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Ni da largas, ni pasa de largo I

Jueves, 21 de septiembre de 2017
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maxresdefaultYolanda Chaves; Mari Paz López Santos; Patricia Paz
Los Ángeles; Madrid; Buenos Aires.

ECLESALIA, 08/09/17.- Se sentó junto al pozo, estaba cansado de andar (Jn 4, 6), no le importó estar en territorio hostil.

Observó a una mujer que se acercaba al pozo con paso cansino, el sol estaba en el punto álgido del mediodía. Se notaba en su actitud que estaba haciendo lo de todos los días: coger el cántaro, echarse a andar, llegar al pozo, llenarlo de agua y desandar el mismo camino de vuelta a casa. Aquella mujer no esperaba nada nuevo que pudiera hacerle salir del automatismo de lo cotidiano.

Le dijo a la mujer: “Dame de beber”(Jn 4,7), y en ese instante empezó una conversación profunda, tan conocida a través de los siglos que podríamos decir que es de las más famosas del Evangelio. Queremos pararnos aquí en el brocal del pozo.

Jesús entra en la realidad cotidiana de la mujer y le pide el agua que ella tiene y él necesita para calmar la sed del duro camino bajo el sol.

¿Por qué no sucede lo mismo en la Iglesia? ¿Por qué no se adentran en la vida cotidiana de las mujeres? ¿Por qué no se sientan con Jesús en el pozo de la Vida solicitando colaboración, ayuda, alimento, creatividad, etc. abriéndose a recibir a ese cincuenta por ciento que falta en la milenaria vida de la Iglesia?

¿Por qué no miran a las teólogas como sujetos activos con voz y voto, no como meras espectadoras en las reuniones, conferencias, sínodos, etc… y empiezan a considerarlas como iguales en la gestión eclesial?

¿Por qué no miran a las religiosas de vida activa y a la monjas contemplativas exactamente igual que a los religiosos y monjes?

¿Por qué no miran a los millones de mujeres sin recursos en países subdesarrollados, no como sujetos pasivos de ayuda humanitaria o caritativa, sino como sujetos activos que tienen palabra y necesidad de tomar las riendas de sus vidas… y las de sus hijos (ellas son las que atienden a la familia)?

¿Por qué no miran como iguales a las campesinas, migrantes, refugiadas; a las que sufren abandono, violencia, guerras, enfermedades… y se implican con ellas en la defensa de todo tipo de violencias contra la mujer?

No sucede lo mismo en la Iglesia “porque habla de nosotras pero no con nosotras” según dice Lucetta Scaraffia en su libro Desde el último banco. Las mujeres en la Iglesia.

Tantas veces sentimos que se da por hecho cómo somos, qué queremos, qué podemos aportar, etc. Tantas veces sentimos que se nos mira como un prototipo universal creado por intereses.

Casi siempre se nos ve como madres y esposas; pero antes somos mujeres, y las hay que no necesariamente son o serán madres y esposas. Quizás cuando algo se mira como prototipo, aglutina pero no compromete.

Si soy mujer, o mejor dicho, persona que puedo aportar armonía, no sólo será en la familia, también en todos los espacios sociales y eclesiales.

Si soy mujer, o mejor dicho, persona con capacidad de evangelizar a mis hijos y mis nietos, también lo seré en otros espacios sociales y eclesiales.

Si soy mujer, o mejor dicho, persona con creatividad y preparación para desarrollar cualquier actividad profesional para la que me preparé a nivel social, por qué no a nivel eclesial.

¿Por qué en la Iglesia parece que siempre hemos de ser tuteladas?

La mujer del cántaro pidió explicaciones a Jesús. No entendía como un judío hablaba con alguien de Samaría, y más tratándose de una mujer.

Jesús  miró a la mujer que tenía delante, no a un estereotipo. Jesús mira siempre a la persona y le pide lo que puede dar. Jesús ni da largas, ni pasa de largo.

¿Por qué no sucede lo mismo en la Iglesia? Quizás porque la Iglesia, como institución, no cree tener necesidad de lo que la mujer puede aportar.

Menos mal que a Jesús lo seguimos encontrando junto al Pozo, pidiendo lo que necesita y podemos dar, y dando de beber del agua que “convierte al que la bebe en fuente de agua que brota para la vida eterna” (Jn 4, 14). Nuestra vida espiritual está a salvo y nos fortalece para seguir insistiendo por nosotras y por las que nos sigan.

La mujer va a seguir teniendo sed en la Iglesia mientras no sea considerada como persona adulta, creyente y comprometida con la expansión del Reino. Y la Iglesia seguirá teniendo sed mientras no pida a las mujeres el agua que ellas pueden dar

 (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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El arrepentimiento

Jueves, 17 de agosto de 2017
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Del blog de la Comunidad Anawin de Zaragoza:

Conoce por qué sentir arrepentimiento no es tan malo mientras que el remordimiento se debe dejar atrás

El arrepentimiento, nos dice la Biblia, es una forma de pena. Pena por los errores cometidos y determinación para alejarse de ellos, para aprender de ellos. Admitir nuestros errores significa ser sinceros con nosotros mismos, aceptar quienes somos y estar dispuestos a ser quienes queremos ser porque así es que como Dios ha querido que seamos y nunca deberíamos fingir ser distintos.

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Grantchester T1 Ep.5

atributos-de-la-personalidad

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

“Importancia de lo pequeño”. 23 de julio de 2017. 16 Tiempo ordinario (A). Mateo 13, 24-43.

Domingo, 23 de julio de 2017
Comentarios desactivados en “Importancia de lo pequeño”. 23 de julio de 2017. 16 Tiempo ordinario (A). Mateo 13, 24-43.

amigosud-lds-laminas12514Al cristianismo le ha hecho mucho daño a lo largo de los siglos el triunfalismo, la sed de poder y el afán de imponerse a sus adversarios. Todavía hay cristianos que añoran un Iglesia poderosa que llene los templos, conquiste las calles e imponga su religión a la sociedad entera.

Hemos de volver a leer dos pequeñas parábolas en las que Jesús deja claro que la tarea de sus seguidores no es construir una religión poderosa, sino ponerse al servicio del proyecto humanizador del Padre (el reino de Dios), sembrando pequeñas “semillas” de Evangelio e introduciéndose en la sociedad como pequeño “fermento” de vida humana.

La primera parábola habla de un grano de mostaza que se siembra en la huerta. ¿Qué tiene de especial esta semilla? Que es la más pequeña de todas, pero, cuando crece, se convierte en un arbusto mayor que las hortalizas. El proyecto del Padre tiene unos comienzos muy humildes, pero su fuerza transformadora no la podemos ahora ni imaginar.

La actividad de Jesús en Galilea sembrando gestos de bondad y de justicia no es nada grandioso y espectacular: ni en Roma ni en el Templo de Jerusalén son conscientes de lo que está sucediendo. El trabajo que realizamos hoy sus seguidores es insignificante: los centros de poder lo ignoran.

Incluso, los mismos cristianos podemos pensar que es inútil trabajar por un mundo mejor: el ser humano vuelve una y otra vez a cometer los mismos horrores de siempre. No somos capaces de captar el lento crecimiento del reino de Dios.

La segunda parábola habla de una mujer que introduce un poco de levadura en una masa grande de harina. Sin que nadie sepa cómo, la levadura va trabajando silenciosamente la masa hasta fermentarla enteramente.

Así sucede con el proyecto humanizador de Dios. Una vez que es introducido en el mundo, va transformando calladamente la historia humana. Dios no actúa imponiéndose desde fuera. Humaniza el mundo atrayendo las conciencias de sus hijos hacia una vida más digna, justa y fraterna.

Hemos de confiar en Jesús. El reino de Dios siempre es algo humilde y pequeño en sus comienzos, pero Dios está ya trabajando entre nosotros promoviendo la solidaridad, el deseo de verdad y de justicia, el anhelo de un mundo más dichoso. Hemos de colaborar con él siguiendo a Jesús.

Una Iglesia menos poderosa, más desprovista de privilegios, más pobre y más cercana a los pobres, siempre será una Iglesia más libre para sembrar semillas de Evangelio, y más humilde para vivir en medio de la gente como fermento de una vida más digna y fraterna.

José Antonio Pagola

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“Dejadlos crecer juntos hasta la siega”. Domingo 23 de julio de 2017. 16º domingo de tiempo ordinario.

Domingo, 23 de julio de 2017
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39-OrdinarioA16Leído en Koinonia:

Sabiduría 12,13.16-19: En el pecado, das lugar al arrepentimiento
Salmo responsorial: 85Tú, Señor, eres bueno y clemente.
Romanos 8,26-27: El Espíritu intercede con gemidos inefables
Mateo 13,24-43:  Dejadlos crecer juntos hasta la siega

Hoy, como en tiempos de Jesús y durante toda la historia de la humanidad, solemos dividir y “organizar” aparentemente la sociedad con criterios que consideramos muchas veces correctos: buenos y malos deben estar separados y puestos en los extremos opuestos.

Esta práctica de dividir entre buenos y malos, era aceptada por muchos grupos en el tiempo de Jesús por diversos criterios religiosos (fariseos y esenios), así como por los grupos económicos y políticos (herodianos, saduceos y celotes), pues todos ellos veían como opositores a quienes no pensaban, creían u opinaban según sus mismos criterios.

Jesús llama a la apertura de la mente y el corazón para acoger con esperanza (no pasivamente, con indiferencia) a quienes aparecen ante nuestra forma de vida como diferentes (que solemos catalogar como “malos”). Necesitamos tener apertura para acoger con un actitud de pluralismo asimilado la diferencia, que siempre va a estar presente en nuestra humanidad.

No hay que ignorar en la parábola de la cizaña la presencia del mal en la historia, como lo reconoce Jesús en la presencia del enemigo que siembra la cizaña en el campo. Quiere llamarnos la atención de que no hay que buscar con afán, y posiblemente confundir la semilla buena con la semilla mala. Muchas veces dividir la humanidad entre buenos muy buenos, y malos muy malos, ofreciendo el premio de la salvación para los primeros y la condenación para los segundos, puede ocasionarnos equivocaciones irreparables. Sólo a Dios le corresponde juzgar, con inmensa justicia y misericordia, a cada ser humano, como sólo Dios lo sabe hacer.

Por creernos muchas veces con el poder y la autoridad, nos atribuimos en nuestra conciencia actitudes que excluyen y separan a unos de otros; nuestra autosuficiencia egoísta separa en la práctica cotidiana a personas que por su situación socio-económica o ideológica, son marginados y excluidos por una sociedad dividida en el poder, olvidando que todos y todas somos hermanos y hermanas que compartimos una misma humanidad.

El Reino debe implicar para el seguidor de Jesús una acción transformadora en la vida cotidiana, que llegue hasta lo más profundo del actuar de cada ser humano, y el llamado permanente a la búsqueda y construcción de un mundo más humano, no sólo para unos pocos, sino para todos. Las estructuras basadas en la injusticia no crean el bien necesario para que el mundo avance, sino que generan más muerte y división en la humanidad, atacando con su fuerza destructora cualquier propuesta alternativa de construcción de una nueva humanidad.

No podemos olvidar que la buena noticia que Jesús vino a anunciar (el Reino) es una Buena Nueva para los pobres, en la que de ahora en adelante Jesús y sus discípulos lucharán por una sociedad igualitaria. Comprender el valor de lo pequeño, de lo pobre, como opción fundamental de Jesús y de quienes proseguimos su causa, debe ser una denuncia permanente contra tantas formas de opresión y marginación de estructuras injustas que deshumanizan a tantas personas y comunidades, en donde vive ocultamente el valor de la grandeza del Reino cuando se construye organización y se promueven los valores del Reino.

 Dicho esto, abordemos un segundo nivel, más crítico, en este comentario.

Esta parábola puede resultar alienante si se toma como una invitación a la inactividad, o a la suspensión de nuestra responsabilidad para dejarla en las manos de Dios: él sería quien a fin de cuentas, al final de la historia, incluso más allá de la historia, deberá poner las cosas y las personas en su lugar… Esta idea de un Dios «premiador de buenos y castigador de malos», que contabiliza nuestras acciones y por cada una de ellas nos dará un premio o un castigo, ha sido una idea central de la cosmovisión cristiana clásica. El miedo a la condenación eterna, pieza central de la bóveda de la cosmovisión cristiana clásica medieval y barroca, está en la misma línea. ¿Qué decir de todo ello hoy?

Es obvio que conforme pasa el tiempo estas convicciones fundamentales del pensamiento cristiano van pasando a segundo plano, dejan de estar presentes, no se comentan, incluso se evitan positivamente… Diríamos que ésa es una manifestación más del famoso «eclipse de lo sagrado» que se da en nuestra sociedad moderna. Si nuestros abuelos y sus generaciones anteriores vivieron en una sociedad que transparentaba la eternidad, la vida del más allá, con sus premios y castigos, hoy vivimos, por el contrario, en una sociedad –y con una epistemología- en la que nos es difícil imaginar y pensar el más allá de la muerte como el lugar de los premios y castigos de Dios, como una separación post mortem del trigo y de la cizaña.

No vamos a pretender aquí resolver el asunto, ni abordar el tema en profundidad. Sólo queremos llamar críticamente la atención sobre él haciendo algunas afirmaciones.

