Comentarios desactivados en Sobre el ayuno de Cuaresma
Del blog Amigos de Thomas Merton:
“No es que el alimento sea un mal, ni que las satisfacciones naturales sean algo que Dios nos concede de mala gana, prefiriendo privarnos de ellas cuando puede. Ayunar es bueno porque el mismo alimento es bueno. Pero las cosas buenas de este mundo tienen eso, que son buenas en su momento y no fuera de él. El alimento es bueno, pero comer constantemente es malo, y en realidad ni siquiera es agradable. El hombre que se atiborra de alimento y de bebida disfruta con su hartura mucho menos que quien ayuna con su frugal colación.
Aun el ayuno mismo, en moderación y conforme a la voluntad de Dios, es cosa agradable. Hay saludables goces naturales en la contención de sí mismo: goces del espíritu, que comparte su ligereza aun con la carne. Feliz el hombre cuya carne no carga a su espíritu sino que sólo se apoya ligeramente en su brazo como graciosa compañera.
Por eso hay sabiduría en ayunar. La cabeza clara y el andar ligero de quien no come en exceso le permiten ver su camino y caminar por la vida con una alegría más sabia. Incluso hay una profunda justicia natural en este ayuno en primavera.
Estas razones son verdaderas en lo que pueden valer, pero no son por sí mismas una explicación suficiente del ayuno cuaresmal. Ayunar no es meramente una disciplina natural y ética para el cristiano. Es cierto que San Pablo evoca la comparación clásica del atleta que se entrena, pero el propósito del ayuno cristiano no es sencillamente tonificar su sistema, quitarse grasas inútiles y poner en forma el cuerpo, igual que el alma, para la Pascua. El significado religioso de la Cuaresma llega más hondo que eso. Nuestro ayuno ha de verse en el contexto de la vida y la muerte, y San Pablo puso en claro que él sometía al cuerpo a sujeción no sólo por el bien del alma, sino para que el hombre entero no fuese arrojado fuera.
Dicho de otro modo, el ayuno cristiano es algo esencialmente diferente de una disciplina filosófica y ética para el bien del ánimo. Tiene parte en la obra de la salvación, y por tanto en el misterio pascual. El cristiano debe negarse a sí mismo, sea con el ayuno o de algún otro modo, para poner en claro su participación en el misterio de nuestra sepultura con Cristo para resucitar con Él a una nueva vida. Eso no puede ser meramente cuestión de actos interiores y buenas intenciones. No se entiende que haya de ser algo puramente mental y subjetivo. Por eso el ayuno le está propuesto al cristiano por una larga tradición y por la Biblia misma, como un modo concreto de expresar la negación de sí mismo imitando a Cristo y participando de sus misterios.
Es cierto que la actual disciplina de la Iglesia, por serias razones, ha aliviado la obligación de ayunar, y en algunos países, la ha suprimido del todo. Pero, ciertamente, el cristianismo debería desear, si es capaz de ello, participar en esa antigua observancia cuaresmal, tan necesaria para una autentica comprensión del significado del Misterio Pascual”.
Comentarios desactivados en “Jesús en los desiertos del mundo y la Historia”, por Guillermo Jesús Kowalski
Jesus en el desierto con los refugiados
De su blog Poliedro y periferia:
Jesús va al desierto para asimilarse con los desposeídos que lo habitan… y recién entonces empezar su ministerio público. Es el situs desde el que saldrá hacia su Misión. Francisco también comenzó su pontificado con aquella recomendación que ha hecho carne: “no te olvides de los pobres”. La pobreza y la humildad no son el centro de la vida cristiana, pero como dice San Bernardo, son la puerta hacia la totalidad de su experiencia.
Un desierto es un “no lugar” para las “no personas”, “indocumentados existenciales”, excluidos sociales presos de los demonios de la desesperación. Todas las sociedades e incluso religiones, tienen ese espacio no registrado, de descarte humano, de huida hacia donde se es empujado cuando todo fracasa.
Jesús también ha venido a nuestros desiertos para asociarnos a su Misión de buscar el Reino y su Justicia. Asumir para redimir: una vez más la teología de la Encarnación, novedad de novedades que inicia la Pascua de cielos nuevos y tierra nueva (Ap 20,1).
La tentación es buscar la solución a los problemas humanos en las mismas soluciones de siempre: las que se fundan en el poder, el prestigio y la violencia. Jesús nos propone convertirnos al suyo, la humildad y la Misericordia conflictiva del Reino de Dios.
Cierta literatura espiritualista ha hecho de las tentaciones de Jesús en el desierto, un lugar idílico de experiencias místicas y turismo ascético. Se copia año a año como una costumbre más en la constelación de las aburridas repeticiones religiosas. Predica un tipo de “cambio claustral” para que nada cambie en la vida real. Nada de “hacer lío” como dijo Francisco. Mejor evadirse con esas liturgias y espiritualidades narcisistas de la búsqueda infinita de uno mismo.
Pero, “el desierto era, en aquel tiempo, ruptura con el sistema de vida y de sociedad en que se vivía.“ (vb J.M. Castillo, La religión de Jesús. Evangelio Ciclo B (2017-18). Era la “Anachóresis”, un “no” lugar de personas desarraigadas, deudores, fugados de la justicia, leprosos, los castigados con el “ostracismo” como pena por sus delitos civiles, etc.
Jesús ha sido decisivo en la historia de la humanidad, le dio un giro decisivo a la religión y a nuestra idea sobre Dios. Su vida pública comenzó a fraguarse en esa Anachóresis, un estado de ausencia de bienestar humano en el desierto. Su ayuno es asociarse con los que no tienen que comer, para vivir la compasión redentora con los hambrientos . Rezar es penetrar en el Silencio de Dios y darse cuenta de la realidad, que son los demás. Es la experiencia de la fe, de lo que hacemos con lo que nos pasa con los demás, y que son los puentes hacia Dios de este mundo.
Posteriormente, Jesús se puso a decir que estaba cerca el Reino de un Dios Padre. Una buena noticia de vida distinta, una felicidad para todos, una esperanza para los pobres, enfermos, que sufren, que ya han perdido toda esperanza. Él pone como centro de su mensaje no un dios abstracto y lejano, sino “el reino de Dios”, cómo es el amor de Dios y dónde podemos encontrarlo: en la solidaridad con los últimos de este mundo.(Mt 25)
Un desierto es un “no lugar” para las “no personas”, “indocumentados humanos”, excluidos sociales presos de los demonios de la desesperación. Todas las sociedades e incluso las religiones, tienen ese espacio no registrado, de descarte humano, de huida hacia donde se es empujado cuando no se colabora con el sistema…como Jesús.
El desierto era algo semejante a “la Pedriza” en el norte de Madrid. Hoy es un lugar domesticado por el consumismo turístico, pero fue una zona árida de difícil acceso, refugio de delincuentes en el s. XIX y de refugiados durante la Guerra Civil prolongada.
Jesús va al desierto para asimilarse con los desposeídos que lo habitan… y recién entonces empezar su ministerio público. Francisco también comenzó su pontificado con aquella recomendación basal: “no te olvides de los pobres”. La pobreza y la humildad reales no son el centro de la vida cristiana, pero como dice San Bernardo son la puerta hacia la totalidad de su experiencia. Dios no quiere el sufrimiento humano, pero al asumirlo y saber de qué se trata, podemos solucionarlo mejor con nuestros talentos creativos y multiplicados.
El ayuno que a mí me agrada consiste en esto: en que rompas las cadenas de la injusticia y desates los nudos que aprietan el yugo; en que dejes libres a los oprimidos y acabes, en fin, con toda tiranía; en que compartas tu pan con el hambriento y recibas en tu casa al pobre sin techo; en que vistas al que no tiene ropa y no dejes de socorrer a tus semejantes. (Is.58)
También es donde comienza a tener claro que esta opción divina lo llevará a la Cruz, porque en un mundo donde gobierna el mal, no hay lugar para el Amor. Pero es en este mundo, el que hicimos nosotros -no hay otro-, en el que la Resurrección, el triunfo de la Misericordia que todo lo va transformando, ha comenzado. Jesús ha venido a nuestros desiertos para asociarnos a esta Misión. Asumir para redimir: una vez más la teología de la Encarnación, novedad de novedades que inicia la Pascua de cielos nuevos y tierra nueva (Ap 20,1).
