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Pan para el camino.

Domingo, 8 de agosto de 2021
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Jn 6, 41-52

«Yo soy el pan vivo bajado del cielo»

Estamos acostumbrados a las grandes síntesis teológicas de Juan; a su empeño en poner en boca de Jesús palabras que en realidad son suyas (de Juan), lo que nos impide saber si alguna vez Jesús dijo estas cosas. No obstante, la idea es preciosa y vamos a tratar de desarrollarla brevemente.

Somos caminantes. El libro del Éxodo es una excelente metáfora de nuestra vida: “Desde la cómoda esclavitud de nuestras pasiones, por el desierto de la vida hacia la casa del Padre”. Y es cierto que podemos decidir no caminar, o que, cansados, decidamos quedarnos en algún albergue confortable del camino, pero si decidimos seguir adelante, necesitaremos alimento para reponer las fuerzas.

Unos buscan ese alimento en los sacramentos, en la liturgia, en los ritos. Otros lo buscan en su interior; en la oración, en el silencio, en la meditación. Otros en la propia comunidad de creyentes… Y la experiencia nos dice que todo esto es eficaz, y que nos alimenta, pero lo que aquí dice Juan es que el pan es Jesús mismo: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si uno come de este pan vivirá para siempre…»

Tratando de descifrar el simbolismo de estas expresiones, podemos pensar que nuestro pan, nuestro alimento, es la propia praxis de Jesús, son sus criterios, es su proyecto colosal, lo que significa que nos alimentamos cuando perdonamos, cuando compadecemos, cuando damos de comer, cuando trabajamos por la paz y la justicia… Porque el compromiso con el Reino genera un círculo virtuoso que se alimenta a sí mismo, y así, cuanto más compromiso asumimos, mejor alimentados estamos para comprometernos más.

Y, lógicamente, podemos dudar del acierto de esta interpretación, pero tiene a su favor dos factores que casi podríamos calificar de empíricos. El primero nos viene de fuera de nosotros, pues vemos que las personas que han decidido apostar sin reservas por los criterios del Reino, lo hacen cada vez con mayor fuerza y convicción. La segunda la encontramos dentro de nosotros, pues cuando actuamos de este modo notamos que nuestro ánimo se conforta, y nos sentimos mejor.

Pero si esto es así, es decir, si es la acción lo que nos alimenta ¿para qué sirven la oración, los sacramentos, el silencio…? Pues siguen siendo cruciales porque evocan al Espíritu, y como decía Ruiz de Galarreta: «El camino de seguir a Jesús no es sin más una decisión humana, sino una obra del Espíritu; del viento de Dios en nosotros».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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La salvación como pan repartido y compartido.

Domingo, 8 de agosto de 2021
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Jn 6, 41-51

El lenguaje del evangelio de Juan es, sin duda, difícil de entender para la gente que habitamos el siglo XXI porque tiene conceptos e imaginarios que están ya muy lejos de nuestra cosmovisión y de nuestros referentes religiosos. Sin embargo, cuando intentamos traducir sus conceptos y categorías descubrimos que trasmite un mensaje hondo y de gran sensibilidad.

El relato de hoy nos sitúa en uno de los grandes títulos que el Evangelio da a Jesús: Pan de vida. Después de la multiplicación de los panes (Jn 6, 1-13), el evangelio desarrolla un extenso diálogo entre Jesús y los presentes sobre el significado del signo que ha realizado. En él se van entrelazando el recuerdo de la memoria liberadora del éxodo, que Israel atesoraba como signo del cuidado y protección que Dios había manifestado con él, y la nueva oferta salvadora que Jesús anuncia y encarna (Jn 6, 28-40).

El maná en el desierto recuperó la vida del pueblo, ahora Jesús, es el nuevo pan que Dios envía y lo hace ya no de forma puntual e histórica sino encarnada en la vida y la palabra de Jesús.

«¿No es este Jesús, el hijo de José?»

Las comunidades que dieron a luz este evangelio vivieron conflictos importantes, se sintieron amenazadas en algunos momentos y necesitaron esforzarse por llegar a consensos que les permitiesen hacer camino como grupo en su fe en Jesús y no perder la comunión con otras comunidades que tenían sensibilidades diferentes.

El texto de este domingo tiene en su trasfondo esta realidad y en él se vislumbra con claridad las dificultades experimentadas con los grupos judíos que no reconocían el mesianismo de Jesús y estaban lejos de entender su mensaje y la entrega de su vida por hacer posible la acción salvadora de Dios. Por eso, Juan recoge la incredulidad de algunos que no podían entender que alguien tan familiar, tan humano pudiese ser portador de un mensaje tan trascendente.

La cotidianeidad, humildad y cercanía de Jesús cuestiona porque, con frecuencia, pensamos que lo de Dios tiene que ser a lo grande. Lo pequeño, lo de la puerta de al lado, lo familiar nos parece que no puede representarlo suficientemente. Eso es lo que pensaron algunos de los paisanos de Jesús cuando le criticaban que se declarara tan familiar con Dios y abriese con su vida un espacio nuevo de salvación.

Jesús, el hijo de José y María, es capaz de ofrecer un nuevo comienzo de liberación, de encuentro con Dios, de esperanza para quien desfallece, de horizonte de futuro. Pero sólo creyendo en Jesús es posible acoger y experimentar la confianza y la vida renovada (Jn 6, 43-50).

Yo soy el pan de la vida

En los versículos anteriores Jesús se había definido a sí mismo como “pan de vida”, una expresión que solo aparece en el evangelio de Juan pero que, sin duda, son el resultado de su reflexión en torno a la celebración de la Eucaristía y de la actualización del recuerdo de las palabras que Jesús pronunció en la última cena.

La expresión “bajado del cielo” traduce ese vínculo profundo entre Jesús y su Abba y su conciencia de ser enviado por él a dar vida y vida en abundancia. Jesús, sale al paso de las críticas de quienes se escandalizan de su osadía al mostrarse tan cercano con el Dios de Israel. Para él, solo quien acoge en confianza su palabra y sus obrar puede entender esa relación, sin embargo, quien no quiere abandonar sus seguridades religiosas tendrá siempre justificaciones suficientes para no creer en la acción salvadora de Dios realizada en Jesús (Jn 6, 43- 46).

Cuando Jesús, en el relato, se identifica como pan de vida, está actualizando en su persona la memoria de la presencia liberadora de Dios entre su pueblo. Yahvé fue pan para el pueblo en el desierto, lo acompañó y lo sostuvo en la prueba (Ex 16, 1-15): Ahora Jesús vuelve a ser ese pan que llena la vida de sentido, que ofrece horizontes de esperanza, que sostiene en la impotencia.  Por eso invita a creer en él, a escucharlo, a entender que él entrega la vida para hacer más humano el mundo.

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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Comprender para vivir

Domingo, 8 de agosto de 2021
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BB6717E6-B8DD-4444-98D3-69A994117BAFDomingo XIX del Tiempo Ordinario

8 agosto 2021

Jn 6, 41-51

 “El que cree tiene vida eterna”. Al hilo del comentario del domingo pasado, cabe “traducir” tal expresión de este modo: Quien comprende sabe que es vida y vive en plenitud. Vayamos por partes.

 La “comprensión” -entendida en el sentido más profundo, experiencial o vivencial: en este sentido, es sinónimo de “sabiduría”, que viene de “saborear”- es fuente de claridad y de confianza. Si por “creer” entendemos “confiar”, tal como hace el cuarto evangelio, está claro que únicamente puede confiar quien comprende. Ahora bien, si por “creer” se entiende adhesión mental a algún contenido, eso es lo opuesto a “comprender”. Porque la creencia es solo un constructo mental; la comprensión, por el contrario, es certeza. La creencia se apoya en algo recibido -en definitiva, es un conocimiento “de segunda mano”-; la comprensión viene como fruto de la experiencia y de la autoindagación.

 Comprender significa caer en la cuenta de que, más allá de la persona en la que nos estamos experimentando, somos Aquello que es consciente, cualquiera que sea el nombre que le demos: consciencia, ser, vida… Comprender, por tanto, equivale a saber que somos vida.

 Y es esta comprensión la condición para vivir en plenitud. Lo cual no significa que vayan a desaparecer de nuestra existencia los condicionamientos, límites y carencias que palpamos a diario -y que forman parte ineludible de nuestra condición humana-, sino que hemos saboreado el “lugar” donde todos nos hallamos a salvo, más allá de este “juego” temporal que estamos representando.

 Ese es el “lugar” de la comprensión. Y para acceder a él precisamos acallar la mente y situarnos en el Testigo, conectar con la sensación profunda de presencia y permanecer ahí. Poco a poco, en el saboreo de esa sensación de presencia, se nos irá regalando percibir que la presencia percibida no es “algo” que surge como fruto del silencio, sino que constituye nuestra más profunda identidad: somos presencia consciente. Eso es la comprensión.

 Desde ese lugar, podremos observar y atender cualquier circunstancia que aparezca en nuestra existencia cotidiana. Desde esa distancia liberadora, es posible “desinflar” las burbujas mentales que antes nos agobiaban y saber que, en lo profundo, en toda circunstancia, somos plenitud.

