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El teólogo católico David Berger lo tiene claro: ‘Más del 50% de los sacerdotes en el Vaticano son homosexuales’

Sábado, 10 de octubre de 2015
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david-berger-pressefoto-300x199Berger ha hecho estas incendiarias declaraciones tras saltar un nuevo escándalo que ha salpicado al Vaticano por el que ha sido destituido el prelado polaco del Santo Oficio gay, Krzysztof Charamsa, quien presentó públicamente a su novio catalán. David Berger es un teólogo católico de origen alemán que, además, es filósofo y redactor jefe de la revista gay Männer. Su principal campo de trabajo ha sido la historia y la doctrina de Santo Tomás de Aquino, así como la homosexualidad y la Iglesia católica. A su salida del armario como homosexual le siguió una controversia sobre el estatus de los homosexuales en la Iglesia católica. En mayo de 2011 el arzobispo de Colonia, Joachim Meisner, le retiró la missio canonica, el derecho a enseñar religión católica en las escuelas, con lo que perdió su puesto de trabajo.

El controvertido teólogo asegura que el Lobby Gay tiene un gran poder en el interior del estado papal. Según su propia experiencia, ‘’En el Vaticano experimenté que el número de hombres gay era aún mayor”, ha dicho en una entrevista con la revista alemana Stern.

 Berger, que presume de no tener pelos en la lengua, también dijo que la Santa Sede emplea a hombres gay porque trabajan excepcionalmente bien ya que la culpabilidad de lo que son les lleva a ser mejores sacerdotes’, y añadió, “Por un lado hay la homosexualidad sigue estando demonizada en la Iglesia. Es un pecado muy grave, Y, por otro lado, la imagen de un sacerdote célibe, que nunca se cuestionó la idea de no tener una esposa, era muy atractiva para los hombres gays’.

Durante la entrevista Berger explicaba el funcionamiento de la Iglesia de Roma, ‘Todos son ventajas: Tener muchos hombres gays con una conciencia culpable. Hacen todo lo posible para ser especialmente inteligente, leales al Papa y trabajan muy duro”, dijo, “Es por eso que tienen las mejores posibilidades de tener una carrera brillante que les permite entrar en el Vaticano. Y allí se encuentran con una red de hombres gays que se ayudan entre sí”.

noticias_file_foto_1025464_1444139600Berger también ha dicho que la regla más importante en el Vaticano era que ‘mientras que se pudiera tener sexo gay, en público siempre deben permanecer fieles a los principios de la Iglesia y no hablar de ello’.

David Berger se muestra duro y muy crítico con su carrera en la Santa Sede, ‘Después de ser expulsado me di cuenta de que me frustraron todas las expectativas’.

En su libro Der heilige Schein: Als schwuler Theologe in der katholischen KircheLa santa hipocresía: en la Iglesia católica como teólogo gay»; el título es un juego de palabras entre Heiligenschein como «aureola» y heilige Schein, «santa apariencia», en la que Schein toma el significado de «hipocresía» o «falsa apariencia»), que fue reeditado en tres ocasiones en las primeras seis semanas tras su aparición, Berger analiza de forma crítica el trato que la Iglesia católica da a la homosexualidad.

Desde 2005 la Iglesia prohíbe explícitamente a los homosexuales la entrada al sacerdocio, lo que es empleado por los superiores para mantener a los curas leales, lo que en el contexto de la Iglesia de Benedicto XVI significaba ser conservadores.

El libro de Berger tiene una fuerte componente autobiográfica, dando una visión en determinadas fases de su vida. En ellas aclara, también de forma autocrítica, en el sentido de una revisión y superación de su comportamiento anterior, su pertenencia a determinados círculos católicos, a los que entretanto ha dado la espalda.

El periodista Christian Geyer escribió: «Como mínimo me parece claro en cuanto a la evaluación moral teológica de la homosexualidad: el Vaticano ya no puede avanzar con su mezcla de discreción y represión después de este libro.» Thomas Assheuer consideró en su charla en Die Zeit: «Este libro pertenece a los más increíble que se puede leer en este momento sobre la Iglesia católica».

Fuente Ragap

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José María Castillo: “El discurso del Papa en el Congreso sonó como los discursos proféticos de Luther King”

Miércoles, 30 de septiembre de 2015
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papa-en-el-congreso-usaSí, aplaudimos el gesto de Francisco pidiendo eliminar la Pena de Muerte… está muy bien aleccionar a los demás, per no nos olvidemos de que el Catecismo de la Iglesia Católica sigue manteniendo la legitimidad del uso de la Pena de Muerte en casos excepcionales. Nunca, nunca, nunca, puede haber el menor resquicio que permita a un Estado suprimir una vida humana. En nuestro caso, todavía quedan países que nos condenan a ella por nuestra orientación sexual… La Iglesia, por eso, debiera eliminar este infame artículo, inhumano y anticristiano que sirve de base para legitimar lo que él mismo pide eliminar. Da el paso, Francisco, predica con el ejemplo y elimínalo.

2267 La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas.

Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana.

Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo «suceden muy […] rara vez […], si es que ya en realidad se dan algunos» (EV 56)

De la teología especulativa de Ratzinger a la narrativa de Bergoglio

“El Papa que tenemos lleva consigo, incorporado en su vida, el ‘recuerdo peligroso’ de Jesús”

Ha tirado de la “parresía” necesaria, para decirles en su cara, a los hombres más poderosos del mundo, que tienen que organizar las cosas de otra manera

(José M. Castillo).- Ayer, 24 de Septiembre de 2015, por primera vez en la historia, un papa de Roma pronunció un discurso, en el Capitolio de Washington, dirigiéndose a los congresistas de la primera potencia mundial. Jorge Mario Bergoglio no se anduvo por las ramas. Y fue derecho a los asuntos que más directamente afectan a la enorme mayoría de los habitantes del planeta.

Aunque bien sabemos que algunos de los temas, que allí planteó Francisco, no son precisamente los que mejor suenan en los oídos de muchos de los legisladores que allí escucharon al Papa. “Si es verdad que la política debe servir a la persona humana, no puede ser esclava de la economía y de las finanzas”, dijo el obispo de Roma ante un Congreso en el que la mayoría de sus miembros son millonarios al servicio de los intereses turbios e inconfesables de los mercados.

Si a esto sumamos la condena inapelable del tráfico de armamentos, de las guerras, el pronunciamiento en contra de la pena de muerte, y la solidaridad con los pobres de este mundo, todo esto debió sonar en el Congreso de Estados Unidos como, hace años, sonaron en toda América los discursos proféticos de Martin Luther King.

Dicho esto, vengo a lo que quiero destacar en esta reflexión. ¿Qué teología maneja el papa Bergoglio? Esta pregunta es comprensible. Porque, como es sabido, son muchos los que, en los ambientes eclesiásticos, echan de menos la sapiencia teológica que manejaba el papa anterior, Benedicto XVI. Cuya presencia distinguida y su lenguaje cuidado de sabio alemán contrastan con la imprevisible y – para algunos – desgarbada figura de Francisco. Del que ya ha quedado patente para todo el mundo que se maneja mejor entre la gente sencilla de la calle que entre distinguidos y selectos estudiosos de los más refinados saberes.

¿Es por esto Francisco menos teólogo que Ratzinger? No lo es menos. Ni tampoco lo es más. Es distinto. Aquí vendrá bien recordar que, en el Nuevo Testamento, se advierte que hay dos formas de hacer teología.

Está, por una parte, la “teología especulativa”, de Pablo. Y está, en otro contexto, la “teología narrativa” de los evangelios. O sea, la especulación ideológica, más propia de la cultura helenista (propia de Pablo), y el relato histórico, característico de la tradición bíblica. ¿No se podría decir que Ratzinger ser mueve como pez en el agua manejando la teología especulativa, mientras que Bergoglio se encuentra en su ambiente cuando desciende de las alturas, de la especulación del “ser”, a lo concreto y tangible del “acontecer”?

Es evidente que el pensamiento especulativo seduce a determinadas mentalidades por su profundidad y su capacidad analítica. Pero no es menos cierto que, a la hora de la verdad, lo que decide la felicidad o la desgracia de la gente no es la profundidad de la cabeza pensante, sino la evidencia patente de lo que sucede, lo que nos pasa cada día, lo que nos hace felices o desdichados.

Lo que ha sucedido en la Iglesia es que, con el paso del tiempo, cuando la teología quedó sistematizada y se organizó en tratados (lo que todavía se sigue estudiando en los seminarios y enseñando en los catecismos), la teología especulativa de Pablo resultó más determinante que la teología narrativa de los evangelios. Y así – por poner un ejemplo -, a la gente se le enseña más la “religión de redención”, que predicó Pablo (G. Bornkamm), y se le enseña quizá menos la “memoria peligrosa y subversiva” (J. B. Metz) de Jesús.

Por suerte, el papa Francisco no se cansa de repetir que tenemos que recuperar el Evangelio, que tenemos que leerlo, meditarlo, entenderlo, llevarlo en el bolsillo. Si no hacemos esto, y si esto no se hace vida en nosotros, caemos sin más remedio en el cristianismo de la mentira y el engaño. Lo diré con claridad y en pocas palabras.

Si Francisco se queda en la especulación de los pensadores teológicos más excelsos, es seguro que hoy no se comentaría en casi todos los medios de comunicación lo que los congresistas de USA han tenido que escuchar allí, en su grandioso Capitolio. Si lo han tenido que oír, sin duda alguna es porque el Papa que tenemos lleva consigo, incorporado en su vida, el “recuerdo peligroso” de Jesús.

Por eso ha tirado de la “parresía” necesaria, para decirles en su cara, a los hombres más poderosos del mundo, que tienen que organizar las cosas de otra manera. No se puede soportar que unos pocos naden en todas las abundancias, al tiempo que la inmensa mayoría de la humanidad se ahoga, se muere, entre gritos de desesperación.

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“El perdón”, por Gema Juan, OCD

Viernes, 25 de septiembre de 2015
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20819404503_6f3b8c1f58_mDe su blog Juntos Andemos:

El perdón es un misterio. Atrae y estremece, cautiva y asusta, desvela la vulnerabilidad y hace fuerte, todo al mismo tiempo. La oración de la Iglesia dice que Dios muestra con él su poder y los gurús, sabios y terapeutas de todos los tiempos y tradiciones han puesto sobre ese modo de misericordia una de las piedras esenciales de la vida.

Perdonar y ser perdonado, dar y acoger perdón. Descubrir la salud que hay en ese camino de acceso a la verdad personal profunda, camino también a la solidaridad más grande, la que Jesús ofrece con su vida y su palabra.

Teresa de Jesús entendió que en el perdón se hace verdad el seguimiento de Jesús. En la luminosa experiencia de quien ha recibido un: «vete en paz, quedas curado», al acercarse a Jesús y que ha entendido, a la vez: «haz tú lo mismo». Eso le sucedió a ella.

Importa no ser melindrosos ni infantiles, para avanzar en este camino. Teresa decía, con ironía, que hay «unas cositas que llaman agravios, que parece hacemos casas de pajitas, como los niños». Y aún añade: «Vendremos después a pensar que hemos hecho mucho si perdonamos una cosita de estas».

Puede parecer que Teresa es exigente en este terreno. Lo es, pero no como quien pide un esfuerzo superior ni porque crea que el perdón se alcanza por voluntarismo o «a fuerza de brazos». Es exigente porque sabe que sin esta experiencia no se acaba de entrar en el camino de Jesús, en el camino de la verdad y la libertad que llevan a la plenitud.

Por eso, pide poner en Él la mirada. Recuerda «aquella carne divina y sin pecado» que, en el huerto de los Olivos, sufría y escribe: «¿Cómo queremos la nuestra tan fuerte que no sienta la persecución que le puede venir y los trabajos?». El mal que se sufre, se siente. Teresa, siempre humana, sabe lo necesaria que es la paciencia: «Dejad hacer su oficio a la carne». Ni violentar ni perder el paso, se trata de ir haciendo camino.

El Papa Francisco llamaba «coleccionistas de injusticias» a quienes se pasan la vida llevando cuentas del mal que les hacen y recordaba el consejo que da Teresa: «Huya mil leguas de “razón tuve”, “hiciéronme sinrazón”, “no tuvo razón quien esto hizo conmigo”». Los dos apelan al seguimiento de un hombre que fue crucificado, a quien no dieron «una cruz muy puesta en razón», sino que sufrió la mayor sinrazón.

Teresa remite a la experiencia profunda: «No puedo yo creer que alma que tan junto llega de la misma misericordia, adonde conoce la que es y lo mucho que le ha perdonado Dios, deje de perdonar luego con toda facilidad y quede allanada en quedar muy bien con quien la injurió».

Cerca de la misericordia se descubre la verdad propia. Y se comprende, «imprimido en las entrañas», que la paciencia de Dios lo ha alcanzado todo y a todos, que su misericordia envuelve la vida y el mundo. Y ahí se entienden las palabras de Teresa: «¿Por ventura podéis pasar tanto que no debáis más?».

La facilidad para perdonar de la que habla Teresa no es la de la espontaneidad. Por eso, dice también: «No penséis que no ha de costar algo y que os lo habéis de hallar hecho».

El perdón es un don que se adquiere, sin que haya contradicción en ello. Es un regalo, pero cada quien tiene que recorrer por sí el camino hasta el don. Teresa sabía que el miedo puede retener: «No osamos pasar adelante, como si pudiésemos nosotras llegar a estas moradas y que otros anduviesen el camino». Por eso, siempre Jesús, que ha recorrido el camino primero, «que se puso en lo primero en el padecer».

Con sabiduría, Benedicto XVI apuntaba que «perdonar no es ignorar sino transformar». Y pedía oponer al océano del mal un océano de bondad, permaneciendo en la gratuidad: «Nada puede mejorar el mundo si el mal no es superado. Y el mal solo pude ser superado con el perdón… un perdón eficaz; perdón que solo nos lo puede dar el Señor».

Transformar el mal desde el perdón, elegir devolver bien, adelantarse en la gratuidad… todo eso hace –como decía Etty Hillesum– encontrar asomos de eternidad en las tareas cotidianas más pequeñas y, en definitiva, unirse al Jesús vivo que da vida.

Las palabras de Teresa, madre de espirituales, maestra de oración en la Iglesia, no dejan resquicio de duda. Lo único que sirve e importa a Dios es el amor; es lo único que une a Él, pero también, lo único que da verdadera felicidad:

«¡Qué estimado debe ser este amarnos unos a otros del Señor! Pues pudiera el buen Jesús ponerle delante otras, y decir: perdonadnos, Señor, porque hacemos mucha penitencia, o porque rezamos mucho y ayunamos y lo hemos dejado todo por Vos y os amamos mucho; y no dijo porque perderíamos la vida por Vos, y, como digo, otras cosas que pudiera decir, sino solo porque perdonamos».

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Cardenal Peter Erdö: “La existencia de la familia y su identidad están en peligro”

Viernes, 4 de septiembre de 2015
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peter-erdo-10877437xsrjp_1713Y dale con el raca raca… Si este es el relator del Sínodo, podemos esperarnos lo peor… Por cierto, ¿alguien le ha oído decir algo del drama humano que se está viviendo en Hungría con los refugiados sirios?

“La gente no se casa porque se siente controlada por una institución”

El arzobispo de Budapest y presidente del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa, el cardenal Peter Erdö, que será el relator del Sínodo de la Familia que se celebrará el próximo mes de octubre en Roma, ha asegurado que el problema fundamental de hoy en día es que la existencia misma de la familia y su identidad están “en peligro”.

Así lo ha indicado en una entrevista concedida a la revista Mundo Cristiano y recogida por Europa Press, en la que también señala como desafío el miedo al matrimonio, a fundar una familia y a aceptar a los hijos.

Concretamente, lamenta que el número de matrimonios, también civiles, haya disminuido y apunta que “el problema no son los divorcios” sino que “la gente no se casa” y “muchos niños nacen fuera del matrimonio”.

En este sentido, señala que en los países occidentales ha disminuido el número de divorciados que se han vuelto a casar pero al mismo tiempo constata que existe “una desconfianza hacia la institución matrimonial mucho mayor que hace 30 años”.

A su juicio, esto se debe a que la humanidad hoy vive bajo una presión enorme de las instituciones, se siente “controlada” y, por tanto, “renuncia a cualquier forma institucional” al entender el matrimonio y la familia como otra forma de control.

Ante esta situación, el cardenal propone que la Iglesia refuerce las comunidades de familias que pueden ayudar, según indica, incluso a aquellas parejas que se casan por la Iglesia sin tener fe.

