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“Paz, violencia y religiones…”, por Juan José Tamayo

Viernes, 8 de noviembre de 2024
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Leído en su blog:

“La paz, un bien preciado, pero frágil y amenazado”

“La paz es uno de los bienes más preciados y anhelados por la humanidad, pero, al mismo tiempo, uno de los más frágiles y amenazados”

“La humanidad, o por mejor decir, sus dirigentes, también los religiosos, parecieran seguir la consigna belicista: ‘Si quieres la paz, prepara la guerra'”

“Y las religiones, ¿qué actitud adoptan ante la violencia, ante las guerras?”

“Comprobamos en las religiones una falta de sintonía entre los mensajes de paz que predican y algunas de sus manifestaciones históricas violentas”

La paz es uno de los bienes más preciados y anhelados por la humanidad, pero, al mismo tiempo, uno de los más frágiles y amenazados. Rastreando las huellas de la historia, en vano buscaríamos un estado duradero de paz. A lo más, encontraríamos armisticios, es decir, breves periodos intermedios entre dos guerras, que no son precisamente remansos de paz, sino tiempo dedicado de manera calculada a preparar nuevas guerras con nuevos y más destructivos mortíferos de los seres humanos y de la naturaleza.

IMG_7728La humanidad, o por mejor decir, sus dirigentes, también los religiosos, parecieran seguir la consigna belicista: “Si quieres la paz, prepara la guerra“. Una consigna muy alejada del ideal ilustrado de la “Paz perpetua” que propusiera Immanuel Kant -cuyo tercer centenario de su nacimiento estamos celebrando este año- en la obra del mismo título, publicada en 1795, donde podemos leer:

“Esta facilidad para hacer la guerra, unida a la inclinación que sienten hacia ella los que tienen la fuerza y que parece congénita a la naturaleza humana, es el más poderoso obstáculo para la paz perpetua. ¡Kant, siempre tan oportuno, certero y actual!

La humanidad, o por mejor decir, sus dirigentes, también los religiosos, parecieran seguir la consigna belicista

SpinozaY las religiones, ¿qué actitud adoptan ante la violencia, ante las guerras? Lo que comprobamos es que existe una falta de sintonía entre los mensajes de paz que predican y algunas de sus manifestaciones históricas violentas a través de las cuales han logrado imponer las creencias por la fuerza de las armas y dominar las mentes y las conciencias de la gente. Lo que decía con gran lucidez de los cristianos Baruc Spinoza, que sufrió en su propia carne la expulsión de la comunidad judía, es aplicable a no pocos creyentes y dirigenets de otras religiones:

“Me ha sorprendido a menudo ver a hombres que profesan la religión cristiana, religión de paz, de amor, de continencia, de buena fe, combatirse los unos a los otros con tal violencia y perseguirse con tan terribles odios, que más parecía que su religión se distinguía por este carácter que por lo que antes señalaba. Indagando la causa de este mal, he encontrado que proviene, sobre todo, de que se colocan las funciones del sacerdocio, las dignidades y los deberes de la iglesia en la categoría de las ventajas materiales, y en que el pueblo imagina que toda religión consiste en los honores que tributa a sus ministros”.

Comprobamos en las religiones una falta de sintonía entre los mensajes de paz que predican y algunas de sus manifestaciones históricas violentas

Dios, “la palabra más vilipendiada

IMG_7731Más contundente se muestra el filósofo judío Martin Buber en torno a la utilización de la palabra “Dios” para legitimar la violencia e incluso para ejercerla en su nombre y por mandato suyo.

“Dios -afirma- es la palabra más vilipendiada de todas las palabras humanas. Ninguna ha sido tan mancillada, tan mutilada… Las generaciones humanas han hecho rodar sobre esta palabra el peso de su vida angustiada y la han oprimido contra el suelo. Yace en el polvo y sostiene el peso de todas ellas. Las generaciones humanas, con sus partidismos religiosos, han desgarrado esta palabra. Han matado y se han dejado matar por ella. Esta palabra lleva sus huellas dactilares y su sangre… Los hombres dibujan un monigote y escriben debajo la palabra ‘Dios’. Se asesinan unos a otros, y dicen: ‘lo hacemos en nombre de Dios…’.

Debemos respetar a los que prohíben esta palabra, porque se rebelan contra la injusticia y los excesos que con tanta facilidad se cometen con una supuesta autorización de ‘Dios’. ¡Qué bien se comprende que muchos propongan callar, durante algún tiempo, acerca de las ‘últimas cosas» para redimir esas palabras de las que tanto se ha abusado!’. Bien seguro que ya no será posible purificar la Palabra de «Dios» de tanto vilipendio y mancillamiento, de tanto desgarro y mutilación, de tanto secuestro y manipulación a que ha sido sometida a lo largo de los siglos. Pero no nos descorazonemos. Porque sí, podemos, mancillada y mutilada como está, levantarla del suelo y erigirla en un momento histórico trascendental”.

Budismo, Comunidad Bahá'í, Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, Hinduísmo, Islam, Judaísmo , ,

Año 2024

Viernes, 5 de enero de 2024
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   Los números árabes, también conocidos como cifras arábigas, se introdujeron en la cultura occidental alrededor del siglo X. Fueron introducidos en Europa principalmente a través de los contactos con los matemáticos árabes durante la Edad Media, y se difundieron rápidamente por su eficacia y versatilidad en comparación con otros sistemas numéricos utilizados en ese momento en Occidente. Este sistema numérico, que incluye el cero, transformó completamente la forma en que se hacían los cálculos y las operaciones matemáticas, y es la base del sistema que utilizamos hoy en día. Y la numerología siempre ha visto y ha considerado los números en algunas culturas como significativos.

   Por tanto, los números son creación humana e intuimos que pueden indicar una realidad para saber situarnos en la Historia. Siempre una interpretación o lectura subjetiva para humanizarse más.