¿En qué “lugar” vivo habitualmente: en la mente o en el Testigo?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Que no se nos olvide que Jesús fue hombre

Domingo, 8 de agosto de 2021
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04BDA6E6-AB3A-431F-9DE8-5CBC0CCAB3F9Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Elías: un hombre postmoderno

     Hoy hemos asistido en la primera lectura a un momento en el que Elías huye de la reina Jezabel que ha jurado matarlo. Elías desaparece de escena y se va al desierto. Elías (profeta del siglo IX a.C.) se cansa ya de vivir y se desea la muerte: quítame la vida, que no valgo más que mis mayores.

     Dios le dice: Levántate, come que el camino es superior a tus fuerzas.

     También nosotros podemos tener desilusiones y decepciones en la vida la vida: postraciones, abatimientos y desánimos, fracasos, etc. Hay que tener coraje: audacia para levantarse, comer y seguir el camino que es superior a nuestras fuerzas.

En el fondo la llamada depresión es un cansancio existencial: ya no quiero, no vale la pena vivir más. Personalmente, como sociedad-política, como iglesia podemos llegar a momentos en los que sentimos harto cansados, siempre igual y no cambia nada…

No es raro escuchar la pregunta ¿por qué sigues en la Iglesia?

Es el momento de acoger la palabra que Dios le dirige a Elías y Jesús a nosotros: come que el camino es superior a tus fuerzas, levántate, come  el pan de vida y sigue caminando.

Levantarse y comer no son cuestiones meramente físicas, sino más bien personales: levantarnos de nuestros cansancios, cuando no caídas en la vida, comer del pan que alimenta el cuerpo, pero sobre todo, el alma y ponernos de nuevo en camino. La salud, la creatividad, el tono vital no son cuestiones meramente físiológicas, ni tan siquiera médicas.

     Hay que alimentarse de pan de vida. Esto significa alimentarse de valores, de cultura, de criterios sanos.

  1. Este es el hijo del carpintero.

     Es natural que los paisanos y contemporáneos de Jesús se extrañaran y no vieran en Jesús la expresión de Dios, el hijo de Dios. Los contemporáneos de Jesús le veían como el hijo de José, de María. “¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo? ¿Cómo puede ser Palabra -hijo- de Dios?

No es cuestión sencilla (excepto para fanáticos) cómo Dios pueda entrar en nuestra historia, y decirnos una Palabra.

De ahí los relatos poéticos del nacimiento de Jesús, que no es expresión del hombre (José), sino expresión de Dios.

     Lo que cambian la vida y los tiempos… La primera herejía: los gnósticos y docetas negaban que Jesús fuese hombre. Para los gnósticos “parecía” que Jesús era hombre, pero no lo era, Jesús era dios.

(En el fondo es el pensamiento griego que se introduce e impregna el cristianismo naciente y todo lo material, corpóreo, sexual es negativo, sucio, poco valioso).

El cristianismo es materialista: efectivamente Dios está -es- Jesús, Dios se encarna en la humanidad de Jesús: el Verbo se hizo carne. El cristianismo es profundamente materialista. San Juan lo subrayará con fuerza: el Verbo, la Palabra de Dios se hizo carne, (sarx).

(Quizás hoy en día también deambula por algunos medios teológicos el gnosticismo. Que Jesús fuese hombre o no, tiene poca o ninguna importancia. Lo que importa es que Jesús era Dios…)

     Jesús es “la clave y el escándalo”. Se presenta como pan de vida que baja del cielo, se presenta como hijo de Dios, que habla de lo que “Dios le ha dicho”. Pero para los ojos de la mayor parte de sus contemporáneos, como quizás también para nosotros, Jesús es el hijo de María, del carpintero que “ya sabemos quiénes son”...

Las personas religiosas no pueden comprender que un hombre, Jesús, sea expresión -hijo- de Dios porque les va mejor un “Dios lejano, etéreo, prepotente, sacro, que no toque la vida concreta”.

El ser humano es quien va siempre un paso más allá de la realidad. La realidad es un símbolo que hemos de transcender.

Esta semana, el día 6, celebrábamos la Transfiguración del Señor, que en el fondo es ver en Jesús al hijo de Dios, transfigurar la humanidad de Jesús en expresión de Dios.

Del texto de hoy podemos sacar una conclusión: la razón no es la medida de la realidad. Si miramos las cosas, las personas, los problemas únicamente desde la razón, no llegaremos al ser de la vida. Decía Pascal que la fe tiene razones que la razón no conoce. Hay que ser razonables en la vida, pero hay muchas dimensiones que están un paso más allá de la razón:

  • Por vía racional no pasaremos de la creación a Dios. Darwin “es verdad”, Dios creador, también. Habrá que activar otros mecanismos como son la poética y la fe.
  • El perdón no es fruto de la razón. El perdón será fruto del amor.
  • Escuchando la pasión de San Mateo de Bach o una misa de requiem podemos “tocar” la belleza, la redención, el amor, llegar a Dios pero no por vía racional, sino por la emoción estética, muy diversa de la racional.
  • Jesús fue un hombre. Nunca podremos llegar por vía racional a afirmar que el hijo del carpintero es hijo, expresión de Dios.
  • El celibato es irracional, lo cual no significa que no sea valioso que algunas personas, renuncien elegante y espiritualmente a una dimensión de su vida por el ideal del reino de los cielos.
  • La esperanza no es lo más mínimo demostrable por vía racional; sin embargo nos es absolutamente necesaria para vivir.

La crisis de la modernidad radica en pensar que únicamente es verdad lo demostrable y verificable. Lo que no puedo demostrar no existe, ni es…

Recuperemos el mundo del símbolo, de la transcendencia, del relato, de la poesía, de la delicadeza, de la poesía, de la teología narrativa.

La realidad, el ser,  es más amplio que lo que yo sé o puedo conocer.

  1. Cristo es el pan de vida.

Levántate y come, que el camino es largo y superior a tus fuerzas.

A veces pensamos que el alimento está en el éxito, en el dinero, en el poder.

Más bien el alimento, el pan de vida es la serenidad como fuente de felicidad y de vida, en la sencillez, en la solidaridad, en el mejor entendimiento posible entre personas y pueblos, en el respeto, en el amor.

Alimentemos nuestra existencia de los grandes valores y viviremos.

Finalmente, Dios nos levantará de la muerte. Una de las palabras más empleadas por el NT para hablar de la resurrección y la vida es: levantar.

Quien come de este pan, vive para siempre.

 

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“Atraídos por el Padre hacia Jesús”. 19 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,41-51)

Domingo, 12 de agosto de 2018
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Según el relato de Juan, Jesús repite cada vez de manera más abierta que viene de Dios para ofrecer a todos un alimento que da vida eterna. La gente no puede seguir escuchando algo tan escandaloso sin reaccionar. Conocen a sus padres. ¿Cómo puede decir que viene de Dios?

A nadie nos puede sorprender su reacción. ¿Es razonable creer en Jesucristo? ¿Cómo podemos creer que en ese hombre concreto, nacido poco antes de morir Herodes el Grande y conocido por su actividad profética en la Galilea de los años treinta, se ha encarnado el Misterio insondable de Dios?

Jesús no responde a sus objeciones. Va directamente a la raíz de su incredulidad: «No sigáis murmurando». Es un error resistirse a la novedad radical de su persona obstinándose en pensar que ya saben todo acerca de su verdadera identidad. Les indicará el camino que pueden seguir.

Jesús presupone que nadie puede creer en él si no se siente atraído por su persona. Es cierto. Tal vez, desde nuestra cultura, lo entendemos hoy mejor. No nos resulta fácil creer en doctrinas o ideologías. La fe y la confianza se despiertan en nosotros cuando nos sentimos atraídos por alguien que nos hace bien y nos ayuda a vivir.

Pero Jesús les advierte de algo muy importante: «Nadie puede aceptarme si el Padre, que me ha enviado, no se lo concede». La atracción hacia Jesús la produce Dios mismo. El Padre que lo ha enviado al mundo despierta nuestro corazón para que nos acerquemos a Jesús con gozo y confianza, superando dudas y resistencias.

Por eso hemos de escuchar la voz de Dios en nuestro corazón y dejarnos conducir por él hacia Jesús. Dejarnos enseñar dócilmente por ese Padre, Creador de la vida y Amigo del ser humano: «Todo el que escucha al Padre y recibe su enseñanza me acepta a mí».

La afirmación de Jesús resulta revolucionaria para aquellos judíos. La tradición bíblica decía que el ser humano escucha en su corazón la llamada de Dios a cumplir fielmente la Ley. El profeta Jeremías había proclamado así la promesa De Dios: «Yo pondré mi Ley dentro de vosotros y la escribiré en vuestro corazón».

Las palabras de Jesús nos invitan a vivir una experiencia diferente. La conciencia no es solo el lugar recóndito y privilegiado en el que podemos escuchar la Ley de Dios. Si en lo íntimo de nuestro ser nos sentimos atraídos por lo bueno, lo hermoso, lo noble, lo que hace bien al ser humano, lo que construye un mundo mejor, fácilmente nos sentiremos invitados por Dios a sintonizar con Jesús.

José Antonio Pagola

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“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”. Domingo 12 de agosto de 2018. Domingo 19º de tiempo ordinario

Domingo, 12 de agosto de 2018
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44-ordinarioB19 cerezoDe Koinonia:

1Reyes 19,4-8: Con la fuerza de aquel alimento, caminó hasta el monte de Dios.
Salmo responsorial: 33: Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Efesios 4,30-5,2: Vivid en el amor como Cristo.
Juan 6,41-51: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.