Sea la primera la de reconocer que ya no se puede seguir hablando de más allá de la muerte con la ingenuidad y la rotundidad con la que durante siglos se ha hablado: el tema merece una revisión profunda, y en todo caso no permite las afirmaciones clásicas con su escandalosa simplicidad.

Buena parte de las descripciones de los premios y castigos eternos hoy aparecen como antropomorfismos insostenibles, respecto a los que no sólo merece la pena no dar más pábulo, sino que es importante también reconocerlos explícitamente como tales, liberando de ese modo a la fe de la obligación de compartir semejantes creencias mitológicas.

Es necesario tomar conciencia de la urgencia de una revisión a fondo de la posición de la fe cristiana respecto al más allá. Habitualmente hemos dado por bueno y por supuesto el dato de la vida más allá de la muerte, como si fuera un artículo de fe obvio, indiscutible. Y en efecto, normalmente ha quedado enteramente fuera de las crisis renovadoras de la fe en las décadas pasadas. El Concilio Vaticano II y su renovación simplemente envió a la trastera el conjunto de imágenes medievales y barrocas que aún estaban en circulación, y propició una relectura de la escatología en la línea del personalismo y del existencialismo, que realmente supusieron una brisa de aire fresco. La teología de la liberación, por su parte, simplemente añadió una lectura histórico-escatológica de la realidad (caminamos hacia el Reino) y la perspectiva de la opción por los pobres (redescubiertos como los «jueces escatológicos universales», Mt 25,31ss), pero dejó intactas las afirmaciones centrales, sin llegar siquiera a plantearse su cuestionamiento (el libro exponente máximo de la escatología de la teología de la liberación es «Hablemos de la otra vida», de Leonardo BOFF, Sal Terrae, Santander, 1978, muchas veces reimpreso, y libremente disponible en la red).

Hoy, un nuevo paradigma de «revisión del sentido y la identidad misma de la religión», nos exige dejar de vivir de rentas, dejar de repetir incuestionadamente lo de siempre, y plantearnos de nuevo las preguntas más radicales: ¿existe realmente la vida más allá de la muerte? ¿Nos ha sido realmente «revelada»? ¿Cuándo, dónde, cómo? ¿Forma parte del contenido mismo de la fe cristiana? ¿Se puede ser cristiano aceptando la inseguridad y la oscuridad que la ciencia actual confiesa respecto a este tema?

Ciertamente, no son preguntas para el hombre y la mujer de la calle que prefieran seguir viviendo en una edición renovada de la «fe del carbonero». No son tampoco preguntas a difundir imprudentemente, ni trofeos para exhibirse como abanderado de la crítica y el esnobismo. Pero son preguntas que los responsables han de plantearse alguna vez en la intimidad de su fe, para que sondeando la dificultad del misterio, tomen la determinación de ser muy respetuosos en su lenguaje y no seguir viviendo de las rentas de afirmaciones que hoy son de hecho tan incuestionadas como increíbles, tan insostenibles como irresponsables.

El tema sólo lo hemos iniciado. Invitamos al lector a tirar del hijo y seguir profundizando, tanto desde el estudio de la teología como en su oración y su fe. Leer más…

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Dom 23.7.17. Mujer con levadura, sabiduría de Dios

Domingo, 23 de julio de 2017
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levadura-mujerDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 16 tiempo ordinario. Presenté ayer a María Magdalena (22.7.17), que es (con María de Nazaret) el signo más perfecto del Reino de Dios, según el evangelio de este domingo:

El Reino de los cielos se parece a una mujer que introduce su levadura en la masa de la vida, una mujer que perfume de resurrección, promesa de futuro, dentro de un mundo (de una Iglesia) que parece sin futura.

Pero la lectura del evangelio del domingo es mucho más extensa, y consta de tres partes, estructurada en en forma de sándwich o tríptico:

a. Principio: Mt 13, 24-30. Parábola de la cizaña que crece en medio del trigo
b. Intermedio: Mt 13, 31-35: Dos parábolas menores: Grano de mostaza y levadura, con una explicación (sabiduría oculta desde el principio del mundo)
a1. Final: Explicación de la parábola de la cizaña

El principio y final (parábola de la cizaña y explicación) forman un inmenso retablo apocalíptico que trata del sentido de la historia humana, con la creación buena de Dios (trigo) y con el riesgo de la vida que se pervierte (de la mala semilla de cizaña que nosotros mismos sembramos para mal en medio del trigo de Dios).

Las dos parábolas intermedias van unidas… y sirven para explicar el sentido oculto de la gran parábola, la fuerza de la siembra de Dios (grano de mostaza; levadura).

a) en el centro de la historia, Dios ha sembrado su Reino como un grano de mostaza, el más pequeño de todos, el más frágil… Pues bien, ese grano invisible se convertirá en árbol grande, plenitud del mismo dios en la historia humana.

19399260_815457485298112_1294603559265818618_nb) más que cosa de hombre, el reino es “cosa de mujer”, levadura en la masa… Parece que somos masa de perdición, condenada a la muerte… Pero hay una mujer (¡la mujer sabiduría!) que lleva en su mano la levadura y logra que todo fermente.

c) A estas parábolas menores sigue la palabra sobre el sentido de la sabiduría de Dios, comparada al grano de mostaza y a la levadura de mujer.

En la reflexión de hoye me ocuparé sólo de la levadura de mujer, que es fermento del reino… y de la sabiduría de Dios que es el sentido más hondo del evangelio. Dejo para el próximo día el tema del grano de mostaza.

Éste es el domingo de la mujer con levadura (=mujer que es levadura), mujer que es sal. Ella es la última reserva de la humanidad. Si la mujer pierde su levadura (deja de ser fermento) el mundo se secará de muerte, dice Jesús.

Imagen 1. Mujer con levadura, la sabiduría de la vida (conocimiento de mujer).
Imagen 2: Mateo con un libro de la Ley del AT (sabiduría de varón)

Buen domingo a todos, con levadura de mujer, que es levadura de Dios.

Levadura de mujer.

De nuevo se compara el Reino con algo familiar y sencillo. En lugar del glorioso Hijo de Hombre que aparecerá después, Jesús nos habla aquí de una mujer que introduce fermento en la masa del pan (zu,mh| h]n labou/sa gunh.), una masa que está dividida en tres partes, hasta que todo fermenta. El signo no es la siega y división del trigo y cizaña, sino el fermento poderoso que una mujer introduce en el trigo que ella misma amasa y divide en tres partes, cuidadosamente:

Mt 13 33 Les dijo otra parábola: El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la introduce en tres medidas de harina amasada, hasta que todo fermente.

Esta gran imagen, del Q (cf. Lc 13, 20-21), tiene dos rasgos inquietantes.

(a) La levadura, que es básica para algunos alimentos; para que la harina de trigo amasada con agua fermente y pueda hornearse produciendo pan sabroso hace falta levadura.
(b) Junto a la levadura, que se juzgaba impura, por su poder de transformación, está la mujer, que también se consideraba especialmente impura en el campo religioso, precisamente por su menstruación, y por el mismo proceso de la generación.

Levadura. A lo largo de la tradición bíblica, ella tiene un sentido ambivalente. Sin duda, ella es buena para fermentar el pan, pero, al mismo tiempo, se vincula con un tipo de impureza (desintegración) que la vuelve peligrosa. Por eso, los panes para la ofrenda de Dios son ázimos, sin levadura, como el de pascua, que no podía mezclarse con la levadura (masa fermentada del año anterior), de manera que cada año, tras la pascua, debía comenzar con nueva levadura (cf. Gen 19, 3; Ex 12, 8-20; 23, 15; Lev 2, 4; 8, 26; Dt 16, 3 Jos 5, 11 etc.). En ese último sentido emplea Pablo este símbolo, pidiendo a los creyentes que dejen «la vieja levadura de la malicia y maldad, para celebrar los panes ázimos, de la sinceridad y la verdad» (1 Cor 5, 9).

Pues bien, conforme a esa parábola (probablemente de Jesús; cf. también EvTom 96), el pan del Reino de Dios (=de los cielos) no es ázimo (separado y sin fermentación peligrosa), sino que se compara precisamente con la levadura, peligrosa por su poder de transformación, pues fermenta la masa. Ésta es una de las imágenes más atrevidas de Q (y en especial de Mateo), pues separa el Reino de Dios del contexto sagrado del templo (donde se come pan sin levadura) y de la fiesta de pascua (también sin levadura), para situar el camino del Reino en el espacio y movimiento de la masa ambigua y concreta de la vida, que aparecía en la parábola de la cizaña, que puede compararse con la levadura mala (frente a la buena del Reino). Pues bien, en contra de lo que sucede en la cizaña, la levadura aparece ahora como buena y necesaria, pues transforma la masa de trigo.

‒ La mujer. El Reino de Dios se relaciona con una levadura que pertenece al campo de trabajo y experiencia de las mujeres que amasan el pan y aparecen por su biología (ritmos de menstruación) más vinculadas a la visión judía de la levadura, como campo que se juzga más propenso a la impureza. Pues bien, Jesús compara el reino con una levadura de mujer que puede fermentar la masa del pan, no para un servicio litúrgico (con panes sin fermentar), sino para la vida normal (como en las multiplicaciones), de pan con levadura. Leer más…

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Parábolas para tiempo de crisis (2ª parte). Domingo 16. Ciclo A

Domingo, 23 de julio de 2017
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granos-de-mostazaGranos de mostaza

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Mateo resume la crisis que atravesó su comunidad a finales del siglo I en cinco preguntas a las que responde con siete parábolas. El domingo pasado vimos la primera, ¿por qué no aceptan todos el mensaje de Jesús?, a la que respondía la parábola del sembrador. En este domingo se plantean otras dos preguntas, a las que se responde en tres parábolas. La primera de ellas (el trigo y la cizaña) debió considerarla Mateo difícil de entender, y por eso ofrece su explicación. Sin embargo, no lo hace de inmediato. Cuenta tres parábolas seguidas y más tarde, cuando los discípulos llegan a la casa, interrogan a Jesús y éste aclara su sentido. En cambio, las parábolas tercera (grano de mostaza) y cuarta (levadura) carecen de explicación en el evangelio. Por motivos de claridad expongo primero la parábola del trigo y la cizaña, con su explicación, y luego las otras dos.

¿Qué actitud adoptar con quienes no viven el mensaje?

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente:
― El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:
― Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?
Él les dijo:
― Un enemigo lo ha hecho.
Los criados le preguntaron:
― ¿Quieres que vayamos a recogerla?
Pero él les respondió:
― No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.

La parábola puede leerse desde diversas perspectivas, según pensemos que la finca es el pueblo de Israel, la comunidad cristia­na, o el mundo entero. Ya que esta parábola sólo la cuenta Mateo, vamos a verla primero desde el punto de vista de su comunidad, seriamente enfrentada con los judíos.

1ª hipótesis: La finca es el pueblo de Israel

En ella, el Señor ha plantado buena semilla (los cristianos). Pero el enemigo ha plantado también cizaña (los fariseos y demás enemigos de la comunidad). La tentación de cualquiera de los dos grupos es decidir por su cuenta y riesgo quién es trigo y quién cizaña. Pablo, por ejemplo, antes de convertirse, pidió permiso a las autoridades de Jerusalén para perseguir a los cristianos. Pero también la comunidad cristiana puede correr el riesgo de intentar acabar con los que no forman parte de ella o no los tratan como consideran justo. Así ocurrió cuando una aldea de Samaria no acogió a Jesús y los discípulos: Juan y Santiago le propusieron hacer bajar un rayo del cielo que acabase con todos (Lc 9,51-56). Con esta parábola, Mateo hace una exhortación a la calma, a dejar a Dios la decisión en el momento final.

2ª hipótesis: La finca es la comunidad cristiana

La parábola también podría entenderse dentro de la comunidad cristiana (sola ésta sería la finca), donde hay gente que respon­de al evangelio (trigo) y gente que no parece vivir de acuerdo con él (cizaña). El mensaje es el mismo en este caso. Aunque las cosas parezcan claras, es fácil que al arrancar la cizaña se lleven por delante el trigo. Porque cualquier de nosotros, por muy preparado que se considere teológica y moralmente, puede equivocarse. No son raros los casos de personas condenadas por la Iglesia que terminaron no sólo rehabilitadas sino también canonizadas.

3ª hipótesis: la finca es el mundo

Finalmente, la parábola se puede interpretar en un contexto más general, donde la finca es el mundo, la buena semilla los ciuda­danos del Reino y la cizaña los secuaces del Malo. En esta línea se orienta la explicación de los versículos 36-43.

Los discípulos se le acercaron a decirle:
― Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.
Él les contestó:
― El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.

En cualquiera de estas tres hipótesis (todas válidas), Jesús advierte contra el peligro de que paguen justos por pecadores. Es preferible tener paciencia y dejar la justicia a Dios, el único que puede emitir un veredicto exacto, sin temor a equivocarse.

La actitud de Dios, modelo de moderación en indulgencia

La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, se mueve en esta línea de bondad y tolerancia, poniéndonos a Dios como modelo. Un Dios al que el poder impulsa, no a castigar sino a perdonar, que gobierna con moderación e indulgencia, y que siempre da un voto de confianza al pecador, esperando que se convierta.

Fuera de ti, no hay otro Dios al cuidado de todo, ante quien tengas que justificar tu sentencia. Tu poder es el principio de la justicia, y tu soberanía universal te hace perdonar a todos. Tú demuestras tu fuerza a los que dudan de tu poder total, y reprimes la audacia de los que no lo conocen. Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres. Obrando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.