Jesús va al desierto de las angustiosas soledades de este “mundo supercomunicado”. Va a los campos de confinación de millones refugiados de las guerras, hambre y cambio climático. Va donde se desprecia a los inmigrantes como lacras invasoras por más que se deslomen trabajando en trabajos que nadie quiere. Va a a los países, que son mayoría en el mundo, que por más que cambien de gobiernos y políticas siempre están en el pozo de la deuda externa usurera que no los deja levantar cabeza…aunque quienes los oprimen esgriman que es por “vagos y corruptos“. Va donde los viejos son descartados o condenados a suicidarse “civilizadamente” y se mata “legalmente” a los que van a nacer, porque molestan para la felicidad personal, a la cual se tiene “derecho“.
La lista es interminable y la tarea lo es aún más, por algo dijo Jesús “a los pobres los tendréis siempre con vosotros”(Mc 14,7). Lo dijo para que no nos aburguesemos con religiosidades tranquilizadoras y lo sigamos encontrando en ellos hasta el Juicio Final, que se anticipa cada día en nuestras decisiones de egoísmo o solidaridad con el pobre.
La domesticada cuaresma burguesa es la que pasa de largo ante los que sufren, como el sacerdote y el levita en la parábola del Samaritano…y encima se justifica. Es la que deja que esto suceda, no interese conocerlo y menos saber con qué acciones se es cómplice de estos pecados estructurales y cómo actuar para cambiarlo.
Vienen a mi memoria dos santos de diferentes desiertos. Charles de Foucauld al servicio de los tuaregs en el norte de África, de quienes nunca obtuvo una sola “conversión“, ni la pretendió como pago por su samaritanismo. Madeleine (Delbrêl) trabajó incansablemente por los pauperizados obreros de barrios de París, que eran totalmente comunistas pero llegaron a respetarla y amarla profundamente por su entrega sincera a los desposeídos.
El ayuno de Jesús es que nadie pase hambre
La cuaresma de Jesús es que media humanidad deje de ayunar a la fuerza, como fruto de nuestra injusticia . Cuaresma no es perderse en discusiones eclesiásticas mientras el mundo se derrumba. Es el compromiso con la justicia alimentaria, para que nunca más haya hambre en un mundo que tiene tecnologías de sobra para dar de comer a tres veces más la población mundial, de darle salud, educación y vida digna -principalmente, aunque no solo- en la tierra en la que nacieron. También es cuidar “los pájaros y los lirios del campo” (Mt 6,25) de la destrucción sistémica de un “progreso” disfrazado de “greenwashing” para que cuele. La cuaresma es renovar el entusiasmo por la justicia social y la justicia ecológica, intrínsecamente unidas (Laudato Si).
La tentación es buscar el remedio a los problemas humanos en las mismas soluciones de siempre: las que se fundan en el poder, el prestigio y la violencia. Jesús nos propone convertirnos a la humildad y a la “Misericordia conflictiva del Reino de Dios” (J. Laguna). Así encontraremos con Él, la libertad de todas las esclavitudes y haremos un planeta de hermanos (Fratelli Tutti) anticipo del Reino definitivo de Dios.
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MIÉRCOLES DE CENIZA, pero que vale para toda la Cuaresma
Mt 6,1-18
Desde tiempo inmemorial las religiones han ayudado a los seres humanos a superar infinidad de traumas, pero, mal entendidas, han desplegado otros muchos de los que nos tenemos que librar. Llevamos siglos intentándolo, pero se nos está haciendo muy difícil conseguirlo. Hoy estamos en un punto crucial. Ha cambiado nuestra manera de comprender el mundo. Conocemos los entresijos del corazón humano. Vamos tomando conciencia de que Dios no puede ser lo que pensábamos. Todo ello nos coloca ante un desafío desconcertante y único.
Dejar a Dios ser Dios sería el primer paso. Salir de la presunción de que sabemos lo que es Dios y lo que espera de nosotros sería el segundo. Dios es parte de mí y no alguien que se coloca en frente y, mucho menos, contra mí. Solo descubriéndole dentro de mí podré acercarme a Él. Nunca me impondrá nada desde fuera. Él es el fundamento de mi ser y ahí debe descubrir lo que soy en profundidad. Para ser realmente lo que soy debo desplegar mis relaciones con mi verdadero ser, con mi falso yo, con el resto de los seres humanos y con la naturaleza.
Debemos dar un cambio radical a la manera de afrontar la cuaresma. El Dios que está encantado de vernos sufrir tiene que ser superado. El Dios que exige vasallaje y está siempre controlando nuestras acciones no es el Dios de Jesús. El Dios que nos castiga con el infierno por no ayunar es un tirano. No nos damos cuenta del ridículo de un Dios que está pendiente de lo que como o dejo de comer. La necesidad de esfuerzo personal para no destrozarnos debemos buscarlo en otra parte. No se trata de una exigencia de un ‘Dios’ externo sino de nuestro propio ser.
Los tres temas clásicos de la cuaresma son en resumen formidable de todas las relaciones posibles del ser humano. Ayuno no significa solo ayunar, sino toda privación voluntaria en orden a superar la trampa del hedonismo. Oración no significa ponerse frente a un Dios que está fuera de nosotros, sino bajar a lo hondo de nuestro ser y descubrir allí lo que realmente somos. Limosna no significa dar a un pobre unas monedas o la ropa que íbamos a tirar a la basura, sino el ser capaces de salir de nosotros mismos e ir al otro para ayudarle a ser él mismo.
La motivación de nuestras actitudes no está en Dios ni en sus mandatos sino en la naturaleza de nuestra psicología. Los instintos grabados en nuestro ADN son los que pueden impedir nuestra auténtica realización humana. Pero no son exactamente los instintos; ellos son siempre buenos porque se han desarrollado para garantizar nuestra biología. Es la razón que puede tergiversarlos al pretender como bueno solo el placer o huir del dolor que su despliegue causa. La racionalidad me llevará siempre a buscar la potenciación de mi falso ser, no tiene idea de lo que soy.
El placer y el dolor son formidables medios que la evolución ha descubierto para garantizar la vida biológica. Nuestra razón puede tergiversarlos convirtiéndolos en fines y buscándolos por sí mismos. Aquí encontramos la clave de toda conversión. Buscar el placer o huir del dolor como único objetivo personal es la garantía de fracaso. Una vez que nos hemos sumergido en el desorden, es muy difícil recuperar la armonía perdida. Por eso es preciso el entrenamiento para restaurar el equilibrio.
Esto solo se puede conseguir a base de actos contrarios a los hábitos adquiridos. Si comiendo solo por placer he deteriorado mi salud, tengo que abstenerme de comer cuando no supone ningún desorden y así crear un hábito contrario al contraído. Pero incluso cuando no haya contraído ningún hábito pernicioso es conveniente privarse de algo para mantener el control y superar mi tendencia al hedonismo. En la vida espiritual también es imprescindible el esfuerzo personal para triunfar.
Si mis relaciones con Dios, conmigo mismo y con los demás no son las adecuadas será imposible desplegar mi verdadera humanidad. Tomar conciencia de esta realidad y no hacer sacrificios o penitencia es la verdadera finalidad de la cuaresma. Recordemos que metanoia no es penitencia sino cambio de manera de pensar para superar los errores que pueden hacer fracasar mi propia vida. El objetivo de la cuaresma debe ser aclararme y tener mejor conocimiento de mis posibilidades.
1 rescoldo
No eres solo ceniza Busca el rescoldo ardiente que ella esconde. Avívalo, que se convierta en fuego. La ceniza lo ha mantenido vivo, fuego vivo que me mantiene vivo y a partir de ella lo seguiré cuidando
2 Dios ágape
Dar el paso del dios fabricado al Dios de Jesús. No es un dios que premia y castiga. Ni siquiera es un dios que ama, Es el amor. El amor es su esencia. Ágape, que nos identifica con Él. Los discursos no sirven para nada. No se puede aprehender, hay que vivirlo.
3 lucha
Pongo en marcha estrategias concretas Y me preparo para una lucha a muerte. Dos fuerzas dentro de mí se contraponen. Entrenarme para alcanzar la meta sin ninguna obsesión por ser primero. Luchar contra las apariencias que me arrastran. Austeridad, Meditación y entrega. Ayuno, oración y limosna.
