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El bautismo de Jesús es su momento de “salir del armario”. También puede ser el nuestro.

Lunes, 13 de enero de 2025

IMG_9462El artículo de hoy es de la colaboradora invitada Sr. Donna McGartland, una de las autoras de Love Tenderly: Sacred Stories of Lesbian and Queer Religious publicado por New Ways Ministry.

Las lecturas litúrgicas de hoy del Domingo del Bautismo del Señor, están disponibles aquí.

Durante las últimas semanas, hemos estado celebrando la llegada de Jesús a este mundo como uno de nosotros. Hoy, celebramos su bautismo, su “salida” al mundo como adulto.

Jesús tiene 30 años cuando va a ver a Juan, que está bautizando en el desierto. Juan está advirtiendo a todo el que quiera escuchar que el Reino de Dios está cerca. Está llamando a las personas a arrepentirse de su pecado y volverse a Dios. Cuando se le pregunta cómo hacerlo, Juan les dice que den a los pobres y compartan su comida con los hambrientos.

Tenga en cuenta que Juan no está en el templo mientras predica. La Buena Noticia es proclamada a todos para que “todos vean la salvación enviada por Dios”, como nos recuerda la primera lectura litúrgica de hoy. En la predicación de Juan, nadie es considerado privilegiado ni exento de tomar una decisión personal de volverse a Dios.

Jesús acepta el mensaje de Juan y decide ser bautizado. Cuando lo hace, su verdadera identidad se revela cuando el Espíritu Santo desciende sobre él y se escucha una voz: “Tú eres mi amado; en ti tengo mis complacencias”.

La vida de Jesús cambia drásticamente después de eso. Su verdadera identidad ahora es conocida. ¡Ya no puede volver atrás!

Solo puedo imaginar lo que sintió Jesús en ese momento. ¿Aceptó las palabras de Isaías? “Aquí está mi siervo a quien sostengo, mi elegido en quien me complazco, en quien he puesto mi espíritu”. ¿Se sintió amado? ¿O estaba confundido por el mensaje del Espíritu? ¿Tenía miedo? Jesús era completamente humano. Supongo que estaba sintiendo muchas emociones después de esta experiencia y por eso se fue al desierto durante 40 días.

Recuerdo mi propio proceso de salir del armario. Definitivamente no me sentí elegida ni amada. Más que nada, me sentí traicionada. Había internalizado mucha de la homofobia que me rodeaba: en mi familia y amigos, en la escuela católica a la que iba y en la iglesia. No quería ser parte de una identidad LGBTQ+ para mí. Luché por comprender mi orientación sexual e identidad de género.

Sin embargo, a medida que crecí en mi identidad, descubrí a los Juanes Bautistas en mi vida que me invitaron a la plenitud y a reconocer que es en el desierto dentro de mí donde escucharé y conoceré a Dios. Me llaman una y otra vez a ser bautizada, a rechazar la negatividad interior y a abrazar el Evangelio. Abrí mi corazón al Evangelio y escuché que Dios está complacido conmigo como soy y que el Espíritu de Dios habita dentro de mí. Mi verdadera salida del armario se produjo cuando finalmente pude escuchar la voz de Dios en mi interior: “¡Tú eres mi Amado, mi elegido! Estás hecho a mi imagen y semejanza”. ¡Mi vida nunca ha sido la misma!

¿Quiénes son los Juan Bautistas en tu vida? ¿Puedes escuchar su desafío y sus afirmaciones para reconocer que Dios vino a traerte libertad y amor? ¿Qué necesitas hacer para aquietarte y poder escuchar la voz del Espíritu en tu interior? La Voz del Espíritu te habla: “Tú eres mi amado, mi elegido, en quien tengo complacencia”. ¿Puedes escucharla?

–Sr. Donna McGartland, 12 de enero de 2025

Fuente New Ways Ministry

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“No ahogar el amor solidario”. Bautismo del Señor – C (Lc 3,15-16.21-22)

Domingo, 12 de enero de 2025

Bautismo_CEl amor es la energía que da verdadera vida a la sociedad. En toda civilización hay fuerzas que generan vida, verdad y justicia, y fuerzas que provocan muerte, mentira e indignidad. No siempre es fácil detectarlo, pero en la raíz de todo impulso de vida está siempre el amor.

Por eso, cuando en una sociedad se ahoga el amor, se está ahogando al mismo tiempo la dinámica que lleva al crecimiento humano y a la expansión de la vida. De ahí la importancia de cuidar socialmente el amor y de luchar contra todo aquello que puede destruirlo.

Una forma de matar de raíz el amor es la manipulación de las personas. En la sociedad actual se proclaman en voz alta los derechos de la persona, pero luego los individuos son sacrificados al rendimiento, la utilidad o el desarrollo del bienestar. Se produce entonces lo que el pensador norteamericano Herbet Marcuse llamaba «la eutanasia de la libertad». Cada vez hay más personas que viven una «no libertad confortable, cómoda, razonable, democrática». Se vive bien, pero sin conocer la verdadera libertad ni el amor.

Otro riesgo para el amor es el funcionalismo. En la sociedad de la eficacia lo importante no son las personas, sino la función que ejercen. El individuo queda fácilmente reducido a una pieza del engranaje: en el trabajo es un empleado; en el consumo, un cliente; en la política, un voto; en el hospital, un número de cama… En esta sociedad, las cosas funcionan; las relaciones entre las personas mueren.

Otro modo frecuente de ahogar el amor es la indiferencia. El funcionamiento de la sociedad moderna concentra a los individuos en sus propios intereses. Los demás son una «abstracción». Se publican estudios y estadísticas tras los cuales se oculta el sufrimiento de las personas concretas. No es fácil sentirnos responsables. Es la administración pública la que se ha de ocupar de esos problemas.

¿Qué podemos hacer cada uno? Frente a tantas formas de desamor, el Bautista sugiere una postura clara: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida haga lo mismo». ¿Qué podemos hacer? Sencillamente compartir más lo que tenemos con aquellos que viven en necesidad.

José Antonio Pagola

Grupos de Jesús

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“Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo”. Domingo 12 de enero de 2025. Bautismo del Señor

Domingo, 12 de enero de 2025

09-bautismodelsenor (C) cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 42, 1-4. 6-7: Mirad a mi siervo, a quien prefiero. 
Salmo responsorial: 28: El Señor bendice a su pueblo con la paz. 
Hechos de los apóstoles 10, 34-38: Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.
Lucas 3, 15-16. 21-22: Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo

Hoy celebra la liturgia el bautismo de Jesús. Las lecturas de este día nos ofrecen tres elementos para reflexionar sobre el bautismo en el Señor.

Un primer elemento lo encontramos en el texto de Isaías, quien nos habla de la actitud del siervo de Dios; éste ha sido llamado y asistido por el Espíritu para llevar a cabo una especial misión en el pueblo de Israel: hacer presente con su vida la actitud misma de Dios para con la humanidad; es decir, evidenciar que Dios instaura su justicia y su luz por medio de la debilidad del ser humano. Por tanto, es tarea de todo bautizado testimoniar que Dios está actuando en su vida; signo de ello es su manera de existir en medio de la comunidad; debe ser una existencia que promueva la solidaridad y la justicia con los más débiles, pues en ellos Dios actúa y salva; en ellos se hace presente la liberación querida por Dios.

El segundo elemento está presente en el relato de los Hechos de los Apóstoles. La intención central de este relato es afirmar que el mensaje de salvación, vivido y anunciado por Jesús de Nazaret, es para todos. La única exigencia para ser partícipe de la obra de Dios es iniciar un proceso de cambio (respetar a Dios y practicar la justicia), que consiste en abrirse a Dios y abandonar toda clase de egoísmo para poder ir, en total libertad, al encuentro del otro, pues es en el otro donde se manifiesta Dios. A ejemplo de Jesús, todo bautizado tiene el deber de «pasar por la vida haciendo el bien»; tiene la tarea constante de cambiar, de despojarse de todo interés egoísta para poder así ser testigo de la salvación.

El evangelio de Mateo desarrolla el tercer elemento que identifica el verdadero bautismo: La obediencia a la voluntad del Padre. “La justicia plena” a la que se refiere Jesús en el diálogo con Juan el Bautista manifiestamente la íntima relación existente entre el Hijo de Dios y el proyecto del Padre. Esto significa que el bautismo es la plenitud de la justicia de Dios, ya que las actitudes y comportamientos de Jesús tienen como fin hacer la voluntad de Dios. Esta obediencia y apertura a la acción de Dios afirma su condición de hijo; es hijo porque obedece y se identifica con el Padre. Esta identidad de Jesús con el Padre (ser Hijo de Dios) se corrobora en los sucesos que acompañan el bautismo: el cielo «se abre», desciende el Espíritu, y una voz comunica que Jesús es Hijo predilecto de Dios. Es «hijo» a la manera del siervo sufriente de Isaías (Is 42,1): hijo obediente que se encarna en la historia y participa completamente de la realidad humana. El bautismo, en consecuencia, provoca y muestra la actitud de toda persona abierta a la divinidad y voluntad de Dios; y hace asumir, como modo normal de vida, el llamado a ser hijos de Dios, identificándonos en todo con el Padre y procurando, con nuestro actuar, hacer presente la justicia y el amor de Dios.

