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Bernard Fellay encubrió a varios sacerdotes lefebvrianos acusados de pederastia

Sábado, 8 de abril de 2017
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bp-fellay_medUna televisión sueca descubre una trama de ocultación de abusos en la Fraternidad

Un informe acusa a cuatro religiosos de abusar de 12 niños: tres de ellos siguen en el ministerio activo

“A los cuatro se les acusa de haber abusado a doce niños a lo largo de tres décadas, hechos que fueron posibles gracias a que la Fraternidad los movía entre Francia, Alemania, Australia, Irlanda, EEUU y Reino Unido “

(Cameron Doody).- La Fraternidad de San Pío X encubrió los abusos de menores cometidos por tres de sus sacerdotes y otro voluntario de la congregación. Y en un caso, al menos, con la colaboración de Doctrina de la Fe. Son los detalles explosivos de un reportaje emitido este miércoles en una televisión sueca, un día después de que el Papa Francisco autorizara a los sacerdotes lefebvrianos a confesar y a celebrar los matrimonios de sus feligreses.

Tal y como recoge Crux, las alegaciones aireadas en el programa Uppdrag Granskning (“Misión: Investigar“) involucran a tres curas que siguen en el ministerio activo en la Fraternidad y otro ex-seminarista condenada a cadena perpetua en EEUU por agresiones sexuales a menores. A los cuatro se les acusa de haber abusado a doce niños a lo largo de tres décadas, hechos que fueron posibles gracias a que la Fraternidad los movía entre Francia, Alemania, Australia, Irlanda, EEUU y Reino Unido.

Una presunta víctima de uno de estos sacerdotes habló con Crux y detalló no solo el encubrimiento de su caso que mandó la propia Fraternidad sino también la complicidad de Doctrina de la Fe.

sermon“Andre”, de 37 años, revela a la televisión sueca que sufrió abusos a manos del padre “P”. Seudónimos ambos que usa el programa, para proteger tanto la identidad de la víctima como la del cura, quien no ha sido condenado por ningún tribunal civil.

La primera prueba que aporta Andre del calvario que experimentó cuando intentó denunciar su caso a las autoridades lefebvrianas es una grabación secreta con Niklaus Pfluger, el primer asistente del actual superior general de la Congregación, el obispo Bernard Fellay y como tal el “número dos” de la Fraternidad.

En ese audio, se escucha a Pfluger reconocer que, aunque el padre P había sido hallado culpable de abusos sexuales en juicios internos, su sentencia -la prohibición de volver al ministerio activo- nunca había sido ejecutada.

“El error más grande de nuestra parte es… por qué no la implementamos”, dice Pfluger en la grabación. “Ese es precisamente el problema”, continúa, antes de señalar, como responsable de esta decisión, a Franz Schmidberger, el entonces superior general de la Fraternidad y actual rector de su seminario en Zaitzkofen, Alemania, quien habría “cambiado de parecer”.

Después de escuchar su caso, Schmidberger prometió a Andre que el padre P jamás volvería a trabajar con niños, pero durante la conversación grabada entre Andre y Pfluger se revela que éste habría descubierto que el superior de la Fraternidad, Bernard Fellay, continuaba permitiendo que el presunto pederasta organizara campamentos para niños, años después de haberle denunciado.

Esto ocurrió hace doce años. Paralelamente, como ha descubierto Uppdrag Granskning, Doctrina de la Fe fue informada del caso del padre P y dispuso que Fellay sometiera al padre P a un juicio canónico. Decisión que no sentó bien a Andre, como cuenta a Crux, ya que Fellay habría ocultado, o ignorado, las conclusiones a las que había llegado Schmidberger. “Para mí, no tiene sentido”, reconoce la víctima. “Dieron un mandato al obispo Fellay a juzgar a un hombre al que había encubierto”.

2015030626Aunque al final el juicio canónico al padre P le valió una sentencia de “penitencia y oración” en aislamiento en una casa de la Fraternidad en los alpes franceses, en Montgardin, el sacerdote se negó a acatarla, y a su vez se juntó a la llamada “Resistencia”, el ala cismática de la Fraternidad fundada por el controvertido ex-obispo de la Fraternidad Richard Williamson. No obstante esa huida del padre P, el programa sueco obtuvo fotos que demuestran su participación en las ordenaciones llevadas a cabo por la Fraternidad en Écône, Suiza, en 2015.

