¿No saliste desnudo del vientre de tu madre?… Cuando el rico es un ladrón
Dice el avaro: «¿A quién hago mal reteniendo los bienes que me pertenecen?».
Mas ¿qué bienes son los que te pertenecen? ¿De dónde te han venido?
Te pareces a un hombre que entró en un teatro y quería impedir la entrada a los otros para gozar él solo del espectáculo al que todos tienen derecho.
Así son los ricos: acaparan los bienes de la sociedad y después sostienen que son ellos los dueños de los mismos por el simple motivo de haber sido los primeros en cogerlos.
Si cada uno retuviera únicamente lo que le sirve para las necesidades normales y dejase lo restante a los indigentes, desaparecerían la riqueza y la pobreza.
¿No saliste desnudo del vientre de tu madre? ¿No estarás de nuevo desnudo cuando vuelvas al polvo? ¿De dónde crees que te han venido estos bienes?
Quizás me respondas: «Del azar». Entonces careces de fe, porque no piensas en tu Creador, y te muestras ingrato con aquel que ha llenado tus manos de dinero.
O bien admitas que son dones de Dios. Entonces explícame por qué ha sido cautivada tanta riqueza precisamente por ti.
¿Se la debes acaso a la «injusticia» de un Dios que reparte de manera desigual los bienes de la vida? ¿Por qué eres tú rico mientras otro es pobre? En lo que a ti respecta, eres rico sólo para que con amor y desinterés administres esos bienes para los otros.
Resulta inconcebible que tú tengas el dinero bajo la campana de vidrio de una insaciable avaricia y pienses que no haces daño a nadie excluyendo de él a una multitud de desdichados.
¿Quién es el avaro? El que no se contenta con lo necesario.
¿Y quién es el ladrón? El que priva a los demás de sus bienes.
¿No eres tú un avaro? ¿No eres tú un ladrón?
Aquellos bienes, cuya administración únicamente te había sido confiada, los has cogido para ti.
A quien asalta a un hombre en el camino y le quita los vestidos le llaman salteador. Y quien no cubre la desnudez del pordiosero, siendo que podía hacerlo, no merece un nombre diferente.
Pertenece al hambriento el pan que guardas en tu cocina. Al hombre desnudo, el manto que está en tu armario. Al que no tiene zapatos, el par que se estropea en tu casa. Al hombre que no tiene dinero, el que tienes escondido.
Por eso, en vez de ayudar a la gente, eres un explotador.
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Basilio de Cesarea,
«Cuando el rico es un ladrón»,
citado en El buen uso del dinero, DDB, Bilbao 1995, pp. 57-59.
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