dios que ha ido arraigando en ella. Al principio, dice, «no podía entender por qué se me había dicho esto». Después, va a ver que se trataba de descubrir la Palabra actuando en toda la vida, y la vida como revelación, como palabra de Él, «libro vivo».

Por eso, pronto añade: «Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades». Esas «verdades» son las que ha ido conociendo a través de la Sagrada Escritura: la presencia activa y amorosa de Dios, el acontecimiento único de Jesús, «verdadero amigo», el Espíritu que hace brotar la comunidad y la luz que proyecta esa presencia triple sobre la vida y el mundo.

Más allá de la literalidad de las palabras, la Palabra se abre paso en los libros de Teresa, tiene eco permanente y configura su propio camino y la palabra compartida. De modo que, como ha señalado Secundino Castro, los textos teresianos están llenos de resonancias y paralelismos bíblicos. Su experiencia, su pedagogía y su manera de hacer las cosas se iluminan ahí.

También, su éxodo personal y la formación de un grupito de mujeres que, al igual que los primeros discípulos, se juntan para estar con Él y para predicar. Al menos, como ella misma explicaba, con su punto de ironía: «todas hemos de procurar de ser predicadoras de obras».

A través de la Escritura, se ha abierto en Teresa un pozo de sabiduría. Es un regalo y un servicio que hace a quien se acerca a ella, lo haga desde una ladera u otra –creyente o atea–. Porque de ese pozo brota la humanidad y la trascendencia que ella aprendió junto al «libro vivo» y, a la vez, ofrece un brocal donde apoyarse para aprender.

Pero, además, para los creyentes, hay una llamada fuerte de esta maestra de espirituales a volver a lo esencial y a retornar a las fuentes: a leer y estudiar la Escritura. Porque tratando con la Palabra, recuerda Teresa, se halla «la verdad del buen espíritu». Y porque importa vivir desde esas «verdades» que se revelan para dar vida a los seres humanos.

A Teresa le preocupaba que los buenos amigos de Dios se perdieran en cosas de poca importancia. En «devocioncitas… de lágrimas y otros sentimientos pequeños», en «ceremonias que yo no podía sufrir» o en miedos estériles, como decía a su amigo Domingo Báñez, que solo sirven para «perder tiempo».

Por eso, para cuidar lo más importante, «la justicia, la misericordia y la fe», anima a ir siempre a la fuente: «Llegados a verdades de la Sagrada Escritura, hacemos lo que debemos: de devociones a bobas nos libre Dios».

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“Mujeres encorvadas”, por Carlos Osma.

Domingo, 2 de marzo de 2014
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mujerencorvadaInteresante artículo que hemos leído en el blog Homoprotestantes:

 Nos topamos con ella en el evangelio de Lucas(1), era una mujer encorvada que se encontró con Jesús en la sinagoga. Era eso, una mujer, pero una mujer a la que el evangelio no pone nombre, quizás por eso, porque era sólo una mujer. Así, de esa forma tan simple, se nos comunica que estamos entrando en un contexto patriarcal donde las mujeres son borradas y supeditadas al poder del varón, obligándolas a mirar hacia abajo. El contexto, por el contrario, sí recibe nombre: la sinagoga. Un lugar de reunión, de culto y de estudio, sobre cuyo altar se leía la Palabra de Dios.

El evangelista, inmerso en una cosmovisión de su tiempo, presenta la enfermedad de la mujer como causada por un espíritu maligno que pretendía evitar que ésta viviera en plenitud. La tenía esclavizada quizás desde siempre, aunque hacía dieciocho años que su cuerpo había empezado a padecer las consecuencias. Y es hacía ese cuerpo que el evangelio nos invita a dirigir la mirada, justamente hacia él; el lugar que los poderes patriarcales querían controlar.