La narración del primer libro de los Reyes está sumamente cuidada y llena de detalles que hacen de esta simple huida algo más profundo y simbólico. Para empezar, las alusiones al desierto, a los padres, a los cuarenta días y cuarenta noches de camino, al alimento, al monte de Dios, son demasiado claras y numerosas como para no reconocer en el camino de Elías el camino inverso al que realizó Israel en el éxodo. No se trata sólo de una huida; también hay una búsqueda de las raíces que terminará en un encuentro con Dios. También los grandes héroes como Elías y Moisés (cf. Num 11,15) han sentido nuestra debilidad. Elías, desanimado del resultado de su ministerio huye porque «no es mejor que sus padres» en el trabajar por el reino de Dios y es mejor reunirse con ellos en la tumba (v.4). Cuando el hombre reconoce su debilidad, entonces interviene la fuerza de Dios (2Cor 12,5.9). Con el pan y el agua, símbolos del antiguo éxodo, Elías realiza su propio éxodo (símbolo de los cuarenta días, v.8) y llega al encuentro con Dios. Tal como está narrado este episodio de Elías nos habla del camino, de los empeños, de las tareas demasiado grandes para hacerlas con las propias fuerzas y de la necesidad de caminar apoyados en las fuerzas del alimento que nos mantiene.

La segunda lectura es la continuación de esta exhortación apostólica que desciende a detalles hablando de aquello que el cristiano debe evitar (aspecto negativo) o debe hacer (aspecto positivo). Así, el cristiano puede trabajar en la edificación de la iglesia y no entristecer al Espíritu rompiendo la unidad (4,25-32a; 4,3). Este modo de vivir encuentra su fundamento en aquello que Cristo ha realizado o el Padre ha cumplido por Cristo. Vivir de manera cristiana y vivir en el amor como Cristo y el Padre (cf. Mt 5,48). Como el Padre perdona, así debe hacer el cristiano (v. 32b); Mt 6,12.14-15). Como Cristo ama y se dona en sacrificio, así hace el cristiano. La unidad es fruto del sacrificio personal. El tema de la imitación de Dios, consecuencia y expresión de ser hijos suyos, revela la referencia evangélica de esta exhortación de Efesios (cf. Mt 4,43-48). El Espíritu es el elemento determinante del comportamiento cristiano. En línea con otros pasajes paulinos sobre el Espíritu, en éste su recepción se vincula (indirectamente) al bautismo y se le considera como sello/marca que identificará en la parusía a cuantos pertenecen a Cristo.

El evangelio de Juan que hoy leemos comienza con el escándalo que se produce en los judíos porque Jesús se equipara al pan; pero más aun porque dice que ha “bajado del cielo”. Para ellos esto no tiene explicación, puesto que conocen a Jesús desde su infancia y saben quiénes son sus padres. Para ellos su vecino Jesús, visto en su sola dimensión humana, no guarda relación alguna con las promesas del Padre y con su proyecto de justicia revelado desde antiguo.

Juan utiliza esta figura del escándalo y del no poder ver más allá de la dimensión humana de Jesús, para dar a conocer la dimensión que encierra la persona y la obra del Maestro. En primer lugar, la adhesión a Jesús es obra también de Dios; es él mismo quien suscita la fe del creyente y lo atrae a través de su hijo.

Conocer a Jesús es apenas un primer paso en el cual se encuentran sus paisanos; pero adherir la propia fe a él es el siguiente paso, que exige un despojarse totalmente para poder encontrar en él el camino que conduce al Padre. Sólo este segundo momento permite descubrir que Dios se está revelando en Jesús tal cual es; esto es, un Dios íntimamente comprometido con la vida del ser humano y su quehacer.

Jesús propone asumir el paso de la vida humana con un total compromiso. El alimento, que es indispensable para vivir, es utilizado como metáfora para hacer ver que más allá de la dimensión humana de cada persona hay otra dimensión que requiere también ser alimentada. El ser humano, llamado a trascenderse a sí mismo, tiene que esforzarse también continuamente para que su ciclo de vida no se quede sólo en lo material.

Así pues, el conocimiento y aceptación de la propuesta de Jesús alimenta esa dimensión trascendente del ser humano, que es la entrega total y absoluta a la voluntad del Padre; y la voluntad del Padre no es otra que la búsqueda y realización de la Utopía de la Justicia en el mundo en todos los ámbitos (Reinado de Dios), para que haya «vida abundante para todos» (Jn 10,10). Leer más…

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Dom 12.8.18. Pan vivo. Todos discípulos de Dios

Domingo, 12 de agosto de 2018
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38781047_1052461438264381_607642803282903040_oDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 19 B. Jn 6, 41-45. Sigue el tema del domingo anterior, sobre la auténtica comida. Frente a un pan “muerto” (que lleva al dominio de unos, con la opresión de otros, y termina en la muerte), Jesús habló en Cafarnaúm de un pan vivo que es Dios: en él vivimos, pudiendo ser también pan vivo (como él, como Jesús),dando así vida a otros.

En ese fondo presenta el evangelio una de las palabras más sorprendentes de la Biblia: ¡Todos serán discípulos (didaktoi) de Dios! “Todos” tiene un sentido universal, y significa aquellos que escuchen la voz interior, alimentados y enseñados por Dios (=que es su comida) y que así pueden y deben hacerse comida (alimento) unos para otros.

Es evidente que este evangelio puede y debe entenderse también en línea de economía material (¡que todos los hombres coman, que nadie muera de hambre!), pero ha de entenderse sobre todo en clave de “economía integral”, sabiendo que un hombre nace y vive vive de otros hombres (empezando por sus padres), y que sólo es total y plenamente humano si se vuelve alimento para otros.

38831449_1052456324931559_967970643653951488_nHay una economía que, en general, va en contra de este evangelio, pues hombres y pueblos no quieren descubrir la enseñanza de Dios ni hacerse para para los otros, sino que escuchan otras enseñanza y convierten su vida en gran lucha por el pan material, con millones de muertos materiales cada año, y con cientos de millones de muertos más hondos (carentes de verdadera humanidad).

Lógicamente, la respuesta al problema del pan no es más pan, sino más humanidad, en una línea de transformación (de meta-noia, trans-humanización). Sin un nuevo y más alto Capital Humano (sin la conversión del hombre en pan para los otros), nuestra humanidad siglo XXI no tiene salida. En esa línea quiero interpretar el texto del Evangelio de Juan. Buen fin de semana a todos.

Texto

— En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”, y decían: “No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?”

— Jesús tomó la palabra y les dijo: “No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día.

— Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.

— Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan de vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo (Juan 6, 41-51).

1. Evocaciones históricas

Este pasaje recoge y condensa toda la tradición de la Biblia, que es un libro de Comidas, esto es, de alimentación integral del hombre.

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a. En esa línea culmina la creación, cuando Dios ofrecía a Adán y Eva los frutos del jardín… (Gen 2), diciéndoles que podían comer de todo, pero sin hacerse “dioses” (es decir, sin comer del árbol del bien y del mal, que consiste en “adorar” un tipo de capital in-humano y de matarse unos a otros…). El gran pecado es la “mamona” (el capital divinizado en forma de violencia).

Frente a ese pecado está la revelación de la verdad de Dios: Que hombres y mujeres sean (se hagan) pan, unos para los otros. Para eso es preciso que todos sean “discípulos de Dios”, como Jesús.

b. Ésta es la verdad del Éxodo judío, donde se dice que Dios mismo regalaba el maná (pan del camino) para hombres y mujeres, por igual a todos, de manera que ninguno tuviera más que otros, sino todos lo bastante y suficiente para comer y para amarse (cf. Ex 16; Núm. 11).

Éste es el signo: Que todos puedan comer en fraternidad e igualdad y libertad (como dirá la Revolución francesa…). Que todos puedan comer lo que necesitan, pues lo que sobre se pudre. Se les pudre a los ricos su riqueza sobrante, es decir, aquella que no ponen al servicio de todos, y ellos mismos se pudren con ella… y así los hombres mueren también, aunque quizá de otra manera.

c. Éste es el mensaje del evangelio de este domingo, siempre que sepamos leerlo de un modo integral, aplicando a los cristianos (a los hombres y mujeres) aquello que Jesús dice de sí mismo, conforme al principio de la encarnación… Que todos podamos decir (y digamos con la vida): Yo soy pan de vida…

Como (y porque Jesús es Eucaristía) y porque compartimos su vida, como discípulos de Dios, también nosotros podemos y debemos ser pan de vida. En ese sentido, todos somos hijos de José, pan de Eucaristía, como seguiré indicando en los números que siguen.

2. Simplemente un hombre, pero un hombre hecho comida

Hemos visto en los domingos anteriores el tema de la multiplicación de los panes, con las primeras palabras de Jesús sobre el pan de vida. Avanzando en esa línea, el evangelio de Juan nos descubre el secreto más hondo de Jesús: Escuchando a Jesús podemos y debemos hacernos “discípulos de Dios”, siendo así para para los otros.

Los “judíos” (en este caso no son los “judíos de raza”) sino todos aquellos que no quieren escuchar a Jesús y le critican diciendo: «No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?».