   No olvidemos que fuera de la mente no existe nada que sea sagrado o profano o impuro. Todo depende de qué relación nos construyamos. Y esta construcción la hacemos desde el mundo emocional, y básicamente desde el inconsciente y no sólo el subconsciente, teniendo en cuenta además las necesidades para sobrevivir y como también para vivir, que es imprescindible. Recordemos lo que nos dice un buen filósofo, Baruq Spinoza (1632-1677): He comprendido los afectos humanos, como son el amor, el odio, la ira, la envidia, la gloria, la misericordia y las demás afecciones del alma, no como vicios de la naturaleza sino como propiedades que le pertenecen como el calor, el frío, la tormenta, el trueno y otras cosas por el estilo a la naturaleza del aire”.

     Y la numerología a pesar de no ser científicamente estricta puede despertar en el mundo emocional muchas ondas u oleajes que pueden ayudar a comprender otras reacciones que sobrepasan la lógica aristotélica o los cálculos científicos. Mi pregunta es: ¿Qué diría la inteligencia artificial? Lo dejo de momento a un lado aunque se habla mucho, y con mucha razón. Un gran desafío.

    El número 2024 da como suma un 8. El 8 es ya un dibujo de dos ceros: plenitud vacía. Y unidos hacen más fuerte esta plenitud interior, que todo ser humano vive y constata, pero no sabe cómo mirarla. Y ahí está el problema. ¿Cuántos caminos bien acertados y otros, letales? ¿Cuál será el camino de la plenitud interior de 2024=8?

    También se le puede contemplar, incluso el dibujo arábigo acompaña, una equilibración. Un constante equilibrio dinámico en marcha. ¿Cómo se piensa ir o llevar este llamado año nuevo?

   Además, el 8 puesto horizontalmente nos reenvía el símbolo del infinito. No hay fin, pero todo Ser Humano es finito, temporal y espacial en su ego. Pero cuando el ego toma conciencia de sí mismo, se siente sensitivamente infinito. Un estado de ánimo o conciencia fuera de lo normal o común, pero dentro de la realidad profunda o transego. Es decir, el timonel que lleva el timón aprende que aunque puede ser el capitán del barco, no es su propietario. Y entonces tiene todo un vuelco de conciencia que le permite ver el Horizonte con otra mirada, de infinidad. El Horizonte es un espejo de su profunda interioridad. Y timonea de una forma totalmente nueva y diferente.

    Es cierto que todo lo que acabo de explicar es totalmente relativo, pero indica, apunta… como el dedo de Colón en su monumento de Barcelona: Indica un lugar que el dedo no es ni tiene ni sabe. Hay que coger el barco e ir mar adentro, exponerse… emprender un camino.

   Y un aspecto básico e imprescindible para emprender cualquier camino es la confianza en uno/a mismo/a. La palabra confianza está montada por cum y fidare, dos palabras latinas. Cum significa junto a… y fidare: poner el pie en un lugar seguro, que no nos fallará: Un buen soporte. Es decir, fiarse de alguien que estoy seguro de que no me va a fallar. Éste es un gran trabajo de toda “educación, no de la enseñanza”. Educar es sacar la gran riqueza que hay en el interior de todo ser humano… Enseñar puede ser un adoctrinamiento y, por tanto, manipulación y modelación. Y cómo esta base está ahí: Hay que educarla, sacarla, pero también es necesario un ambiente, un clima, un entorno, un lugar que se viva, se sienta. No es un asunto de palabras o números.

  O existe una base de confianza en el número 8 (y en todo otro), o no hay realización o proceso de madurez. La confianza cuesta hacerse, pero se puede perder en un segundo.

    Antes las religiones eran las que aportaban esa confianza. Recuerdo una cita bíblica del Antiguo Testamento, en el libro de los Proverbios, un gran libro lleno de sabiduría: Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu prudencia. Era hacer fe en Jehová. Pero cuando sabemos hoy en día, por la psicología profunda, que es una proyección de una necesidad humana en una imagen, es necesario reconocer esta profundidad en uno mismo.

    De ahí conviene tomar conciencia de los distintos niveles del propio conocimiento. Y nos encontramos con “el conocimiento silencioso”, la imagen de la Realidad puesta fuera es un aspecto interior de todo ser humano, que es esa grandeza o inmensidad mistérica de los mundos. Esto es fruto del conocimiento silencioso.

  Pues que 2024, que suma un 8, sea un año profundo, de confianza en uno/a mismo/a para vivir con profundidad. Por eso hay que huir de la gran epidemia que es la pandemia de la superficialidad, carencia de capacidad crítica y sobre todo, tal vez, de una escala de valores, que Maslow (1908-1970), psicólogo transpersonal, ya indicó.

      EL SER HUMANO SE HACE A SI MISMO O LO HACEN

                              ES SABER ESCOGER.

Jaume PATUEL,
pedapsicogogo.

Espiritualidad , ,

‘Deus, sive natura’: la religión de Spinoza

Jueves, 20 de julio de 2023
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SpinozaLa mirada libre del judío-holandés, esforzado luchador contra la locura de los predicadores

“El pensador francés Edgar Morin, que ahora tiene 104 años, subraya la importancia del filósofo judío-holandés Baruch Spinoza con las siguientes palabras: acaba con la imagen de un Dios superior y externo al mundo, que sería su creador y amo. Otorgaba la soberanía creadora a la naturaleza”

“Recientemente, entre nosotros, en Brasil, la filósofa Marilena Chaui mostró el valor y la originalidad de Spinoza en dos tomos: La nervadura de lo real: inmanencia y libertad en Spinoza”

“Estas valoraciones con trastan con la postura de la institución religiosa establecida, que guarda silencio sobre Spinoza… La Iglesia aplasta a Spinoza sin decir nada”

“Merece la pena preguntarnos por un momento dónde sitúa Spinoza la religión, dentro del campo de la inteligencia humana: ¿en el campo de la imaginatio, de la ratio o de la scientia intuitiva?”

(Koinonía).- En una reciente entrevista, el pensador francés Edgar Morin, que ahora tiene 104 años, subraya la importancia del filósofo judío-holandés Baruch Spinoza con las siguientes palabras: acaba con la imagen de un Dios superior y externo al mundo, que sería su creador y amo. Otorgaba la soberanía creadora a la naturaleza.