En el caso del segundo sacerdote lefebvriano, el padre “M”, sobre cuyos presuntos crímenes arroja luz la televisión sueca, se remontan a sus tiempos en Australia, país en el que la Fraternidad acabó reconciendo que había participado en “conducto inmaduro” con niños.

Posteriormente, sin embargo, M fue trasladado a Alemania y luego a Irlanda, desde donde una madre de un niño a cargo de M denunció al programa televisivo que le habían advertido que la reubicación del cura había sido motivada por “haber abusado de niños”. Crux precisa que el padre M sigue actualmente en ministerio activo en París, pese a que la Fraternidad nunca ha explicado en qué ha quedado las alegaciones de “conducto inmaduro” contra él ni por qué tuvo que pasar dos años en aislamiento en Montgardin.

El tercer caso de encubrimientos que ha sacudido a la Fraternidad se refiere a un cura inglés, el padre “S”, que sigue celebrando misa en las parroquias de la “Resistencia” de Williamson en Irlanda y Inglaterra. Y eso pese a que fue hallado culpable en un juicio interno de la Fraternidad en 2006 por haber abusado de un niño en Mulhouse, Francia, e inhabilitado permanentemente para el ministerio.

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A la luz de todos estos casos, a Andre, la víctima del padre P -y en cierta medida también de Doctrina de la Fe- el acercamiento de los febvrianos a Roma no le sienta especialmente bien. En este dicasterio -del que depende la comisión encargada con las relaciones con la Fraternidad, la “Ecclesia Dei”– solo se ha encontrado con actitudes “irresponsable y hipócritas, en el sentido en que conocían bien todas estas historias”.

Las conocieran o no en el dicasterio del cardenal Müller, o hasta qué punto, el escándalo descubierto por Uppdrag Granskning revela una incógnita clave: la de que si el compromiso de “tolerancia cero” del Papa Francisco con los abusos del clero le va a quedar grande para la Fraternidad de San Pío X. Especialmente mientras siga sin aceptar la autoridad plena de la Iglesia de Roma.

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Guido Pozzo: la Fraternidad de San Pío X “ha aceptado” la proposición de una Prelatura Personal

Lunes, 15 de agosto de 2016
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La puntilla definitiva al Concilio Vaticano II… Si estos fanáticos integristas vuelven a la Iglesia Católica, está claro que otros tendrán que irse…

A costa de la relativización de algunos documentos del Vaticano II

La oferta de esta estructura canónica “es un gran voto de confianza hacia la FSSPX”

(Cameron Doody).- El superior de la cismática y ultraconservadora Fraternidad de San Pío X (FSSPX), Bernard Fellay, “ha aceptado” la oferta del Vaticano de que este grupo se reconcilie con la Iglesia de Roma bajo la figura de una Prelatura Personal, si bien, para que dicha proposición se haga efectiva, “hay todavía detalles que aclarar”.

Esto es lo que ha revelado esta semana el encargado del Vaticano de las negociaciones con los lefebvrianos -el secretario de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei, monseñor Guido Pozzo-, quien además ha explicado que “el núcleo de la discusión” que aún está pendiente “es la cuestión de en qué medida los textos del Vaticano II están en continuidad con el Magisterio constante de la Iglesia”.

Como explicó el arzobispo Pozzo al periódico alemán Die Zeit, el grupo ultra aún tiene “dificultades” con la declaración Nostra Aetate, el decreto Unitatis Redintegratio y la declaración Dignitatis Humanae -documentos todos del Vaticano II- además de “cuestiones respecto a las relaciones del cristianismo con la modernidad”.

Con sus declaraciones, el prelado no revelaba ninguna novedad que no se supiera ya. Lo que sí causa cierto asombro, no obstante, es su afirmación de que los documentos con los que la Iglesia ha concretado su aggiornamento o “actualización” a las realidades del mundo moderno no contienen “dogmas o declaraciones definitivas”.

Al contrario. Según sostiene el arzobispo, la postura que los padres del Vaticano II adoptaron respecto a las relaciones de la Iglesia católica con las otras Iglesias, las otras religiones y el Estado son discutibles, y clarificables, respecto al “reconocimiento canónico” o “grado de aceptación” que requieren, tanto por parte de los miembros de la FSSPX como por la de los católicos que ya están en comunión con Roma.