“Hay mucha gente que se casa por la Iglesia pero sin pertenecer verdaderamente a la comunidad de los fieles. Pero si durante la preparación al matrimonio entran en contacto con un conjunto de familias, queda la esperanza de que más tarde puedan descubrir la identidad sacramental de su matrimonio, subraya.

Sobre el Sínodo, ha advertido de que tal y como ya dijo Benedicto XVI, hay “un Concilio de los Obispos” y “un Concilio de los Medios”. “Es una experiencia que estamos vivendo en estos momentos“, ha subrayado.

Entre otros desafíos que se plantearán en el Sínodo, Erdö también destaca el problema del individualismo que, según precisa, se sufre en todos los continentes.

(RD/EP)

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El Comercio no publicará más artículos de Cipriani

Domingo, 23 de agosto de 2015
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juan-luis-cipriani-thorneAdemás de intransigente, fundamentalista y homófobo… copión… Si es que “antes se le coge al mentiroso que al cojo“… dice el refrán.

“Son una estrategia para hacer daño”

El cardenal plagió a Pablo VI y Ratzinger

Tras revelarse el plagio que cometió el cardenal Juan Luis Cipriani en dos de sus columnas publicadas en El Comercio, el diario ha decidido no darle más espacio para la publicación de sus artículos.

En un comunicado publicado en la web del diario se informa que el diario retiró los artículos en base a su política de contenidor. “Los textos han sido retirados porque el diario no publica artículos donde aparecen como quien firma los textos que en realidad son de terceros”, se lee en el comunicado.

Finalmente aclara que Cipriani “no tiene un lugar específico en el periódico” por lo que “no hay espacio que pueda cancelar”. “Está claro que el diario no publicará más artículos del cardenal”, cierra el comunicado.

El cardenal fue acusado de plagiar al papa Benedicto XVI en su columna de opinión titulada “Sentido primaveral de nuestra historia”. Más tarde, el cardenal pidió perdón por no colocar la cita alegando “falta de espacio”.

Por su parte, Cipriani aseguró que las acusaciones son “una estrategia para hacer daño”. El cardenal indicó que “si ha habido una impresión de ellos de haber usado ideas o planteamientos sin citar fuentes, renueva sus disculpas al diario y a los lectores”.

Sin embargo, pese a lo señalado, lamentó que el diario El Comercio haya anunciado que no le permitirá volver a escribir y señaló que “podía haberse conversado con un poco más de confianza pues hay una clara explicación“.

En otro momento señaló que, a su parecer, existiría una “pequeña revencha o un intento para que no hable” luego de que el diario no no aceptaran la carta de justificación por sus columnas.

Además sentenció que continuará expresando sus opiniones en los demás sitios donde se le permita. “Me queda RPP, así como la Catedral de Lima, donde siempre me pueden buscar”, afirmó.

El tema es que el arzobispo de Lima, cardenal Juan Luis Cipriani, tuvo que admitir el miércoles que omitió las fuentes en dos artículos de opinión que publicó en uno de los principales diarios de Perú y en en los que usó frases textuales de dos pontífices.

“Lamento que la brevedad del espacio me llevó a omitir las fuentes y reconozco ese error, afirma Cipriani en una carta dirigida al director de El Comercio, diario de referencia en Perú. El obispo peruano utilizó extractos del libro “Communio” del entonces cardenal Joseph Ratzinger y de la encícilica “Ecclesiam Suam” de Pablo VI.

El caso fue revelado el lunes por el portal de noticias utero.pe y despertó una oleada de comentarios en las redes sociales y en blogs acusando de plagio al cardenal, conocido por sus posiciones ultraconservadoras en política y moral.

El artículo que encendió la chispa fue “Sentido primaveral de la historia, un texto donde aboga por “hacer valer en la vida pública el plano moral”, y que fuera publicado el domingo pasado en El Comercio. En ese texto aparecen varias frases de “Communio”, libro de Ratzinger publicado en 1995 antes de devenir el papa Benedicto XVI, según comprobó el portal peruano.

La omisión dio pie a rebuscar errores en otros textos, lo que ocurrió con el artículo “Tú tienes la palabra”, publicado también en El Comercio el 23 de mayo de este año, donde se encontró párrafos de la encíclica de Pablo VI, “Ecclesiam Suam”.

“He visto la reacción que ha suscitado en algunos blogs de redes sociales y siento la necesidad de responder a ellos“, acotó Cipriani en su carta. El cardenal peruano señala como atenuante que “las tesis que expone (en sus artículos) son parte del patrimonio de las enseñanzas de la iglesia católica. Según Cipriani, “este patrimonio común de nuestra fe no tiene, por decirlo así, una propiedad intelectual, pero es habitual y correcto citarlos para una mejor comprensión y, en ocasiones, para reforzar la autoridad de la doctrina que se expone“.

El diario El Comercio señaló en una nota que “lamenta profundamente lo ocurrido con estos artículos de Cipriani” y recuerda que, “más allá de las que puedan ser las consideraciones internas de la iglesia católica“, se deben “hacer las menciones correspondientes para no dar una idea equivocada al lector sobre la autoría”.

(Rd/Agencias)

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“Actualizar la liturgia”, por José Mª Castillo

Lunes, 3 de agosto de 2015
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Misa en latínDe su blog Teología sin Censura:

Se sabe que el difunto cardenal Martini le dijo al papa Benedicto XVI que la Iglesia lleva doscientos años de retraso respecto a la sociedad y a la cultura actual. Supongo que Martini se refería al ejercicio del poder y al sistema de gobierno eclesiástico. Si el cardenal le hubiera hablado al papa de la liturgia, lo más probable es que le habría dicho que la Iglesia lleva un retraso de más de mil años.

No estoy exagerando. Basta repasar la excelente y documentada historia de la misa, de J. A. Jungmann, para caer en la cuenta de que la estructura de la celebración eucarística, el lenguaje que en ella se utiliza (aunque esté traducido del latín), la mayor parte de los gestos rituales y el conjunto de la ceremonia, todo eso se quedó anclado y atascado en lo que se hacía y se expresaba según el lenguaje y las costumbres de la Alta Edad Media. O sea, según los usos y formas de expresión que eran actuales en los lejanos tiempos del siglo quinto al octavo. Sin duda alguna, se puede afirmar que no existe ninguna otra institución, por más conservadora que sea, que se comporte de esta manera. ¿Y nos sorprende que haya tantos cristianos que apenas van a misa?

Por esto conviene reconocer que la Constitución sobre la Liturgia, del concilio Vaticano II, hizo bien a la Iglesia en algunas cosas, por ejemplo al permitir la traducción del latín a las lenguas actuales. Pero también es cierto que aquello fue una “actualización” que se quedó muy corta.

Seguramente porque faltó tiempo, la debida preparación y las condiciones indispensables para afrontar los problemas más de fondo y más actuales que afectan a la liturgia, los rituales, los signos, los símbolos y los embrollados y actualísimos temas relacionados con la comunicación entre los seres humanos.

Sobre todo cuando se trata de comunicar y poner en claro cuestiones tan complicadas como es todo lo que se refiere a nuestras relaciones con “lo trascendente”. Y sabemos que eso precisamente es lo que se pretende en la liturgia. ¿Por qué habrá tantos católicos más preocupados por ser fieles al Catecismo que por afrontar y resolver estos problemas tan serios y apremiantes?

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El Vaticano reconoce que hubo una campaña para denigrar a monseñor Romero

Martes, 24 de marzo de 2015
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SALVADOREÑOS CONMEMORARÁN MAÑANA EL 32 ANIVERSARIO DEL ASESINATO DE ROMEROEste martes se cumplen 35 años de su martirio, en vísperas de su beatificación

Se le tildó de “desequilibrado”, “marxista” o “títere manipulado por la teología de la liberación”

Treinta y cinco años después del asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero, el Vaticano reconoció que hubo una campaña para denigrar al religioso centroamericano, cuya beatificación estuvo bloqueada en la época de Juan Pablo II y reivindicada en la nueva era de Francisco, que lo considera un modelo para América Latina.

Asesinado en San Salvador cuando oficiaba misa el 24 de marzo de 1980 por un francotirador contratado por la ultraderecha, monseñor Romero fue tildado tanto en los últimos años de su vida como después de muerto de ser un desequilibrado”, “un marxista”, un “títere manipulado por curas de la teología de la liberación que le escribían sus encendidos sermones” contra la oligarquía, las injusticias sociales y la represión en su país.

Acusaciones, denuncias y críticas lanzadas por diplomáticos, políticos, religiosos y hasta cardenales.

Intrigas y presiones que frenaron el proceso de canonización de monseñor Romero, quien será finalmente beatificado el próximo 23 de mayo en su ciudad, 19 años después de que el proceso fuera abierto oficialmente por el Vaticano en 1997.

El arzobispo italiano Vincenzo Paglia, actual presidente del Consejo Pontificio de la Familia y postulador de la causa de beatificación de monseñor Romero, reconoció en febrero pasado las numerosas trabas que el proceso sufrió.

De no haber sido por el papa latinoamericano Francisco Romero no hubiera sido beatificado, confesó.

Entre los enemigos de Romero dentro del Vaticano figuran dos influyentes cardenales, los colombianos Alfonso López Trujillo, ya fallecido y conocido por sus posiciones ultraconservadoras y Darío Castrillón Hoyos, jubilado, los cuales ocupaban en la década del 90 importantes cargos en la Curia Romana.

“López Trujillo temía que la beatificación de Romero se transformara en la canonización de la Teología de la Liberación”, recordó Andrea Riccardi, fundador de la comunidad de San Egidio, el movimiento católico que apoyó y financió la causa de Romero.

Los enemigos de la canonización del prelado centroamericano arremetieron aún antes de que la causa fuera abierta formalmente y lo criticaban por su cercanía al teólogo jesuita Jon Sobrino, censurado por años por el Vaticano como uno de los grandes exponentes de la Teología de la Liberación, quien sobrevivió a la matanza perpetrada en 1989 por militares salvadoreños contra seis compañeros jesuitas.

Los problemas doctrinales, el extenuante análisis de sus homilías, el temor de una instrumentalización ideológica por parte de la izquierda de su beatificación fueron algunos de los argumentos para obstruir la causa.

“Por 15 años la causa estuvo en un estado de parálisis burocrático”, explicaron fuentes religiosas, que acusan a la Congregación para la Doctrina de la Fe, liderada por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, hoy en día el papa emérito Benedicto XVI, de frenar el proceso.

Juan Pablo II estaba convencido de que Romero era un mártir, no sé lo que pensaba Benedicto XVI. Creo que para él era más un asunto de oportunidad. Ninguno de los dos conocían la situación en la región como la conoce el papa Francisco”, comentó en Roma monseñor Jesús Delgado, su exsecretario personal.

Delgado acaba de lanzar en italiano un libro con las cartas inéditas de Romero entre 1977 y 1980 con el título “La iglesia no puede callar”.

Tras haber sido un obispo conservador muy cercano al poder, Romero asumió el arzobispado de San Salvador en febrero de 1977, pero su conversión y cercanía con la Teología de la Liberación comenzó 15 días después de su asunción horrorizado por la represión y la pobreza.

Si bien el papa polaco incluyó personalmente el nombre de Romero en la lista de los “testigos de fe” del siglo XX durante el Jubileo del año 2000 y rezó ante su tumba cuando visitó El Salvador, algunos no olvidan “la humillación” a la que lo sometió en vida cuando lo recibió tras muchas dificultades en 1979 en el Vaticano.

“Buscaba respaldo y terminó sintiéndose solo, decepcionado, frustrado, humillado”, escribió en un testimonio María López, quien conversó con Romero pocos días después de ese encuentro.

El anuncio pocos días después de su elección en marzo del 2013 de Jorge Mario Bergoglio de que quería “una Iglesia pobre y para los pobres“, desbloqueaba de hecho el proceso.

Francisco empleaba casi las mismas palabras que hace más de tres décadas monseñor Romero: “La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres”.

Cuando en agosto pasado Francisco reconoció que “no hay más impedimentos” para su beatificación, quería decir que se había encontrado el camino para elevarlo a los altares.

En efecto la beatificación, sin necesidad de probar un milagro tras ser proclamado un mártir por su fe, resulta coherente con su papado y respalda la lucha por la justicia social en América Latina.

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Iglesia “en salida” vs restauración identitaria: ¿empate técnico? , por Pedro A. Ribeiro de Oliveira

Domingo, 15 de marzo de 2015
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Scene 07/53 Exterior Galilee Riverside; Jesus (DIOGO MORCALDO) is going to die and tells Peter (DARWIN SHAW) and the other disciples this not the end.Leído en la página web de Redes Cristianas

“Estamos en medio de una crisis eclesial donde importantes sectores intermedios importantes obstruyen el proyecto de Iglesia del Papa, una Iglesia “en salida”. Para destrabar el proceso y llevar adelante el proyecto es indispensable la movilización de las bases eclesiales que sólo ganarán fuerza en la medida que los sectores de la liberación y los sectores carismáticos caminaran juntos “, dice Pedro A. Ribeiro de Oliveira, sociólogo, en artículo publicado a continuación.

Pedro A. Ribeiro de Oliveira tiene un doctorado en Sociología por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Es profesor en la Maestría en Ciencias de la Religión de la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais – PUC-Minas, consultor ISER-Asesoría. Entre sus obras, destacamos Fe y Política: Fundamentos(Aparecida: Ideas & Letters, 2004), Fortaleciendo la red de una Iglesia misionera (San Paulo: Paulinas 1997) y Religión y dominación de clase (Petropolis: Vozes, 1985).

Aquí está el artículo.

El Papa asombró all mundo con su visita a Lampedusa, donde se solidarizó con los migrantes que buscan ilegalmente una mejor vida en Europa, Francisco mostró su proyecto de pontificado: una Iglesia “en salida”. Explicitó este proyecto en la exhortación “La Alegría del Evangelio” (# 20-24), donde dice preferir “una Iglesia accidentada, herida, embarrada por haber salido a las calles, a una Iglesia enferma por estar encerrada (# 49). Este proyecto está ganando la simpatía y el entusiasmo de muchas personas, dentro y fuera de la Iglesia Católica, pero hay fuertes indicios de resistencia a él dentro de la jerarquía católica, porque va en la dirección opuesta a la línea de los dos pontificados anteriores, centrados en el proyecto que se puede llamar restauración identitaria. Haciendo un análisis de coyuntura de la situación, me parece que estos dos proyectos están ahora en “empate técnico”. ¿Es posible desbloquear el impasse que impide la actualización de la Iglesia propuesta del Concilio Vaticano II que viene? Analizar el problema desde el punto de vista sociológico es el propósito de este artículo (1).

La elección de Juan Pablo II marca el comienzo del proceso de restauración identitaria de la Iglesia Católica: proyecto de reafirmación de la Iglesia y de sospecha de todo lo que no tuviera la marca católica. Su propósito no era volver al pasado tridentino, pero imponer la interpretación del Concilio Vaticano II desde el Concilio Vaticano I, que convirtió la autoridad del Papa suprema e incontestable sobre toda la Iglesia Católica. Contando con la participación del teólogo Joseph Ratzinger, que le sucedió en el papado, Juan Pablo II utilizó varios instrumentos eclesiásticos para implementar este proyecto, siendo el principal: el nombramiento de obispos en sintonía con la misma línea, la reforma del derecho caónico y la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica y las normas restrictivas para la liturgia.

Este proyecto encontró apoyo en los movimientos eclesiales como el Opus Dei, Comunión y Liberación, Focolares, Camino Neocatecumenal, Renovación Carismática Católica y otros de un alcance más pequeño a nivel global. La gama de alianzas formadas por el Papa, la Curia Romana, los obispos de su confianza en las diócesis clave, y los Movimientos eclesiales procedieron a difundir su propia interpretación de los documentos promulgados por el Concilio como la única interpretación auténtica, mientras que descalificaban a cualquier divergencia.

Así, Juan Pablo II y Benedicto XVI reforzaron la tradición tridentina que ve en la salvación individual de las almas la misión propia de la Iglesia – como dijo Benedicto XVI al episcopado brasileño, 12 de mayo 2007 – mientras que la población católica quiere protección, cura y seguridad (catolicismo popular), una alegre convivencia y cercanía con lo divino (catolicismo carismático) y la reafirmación de la fe en otro mundo posible donde la Justicia y la Paz se abracen ( catolicismo de la liberación). Sin darse cuenta que la salvación de las almas a través de los sacramentos está perdiendo terreno, minada por paradigma técnico-científico de la modernidad, el hedonismo favorecido por el acceso al mercado de consumo, por la valoración y apreciación de la vida terrena y la incredulidad en el infierno, la Iglesia ve la reducirse el número de sus fieles, especialmente entre los jóvenes (2).

