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“Me llamo Tecla de Iconio”

Sábado, 16 de noviembre de 2024

IMG_8071De María Luisa Paret García
Gema Segoviano, Grupo de Fe y Espiritualidad de FELGTBI+, feyespiritualidad@felgtb.org
SEGOVIA

ECLESALIA, 14/10/24.- La novela de María Luisa Paret (Editorial San Pablo) nos transporta a uno de los momentos más mitificados pero a la vez desconocidos como son las primerísimas comunidades cristianas. La voz de Pablo es la que ha recogido más testimonios, pero alrededor de su figura aparecen hombres y mujeres de gran valía que vivieron la Palabra y la evangelizaron.

Una de estas mujeres es Tecla de Iconio. Apenas era una muchacha cuando escuchó a Pablo hablar en contra de su familia y pasó por una prueba de la que salió indemne, tal y como relatan los documentos que han llegado hasta nuestra época. Mujer valiente que tuvo que soportar que, a pesar de todo el trabajo que las mujeres realizaban en esas comunidades, sus voces se fueran silenciando para no molestar a los poderes laicos de esa época. Una analogía que recuerda todos esos momentos que viven las mujeres en la actualidad, donde, en muchos ámbitos, se mantiene aquello de “calladita, mejor”. Una pérdida de voces y de diversidad de dones que todavía se percibe en demasiados ambientes eclesiásticos, que a la vez se quejan de la poca asistencia a los templos.

Puede que los momentos de reflexión que acompañan a este relato novelado ayuden a arrojar algo de luz en algunas comunidades y que no se repita el error de minimizar las voces de las mujeres.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedenciaPuedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

Biblia, Biblioteca, Cristianismo (Iglesias) , , , , , ,

¡Libres!

Viernes, 15 de noviembre de 2024

Del blog Pays de Zabulon:

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He aquí  que me encuentro con una persona que dice ser cristiana y que se dedica a la labor pastoral. ¡Pastoral de jóvenes! Ella me dice rotundamente que la homosexualidad está prohibida en la Biblia.

Ni siquiera sé por qué me habla de esto, porque no es el tema de nuestro encuentro y ella no sabe que he estado trabajando en este tema, por así decirlo, durante años.

Pero ella está segura de sí misma. Ella afirma. Sin demostración pero con la convicción de que…¡da miedo!

No puedo creerlo. ¿Cómo es posible que en 2023 los agentes de pastoral sigan estando tan mal (in)formados? ¿Que la Biblia prohibiría la homosexualidad? Pero ella no habla de eso, no es su tema. La moralidad sexual no es nada en todos los escritos bíblicos. Por otro lado, la justicia social, oprimir o explotar a tu hermano, juzgarlo y condenarlo en lugar de ejercer misericordia o simplemente ocuparte de tus propios asuntos, eso está prácticamente en cada página.

¡Ah, el Levítico! Argumento anticuado siempre esgrimido: el Levítico que prohibiría la homosexualidad. Ya ni siquiera quiero responder. ¿Por qué este único versículo de un libro grande que contiene muchas prohibiciones que hoy ya no consideramos tendría más peso que los demás? Básicamente, dice más sobre la persona que esgrime la prohibición que sobre el libro bíblico, pero ¿cómo puedo decírselo amablemente, sin que ella se escandalice o grite al hereje que no respeta la palabra bíblica?

No, ya ni siquiera quiero discutir.

Sé una cosa que el apóstol Pablo nos enseña en su carta a los Gálatas (5:1) y en muchos otros lugares: “Hermanos, para que seamos libres, nos ha liberado Cristo. Permaneced, pues, firmes y no os dejéis someter de nuevo al yugo de la esclavitud.”.

Gratis. Por lo tanto, está claro, ¿no? Libres para no respetar más las prohibiciones, libres para no dejarnos encerrar en juicios. Que cada uno viva lo que tiene que vivir y respete al hermano/a. Esta obsesión por querer impedir que otros acepten y vivan su orientación sexual es dolorosa. Es un verdadero contratestimonio del Evangelio que nos hace libres.

Pero de hecho me hace volver a publicar aquí. La pelea no parece haber terminado.

*

Z – 11/02/2023

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , ,

Arzobispo Wester: Escuchar a las personas LGBTQ+ pone el amor en práctica

Lunes, 4 de noviembre de 2024

IMG_8410 Arzobispo John C. Wester

La reflexión de hoy es del Arzobispo John C. Wester, quien fue designado para dirigir la Arquidiócesis de Santa Fe por el Papa Francisco en 2015.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el trigésimo primer domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

Hace unos años, fui a hacerme una prueba de audición. La audióloga, sentada al otro lado de la cabina insonorizada, se tapó la boca con un trozo de papel y pronunció la palabra “lohs” en mis auriculares. Repetí la palabra según las instrucciones y luego le dije que no existía la palabra “lohs“. Ella respondió: No dije “lohs“, dije “pan“. ¡Ahora tengo audífonos! Y también aprecio más que nunca el don de oír. El Evangelio de hoy, acompañado de la primera lectura del Deuteronomio, nos recuerda aún más lo importante que es escuchar, especialmente en un nivel más profundo.

En la lectura del Evangelio de hoy según Marcos, escuchamos a Jesús responder al escriba que le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” Jesús responde citando Deuteronomio 6 (primera lectura de hoy) y Levítico 19, combinando el amor a Dios y el amor al prójimo. Note que Jesús y Deuteronomio introducen estos dos mandamientos con la gran revelación de que Dios es Uno: “¡El Señor nuestro Dios es Señor solo!” Esta gran verdad ha galvanizado la fe del pueblo judío y la de los cristianos durante siglos. El versículo completo de Deuteronomio, y la oración que se basaría en él, se conoce como la oración Shemá porque la palabra que introduce toda la perícopa, “shemá“, significa “escuchar” u “oír“: Oye, oh Israel. Escucha, presta atención. Por lo tanto, la respuesta de Jesús al escriba es primero escuchar lo que Dios ha estado diciendo a lo largo de los pasillos del tiempo: escucha a Dios, escucha a quien te habla, el Mesías.

El difunto padre Joseph Donders, misionero en Kenia, dijo que la respuesta de Jesús al escriba está contenida en la palabra “escucha”: “Esa palabra indicaba todo el resto que siguió. Esa palabra resumió el amor de Dios y el amor por los demás y el amor por uno mismo”. El padre Donders estaba convencido de que la escucha está en el centro del amor. El Papa Francisco se hizo eco de este sentimiento en la clausura del sínodo en Roma cuando dijo que “seguir a Dios en el camino sinodal implica cultivar la capacidad de escuchar al Señor pasar y la confianza para seguir sus pasos”.

El Verbo hecho carne habla a nuestro corazón y nos llama a seguirlo amando a su Padre, Abba, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Nos enamoramos de Dios y de los demás al escucharnos primero y luego tener la seguridad de que el otro nos está escuchando. Este tipo de escucha exige presencia, exige tiempo, exige sacrificio y exige amor.

Escuchar a Dios y al prójimo en este contexto es amar “con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas”. El difunto Reginald Fuller, el maravilloso erudito episcopal de las Escrituras, señala que en el pensamiento hebraico, el corazón, el alma, la mente y la fuerza no son facultades humanas separadas, sino que representan a la persona humana en su totalidad. No sólo amamos con toda nuestra persona sino que el objeto de nuestro amor es también toda la persona. En otras palabras, a través del Shemá, Jesús nos llama a escuchar y amar a la persona en su totalidad, no sólo las partes que nos gustan o con las que estamos de acuerdo. Cualquier cosa menos no es digna de un seguidor de Cristo. Estamos llamados a amar al Dios que está en toda la gloria y maravilla de Dios, no al dios que nosotros mismos hemos creado. Estamos llamados a amar la totalidad de nuestro prójimo, escuchando atentamente todo lo que hace de esa persona un ser humano único e irrepetible, incluidos aquellos atributos que tal vez no disfrutemos.

En el evangelio del domingo pasado, en el que Jesús le devolvió la vista a Bartimeo, los que seguían a Jesús sólo vieron una parte de Bartimeo, diciéndole a Nuestro Señor que no merecía el tiempo de Jesús, que era sólo un mendigo, que estaba sufriendo por sus pecados o los de sus padres. Pero Jesús vio a la persona entera, escuchó su sincera súplica por la vista y vio en él a un ser humano precioso que anhelaba la luz. Cuando Bartimeo fue “escuchado” por Jesús, encontró nueva vida y dejó su manto en el camino para convertirse en discípulo del Señor en el camino.

Amar a Dios y a nuestro prójimo con todo nuestro ser significa que no ponemos a Dios ni a nuestro prójimo en categorías de nuestra propia elección. Significa que tengo la humildad de permitir que el otro sea quien esa persona es, un Hijo de Dios, precioso a los ojos de Dios y a los míos. El Padre James Martin, SJ, al reflexionar sobre el Sínodo para una Iglesia sinodal, toca este punto cuando dijo: “…pero pedimos a la iglesia que escuche a aquellos que ‘experimentan el dolor de sentirse excluidos o juzgados, debido a su situación conyugal’. situación, identidad o sexualidad’”. Escuchar honestamente exige que nos abramos a horizontes que eclipsan nuestra visión limitada de las cosas.

Escuchar y amar de una manera holística permanece infundado a menos que tomemos en serio el llamado único de Cristo a unirnos a nuestro amor por Dios y el prójimo. Ciertamente no fue el primero en enfatizar los dos mandamientos de amar a Dios y amar al prójimo, pero fue el primero en hacerlos absolutamente dependientes el uno del otro. Una vez más, Reginald Fuller lo expresa bien:

“El amor a Dios es ilusorio si no nace del amor al prójimo, y el amor al prójimo es amor propio refinado si no procede del amor de Dios”.

En el pensamiento judío, oír y hacer son la misma cosa. Los dos mandamientos del amor sobre los que estamos reflexionando aquí comienzan con “Escucha, oh Israel“. Pero también podrían haber sido introducidos por: “¡Actúa, oh Israel! ¡Escuche y luego obedezca lo que Dios le está diciendo! ¡Pon en acción tu amor a Dios como amas a tu prójimo!”. En el evangelio de Marcos, el milagro de Bartimeo precede al evangelio de hoy, pero en Lucas, a los dos mandamientos del amor de hoy le sigue la parábola del buen samaritano. En esa parábola, Jesús nos da un ejemplo espléndido y conmovedor de amor en acción. El Buen Samaritano escuchó los gritos del hombre dado por muerto y dijo algo al respecto. Puso su amor en acción e hizo grandes gastos y grandes inconvenientes para vivir el mandato del amor.

¿Qué acciones estamos dispuestos a realizar para poner nuestro amor en práctica, en una realidad concreta? Podemos escuchar más atentamente a quienes son perseguidos y marginados debido a nuestros prejuicios y parcialidades. ¿Hay personas en la comunidad LGBTQ a quienes me he tomado el tiempo de escuchar de manera significativa, escuchando sus historias y conociéndolas mejor? ¿O voy a lo seguro y simplemente los descarto como inadaptados, como el P. Martin, en su libro Building a Bridge, ha observado que hacen algunas personas? El Evangelio de hoy nos llama a escucharnos unos a otros de manera significativa para que podamos derribar los muros que nos dividen, muros que nos mantienen a todos en una especie de prisión.

Por ejemplo, admito que hay muchas cosas que no entiendo sobre las personas transgénero. Pero tengo una perspectiva muy diferente al respecto, ya que he asistido a varias conferencias en las que teólogos, médicos, personas transgénero y obispos se han reunido para compartir historias, ideas y sabiduría. Estas experiencias y sesiones de escucha no resuelven todos los problemas, pero sí nos acercan a todos como una comunidad de creyentes cuyo amor a Dios se materializa al conocernos mejor unos a otros.

Este tipo de escucha es lo que significa amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas nuestras fuerzas, y a tu prójimo como a ti mismo. Los muros que nos separan son derribados y nuestro amor concreto por Dios y por los demás se convierte en el fundamento firme de una comunidad de creyentes.

Al final del Sínodo en Roma el mes pasado, el Papa Francisco repitió la frase que se ha convertido en un estribillo desde que la pronunció por primera vez en la Jornada Mundial de la Juventud en Portugal en 2023: “¡Todos, todos, todos! Nadie excluido, todos”. Esta es la visión de Cristo en el Evangelio de hoy: todos están reunidos mientras nuestro amor por Dios se derrama en los corazones de todos los creyentes que se aman unos a otros como Cristo nos amó primero.