¿Tiene algún futuro esto tan pequeño?

Tras la explicación, volvemos al otro tema tratado por las parábolas de hoy. La comunidad de Mateo es pequeña. Las otras comunidades también. Han pasado ya cincuenta años de la muerte de Jesús, y aunque el cristianismo se va extendiendo por el Imperio Romano, representan una minoría. ¿Qué futuro tiene este grupo tan pequeño? ¿Qué futuro tiene la iglesia actual, que carece del influjo y el poder que tenía hace unos años? Mateo responde con dos parábolas: la del grano de mostaza y la de la levadura. Ambos coinciden en ser algo pequeño, pero más importante de lo que puede parecer a primera vista.

El grano de mostaza

El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.

Esta parábola sólo se comprende a fondo cuando se conoce una parábola del profeta Ezequiel que utiliza Jesús como modelo. A comienzos del siglo VI a.C., cuando el pueblo de Israel se encontraba deportado en Babilonia, para expresar que su suerte cambiaría y sería espléndida, Ezequiel cuenta lo siguiente:

Cogeré una guía del cogollo del cedro alto y encumbra­do;
del vástago cimero arrancaré un esqueje
y lo plantaré en un monte elevado y señero,
lo plantaré en el monte encumbrado de Israel.
Echará ramas, se pondrá frondoso
y llegará a ser un cedro magnífico;
anidarán en él todos los pájaros,
a la sombra de su ramaje anidarán todas las aves. (Ez 17,22-23).

Jesús acepta la imagen del árbol y la idea de que sirve para acoger a todas las aves del cielo. Pero introduce un cambio radical: no elige como modelo el cedro alto y encumbrado, sino el modesto arbusto de mostaza, que, cuando crece, «sale por encima de las hortalizas». Es un ataque lleno de humor e ironía al triunfalismo. Lo importante no es que el árbol sea grandioso, sino que pueda cumplir su función de acoger a los pájaros. Para la comunidad de Mateo era una excelente lección, y también debe serlo para nuestras tentaciones de triunfalismo eclesial.

La levadura

Les dijo otra parábola:
El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.

Algo parecido ocurre con la parábola de la levadura. Se usa en poca cantidad, pero cumple su función, hace que fermente la masa. La tentación de la comunidad cristiana es querer ocupar mucho espacio, ser masa, llamar la atención por su volumen, por el número de miembros. Jesús dice que lo importante es la función de fermentar la masa.

Resumiendo lo leído hasta ahora, Mateo ofrece una explicación de la realidad (sembra­dor) y una llamada a la sereni­dad (trigo y cizaña) y a confiar en algo que tiene unos comienzos tan modestos (mostaza y levadura). El próximo domingo, otras tres parábolas completarán esta enseñanza.

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Domingo XVI del Tiempo Ordinario. 23 Julio, 2017

Domingo, 23 de julio de 2017
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d-16

“Dejadlos crecer juntos hasta la siega, y cuando llegue la siega diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.”

(Mt 13, 24-43)

Este domingo el evangelio nos vuelve a traer parábolas y semillas.

Jesús quiere hablar de realidades que no se ven. Nos quiere hablar del Reino de Dios y de Dios mismo. Para ello utiliza imágenes de la vida cotidiana. Recurre a ejemplos que sabe que quienes le están escuchando comprenden completamente.

Las gentes sencillas que se acercaban a escuchar a Jesús sabían perfectamente cómo era el trigo y cómo era la cizaña. Conocían las semillas. Veían plantas de mostaza y sabían, porque lo veían cada día, que un poco de levadura era capaz de levantar mucha masa.

A muchas de nosotras todos estos ejemplos nos pillan lejos. Seguramente más de una no ha visto nunca un campo de trigo y no sabe cómo es la cizaña. Tampoco conocemos las plantas de mostaza. Y como el pan ya no se hace en casa quizá hay gente que nunca ha visto subir una masa.

Si Jesús nos hablara hoy tendría que ponernos otros ejemplos. Nos tendría que hablar de Internet, de teléfonos táctiles o de whatsapps.

No sé qué ejemplo nos pondría para hacernos comprender que a veces es necesario dejar crecer aquello que no está bien. La cizaña es una mala hierba, muy parecida al trigo pero tóxica.

En la parábola se nos dice que no arranquemos la cizaña. ¿Por qué? Porque podríamos dañar el trigo.

Nuestras vidas están llenas de pequeñas (o grandes) sombras que desearíamos arrancar. Pero Jesús nos dice que no. Que las dejemos crecer junto con nuestras luces.

Nuestro afán por tener una imagen prefecta puede acabar con aquello que teníamos de bueno y valioso.

En una sociedad donde se nos invita continuamente a eliminar cualquier defecto: arruga, grano, cana… Jesús nos dice: dejad que crezcan.

No sé si le podremos hacer mucho caso. ¿Nos atreveremos a dejar crecer nuestros defectos? ¿Tendremos paciencia para esperar al tiempo oportuno para arrancarlos?

Oración

Haznos valiente y arriesgadas para dejar crecer Tu trigo y la cizaña que se nos ha colado.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Acepta que hay cizaña en tu campo.

Domingo, 23 de julio de 2017
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1602347Mt 13, 24-43

La parábola de la cizaña es una de las siete que Mt narra en el capítulo 13. Como decíamos el domingo pasado, se trata de un contexto artificial. Como todas las parábolas es un relato anodino e inofensivo por sí mismo, pero que, descubriendo la intención del que la relata, puede llevarnos a una reflexión muy seria sobre la manera que tenemos de catalogar a las personas como buenos y malos. Mal entendida, puede dar pábulo a un maniqueísmo nefasto, que tergiversa el mensaje de Jesús. Bien y mal se encuentran inextricablemente unidos en cada uno de nosotros.

Empecemos por notar que el sembrador siembra buena semilla. La cizaña tiene un origen distinto. Este lenguaje debemos explicarlo. Según aquella mentalidad, hay un enemigo del hombre empeñado en que no alcance su plenitud. Pero la hipótesis del maniqueísmo es innecesaria. Durante milenios el hombre trató de buscar una respuesta coherente al interrogante que plantea la existencia del mal. Hoy sabemos que no tiene que venir ningún maligno a sembrar mala semilla. La limitación que nos acompaña como criaturas, da razón suficiente para explicar los fallos de toda vida humana.

La vida arrastra tres mil ochocientos millones de años de evolución que ha ido siempre en la dirección de asegurar la supervivencia del individuo y de su especie. A ese objetivo estaba orientado cualquier otro logro. Al aparecer la especie humana, descubre que hay un objetivo más valioso que el de la simple supervivencia. Al intentar caminar hacia esa nueva plenitud de ser que se le abre en el horizonte, el hombre tropieza con esa enorme inercia que le empuja al objetivo puramente egoísta. En cuanto se relaja un poco, aparece la fuerza que le arrastra en la dirección equivocada.

El objetivo de subsistencia individual y el nuevo horizonte de unidad que se le abre al ser humano no son contradictorios. En el noventa por ciento deben coincidir. Pero esa pequeña proporción que les diferencia no es fácil de apreciar. Como en el caso de la cizaña y el trigo, solo cuando llega la hora de dar fruto queda patente lo que los distingue. Es inútil todo intento de dilucidar teóricamente lo que es bueno o lo que es malo. La mayoría de las veces el hombre solo descubre lo bueno o lo malo después de innumerables errores en su intento por acertar en su caminar hacia la meta.

En el ser humano, el bien biológico individualista sería siempre bueno mientras no vaya contra el bien de los demás. Todo el esfuerzo que haga el ser humano por vivir mejor de lo que vive en una época determinada, sería estupendo si toda mejora alcanzara a todos los hombres, y no se consiguiera el bien de unos pocos a costa del mal de muchos. En el mundo que nos ha tocado vivir, podemos descubrir esa contradicción. El hombre, buscando su plenitud como individuo, arruina su plenitud como ser humano.

El punto de inflexión en la lógica del relato lo encontramos en las palabras del dueño del campo. “dejadlos crecer juntos hasta la siega”. Lo lógico sería que se ordenara arrancar la cizaña en cuanto se descubriera en el sembrado, para que no disminuyera la cosecha. Pero resulta que, contra toda lógica, el amo ordena a los criados que no arranquen la cizaña, sino que la dejen crecer con el trigo. Este quiebro, es el que debe hacernos pensar. No es que el dueño del campo se haya vuelto loco, es que el que relata la parábola quiere hacernos ver que otra visión de la realidad es posible.

No les deja crecer juntos porque el señor se siente generoso y perdona la vida a los malos. La única razón que el dueño aduce es “que podríais arrancar también el trigo”; precisamente por la dificultad de distinguirlos a simple vista. La primera lectura nos advierte que Dios obra con moderación porque todo lo puede. Jesús da un paso más y nos dice que Dios no tiene nada que perdonar. Nuestra posibilidad de fallar no le inquieta, en cambio a nosotros nos desconcierta. Dios no puede premiar ni castigar “a posteriori”, porque se ha dado a cada uno antes de que lleguemos a la existencia.

La respuesta del amo está fuera de toda lógica. Esto es lo que debería hacernos pensar. El trigo y la cizaña tienen que convivir a pesar de que son plantas antagónicas y lo que produce una, será siempre a costa de la otra. La cizaña perjudica al trigo, pero la realidad es que son inseparables. Aplicado al ser humano, la cosa se complica hasta el infinito, porque en cada uno de nosotros coexisten juntos cizaña y trigo. Nunca conseguiremos eliminar del todo nuestra cizaña. Solo tomando conciencia de esto, superaremos el puritanismo y podremos aceptar al otro con su cizaña.

Esta mezcla inextricable no es un defecto de fabricación, como se ha hecho creer con mucha frecuencia; por el contrario, se trata de nuestra misma naturaleza. Dejaríamos de ser humanos si anularan nuestra posibilidad de fallar. No solo es absurdo el considerar a uno bueno y a otro malo, sino que el solo pensar que una persona se pueda considerar perfecta, es descabellado. Querer arrancar la cizaña es una tentación, que demuestra la falta de confianza en uno mismo.

También hoy Jesús, a petición de sus discípulos, explica la parábola. Una vez más, no se trata de una explicación de Jesús, sino de un añadido de la primera comunidad, que convirtió las parábolas en alegorías para poder utilizarla como instrumento moralizante. En la explicación que el evangelio da de esta parábola, se ve con toda claridad la diferencia entre parábola y alegoría. Podemos apreciar cómo se desvía el acento desde la necesidad de convivir con el diferente a la insistencia en que los malos serán quemados, con la intención de que el miedo a ser chamuscados nos haga mejores

Si a través de veinte siglos, la Iglesia hubiera hecho caso de esta parábola, ¡cuántos atropellos se hubieran evitado! Tanto en la doctrina como en moral, se ha perseguido al que discrepaba de la oficialidad, solo por el afán de conservar la pureza legal, que tanto preocupa a los dirigentes. Se ha excomulgado, se ha desterrado, se ha quemado en la hoguera a miles de cristianos que eran bellísimas personas, aunque no coincidieran en todo con los cánones oficiales. Es patético, que a algunos de los que han sido sacrificados sin piedad, después se les haya declarado santos.

Aún tenemos pendiente un cambio en nuestra actitud ante el diferente. Hemos sido educados en el exclusivismo. Se nos ha enseñado a despreciar al diferente. Jesús sabía muy bien lo que decía a un pueblo judío que se creía elegido y superior a todos los demás. A pesar de la claridad del mensaje, muy pronto olvidaron los cristianos las enseñanzas de Jesús y reprodujeron el exclusivismo judío. Una sola frase resume esta actitud totalmente antievangélica: “fuera de la Iglesia no hay salvación”. Esta máxima (mínima) ha sido defendida todavía por el último Catecismo de la Iglesia Católica.

Meditación

Por mucho que nos empeñemos en impedirlo,
la cizaña y el trigo van a seguir creciendo juntos.
Si descubres los fallos en los que tropiezas cada día,
estarás en condiciones de aceptar a los demás con los suyos.
El objetivo del cristiano no es alcanzar la perfección,
sino aceptar al otro a pesar de sus fallos.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Dejadlos crecer juntos.

Domingo, 23 de julio de 2017
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inaweofgodscreationLa tolerancia es la mejor religión (Víctor Hugo)

23 julio. Domingo XVI del TO

Mt 13, 24-43

Dejad que crezcan juntos hasta la siega

En la película Lo and Behold (2017) del director alemán Werner Herzog se dice que “Cada molécula tiene su propio sonido. Y estos sonidos están diseñados específicamente para que cuando la molécula está bien formada, se creen armonías. Si algo no encaja, formará una disonancia. De hecho es difícil lograr una disonancia”. Las diferencias se van diluyendo con el tiempo y, al final, nos percatamos de que en toda la existencia hay una armonía.

La primera lectura y el Evangelio de hoy con la parábola de la cizaña, son una llamada de atención sobre la tentación en que caemos con frecuencia de meternos a jueces de los demás, excluyéndolos del reino de los cielos. La pregunta es obvia, excepto para quienes piensan que se les ha dado todo poder sobre la tierra: ¿Quién soy yo para juzgarlos?