4 eres ola, eres mar
Descubro lo que soy en lo más hondo. No me inquietan mis fallos y fracasos. Dios sigue siendo el mismo para mí, pero de nada me sirve si lo ignoro Ser consciente de lo que soy en Él, para poder vivirlo. Descubro lo falso de mi ego y lo abandono
5 lo eterno y lo efímero
Que lo oculto de Dios se vuelva transparente. Que tu ego deje de ser el centro. Centrarme en Él y aprovechar su hondura. No dejarme llevar por lo instintivo. Despliega las posibilidades de infinito, no te dejes atrapar por lo caduco. Libérate del yugo de lo efímero
6 paz
Sentirme en armonía si ninguna zozobra, centrado en lo esencial nada puede inquietarme, no me afecta lo que pueda pasar fuera de mí. Afrontaré la adversidad con calma En cualquier circunstancia estaré en paz, nada podré alterar mi ser profundo.
El próximo miércoles, 14 de febrero, comienza, para quienes amamos la espiritualidad cristiana, es decir la austeridad y la esperanza, el tiempo litúrgico de la Cuaresma. Cuarenta días para renovarnos en nuestro interior, sobre todo, y también en nuestras actitudes y relaciones. Es un tiempo muy especial que nos limpia de tanto como nos sobra, nos estorba y nos perjudica. Es un tiempo de gracia, en el sentido de encontrar la presencia vivificante del Dios viviente, el Abba de Jesús de Nazaret.
También podemos encontrarle como mamá querida o amigo fiel o compañero inquebrantable de camino o esposo/esposa tierno y cercano, o lo que es lo mismo, como vida nuestra. Alguien que nos cambia la vida en lo más profundo y nos hace felices como sólo El puede hacer feliz. Os invito, pues, a que nos pongamos en camino hacia la Vida con mayúscula. Es lo mejor que nos puede ocurrir en la existencia aquí en este planeta llamado Tierra.
Un poeta contemporáneo Miguel Ángel Mesa, amigo mío y bloguero aquí en Religión Digital, se ha preguntado si el Ayuno y la Abstinencia son piezas arqueológicas. Y él mismo responde así:
… Y si el ayuno y la abstinencia tuvieran un sentido traducido a nuestros días.
… Y si hay algo más que lo que ha quedado de cambio de carne por pescado.
… Y si para notar la falta o echar de menos a alguien apago el móvil, un buen rato.
… Y si cuando llego a casa no conecto inmediatamente la televisión.
… Y si, por un día, “ayuno” de información indiscriminada a todas horas.
… Y si en mi lista de compras de cada día suprimo algo innecesario y eso que me iba a costar lo comparto con un pobre.
… Y si abro el ordenador para ver los correos, mañana, y hoy le escribo una carta a mano –de las de antes- a esa persona que está necesitando una palabra de consuelo.
… Y si me siento cinco minutos a no hacer nada.
… Y si escucho atentamente a mi hijo contándome lo que le ha pasado en el “cole”, como si no tuviera ninguna otra cosa que hacer en el mundo.
… Y si dedico otros cinco minutos más a pensar.
… Y si no me llevo el coche al trabajo y me llevo un libro de formación religiosa al autobús.
… Y si “me abstengo” de charlas de café en las que parece vamos arreglar el mundo.
… Y si me compro un ramo de margaritas amarillas y admiro sin prisa lo bonitas que son.
… Y si antes de empezar o de acabar el día, dedico un rato a la oración o a la meditación, dando gracias a Dios porque soy yo y estoy aquí.
… Y si, verdaderamente, el ayuno y la abstinencia fueran algo más que un par de “piezas arqueológicas” como las que se exponen en los museos, que nos recuerdan valores y formas pasadas.
…Y si, resulta, que tienen una significación para el mundo de hoy, en el que estamos saciados de todo y nos viene bien echar de menos -¿qué… la carne, el pescado, un poco de dieta?-, no, echar de menos el cariño y el amor que necesitamos todos y no acabamos de compartirlo.
… Y si, después de unos días (40 pueden ser, eso dura la Cuaresma) de esta nueva forma de “ayuno y abstinencia” nos encontramos más ágiles, menos estresados, más contentos, además de confiados y atentos a nuestro interior y al de los demás… ¿será algo así el inicio de un camino de conversión?
Estamos llamados a convertirnos en personas felices, que es lo que Dios quiere. ¡Ojalá el ayuno y la abstinencia nos ayuden a descubrir quiénes somos y creer en el milagro de que podemos ser felices si nos lo proponemos¡
Otra vez, un año más, la Cuaresma nos sale al encuentro y nos invita a comenzar un camino nuevo. ¿Un camino nuevo o el mismo del pasado año?
Si no dejamos que la Cuaresma, cada año, nos cambie la vida, somos como el árbol del camino que nadie poda, cada día más viejo, hasta que el rigor del invierno le deje sin hojas para siempre. Necesitamos la poda de Dios cada año que haga surgir en nosotros la savia nueva de la vida, de la fe, de la esperanza. Es tiempo de poda. Estamos aquí como pobre ceniza para ser de nuevo encendidos por las ascuas del Espíritu. Cuaresma ha de ser cambio en nuestra vida o no es nada, simple ceniza que se lleva el viento. Desde la Palabra de Dios nos gritan apasionados los profetas; desde los acontecimientos de la vida oímos el grito incesante que nos invita a no cruzarnos de brazos; desde el fondo del corazón oímos la denuncia siempre hiriente que nos invita a vencer la monotonía y a declararle la guerra a la vulgaridad, al vacío, al hastío…
Pero un año y otro nos hacemos sordos a tantos gritos y decimos como el poeta Lope de Vega: “Mañana le abriremos, para lo mismo responder mañana”.
¿No es verdad que hay síntomas que nos recuerdan que el camino por donde vamos no es siempre el camino de Dios? En realidad parece que Dios no nos hace demasiada falta; los problemas de cada día se solucionan más bien con salud, dinero y trabajo. Y a Dios lo tenemos encerrado en alguna que otra oración, en alguna misa de vez en cuando, y en la iglesia que para eso está. Y lo sentimos cada vez más lejano, cada día más extraño, hasta acostumbrarnos a vivir sin Él. Como tantos hijos hacen con sus padres en la ancianidad. Tal vez Dios es ya un anciano achacoso y por eso lo hemos metido en el asilo del olvido. Eso sí, lo visitamos de vez en cuando para que luego no digan…
Pero Él, una y otra vez, nos convoca y nos llama, desde el fondo del propio corazón. Porque cuanto más cosas tenemos, más grande se hace la distancia que nos aleja del verdadero sentido de la vida. ¿Somos hombres y mujeres para tener o más bien para ser?
La felicidad no está enlatada en los supermercados del barrio; más bien es una tarea, una conquista del alma, que hemos de emprender cada día. Y Dios tiene mucho que ver con la felicidad. Nos ha entregado a su Hijo para que veamos claro el Camino, para que descubramos la Verdad y saboreemos la Vida. Este es el reto que tenemos delante en esta cuaresma de Pandemia. Vivir para ser, creer para avanzar, amar para descubrir a Dios en los quehaceres de nuestra propia existencia, cuidarnos para cuidar a los otros.
Está muy bien rociarnos de ceniza como símbolo de pequeñez y humildad; pero vale más un gesto de perdón a quien me ha ofendido que diez camiones de ceniza.
Está muy bien una limosna en tiempo de cuaresma como signo de caridad y de conversión, pero vale más un compromiso de luchar por la justicia, una actitud desprendida y en lucha constante contra el consumismo inútil, que mil limosnas de lo que nos sobra.
Está bien ayunar de vez en cuando, como manda la iglesia, para sentirnos solidarios con los pobres y descubrir el sacrificio de los que ayunan todos los días por obligación, pero vale más ayunar de egoísmos, de odios, de avaricias, de mentiras, de zancadillas y de indiferencia que dejar de comer cuatro filetes de carne los viernes cuaresmales.
Está bien encender una vela como signo de oración al Dios que es luz de los hombres, pero vale más encender una sonrisa, una palabra de ánimo, una mano tendida a un enfermo, un saludo cariñoso al vecino al que no tragamos, que mil velones ante el sagrario.