El Papa también mencionó que la iglesia es “signo e instrumento de cómo Dios ya ha puesto la mesa y está esperando. Su gracia, a través del Espíritu, susurra palabras de amor en el corazón de cada persona. Nos es dado amplificar la voz de este susurro, sin obstaculizarlo; abrir puertas, sin levantar muros”. Esta amplificación sólo puede ocurrir si escuchamos a Dios y al prójimo con amor.

Supongo que se podría decir que el Evangelio de hoy es una especie de prueba de audición. ¡Oh Señor, danos oídos para oír!

—Arzobispo John Wester, 3 de noviembre de 2024

Fuente New Ways Ministry

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Relevada de sus funciones, miembro de junta escolar que comparó la bandera del Orgullo con la esvástica.

Jueves, 31 de octubre de 2024

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Sus colegas concluyeron que la bandera del Orgullo tiene que ver con la inclusión, mientras que los símbolos nazis tienen que ver con el exterminio.

Por Greg Owen Lunes, 21 de octubre de 2024

Una miembro del consejo escolar católico intentó prohibir por segunda vez la bandera del Orgullo después de compararla con la esvástica nazi por segunda vez y fue expulsada del consejo en el proceso.

La Junta Escolar del Distrito Católico de Niágara, en Ontario, censuró a Natalia Benoit en enero después de que un investigador independiente coincidiera en que ella violó el código de conducta de la junta al hacer esa odiosa comparación. Fue relevada de sus funciones y se le prohibió asistir a las reuniones de la junta directiva durante seis meses. Las escuelas católicas de Ontario reciben fondos públicos.

Apenas unas semanas después de regresar, Benoit volvió a presentar una “propuesta para enmendar el protocolo de ondear la bandera para excluir la bandera del Orgullo”, que prohibiría a las escuelas y oficinas exhibir el estándar inclusivo.

En una explicación grabada el año pasado, Benoit afirmó que no apoyaba enarbolar “ninguna bandera… Al igual que la bandera nazi, tampoco la queremos, ¿verdad?

Los nazis mataron a seis millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial y comenzaron su reinado de terror señalando a las personas transgénero en una campaña de violencia y quema de libros. Según el Holocaust Memorial Day Trust, más de 15.000 personas LGBTQ+ fueron internadas en campos de concentración.

El informe que investiga las acciones de Benoit describió la bandera nazi como “un símbolo claramente reconocible de la propaganda nazi”, y el régimen nazi “se caracterizó por su búsqueda de la ‘pureza’ racial a través de políticas diseñadas para exterminar a los judíos y otras minorías –incluidos los homosexuales- por asesinato en masa, entre otros medios”.

La bandera del Orgullo, por el contrario, “siempre refleja en esencia un arco iris” y “nace de la intención de incluir a personas históricamente marginadas en la sociedad”.

Benoit no se arrepintió después de que se publicó el informe.

No hay comparación de banderas”, escribió. “Es una declaración de que no se deben ondear banderas que puedan causar conflicto y controversia en nuestras escuelas. Alegar que la comparación sólo era difundir mentiras y provocar un ambiente hostil”.

La junta comenzó a enarbolar la bandera del Orgullo en sus escuelas secundarias en 2021 y en las escuelas primarias en 2022.

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Danny Di Lorenzo, presidente de la junta directiva de Niagara Catholic, spdirigiendo una reunión de fideicomisarios el 24 de septiembre. (Cortesía de la Junta Escolar del Distrito Católico de Niagara)

El presidente de la junta, Danny Di Lorenzo, dijo que a pesar de la provocación de Benoit, no había recibido muchas quejas por enarbolar la bandera. “Recibí algunos comentarios negativos y otros positivos”, explicó, añadiendo que es generalmente aceptado en las escuelas católicas de Ontario.

El Nuevo Testamento tiene muchas historias de Cristo mismo acercándose a los marginados”, dijo el director de Educación Camillo Cipriano a CBC. la semana pasada. Después de conversar con varios sacerdotes y la diócesis local, dijo: “Seguiré pilotándolo mientras siga siendo mi decisión”.

“Creo que es una señal de inclusión, una señal de aceptación, no una señal de promoción”, dijo el presidente de la junta directiva, Di Lorenzo. “La Biblia también habla de la aceptación de los demás y de que Jesús acepta a todos. Creo que ahí es donde tenemos que detenernos y reflexionar sobre la Biblia… Tenemos un Dios que nos ama y tenemos un Dios que nos acepta”.

La propuesta resucitada de Benoit se sometió a votación ante la junta el martes 22 de Octubre.

Fuente LGBTQNation

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“El día de después”, por Dolores Aleixandre

Martes, 22 de octubre de 2024
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IMG_7686Desde que empecé a engancharme a la serie The Chosen vi clarísimo que de mayor sería guionista de esa serie. No imaginaba nada tan apasionante como dedicarme a recrear escenas del Evangelio para filmarlas después.

Lo malo es que en seguida llegó Doña Realidad poniéndome en mi sitio: -“¡Pero si mayor ya eres! ¿No te das cuenta de que ese trabajo queda fuera de tu alcance?”.  Para consolarme de mi frustración dije como Humphrey Bogart en Casablanca: “Siempre nos quedará Paris” en la versión actualizada de “Siempre me quedará Alandar”.

Así que doy rienda suelta a mi fantasía.

Vayan imaginando la escena: el grupo de discípulos/as, sentados en el suelo a la sombra de un árbol, escuchan a Jesús que se ha puesto a contarles una historia de las suyas: “El dueño de una viña salió por la mañana para contratar jornaleros…” Ellos apenas prestan atención porque se saben de memoria ese cuentecillo que circula en las enseñanzas de los rabinos para que sus discípulos aprendan que el esfuerzo y el trabajo reciben siempre recompensa. Así que ya conocen cómo termina, lo han escuchado muchas veces y les gusta ese cuento que tiene un final lógico y justo: a quien ha trabajado más, hay que pagarle más; el esfuerzo se merece una recompensa y así deben funcionar las cosas.

Por eso, el final que propone Jesús los descoloca: el dueño pagará a todos lo mismo y dirá a los que protestaban: “- A éstos les pago igual porque, aunque han llegado a última hora, han trabajado en ese tiempo más que vosotros en todo el día”

Cuando llegaron los primeros, pensaban que cobrarían más; pero también ellos cobraron un denario cada uno. Al recibirlo, se quejaban del dueño, diciendo: «Estos últimos han trabajado sólo un rato y les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado el peso del día y del calor». Pero él respondió a uno de ellos: «Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No quedamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Si yo quiero dar a este último lo mismo que a ti, ¿no puedo hacer lo que quiera con lo mío? ¿Por qué miras con malos ojos que yo sea bueno?»(Mt 20, 10-15).

La polémica está servida:

“- Maestro, ¿a qué viene ese otro final diferente?”

“- ¿Por qué lo has cambiado?”,

“- ¿Es que no valoras el trabajo y los méritos y por eso les has quitado importancia?”

“- Complicas las cosas y cada vez es más difícil entenderte…

Mientras protestan y se quitan la palabra, Jesús permanece callado.

Al final les dice:

“- ¿Pero es que ninguno de vosotros se ha dado cuenta de que en las tres últimas palabras está la clave para entender la historia? Recordadlas: “YO SOY BUENO”

¿No os dais cuenta de que esas palabras son como un anzuelo con el que trato de pescaros a ver si, de una vez, os decidís a salir de vuestra mentalidad estrecha y mezquina?  ¿No veis que estoy intentando tirar de vosotros y empujaros a pensar en el Padre de otra manera? ¿Cómo voy a convenceros de que su amor no depende de vuestros méritos y esfuerzos, de que os quiere porque sí, porque no lo puede remediar, más allá de cómo seáis y cuál sea vuestra retahíla de méritos?

Eso es lo que quiere decir aquel Salmo: “Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde: Dios lo da todo a los que ama mientras duermen” (Sal 126)

Os propongo imaginar que es el día de después y el amo os ha dicho la víspera: “Mañana estáis todos contratados” así que, sabiendo que ocurrió la víspera ¿a qué hora vais a llegar? Las respuestas son casi unánimes: “Eso ni se pregunta: si me van a pagar igual, llegaría a trabajar justo una hora antes de acabar la jornada” “Yo también llegaría lo más tarde posible”… Solo Santiago el Menor (ese cojo tan desvalido de la serie) da una respuesta diferente: “Pues a mí, eso de que salten por los aires los méritos me ha gustado mucho, así que yo llegaría al amanecer y le diría al dueño:  “-No me pagues este tiempo de más, quiero probar a qué sabe eso de tener el corazón bueno como el tuyo…

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Como los guionistas tenemos que presentar distintas opciones, se puede elegir entre estas reacciones de Jesús:

  • CLÁSICA: “Enhorabuena Simón, hijo de Alfeo, porque eso no te lo han revelado ni la razón ni el cálculo, sino mi Padre que está en los cielos. Dichoso tú porque has escapado como un pájaro de la trampa de los cazadores de méritos…
  • SAPIENCIAL: Eres un verdadero sabio, Santiago… Has dejado atrás la suficiencia de quien trata de asegurar su vida sobre su propio esfuerzo. Ahora caminas libre en la tierra de la gracia, esa que no se consigue sino que se recibe…
  • CÓMPLICE: Santi, chaval, no sabes la alegría que me das. Qué alivio que al menos uno de este grupo de colegas tuyos tan zoquetes -no me explico cómo puedo quererles tanto-, empieza a enterarse un poco de por dónde voy… Vamos a tomarnos un vino para celebrarlo…”

Hasta aquí mis propuestas finales de guion. Pero si no les gustan, tengo otras.

IMG_7684Dolores Aleixandre:

Jubilada feliz. Encajando el envejecer con cierto garbo (de momento). Convencida de la fuerza de la Palabra y de la bondad última de las personas. Adicta a la Biblia y a contársela a otros. Agradecida a la vida, al cariño de tantos amigos y al sentido del humor. Aficionada al cine, a la música polifónica y a Gomaespuma. Lectora desordenada y escritora de vuelo corto. Orgullosa de ser columnista de alandar. Tratando de callarme más, rezar más y vivir más atenta al latido del corazón de Dios en el corazón del mundo.

Fuente Alandar

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Ministro cristiano metodista se disculpa por oponerse al matrimonio entre personas del mismo sexo en los años 90.

Lunes, 7 de octubre de 2024
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IMG_7626Autores de Hays
Richard B. Hays (a la izquierda) y su hijo Christopher Hays son autores de un nuevo libro sobre la ética de la sexualidad cristiana. (Fotos cortesía de Religion News Service

“Quiero arrepentirme de lo que escribí antes”, dijo, refiriéndose a su libro de 1996 que denunciaba la homosexualidad.

Por Elsie Carson-Holt viernes 20 de septiembre de 2024

Richard Hays, ministro metodista unido y futuro decano de la Duke Divinity School, escribió el argumento cristiano tradicionalista contra el matrimonio entre personas del mismo sexo hace tres décadas.

Ahora está dando marcha atrás.

Hays escribió en su nuevo libro: The Widening of God’s Mercy (La ampliación de la misericordia de Dios ) que está “profundamente apenado” por el dolor causado a las personas LGBTQ+ que han sido excluidas de las iglesias cristianas.

Quiero arrepentirme de lo que escribí antes”, dijo Richard Hays a WSPD Local 6 en una entrevista junto a su hijo y coautor, Christopher Hays. “Mi postura actual sobre la cuestión es que las Escrituras, leídas como narrativa, ofrecen una visión de un Dios dinámico y personal, y que puede sorprendernos constantemente al reformular lo que creíamos saber como asuntos resueltos”.

Pensé que era lo que necesitaba decir para ponerme en paz con Dios y con mis hermanos y hermanas de la iglesia, dijo Hays sobre hablar públicamente de sus remordimientos. “Creo que toda la historia de la Biblia nos convoca regularmente a todos a la práctica del arrepentimiento”.

Hays escribió sobre la homosexualidad en su libro de 1996, The Moral Vision of the New Testament (La visión moral del Nuevo Testamento) Ese libro decía que la Biblia considera la homosexualidad como “inequívoca e inflexiblemente negativa en su juicio”.

Dice que lamenta profundamente que los cristianos hayan utilizado su libro para discriminar a las personas LGBTQ+. “Yo diría que esa postura ha sido utilizada como arma —no creo que sea una palabra demasiado fuerte— por personas del lado conservador de las iglesias evangélicas que la utilizan como munición para actuar de maneras que, supongo, se describen correctamente como opresivas hacia las personas homosexuales y lesbianas”.

Hays dijo que ya no ve la Biblia de esa manera. “Necesitamos leer la Biblia como una narración y tomar sus historias como algo que forma nuestro carácter y nuestro papel como lectores e intérpretes del texto”.

“Tenemos que dar un paso atrás y preguntarnos por qué se considera que esta prohibición en particular es normativa, pero se ignoran otros pasajes, incluidos los que describen lo que es necesario hacer cuando se tienen esclavos”.

