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El Vaticano “canoniza” a Romero, Angelelli y Posadas Ocampo.

Domingo, 2 de marzo de 2014
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romer_560x280Leemos en Religión Digital:

El cardenal Sandri pone como ejemplo de santidad a los tres obispos mártires

El Vaticano “canoniza” a Romero, Angelelli y Posadas Ocampo

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“Fueron víctimas por ser fieles a la opción preferencial por los pobres”

(J. Bastante).- Son los tres obispos mártires de Latinoamérica. En México, El Salvador y Argentina, víctimas de la dictadura y de la defensa del Evangelio de los pobres y para los pobres. Reivindicados por esta primavera de la Iglesia, Óscar Romero, Enrique Angelelli y Juan Jesús Posadas Ocampo acaban de ser reconocidos por la Pontificia Comisión Para América Latina como “víctimas por ser fieles a la opción preferencial por los pobres”.

Así lo asumió el cardenal Leonardo Sandri durante la Eucaristía que ha tenido lugar esta mañana en el Vaticano: “Quisiera conmemorar a tres pastores concretos,  desde luego sin anticiparme al juicio de la Iglesia y  sin dar a las palabras “martirio” y “mártir” una significación canónica y teológica y evitando cualquier interpretación política”.

ocampo-posadas-sigue-siendo-recordado-en-mexicoEl Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, Arzobispo de Guadalajara, México, asesinado el 24 de mayo 1993. El Arzobispo Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador, asesinado el 24 de marzo 1980 (“la causa de canonización de Mons. Romero ha sido introducida y esperamos pronto verlo como modelo para toda la Iglesia”, añadió Sandri), y, especialmente, el Obispo Enrique Angelelli, Obispo de La Rioja, Argentina, muerto el 4 de agosto 1976, en un sospechoso accidente de auto y en un contexto de valentía del Obispo. “De él recuerdo hoy no solamente la pasión y el convencimiento de que su muerte fue por ser defensor de Dios, de la persona humana y del Evangelio, apuntó el purpurado argentino.

Citando los ejemplos de estos tres pastores, vienen a la memoria las palabras de Benedicto XVI: El mártir es una persona sumamente libre, libre frente al poder, libre frente al mundo; una persona libre, que en un acto definitivo dona a Dios toda su vida”, añadió el cardenal Sandri.

el-obispo-angelelliFinalmente, el responsable de la Comisión Para América Latina incidió en la fe “del Pueblo de Dios en América Latina,  que Aparecida convoca para ser discípulos y misioneros y la del Oriente cristiano,  convocado, después del Sínodo especial para el Medio Oriente,  a la comunión y al testimonio”.

Ésta es la homilía íntegra de Sandri:

Queridos Hermanos y Hermanas:

Terminaremos hoy nuestra Plenaria con esta última celebración eucarística en honor del Sagrado Corazón de Jesús. De este modo nuestra plenaria acaba con la mirada puesta en Cristo crucificado y resucitado, núcleo esencial de nuestra fe y núcleo fundamental a proclamar en la emergencia educativa y en la “traditio” de la fe a nuestra juventud.

Aquí sobre el altar que guarda las reliquias de San Juan Crisóstomo reviviremos el sacrificio de la cruz, poniéndonos con nuestra mente y nuestro corazón frente al costado abierto de Cristo, traspasado por la lanza del soldado, para adorar el misterio de nuestra salvación y de aquí sacar el coraje necesario para el anuncio del Evangelio y para nuestro testimonio de discípulos.

Una constante de la historia cristiana es la persecución y la cruz que en este mundo y en este tiempo de la Iglesia toca a muchos de sus hijos. Es la entrega de la propia vida en medio de la violencia y del desprecio de los valores de la dignidad de la persona humana, de los ataques a personas, a símbolos y a lugares sagrados de nuestra fe que han tenido por consecuencia no solamente el secuestro sino también el asesinato y la muerte de obispos, sacerdotes, religiosos, y religiosas. Esta línea roja de la sangre de los mártires, ha sido registrada en veinte siglos de historia y las Iglesias Orientales Católicas como también las comunidades ortodoxas y otros cristianos han sido y son hoy protagonistas de esta evangélica nota de identidad del discípulo con su maestro y esta fue y es la garantía de la esperanza cierta del cielo nuevo y de la tierra nueva que esperamos ver y tocar con nuestras manos en la eternidad.

Benedicto XVI, en la Exhortación Apostólica “Ecclesia in Medio Oriente”, escribe: “La situación en Medio Oriente es en sí misma un llamamiento urgente a la santidad de vida. Los martirologios enseñan que los santos y los mártires, de cualquier pertenencia eclesial, han sido – y algunos lo son todavía – testigos vivos de esta unidad sin fronteras en Cristo glorioso, anticipando nuestro “estar reunidos” como pueblo finalmente reconciliado en él” (EMO n. 11).

De estos últimos años recuerdo a los 52 mártires de la Catedral Siro-católica de Bagdad, en cuya reconsagración participé en diciembre 2012, y recuerdo el dolor y, la mayoría de las veces, la muda impotencia con la que se tiene que asistir al avance del mal, al desprecio de Dios y de su ley y al desprecio de la dignidad de la persona humana. Y me he preguntado cual era el nexo que podía existir entre esta realidad y la de nuestra América Latina. Es la sangre de Cristo, que ahora vemos derramada en la persona de nuestros hermanos, víctimas de persecución, del terrorismo en general, y del terrorismo de estado en particular, de la violencia irracional y de la del narcotráfico en particular o víctimas por ser fieles a la opción preferencial por los pobres, implícita en la fe cristológica, como indicado por el Papa Benedicto XVI en el discurso inaugural de la Conferencia de Aparecida (cfr también Aparecida nn. 391-392 y ss.) el nexo de nuestras dos realidades. Leer más…

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Homosexuales, el paradigma de la “maldad” al que se aferra la Iglesia católica

Viernes, 28 de febrero de 2014
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350-homosexuales-el-paradigma-de-la-maldad-al-que-se-aferra-la-iglesia-catolicaAntonio Gala y una reflexión sobre la Iglesia

Para muchos prelados, los gays siguen siendo sinónimo de “deficiencia”, “anormalidad”, “corrupción moral”, “patología”

Algunos incluso los vinculan directamente con la pederastia o justifican enfermedades como “divina providencia

Sebastián, cardenal: “El señalar a un homosexual una deficiencia no es una ofensa, es una ayuda porque muchos casos se pueden recuperar y normalizar”

Reig Pla prologó un libro que considera la homosexualidad una “patología” que se puede “tratar” y “combatir”

Eduardo Sánchez

Enfermos, anormales, corrompedores, desordenados, aniquiladores de la humanidad, responsables de pandemias y crisis económicas, propagadores de enfermedades, pederastas… Los homosexuales siguen siendo el colectivo -como antaño fueron las mujeres- hacia el que los prelados católicos dirigen sus báculos más envenenados a la mínima oportunidad.