Éste es el tema: Critican a Jesús porque no le ven suficientemente elevado, como un ángel poderoso, un emperador sobre la tierra, sino simplemente un hombre que viene de José y de María… ¿Cómo puede decir que él es pan “bajado del cielo”? ¿Cómo podemos decir igualmente nosotros que somos (¡hemos de ser!) pan de vida y de cielo para los hombres y mujeres que están a nuestro lado.

Éste es el tema: la salvación de Dios (pan del cielo) forma parte de nuestra propia historia. Jesús no es pan superior por ser un prodigio celeste, sino, porque, siendo un simple ser humano, ha querido que su vida sea pan para los otros.

3. Revelación del Padre, el verdadero Pan de vida.

Ha nacido de José y María y, sin embargo (¡por eso!), de esa forma, ha venido de Dios, porque el mismo le envía y sostiene, haciéndole pan para los otros. Es un hombre normal y, sin embargo (¡por eso!), puede ser y es Dios/pan para los otros.

Jesús hombre se hace “pan”, humanidad convertida en alimento para los demás, en la línea de aquel adagio de Plauto: “Mortalem mortali iubare, hoc est Deus”. Que un mortal (¡no un dios supereior!) ayude y alimente a otro mortal ¡eso es Dios! Que un hombre como Jesús se haga “eucaristía” (y nos capacite a todos para ser eucaristía, pan compartido): Esa es la revelación de Dios, que atrae a los hombres.

(a) Dios mismo les atrae hacia Jesús, de tal forma que pueden descubrir en él un potencial de vida que les alimenta, les emociona, les sacia. De esa forma, ellos descubren en Jesús el “poder” de Dios que se expresa en la humanidad solidaria, en la entrega de la vida por los otros.

(b) En el fondo de esta “atracción” de Jesús, y de la saciedad que brota de ella se descubre el poder de la resurrección, que consiste en descubrir y vivir ya desde aquí en el nivel más alto de la vida. A Jesús le han matado precisamente por hacerse “pan” (por regalar la vida por los otros). Pues bien, Dios mismo le ha “resucitado”, o, mejor dicho, Dios mismo es su resurrección.

4. Todos discípulos de Dios…

Jesús cita una palabra bíblica que no aparece directamente en el Antiguo Testamento, pero que está su raíz: “serán todos discípulos de (enseñados por: didaktoi) Dios”, tendrán su Espíritu, expresarán su vida, como proclama la más honda palabra de promesa de Joel, citada por Pedro en el primer sermón de la Iglesia:

En aquellos días efundiré mi espíritu sobre todo ser humano,
y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas;
vuestros ancianos tendrán sueños de vida,
y vuestros y vuestros jóvenes verán visiones nuevas (de nueva humanidad)
También sobre los siervos y siervas (esclavos/esclavas)
derramaré mi espíritu en aquellos días (Joel 2, 28- 29; Hechos de los Apóstoles (2, 17-18

Este es un texto claro de revelación del Espíritu, donde se descubre el sentido de “todos serán discípulos de Dios”, Dios mismo les dará su Espíritu para que descubran el sentido de la vida y se vuelvan pan (fuente de pan) para los otros.

“Todos” significa aquí todos, de un modo directo, acogiendo la más honda “palabra/espíritu” de Dios que les hace “discípulos” de Dios (conocedores, portadores, de su obra), para así convertir su propia vida en pan de vida para los demás.

Todos son los mayores y jóvenes, hombres y mujeres, esclavos/esclavas y libres… Todos se descubren de esa forma portadores de Dios, pan de Dios, unos para los otros, superando la división de estado, de sexo/género y de situación social. La mujer ya no es menos que hombre, ni el joven que el mayor, ni el esclavo que el libre… Aquí se revela, en la línea de Gal 3, 28, la verdadero dignidad universal del ser humano, sin jerarquías sacrales, sin dominios sacerdotales (en este contexto se sitúa lo mismo la cita original de Joel como la de Pedro)

La historia de las religiones (e incluso de la Iglesia católica) ha sido a veces una disputa de maestros y escuelas, de jerarcas buenos y falsos maestros… Pues bien, Jesús sabe que el único Maestro es Dios, de manera que todos, cada uno de los hombres y mujeres, puede recibir y recibe la palabra de Dios, como adultos, como mayores de edad.

5. Venir a Jesús, ser como Jesús: hacerse pan

El texto indica que es Dios mismo quien enseña, quien hace a todos discípulos suyos, de manera que puedan vincularse a Jesús, compartir con él la revelación de la vida, el pan compartido. Leer más…

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Tres tipos de pan. Domingo 19. Ciclo B

Domingo, 12 de agosto de 2018
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9604cc58-3a5c-4126-bade-9d1e2256c0f8Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La primera lectura y el evangelio nos hablan de tres clases de pan: el que alimenta por un día (maná), el que da fuerzas para cuarenta días (Elías) y el que da la vida eterna (Jesús). Pero comencemos recordando lo ocurrido en la sinagoga de Cafarnaúm.

Desarrollo de Juan 6,42-52

El pasaje es complicado porque mezcla diversos temas.

  1. Objeción de los judíos: ¿Cómo puede este haber bajado del cielo?
  2. Respuesta de Jesús: si creyerais en mí, lo entenderíais.

              – Pero solo cree en mí aquel a quien el Padre atrae.

              – Mejor dicho: Dios enseña a todos, pero no todos quieren aprender.

              – Atención: El que Dios enseñe a todos no significa que lo veamos.

  1. Jesús y el maná: el pan que da la vida y el pan que no la garantiza.
  2. Final sorprendente: el pan es mi carne.

Exposición del contenido

El domingo pasado, Jesús ofrecía un pan infinitamente superior al del milagro de la multiplicación. Ese pan es él, que ha bajado del cielo. El evangelio de este domingo comienza contando la reacción de los judíos ante esta afirmación. ¿Cómo puede haber bajado del cielo uno al que conocen desde niño, que conocen a su padre y a su madre?

     Jesús no responde directamente a esta pregunta. Ataca el problema de fondo. Si los judíos no aceptan que ha bajado del cielo es porque no creen en él. Y si no creen en él, es porque el Padre no los ha llevado hasta él. Esta afirmación tan radical sugiere que todo depende de Dios: solo los que él acerca a Jesús creen en Jesús. Por eso, inmediatamente después se añade: «Dios instruye a todos… pero no todos quieren aprender». Solo el que acepta su enseñanza viene a Jesús, lo acepta, y cree que ha bajado del cielo. Ningún judío puede echarle a Dios la culpa de no creer en Jesús.

     La idea de que Dios instruye a todos cabe interpretarla como si fuese un profesor sentado delante de sus alumnos, al que pueden ver. No. A Dios no lo ha visto nadie. Solo el que procede de él: Jesús.

     Tras este paréntesis sobre la fe, la acción del Padre y la visión de Dios, Jesús vuelve al tema del pan que baja del cielo, el que da la vida, a diferencia del maná, que no la da. Pero termina añadiendo una afirmación más escandalosa aún: «el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». La reacción de los judíos no se hace esperar: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». La solución, el próximo domingo.

En aquel tiempo los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo», y decían: «¿No es este Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?».

   Jesús les dijo: «Dejad de criticar. Nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no lo trae, y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y acepta su enseñanza viene a mí. Esto no quiere decir que alguien haya visto al Padre. Sólo ha visto al Padre el que procede de Dios. Os aseguro que el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Éste es el pan que baja del cielo; el que come de él no muere». «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».

   Los judíos discutían entre ellos: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?».

Tres notas al evangelio

  1. El auditorio cambia. Ya no se trata de los galileos que presenciaron el milagro, sino de los judíos. En el cuarto evangelio, los judíos representan generalmente a las autoridades que se oponen a Jesús. Sin embargo, lo que dicen («conocemos a su padre y a su madre») no encaja en boca de un judío, sino de un nazareno. Esto demuestra que no estamos ante un relato histórico, que recoge los hechos con absoluta fidelidad, sino de una elaboración polémica.
  2. El tema de la fe interrumpe lo relativo a Jesús como pan bajado del cielo, pero es fundamental. Solo quien cree en Jesús puede aceptar eso. Lo curioso, en este caso, es cómo se llega a la fe: por acción del Padre, que nos lleva a Jesús. Normalmente pensamos lo contrario: es Jesús quien nos lleva al Padre. «Yo soy el camino… nadie puede ir al Padre sino por mí». Aquí se advierte, como en todo el evangelio de Juan, la acción recíproca del Padre y de Jesús.
  3. Tras este inciso, Jesús vuelve a contraponer el maná y su pan. En la primera parte (domingo 18), adoptó una actitud muy crítica ante el maná. Cuando los galileos, citando el Salmo 78,24, dicen que Dios «les dio a comer pan del cielo», Jesús responde que el maná no era «pan del cielo»; el verdadero pan del cielo es él. Ahora añade otro dato más polémico: los que comían el maná morían; su pan da la vida eterna.

El pan de Elías (1ª lectura: 1 Reyes 19,4-8).

            elias-y-el-panEl siglo IX a.C. fue de profunda crisis religiosa. El rey de Israel, Ajab, se casó con una princesa fenicia, Jezabel, muy devota del dios cananeo Baal. La gente ya era bastante devota de este dios, al que atribuían la lluvia y las buenas cosechas. Pero el influjo de Jezabel y la permisividad de Ajab provocaron que Yahvé dejase de tener valor para el pueblo. A esto se opuso el profeta Elías, denunciando a los reyes y matando a los profetas de Baal, lo que le habría costado la vida si no llega a huir hacia el sur, al monte Horeb (el Sinaí). El viaje es largo, demasiado largo, y Elías se desea la muerte. Un ángel le ofrece una torta cocida sobre piedras; la come dos veces, y con la fuerza de aquel manjar camina cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte en el que tuvo lugar la gran revelación de Dios a Moisés. Este relato se ha usado a menudo en relación con la eucaristía, y por eso se ha elegido para este domingo.