“Mi interpretación de esa media docena de pasajes no ha cambiado. Creo que la Biblia dice lo que dice y desaprueba el sexo homosexual, punto”, continuó Hays. “Pero hay una selectividad muy arbitraria a la hora de escoger esos dos versículos del Levítico como base para una opinión sobre este tema”.

Christopher Hays es profesor de Antiguo Testamento en el Seminario Teológico Fuller de Pasadena, California. Dice que los autores de la Biblia no entendían las relaciones homosexuales actuales cuando escribieron la Biblia: “No creemos que eso sea lo mismo que lo que Pablo quiso decir o lo que los autores de la Torá quisieron decir en las leyes”.

Christopher Hays también dice que está orgulloso de su padre por actuar como modelo. “Siento que su corazón siempre ha sido más amable, más tierno y más generoso que en ese capítulo. Por eso, estoy orgulloso de él por haberle dado un ejemplo a la gente de cómo cambiar de opinión con gracia”.

Fuente LGBTQNation

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En el sufrimiento nos pertenecemos unos a otros. En la solidaridad prevalecerá la paz.

Lunes, 16 de septiembre de 2024
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IMG_7536La reflexión de hoy es de Michael Sennett, colaborador de Bondings 2.0.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el vigésimo cuarto domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

La lucha y el sufrimiento son partes inevitables de la experiencia humana, y las lecturas litúrgicas de hoy nos confrontan con estas realidades de frente. Desde el desafío de Isaías ante la persecución hasta el reconocimiento tajante de Jesús de su propio sufrimiento y muerte, se nos recuerda que el camino de la fe no está exento de dificultades.

Reflexionar sobre estas lecturas me ha llevado a darme cuenta de un mensaje más profundo: en el sufrimiento, nos pertenecemos unos a otros. Estamos llamados a estar presentes unos para otros, a llevar las cargas de los demás y a trabajar juntos por la liberación y la justicia en todas las tierras. Caminar unos junto a otros es donde nos encontramos con Dios.

En ningún otro lugar veo este espíritu de solidaridad con más claridad que en el pueblo de Palestina. Su camino hacia la liberación es una gran lucha: niños que crecen bajo asedio, familias destrozadas por bombas y balas, comunidades enteras que enfrentan la amenaza constante de muerte y desplazamiento. En medio de la violencia y la opresión, los palestinos siguen aferrándose unos a otros. Un compromiso feroz con la comunidad trasciende divisiones y diferencias.

Una amistad que comenzó en la universidad me ayuda a entender la profundidad del llamado a la solidaridad. Pasé mis años de estudiante en una universidad católica en el Medio Oeste de los Estados Unidos, un entorno no siempre acogedor para un estudiante transgénero. Uno de mis amigos, que es palestino, me acompañó en la navegación por los desafíos de la transfobia. A menudo era el primero en defenderme a mí y a otros estudiantes, y nunca dudó en hablar en contra de la injusticia.

Antes de que me cambiaran el nombre legalmente, me acercaba a mis profesores antes de que comenzaran las clases cada semestre para explicarles mi situación y pedirles que me llamaran “Michael“. Un profesor se negó y usó repetidamente mi nombre de nacimiento dentro y fuera de la clase. Mi amigo me acompañó en todas las discusiones con los administradores, aunque informar sobre la terrible experiencia resultó inútil. Cuando a los directivos de la escuela no les importaba, a él sí. Apoyó a los estudiantes en sus batallas contra los prejuicios raciales, las actitudes sexistas, los ataques homofóbicos y los sentimientos xenófobos.

Mi amigo enaltecía a la comunidad que lo rodeaba, pero muy pocos estudiantes lo defendieron cuando lo reprendieron una y otra vez después de pedir la liberación de Palestina. Me desilusiona admitir que antes me daba miedo solidarizarme con él. Temía que hablar abiertamente sobre el antisionismo se confundiera con el antisemitismo. Sin embargo, el silencio siempre favorece la opresión. Solo sirve para reforzar el sistema de ocupación israelí sobre la tierra palestina.

A pesar de la traición constante de nuestros compañeros, mi amigo siguió estando presente para los demás. Una vez, cuando me pregunté por qué era tan fiel a todos, me dijo: “Es porque todos estamos conectados. Mi liberación depende de la tuya y la tuya de la mía”. El Papa Francisco también ha dicho que “todo está conectado”. Pensar en su respuesta fortalece mi espíritu y da forma a mi propio compromiso con la comunidad.

Durante el Mes del Orgullo, los organizadores llamaron nuestra atención sobre las luchas de los palestinos y estadounidenses LGBTQ+, y cómo su camino hacia la justicia se cruza con el camino hacia una Palestina libre de ocupación.

La segunda lectura de hoy nos dice que la fe sin obras está muerta. La fe debe ser más que palabras; debe ser acción. Caminar con otros en su sufrimiento y crecer en comunidad es un movimiento hacia la justicia. Si no estamos dispuestos a arremangarnos y a involucrarnos en el caos del sufrimiento humano, nuestra fe está muerta al llegar. Estamos llamados a estar presentes, a darnos a nosotros mismos, a reconocer que nuestra propia libertad está entrelazada con la libertad de los demás. Mi amigo y la gente que he conocido en espacios de activismo palestino me inspiran a darle vida a mi fe.

La cruz de la que habla Jesús en la lectura del Evangelio no es un llamado al sufrimiento pasivo, sino un llamado a la solidaridad activa con los oprimidos. Tomar nuestra cruz significa oponernos a las estructuras violentas de opresión como la transfobia, la homofobia, la colonización y tantas otras, incluso cuando nos cuestan nuestra comodidad o seguridad. Significa perder nuestras vidas, nuestros privilegios, nuestra complacencia, por el bien de los demás, sabiendo que al hacerlo, prevalecen la paz y la liberación.

—Michael Sennett (él), 15 de septiembre de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“¿Qué nos puede aportar Jesús?”. 24 Tiempo Ordinario – B (Marcos 8,27-35)

Domingo, 15 de septiembre de 2024
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IMG_7067¿Quién decís que soy yo?”. No sé exactamente cómo contestarán a esta pregunta de Jesús los cristianos de hoy, pero tal vez podemos intuir un poco lo que puede ser para nosotros en estos momentos si logramos encontrarnos con él con más hondura y verdad.

Jesús nos puede ayudar, antes que nada, a conocernos mejor. Su evangelio hace pensar y nos obliga a plantearnos las preguntas más importantes y decisivas de la vida. Su manera de sentir y de vivir la existencia, su modo de reaccionar ante el sufrimiento humano, su confianza indestructible en un Dios amigo de la vida es lo mejor que ha dado la historia humana.

Jesús nos puede enseñar sobre todo un estilo nuevo de vida. Quien se acerca a él no se siente tanto atraído por una nueva doctrina como invitado a vivir de una manera diferente, más arraigado en la verdad y con un horizonte más digno y más esperanzado.

Jesús nos puede liberar también de formas poco sanas de vivir la religión: fanatismos ciegos, desviaciones legalistas, miedos egoístas. Puede, sobre todo, introducir en nuestras vidas algo tan importante como la alegría de vivir, la mirada compasiva hacia las personas, la creatividad de quien vive amando.

Jesús nos puede redimir de imágenes enfermas de Dios que vamos arrastrando sin medir los efectos dañinos que tienen en nosotros. Nos puede enseñar a vivir a Dios como una presencia cercana y amistosa, fuente inagotable de vida y ternura. Dejarnos conducir por él nos llevará a encontrarnos con un Dios diferente, más grande y humano que todas nuestras teorías.

Eso sí. Para encontrarnos con Jesús en un nivel un poco auténtico hemos de atrevernos a salir de la inercia y del inmovilismo, recuperar la libertad interior y estar dispuestos a «nacer de nuevo», dejando atrás la observancia rutinaria y aburrida de una religión convencional.

Sé que Jesús puede ser el sanador y liberador de no pocas personas que viven atrapadas por la indiferencia, distraídas por la vida moderna, paralizadas por una religión vacía o seducidas por el bienestar material, pero sin camino, sin verdad y sin vida.

José Antonio Pagola

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“Tú eres el Mesías. . . El Hijo del hombre tiene que padecer mucho”. 15 de septiembre de 2024. Domingo 24º de tiempo ordinario

Domingo, 15 de septiembre de 2024
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51-ordinarioB24 cerezoDe Koinonia:

Isaías 50, 5-9a: Ofrecí la espalda a los que me apaleaban.
Salmo responsorial: 114: Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Santiago 2, 14-18: La fe, si no tiene obras, está muerta.
Marcos 8, 27-35: Tú eres el Mesías. . . El Hijo del hombre tiene que padecer mucho.

Cuando los cristianos se propusieron la transformación del mundo esclavista, inhumano y violento que había impuesto el imperio romano, no comenzaron su labor apelando al hambre de la gente, ni a sus deseos de «acabar con los opresores romanos», sino que apelaron a la conciencia. En efecto, los discursos que prometen remediar el hambre, sólo son efectivos en la medida en que la carencia, la desprotección y el abandono son vistos como injusticias. De lo contrario, no pasan de ser una búsqueda de satisfacciones inmediatas y poco duraderas. Lo mismo ocurre con el deseo de derrocar a los poderosos del imperio y colocar allí a la gente del pueblo. Al poco tiempo, los líderes se llenan de ambiciones y se convierten en tiranos implacables. La única alternativa que queda y de la cual nos habla la carta de Santiago, es la frágil dignidad humana. Si la comunidad no está dispuesta a transformar en su interior toda esa realidad de muerte, miseria y marginación, es inútil que se proponga transformarla afuera. La solidaridad de la comunidad no sólo es un camino para remediar la injusticia en «pequeña escala», es una alternativa de vida. La solidaridad de una comunidad nos permite descubrir que «otro mundo es posible» y que el destino no está atado a la destrucción y la barbarie. La fe cristiana no es tal si se contenta con mirar, desde la barrera, el circo en el que mueren tantas personas inocentes.

El profeta Isaías nos enseña que el camino de la justicia, de la misericordia y la solidaridad no es un idílico sendero tapizado de rosas. La persona que opta por la verdad y la equidad debe prepararse al rechazo más rotundo e, incluso, a una muerte ignominiosa. Esto puede sonar un poco «patético», sin embargo, basta leer cualquier página del evangelio para verificar que ésta es la realidad de Jesús, su opción y su camino.

El camino a Jerusalén estaba plagado de dificultades, incertidumbres y ambigüedades. Una de ellas, era la incapacidad del grupo de discípulos para reconocer la identidad de Jesús. Aunque él había demostrado a lo largo del camino que su interés no era el poder, en todas sus variedades, sino el servicio, en todas sus posibilidades, sin embargo, los seguidores se empeñaban en hacerse una imagen triunfalista de su Maestro. Jesús, entonces, debe recurrir a duras palabras para poner en evidencia la falta de visión de quienes lo seguían. Pedro, Juan y Santiago, líderes del grupo de Galilea, siguen aferrados a la ideología del caudillo nacionalista o del místico líder religioso y no descubren en Jesús al «siervo sufriente» que anunció el profeta Isaías.

Este episodio marca el centro del evangelio de Marcos y es el punto de quiebre en el cual el camino de Jesús sorprende a sus seguidores. Ninguno está de acuerdo con él, aunque él esté realizando la voluntad del Padre. En medio de esta crisis del grupo de discípulos, Jesús decide continuar el camino y tratar de enderezar la mentalidad de sus discípulos, torcida por las ideologías sectarias y triunfalistas.

El anuncio que Jesús hace de las dificultades que van a venir, la «Pasión», la «Cruz», debe ser tomada siempre como una consecuencia inevitable, no como algo buscado… Jesús no buscó la Cruz, ni debemos buscarla nosotros… Véase el amplio comentario que hacemos al respecto en este próximo día 14, fiesta de la «exaltación» de la Cruz. Leer más…

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14.9.(Santa Cruz); 15.9 (Dom 24.TO): Y como sabía vivir supo morir por los demás, llevando su cruz

Domingo, 15 de septiembre de 2024
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IMG_7527Del blog de Xabier Pikaza:

Marcos 8, 27-35: Y empezó a instruirlos: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.” Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: “¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!” Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.”

Los animales no viven (=no saben que viven), ni saben que mueren… Por eso no pueden vivir para los demás, ni morir por ellos.  Los hombre, en cambio, saben que viven y pueden vivir por los demás, muriendo por ellos, como Jesús.