Como muestra de este proyecto de relativización de la importancia del Concilio Vaticano II -que, en la versión del arzobispo Pozzo, habrá formado parte de las negociaciones de Roma con el grupo ultratradicionalista de la FSSPX- el prelado ha rechazado la interpretación que otorgue a la declaración Nostra Aetate cualquier importancia más allá de la de una colección de “normas prácticas y pastorales”.

Dicha declaración “no tiene ninguna autoridad dogmática, y como tal nadie puede exigir que uno la reconozca como dogmática”. Es más, “esta declaración solo puede entenderse a la luz de la tradición y del Magisterio continuo”, lo cual viene a decir que cualquier lectura de dicha declaración que sostenga que “hay un camino salvífico independiente de Cristo y su Iglesia … es totalmente infundada y tiene que ser rechazada“.

En la opinión del secretario de Ecclesia Dei, tal renuncia, en la Iglesia de hoy, a la doctrina de extra ecclesiam nulla salus“fuera de la Iglesia no hay salvación”– es fruto de un efímero “Espíritu del Concilio” que, además de haber causado mucha “confusión e inseguridad”, sería el culpable directo de que aún no haya unidad entre la Iglesia de Roma y la Fraternidad de San Pío X.

Este “espíritu” de apertura -al cual, cabe señalar, se deben las reformas de la Iglesia católica durante los últimos cincuenta años- no es, para el arzobispo Pozzo, nada más que un zeitgeist“el espíritu de la época”– que, además de haber instrumentalizado, deformado o recortado los mensajes del Concilio y de los papas, “no tiene nada que ver con la Tradición de la Iglesia”.

Y es en este sentido -en el giro necesario hacia que el Vaticano II se deje de interpretar como “un súper dogma pastoral, sino parte de la totalidad de la Tradición y el magisterio constante”- que las discusiones con los lefebvrianos, para Pozzo, están siendo especialmente fructíferas.

La otra faceta del diseño del arzobispo Pozzo para la posible reconciliación de la FSSPX con la Iglesia de Roma es, si cabe, aún más preocupante. El acercamiento a los lefebvrianos habrá pasado, por lo que el prelado ha revelado esta semana a Die Zeit, por una redefinición de los que son “realmente los requisitos esenciales para ser católico”, y eso desde una hermenéutica del “fondo decisivo de la Tradición continua”.

“Nosotros estamos de acuerdo con la Fraternidad”, dice el monseñor Pozzo, “en el principio de que el concilio [Vaticano II] sólo puede ser comprendido con exactitud en el contexto de la totalidad de la Tradición y del Magisterio perenne”. Pero es discutible que las reformas del Vaticano II hacia el diálogo con, y aprecio de, las otras religiones, las otras Iglesias y las sociedades ideológicamente plurales deban ser consideradas como “innovaciones” a la “fe auténtica”, o como “adaptaciones” al espíritu de los tiempos -y por tanto, y según el arzobispo Pozzo, inadmisibles bajo la “hermenéutica de continuidad”- o como un desarrollo natural del depositum fidei.

Pozzo cita al Secretario del Concilio, el cardenal Pericle Felici, y al entonces Secretario del Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el arzobispo Johannes Willebrands, en el intento de rebajar la importancia de Nostra Aetate y los otros documentos “pastorales”y no dogmáticos“- del Concilio.

“Cuando el Papa [Francisco] me nombró de nuevo como Secretario de la Comisión Ecclesia Dei”, también revela Pozzo al semanario alemán, “me instó a dialogar con paciencia, determinación y sin prisa”. De ahí los criterios impuestos por el pontífice -junto con las “relaciones personales” necesarias “para crear un clima de confianza”, y la involucración “en la evangelización y el trabajo caritativo”– por los que habrá que evaluar cualquier futuro acuerdo definitivo con la FSSPX.

“El estilo y la disposición concreta de Francisco ayudan a lograr la unidad entre las personas no sólo para pensar, sino también para aprender”, afirma el arzobispo Pozzo. Es esta insistencia del Papa Bergoglio en la pastoral, la misericordia y la transformación a través del encuentro el que será el único criterio para juzgar hasta qué punto la discusión con los lefebvrianos ha sido “enriquecedora para toda la Iglesia”, como Pozzo pretende que sea.