En aquellos días, Elías llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su criado. Él se internó en el desierto una jornada de camino y fue a sentarse bajo una retama, deseándose la muerte y diciendo: «¡Ya basta, oh Señor! Quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres». Luego se acostó y se quedó dormido debajo de la retama. Un ángel le tocó y le dijo: «Levántate y come». Miró en derredor, y vio a su cabecera una torta cocida sobre piedras ardiendo y un vaso de agua. Comió, bebió y luego se volvió a acostar. El ángel del Señor volvió por segunda vez, le tocó y le dijo: «Levántate y come, pues te resta un camino demasiado largo para ti». Se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquel manjar caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb.

Tres clases de panes

            Las lecturas de hoy sugieren una reflexión.

            Antes de la reforma de Pío X, la comunión no era frecuente. Los cristianos más piadosos comulgaban una vez a la semana; normalmente, una vez al mes. La comunión era para ellos como el pan de Elías, que da fuerzas para vivir cristianamente durante un período más o menos largo de tiempo.

            Con la reforma de Pío X, a comienzos del siglo XX, se difunde la comunión diaria, aunque no se oiga misa. (Recuerdo de joven, en la iglesia de los franciscanos de Cádiz, la gran cantidad de gente que iba a comulgar en un altar lateral mientras en el altar mayor se decía una misa que muy pocos seguían). Es como el maná, que da fuerzas para ese día, pero conviene repetirlo al siguiente.

            El evangelio de Juan nos hace caer en la cuenta de que la eucaristía no solo da fuerzas para un día o un mes. Garantiza la vida eterna. Se comprende que Jesús interrumpa su discurso para hablar de la fe y de la acción del Padre.

Una anécdota

Cuenta san Ignacio de Loyola en su Autobiografía (§ 96) que «estando un día, algunas millas antes de llegar a Roma, en una iglesia, y haciendo oración, sintió tal mutación en su alma y vio tan claramente que Dios Padre le ponía con Cristo, su Hijo, que no tendría ánimo para dudar de esto, sino que Dios Padre le ponía con su Hijo». Una experiencia que encaja perfectamente con el evangelio de hoy y nos invita a pedir lo mismo.

La vida eterna en la vida diaria (2ª lectura: Efesios 4,30-5,2)

            Se cuenta en el libro del Éxodo que, en la noche de Pascua, los israelitas mojaron con la sangre del cordero el dintel y las dos jambas de la puerta de la casa para que el ángel del Señor, al castigar a los egipcios, pasase de largo ante las casas de los israelitas. Esta costumbre se remonta a los pastores, que al comienzo de la primavera sacrificaban un cordero y untaban con su sangre los palos de la tienda para preservar al ganado de los malos espíritus y garantizar una feliz trashumancia.

            El autor de la carta a los Efesios recoge la imagen y la aplica al Espíritu Santo, que nos ha marcado con su sello para distinguirnos el día final de la liberación. Y añade una serie de consejos para vivir esa unidad en la que ha insistido en las lecturas de los domingos anteriores. Sirven para un buen examen de conciencia y para ver cómo podemos vivir, ya aquí en la tierra, la vida eterna del cielo.

Hermanos No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, que os ha marcado con su sello para distinguiros el día de la liberación. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor, como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.

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Domingo XIX del Tiempo Ordinario. 12 de agosto de 2018

Domingo, 12 de agosto de 2018
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“No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre, que me ha enviado”

(Jn 6,41-51)

Podemos comenzar transformando en positivo este versículo: “Bendecid. Solo puede venir a mí quien es atraído por el Padre”.

El seguimiento de Jesús no tiene su origen en nosotras, la iniciativa primera es de Dios. Es Dios quien atrae, quien despierta la sed, quien suscita el deseo… Nuestra parte está en ese ir a Jesús, acercarnos y seguirle, escucharle y dejarnos hacer por Él.

Los judíos que le escuchaban le criticaban porque creían saber quién era, de dónde venía, quiénes eran sus padres… Pero parece que Jesús les pide que vayan más allá, que traspasen ese muro de creer saberlo todo… y se dejen acariciar por el regalo de la novedad de su amor.

Juan, en esta parte del Evangelio, nos propone recordar a los israelitas que, al poco de huir de Egipto, en Éxodo 16, se quejan a Moisés y a Aarón por no tener qué comer.

También se nos invita hoy a mirar nuestras críticas y nuestras murmuraciones. En la Iglesia nos es muy fácil criticar a otras personas que no siguen a Cristo como nosotras, que oran de diferentes maneras, que tienen otros compromisos y otra forma de expresar su fe… Ojalá, cuando lo hagamos, escuchemos a Jesús diciéndonos: todas las personas que vienen a mí han sido atraídas por el Padre. Quizás comencemos a sentirnos realmente hermanadas, nos alegremos al descubrir la riqueza de las seguidoras de Cristo…

Cuando era adolescente, discutía mucho con mi hermano y luego iba quejándome a nuestra madre. Ella intentaba calmarme y me decía: “Pero, ¿por qué discutís tanto? ¡Si en el fondo sois los dos iguales!”. No le entendía nada. Luego me he dado cuenta “de mayor” que nos pasa lo mismo… Nos molesta y criticamos a las demás personas pero, en el fondo (nos guste o no), nos parecemos muchísimo… Hemos sido creadas a imagen y semejanza de Dios, ¿no?

Oración

Gracias, Trinidad Santa, por atraernos hacia Ti.

 

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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En la “carne”, en Jesús, debemos descubrir lo divino.

Domingo, 12 de agosto de 2018
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050319090901Jn 6, 41-52

Seguimos en el c. 6 del evangelio de Jn. Aumenta la tensión entre los judíos y Jesús. A medida que Jesús va profundizando en la enseñanza y ellos creen entender lo que quiere decir, se hace más insoportable su mensaje. La propuesta sigue siendo la misma, pero va apareciendo la enorme diferencia que existe entre lo que ellos han aprendido de los rabinos y lo que Jesús les quiere trasmitir. Recordemos que el balance final no puede ser más desolador; de los cinco mil quedaron doce, y uno es Judas.

Lo criticaban porque había dicho: yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Bajar del cielo es una de las claves para comprender a Jesús en este evangelio. Siguen las alusiones al AT. “Criticaban” es el mismo verbo que la versión de los LXX utiliza para hablar de las murmuraciones en el desierto. Los israelitas murmuraron contra Moisés en el desierto por no darles de comer como comían en Egipto. Les recuerda que el pueblo estuvo contra Moisés en los momentos difíciles. Aquellos no confiaron en Moisés y estos no confían en él.

¿No es este el hijo de José? En los sinópticos, hacen el mismo comentario los vecinos de su pueblo. El mayor obstáculo para acercarse a Jesús, es conocerlo demasiado. Para su mentalidad, que no superaba la idea del dios antropomórfico, la lógica es aplastante. Si es hijo de José y de María, no puede ser hijo de Dios. Hoy apreciamos el ridículo que supone contraponer la paternidad de Dios y la de José. Son realidades de naturaleza distinta. Hemos caído en la trampa al revés: Jesús no puede ser hijo de José, porque es hijo de Dios.

Nadie viene a mí si el Padre no lo atrae. Más de 90 veces hace Juan referencia al Padre, Pero lo entendemos mal. Nuestro concepto de padre tenemos que cambiarlo por el de principio, origen, fundamento, germen, comienzo, razón de ser, realidad última. La última realidad no se puede expresar con palabras ni con imágenes, por eso encontramos en los evangelios tantas aparentes contradicciones. El mismo Jesús dice en otro lugar: “Nadie va al Padre si no es por mí”. Para llegar a la Verdad, tenemos que ir más allá de los contrarios.

Y yo lo resucitaré el último día. Debemos tener mucho cuidado con esta frase. Lo que normalmente hemos entendido por resurrección, no sirve para descubrir el sentido. Es una manera de decir que está tratando de una Vida, a la que no afecta la muerte. “Hemos pasado de la muerte a la vida, lo sabemos porque amamos a los hermanos”. La Vida definitiva tiene que tener un alimento también trascendente. Ese alimento tiene el mismo origen que tiene esa Vida: Dios. “El último día” esa Vida permanecerá idéntica a hoy.

Serán todos discípulos de Dios. También Jesús es discípulo, el mejor; por eso puede ser a la vez maestro. Ir a Jesús, ir al Padre, es conocerlos, no por vía racional, sino por vía vivencial. La fe es actitud vital y no asentimiento a verdades teóricas. “Esta es la salvación, que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu enviado, Jesucristo”. Solo la persona que ha tenido experiencia de Dios, puede comprender lo que otra diga de Él. Ellos estaban incapacitados para comprender a un Dios que está al servicio del hombre. Para ellos, Dios es el Soberano, el Señor. La única relación que cabe con Él es un servilismo de toma y da acá.