En sus novelas, Jesús Sánchez Adalid (1962, jurista y teólogo, manifiesta una penetrante reflexión acerca de las relaciones humanas, la libertad individual, el amor, el poder y la búsqueda de la verdad; lo que le ha convertido en un símbolo de encuentro y armonía entre los pueblos, religiones y razas. En Y de repente Teresa (Ediciones B, S. A. 2014) analiza el inhumano proceder de la Inquisición en pleno siglo XVI. De uno de sus más ilustres personajes, Don Rodrigo de Castro (1523-1600) dice que es “un implacable, ambicioso y cauto, que se ha consagrado concienzudamente a realizar pesquisas sobre aquellas mujeres que tienen éxtasis, visiones, y misteriosas revelaciones, por si fueran “alumbradas”; es decir, adeptas a secta mística que tanto preocupa el Santo Oficio, por ser considerada herética y relacionada con el protestantismo”.

Concha Redondo, mística y teóloga, nacida en Madrid en 1931, en su obra poética Mis experiencias (Séneca Editorial 2014). Una mujer de la que se dice que el Espíritu le posibilita la comunicación inmediata y directa con la Divinidad que todos atesoramos, incluso los que crecen a nuestro lado diferentes. Uno de sus poemas, Vida, se cierra con estos versos:

“Despertar …
Madurar…
Nacer cada día…
Nacer cada día más humano”.

Mensaje de tolerancia plenamente evangélico –“Dejad que crezcan juntos…” (Mt 13, 30)- como así mismo lo propone Pedro Olalde en una de sus obras: “En el campo del mundo, en nosotros, Jesús siembra buena semilla para que germine y de fruto abundante. Quiere que seamos personas felices, desarrolladas y creadoras de vida para otros”.

De Ismael, hijo de Abraham y su esclava Agar, se dice en Gn 16, 12: “Será un potro salvaje: él contra todos y todos contra él; vivirá separado de sus hermanos”. Aplicado a Jesús, tendríamos que decir todo lo contrario de “separado”. Con frecuencia olvidamos lo que la historia de la vida nos cuenta. La endogamia empobrece, y el mestizaje todo lo enriquece.

En El Canto del pájaro Anthony de Mello, nos cuenta la bella y tolerante historia, en la que aprendió a hacerse amigo de los de “dientes de león” que, como una plaga, habían invadido su jardín.

Ya, otro poeta y novelista, Víctor Hugo, había dicho que “La tolerancia es la mejor religión.

 DIENTES DE LEÓN

Un hombre que sentía orgulloso del césped de su jardín, se encontró un buen día con que en dicho césped crecía una gran cantidad de “dientes de león”. Y aunque trató por todos los medios de librarse de ellos, no pudo impedir que se convirtieran en una auténtica plaga.

Al fin escribió al Ministerio de Agricultura, refiriendo todos los intentos que había hecho, y concluía la carta preguntando:

-“¿Qué puedo hacer?”.
– Al poco tiempo llegó la respuesta:
-“Le sugerimos que aprenda a amarlos”.

También yo tenía un césped del que estaba muy orgulloso, y también sufrí una plaga de “dientes de león” que traté de combatir con todos los medios a mi alcance.  De modo que el aprender a amarlos no fue nada fácil. Comencé por hablarles todos los días cordial y amistosamente. Pero ellos sólo respondían con su hosco silencio. Aún le dolía la batalla que había librado contra ellos. Probablemente recelaban de mis motivos.

Pero no tuve que aguardar mucho tiempo a que volviesen a sonreír y a recuperar su sosiego. Incluso respondían ya a lo que yo les decía. Pronto fuimos amigos.

Por supuesto que mi césped quedó arruinado, pero ¡qué delicioso se hizo mi jardín…!

Anthony de Mello

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Se parece a…

Domingo, 23 de julio de 2017
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the-passion-fox-netflix-644x362Mt 13, 24-43

Las “cosas de Dios” nos parece que deben ser tan elevadas que cuando alguien las explica de manera asequible apenas nos las creemos y solemos “pedir una explicación”. Esto también les sucedió a los discípulos incluso con el Señor; por eso, cuando Jesús les hablaba en parábolas, le pedían que les aclarara lo que les había contado. La simplicidad cuesta mucho. Demasiado. Asociamos la complejidad a Dios, cuando es todo lo contrario. Por eso a los seguidores del Maestro les resultaba asombroso que no necesitaran ser doctos y “entendidos” en la materia para comprender un mínimo del estilo con el que el Señor había planteado su forma de implementar el Reino.

Que el mismo Jesús utilizara imágenes de la cotidianeidad para hacernos ver cómo es el reino de los cielos es maravilloso. Con ello quiere decir que la Creación es tan rica y significativa que tiene capacidad para remitir a lo divino; transmite así, que lo natural, lo común, encierra verdades hondas. Además, de este modo el mensaje resulta accesible a la mayoría; y entre todos, no solo podemos hacernos una idea, de verdad, de cómo está funcionando ya el Reino, sino saber dónde buscarlo y dónde mirar para encontrarlo.

Tres comparaciones propone el Señor en el evangelio de hoy:

En la primera identifica el Reino con su persona –se parece a un hombre que sembró buena semilla–. Y explica que la semilla son ya los ciudadanos de ese reino, es decir, los que viven con Él y en Él. Pero junto al trigo crece la cizaña. Una compañía nada agradable que a veces ahoga al mejor de los frutos. Una imagen de las mezclas tan potentes que se dan en la vida. Sin embargo, solo a Dios le corresponde recoger la cosecha y separarlos. Porque Él siempre estará atento para que no se pierda ningún tallo, ramita, u hojarasca, por pequeña que sea, que contenga algo aprovechable y salvable. Recolectar así es laborioso, pero se gana mucho (y sobre todo, ganamos todos).

En la segunda, el Reino es como un minúsculo grano de mostaza, de un tamaño parecido a la punta de un alfiler, que la persona siembra en su huerto. El Señor se hace semilla; y no entra en nuestra vida como un huracán, sino como una brisa suave; tampoco como una tormenta, sino como una suave lluvia. Apenas se percibe su presencia, pero va penetrando y haciendo su obra.

En la tercera, compara el Reino de los cielos con la levadura. Un ingrediente muy apreciado por los cocineros pues hace crecer de forma asombrosa la harina que utilizamos para elaborar, por ejemplo, lo bizcochos y el pan. Lo curioso es que con una medida casi ridícula es suficiente para que salgan unas raciones generosas. No hay proporción entre cada uno de los ingredientes. Con un poco de levadura bien repartida la masa “se crece”.

Tres parábolas que nos ayudan a grabarnos a fuego algunas ideas importantes: que el Reino no es otro que Jesús, su persona, pero que en esta vida está amenazado; que no nos corresponde a nosotros cosechar (siempre nos llevaríamos a alguien por delante); y que su apariencia es pequeña y penetra en la realidad de una forma apenas perceptible, en lo oculto, entremezclado con la realidad, y allí, dentro, queda activo y activado, creciendo a su ritmo de una manera misteriosa.

María Dolores López Guzmán

Fuente Fe Adulta

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“Los díscolos no captaron la parábola”, por Juan Masiá Clavel sj

Domingo, 23 de julio de 2017
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el_sembradorDe su blog Vivir y Pensar en la Frontera:

Si el recién fallecido Cardenal Meissner (q.e.p.d.) pudiera enviar desde su eterno descanso en la vida eterna un e-mail a sus díscolos compañeros del dislate anti-Francisco, tal vez el mensaje rezaría de esta guisa:

“Hermanos, no habíamos comprendido la parábola del sembrador:; el que tenga oidos para escuchar que entienda. El Papa Francisco habla en la Amoris laetitia como Jesús en el Evangelio y nos confronta con el símbolo de la escucha que discierne y la misericordia que sana. Pero nosotros no nos dejamos impactar por el símbolo y nos obsesionamos con la alegoría, que no escucha ni sana, sino racionaliza, moraliza y anatematiza, derecho canónico en mano, disparando misiles de sí o no, blanco o negro”

Este domingo 15 del Tiempo ordinario toca escuchar la perícopa de Mt 13, 1-23 (Salió el sembrador a sembrar su semilla… Mejor leer solo del 1 al 9).

Aprendamos de Jesús que nos lanza un símbolo para sacudir nuestra somnolencia y estimularnos con el enigma: quien pueda escuchar que entienda.

Como cuando el maestro de meditación Zen confronta al discipulo con un koan pradójico para romper su lógica y hacerle pensar sin pensar

Como el oráculo délfico que “ni dice, ni oculta, sino sugiere dejando perplejidad (ainissomai, en griego).

Como cuando Unamuno quería tanto a sus lectores que les sembaraba inquietudes practicando la “obra de misericordia suprema, despertar al dormido”

La parábola tal como la contó Jesús termina en el versículo 9: ¡Quien tenga oidos, que escuche! Todo lo que viene a continuación desde el v.18 al 23 es un ejemplo de cómo la predicación primitiva convirtió la parábola en alegoría, atribuyendo significaciones para descifrar contraseñas: que si el terreno rocoso significa…, que si las raíces significan…, que si las zarzas significan,,,esto y lo otro, etc…

Con razón recomendaba Francisco en Evangelii gaudium que no prediquemos la homilía así: “La predicación puramente moralista o adoctrinadora y también la que se convierte en una clase de exégesis, reducen la comunicación entre corazones que se da en la homilía…” (EG, n. 142).

Ante los escrúpulos del ex-prefecto Müller, recuerda el cardenal Schönborn que lo importante es “escuchar”: “El clero debe escuchar como tal vez no lo hemos hecho antes, y escuchar a todo el mundo, a las personas en relaciones regulares y en las llamadas relaciones irregulares”

Habrá que aplicar a las “teologías de funcionario eclesiástico” lo que decía Paul Ricoeur de las filosofías faltas de hermenéutica; “no se acaba de dejar morir a los ídolos y apenas se tiene oidos para escuchar a los símbolos”. Hoy diríamos a los “escribas o escribanos de curia”: “no se acaba de dejar morir el derecho canónico y apenas se tiene oidos para escuchar la gratuidad del Evangelio y nutrirse de lo sacramental”.

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“Jonás, un profeta contracultural”, por Gonzalo Haya

Sábado, 27 de mayo de 2017
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CU081219_002HR2 Hoy me dedico especialmente este texto acerca del libro de Jonás

Invito a leer un simpático cuentecito del Antiguo Testamento que, con  una fina ironía teológica, nos da una imagen de Dios que muchos cristianos actuales todavía no han descubierto.

Es un cuentecito, dos páginas, que desarrolla la historieta de un profeta al que Dios envía a Nínive con tremendas amenazas si no se arrepienten de su inmoralidad. El profeta huye hacia el otro extremo del mundo para evitar esta ingrata tarea. En su travesía surge una tormenta, castigo de Dios por su desobediencia, y es arrojado al mar; se lo engulle un enorme pez, reza a Dios, y el pez lo devuelve a la playa. Ahora sí; va a Nínive (capital del Imperio asirio, enemigo tradicional de Israel y símbolo de crueldad y opresión), predica su amenaza, y Nínive se convierte desde el rey hasta el último habitante. Dios los perdona, el profeta se siente estafado, y Dios baja para apaciguarlo. Un cuentecito, conscientemente increíble como historia, pero literariamente excelente como apólogo.

Es contracultural. Parece que se escribió hacia el siglo V ó IV antes de Cristo, después de la vuelta de los cautivos de Babilonia, cuando Esdras y Nehemías habían impuesto una campaña para cimentar el nacionalismo judío entorno al Dios de Israel. Con este fin reescribieron la Torá y, para apartar a los judíos de los gentiles, exigieron el cumplimiento del descanso sabático y de los alimentos impuros,  y expulsaronn a las mujeres cananeas que se habían casado con los judíos. Contra este nacionalismo religioso, el profeta presenta a un Dios que ama también a los gentiles.

Es irónico. El profeta huye de Dios, se embarca hacia Tartesos (España) en dirección contraria a Nínive (Irak actual). Teme que va a arriesgarse en un país enemigo, para que luego Dios perdone a los malos, y su profecía no se cumpla. ¿Orgullo profesional herido? En aquellos tiempos existía la profesión de profetas, a los que se pagaba como a los videntes actuales, y ni el pueblo ni los reyes sabían distinguir entre los profesionales y los enviados por Dios. Nuestro profeta se enfada, Dios (al que ni siquiera los profetas podían mirar directamente) conversa aquí amigablemente con él tratando, con poco éxito, de calmarlo; pero Jonás le replica justificando su enfado: ¡Claro que me enfado! Y mortalmente.

Es profundamente teológico. No porque los evangelistas relacionaran la resurrección de Jesús con el episodio de la ballena, sino porque sabe que el Dios de Israel no es un Dios nacionalista, es el Dios de todos los pueblos, y no sólo para castigarles sino para amarlos, para compadecerse de sus sufrimientos. No es un Dios que premia a los buenos y castiga a los malos, sino que ama a los buenos y a los malos.

Yo sabía que eres un Dios compasivo y clemente, lento para enojarte y de gran misericordia; yo sabía que te arrepientes de las amenazas.

El enfado del profeta no es sólo por su desprestigio; deja ver un cierto resentimiento por ese amor que Dios muestra por unos gentiles, que además están ignorando los mandamientos que el pueblo de Dios trata de observar a regañadientes. También los cristianos sabemos de estos resentimientos al condenar tajantemente a los malos que no cumplen los mandamientos. ¿Creemos que Dios ama y perdona a Boko Haram?