Fuente Religión Digital

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Francisco podría conceder una Prelatura Personal o un Ordinariato a los lefebvrianos

Miércoles, 4 de mayo de 2016
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fellay1_560x280El Papa impondría tres requisitos previos genéricos a la Fraternidad San Pío X

Fellay, que se reunió con Bergoglio hace semanas, dijo que “Amoris Laetitia nos hace llorar”

En una decisión que si se concreta causará desconcierto y críticas en el mundo católico, el Papa Francisco estaría por ofrecer a los ex cismáticos tradicionalistas del arzobispo francés Marcel Lefebvre, fallecido en 1991, un estatuto canónico regular dentro de la Iglesia.

Según información coincidente de fuentes periodísticas internacionales y de la misma Fraternidad San Pío X, con base en Econe, Suiza, que Lefebvre fundó en 1970, el pontífice argentino impondría tres requisitos previos genéricos, que a los ultramontanos no crean problemas doctrinarios, para acogerlos en “una estructura eclesiástica apropiada”, como reclaman los tradicionalistas. Esa estructura sería una prelatura personal, como el Opus Dei, o un ordinariato, como el que rige para los anglicanos tradicionalistas que abandonaron la Iglesia de Inglaterra cuando ésta aceptó la ordenación sacerdotal de mujeres.

A diferencia de los papas anteriores (Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI), que exigieron a la comunidad lefebvriana como paso previo a cualquier negociación que aceptaran los documentos del Concilio Vaticano II, el magisterio de los últimos pontífices y la histórica reforma de la misa en el posconcilio, Jorge Bergoglio abandonaría esta posición y, afirmando su línea de una Iglesia inclusiva, aceptaría que estos temas fundamentales sean objeto “de discusión y aclaraciones” posteriores. Esto lo dijo monseñor Guido Pozzo, secretario de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, responsable de los coloquios doctrinales con la Fraternidad San Pío X.

Monseñor Pozzo en los últimos años ha proseguido los contactos con los ultraconservadores lefebvrianos y afirmó que “se ha llegado a una importante elucidación: el Concilio Vaticano II puede ser adecuadamente comprendido solo en el contexto de la plena tradición de la Iglesia y su contante magisterio”. Una conclusión más bien abstracta.

Entre los lefebvrianos circula un documento desde el 19 de febrero que tras enumerar los avances logrados, la vocación de mantener bien altas las banderas de la tradición católica y las enseñanzas de monseñor Lefebvre, afirma que “ha llegado el tiempo para normalizar la situación de la sociedad” con Roma.

En el documento se señala que la iglesia “sigue sangrando por mil heridas”, lo que representa un aviso de que “no nos callaremos“.

A principios de este mes, el sucesor de Marcel Lefebvre al frente de la comunidad de Econe, el también monseñor francés Bernard Fellay, se encontró en el Vaticano con Francisco. Unos días después Fellay dijo que el coloquio “sirvió para saldar las relaciones entre la fraternidad y la Sede Apostólica”. “Fue una alegría”, agregó el líder de los lefebvrianos.

En cuanto a la exhortación apostólica “Alegría del Amor“, que el papa firmó como la conclusión del doble sínodo de la familia, Fellay dijo que “nos hace llorar”, un comentario tajante para poner distancia con las posiciones de Bergoglio.

El Papa argentino dio un paso importante para esta reconciliación, que muchos consideran prácticamente imposible, con una decisión espectacular: las confesiones que los fieles hagan ante un sacerdote lefebvriano son totalmente válidas. Jorge Bergoglio lo justificó en el ámbito del año jubilar de la misericordia, que concluirá el 8 de noviembre.

Según monseñor Fellay, el Papa Francisco es “inclasificable y aunque para los lefebvrianos muchas decisiones del actual pontífice son “horribles”, el sucesor de monseñor Lefebvre recordó que cuando Bergoglio era el cardenal de Buenos Aires ayudó a la comunidad, que tenía dificultades con los permisos de estadía. En la Argentina está una de las comunidades más importantes de los lefebvrianos y Bergoglio cree que la reconciliación es posible porque “todos somos católicos.