Dada esta falta de coincidencia, la Iglesia busca atraer fieles ofreciéndoles espectáculos religiosos que combinan entretenimiento, misa y devociones (marianas, los santos y el Santísimo). Estaciones de radio y televisión, así como los santuarios se convierten en el escenario de este espectáculo religión-media donde los sacerdotes atrajeron mucho público, pero más allá de las emociones del espectáculo, cada uno vuelve a su vida cotidiana sin fortalecer sus lazos con la Iglesia.

Todo esto debilitó el impulso de las innovaciones introducidas por el Concilio (la actitud ecuménica e interreligiosa, Teología de la Liberación, las Comunidades Eclesiales de Base, los órganos colegiados, la liturgia inculturada, la renovación de la vida religiosa, la apertura de los seminarios, y otros), pero sin implementar un nuevo modelo de Iglesia Católica capaz de diálogo con el mundo contemporáneo. La rigidez de la Iglesia para insistir en su convicción de ser eportadora de la verdad absoluta en contraposición al “relativismo” del mundo ha creado una barrera de comunicación entre ellos. Por un lado estaba el cuerpo clerical facultado por el proyecto de restauración identitaria; y del otro estaba la gran masa de laicos y laicas reducidos a la condición de auxiliares de los curas, sino de simples usuarios de los servicios religiosos.

El fracaso del proyecto de restauración identitatira llevó a la renuncia de Benedicto, pero no desmanteló su red de apoyo: ella tiene todavía tiene adeptos en la Curia romana – su bastión principal – en los Movimientos eclesiales que explícitan o disimuladamente cultivan la tradición tridentina, entre muchos obispos, sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas formados para ese modelo de iglesia. Aunque estos sectores declaran su obediencia piadosa al Papa, hay indicios de que a ellos les desagradan tanto las críticas de Francisco a la ostentación mundana de las personas consagradas, como su aliento a una Iglesia pobre y servidora de los pobres.

Por otra parte, no se puede olvidar la importancia del patrimonio y activos económicos acumulados por la Iglesia: ellos pueden asegurarle una sobrevida independientes de los fieles.

Ante esta situación de “empate técnico” entre los dos proyectos, ¿Cómo será la forma de un desempate para la Iglesia “en la salida”? Como se dijo antes, este desempate se decidirá ante la base formada por la gran comunidad católica, más que en los tribunales eclesiásticos. Es entonces necesario examinar qué sectores de la comunidad católica tienen afinidad con el proyecto de Francisco.

La Iglesia “en salida” no puede contar ni con los Movimientos tradicionalistas, ni con los oriundos de Renovación Carismática que vuelven a los tiempos de Pío XII – como Shalon, Toca de Assis, Nueva Canción y otros. Tampoco puede contar con los fieles practicantes del catolicismo popular- devocionales y protector. El apoyo de la Iglesia “en salida” sólo puede residir en sectores cuyas raíces se encuentran en el Concilio Vaticano II: por un lado, el sector polarizado por las Comunidades Eclesiales de Base y Pastoral Social; y por el otros, los diversos grupos congregados por el Movimiento carismático. Veamos esto más de cerca.

El catolicismo de la liberación es fruto de la recepción latinoamericana del Concilio Ecuménico de 1962 a 1965 y tuvo importancia por el desempeño de las Comunidades Eclesiales de Base – CEB – Pastoral Social junto con los movimientos sociales. Tiene su fundamentación en la Teología de la Liberación que, mientras era descalificada en espacios eclesiales oficiales, se mantiene muy viva en la sociedad brasileña. Aunque minoritario tiene,en el episcopado, el clero y sobre todo en la intelectualidad católica

El catolicismo carismático es hoy la forma hegemónica de la Iglesia en Brasil. Introducido en la década de 1970 por la Renovación Carismática Católica – RCC – que combina la oración de alabanza, la música y la curación. Su organización a través de los grupos de oración apoyados por equipos de servicio le dan una gran autonomía respecto a las autoridades eclesiásticas, mientras que su énfasis en la práctica de los sacramentos favorece su integración en las estructuras parroquiales. En la década de 1990 el movimiento carismático se dividió en dos partes: uno asume la pastoral de las parroquias dándole el tono carismático, mientras que los otros forman “comunidades de vida” y ” de alianza”, que poco a poco retornaron al catolicismo de la salvación individual revestido con un estilo carismático. Es necesario tener en cuenta esta distinción, porque la RCC no se identifica con esos Movimientos ni con los sacerdotes mediáticos y si con los grupos de oración. También hay que señalar que si bien la forma carismática es hegemónico hoy en la mayoría de las parroquias y las diócesis de Brasil, su fundamentación teológica sigue siendo frágil.

Obsérvese que tanto el catolicismo de la liberación como el carismático nacieron del Concilio Vaticano II, a pesar de que han tomado caminos divergentes: mientras que los sectores polarizados por la CEB y la Pastoral Social, buscan hacer realidad el Reino de Dios en el mundo de los pobres, los sectores sintonizados con RCC quieren implantarlo en el corazón de cada persona; mientras unos realizan celebraciones que nutren la relación entre la fe y la política, los otros hacen celebraciones de alabanza. Tales diferencias, sin embargo, no implican necesariamente incompatibilidad entre estos dos frutos del Concilio Vaticano II, pues son como dos hermanos separados por las circunstancias históricas y no por enemistad o antagonismo de fondo. En este sentido, hay que recordar dos cosas: crece tanto el número de animadores CEBs que son miembros de grupos de oración carismáticos, como el número de personas que participan activamente en las luchas sociales sin abandonar el camino de la oración carismática.

Llegamos a la conclusión de este análisis de coyuntura eclesiástica recordando que Francisco comenzó su pontificado – con la construcción de puentes – pidiendo que oren por él. Pero no sólo orar. También es necesario movilizar a la comunidad católica para la realización de su proyecto. Después de años habituados a entender la “misión” como rebaño de personas atraídas por la Iglesia para llevarlos a la práctica de los sacramentos, asumir el proyecto de la Iglesia “en salida” requiere elaboración teórica y acciones prácticas. Teórica, porque se trata de recuperar y actualizar la visión del Concilio Vaticano II; practicar, porque se trata de construir una “nueva manera de ser Iglesia” no desde el templo, sino de las casas y la calle.

Francisco es sin duda el personaje principal de este proyecto, pero sólo podrá lograrlo con la ayuda de los sectores intermedios de la iglesia – obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas – y la movilización de las bases. En esto radica el punto clave de este análisis: de la participación activa de laicos y laicas depende el éxito del proyecto de Iglesia “en salida”. En este sentido, es esencial la reconciliación y el entendimiento entre los sectores católicos polarizados por las CEBs y Pastorales Sociales y los sectores de los y grupos agregados de oración de raíces carismáticas. Desde allí se puede hacer crecer su cooperación en favor del éxito del proyecto de Iglesia “en salida”.

Estamos en medio de una crisis eclesial donde sectores intermedios importantes obstruyen el proyecto papal de Iglesia “en salida”. Para desobstruir el proceso y llevar adelante el proyecto es indispensable y esencial movilizar a las bases de la Iglesia que sólo ganarán fuerza en la medida que los sectores de la liberación y los sectores carismáticos caminaran juntos. Esta tarea no es fácil, pero es en la crisis que somos más creativos.

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“Por una Iglesia sinodal”, por José Mª Castillo

Domingo, 15 de marzo de 2015
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300px-Saint_10De su blog Teología sin Censura:

El profesor Alvaro Restrepo, jesuita colombiano, compañero mío en los años de estudio en la universidad Gregoriana de Roma, escribió esto en el Anuario de los jesuitas del año 2014: “El Vaticano es una isla. Por eso, cuando tanta gente de buena voluntad dice que la Iglesia necesita un buen Papa, no se refiere a que el nuevo Pontífice sea conservador o progresista, de derechas o de izquierdas. Lo que importa es que sea un hombre libre y decidido. Necesita un hombre tan apasionado por el Evangelio, que desconcierte a todos cuantos en el papado buscan un hombre de poder y mando. El Papa debe resultar desconcertante. El día en que el Vaticano sea el “punto de encuentro” de todos los que sufren, ese día la Iglesia habrá encontrado el buen Papa que necesita” (José María Castillo antes de la elección del Papa Francisco)”.

Han transcurrido dos años desde el día en que el jesuita Jorge Mario Bergoglio fue elegido para suceder al dimitido Benedicto XVI. Y todo el mundo está viendo que el nuevo papa no se ajusta al modelo convencional y tradicional de ejercer el papado que se había impuesto en la Iglesia desde tiempo inmemorial. Como es lógico, cuando se produce un cambio tan importante, en una institución tan enorme como la Iglesia, hay gente que está de acuerdo con el cambio. De la misma manera que hay también muchísimas personas que no están de acuerdo con ese cambio. En cualquier caso, hay algo que resulta incuestionable. Me refiero a que, si el papa Francisco dura unos años más, y si logra configurar el número de cardenales electores de forma que el futuro papa prolongue las incipientes reformas, que Francisco está poniendo en marcha, lo más seguro es que la Iglesia que tenemos, dentro de una o dos décadas, será muy distinta de como es ahora mismo.

No se trata de que, ni este papa ni los que vengan después, vayan a cambiar lo que ningún papa puede cambiar. Un papa no puede modificar a su antojo los dogmas de fe, las verdades de “fe divina y católica”, sobre las que descansa la estabilidad y el ser mismo de la Iglesia. Eso no va a suceder. Pero lo que sí sucede es que en la Iglesia hay mucha gente que, por ignorancia o por fanatismo, piensa que son dogmas de fe muchas cosas que no lo son. Y si se trata de cosas que no son dogmas de fe, un papa las puede cambiar. Todo lo que son costumbres, tradiciones (no la “Tradición”), normas, cuestiones jurídicas y legales, etc, etc, un papa puede modificarlas. Y algunas (o bastantes) de ellas, no sólo “puede”, sino que “debe” hacer lo que esté a su alcance, en los asuntos que van a redundar en bien para la Iglesia y para muchas gentes en el mundo.

Por poner un ejemplo. Puede ocurrir que un papa sea menos “teológico-especulativo” que sus antecesores. Pero, si ese déficit se suple con el hecho de que el papa es más “pastoral-cercano” a la gente, sobre todo a la gente sencilla (enfermos, ancianos, niños, pobres…), ¿por qué vamos a hacer un problema de semejante cambio en la forma de ejercer el papado? Es más, ¿no se podría pensar que un papa cercano a los más sencillos y gente humilde es, por eso mismo, un hombre evangélico? ¿Y nos vamos a escandalizar de eso? Es más, ¿se puede asegurar tranquilamente que Jesús – el Jesús que presentan los evangelios – no hizo teología? Lo que pasa es que en el Nuevo Testamento nos encontramos con dos modos (o modelos) de hacer teología. Una cosa es la “teología especulativa” de Pablo. Y otra cosa es la “teología narrativa” de los evangelios.

Esto supuesto, lo que está ocurriendo ahora mismo en la Iglesia es que el papa Francisco está recuperando, con su sencilla espontaneidad y su forma de vivir, la fuerza enorme que tiene el relato (la teología narrativa). Sobre todo cuando ese relato responde a los anhelos, carencias, necesidades y búsquedas de la gente más sencilla, la que no sabe de teologías ni alcanza a seguir las especulaciones de los grandes maestros del pensamiento.

Pues bien, como es lógico, lo que acabo de apuntar tiene tantas y tantas aplicaciones a lo que viene ocurriendo en la Iglesia y en el mundo, que resulta imposible abarcar todas las consecuencias que de lo dicho se siguen. Por eso, yo me voy a limitar a una de esas posibles consecuencias. Porque me parece que así tocamos uno de los temas más importantes (y más urgentes) en el empeño por renovar la Iglesia. Me refiero al tema de la “sinodalidad de la Iglesia”.

Y es que, en los ambientes cercanos a la Curia Vaticana, se habla ahora con frecuencia de un proyecto capital que está resultando determinante en el gobierno de la Iglesia, tal como lo entiende el papa Francisco. Se trata de la “reforma del papado” o, para decirlo con más precisión, de la llamada “conversión del papado” (Marco Politi, Francesco tra i lupi. Il segreto di una rivoluzione, Bari, Laterza, 2014, 146). Esta reforma tendrá, como componente esencial, el proyecto de recuperar para el gobierno de la Iglesia, la “sinodalidád”. Así lo había ya indicado el mismo Francisco en la entrevista que concedió al director de “la Civiltà Cattolica” (19. 09. 2013).

¿Qué es una Iglesia sinodal? Como es bien sabido, esta expresión no se refiere al hecho de que, cada dos años, el papa convoque un sínodo en Roma para debatir un tema teológico más o menos importante. “Iglesia sinodal” fue la Iglesia de los siglos III al IX, que estuvo gobernada de tal manera que las Iglesias locales (o nacionales) se auto-gobernaban por sí mismas mediante los sínodos o concilios locales o nacionales. Sínodos que eran presididos por los obispos de cada región o de cada país. La teología de esta forma de gobierno de la Iglesia fue sabiamente formulada por san Isidoro de Sevilla en el Ordo de celebrando concilio, redactado por el mismo Isidoro, para el IV concilio de Toledo (a. 633), un texto que tuvo una amplia difusión en Occidente (Y. Congar, L’ecclésiologie du Haut Moyen-Age, Paris, Cerf, 1968, 131-138). Es más, sabemos que hubo obispos y teólogos, ampliamente reconocidos en la Iglesia de aquellos siglos, como es el caso de Hinkmaro, Benedictus Levita o el autor de las Seudo-Decretales, para quienes el papa incluso estaba obligado a observar los cánones de los sínodos y a ejercer su autoridad de acuerdo con las decisiones de dichos sínodos (K. F. Morrison, The two Kingdoms. Ecclesiology in Carolingian political thought, Princeton, 1964, 71-98).

Lo que acabo de indicar puede parecer extraño o incluso escandaloso a no pocos católicos, que sólo conocen de la Iglesia y del papado lo que se ve y se oye en los últimos tiempos. Pero las cosas no fueron siempre así. Voy a poner un solo ejemplo que es elocuente por sí mismo. En el otoño del año 254, el gran obispo de Cartago, que fue san Cipriano, tuvo que resolver, en un sínodo, reunido en el mismo Cartago, el problema que habían planteado los fieles de tres diócesis españolas. Se trataba de las diócesis de León, Astorga y Mérida. En estas diócesis, los obispos había flaqueado en la persecución de Diocleciano. Los tres prelados no habían confesado su fe y, ante tal cobardía, las comunidades los habían depuesto de sus cargos. Uno de estos obispos, un tan Basílides, acudió a Roma, al papa Esteban, seguramente con una información no del todo objetiva. El papa lo repuso en su cargo. Lo que indignó a los fieles, que acudieron a Cipriano. Éste reunió un concilio local para resolver el asunto. La resolución está perfectamente documentada y nos ha llegado en la carta 67 de Cipriano, que además está firmada por los 37 obispos que asistieron al concilio. Parece, por tanto, esta forma de gobierno de la Iglesia estaba ya bastante extendida y aceptada en el s. III.

Así las cosas, lo que aquí interesa es saber que la carta sinodal de aquel concilio de Cartago afirma tres cosas: 1) El pueblo tiene poder para elegir a sus ministros, concretamente al obispo (Cipriano, Epist. 67, IV, 1-2). 2) El pueblo tiene poder para quitar al obispo cuando éste se comporta de manera indigna (Cipriano, Epist. 67, III, 2). 3) El recurso a Roma no debe cambiar la situación, porque ese recurso se ha hecho sin atenerse a la verdad y sinceridad que requieren estas decisiones (Cipriano, Epist. 67, V, 3) (cf. José M. Castillo, La alternativa cristiana, Salamanca, Sígueme, 1978, 192-193).