Por desgracia, en la actualidad el bautismo se ha limitado al mero rito religioso, desligándolo de la vida y la experiencia de fe de la persona creyente. Se ha olvidado que el bautismo es un hecho fundamental del ser cristiano, pues tendría que ser la expresión de la opción fundamental de la persona, opción que toma a la luz del ejemplo de Jesús y por la que se compromete a ser cristiano. Leer más…

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Domingo, 12 de enero de 2025

“Bautismo de Jesús”. Ciclo C

Domingo, 12 de enero de 2025

imagePerugino, Bautismo de Cristo (ca. 1482)

Del blog  El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Hace seis días celebrábamos la visita de los Magos de Oriente, cuando Jesús tenía unos dos años de edad, según Mateo. Hoy celebramos su bautismo, cuando tenía unos treinta años, según Lucas. Si exceptuamos la visita al templo de Jerusalén con doce años, de la infancia, adolescencia y vida adulta, hasta el bautismo, no sabemos nada.

 El bautismo de Jesús (Lucas 3,15-16.21-22)

             Es uno de los momentos en que más duro se hace el silencio. ¿Por qué Jesús decide ir al Jordán? ¿Cómo se enteró de lo que hacía y decía Juan Bautista? ¿Por qué le interesa tanto? Ningún evangelista lo dice. La versión de Lucas es la siguiente:

En aquel tiempo, como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:

«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».

Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajo el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma, y vino una voz del cielo:

«Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco». 

            Lucas sigue muy de cerca al relato de Marcos, pero añade dos detalles de interés: 1) Jesús se bautiza, “en un bautismo general”; con ello sugiere la estrecha relación de Jesús con las demás personas; 2) la venida del Espíritu tiene lugar “mientras oraba”, porque Lucas tiene especial interés en presentar a Jesús rezando en los momentos fundamentales de su vida, para que nos sirva de ejemplo a los cristianos.

            Por lo demás, Lucas se atiene a los dos elementos esenciales: el Espíritu y la voz del cielo.

La venida del Espíritu tiene especial importancia, porque entre algunos rabinos existía la idea de que el Espíritu había dejado de comunicarse después de Esdras (siglo V a.C.). Ahora, al venir sobre Jesús, se inaugura una etapa nueva en la historia de las relaciones de Dios con la humanidad. Porque ese Espíritu que viene sobre Jesús es el mismo con el que él nos bautizará, según las palabras de Juan Bautista.

            La voz del cielo. A un oyente judío, las palabras «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» le recuerdan dos textos con sentido muy distinto. El Sal 2,7: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy», e Isaías 42,1: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero». El primer texto habla del rey, que en el momento de su entronización recibía el título de hijo de Dios por su especial relación con él. El segundo se refiere a un personaje que salva al pueblo a través del sufrimiento y con enorme paciencia. Lucas quiere evocarnos las dos ideas: dignidad de Jesús y salvación a través del sufrimiento.

            El lector del evangelio podrá sentirse en algún momento escandalizado por las cosas que hace y dice Jesús, que terminarán costándole la muerte, pero debe recordar que no es un blasfemo ni un hereje, sino el hijo de Dios guiado por el Espíritu.

El programa futuro de Jesús (Isaías 42,1-4.6-7)

            Pero las palabras del cielo no sólo hablan de la dignidad de Jesús, le trazan también un programa. Es lo que indica la primera lectura.

Así dice el Señor: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.

            El programa indica, ante todo, lo que no hará: gritar, clamar, vocear, que equivale a amenazar y condenar; quebrar la caña cascada y apagar el pabilo vacilante, símbolos de seres peligrosos o débiles, que es preferible eliminar (basta pensar en Leví, el recaudador de impuestos, la mujer sorprendida en adulterio, la prostituta…).

            Dice luego lo que hará: promover e implantar el derecho, o, dicho de otra forma, abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión; estas imágenes se refieren probablemente a la actividad del rey persa Ciro, del que espera el profeta la liberación de los pueblos sometidos por Babilonia; aplicadas a Jesús tienen un sentido distinto, más global y profundo, que incluye la liberación espiritual y personal.

            El programa incluye también cómo se comportará: «no vacilará ni se quebrará». Su misión no será sencilla ni bien acogida por todos. Abundarán las críticas y las condenas, sobre todo por parte de las autoridades religiosas judías (escribas, fariseos, sumos sacerdotes). Pero en todo momento se mantendrá firme, hasta la muerte.

Misión cumplida: pasó haciendo el bien (Hechos 10,34-38)

            La segunda lectura, de los Hechos de los Apóstoles, Pedro, dirigiéndose al centurión Cornelio y a su familia, resumen en estas pocas palabras la actividad de Jesús.

Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»

“Pasó haciendo el bien”. Un buen ejemplo para vivir nuestro bautismo.

 

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12 de Enero. Bautismo del Señor. Ciclo C

Domingo, 12 de enero de 2025

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“Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”

(Lc 3, 15-16. 21-22)

Todavía con la resaca de Navidad, del comienzo de año y de la Epifanía, y ya se nos presenta a Jesús tomando sus propias opciones.

En los versículos anteriores Lucas nos presenta a Juan anunciando un tiempo nuevo y aclarando que él no era el Mesías esperado. Jesús, como tantos israelitas, también escucha esta buena noticia por boca de Juan. También quiere Jesús participar de este cambio comenzando por el bautismo. Se mezcla con el pueblo, es uno más de tantos; también hace fila, también espera en el calor del desierto… ¿Y nosotras? ¿En qué nos toca esperar? ¿Cómo esperamos? ¿En qué situaciones optamos por ser una persona entre tantas?

Para Jesús, este momento está cargado de contenido, se da una íntima comunión con el Padre y con su Espíritu. En ese momento en el que Jesús está orando es cuando recibe la confirmación personal: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.

El destinatario de ese mensaje es exclusivamente Jesús. Será más adelante en su vida cuando tres discípulos (Pedro, Santiago y Juan) escuchen esta misma frase, en el monte Tabor, al ser testigos de la Transfiguración de Jesús (Lc 9, 28-36). En esa ocasión se les pedirá que lo escuchen.

¿Y nosotras? ¿Hemos escuchado nuestro mensaje personal de parte de Dios? ¿Estamos atentas para escucharlo? ¿Nos sabemos sus hijos e hijas amadas?

Dios Trinidad se hace presente en este pasaje de forma palpable. También el Espíritu Santo, al que parece que es más difícil describir, aparece hoy en forma de paloma. Dios Trinidad se hace presente en la historia, también en la actualidad. Dios es comunión, una comunión a la que también estamos llamadas nosotras.

Oración

Trinidad Santa, que nuestras esperas sean oportunidades de comunión íntima contigo.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Hoy celebramos que Jesús nació del agua y del Espíritu.

Domingo, 12 de enero de 2025

2754-neonian-baptistery-ravenna-dome-mosaic-baptism-christ-detailDOMINGO 1º BAUTISMO DE JESÚS (C)

Lc 3,15-22

Comenzamos el “tiempo ordinario”. El bautismo es el primer acontecimiento que los evangelios nos narran de la vida de Jesús. Es, además, el más significativo desde su nacimiento hasta su muerte. Lo importante no es el hecho en sí, sino la carga teológica que el relato encierra. El bautismo y las tentaciones hablan de la profunda transformación que produjo en él una experiencia que se pudo prolongar durante años. Jesús descubrió el sentido de su vida, lo que Dios era para él y lo que tenía que ser él para los demás.

Los cuatro evangelistas resaltan la importancia que tuvo para Jesús el encuentro con Juan el Bautista y el descubrimiento de su misión. A pesar de que es un reconoci­miento de cierta dependencia de Jesús con relación a Juan. Ningún relato nos ha llegado de los discípulos de Juan. Todo lo que sabemos de él lo conocemos a través de los escritos cristianos. Si a pesar de que se podía interpretar como una subordinación, lo han narrado todos los evangelistas, quiere decir que tiene grandes posibilidades de ser histórico.

Celebramos hoy el verdadero nacimiento de Jesús. Él mismo nos dijo que el nacimiento del agua y del Espíritu era lo importante. Si seguimos celebrando con mayor énfasis el nacimiento carnal, es que no hemos entendido el mensaje evangélico. Nuestra religión sigue empeñada en que busquemos a Dios donde no está. Dios no está en lo que podemos percibir por los sentidos. Dios está en lo hondo del ser y allí tenemos que descubrirlo. El bautismo de Jesús tiene un hondo calado porque nos lanza más allá de lo sensible.

Lucas no da ninguna importancia al hecho físico. Destaca los símbolos: Cielo abierto, bajada del Espíritu y voz del Padre. Imágenes que en el AT están relacionadas con el Mesías. Se trata de una teofanía. Según aquella mentalidad, Dios está en los cielos y tiene que venir de allí. Abrirse los cielos es señal de que Dios se acerca a los hombres. Esa venida tiene que ser descrita de una manera sensible para poder ser percibida. Lo importante no es lo que sucedió fuera, sino lo que vivió Jesús dentro de sí mismo.

