La Eucaristía: Presencia real de Cristo en nuestras vidas.
Leído en la web Evangelizadora de los Apóstoles
La Eucaristía un acto subversivo: Juan 6, 51-58
Celebrando: Una Eucaristía, un Bautismo y un Matrimonio en la dimensión de la Eclesiología
Olga Lucia Álvarez Benjumea ARCWP*
¿Cómo puede suceder esto? ¿Será posible, celebrar la Eucaristía, sin pan y sin vino? ¿Cuál es el efecto del rito y los símbolos en una celebración? ¿Acaso no perderá la liturgia su sentido? ¿Quién o quienes pueden dar sentido a la Liturgia Eucarística?
Un rito, con símbolos, estáticos, sin motivación, sin explicar, es una liturgia sin vida, y lleva a que los fieles se duerman.
La Eucaristía, tiene el encanto de lo divino, del saber compartir, con todos los hermanos/as. Es través del rito y los símbolos, hacer presente lo invisible de la Esencia Divina, entre nosotros/as. Esto es posible, si hay una participación activa La Eucaristía además de ser agradecimiento, es un compromiso, en el que todas/os estamos invitados a realizar de manera concreta. La entrega y el compromiso no es solo de quien preside, nos atañe a todas/os.
Todo parte del conocer y vivenciar nuestro Bautismo. Allí se inicia, el proceso de nuestro crecimiento en la fe y compromiso con la Iglesia Pueblo de Dios.
Es el momento del Ofertorio. ¿Qué vamos a ofrecer? Quien preside, presenta el cáliz y la patena, sin pan y sin vino. “Todos somos responsables de las injusticias, pobreza y violencia que se vive en el mundo. Si hemos venido a celebrar la Eucaristía, qué vamos a ofrecer, a la Esencia Divina, que le vamos a presentar?” El cáliz y la patena, se fue pasando de mano en mano, en silencio…hubo lágrimas.Cada uno de los participantes, fue sintiendo el desafío de su compromiso: “Ofrezco mis debilidades”, “mis temores”, “mis cobardías”, “mi silencio cómplice”, “mi falta de compromiso”, para que la Esencia Divina de la Vida; “me sane”, “me liberé”, “me de coraje”. “La ausencia de pan y vino, nos habla de pobreza, hambre, injusticias, corrupción, egoísmo, marginación, falta de amor, paz y generosidad.” Alguien dijo: “es hora a celebrar verdaderamente la Eucaristía y hacerla realidad, es hora de renovar nuestro compromiso bautismal y entregarnos en cuerpo y alma”. Somos cada uno de nosotros/as quienes nos debemos presentar al Cielo, sin intermediarios, que nos estropeen la relación con el Divino.No podemos desconocer la Iglesia Pueblo de Dios como comunidad cristiana adulta, como lo expresa Vaticano II:
“En la Iglesia hay una admirable variedad, pero es uno solo el Pueblo de Dios, sin desigualdades de los fieles en Cristo y en la Iglesia…” L.G 32.
La parábola del Buen Samaritano así nos lo reafirma: no se necesitan sacerdotes, ni intermediarios, espacios sagrados ni instituciones; hombres y mujeres que encontremos en nuestro camino, ellas/os son el templo de Dios. (Lucas 10:30-37). La Esencia Divina, esta presente en nosotros/as.”Hemos sido creados a su imagen y semejanza”.
A medida que se van escuchando estas intervenciones, sientes la presencia Divina y los pelos se nos ponen de punta. Es hora de hacer los cambios, y no esperar que los van a hacer por nosotros/as. Presentimos que al terminar la celebración, no vamos a salir iguales, en el fondo de nuestros interior, la Esencia Divina no ha estado sacudiendo.
La Comunidad es invitada a participar en la Consagración extendiendo sus manos sobre el Pan y el Vino, diciendo las palabras de la consagración con la persona que preside la liturgia eucarística.
Cuando todas/os estamos participando, se activa la presencia de Dios, en cada uno de nosotras/os. Su Presencia fluye de manera extraordinaria en cada uno/a inundándonos de energía, coraje, amor y ternura, haciéndonos sentir que todos somos importantes, y todos/as nos necesitamos los unos/as de los otros/as, por eso delante de Dios y de la Comunidad, nos damos el abrazo de Reconciliación y de Paz. Somos hermanos/as, somos una sola familia! Sentimos que se eleva, la autoestima de los presentes. Sienten que ellos/as también tienen algo que decir, algo que compartir, algo que aportar, no son desconocidos/as, son familia reunida convocados/as por la Palabra de Dios, (Mateo 18:20): “Allí donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, Yo estoy en medio de ellos”.
Cautivando la atención de los presentes, haciéndoles una motivación a participar activamente, rompiendo la timidez y mutismo, en que nos han sumergido, el clericalismo, nos atrevemos a celebrar la Eucaristía, ofreciendo el pan y el vino, símbolos de vida, de alegría, de abundancia, de salud, de energía. Cristo esta presente y nos invita: “hagan esto en memoria mía”: 1 Corintios 11:24.
Mujeres y hombres, con sentido religioso,en todos los tiempo, han buscado su relación con el Dios Creador, en todos los pueblos (indígenas y afros) los hemos encontrado en sus ritos y símbolos, evocando su Presencia.
Es fascinante descubrir, el poder influyente del rito, sus símbolos y sus beneficios en la Comunidad. El símbolo es capaz de hacernos transcender, al Infinito. Es la unión entre el Cielo y la Tierra, es el acceso a la Esencia Divina. No pueden ser acartonados, o estáticos, exigen flexibilidad y movimiento. Son la presencia de Dios, hecha luz, a través de nuestra fe.
“Que la Iglesia sea el lugar de la misericordia y de la esperanza de Dios, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado, animado a vivir la vida buena del evangelio. Y para que el otro se sienta acogido, amado, perdonado, alentado, la Iglesia debe estar con las puertas abiertas, para que todos puedan entrar. Y nosotros tenemos que salir de aquellas puertas y anunciar el evangelio.”
Papa Francisco
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