 Y recientemente, entre nosotros, en Brasil, la filósofa Marilena Chaui mostró el valor y la originalidad de Spinoza en dos tomos: La nervadura de lo real: inmanencia y libertad en Spinoza (Companhia das Letras, vol. I 1999 y vol. II 2016).

 Estas valoraciones contrastan con la postura de la institución religiosa establecida, que guarda silencio sobre Spinoza –siguiendo un método ensayado durante largos siglos y siempre eficaz, de dejar las figuras incómodas en la sombra, en los despachos de los intelectuales– se asegura de que no ganen púlpitos. La Iglesia aplasta a Spinoza sin decir nada, simplemente por su larga historia de control del acceso a la fe popular. En general, los papas católicos se esfuerzan por levantar un dique contra la invasión del espíritu spinoziano. Aun así, los exégetas se ven atraídos poco a poco por su espíritu crítico.

Spinoza está directa o indirectamente vinculado a innumerables innovaciones en los campos de la ciencia y de la fe. En el siglo XIX nacen la egiptología, la asiriología, la epigrafía semítica… En el siglo XX se introdujeron la filología, la lingüística y la arqueología bíblica. Todo ello provoca terremotos limitados, localizados y controlables. Y cuando se avanza en la cartografía del universo mítico religioso común a todos los pueblos, se percibe que las grandes imágenes bíblicas son patrimonio común de una humanidad, según determinadas fases históricas; que los ángeles sólo descienden del cielo dentro de un imaginario determinado; que un mundo se derrumba poco a poco, mientras surge otro.

Hasta hoy, la repercusión de estas nuevas percepciones es muy limitada. Aun así, cuando se empieza a comparar entre sí las múltiples narraciones sobre el diluvio, cuando se descubre que hay “diluvios” también en los relatos de Babilonia, Grecia, India, Australia, en Nueva Guinea y Melanesia, en Polinesia y Micronesia, en Sudamérica, Centroamérica y México, en Norteamérica y África (Frazer, J. G., El Folklore en el Antiguo Testamento, Fondo de Cultura Econômica, México, 1986), cuando el vasto campo de estudio de los mitos religiosos se abre, a escala planetaria, y la idea de que “la Biblia tenía razón” se diluye poco a poco, la mirada sobre la mitología bíblica va tomando nuevas formas, en un movimiento lento pero consistente.

Spinoza en su tiempo

Merece la pena recorrer brevemente la trayectoria de Benedicto (Baruch, Benito) Spinoza (1633-1677), judío residente en Holanda. Esforzado luchador contra la locura de los predicadores (tanto judíos como cristianos) de los Países Bajos de su época, Spinoza dice simplemente que es prudente no hablar tanto de Dios. Porque Dios sólo se nos acerca en forma de imágenes y comparaciones. La Biblia es literatura. Los predicadores que utilizan la autoridad de la Biblia para reprimir el libre pensamiento, por ejemplo, no se atienen al sentido común.

 Transformar la Biblia en un texto doctrinal es tergiversar su significado, pues su núcleo (la Torá) está formado por una colección de antiguas narraciones populares y prescripciones sacerdotales reunidas por Esdras y otros intelectuales tras el regreso de las élites judías del exilio babilónico en el siglo VI a.e.c. Afirmar esto no es desobedecer a las autoridades religiosas: es practicar la ciencia. Pues no hay que confundir entre conocimiento y obediencia: el error más grave de la teología consiste en ocultar la diferencia entre conocer y obedecer, en hacernos tomar los principios de la obediencia por modelos de conocimiento (Tratado teológico-político, 1672. Véase Spinoza, B., The Complete Works, Ed. M.L. Morgan, Hackett, Indianopolis, 2002).

Estas posiciones, derivadas de una aguda percepción de la diferencia entre lo sensato y lo insensato, hacen que el ciudadano Spinoza sea mirado con recelo en las tranquilas calles de la pequeña ciudad de La Haya, en Holanda, donde vive. La gente empieza a temerle, porque se rumorea –primero en La Haya, luego en Amsterdam y finalmente un poco en todas partes– que es ateo. Un ateo virtuoso, como escribe Bayle en su Dictionnaire Historique et Critique, pero ateo al fin y al cabo. Se convierte incluso en el prototipo del ateo, transgresor de las leyes y de la religión, anarquista. Sus textos circulan clandestinamente.

A lo largo de su vida, Spinoza es consciente de ser un extraño en la casa judía (es expulsado de la sinagoga) como en la cristiana (no acude a la parroquia cristiana). En su última obra, el Tractatus politicus, escribe: ‘He hecho esfuerzos interminables no para ridiculizar, para no deplorar y para no despreciar las acciones humanas, sino para comprenderlas. Para no despreciar las tradiciones religiosas de sus contemporáneos, ya sean católicos, calvinistas o judíos, Spinoza procura que algunos de sus textos no se traduzcan al neerlandés, y toma disposiciones para que su texto principal, la Ética, no se publique hasta después de su muerte, para no escandalizar a las personas con las que convive. Sintiendo la extensión del dominio de la necedad a su alrededor, se desahoga: en el fondo, mi creencia es la misma que la de los profetas hebreos del pasado.

Sólo en la Alemania de finales del siglo XVIII, entre románticos e idealistas como Goethe, Lessing, Herder, Schelling y Hegel, Spinoza encuentra respeto y percepción de su valor. Incluso en el siglo XX, pocos intelectuales hablan de él y, aún hoy, su filosofía es poco conocida. Una excepción, como he dicho más arriba, es la postura de la filósofa brasileña Marilena Chaui, cuyo artículo “Baruch Spinoza” (Revista Cult, 109, diciembre de 2006, p. 53 y ss.) recomiendo vivamente.

