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“La última Navidad de los cristianos de Nínive”, un reportaje de Plàcid Garcia-Planas

Martes, 6 de enero de 2015
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Una-joven-iraqui-caldeo-catoli_54422783211_51351706917_600_226Una joven iraquí caldeo-católica, después de cantar en una función navideña con el coro de la iglesia de San Elías de Irbil. Guillermo Cervera

Impresionante relato que hemos podido leer en La Vanguardia. Mientras el mundo calla,nuestros hermanos y hermanas cristianas de Irak sufren la persecución y la muerte… ¿Podemos permanecer impasibles?

Por primera vez en dos mil años no queda ni un cristiano en la llanura de Nínive

Plàcid Garcia-planas | Irbil (Iraq)

Enviado especial

El Estado Islámico se ha colado en el portal de Belén.

Por primera vez en dos mil años, nadie en la llanura de Nínive celebrará la Navidad. Por primera vez en dos mil años, no queda ni un cristiano.

Once poblaciones. Más de treinta mil familias. Era la mayor concentración de cristianos que quedaba en Iraq y desapareció el pasado verano. Las fuerzas kurdas que controlaban la llanura se largaron un día hacia el este, hacia Irbil, y los cristianos, aterrados, metieron lo que pudieron en sus coches y corrieron detrás. Llegaba el Estado Islámico.

maxresdefault“Lo último que nos han dinamitado, hace tres semanas, es el convento de las Hermanas del Sagrado Corazón de Mosul”, explica el padre Behnam Benoka.

Los cristianos de Nínive dan por terminados sus veinte siglos de existencia. Asirios todos, herederos de Mesopotamia: caldeo-católicos, sirio-católicos y sus variantes ortodoxas. Saben que no regresarán.

“Ya no tenemos a nadie con quien convivir. ¿Con quién podemos hacerlo? La historia del cristianismo en Nínive se ha cerrado”, dice el sacerdote.

Primero fueron los shabak, la minoría chií de la llanura. Con el apoyo del Gobierno chií de Bagdad presionaron a los cristianos para que empezaran a marcharse. Políticamente. Luego llegó el Estado Islámico. Crucificando.

“Suníes y chiíes tienen cada uno su parte de Iraq. Tienen dónde ir. Los cristianos y los yazidíes no tenemos nada”.

¿Y ahora qué? ¿Emigrar o resistir en el territorio kurdo que les acoge? En los años noventa, Iraq tenía casi un millón y medio de cristianos. Hoy quedan poco más de cien mil.

“La iglesia no quiere que nos vayamos”, dice Marln, un joven refugiado sirio católico de ojos azules. Los quiere en el Kurdistán, cerca de Nínive. Pero hay ganas de irse lejos, donde les dejen santiguarse en paz. Primero intentan marchar a Turquía, Jordania o Líbano, y desde ahí dar el salto a Europa, América o Australia. Vaciando de cristianos el Antiguo Testamento. Al menos dos mil familias han abandonado Iraq desde que el Ejército Islámico conquistó Nínive.

Marln malvive con varios cientos de refugiados en el Shlama Mall, un centro comercial a medio construir. Un esqueleto de cemento. La decoración navideña, plastificada y china, deprime todavía más la escena. Sólo el pesebre desprende calor, montado como lo hacían en Nínive: con frutas en el establo para que los enfermos las tomen y se curen.

Frente al esqueleto de cemento se levanta la catedral caldeo-católica de San José, con su torre y sus murallas, como una fortaleza acadia. Su arquitectura es inquietante. Como esperando el ataque final de un ejército de orcos y a punto de sucumbir.

Un poco más allá, una gran estatua de la Virgen marca la entrada de Ankawa, el barrio cristiano de Irbil: la Inmaculada Concepción a media hora en coche del Estado Islámico.

¿Los cristianos deben quedarse o irse de Iraq?

-Todos tenemos derecho a vivir -responde el padre Benoka después de un silencio-. Los asirios estamos en esta tierra desde antes de Cristo. Nuestra experiencia con los árabes musulmanes ha sido dolorosa. Siempre hemos sufrido persecuciones, cada vez más fuertes, y el Estado Islámico nos ha dado un golpe terminal. Nuestros jóvenes tienen derecho a buscar un futuro.

En el patio de otra iglesia caldeo-católica, un niño contempla el pesebre enfundado en un anorak del Barça. Como en el resto del mundo islámico, al escudo le falta la cruz de Sant Jordi. La paradoja llega hasta este punto: la escena -anorak, niño y pesebre- tiene lugar en la iglesia del santo al que le han borrado la cruz. La iglesia de Sant Jordi.

El gran jardín de San Elías, otra iglesia caldeo-católica, está a reventar de tiendas de refugiados. En un rincón del jardín, la estatua a tamaño natural de la Inmaculada Concepción sobre un estanque, entre dos cisnes: el estanque está seco y los cisnes, decapitados por el tiempo. Más escudos del Barça estampados sin la cruz de Sant Jordi. Veo un gorro con sólo el palo horizontal y una camiseta con sólo el vertical. Los dos palos nunca se cruzarán.