El gran protagonista de la liturgia de hoy es el Espíritu. En las tres lecturas se hace referencia directa a él. En el NT el Espíritu es entendido a través de Jesús; y a la vez, Jesús es entendido a través del Espíritu. Esto indica hasta que punto se consideran mutuamente implicados. Comprenderemos esto mejor si damos un repaso a la relación de Jesús con el Espíritu en los evangelios, aunque no en todos “espíritu” significa a lo mismo.

Marcos:      1,10 Vio rasgarse los cielos y al Espíritu descender sobre él.

                       1,12 El Espíritu lo impulsó hacia el desierto.

Mateo:         3,16 Se abrieron los cielos y vio el Espíritu de Dios que bajaba como paloma.

Lucas:          3,22 El Espíritu Santo bajó sobre él en forma corporal como una paloma.

                        4,1 Jesús salió del Jordán lleno del Espíritu Santo.

                        4,14 Jesús, lleno de la fuerza del Espíritu, regresó a Galilea.

                        4,18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.

Juan:            1,32Yo he visto que el Espíritu que bajaba del cielo y permanecía sobre él.

                      1,33 Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu, es quien bautiza con E. S. y fuego.

                        3,5 Nadie puede entrar en el Reino, si no nace del agua y del Espíritu.

                        6,63 El Espíritu es el que da vida, la carne no sirve de nada.

 

Hay que recordar que estamos hablando de la experiencia de Jesús como ser humano, no de la segunda o de la tercera persona de la Trinidad. Lo que de verdad nos debe importar a nosotros es el descubrimiento de la relación de Dios para con él, como ser humano, y la respuesta que el hombre Jesús dio a esa toma de conciencia. Lo singular de esa relación es la respuesta de Jesús a esa presencia de Dios-Espíritu en él. El bautismo no es la prueba de la divinidad de Jesús, sino la prueba de una verdadera humanidad.

En el discurso de Juan en la última cena, Jesús hace referencia al Espíritu que les enviará, pero también les dice que no les dejará huérfanos, volveré. Esas dos expresiones hacen referencia a la misma realidad. También dice que el Padre y él vendrán y harán morada en aquel que le ama. Jesús se siente identificado con Dios, que es Espíritu. No tenemos datos para poder adentrarnos en la psicología de Jesús, pero los evangelios no dejan ninguna duda sobre la relación de Jesús con Dios. Fue una relación mucho más que personal. Se atreve a llamarle Abba, (papá) cosa inusitada en aquella época y aún en la nuestra.

Todo el mensaje de Jesús se reduce a manifestar su experiencia de Dios. El único objetivo de su predica­ción fue que también nosotros lleguemos a esa misma experiencia. La comunicación de Jesús con su “Abba“, no fue a través de los sentidos ni a través de un órgano portentoso. Se comunicaba con Dios como nos podemos comunicar cualquiera de nosotros. Tenemos que descartar cualquier privilegio en este sentido. A través de la oración, de la contemplación, el Hombre Jesús descubrió quién era Dios para él. En este caso, Lucas dice que esa manifestación de Dios en Jesús se produjo “mientras oraba”.

El descubrimiento de esa presencia nace sencillamente de su concien­cia de criatura. Dios como creador está en la base de todo ser creado, constituyéndolo en ser. Yo soy yo porque soy de Dios. Todo lo que tengo de positivo me lo está comunicando Dios; es el mismo ser de Dios en mí. Solo una cosa me diferencia de Dios; mis limitaciones. Esas sí son mías y hacen que yo no sea Dios, ni criatura alguna pueda identificarse absolutamente con Dios. Lo importante para nosotros es intentar descubrir lo que pasó en el interior de Jesús y ver hasta qué punto podemos nosotros aproximarnos a esa misma experiencia.

La experiencia de Dios que tuvo Jesús no fue un chispazo que sucedió en un instante. Más bien tenemos que pensar en una toma de conciencia progresiva que le fue acercando a lo que después intentó transmitir a los discípulos. Los evangelios no dejan lugar a duda sobre la dificultad que tuvieron los primeros seguidores de Jesús para entender esto. Eran todos judíos y la religiosidad judía estaba basada en la Ley y el templo, es decir, en una relación puramente externa con Dios. Para nosotros esto es muy importante. Una toma de conciencia de nuestro verdadero ser no puede producirse de la noche a la mañana.

¿Cómo interpretaron los primeros cristianos, todos judíos, este relato? Dios, desde el cielo, manda su Espíritu sobre Jesús. Para ellos Hijo de Dios y ungido era lo mismo. Hijo de Dios era el rey, una vez ungido; el sumo sacerdote, también ungido; el pueblo elegido por Dios. Lo más contrario a la religión judía era la idea de otro Dios o un Hijo de Dios. ¿Cómo debemos interpretar nosotros esa interpretación? Hoy tenemos conocimientos suficientes para recuperar el sentido de los textos y salir de una mitología que nos ha despistado durante siglos. Jesús es hijo de Dios porque salió al Padre, imitó en todo al Padre, le hizo presente en todo lo que hacía. Pero entonces también yo puedo ser hijo como lo fue Jesús.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El Espíritu.

Domingo, 12 de enero de 2025

bautismo_de_jesusLc 3, 21-22

«Tú eres mi hijo amado; en ti tengo complacencia»

Lo que vieron los ojos fue un galileo entrando en las aguas del Jordán y siendo bautizado por Juan el Bautista. El cielo abierto, la paloma, la voz… son fruto de la fe de sus autores, y solo con los ojos de la fe pueden ser percibidos. Los evangelistas van a iniciar el relato de la vida pública de Jesús, y quieren dejar claro desde el inicio quién es su protagonista.

Las comunidades a las que va dirigido su mensaje definen a Jesús como “El hombre lleno del Espíritu”; una cristología muy prudente comparada con la de la comunidades de Juan, que se basa en el capítulo segundo del Génesis donde se describe así la creación del primer hombre: «Modeló Yahvé Dios al hombre de la arcilla y le sopló en el rostro aliento de vida»

Barro con aliento de Dios; con espíritu de Dios. Excelente definición de ser humano. En todo ser humano sopla el viento de Dios, su espíritu, aunque en algunos este soplo sea imperceptible, y en la mayoría de nosotros no pase de ser una brisa que solo en ocasiones pone de relieve nuestra humanidad.

Pero a lo largo de la historia, ese soplo, ese aliento, esa acción de Dios en definitiva, se ha manifestado de forma poderosa en muchos hombres y mujeres de cualquier tiempo, lugar o condición. Y no es preciso acudir a la biografía de los grandes santos para sentir el soplo de Dios en los seres humanos; basta con que miremos a nuestro alrededor para que lo veamos en ese pariente, o ese amigo, o aquel compañero de trabajo… Es muy difícil sustraerse a esta realidad si uno va un poco atento por la vida.

Ahora bien, por encima de todos, hay un hombre en quien el espíritu de Dios se manifiesta de una forma tan extraordinaria, que somos incapaces de entenderla o formularla; un hombre tan lleno del Espíritu que se le transparenta; al que basta con mirar para conocer el corazón de Dios y para conocer también al ser humano en plenitud; libre de la opresión del pecado.

En él, en Jesús, hemos visto cuáles son los frutos del espíritu de Dios. Hemos visto a un hombre compasivo en extremo; que toma siempre partido por los necesitados, que se le revuelven las entrañas ante el sufrimiento ajeno, que está siempre rodeado de enfermos, lisiados, pobres y pecadores, que se compadece de ellos, los sana, les enseña y les devuelve la esperanza que habían perdido… Que les dice que no son unos pobres desgraciados como todos aseguran, sino los más importantes a los ojos de Dios.

Y éste es nuestro modelo, y también es una excelente piedra de toque para analizar mi vida de cristiano, porque si me siento movido a compadecer, a servir, a sanar, a enseñar, a dar esperanza… será el espíritu de Jesús el que sopla en mí… y si no, será otro espíritu el que dirige mis pasos.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

 Fuente Fe Adulta

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El bautismo de Jesús. Humanizar y buenear la vida.

Domingo, 12 de enero de 2025

bautismo-jesus12 de enero 2025

Lc 3,15-16.21-22

El Evangelio de este domingo nos narra el bautismo de Jesús y con ello el inicio de su misión, es decir, su decisión de comprometer su vida con las esperanzas de aquellos y aquellas que soñaban una realidad y una religión diferente, liberada de la opresión de las leyes injustas y de los valores del imperio, centrada en el amor, y la misericordia, Un proyecto vital basado, como nos dice la segunda lectura en “pasar por la vida haciendo el bien”.  En buenear la vida, en humanizarla.

La primera frase con que se inicia el relato es muy importante, pues lo sitúa en un contexto de expectación, de anhelo de nuevas referencias y sentido, de esperanzas necesarias que no terminan por hacerse históricas, y por tanto también de frustraciones y desánimos. Jesús es hijo también de ese contexto, como nosotros hoy lo somos del nuestro, y acude al valle del Jordán movido por el interés a participar de los acontecimientos que allí están ocurriendo y el movimiento espiritual liderado por Juan Bautista.

Si el contexto es importante también lo es la referencia geográfica: el valle del Jordán es el lugar por el que el antiguo Israel entró en la tierra de la Promesa después de la esclavitud en Egipto. Un lugar por tanto que evoca, desde la memoria colectiva del pueblo, que las cosas pueden cambiar, que creer en Dios no es asumir la realidad resignadamente, sino ponerse en camino atravesando incertidumbres, sostenidos en una esperanza capaz de engendrar futuros inéditos y comprometida con la liberación del sufrimiento y la injusticia.