Porque el sagrario más hermoso de Dios son sus hijos, los hombres. La limosna más generosa, el amor que ponemos en lo que hacemos. El ayuno más austero, la lucha contra el pecado y la oración más auténtica la celebración gozosa de la Eucaristía, cada domingo, donde Dios se reparte y se comparte para todo el que quiera sentir su presencia y su ternura. En la iglesia, con todos los creyentes, en familia; Dios, el padrazo, disfruta contemplando a todos sus hijos reunidos y en fiesta. Nos vamos sintiendo redimidos a medida que amamos.
He aquí la cuaresma que empezamos. No es tiempo para darnos golpes de pecho, sino golpes de ánimo. No es tiempo para andar cabizbajos sino más bien para calentar motores y ponernos en camino. No es tiempo para la tristeza, que sabemos muy bien que Dios anda entre nosotros, que nos ha regalado a su hijo, y esto hay que celebrarlo.
Estábamos perdidos y Dios nos ha encontrado a través de su hijo querido.
Góngora nos lo dice hermosamente:
Oveja perdida, ven Sobre mis hombros, que hoy No sólo tu pastor soy, Sino tu pasto también.
Por descubrirte mejor Cuando balabas perdida, Dejé en un árbol la vida, Donde me subió el amor; Si prenda quieres mayor Mis obras hoy te la den.
Oveja perdida, ven Sobre mis hombros, que hoy No sólo tu pastor soy, Sino tu pasto también.
Pasto al fin hoy tuyo hecho, ¿cual dará mayor asombro, o el traerte yo en el hombro, o el traerme tú en el pecho? Prendas son de amor estrecho Que aún los más ciegos las ven.
Oveja perdida, ven Sobre mis hombros, que hoy No sólo tu pastor soy, Sino tu pasto también.
Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén, Tenerife
ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.
Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?
Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.
¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?
La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.
De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir!Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.
La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.
El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.
Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración,el ayuno yla limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….
– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.
– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.
– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.
Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el tú de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.
– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).
Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Comentarios desactivados en “Ayunar de imágenes, escuchar rumores”, por Dolores Aleixandre.
De su blog Un grano de mostaza:
Al llegar Diciembre, reemplazando a los engendros de Halloween y en dura competición con Papá Noel, emergen en nuestros belenes, felicitaciones o escaparates, una serie de personajes que la Navidad ha “esponsorizado” y que la costumbre y el folclore han ido encogiendo y trivializando: los pastorcillos, la mulita y el buey, Herodes en su castillo, los tres reyes magos con sus camellos y sus pajes… Para mucha gente no son ya más que pobladores de un peculiar país de liliputienses a quienes se contempla con paternal condescendencia y a quienes se soporta con la misma resignación que al colectivo Peces-en-el-río atacando de nuevo y amenazando con beberse toda la cuenca hidrográfica.
También es verdad que existen otros ámbitos en los que se intenta darles un tratamiento diferente pero a veces es peor si el “entendido” de turno, carraspeando un poco e impostando levemente la voz, trata de sacar a su auditorio de su ignorancia bíblica: “Bien, como de todos Vds. es sabido, estamos ante narraciones de género midrásico, carentes de intencionalidad histórica…” Y da en hueso porque el auditorio no suele arder en ansias de ser ilustrado y además se enfada mucho cuando alguien pretende tocarles las cosas que aprendieron de pequeños.
Tratando de encontrar una vía alternativa, mi propuesta es “hacer un ayuno” de imágenes y releer los relatos de la infancia de Jesús en los dos primeros capítulos de Lucas, prestando atención solamente a su “banda sonora“.
Empezar por escuchar los “rumores“, el murmullo de conversaciones que suscita el nacimiento de Jesús, captando la “ebullición comunicativa” que va alcanzando e implicando a todos los personajes: nace del ámbito de Dios que envía al ángel Gabriel a hablar con Zacarías en el templo mientras, fuera, la gente se hace preguntas inquietas. La conversación se reanuda entre María y el ángel, continúa después entre ella e Isabel que pronuncia su bendición “con una voz fuerte” y la escena desemboca en un himno de alabanza; cuando Zacarías recuperó el habla y se puso a bendecir al Señor, “lo sucedido se contaba por toda la serranía de Judea y cuantos lo oían pensaban en su interior ¿qué va a pasar con este niño”. En las afueras de Belén se escuchan himnos de ángeles y los pastores que los han escuchado en silencio, toman enseguida la palabra, cuentan en Belén lo que les han dicho y se vuelven glorificando a Dios; Simeón entona otro himno, bendice a los padres del niño y Ana se pone a hablar de él a todos.
Y en medio de este tejido sonoro de palabras humanas, se van entrecruzando la gracia y la Palabra de Dios que descienden y la bendición que asciende hacia él dándole respuesta, avanza por ondas concéntricas y contagia cada vez a más gente: a los que rodean la oración de Zacarías; a amigos y vecinos que escuchaban y se preguntaban; a los destinatarios del anuncio de la salvación; a todos los que en Belén oyen a los pastores, a las naciones que vislumbra Simeón como últimas destinatarias de la luz que trae el niño, a “los que esperaban el rescate de Jerusalén” y son evangelizados por Ana la profetisa . Hasta los ángeles se dejan arrastrar por ese movimiento multiplicador: “se les juntó un ejército celeste cantando…”. “Ver no es suficiente“, insinúa discretamente Lucas, “sólo la Palabra desvela el fondo de las cosas que, detrás de sus apariencias banales, esconden un sentido que sólo saben percibir los que estén dispuestos a escuchar.”
Un año más está ante nosotros la posibilidad de que los “rumores y murmullos” que suscita el nacimiento de Jesús nos hagan más capaces de “bien decir” de Dios, de la vida y de las personas. Una vez más se deja oír esa “banda sonora” que cuestiona, provoca, invita a desplazamientos, a cambios de lugar y de postura y convoca a búsqueda y a urgencia.
Feliz Navidad y próspero año nuevo para escucharla y bailar a su ritmo.
Juan Zapatero Ballesteros
Sant Feliu de Llobregat (Barcelona).
ECLESALIA, 10/03/23.- Al llegar la Cuaresma, la Iglesia recuerda a sus fieles el deber de hacer penitencia, de manera más intensa, con el propósito de avanzar en el camino de la conversión y el obtener perdón de los pecados. Son, entre otros, el ayuno y la abstinencia dos instrumentos más que propicios para conseguirlo. Creo que no es necesario recordar el significado concreto que tienen estas dos prácticas; en todo caso, el diccionario de la Lengua lo explica de manera perfecta.
Es esta una práctica habitual que la Iglesia recomienda realizar a sus fieles durante el tiempo de Cuaresma. El objetivo concreto de hacerlo durante ese tiempo no es otro que llegar purificados a la celebración de la Pascua, la fiesta clave y fundamental de los cristianos. Se trata de cuarenta días, cronológicamente hablando, en recuerdo del tiempo que Jesús pasó en el desierto. Hago tal aclaración, porque, sobre todo, después de la última pandemia, eso de «cuaresma, cuarentena» no coincide con la realidad temporal de cuarenta.
Independientemente de cuántos puedan ser, numéricamente hablando, los que cumplen con esta práctica, lo que sí es cierto es que quienes deciden seguir la norma eclesiástica de privarse, durante la Cuaresma, de ciertas cantidades de alimentos en general y de abstenerse de comer otros, todos ellos deciden hacerlo libremente. Eso sí, a sabiendas de que, una vez acabada la celebración de la Pascua, podrán volver a las andadas, sin control en unos casos. Otros, en cambio, de manera más civilizada y habitual a como lo venían haciendo. Sin descartar que habrá unos terceros que acabarán convertidos de verdad; no lo vamos a negar. Lo que dicho en Román paladino significa que, en general, la mayoría acabará con muy poco o nulo propósito de enmienda de no volver a las andadas.
Si nos atenemos, dentro del mundo, a la sociedad rica, bien estante y opulenta, observamos que también se cumple con las exigencias de otra «cuaresma», asumidas libremente, claro, que tiene como finalidad conseguir otros objetivos. Estarían, en primer lugar, quienes, siguiendo las recomendaciones del facultativo de turno, optan por poner freno a ciertos excesos de comida y de bebida, si es que de verdad quieren conseguir recuperar la salud, demasiado deteriorada en algunos casos.