Lefebvre fue suspendido “a divinis” por Pablo VI después que ordenó sacerdotes sin permiso de Roma. En 1988, tras duras y casi desesperadas negociaciones, Juan Pablo II fulminó con la excomunión a Lefebvre y otro obispo brasileño que consagraron a cuatro episcopales, también excomulgados, de la comunidad. Entre ellos estaban Fellay, el actual líder, y el londinense Richard Williamson.

En enero de 2009, el papa Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, que había luchado tanto para evitar el cisma lefebvriano, levantó la excomunión a los cuatro obispos consagrados por Lefebvre.

Esta decisión causó el estallido de un escándalo de tan vastas proporciones que puede considerárselo como una de las causas que llevaron a Ratzinger, en febrero de 2013, a una histórica renuncia como Papa Benedicto XVI, que cambió para siempre el perfil del pontificado.

Williamson era director del seminario lefebvriano de La Reja, un suburbio de Buenos Aires. El gobierno de Cristina Fernández lo expulsó del país después que Williamson reiteró ante la televisión pública sueca su convicción pronazi de que “ningún judío murió en las cámaras de gas” de los campos de exterminio de Hitler.

Extremista entre los extremistas, monseñor Williamson pasó de excomulgado a suspendido “a divinis” por la decisión de Benedicto XVI, pero entabló una dura controversia con la comunidad lefebvriana, oponiéndose a cualquier negociación para volver a la comunión con el Papa de Roma. Finalmente fue expulsado con gran alivio por la Fraternidad de San Pío X, quitando así un escollo formidable a las largas negociaciones con el Vaticano.

En marzo del año pasado, Williamson recuperó la condición de excomulgado, por segunda vez, cuando en un monasterio benedictino cerca de Río de Janeiro consagró obispo al padre Jean-Michel Faure, que como él se oponía a cualquier arreglo con el Vaticano. Faure, también excomulgado, se había alejado voluntariamente de la comunidad lefebvriana.

(Valores/Clarin)

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Los lefebvrianos, contra el Sínodo y el Papa: La homosexualidad contradice el derecho divino natural y por lo tanto constituye un pecado”

Lunes, 2 de noviembre de 2015
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lundi09Sólo les falta decir que nos apedreen… De todas formas, tampoco se alejan tanto de las conclusiones del documento final del Sínodo de la Familia en el que, tras un refrito del Catecismo, califican la Homosexualidad de pecado, “Tendencia” en vez de “orientación”, afirman que “No existe algún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el diseño de Dios sobre el matrimonio y la familia“… eso sí, respetándonos mucho, mucho, pero que mucho… ¡Cuánto fariseísmo!

Como decíamos al dar noticia de las conclusiones: Duras afirmaciones que demuestran que, definitivamente, esta Iglesia no es casa de acogida…

“Lamentables ambigüedades y omisiones”

“Rezamos por el Papa, y estaremos vigilantes”

“La homosexualidad contradice el derecho divino natural.

Las uniones realizadas fuera del matrimonio, de concubinato, de adulterio e incluso homosexuales, son un desorden contrario a las exigencias de la ley divina natural y por lo tanto constituyen un pecado.

No puede reconocerse en ellas parte alguna de bondad moral, ni siquiera disminuida.”

(Bernard Fellay, superior de la Fraternidad San Pío X).- La Relación final de la segunda sesión del Sínodo de la familia, publicada el 24 de octubre de 2015, lejos de manifestar un consenso de los padres sinodales, constituye la expresión de un compromiso entre posturas profundamente divergentes.

En ella se puede ver que se recuerdan ciertos puntos doctrinales sobre el matrimonio y la familia católica, pero también se notan lamentables ambigüedades y omisiones, y sobre todo brechas abiertas en la disciplina en nombre de una misericordia pastoral relativista. La impresión general que se desprende de este texto es la de una confusión que no dejará de ser explotada en un sentido contrario a la enseñanza constante de la Iglesia.

Por esta razón, nos parece necesario reafirmar la verdad recibida de Cristo sobre la función del Papa y de los obispos (1) y sobre la familia y el matrimonio (2), cosa que hacemos en el mismo espíritu que nos llevó a dirigir al Papa Francisco una súplica antes de la segunda sesión de este Sínodo.