Pero si Jesús es atraído inicialmente por el movimiento reformador y el profetismo de Juan Bautista, Juan reconoce y proclama públicamente la novedad radical, el cambio de paradigma que encarna Jesús: El amor y la compasión como única ley, la projimidad como el culto que agrada a Dios más que que ningún sacrificio ni ofrenda. El Dios samaritano, todo cuidadoso e inclusivo que revela en sus palabras, gestos y prácticas. La Buena Noticia esperada por los más olvidaos y olvidadas.

Jesús queda afectado por lo que acontece en el Jordán, por la expectación del pueblo, por sus deseos de cambio, de búsqueda de una espiritualidad y una religión más auténtica, por el anhelo de justicia y liberación y como ellos, pide ser bautizado. El bautismo de Jesús es un también gesto con el que Jesús expresa su deseo de identificarse y sentirse pueblo y comunidad buscadora.

Pero también más allá de cualquier interpretación mítica el bautismo de Jesús constituye una de sus experiencias de filiación más significativas, en la que experimentó la fuerza de Dios en su vida: su Espíritu, reconociéndole y confirmándole en su deseo de ser cauce de su solidaridad amorosa con una humanidad ávida  de otro mundo posible, de vida enabundancia, de vidas que merezcan el sentido y la alegría plena de ser vividas.

¿Dónde experimentamos nosotras y nosotros hoy la fuerza y la confirmación del Espíritu de Dios urgiéndonos y confirmándonos a humanizar y buenear la vida?

Pepa Torres Pérez

 Fuente Fe Adulta

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El cielo abierto

Domingo, 12 de enero de 2025

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12 enero 2025

Lc 3, 15-16.21-22

En la simbología mítica, la imagen del “cielo abierto” era una forma de expresar la comunicación entre los dioses y los humanos. Seguían siendo dos planos netamente diferenciados -cielo y tierra-, pero habían entrado en contacto. A partir de ahí, los humanos podían beneficiarse de los favores divinos.

En el relato de su bautismo, se da a entender que, para la creencia cristiana, el cielo “se abre” definitivamente con Jesús, que es confirmado como “el hijo amado, el predilecto”.

Desde nuestra comprensión, esas palabras van dirigidas a todo ser humano. Abrirse el cielo significa acceder a aquello que somos en profundidad, vivir en conexión con nuestra verdadera identidad. Y, al hacerlo, descubrimos que cada uno y cada una somos “hijos/as” amados, que equivale a decir que somos hijos e hijas del Amor, en cuanto naciendo del mismo y único Fondo de donde brota todo lo que es.

Al “abrirse el cielo” -al vivir conscientes de nuestra verdadera identidad y en conexión con ella-, todo se llena de luz, de gozo y de amor. Se siguen notando los límites y fragilidad de nuestra forma impermanente, pero también todo eso se vive desde la nueva comprensión.

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Jesús no solamente se hizo hombre, sino que se hizo pecado (Bautismo de Jesús)

Domingo, 12 de enero de 2025

20160WDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. relatos de revelación

        El relato del Bautismo de Jesús (y después la Transfiguración) es la expresión de la experiencia que aquellos primeros  cristianos tienen de que Dios nos habla por medio de Jesús, él es la Palabra: Éste es mi hijo amado, escuchadle.

02.- Bautismo de Jesús.

        Siguiendo lo que nos dicen los evangelios, sobre todo S Lucas, Jesús fue creciendo en sabiduría, gracia… Por ello podemos pensar que Jesús creció también junto a Juan Bautista en los grupos que acudían a escuchar su predicación en el desierto.

        Muy posiblemente en un momento dado, Juan Bautista bautizaría a Jesús ya adulto.

03.- Algunas consideraciones desde el bautismo de Jesús.

03.1 El que no tenía pecado se sumergió en las aguas del Jordán.

Jesús no tenía pecado, pero asumió el nuestro y descendió a las aguas bautismales del Jordán para liberarnos a todos. Jesús se sumergió en las “aguas turbulentas” de la humanidad.

Jesús no solamente se hace hombre, sino que se hace pecado. Durante toda su vida Jesús será amigo de pecadores y publicanos.

                        El agua es un símbolo bautismal. El agua purifica y da vida. En las aguas bautismales siempre queda sepultado el mal, el pecado: En las aguas del diluvio quedó sepultado el mal de la humanidad. En las aguas del Mar Rojo quedó sepultada la opresión del faraón, sus carros de combate… En las aguas del Jordán queda sepultado nuestro pecado.

03.2 Mientras oraba….

Jesús oraba. La luz y la consciencia brotan en la oración.

Orar es “estar en sí”: quietud, demorarse en el Señor. La oración es sosiego: Estando ya mi casa sosegada (S Juan de la Cruz).

Ya Santo Tomás hablaba de que no es buena la dispersión en las muchas realidades y actividades de la vida (spargi ad multa). La dispersión descentra, despista… Llenamos y nos llenan la vida de actividades y ansiedad: trabajos, reuniones sin fin, viajes, compras y no tenemos tiempo ni calma “para “estar en sí”.

Se trata de “estar en sí”. En castellano “estar en otro”: “enajenado” significa algo más negativo.

La luz y la lucidez amanecen cuando ponemos nuestra existencia en Dios, cuando en el fondo de nuestro ser nos ponemos en Dios. Los problemas, la ansiedad, la angustia, la salud-enfermedad, la muerte, el pecado encuentran paz y serenidad  en el silencio con Dios.

03.3 Se abrieron los cielos

Los cielos “estaban cerrados” y por JesuCristo los cielos se abren para la humanidad.

Esto significa que se abrieron los cielos pero no solamente para después de la muerte, sino ya en esta vida. Hay veces que “se nos abren los cielos

El ser humano sin Dios está cerrado, bloqueado: las grandes cuestiones no hallan salida. En el silencio cercano con Dios (oración), se abren los cielos y se intuye una salida definitiva a la vida y sus problemas: “se me han abierto los cielos”, ¡y es verdad!

03.4 Descendió el Espíritu de Dios

Los relatos del Bautismo de Jesús son narraciones que nos hablan de la presencia de Dios en JesuCristo: Este es mi Hijo amado.

Jesús vive en y del espíritu de Dios.

Bueno sería que el espíritu de Jesús configurara nuestra existencia, estuviera presente en la Iglesia, en la sociedad…

Decía el patriarca oriental Ignacio IV de Antioquía en el Consejo Ecuménico de Upsala 1968, decía con gran luci dez:

Sin Espíritu, Dios está lejos, Cristo permanece en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia una simple organización, la autoridad un dominio, la misión una propaganda, el culto una evocación y el actuar cristiano una moral de esclavos.

Pero en el Espíritu, Cristo resucita­do está aquí, el Evangelio es fuerza de vida, la Iglesia significa la comunión trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la misión es un pentecostés, la liturgia es memorial y anticipación, el actuar humano queda divinizado.

El espíritu de Jesús es bueno, es santo: el amor, el perdón, las bienaventuranzas, son un espíritu de vida, creativos. El espíritu es aliento vital, “ganas de vivir”, esperanza en el futuro.

Que el Espíritu de Dios, de JesuCristo, descienda a nuestras vidas.

Este es mi Hijo amado, escuchadle

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“ Abrirnos a la acción del Espíritu para ser reconocidos también como predilectos del Padre”, por Consuelo Vélez

Domingo, 12 de enero de 2025

IMG_9388De su blog Fe y Vida:

Comentario a la Fiesta del Bautismo de Jesús 12-01-2025

El bautismo de Juan es con agua, el de Jesús con Espíritu Santo y fuego

El desafío estará en que la gente entienda el mesianismo de Jesús y sea capaz de acoger su novedad o se quede, en cierto sentido, “atrapado” en el bautismo de conversión predicado por Juan.

Estamos llamados a ser continuadores de la misma misión de Jesús para también ser, como Él, los hijos e hijas, predilectas del Dios Padre/Madre

Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban por dentro si Juan no sería el Mesías, Juan se dirigió a todos:

–Yo los bautizo con agua; pero viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno para soltarle la correa de sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego.

(…) Todo el pueblo se bautizaba y también Jesús se bautizó; y mientras oraba, se abrió el cielo, bajó sobre él el Espíritu Santo en forma de paloma y se oyó una voz del cielo:

–Tú eres mi hijo querido, mi predilecto.

(Lc 3, 15-16. 21-22)

La fiesta del bautismo de Jesús señala el comienzo de su vida pública. La primera parte del texto corresponde a la presentación de Juan el Bautista y la diferencia radicalentre el bautismo que él practica y el de Jesús. El de Juan es con agua, el de Jesús con Espíritu Santo y fuego. Esta aclaración resultaba necesaria porque el pueblo se preguntaba si el Mesías no era Juan. Pero este conoce su lugar y no se atribuye lo que no le corresponde. Él es solamente el precursor y no es digno de desatarle las sandalias a Jesús. El desafío estará en que la gente entienda el mesianismo de Jesús y sea capaz de acoger su novedad o se quede, en cierto sentido, “atrapado” en el bautismo de conversión predicado por Juan. Esto nos ayudaría a pensar en la praxis cristiana de muchos cristianos hoy que parece se quedan “atrapados” también de las formas externas, de los tradicionalismos, de las normas, del pecado y no logran entender la Buena Noticia de salvación que trae Jesús con la libertad que ella implica: una ley, una liturgia, una norma, una espiritualidad al servicio de la vida y no la vida al servicio de estas. Conviene discernir para entrar en la dinámica del reino de Dios anunciado por Jesús, abriéndonos a la novedad que Él nos trae.