En segundo lugar, estaría la «cuaresma» de quienes se abstienen de cuánto haga falta y más, con tal de conseguir los cánones de belleza física impuestos por la moda social del momento. Para ello no escatiman ni las privaciones más dolorosas que les puedan llegar a imponer. A pesar, eso sí, de que, la mayoría de las veces, todo ello no les hace más felices, ni mucho menos. Más bien, en muchos casos, todo lo contrario. Pero es igual; han conseguido lo que pretendían: ser admirados y envidiados por una sarta de «borregos», muy débiles mentalmente, que acabarán pagando el pato. ¡Y de qué manera!
Hay que decir, en honor a la verdad, que estos últimos no solo desconocen la abstinencia, sino que practican de manera devoradora lo contrario de lo que ella significa. Consumen hasta la saciedad cuantos productos, materiales o no, les proponen quienes han conseguido introducirlos en el canon de belleza que a ellos les interesa. Productos que, según les dicen, no van a destruir su belleza exterior, a pesar de que interiormente les conviertan en auténticos adefesios y en verdaderas marionetas manipulables.
Por último hay unos terceros, de aquí, de allí, del otro lado y de más allá, este es precisamente uno de los efectos secundarios de la globalización, que ya llevan ayunando desde hace tiempo. ¡Y lo que les queda! Pero no porque así lo hayan decidido ellos, sino porque otros, que sí que sabemos quiénes son, aunque ellos no den la cara, se lo imponen sin más. Y mejor no meternos a indagar, porque podríamos correr la suerte de salir muchos o todos salpicados. Algunos, no sé cuántos, pertenecientes probablemente al sector de los que ayunamos y practicamos la abstinencia tal y como manda la Santa Madre Iglesia. Otros, a los sumisos al canon de belleza. Otros también a quienes piensan que ayunar es saludable; pero en la casa del vecino, no en la propia, claro.
Y si se me apura, algunos más, unos cuantos o muchos, a quienes piensan que «la vida es así, que han tenido mala suerte y, por tanto, qué lo vamos a hacer. Que, dado que la vida tiene estas cosas, les ha tocado a ellos: aguantar, que es lo que toca».
No estaría mal que, en estos momentos, todos, unos como creyentes en el mensaje de Jesús, otros como personas que conservan o conservamos aún un poco de buena voluntad, recordáramos las palabras del profeta Isaías (58, 6-12): «Más bien, el ayuno que yo quiero es que se desaten las ataduras de la impiedad, que se suelten las cargas de la opresión, que se ponga en libertad a los oprimidos, ¡y que se rompa todo yugo! Ayunar es que compartas tu pan con quien tiene hambre, que recibas en tu casa a los pobres vagabundos, que cubras al que veas desnudo, ¡y que no le des la espalda a tu hermano!» .
Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén, Tenerife
ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.
Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?
Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.
¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?
La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.
De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir!Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.
La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.
El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.
Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración,el ayuno yla limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….
– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.
– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.
– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.
Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el tú de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.
– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).
Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén, Tenerife
ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.
Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?
Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.
¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?
La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.
De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir!Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.
La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.
El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.
Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración,el ayuno yla limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….
– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.
– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.
– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.
Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el tú de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.
– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).
Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén, Tenerife
ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.
Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?
Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.
¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?
La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.
De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir!Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.
La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.
El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.
Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración,el ayuno yla limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….
– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.
– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.
– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.
Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el tú de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.
– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).
Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Comentarios desactivados en Hay sabiduría en ayunar
Del blog Amigos de Thomas Merton:
“No es que el alimento sea un mal, ni que las satisfacciones naturales sean algo que Dios nos concede de mala gana, prefiriendo privarnos de ellas cuando puede. Ayunar es bueno porque el mismo alimento es bueno. Pero las cosas buenas de este mundo tienen eso, que son buenas en su momento y no fuera de él. El alimento es bueno, pero comer constantemente es malo, y en realidad ni siquiera es agradable. El hombre que se atiborra de alimento y de bebida disfruta con su hartura mucho menos que quien ayuna con su frugal colación.
Aun el ayuno mismo, en moderación y conforme a la voluntad de Dios, es cosa agradable. Hay saludables goces naturales en la contención de sí mismo: goces del espíritu, que comparte su ligereza aun con la carne. Feliz el hombre cuya carne no carga a su espíritu sino que sólo se apoya ligeramente en su brazo como graciosa compañera.
Por eso hay sabiduría en ayunar. La cabeza clara y el andar ligero de quien no come en exceso le permiten ver su camino y caminar por la vida con una alegría más sabia. Incluso hay una profunda justicia natural en este ayuno en primavera.
Estas razones son verdaderas en lo que pueden valer, pero no son por sí mismas una explicación suficiente del ayuno cuaresmal. Ayunar no es meramente una disciplina natural y ética para el cristiano. Es cierto que San Pablo evoca la comparación clásica del atleta que se entrena, pero el propósito del ayuno cristiano no es sencillamente tonificar su sistema, quitarse grasas inútiles y poner en forma el cuerpo, igual que el alma, para la Pascua. El significado religioso de la Cuaresma llega más hondo que eso. Nuestro ayuno ha de verse en el contexto de la vida y la muerte, y San Pablo puso en claro que él sometía al cuerpo a sujeción no sólo por el bien del alma, sino para que el hombre entero no fuese arrojado fuera.
Dicho de otro modo, el ayuno cristiano es algo esencialmente diferente de una disciplina filosófica y ética para el bien del ánimo. Tiene parte en la obra de la salvación, y por tanto en el misterio pascual. El cristiano debe negarse a sí mismo, sea con el ayuno o de algún otro modo, para poner en claro su participación en el misterio de nuestra sepultura con Cristo para resucitar con Él a una nueva vida. Eso no puede ser meramente cuestión de actos interiores y buenas intenciones. No se entiende que haya de ser algo puramente mental y subjetivo. Por eso el ayuno le está propuesto al cristiano por una larga tradición y por la Biblia misma, como un modo concreto de expresar la negación de sí mismo imitando a Cristo y participando de sus misterios.
Es cierto que la actual disciplina de la Iglesia, por serias razones, ha aliviado la obligación de ayunar, y en algunos países, la ha suprimido del todo. Pero, ciertamente, el cristianismo debería desear, si es capaz de ello, participar en esa antigua observancia cuaresmal, tan necesaria para una autentica comprensión del significado del Misterio Pascual”.
*
Thomas Merton, Tiempos de Celebración,
Pág. 127-128
Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén, Tenerife
ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.
Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?
Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.
¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?
La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.
De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir!Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.
La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.
El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.
Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración,el ayuno yla limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….
– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.
– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.
– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.
Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el tú de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.
– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).
Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Comentarios desactivados en Cuaresma 2018: Isaías actual.
Del blog de Amigos de Thomas Merton:
“Así dice el Señor tu Dios …
No ayunéis como ahora, haciendo oír en el cielo vuestras voces.
¿Es ese el ayuno que el Señor desea, para el día que el hombre se mortifica? Mover la cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza, ¿a eso le llamáis ayuno, día agradable al Señor?
El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no cerrarte a tu propia carne.
Entonces romperá tu luz como la aurora, enseguida te brotará la carne sana, te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamará y te responderá, gritarás y te dirá:
“Aquí estoy”.
Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.
El Señor te dará reposo permanente; en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña, reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre cimientos de antaño; te llamarán reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas.”
*
Isaías 58, 4 al 12
***
“Hay un Dios de ayuno negativo, como un ídolo de rostro cabizbajo, como desfigurado, que va echando en cara a los hombres sus delitos y sus transgresiones… Éste es el Dios del ayuno falso, sediento de sacrificios y sangre, de castigos e infiernos, para así sentirse seguro a sí mismo. Pues bien, en contra de eso, el Dios del evangelio (que mora en lo secreto y no se impone por la fuerza) goza amando a los hombres, y se alegra así con ellos (¡se lava el rostro herido, perfuma su cara…!), para que nosotros podamos vivir en concordia, en justicia, en misericordia. “
*
Xabier Pikaza. Religión de Cuaresma, tres pilares: limosna, oración, ayuno.
El blog de X.Pikaza. 13/2/18 (Religión Digital)
Hemos querido encaminar así la cuaresma de este año, volviendo a lo más justo de nuestra vida, lo más sostenible, lo más limpio.
Desde hace tiempo se habla mucho de conversión ecológica, procurando que nuestra mirada se dirija más hacia el cuidado de la casa común, como nos recordaba Francisco en su encíclica Laudato Si.
Os animamos a vivir una eco-cuaresma, una cuaresma en clave de conversión, ecológica, y de cualquier otro aspecto que necesite un giro de tuerca.