1 – La función del Papa y de los obispos[1]

Como hijos de la Iglesia Católica, creemos que el obispo de Roma, sucesor de San Pedro, es el Vicario de Cristo, al mismo tiempo que es la cabeza visible de toda la Iglesia. Su poder es en sentido propio una jurisdicción a la que, tanto los pastores como los fieles de las Iglesias particulares, cada uno de ellos por separado o todos ellos reunidos, incluso en concilio, en sínodo o en conferencias episcopales, quedan obligados por un deber de subordinación jerárquica y de verdadera obediencia.

Dios ha dispuesto así las cosas para que, manteniendo con el obispo de Roma la comunión y la profesión de una misma fe, la Iglesia de Cristo no sea sino un solo rebaño bajo un solo pastor. La Santa Iglesia de Dios ha sido divinamente constituida como una sociedad jerárquica en la que la autoridad que gobierna a los fieles viene de Dios, a través del Papa y de los obispos que le están sometidos. [2]

Cuando el Magisterio pontificio supremo ha dado la expresión auténtica de la verdad revelada, tanto en materia dogmática como en materia disciplinar, no les corresponde a los organismos eclesiásticos con autoridad de rango inferior -como las conferencias episcopales- introducir modificaciones en él.

El sentido de los sagrados dogmas que ha de conservarse a perpetuidad es el que el magisterio del Papa y los obispos han enseñado de una vez por todas y del que nadie puede jamás separarse. Por consiguiente, la pastoral de la Iglesia cuando ejerce la misericordia ha de comenzar remediando la miseria de la ignorancia al dar a las almas la verdad que las salva.

En la jerarquía instituida así por Dios, en materia de fe y de magisterio, las verdades reveladas han sido confiadas como un depósito divino a los Apóstoles y a sus sucesores, el Papa y los obispos, para que lo guarden fielmente y lo enseñen con autoridad. Este depósito está contenido, como en sus fuentes, en los libros de la Sagrada Escritura y en las tradiciones no escritas que, recibidas por los Apóstoles de boca del propio Cristo o transmitidas como de mano en mano por los Apóstoles por dictado del Espíritu Santo, han llegado hasta nosotros.

Cuando la Iglesia docente declara el sentido de estas verdades contenidas en la Escritura y la Tradición, lo impone con autoridad a los fieles para que lo crean como revelado por Dios. Es erróneo decir que al Papa y a los obispos corresponde ratificar lo que les sugiere el sensus fidei o la experiencia común del Pueblo de Dios.

Como ya habíamos escrito en nuestra Súplica al Santo Padre: «Nuestra inquietud brota de la condenación que San Pío X hizo, en su encíclica Pascendi, de la acomodación del dogma a pretendidas exigencias contemporáneas. Pío X y vos, habéis recibido la plenitud del poder de enseñar, de santificar y de gobernar en la obediencia a Cristo, que es el Jefe y el Pastor del rebaño en todo tiempo y en todo lugar, y de quien el Papa debe ser el fiel vicario sobre esta tierra. Lo que ha sido objeto de una condenación dogmática no puede convertirse, con el tiempo, en una práctica pastoral autorizada».

Esto es lo que llevó a Mons. Marcel Lefebvre a escribir en su Declaración del 21 de noviembre de 1974: «Ninguna autoridad, ni siquiera la más alta en la jerarquía, puede obligarnos a abandonar o a disminuir nuestra fe católica, claramente expresada y profesada por el magisterio de la Iglesia desde hace diecinueve siglos. «Si ocurriese -dice san Pablo- que yo mismo o un Ángel bajado del cielo os enseñase otra cosa distinta a lo que yo os he enseñado, sea anatema». [3]

2 – El matrimonio y la familia católica

Acerca del matrimonio, Dios ha provisto al crecimiento del género humano instituyendo el matrimonio, que es la unión estable y perpetua de un hombre y de una mujer [4]. El matrimonio de los bautizados es un sacramento, ya que Cristo lo elevó a esta dignidad; por lo tanto, el matrimonio y la familia son de institución divina y natural.

El fin primario del matrimonio es la procreación y la educación de los hijos, que ninguna voluntad humana podría excluir realizando actos que le son opuestos. El fin secundario del matrimonio es la ayuda mutua que se dan los cónyuges, así como el remedio de la concupiscencia.