Notemos que la segunda parte del texto que hoy consideramos, no dice que Juan bautice a Jesús, sino que él se bautiza con todo el pueblo -por supuesto se puede sobreentender que es Juan el bautizador- pero es interesante notar la diferencia entre los evangelistas y los énfasis que cada uno señala. Marcos y Mateo explícitamente dicen que Juan lo bautiza, mientras que Juan no habla del bautismo de Jesús. Esto tal vez se deba a que el bautizo de Jesús causó problemas en los primeros siglos del cristianismo porque surgía la pregunta de si era necesario que Jesús se bautizara, sabiendo que él no tenía pecado. En realidad, hay que ver este bautismo en solidaridad con el pecado del pueblo y, como ya dijimos, como inicio de su misión, más que en el sentido de conversión de pecados que claramente Jesús no tenía.

Otro dato interesante de Lucas es que presenta a Jesús en actitud de oración y es, precisamente estando en oración, que se abre el cielo, baja el Espíritu Santo y se oye la voz que confirma la identidad de Jesús como Hijo de Dios. El evangelio de Lucas nos invita en muchos momentos a esta actitud de oración o, en otras palabras, de apertura a la presencia del Espíritu Santo entre nosotros. La paloma significa la forma corporal de lo que está aconteciendo, la encarnación real del Hijo de Dios entre nosotros y la misión que comienza a realizar Jesús entre los suyos.

Estamos, entonces, llamados a acoger la misión de Jesús y a abrirnos a la acción del Espíritu, para ser continuadores de su misma misión, esperando que el Padre pueda decir también de cada uno de nosotros que somos sus hijos e hijas, predilectos de su corazón.

Para ver el comentario en video: Comentario al evangelio Bautismo de Jesús 12 01 25

(Foto tomada de: https://amerindiaenlared.org/contenido/21458/los-bautismos-de-juan-y-jesus-/)

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“Hijos en el Hijo”. El Bautismo del Señor, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Domingo, 12 de enero de 2025

bautismo-4Comentario a la lectura evangélica (Lucas 3, 15-16. 21-22) de la Misa del Bautismo del Señor – 12 enero 2025 –

La gente espera.

Confían, desean, esperan.

Porque la esperanza y el deseo forman parte de nuestra naturaleza profunda. Anhelo insuprimible de plenitud. Búsqueda inagotable de sentido que llene nuestros agotados días.

Confían. Esperan.

Una solución, una salida, algo de salud, algo de bienestar, algo de amor, el fin de…

(Todos esperamos). Y se preguntan, en sus corazones, si el Bautista no es la respuesta, el Mesías.

Alguien que resuelve. Que ofrece soluciones. Quien mágicamente nos ayuda a superar las muchas ataduras que nos impiden ser felices hasta el final.

La multitud no tiene el valor de explicitar ese pensamiento, de darle contenido. Es el Bautista quien responde, el gigantesco Bautista que podría aprovecharse de ese deseo, de esa ansiedad reprimida.

Es honesto, muy honesto. No se hace pasar por Dios. No juega a ser el Mesías.

Y habla utilizando tonos fuertes, propios del lenguaje profético.

Aquí viene alguien más fuerte, más decidido, más intransigente. Nada comparado con el rudo bautizador. Y usará el fuego para consumir a los culpables, para aniquilar a los réprobos.

Se equivoca, Juan, pero no lo sabe.

Sí, traerá fuego, el Mesías. Pero no el que castiga, sino el que enciende la abundancia del amor y el consuelo. Traerá el fuego arrollador de la pasión por Dios.

Si nuestra vida es la búsqueda obsesiva del dinero, al acercarnos al fuego, nos quemaremos.

Si nuestra vida es rendida y quejumbrosa, como la paja, el desperdicio del grano, arderemos.

Si nuestra vida es búsqueda, capas de cera, como las velas, nos encenderemos.

Todo el pueblo

La comunidad de Lucas ya ha recibido el bautismo, al igual que nosotros.

Y el evangelista, a diferencia de Marcos y Mateo, no relata el acontecimiento, lo da por supuesto. Al describir lo que hace Jesús después de recibir el bautismo, invita a su comunidad y al lector a imitarle.

Jesús recibe el bautismo junto con todo el pueblo. Penitente con los penitentes. Pobre con los pobres.

Ese primer gesto ya lo dice todo de él. De su estilo. De la salvación que vino a traer.

Jesús reza, después de haber recibido el bautismo. El primero de una larga serie de momentos de oración. No para enseñarnos a imitarle, sino para hacernos comprender que sólo en la pausa prolongada y silenciosa ante Dios podemos hacer florecer verdaderamente la semilla de eternidad depositada en nuestro corazón.

La oración es el ámbito privilegiado para hacer crecer en profundidad lo que somos.

Y los cielos se abren.

Esos cielos que Israel percibía cerrados y hostiles, como si Dios, ofendido o resignado por la dureza de corazón del pueblo, hubiera tirado la toalla. Largos siglos sin profecía, sin guía, sin palabras que vinieran directamente de Dios.

Ahora se abren los cielos y desciende una paloma en busca de su nido: Jesús.

Él es el lugar donde habita la plenitud del Espíritu Santo. Él es el lugar de su morada.

Él es el hijo que imita al Padre en todo, el amado, como Isaac para Jacob, el que da alegría al Padre.

Y nosotros con él, hijos en el Hijo, conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios (Ef 2,19).

En el exilio

Han pasado cuarenta años desde la deportación a Babilonia. Dios suscita un profeta, un gran profeta, discípulo del profeta Isaías. Este profeta mira lejos. Muchos, entre el pueblo, han olvidado Jerusalén, se han integrado, algunos incluso han hecho carrera con los babilonios. Ya ni siquiera les interesa regresar.

Como nos pasa a nosotros, ya integrados, acostumbrados, resignados.

Que sufrimos el pensamiento corriente que confunde compasión con bondad, que nos enseña a ser discípulos, que reduce el acontecimiento de la fe a una opción cultural o social, o política.

Nos resignamos a proceder sin demasiados sobresaltos.

E Isaías les llama y nos llama a atrevernos. A consolarnos. A volver a ser antorcha, nuevo camino hacia Dios, aunque sea en medio del desierto que divide físicamente Babilonia de Jerusalén, morada del Espíritu, para todos los que aún quieren esperar.

Porque ha aparecido el consuelo, la compasión, la gracia de Dios, como escribe Pablo a su fiel discípulo Tito. Y como hemos celebrado en estos intensos días de Navidad. Como hemos descubierto si, como los magos, sabemos perseguir nuestra curiosidad.

Por eso vivimos de otra manera. Porque estamos agraciados, es decir, habitados por la compasión.

Hijos en el hijo, nos hemos descubierto amados y queridos. Bien amados.

No amados despertando culpas, manipulando, chantajeando, como estamos acostumbrados a hacer.

El amor reducido a sentimiento impulsivo, a satisfacer nuestra necesidad de ser el centro de atención.

Bien amados. Con una libertad que nos hace libres.

Como sólo Dios sabe amar. Porque, en Cristo, nos sabemos amados.

Y nos descubrimos capaces de amar con la sobreabundancia del amor recibido.

Cristiano, conviértete en lo que eres

Hoy estamos llamados a recordar el momento en que fuimos injertados en Cristo. Una elección casi siempre inconsciente y sufrida. Pero que podemos hacer nuestra, hoy, día tras día.

Convertirnos en hijos en el Hijo.

Portadores del Espíritu.

Alimentados por la Palabra, en la oración, en la compasión.

No somos el Mesías, pero podemos ser habitados por él, inflamados por él.

Vivir en la consolación. Y convertirnos en consolación.

***

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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Navidad “El Bautismo del Señor. ”, por el pastor Rubén Bernal Pavón

Domingo, 12 de enero de 2025

09_baut_bAgentes de un mundo nuevo

Comentario del San Lucas 3:15-17, 21-22

Juan el bautista, la voz que “clama en el desierto (Lc 3:4), agitaba las conciencias de las multitudes y promovía la conversión y la transformación del pueblo hacia una vida comprometida con el Reinado de Dios. Impulsaba una reorganización ética del mundo en la que de poco serviría tener el pedigrí de ser “hijos de Abraham (Lc 3:8). Exponía que, en la justicia del Reinado de Dios, hay que compartir los bienes propios con quienes no tienen (Lc 3:11), y no se debe abusar ni explotar los recursos de otras personas como solían hacer los publicanos (Lc 3:13), ni extorsionar a la gente por medio de imposiciones violentas para extraerles beneficios, como acostumbraban hacer los soldados (Lc 3:14).