El último en sumarse a esta legión de sotanas homófobas es el recién nombrado cardenal Fernando Sebastián, quien sostuvo este fin de semana, en una entrevista en el diario Sur, que la homosexualidad “es una manera deficiente de manifestar la sexualidad, porque ésta tiene una estructura y un fin, que es el de la procreación”. Sebastián, de 84 años, llega a comparar la homosexualidad con la enfermedad de hipertensión que él padece. “En nuestro cuerpo tenemos muchas deficiencias. Yo tengo hipertensión, ¿me voy a enfadar porque me lo digan? […] El señalar a un homosexual una deficiencia no es una ofensa, es una ayuda porque muchos casos de homosexualidad se pueden recuperar y normalizar con un tratamiento adecuado. No es ofensa, es estima. Cuando una persona tiene un defecto, el buen amigo es el que se lo dice”.

Parece que las palabras del Papa Francisco sobre los homosexuales –“¿quién soy yo para juzgarles?”– aún no han calado entre muchos pastores de su rebaño. Su predecesor en la silla de Pedro, Benedicto XVI, dedicó gran parte de su papado a atacar el amor entre personas del mismo sexo. De ellos dijo que van “en contra de lo que Dios ha querido originalmente”; que la homosexualidad supone “una destrucción del trabajo de Dios” o que la aprobación en algunos países del matrimonio gay socava “el porvenir mismo de la humanidad”. Su mano derecha en el Vaticano, Tarcisio Bertone, fue un paso más allá y directamente relacionó homosexualidad y abusos sexuales a menores.

Precisamente el matrimonio homosexual y los numerosos escándalos de pederastia que se van conociendo desde hace años dentro de la Iglesia Católica han sido aprovechados por curas, obispos, arzobispos y cardenales para atacar la homosexualidad.

Para obispos como el de Ávila, Jesús García Burillo, la ley aprobada en 2005 por el Gobierno de Zapatero ponía “en peligro la educación afectiva de nuestros jóvenes”; para el de Segorbe-Castellón, Casimiro López Llorente, esta reforma del Código Civil acarreaba un “notable aumento de hijos con graves perturbaciones de su personalidad” y el “desarrollo de un clima que termina con frecuencia en violencia”. El ex secretario general de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino, sostuvo que esta legislación fue una “acción de satanás” -además de considerar “desordenada” la conducta homosexual-, y su jefe directo, el cardenal arzobispo de Madrid Antonio María Rouco Varela, que la norma atentaba contra la “razón humana”. Ambos encabezaron manifestaciones contra la decisión de llamar matrimonio a las uniones homosexuales y fueron muy combativos contra esta y otras políticas sociales del Ejecutivo socialista.

Pero, sin duda, el prelado que más se ha significado en los últimos años por su clara hostilidad hacia los homosexuales es el obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla. En abril de 2012, aprovechó una homilía retransmitida por Televisión Española para lanzar un mensaje a aquellos que “llevados por tantas ideologías que acaban por no orientar bien lo que es la sexualidad humana, piensan ya desde niños que tienen atracción hacia las personas de su mismo sexo”. Reig Pla aseguraba que para comprobar esta orientación, estas personas “a veces se corrompen y se prostituyen. O van a clubes nocturnos de hombres [donde] encuentran el infierno”.

El obispo, que preside la subcomisión episcopal para la Familia, también ha defendido que muchos menores “pueden dudar de su condición e identidad sexual […] llevados por una ideología” que se imparte “en las escuelas”. No dudó tampoco en presentar el verano pasado un “manual”Amar en la diferenciaque considera la homosexualidad una “patología” y “una gravísima vulnerabilidad, que por el bien de la persona y de su entorno debemos tratar y combatir”, según expuso el propio obispo alcalaíno en el prólogo de este libro.

La patología, la enfermedad, la contra natura… Ese es otro de los leitmotiv a los que recurre la Iglesia para atacar a los homosexuales desde la época del Nacionalcatolicismo. Durante el franquismo, desde los púlpitos, las escuelas, los medios de comunicación, incluso desde sus asientos de procuradores en Cortes, las jerarquías católicas no cejaron en su empeño de colgarle a los homosexuales la cruz de “peligrosos sociales”, “corruptores de la moral” o “desviados” a los que había que “reconducir” a través de una supuesta “rehabilitación social” que consistía en años de prisión y en ser utilizados como cobayas humanas para experimentos de afamados psiquiatras.

 Desde la década de los ochenta, la Iglesia se encargó de estigmatizar a los homosexuales con el sida -hoy todavía hay quien como el arzobispo belga André-Joseph Leonard considera esta enfermedad como un “acto de justicia”-. En la actualidad, los prelados españoles suelen ser más sutiles y se mueven entre la misericordiosa “compasión” con quien “padece” la homosexualidad, como sostuvo el obispo de Segovia, Ángel Rubio, y aquellos que como su homólogo de Córdoba, Demetrio Fernández, creen que hay una conspiración de la UNESCO “para hacer homosexual a la mitad de la población mundial”. Incluso desde algunas cavernas mediáticas se podía escuchar hace pocos días cómo un sacerdote, apologista del franquismo, afirmaba públicamente que el cáncer que padece el concejal socialista Pedro Zerolo -muy activo en reconocer los derechos de los homosexuales- podía ser un “castigo de la divina providencia, que intenta ejemplarizar”. Todo muy cristiano.

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Fuente ZoomNews

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“Fernando Sebastián, el regalo envenenado” de Francisco, por Jesús Bastante.

Domingo, 23 de febrero de 2014
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fernando-sebastian-y-el-papa-franciscoEl Papa nombró ayer cardenal al obispo español que tildó de ‘deficiencia’ la homosexualidad

El Papa Francisco pide a los nuevos cardenales que sean “artesanos de la paz”

De su blog El Barón Rampante:

Se ha hecho tristemente famoso en los últimos días debido a sus polémicas, insostenibles y –a decir de quienes bien le conocen– incomprensibles declaraciones sobre gais enfermos y mujeres que abortan para disfrutar de la vida. Y sin embargo, Fernando Sebastián Aguilar (Calatayud, 14 de diciembre de 1929) podría haber pasado a la historia como el gran teólogo del pos-Concilio, el hombre que puso paz entre los nostálgicos del régimen y los aperturistas, el único obispo que paró los pies a Rouco Varela, o el ideólogo de la unidad de España como “bien moral“.

A sus 84 años, y cuando nadie –ni siquiera él mismo– lo esperaba, monseñor Sebastián se convertirá el próximo 21 de febrero en cardenal de la Iglesia católica. Un príncipe en tiempos de una “Iglesia pobre y para los pobres”, como predica Francisco, en la que los títulos cada vez suenan menos a poder y más a servicio. De eso sabe mucho el arzobispo emérito, el único en la historia de la Iglesia española que, cuando en 1982 fue nombrado secretario general de la Conferencia Episcopal, pidió al Papa Juan Pablo II dejar de ser obispo (lo era de León) para poder dedicarse por entero a una tarea muy difícil: la de intentar unir a las tres sensibilidades dominantes entre los obispos españoles de la época.