Vuestros padres comieron el maná en el desierto, pero murieron. Una nueva referencia al maná para dejar bien clara la diferencia. El maná alimenta el cuerpo que tiene que morir. Jesús, como pan de Vida, alimenta el espíritu con una Vida a la que no afecta la muerte. Esa es la diferen­cia. La expresión “pan de Vida” no se encuentra en ninguna otra parte de la Biblia; eso indica la originalidad de la doctrina de Juan. La VIDA, con mayúsculas, es el tema fundamental de todo el evangelio de Juan. Se trata de la misma Vida de Dios. Más adelante nos dirá: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre”. No se trata de vida material ni algo parecido pero espiritual. Se trata de la VIDA que es el mismo Dios.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que come de este pan vivirá para siempre. Jesús es el alimento de la verdadera Vida. Este es el mensaje de Juan. Dios lo es todo para Jesús, y lo tiene que seguir siendo para todo cristiano. Jesús no puede suplantar en ningún momento a Dios. En este capítulo, más de quince veces se hace referencia a Dios, para dejar claro que el verdadero protagonista es Él, no Jesús. Es verdad que, con el tiempo, los cristianos terminaron predicando a Cristo, pero era solo una manera de comunicar su mensaje. Ya en las primeras comunidades se pasó del Jesús que predica, al Cristo predicado. En el evangelio de Juan se ha dado ya claramente este paso.

El pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo. No pueden comprender que su Dios se pueda manifestar en la carne. Recordemos que “carne”, para los judíos, era el mismo ser humano pero en su aspecto más bajo; lo que le hacía limitado y contingente; aquello por lo que le venían todos sus “males”: dolor, enfermedad, muerte… Es tal vez la afirmación más rotunda sobre la encarnación en todo el NT. Para ellos, Dios era lo contrario de cualquier limitación. Para ellos un Dios-carne, un Dios ‘limitado’ es inaceptable. Jesús quiere hacerles ver que el Espíritu se manifiesta siempre en la carne. No puede haber don del Espíritu donde no hay carne. El significado de esta afirmación hay que entenderlo bien.

La grandeza de la carne consiste en que está informada y trasformada por el Espíritu, sin dejar de ser carne. Desde ahora, solo se puede encontrar a Dios en la realidad concreta y en el Hombre. Esa transformación es la que está manifestando el evangelio de Juan desde el principio. Pensemos en el diálogo con Nicodemo: “Hay que nacer de nuevo”. “Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es Espíritu”. La carne es neutral; puede ser la base de lo más bajo y de lo más sublime; depende de cada uno. Nuestro gran error consiste en seguir pensando que, para acercarse a Dios, hay que alejarse de la carne.

Lo que no aguantaron aquellos judíos, seguimos sin aceptarlo nosotros. Un Dios involucrado en la carne sigue siendo inaceptable. Por eso hemos descarnado la persona misma de Jesús. La carne sigue siendo para nosotros perversa. La Escritura dice que el Verbo se hizo carne, pero nosotros nos empeñamos en decir que la carne (Jesús) se hizo Dios. El Dios identificado con la carne (con toda carne) no interesa a los dirigentes, porque hace imposible la manipulación de los intermediarios. Pero es inaceptable también para los cristianos de a pie, porque nos impide la relación intimista que no pasa por el encuentro con los demás.

Hemos convertido la misma eucaristía en cosa sagrada en sí, olvidándonos de que es, sobre todo, sacramento (signo) del amor y de la entrega a los otros. El fin de la eucaristía no es el consagrar un trozo de pan y un poco de vino sino hacer sagrado (consagrar) a todo ser humano, identificándolo con Dios mismo y haciéndole objeto de nuestro servicio y adoración. Cada vez que nos arrodillamos ante Dios, estamos creando un ídolo. Dios no es objetivable. Cuando me arrodillo estoy poniendo a Dios de rodillas ante mi falso yo, que intento potenciar. Seguimos empeñados en que en la eucaristía, el pan se convierte en Jesús, pero el evangelio dice que Jesús se convierte en pan. No tengo que adorar a Jesús, convertido en pan sino convertirme yo en pan, como él, para que todos me coman.

Meditación

La vida biológica no tiene más remedio que acabar.
Si hago mía la misma Vida de Jesús,
ya estoy en la eternidad, aquí y ahora,
porque he entrado a formar parte de la Vida de Dios.
Cuanto antes deje de identificarme con mi yo,
antes alcanzaré la plenitud de ser en una Vida definitiva.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Vida que debe ser comunicada.

Domingo, 12 de agosto de 2018
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juan-6-41-51-2“Igual que una flor bella y de brillante color, y asimismo rebosante de perfume, son de fructíferas las buenas palabras de quien las pone en práctica” (El Dhammapada)

12 de agosto. Domingo XIX del TO

Jn 6, 41-51

Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá para siempre

La vida no ha sido creada para nacer, crecer y morir prisionera en la celda de sí misma. Entonces muere como un aborto sin sentido de la Naturaleza. La vida es amor que nace, expansión que crece, luz permanente y libremente viva, que ilumina los confines de todos los extremos de la Tierra.

En sus anotaciones al comentario del evangelio de Juan, dice Schökel: “Comiendo la carne gloriosa de Jesús, pan de vida, el creyente recibe con sobreabundancia la vida divina. Esta comunicación de vida participada acontece en un contexto de misión. No se trata de una vida que se confina, sino que debe comunicarse a los demás”.

El pintor Claude Monet (1840-1926), al igual que toda la generación de los impresionistas, fue el pintor de las fiestas alegres, del alborozo popular. Con él, el arte se apodera de la calle, de la vida. La calle Montorgueil. Fiesta del 30 de junio de 1878 es un óleo sobre lienzo (Museo de Orsay, Paris). El cuadro irradia una energía y una vitalidad extraordinarias. Las banderas, como una materia viva, formando líneas oblicuas, ocupan la parte esencial del espacio, creando una especie de desfile donde se precipita la multitud. Este lienzo transmite toda la fuerza de la felicidad en su pleno apogeo.

Jesús nos oferta un bodegón de sabrosa comida para que la comamos y ofertemos a los demás participar en el banquete, como La Rue Montorgueil de París era fiesta para todo el pueblo. El lienzo de sus palabras –“quien coma de este pan vivirá para siempre”- transmiten vitalidad y fuerza, garantiza a todos felicidad, salud y vida eterna.

Oración de súplica: Dame, Señor, pinceles que pinten mil colores y sensibilidad artística suficiente que me permitan llenar de lienzos los museos, y colgar de las farolas de las calles del mundo mis cuadros, con escenas de vida plena que alimente almas. Y suplico también que se abran infinitamente las compuertas del cielo para que el agua de las nubes inunden mis sentimientos y los de cuantos me conocen.

Uno de los protagonistas de la película Ventanas abiertas (2014), dirigida por Nacho Vigalondo, dice: Tengo que dirigir en el teatro / el alegre ballet de mis ideas / pues quiero que las bailen también / músicos y poetas”. Y otro comenta: “También aquí las ventanas se abren de par en par para que la vida vivida en su interior se transmita a la vida de todos”. Quiero que las de mi corazón y mente jamás se cierren al corazón y mente de los otros.

Anselm Grün (1945), monje alemán benedictino, escribió en Atrévete a ser nuevo: “La persona que no se arriesga a ser ella misma, que se endurece como el faraón o que se deja mandar por capataces, como hacían los israelitas, y se transforma en una caricatura de la figura humana”. Riesgo que habitualmente corren quienes se cierran a cal y canto sobre sí.

El Dhammapada, una compilación de las enseñanzas de Buda, nos habla igualmente de lo positivo que es expandir la belleza, el olor y el perfume de nuestro buen comportamiento: “Igual que una flor bella y de brillante color, y asimismo rebosante de perfume, son de fructíferas las buenas palabras de quien las pone en práctica”.

¿Y acaso no fue ésta la oferta que, según Jn 6, 51, nos hizo Jesús cuando dijo: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá para siempre”?

Lo importante es no pasarse la vida en la sala de espera, y pedirle a Dios que nos habrá la sala de consultas para poder comunicarnos, con Él y con los demás, la vida.

EL CIERVO

Como el ciervo sediento busca el agua…, canta el salmo.

Y la Esposa, en San Juan de la Cruz, dice al Esposo:
“Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti, clamando, y eras ido”. 

Así te busco yo, mi Dios, y no te encuentro;
mi cita contigono ha sido concertada todavía.
¿Por qué no abres consulta y me das hora? 

¡Toda una vida en la sala de espera! 

Al fin me cercioré
que sólo había sala de clientes. 

……………………….

Expuse el caso a las restantes criaturas,
y a coro unas, y otras a capella,
entonaron el Himno de la Duda. 

(NATURALIA.
Los sueños de las criaturas.
Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Tú eres el pan de vida.

Domingo, 12 de agosto de 2018
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eucaristia0(Jn 6,41-52)

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”.

A oídos de los contemporáneos de Jesús, esta expresión debía sonar radical y contundente. Para un judío el “pan del cielo” evocaba, sin duda, la dura experiencia de huida y éxodo del pueblo por el desierto después de haber sido esclavos en Egipto (Ex 16,1ss). En aquellos largos años, como le sucedió también a Elías (1Re 19,4-8), el pueblo fue alimentado por un pan que bajó del cielo y apareció como don para que pudieran recobrar las fuerzas y no morir.