El cuerpo no puede ser de la mujer, ya desde el Génesis la maldición de Dios sobre Eva(2) recae sobre su cuerpo, obligándolo a sufrir, y supeditando su deseo al del hombre. El cuerpo de la mujer, pasará a ser en el texto bíblico, algo peligroso que debe ser custodiado por el poder patriarcal y por las normas de convivencia que éstecrea, condenándolo a ser un cuerpo tutelado. La mujer no tiene control ni responsabilidad sobre él, se descubrirá por tanto en un cuerpo poseído por alguien que no es ella misma, por un poder demoniaco que la humilla, la limita, y le impide vivir con responsabilidad.

Las mujeres con cuerpos no normativos serán marginadas aún más, por no cumplir las normas de género que la cultura patriarcal quiere imponer(3). Y aquéllas cuyo deseo afectivo-sexual va dirigido hacia otras mujeres, se verán silenciadas y borradas de la sociedad israelita. También las mujeres cuyo cuerpo refleje una procedencia distinta, correrán el riesgo de la exclusión(4). Como afirma Judith Butler: “el rechazo de los cuerpos por su sexo, sexualidad o color es una expulsión de la que se desprende una repulsión que establece y refuerza identidades culturalmente hegemónicas sobre ejes de diferenciación de sexo/raza/sexualidad(5)”.

Mujer-procreación-familia, esto no es una posibilidad para el patriarcalismo, sino algo que va indisolublemente unido. Esa es la función de las mujeres en el mundo, esa y ocupar los lugares que los hombres abandonan en busca de otros que consideran más dignos. Un reparto no escogido, no creado por la naturaleza, sino por el poder del más fuerte. Ya Jesús había rechazado anteriormente esta reducción cuando una mujer le gritó: “¡Dichosa la mujer que te dio a luz y te crió!(6)”. Parece un grito de alabanza, pero Jesús se percató de la opresión que llevaba implícito. Aquello a lo que la sociedad obligaba, o la decisión personal que una mujer puede realizar libremente en la actualidad, no debe ser confundido con su fin último: “¡Dichosos más bien los que escuchan el mensaje de Dios y le obedecen!(7)”. El seguimiento de Dios es lo primero, y ese seguimiento sólo es posible cuando la propia mujer tiene control sobre su cuerpo. Aquel que Dios le ha llamado a respetar.

Una mujer se encuentra con un hombre en la sinagoga, gracias a este encuentro ella puede levantar su cabeza. No se trata de necesidad, o de supeditación, sino de encuentro y respeto. Jesús es un hombre que reconoce a la mujer como descendiente de Abraham(8), por tanto, como parte del pueblo de Dios y con los derechos correspondientes, algo que no siempre ocurría en el judaísmo. El movimiento de la mujer no se dirige después hacia el hombre Jesús, sino hacia Dios. En la acción de Jesús ella reconoce la intervención de Dios para recobrar su dignidad. La labor por la justicia, y el rechazo al patriarcalismo, es una labor compartida en el respeto a las diferencias. Y la confirmación de su validez, es que libera a las personas para alabar a Dios, no para supeditarlas a otras estructuras sociales, culturales o religiosas.

Que la liberación de la mujer tenga lugar dentro de la Sinagoga, nos permite ver la dimensión salvadora que tiene la religión. Jesús representa la fe que pretende redimir a las personas de las opresiones en las que viven inmersos. Les devuelve la dignidad, les respeta, y desde esa dignidad les llama a reconocer a un Dios enamorado de su creación. Pero también dentro de la Sinagoga se pretende preservar las estructuras opresivas patriarcales. Es la religión al servicio del poder, no de las personas. La religión de la letra, de la ley y las estructuras; que necesita constantemente defenderse por miedo a que lo diferente le quite su lugar privilegiado. Y para ello se apropia de la Palabra de Dios que se lee sobre el altar, utilizando sus interpretaciones, como parte integrante de esa Palabra.