Es evidente que todo esto indica una mentalidad según la cual la Iglesia tenía su centro, más en la comunidad del pueblo creyente, que en el clero y en la jerarquía. Es importante saber que, en el tiempo de los Padres y en toda la alta Edad Media, los sínodos repetían frecuentemente el criterio que formuló el papa Celestino I: “nullus invitis detur episcopus”: “ningún obispo se les imponga a quienes no lo aceptan”. Para nombrar a un obispo se requería la aceptación y el deseo del clero y del pueblo: “Cleri, plebis et ordinis, consensus ac desiderium requiratur” (Celestino I, Epist. IV, 5. PL 50, 434 B). Y conste que este criterio estuvo en vigor hasta el s. XI, como consta en el Decreto de Graciano (c. 13, D. LXI. Friedberg, 231. Cf. J. A. Estrada, La identidad de los laicos, Madrid, Cristiandad, 1990, 128).

Por supuesto, la Iglesia nunca perdió la idea y el sentimiento del primado papal. De forma que el obispo de Roma intervenía en la solución de los asuntos más graves o que no podían decidirse a nivel local. Además, siempre se tuvo el convencimiento según el cual “el papa tiene la autoridad de Pedro si tiene la fe, la justicia y las costumbres de Pedro”. Una convicción mantenida y difundida por los papas, obispos y teólogos del Alto Medievo (Y. Congar, o. c., 162-163.

A partir de estos criterios, y mediante eta forma de gobierno, la Iglesia de aquellos siglos se mantuvo fiel a la fe en Jesús el Señor, fiel al Evangelio y fiel a su misión en el mundo. Y mientras se mantuvo así, pudo influir decisivamente en la cultura, en las costumbres y en la vida de los pueblos y las gentes de aquellos tiempos. Fue una Iglesia que tuvo una presencia y una fuerza que hoy ya no tiene. Una presencia y una fuerza que el papa Francisco quiere, a toda costa, recuperar. No para ganar poder y prestigio, sino para ayudar a humanizar el “mundo desbocado” (A. Giddens) que tenemos en este momento.

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Vaticano recibe a grupo católico gay en público

Lunes, 23 de febrero de 2015
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getimage.phpSegún cuenta Noticia Cristiana, el grupo había sido ignorado en anteriores visitas realizadas durante el papado de Juan Pablo II y Benedicto XVI hasta ahora que el monseñor Georg Gaenswein y un obispo de los Estados Unidos consiguió apoyar al grupo y por lo que fueron recibidos en la primera fila de la audiencia semanal.

El pasado miércoles 18 un grupo de derechos católicos gays fue recibido en la audiencia semanal con el Papa Francisco. El grupo salió de los Estados Unidos siendo dirigido por la hermana Jeannine Gramick, co-fundadora del Ministerio Nueva Dirección que les predica a los católicos homosexuales.

La lista de invitados fue publicada por el Vaticano, pero no habló abiertamente sobre el grupo gay, por lo que soló citó “un grupo de laicos, acompañados por una hermana”.

50 gay católicos fue el número recibido en el Vaticano el cual era liderado por Francis DeBernardo, director ejecutivo del grupo, y la hermana Gramick.

El grupo había sido ignorado en anteriores visitas realizadas durante el papado de Juan Pablo II y Benedicto XVI hasta ahora que el monseñor Georg Gaenswein y un obispo de los Estados Unidos consiguió apoyar al grupo y por lo que fueron recibidos en la primera fila de la audiencia semanal.

“Lo que esto indica es que hay movimientos en nuestra iglesia para recibir personas que están fuera”, dijo la hermana en la autorización dada al grupo.

Francisco ha demostrado ser abierto al recibir a los homosexuales en la Iglesia, pero su discurso no es que la iglesia va a cambiar su doctrina de que la Biblia, es contraria a los actos homosexuales.

Fuente: Jeannine Gramick y Francis DeBernardo defensores de los derechos católicos gays (ambos en la fotografía)

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El extraño concepto de “gay célibe”

Jueves, 5 de febrero de 2015
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timthumb.phpQue cada uno se “administre” como pueda o quiera, pero este texto que nos ha llegado vía Near Gay, demuestra el daño que puede hacer la homofobia internalizada. La obsesión de los homófobos por “castrarnos” es enfermiza, pero que encima haya homosexuales que se dejen…

Nunca diré de mí mismo que soy un hombre gay, porque sé que debo “reconocer y aceptar” humildemente la naturaleza sexual que Dios me dio: soy un hombre hecho para la mujer. Y no hablo de mí mismo como célibe porque no he hecho voto de no casarme nunca, que es lo que hace una persona célibe.”

Últimamente se ha prestado mucha atención, tanto en medios laicos como cristianos, a quienes se denominan a sí mismos “cristianos gay célibes”. Como hombre atraído por otros hombres y comprometido con la doctrina tradicional de la Iglesia sobre la sexualidad humana, encuentro extraños los conceptos de “gay” y “célibe”. De hecho, en el contexto en el que se enmarca la virtud de la castidad, ninguno de ellos tiene sentido.

El don de las virtudes puede resumirse en las palabras de Cristo: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. “El hombre cristiano”, dice Gaudium et Spes, se conforma “con la imagen del Hijo, que es el Primogénito entre muchos hermanos… [Cristo] manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” y es “el hombre perfecto” (n. 22). Su vida es paradigma para el hombre y las virtudes son el patrón según el cual vivió Cristo, el hombre perfecto.

Los mandamientos no son unos arbitrarios “haz esto y no hagas aquello”. Más bien son la forma en la que el hombre viviría naturalmente si supiese lo que realmente es. Quienes tienen virtud vivirán espontáneamente según los mandamientos. No las perciben como imposiciones que nos niegan el placer, sino como salvaguardas para evitar que nos hagamos daño a nosotros mismos y a los demás. Así fue el caso de Cristo.

Pese a lo que la mayoría de la gente pueda pensar, la virtud de la castidad, como todas las virtudes, no se refiere principalmente a lo que podemos o no podemos hacer. Más bien, la castidad es la virtud que nos ayuda a ver las cosas verdadera y objetivamente -las cosas como realmente son- en el ámbito de la sexualidad. Esta claridad de visión es necesaria para la verdadera libertad humana y para el verdadero bienestar del hombre. Es la castidad la que nos da la libertad de ordenar nuestros apetitos sexuales y por tanto de tomar decisiones en consonancia con la realidad. Cristo vivió como un hombre casto, no porque siguiese cada punto y cada coma de la ley (lo cual, por supuesto, hizo), sino más bien porque vivió de acuerdo con la verdad de lo que significa ser un hombre hecho a imagen y semejanza de Dios. Como Cristo, un hombre que verdaderamente sabe quién es llevará naturalmente una vida de castidad.

Si aplicamos esto a la homosexualidad, la razón por la cual no debo tener una relación con un hombre no se basa en un capricho arbitrario de Dios. Es inmoral porque es irracional que los seres humanos vivan así, dado el tipo de criatura que son los seres humanos.

Digámoslo de forma más sencilla: la razón por la cual es inmoral para mí vivir según mis deseos e inclinaciones subjetivas es precisamente que no soy, en realidad, un gay.

Ni lo es hombre alguno.

He escrito a menudo sobre las razones por las que rechazo la palabra gay para describirme, y por qué creo que es un error que alguien reivindique esa etiqueta. La cuestión nuclear es antropológica: ¿quién es hombre? ¿Es el hombre un tipo de criatura que puede describirse con propiedad como “gay”?

La razón fundamental por la que rechazo el término “gay”, sin embargo, es la humildad ante mi Creador. En la segunda lectura de la misa del domingo pasado escuchamos las palabras de San Pablo: “¿Es que no sabéis que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?” (I Cor 6, 19).

Ese “no os pertenecéis” es básico en esta cuestión. Esto evoca las palabras del Papa Benedicto XVI hablando ante el Bundestag alemán en 2011, cuando dijo: “El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando él respeta la naturaleza, la escucha, y cuando se acepta como lo que es, y admite que no se ha creado a sí mismo. Así, y sólo de esta manera, se realiza la verdadera libertad humana”.

¿Por qué entonces debería denominarme a mí mismo como gay, sólo porque encuentro a los hombres sexualmente atractivos? Está en oposición a la forma en la que Dios me hizo y a la naturaleza que me dio. Independientemente de lo que mis sentimientos puedan decirme, mi cuerpo me revela la verdad de que no soy gay, sino más bien un hombre hecho para una mujer.

El Catecismo es claro sobre nuestra identidad sexual: “Corresponde a cada uno, hombre o mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espirituales están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar. La armonía de la pareja humana y de la sociedad depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos” (n. 2333).

Aceptarme a mí mismo como verdaderamente soy me obliga a rechazar la idea de que tengo una identidad sexual distinta de ser un hombre hecho para las mujeres. Reconocer esta verdad sobre quién soy como criatura sexual es fundamental para la virtud de la castidad. Sin embargo, cuando esto se aplica a la homosexualidad, muchos parecen creer que la continencia sexual es el signo distintivo de la castidad. Pero no es así. En la vida de cualquier persona soltera, la continencia es un signo necesario de castidad, pero no expresa la plenitud y la amplitud de esa virtud. La castidad es mucho más que lo que hacemos o dejamos de hacer con nuestros órganos sexuales. El Catecismo nos dice que “la castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual” (n. 2337).

Vivimos una época en la que la unidad del hombre en su ser corporal y espiritual es vista como pasada de moda y obsoleta. “El género está entre tus orejas, no entre tus piernas”, dijo Chastity (Chaz) Bono, hija de Sonny y Cher, en el programa Good Morning, Americatras comenzar su proceso quirúrgico de cambio de sexo.

La idea de que el género y la sexualidad residen en la mente, o pueden ser elegidos a voluntad, se opone al bienestar humano y a la verdadera naturaleza del hombre. Sabiamente, la Iglesia nos ofrece el antídoto contra esa perspectiva por medio de la virtud de la castidad. La Iglesia no habla de género, sino de dos sexos con dos correspondientes identidades sexuales. Lo que nos señala nuestra verdadera identidad sexual es la hermosa diferenciación del cuerpo. Por esa razón agradezco las sabias palabras escritas en 1986 por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, cuando dijo que “hoy, la Iglesia propone un contexto muy necesario para el respeto a la persona humana cuando rechaza considerar a la persona como heterosexual u homosexual, e insiste en que toda persona tiene una identidad fundamental: ser criatura de Dios y, por la gracia, hijo suyo y destinado a la vida eterna”.

Esta verdad sobre mi identidad sexual es la razón por la cual también rechazo denominarme célibe. Aunque vivo una vida de soltero, no soy diferente al resto de mis amigos solteros que todavía no se han casado. Ellos no se definen a sí mismos como célibes, así que yo tampoco tengo por qué hacerlo. Ellos y yo somos solteros. Tampoco formo parte de una “minoría sexual”, como algunos dirían de hombres como yo. Yo soy un hombre, como lo era Adán, como lo era Cristo, como lo son el resto de mis amigos varones.

Como sabiamente dijo en 1986 la Carta sobre la Atención a las Personas Homosexuales de la Congregación para la Doctrina de la Fe, “cualquier persona que viva sobre la faz de la tierra tiene problemas y dificultades personales, pero también tiene oportunidades de crecimiento, recursos, talentos y dones propios” (n. 16). Una de mis dificultades es que sufro la privación del bien de ver a las mujeres como sexualmente deseables, pero ese hecho no me convierte en una especie de hombre distinta a la del resto de hombres del mundo que me rodean. La virtud de la castidad me enseña esta verdad.

Por tanto, pienso que la expresión “gay célibe” rechaza la verdadera naturaleza de aquel a quien Dios hizo hombre en el jardín del Edén. Nunca diré de mí mismo que soy un hombre gay, porque sé que debo “reconocer y aceptar” humildemente la naturaleza sexual que Dios me dio: soy un hombre hecho para la mujer. Y no hablo de mí mismo como célibe porque no he hecho voto de no casarme nunca, que es lo que hace una persona célibe. Aunque creo muy improbable que llegue a casarme, mi naturaleza como hombre y mi humildad ante la dirección de Dios en mi vida deben mantenerme abierto a la posibilidad de que Dios dirija mis pasos hacia la unión en matrimonio con una mujer.

En mi opinión, definirme como “gay célibe” me parece un acto de rebelión contra la forma en la que Dios me dio el ser. Si me defino como “gay”, rechazo mi verdadera identidad sexual, y el tipo de criatura emocional, física y fisiológica que Dios me hizo ser. Definirme “célibe” cuando no he hecho votos de celibato parece un rechazo obstinado a la potencial voluntad de Dios en mi vida, de que Él pueda desear traer hasta mí una mujer con la que pueda realizar mi complementariedad sexual. Sería arrogante cerrar la puerta a la posibilidad de que Dios me llame al matrimonio por el hecho de que mi identificación como “hombre gay” me obligase a vivir una vida de celibato. Eso no tiene sentido.

El concepto de “gay célibe” proviene de una visión empobrecida y confusa sobre la castidad. La castidad no es lo mismo que la continencia sexual, ni se define por el celibato. La castidad consiste en vivir de acuerdo con la verdad de las cosas y de que Dios nos hizo criaturas sexuales. Consiste en vivir la vida con una relación correcta con la realidad, donde vemos nuestra sexualidad a través de “la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual”. Mi cuerpo es una brújula más fiable que mis sentimientos, y siempre indica mi verdadera identidad sexual. Como mi padre, sabiamente, me dijo cuando era niño, “los sentimientos son importantes, pero no siempre nos dicen la verdad”.

Por encima de todo, la castidad consiste en la naturaleza real de las cosas. No tengo que escoger una identidad sexual. Las identidades sexuales no son cosas que puedan elegirse, porque no somos nuestros dueños. Tenemos identidades sexuales dadas por Dios. Podemos aceptar esa verdad y vivir una vida basada en la realidad. Y podemos rechazar esa verdad. Pero si lo hacemos ¿cómo podremos nunca vivir una vida plenamente casta?

Artículo publicado originalmente en Crisis Magazine.
Traducción de ReL.

[Daniel Mattson es una de las tres personas católicas, dos hombres y una mujer, que prestan testimonio sobre su atracción por el mismo sexo en la película El deseo de los collados eternos.]

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El Papa pide perdón a un mexicano víctima de abuso por parte de un cura pero considera “insuficiente” la respuesta de Francisco

Jueves, 22 de enero de 2015
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daniel_romero_carta_papa“En usted, y en los que han sufrido lo mismo, veo la cara de Cristo ultrajada”

En su respuesta a la víctima, Francisco le confesó haber leído su testimonio “con dolor y vergüenza”.

El perdón llegó tarde pero llegó.

Dos décadas después de que un sacerdote católico abusó sexualmente de él, Jesús Romero Colín recibió una respuesta inédita a su denuncia. Se trata de una carta escrita de puño y letra del Papa Francisco, en la que le pide perdón afirmando que había recibido su duro testimonio con “dolor y vergüenza”, los mismos sentimientos con los que, según el pontífice, respondía a su carta y le dice: “En usted, y en los que han sufrido lo mismo, veo la cara de Cristo ultrajada”.

Romero fue víctima del sacerdote Carlos López Valdés.

Su caso, uno de cientos registrados en México, se hizo notorio en 2011 al protagonizar el documental “Agnus Dei: Cordero de Dios, de Alejandra Sánchez Orozco.

Tras una investigación interna, la Arquidiócesis de México suspendió al cura, pero, cuando Romero le pidió colaborar en el proceso legal contra el agresor, ésta se negó a aportar las pruebas que usó para enjuiciarlo.

Junto con otras víctimas de pederastia en México, Jesús Romero Colín trató infructuosamente de que la Nunciatura Apostólica en México lo ayudara a exponer su caso al Papa Benedicto XVI durante su visita en 2012.

Un año después, envió una carta al Papa Francisco contándole los abusos y denunciando el trato que recibió de la Iglesia mexicana. Tres semanas después, obtuvo respuesta:

“Sr. Jesús Romero Colín: Tengo recibida su carta. Con dolor, vergüenza la releí y también con los mismos sentimientos la respondo. Perdón en nombre de la Iglesia, así con sencillez se lo pido. No me sale otra palabra. Rezo por Usted y por todos los que pasaron por ese martirio (…) Fraternalmente, Francisco”.

Para Romero y el ex sacerdote Alberto Athié, la carta del Papa es un buen gesto de solidaridad, pero resulta insuficiente. Romero ha calificado la respuesta del Papa como un gesto “solidario pero insuficiente”.

Aquí podéis ver la película “Agnus Dei: Cordero de Dios“:

Y aquí, la entrevista con la directora Alejandra Sánchez Orozco y el protagonista Jesús Romero Colín

Fuente Religion Digital

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Pero, ¿quiénes son los Reyes Magos?