La teología de este profeta anticipa lo que más tarde mostrará Jesús en la parábola de la oveja perdida, la del jornalero de la última hora que cobra igual que los que echaron la jornada completa, y la del hermano mayor enfadado por el recibimiento del padre al hijo pródigo. Es irónico hasta el final:

Entonces le dijo el Señor. Tú te apiadas de un arbolito que no has plantado…

¿No voy yo a compadecerme de Nínive, esa gran ciudad en la que viven más de ciento vente mil ignorantes y en la que hay mucho ganado?

Gonzalo Haya

Fuente Atrio

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Pablo Richard: “La Biblia no está amenazada por la Arqueología”

Sábado, 13 de mayo de 2017
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Liberation theologian Father Pablo Richard Guzman stands in front of St. Anthony Catholic Church in Soyapango, El Salvador, May 22. Father Guzman, originally from Chile, says Archbishop Oscar Romero was not a follower of liberation theology, "but he influenced us." (CNS photo/Chaz Muth) See ROMERO-RICHARD May 22, 2015.

“Dios quiere comunicarse con nosotros a través del libro de la vida”

El biblista invita a no caer en el fundamentalismo cientista, creando “paradigmas arqueológicos”

(Pablo Richard, teólogo).- La exégesis bíblica, especialmente en el último siglo, ha sido positivamente desafiada por nuevos descubrimientos arqueológicos. Eso no es nada nuevo. La exégesis bíblica es en sí misma una ciencia que ha demostrado capacidad para asumir críticamente los nuevos descubrimientos y desafíos arqueológicos.

Es una aberración valorar la arqueología como una ciencia y reducir la interpretación bíblica a una profesión de fe, y así reducir cualquier posible contradicción entre biblia y arqueología como una contradicción entre ciencia y fe. Estas consideraciones solo muestran ignorancia tanto de la arqueología como de la ciencia bíblica. Arqueología y Exégesis bíblica han sido normalmente dos procesos científicos complementarios. No podemos manipular la arqueología como una amenaza a las ciencias bíblicas (ver José M. Vigil en revista “Alternativas”, enero – junio 2016, Nicaragua).

Empecemos con dos casos paradigmáticos (hay muchos mas) para confirmar lo que digo. Se trata de los descubrimientos en Qumran (1948 cerca del Mar muerto) y los descubrimientos en Naghammadi (1945 en el alto Egipto). En ambos lugares se descubrió inmensas bibliotecas de papiros y manuscritos antiguos que estremecieron nuestros conocimientos arqueológicos y bíblicos, pero la ciencia bíblica tuvo la capacidad de descifrar e interpretar estos documentos.

Yo estudié un año (1969-1970) en la “Escuela Bíblica de Jerusalén”, donde tuve como maestro al dominico Alan de Vaux, uno de los más notables arqueólogos, especialmente en el estudio del material descubierto en Qumran. Igualmente, con la Escuela Bíblica, tuvimos durante un mes un seminario arqueológico en la actual Turquía, sobre las culturas milenarias y otras contemporáneas al surgimiento del cristianismo. Algo parecido la Escuela Bíblica de Jerusalén nos enseñó a trabajar en Siria y Egipto.

Nuevos espacios abiertos por el Concilio Vaticano II

El Concilio Vaticano II abrió una puerta en la Iglesia que estaba cerrada por mas de 400 años. La apertura se dio especialmente con la Constitución “Dei Verbum” del 18 de noviembre de 1965. Este documento dio a la ciencia exegética bíblica, especialmente católica, una capacidad hermenéutica que estaba cerrada desde el Concilio de Trento (1545-1563). Este espacio ya abierto se actualizó con un nuevo documento: “Interpretación de la Biblia en la Iglesia”, de la Pontificia Comisión Bíblica del año 2005.

Aquí se profundizó en la importancia del método histórico-crítico, los métodos del análisis retórico, narrativo, semiótico y canónico y el recurso de las tradiciones judías de interpretación y de la historia de los efectos del texto. La mayor novedad fue abrir la hermenéutica al uso de las ciencias humanas, de inspiración liberacionista y feminista. Se menciona explícitamente la importancia de la Teología de la Liberación en el movimiento bíblico.

Movimiento Bíblico Popular

El Movimiento Bíblico Popular nos ha orientado como y desde donde leer e interpretar la Biblia en las Comunidades Eclesiales de Base. El método es partir del libro de la vida y desde ahí leer e interpretar el libro de la Biblia.

Cito un texto muy orientador de Carlos Mesters: “¿Por qué la realidad de la vida es tan importante para que la gente pueda entender la Biblia? Es porque la Biblia no es el primer libro que Dios escribió para nosotros, ni el más importante. El primer libro es la naturaleza, creada por la Palabra de Dios; son los hechos, los acontecimientos, la historia, todo lo que existe y sucede en la vida del pueblo; es la realidad que nos envuelve; es la vida que vivimos.

Dios quiere comunicarse con nosotros a través del libro de la vida. Por medio de ella Dios nos transmite su mensaje de amor y de justicia. Pero nosotros, hombres y mujeres, con nuestros pecados organizamos el mundo de tal manera y creamos una sociedad tan torcida que ya no es posible darnos cuenta del llamado de Dios encerrado dentro de la vida que vivimos. Por eso Dios escribió un segundo libro: la Biblia.

Este segundo libro no vino a sustituir al primero. La Biblia no vino a quitarle su lugar a la vida. ¡Todo lo contrario! La Biblia fue escrita para ayudarnos a entender mejor el sentido de la vida y a percibir más claramente la presencia de la Palabra de Dios dentro de nuestra realidad.” La Biblia no solo nos revela la Palabra de Dios, sino que nos revela Dios se revela.

San Agustín (354-430 d.C.) expresa lo mismo: “La Biblia, el segundo libro de Dios, fue escrita para ayudarnos a descifrar el mundo, para devolvernos la “mirada de la fe y de la contemplación”, y para “transformar toda la realidad en una gran revelación de Dios”.

El absolutismo de los “paradigmas”

José María Vigil (en la revista “Alternativas” ya aludida) nos cita textos del autor Finkelstein de su libro La Biblia desenterrada. Igualmente se citan textos de Thomas Sheehan, del prólogo de un libro de J. Van Hagen titulado Rescuing Religion. Ambas citas escogidas por Vigil (y otras de estos autores y de otros creadores de “paradigmas”), muestran un conocimimiento arqueológico respetable, pero con un gran desconocimiento hermenéutico de las ciencias bíblicas. La Biblia crea géneros literarios propios, como el uso de mitos, tradiciones y leyendas autónomas.

Los primeros 11 capítulos del Génesis, como un ejemplo, son mitos fundantes: ninguna “arqueología” descubrirá realidades históricas en los mitos de la creación, en los mitos de Adán y Eva, Caín y Abel, el arca de Noé o la torre de Babel. Igualmente ninguna arqueología podrá buscar fundamentos arqueológicos a los relatos bíblicos del Exodo, Moisés y la liberación de los esclavos. Son relatos literarios históricos, que no podamos negar o afirmar con bases únicamente arqueológicas.

Se construyen “paradigmas arqueológicos” que amenazan a las ciencias exegéticas modernas. Los descubrimientos arqueológicos son muy importantes, y debemos conocerlos y tenerlos como referencia, pero crear “paradigmas arqueológicos” como indispensables para interpretar la Biblia, es un fundamentalismo cientista, que manifiesta mucha ignorancia de la exégesis científica moderna de la Biblia.

En algunas propuestas, con base supuestamente arqueológicas, se interpreta el Nuevo Testamento (designado como “Segundo Testamento”) en una versión marcadamente fundamentalista. Esto no tiene ningún valor científico, si no tomamos como referencia el texto original griego y los diferentes géneros literarios. Solo una exégesis científica es la apropiada para hacer una crítica al fundamentalismo, sin necesidad de “esquemas arqueológicos”.

Conclusión

Es muy posible que los nuevos descubrimientos arqueológicos sean reales, pero pierden relevancia si se sistematizan en paradigmas cerrados y fundamentalistas, y aparecen teóricos y científicos, que no son ni arqueólogos ni biblistas, que utilizan la ciencia con fines personalistas para construir teorías amenazantes, que ignoran el trabajo científico de siglos de investigadores en el campo de la ciencia bíblica y arqueológica.

He escrito este artículo para revalorizar el trabajo de la nueva exégesis científica y liberadora de la Biblia, que nace sobre todo en el Tercer Mundo. Igualmente valorizar el movimiento de lectura popular de la Biblia que hacen nuestras Comunidades Eclesiales de Base. Los que han divulgado los nuevos descubrimientos arqueológicos como un “paradigma”, que amenaza y cuestiona el trabajo bíblico liberador han hecho mucho daño y creado mucha confusión. Ya no se trata de un problema “ciencia-fe”, sino de una situación de “opresión-liberación”. Fin

Para graficar lo dicho cito mi libro: “Memoria del movimiento histórico de Jesús. Desde sus orígenes (años 30) hasta la crisis del Sacro Imperio Romano Cristiano (siglos IV y V)”. México (Ediciones Dabar) 2010, 400 pp. Tomo solo algunas referencias de la bibliografía, en forma muy reducida (la presentación completa está en mi libro) sobre todo los documentos que muestran el encuentro entre el cristianismo naciente y la realidad del mundo “arqueológico” circundante, reflejada en la literatura extrabíblica.

Bibliografía

Alcalá, Manuel. El Evangelio copto de Felipe.
Alcalá, Manuel. Los Evangelios de Tomás, el Mellizo y María Magdalena.
Bernabé, Carmen. María Magdalena. Tradiciones en el cristianismo primitivo.
Bonilla, Plutarco. Hechos de Pablo y Tecla. Aportes Bíblicos
Crossan, John Dominic. Jesús: vida de un campesino judío.
Ehrman, Bart. D. Cristianismos perdidos. Los credos proscritos del Nuevo Testamento.
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Fuente Religión Digital

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Inminente Tsunami a la Biblia.

Viernes, 12 de mayo de 2017
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502014164_univ_sqr_xlEn este momento se están formando, en el alto océano de las tendencias históricas, diversos tsunamis que sacudirán fuertemente las playas de lecturas bíblicas en un futuro no definido todavía.

Constituyen, desde ya, una amenaza a la tradicional lectura de la Biblia, tal como se practica en incontables Comunidades cristianas de todo el mundo.

Son agitaciones de diversos tipos, como aquellas provenientes de exacerbaciones de un tipo de lectura bíblica largamente practicado por las Iglesias históricas: una lectura fundamentalista.

……………………

Hay agitaciones provenientes de los Estudios bíblicos-científicos, siendo éstas las que intento comentar acá. Sea como sea, a corto o mediano plazo, la cuestión de la lectura bíblica en consonancia con los tiempos que vivimos tiene que figurar en la Agenda de las Iglesias preocupadas por el modo en que sus fieles leen la Biblia.

Acá me propongo presentar dos “ondas” del “tsunami científico”, una referida a los Campos de lectura del Antiguo Testamento y otra que alcanza las playas del Nuevo Testamento.

Ambas están formadas por la conjunción de dos Ciencias que tuvieron intensa evolución en los últimos cincuenta años (del Concilio Vaticano II en adelante): la nueva Arqueología bíblica y la Ciencia lingüística (ver de Oliveira, Reviravolta linguística, Loyola, São Paulo, 1996), que está reformulando nuestros conocimientos sobre Jesús de Nazaret, por ejemplo.

Veamos esos dos puntos.

El Antiguo Testamento: ¿Israel es realmente el Pueblo Elegido de Dios?

Hasta hace unos cincuenta años atrás, las excavaciones realizadas en lugares mencionados en la Biblia servían básicamente para probar que “La Biblia tenía razón” (como reza el título del famoso libro de Werner Keller, 1956). Esas excavaciones acostumbraban ser financiadas por Instituciones religiosas o por el Estado de Israel.

Pero en los últimos años, la Arqueología bíblica fue ganando autonomía: la llamada “Nueva Arqueología”, que encuentra una de sus expresiones más conocidas en el libro “La Biblia no tenía razón”, del arqueólogo judío Israel Finkelstein (Editora Girafa de São Paulo, 2003).

El título original del libro es: “La Biblia desenterrada”. La tierra, exhaustivamente excavada (algunas veces en más de diez estratos, como en el caso de los sitios arqueológicos en Jericó, por ejemplo), nos enseña una historia de los Pueblos bíblicos. Su autoridad supera la de los textos bíblicos porque no queda sujeta a imaginaciones. Se agranda la capacidad siempre mayor de entender lenguas antiguas desaparecidas desde hace mucho tiempo.

Cuando se encuentran “ostracos” (pedazos quebrados de antiguos vasos o jarros) con palabras grabadas, la agitación en todos los campos de la excavación es general. Esos pequeños pedazos de barro adquieren una autoridad impresionante. Esa nueva autoridad “arqueológica” es un tsunami, porque en muchos casos contradice lo que se lee en la Biblia y eso hizo que Finkelstein llegase a declarar: “la Biblia es un magnífico producto de la imaginación humana”. Nada tiene que ver con la historia real.

Doy dos ejemplos.