Y es que la Iglesia que sobrevivió al franquismo, que apenas un año antes dudó entre apoyar o no el golpe de Estado de Tejero, contaba con tres bandos netamente diferenciados. Los nostálgicos del régimen –capitaneados por el cardenal don Marcelo–, los aperturistas –con un cardenal Tarancón en retirada, a quien en poco tiempo Juan Pablo II condenó al ostracismo– y la nueva hornada de obispos, entre los que ya despuntaba un todavía joven Antonio María Rouco Varela.

Fernando Sebastián fue el pegamento que impidió que el Episcopado español saltara por los aires durante los Gobiernos socialistas: fue él quien negoció con Alfonso Guerra el sistema de financiación a través de la renta, la clase de Religión, y quien evitó las excomuniones a los políticos católicos tras la despenalización del aborto. Quien tuvo que poner paz cada vez que monseñor Setién y el hoy cardenal Estepa se enzarzaban a cuenta de las condenas a los atentados de ETA. Quien trató de mantener vivas algunas de las instituciones protagonistas del Concilio –fundamentalmente, la Universidad Pontificia de Salamanca o la Fundación Pablo VI–, mientras Karol Wojtyla imponía una Iglesia volcada en una férrea moral sexual y en la condena de toda disidencia, que todavía –como bien sabemos– perdura en nuestro país. Pese a los vientos, afortunadamente distintos, que soplan en la Roma de Francisco.

Religioso claretiano, abandonó la congregación para convertirse en obispo, dejó el episcopado para ser secretario de la Conferencia Episcopal, y sólo en 1991 regresó a una diócesis –Málaga y posteriormente, y hasta su jubilación, Pamplona y Tudela–. Pero su verdadera pasión siempre fue la Teología. Especialista en Teología fundamental, Pastoral de los Sacramentos y Filosofía Contemporánea, Fernando Sebastián fundaba en 1966, justo al fin del Concilio Vaticano II, la revista Iglesia Viva, que dirigió hasta 1971, y en la que se dieron cita los principales teólogos renovadores. También fue decano de la Universidad de Salamanca, donde llegó a ser rector.

En la Conferencia Episcopal, se le considera el autor intelectual de la práctica totalidad de los documentos episcopales en los años ochenta y buena parte de los noventa, cuando se hizo patente su alejamiento de un cardenal Rouco Varela que ya había tomado el mando y dirigía, con puño de hierro, el rumbo de la Iglesia española. Con todo, Sebastián logró la vicepresidencia del Episcopado durante nueve años (de 1993 a 1999, con el aperturista Yanes en la presidencia, y de 2002 a 2005, elegido por los obispos para frenar el poder del ya todopoderoso Rouco Varela).

La Falange y Euskadi

Políticamente conservador, llegó a recomendar el voto para La Falange, pero siempre defendió la presencia de los cristianos en la vida pública, fuera en el partido que fuese. Defendió como nadie la unidad de España frente a los “separatismos” vasco y catalán, pero no dejó de firmar pastorales conjuntas con los obispos de Euskadi. Y siempre pasó por ser hombre moderado, abierto en lo eclesial y querido por la mayoría.

Quiso pasar sin hacer demasiado ruido, pero en los últimos años, ya siendo obispo emérito –Benedicto XVI le aceptó la renuncia en 2007–, tuvo que afrontar, como delegado del Papa, la reforma del polémico instituto Lumen Dei. Tras la experiencia, se retiró a Málaga, donde vive en una residencia de sacerdotes jubilados junto a otro obispo emérito, Antonio Dorado. A sus 84 años, con achaques y “cada vez más cascarrabias” –dicen sus cercanos–, el Papa Francisco quiso premiar sus años de servicio a la Iglesia. Lo hizo con el capelo cardenalicio, aunque al tener más de 80 años no podrá votar en un futuro Cónclave.

Nadie, y mucho menos Francisco, esperaba que el maestro de teólogos, el hombre que supo lidiar, y negociar, con opiniones radicalmente distintas a la suya, tanto en lo político como en lo religioso, celebrase su púrpura asegurando que la homosexualidad es una deficiencia como su hipertensión, que las uniones gais no son legítimas o que, y esto último es textual, “todas las mujeres que quieren abortar lo que buscan es quitarse del medio a sus hijos para disfrutar de la vida”. Un premio envenenado, que puede volverse en contra del propio Bergoglio.

jesusbastante@hotmail.com

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“Los papas y la pederastia”, por Guillermo Sánchez

Domingo, 23 de febrero de 2014
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NiñollorandoLeído en La Excepción:

Un informe del Comité de los Derechos del Niño de la ONU del 5 de febrero de 2014 destaca el incumplimiento por el Vaticano de la Convención de los Derechos del Niño.

La Iglesia Católica Romana (ICR) ha sido tradicionalmente, y sigue siendo, más dura que nadie en su moralismo sexual. No se ha limitado a establecer unos criterios y normas de conducta sobre sus fieles, sino que siempre ha intentado imponerlos sobre el conjunto de la sociedad (algo que ha conseguido en los estados confesionales). Es una organización que presume de su identidad cristiana y de su excelencia moral.

Para colmo, la ICR introdujo en la Edad Media normas absurdas y totalmente contrarias al evangelio, como el celibato de los ministros. Aunque ciertos estudios afirman que el celibato no incide en un mayor índice de abusos, lo cierto es que hasta representantes de la propia ICR han reconocido esa relación. Por ejemplo, el cardenal británico O’Brien declaró: «Me doy cuenta de que muchos curas han encontrado muy difícil gestionar el celibato» (La Razón, 25.2.13); él mismo renunció ante Benedicto XVI “por motivos de edad” tras ser acusado por sacerdotes y seminaristas «que supuestamente fueron víctimas de la conducta indebida del cardenal cuando se encontraban bajo su tutela durante la década de los 80» (La Razón, 25.2.13). Por cierto, pidió perdón y renunció, pero no se entregó a las autoridades para responder de sus delitos.

Desde que se han ido destapando los incontables abusos cometidos en el seno de la ICR en las últimas décadas (en realidad estos hechos han ocurrido siempre, como demuestra la historia –p. ej., ya en el siglo XVII “san” José de Calasanz encubrió a un abusador–), muchos jerarcas y apologetas (como el cardenal Dolan) se han defendido diciendo que otros colectivos presentan unas tasas más altas de abusos a niños. Pero el caso es que, aparte de la exactitud o no del argumento y de la miseria moral que implica, esos otros colectivos no han tejido nunca una red jerárquico-administrativa tan gigantesca para tapar los abusos del colectivo, como ha hecho el papado. Esa es la clave.