Jesús no interpreta desde la ley, sino desde la mujer oprimida. Esa es la verdadera religión, la que religa al ser humano con el Dios de la libertad, del amor y la diversidad. Por eso no hay que esperar más tiempo, no hay que respetar los tiempos de la religión, que trasladan la liberación del cuerpo de las mujeres para un día futuro. Los sábados de la exclusión pueden ser eternos para los excluidos, eso lo entiende muy bien Jesús. El momento de la liberación es hoy, el cristianismo del mañana es una cárcel para las cristianas que hoy viven oprimidas. Las mujeres y los hombres que forman parte de las estructuras religiosas, son llamados por Jesús a levantar la mirada de todas las personas que viven encorvadas en nuestro mundo, y eso, también incluye a nuestras respectivas comunidades religiosas.
Carlos Osma

Notas
(1) Lc 13,10-17
(2) Gn 3, 16
(3) Dt 22,5
(4) Esd 10
(5) Butler, J. El género en Disputa. (Barcelona: Ediciones Paidós Iberica, 2007), p. 262.
(6) Lc 11,27
(7) Ibíd. 11,28

(8) Ibíd. 13,16

Publicado en Lupa Protestante en Julio de 2010

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“Biblia y Homosexualidad.” Por Enric Capó.

Lunes, 17 de febrero de 2014
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AdamSteveTheSinDel blog Homoprotestantes:

Una primera lectura de la Biblia nos lleva a la conclusión de que en ella nos hallamos ante una condena absoluta de la homosexualidad. En el A.T. encontramos pasajes muy fuertes que prohíben enérgicamente las relaciones sexuales entre hombres; e, incluso, llegan a castigarlas con la pena de muerte. “Si alguien se acuesta con otro hombre como se hace con una mujer, cometieron gran perversión; ambos han de ser muertos” (Lev 20,13). No es, pues, extraño que muchos cristianos estén totalmente en contra de esta práctica sexual y que algunos lleguen a aplicar el castigo que establece el libro del Levítico. En los EEUU son miles las víctimas del fanatismo religioso contra los homosexuales. Recuerdo unas fotografías, que me enseñaron allí, del escenario del asesinato de un homosexual. Había sido asesinado en el comedor de su casa y en una de las paredes de la habitación donde se encontraba el cadáver, podía verse la cita escrita a mano de Lev. 20,13. Parece que esto lo justificaba todo.

A la misma conclusión llegamos cuando leemos el Nuevo Testamento. La primera lectura de los pasajes de Romanos 1,26-27, y otros parecidos (1 Co 6,9; 1Tim 1,8-10; Judas 1,7), nos confirman en la condenación de las relaciones homosexuales: “así que Dios los ha dejado a merced de pasiones vergonzosas. Sus mujeres invierten el uso natural del sexo y se entregan a prácticas antinaturales. Y lo mismo los hombres dejan las relaciones naturales con la mujer y se abrasan en el deseo de los unos con los otros. Hombres con hombres cometen acciones infamantes, y en su propio cuerpo reciben el castigo que merece su extravío”. Los pasajes son tan claros y explícitos que parece que no dejan resquicio alguno para aceptar cualquier práctica homosexual.

Sin embargo, una segunda lectura, más pausada i cuidadosa, de los mismos textos, nos suscita dudas sobre las conclusiones a las que hemos llegado en la primera lectura.

La primera duda se refiere a si el pasaje del Levítico nos afecta a nosotros los cristianos. Nos damos cuenta de que los versículos que citamos del libro del Levítico pertenecen a la porción del libro que se denomina “Código de Santidad” (Capítulos 17 al 26) en el que se dan instrucciones al pueblo de Israel, de muy diferente índole, que nosotros, los cristianos, no nos sentimos obligados a observar. Por ejemplo, prohibiciones diversas a las que no hacemos caso: comer sangre, bajo pena de ser extirpado del pueblo (17,10), sembrar un campo con dos clases de semilla o llevar ropas hechas con dos clases de tejidos (19,19), rapar en redondo la cabeza o recortarse la barba (19,27), comer animal muerto o quien haya sido despedazado por las fieras (22,8) etc. Por otra parte se da permiso –cosa que nosotros no aceptamos- para comprar y vender esclavos (25,44-46), o se castiga con la muerte al blasfemo (24,14). Entre todas estas prohibiciones está la de “acostarse con varón como con mujer”. ¿En qué difieren las prohibiciones? ¿Debemos obedecerlas todas o, por el contrario, olvidarlas como cuestiones que se referían a un pueblo y a una época, pero que no nos afectan?