Martes, 6 de enero de 2015
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Se llaman “Melchor, Gaspar y Baltasar” desde el siglo VI, son tres por León I

Uno de cada cuatro españoles ha “pillado” alguna vez a uno de los monarcas dejando regalos

(Valores Religiosos/RD).- La ilusión de Melchor, Gaspar y Baltasar indestructible que se repite cada 6 de enero. ¿Quiénes eran esos “magos” que llevaron mirra, oro e incienso a Jesús?

Los Evangelios sólo hablan de “magos”, en ninguna parte se indican sus nombres, ni que fuesen reyes, ni que fueran tres (número que posiblemente se deba a la cantidad de obsequios ofrecidos). Estas creencias fueron agregadas varios siglos después y se han mantenido en la tradición popular.

Según la creencia, estos magos eran representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, que los Evangelios ven como las primicias de las naciones que aceptarán la religión católica. En algunos países (normalmente hispanohablantes) existe la tradición de representar a los reyes trayendo los regalos que los niños les han pedido en sus cartas durante la noche anterior.

Los Reyes Magos, por tradiciones de algunos países, forman parte del pesebre junto a José, el niño Jesús y María.

_reyesmagosLa figura católica de los Reyes Magos tiene su origen en los relatos del nacimiento de Jesús, algunos fueron integrados de los evangelios canónicos que hoy conforman el Nuevo testamento de la Biblia. Concretamente el Evangelio de Mateo es la única fuente bíblica que menciona a unos magos quienes, tras seguir una supuesta estrella, buscan al “rey de los judíos que ha nacido” en Jerusalén, guiándoles dicha estrella hasta Jesús nacido en Belén.

Según interpretaciones posteriores, los Magos fueron considerados originarios de Europa, Asia, y de África respectivamente. Sin embargo, el último libro escrito por el papa Benedicto XVI sobre Jesús de Nazaret, “La infancia de Jesús”, destaca que los Reyes Magos probablemente no venían de Oriente, como se ha creído tradicionalmente, sino de Tartessos, una zona que los historiadores ubican entre Huelva, Cádiz y Sevilla.

La tradición más difundida cuenta que los reyes llegaron de Oriente. Allí buscaron al Niño Jesús recién nacido y lo adoraron, ofreciéndole oro (representando su naturaleza real, como presente conferido a los reyes), incienso (que representa su naturaleza divina, empleado en el culto en los altares de Dios) y mirra (un compuesto embalsamador para los muertos, representando el sufrimiento y muerte futura de Jesús).

Antes de llegar, encontraron al rey Herodes el Grande en la ciudad de Jerusalén, quien astutamente les conminó a que, de regreso, hablaran con él para darle noticias del sitio exacto donde se encontraba dicho niño y, así, poder ir él también a adorarle. (En realidad, lo que quería era darle muerte, por eso ordenó la matanza de los inocentes, fecha que se recuerda cada 28 de diciembre).

La historia sigue contando cómo un ángel se apareció a los magos y les advirtió del peligro que corría Jesús si es que ellos obedecían el deseo de Herodes. Así entonces, no volvieron por el mismo sitio. Parece ser que, sólo por el hecho de que el relato evangélico indicara que trajeron tres dones (oro, incienso y mirra), se dio por sentado que eran tres los personajes que los traían. Aunque también en algún momento las distintas tradiciones han señalado que eran cuatro, siete y hasta doce.

Si bien la Biblia explica que fueron tres los regalos otorgados por los magos al Niño Jesús, fue el Papa León I el Magno quien estableció oficialmente su número en 3 para toda la cristiandad. A mediados del siglo VI, en Rávena (Italia) se les asignaron los nombres de Melchor”, “Gaspar” y “Baltasar”, que supuestamente equivalen en griego a “Appellicon”, “Amerín” y “Damascón” y en hebreo a “Magalath”, “Serakin” y “Galgalath“. Según una leyenda, sus restos se encuentran en la Catedral de Colonia, Alemania, donde se encuentra el llamado Relicario de los Tres Reyes Magos.

Por otro lado, el 82,4% de los españoles prefiere los regalos de los Reyes Magos, antes que los de Papá Noel y el 69% asistirá a la cabalgata, según un estudio de DaWanda.es en el que han participado 2.500 españoles usuarios de Internet, de entre 18 y 60 años sobre los deseos y preparativos para la noche de Reyes, según informa la compañía.

magos-segun-cortesPara ese día, un 51% de los encuestados asegura que duerme bien y el 40% reconoce que está bastante nervioso. Además el 6% confiesa que no puede dormir porque está pendiente de los ruidos que escucha e, incluso, un 3% no consigue dormir en toda la noche.

Según el estudio de DaWanda.es, un 62% de los españoles prefiere que les sorprendan con los regalos pero uno de cada tres españoles aún conserva la tradición de escribir a mano su propia carta. Los más tecnológicos apuestan por nuevos formatos como las ‘wishlist’ online (4%) y el email con sugerencias de regalos (3%). Incluso un 2% se atreve a pedir sus regalos por redes sociales.

La mayoría de los españoles son precavidos y han ido elaborando una lista de ideas para regalar durante todo el año (39%). Otros prefieren hacer un regalo sorprendente que no se espere el destinatario (32%). Por otro lado, algunos lanzan indirectas para sacar información (13%); se fijan en lo que le gusta a su pareja cuando van con ellos de compras (11%) o les piden directamente que escriban una carta (5%).

Además, el estudio refleja que el 88% de los encuestados denuncia que los pequeños pasan demasiado tiempo jugando con móviles, consolas y ordenadores en vez de estar con la familia. También, el 64% de los padres consideran que deben hacer más regalos a sus hijos que al resto de la familia, a pesar de que ellos mismos reconocen que los niños valoran la calidad y no tanto el número de regalos, según 3 de cada 5 padres encuestados.

Por otro lado, el 24% de los encuestados reconoce que alguna vez ha pillado al Rey Mago. La excusa más utiliza para salir del paso es decir que acaban de descubrir los regalos (36%) o que han escuchado ruido y han ido a ver qué pasaba (29%). En otras ocasiones, prefieren decir que los reyes les han pedido ayuda porque no les daba tiempo a visitar todas las casas (27%). Tan solo un (8%) dice la verdad tras ser sorprendido.

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José María Castillo: ¿Otro restauracionismo preconciliar?

Domingo, 4 de enero de 2015
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20603720aLeído en su blog Teología sin Censura:

El Papa ve “escandaloso” las listas de precios en las iglesias para recibir los sacramentos

Las “quince enfermedades de la Curia“, según Francisco

El Papa pide perdón “por mis errores y los de mis colaboradores, y por los escándalos que han hecho tanto daño

“Francisco está amenazado, tan amenazado como la unidad de la Iglesia”

“Estamos ante un nuevo y desesperado intento de restauracionismo preconciliar”

“Con razón advierte A. Torres Queiruga que estamos ante un ‘escándalo'”

“Al Papa se le acepta, en sus enseñanzas y en su forma de proceder, en la medida (y sólo en la medida) en que dice y hace lo que a Müller (y a sus colegas) les parece bien “

¿No tuvimos bastante en la Iglesia con el restauracionismo que Juan Pablo II promovió y defendió con firmeza, durante su largo pontificado, para frenar y – si hubiera sido posible – incluso bloquear el impulso renovador que representó el concilio Vaticano II? ¿No ha quedado patente que aquel intento ha desembocado en un alejamiento mayor de la Iglesia en sus relaciones con la cultura de nuestro tiempo? A estas alturas, hay motivos fundados para pensar que aún no hemos reflexionado a fondo lo que ha significado para la Iglesia el hecho de que un papa teólogo, de la talla de Benedicto XVI, se haya visto en la apremiante necesidad de tener que presentar su renuncia al papado.

Sea cual sea el motivo determinante por el que el papa Ratzinger tomó semejante decisión, parece razonable pensar que Benedicto XVI se vio en la apremiante urgencia de dejar el gobierno de la Iglesia en otras manos porque, sin duda alguna, él vio que la situación no podía ponerse peor de lo que ya estaba. A partir de entonces, el cónclave que eligió a Francisco se dio cuenta de que la Iglesia necesitaba un rumbo nuevo. Y, a la vista de todo lo que ha sucedido, ¿vamos a tener el atrevimiento de tropezar dos veces en la misma piedra?

Pues sí. Efectivamente, da la impresión de que hay quienes se aferran al empeño por repetir la misma historia. Como es bien sabido, ya no es un secreto para nadie que cinco eminentes cardenales (Müller, Caffarra, De Paolis, Brandmüller y Burke) han buscado el apoyo del ex-papa Ratzinger para que les ayude en su intento de corregir el nuevo proyecto de papado y de Iglesia que estamos viendo en el papa Francisco. Se sabe también que Benedicto XVI se negó a aceptar las pretensiones de los cinco purpurados. Y no contento con eso, avisó de inmediato a Bergoglio que se pusiera en guardia por lo que se le venía encima con las pretensiones de los cinco cardenales mencionados y del “bloque preconciliar” de Iglesia que, sin duda, esos purpurados representan.

¿Ha quedado todo resuelto con este intento frustrado de un más que probable enfrentamiento de cinco importantes cardenales con el papa Francisco? Nada de eso. Después del fracaso de los mencionados cinco cardenales, los purpurados han seguido, erre que erre, en su empeño. Y ahora, lo que han hecho ha sido publicar un libro, en el que colaboran los cinco, y del que con razón advierte el profesor A. Torres Queiruga que estamos ante una “sorpresa mayúscula”, incluso ante un “escándalo”.

¿Por qué? Sin duda, los cinco eminentes eclesiásticos (y el bloque preconciliar de Iglesia, que ellos representan) están persuadidos de que el proyecto pastoral de cercanía al Evangelio, y al sufrimiento de los pobres y excluidos de este mundo, será un proyecto “enteramente responsable” si “presupone una teología que se abandona a Dios que se revela, presentándole el pleno obsequio del entendimiento y de la voluntad” (Card. G. L. Müller).

cinco-cardenales-vs-papa-720_560x280Si yo me he enterado bien, estas palabras del Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, vienen a decir que el papa actual, con sus gestos de profunda humanidad y cercanía a los que sufren, da pie para pensar (y decir) que no presupone “una teología que se abandona a Dios”, ni le presenta así (a ese mismo Dios) “el pleno obsequio del entendimiento y de la voluntad”. ¿Se puede hacer semejante insinuación contra el papa y quedarse tan fresco? ¿No sospecha este eminente cardenal que así, al decir eso, lo que en realidad está indicando es que hasta el papa se tiene que someter a lo que piensa el cardenal prefecto del Santo Oficio?

Al hacer estas preguntas, estoy afrontando un problema bastante más serio de lo que algunos se imaginan. Porque, echando mano de argucias teológicas de este calibre, lo que en realidad se pone al descubierto es que el Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe le está diciendo a la Iglesia que al Papa se le acepta, en sus enseñanzas y en su forma de proceder, en la medida (y sólo en la medida) en que el Papa dice y hace lo que a este Cardenal (y a sus colegas) les parece bien que se debe decir y enseñar. Pero, entonces y si es que eso es así, ¿no estamos haciendo trizas la tradición secular de la Iglesia y las enseñanzas de los concilios Vaticano I y Vaticano II (Denz.-Hün. 3060; LG 22) cuando nos han explicado la naturaleza y la razón de ser del Romano Pontífice?

No estoy alambicando sobre el sexo de los ángeles o cosas parecidas. El momento, que estamos viviendo en la Iglesia, es mucho más grave de lo que seguramente muchos piensan. El problema de fondo del Vaticano II se repite. Y, de la misma manera que sucedió entonces, la resistencia al cambio se hace fuerte, seguramente más fuerte de lo que imaginamos. El papa Francisco quiere a toda costa una Iglesia que viva el Evangelio, cercana al sufrimiento humano y dispuesta, ante todo, a remediar los dolores, humillaciones y violencias que azotan sobre todo a los más débiles. Y es decisivo comprender que Francisco quiere una Iglesia entregada a semejante tarea aun cuando para ello sea necesario anteponer el logro de la felicidad de los que más sufren a tradiciones, normas y rituales que, en definitiva, lo que consiguen es tranquilizar conciencias satisfechas por sus “ortodoxias” y sus “observancias”.

Al decir esto, estamos tocando el nudo del problema. Si las quince enfermedades, que Francisco explicó y aplicó a los hombres de la Curia, en su discurso del pasado día 22, son la expresión de lo que realmente ocurre en el Vaticano, se comprende perfectamente que, en las oficinas de la Curia, abunden los funcionarios eclesiásticos (de todos los rangos) que no pueden comprender el genuino carácter cristiano de los dogmas y de las confesiones de fe. Porque se trata de personas que, en las dignidades, cargos y privilegios alcanzados, se han situado en un status que, si quieren mantenerlo, por eso mismo no pueden comprender que “el genuino carácter cristiano de los dogmas de fe está en la peligrosidad crítica y liberadora, y al mismo tiempo redentora, con la que actualizan el mensaje” de Jesús, de forma que “los hombres se asusten de él y, no obstante, se vean avasallados por su fuerza” (J. B. Metz; cf. D. Bonhoeffer).

Así las cosas, yo entiendo perfectamente que estemos ante un nuevo y desesperado intento de restauracionismo preconciliar. Como entiendo igualmente que mucha gente piense en el papa Francisco como un hombre amenazado. Tan amenazado como la unidad de la Iglesia. Y, por tanto, el futuro de esta Iglesia a la que queremos de verdad. Una Iglesia en la que no pretendemos ser más papistas que el papa. Y en la que siempre, y en cualquier caso, aceptamos al sucesor de Pedro, coincida o no coincida con nuestros puntos de vista.

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El líder de la secta ‘migueliana’ Orden y Mandato, Miguel Rosendo, ingresa en prisión incondicional acusado de asociación ilícita y abusos sexuales

Lunes, 15 de diciembre de 2014
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noticias_file_foto_915570_1418570647¿Cómo se puede estar tan mal? ¿Qué puede pasar por la cabeza de un adulto para aceptar tanta humillación?

El líder de la secta de Los Miguelianos hacía beber su semen a sus adeptos para ‘recibir al cuerpo de Cristo’

El juez ordena el ingreso en prisión comunicada y sin fianza para el líder de Orden y Mandato

Se le acusa de asociación ilícita y abusos sexuales dentro de la organización religiosa

Llegó a los juzgados a punto de agotarse las 72 horas máximas de arresto

Su mano derecha, Marta Paz, ha quedado en libertad, pero imputada por asociación ilícita

La diócesis de Tui-Vigo nombró a un “comisario extraordinario” para la orden

Miguel Rosendo y Marta Paz, trasladados a Pontevedra

La Guardia Civil detiene en Madrid al líder de Orden y Mandato Miguel Rosendo

Ya son cuatro los imputados en Orden y Mandato

 El líder de la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, Feliciano Miguel Rosendo da Silva, ha sido enviado a prisión provisional y sin fianza acusado de sendos delitos de asociación ilícita y abusos sexuales. En concreto, Rosendo ha salido de los juzgados de Tui (Pontevedra) poco después de las 14,00 horas escoltado por agentes de la Guardia Civil, que lo trasladan en un automóvil a la prisión de A Lama (Pontevedra).

El que fue detenido el pasado jueves en la localidad madrileña de Collado Villalba, llegó a los jugados de Tui sobre las 9,35 horas de este domingo, también custodiado por agentes de la Guardia Civil y con el rostro cubierto. Tras prestar declaración durante casi cuatro horas y media ante el titular del Juzgado Mixto número uno de la localidad, Marcos Amboage, el detenido abandonó el edificio judicial ante la mirada de decenas de personas, que acudieron al lugar debido a la expectación generada por el caso. Precisamente, durante la comparecencia de Rosendo da Silva, una vecina de la parroquia tudense de Rebordáns ha denunciado públicamente ante los medios que uno de sus hijos ha sido captado por una “secta” de Salamanca y ha exigido que la Iglesia “de la cara” e intervenga.

Poco después de la salida del líder de la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, también han abandonado las dependencias judiciales tanto el juez como el fiscal, que rechazado hacer declaraciones a los medios de comunicación sobre el caso sobre el que ha sido decretado el secreto de sumario.