La misma estrategia victimista aplicó el cardenal Ratzinger en 2002, cuando afirmó: «Estoy personalmente convencido de que la permanente presencia de pecados de sacerdotes católicos en la prensa, sobre todo en Estados Unidos, es una campaña construida, pues el porcentaje de estos delitos entre sacerdotes no es más elevado que en otras categorías, o quizá es más bajo. En Estados Unidos vemos continuamente noticias sobre este tema, pero menos del 1% de los sacerdotes son culpables de actos de este tipo. La permanente presencia de estas noticias no corresponde a la objetividad de la información ni a la objetividad estadística de los hechos. Por tanto, se llega a la conclusión de que es querida, manipulada, que se quiere desacreditar a la Iglesia» (citado en Zenit, 19.4.05; añadimos negrita en las citas).

Las implicaciones de Juan XXIII, Juan Pablo II y Benedicto XVI

El veneradísimo Juan XXIII (en proceso de canonización por la ICR) ya emitió en 1962 un documento que «se centra, en principio, en la relación sexual entre un sacerdote y un miembro de su congregación. Sin embargo, en la medida en que se avanza en la lectura del texto se hallan instrucciones referidas a “las obscenidades perpetradas por un clérigo con un joven de cualquier sexo, o con animales”. Los obispos de todo el mundo eran llamados a manejar estos casos de la manera “más secreta posible”» (Diario de Córdoba, 18.8.03).

Posteriormente, tal como resumía y documentaba Paolo Flores d’Arcais en un artículo imprescindible (El País, 14.4.10), el papa Juan Pablo II y su cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y después papa, Joseph Ratzinger «impusieron una obligación taxativa a todos los obispos, sacerdotes, personal auxiliar, etcétera, para que no llegara a las autoridades civiles nada de lo que tuviera que ver con casos de pedofilia eclesiástica». Un motu proprio de Wojtyla señalaba: «Cada vez que el ordinario o el superior tuvieran noticia con cierta verosimilitud de un delito reservado, tras haber realizado una indagación preliminar, la señalarán a la Congregación para la Doctrina de la Fe». Como explica Flores d’Arcais, «papa y prefecto informados de todo (es más, siendo los únicos en saberlo todo) son, exclusivamente, quienes tienen la primera y última palabra acerca de los procedimientos que se han de seguir. La “pena” máxima (casi nunca infligida) no va más allá de la reducción al estado laico del sacerdote. Por lo general, el castigo se limita a trasladar al sacerdote de una parroquia a otra. Donde, obviamente, reiterará su delito. “Pena” exclusivamente canónica, en todo caso. No ha de efectuarse denuncia alguna ante las autoridades civiles: “Las causas de esta clase quedan sujetas al secreto pontificio“», secreto cuya terrible naturaleza criminal se explica en el artículo.

Siendo Ratzinger papa, el cardenal de Nueva York Timothy Dolan pidió permiso al Vaticano en 2007 para blindar 57 millones de dólares ante la avalancha de demandas por abusos sexuales. «Entre los archivos hay una carta que Dolan envió al Vaticano en la que se explica esta transferencia de fondos en 2007: “Con este movimiento preveo una mejor protección de los fondos ante cualquier reclamo legal o de responsabilidad”, recoge. El Vaticano aprobó la solicitud en cinco semanas. […] Los archivos también revelan que persuadió a sacerdotes acusados de abuso para que abandonaran voluntariamente la Iglesia a cambio de sustanciosos beneficios, y cómo frenó los procedimientos canónicos impulsados desde Roma para echar a los que no cooperaban. En una ocasión, el Vaticano tardó cinco años en expulsar a un sacerdote abusador. […] “A medida que las víctimas se están organizando y se hacen públicos más casos, la posibilidad de un escándalo es cada vez más real“, escribió Dolan en 2003 en otra carta dirigida al entonces cardenal Joseph Ratzinger» (El País, 2.7.13).

En 2010 el Tribunal Supremo de Estados Unidos atendió el caso de una víctima que había sido objeto de abusos en Oregón en los años 60 por parte de un cura irlandés que ya había sido acusado de pederastia en Irlanda y posteriormente en Chicago. El Tribunal Supremo (con una mayoría de jueces católicos desde hace años) solicitó opinión al gobierno de Obama, quien «pidió a la Corte Suprema de su país otorgar al Vaticano inmunidad en los juicios de sacerdotes acusados de haber cometido abusos sexuales contra menores de edad en Estados Unidos» (TeleSur, 26.5.10). De este modo, Ratzinger y los jerarcas vaticanos se libraban de la posibilidad de tener que declarar en un tribunal. Ya en 2005 George Bush había otorgado inmunidad a Ratzinger, cuando la “Santa” Sede la había solicitado al convertirse este en jefe de estado por su cargo de papa (Diario Vasco, 29.3.10). Como siempre, los grandes poderes del mundo se unían para apoyarse en la impunidad y el abuso (ver El Eje Washington-Vaticano).

Posteriormente, el Tribunal Penal Internacional también cerró la vía de procesar a Ratzinger y sus colaboradores (Religión Digital, 15.5.13), y el Tribunal de Apelación de Oregón dictaminó contra la responsabilidad del Vaticano, con el argumento de la “Santa” Sede no tiene control de lo que hacen todos los sacerdotes en el mundo (La Razón, 7.8.13). Pero se obviaba la clave del asunto, que son las medidas obstruccionistas establecidas sistemáticamente por el papado.

Sólo como consecuencia de los escándalos difundidos por los medios de comunicación, Benedicto XVI, gravemente implicado en los encubrimientos durante décadas, comenzó a tomar algunas medidas, más de prevención que de resolución de casos del pasado (es decir, hasta hoy se mantiene la impunidad). Ha sido recientemente cuando la jerarquía ha empezado a dar instrucciones (y no lo está haciendo siempre) de que no se limiten a denunciar la pederastia internamente, sino que además se denuncie ante las autoridades civiles.

Ratzinger actuó enérgicamente en el caso del abusador Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, cuyos crímenes Juan Pablo II (también en proceso de canonización) y él mismo habían tapado sistemáticamente, como siguen denunciando sus víctimas. (Maciel falleció oportunamente, y sin haber sido procesado por sus fechorías, poco después de ser forzado a retirarse.) Por estas medidas, algunos cubrieron a Ratzinger de elogios, calificándolo de “barrendero de Dios” (¡!).

Con ocasión del último cónclave, el obispo maltés Charles Scicluna, fiscal del tribunal de la Doctrina de la Fe, ante la pregunta de si era justo que cuatro cardenales implicados por los escándalos de abusos estuvieran habilitados para elegir al nuevo papa, respondió: «Todos somos pecadores, y Dios sabrá obtener también cosas buenas de su presencia en el cónclave. Debemos tener cuidado al apuntar con el dedo acusador. Por lo demás, el primer colegio de apóstoles tampoco era para canonizarlo enteramente» (Páginas Digital, 26.2.13).