Aun así, algo se mueve. Los exégetas comenzaron a estudiar lenguas bíblicas como el hebreo, el arameo y el griego, intentaron leer la Biblia de acuerdo con los dictados de la ciencia moderna, y se enfrentaron, con mayor o menor valentía, a los inevitables obstáculos eclesiásticos. Gracias a la progresiva introducción de la idea de tolerancia a lo largo del siglo XVIII, tanto en Francia como en Alemania los estudios histórico-críticos pudieron avanzar. Voltaire y otros liberales lucharon para que nadie fuera quemado vivo por expresar opiniones contrarias a las autoridades, como todavía le ocurrió a Giordano Bruno en 1600. Esta idea triunfa con la Revolución Francesa de 1789.

Otro paso consiste en la disolución progresiva de que la Iglesia se funda más sobre la doctrina y la profesión de fe que sobre la acción concreta del cristiano. Así, la base del dogmatismo se diluye poco a poco. Aun así, las iglesias siguen teniendo dificultades para unir el amor intellectualis Dei de Spinoza (un amor que fomenta la libre indagación) con la imitatio Dei de tantos maestros y santos.

En el campo católico, las cosas evolucionan lentamente. El Papa se proclama sucesor de San Pedro, ya no vicario de Cristo (como en la Edad Media), lo que ya es un paso adelante. Otro punto positivo es el abandono progresivo del método tradicional de hacer teología a base de citas, y el recurso cada vez más frecuente a la contextualización de los textos evangélicos, coránicos y bíblicos. El reconocimiento positivo del factor sincrético es otro avance importante, ya que erosiona gradualmente la insistencia monoteísta en términos de religión.

La religión de Spinoza

Merece la pena preguntarnos por un momento dónde sitúa Spinoza la religión, dentro del campo de la inteligencia humana: ¿en el campo de la imaginatio, de la ratio o de la scientia intuitiva?

Comienza afirmando que, para la mayoría de las personas, las palabras son puras imágenes que, en sentido estricto, no tienen nada que ver con las ideas. El ser humano apenas vive al máximo las capacidades cerebrales que le ofrece la naturaleza. La inmensa mayoría de las personas permanece toda su vida en el estadio intelectual que Spinoza denomina imaginatio, es decir, un estadio en el que la persona está pegada a las impresiones, imaginaciones, conmociones y afectos que le llegan del exterior.

La tercera parte de su Ética está enteramente dedicada a la cuestión de la prisión “imaginada. Spinoza no rechaza las imaginaciones y los afectos, no rechaza a Daniel Goleman (inteligencia emocional), pero reconoce que es necesario llegar a un estadio intelectual superior, que él denomina ratio. La imaginación es una parte necesaria del proceso de conocimiento, pero sólo ofrece un conocimiento desordenado y confuso. La ratio, en cambio, permite formular las cosas con mayor claridad. Pero no detiene ahí el proceso.

Además de la conquista de la ratio, una persona verdaderamente interesada en proseguir intelectualmente busca alcanzar el estadio de scientia intuitiva, que consiste en “intuir a Dios”, es decir, la naturaleza infinita en la que vivimos y nos movemos. La intuición es el conocimiento que proviene de una experiencia mística (Ética, Parte III). En este tercer grado de la inteligencia humana, el amor propio coincide con el amor al prójimo, el cuerpo del otro coincide con el propio cuerpo, la belleza del otro forma parte de la propia belleza. Spinoza sabe que es difícil llegar a este estadio. En las últimas palabras de su Ética, escribe: lo bello es difícil y raro. La mayoría de las personas no perciben el valor del desafiante proceso cognitivo, porque sólo viven movidas por impulsos inmediatos.

Algunas anotaciones

Hay muchas cosas que merecen consideración al abordar el tema de Spinoza. He aquí sólo algunas notas, en forma resumida.

– Como escribí más arriba, la lectura propiamente moderna de la Biblia comienza en 1670 con el Tractatus theologico-politicus de Spinoza, un texto definitivo, que cuestiona frontalmente el tenor supuestamente histórico de la Torá y su autoría por un único autor Moisés. Con ello, Moisés, David y Salomón pasan definitivamente a ser catalogados en el mundo mítico, junto con los patriarcas Abraham, Jacob, Isaac y José.

El método de Spinoza causó asombro general en la época, pero dio origen a la exégesis crítica propiamente dicha. Y también nace la idea de tolerancia. A lo largo del siglo XVIII, tanto en Francia como en Alemania, progresan los estudios histórico-críticos. Voltaire y otros liberales luchan para que nadie sea quemado vivo por expresar opiniones contrarias a las autoridades, como todavía le ocurrió a Giordano Bruno en 1600. Esta idea triunfa con la Revolución Francesa de 1789.

– La institución eclesiástica reacciona enérgicamente contra la idea de desconsiderar a Moisés como autor de la Torá. Moisés es un nombre consagrado, su nombre aparece no menos de 750 veces en el Antiguo Testamento, y 80 veces en el Nuevo Testamento. Además, meterse con Moisés significa abandonar la idea de una Biblia como cuerpo doctrinal cohesionado, escrito por un gran legislador, y bajo la inspiración directa de Dios. Aun así, desde el siglo XVIII se han sucedido las más diversas hipótesis de lectura bíblica y han aparecido los más ingeniosos métodos de interpretación. Al final, la tendencia es a no creer en la historicidad de muchos textos bíblicos.

Aun así, los papas católicos intentaron poner un dique. León XIII publicó la encíclica Providentissimus Deus en 1893 y Pío X decreta en 1906: Moisés es el autor del Pentateuco. En vano. La tormenta continuó y en 1948 las propias autoridades eclesiásticas dieron marcha atrás, permitiendo de nuevo a los especialistas católicos abrir la investigación. El enfrentamiento no dejó de producir víctimas, entre ellas el sacerdote francés Alfred Loisy (1857-1940), cuyo libro El Evangelio y la Iglesia (L’Évangile et l’Église), publicado en 1902, defendía la antigua tesis del intelectual romano Porfirio: los Evangelios no corresponden fielmente a la historia de Jesús. En 1903, la obra completa de Loisy fue incluida en el Índice de Libros Prohibidos, y en 1908 fue expulsado de la Iglesia. Tras el asunto Loisy, todos los sacerdotes católicos quedaron obligados a prestar un juramento “antimodernista” (léase: anti-Loisy) antes de ser ordenados.