En ambas experiencias la situación era similar: la de haber llegado hasta la extenuación, hasta ese pequeño hilo que separa la vida de la muerte. Seguramente sólo quien lo experimenta puede saber lo que, en esas circunstancias, supone un trozo de pan. Un pequeño elemento que devuelve la vida, que repara las fuerzas y sosiega el desánimo, que recupera la esperanza perdida y alimenta la capacidad para seguir caminando. Para Elías supuso la posibilidad de caminar cuarenta días y cuarenta noches… para el pueblo huido de Egipto, cuarenta años. Toda una vida.

Pero Jesús dice que su pan es aún mucho más que eso. “Vuestros antepasados comieron el maná en el desierto y, sin embargo, murieron”. “El que coma de este pan vivirá para siempre”. Jesús se ofrece como pan de vida eterna, como el alimento que sobrepasa todo lo imaginado y esperado.

El pan es signo de vida. Lo es también de mesa compartida, de solidaridad entre quienes lo dividen, de conversación, de comunión, de trabajo, proceso y esfuerzo. El pan se come a diario y aunque todos lo valoramos, lo aprecia mejor quien deja en él su sudor y dedicación.

Jesús, al hacerse pan, acoge todo esto en sí y se nos da como alimento que no sólo repara las fuerzas sino que redime y salva. Porque en su pan hallamos mucho más: vida entregada hasta el extremo, amor infinito que humaniza y hermana, que nos acerca a Dios y nos aproxima al otro, que nos ofrece camino y dirección, sentido y alegría.

Al saber que los judíos le criticaban por haber dicho esto -como murmuró el pueblo en el desierto contra Moisés y Aarón y contra el mismo Dios (Nm 14,2.28; Ex 16,8)- Jesús les exhorta: “no critiquéis, no murmuréis entre vosotros”. Así como Israel comió el maná y se alimentó mediante la adhesión a la Ley, ahora Jesús convoca a aceptar la nueva revelación de Dios en Él, en su amor entregado, en el cuerpo partido y repartido del Hijo amado.

Una interpelación que hoy nos llega a nosotros: “no critiquéis, no desconfiéis, no os alejéis de mi propuesta de vida. Yo me hago pan para daros vida eterna. Acogedme, comedme y sed uno en mí. Haceos vosotros también pan, descended y sed alimento los unos para los otros”.

Celebrando un día más la Eucaristía, suplicamos que todo esto se realice en nosotros, haciéndonos eco del bello poema de Pedro Casaldáliga, cmf:

Mis manos, esas manos y Tus manos
hacemos este Gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu muerte y en tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos
iremos aprendiendo a ser la unida
Ciudad de dios, Ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida.

El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo Historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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Elías postmoderno

Domingo, 12 de agosto de 2018
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7e0875a9-4ad8-4a75-bc9b-2608b2132be5Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. PAN DE VIDA
Continuamos hoy escuchando el capítulo 6º de san Juan que desarrolla la cristología del PAN de VIDA. YO SOY EL PAN DE VIDA.

02. ELÍAS: UN HOMBRE POSTMODERNO
Hoy hemos asistido en la primera lectura a un momento en el que Elías huye de la reina Jezabel que ha jurado matarlo. Elías desaparece de escena y se va al desierto. Elías se cansa ya de vivir y se desea la muerte: no valgo más que mis mayores.

Dios le dice: Levántate, come que el camino es superior a tus fuerzas.

Cansancios y canseras hay muchos en la vida y de muchos tipos: postraciones, abatimientos y desánimos hay mil en la vida. Hay que tener coraje: audacia para levantarse, comer y seguir el camino que es superior a nuestras fuerzas.

En el fondo la llamada depresión es un cansancio existencial que en castellano podemos denominamos cansera: ya no quiero, no vale la pena vivir más. Personalmente, como sociedad-política, como iglesia podemos llegar a momentos en los que sentimos harto cansados, siempre igual y no cambia nada…

03. ALIMENTARSE DEL PAN DE VIDA: LEVÁNTATE Y COME.
496dc431-4fa3-4376-ae04-914be3906f35Levantarse y comer no son cuestiones meramente físicas, sino más bien personales: levantarnos de nuestros cansancios, cuando no caídas en la vida, comer del pan que alimenta el cuerpo, pero sobre todo, el alma y ponernos de nuevo en camino.

La salud, la creatividad, el tono vital no son cuestiones meramente físicas, ni tan siquiera médicas. La alimentación, la medicina, la higiene, la psicología son cuestiones importantes, pero no son la “varita mágica”.

Hay que alimentarse de pan de vida. Esto significa alimentarse de valores, de cultura, de criterios sanos.

Hay panes que sedan o distraen el hambre de la existencia, pero no alimentan.

04. CRISTO ES EL PAN DE VIDA.

Cristo pudo haber dicho que la vida y la felicidad radicaba en otras cuestiones:

o cuantas más pagas extraordinarias tengáis tendréis más vida, sin embargo proclamó la pobreza cuando fuente de felicidad.

o cuanto más poder económico, político o eclesiástico tengáis, viviréis más, sin embargo proclamó el servicio y rechazó el poder.

o Cuantos más tanques y misiles tengáis, mejor; sin embargo, JesuCristo proclamó la paz como fuente de felicidad y de vida.

o Cuantos más ritos religiosos hagáis y mejor cumpláis las leyes de la Iglesia, tendréis más salvación.

El pasado domingo, 5 de agosto decía el papa Francisco en el ángelus:

Es una tentación común reducir la religión sólo a la práctica de las leyes.

En esas cuestiones aludidas no está la vida.

Cristo se presenta como PAN DE VIDA.

05 ESTE ES EL HIJO DEL CARPINTERO. ELEVARSE POR ENCIMA DE LOS SÍMBOLOS.

Jesús es la clave y el escándalo. Se presenta como pan de vida que baja del cielo, se presenta como hijo de Dios, que habla de lo que Dios le ha dicho. Pero para los ojos de la mayor parte de sus contemporáneos, como para nuestros contemporáneos, Jesús es el hijo de la señora María, del carpintero que “ya sabemos quiénes son”…

Esta es una de las diferencias ente el cristianismo y otro tipo de concepciones religiosas. El cristianismo es profundamente materialista: efectivamente Dios está en Jesús, en la humanidad de Jesús: el Verbo se hizo carne.

Las personas religiosas no pueden comprender que un hombre sea expresión de Dios porque les va mejor un “Dios lejano, etéreo, que no toque la vida concreta”.

El ser humano es quien va siempre un paso más allá de la realidad. La realidad es un símbolo que hemos de transcender.

Del texto de hoy podemos sacar una conclusión: la razón no es la medida de la realidad. Si miramos las cosas, las personas, los problemas únicamente -únicamente- desde la razón, no llegaremos al ser de la vida. Decía Pascal que la fe tiene razones que la razón no conoce. Hay que ser razonables en la vida, pero hay muchas dimensiones que están un paso más allá de la razón:

o Por vía racional no llegaremos de la creación a Dios. Habrá que activar otros mecanismos como son la poética y la fe.

o El perdón no es fruto de la razón. El perdón será fruto del amor.

o Escuchando la pasión de San Mateo de Bach o una melodía podemos “tocar” la belleza, la redención, el amor, llegar a Dios pero no por vía racional, sino por la emoción estética, muy diversa de la racional.

o Jesús fue un hombre. Nunca llegaremos por vía racional a afirmar que el hijo del carpintero es hijo, expresión de Dios.

o El celibato es irracional, lo cual no significa que no sea valioso que algunas personas, renuncien elegante y espiritualmente a una dimensión de su vida por el ideal del reino de los cielos.

o La esperanza no es lo más mínimo demostrable por vía racional; sin embargo nos es absolutamente necesaria para vivir.

La crisis de la modernidad radica en pensar que únicamente es verdad lo demostrable y verificable. Lo que no puedo demostrar no existe, ni es.

Recuperemos el mundo del símbolo, de la transcendencia, del relato, de la poesía, de la delicadeza, de la teología narrativa.

La realidad, el ser, es más amplio que lo que yo sé o puedo conocer.

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Estudio afirma que los homófobos sienten, de forma inconsciente, cierta atracción hacia la homosexualidad.

Viernes, 19 de agosto de 2016
Comentarios desactivados en Estudio afirma que los homófobos sienten, de forma inconsciente, cierta atracción hacia la homosexualidad.

hombres-viendo-videos-porno-gayUn estudio publicado en la revista The Journal of Sexual Medicine y realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de Ginebra ha descubierto algo que (y esto es verdad) ya sabíamos: algunos hombres que tienen actitudes negativas hacia los gays también sienten, de forma inconsciente, cierta atracción hacia la homosexualidad.

Se trata de un estudio cualitativo muy pequeño realizado por el equipo de Boris Cheval que se basó en analizar las respuestas inconscientes de 38 estudiantes masculinos de la universidad. En el grupo había varios con actitudes negativas hacia los hombres gays y otros que no mostraban esas actitudes (determinadas por una encuesta previa). Tras la encuesta a los chicos se les sometió a un test de “maniquí“: se sentaban frente a un ordenador y tenían que alejar o acercar una pequeña figura humana de las imágenes que aparecían en pantalla. Esa tarea se va repitiendo de forma constante hasta que se vuelve bastante mecánica y las imágenes iban variando entre parejas heterosexuales y parejas gays. Los investigadores pueden determinar lo atraído o no que el sujeto se siente hacia la imagen que aparece en pantalla al calcular la diferencia entre los tiempos de respuesta.