1º La Biblia cuenta, en el Libro del Éxodo, que, en una fecha indeterminada entre los Siglos V y XII a.C., un contingente enorme de hebreos huyendo de la esclavitud en Egipto (aprox. 600.000 personas) habría cruzado el desierto del Sinaí durante cuarenta años, para finalmente alcanzar la Tierra que les había sido prometida por Yhwh, la tierra de Canaán.

Los cananitas, sus antiguos habitantes, habrían sido exterminados o sojuzgados, la Ciudad de Jericó conquistada, así también los poblados mencionados en la Biblia como Berseba y Edom.

Ahora bien, entre los documentos (escritos o grabados en piedra) de Egipto, no se encuentra ninguna referencia a alguna transmigración poblacional de esa amplitud. Y vale pensar que las Crónicas del antiguo Egipto son renombradas por la cobertura exhaustiva de su historia ¿Cómo no se encontró en el desierto de Sinaí ninguna huella del pasaje de una multitud tan grande (restos de Campamentos, etc.)? Y ¿cómo entender que las tierras excavadas en Jericó, Beseba y Edom (jarros, vasos, “ostracos”, estatuelas, objetos de uso doméstico y agrario) solo muestran señales de épocas posteriores a las señaladas en los textos bíblicos?

Lo que acabo de escribir es particularmente importante en relación a los relatos bíblicos acerca de los reinados de David y Salomón, que habitualmente se los fecha alrededor del año 1000. Ahora bien; los primeros testimonios arqueológicos de una gran Monarquía se refieren a los años 900 a 800, es decir, por lo menos cien años después.

En tiempos de David, Jerusalén era una pequeña aldea sin importancia y su modesto Santuario era igual a muchos otros de su época. Su grandeza viene mucho después, durante la dinastía de los Anri y particularmente en tiempos de Ezequías (727-697).

No se trata acá de dudar de la existencia de David y Salomón, sino de averiguar sus reales jurisdicciones. Ahora bien, puestos a creer en los resultados de las excavaciones, ellas fueron probablemente muy restringidas. En vez de un gran Reino unido (el Israel de los textos), había dos Reinos, uno en el Norte (llamado Israel) y otro en el Sur (llamado Judá). La exaltación de un Israel unido y poderoso, con su Templo en Jerusalén, en el reinado de David, es una construcción al mismo tiempo teológica (Ihwh reina) y política (David reina), una construcción literaria dirigida contra el poder extranjero, especialmente el poder de Asiria.

A medida que la Saga de David se fue expandiendo, muchos vinieron a habitar Jerusalén para vivir cerca del gran Santuario, pero tuvieron que pagar un muy alto precio: aceptar la dinastía davídica autoritaria y la soberanía sacerdotal del Templo de Jerusalén.

Sería posible multiplicar los ejemplos. Basta decir que, con la nueva Arqueología, se cae el Mito del “Pueblo elegido”, de un “Pueblo de Dios” diferente de los demás, guiados por Ihwh. Se cae el Mito de Abraham y de los Patriarcas, y la historia de la Conquista de Canaán por los israelitas. Aparece un pueblo hebreo común, cuya historia es igual a la de los demás pueblos de la Región y de la época.

2º Los israelitas no vinieron de afuera, siempre vivieron en Palestina, no son un pueblo migrante, liderado por Ihwh. Como los demás pueblos, su historia está hecha de terreno cotidiano, de lucha por sobrevivir.

Con esto estamos fuera del “Gran Relato”, que se inicia con la historia de Adán y Eva y se termina con la “consumación de los siglos”, afuera del universo de las “grandes verdades.

Así se expresa un estudioso nada sospechoso, el jesuita francés Joseph Moingt: “muy recientes obras ponen en cuestión el conjunto de la historiografía bíblica y autores muy serios hablan abiertamente de una invención de la Biblia, incluso del pueblo judío” (Moingt, J., Croire quand même, Temps Présent, Paris, 2011. Veja também, do mesmo escritor: Faire bouger l’Église catholique, Desclée de Brouwer, Paris, 2012 – Fazer a Igreja católica se mexer – NdR).

………………………

El Nuevo Testamento: ¿Jesús de Nazaret es realmente el Ungido de Dios?

Yo mismo trabajé en detalle unos análisis de la figura de Jesús en mi libro ‘Em busca de Jesus de Nazaré: uma análise literária’, publicado por la Editora Paulus de San Pablo en 2016. Aquí apenas señalo el contraste entre el Jesús que nos ha sido presentado tradicionalmente y el Jesús que nos viene “como un tsunami” a derrumbar verdades largamente aceptadas. Recurro al Artículo ‘Un nuevo paradigma em arqueologia?’, con autoría de José Maria Vigil (Revista Alternativas, Managua, 22, n. 49, enero-junio 2016, 61-90).

El Jesús tradicional es “Dios mismo en persona, que, en la plenitud de los tiempos, se encarnó en el pueblo elegido por Dios desde Abraham, para llevar a plenitud la revelación realizada en la Primera Alianza entre Dios y su Pueblo. A lo largo de su vida pública, ese Mesías, Ungido por Dios, predicó el evangelio de salvación y fundó personalmente la Iglesia, estableciéndola sobre Pedro y los Apóstoles. Ejecutado por los romanos, resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras, como estaba predicho, y después subió al Cielo, de donde envió al Espíritu Santo en Pentecostés, que cuida la verdad y el crecimiento de la Iglesia, que goza la promesa de que las Puertas del Infierno no prevalecerán sobre ella, hasta el final de los tiempos” (art. cit. 74)

¡Qué contraste con lo que un análisis literario de los Evangelios nos informa acerca de Jesús! Podemos hacer una nueva imagen de Jesús con las siguientes palabras:

“Jesús no se proclamó a sí mismo como Mesías (Cristo) y hasta rechazaba que lo llamasen como tal. Nunca pensó ser Dios, igual al Padre del Cielo, de la manera en que el Evangelio tardío de Juan (alrededor del año 100) lo presenta.

“Jesús no se predicó a sí mismo, sino que habló del Reino de Dios y del empoderamiento concedido por Dios a los menos afortunados, a los empobrecidos, a los impuros, a los que eran social y religiosamente marginados. Convocó a una conversión radical en el sentido de una vida de justicia y misericordia” (art. cit. 69)

Este tsunami científico ¿es malo o es bueno?

El impacto del tsunami científico sobre la lectura de la Biblia solo puede ser valorizado correctamente cuando se toma en cuenta el tsunami fundamentalista. Es contra ese último tsunami que las Iglesias tienen que levantar urgentemente un dique seguro, pues amenaza inundar completamente los campos cristianos. En contraste, el tsunami científico puede ser beneficioso y saludable.

Claro que la lectura de la Biblia es de difícil asimilación puesto que da la impresión de derrumbar santuarios donde nos sentíamos tan bien (siguiendo el ejemplo de nuestros padres) y de pasar por encima de las ideas que nos fueron transmitidas con tanto cariño.

Cuando la Ciencia nos dice que la Biblia “no tiene razón”, tenemos que recordar que aquí no se trata de “tener razón”, sino de “tener alma, tener espíritu”.

Una buena reacción ante el tsunami científico me parece ser la formulada por Joseph Moingt cuando escribe “creer a pesar de todo” (‘croire quand même’). Es verdad: la Biblia es una construcción imaginaria, la más grande y la más antigua de todas las construcciones imaginarias de la cultura occidental. Atravesó siglos y todavía perdura, no a causa de su valor histórico, sino por los valores éticos que expresa:

– el amor al prójimo

– el perdón

– el acogimiento

– la fraternidad

– la misericordia

– la fe

– la esperanza

– el universalismo

– la sensibilidad por los marginados y sufrientes.

Hay, ciertamente, pasajes en la Biblia que contradicen esas posturas. Porque la Biblia no es la palabra de Dios, sino la palabra humana acerca de Dios (Schillebeeckx). Ella participa de la incongruencia y provisionalidad inherentes a toda palabra humana. Pero no se puede dejar de admirar la fe consistente que atraviesa la lectura bíblica.

Hay quien sitúa la redacción de la Biblia en una época (el Siglo VII aC) en que todo el mundo parecía sacudido por impulsos humanitarios, agitados por un fermento espiritual poderoso.

Es impresionante verificar que figuras como Confucio en China (550-480 aC), Buda en India (560-480), Zaratustra en Irán (final del Siglo VIII), los Filósofos jonios en Grecia y los grandes Profetas hebreos (Ezequiel, Isaías, Jeremías) surgen aproximadamente en la misma época.

Hay quien habla acá de “época axial” y sugiere que nosotros estamos pasando por una nueva “época axial”, en la que todas las verdades recibidas son cuestionadas y aparecen nuevos impulsos (véase Zygmunt Bauman con su idea de “liquidez”).

No podemos sino quedar impresionadas(os) por la creatividad espiritual del pueblo hebreo, que consiguió expresar a través de narraciones originales asuntos y desafíos que aun hoy nos tocan y darles un cuño ético inconfundible, diferente de la literatura dinástica, guerrera y violenta, endémica en tantas otras culturas.

Ninguna literatura habla de los pobres como habla la Biblia. Eso, por sí solo, ya basta para “creer a pesar de todo”.

Eduardo Hornaert

Fuente Atrio

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“Nueva relación con Jesús”. 07 de mayo de 2017. 4 Pascua (A). Juan 1, 1-10.

Domingo, 7 de mayo de 2017
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Other-Sheep-logoEn las comunidades cristianas necesitamos vivir una experiencia nueva de Jesús reavivando nuestra relación con él. Ponerlo decididamente en el centro de nuestra vida. Pasar de un Jesús confesado de manera rutinaria a un Jesús acogido vitalmente. El evangelio de Juan hace algunas sugerencias importantes al hablar de la relación de las ovejas con su Pastor.

Lo primero es “escuchar su voz” en toda su frescura y originalidad. No con fundirla con el respeto a las tradiciones ni con la novedad de las modas. No dejarnos distraer ni aturdir por otras voces extrañas que, aunque se escuchen en el interior de la Iglesia, no comunican su Buena Noticia.

Es importante sentirnos llamados por Jesús “por nuestro nombre”. Dejarnos atraer por él personalmente. Descubrir poco a poco, y cada vez con más alegría, que nadie responde como él a nuestras preguntas más decisivas, nuestros anhelos más profundos y nuestras necesidades últimas.

Es decisivo “seguir“ a Jesús. La fe cristiana no consiste en creer cosas sobre Jesús, sino en creerle a él: vivir confiando en su persona. Inspirarnos en su estilo de vida para orientar nuestra propia existencia con lucidez y responsabilidad.

Es vital caminar teniendo a Jesús “delante de nosotros”. No hacer el recorrido de nuestra vida en solitario. Experimentar en algún momento, aunque sea de manera torpe, que es posible vivir la vida desde su raíz: desde ese Dios que se nos ofrece en Jesús, más humano, más amigo, más cercano y salvador que todas nuestras teorías.

Esta relación viva con Jesús no nace en nosotros de manera automática. Se va despertando en nuestro interior de forma frágil y humilde. Al comienzo, es casi solo un deseo. Por lo general, crece rodeada de dudas, interrogantes y resistencias. Pero, no sé cómo, llega un momento en el que el contacto con Jesús empieza a marcar decisivamente nuestra vida.

Estoy convencido de que el futuro de la fe entre nosotros se está decidiendo, en buena parte, en la conciencia de quienes en estos momentos nos sentimos cristianos. Ahora mismo, la fe se está reavivando o se va extinguiendo en nuestras parroquias y comunidades, en el corazón de los sacerdotes y fieles que las formamos.

La increencia empieza a penetrar en nosotros desde el mismo momento en que nuestra relación con Jesús pierde fuerza, o queda adormecida por la rutina, la indiferencia y la despreocupación. Por eso, el Papa Francisco ha reconocido que “necesitamos crear espacios motivadores y sanadores… lugares donde regenerar la fe en Jesús”. Hemos de escuchar su llamada.

José Antonio Pagola

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“Yo soy la puerta de las ovejas”. Domingo 07 de mayo de 2017. 4º Domingo de Pascua.

Domingo, 7 de mayo de 2017
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26-PascuaA4 cerezoLeído en Koinonia:

Hch 2,14a.36-41: Dios lo ha constituido Señor y Mesías
Salmo responsorial 22: El Señor es mi pastor, nada me falta.
1Pedro 2,20b-25: Habéis vuelto al pastor de vuestras vidas
Juan 10,1-10: Yo soy la puerta de las ovejas

La 1ª lectura, tomada del libro de los Hechos, pertenece al discurso de Pedro, ante el pueblo reunido en Jerusalén, a raíz del hecho de Pentecostés. Después de interpretarles el fenómeno de las lenguas diversas en que hablaban los discípulos invadidos por el Espíritu Divino, Pedro les evoca la vida y la obra de Jesús, les anuncia el “Kerygma”, la proclamación solemne de la Buena Nueva, del Evangelio: Cristo ha muerto por nuestros pecados, ha sido sepultado y al tercer día Dios lo hizo levantarse de la muerte librándolo de la corrupción del sepulcro y sentándolo a su derecha, como habían anunciado los profetas. Se trata ya, evidentemente, de una primera elaboración teológica del llamado «kerigma», o síntesis o núcleo de la predicación.