La segunda duda se refiere a si nosotros, que vivimos en el siglo XXI, estamos hablando el mismo lenguaje de la Biblia y entendemos las palabras que usamos de la misma forma. Tanto en los pasajes del Antiguo Testamento como en los del Nuevo, la prohibición de relaciones sexuales entre hombres está en el contexto de los hombres malvados que corrompen la creación “como no tienen interés en conocer a Dios, Dios mismo los ha dejado a merced de una mente pervertida que les empuja a hacer lo que no deben. Rebosan injusticia, perversidad, codicia, maldad; son envidiosos, asesinos, embaucadores, malintencionados, etc. etc. (Ro 1,28-29). Es decir, la práctica de la homosexualidad se sitúa en el contexto de los vicios sexuales y de la corrupción de costumbres. Así, en el pasaje de 1ª Corintios 6, se les condena junto a los fornicarios, los idólatras, los adúlteros, los ladrones, los borrachos, etc. Asimismo en el pasaje de 1 Tim 1,8-10, se los asimila a los parricidas y matricidas, los fornicarios, los mentirosos y perjuros, etc. Y así en otros pasajes. Podríamos, pues, concluir que en la Biblia se condena la promiscuidad sexual y toda clase de vicio homo o heterosexual, pero que en ningún pasaje se contempla la posibilidad del amor y la fidelidad entre miembros del mismo sexo.

Y creo que esto debe ser subrayado y tenido en cuenta en nuestra segunda lectura de la Biblia. Porque, ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento se menciona la homosexualidad como lo que en su estado puro realmente es: una peculiaridad de la naturaleza que no tiene nada que ver con las perversiones sexuales mencionadas en la. El homosexual no es un vicioso al que se debe castigar, como lo ha sido a lo largo de la historia, sino un ser humano que afectiva y sexualmente se comporta de forma diferente a los que llamamos heterosexuales. Por tanto, es totalmente injusto aplicar los pasajes que hemos mencionado a aquellos hombres y mujeres que, aún siendo del mismo sexo, se sienten atraídos entre ellos, se enamoran, se aman y deciden vivir juntos en la fidelidad “hasta que la muerte nos separe”. Esto no es perversión, ni vicio, sino otra forma de amar , ciertamente atípica, pero no por esto menos lícita ni menos digna de respeto.

Enric Capó

Este artículo se publicó en la revista Lupa Protestante en Abril de 2009.

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Un rapero cristiano versiona ‘Same Love’ con un rap homófobo.

Martes, 4 de febrero de 2014
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Leemos en Cromosomax que un rapero cristiano versiona ‘Same Love’ con un rap homófobo.

El mundo no deja de sorprendernos: un rapero cristiano llamado Bizzle, ha versionado Same Love’, el hit LGBT de Macklemore & Ryan Lewis junto a Mary Lambert, y le ha dado una vuelta de tuerca homófoba. Sí, como lo lees.

El chaval en cuestión se dedica a rapear encima de la base del tema original y arrasando con todo lo que dice. Compara a los gays con pedófilos, asegura que es una enfermedad como el Síndrome de Down, y asegura que el matrimonio lo inventó Dios y no para los homosexuales.

Lo interesante del tema es que no se preocupa en versionar el estribillo de Mary Lambert, seguramente porque no hay forma de rebatir esas frases. El vídeo está lleno de frases de la Biblia sacadas de contexto. Recordemos que cuando hablan de masacres no nos la hemos de tomar al pie de la letra, pero cuando interesa, sí que lo hacen.

Prepara la bolsa para vomitar, aquí tienes la respuesta homófoba a ‘Same Love‘. ¿Conocerá algún día el amor Bizzle?

Y aquí el auténtico video Same Love’ para que le repatee aún más a este homófobo:

Cristianismo (Iglesias), Homofobia/ Transfobia. , , , , ,

“La familia según San Marcos”, por Carlos Osma.