Pero muchos viven matando a los demás, y de esa forma se matan ellos mismos y mueren para siempre sin resucitar. Jesús, en cambio vive dando vida, tomando su cruz (la de los otros) para que ellos vivan, haciendo que resuciten y resucitando en ellos, como celebramos hoy (14.9: la Cruz de Septiembre)  y celebraremos mañana (15.9: Dm 24. TO), como dice el evangelio de Mc 8, el centro del Evangelio.

Introducción

Vegetales y animales ni nacen ni mueren, sino que forman parte de un continuo biológico, sin identidad personal. Sólo el hombre nace, sólo el hombre muere… Así lo pusieron de relieve los judíos, el pueblo de María.

Si no muriéramos no dejaríamos sitio en el mundo para los que vienen, no podríamos darles del todo aquello que hemos sido y somos. Si no muriéramos haríamos que fuera imposible la vida de nuestros sucesores. De esa forma morimos para que otros vivan, abriendo con nuestra vida y nuestra muerte un espacio (un cuerpo) en el que ellos puedan encarnarse y recorrer su camino en Dios en esta humanidad en la que habita Dios con los hombres.

La muerte nos da miedo, e incluso suscita en nosotros el terror supremo. Pero sólo sabiendo que hay muerte podemos gozar de verdad de la vida y regalarla a los demás, para que puedan vivir, y nosotros podamos per-vivir en ellos:

«Por la muerte, por el miedo a la muerte empieza el conocimiento del Todo… Todo lo mortal vive en la angustia de la muerte; cada nuevo nacimiento aumenta en una las razones de la angustia, porque aumenta lo mortal».

       Así comenzaba Rosenzweig su libro inquietante y luminoso de antropología judía (La Estrella de la Redención, Sígueme, Salamanca 1997 43-44). En un sentido, ese saber sobre la muerte es maldición, como ha visto el relato del «pecado ejemplar» de Adán/Eva, en Gen 2-3: «El día en que comas morirás…». Pero, en otro sentido, la muerte puede y debe convertirse en bendición: Es el momento culminante del sí a la vida, en Dios y con los otros.

Sólo los hombres pueden morir sabiendo que mueren, regalando la vida a los demás (con ellos, para ellos); sólo los hombres pueden abrir su cuerpo (dar  su vida), para que otros vivan por ellos (como hizo Jesús en su Pascua, como muchos cristianos han visto también en María, su madre). Sólo por saber que morimos podemos regalar y transmitir de verdad lo que somos y queremos a los otros. Un hombre condenado a no morir, sería un monstruoso, un ser de pura angustia, una momia, como las terribles momias de Egipto o de algunos lugares de la América pre-colombina.

Morir es duro. Pero más dura sería esta vida sin muerte, condenados a ser como piedras de menhir plantadas en la tierra, dólmenes sagrados sin aliento. Una vida sin muerte sólo tiene sentido en otra “tierra” muy distinta, cuando cambien en Dios las condiciones de este mundo, como ha querido Jesús, como han querido y quieren millones de personas, que esperan y desean una resurrección. Sólo muriendo a este mundo (regalando a otros la vida que tenemos, como Jesús en la cruz, como su madre rodeada de “apóstoles”) podemos esperar una resurrección como entrada a la vida sin muerte.

      Así lo ha enseñado Jesús en su sermón central de Cesarea de Felipe, bajo el monte Hermón  conforme a leyendas antiguas (libros de Henoc) bajaron los ángeles viejos haciéndose demonios y enseñando a los hombres a matar y violar para vivir. Jesús, en cambio, nos enseña a dar la vida, para que vivan otros y nosotros resucitemos en ellos.

Sólo quien acepta la muerte puede vivir plenamente. 

Muchos filósofos y pensadores han querido engañar a los hombres con una mentira piadosa, diciendo que son inmortales y añadiendo que la muerte no es más que una apariencia.   Los hombres mueren, es su destino; mueren y no son felices… pero todavía serían más infelices si no pudieran morir.

       Los hombres mueren, pero pueden descubrir en la muerte la mano de Dios y ofrecer su mano de amor a otros, como ha hecho Jesús. En ese contexto se sitúa la respuesta de la fe, cuando afirma que el sentido de la vida está en vivir para los demás… y que de esa forma la misma muerte, sin perder su bravura, dureza y enigma (¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?), se convierte en signo de solidaridad (de comunión de vida en todos y con todos).

  MORIR PARA DAR VIDA, dar vida muriendo

 Le mataron rápido, muy rápido, para que su cruz no estorbara el día de la fiesta. Le enterraron después de inmediato, por puro oficio, los sepultureros oficiales,judíos o romanos, con ganas de acabar muy pronto, antes de que llegara la noche, casi a escondidas, por puro oficio, para que el cadáver de Jesús no impidiera las celebraciones de pascua.

La vida histórica de Jesús acabó donde acaba la muerte de muchos condenados, descartados, asesinados, con juicio o sin juicio, para acabar encerrados o incinerados en la fosa común, de los que mueren y son expulsados, arrojados, aplastados, sin honor, en cualquier zanja de la humanidad triunfante.

Allí quisieron echarlo, allí lo echaron con los otros dos crucificados (quizá con la ayuda de un hombre bueno, llamado José de Arimatea), para que los otros (¡los judíos y romanos triunfadores, nosotros!) pudiéramos seguir celebrando la vida orgullosa de una Pascua dedicada al Dios de la victoria de los «buenos». Pues bien, de esa manera, Jesús bajó al infierno de la historia humana, a través de la fosa común, para dar vida a los muertos, según confiesa estremecida la tradición cristiana (el credo romano).

Lógicamente, las mujeres que fueron al “tercer día” (el sábado no se podía salir fuera de las murallas) no lograron encontrar su cuerpo. Quizá lo habían cambiado de fosa o sepultura. Quizá era imposible separar su cuerpo de los otros cuerpos de los ajusticiados. El evangelio de Marcos dice que las tres mujeres con aromas vieron el sepulcro “abierto”, pero no pudieron   encontrar su cuerpo, ni embalsamarlo con honor, ni llevarlo a casa, como quiso en locura de amor María Magdalena (Jn 20).

            No pudiera hacerlo simplemente porque era imposible en aquellas condiciones de persecución, de violencia, de miedo y de muerte. Pero pronto descubrieron que la razón era mucho más profunda, una razón de Dios, razón de Vida y Pascua: No podían encontrarle porque “no estaba allí”, porque se hallaba vivo, en la Vida del menaje que había proclamado, en la más intensa travesía del camino del Reino que él había iniciado y sembrado en la tierra:

¡Si el grano de trigo no muere…! (Jn 12, 24). Murió como el grano de trigo para que la espiga naciera, el ciento por uno, el millón por cada unos. Eso es vivir de verdad: morir dando vida por los demás, por todos,  sin buscar glorias ajenas, haciéndose semilla de vida, fermento de resurrección en la tierra.

            Por eso, no se le pudo enterrar en un glorioso sepulcro de mártir (como el de Mahoma en Medina, como el de los apóstoles en Roma, como el de Lenin en Moscú), pues su muerte se había trasformado en Vida para todos y en ellos (en nosotros) vivía y sigue viviendo. Y por eso el ángel de la pascua les dijo a las mujeres, en palabra de fe que nosotros seguimos escuchando:

«No está aquí, id a Galilea, es decir, al camino de su vida… Allí le encontraréis, con aquellos y en aquellos que aceptan su historia» (cf. Mc 16, 7-8).

Dios trasformó de esa manera la muerte del “maldito” Jesús (condenado a muerte y crucificado) en victoria de Vida. Desde ese fondo puede y debe leerse el relato simbólico de Mt 28, 1-4 que evoca la acción escatológica de Dios, que ha empezado a romper las tumbas de la vieja historia de muerte, para ofrecer una esperanza a los crucificados y muertos de la historia (cf. Mt 27, 51-53). Es muy difícil asegurar lo qué pasó físicamente con su cadáver, pero, según la tradición que hemos evocado, Jesús «bajó a los infiernos», entró hasta el fin en el reino de la podredumbre y muerte, para iniciar desde allí un camino de pascua (cf. 1 Pedro 3, 18-22).

SER TESTIGOS DE LA RESURRECCIÓN

Desde el trasfondo se entienden los bellísimos relatos de los evangelios sobre la tumba vacía, que la Iglesia ha transmitido no como prueba histórica de la resurrección, sino como signo de la fe pascual, que ella confiesa, porque los cristianos “han visto a Jesús resucitado”.

Lógicamente, esos textos poseen más valor antropológico integral que puramente físico. Por eso, en un plano de historia materialista (saber lo que externamente pasó) y de biología (saber cómo se descompuso o desmaterializó el cadáver de Jesús) debemos tener mucha sobriedad, pues resulta difícil alcanzar conclusiones «científicas».

  Parece que Jesús no tuvo un entierro honorable y su tumba (propiedad de un rico y famoso judío) se encontró después vacía, sin que humanamente se pudiera saber lo que pasó. Le enterraron como a un ajusticiado peligroso, para que ninguno de sus discípulos pudiera llegar hasta su tumba para robar su cadáver y proclamar la venganza por su muerte. Sus discípulos varones no hallaron su tumba, pero después afirmaron que él había “bajo al infierno” de la muerte para liberar de allí a los condenados.

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Encuesta, examen teórico, suspenso, y ejercicio práctico. Domingo XXIV Ciclo B

Domingo, 15 de septiembre de 2024
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IMG_7459Cesarea de Felipe y monte Hermón

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La encuesta

Cesarea de Felipe, junto a las fuentes del Jordán, es uno de los lugares más hermosos de Israel. El peregrino actual, que parte generalmente de Nazaret, tarda poco más de una hora en un cómodo autobús con aire acondicionado. Jesús y los discípulos tuvieron que hacer el camino a pie, salvando un desnivel de unos 800 ms: desde los 200 bajo el nivel del mar (Lago de Galilea) hasta los 500-600 sobre él (pie del monte Hermón). No es un paseo cualquiera. Hay tiempo para callar y tiempo para hablar. En esos momentos de comunicación, Jesús pregunta a los discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?».

Hasta este momento, el evangelio de Mc ha ido planteando el enigma de quién es Jesús. Un personaje desconcertante, que enseña con autoridad y tiene poder sobre los espíritus inmundos (1,27), perdona pecados como si fuera Dios (2,7), escandaliza comiendo con publicanos y pecadores (2,16) y se considera con derecho a contravenir el sábado (2,27; 3,4). Los fariseos y los herodianos deciden muy pronto que debe morir (3,6), sus familiares piensan que está mal de la cabeza (3,21), los escribas que está endemoniado (3,22), y los de Nazaret no creen en él, lo siguen considerando el carpintero del pueblo (6,1-6). Mientras, los discípulos se preguntan desconcertados: «¿Quién es este que hasta el viento y el lago le obedecen?» (4,41). Ahora, cuando llegamos al centro del evangelio de Mc, Jesús aborda la cuestión capital: ¿quién es él?

En aquel tiempo salió Jesús con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó:

+ «¿Quién dice la gente que soy yo?».

Ellos le dijeron:

-«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías y otros que uno de los profetas».

Para la gente, Jesús no es un personaje real, sino un muerto que ha vuelto a la vida, se trate de Juan Bautista, Elías, o de otro profeta. De estas opiniones, la más «teológica» y con mayor fundamento sería la de Elías, ya que se esperaba su vuelta, de acuerdo con Malaquías 3,23: «Yo os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día del Señor, grande y terrible; reconciliará a padres con hijos, a hijos con padres, y así no vendré yo a exterminar la tierra». En cualquier caso, resulta interesante que el pueblo vea a Jesús en la línea de los antiguos profetas. En ello pueden influir muchos aspectos: su poder (como en los casos de Moisés, Elías y Eliseo), su actuación pública, muy crítica con la institución oficial, su lenguaje claro y directo, su lugar de actuación, no limitado al estrecho espacio del culto.

Si la pregunta la hubiera formulado Jesús en nuestros días, la encuesta habría resultado más variada y desconcertante que entonces: Hijo de Dios, profeta, marido de la Magdalena, precursor de la dinastía merovingia…

Examen teórico

Él les dijo:

+ «Y vosotros, ¿quién decís que soy?».

Pedro tomó la palabra y dijo:

– «Tú eres el Mesías».

Jesús quiere saber si sus discípulos comparten esta mentalidad o tienen una idea distinta. Es una pena que Pedro se lance inmediatamente a dar la respuesta; habría sido interesantísimo conocer las opiniones de los demás. Según Mc, la respuesta de Pedro se limita a las palabras «Tú eres el Mesías».

¿Qué significaba este título? En el Antiguo Testamento se refiere generalmente al rey de Israel; un personaje que se concebía elegido por Dios, adoptado por él como hijo, pero normal y corriente, capaz de los mayores crímenes. Sin embargo, la monarquía desapareció en el siglo VI a.C., y los grupos que esperaban la restauración de la dinastía de David fueron atribuyendo al mesías esperado cualidades cada vez más maravillosas.