Juan, al igual que los profetas del Antiguo Testamento, reclamaba un cambio de actitud en la vida de la gente para que el compromiso con Dios se manifestara a nivel social en el trato con el prójimo. La forma externa de este cambio de vida se manifestaba con el bautismo. Seguramente no era visto con buenos ojos por parte de las autoridades religiosas que los judíos, “hijos de Abraham,” tuviesen que realizar este rito tan parecido al bautismo de prosélitos, es decir, los gentiles convertidos al judaísmo (Lc 20:4-6).1

Este bautismo se realizaba en el río Jordán porque fue el río que el pueblo cruzó para entrar en la tierra prometida (Jos 3). Efectuarlo allí implicaba de algún modo que, cada persona, sin perder de vista la dimensión comunitaria, debía realizar su propio éxodo tomando conciencia de la acción de Dios en la historia (y en su propia historia), y procurando acatar la voluntad divina.2(Aquí puede haber un fondo interesante para orientar el sermón).

El ministerio de Juan despertaba grandes expectativas y muchos suponían que era el mesías esperado. Para desmarcarse de esta confusión, Juan indicó que su bautismo (que solo era de agua) contrastaría con el bautismo de aquel que era más poderoso, un bautismo en Espíritu Santo y fuego (v. 16). La idea del fuego frente a la del agua era familiar en esta época (1 Hen 67:13); implicaba una purificación del mal en el imaginario de un fuego santo que destruye y produce una criba.3 Conllevaba la idea de un fuego que devora lo que no puede hallarse ante Dios,4 o el juicio venidero del que no hay escapatoria (Lc 3:7).5 En cualquier caso, desde una actitud poiménica (cura de almas) centrada en Jesús, en nuestro quehacer homilético conviene enfocarlo desde la comparativa del agua (que lava por fuera) y el fuego (que purifica lo más íntimo de cada uno de nosotros).Desde un enfoque pastoral podemos relacionarlo con la democratización del Espíritu en las lenguas de fuego en Pentecostés (Hch 2:1-4), y con la manera en que nuestro corazón arde de gozo por la salvación del Señor. Sin embargo, no hay que olvidar la dimensión purificadora de juicio, pues viene confirmada seguidamente en el v. 17. Aunque, si hemos de hablar de un “fuego consumidor” (Heb 12:29), que sea el que hace desaparecer las malas actitudes y pecados que anidan en nuestro interior.

Jesús aparece para bautizarse (v. 21). Eso significa que se identifica y solidariza con el pueblo7porque el pecado no se entendía de modo individual, sino en su dimensión socio-colectiva. Se trataba de algo que dañaba la sociedad, tanto a nivel relacional con Dios, como en los seres humanos entre sí.

En el bautismo, el Espíritu viene a Jesús (cf. Is 11:2); aparece con forma de paloma, un símbolo que representaba a Israel8 y que recuerda al ave que envió Noé tras el diluvio para indicar un nuevo comienzo. Como la de Noé, esta segunda paloma, indica otro comienzo, señala una era donde Dios por medio de Jesús se relacionará de un modo nuevo con su pueblo y con la humanidad.9 Sin dar pie al adopcionismo, quizá es interesante destacar que el bautismo fue un paso más en la conciencia mesiánica de Jesús, quien no nació sabiendo, sino que tuvo un proceso de crecimiento en sabiduría (Lc 2:40; 2,52). Podemos suponer que fue un momento en que se sintió confirmado en su vocación.10 La voz del Padre en esta escena trinitaria otorga reconocimiento a Jesús como su Hijo amado en el que se complace y da respaldo al ministerio que va a desempeñar.

Tal vez convenga recordar en nuestro sermón que nuestros bautismos remiten a que el Señor “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo (Tit 3:5) y que todas y todos hemos sido bautizados por un solo Espíritu, constituyendo un solo cuerpo que bebe de ese mismo Espíritu (1 Co 12:13). Por tanto, nuestro bautismo apunta al de Jesús, con quien somos conjuntamente crucificados/as, quien ha abierto un camino nuevo y por cuyo Espíritu nos hace participantes de su cuerpo. En el bautismo morimos y expresamos el nacimiento a una nueva vida en Cristo.

Gálatas 3:27 señala que por nuestra fe tenemos un bautismo distinto al que Juan realizaba; hemos sido bautizados/as en Cristo y eso nos lleva a ser también hijas e hijos de Dios ( Gá 3:26), con lo cual se nos otorga el verdadero linaje de Abraham (Gá 3:29). Participamos de una nueva y cálida relación filial con Dios y nos proyectamos, como nuevas criaturas (2 Co 5:17), hacia una nueva (re)creación. Somos agentes, aquí y ahora, del soñado mundo nuevo que anunciaba el bautista en el desierto.


Notas

  1. En realidad se debate si el origen ritual del bautismo de Juan debe buscarse en las repetidas abluciones de los esenios (teniéndose en cuenta las similitudes de Juan con estos grupos), o si, por el contrario se encuentra en el ritual del único bautismo de prosélitos. Cf. J. DRANE, Jesús, 3ªed. (Estella: Verbo Divino, 1996), 34.
  2. Cf. B. PÉREZ ANDREO, La revolución de Jesús. El proyecto del Reino de Dios (Madrid: PPC, 2018), 60.
  3. Cf. B. PÉREZ ANDREO, Op. Cit., 30; R. P. MENZIES, The development of early Christian pneumatology with special reference to Luke-Acts (Sheffield: Academic Press, 1991), 135-145.
  4. Cf. E. SCHWEIZER, El Espíritu Santo, 3ª ed. (Salamanca: Sígueme, 2002), 73.
  5. Cf. H. KÖSTER, Introducción al Nuevo Testamento (Salamanca: Sígueme, 1988), 576.
  6. Cf. H. ALVES, Símbolos en la Biblia (Salamanca: Sígueme, 2008), 196.
  7. Cf. G. E. LADD, Teología del Nuevo Testamento (Tarrasa: CLIE, 2002), 241. Cf. También M. GREEN, Creo en el Espíritu Santo (Miami: Caribe, 1977), 154, y J. DRANE, Op. Cit., 35.
  8. J. DUNN, Jesús y el Espíritu (Salamanca: Secretariado Trinitario, 1981), 38.
  9. Ibíd. 36.
  10. Cf. J. M. CASTILLO, Símbolos de libertad. Teología de los sacramentos (Salamanca: Sígueme, 1981), 194.

 


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Rubén Bernal Pavón


Fuente Working Preacher

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“Con la vista en el Bautismo de Jesús, Amigo de pecadores”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Sábado, 11 de enero de 2025

lillianalachapelle-6Han pasado los días desde la Epifanía de Jesús a los Magos sabios, y la liturgia nos lleva en un salto cronológico que parece no atender al largo silencio sobre la infancia de Jesús. Según el Evangelio de San Mateo, transcurren treinta años y más desde Belén hasta su bautismo en el Jordán, sin que nos diga nada sobre sí mismo.

Nuestra curiosidad querría saber cómo vivió Jesús su juventud, quién le enseñó a leer y escribir, cómo llegó a ser un hombre maduro… Los Evangelios no nos dan respuestas. Sólo podemos decir que, en los años inmediatamente anteriores a su bautismo, Jesús fue discípulo del Bautista en el desierto de Judá, como nos atestigua el mismo Juan en su predicación mesiánica: «El que viene detrás de mí es más fuerte que yo» (Mt 3,11), por lo que Jesús bien puede contarse entre los discípulos del Bautista.

Y es precisamente como discípulo que Jesús pide a Juan, su rabino, recibir la inmersión en las aguas del Jordán, colocándose en la fila de los pecadores que desean profesar un deseo de conversión, un retorno a Dios. Es la presentación del Jesús adulto, su primer acto público. Él que es el Mesías, el Ungido del Señor, el Salvador de Israel, el Hijo de Dios que vino al mundo… se presenta en una fila con pecadores, una presentación que persigue ese rebajamiento, esa humilde sencillez que desde su nacimiento prefiere no exhibir sus prerrogativas divinas, o al menos lo que suponemos que son sus prerrogativas divinas.

Él, el Cristo de Dios que no necesita el bautismo para la remisión de los pecados, estando libre de pecado, no sólo está en la fila, a la cola, sino que pasará el resto de sus años siempre entre pecadores, hasta el último día en que incluso su muerte en la cruz será entre malhechores. Los fariseos le llamaban, no por casualidad ni mucho menos como un cumplido, «el amigo de los publicanos y de los pecadores» (Mt 11,19). Sin embargo, todavía hoy nos cuesta aceptar tal manifestación, basta pensar en los títulos con los que reconocemos a Jesús, su concepción, su nacimiento, sus naturalezas… ¡hasta «Cristo Rey»!

Es curioso que la tradición cristiana nunca haya pensado que «amigo de los pecadores» pudiera ser un título cristológico. Y, sin embargo, ésta es la primera salida pública que marca las intenciones del hombre, es decir, que dice su programa de vida.

Por eso Jesús es sumergido por Juan en el Jordán. Jesús hace un gesto pascual de descenso al río de una humanidad perdida, descorazonada, cansada, y luego se levanta, no se queda en esas aguas, sale de ellas, profecía de su resurrección a una vida nueva, y con Él nos arrastra a todos nosotros fuera de esa esclavitud, de ese miedo al pecado que siempre nos mantiene esclavizados.

