Lectio divina desde la vida de laicos y laicas en el mundo.
Hay muchos tesoros en la vida monástica que tiene un mensaje para la vida de los laicos en el mundo. Uno de ellos es la Lectio Divina.
Muchos se preguntarán qué puede interesar esa lectura pausada de la Palabra que hacen los monjes y monjas en los scriptorium. Sentados cada uno en su mesa o pupitre, como maduros colegiales. En silencio van desgranando letra a letra el Mensaje que irá calando en el interior de la persona que se expone a una lectura orante que será alimento para el camino de la vida.
Los monjes necesitan ese alimento pero los laicos también. Adentrarse en la Lectura, Meditación, Oración y Contemplación de la Palabra de Dios es alimento nutritivo en la vida espiritual y tendrá su expresión en todos los momentos de nuestra vida.
Creo que hemos de felicitarnos pues parece que estamos en un tiempo de descubrimiento de la Lectio Divina que en otros tiempos era considerada casi en exclusiva para la vida monástica.
Si nos animamos a hacer que sea un espacio que se incorpore a nuestra vida con la misma naturalidad que cualquiera de los actos personales que realizamos en el día: comer, asearnos, dormir o respirar, en determinado momentos reconoceremos que es necesaria para la vida de los laicos también.
Dejar espacio en el ajetreado día de quienes vivimos en el mundo con tantas y tan diversas tareas, preocupaciones, ruido y poco tiempo para nada que no sea lo que está programado como obligatorio, es una compleja aventura que sólo saldrá adelante si el deseo de Dios es sencillo al tiempo que profundo.
Creo que es importante empezar escogiendo un tiempo y un espacio concretos. Esto no es que sea indispensable pero ayuda mucho a adquirir un hábito, al menos al principio.
¿Cuándo y dónde? Eso ya es cosa de cada uno, mirando su jornada y todo lo que ella trae habitualmente. Lo que es seguro es que lo importante es el primer paso, perseverar y un buen día darse cuenta de que se va haciendo camino.
Cuando vamos a pasar unos días en un monasterio vemos que el horario y los espacios propician el clima de oración, meditación, lectio, etc.; pero esto no pasa en el entorno de los laicos. Sin ánimo de copiar el modelo monástico, vemos que es necesario “hacerse un hueco” físico para adentrarse en la oración y la lectio.
Compartiré una experiencia de hace ya muchos años. Sentí profundamente la necesidad de tener un espacio de soledad, silencio… al menos un poco (tenía tres hijos pequeños), en donde poder sentarme y hacer oración. Elegí un rinconcito del dormitorio: puse un par de cojines, uno para sentarme y el otro de respaldo y una vela. Era fácil de poner y quitar según las necesidades de la habitación, pero se convirtió en “mi sitio orante”.
Entendí enseguida que era importante que no sólo yo tuviera claro de qué se trataba mi espacio y mi tiempo con los dos cojines y la vela, habría de ser paciente y esperar que mi entorno familiar lo integrara con normalidad. Tantas veces, nada más sentarme, aparecía una cabecita por la puerta diciendo: “Mamá, puedes venir un momento”. Yo preguntaba: “¿Es muy urgente o puedes esperar diez minutos?”… “¡Vale, me espero!”.
Oración, silencio, soledad, lectio… en nuestra vida de laicos y laicas en el mundo, es alimento nutritivo para quien busca a Dios.
Como decía Guido, el cartujo, en el siglo XII: “Buscad leyendo, y encontraréis meditando; llamad, orando, y se os abrirá por la contemplación”.
Os recomiendo un pequeño libro titulado “Orar con la Lectio Divina- El beso de Dios a su pueblo creyente” del abad cisterciense Bernardo Olivera (ocso), Ed. EDIBESA. Es de lectura sencilla y muy práctica.
Publicado en la revista SEGÚN TU PALABRA – Guía para practicar lectio divina sencilla, Nº 110 (enero 2018), págs. 46-47
Mari Paz López Santos
Fuente Fe Adulta
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