Lógicamente, esa formulación del kerigma está condicionada por su contexto social e histórico. No es que porque aparezca en el Nuevo Testamento ya haya de ser tenida como intocable e ininterpretable. Las palabras, las fórmulas, los elementos mismos que componen ese kerigma, hoy nos pueden parecer extraños, ininteligibles para nuestra mentalidad actual. Es normal, y por eso es también normal que la comunidad cristiana tiene el deber de evolucionar, de recrear los símbolos. La fe no es un «depósito» donde es retenida y guardada, sino una fuente, un manantial, que se mantiene idéntico a sí mismo precisamente entregando siempre agua nueva.

En muchos países tropicales son casi desconocidos los rebaños de ovejas cuidadas por su pastor. Eran y son muy comunes en el mundo antiguo de toda la cuenca del Mediterráneo. Muy probablemente Jesús fue pastor de los rebaños comunales en Nazaret, o acompañó al pastoreo a los muchachos de su edad. Por eso en su predicación abundan las imágenes tomadas de esa práctica de la vida rural de Palestina. En el evangelio de Juan la sencilla parábola sinóptica de la oveja perdida (Mt 18,12-14; Lc 15,3-7) se convierte en una bella y larga alegoría en la que Jesús se presenta como el Buen Pastor, dueño del rebaño por el cual se interesa, no como los ladrones y salteadores que escalan las paredes del redil para matar y robar. Él entra por la puerta del redil, el portero le abre, El saca a las ovejas a pastar y ellas conocen su voz. La alegoría llega a un punto culminante cuando Jesús dice ser “la puerta de las ovejas”, por donde ellas entran y salen del redil a los pastos y al agua abundante. Por supuesto que en la alegoría el rebaño, las ovejas, somos los discípulos, los miembros de la comunidad cristiana. La alegoría del Buen Pastor está inspirada en el largo capítulo 34 del profeta Ezequiel en el que se reprocha a las autoridades judías no haber sabido pastorear al pueblo y Dios promete asumir Él mismo este papel enviando a un descendiente de David.

La imagen del Buen Pastor tuvo un éxito notable entre los cristianos quienes, ya desde los primeros siglos de la iglesia, representaron a Jesús como Buen Pastor cargando sobre sus hombros un cordero o una oveja. Tales representaciones se conservan en las catacumbas romanas y en numerosos sarcófagos de distinta procedencia. La imagen sugiere la ternura de Cristo y su amor solícito por los miembros de su comunidad, su mansedumbre y paciencia, cualidades que se asignan convencionalmente a los pastores, incluso su entrega hasta la muerte pues, como dice en el evangelio de hoy “el buen pastor da la vida por sus ovejas”.

La imagen de «ovejas y pastores» ha de ser manejada con cuidado, porque puede justificar la dualidad de clases en la Iglesia. Esta dualidad no es un temor utópico, sino que ha sido una realidad pesada y dominante. El Concilio Vaticano I declaró: «La Iglesia de Cristo no es una comunidad de iguales, en la que todos los fieles tuvieran los mismos derechos, sino que es una sociedad de desiguales, no sólo porque entre los fieles unos son clérigos y otros laicos, sino, de una manera especial, porque en la Iglesia reside el poder que viene de Dios, por el que a unos es dado santificar, enseñar y gobernar, y a otros no» (Constitución sobre la Iglesia, 1870). Pío XI, por su parte, decía: «La Iglesia es, por la fuerza misma de su naturaleza, una sociedad desigual. Comprende dos categorías de personas: los pastores y el rebaño, los que están colocados en los distintos grados de la jerarquía, y la multitud de los fieles. Y estas categorías, hasta tal punto son distintas entre sí, que sólo en la jerarquía residen el derecho y la autoridad necesarios para promover y dirigir a todos los miembros hacia el fin de la sociedad. En cuanto a la multitud, no tiene otro derecho que el de dejarse conducir y seguir dócilmente a sus pastores» (Vehementer Nos, 1906). La verdad es que estas categorías de «pastores y rebaño», a lo largo de la historia de la Iglesia han funcionado casi siempre -al menos en el segundo milenio- de una forma que hoy nos resulta sencillamente inaceptable. Hay que tener mucho cuidado de que nuestra forma de utilizarlas no vehicule una justificación inconsciente de las clases en la Iglesia.

El Concilio Vaticano II supuso un cambio radical en este sentido, con aquella su insistencia en que más importante que las diferencias de ministerio o servicio en la Iglesia es la común dignidad de los miembros del Pueblo de Dios (el lugar más simbólico a este respecto es el capítulo segundo de la Lumen Gentium del Vaticano II).

Como es sabido, en las últimas décadas se ha dado un retroceso claro hacia una centralización y falta de democracia. La queja de que Roma no valora la «colegialidad episcopal» es un clamor universal. La práctica de los Sínodos episcopales que se puso en marcha tras el concilio, fue rebajada a reuniones meramente consultivas. Las Conferencias Episcopales Nacionales, verdadero símbolo de la renovación conciliar, fueron declaradas por el cardenal Ratzinger como carentes de base teológica. Los «consejos pastorales» y los «consejos presbiterales» establecidos por la práctica posconciliar como instrumentos de participación y democratización, casi han sido abandonados, por falta de ambiente. La feligresía de una parroquia, o de una diócesis, puede tener unánimemente una opinión, pero si el párroco o el obispo piensa lo contrario, no hay nada que discutir en la actual estructura canónica clerical y autoritaria. «La voz del Pueblo, es la voz de Dios»… en todas partes menos en la Iglesia, pues en ésta, para el pueblo la única voz segura de Dios es la de la Jerarquía. Así la Iglesia se ha convertido -como gusta de decir Hans Küng- en «la última monarquía absoluta de Occidente». A quien no está de acuerdo se le responde que «la Iglesia no es una democracia», y es cierto, porque es mucho más que eso: es una comunidad, en la que todos los métodos participativos democráticos deberían quedarse cortos ante el ejercicio efectivo de la «comunión y participación». En semejante contexto eclesial, ¿se puede hablar ingenuamente de «el buen pastor y del rebaño a él confiado» con toda inocencia e ingenuidad? El Concilio Vaticano II lo dijo con máxima autoridad: «Debemos tener conciencia de las deficiencias de la Iglesia y combatirlas con la máxima energía» (Gaudium et Spes 43).

En la Iglesia de Aquel que dijo que quien quisiera ser el primero fuese el último y el servidor de todos, en algún sentido, todos somos pastores de todos, todos somos responsables y todos podemos aportar. No se niega el papel de la coordinación y del gobierno. Lo que se niega es su sacralización, la teología que justifica ideológicamente el poder autoritario que no se somete al discernimiento comunitario ni a la crítica democrática. ¿Qué la Iglesia no es una democracia? Debe ser mucho más que una democracia. Y, desde luego: no ha de ser un rebaño. Leer más…

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Dom 7.5.17.Buen Pastor, una imagen bella e inquietante

Domingo, 7 de mayo de 2017
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18221688_786801624830365_245106477449535522_nDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 4º de Pascua, el Buen Pastor. El argumento pascual de este domingo no es una aparición de Jesús resucitado a las mujeres o discípulos, sino la experiencia de Jesús-Pastor que dirige y guarda, anima y protege a sus amigos que, conforme a un símbolo usual del oriente, aparecen como ovejas.

No voy a comentar de un modo completo el evangelio (Jn 10,1-10), ni tampoco la segunda lectura ( 1 Pedro 2, 20b-25), sino el tema de Jesús pastor y de los “ministros” de su evangelio quienes, según Jesús, deberían ser “buenos pastores”, poniendo su vida al servicio de las ovejas.

La iglesia posterior sigue empleando la imagen del pastor, y así habla de la pastoral, como expresión de servicio o gobierno cristiano. En esa línea, los protestantes han abandonado en general el tema del sacerdocio , pues sólo Jesús es para ellos sacerdote, y así presentan a sus ministros como pastores de las comunidades.

Éste ha de ser el sentido del “mando cristiano”: Un ejercicio de pastoreo, al servicio de las ovejas (con olor a oveja como dice Francisco), pues, en sentido evangélico, no son las ovejas para el pastor, sino el pastor para las ovejas.

18198619_786817478162113_5712814314027295776_n— Esta es una imagen bella, propia del entorno del Mediterráneo y de otros lugares, donde puede hablarse de diversos tipos de pastores (cabreros y ovejeros, boyeros y vaqueros, camelleros etc).

— Pero es, al mismo tiempo, una imagen inquietante, que puede hallarse en gran parte superada, siendo ya anacrónica (el mundo de los viejos pastores está terminando…). En el mundo moderno, los pastores han perdido (o están perdiendo) su vinculación personal con las ovejas (o las cabras, las vacas y los cerdos…), para convertirse en sueños superiores, que se imponen y dirigen a sus animales con medios técnicos…

— Y puede ser también una imagen injusta, pues los fieles (los cristianos) no son ovejas ni cabras, animales que han de ser pastoreados (llevados a sus pastos…), sino personas libres, como sabe el mismo Jesús cuando dice “ya no os llamo siervos, ni ovejas ovejas, sino que os llamo amigos”, pues he querido compartir con vosotros todo lo que Dios me ha dado, todo lo que tengo.

Ésta acaba siendo la gran paradoja del pastor del evangelio, que no manda ni se impone desde arriba sobre las ovejas, sino que las conoce por su nombre y las quiere con amor, de un modo inmediato… dando la vida por ellas. Por eso, lo que importa no son los pastores, sino las ovejas, a cuyo servicio han de ponerse los pastores.

3698__441c4cf2ae9e5(Por eso una imagen de pastores vestidos gala…, como si estuvieran ocupados de sí mismos, acaba siendo para muchos extraña y contraproducente).

En ese sentido, el buen pastor no manda sobre las ovejas, sino que son las ovejas las que mandan sobre el pastor, que debe someterse a ellas (esto es, ponerse al servicio de ellas).

Este inversión (no son ovejas para el pastor, sino el pastor para las ovejas…) define la tarea de la “pastoral cristiana”, que nos sitúa en el centro de la experiencia cristiana de la actualidad, dentro de la gran crisis política y social, en un mundo donde parecemos gobernador por lobos (imagen).

En otro tiempo, reyes y obispos, podían aparecer como “pastores”, de manera que ellos tenían autoridad sobre las ovejas, y quizá lo hacían bien. Per ¿quién se atrevería a llamar hoy “pastores” a los reyes y políticos de turno (Rajoy o Trump, Iglesias, Isabel II o a Putin…?

18222634_786802258163635_5111626132351256258_nPues bien, muchos “pastores cristianos” (obispos, presbíteros…) no se han dado cuenta de este cambio evangélico… y piensan que son ellos los que mandan sobre las ovejas, y no es así: ¡No son los pastores los que mandan sobre las ovejas, sino ellas, las ovejas, las que mandan sobre los pastoes.

El tema de fondo de esta imagen del pastor y de rebaño…. es luminoso, pero está necesitado de un tratamiento serio. Por eso he querido volver a sus orígenes bíblicos, para que cada lector lo replantee. Buen domingo a todos. Seguimos en Pascua… la pascua de los pastores.

(1) La imagen bíblica.

18199069_786817234828804_8606526305946516118_nLa figura del pastor y su rebaño pertenece al mundo cotidiano del antiguo oriente mediterráneo. Desde la perspectiva del Nuevo Testamento, ella culmina en Jn 10, 2-16 (el Buen Pastor) y en Mt 25, 31-46 (juicio final) y ha tenido gran influjo en la visión posterior de la iglesia cristiana que ha concebido a sus ministros como «pastores» y interpretado su acción ministerial como «pastoral».

Pastor es en oriente (Sumeria, Babilonia, Asiria…) el rey, que protege y guía sus rebaños de hombre, ayuda a los débiles, protege a los enfermos. Pastor es en el cielo Dios, aquel que cuida del rebaño grande de los hombres. Ésta es una imagen valiosa, pero corre el riesgo de establecer una distancia entre el guía-pastor que es el único individuo activo y el resto de los hombres, entendidos como rebaño pasivo.

Desde Abel, que es el primer pastor (Gen 4, 2) y desde un hijo de Lamec, que fue padre de todos los que crían ganado y viven en tiendas (cf. Gen 4, 20), y desde los patriarcas, pastores de ganados (cf. Gen 13, 7; 26, 20; 46, 32), la Biblia está llena de pastores, aunque la cultura israelita dominante acaba siendo agrícola y urbana. De todas formas, el recuerdo de David, pastor de ovejas en los campos de Belén (1 Sam 16, 13; 17, 20), se ha mantenido vivo en la tradición mesiánica. Un salmo dice que Dios tomó a David de los rediles de ovejas, para hacerle rey de Israel, de manera que su oficio y tarea de pastor de ovejas sirve de base simbólica para entender su trabajo de pastor del pueblo (cf. Sal 78, 70).

Dios aparece como un pastor que cuida el rebajo de los hombres, especialmente de su pueblo Israel (Is 40, 11; 63, 11; Jer 30, 10 etc). El Antiguo Testamento sabe que Dios es pastor de Israel: «El Señor es mi pastor, nada me falta, por lugares tranquilos me hace reposar…» (Sal 23, 1; cf. Gen 49, 24; Jer 31, 10; 43, 12; Ez 34, 5.12, etc.). Leer más…

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La pascua del pastor. Pedro ¿Me amas?