Como señala Alberto Athié, un antiguo sacerdote que denunció durante años sin éxito los sistemáticos abusos sexuales de Maciel (y cuyas denuncias ante la ONU finalmente consiguieron que ésta emitiera el reciente informe): «El procedimiento de desprecio a las víctimas, de encubrimiento a los pederastas, procede no solo de estrategias locales. Es una estrategia institucional. Con su fuente en el territorio del Vaticano y operado por la Santa Sede» (El País, 5.2.14).

Incluso algunos ultrapapistas sinceros han protestado, “sorprendidos” de ciertas conductas papales. Por ejemplo, Luis F. Pérez se escandalizaba de que ni Wojtyla ni Ratzinger hubieran tomado medidas contra el cardenal Law (Infocatólica, 3.3.10); hoy por hoy, Francisco sigue manteniéndolo en su retiro dorado en Roma.

Responsabilidad de Francisco

¿Qué tratamiento ha dado el papa Francisco a estos asuntos? Una de sus medidas ha sido establecer nuevas normas penales que incluyen disposiciones sobre abusos sexuales (Zenit, 11.7.13). Otra, nombrar una comisión de expertos sobre el tema (como suele decirse, crear una comisión es la forma elegante de quitarse un asunto de encima…).

El pasado 15 de enero Francisco puso en evidencia que, aparte de previsiones para el futuro, la interpretación del pasado sigue siendo la que se ha hecho hasta ahora. Dos enviados suyos comparecieron ante el Comité de la Convención de Derechos del Niño en Ginebra. Los miembros del Comité «no se mostraron muy satisfechos con las palabras del representante del Vaticano ante la ONU, Silvano Tomasi, que reconoció que entre el clero hay abusadores; aunque matizó que también los hay “entre los miembros de las profesiones más respetadas del mundo”. “Este hecho es especialmente grave” en el seno de la Iglesia, dijo, “ya que estas personas están en posiciones de gran confianza y son llamados a promover y proteger todos los elementos de la persona, como la salud física, emocional y espiritual”», reconoció, pero eludió una vez más la cuestión del encubrimiento papal desarrollado durante décadas. Y «tanto Tomasi como el obispo auxiliar de Malta, Charles Scicluna, el otro representante que participó en la comparecencia de más de seis horas ante los 18 miembros del comité de la ONU, respondieron con evasivas a las agudas e insistentes preguntas de estos expertos sobre los supuestos traslados de diócesis de los responsables de abusos, denunciados por las organizaciones de víctimas, la falta de transparencia en las investigaciones de la propia Iglesia o la respuesta del Vaticano ante estos casos. El mensaje de la Santa Sede fue constante: los religiosos no son funcionarios del Vaticano, dijo Tomasi, que argumentó que investigar y juzgar estos delitos corresponde a los Estados donde tuvieron lugar» (El País, 16.1.14). Leer más…

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“El Mayor escándalo de la Iglesia católica”, por Juan José Tamayo.

Martes, 11 de febrero de 2014
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EL MAYOR ESCÁNDALO DE LA IGLESIA CATÓLICA
Pederastia, patriarcado y masculinidad
Juan José Tamayo

La pederastia es el mayor escándalo de la Iglesia católica de todo el siglo XX y de principios del siglo XXI, el que más descrédito ha provocado en esta institución bimilenaria y el que ha generado más pérdida de creyentes, que han abandonado la Iglesia, bien dando un portazo, bien hecho mutis por el foro. Algunos de los que se presentaban como modelos de entrega a los demás, se entregaron a crímenes contra personas desprotegidas. Algunos de los que eran considerados expertos en educación, utilizaron su supuesta excelencia educativa para abusar de los niños y las niñas que los padres les confiaban para recibir una buen formación. Algunos de los que se presentaban como guías de “almas cándidas” para llevarlas por el buen camino de la salvación, se dedicaban a mancillar sus cuerpos y anular sus mentes.

Y eso sucedió durante décadas en no pocas de las instituciones religiosas: parroquias, seminarios, colegios, noviciados, etc., y afectó a decenas de miles de víctimas, según el reciente Informe de la ONU. Los delitos sexuales fueron cometidos por miles de eclesiásticos apoyándose en su poder espiritual, que demostró ser una coraza para actuar criminalmente y protegerse de la justicia. ¡El poder, siempre el poder! Y en este caso, el poder espiritual, el más dañino de los poderes cuando se desvía del camino de la espiritualidad liberadora, transita por la senda del control de las conciencias y manipula la voluntad de los creyentes; y el poder patriarcal, que ha ejercido más violencia en la historia que todas las guerras. ¡El poder espiritual y el poder patriarcal siempre unidos en las religiones!

¿Desconocía el Vaticano tan extendida, programada y perversa situación de la pederastia y tan humillantes prácticas para las víctimas? La conocía perfectamente, ya que hasta él llegaban informes y denuncias que archivaba sistemáticamente hasta olvidarse de ellas. A las víctimas y a los informantes les imponía silencio para salvar el buen nombre de la Iglesia, amenazando con penas severas que podían llegar hasta la excomunión si osaban hablar. Tal modo de proceder creó un clima de permisividad, una atmósfera de oscurantismo y un ambiente de complicidad con los abusadores, a quienes se eximía de culpa, mientras que la culpabilidad se trasladaba a las víctimas, que se veían bloqueadas para ir a los tribunales ante la imagen de autoridad que daban los pederastas. Hacerlo público se consideraba una desobediencia a las orientaciones eclesiásticas y una traición al silencio impuesto por las autoridades competentes, que decían representar a Dios en la tierra.

No importaba la pérdida de dignidad de las víctimas, ni los daños y secuelas, muchas veces irreversibles, ni las lesiones graves físicas, psíquicas y mentales con las que tenían que convivir los afectados de por vida. Faltó com-pasión con las víctimas y sensibilidad hacia sus sufrimientos. No hubo acto de contrición alguno, ni arrepentimiento, ni propósito de la enmienda, ni reparación de los daños causados, ni se produjo acto alguno de rehabilitación, ni se hizo justicia. Todo lo contrario: se echó más leña al fuego de las agresiones Tal actitud supuso una nueva y más brutal agresión.

Sucede, además, que la mayoría de las veces los casos de pederastia se produjeron en instituciones y centros de formación masculinos dirigidos por varones: párrocos, formadores de seminarios, educadores de colegios, maestros de novicios, padres espirituales, obispos, todos célibes, en el ejercicio del poder patriarcal en estado puro. Lo que demuestra que el patriarcado recurre incluso a los abusos sexuales para demostrar su poder omnímodo en la sociedad y en las religiones y, en el caso que nos ocupa, sobre las personas más vulnerables. Un poder legitimado por la religión, que convierte a los varones en “vicarios de Dios” y portavoces de su voluntad. Es la forma más perversa de entender y de practicar la masculinidad, que despersonaliza y cosifica a quienes previamente ha destruido. Masculinidad y violencia, pederastia y patriarcado son binomios que suelen caminar juntos y causan más destrozos humanos que un huracán.