No sólo en el mundo católico causa problemas la exégesis “moderna“. El mundo protestante también se ve afectado. El mismo año de la publicación de El Evangelio y la Iglesia de Loisy, el hijo de un pastor luterano, Adolf von Harnack, publica en Alemania su Misión y expansión del cristianismo en los tres primeros siglos (1902), basado en premisas científico-crítico-históricas similares a las defendidas por Loisy. La obra más importante de Von Harnack es su Lehrbuch der Dogmengeschichte (Manual de historia de los dogmas, Mohr, Tubinga, 1886), en el que ya practica el estudio comparado de las religiones, y que tuvo una inmensa repercusión. Von Harnack también encontró una fuerte oposición por parte de la Iglesia luterana. Las vidas de Loisy y von Harnack ilustran la tensión reinante en las iglesias establecidas en los albores del siglo XX en torno a la crítica histórica y literaria.

– Pero, en el proceso, Moisés es desconsiderado como autor, mientras que la arqueología bíblica experimenta un auge sin precedentes. Ya en el siglo XIX nacen la egiptología, la asiriología, la epigrafía semítica, etc. En el siglo XX, los progresos fueron igualmente grandes, tanto en filología como en arqueología, asustando a los que creían en las “verdades eternas bíblicas”. Una tarde de 1872, en Londres, por ejemplo, Sir George Smith presenta con orgullo al mundo científico inglés una colección de tablillas de arcilla traídas de la biblioteca de Assurbanipal en Nínive, con el texto cuneiforme de la Epopeya (mesopotámica) de Gilgamesh, en la que hay un sugestivo paralelismo con el relato bíblico del diluvio.

Poco a poco, además de Gilgamesh, aparecen otros mitos babilónicos que influyeron en las narraciones bíblicas. Estudiosos como Sir James George Frazer –que ya he mencionado aquí– enumeran las más diversas narraciones del diluvio en Babilonia, Grecia, India, Australia, Nueva Guinea y Melanesia, Polinesia y Micronesia e incluso en América del Sur, América Central y México, América del Norte, África… un poco por todo el planeta, abriendo el campo para un estudio de los mitos religiosos a escala planetaria. Menos de 30 años después de Smith, en 1901, aparece el Código de Hammurabi, con 282 artículos, que coincide en varios puntos con los Diez Mandamientos de la Ley de Moisés. El Código de Hammurabi prohíbe robar, matar, sobornar, mentir y hacer daño a otras personas, en la misma línea que la ley de Moisés.

Es así como la arqueología bíblica entra en el siglo XX, al mismo tiempo que se avanza mucho en la cartografía del universo religioso común a todos los pueblos que mantienen contacto con Mesopotamia, y concretamente con Babilonia, como, por ejemplo, los egipcios. Se registran los grandes paradigmas comunes al imaginario religioso de Oriente Medio, su visión del cielo, de la tierra, el aire, el aliento animador, el sol, el río, la montaña, la llanura, la ciudad, el Estado… Incluso de los utensilios agrícolas, como la azada, el arado, la pala, el horno… Hay dioses celestiales, como Marduk, que crea el cielo y la tierra, da regularidad a los planetas y las estrellas y, en última instancia, da vida a la raza humana. Pero también están los poderes del mundo subterráneo, los demonios. Cada persona tiene su ángel, protector de la vida. Se habla de «hijos de Dios» (título dado a los faraones de Egipto) y de vírgenes que engendran dioses…

– Hoy en día, junto con el estudio más amplio de la mitología en general, la lectura crítico-histórica de la Biblia, iniciada por Spinoza, sigue siendo dinámica en nuestros días, tanto en el mundo cristiano como entre los judíos. La idea de que “la Biblia tenía razón” se diluye cada vez más. Con el tiempo, se acumulan las pruebas en contrario. El relato bíblico del éxodo está siendo despojado de su carácter histórico, pues, hasta hoy, ningún monumento o documento del Antiguo Egipto, encontrado por arqueólogos o por filólogos, atestigua la presencia de israelitas en su tierra. La famosa muralla, mencionada en el libro de Josué, no se ha encontrado en los alrededores de Jericó, a pesar de las exhaustivas excavaciones.

La descripción topográfica de Jerusalén, realizada a partir de textos bíblicos que hacen referencia a los reinados de David y Salomón, no encuentra verificación arqueológica. En torno al monte Sinaí no es posible descubrir restos (en cerámica, por ejemplo) del paso de una importante agrupación de personas por aquellos desiertos, a pesar del impresionante relato bíblico de la estancia de los hebreos con Moisés al pie del monte durante largo tiempo. En otras palabras, los caminos de la arqueología y de la Biblia divergen cada vez más, conduciendo de hecho a horizontes diferentes. Cada vez resulta más difícil entender la Biblia como la palabra inmutable de un Dios único.

– Pero no debemos olvidar la otra cara de la moneda. Si Moisés estuvo durante siglos asegurado por las amarras eclesiásticas, corre el peligro de verse condenado, en los últimos siglos, a la cárcel de una modernidad que desprecia el mito y lo considera producto de tiempos pasados, de etapas primitivas de la evolución de la humanidad, de una forma de comunicar anticuada y confusa. Un postulado de cierta razón moderna, autosuficiente y arrogante, tiende a destruir el mito. Así, la palabra tiende a quedar atrapada en los dominios de una inteligencia fría, racional y calculadora, tiende a emigrar del reino de la libertad al mundo del trabajo por el trabajo, del beneficio por el beneficio.

La modernidad autosuficiente promulga tanto la supremacía de los valores materiales, que puede acabar evaluándolo todo en cifras, cálculos y datos estadísticos comparativos. No se habla de otra cosa, al menos en los grandes medios de comunicación, que producen diariamente una avalancha de palabras prefabricadas, casi matemáticas, para convencer a la gente de que el mundo está hecho de éxito, beneficio y ganancia. En ellos no se dice lo obvio.