En la siguiente parte del estudio a los chicos los ponían a ver imágenes rollo La Naranja Mecánica: un equipo de rastreo visual comprobaba el tiempo que tardaban en analizar imágenes para luego valorarlas. Las fotos eran, de nuevo, de parejas heterosexuales y parejas gays y tenían que calificarlas como “muy placenteras” o “muy poco placenteras“.

¿Y qué descubrieron los investigadores? Que los hombres con tendencias anti-gays pasaban más rato viendo las imágenes homosexuales que los demás, pero “sólo cuando tenían una alta tendencia impulsiva hacia las imágenes homosexuales.

Según el equipo de Cheval, este estudio les ayudará a entender por qué algunos hombres con un alto nivel de homofobia tienen un interés sexual hacia hombres gays; pero aunque están seguros de que ahora podrán entender mejor los procesos psicológicos que realizan los homófobos al ver material erótico gay reconocen que aún hace falta un estudio mucho mayor para entender qué parte de esa homofobia está provocada por la supresión de la atracción hacia personas del mismo sexo.

Cheval recuerda que otro estudio de hace un tiempo demostró que la mitad de los hombres homófobos se excitaban sexualmente viendo porno gay, pero aún así reconoce que “hacen falta otros estudios para evaluar correctamente la importancia de esta atracción negada.

Para quien piense que es muy poca gente la analizada y que tendría que ser una muestra mayor, es necesario recordar, que un estudio cualitativo no es lo mismo que un estudio cuantitativo.

Fuente | PsyPost

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“Atracción por Jesús”. 19 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,41-51)

Domingo, 9 de agosto de 2015
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19-852855-300x266El evangelista Juan repite una y otra vez expresiones e imágenes de gran fuerza para recordar a todos que han de acercarse a Jesús para descubrir en él una fuente de vida nueva. Un principio vital que no es comparable con nada que hayan podido conocer con anterioridad.

Jesús es «pan bajado del cielo». No ha de ser confundido con cualquier fuente de vida. En Jesucristo podemos alimentarnos de una fuerza, una luz, una esperanza, un aliento vital… que vienen del misterio mismo de Dios, el Creador de la vida. Jesús es «el pan de la vida».

Por eso, precisamente, no es posible encontrarse con él de cualquier manera. Hemos de ir a lo más hondo de nosotros mismos, abrirnos a Dios y «escuchar lo que nos dice el Padre». Nadie puede sentir verdadera atracción por Jesús, «si no lo atrae el Padre que lo ha enviado».

Lo más atractivo de Jesús es su capacidad de dar vida. El que cree en Jesucristo y sabe entrar en contacto con él, conoce una vida diferente, de calidad nueva, una vida que, de alguna manera, pertenece ya al mundo de Dios. Juan se atreve a decir que «el que coma de este pan, vivirá para siempre».

Si, en nuestras comunidades cristianas, no nos alimentamos del contacto con Jesús, seguiremos ignorando lo más esencial y decisivo del cristianismo. Por eso, nada hay pastoralmente más urgente que cuidar bien nuestra relación con Jesús el Cristo.

Si, en la Iglesia, no nos sentimos atraídos por ese Dios encarnado en un hombre tan humano, cercano y cordial, nadie nos sacará del estado de mediocridad en que vivimos sumidos de ordinario. Nadie nos estimulará para ir más lejos que lo establecido por nuestras instituciones. Nadie nos alentará para ir más adelante que lo que nos marcan nuestras tradiciones.

Si Jesús no nos alimenta con su Espíritu de creatividad, seguiremos atrapados en el pasado, viviendo nuestra religión desde formas, concepciones y sensibilidades nacidas y desarrolladas en otras épocas y para otros tiempos que no son los nuestros. Pero, entonces, Jesús no podrá contar con nuestra cooperación para engendrar y alimentar la fe en el corazón de los hombres y mujeres de hoy.

José Antonio Pagola

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“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”. Domingo 9 de agosto de 2015 Domingo 19º de tiempo ordinario

Domingo, 9 de agosto de 2015
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44-ordinarioB19 cerezoDe Koinonia:

1Reyes 19,4-8: Con la fuerza de aquel alimento, caminó hasta el monte de Dios.
Salmo responsorial: 33: Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Efesios 4,30-5,2: Vivid en el amor como Cristo.
Juan 6,41-51: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo

En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”, y decían: “No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?” Jesús tomó la palabra y les dijo: “No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios.” Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan de vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.”

La narración del primer libro de los Reyes está sumamente cuidada y llena de detalles que hacen de esta simple huida algo más profundo y simbólico. Para empezar, las alusiones al desierto, a los padres, a los cuarenta días y cuarenta noches de camino, al alimento, al monte de Dios, son demasiado claras y numerosas como para no reconocer en el camino de Elías el camino inverso al que realizó Israel en el éxodo. No se trata sólo de una huida; también hay una búsqueda de las raíces que terminará en un encuentro con Dios. También los grandes héroes como Elías y Moisés (cf. Num 11,15) han sentido nuestra debilidad. Elías, desanimado del resultado de su ministerio huye porque «no es mejor que sus padres» en el trabajar por el reino de Dios y es mejor reunirse con ellos en la tumba (v.4). Cuando el hombre reconoce su debilidad, entonces interviene la fuerza de Dios (2Cor 12,5.9). Con el pan y el agua, símbolos del antiguo éxodo, Elías realiza su propio éxodo (símbolo de los cuarenta días, v.8) y llega al encuentro con Dios. Tal como está narrado este episodio de Elías nos habla del camino, de los empeños, de las tareas demasiado grandes para hacerlas con las propias fuerzas y de la necesidad de caminar apoyados en las fuerzas del alimento que nos mantiene.

La segunda lectura es la continuación de esta exhortación apostólica que desciende a detalles hablando de aquello que el cristiano debe evitar (aspecto negativo) o debe hacer (aspecto positivo). Así, el cristiano puede trabajar en la edificación de la iglesia y no entristecer al Espíritu rompiendo la unidad (4,25-32a; 4,3). Este modo de vivir encuentra su fundamento en aquello que Cristo ha realizado o el Padre ha cumplido por Cristo. Vivir de manera cristiana y vivir en el amor como Cristo y el Padre (cf. Mt 5,48). Como el Padre perdona, así debe hacer el cristiano (v. 32b); Mt 6,12.14-15). Como Cristo ama y se dona en sacrificio, así hace el cristiano. La unidad es fruto del sacrificio personal. El tema de la imitación de Dios, consecuencia y expresión de ser hijos suyos, revela la referencia evangélica de esta exhortación de Efesios (cf. Mt 4,43-48). El Espíritu es el elemento determinante del comportamiento cristiano. En línea con otros pasajes paulinos sobre el Espíritu, en éste su recepción se vincula (indirectamente) al bautismo y se le considera como sello/marca que identificará en la parusía a cuantos pertenecen a Cristo.

El evangelio de Juan que hoy leemos comienza con el escándalo que se produce en los judíos porque Jesús se equipara al pan; pero más aun porque dice que ha “bajado del cielo”. Para ellos esto no tiene explicación, puesto que conocen a Jesús desde su infancia y saben quiénes son sus padres. Para ellos su vecino Jesús, visto en su sola dimensión humana, no guarda relación alguna con las promesas del Padre y con su proyecto de justicia revelado desde antiguo.

Juan utiliza esta figura del escándalo y del no poder ver más allá de la dimensión humana de Jesús, para dar a conocer la dimensión que encierra la persona y la obra del Maestro. En primer lugar, la adhesión a Jesús es obra también de Dios; es él mismo quien suscita la fe del creyente y lo atrae a través de su hijo.

Conocer a Jesús es apenas un primer paso en el cual se encuentran sus paisanos; pero adherir la propia fe a él es el siguiente paso, que exige un despojarse totalmente para poder encontrar en él el camino que conduce al Padre. Sólo este segundo momento permite descubrir que Dios se está revelando en Jesús tal cual es; esto es, un Dios íntimamente comprometido con la vida del ser humano y su quehacer.

Jesús propone asumir el paso de la vida humana con un total compromiso. El alimento, que es indispensable para vivir, es utilizado como metáfora para hacer ver que más allá de la dimensión humana de cada persona hay otra dimensión que requiere también ser alimentada. El ser humano, llamado a trascenderse a sí mismo, tiene que esforzarse también continuamente para que su ciclo de vida no se quede sólo en lo material.

Así pues, el conocimiento y aceptación de la propuesta de Jesús alimenta esa dimensión trascendente del ser humano, que es la entrega total y absoluta a la voluntad del Padre; y la voluntad del Padre no es otra que la búsqueda y realización de la Utopía de la Justicia en el mundo en todos los ámbitos (Reinado de Dios), para que haya «vida abundante para todos» (Jn 10,10). Leer más…

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Esto, es el amor.

Jueves, 27 de marzo de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

ca-cest-lamour

Cuando amas a alguien por su físico,

esto no es  amor, es atracción.

 

Cuando amas a alguien por su inteligencia,

esto no es amor, es admiración.

 

Cuando amas a alguien por su dinero,

esto no es amor, es venalidad.

 

Pero cuando amas a alguien y no sabes por qué,

ahí, hay amor.

***

 

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