El cáncer de la pederastia con metástasis, extendido por todo el cuerpo eclesial, es la mejor y más fehaciente prueba del fracaso del catolicismo del Juan Pablo II y del cardenal Ratzinger, que los encubrieron: el primero como papa concediendo todo tipo de atenciones religiosas a reconocidos pederastas como Marcial Maciel; el segundo como todopoderoso presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante casi un cuarto de siglo. Este último, siendo papa, Benedicto VI, se vio obligado a dimitir ante la suciedad que le llegaba al cuello y que no supo limpiar a tiempo. ¿Quiso limpiarla de verdad? No lo sabemos. Lo cierto es que no lo hizo. ¿No pudo? Claro que pudo. ¿No demostró mano dura con los teólogos y las teólogas que disentían de su manera de pensar, a quienes vigiló detectivescamente, impuso silencio, retiró el reconocimiento de “teólogos católicos”, condenó sus libros, expulsó de sus cátedras? ¿No puso bajo sospecha a la Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas de Estados Unidos –que representa al 80% de monjas de ese país-, a quienes acusó de feminismo radical y las colocó bajo el control de un arzobispo, que actúa como detective? ¿Por qué entonces le tembló el pulso y no actuó con la misma contundencia ante los casos de pederastia?

Aunque con retraso, llega ahora una severa denuncia de la ONU contra el Vaticano, al que acusa de anteponer su reputación a la defensa de los derechos de los niños, de violar la Convención que protege dichos derechos, de no reconocer la magnitud de los crímenes, de ejercer una prolongada y sistemática política de encubrimiento de la violaciones y, ante la gravedad de los hechos, limitarse a trasladar a los pederastias de parroquias.

La reacción inmediata del Vaticano, a través de su portavoz, el jesuita Federico Lombardi, no ha sido precisamente la de ofrecer su colaboración a la ONU y a los tribunales civiles de justicia, ni la de proceder con urgencia al esclarecimiento de tamaños crímenes. Lo que ha hecho ha sido contra-atacar y acusar a la ONU de llevar a cabo “ataques ideológicos” y de interferirse en las enseñanzas de la Iglesia y en la libertad religiosa. Me parece una respuesta equivocada, ya que, a mi juicio, la ONU no hace ataques ideológicos ni se interfiere en asuntos ajenos a su competencia, sino que exige, como es su obligación, el cumplimiento de la Convención de los Derechos del Niño. ¡Demasiado tarde lo ha hecho!

Si el modelo de Iglesia de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI fracasó, entre otras razones, por su actitud permisiva hacia la pederastia, el nuevo modelo de cristianismo que está gestándose solo puede ver la luz si el Vaticano cambia de actitud en este tema. En una institución tan centralista y vertical como la Iglesia católica, donde el papa tiene la plenitud del poder, le corresponde a Francisco responder a las graves denuncias y a las legítimas peticiones de la ONU sin titubeos ni estrategias dilatorias, y actuar con contundencia contra la pederastia: poner fin a la impunidad, condenar públicamente los crímenes cometidos, pedir perdón por ellos, cesar en sus funciones a los responsables, abrir los archivos donde se encuentra la información acumulada durante décadas y entregar a la justicia a los pederastas y a sus encubridores.

Y debe hacerlo sin demora, ya que el tiempo puede jugar a favor de la credibilidad de Francisco, que hoy es muy elevada, pero también en contra. A mayor retraso y más ambigüedad en la respuesta, más pérdida de credibilidad; a más celeridad en la colaboración y más contundencia en la condena de la pederastia, el papa argentino será más creíble.

Si se refugia en injustificados contra-ataques, como ha hecho torpemente su portavoz monseñor Lombardi, y no actúa en la dirección que le ha marcado la ONU, mucho me temo que la reforma de la Iglesia con la que se ha comprometido fracasará. Sus gestos de apertura se quedarían en gestos para la galería y sus palabras de solidaridad se las llevará el viento. ¡Así de triste! Espero y confío en que esto no suceda.

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El populismo cristiano se convierte en fuerza política en Francia.

Lunes, 10 de febrero de 2014
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Leemos en El País:

“La Francia mohosa”, según la definió en 1999 el escritor, ensayista y editor Philippe Sollers en un espléndido texto, lleva año y medio movilizada contra el Gobierno socialista. Para entender de dónde viene y qué pulsiones la mueven, conviene releer a Sollers: “Estaba ahí, siempre ha estado ahí”, escribía. “Viene de lejos, pero nunca ha comprendido ni entendido nada, su obstinación resiste a todas las lecciones de la Historia, y está atrapada de una vez para siempre en sus prejuicios viscerales. Tiene su cuerpo, sus contraseñas, sus hábitos, sus reflejos. Habla bajo en los salones, los ministerios, las comisarías, las fábricas, en el campo igual que en las oficinas. Tiene su catálogo de estereotipos y su voz característica”.

Esa “Francia mohosa”, añadía el escritor, “siempre ha odiado a los alemanes, los ingleses, los judíos, los árabes, los extranjeros en general, el arte moderno, los intelectuales que parten un pelo en cuatro, las mujeres demasiado independientes o que piensan, los obreros rebeldes y, finalmente, la libertad”.

Su origen, según Sollers, “es la fuerza tranquila de los pueblos, el sopor de las provincias, la tierra que no miente, el matrimonio polémico, pero necesario, entre el campanario y la escuela republicana. Es lo nacional social y lo social nacional. Hay la versión familiar Vichy, la célula Moscú del Sena. No nos queremos, pero estamos juntos. Somos avaros, suspicaces, cascarrabias, pero de vez en cuando La Marsellesa se nos sube a la garganta y agitamos la bandera tricolor”.

¿Su lema? “Volvamos al sentido común, a la moral elemental, a la sociedad policial, a la caridad bien entendida que comienza por ellos mismos. Prietas las filas, el país está en peligro”.

Hoy, esta derecha populista y cristiana se ha convertido en una fuerza política autónoma que supera y va más allá de los partidos. Heredera de Juana de Arco, seguidora de Pétain y nostálgica del imperio colonial, ha llegado hasta el siglo XXI haciéndose visible de explosión en explosión contra los avances políticos y sociales: el divorcio, el aborto, la abolición de la pena de muerte, la igualdad, el referéndum europeo, el matrimonio homosexual, y ahora su objetivo es la supuesta enseñanza de la teoría de género en la escuela primaria, y la falsa regulación de las madres de alquiler en la ley de la familia.

Este heterogéneo movimiento de familias más o menos integristas, que sacan a los niños a la calle a gritar contra el presidente, los gays, los negros o los judíos, cuenta con el apoyo de asociaciones de estudiantes antisemitas, de grupúsculos neonazis y homófobos, y de ideólogos negacionistas como Alain Soral, pero no duda en incorporar a jóvenes con velo y últimamente ha sumado a una vieja militante de extrema izquierda, figura de la Marche des Beurs (marcha de hijos de inmigrantes magrebíes) de los años ochenta, Farida Belghoul.