No se dice, por ejemplo, que unos ingresos materiales bastante modestos bastan para que un ser humano viva con dignidad, que los valores inmateriales pueden aumentar la “calidad de vida” y que el lucro individual exagerado es una locura, sobre todo teniendo en cuenta la falta de ingresos elementales de la mayoría de la gente. Para sostener semejante locura, la modernidad tuvo que reducir la palabra a una simple fórmula invariablemente repetida, que acaba por no decir nada más, porque cae en el vacío de la comunicación de masas. Esta fórmula sólo sirve para imponer, de manera hábil e insidiosa, la voluntad de lucro ilimitado de algunos en detrimento de la vida de la mayoría de la humanidad.

No es en esta modernidad cerrada, autosuficiente y capitalista donde se sitúa Spinoza, como he intentado demostrar en estas breves notas. La modernidad de Spinoza apela a posturas que, al fin y al cabo, ponen de relieve la originalidad de la Biblia y del cristianismo.

Traducción de José María VIGIL/ServiciosKoinonía

Fuente Religión Digital

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“No podemos combatir una forma de opresión sin combatirlas todas al mismo tiempo”

Sábado, 15 de enero de 2022
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'NSSR/Lang: Philosophy, Spinoza and Nietzsche / GPHI with professors Omri Boehm and Chiara Bottici, room U304, University Center'

Entrevista con la filósofa italiana Chiara Bottici, autora de AnarcaFeminismo

Acaba de lanzarse en español el libro manifiesto que es, además, un adelanto de un volumen de más de 300 páginas que se publicará en marzo del año próximo. Esta nueva forma de nombrar apuesta también a componer el feminismo con la filosofía anarquista, que postula un orden sin jerarquías ni gobernantes.

La filósofa italiana Chiara Bottici, profesora actualmente en la New School for Social Re-search (Nueva York), acaba de lanzar en español su libro-manifiesto AnarcaFeminismo (NED Ediciones). No es menor la “a” que corrige y altera el vocablo más tradicional de anarcofeminismo. Es una inflexión de la lengua, dice la autora, introducida “por movimientos sociales que tratan de feminizar el concepto para dar visibilidad a una faceta específicamente feminista dentro de la teoría y práctica anarquista”.

De formato breve, este manifiesto es también adelanto de un volumen de más de trescientas páginas que se publicará en marzo del año próximo. El manifiesto abrirá paso, dirá frases sintéticas, que el espesor de las páginas próximas se encargarán de sustentar y diversificar. Cada capítulo del manifiesto termina con la frase “¡ni una menos!”, conjugada cada vez en distintos idiomas.

Aun desdoblado en ambas versiones del libro, el tono “manifiesto” de la filósofa es evidente y se inscribe sin dudas en un tono de época, que es el de un ciclo de auge del movimiento feminista transnacional. Lo hace desde un lugar concreto: una interpelación desde la filosofía y la teoría política en particular a las preguntas políticas de urgencia, impregnadas de coyuntura. Por eso, es un ida y vuelta el que refulge al interior de ambos libros: las lecturas y debates filosóficos son “activados” y convocados en relación a una declinación de manifiesto que, se confiesa, está en construcción, en plena marcha.

La apuesta teórica de Bottici puede leerse en sus propias palabras: dice que entiende la filosofía “como un esfuerzo enredado con otras prácticas de creación de sentido como la literatura y el psicoanálisis”. Anarcafeminismo es una manera de enredar y, sobre todo, de componer al feminismo con la filosofía anarquista y también de hacer justicia con un término y una historia que ha sido descalificada e incluso olvidada. Para eso, la filósofa hace precisiones: el anarquismo no significa falta de organización, ni menos aún ausencia de una comunidad política. Más bien, se trata de “un orden incluso en ausencia de un ordenante”. Explica: “el anarcafeminismo significa un feminismo sin arché, esto es, un feminismo sin jerarquías ni gobernantes —ya sean jerarquías sexuales, económicas, políticas o raciales—. No podemos combatir una forma de opresión sin combatirlas todas al mismo tiempo, pues todas las formas de opresión habitan la misma casa, que es la creencia según la cual algunas personas son superiores a otras, y esta superioridad justifica su dominación”.

De quienes va citando, no todxs se autodefinen como anarcafeministas, pero ella lxs incluye, lxs acerca, lxs emparenta. Anarcafeminista se convierte casi una categoría electiva, de adscripción, más que de encuadre o de construcción de un canon. De hecho, Bottici dedica varios párrafos a explicar por qué lxs pensadorxs anarquistas se saltan el canon y, si hay uno, es casi secreto o clandestino (un anti-canon). En esa búsqueda de filamentos de composición, de textos y militancias Bottici da cuerpo a la propuesta anarcafeminista. En ese recorrido debe leerse también el desplazamiento de su propio lugar de enunciación (como autora) que empieza con el yo y se traslada al “nosotrxs”. Hay, además, una suerte de tercer género de escritura en su libro: sin puntos ni comas, autobiográfico y poético, que se inserta entre un capítulo y otro. No es la primera vez que se dedica a que sus escritos feministas sean también en cierto modo experimentales y en eso tiene mucho que ver su trabajo sobre imágenes e imaginación.

Su Manifiesto se presentó de forma virtual en el último congreso de ciencia política realizado en la Universidad de Rosario. Ahí comenzó esta conversación que la convertimos en entrevista para Las/12.

-¿Cómo describirías tu trayectoria feminista en términos biográficos? ¿Y cuándo surgió especialmente tu interés por la teoría feminista?

–En cierto modo, siempre he sido feminista porque muy pronto me di cuenta que las mujeres y las personas de género fluido eran objeto de discriminación y violencias sistemáticas. Nací en una pequeña ciudad italiana llamada Carrara, conocida por sus canteras de mármol y por sus tradiciones anarco-sindicalistas. Sin embargo, su inclinación política de izquierda no la hizo un entorno menos patriarcal. Durante mucho tiempo, la violencia de género que presencié me pareció normal: el mar chocaba contra la orilla, el sol salía todos los días en el cielo, y las mujeres y las personas LGBTQ+ eran objeto de discriminación y violencia sistemáticas. Aprendí a vivir con esa violencia del mismo modo que aprendí a nadar.