Los Salmos de Salomón, oraciones de origen fariseo compuestas en el siglo I a.C., describen detenidamente el papel del Mesías: librará a Judá del yugo de los romanos, eliminará a los judíos corruptos que los apoyan, purificará Jerusalén de toda práctica idolátrica, gobernará con justicia y rectitud, y su dominio se extenderá incluso a todas las naciones. Es un rey ideal, y por eso el autor del Salmo 17 termina diciendo: «Felices los que nazcan en aquellos días».

Si imaginamos al grupo de Jesús, que vive de limosna, peregrina de un sitio para otro sin un lugar donde reclinar la cabeza, en continuo conflicto con las autoridades religiosas, decir que Jesús es el Mesías implica mucha fe en el personaje o una auténtica locura.

Lo que piensa Jesús de sí mismo

Y Jesús les ordenó que no se lo dijeran a nadie. Desde entonces comenzó a declararles que el hijo del hombre tenía que padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los maestros de la ley, morir y resucitar al tercer día. Esto lo decía con toda claridad.

En contra de lo que cabría esperar, Jesús prohíbe terminantemente decir eso a nadie. Y en vez de referirse a sí mismo con el título de Mesías usa uno distinto: «Hijo del Hombre», que parece inspirado en Ezequiel (a quien Dios siempre llama «Hijo de Adán») y en Daniel. Lo importante no es el origen del título, sino cómo lo interpreta Jesús: el destino del Hijo del Hombre es padecer mucho, ser rechazado por las autoridades políticas, religiosas e intelectuales, morir y resucitar. En una concepción popular del Mesías, como la que podían tener Pedro y los otros, esto es inaudito. Sin embargo, la idea de un personaje que salva a su pueblo y triunfa a través del sufrimien­to y la muerte no es desconocida al pueblo de Israel. Un profeta anónimo la encarnó en el personaje del Siervo de Yahvé (Isaías 53).

Suspenso de Pedro

Pedro se lo llevó aparte y se puso a reprenderle. Jesús se volvió y, mirando a sus discípulos, riñó a Pedro diciéndole:

+ «¡Apártate de mí, Satanás!, porque tus sentimientos no son los de Dios, sino los de los hombres». 

Igual que el poema del libro de Isaías, Jesús termina hablando de resurrección. Pero Pedro se queda en el sufrimiento. Se lleva a Jesús aparte y lo increpa, sin que Mc concrete las palabras que dijo.

Jesús reacciona con enorme dureza. Pedro lo ha tomado aparte, pero él se vuelve hacia los discípulos porque quiere que todos se enteren de lo que va a decirle: «¡Retírate, Satanás! ¡Piensas al modo humano, no según Dios!» La mención de Satanás recuerda lo ocurrido después del bautismo, cuando Satanás somete a Jesús a las tentaciones. El puesto del demonio lo ocupa ahora Pedro, el discípulo que más quiere a Jesús, el que más confía en él, el más entusiasmado con su persona y su mensaje. Jesús, que no ha visto un peligro en las tentaciones de Satanás, si ve aquí un grave peligro para él. Por eso, su reacción no es serena, sino llena de violencia.

Ejercicio práctico

Llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo:

+ «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí y por el evangelio la salvará». 

De repente, el auditorio se amplía, y a los discípulos se añade la multitud. Las palabras que Jesús deberían desconcertarnos y provocar un rechazo. ¿Se imagina alguien a un político diciendo: «El que quiera votarme, que esté dispuesto a perder las elecciones e ir a la cárcel»? Pero el punto de vista de Jesús no es el de los políticos. No pretende ganar las elecciones en este mundo, sino en el futuro. Para Jesús, el mundo futuro es como un hotel de cinco estrellas; el mundo presente, una chabola asquerosa situada en el entorno más degradado imaginable. Todos podemos salir de la chabola y alojarnos en el hotel. Pero el camino es duro, empinado, difícil. Jesús se ofrece a ir delante, y deja en nuestras manos la decisión: el que se aferre a la chabola, en ella morirá; el que la abandone y lo siga, tendrá un durísimo camino, pero disfrutará del hotel.

Y tú, ¿quién dices que es Jesús?

            El evangelio de hoy no puede leerse como simple recuerdo de algo el pasado. La pregunta de Jesús se sigue dirigiendo a cada uno de nosotros, y debemos pensar detenidamente la respuesta. No basta recurrir al catecismo («Segunda persona de la Santísima Trinidad») ni al Credo («Dios de Dios, luz de luz…»). Tiene que ser una respuesta personal, sentida. En la línea del evangelio de Juan: «El camino, la verdad y la vida». Pero, sea cual sea la respuesta, es más importante aún la decisión de seguir a Jesús con todas las consecuencias.

La aceptación del sufrimiento y la certeza del triunfo (1ª lectura: Isaías 50,5-10)

 

El Señor Dios me ha abierto el oído y yo no he resistido, no me he echado atrás. He ofrecido mi espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a quienes me mesaban la barba; no he hurtado mi rostro a la afrenta y a los salivazos. El Señor Dios viene en mi ayuda; por eso soporto la ignominia, por eso he hecho mi rostro como pedernal y sé que no quedaré defraudado. Próximo está el que me hace justicia, ¿quién puede litigar conmigo? ¡Comparezcamos juntos! ¿Quién es mi demandante? ¡Preséntese ante mí! Si el Señor Dios me ayuda, ¿quién puede condenarme? Todos se gastarán como un vestido, la polilla los consumirá.

 

Jesús ha dicho en el evangelio que «el Hijo del hombre tiene que padecer y ser despreciado». Este breve poema anticipa esas ofensas: golpes, burlas, insultos, salivazos, antes de un juicio que se supone injusto. En este breve poema destacan dos detalles: la acción de Dios y la reacción del Siervo.

            La acción de Dios consiste en revelar a su servidor lo mucho que va a sufrir («me ha abierto el oído»), pero asegurándole que se mantendrá junto a él: «Mi Señor me ayudaba», «Tengo cerca a mi abogado», «El Señor me ayuda». Esto supone una gran novedad, porque en la teología habitual del Antiguo Oriente (y entre muchas personas de hoy día), el sufrimiento se interpreta como un castigo de Dios. En cambio, el Siervo está convencido de que no es así: el sufrimiento puede entrar en el plan de Dios, como un paso previo al triunfo, y en ningún momento deja Él de estar presente y ayudarle.

            Por eso, la reacción del Siervo es de entrega total: no se rebela, no se echa atrás, ofrece la espalda y la mejilla a los golpes, no oculta el rostro a bofetadas y salivazos.

            Si Pedro hubiera conocido y comprendido este texto de Isaías, no se habría indignado con las palabras de Jesús, que representan el punto de vista de Dios, mientras que él se deja llevar por sentimientos puramente humanos. Pero debemos reconocer que nuestro modo de pensar se parece mucho más al de Pedro que al de Jesús.

Una polémica muy antigua: la fe y las obras (2ª lectura: Santiago 2,14-18)

            «Genio y figura, hasta la sepultura». Eso le pasó a san Pablo. Radical antes de convertirse, lo siguió siendo en algunas cuestiones después de la conversión. Y su forma de expresarse se prestaba a ser mal interpretado. En su lucha con los cristianos judaizantes, partidarios de observar estrictamente la ley de Moisés, como si fuera ella quien nos salva, defiende que la salvación viene por la fe en Cristo. Él no excluye que el cristiano deba comportarse dignamente, todo lo contrario. Pero insiste tanto en la fe y en la libertad del cristiano que sus adversarios le acusaban de negar la necesidad de las buenas obras.

            En esta polémica se inserta el texto de la carta de Santiago, atacando la postura del que presume de tener fe, pero no hace nada bueno. El ejemplo que utiliza, la respuesta egoísta del que presume de tener fe a un hermano que pasa hambre, es esclarecedor y sigue inquietándonos actualmente.

Hermanos, ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras? Si un hermano o una hermana están desnudos y les falta el alimento cotidiano, y uno de vosotros les dice:

«Id en paz, calentaos y alimentaos», sin darles lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve esto? Lo mismo es la fe: si no tiene obras, está muerta en sí misma. Por el contrario, alguien dirá:

Tú tienes la fe, y yo las obras. Muéstrame, si puedes, tu fe sin obras, y yo con mis obras te mostraré la fe».

Si el autor de la carta y Pablo se hubieran reunido a charlar, habrían estado plenamente de acuerdo. Pablo podría haberle leído un fragmento de su carta a los Gálatas, en la que viene a decir lo mismo: «Vosotros, hermanos, habéis sido llamados a la libertad, pero no vayáis a tomar la libertad como estímulo del instinto; antes bien, servíos mutuamente por amor» (Gal 5,13). Nos salva Jesús y la fe en él, pero esa fe debe impulsarnos a una vida que no se deja arrastrar por los bajos instintos (fornicación, indecencia, desenfreno, reyertas, envidias, borracheras, comilonas, etc.), sino que está guiada por los frutos del Espíritu de Dios (amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad…,) (Gal 5,19-25).

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Domingo XXIV del Tiempo Ordinario. 15 de septiembre de 2024

Domingo, 15 de septiembre de 2024
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Se lo explicaba con toda claridad.”

(Mc 8, 27-35)

“…, por el camino preguntó a sus discípulos…” Por el camino, de manera informal. Porque así son las cosas de nuestro Dios. No suele ceñirse a horarios ni lugares.

Nosotros construimos iglesias, pero luego Dios se hace el encontradizo en el silencio de la montaña o en el bullicio del mercado. Nosotros nos marcamos un tiempo para la oración o para las celebraciones. Pero luego va y resulta que el ENCUENTRO (con mayúsculas) es en una mirada o en una conversación.

Las cosas importantes de Dios pueden acontecer en cualquier lugar y a cualquier hora. Ah! Pero esta no es excusa para no dedicarle un tiempo y un espacio. Toda relación necesita de tiempos y espacios. La relación con Dios también. Pero le gusta “asaltarnos” cuando menos lo esperamos.

Y sé de más de una persona que en medio de sus idas y venidas tiene el rato de volver a casa en autobús como un momento “sagrado” en el que conversa tranquilamente con Dios. Hablan de como le ha ido el día, de lo que la inquieta… Y quizá en alguna ocasión Dios le pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo?

El autobús, el coche, mientras esperan la cola del supermercado, al acostarse o levantándose un poco antes. Hay un montón de gente conversando con Dios. Llenando el mundo de oración.

Luego también hay monjas y curas, religiosas y obispos, que también oran dentro y fuera de las iglesias, dentro y fuera de las celebraciones.

Y es que Dios es un gran conversador y tiene mucho que decirnos a cada uno de nosotros. Sabe que necesitamos escucharle y que son sus preguntas las que nos sacuden la pereza. Por eso insiste hasta hacernos comprender.

Por eso nos lo explica “con toda claridad” y nos ayuda a colocarnos en el lugar que nos corresponde. Como hizo un día con Pedro, pero ya lo había hecho con Adán y Eva, y con muchos otros.

Originales, originales no somos. Caemos todos en el mismo supino error. ¡Queremos quitarle el sitio a Dios! Y Él, con su infinita paciencia nos tiene que recordar que nuestro sitio está a SU LADO. Junto a Él.

Oración

Pregúntanos, incrépanos, pero no te vayas de nuestro lado. Somos torpes, ya nos conoces. Después de reconocerte nos volveremos a equivocar de lugar. Pero TÚ sabes que somos TUYAS.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Nunca descubriré quién es Jesús, si no vivo lo que él vivió.

Domingo, 15 de septiembre de 2024
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DOMINGO 24º(B)

Mc 8,27-35

Responder a la pregunta de ¿quién es Jesús? es una tarea desorbitada. Desde el día de Pascua, los seguidores de Jesús no han hecho otra cosa que intentar responderla. Durante los tres últimos siglos, pero sobre todo en el pasado y lo que va de este, se ha dado un vuelco en la manera de entender los evangelios. Hasta ese momento nadie cuestionó que lo evangelios eran historia y había que entenderlos literalmente.

Hoy sabemos que son una interpretación de la figura de Jesús, condicionada por sus circunstancias de todo tipo. Nos transmitieron lo que ellos recordaban, pero no lo que fue en realidad Jesús. No podemos aceptar hoy su interpretación con la idea que hoy tenemos de ‘historia’. Hoy estamos en mejores condiciones para hacer una nueva interpretación de Jesús y no podemos desaprovechar la ocasión. Tenemos la obligación de intentar traducir su figura a un lenguaje más adecuado a la realidad.