Dentro de San Elías, en un pesebre viviente, los refugiados se miran en el espejo de su fe: a la derecha del altar escenifican el nacimiento de Jesús en un establo; a la izquierda, el nacimiento de un niño en una tienda de oenegé. Las monjas dirigen el coro de niños y la obra se representa en lengua siriaca y en árabe: a Dios lo llaman Alá y las mujeres tienen los cabellos sueltos, largos.

Douglas¿Regresarán algún día a Nínive? -pregunto al padre Douglas Bazi, párroco de San Elías.

Sólo la gente mayor piensa en regresar. Los jóvenes, ni uno. Y sólo la gente mayor de los pueblos cristianos. No los de Mosul, porque a los cristianos de Mosul no los echó el Estado Islámico. Los echaron sus vecinos musulmanes.

-Pierden un paisaje de miles de años.

-No importa el paisaje. Importa la idea. La gente -responde-.

La idea. La gente. En Bagdad, al padre Bazi le lanzaron cinco morteros mientras celebraba misa. Más tarde le dinamitaron la iglesia. Otro día le pegaron un tiro en la pierna. Lo intentaron matar dos veces con bombas. Y finalmente lo secuestraron. Le rompieron los dientes con un martillo. También la nariz. Sus secuestradores eran chiíes radicales.

¿Habló con ellos de Dios?

-De día les hacía de consejero espiritual y de noche me pegaban palizas.

-¿Consejero espiritual?

-Me pedían consejo sobre sus problemas personales.

-¿Los mismos que luego lo apaleaban?

-A veces los mismos. A veces, otros.

Cientos de cristianos más se refugian en el encofrado del Ankawa Mall, otro gran centro comercial inacabado de cuatro plantas. La organización SOS Chrétiens d’Orient ha montado en la entrada un bar con café, té, galletas y juegos de mesa. Hay lonas de la Agencia de la ONU para los Refugiados. Carteles que recuerdan el hermanamiento de la diócesis de Lyon con la de Mosul, que ya no existe… Merci Marie. Propaganda de la Emirates Red Crescent y adolescentes en el bar jugando al dominó y golpeando la mesa de plástico al jugar con las piezas: es lo único que esta gente golpea.

Un niño juega a meterse en una gran caja como si fuera un ataúd y la cara de difunto que pone el crío, con la boca entreabierta, es sencillamente perfecta. Su padre le dice que deje de hacer el idiota y el niño se queda dando saltos por el ataúd.

En la entrada, un pesebre sin niño en la cuna: lo colocarán la noche de Navidad. El niño Jesús muriendo de consumismo en los centros comerciales de Occidente y naciendo en un mall en ruinas de Oriente.

En la iglesia sirio-católica de Santa Shmuni ensayan la misa del Gallo con un coro, un violín y un laúd. Cantan en siriaco, el dialecto arameo de estos cristianos de antes Cristo. Con una cadencia fuera del tiempo, como si la luz fuera más luz cuando se está apagando.

No se qué plan tienen para nosotros -dice el padre Benham Lallo, expresando un sentimiento muy arraigado entre los cristianos de Iraq: que alguien hace ya tiempo decidió qué hacer con ellos.

¿Quién?

-Los que cambian los mapas. Pero quizá Dios tiene un plan diferente al suyo.

Inshalah.

Los cristianos se van alejando de Nínive y siguen celebrando que Dios ha nacido como han hecho siempre: encendiendo hogueras. Lo hacen en Irbil y lo harán un día en Beirut y otro en Chicago o donde sea. Su diáspora es esto: aviones low cost disolviendo Mesopotamia. Irse bajo el cartel luminoso que en Irbil anuncia la película Éxodo.

Martin, estudiante del seminario caldeo católico, organiza una fiesta navideña para los niños en el esqueleto del Shlama Mall. Encajados en el cemento sin pulir, los críos refugiados bailan una conga masiva con el Jingle Bells a todo volumen y a ritmo disco.

Los padres y hermanos del seminarista dejaron hace tres años la llanura de Nínive y emigraron a California. Él tiene visado, puede irse al Golden State cuando quiera. Pero no quiere.

Nació en Karamlish, una ciudad que ya existía en tiempo de los sumerios. Tres mil años antes de Cristo. Es uno de los primeros asentamientos urbanos de la humanidad y el pasado agosto quedó vacío: prácticamente toda la población era cristiana.

No es fácil dejar una ciudad de cinco mil años de historia. ¿Qué les dice a los cristianos que quieren irse de Iraq para siempre?

-No les digo que se queden ni que se vayan. Es una decisión de cada uno. Una decisión interior.

Martin será ordenado sacerdote dentro de dos años y quiere que la ceremonia se celebre en Nínive, en el lugar donde nació. Está convencido de que para entonces el Estado Islámico ya no estará allí.

Me ordenaré en Karamlish. En la colina de Santa Bárbara. A sus pies hay una ermita -dice-.

La ermita fue construida sobre las ruinas de un zigurat levantado por los asirios. El zigurat era la morada de los dioses. En los inicios de nuestra era, Bárbara, hija del gobernador pagano, se convirtió al cristianismo y su padre la mandó matar en ese templo.

¿Y si el Estado Islámico ha dinamitado la ermita?

-He oído que desde Santa Bárbara recitan ahora el Corán. Pero eso no cambia nada. Porque quiero ser ordenado sacerdote en lo alto de la colina. A cielo abierto.

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