Martes, 28 de enero de 2014
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Interesante artículo publicado en Homoprotestantes:

Es bastante habitual, cuando pensamos en la familia de Jesús, que vengan a nuestra mente las tradicionales imágenes de un bebé en la cuna de un pesebre, rodeado de su madre María, y su padre José. Pero por poco que observemos, nos damos cuenta de que Jesús llamó familia a otro tipo de relaciones, no necesariamente biológicas. Por eso me gustaría reflexionar sobre la visión de la familia que se desprende del evangelio de Marcos, a partir de palabras como padre, madre, hija, hijo, hermana o hermano. Y de las relaciones que aparecen en el evangelio entre Dios, Jesús y sus seguidores.

Comienza el evangelio afirmando que Jesús es el Hijo de Dios(1). En otros momentos es Dios mismo quien llama a Jesús Hijo amado(2), e incluso los demonios quienes le reconocen su filiación divina(3), aunque Jesús les mande callar. Pero nadie más se atreve a decirlo, hasta que al final de la tercera parte, cuando la acción se sitúa en Jerusalén y el desenlace fatal está próximo, Jesús se lo confirma al sumo sacerdote(4). Casi al terminar el evangelio, el centurión, al lado de la cruz en el momento de la muerte de Jesús, será la primera persona que le reconocerá como Hijo de Dios(5).

Parece claro que el evangelio de Marcos utiliza la relación paterno-filial para subrayar la relación única de Jesús con Dios. Podríamos pensar que esta manera de expresarla no tiene su origen en el Jesús histórico, ya que sólo la encontramos en boca de Jesús una vez. Pero si tenemos en cuenta que el secreto mesiánico es característico de Marcos, y que hay muchas tradiciones diferentes e independientes que dicen que Jesús afirmaba ser El Hijo de Dios, podemos suponer que ésta era su autocomprensión(6). Además observamos que en Getsemaní la expresión utilizada por Jesús es “Abba”, palabra de origen arameo que utilizaban los niños para dirigirse a sus padres, algo no muy usual para referirse a Dios, y que tiene visos de remitir al Jesús histórico. Por lo tanto es lógico pensar que Jesús mostró a Dios como su Padre cercano.

Por otro lado observamos que en este evangelio no aparece el padre biológico de Jesús. A diferencia de otros familiares, éste parece no existir. Se han propuesto varias posibilidades, incluso un oficial romano(7), pero la más aceptada es que José, su padre, habría muerto antes de que Jesús comenzara su ministerio.

No aparece la relación padre/hijo referida explícitamente a Dios y los discípulos, sin embargo dos veces viene referida a Jesús y otro ser humano(8). En ambas ocasiones Jesús parece blasfemar mostrándose como algo más que un hombre, ¿está la comunidad marcana comparando la relación Dios-Jesús, con la de Jesús-seguidores? ¿O realmente Jesús se sentía padre de sus discípulos?

Las relaciones humanas entre padre/hijo o madre/hija aparecen recogidas por ejemplo en dos casos de milagros o exorcismos(9). En ambas los progenitores interceden por sus descendientes, siendo capaces de enfrentarse a los condicionantes sociales e incluso a la muerte, por el bien del hija/o. El padre y la madre están con su hijo/a hasta el final, su fe, intercede por ellos. Aunque la fe es un elemento principal, salta a la vista que las relaciones familiares también juegan un papel relevante. Este padre y esta madre que se comportan de forma ejemplar, ayudan a potenciar las estructuras familiares del siglo primero. Sin embargo existe una tensión muy grande entre estos textos, y la llamada de Jesús a sus discípulos que parece romper la estructura de la familia(10). Santiago y Juan, como otras mujeres y hombres, dejan su familia para seguir a Jesús. “Con esta llamada a abandonar todo, Jesús desafió los valores del parentesco(11)”. Y como es de suponer, produciría un conflicto entre sus seguidores y sus familias. Éstos se ponen en movimiento y salen de la seguridad que les ofrecía el entorno familiar y la comunidad de la que formaban parte, para convertirse en discípulos.