Todo recuerdo es interpretación de lo que entra por los sentidos. Solo somos conscientes de una mínima parte de lo que vemos y oímos. De esa pequeña parte solo recordamos lo que tiene algún interés para nuestra vida. Si no fuera así, nos volveríamos todos locos. Los primeros seguidores de Jesús, todos judíos, no tenían otra herramienta que el AT para explicar lo que vieron y oyeron en él. Por eso la respuesta de Pedro no puede coincidir con el verdadero mesianismo de Jesús.

La obligación de un cristiano será siempre tratar de conocer a Jesús. Solo en la medida que le conozcamos mejor podremos vivir lo que él vivió. La idea que hoy tenemos de Dios del mundo y del hombre nos tiene que llevar a una comprensión más profunda del mensaje evangélico. Jesús fue un ser humano fuera de serie que nos empuja a una nueva comprensión de lo que significa ser plenamente humanos.

La doble pregunta de Jesús parece suponer que esperaba una respuesta distinta. La realidad es que, a pesar de la rotunda respuesta de Pedro: “tú eres el Mesías”, la manera de entender ese mesianismo estaba lejos de la verdadera comprensión de Jesús. Pedro, como se manifestará más adelante, sigue en la dinámica de un Mesías terreno y glorioso. Para él es incomprensible un Mesías vencido y humillado hasta la aparente aniquilación total. Apenas tres versículos después, Pedro increpa a Jesús por hablarles de la cruz.

El Hijo de hombre tiene que padecer mucho. Hijo de hombre significa, perteneciente a la raza humana, pero en plenitud. Por cierto, “este hombre es el único título que se atribuye Jesús a sí mismo. “Tiene que” no alude a una necesidad metafísica o a una voluntad de Dios externa, sino a la exigencia del verdadero ser del hombre. “Padecer mucho” hace referencia no solo a la intensidad del dolor en un momento determinado sino a la multitud de sufrimientos que se van a extender durante toda su vida.

Jesús proclama, con toda claridad, cuál es el sentido de su misión como ser humano. Diametralmente opuesta a la que esperaban los judíos y la que también esperaban los discípulos de un Mesías. Nada de poder y dominio sobre los enemigos, sino todo lo contrario, dejarse matar, antes de hacer daño a nadie. Pedro se ve obligado a decirle a Jesús lo que tiene que hacer, porque su postura equivocada le hace pensar que ni Dios puede estar de acuerdo con lo que acaba de proponer Jesús como itinerario de salvación.

Como Pedro habla en nombre de los apóstoles, Jesús responde de cara a los discípulos, para que todos se den por enterados del tremendo error que supone no aceptar la entrega al servicio de los demás y de la cruz. Ese mensaje es irrenunciable. Pedro le propone exactamente lo mismo que le propuso Satanás: el mesianismo del triunfo y del poder, por eso le llama Satanás. Claro que esa manera de pensar es la más humana (demasiado humana) que podríamos imaginar, pero no es la manera de pensar de Dios.

Lo que acaba de decir de sí mismo, lo explica ahora a la gente. “Si uno quiere venirse conmigo, que se niegue a sí mismo…” No es fácil aquilatar el verdadero significado de esta frase; sobre todo si tenemos en cuenta que el texto no dice negarse, sino renegar de sí mismo. Aquí el ‘sí mismo’ hace referencia a nuestro falso yo. El desapego del falso yo es imprescindible para poder entrar por el camino que Jesús propone.

El que quiera salvar su vida la perderá…” No está claro el sentido de ‘psykhe’: No puede significar vida biológica, porque diría ‘bios’; tampoco significa alma, porque los judíos no tenían el concepto de alma. No se trata de elegir entre dos vidas, sino buscar la plenitud de la Vida en su totalidad. El que solo se preocupa de su individualidad, malogra toda su existencia; pero el que, superando el egoísmo, descubre su verdadero ser y actúa en consecuencia, dándose a los demás, dará pleno sentido a su vida y alcanzará su plenitud.

La esencia del mensaje de Jesús sigue sin ser aceptada. Ni el instinto ni los sentidos ni la razón podrán comprender nunca que el fin del individuo sea deshacerse. Por eso hemos hecho verdaderas filigranas para terminar tergiversando el evangelio. Si creemos que lo importante es lo sensible, lo material que me da seguridades egoístas, lo defenderemos con uñas y dientes y no dejaremos que lo que vale de veras cobre su importancia.

¿Quién es Jesús? La respuesta no puede ser la conclusión de un razonamiento. No servirán de nada ni filosofías ni teologías. Los análisis externos de lo que hizo y dijo no nos lleva a ninguna parte, porque no son comprensibles. Solo una vivencia interior que te haga descubrir dentro de ti lo que vivió Jesús, podrá llevarte al conocimiento de su persona. Jesús desplegó todas las posibilidades de ser humano. La clave de todo el mensaje de Jesús es esta: dejarse machacar es más humano que hacer daño a alguien.

Debemos seguir preguntándonos quién es Jesús. Pero lo que nos debe interesar es un Jesús que encarna el ideal del ser humano, que nos puede descubrir quién es Dios y quién es el hombre. La pregunta que debo contestar es: ¿Qué significa, para mí, Jesús? Pero debemos dejar muy claro que no se puede responder a la pregunta si no nos preguntamos ¿Quién soy yo? No se trata del conocimiento externo. Ni siquiera se trata de conocer y aceptar su doctrina. Se trata de responder con mi propia vida.

La razón puede dejarse llevar de las exigencias biológicas y utilizar toda su capacidad para buscar el placer o para huir del dolor. Pero el hombre, desde su vivencia interior, puede descubrir que su meta no es el gozo inmediato, sino alcanzar la plenitud humana, que le llevará más allá de la satisfacción sensorial. Si la razón no cede a las exigencias del ego, y pretende imponerse un bien superior, la biología reaccionará produciendo dolor. Este dolor es el que Jesús propone como inevitable para alcanzar la plenitud.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¿Quién es ese hombre?

Domingo, 15 de septiembre de 2024
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untaljesusMc 8, 27-35

¿Quién dicen los hombres que soy yo? … ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios

Retrocedamos un poco en la historia y vayamos al momento en que Jesús decide dedicar su vida a la misión. Acompañado de cuatro pescadores de Cafarnaún, va el sábado a la sinagoga y allí se suscita por primera vez la incógnita que nos sigue desafiando veinte siglos después: «¿Qué es esto?… ¿Una doctrina nueva y revestida de autoridad, que manda a los espíritus impuros y le obedecen?»… A partir de ese momento, tras cada hecho extraordinario o cada alocución genial de Jesús, la gente se pregunta lo mismo que hoy nos preguntamos nosotros: «¿Quién es ese hombre…?»

Para sus seguidores, Jesús es un profeta o el mesías esperado, y para sus enemigos, un impostor peligroso al que había que eliminar. Desde el momento de su muerte, se desarrollan sobre Jesús cristologías que tratan de poner de manifiesto su condición divina; desde la más primitiva, de carácter ascendente y formulada por Pedro: «Dios estaba con él», hasta la que terminó prevaleciendo (de carácter descendente) que Juan formula en los siguientes términos: «El verdadero Dios se hizo hombre para salvarnos». Siguiendo la estela de Juan, los concilios de Nicea y Constantinopla lo declaran “Segunda Persona de la Santísima Trinidad”… y en ello estamos.

Fuera del ámbito cristiano, los filósofos de la ilustración francesa reducen la figura de Jesús a su dimensión antropológica, pero toman buena parte de su enseñanza para formular su código ético basada en la razón. Hegel llega a escribir una “vida de Jesús”, pues afirma que su praxis es la única capaz de integrar a las personas en un “nosotros” que constituye el Espíritu Universal. Nietzsche se muestra tan entusiasmado con él en un periodo de su vida, que llega a calificarlo de precursor de su “superhombre”… Gandhi se declara gran admirador de Jesús, y no se recata en decir que su movimiento de la no violencia estuvo inspirado en el capítulo sexto de Mateo… Y así muchos más.

Pero ¿quién es ese hombre…?

Podemos concebir a Jesús como maestro de sabiduría, como un hombre lleno del espíritu de Dios o como Dios mismo hecho hombre, pero lo más importante para un cristiano es entenderlo como visibilidad de Dios, porque así se convierte en su mejor referencia de vida y le ayuda a vivir. El prólogo solemne del evangelio de Juan termina así: «A Dios nadie le ha visto jamás, el Hijo Unigénito que está en el seno del Padre nos lo ha dado a conocer» … En el capítulo 14, Juan añade: «¿Tanto tiempo que he estado con vosotros, y todavía no me conoces, Felipe? … El que me ha visto a mí, ha visto a mi Padre».

Como decía Ruiz de Galarreta: «El quicio fundamental de quienes nos llamamos cristianos es creer en Jesús visibilidad de Dios sin poner en duda su humanidad. Creemos que en un ser humano, tan humano como nosotros, podemos ver a Dios».

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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¿Quién decís que soy yo?

Domingo, 15 de septiembre de 2024
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Scene 07/53 Exterior Galilee Riverside; Jesus (DIOGO MORCALDO) is going to die and tells Peter (DARWIN SHAW) and the other disciples this not the end. Mc 8,27-33

El Evangelio de este domingo ocupa un lugar central en la narración de Marcos y nos recuerda una vez más que la Buena noticia de Jesús, su estilo de vida y propuesta es liberadora y felicitante, pero tiene consecuencias que hemos de afrontar. El Evangelio no es un tranquilizante, sino más bien un despertador de conciencias, como leemos también en la primera lectura de este domingo: El Señor me abrió el oído; y no resistí ni me eché atrás (Is 50, 5-9ª). Un aguijón que nos empuja a salir de nuestras zonas de confort hasta hacer del mundo un banquete sin primeros ni últimos.

Por eso el episodio de Cesarea puede resultarnos sumamente familiar. Jesús y sus discípulos atraviesan este lugar caracterizado en aquel tiempo por su gran diversidad cultural y religiosa, al igual que muchos de nuestros barrios y ciudades hoy. Por eso un primer aprendizaje que podemos sacar del texto es constatar como a Jesús transitar estos no le resultan amenazantes, sino una oportunidad desde donde compartir la Buena Noticia de la universalidad del Amor, la fraternidad y la sororidad humana. Es desde este lugar concreto, en esa realidad diversa y plural donde conviven distintos cultos y ofertas de sentido donde Jesús se interroga sobre sí mismo y su proyecto: ¿Quién dice la gente que soy yo?, o dicho de otra manera: ¿Qué sentido tiene para la gente la propuesta de vida que comparto? ¿En qué y cómo conecta con sus búsquedas y anhelos más hondos, sus esperanzas y sus interrogantes más profundos?

Jesús, al hacer esta pregunta, nos recuerda implícitamente que la fe ha de dialogar siempre con las culturas y tomarse en serio a sus interlocutores e interlocutoras. Los otros y otras no son meros destinarios u objetos de evangelización, sino sujetos y por tanto también portadores del Misterio,  donde el espíritu y el misterio de Dios también habitan, con capacidad de ser oyentes de la Palabra (Rahner). Retomar estas preguntas como comunidades cristianas y dejarnos afectar por las respuestas para hacer cambios pertinentes, en nuestros lenguajes, formas, y modo de acercamiento a la realidad y a las personas, sigue siendo uno de nuestros mayores desafíos como iglesia.

Pero la pregunta de Jesús se hace aún más incisiva cuando se dirige directamente a sus más íntimos: ¿Y vosotros quién decís que soy yo? Como le sucedió a los discípulos, el modo de responder a ella no es una mera formulación teórica sino una posición existencial, una forma de situarnos en la vida y ante los demás al modo de Jesús. Confesarle como Cristo significa narrar en gestos y palabras su buena Noticia de liberación en nuestros ambientes, desde la vulnerabilidad asumida pero también, desde la confianza que nos recuerda la primera lectura: “El Señor Dios me ayuda” (Is) y hacerlo asumiendo todas sus consecuencias.

Porque el mesianismo de Jesús no es triunfalista, sino compasivo y kenòtico y conlleva siempre una dimensión conflictiva. Algo que a nosotras y nosotros, como a sus discípulos, nos cuesta reconocer, resistiéndonos a ella. Pero para Jesús, negarla como hace Pedro no es solo una ingenuidad, sino edulcorar la profecía del Evangelio y tentar a Dios. Hacer de la memoria peligrosa de Jesús, una memoria domesticada. Esta es quizá una de las principales paradojas del Evangelio, que es a la vez Bienaventuranza, Buena Noticia pero también signo de contradicción. ¿Quién es para nosotros y nosotras Jesús hoy y qué aspectos de su mesianismo compasivo y kenótico se nos hacen más cuesta arriba en este momento de nuestra vida?