No es necesario realizar grandes aspavientos para vivir una cuaresma convertida, o conversa. La historia ha teñido la cuaresma de un morado doloroso, cuando no es así su origen. Este tiempo previo a la Pascua es eso, un tiempo de preparativos, y para eso no es preciso flagelarse o abusar de la palabra sacrificio como si esta significara “dolor o pérdida” cuando en realidad expresa “hacer algo sagrado” (una aclaración importante).
Así pues vivamos una eco-cuaresma, haciendo cada cosa de manera sagrada. Procurando no tener asuntos pendientes.
La tradición, que suele acertar (no siempre, es cierto), propone tres claves que podemos aprovechar para realizar esa nueva versión del corazón.
Limosna: Compartir aquello que tenemos con lleva a ser conscientes de lo afortunados que somos. ¿Qué es lo que tienes? No es necesario que sea únicamente dinero, comparte lo que posees. Si haces una lista de tus posesiones es probable que te encuentres con otras propiedades: ropa, tiempo, alegría, capacidad de servir, posibilidades de hacer gestos de bondad y de cariño,… y dinero, sí, también eso.
En esta eco-cuaresma la limosna la relacionamos con la abundancia de la naturaleza, que da de manera generosa, desbordándose, que de una semilla salen varios frutos y de ellos cientos de docenas de semillas, en un gesto multiplicador.
Ayuno: todas las tradiciones religiosas conceden una gran importancia al ayuno, no solo porque beneficia al cuerpo, que también, sino porque ayuda a tener la mente y el espíritu más despierto, más atento a lo que sucede. Podemos relacionar el ayuno con la contención de la voracidad de nuestros deseos más cotidianos: la inmediatez de los resultados, la prisa, la ausencia de autocrítica, la fe ciega en nuestras opiniones,…
En esta eco-cuaresma el ayuno nos recuerda que también podemos modificar nuestros hábitos de consumo injusto y degradante. Quizás a partir de ahora puedas cambiar tus infusiones habituales de un comercio convencional sencillamente por unas de comercio justo. ¿Se resentirá en exceso tu presupuesto?, pero a lo mejor mejora tu autoestima humana, además de colaborar con un mundo más de Dios.
Oración: esto es lo que más nos cuesta, porque no se ve, porque no se obtienen resultados inmediatos. Es lo que tiene amar, que suele ser gratis. Orar es adquirir un hábito saludable, por eso te animamos a proponerte un tiempo de oración, pero con realismo, algo que verdaderamente puedas llevar a cabo (mira que no usamos la palabra “cumplir”); proponerse metas ambiciosas que no son realistas genera frustración y abandono de proyecto, y… el proyecto no es otro que aumentar la relación con Dios.
Probablemente tengas cerca una iglesia a la que poder acudir algún rato a lo largo de la semana, o una comunidad con la que compartir alguna celebración, o un ratito en tu habitación, respirando y agradeciendo, respirando y agradeciendo.
A quienes estáis cerca de nuestro monasterio os proponemos compartir con nosotras la oración de la tarde de los sábados, que es la que da comienzo al domingo. Os esperamos a las 19:30 h.
Y en clave de eco-cuaresma la oración nos ayuda a mirar la creación como la mira Dios, con ternura, cuidado y mimo. Creación es todo: tú, el resto de la humanidad, los seres vivos, las montañas, el aire, la nieve, el agua, el cosmos,… Siéntela tuya, como lo más preciado. Y actúa.
Miré dentro y pensé que algo debe cambiar, no puedo caminar con rencor en la piel y en los ojos la sal. Confiar otra vez en la humanidad, disfrutar de tus besos, oler en tus manos toda tu bondad. Encontrar la razón de las horas perdidas, entender el perdón como un gesto de amor para toda la vida. Aceptar que hoy es hoy y que ayer fue pasado, que aprender a vivir es saber descubrir que el futuro está actuando. Olvidar el dolor de palabras hirientes y cambiar la razón ojos que no te ven corazón que te siente. Entregarme a la luz cuando llegue el momento y buscarte en mi alma, encontrarte, saber y sentir que no tengo asuntos pendientes. Asuntos pendientes…
Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén, Tenerife
ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.
Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?
Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.
¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?
La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.
De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir!Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.
La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.
El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.
Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración,el ayuno yla limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….
– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.
– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.
– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.
Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el tú de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.
– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).
Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Comentarios desactivados en Sentir el latido de Dios en la entraña
Magdalena Bennásar Oliver Mallorca.
ECLESALIA, 15/02/16.- En invierno nos cubrimos de ropa para protegernos del frío, viento, humedad… gracias a estas ropas nos protegemos de posibles enfermedades. La ropa también cubre nuestra intimidad pudiendo esconder enfermedades, deformaciones y belleza, mucha belleza.
Estableciendo un sencillo paralelo con nuestra vida interior y como nos protegemos, nos cubrimos no sólo para no enfriarnos sino para no exponernos. Es normal, pero la pregunta sigue siendo en muchos casos ¿es respeto a la intimidad, privacidad o es escondimiento detrás de las máscaras, que por inseguridad, ignorancia… mantenemos cubierto, enterrado, sumergido?
Para sentir el latido hace falta tocar, a no ser que la persona sufra una taquicardia o haya hecho un esfuerzo importante. No es lo normal sentir nuestros latidos, para llegar a sentirlos es necesario tocar, acercarse suavemente y buscar, palpando, ese pulso.
Tremenda escuela de oración en el propio cuerpo. Para sentir el latido de Dios tengo que tocar su cuerpo, su humanidad, la humanidad y sentirla dentro, así, sin ropas de invierno encubridoras.
¿Acaso no nos resulta más fácil atender las necesidades de los otros antes que a las nuestras?
Me arriesgo a decir que nos han hablado de una caridad en clave patriarcal, lo que ha provocado que millones de mujeres se hayan inmolado en el altar del olvido, del tomarlas por supuesto, del no valorarse porque no las valoran, ni las llaman por su nombre, ni les prestan atención más que para pedirles que hagan, sirvan, cumplan…
Tal vez los pilares de la cuaresma se podrían interpretar también con otro lenguaje:
Ayuna de miradas y palabras negativas, propias primero y también ajenas. Ayuna de esconderte y encubrir todo lo bello y bueno que tienes y eres. Ayuna de seguir cargando cargas ajenas, suéltalas. Tú no tienes la culpa de los males de los otros, tú no tienes que tragar la negatividad de los otros. Tú no tienes que lavar pies todo el rato. Tus pies también son de hija de Dios. A ver quién te los lava.
Abstente de acercarte a los que te miran como “carne” o/y “mano de obra barata”. Abstente de dejarte abusar, de dejarte acallar y mandonear por los gallitos de siempre. Se trata de alejar de ti la negatividad de las personas que no te valoran por ser quien realmente eres para que puedas descubrir el trato de Dios contigo, sin pasarlo por los mediadores que no reflejan el trato de Dios, sino el propio. No comer carne significa no alimentarte de todo aquello que te hace daño.
Da en limosna lo mejor de ti, tu belleza interior, tus talentos escondidos, tu capacidad de risa y de contar historias cuando te sientes segura y aceptada. Valora lo que eres y regálate tu plato favorito. Tal vez es un ayuno diferente, tal vez comas chocolate o te tomes un pintxo, de lo que se trata es de que salgamos del desierto en el que nos han metido para descubrir el desierto al que nos quiere conducir la Ruah. Porque todo esto no es por reivindicar, por hacer ruido, es por dar con la paz interior y colaborar así con la paz del mundo.
Ora con el Dios de Jesús, liberador, tranquilizador, amante, que dialoga con todas y no se amedrenta con las “menos cubiertas de ropajes”. Jesús pacifica, apacigua a todo el que lo necesita, menos a los que se apropian de la paz de los demás con la calumnia, abuso, explotación, falta de respeto, incluso invisibilización.
¡Feliz Cuaresma!
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Comentarios desactivados en Ayunar o no ayunar… esa es la cuestión (o una de ellas) 12 febrero, 2016
Cuando comenzamos la cuaresma se nos plantea el dilema del significado del ayuno. Está claro que no es un tema tonto porque toca algo básico como es la alimentación, y, además, la libre elección de comer o no.
A nosotras nos parece una práctica positiva, siempre que la hagamos con un criterio profundo y reflexionado.