Una de las dos personas detenidas en relación con la supuesta secta de Oia, Marta Paz, considerada mano derecha del exlíder, Feliciano Miguel Rosendo da Silva, también arrestado, fue puesta ayer en libertad con cargos (asociación ilícita) tras prestar declaración ante el Juzgado de Instrucción 1 de Tui. Paz tendrá que presentarse ante el juez cada semana. Marta Paz, una de las llamadas “consagradas miguelianas”, pseudo monjas que no han sido ordenadas como tal bajo el amparo de la Iglesia, fue detenida el pasado jueves en un domicilio de Collado Villalba, donde se instaló la supuesta secta, rebautizada como “La Voz del Serviam”. Por la mañana, el magistrado interrogó durante seis horas y media a dos exmiembros de la supuesta secta, un hombre y una mujer, en calidad de imputados por un presunto delito de asociación ilícita, confirmaron fuentes judiciales.

Miguel Rosendo y Marta Paz fueron arrestados el pasado jueves en el marco de la operación “El Edén, tras las investigaciones llevadas a cabo sobre las actividades de esta organización. La causa judicial abierta, declarada secreta, investiga los presuntos delitos de asociación ilícita en concurso con organización criminal, abusos sexuales, blanqueo de capitales y contra la integridad moral y contra la hacienda pública. La Guardia Civil se incautó durante el registro practicado en Collado Villalba donde fueron detenidos Miguel Rosendo y Marta Lima de 4.000 euros, diversa documentación, material informativo y dos vehículos.

La Diócesis de Tui-Vigo está dispuesta, “como siempre lo ha estado, a colaborar con la justicia” en relación a las irregularidades y la investigación abierta sobre la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel de Oia, e invita “a todos los afectados a comportarse así para el esclarecimiento de toda la verdad”. En un comunicado remitido ayer a los medios, el Obispado asegura que ha actuado “desde el primer momento en que tuvo conocimiento de posibles irregularidades en la citada asociación diocesana”, tomando “medidas encaminadas a esclarecer los hechos“. Asimismo, la Diócesis aclara que siempre ha estado “acompañando, consolando y procurando reorientar espiritual y psicológicamente a cada una de las víctimas y a sus familiares”, por parte de sacerdotes y fieles cercanos a las víctimas de tales sucesos. Según recuerda la Diócesis, desde que en diciembre de 2012 llegaron a conocimiento del Obispo unas “supuestas irregularidades” cometidas por Miguel Rosendo, se inició un proceso de investigación interna. Ante las conclusiones del informe, el obispo apartó de sus funciones a Rosendo y nombró a un ‘Comisario Extraordinario’ por tiempo indefinido. Finalmente, el 16 de abril de 2014, se da a conocer esta decisión a los miembros de la Asociación y, a partir de esa fecha, “un grupo significativo de miembros” se dieron de baja. “A día de hoy Orden y Mandato de San Miguel Arcángel sigue siendo una asociación pública de fieles de derecho diocesano establecida en Tui-Vigo. Consta de 25 miembros llamados ‘exploradores’ que realizan su labor de apostolado únicamente en esta Diócesis, y cuatro ‘Consagradas Miguelianas’ que atienden una residencia geriátrica en Bustarviejo (Madrid). Todos ellos están bajo la responsabilidad del Comisario Extraordinario“, concluye.

Todo es escabroso en esta historia. Los Miguelianos se dedicaban a la oración pseudo religiosa, para esconder una organización absolutamente piramidal, que giraba en torno a su fundador y líder máximo, Miguel Rosendo. Laico, casado y con hijos, aficionado a la música y a la herboristería, La Guardia Civil detenía este jueves a l fundador de la secta Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, y a la “monja” Marta Paz Alonso, tras el registro a una vivienda en la localidad madrileña de Collado Villalba. Están acusados de los delitos de asociación ilícita en concurso con organización criminal, abusos sexuales, blanqueo de capitales, y contra la integridad moral y contra la hacienda pública, según señalaron fuentes de la investigación. Una de las presuntas víctimas de los abusos sexuales declaró que el líder de la orden les aseguró que ‘por su semen les llegaría el cuerpo de Cristo y que, de esa manera, se purificaban’.

Quienes durante años siguieron los pasos del fundador de la Orden y Mandato de San Miguel y hoy ya no lo hacen bajo una nueva denominación, La Voz del Serviam, radicada en Madrid, han descrito episodios de abusos sexuales, físicos y psicológicos, así como el enriquecimiento ilícito de Rosendo a su costa. Según recoge el informe de un investigador que contrataron estas familias, Rosendo ha mantenido relaciones sexuales, en las que también han participado ordenados “miguelianos”, con varios súbditos bajo el pretexto de ‘ritos de sanación’. A algunas de las mujeres, a las que convencía de que eran “escogidas por Dios”, les ordenaba tomarse todos los días una pastilla sin desvelar su composición ni finalidad, según el colectivo que ha denunciado los hechos.

Miguel fue reuniendo su alrededor un grupo de personas (gran parte de ellas procedentes del ámbito de la droga) a las que rescataba de una dependencia e instauraba en otra: la dependencia religiosa encarnada por su propia persona.

En un primer momento utilizó el gancho de la música. De hecho, Orden y Mandato ha grabado varios discos, tiene alguna de sus canciones que se interpretan en muchos ámbitos religiosos y su coro cantó para el Papa Benedicto en la JMJ de Madrid 2011.

Poco a poco, Miguel Rosendo fue formando una organización piramidal, con rangos y grados, que van desde los “primicios” (los que están en la primera etapa de formación), pasando por los niños más pequeños o “huellitas de ángel”, los adolescentes “camino a la huella”, Hasta los adultos o “huella” y los consagrados “hermanos o hermanas miguelianos/as”.

Todo en ellos suena a raro y estrambótico. Desde el léxico que utilizan hasta sus propios uniformes: chillones, llamativos, con una mezcla de colores azul oscuro y amarillo chillón, que llaman mucho la atención pero casi molestan a la vista. Pertenecen a la galaxia de organizaciones como los Franciscanos de la Inmaculada, los Heraldos del Evangelio o los propios Legionarios de Cristo.

Su teología, como la de otras muchas organizaciones católicas del sector más ultraconservador y “talibán” de la Iglesia, está más cerca del Concilio de Trento que del Vaticano II. Sus centros de incidencia, en este caso, son el arcángel San Miguel (y su enemigo, el Diablo), un Dios entendido como Juez Supremo y castigador que premia a los buenos y castiga a los malos, y una devoción a la Virgen estereotipada. Todo en su doctrina huele a rancio y superficial.

La Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, que en su día llegó a a acoger a 400 adeptos, sufrió una desbandada tras ser apartado cautelarmente por la Diócesis de Tui Vigo Miguel Rosendo, que se trasladó a Madrid junto a sus seguidores más fieles y allí fundó La Voz del Serviam.

Hoy integran la orden 27 miembros llamados “exploradores”, seglares laicos que realizan su labor de apostolado en la Diócesis de Tui-Vigo, y cuatro “consagradas miguelianas“, una especie de monjas que no son tales y que atienden una residencia geriátrica en Bustarviejo (Madrid).

Rosendo fue apartado de la Diócesis de Tui Vigo por “conducta moral inapropiada”, ya que durante años tuvo “engañados” tanto a sus correligionarios como a la propia Iglesia, llegando a aglutinar a unas 400 personas, según denunciado familiares y ex adeptos.

Fuente Ragap, El País, El Mundo, Público, Religión Digital,

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“Contra la pederastia”, por José M. Castillo, teólogo

Domingo, 7 de diciembre de 2014
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pederastia-en-la-iglesia_560x280Leído en su blog Teología sin Censura:

Es evidente que la Iglesia ha dado pasos de gigante, durante el pontificado de los dos últimos papas (Benedicto XVI y Francisco), en la defensa de las víctimas de los delitos de pederastia. Y sabemos que estos pasos han sido decisivos cuando los delincuentes son clérigos. Reconocer la gravedad de los hechos, pedir perdón públicamente por semejantes delitos y, lo que es más fuerte, denunciar a los responsables ante la justicia, todo eso era sencillamente inimaginable hace pocos años.

Pero, aun reconociendo la transparencia y la valentía de los dos últimos pontífices en este orden de cosas, todavía hay que preguntarse: al tratarse de casos de tanta gravedad, ¿se ha hecho todo lo que se tendría que hacer? Planteo esta pregunta por dos razones:

1) Porque un menor de edad, que sufre una agresión así, tan humillante y tan honda, es una criatura que queda destrozada en su intimidad secreta para mucho tiempo, quizá para siempre, porque arrastra una herida que seguramente nunca va a cicatrizar en él.

2) Porque pederastas no son sólo los curas. Pederastas hay por todas partes y son muchos más de los que imaginamos. Son individuos que destrozan vidas. Unas vidas que quizá nunca más se recuperan. Y es evidente que, si la Iglesia se muestra de verdad intransigente en este asunto, con ello beneficia sobre todo a quienes sufren las agresiones, vengan de donde vengan. Y es urgente que las autoridades competentes en el tema, tomen conciencia de la gravedad de lo que está ocurriendo.

Quienes roban niños para venderlos a la prostitución infantil organizada, quienes mantienen redes de pederastia en la red, quienes viajan a países lejanos para poder disfrutar de forma repugnante abusando de criaturas inocentes, tendrían que pagarlo muy caro. Lo que pasa es que, como las víctimas son seres inocentes, débiles e indefensos, eso, aunque sabemos que se toman medidas para impedirlo, tampoco parece que sea demasiado preocupante para los poderes públicos que podrían y tendrían que castigarlo con mayor severidad.

Por todo esto, vuelve mi pregunta: sólo con pedir perdón a las víctimas y a sus familias, sólo con denunciar los casos en el juzgado de guardia, ¿solamente con eso hace la Iglesia lo que tendría que hacer?

Respondo a esta pregunta recordando lo que fue la práctica de la Iglesia, que sepamos con seguridad, desde el s. III hasta comienzos del s. XIII, es decir, durante más nueve siglos. Y, por cierto, una práctica que se refería en concreto (entre otras cosas) a los pecados y delitos que los eclesiásticos pudieran cometer en materia de sexo. Me refiero a la práctica que consistía en que los clérigos, incluidos los obispos, que cometían determinadas faltas, eran castigados con la expulsión del clero o del ministerio que ejercían. Este asunto ha sido ampliamente analizado por estudiosos del tema, tanto en el caso de la Iglesia latina como de las Iglesias orientales (C. Vogel, P. M. Seriki, E. Herman, P. Hinschius, F. Kober, K, Hofmann, J. M. Castillo).

Las conclusiones seguras a las que se ha llegado en el estudio de este problema son las siguientes:

1. En la Iglesia latina antigua, hasta finales del s. XII, existía la secularización de obispos y sacerdotes. Esta secularización llevaba consigo, en numerosos casos, la pérdida del orden recibido, de tal manera que el sujeto en cuestión volvía a la condición de laico. Es decir, dejaba de ser obispo, presbítero, diácono…. Los términos que utilizaban los abundantes documentos de papas, concilios y sínodos no admiten otra lectura, sino la supresión y la anulación del orden, los poderes y dignidades, que el sujeto había recibido mediante la ordenación. La fórmula, que solían utilizar los cánones, es conocida: “laica communione contentus”. El sujeto quedaba reducido a vivir la comunión en la Iglesia como laico.

2. De lo dicho se desprende obviamente que, hasta finales del s. XII, no existió en la Iglesia una doctrina sobre el “carácter indeleble”, como realidad ontológica que configura, de una vez para siempre, al sujeto que ha recibido la ordenación. Se sabe con seguridad que fue, precisamente a partir de la segunda mitad del s. XII, cuando los teólogos elaboraron las primeras teorías sobre el “carácter sacramental”. Teorías que siempre han sido objeto de discusión y sobre cuya autoridad como “dogmas de fe” nunca la Iglesia se ha impuesto. Ni siquiera en la Ses. VII del concilio de Trento, en el que el “anathema” del concilio no tiene valor dogmático, cosa que queda patente analizando las Actas de Trento. Por tanto, hay tres sacramentos (bautismo, confirmación, orden) que imprimen carácter. Pero nunca se ha definido, como dogma de fe, en qué consiste eso. Por lo demás, en este asunto no cabe echar mano del texto de la carta a los Hebreos (5, 5-6) en el que se habla del “sacerdocio eterno según el orden de Melquisedeq”. Ese texto (Gen 14, 18-20; Heb 7, 1-3) es simplemente una prefiguración del Cristo glorioso. Pero no se refiere para nada al ministerio eclesiástico (cf. A. Vanhoye).

3. Una diferencia, sin embargo, se establecía, por lo general, entre el clérigo secularizado y el laico: si el clérigo era readmitido alguna vez al ministerio, no necesitaba ser ordenado de nuevo. Aunque había casos en que se le volvía a ordenar. Probablemente a partir de esta praxis evolucionó, más tarde, la doctrina sobre el “carácter” y sus consecuencias.

4. La pérdida de la cualidad de clérigo era siempre consecuencia de una sanción. Lo cual quiere decir lógicamente que había determinados comportamientos que se consideraban incompatibles con el ministerio eclesial. Pero, más en el fondo, todo esto significa que el ministerio ordenado era visto como una realidad funcional, es decir, existía en función del bien a la comunidad de los fieles. De tal manera que si este bien se veía seriamente amenazado, el ministerio dejaba de existir, en los casos establecidos en la legislación de los sínodos y concilios.

5. El centro de la vida de la Iglesia no estaba en los obispos y los sacerdotes, en sus poderes, sus privilegios y sus intereses. El centro de la vida de la Iglesia estaba en la comunidad que había aceptado el sujeto y para la que el sujeto era ordenado. Por eso, las llamadas “ordenaciones absolutas” eran inválidas (Calcedonia, can. 6) (año 451). Tales ordenaciones eran las que recibía un sujeto que no era ordenado “para una comunidad concreta”. Y aceptado por dicha comunidad (E. Schillebeeckx). Por eso, si un obispo o un sacerdote escandalizaba o dañaba a la comunidad, era expulsado del clero y perdía el ministerio recibido en la ordenación.

¿Se puede decir que esta forma de proceder dañaba el “principio misericordia” (J. Sobrino) que debe ser determinante en la vida de los cristianos y de la Iglesia? Por supuesto, la misericordia se debe tener con los obispos y con los sacerdotes. Pero, si somos fieles al Evangelio, ¿no debe prevalecer la misericordia con los pequeños, con los niños y los menores, con los débiles y los indefensos? Por lo demás, si en una institución (sea del tipo que sea) ve que uno de sus funcionarios daña gravemente los fines para los que la institución fue creada, ¿no es lógico, justo y necesario que a ese funcionario se le expulse de la institución y así se impida que siga haciendo daño? Esto es lo que se hace en las empresas y en los organismos públicos. ¿Y por qué no se va a hacer igualmente en la Iglesia? Si un sujeto “ordenado” (de lo que sea) hace daño a la Iglesia, a la fe y a la buena convivencia en la sociedad, ¿por qué no se le expulsa, como se hace en todas partes, y que se busque la vida como pueda, cosa que le ocurre a tanta gente? A mí me parece que la “seguridad” en las ordenaciones y los cargos eclesiásticos es un principio determinante de la “corrupción” o, al menos, de la “frivolidad” con que, a veces, se procede en los ambientes clericales. El día que seamos más valientes y más libres en este orden de cosas, ese día empezaremos a ser consecuentes con el Evangelio y con la misma Iglesia.

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Un papa que trine y no que truene

Domingo, 7 de diciembre de 2014
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1417283548_792548_1417286537_noticia_normalEl patriarca Bartolomeo I besa la cabeza del Papa. / Gregorio Borgia (AP)

El sector más conservador de la Iglesia empieza a censurar el perfil tan político de Francisco

Pedro vuelve a abrazar a Andrés en Estambul: “La plena comunión no es sumisión ni absorción”

Francisco a Bartolomé: “Le pido un favor, bendígame a mí y a la Iglesia de Roma”

El Papa en la catedral católica turca: “Siempre hay la tentación de resistir al Espíritu”

El papa se reunió con el Gran Rabino de Turquía

Francisco se recoge en oración en la Mezquita Azul y en Santa Sofía: “¡Qué belleza!”