Pepa Torres Pérez

Fuente Fe Adulta

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¿Qué puede significar “cargar con la Cruz”?

Domingo, 15 de septiembre de 2024
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Cruz-salvacion_2223687624_14524239_1777x1024Domingo XXIV del Tiempo Ordinario

15 septiembre 2024

Mc 8, 27-35

El terrible suplicio de la crucifixión parece proceder de Persia o incluso de Asiria. Posteriormente, los romanos la adoptaron como un método de ejecución particularmente cruel y humillante.

El condenado podía morir en cuestión de horas o al cabo de varios días, dependiendo de las circunstancias, pero en cualquier caso resultaba una imagen terrible que el imperio utilizaba como medio de escarmiento y advertencia: en el siglo I a.C., tras aplastar la revuelta de esclavos liderada por Espartaco, unos 6.000 prisioneros fueron crucificados a lo largo de la Vía Apia. Por todo ello, la cruz despertaba en el mundo antiguo un horror particularmente intenso.

Sin embargo, a partir del siglo V d.C., lo que había sido el símbolo de la tortura más arroz, se difunde ampliamente como símbolo del cristianismo. ¿Qué es, por tanto, la cruz?

Lo que era un instrumento de tortura empieza a ser visto y venerado, en el ámbito cristiano, como signo de salvación, en la medida en que la propia muerte de Cristo se interpreta como misterio salvador.

Con el paso del tiempo, en la cultura popular se ha utilizado este término para referirse a todo aquello percibido como dolor, molestia o simple incomodidad. De ahí que fuera común la expresión “¡qué cruz!” para aludir a cualquier circunstancia desagradable, desde una enfermedad hasta una relación conflictiva.

Sin embargo, si se quiere hablar con propiedad, lacruz” no es cualquier dolor, sino aquel que es consecuencia de la fidelidad asumida o de la entrega a los otros. Tanto la persona que quiere ser fiel a sí misma como aquella que hace una opción comprometida a favor de los demás, sobre todo de los más vulnerables, sabe que, antes o después, el dolor hará acto de presencia. Esto fue lo que le ocurrió a Jesús y esto es lo que sucede a toda persona fiel y entregada.

“Cargar con la cruz” -por retomar la expresión evangélica- significa asumir, de manera lúcida, las consecuencias dolorosas de una opción de vida marcada por la fidelidad y la entrega.

Tal actitud es posible en la medida en que la persona avanza en la desidentificación del propio ego. Así, mientras este rehúye la cruz, la persona que crece en comprensión la asume de modo consciente. Hasta el punto de que, leída en clave simbólica o espiritual, la cruz puede entenderse como símbolo de la “muerte” al  (a la identificación con el) propio ego, que queda clavado -definitivamente entregado- en ella.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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¿La gente se pegunta hoy por Cristo?

Domingo, 15 de septiembre de 2024
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4a704a0f07f8c60c4d8f1dfb362f3f6eIMG_7406Del blog de Tomás Muro, La Verdad es libre:

01.- ¿Quién es este? 

        La pregunta acerca de quién era Jesús es constante en el NT y también en la historia, al menos hasta ahora,  porque  Jesús ni fue, ni es alguien banal e insignificante. De ahí que provocara y suscite, polémicas, adhesiones y contradicciones. ¿Quién dice la gente que soy yo?

    La ejecución de Juan Bautista por capricho de Herodes les debió haber causado un fuerte impacto. Juan Bautista  no era un saltimbanqui o arrivista de los aledaños del templo, no era un hombre convencional, no se casaba ni con Herodes ni con  Pilatos, ni con el Templo.

        ¿Jesús sería otro Juan Bautista? ¿Quizás un profeta, un nuevo Elías: hombres recios, que se alzaban con voz profunda para criticar las injusticias o animar al pueblo en sus tristezas?

    Las respuestas respecto de Jesús ni fueron ni son uniformes, sino más bien muy diferentes.

     Hoy en día también hay respuestas dispares: ¿Qué Jesús late tras la Teología de la Liberación o tras los movimientos ultraconservadores?

        Podemos preguntarnos, ¿quién es Cristo para mí? ¿Un personaje acomodaticio que no supone ninguna renuncia a mis pequeñas ambiciones e intereses? ¿Qué me supone ser cristiano y en qué afecta a mi vida, al ambiente en que vivo: familia, sociedad? ¿Cambiaría mi vida si no creyera en Cristo?

02.- La sedación de las preguntas

        Tal vez la cuestión hoy en día en nuestra sociedad no es ya ¿quién es JesuCristo? o  ¿Qué tipo de cristianismo (de Iglesia) vivimos?

    Posiblemente gran parte de la población no se pregunta por Cristo (¿ni por nada transcendente?).

        Incluso hoy en día hay una corriente –no digo de pensamiento, porque piensan poco o nada- que niega la existencia de Jesús. Jesús no existió (¡).

Decir que no creo, no tengo fe en Cristo, es razonable, pero decir que Jesús no existió, es necio.  Yo no creo en Marx, pero Marx existió en el siglo XIX.

        Quiero decir que en nuestro tiempo, al menos en nuestro contexto socio-cultural, la pregunta por Cristo ha sido dinamitada, eliminada. Basta darse un paseo por las aulas escolares-universitarias. El pasado viernes, día 6 de septiembre, comenzaba el curso escolar. Nadie les hablará a los alumnos de JesuCristo: missing.

        Los criterios que predominan en el estilo de vida que llevamos, la ansiedad en la que estamos sumidos no permite que afloren las grandes cuestiones. Si brotan las grandes preguntas es en los momentos límite de la vida: enfermedad, depresiones, fracasos, sufrimientos, muerte, es decir, cuando es tarde y los problemas surgen patológicamente y “casi todo” termina en el testamento vital y en si es legítima la eutanasia.

        Pero eliminar las grandes preguntas de la vida no es humanizar.

     Se trata de dar una respuesta a las grandes cuestiones de la existencia, al menos intentarlo. No es sano (salud) dejar el sentido de la vida para la consulta con el psiquiatra. Habrá que intentar fundamentar  antes la vida. No es del todo razonable dejar la moral y la ética en manos de los parlamentos, políticos y economistas. Tampoco es muy sensato organizar toda la vida desde el gimnasio y la macrobiótica.

         Sin embargo las grandes preguntas son consideradas como cuestiones religiosas y, por lo tanto, de poco interés. Quizás por eso las eliminamos (¿).

        Me parece que hoy en día humanizar y evangelizar significan: despertar, Effetá ¡Abre los oídos, la cabeza! (que escuchábamos el pasado domingo) , espabilar, pensar.

03.- Jesús es el Mesías.

      La respuesta de Pedro a la pregunta de ¿quién es Jesús? es muy entusiasta, como el mismo Pedro, siempre fogoso: ¡Tú eres el Mesías! Probablemente tras la respuesta de Pedro hay un contenido político. Tú eres nuestro libertador de la opresión romana… Era normal que Pedro contestase así en aquel momento sociopolítico de aquel pueblo.

        Por eso Jesús le corta inmediata y un poco violentamente: ¡Quítate de mi vista, Satanás!

        Y Jesús les hace conscientes a los discípulos de su mesianismo

       El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado, y resucitar a los tres días

        No es un mesianismo triunfal, grandioso, de masas. Es el mesianismo que intuyó el AT, Isaías (y que lo hemos escuchado hoy y lo evocamos en el Viernes santo:

        Ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.

        Una religión, una iglesia triunfalista y prepotente tiene poco que ver con Jesús Mesías, siervo de Yahvé.

        La humildad de tantos misioneros “perdidos” en los lugares más recónditos, el servicio de tantos voluntarios en las parroquias, la atención y acogida de los inmigrantes, la atención  a los ancianos, a los enfermos, el trabajo humilde y callado es el mesianismo de Jesús, la Iglesia de Jesús.

04.- ¿En qué Mesías creemos nosotros?

        Es cierto que hay personas muy cristianas entre nosotros. Hombres y mujeres nobles que siguen al Señor.

       No es menos cierto que también pulula en nuestra iglesia un gran sector de una ideología ultramontana.

       Pero también  circula un cristianismo más bien blando, edulcorado  y “con sabor a fresa” o cosa perecida, que tiene poco que ver con lo que hemos escuchado en el evangelio de hoy.

      En junio pasado fallecía el buen teólogo G. Lohfink [1] (1934-2024). En  su última publicación dejó escrito el siguiente comentario sobre el cristianismo que abunda en muchas personas y grupos cristianos:

        “Hoy se dicen como en un bucle frases como: ¡sé completamente tú mismo!, ¡Entra en armonía contigo mismo! ¡Hazte uno contigo mismo!, ¡Ten fe en ti mismo! ¡Escucha los sueños de tu corazón!, ¡Sé bueno contigo mismo!, ¡No te hagas daño!, ¡Afírmate incondicionalmente a ti mismo!, ¡Sé bueno contigo mismo!, ¡No te hagas daño!, ¡Perdónate por fin! ¡Toma las riendas de tu vida”.

        Es una literatura que preside algunos círculos actuales, catequesis, homilías, grupos, etc. Pero me da que es una literatura edificante cristiano-esotérica.

       Posiblemente sea una actitud “higiénica” desde el punto de vista psiquiátrico por aquello de la “autoestima”, pero no tiene mucho que ver con el seguimiento de Jesús:

      El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.

        Lejos de mí pensar que el cristianismo haya de ser masoquista, pero tampoco creo que el cristianismo sea el opio del pueblo, como decía Marx, ni tan siquiera el cristianismo es el “valium u orfidal” de siglo XXI.

        El que quiera ganar su vida, la perderá.

      Jesús no nos llama a amarnos a nosotros mismos, a cuidar nuestro ego, sino a dar y a entregar nuestra vida como Él la entregó.

       Buscarse siempre a sí mismo como un “narciso”, no lleva a la vida. La vida se tiene y se potencia en la creatividad, en el trabajo, la entrega, en el esfuerzo por los demás, en la generosidad: el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.

       La vida humana no es individual, es comunitaria. La comunidad integra y realiza a las personas individuales. La persona es persona en tanto en cuanto lo es con los demás. El ser humano no es un Robinson Crusoe aislado. Sin la comunidad las personas no viven, no se realizan, no logran la plenitud humana. El ser humano es por naturaleza un ser social y comunitario.

     La persona es una presencia abierta hacia las demás personas. Ser persona es relacionarse profundamente con los demás. Y ser cristiano es dar la vida por los demás. Existo en tanto en cuanto existo con y para los demás.

        Uno se posee en tanto que se da. Uno es persona y cristiano en tanto en cuanto es solidario y vive en una comunidad.

         El que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.

[1] G. Lohfink, Las palabras más importantes de Jesús, Estella, Ed Verbo Divino, 2024, 109.

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“Es indispensable entender quién es Jesús y en qué consiste su mesianismo”, por Consuelo Vélez

Domingo, 15 de septiembre de 2024
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IMG_7439De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del domingo XXIV del Tiempo Ordinario 15-09-2024

Jesús espera que sus discípulos, quiénes han compartido la vida con Él, hayan entendido quién es Él y el mesianismo que realiza, pero Pedro muestra que no acaban de entenderlo.

Jesús es un mesías crucificado y quien esté dispuesto a seguirlo, ha de correr su misma suerte

Este evangelio nos invita a entender quién es Jesús y en qué consiste su mesianismo

Revisemos nuestra comprensión de la persona de Jesús y busquemos seguirle en lo que Él es y no acomodándolo a nuestros intereses personales.

Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesárea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos:

 ¿Quién dicen los hombres que soy yo?

Ellos le dijeron:

– Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas.

Y él les preguntaba:

+Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?

Pedro le contesta:

– Tú eres el Cristo.

Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él.

Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente.

Tomándole aparte. Pedro, se puso a reprenderle.

Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole:

¡Quítate de mí vista, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.

Llamando a la gente, a la vez que, a sus discípulos, les dijo:

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. (Mc 8, 27-35)

El evangelio de Marcos comienza en el capítulo 1,1 diciendo: “comienzo del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios“. Esto es lo que se va a ir desarrollando a lo largo del evangelio y en el texto de hoy encontramos la primera confesión de fe sobre quién es este Jesús, dada por la boca de Pedro: Tu eres el Cristo, es decir, el Mesías, el Ungido. Con esta confesión de fe se cierra la primera parte del evangelio. En el capítulo 15,39, la confesión del centurión romano será la segunda confesión de fe sobre Jesús: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.