Cristo estableció que la unidad del matrimonio sería definitiva, tanto para los cristianos como para todos los hombres. Esta unidad goza de tal indisolubilidad que no puede romperse nunca, ni por la voluntad de ambas partes ni por ninguna autoridad humana: «lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre».[5] En el caso del matrimonio sacramental entre bautizados, la unidad e indisolubilidad se explican, además, por el hecho de ser el signo de la unión de Cristo con su esposa.

Todo lo que los hombres puedan decretar o hacer contra la unidad e indisolubilidad del matrimonio no corresponde ni a lo que exige la naturaleza ni al bien de la sociedad humana. Además, los fieles católicos tienen el deber grave de no unirse únicamente por el vínculo del matrimonio civil, sin tener en cuenta el matrimonio religioso prescrito por la Iglesia.

La recepción de la eucaristía (o comunión sacramental) requiere el estado de gracia santificante y la unión con Cristo mediante la caridad; la comunión aumenta esta caridad y significa al propio tiempo el amor de Cristo por la Iglesia, que le está unida como Esposa única. Por consiguiente, las personas que deliberadamente viven juntas en una unión de concubinato o incluso adúltera van contra las leyes de Dios y de la Iglesia, porque dan el mal ejemplo de una falta de justicia y de caridad, no pueden ser admitidas a la comunión eucarística y son consideradas como pecadores públicos: «El que se casa con la repudiada por el marido, comete adulterio». [6]

Para recibir la absolución de los pecados en el ámbito del sacramento de la penitencia, se requiere tener el firme propósito de no pecar más y, consiguientemente, los que se niegan a poner término a su situación irregular no pueden recibir una absolución válida.[7]

En conformidad con la ley natural, el hombre no tiene derecho a usar su sexualidad sino en el matrimonio legítimo y respetando las leyes fijadas por la moral. Por lo tanto, la homosexualidad contradice el derecho divino natural. Las uniones realizadas fuera del matrimonio, de concubinato, de adulterio e incluso homosexuales, son un desorden contrario a las exigencias de la ley divina natural y por lo tanto constituyen un pecado. No puede reconocerse en ellas parte alguna de bondad moral, ni siquiera disminuida.

Ante los errores actuales y las legislaciones civiles contra la santidad del matrimonio y la pureza de las costumbres, la ley natural no admite excepciones, pues Dios, en su sabiduría infinita, al darnos su ley ha previsto todos los casos y circunstancias, a diferencia de los legisladores humanos. Por ello no puede admitirse una moral denominada de situación, que se propone adaptar las reglas de conducta dictadas por la ley natural a las diferentes culturas. La solución de los problemas de orden moral no ha de someterse tan sólo a la conciencia de los esposos o de los pastores, y la ley natural se impone a la conciencia como regla del obrar.

La solicitud del Buen Samaritano con el pecador se manifiesta por medio de la misericordia que no transige con su pecado, lo mismo que el médico que quiere ayudar eficazmente a un enfermo a recuperar la salud no transige con su enfermedad, sino que le ayuda a deshacerse de ella. Es imposible liberarse de la ley evangélica en nombre de una pastoral subjetiva que, aunque recordara universalmente tal ley, la aboliría caso por caso. Nadie puede conceder a los obispos la facultad de suspender la ley de la indisolubilidad del matrimonio ad casum sin exponerse a que se vuelva sosa la doctrina del Evangelio y quede troceada la autoridad de la Iglesia. Pues, en esta perspectiva errónea, lo que se afirma doctrinalmente podría negarse pastoralmente, y lo que está prohibido de jure podría estar autorizado de facto.

En esta confusión extrema, le corresponde en adelante al Papa -conforme a su cargo y en los límites que le ha fijado Cristo- volver a expresar con claridad y firmeza la verdad católica quod semper, quod ubique, quod ab omnibus [8], e impedir que esta verdad universal sea práctica y localmente contradicha.

Siguiendo el consejo de Cristo: orate et vigilate, rezamos por el Papa: oremus pro pontifice nostro Francisco, y permanecemos vigilantes: non tradat eum in manus inimicorum ejus[9], para que Dios no lo entregue en manos de sus enemigos. Suplicamos a María, Madre de Iglesia, que le conceda las gracias que le permitan ser el fiel intendente de los tesoros de su divino Hijo.

Menzingen, 27 de octubre de 2015
+ Bernard FELLAY
Superior General de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X

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