-¿Hubo una confrontación primero teórica con esa realidad?

-La teoría empezó cuando me di cuenta que las cosas no tenían por qué ser así. Primero, como adolescente, formé parte de la izquierda marxista autonomista y creí que una revolución proletaria se haría cargo de todos los problemas. En los grupos de los que formaba parte, los ideales comunistas y anarquistas iban de la mano. Fue sólo mucho después, cuando leí literatura feminista a finales de mis veinte años, que me di cuenta que incluso el anarquismo puede convertirse fácilmente en hombre-arquismo (N. de E.: se pierde el juego de palabra que sí funciona en inglés: man-archism), a menos que agreguemos un objetivo feminista específico a nuestras luchas por la libertad. El anarquismo, por definición, está llamado a luchar contra todas las formas de opresión, por tanto, tiene que ser feminista si no quiere terminar siendo contradictorio, pero los seres humanos reales están llenos de esas contradicciones.

-Es una experiencia de teoría no sólo ligada a la formación universitaria…

-La literatura y la filosofía feministas fueron una parte muy importante, pero fue en gran parte autodidacta. Fui a la escuela a los 6 años, en 1981, y recibí el título de doctora en filosofía en 1999 habiendo leído sólo a hombres: durante todos mis años en la escuela pública italiana sólo me habían enseñado ideas, libros, poesía, filosofía escritas por un solo género: varones cis. No es exagerado decir que fui educada en la “escuela de hombres” italiana. La teorización feminista comenzó cuando me di cuenta de que había también otras escuelas y otros mundos posibles.

Unidad pluralista

Anarcafeminista, dice Bottici, es un nombre para luchar contra todas las opresiones y formas de explotación y lo hace desde una aspiración pluralista: “¡O todxs somos libres o ningunx lo será!”. La unidad y pluralidad simultáneas se inscribe también como apuesta por lo que llama una “teoría crítica intersticial global”. Intersticial y global en principio parecen locaciones contrapuestas, pero en este libro no lo son. Lo global no refiere a un espacio liso ni a una mirada panorámica totalizante. Por el contrario, declara deconstruir y confrontar esa mirada colonial como la única capaz de dar cuenta de lo global (volviéndolo sinónimo de imperial). De ese modo, “lo global como marco” pone a los intersticios en los que se produce teoría y se hace política como espacios estratégicos. La interseccionalidad toma una deriva espacial-geográfica: mostrar cómo lo local se intersecta en múltiples escalas evidencia los regímenes conectados de opresión pero también la dimensión transnacional de los espacios de resistencia.

Para entender a fondo la unidad pluralista hay que comprender que el proyecto de Bottici, en términos filosóficos, es un feminismo spinoziano. De hecho, dentro de Anarcafeminismo (en su versión extensa) se despliega un libro sobre el filósofo Baruch Spinoza, para argumentar una ontología de lo transindividual. Diciendo que Spinoza propone una suerte de paradojal “altruísmo egoísta”, a partir del cual para mejor perseverar en nuestra potencia de existir, formamos asociaciones; Bottici aplica la misma fórmula al feminismo. No existe el feminismo como figura a secas, individual, recortada. Existe en la medida que, para perseverar, produce alianzas, asociaciones, tramas. Más que agregar adjetivos o cualificaciones como si fuesen listas de intenciones o adjetivos modificadores de un sustantivo esencial, el feminismo tiene capacidad de ser en la medida en que se expresa en alianzas. El feminismo, casi como una tecnología afectiva y política de composición, permite leerse en relación al concepto de cuerpo al que Bottici le dedica muchas reflexiones. No hay cuerpo sin proceso de afectación: por eso el cuerpo tiene una naturaleza procesual. El cuerpo no es uno, sino una red de procesos, que convierte lo individual en siempre ya transindividual. El cuerpo, dicho en singular, siempre es plural. No hay punto de partida que no sea colectivo, incluso cuando se parte del “propio” cuerpo.

 -¿Qué te permite la ontología transindividual a la hora de conceptualizar el feminismo?

-Adoptando una ontología transindividual, también podemos usar el concepto de mujer fuera de un marco cisnormativo o heteronormativo, y así emplear el término de tal modo que incluya todo tipo de mujeres: mujeres femeninas, mujeres masculinas, mujeres AFAN [mujeres a quienes fue asignado el sexo femenino en su nacimiento], mujeres AMAN [mujeres a quienes fue asignado el sexo masculino en su nacimiento], mujeres bisexuales, mujeres trans, mujeres cis, mujeres asexuales, mujeres queer y tantas otras mujeres. Sólo si los cuerpos de las mujeres son teorizados como procesos, como el lugar de un devenir que se desarrolla a diferentes niveles, sólo entonces seremos capaces de hablar de «mujeres» sin incurrir en una normatividad cis- o hetero-.

 -¿Cuál es el lugar de Anarcafeminista en tu trabajo?

-El proyecto Anarcafeminismo es una parte integral de mi compromiso de toda la vida con las políticas de la imaginación como teórica, y con los movimientos sociales como activista. Viniendo de una familia que ha sido profundamente afectada por el régimen fascista (tengo un abuelo asesinado a tiros por los nazis y otro deportado a un campo de trabajo nazi), me sentí atraída desde muy temprano a investigar cómo puede la gente llegar a construir mentiras institucionales tan gigantescas como el fascismo, creer que están haciendo el bien (porque muchos de ellos lo creen) y convertir así esas mentiras en profecías autocumplidas. Mientras la mayoría de los filósofos que me rodeaban trabajaban en las condiciones de la razón pública, a mí me impulsaba investigar las condiciones de la imaginación pública.