Previo a llegar a esta primera confesión de fe, Jesús interroga a los discípulos sobre quién dicen las gentes que es él. Las respuestas son generales: unos que Juan el Bautista, otros que Elías y otros que los profetas. Jesús sabe que su misión es entendida de varias formas, como se ha visto a lo largo del evangelio. Pero aquí viene la confrontación a los mismos discípulos. Jesús espera que ellos, ya que han compartido su vida con Él, verdaderamente hayan entendido quién es Él y cuál es la clase de mesianismo que viene a realizar. Pedro toma la palabra, pero su respuesta adelanta la incomprensión que el mismo Jesús sufrirá, no solo con los de fuera, sino entre los de dentro, entre los suyos. Aunque parece que Pedro conoce bien la respuesta: “Tu eres el Cristo”, razón por la que Jesús se anima a explicarles mejor qué tipo de mesianismo está realizando, pero rápidamente se da cuenta, que no lo han entendido. Y tanto no lo han entendido que Pedro comienza a reprenderlo por decir que sería reprobado por las instituciones religiosas de su tiempo, sería asesinado y, solo después, habría de resucitar.

Jesús es un mesías crucificado y quien esté dispuesto a seguirlo, ha de correr su misma suerte. Pero Pedro no parece estar dispuesto a ello. Por eso Jesús le llama Satanás, dándole las razones de tal nombre: Pedro, y seguramente la mayoría de los discípulos, están esperando un mesianismo de gloria, de triunfos, de aceptación, de acogida, de realización plena. No han comprendido que los valores del reino son contraculturales a los valores aceptados por la mayoría. Pedro necesita entender que seguir a Jesús es asumir su mismo camino, sus mismas opciones, su fidelidad incondicional al mensaje del reino, su disposición para afrontar lo que venga en aras de permanecer fiel al mensaje que se anuncia.

Este texto sigue vigente en nuestra comprensión de Jesucristo. O lo hemos convertido en un Dios al que le pedimos bendiciones y nuestras oraciones se limitan a pedir y demandar; o lo hemos convertido en un Dios del culto, como lo dijimos la semana pasada, al que solo le interesa el rito, la norma, el mandato; o lo hemos convertido en un Dios a nuestra medida que justifica nuestros estilos de vida. Así,  sucesivamente, podríamos describir tantas y tan variadas deformacionesde la persona de Jesús.

Una vez más como Jesús lo hizo con los discípulos, este evangelio nos invita a entender quién es Jesús y en qué consiste su mesianismo. Él ha venido para mostrarnos los valores del reino que son justicia, igualdad, fraternidad/sororidad, servicio, transformación. Quien se dispone a vivir estos valores, sabe que no está exento de sufrir la misma suerte del maestro. Pero en eso consiste el seguimiento. Revisemos, entonces, nuestra comprensión de la persona de Jesús y busquemos seguirle en lo que Él es y no acomodándolo a nuestros intereses personales.

(foto tomada: http://blog.pucp.edu.pe/blog/victornomberto/2021/09/12/quien-dice-la-gente-que-soy-yo/)

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Por qué una cura no es todo lo que deseo

Lunes, 9 de septiembre de 2024
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IMG_7341La reflexión de hoy es de la colaboradora invitada Lily (ellos/él/ella), estudiante de doctorado en una gran universidad pública del Medio Oeste, donde investigan instituciones internacionales y estudios queer. Tienen experiencia en organización interreligiosa y educación en justicia social, y les apasiona facilitar el diálogo sobre cómo los jóvenes de fe pueden participar en movimientos por la paz y la justicia social.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el vigésimo tercer domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

Recientemente, tuve la oportunidad de leer el libro de Amy Kenny My Body Is Not A Prayer Request: Disability Justice In The Church, y me sorprendió la afirmación de Kenny de que la Iglesia se está perdiendo el testimonio profético y la bendición de (las personas discapacitadas y por tanto) discapacidad. Entre una serie de otros puntos bellamente aclarados, Kenny establece una distinción importante que creo que los católicos de todo el mundo deben tener en cuenta al enfrentar la liturgia de hoy; la diferencia entre curar y sanar.

Como explica Kenny, la curación es un proceso rápido, individual y físico con el único propósito de eliminar la enfermedad o la discapacidad. Es lo que nosotros, en la sociedad occidental, buscamos a menudo cuando visitamos el consultorio de un médico, con la esperanza de encontrar una manera de solucionar cualquier síntoma que estemos experimentando. La curación, por otro lado, es un proceso mucho más rico, profundo, lento, complicado y complejo de restaurar el bienestar comunitario. Implica restaurar la interdependencia, el bienestar espiritual y las relaciones interpersonales y, a menudo, puede tener lugar incluso sin la eliminación de la enfermedad o la discapacidad.

Como católica queer que también vive con enfermedades crónicas, estoy bastante familiarizada tanto con la búsqueda de la curación como con la búsqueda de una cura. Hoy espero compartir con ustedes cómo veo que mi fe encaja en ambas actividades, con la esperanza de que puedan sacar de mi reflexión al menos una idea que complica su comprensión de la relación entre las personas discapacitadas y con enfermedades crónicas. tener con la Iglesia.

No todas las personas con enfermedades crónicas buscan una cura, pero resulta que yo sí. Con frecuencia estoy saltando de un consultorio médico a otro, con la esperanza de encontrar el medicamento/suplemento/régimen de terapia que me quite el dolor y la fatiga con los que he vivido durante casi tres años. Muy a menudo, sentado en una sala de espera, me encuentro rezando por una cura, rezando para que este nuevo médico sea quien tenga la clave para que yo pueda vivir la vida de una persona de 23 años “sana”. viejo (lo que sea que eso signifique); que mañana podré despertarme sin cansancio ni dolor.

Sin embargo, en ese momento de oración, con frecuencia elijo ignorar un par de hechos inconvenientes: incluso si encontrara una cura y me despertara sano y salvo mañana, seguiría cargando conmigo el dolor de todo el tiempo que aparentemente perdí mientras estar enfermo, la ira por no haber encontrado la cura más rápido, el peso de todas las relaciones y oportunidades que se me escaparon por todas esas veces que no podía levantarme de la cama o no podía subir un tramo de escaleras. y mucho más. Ni siquiera los mejores médicos pueden hacer que desaparezcan.

Si bien, por un lado, desearía nunca haber desarrollado esta enfermedad crónica, también soy muy consciente de cómo me ha unido a algunos increíbles activistas por la justicia de las personas con discapacidad y me ha mostrado cómo ser solidario con algunos de los ahora marginado del pueblo de Dios, dejó claro cómo mi liberación está entrelazada con la de muchos otros grupos, y me expuso la forma en que la Iglesia no es capaz de cuidar de un montón de comunidades. Entonces (aunque a veces a regañadientes) acepto que este dolor aparentemente sin sentido es de alguna manera parte del plan de Dios para mi vida.

En ausencia de una cura para mi sufrimiento (o incluso si existe), ¿cómo puede ser entonces la curación, especialmente en el contexto de la Iglesia? La respuesta a esta pregunta es notablemente similar a la respuesta a otra pregunta a la que me enfrento con bastante frecuencia: en ausencia de mi capacidad para casarme con mi pareja en la Iglesia Católica, ¿cómo puede verse una afirmación de mi personalidad plena por parte de la Iglesia? ¿como?

Mientras todavía estoy pensando en mi respuesta completa a esta segunda pregunta, inmediatamente me vienen a la mente algunas sugerencias. La Iglesia puede brindar atención pastoral que sea sensible a las necesidades y experiencias de los católicos queer, centrándose en la comprensión, la compasión y el acompañamiento, reconociendo las luchas que enfrentamos. Puede afirmar públicamente la dignidad inherente de los católicos queer al hablar contra la discriminación, la violencia y el trato injusto basado en la orientación sexual o la identidad de género. Puede condenar oficialmente prácticas como la terapia de conversión, cuyo objetivo es cambiar la orientación sexual o la identidad de género de un individuo, reconociendo el daño que tales prácticas causan. Puede reevaluar su lenguaje respecto a cuestiones LGBTQ+, evitando términos o frases duras o excluyentes.

En la misma línea, la Iglesia puede apoyar la curación de personas discapacitadas y con enfermedades crónicas, para aquellos que desean y aún no han encontrado la curación, adoptando enfoques holísticos y comunitarios que enfaticen el bienestar espiritual, las prácticas inclusivas y las redes de apoyo. El trabajo debe comenzar primero abordando el capacitismo dentro de la iglesia, deshaciéndonos de cualquier complejo de salvador y promoviendo la accesibilidad no solo dentro de las liturgias sino también en toda la programación. La iglesia también debe hacer el trabajo de abogar por la justicia social y la accesibilidad para abordar los problemas sistémicos que enfrentan las personas discapacitadas o con enfermedades crónicas, reconociendo que las experiencias individuales de discapacidad están determinadas por otros aspectos de su identidad, como la raza, el género y la orientación sexual. y estatus socioeconómico. Lo más importante es que, mientras participa en este trabajo, la Iglesia debe seguir comprometida a priorizar las necesidades y deseos de las personas discapacitadas o con enfermedades crónicas, y comprometerse a rendir cuentas ante aquellos más afectados por los males del capacitismo.

Mientras tanto, a veces me encontrarás orando por una cura, pero casi siempre orando por sanación.

—Lirio, 8 de septiembre de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Vosotros también fuisteis emigrantes”, por Miguel Ángel Mesa.

Martes, 27 de agosto de 2024
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De su blog Otro mundo es posible:

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«Amaréis al emigrante, porque emigrantes fuisteis en Egipto»
(Dt 19,19).

En el libro del Levítico (19,33-34) dice Dios: «Cuando un emigrante se establezca con vosotros en vuestro país, no lo oprimiréis. Será para vosotros como el nativo: lo amarás como a ti mismo, porque emigrantes fuisteis en Egipto». Esta última frase también aparece en el libro del Éxodo (22,20). En el libro del Deuteronomio (10,18; 27,19) se dice: «Vuestro Dios ama al forastero, a quien da pan y cobijo… Maldito quien tuerza el derecho del forastero». Así podríamos continuar con más textos del Antiguo Testamento.

He querido comenzar con estos versículos para dar más fuerza a mi argumento.Los cristianos creemos que en el espíritu y, muchas veces, en la letra de los libros de la Biblia está presente una ética que proviene de la misma voluntad de Dios. Y el deseo de Dios es que, como hemos leído anteriormente, amemos, protejamos, defendamos, hagamos justicia, alimentemos y vistamos… al emigrante. Si prescindimos de la palabra de Dios, la misma ética y práctica fraternal puede servir para cualquier otro creyente o no creyente.

En nuestro mundo actual existen millones de emigrantes externos, hacia otros países e internos dentro del mismo país, por diversas causas: por hambre, por trabajo, por persecución política, por su tendencia sexual, por ser mujer, por guerras o diferentes conflictos.

Y, en lugar de abrir las fronteras ante tanta gente necesitada, las cerramos, levantamos muros, ponemos alambradas con cuchillas o electrificadas… El dinero se puede mover libremente en nombre de la libertad. En nombre de esa supuesta libertad se viola, se oculta en guetos, se deja morir en las aguas del Estrecho… a las personas emigrantes, que solo desean sobrevivir con dignidad y en paz.

Creemos que solo tienen derecho a vivir en un país los nacionales, quienes tienen el DNI y los papeles en regla. El Derecho Internacional dice que cualquier persona es libre de emigrar a cualquier país. Pero los derechos están para violarlos cuando no nos convienen. Por otra parte, ¿quién puede decir que su sangre es pura y pertenece a un estado? Cada país proviene de una gran mezcla de otros pueblos y razas que han ido pasando y viviendo en él durante cientos de años. Nadie se puede considerar puro, nuestros padres y abuelos han sido muy diversos.

La diversidad, la pluralidad, las culturas y religiones de los emigrantes no merman, sino que enriquecen a cada país y a las gentes que viven en él, cuando los acogen, integran y se dejan afectar por ellos y ellas, sintiendo que forman parte de la misma familia humana.

No está bien visto en nuestra sociedad defender a los emigrantes, pues los discursos, las leyes de inmigración y las actitudes contra los inmigrantes por parte de diversos partidos (en especial los de ultraderecha), medios de comunicación y en las redes sociales, invita a pensar a la población que vienen solo a quitar el trabajo a los nacionales, a delinquir, a disfrutar de nuestras conquistas sociales sin ofrecer nada a cambio… Solo mentiras, manipulación, bajeza humana.

Una de las cosas más enriquecedoras humanamente es el contacto de unas personas con otras. Cuando nos relacionamos, dialogamos, conocemos sus costumbres, su religión, su forma de vida, su pensamiento… crecemos en inteligencia, tolerancia, respeto, aceptación, humanidad.

«Felices quienes han comprendido que la pluralidad, las culturas, la diversidad les enriquece, les hace crecer como personas, como hermanos de una sola familia humana».

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad ,

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