Domingo, 7 de mayo de 2017
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imagesEl servicio de pascua es, ante todo, una experiencia de amor, como Jesús ha pedido a Pedro, el “primer papa”. En esa línea quiero ampliar y completar el comentario bíblico de ayer sobre “el Buen Pastor” (Dom 4 de Pascua, Jn 10, 1-10), a partir de tres principios.

No está está el rebaño al servicio del pastor, sino el pastor al servicio del rebaño. El pastor bíblico y cristiano no vive del rebaño, sino para el rebaño, en gesto de amor que no es imposición sino experiencia de vida compartida.

El pastor bíblico/cristiano no es jefe, sino amigo. Conoce a las “ovejas”, que son sus amigas (las conozco, me conocen…). Por eso dice: “No os llamo siervas, sino amigas…” porque es digo todo lo que sé (que es amar).

En esa línea, como sabe San Juan de la Cruz, el pastor dice: !Ya no guardo ganado, que ya sólo en amar es mi ejercicio! (Cántico). Ésta que así dice no es pastor, sino pastora, hombre y/o mujer que ama.

En esa línea se entiende la Pascua, como descubrimiento de aquello que Dios nos ha dado en Jesús y que nosotros podemos podemos darle, como ha puesto de relieve el evangelio del amor de Pedro, a quien Jesús le dice sin rubor (de hombre a hombre, o de mujer a mujer etc): Pedro ¿me amas? (Jn 21).

18222597_787240801453114_2118861983041371357_nPedro y los otros discípulos de Jesús pensaban que con la resurrección se resolvería todo. Pero descubren que la resurrección es una tarea de amor. Ser capaces de acoger el amor y responder amando, eso es resucitar.

Así lo ha fijado el evangelio de Juan en la figura de Pedro, que ha sido un hombre especial, pero que es, al mismo tiempo, el signo de todos los cristianos. Conforme a esta visión, todos somos “papas”, es decir, todos somos Pedro: podemos amar porque somos amados, asumiendo así con Pedro la tarea del amor.

En esa línea, como diré mañana, aplicando el tema a la escuela (comentando la segunda imagen), todos los cristianos hemos de ser “profesores de amor”. Hemos “profesado” en amor, no en la línea de los profesionales que realizan un oficio externo, sino como los amigos verdaderos que son lo que enseñan y enseñan lo que son. Buen fin de semana de Pascua para todos

¿Me amas?

Pedro ha hecho todo lo que tenía que hacer: ha pescado, ha recogido la pesca. Ahora Jesús, que le ha dado de comer, le llama y le pregunta:

Simón, hijo de Juan ¿me amas más que estos?
Le dijo: ¡Sí, Señor! Tú sabes que te quiero.
Le dijo: ¡Apacienta mis corderos!
Por segunda vez le dijo: Simón, hijo de Juan ¿me amas?
Le dijo: ¡Sí, Señor! Tu sabes que te quiero.
Le dijo: ¡Apacienta mis ovejas!
Por tercera vez le dijo: Simón, hijo de Juan ¿me quieres?
Se entristeció Pedro porque por tercera vez le había dicho
¿me quieres?
Y le dijo:¡Señor! Tú lo sabes todo, tu sabes que te quiero.
Y le dijo: ¡apacienta mis ovejas! (Jn 21, 15-17)

Este es el texto clave de la tarea de la Iglesia. Muchos desean ser pastores para dominar sobre el rebaño, como sabe ya la tradición de la Escritura (cf Ez 34). Es más, los reyes y señores de los viejos imperios de la tierra se decían pastores de sus gentes: en principio querían ayudarles y guiarles pero muchas veces acababan destruyendo y oprimiendo a su rebaño. Frente a esos malos pastores que no buscan el bien de sus ovejas se ha colocado Jesús. Hay que pasar del plano del salario al plano del amor

Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas.
El asalariado, el que no es pastor… mira venir al lobo y huye…,
es asalariado y no le importan las ovejas… (cf Jn 10, 7-13).

Hay un tipo de pastores ladrones y bandidos: dicen cuidar de su rebaño pero lo dominan a su antojo, para su provecho. Hay pastores de interés y economía: les importa su dinero, no la vida del rebaño; por eso en tiempo de estrechez escapan.

Pues bien, en contra de ellos, Jesús se ha presentado como auténtico pastor: guía y acompaña a sus ovejas, dialoga con ellas (se conocen mutuamente) y les ofrece su vida (muriendo por ellas). Esta es la tarea que encomienda en el momento de la pascua a Pedro y así empieza preguntándole: ¿Me quieres?

Examen de amor

Este es el único tema del examen. Por tres veces ha negado Pedro al Cristo en el momento de la prueba: ha visto al lobo (los jueces que condenan a Jesús) y se ha escapado, olvidando su palabra y compromiso (cf Jn 18, 15-18 par). Por tres veces vuelve a preguntarle Cristo, en gesto de confianza renovada: ¿me quieres? Dos son los elementos que se implican en ese amor que Cristo pide a Pedro.

– Por una parte Pedro tiene que amar intensamente a Cristo, identificándose con él, comprometiéndose a dar la vida por los demás. En ese aspecto, Pedro tiene que hacerse discípulo querido. Sólo aquellos que se dejan amar por Jesús y le aman pueden realizar la experiencia de la pascua. Al final de todos los caminos, en la entraña del misterio pascual sólo existe un secreto: el amor. Pedro debe conocer ese secreto, como ya lo conocía el discípulo amado: ha de querer a Jesucristo.
En un segundo momento, el amor a Jesús ha de expandirse y expresarse como amor a sus ovejas. Jn 10 aseguraba que el auténtico pastor ama a su rebaño, está dispuesto a entregar siempre la vida por las ovejas. Esto es lo que Cristo dice a Pedro cuando le confía por tres veces su tarea: apacienta, pastorea a mis ovejas.

De esa forma, la pascua se convierte para Pedro y para los cristianos en expresión y principio de amor activo, de entrega gozosa y servicial en favor de las ovejas de Jesús, es decir, de aquellos hombres y mujeres de la iglesia donde el mismo Cristo pascual se hace presente. Esto es la pascua: pasar del plano del salario en el que todo se determinado según medida de equivalencia (doy para que me den) al plano del amor: doy gratuitamente, porque amor. Amar de un modo gratuito, eso es la pascua de Pedro, la pascua de la Iglesia.

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Señor, Mesías, modelo, puerta del aprisco. Domingo 4º de Pascua.

Domingo, 7 de mayo de 2017
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Young ShepherdDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Estos cuatro títulos resumen lo que afirman de Jesús las lecturas del próximo domingo: que es Señor y Mesías lo dice Pedro en el libro de los Hechos (1ª lectura); como modelo a la hora de soportar el sufrimiento lo propone la Primera carta de Pedro (2ª lectura); puerta del aprisco es la imagen que se aplica a sí mismo Jesús en el evangelio de Juan. En resumen, las lecturas nos proponen una catequesis sobre Jesús, lo que significó para los primeros cristianos y lo que debe seguir significando para nosotros.

No quedarnos en el próximo domingo, mirar hasta el 7º

Cabe el peligro de vivir la liturgia de las próximas semanas sin advertir el mensaje global que intentan transmitirnos las lecturas dominicales. Pretenden prepararnos a las dos grandes fiestas de la Ascensión y Pentecostés, y lo hacen tratando tres temas a partir de tres escritos del Nuevo Testamento.

1. La iglesia (1ª lectura, de los Hechos de los Apóstoles). Se describe el aumento de la comunidad (4º domingo), la institución de los diáconos (5º), el don del Espíritu en Samaria (6º), y cómo la comunidad se prepara para Pentecostés (7º). Adviértase la enorme importancia del Espíritu en estas lecturas.

2. Vivir cristianamente en un mundo hostil (2ª lectura, de la Primera carta de Pedro). Los primeros cristianos sufrieron persecuciones de todo tipo, como las que padecen algunas comunidades actuales. La primera carta de Pedro nos recuerda el ejemplo de Jesús, que debemos imitar (4º); la propia dignidad, a pesar de lo que digan de nosotros (5º); la actitud que debemos adoptar ante las calumnias (6º), y los ultrajes (7º).

3. Jesús (evangelio: Juan). Los pasajes elegidos constituyen una gran catequesis sobre la persona de Jesús: es el pastor y la puerta (4º); camino, verdad y vida (5º); el que vive junto al Padre y con nosotros (6º); el que ora e intercede por nosotros (7º).

Jesús, puerta del aprisco

En aquel tiempo, dijo Jesús:

-«Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:

-«Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»

El autor del cuarto evangelio disfruta tendiendo trampas al lector. Al principio, todo parece muy sencillo. Un redil, con su cerca y su guarda. Se aproxima uno que no entra por la puerta ni habla con el guarda, sino que salta la valla: es un ladrón. En cambio, el pastor llega al rebaño, habla con el guarda, le abre la puerta, llama a las ovejas, ellas lo siguen y las saca a pastar. Lo entienden hasta los niños.

Sin embargo, inmediatamente después añade el evangelista: “ellos no entendieron de qué les hablaba”. Muchos lectores actuales pensarán: “son tontos, está clarísimo, habla de Jesús como buen pastor”. Y se equivocan. Eso es verdad a partir del versículo 11, donde Jesús dice expresamente: “Yo soy el buen pastor”. Pero en el texto que se lee hoy, el inmediatamente anterior (Juan 10,1-10), Jesús se aplica una imagen muy distinta: no se presenta como el buen pastor sino como la puerta por la que deben entrar todos los pastores (“yo soy la puerta del redil”).

Con ese radicalismo típico del cuarto evangelio, se afirma que todos los personajes anteriores a Jesús, al no entrar por él, que es la puerta, no eran en realidad pastores, sino ladrones y bandidos, que sólo pretenden “robar y matar y hacer estrago”.

Resuenan en estas duras palabras un eco de lo que denunciaba el profeta Ezequiel en los pastores (los reyes) de Israel: en vez de apacentar a las ovejas (al pueblo) se apacienta a sí mismos, se comen su enjundia, se visten con su lana, no curan las enfermas, no vendan las heridas, no recogen las descarriadas ni buscan las perdidas; por culpa de esos malos pastores que no cumplían con su deber, Israel terminó en el destierro (Ez 34).

La consecuencia lógica sería presentar a Jesús como buen pastor que da la vida por su ovejas. Pero eso vendrá más adelante, no se lee hoy. En lo que sigue, Jesús se presenta como la puerta por la que el rebaño puede salir para tener buenos pastos y vida abundante.

En este momento cabría esperar una referencia a la obligación de los pastores, los responsables de la comunidad cristiana, a entrar y salir por la puerta del rebaño: Jesús. Todo contacto que no se establezca a través de él es propio de bandidos y está condenado al fracaso (“las ovejas no les hicieron caso”). Aunque el texto no formula de manera expresa esta obligación, se deduce de él fácilmente.

En realidad, esta parte del discurso termina dirigiéndose no a los pastores sino al rebaño, recordándole que “quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.

Ya que es frecuente echarle la culpa a los pastores de los males de la iglesia, al rebaño le conviene recordar que siempre dispone de una puerta por la que salvarse y tener vida abundantes.

La segunda lectura recuerda a los cristianos perseguidos y condenados injustamente que ese mismo fue el destino de Jesús, y que lo aceptó sin devolver insultos ni amenazas. En ese contexto lo presenta como modelo con unas palabras espléndidas: “Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas”. Al final de esta lectura encontramos la imagen de Jesús como buen pastor (“Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas”.). Como he indicado, no es la esencial del evangelio.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 2, 20b-25

Queridos hermanos: Si, obrando el bien, soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios. Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas os han curado. Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas.

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Cuarto Domingo de Pascua. 7 Mayo, 2017

Domingo, 7 de mayo de 2017
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pascua

“El que entra por la puerta es el pastor del rebaño. El portero le abre, las ovejas oyen su voz, él llama a las suyas por su nombre y las saca.”

(Jn 10, 1-10)

Nuestra vida se desarrolla prácticamente en nuestra mente, donde  pensamos,  mostramos nuestro saber, controlamos, imponemos… Pero Jesús en este evangelio nos dice que  nuestra vida  no se desarrolla en la mente, ni se desarrolla en el corazón, que nuestra vida para ser Vida, hemos de vivirla en la totalidad que somos.

Nuestra mente, nuestro corazón, nuestras extremidades son pequeñas puertas por donde se nos va  haciendo la vida. Y Jesús hoy nos dice: “en vuestra vida sólo hay una puerta que muchas veces cerráis por miedo, por el qué dirán.  Yo os digo: abrid vuestra vida a la Vida que soy yo. Ahí descubriréis el descanso, el sosiego, el amor, la aceptación. Y podréis ser vosotros sin fingir, no se trata de hacer, sino de ser.

Jesús es la puerta que nos permite ser lo que somos.

La llave de nuestra vida la tenemos nosotros.  Si somos capaces de meterla en la cerradura, que no es otra cosa que la oración y el encuentro con Él, se abrirá.  Y aunque en un primer momento nos quedemos paralizados, entraremos, y descubriremos una estancia amplia. Llena de luz. Donde descubriremos lo que somos,  hijos de la casa, hijos de Dios.

Jesús, es la puerta que nos permite acceder a nuestra interioridad, y descubrir su voz en el silencio, donde oímos nuestro nombre y la invitación a que sigamos sus huellas para ir al Padre.

ORACIÓN

Gracias por ser puerta que nos abre a la Vida y nos descubre el sentido y la grandeza de vivir en ti.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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