El ayuno cuaresmal no es una dieta, no es algo para mí, para sentirme mejor físicamente, para liberar toxinas. Tampoco es un castigo, ¿quién te condena a ayunar en cuaresma? Los castigos en nuestra fe cristiana no son otra cosa sino herejías.
Tampoco es el ayuno una práctica para que mi ego aumente al sentirme más capaz, con más fuerza de voluntad, mejor cumplidor de la tradición,… más te valdría entonces darte una vuelta por la pastelería y “pecar” conscientemente; tienes un problema de flexibilidad mental y espiritual.
El ayuno no es un medio para “salvarnos”, una especie de flagelo antes de la Pascua que nos convierte en más auténticos y con más posibilidades de tener mejor puesto en el futuro banquete celestial (a ver quién ayuna ahí).
Todas las tradiciones religiosas contemplan el ayuno como camino hacia el interior, un medio poderoso para conectar con la verdad más profunda. Es un buen aval para no despreciar el ayuno diciendo que es cosa de curas. Curiosamente muchas personas que practican meditación zen aceptan el ayuno como un gran medio en su camino espiritual.
Otras personas consideran que el ayuno es algo pasado de moda, y es cierto que así es cierta manera de entender el ayuno, pero… me remito al párrafo anterior: cada vez es mayor el número de personas que realizan prácticas propias de tradiciones espirituales orientales en las que se contempla el ayuno como elemento básico. Y nadie puede negar que no hay cierta moda en algunos de estos movimientos, aunque muchos están basados en un serio trabajo espiritual.
Necesitamos redescubrir el ayuno como puerta para encontrarnos con nuestra debilidad, con nuestra vulnerabilidad y así adquirir una mirada compasiva hacia quienes viven habitualmente en la fragilidad, tantas personas a las que dañamos con nuestra manera de consumir, de despilfarrar, de mirar la tierra con frivolidad y sentimiento de posesividad.
Ayunar nos obliga a frenar nuestras compulsiones, nuestros caprichos, y trabajar nuestra libertad interior.
Jesús nos habla del ayuno como búsqueda de Dios. Por eso es una buena práctica para quienes nos definimos como buscadores y buscadoras de Dios. La Biblia dice que el ayuno consiste en no cerrarte en los propios caprichos, los propios deseos vanos. Tradicionalmente los Padres de la Iglesia nos dicen “ayunar para ver, ayunar para despertar”.
La invitación al ayuno es para que con nuestros gestos no oprimamos sino que seamos testimonio de compasión, agentes de liberación, que seamos espaciosidad para tu propio ser y el de los demás.
A partir de aquí cada uno, cada una sabemos qué nos despierta, qué podemos hacer para vivir la cuaresma con espíritu vigilante.
¿De qué tenemos que ayunar para que nos ayude a ver?
Comentarios desactivados en Arranca el Ramadán: Uno de cuatro habitantes del planeta vive el Ramadán.
El mes sagrado de ayuno musulmán
Uno de los cinco pilares del Islam
Según la tradición islámica, este fue el mes en el que el profeta Mahoma empezó a recibir la revelación del libro sagrado, el Corán
Un período especial en el que las puertas del Paraíso se mantienen abiertas, según la tradición
Como hermanos en la Fe en un mismo y único Dios, como hijos de Abraham, deseamos un provechoso Ramadán que traiga frutos provechosos, especialmente a nuestros hermanas y hermanos LGTB. Que Al-lāh (الله), Santo sea su Nombre, les proteja y abra las mentes de los responsables islámicos para dar cabida a todos y todas.
Las autoridades musulmanas de todo el mundo, también de España, anunciaron el pasado martes que el mes sagrado de Ramadán daba comienzo oficialmente pasado jueves, después de determinar que el mes de shaaban (el octavo en el calendario islámico) se prolongará hasta el m iércoles por la noche. El muftí de Egipto, el jeque Shauqi Alam, máxima autoridad religiosa del país, anunció que el mes sagrado, durante el cual los musulmanes deben ayunar en las horas diurnas, iba a dar comienzo de forma oficial el pasado jueves.
Alam explicó que los expertos religiosos no pudieron observar esta noche en el cielo la primera franja de la luna creciente, que marca el comienzo del mes de ramadán (el noveno del calendario islámico), lo cual indica que todavía falta un día para su inicio. El muftí aprovechó esta ocasión para felicitar al pueblo egipcio y a todos los pueblos musulmanes, y pidió que este mes “traiga todo el bien y aleje la maldad de Egipto y los países árabes y musulmanes”.
Por otra parte, el Gabinete Real saudí anunció que el ramadán empezaría en Arabia Saudí el jueves, según informó la agencia oficial SPA. Asimismo, la agencia de noticias yemení, Saba, también informó de que el ramadán empezaría el jueves, según dispuso el Gobierno yemení exiliado en la capital saudí, en base a un comisión islámica que no pudo divisar la luna creciente esta noche. Por su parte, el movimiento rebelde chií yemení de los hutíes, que controla la capital Saná y varias provincias del país, aún no ha anunciado el inicio del mes sagrado. Los chiíes musulmanes suelen dar comienzo a este mes en un día diferente a la mayoría suní, más por razones políticas que religiosas.
En Siria, donde la mayoría de la población es suní pero el Gobierno es chií, el jueves fue el primer día de ramadán, tal y como anunció hoy el juez religioso primero del país, Mahmud al Maraui. En un comunicado, difundido por los medios de comunicación oficiales, Al Maraui explicó que al atardecer del pasado martes no se avistó el cuarto creciente de la luna, con lo que el mes de shaaban, previo a ramadán, tendrá treinta días que se completaron el jueves.También Jordania, Catar, el Líbano y los territorios palestinos anunciaron que el Ramadán iba a empezar el jueves.
El Ramadán es un mes de gran importancia y simbolismo para los musulmanes, en el que los creyentes se abstienen de comer, beber, fumar y mantener relaciones sexuales desde el alba hasta la puesta del sol. Según la tradición islámica, este fue el mes en el que el profeta Mahoma empezó a recibir la revelación del libro sagrado, el Corán. El cumplimiento del ayuno es uno de los cinco pilares del islam y sólo quedan exentos las mujeres embarazadas o con la menstruación, los enfermos, los niños y los viajeros, tal y como establecen las normas religiosas.
Los musulmanes, casi un cuarto de la población mundial, han iniciado el Ramadán, un mes en el que dejan de comer y beber entre el alba y el ocaso, cambian sus comportamientos sociales y prodigan sus muestras de piedad para sentirse más cerca de Alá.
Durante el periodo que comienza, según la observación del creciente lunar en el cielo, se multiplican los ritos religiosos, la lectura del Corán y los actos de devoción y recogimiento como forma para lograr la purificación del cuerpo y del alma, sentido último del mes más sagrado.
Aparte de las cinco oraciones diarias decretadas en el islam que se practican durante todo el año, en el Ramadán se añaden ritos como Tarawih (oración especial que se hace antes de la medianoche) además de lo que se llama “tahayud” u oraciones voluntarias que se puede realizar en el último tercio de la noche.
Las mezquitas mantienen sus puertas abiertas casi todo el día y la noche para acoger a los fieles en cualquier momento que lo deseen, además de organizar diversas charlas religiosas y debates durante todo el mes.
Los ayunantes se abstienen no solo de comer y beber durante las horas de luz, sino también de fumar y mantener relaciones sexuales; además, deben evitar la mentira y la maledicencia.
Muchos musulmanes no practicantes, que toman bebidas alcohólicas o comen cerdo, ven el Ramadán como un mes de purificación en el que abandonan esas prácticas. El ambiente en los países musulmanes ayuda, porque los lugares donde se dispensan bebidas alcohólicas cierran todo el mes.
Además, los fieles intentan cambiar su comportamiento, multiplicar las acciones de bondad e incluso se notan cambios en la imagen de las mujeres, ropa más recatada y maquillaje menos llamativo.
Según la tradición musulmana, el Ramadán es un mes especial en el que las puertas del Paraíso se mantienen abiertas y las del infierno cerradas, así como los diablos se quedan encadenados, por lo que muchos fieles lo consideran un momento idóneo para que les sean perdonados y borrados todos sus pecados.
El Ramadán es también el mes donde se estrechan los lazos sociales: el iftar (ruptura del ayuno) es el momento que reúne a toda la familia alrededor de la mesa.