En ese momento se abren los cielos, signo que en el lenguaje bíblico sugiere la reapertura de una comunicación entre Dios y la humanidad, y el Espíritu Santo desciende como una paloma, suavemente, sobre él y una voz proclama: «Este es mi Hijo, el Amado: yo le amo». Palabras que acompañan la vida como una caricia.

Y uno se da cuenta enseguida cuando una vida no ha sido acompañada por la caricia de la palabra que dice “te amo”. Es la historia de la humanidad, es la historia de Adán y Eva, de siempre… por eso en el relato el evangelista trata de evocar el comienzo, el principio, para decir que en Jesús se inaugura una nueva creación, Él es el nuevo Adán, el nuevo tipo de hombre, que es acariciado por el Espíritu, con toda la dulzura de la Palabra de Dios y sólo un hombre así será capaz de amar.

Consideremos cómo Jesús cambia profundamente el significado del bautismo. Hubo abluciones, baños purificadores antes de Él y habrá más después de Él, pero la transformación que tiene lugar en el Jordán es única: la Palabra de Dios transforma el bautismo de un acto de penitencia en una proclamación de amistad. En la inmersión en el Jordán, la penitencia deja paso a la declaración de un Dios que se hace nuestro amigo, nuestro compañero de viaje. Y la prueba viene del hecho de que los fariseos, cuando quieran criticar a Jesús y burlarse de él, le llamarán precisamente eso “¡Aquí hay un comilón y un borracho, un amigo de publicanos y pecadores!”, Sí, lo somos. Somos pecadores, pero en buena compañía, Jesús es nuestro amigo.

Cuando las primeras comunidades volvieron a proponer el bautismo a los nuevos cristianos, cada pila bautismal se convirtió de nuevo en una especie de Jordán, por cuyas aguas el adulto descendía al estanque, como Jesús había descendido al Jordán, para que le dijeran: te quiero de verdad, tú eres mi amigo, tú eres mi hijo.

El bautismo expresaba así el deseo de asociarse a Jesús, de sumergirse en este amor. Por eso nadie se bautiza a sí mismo. Se puede decir que se ama a Dios, que se ama a Jesús, que se hace esto y lo otro… pero el Bautismo se recibe -como los sacramentos de la Iglesia-, lo que dice una verdad tan importante como olvidada, que no somos nosotros los que entramos en la amistad y en la comunidad de Cristo, sino que el hecho de ser acogidos en la comunidad y en la amistad con Jesús, es un don, que por supuesto exige nuestra respuesta, pero al principio es la amistad de Jesús con nosotros, pobres y confundidos.

Es la misericordia de Dios la que viene a nosotros, no el despliegue de nuestros méritos lo que nos hace agradables a Dios. Y la Iglesia, si quiere ser fiel a la amistad de Jesús, está llamada a ser amiga de los pecadores, no para justificar sus pecados, sino porque Ella misma ha tenido la experiencia de que la Palabra, que transforma el agua del pecado en manantial de vida que regenera, es ser amada. Sólo el amor regenera al hombre nuevo.

Pasar de una idea de Iglesia a la que hemos estado acostumbrados durante siglos, y que a pesar del Concilio Vaticano II, de la colegialidad, de la sinodalidad,…, seguimos teniendo en la cabeza y en los hábitos como el modelo de Iglesia gregoriano y tridentino, no es fácil.

Tenemos en la mente un modelo fundado en tres pilares: seminario, sacramentos y catecismo, un modelo que privilegia precisamente la sacramentalización en detrimento de los itinerarios de formación bíblica; un modelo centrado en los niños y en la cura animarum y en la conducta moral de los adultos, y fundado en relaciones comunicativas unidireccionales: del clero a los laicos, del adulto al niño, del varón a la mujer… Un modelo enjuiciador porque se cree el único portador de valores, investido de la misión de moralizar la moral.

Si no cambiamos, en nuestro país, en pocas décadas la realidad subvertirá esa idea y figura de la Iglesia que se ha presentado durante siglos como una institución omnipresente, superorganizada, centralizada en sus procedimientos formativos y decisorios y rígida en sus formas rituales iguales en todas partes… y surgirá finalmente una figura de Iglesia más sinodal y dinámica.

No se trata tanto de un nuevo modelo al que hacer adherir la realidad, sino que se trata precisamente de relativizar todo modelo y, manteniendo un mínimo de estructura, dar vida a pequeñas comunidades capaces de verdadera fraternidad que compartan el Evangelio y sean capaces de expresar carismas y ministerios internamente, en el territorio donde viven.

No es trivial, pero una Iglesia con rostro amable, una Iglesia que sea capaz de decir palabras que acaricien la desesperación del mundo, que sumerja no todavía en un bautismo de purificación para renovar culpas, sino que sumerja en la estima, en el amor, en el valor que cada uno es y aporta… no se improvisa.

Mientras tengamos un laicado predominantemente pasivo, mal formado, desconocedor de sus derechos y deberes, dependiente del clero, y una teología débil marginada por dinámicas censoras o autocensuradoras…. Pero es sobre todo en torno a las figuras de Obispos y sacerdotes donde se coagulan las posibilidades y las resistencias al cambio: son los sujetos centrales de la Iglesia tridentina y quienes tienen el poder de cambiar, pero no tienen -normalmente- el sueño de lo alternativo que es el cambio y la novedad.

No es el modelo lo que nos interesa, es el proceso lo que cuenta, un proceso que parte de la inmersión en el Jordán, un proceso que, como escribe Pablo a los cristianos de Éfeso, sigue el ejemplo de Cristo, de aquel que derriba muros, que derriba esos muros construidos con culpas, con prescripciones, con juicios hipócritas.

Bendito será el día en que la gente, nuestros contemporáneos, dejen de decir que los cristianos son «los que van a misa»… para decir como se dijo de Cristo, ¡aquí están los amigos de los publicanos y de los pecadores!

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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“Jesús bautiza con Espíritu Santo”. Bautismo del Señor – B (Marcos 1,7-11)

Domingo, 7 de enero de 2024
Comentarios desactivados en “Jesús bautiza con Espíritu Santo”. Bautismo del Señor – B (Marcos 1,7-11)

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El Bautista representa como pocos el esfuerzo de los hombres y mujeres de todos los tiempos por purificarse, reorientar su existencia y comenzar una vida más digna. Este es su mensaje: «Hagamos penitencia, volvamos al buen camino, pongamos orden en nuestra vida». Esto es también lo que escuchamos más de una vez en el fondo de la conciencia: «Tengo que cambiar, debo ser mejor, he de actuar de manera más digna».

Esta voluntad de purificación es noble e indispensable, pero no basta. Nos esforzamos por corregir errores, tratamos de cumplir con nuestro deber con más responsabilidad, intentamos hacer mejor las cosas, pero nada realmente nuevo se despierta en nosotros, nada apasionante. Pronto el paso del tiempo nos devuelve a la mediocridad de siempre. El mismo Bautista reconoce el límite de su esfuerzo: «Yo os bautizo solo con agua; alguien más fuerte os bautizará con Espíritu y fuego».

El bautismo de Jesús encierra un mensaje nuevo que supera radicalmente al Bautista. Los evangelistas han cuidado con esmero la escena. El cielo, que permanecía cerrado e impenetrable, se abre para mostrar su secreto. Al abrirse, no descarga la ira divina que anunciaba el Bautista, sino que regala el amor de Dios, el Espíritu, que se posa pacíficamente sobre Jesús. Del cielo se escucha una voz: «Tú eres mi Hijo amado».

El mensaje es claro: con Cristo, el cielo ha quedado abierto; de Dios solo brota amor y paz; podemos vivir con confianza. A pesar de nuestros errores y nuestra mediocridad insoportable, también para nosotros «el cielo ha quedado abierto». También nosotros podemos escuchar con Jesús la voz de Dios: «Tú eres para mí un hijo amado, una hija amada». En adelante podemos afrontar la vida no como una «historia sucia» que hemos de purificar constantemente, sino como el regalo de la «dignidad de hijos de Dios», que hemos de cuidar con gozo y agradecimiento.

Para quien vive de esta fe, la vida está llena de momentos de gracia: el nacimiento de un hijo, el contacto con una persona buena, la experiencia de un amor limpio… que ponen en nuestra vida una luz y un calor nuevos. De pronto nos parece ver «el cielo abierto». Algo nuevo comienza en nosotros; nos sentimos vivos; se despierta lo mejor que hay en nuestro corazón. Lo que tal vez habíamos soñado secretamente se nos regala ahora de forma inesperada: un inicio nuevo, una purificación diferente, un «bautismo de Espíritu». Detrás de esas experiencias está Dios amándonos como Padre. Está su Amor y su Espíritu «dador de vida».

José Antonio Pagola

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“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”. Bautismo del Señor. Domingo 07 de enero de 2023. Domingo primero ordinario-

Domingo, 7 de enero de 2024
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09-navidada5-cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 42,1-4.6-7: Mirad mi siervo, a quien prefiero.
Salmo responsorial: 28: El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Hechos de los apóstoles 10, 34-38: Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.
Marcos 1,7-11: Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.