Pablo Ordaz

Hay días, pocos, en los que el papa Francisco hace de papa convencional y entre el respetable –inclúyase al público en general y a la numerosa prensa internacional que le sigue en sus viajes— cunde entonces una cierta sorpresa tiznada de decepción. Las jornadas en las que, como el sábado en Estambul, Jorge Mario Bergoglio se dedica a hablar del Espíritu Santo o de la carta de San Pablo a los corintios se pueden contar con los dedos de una mano. Desde su llegada a la silla de Pedro, precedida por el gran escándalo de las filtraciones que desembocó en la renuncia de Benedicto XVI, las intervenciones del papa Francisco han contenido siempre un claro mensaje político de denuncia, ya sea hacia dentro de la Iglesia –contra el lujo, la pederastia o la falta de misericordia— o hacia el mundo que le rodea. Sus encendidos discursos contra el sistema económico mundial, la falta de atención a los inmigrantes o la necesidad de una alianza, “más allá de las armas”, contra el terrorismo islamista le han granjeado una atención mediática sin precedentes. Pero también un murmullo de desaprobación creciente, aunque todavía poco audible, entre los sectores más conservadores de la Iglesia.

El martes pasado, durante el vuelo de regreso de Estrasburgo, donde Francisco realizó una critica feroz al “tecnicismo burocrático” de una Unión Europea (UE) que se percibe “cansada y envejecida”, un periodista le preguntó si, a tenor de sus palabras, se le podía considerar “un papa socialdemócrata”. Bergoglio, esbozando una sonrisa, contestó: “¡Querido, eso es un reduccionismo! Yo no sabría clasificarme en un lado u otro, pero todo lo que digo viene del Evangelio, que toma la doctrina social de la Iglesia. Pero gracias por la pregunta. Me ha hecho usted sonreír”. Una sonrisa que, sin embargo, no todos comparten.

Los sectores más conservadores –que van asomando la cabeza a través de ciertos blogs solo para iniciados— prefieren un papa que trine las virtudes de Dios y de su Iglesia y no uno que truene a diario contra los pecados propios y ajenos. O que, puestos a tronar, lo hiciese contra los de la acera de enfrente –parejas en pecado, uniones homosexuales, religiones tradicionalmente antagónicas— y no, como Bergoglio hace a menudo, contra sus propias huestes. Una parte de la Curia –la que vivía feliz discutiendo sobre el sexo de los ángeles en los mejores restaurantes de Roma mientras, por poner un ejemplo, 30 millones de estadounidenses abandonaban la fe católica en los últimos años— no se esperaba un papa, digamos, tan beligerante. Un papa capaz de dejar a los pies de los caballos de la justicia civil a clérigos aficionados a blanquear dinero del banco del Vaticano –monseñor Nunzio Scarano—o a aprovechar su prestigio sacerdotal para desplumar ancianas y abusar sexualmente de menores de edad, como se investiga ahora en Granada.

Un año y medio después de su elección, la actitud del papa Francisco hacia su Iglesia y hacia el mundo sigue levantando oleadas de admiración entre propios y extraños, pero también un mar de fondo cada vez más identificable después de que, durante el pasado sínodo sobre la familia, Bergoglio demostrara que no es solo un constructor de bellos discursos o de imágenes históricas –como la de ayer inclinándose y haciéndose bendecir por el patriarca ortodoxo Bartolomeo I–, sino un papa dispuesto a cambiar la Iglesia.

Fuente El País

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Para que pase el invierno (con carta al “pederasta” de Reus)

Jueves, 4 de diciembre de 2014
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imagesLeído en el blog de Xabier Pikaza:

Ya no tengo duda, nos espera un duro invierno, tiempos de inmensa decepción, gran frío, que deberán convertirse en época de siembra.

Nos habían educado para una Iglesia triunfante, vencedora de guerras como la de España (1936-1939), una iglesia que podía imponerse por su número y su brillo, dictando lecciones de moralidad y buen gobierno a todos.

Llenábamos los templos en el culto, todos eran nuestros, extendíamos al mundo entero nuestro ejemplo de Iglesia limpia y verdadera, frente a los demás poderes que debían estarnos sometidos.

A pesar del Vaticano II (1962-1965) ese proyecto de Iglesia se ha mantenido hasta ayer, de la mano de Mons Rouco en España (y en algún sentido de la mano restauradora de Juan Pablo II). Pero los últimos ecos de campana de ese tipo clerical y dominador de Iglesia se están apagando en España (no hablaré aquí de otros países).

People walk over a bridge in the grounds of the Charlottenburg Castle during heavy snowfall in BerlinSe anuncia a lo lejos una primavera, pero antes tiene que pasar el gran invierno, tiempo de frío y de do hogar, para descubrir la verdad de lo que somos (confesando lo que fuimos), pues sólo podremos ofrecer y extender nuestros valores si confesamos nuestras deficiencias y reparamos nuestros pecados. No estaría mala volver a las fuertes amenazas de Isaías y de Juan Bautista (¡es Adviento!) para poder esperar la primavera.

No se trata de pasar el invierno mano a mano, esperando que escampe y que pasen los hielos, sino comprometiéndonos a vivir en la verdad,con examen de conciencia, contrición de corazón, confesión de boca… y camino concreto de enmienda, no sólo unos pocos individuos (que serían los malos), sino todos, la Iglesia entera, pues somos en conjunto responsables, como seguiré diciendo.

Sólo así, en este largo invierno que vamos a pasar, se podrá encender la lumbre de la nueva primavera que esperamos en la Iglesia. Éste es mi diagnóstico, seguido por una carta dirigida a JA, a quien la prensa ha llamado el pederasta de Reus.

PARA QUE PASE EL INVIERNO

No puedo hablar de otros, voy en el mismo carro

Quizá estoy viendo el tema de manera demasiado narcisista, como clérigo que he sido intensamente a lo largo de cuarenta años (del 1963 al 2003), para retirarme después a la “vida privada”, escribiendo cada año un libro de teología o de vida cristiana, cosa que pienso seguir haciendo, Dios mediante, con Mabel, en los años que nos queden de vida.

No sé bien lo que podíamos haber hecho, pero es evidente que hemos hechos muchas cosas mal, y me refiero ya en concreto a los casos y casos y casos de pederastia clerical que se irán conociendo, fatídica y gozosamente en los próximos días y meses. Bastará leer la prensa: los cuatro o más de la presunta trama de Granada, el mercedario de Reus, el médico de Barcelona… Irán saliendo casos y casos, pues los hay, sin duda.

Fue una situación explosiva aquella de los seminarios masivos de los años cincuenta a los ochenta y hasta noventa del siglo pasado. Había “vocaciones” reales, se hizo mucha ayuda social (miles y miles y miles de españoles pudieran estudiar por los seminarios, y han sido después grandes profesionales…), pero en conjunto aquella situación, y un tipo de presbíteros que se formaron no habían pasado por el crisol y el cernidor de la madurez afectiva y personal.

Como otros muchos de mi generación, conozco (conocía) muchos casos, pero no se podía hablar, por un tipo de silencio y secretismo, porque sabías que en la Iglesia no se te escucharía, porque el Estado no tenía tampoco medios (ni voluntad, ni legislación) para intervenir en estos casos, o porque quizá (como otros muchos) no tuve la talla ni la valentía para entrar en esos temas.

No tiene sentido decir hoy (año 2014) que debíamos haber denunciado sin más en el 1960 o incluso en el 1990 por eso, porque simplemente no se podía, ni civil, ni religiosamente. Ahí está el “pecado”, que la Iglesia entonces no se diera cuenta (o no quisiéramos darnos cuenta, ni la sociedad civil), que así pasáramos y triunfáramos sobre los “cadáveres” (los marcados sexuales y afectivos) de cientos de jóvenes y de adolescentes utilizados.

Voy a recordar un tiempo viejo

No puedo tratar aquí de nuestra vida en el seminario, con sus grandísimos valores, con sus duras sombras. No tengo aún distancia para recordar detalles, aunque en conjunto fue un tiempo de apuesta por Dios y su Evangelio, en una comunidad mercedaria a la que quiero, pues fue y sigue siendo mi casa. Hay varios casos más, pero quiero recoger aquí uno que me ha marcado hasta el día de hoy, en lo positivo y negativo.

Hacia el 1974, recién llegado de profesor a Salamanca, conocí a una familia normal de otra región. Uno de sus hijos venía a estudiar a la ciudad y trabé gran amistad con sus padres y con la hija pequeña, un sueño de niña (unos 14 años) que me habló de la catequesis, pues quería conocer cosas y cosas de religión y yo era “teólogo”, algo que le sonaba muy alto.

A los dos meses me llamó el padre. La niña había tomado las pastillas, y la habían podido salvar in extremis con un lavado de estómago. Tomé el primer tren, recorrí cientos de kilómetros y hablé con la niña (me dejaron con ella) una tarde entera en un parque, bajo un sol invernal enfermo. No hice más que escuchar, dejé que me hablara, y me hablo llorando. El caso era claro. El cura catequista, en quien ella más confiaba, había intentado violarla. No supo reaccionar de otra manera, se le rompió su vida por dentro, y a la mañana siguiente, tomó pastillas y pastillas de aspirinas y otras cosas que encontró en la casa, cuando fueron sus padres al trabajo…

Despertó a la vida otra vez por suerte, porque alguien volvió a casa y la vio inconsciente. Simplemente lloré con ella, y le dije que lo contara a su padre, que yo llamaría al obispo… Ella se me puso en pie y me hizo jurar: “Al padre no”, porque tenía una escopeta en casa y mataría al cura, “al obispo tampoco”, porque se enterarían todos los de la catequesis… Lo dejé así, la niña “salió”, y desde aquel día no fue nunca más a misa… (su padre sospechó algo, pero quizá no quiso saber más, simplemente me dio un grandísimo abrazo, su madre siguió llorando).

Aquella niña, BI, y tiene tres hijos (y un marido que me quiere muchísimo, pues sólo el conoce bien el caso, ni lo supo su hermano, ya muerto …). Hice mal entonces, no llamé al obispo. Fue hace 45 años. Todo era turbio, el cura aquel una HP…, pero la niña “salió” (aunque no ha bautizado a sus hijas); yo no estaba preparado para la verdad. Ni sé lo que habría hecho el obispo. Yo sabía hebreo, además de arameo, pero no me habían preparado para un caso como ése.

He conocido por “dirección espiritual” (antes se llamaba así) o por “murmuración clerical” bastantes casos más, en momentos en que se pensaba que ese era un “daño colateral”. La solución solía ser clara. Si el asunto llegaba a conocerse, se expulsaba al niño, y se mandaba al cura a Filipinas o a la Republica de Islandia (por inventar dos nombres). Lo que importaba es que todo siguiera, que la Iglesia tuviera la cara limpia.

Los “viejos” de Salamanca conocemos incluso un sonado caso de suicidio de un seminarista (fue el año 1975 o 1976). El rector de su seminario (que después ha sido un cargo clave en la Iglesia de España) habló en el sermón (¡un sermón impresionante, de poner los pelos de punta!) del Dios que a todos perdona y que recibe al suicida en el cielo; pero no aludió a las razones de su muerte, que parecían bien claras (al menos en las murmuraciones de los compañeros del muerto).

imagesq¡Dios, Dios, qué grande eres!, pensé tras el sermón…, pero no hicimos nada. Aquel seminarista no tuvo la suerte de BI, Dios le recibió en su seno. Pero nuestra Iglesia (¡la mía, yo era protagonista de ella!) tenía manchadas las manos, y más que las manos. Nos habían enseñado a “recibir al destino”, pero no supimos (o no quisimos) ver las razones humanas del mal, ni el suicidio de aquel adolescente (que había llegado al fin, a diferencia de lo que pasó con mi amiga BI (que a Dios gracias no guarda rencor de muerte, y me quiere aunque yo siga siendo cura, como ella me dice: ¡No, no lo has dejado, eres cura, pero de otra forma! Así me dice cada vez que nos vemos).

No nos habían educado para ir al fondo de la verdad, el mundo civil no tenía leyes ni interés en ese campo, el mundo de la Iglesia miraba al otro lado. Y así torcimos la mirada, como si nada pasada, cuando pasaba muchísimo. Yo leía a Hegel (me interesaba muchísimo la Fenomenología del Espíritu cap. 4), traducía cosas del hebreo, publicaba libros sobre Los Orígenes de Jesús (donde llegué a barruntar el tema). Pero no supimos ver lo que había muy cerca de nosotros, quizá por obediencia debida, por sacralización de las instituciones clericales. No sé si tenemos culpa de ello, pero sí responsabilidad. Somos en parte una generación “perdida” para el evangelio.

Dejé un tipo de clero el año 2003

Lo dejé a pesar de que me sentía muy bien en la Orden de la Merced, lo dejé básicamente por cuestiones doctrinales (me “expulsaron” de la Pontificia) y por búsqueda y encuentro de un amor concreto, radicalmente limpio, sin volver nunca la mirada al otro lado, con M., con la que vivo, con la bendición de Dios y de la Iglesia, con la firma voluntad de volver a los orígenes del evangelio.

Desde entonces no conozco ya por dentro (paso a paso) lo que ha pasado dentro de las instituciones, pero M. y yo hemos preferido vivir en un pueblo pequeño, casi como ermitaños… Pero han pasado muchísimas cosas buenas, entre ellas tres.

(a) La sociedad civil ha empezado a interesarse por la pederastia, y con toda razón considerada ya como crimen, y en ese camino debemos seguir, con todas las consecuencias, con tolerancia cero. Nuestra sociedad civil es mucho más justa y madura que en los años 60 al 90 del siglo pasado. Damos gracias a Dios por ello, estamos mucho mejor que en los tiempo gloriosos de un nacional-catolicismo que permitía de algún modo el abuso a los niños, para gloria del sistema.

(b) La Iglesia ha decidido abrir sus armarios, para que se conozcan sus “trapos sucios”, primero por presión externa (a partir de USA, a finales del siglo pasado), después por voluntad interna de verdad y de evangelio, primero con Benedicto XVI, luego con Francisco. Está siendo una apertura dolorosísima, pero necesaria humanamente, y sobre todo, evangélicamente. Si no realiza esta apertura de armarios (con verdad radical, sin exhibicionismos) nuestra iglesia se muere en dos generaciones.

(c) La gente (en especial muchos abusados) empieza a hablar, tiene que hablar, y es bueno que lo haga. Algunos como el seminarista del 1976 ya no hablarán (en este mundo, aunque su sangre sigue clamando); otros como la niña BI no hablarán por pudor, por salud mental… Pero otros muchos hablarán, algunos por simple desahogo, otros por voluntad de verdad, otros incluso con rabia (y algunos para conseguir dinero, como en USA).

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Gianni Vattimo: “Francisco salvó a la Iglesia del suicidio al que la estaban empujando sus antecesores”

Domingo, 16 de noviembre de 2014
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vattimo-gianni-vattimo-123495“A diferencia de otros papas, no parece llevarse muy bien con los poderes”

“El entorno del Papa sigue frenando lo que podría llamarse una verdadera revolución eclesiástica”

“Albino Luciani fue asesinado por el Vaticano porque había empezado a investigar el Banco Vaticano. Espero que el Vaticano no asesine también a Francisco”

(Guillermo Piro, Pérfil).- Invitado por la Fedun (Federación de Docentes de las Universidades), el filósofo italiano, Gianni Vattimo, asiduo visitante de esta ciudad, dictó una serie de conferencias en la UBA y asistió a la presentación de tres libros de su autoría publicados por el sindicado docente. Se trata de Dios es comunista, Esperando a los bárbaros y De la realidad a la verdad. El primero es una serie de conversaciones con Marcelo​ González Magnasco y Adriana Farías, y los otros dos transcriben sendas ponencias dictadas por el autor del Pensamiento débil en visitas anteriores al país, invitado por la misma institución.

A los 77 años, el filósofo ha comenzado a sufrir “apnea del sueño“, trastorno que hace que la persona que lo sufre realice pausas en la respiración nocturna. “A raíz de eso estoy clínicamente autorizado a bostezar en cualquier momento: mientras doy clase, por ejemplo, o ahora mismo. Permiso”, dice, y bosteza larga y plácidamente.

-A lo largo de hace casi veinte años visitó muchas veces la Argentina. Supongo que sus impresiones desde la primera vez que llegó acá hasta ahora variaron. ¿Cuáles son esas variaciones? ¿Qué piensa hoy de la Argentina que no pensaba hace veinte años?

-No, no, extrañamente -y eso es ya un indicador de algo- la impresión que tengo hoy de la Argentina, sobre todo de la cultura argentina, no varió tanto de la primera impresión. Si usted tomara mis declaraciones sobre el tema apenas llegué por primera, invitado por Jorge Glusberg, verá que no han cambiado. Buenos Aires sigue siendo una ciudad europea emplazada en América Latina. Es algo que se deja de sentir corriéndose un poco nada más, yendo a Río de Janeiro, por ejemplo. Hay algo que mancomuna a las grandes ciudades de América Latina, y es que son netamente latinoamericanas. Buenos Aires no. Probablemente es por eso que me gusta tanto. Culturalmente sigue teniendo una potencia inigualable, nutritiva, avasallante. No conozco otrea ciudad así. Tal vez pueda igualársele Nueva York, pero no creo que muchas ciudades más se le parezcan en eso.