Esta ha acusado al Gobierno de camuflar bajo el Abecedario de la Igualdad la enseñanza de la teoría de género, de modo que favorecería la homosexualidad al enseñar “que no se nace niña o niño sino que cada cual debe decidir lo que es”, y hasta de “demostrar y enseñar la masturbación desde la guardería”.

Sociólogos y politólogos recordaban este jueves en Le Monde que el rechazo de la teoría de género “es una maquinación” del entonces cardenal Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) en 2004 e “importada en Francia por la derecha religiosa que repudia la ciencia en nombre del sentido común”.

La batalla de los rumores y patrañas repite en parte la que se vivió en España contra la Educación para la Ciudadanía. Coordinado en la sombra por los obispados, y asesorado desde Roma y EE UU por una Internacional católica liderada por el Opus Dei, el movimiento hace de la propaganda un arte y combina las redes sociales, los SMS y los viejos métodos de agitación. La abogada Caroline Mécary, especialista en derecho de familia, resume así la estrategia: “Negación de la realidad y propagación de medidas falsas o delirantes”. Así, el populismo católico ha obligado al Gobierno a enterrar la concesión del derecho de voto a los extranjeros en las elecciones locales; la prohibición de los controles policiales racistas, y la mejora del tratamiento a los romaníes. La familia es su último triunfo.

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¿El amor es una amenaza? Respuesta a la Conferencia Episcopal Venezolana. Frontal oposición de la Conferencia Episcopal de Venezuela al proyecto de matrimonio igualitario promovido por más de 40 colectivos.

Lunes, 10 de febrero de 2014
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Leemos en Dosmanzanas:

Como ya adelantamos , más de 40 colectivos LGTB consignaron el pasado 31 de enero ante la Asamblea Nacional de Venezuela un proyecto de ley de matrimonio igualitario que cuenta con el aval de 20.000 firmas de ciudadanos de todo el país y con cierto grado de apoyo tanto entre el oficialismo como entre las filas de la oposición. Se inicia ahora un camino difícil, pagado de obstáculos y resistencias. Entre ellas, las de la Iglesia católica, que ya se ha apresurado a mostrar su rotunda oposición.

El texto del proyecto (que puedes consultar íntegramente aquí) incluye en su exposición de motivos la argumentación jurídica que sustenta su plena constitucionalidad. Y es que, aunque la Constitución venezolana protege en su artículo 77 “el matrimonio entre un hombre y una mujer” (sin negar que puedan existir matrimonios entre personas del mismo sexo) hay artículos de orden superior que protegen contra la discriminación y garantizan el respeto de derechos que no se mencionen explícitamente (como el artículo 22, que establece que “la enunciación de los derechos y garantías contenidos en esta Constitución y en los instrumentos internacionales sobre derechos humanos no debe entenderse como negación de otros que, siendo inherentes a la persona, no figuren expresamente en ellos”).

El proyecto cuenta con apoyos de políticos del bloque que apoya al presidente Nicolás Maduro. Entre ellos los diputados Tania Díaz, Eduardo Piñate, Carlos Sierra o Eduardo Lima y los gobernadores de Vargas, Jorge Luis García Carneiro, y de Barinas, Adán Chávez. También se han pronunciado a favor la Defensora del Pueblo, Gabriela Ramírez, el ministro para la Cultura, Fidel Barbarito, y la ministra para la Mujer e Igualdad de Género, Andreína Tarazón.

Habrá que ver si ello resulta suficiente para abrir las puertas a su discusión parlamentaria, aunque en este sentido los diputados opositores Juan Guaidó y Dinorah Figuera ya han adelantado su disposición a elevar la propuesta a la Asamblea.

Oposición de la Iglesia católica

Por lo pronto, quien si ha expresado su rotunda oposición es la Iglesia católica. La Conferencia Episcopal de Venezuela ha hecho pública una nota pastoral en la que califica al matrimonio igualitario de “distorsión”. “En los últimos tiempos, debido a planteamientos antropológicos cuestionables, se han venido presentando visiones distorsionadas sobre el matrimonio y la familia, así como una ideología del género que pretende desvirtuar la Verdad sobre la persona humana, el auténtico sentido de la sexualidad y hasta cambiar la esencia natural del matrimonio. Una de esas distorsiones es el así denominado ‘matrimonio igualitario’ o uniones entre personas del mismo sexo”, expresa la nota de los obispos.

“En nuestro país algunos grupos sociales están promoviendo la aprobación de este tipo de ’matrimonio igualitario’ o uniones entre personas del mismo sexo. Incluso han hecho la solicitud de la sustitución de los términos ‘marido y mujer’ por ‘personas’ en el artículo 44 del Código Civil Venezolano; esto con el fin de que en Venezuela pueda ser aprobado el llamado matrimonio igualitario. En este sentido, queremos llamar la atención a todos los creyentes y personas de buena voluntad”, continúan los obispos. “Ninguna ideología puede cancelar del espíritu humano la certeza de que el matrimonio en realidad existe únicamente entre dos personas de sexo opuesto, que por medio de la recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus personas. No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia”, argumentan.

“En las uniones homosexuales están completamente ausentes los elementos biológicos y antropológicos del matrimonio y de la familia que podrían fundar razonablemente el reconocimiento legal de tales uniones. Éstas no están en condiciones de asegurar adecuadamente la procreación y la supervivencia de la especie humana. En las uniones homosexuales por otra parte, falta la dimensión conyugal, que representa la forma humana y ordenada de las relaciones sexuales”, añade la nota de la Conferencia Episcopal, para la que la Constitución venezolana “acepta como válido sólo el matrimonio entre un hombre y una mujer”. Los obispos rechazan además que el matrimonio igualitario sea un derecho humano. “Los derechos humanos nacen de la ley natural y de la moral auténtica y no de ideologías, de propuestas culturales o de decisiones de entes jurídicos o legislativos”, afirman.

La presentación del proyecto, una fiesta reivindicativa

La aprobación del proyecto al que con tanta virulencia se opone la Iglesia católica resolvería la situación de atraso que Venezuela vive por lo que al reconocimiento jurídico de las parejas del mismo sexo se refiere. Hace pocas semanas nos hacíamos eco de la negativa del Registro Civil de Caracas a inscribir el matrimonio celebrado en Argentina entre dos ciudadanas venezolanas. Una negativa que tenía lugar poco después de que la justicia de ese país se negara también a reconocer a otra pareja la posibilidad de ver reconocida su unión de hecho al entender que las leyes venezolanas solo permiten entender esta unión como “entre un hombre y una mujer”, dejando como única posibilidad para la pareja la constitución de una comunidad de bienes ordinaria.

