Cuando comenzamos la cuaresma se nos plantea el dilema del significado del ayuno. Está claro que no es un tema tonto porque toca algo básico como es la alimentación, y, además, la libre elección de comer o no.
A nosotras nos parece una práctica positiva, siempre que la hagamos con un criterio profundo y reflexionado.
El ayuno cuaresmal no es una dieta, no es algo para mí, para sentirme mejor físicamente, para liberar toxinas. Tampoco es un castigo, ¿quién te condena a ayunar en cuaresma? Los castigos en nuestra fe cristiana no son otra cosa sino herejías.
Tampoco es el ayuno una práctica para que mi ego aumente al sentirme más capaz, con más fuerza de voluntad, mejor cumplidor de la tradición,… más te valdría entonces darte una vuelta por la pastelería y “pecar” conscientemente; tienes un problema de flexibilidad mental y espiritual.
El ayuno no es un medio para “salvarnos”, una especie de flagelo antes de la Pascua que nos convierte en más auténticos y con más posibilidades de tener mejor puesto en el futuro banquete celestial (a ver quién ayuna ahí).
Todas las tradiciones religiosas contemplan el ayuno como camino hacia el interior, un medio poderoso para conectar con la verdad más profunda. Es un buen aval para no despreciar el ayuno diciendo que es cosa de curas. Curiosamente muchas personas que practican meditación zen aceptan el ayuno como un gran medio en su camino espiritual.
Otras personas consideran que el ayuno es algo pasado de moda, y es cierto que así es cierta manera de entender el ayuno, pero… me remito al párrafo anterior: cada vez es mayor el número de personas que realizan prácticas propias de tradiciones espirituales orientales en las que se contempla el ayuno como elemento básico. Y nadie puede negar que no hay cierta moda en algunos de estos movimientos, aunque muchos están basados en un serio trabajo espiritual.
Necesitamos redescubrir el ayuno como puerta para encontrarnos con nuestra debilidad, con nuestra vulnerabilidad y así adquirir una mirada compasiva hacia quienes viven habitualmente en la fragilidad, tantas personas a las que dañamos con nuestra manera de consumir, de despilfarrar, de mirar la tierra con frivolidad y sentimiento de posesividad.
Ayunar nos obliga a frenar nuestras compulsiones, nuestros caprichos, y trabajar nuestra libertad interior.
Jesús nos habla del ayuno como búsqueda de Dios. Por eso es una buena práctica para quienes nos definimos como buscadores y buscadoras de Dios. La Biblia dice que el ayuno consiste en no cerrarte en los propios caprichos, los propios deseos vanos. Tradicionalmente los Padres de la Iglesia nos dicen “ayunar para ver, ayunar para despertar”.
La invitación al ayuno es para que con nuestros gestos no oprimamos sino que seamos testimonio de compasión, agentes de liberación, que seamos espaciosidad para tu propio ser y el de los demás.
A partir de aquí cada uno, cada una sabemos qué nos despierta, qué podemos hacer para vivir la cuaresma con espíritu vigilante.
¿De qué tenemos que ayunar para que nos ayude a ver?
Espiritualidad
Ayunar, Ayuno, Cuaresma
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