Pero entonces: ¿Qué sentido tiene esta tensión entre reforzar las estructuras familiares o relativizarlas? ¿A qué se debe? ¿Reflejan diferentes formas de seguimiento? ¿Proviene una de la comunidad marcana y la otra del mismo Jesús o de discípulos no “establecidos”? Quizás la tesis de Theissen, de que el evangelio de Marcos intenta adaptar tradiciones de los primeros carismáticos itinerantes para que sirvan de base practica para las comunidades locales, pueda ayudar a responder estas preguntas(12).

Se dice claramente en el evangelio que la madre de Jesús se llamaba María(13), y que en algún momento, quizás porque se decía que Jesús tenía un espíritu impuro, intentó venir a por él junto a sus hermanos y hermanas(14). Es destacable la manera en que Jesús la ignoró, dando la espalda a sus obligaciones como hijo, y más si María era viuda. A partir de aquí no volveremos a saber nada de ella. Él, que en una discusión con los fariseos les echó en cara que no honrasen a su padre y su madre(15), se atreve a desentenderse de la suya. Jesús con su comportamiento parece ponerse en contra de la ley de Dios, optando por la marginación y el desplazamiento a los ojos de quienes formaban su familia “natural”.

Parece claro que junto a sus discípulos, Jesús construye una nueva forma de familia, que entra en conflicto con la familia tradicional del momento. Así parece indicarlo Marcos cuando dice que Jesús reconocía como hermano, hermana y madre únicamente a quienes decidieron dejarlo todo para seguirle(16). Éste será el grupo humano que les otorga identidad, y no su antigua familia. En esa nueva forma de familia se reconocen todos como hermanos y hermanas, lo cual refleja una organización igualitaria que afirma únicamente la primacía del necesitado, de los últimos(17). El hecho de que se hable de los doce discípulos como un grupo más cercano a Jesús, podría ser histórico según algunos autores; esta elección podría mostrar la conciencia jesuática de sentirse enviado a las doce tribus de Israel. “Sin embargo, no sólo los Doce sino todos los discípulos participan en la misión de Jesús(18)”. Una misión en la que ninguna persona está por delante de otra.

Y si Jesús utilizó el modelo de familia de sustitución para dar un nuevo contexto a sus seguidores, tiene sentido pensar que bajo esa identificación, propusiera a Dios como Padre. Un Padre que no responde al modelo patriarcal del momento, sino que se atreve a salir de los roles masculinos de la época. En las parábolas, “Jesús presenta padres y amos de casa… que parecen como débiles y nada viriles porque eligen la compasión y el amor por encima del honor(19)”. En esta familia Jesús sería otro hermano más, y el Hijo Primogénito del Padre, a través de él, el resto de discípulos entraban en relación con el Padre. Ahora, sí se deduce que Dios es Padre de cualquier mujer u hombre que le siga independientemente de su origen judío o gentil. No existe para el evangelista ningún condicionante que impida entrar en esta nueva forma de familia iniciada por Jesús, sólo la llamada y el seguimiento decidido, el ponerse en camino hacia el Reino de Dios que viene. Sólo la fe que espera en Jesús, como la de una mujer extranjera(20).

Es cierto que el evangelio de Marcos nace en el contexto de una comunidad cristiana que mayoritariamente ya no sigue el modelo del discípulo “itinerante”, y quizás esto haga que en algunos momentos las estructuras familiares “tradicionales” aparezcan reforzadas. Sin embargo, aún para esta segunda generación de cristianos, convertirse al cristianismo suponía una ruptura con su entorno más cercano. Posiblemente por eso se refleja en Marcos con tanta claridad, que la llamada de Jesús significó también para los primeros discípulos el abandono de todas las cosas(21), entre ellas la familia y sus ideas sobre ella. Pero su decisión de ir tras Jesús, tenía la promesa de recibir cien veces más en este mundo(22), puesto que pasarían a formar parte de una nueva forma de familia, que no tenía su origen en la voluntad de hombres, sino de Dios. Leer más…

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