Los musulmanes aprovechan el mes para hacer visitas a sus familiares e incluso para resolver diferencias y reconciliarse con algún pariente.
En este mes también se prodigan los actos de beneficencia, se forman asociaciones caritativas que reparten todo tipo de ayudas a las familias precarias y se organizan banquetes colectivos en las calles cerca de las mezquitas para los ayunantes pobres o aquellos que están solos.
Por otra parte, el Ramadán es el mes de consumo por antonomasia, los gastos sobre los diferentes productos alimentarios se disparan, las pastelerías aprovechan el momento para ofrecer irresistibles y exclusivas creaciones saladas y dulces y registran inéditas colas durante todo el mes.
Es el periodo también en el que las mujeres dedican más horas a la cocina para preparar grandes cantidades de comidas y delicias específicas de este momento.
Y contrariamente a lo que aconsejan los médicos y nutricionistas, los musulmanes rompen sus ayunos con comida copiosa cargada de calorías y grasas con lo que terminan ganando peso y con problemas digestivos.
Y a pesar de que las personas enfermas o débiles y los muy ancianos son exonerados de hacer el Ramadán, muchos desafían esta autorización y los consejos de sus médicos y ayunan.
Los cambios afectan también los horarios diarios de trabajo que se reducen de 8 a seis horas en las diferentes administraciones y empresas, aunque citar la baja productividad del mes es casi tabú porque equivaldría a resaltar aspectos negativos del mes más santo.
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Imagen: Paulo Trollo
ECLESALIA, 20/03/15.- En el evangelio que abría el tiempo de Cuaresma, Jesús nos invita a practicar de corazón las disciplinas espirituales de la oración, el ayuno y la limosna. Suena un poco raro hablar de disciplinas en pleno siglo XXI, como si el tema fuera medieval. No falta quien se ríe de todo esto, incluso entre creyentes, pero son un camino presente en todas las tradiciones religiosas y necesario para el crecimiento integral del cristiano.
La palabra “disciplina” viene de la misma raíz que “discípulo”. En su sentido más etimológico podríamos definirla como una práctica sistemática propuesta por un maestro a un discípulo para alcanzar la perfección en algún aspecto de su vida. Hay disciplinas deportivas, artísticas, científicas… Desde la óptica cristiana, ser discípulo de Cristo es seguirle, escucharle, amarle y practicar las disciplinas que nos propone.
El problema es que las disciplinas clásicas están muy denostadas debido a que fueron convertidas en la Edad Media por la Iglesia en leyes y obligaciones impuestas a los fieles (¡y a los infieles!) a la fuerza. Disfrazadas como penitencias, se presentaban como imprescindibles para obtener el perdón de Dios. Pero podemos redescubrirlas desde la libertad y el amor. Así veremos que son un regalo para nosotros, no para ganarnos el amor de Dios (que nos ama incondicionalmente), sino para celebrar el amor de Dios. Para agradecer su amor, quiero ser más libre, más justo, más amoroso.
En esta perspectiva, las tres disciplinas espirituales de la Cuaresma, oración, ayuno y limosna, encuentran su relación con las tres dimensiones del amor: a Dios, al prójimo y a uno mismo.
La oración nos ayuda a amar a Dios. La práctica de la oración y de todas las disciplinas asociadas a ella, como el silencio, la soledad, la reflexión, la “consciencia plena”, la meditación bíblica, la escritura de un diario personal, la participación en la liturgia de la comunidad, la lectura de un libro teológico,… me preparan y me ayudan a ponerme a tiro de la acción de Dios en lo profundo de mi ser. Cuando oro, conozco y amo más a Dios, intuyo su paso en mi día a día, alimento mi vida interior, soy menos superficial, me fijo más en lo que se me regala, doy gracias por estar rodeado de belleza aún en medio de la más terrible situación, empatizo con los que sufren, recargo mis pilas para ayudarles, soy consciente de mi debilidad y pequeñez a la vez que de mi maravillosa dignidad de hijo o hija de Dios.
La limosna nos ayuda a crecer en el amor al prójimo. Esta no es simplemente rascarse el bolsillo para dar unas monedas al pobre que está a la puerta del supermercado. Dar limosna es hacer todo aquello que me lleva a salir al encuentro del otro en sus necesidades: ser más consciente de la injusticia y la violencia, servir a otros, visitar al enfermo, restañar heridas afectivas, encontrar tiempo para hablar con nuestra familia de algún asunto que venimos postergando, fijarme más en lo bueno que hay en los demás, regalar piropos y alabanzas, ser miembro o voluntario de una oenegé… Es decir, no quedarme con dar, sino dar-me.
Finalmente, el ayuno nos lleva a amarnos más a nosotros mismos. Hay muchos tipos de ayuno, desde el que busca fines terapéuticos hasta políticos (Gandhi) o solidarios (Manos Unidas). El reto del ayuno espiritual es que, para ser efectivo, necesitamos encontrar de qué tenemos que ayunar o abstenernos. Para muchos, el ayuno clásico de la comida seguirá siendo un gran medio, pero para otros el ayuno difícil y preciso será, por ejemplo, dejar de ver tanto la televisión, apagar algunos días el móvil, librarse de una adicción o afecto desordenado, controlar la lengua y no hablar mal de otros, recuperar tiempos de silencio… En definitiva, el ayuno y la abstinencia nos llevan al autocontrol y la autoestima y son sinónimos de desengancharse, desintoxicarse, desconectar, desapegarse, desprenderse… Es decir, hacer todo lo que me lleve a ser una persona más equilibrada, autónoma y libre… que tiene más tiempo para amar a Dios y al prójimo.
¿Quién dice que todo esto está trasnochado? Justo al contrario: donde desaparecen la fe y la espiritualidad, brotan miles de escuelas de autoayuda que siguen ofreciendo las mismas soluciones antiguas disfrazadas o maquilladas como novedades. Véase en cualquier librería cuánto ocupa hoy la sección de Religión y cuánto la de Autoayuda o “Nueva Era”…
No se trata de estar mirándonos al ombligo. Justo lo contrario: si queremos cambiar las estructuras injustas, si queremos enfrentarnos al mal sistémico, si creemos que otro mundo es posible, tenemos que empezar por nosotros mismos. Ayunar, dar limosna y orar…, tres sencillas propuestas para ser mejores. Si, además, se practican sin darnos importancia, mejor. No es preciso ir publicando en Facebook o el WhatsApp cada pequeño paso adelante. De hecho, nos dice Jesús: “Vuestro padre, que ve en lo secreto, os recompensará…”
Comentarios desactivados en 40 días de ayuno contra el matrimonio gay.
El colectivo homófobo plantea iniciativas cada vez más originales, sin dejar de ser absurdas. En Estados Unidos, la Fundación de la Familia de Virginia ha hecho un llamamiento a todos los americanos para que tomen parte de un ayuno de 40 días de duración en apoyo de lo que ellos consideran “matrimonio tradicional” entre un hombre y una mujer, y en contra del matrimonio gay.
La llamada a la acción de esta pseudo organización se presenta con la finalidad de protestar contra el proyecto de ley que permitiría casarse a las parejas homosexuales, y de lo que consideran “filosofías paganas, un establecimiento de educación secular humanista y una industria del entretenimiento que está absolutamente determinada a acabar con el desarrollo de la decencia y la moralidad”.
Esta singular forma de manifestación está prevista del 27 de agosto al 5 de octubre de 2014, y además del ayuno, los que la secunden también tendrán que“orar y arrepentirse”para completar la protesta. El día que terminaría este “huelga de hambre” coincide el comienzo de la sesión en la corte de justicia.
“Solo la Iglesia apoya el diseño de Dios para el matrimonio. Nuestros 40 días culminarán el 5 de octubre justo el día antes que la corte comienza su período de sesiones. No sabemos lo que el Señor va a hacer. Sabemos que Él es soberano. Pase lo que pase, debemos adoptar la actitud de los tres jóvenes hebreos que se negaron a inclinarse ante la imagen de oro en Babilonia”, explican en la Fundación.
“Nuestro estado y la nación se encuentran sumidos en un pantano de la confusión y pensamiento post-moderno, que no cree en los absolutos ni en la verdad. En ninguna parte es esto más evidente que en el debate actual sobre lo que constituye el matrimonio”, aseguran. “Nuestra gran tierra se ha convertido en un lugar que nuestros antepasados no podrían llegar a imaginar”, añaden.
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