Es por eso la presentación del proyecto, el pasado día 31 de enero, congregó frente a la Asamblea Nacional de Venezuela a una multitud de activistas LGTB que en un ambiente festivo reivindicaron la necesidad de una ley así. Os dejamos con un reportaje elaborado por Edgar Carrasco que recogió allí mismo diversos testimonios:

Interesante también esta contundente respuesta de Venezuela Igualitaria:

Prensa ACVI – Venezuela, 07 de febrero del 2014 Invocando el derecho natural la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) fija su oposición al matrimonio civil igualitario, sí el mismo derecho natural que fue usado para justificar la esclavitud, el racismo, el machismo y la segregación racial ahora es usado para justificar la discriminación de lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros, transexuales e intersexuales. Con fecha 5 de febrero la CEV a través de su sitio web http://www.cev.org.ve/index.php/noticias publicó una nota denominada “Conferencia Episcopal Venezolana: Nota Doctrinal-Pastoral sobre el Matrimonio”.

En tal publicación en primera instancia reconoce que la iglesia “defiende y promueve la dignidad de toda persona humana”. En segundo lugar y partiendo de este primer reconocimiento proclaman lo que ellos califican como “la Verdad sobre el hombre” dando inicio a una larga lista de parafraseos de textos bíblicos que invocan el hecho de que Dios creo al hombre y a la mujer, que sólo existen dos sexos: el masculino y el femenino que “Dios instituyó el matrimonio entre el hombre y la mujer”, dice además que “El matrimonio hace del hombre un padre y de la mujer una madre” “Jesús, el Señor, elevó el matrimonio a la categoría de sacramento” y “Corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual”.

Todo esto con el objeto de abordar y cuestionar la legitimidad de la exigencia que la AC Venezuela Igualitaria, de la mano de muchas organizaciones nacionales, hiciera el pasado 31-E al consignar ante la Asamblea Nacional un Proyecto de Ley de Matrimonio Civil Igualitario. Ante tales declaraciones Venezuela Igualitaria precisa: Leer más…

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Denuncian que un “lobby gay” amenaza la seguridad papal.

Lunes, 27 de enero de 2014
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Parece que no tienen otra cosa de la que hablar… Leemos en SentidoG:

El Vaticano pide al exguardia suizo Elmar Maeder contar lo que sepa de la red gay

Revelan detalles de lobby gay vaticano

Lo afirmó en una entrevista el ex comandante de la Guardia Suiza, que custodia al Pontífice. Y habló de los avances “lascivos” de altos prelados sobre sus subordinados.

Una nueva denuncia sobre la existencia y las andanzas de un “lobby gay” en el Vaticano. Un ex comandante de la Guardia Suiza, el centenar de alabarderos helvéticos que custodian al Papa desde 1506, afirmó que el grupo de poder secreto es tan poderoso “que resulta peligroso para la seguridad del Papa.

El comandante Elmar Maeder (en la segunda fotografía), actualmente administrador de una empresa farmacéutica en su país, dio una entrevista al semanario suizo de Berna Schweiz am Sonntag que ayer rebotó en algunos diarios italianos. “De la existencia de este lobby gay puedo hablar por experiencia personal”, afirmó.

Maeder, de 51 años, se refiere a los avances “lascivos” y hasta los manoseos sexuales de altos prelados y algún cardenal a sus subordinados. “Puse en alerta a mis hombres, intimándolos a tener cuidado ante ciertos personajes de la Curia”, agregó.

elmarmaede“El problema es que esta red (el lobby gay) está integrada por personas tan fieles entre sí que constituyen una suerte de sociedad secreta, que –según deja entender el ex comandante de la Guardia (elegido siempre entre los oficiales del ejército suizo)– sería más fuerte que la misma institución vaticana.

Si hubiese sabido que uno de nuestros hombres era gay, nunca le habría permitido hacer carrera. Aunque para mi la homosexualidad no es un problema, el riesgo de deslealtad hubiera sido demasiado elevado”, señaló.

Maeder afirmó en la entrevista que había denunciado a la Secretaría de Estado lo que ocurría y advertido del peligro de este lobby gay, pero da a entender que tras seis años al comando de la Guardia Suiza, entre 2002 y 2008, la respuesta fue tan insuficiente que prefirió renunciar al cargo.

El semanario suizo había publicado hace 15 días el testimonio de un guardia suizo que no pertenece más al cuerpo, quien dijo que había sufrido molestias por parte de un prelado de la Secretaría de Estado vaticana y por parte de un cardenal.

El purpurado, según el ex alabardero, lo habría llamado de madrugada a su celular para invitarlo a su vecina residencia.

Francisco se encontró con el difícil tema del lobby gay cuando fue elegido Papa, el 13 de marzo pasado. En junio, algunos medios contaron un encuentro de Jorge Bergoglio con representantes de la Confederación latinoamericana de Religiosos y Religiosas (Clar).

En ese diálogo, el Papa argentino dijo a la delegación: “En la Curia hay personas por cierto santas, pero también hay una corriente de corrupción. Se habla de un lobby gay y es cierto, existe. Tenemos que evaluar qué se puede hacer”.

En julio, al regresar de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, Francisco respondió en el avión que lo traía a Roma, en un largo diálogo con los periodistas: “Se escribe tanto sobre el lobby gay. Yo todavía no encontré quien me presente la carta de identidad en el Vaticano que diga ‘gay’. Dicen que hay. Creo que, cuando uno se encuentra con una persona así, debe distinguir entre el hecho de que sea un gay del hecho de que forme parte de un lobby. Los lobbies no son buenos. Esto es lo malo. Si una persona es gay y está cerca del Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla? Aquella declaración tuvo una enorme repercusión.

a.guardias-suizos-caras-ccsaby2.0-flappingwingsCuando Francisco se encontró con su predecesor Joseph Ratzinger, éste le entregó la documentación de las investigaciones que realizaron para Benedicto XVI tres ancianos cardenales. En 300 páginas describieron las alternativas del célebre caso Vatileaks, o sea del robo de decenas de documentos de los aposentos pontificios, por parte del mayordomo del Papa alemán, Paolo Gabriele.

Pero en esas 300 páginas había también un informe sobre el lobby gay como grupo de poder en el Vaticano y sus mecanismos de funcionamiento. No se sabe si incluía los nombres de altos prelados y cardenales. Lo cierto es que tanto el Vatileaks como las presiones y chantajes del lobby gay vaticano contribuyeron a convencer a Benedicto XVI de que debía renunciar, porque no lograba controlar los escándalos y choques entre facciones internas de la Curia Romana, el gobierno central de la Iglesia.

Ratzinger además se sentía muy cansado a sus casi 86 años y con poca fuerza para afrontar la crisis de su pontificado. Renunció en febrero, un hecho histórico que abrió el paso en marzo al Cónclave que eligió a Bergoglio. Antes, Benedicto XVI nombró jefe de la Casa Pontificia a su secretario, monseñor Georg Gaenswein, quien aún desempeña ambas funciones y reside en el convento del Vaticano donde vive el ahora Papa emérito.

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