 -Un tema clave en estos tiempos otra vez…

-Sí, hay preguntas que no podemos dejar: ¿cómo podemos imaginar juntxs un mundo mejor y, al mismo tiempo, asegurarnos de que quienes están oprimidxs hoy no se conviertan a su vez en lxs opresorxs de mañana? Hemos visto que eso ocurre una y otra vez en el curso de la historia. Ahí es donde entra Anarcafeminismo: tenemos que luchar contra el patriarcado y la androcracia (esto significa que los hombres cisgénero constituyen el sexo soberano), al tiempo que nos aseguramos de que nuestras luchas feministas no generen más jerarquías y mecanismos de opresión en su interior. De ahí la necesidad de combinar la perspectiva anarquista que sostiene que la libertad es indivisible con el enfoque feminista sobre cómo se oprime a los segundos sexos (es decir, a las mujeres, a los dos espíritus y a las personas LGBTQI+ de todo el mundo). Creo que lo global es el problema y por lo tanto lo global tiene que ser la solución, por lo que necesitamos construir una plataforma feminista que pueda ser la base de nuevas solidaridades y luchas globales. Leer más…

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Ser

Viernes, 24 de julio de 2020
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Del blog Nova Bella:

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“Cada cosa quiere

la soledad de su ser”

*

Baruch Spinoza

***

 

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Hombre libre

Jueves, 17 de octubre de 2019
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1Freedom.2001.Zenos-Frudakis.

 

“Si estoy entre hombres que no están de acuerdo en absoluto con mi naturaleza, difícilmente seré capaz de acomodarme a ellos sin cambiar notablemente yo mismo.

El hombre libre que vive entre ignorantes se esfuerza cuanto puede por evitar sus favores.

Un hombre libre actúa honestamente, no engañosamente.

Sólo los hombres libres son verdaderamente útiles los unos a los otros y pueden crear amistades auténticas.

Es abolutamente permisible, por el derecho más elevado de la Naturaleza, que cada uno haga uso de la clara razón para determinar cómo vivir de un modo que le permita florecer”

*

Spinoza

Baruch Spinoza

ברוך שפינוזה

(Ámsterdam, 24 de noviembre de 1632 – La Haya, 21 de febrero de 1677)

***

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Conocer

Miércoles, 26 de junio de 2019
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Del blog Nova Bella:

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NO he venido al mundo para juzgar,

mucho menos para condenar,

he venido al mundo para conocer”

*
Baruch Spinoza

***

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Jesús y su proyecto

Martes, 17 de enero de 2017
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2603aBruno Álvarez
Mendoza (Argentina).

ECLESALIA, 13/01/17.- Tengo 26 años y soy de Mendoza, Argentina.  Me encantan, o, más bien, me fascinan, los teólogos y filósofos españoles; los leo y  releo con frecuencia, y muchos de ellos han sido, para mí, una maravillosa guía tanto intelectual como espiritualmente. Pero, quizá, me esté yendo del tema…

Soy un apasionado de la figura de Jesús de Nazaret, al cual considero, al decir de Spinoza, “el más grande de los filósofos”; pero reducir su extraordinaria existencia al más grande de los filósofos es una aporía deleznable: es, quizá, el más importante de los hombres, el más sabio, y no necesitó de un lenguaje abstruso ni de revoluciones empuñando las armas para suscitar la más grandes de las insurrecciones: la del amor y la del perdón al prójimo. Jesús, como dice José Antonio Pagola, es patrimonio de la humanidad, y tanto mejor para los creyentes que así sea. ¿Por qué el galileo debería ser propiedad de los cristianos cuando su mensaje sigue removiendo, con el paso de los siglos, tanta admiración y devoción para los que aman sin Dios? ¿Por qué su vida no puede inspirar a los que vivimos sin iglesias y sin dogmas si él nos enseñó, mejor que nadie, que Dios no se encuentra en los templos sino en las personas que sufren? ¿No nos dio a entender, acaso, que aquellos que transitan su existencia de espalda a los que padecen el azote del hambre y la enfermedad son los más desgraciados de los hombres?

Sí: amo su proyecto del Reino de Dios, aunque no sea, estrictamente hablando, creyente. ¿Pero qué importancia tiene? ¿Por qué mi falta de fe, con la que he luchado insistentemente desde mi adolescencia con sus respectivos vaivenes, debería impedirme querer formar parte de ese grandioso proyecto? Con Dios tengo las cuentas claras: si existe, sé que me entendería, que me perdonaría o, quizá, todavía esté esperando el momento propicio para irrumpir inesperadamente en mi vida…

¿Por qué redacto estas líneas? Porque mientras más leo a Jesús y más me embarco en la aventura de su vida, más contradictorio me resulta el binomio inquebrantable entre Jesús y la Iglesia. Por un lado, la sencillez, la humildad, la vida ejemplar itinerante de quien pretendió ver un mundo más justo y feliz; por el otro, esa pomposidad, esa grandilocuencia casi risible, esa  perversa indiferencia (hay gente, dentro de la Iglesia, claro que está,  que realmente se preocupa por la felicidad de las personas) de quienes dicen ser cristianos pero  que no se diferencian, o apenas lo hacen, de quienes no lo son…

Me permito una digresión o, si se quiere, una confesión: la última vez que pisé una iglesia, hace poco más de un año, regresé tan desilusionado que no tuve  intención de volver: más ritos que amor, más aburrimiento que alegría, más protocolo que entusiasmo, discursos vacíos e inverosímiles…; pero la gota que rebalsó el vaso fue observar cómo la gente que salía de la iglesia hizo vista gorda con un niño que pedía comida en la puerta ésta, impasible ante sus piecitos descalzos y sucios, en detrimento con el mensaje de Jesús de Nazaret. ¿De qué sirve ir a la Iglesia si la indiferencia sigue estando? La gente no se divide, en materia religiosa, entre creyentes y no creyentes, sino entre buenas y malas personas. Lo importante son los actos, no las profesiones de fe; todo lo demás es irrisorio.

Si hay algo que la vida me ha enseñado es que no podemos confinarla en doctrinas o en ideologías, pues hay algo más importante que los dogmas: la justicia; y algo más importante, a mi entender, que la fe: el amor.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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