 Hoy, como comunidad de creyentes, celebramos el bautismo de Jesús y, junto con él, nuestro bautismo. Así pues, las lecturas de este día nos ofrecen tres elementos que identifican el verdadero bautismo en el Señor.

Un primer elemento lo encontramos en el texto de Isaías, quien nos habla de la actitud del siervo de Dios; éste ha sido llamado y asistido por el Espíritu para llevar a cabo una especial misión en el pueblo de Israel: hacer presente con su vida la actitud misma de Dios para con la humanidad; es decir, evidenciar que Dios instaura su justicia y su luz por medio de la debilidad del ser humano. Por tanto, la tarea de todo bautizado es testimoniar que Dios está actuando en su vida; signo de ello es su manera de existir en medio de la comunidad; debe ser una existencia que promueva la solidaridad y la justicia con los más débiles, pues en ellos Dios actúa y salva; en ellos se hace presente la liberación querida por Dios.

El segundo elemento está presente en el relato de los Hechos de los Apóstoles. La intención central de este relato es afirmar que el mensaje de salvación, vivido y anunciado por Jesús de Nazaret, es para todos sin excepción. La única exigencia para ser partícipe de la obra de Dios es iniciar un proceso de cambio (respetar a Dios y practicar la justicia), que consiste en abrirse a Dios y abandonar toda clase de egoísmo para poder ir, en total libertad, al encuentro del otro, pues es en el otro donde se manifiesta Dios. A ejemplo de Jesús, todo bautizado tiene el deber de pasar por la vida “haciendo el bien”; tiene la tarea constante de cambiar, de despojarse de todo interés egoísta para poder así ser testigo de la salvación.

El evangelio de Mateo desarrolla el tercer elemento que identifica el verdadero bautismo: La obediencia a la voluntad del Padre. “La justicia plena” a la que se refiere Jesús en el diálogo con Juan el Bautista manifiesta la íntima relación existente entre el Hijo de Dios y el proyecto del Padre. Esto significa que el bautismo es la plenitud de la justicia de Dios, ya que las actitudes y comportamientos de Jesús tienen como fin hacer la voluntad de Dios. Esta obediencia y apertura a la acción de Dios afirma su condición de hijo; es hijo porque obedece y se identifica con el Padre. Esta identidad de Jesús con el Padre (ser Hijo de Dios) se corrobora en los sucesos que acompañan el bautismo: El cielo se abre, desciende el Espíritu y una voz comunica que Jesús es Hijo predilecto de Dios. Es «hijo» a la manera del siervo sufriente de Isaías (Is 42,1): hijo obediente que se encarna en la historia y participa completamente de la realidad humana. El bautismo, en consecuencia, provoca y muestra la actitud de toda persona abierta a la divinidad y voluntad de Dios; y hace asumir, como modo normal de vida, el llamado a ser hijos de Dios, identificándonos en todo con el Padre y procurando, con nuestro actuar, hacer presente la justicia y el amor de Dios. Por desgracia, en la actualidad el bautismo se ha limitado al mero rito religioso, desligándolo de la vida y la experiencia de fe de la persona creyente. Se ha olvidado que el bautismo es el hecho fundamental del ser cristiano, pues evoca la vida, la muerte y la resurrección de Cristo y la participación de todo cristiano en este misterio. El bautismo viene a significar en síntesis, y teniendo en cuenta los elementos descritos anteriormente, la entrega generosa a Dios y a los hermanos a ejemplo del mismo Cristo. Leer más…

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Pikaza

Domingo, 7 de enero de 2024
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Fiesta del Bautismo de Jesús.

Domingo, 7 de enero de 2024
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icono-bautismo-de-jesusDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Ayer celebramos la fiesta de la Epifanía, con Jesús niño de menos de dos años, y de repente lo vemos ya adulto, en el momento del bautismo. De los años intermedios, si prescindimos de la visita al templo que cuenta Lucas, no se dice nada.

            Esta ausencia de datos resulta especialmente dura en el bautismo de Jesús. ¿Por qué decide ir al Jordán? ¿Cómo se enteró de lo que hacía y decía Juan Bautista? ¿Por qué le interesa tanto? Ningún evangelista lo dice. El relato de Marcos, el más antiguo, cuenta el bautismo con muy pocas palabras. Y ni siquiera se centra en el bautismo, sino en lo que ocurre inmediatamente después de él.

            En aquel tiempo, proclamaba Juan:

            ̶  Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.

            Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:

            ̶  Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.

               Marcos destaca dos elementos esenciales: el Espíritu y la voz del cielo.

             La venida del Espíritu tiene especial importancia, porque entre algunos rabinos existía la idea de que el Espíritu había dejado de comunicarse después de Esdras (siglo V a.C.). Ahora, al venir sobre Jesús, se inaugura una etapa nueva en la historia de las relaciones de Dios con la humanidad.

         La voz del cielo. A un oyente judío, las palabras «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» le recuerdan dos textos con sentido muy distinto. El Sal 2,7: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy», e Isaías 42,1: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero». El primer texto habla del rey, que en el momento de su entronización recibía el título de hijo de Dios por su especial relación con él. El segundo se refiere a un personaje que salva al pueblo a través del sufrimiento y con enorme paciencia. Marcos quiere evocarnos las dos ideas: dignidad de Jesús y salvación a través del sufrimiento. En este sentido, es importante advertir que la vida pública de Jesús comienza con el testimonio de la voz del cielo («Tú eres mi hijo amado, mi predilecto») y se cierra con el testimonio del centurión junto a la cruz: «Realmente, este hombre era hijo de Dios» (Marcos 15,39).

El programa futuro de Jesús (42,1-4.6-7)

         Las palabras del cielo no sólo hablan de la dignidad de Jesús, le trazan también un programa. Es lo que indica la primera lectura de este domingo, tomada del libro de Isaías.

Así dice el Señor: 

Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.

            El programa indica, ante todo, lo que no hará: gritar, clamar, vocear, que equivale a amenazar y condenar; quebrar la caña cascada y apagar el pabilo vacilante, símbolos de seres peligrosos o débiles, que es preferible eliminar (basta pensar en Leví, el recaudador de impuestos, la mujer sorprendida en adulterio, la prostituta…).

            Dice luego lo que hará: promover e implantar el derecho, o, dicho de otra forma, abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión; estas imágenes se refieren probablemente a la actividad del rey persa Ciro, del que espera el profeta la liberación de los pueblos sometidos por Babilonia; aplicadas a Jesús tienen un sentido distinto, más global y profundo, que incluye la liberación espiritual y personal.

            El programa incluye también cómo se comportará: «no vacilará ni se quebrará». Su misión no será sencilla ni bien acogida por todos. Abundarán las críticas y las condenas, sobre todo por parte de las autoridades religiosas judías (escribas, fariseos, sumos sacerdotes). Pero en todo momento se mantendrá firme, hasta la muerte.

Misión cumplida: pasó haciendo el bien (Hechos de los Apóstoles 10,34-38)

            Pedro, dirigiéndose al centurión Cornelio y a su familia, resume en estas pocas palabras la actividad de Jesús.

Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»

            Un buen ejemplo para vivir nuestro bautismo.

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Domingo del Bautismo del Señor. 07 de enero, 2024

Domingo, 7 de enero de 2024
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Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán”.

(Mc 1, 7-11)

El Niño que estaba ayer en pañales y recibía la visita de los Magos es hoy el que se pone a la fila de los pecadores como uno más. El Dios desconcertante. El Dios que aparece donde menos le iríamos a buscar (¡en un establo!) y se escapa de todos nuestros templos y palacios.

Ese es el Dios que nos muestra Jesús. El Dios que rompe nuestros esquemas. Nosotros querríamos que se manifestara con su fuerza. Le invocamos como Dios Omnipotente, Señor de los Ejércitos, pero él viene a que le bauticemos.

Se pone en la fila sin anticipos ni privilegios. Como uno más, como el más corriente. Sin escolta, sin anunciar su llegada, sin tratos especiales.

Pero, ¿no te das cuenta, Dios Omnipotente, Señor del Cielo y de la Tierra, que así no impresionas a nadie? Déjate asesorar por nosotros. Te falta “marketing”, te falta “puesta en escena”. Hay que cuidar la imagen y medir las palabras. También sería bueno que elijas mejor a las personas con las que te rodeas. Busca a personas influyentes. Rodéate de gente con buena imagen…

¡No hay quien pueda Contigo! Sigues tercamente empeñado en ir por tus caminos y hacer las cosas a tu manera. ¿Qué esconden la vulnerabilidad y la pobreza? ¿Por qué vienes a que te bauticemos en lugar de bautizarnos tú a nosotros? ¿Qué haces tú en la fila de los pecadores?

Así es nuestro Dios encarnado en Jesús. Viene a “necesitarnos”. Primero en la fragilidad de un recién nacido. Ahora como uno más que desea ser bautizado. Vienes a necesitarnos, nosotros querríamos que vinieras a solucionarnos la vida.

Oración

Trinidad Santa, ayúdanos a descubrirte allí donde tú quieras manifestarte. En la cola del autobús, entre quienes cruzan la calle o jugando con los niños del parque. Que como Juan Bautista sepamos reconocerte allí donde hayas querido manifestarte.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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