-El año pasado, cuando visitó Buenos Aires, hablar del papa Francisco era precipitado y le despertaba muchas incógnitas. Supongo que ahora está en condiciones de dar un juicio más certero…

-Estoy feliz. Francisco salvó a la Iglesia del suicidio al que la estaban empujando sus antecesores en base a la lectura literal de las Sagradas Escrituras y los dogmas, lo que a fin de cuentas, históricamente sólo ha servido para alejar a la comunidad de la Iglesia. Francisco está rodeado de problemas debidos a su entorno que ni siquiera alcanzamos a ver, pero son esos problemas los que siguen frenando lo que podría llamarse una verdadera revolución eclesiástica. Uno de los puntos en los que siempre ha insistido la Iglesia es la cuestión de la castidad, por eso es tan importante que Francisco tenga una visión positiva del amor homosexual. Al mismo tiempo, analizado en términos históricos, es algo escandaloso. Pero ese cambio es muy importante para la Iglesia porque, reitero, lo acerca a la comunidad, de la que se estaba alejando. A pesar de eso, Francisco está renovando pacientemente la Iglesia. Es cierto, sigue sin ser admitido el matrimonio gay, algo por lo que he luchado toda mi vida, pero hay ciertas cosas que empiezan a cambiar. Por ejemplo, el problema de la comunión y los divorciados, que, como decía antes, implica una lectura menos literal del sacramento. Hay, por otro lado, un compromiso político y cultural inusitado por parte de Francisco. A diferencia de otros papas, no parece llevarse muy bien con los poderes. Y además está el Banco Vaticano. Albino Luciani fue asesinado por el Vaticano porque había empezado a investigar el Banco Vaticano. De modo que espero que el Vaticano no asesine también a Francisco.

-¿Hasta dónde se remonta cuando habla de los “antecesores” del papa Francisco?

-A los inmediatamente anteriores. Juan Pablo II obtuvo gran parte de su popularidad con la caída del comunismo soviético, pero era un reaccionario inigualable, y Ratzinger fue una figura muy opaca, tal vez la más opaca en la historia de la Iglesia.

Fuente Religión Digital

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“El Sínodo sobre la familia, freno a la reforma de Francisco”, por Juan José Tamayo, teólogo

Viernes, 7 de noviembre de 2014
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familia tradicionalEl arzobispo norteamericano Chaput se suma a Burke y acusa al Papa de convertir la Iglesia “en un barco sin timón” y denuncia que Bergoglio “está dejando a los creyentes un poco mareados”

Leído en la página web de Redes Cristianas

La reforma de Francisco parece haber naufragado o, al menos, encallado en el Sínodo celebrado en Roma del 5 al 19 de octubre, que ha reunido a cerca de 200 obispos de todo el mundo para reflexionar sobre la concepción, la actitud y la práctica pastoral de la Iglesia católica en torno a diferentes orientaciones sexuales, a los diferentes modelos de familia y otras cuestiones vinculadas con ella. Éramos muchas las personas de fuera y de dentro de la Iglesia católica que esperábamos un cambio de mentalidad, de orientación y de rumbo en un tema que se caracteriza por planteamientos anclados en el pasado sin apertura alguna a los cambios producidos en las últimas décadas en la sociedad. Pero éramos también conscientes de los obstáculos que se interponían y del peligro de que se produjera un estancamiento

El primer obstáculo lo constituían los propios protagonistas del Sínodo: los obispos. ¿Qué aportaciones podían hacer unas personas que no son especialistas en el tema, ni siguen de cerca los estudios especializados en las diferentes disciplinas que se ocupan del fenómeno de la familia en toda su complejidad? Personas que, además, han renunciado a formar una familia para dedicarse en exclusiva al servicio de la Iglesia. Es verdad que fueron invitados expertos y matrimonios, pero sin apenas influencia en los debates y sin voto a la hora de aprobar las proposiciones finales.

El segundo era la herencia de los papas anteriores. Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI se mantuvieron instalados rígidamente en el paradigma tradicional de la familia y de la doctrina sobre la sexualidad y condenaron los modelos de familia que no se atuvieran a la imagen conservadora del matrimonio “cristiano”. Pablo VI, beatificado el pasado domingo por Francisco, condenó los métodos anticonceptivos en 1968 en la encíclica Humanae vitae, en clara oposición a las orientaciones del concilio Vaticano II, que defendía la paternidad responsable, y en contra de la mayoría de la Comisión de científicos y de teólogos que le asesoraba y que era partidaria del uso de dichos métodos para poner en práctica el principio conciliar de la referida paternidad responsable. La encíclica provocó una de las más graves rupturas de los teólogos, las teólogas y de los movimientos cristianos críticos con el Vaticano y generó un clima de malestar profundo dentro de la Iglesia, que desembocó en una actitud de justificada desobediencia colectiva a las orientaciones papales tanto en la teoría como en la práctica.

En la encíclica Familiaris consortio Juan Pablo II ya alertaba sobre los signos más preocupantes en torno al tema que ha discutido el Sínodo reciente, entre los cuales citaba “la facilidad del divorcio y del recurso a una nueva unión por parte de los mismos fieles; la aceptación del matrimonio puramente civil, en contradicción con la vocación de los bautizados a “desposarse en el Señor”; la celebración del matrimonio sacramento no movidos por una fe viva, sino por otros motivos; el rechazo de las normas morales que guían y promueven el ejercicio humano y cristiano de la sexualidad dentro del matrimonio”.

El cardenal Ratzinger, siendo presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigió en 1986 una durísima carta a los obispos norteamericanos en la que afirmaba que la particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye, sin embargo, una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada objetivamente desordenada. El documento reaccionaba ante quienes creíamos –y seguimos creyendo- que oponerse a la actividad homosexual y a su estilo de vida constituye una forma de discriminación injusta, y osaba aseverar, negando la evidencia, que la actitud de la Iglesia contra la homosexualidad no comporta discriminación alguna, sino que busca la defensa de la libertad y de la dignidad de la persona.

En coherencia con este planteamiento, Ratzinger pedía a los obispos que no incluyeran en ningún programa pastoral a organizaciones de personas homosexuales sin antes dejar claro que toda actividad homosexual es inmoral, ordenaba retirar todo apoyo a organizaciones que pretendieran subvertir la enseñanza de la Iglesia en esta materia, prohibía el uso de locales “propiedad de la Iglesia” para actos de grupos homosexuales e instaba a defender los valores del matrimonio frente a proyectos legislativos que defiendan las reivindicaciones de los colectivos homosexuales.

Por esas fechas, la Congregación romana para la Educación Católica publicaba la Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional de las personas con tendencias homosexuales con vistas a su admisión en el seminario y a las órdenes sagradas, que prohibía a los homosexuales ingresar en los seminarios y acceder al sacerdocio. Prohibición que sigue manteniéndose hoy a rajatabla.

No resultaba fácil romper en el Sínodo con esa tendencia excluyente de las personas homosexuales y de las personas católicas divorciadas y vueltas a casar, ya que en ella fueron educados –mejor instruidos- muchos de los padres sinodales.

Un tercer obstáculo fue la creación, desde el comienzo de la preparación del Sínodo, de un “frente” de oposición a cualquier cambio, liderado por el cardenal Gerhard Ludwig Müller, presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, nombrado por Benedicto XVI para mantener la ortodoxia y evitar cualquier desviación en materia doctrinal y moral. Se apresuró a escribir un libro sobre la familia recordando la doctrina tradicional, que considera inamovible, y firmó un documento junto con otros cardenales en contra de la reforma que en este tema pretendía introducir Francisco.

Pero no todas eran inercias, obstáculos y problemas. Había también síntomas de apertura. Fue el propio papa Francisco quien, al poco de ser elegido, propició un nuevo clima y abrió el debate sobre la actitud de la Iglesia hacia los homosexuales y el acceso de las personas católicas divorciadas y vueltas a casar a los sacramentos. En el propio Sínodo reinó un clima de libertad y los participantes en el mismo pudieron expresar sin ningún tipo de restricciones en lo referencia a la expresión de sus ideas. Dicho clima fue favorecido por Francisco, quien asistió a las sesiones en actitud de escucha y sin interferirse en las discusiones.

Ya en el viaje de vuelta de Brasil en julio de 2013, preguntado a bordo del avión por su actitud hacia los homosexuales, respondió de esta guida: “Si alguien es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad ¿quién soy yo para juzgarle? No debemos marginar a la gente por esto, deben ser integrados a la sociedad”.

En otra ocasión insinuó la posibilidad de revisar la actual prohibición del acceso de los divorciados que han vuelto a casarse y adoptar una actitud menos excluyente que la actual. Hubo cardenales que remaron en la dirección del papa y mostraron una actitud más abierta y favorable al cambio, entre ellos el cardenal Kasper que, en respuesta a los cardenales firmantes del documento conservador, respondió que “la verdad católica no es un sistema cerrado” y defendió el acceso de las personas divorciadas vueltas a casar a la eucaristía, si bien imponiendo unas condiciones muy severas:

“Si un divorciado vuelto a casar: 1. Se arrepiente de su fracaso en el primer matrimonio 2. Se han esclarecido las obligaciones del primer matrimonio, y se ha definitivamente excluido que regrese atrás. 3. Si no puede abandonar sin otras culpas las responsabilidades asumidas con el matrimonio civil. 4. Si, sin embargo, se esfuerza por vivir del mejor modo según sus posibilidades el segundo matrimonio a partir de la fe y de educar a los propios hijos en la fe. 5. Si tiene el deseo de los sacramentos como fuente de fuerza para su situación, ¿debemos o podemos negar, después de un tiempo de nueva orientación (metanoia), los sacramentos de la penitencia y después de la comunión?”.

Su respuesta es afirmativa, pero con importantes matices y precisiones: “Este posible camino no sería una solución general. No es el camino ancho de la gran masa, sino más bien el estrecho camino de la parte probablemente más pequeña de los divorciados vueltos a casar, sinceramente interesados en los sacramentos. ¿No es necesario tal vez evitar aquí la peor parte? (o sea la pérdida de los hijos con la pérdida de toda una segunda generación)… Un matrimonio civil como el que fue descrito con criterios claros debe distinguirse de otras formas de convivencia irregular, como los matrimonios clandestinos, las parejas de hecho, sobre todo la fornicación, de los así llamados matrimonios salvajes. La vida no es solo blanco y negro. De hecho, hay muchos matices”.

La propia metodología seguida en la preparación del Sínodo permitía albergar esperanzas de cambio. El Vaticano envió una encuesta a todos los cristianos y cristianas en torno a las cuestiones que se iban a abordar en la asamblea episcopal para conocer la opinión de las diferentes comunidades católicas del mundo sobre el tema. La mayoría de las respuestas eran favorables a una mayor apertura y a una actualización de la doctrina sobre la familia más acorde con los cambios producidos en las últimas décadas.

Pero ese clima de apertura enseguida se encontró con la réplica del cardenal Müller, que apelaba a argumentos de carácter dogmático y jurídico para oponerse incluso a la posibilidad de discutir sobre el tema: “Si el matrimonio precedente de unos fieles divorciados y vueltos a casar era válido, en ninguna circunstancia su nueva unión puede considerarse conforme a derecho; por tanto, es imposible que reciban los sacramentos”.

En el Sínodo se han producido, es verdad, cambios importantes en el análisis de la situación de la familia y en las críticas hacia sus patologías, en las actitudes y en el lenguaje empleado. La proposición 8 hace un buen análisis de las situaciones más graves por las que pasa hoy la familia: discriminación de las mujeres y creciente violencia de género contra ellas, con demasiada frecuencia dentro de la familia; abusos sexuales de los niños y de las niñas; penalización de la maternidad en vez de su consideración como valor; mutilación genital en algunas culturas; efectos negativos de las guerras, el terrorismo y el crimen organizado en las familias; crecimiento del fenómeno de los niños de la calle en las grandes metrópolis y en sus periferias.

La actitud ante los matrimonios civiles y las parejas de hecho es más comprensiva y acogedora, ya que, se dice, en ellos deben descubrirse elementos positivos, y en la actitud hacia los homosexuales. Muestra la necesidad de acoger las personas en situaciones difíciles como el divorcio y de buscar nuevos caminos pastorales para las familias heridas, no basadas en “soluciones únicas”

Pero en las cuestiones de fondo no se ha producido cambio alguno. Dos ejemplos. La proposición 52 describe las dos tendencias de los padres sinodales en torno a la posibilidad –solo la posibilidad- de que los divorciados vueltos a casar puedan acceder a los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía: la que se muestra partidaria de mantener las actuales normas prohibitivas en vigor, y la partidaria de permitir el acceso a los sacramentos, pero con muchas restricciones: no de manera generalizada, sino en algunas situaciones especiales y con condiciones muy precisas. Además, el eventual acceso a los sacramentos debe ir precedido de un “caminar penitencial” bajo la responsabilidad del obispo diocesano. Aun con todas estas restricciones, esta proposición contó con el rechazo de 74 padres sinodales y no logró los 2/3 tercios.

Otro ejemplo es la proposición 55 sobre los homosexuales. Defiende la necesidad de una acogida respetuosa y de un trato no discriminatorio hacia ellos, pero es contundente en el rechazo de los matrimonios homosexuales, hasta el punto de excluirlos del plan de Dios sobre la familia y el matrimonio. Con todo, la proposición fue rechazada por 62 padres sinodales y tampoco logró los 2/3.

Para frenar la lógica sensación pesimista que deja el Sínodo en quienes esperaban que la apertura fuera real ya, se afirma, como consuelo, que en este Sínodo no se ha dicho la última palabra y que hay que esperar al de octubre de 2015, que elaborará las conclusiones definitivas sobre la familia. Yo pregunto: ¿Cambiará entonces el panorama y se reconocerá sin trabas, prejuicios y prevenciones el acceso de las personas católicas divorciadas y vueltas a casar el matrimonio a los sacramentos de la eucaristía y de la penitencia y el reconocimiento del matrimonio homosexual como lo hace la Iglesia Anglicana, o volverán a emplearse fórmulas ambiguas del “sí, pero no”, tan propias del lenguaje eclesiástica ¿O se dejará la respuesta ad kalendas graecas?

¿Se seguirá pensando con categorías jurídicas o se hará al ritmo de la vida y atendiendo a los problemas reales de la familia? ¿Se buscarán las respuestas apelando al Código de Derecho Canónico o a la racionalidad dialógica? ¿Se seguirá expulsando de la comunidad eclesial y de la eucaristía que, según el Vaticano II, es el centro de la vida cristiana, a quienes se considera pecadores por el hecho de haber iniciado un nuevo proyecto de vida común y de haber formado una nueva familia?

¿Se respetarán y reconocerán en la Iglesia católica las diferentes identidades sexuales: gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, que de hecho existen entre los cristianos y las cristianas como existen en la sociedad? ¿Caminará la Iglesia oficial al ritmo de la sociedad y será sensible, como pedía Juan XXIII, a los signos de los tiempos, entre los cuales se encuentra el reconocimiento explícito de los diferentes modelos de familia, o perderá de nuevo el tren de la historia?

Y una reflexión final en clave de realismo. Yo creo que considerar un problema el acceso a la eucaristía a personas divorciadas vueltas a casar y a los matrimonios homosexuales solo existe en las mentes de los jerarcas, no en la práctica. Y negar dicho acceso se encuentra en el Código de Derecho Canónico, no en la vida de las comunidades cristianas. Son muchas las comunidades eclesiales de todo el mundo (parroquias, comunidades de base, grupos de matrimonios, etc.) que ni siquiera se plantean el problema. Las cristianas y los cristianos divorciados que han vuelto a casarse y las parejas homosexuales son acogidos sin ningún tipo de reserva en dichas comunidades, de las que forman parte, y participan en los sacramentos como el resto de los creyentes. Y lo hacen con toda naturalidad, sin ningún complejo de culpa, sin consultar ni pedir permiso a los clérigos y obispos, ni preguntarse si actúan conforme a la disciplina de la Iglesia, sin someterse a ningún “camino de penitencia”. Bastante penitencia ha tenido y sigue teniendo su vida como para añadirle todavía otra más.

Espiritualidad, General, Iglesia Católica , , , , , , , , , , , ,

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