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15 de Agosto de 2024. Solemnidad de La Asunción de María.

Jueves, 15 de agosto de 2024
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1ª LECTURA

Apocalipsis 11,19a;12,1.3-6a.10ab

Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal

Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de la alianza. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Apareció otra señal en el cielo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas. Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra. El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar luz, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera. Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios. La mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar reservado por Dios. Se oyó una gran voz en el cielo:

“Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo.

***

Salmo responsorial: 44

De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.

Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir. R.

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu Señor. R.

Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real. R.

***

2ª LECTURA

1Corintios 15,20-27a

Primero Cristo como primicia; después todos los que son de Cristo

Hermanos:

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.

Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.

***

EVANGELIO

Lucas 1,39-56

El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludo a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”

María dijo:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.”

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

*

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy
(15 de Agosto de 1977)

***
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SU CUMPLEAÑOS

… todo este gesto tan amable de su presencia y sobre todo de su oración, por este servidor de ustedes, a quien abruma este cariño del pueblo y por el cual estoy dispuesto a seguir dando los años que el Señor me conceda. Y considero como un bello regalo de cumpleaños, que la Iglesia misma se hace, este nuevo diácono que vamos a ordenar.

LA ASUNCIÓN DE MARIA

Y en el ambiente del misterio que celebramos hoy, cómo recobra encanto toda esa fiesta de la Arquidiócesis en su Catedral. La asunción en cuerpo y alma de la Virgen al cielo no es una opinión piadosa. Es un dogma de fe, el dogma diríamos, de moda, el más reciente. Fue al clausurar el año de 1950 aquel gran Año Santo, que llevaba a Roma muchedumbres y que recibía aquel gran Pontífice que fue Pío XII. Durante esos años, se hizo una consulta muy interesante a todos los obispos del Mundo: ¿Cómo estaba en el pueblo la creencia de esta verdad, de que María ha sido llevada en cuerpo y alma al cielo? Al mismo tiempo que recogía la tradición de la liturgia, de la teología, y todo lo profundo que la Iglesia tiene en sus estudios, pudo tener la seguridad, el 1º de noviembre de aquél Año Santo, de proclamar como dogma de fe, y que por tanto es obligatorio creerlo todos los católicos, que María, después de terminar su curso mortal en la tierra, fue asunta, como recogida por Dios, en cuerpo y alma. Podemos decir, hermanos, porque una verdad que corresponde a los orígenes de nuestro cristianismo, a los orígenes del mismo Cristo, apenas en nuestro tiempo se proclama dogma de fe, no es que el Papa Pío XII inventó que María ha sido llevada en cuerpo y alma, como si hubiera inventado esa verdad hoy en 1950. Los dogmas no los hace el Papa. El Papa lo que hace es poner el sello de su autoridad, de su magisterio, para darle seguridad al pueblo de que esa verdad está contenida en la divina revelación. Y lo creemos no sólo porque lo dice el Santo Padre, sino sobre todo porque lo ha dicho Dios y lo ha revelado en la Sagrada Biblia y en la tradición viviente de la Iglesia. Leer más…

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“Rasgos de María”: La Asunción de la Virgen María (B)

Jueves, 15 de agosto de 2024
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Dorothy Webster Hawksley, (1884-1970) Visitación de María a su prima IsabelMi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.

La visita de María a Isabel permite al evangelista Lucas poner en contacto al Bautista y a Jesús, antes incluso de haber nacido. La escena está cargada de una atmósfera muy especial. Las dos van a ser madres. Las dos han sido llamadas a colaborar en el plan de Dios. No hay varones. Zacarías ha quedado mudo. José está sorprendentemente ausente. Las dos mujeres ocupan toda la escena.

María, que ha llegado aprisa desde Nazaret, se convierte en la figura central. Todo gira en torno a ella y a su Hijo. Su imagen brilla con unos rasgos más genuinos que muchos otros que le han sido añadidos a lo largo de los siglos a partir de advocaciones y títulos alejados de los evangelios.

María, «la madre de mi Señor»

Así lo proclama Isabel a gritos y llena del Espíritu Santo. Es cierto: para los seguidores de Jesús, María es antes que nada la Madre de nuestro Señor. De ahí arranca toda su grandeza. Los primeros cristianos nunca separan a María de Jesús. Son inseparables. «Bendecida por Dios entre todas las mujeres», ella nos ofrece a Jesús, «fruto bendito de su vientre».

María, la creyente

Isabel la declara dichosa porque «ha creído». María es grande no simplemente por su maternidad biológica, sino por haber acogido con fe la llamada de Dios a ser Madre del Salvador. Ha sabido escuchar a Dios; ha guardado su Palabra dentro de su corazón; la ha meditado; la ha puesto en práctica cumpliendo fielmente su vocación. María es Madre creyente.

María, la evangelizadora

María ofrece a todos la salvación de Dios, que ha acogido en su propio Hijo. Esa es su gran misión y su servicio. Según el relato, María evangeliza no solo con sus gestos y palabras, sino porque allá a donde va lleva consigo la persona de Jesús y su Espíritu. Esto es lo esencial del acto evangelizador.

María, portadora de alegría

El saludo de María comunica la alegría que brota de su Hijo Jesús. Ella ha sido la primera en escuchar la invitación de Dios: «Alégrate… el Señor está contigo». Ahora, desde una actitud de servicio y de ayuda a quienes la necesitan, María irradia la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva consigo. Ella es para la Iglesia el mejor modelo de una evangelización gozosa.

José Antonio Pagola

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15 de Agosto. Asunción de la Virgen María: “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes”

Jueves, 15 de agosto de 2024
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IMG_6457De Koinonia:

Apocalipsis 11,19a;12,1.3-6a.10ab: Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal:Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario.
Salmo responsorial: 44. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
1Corintios 15,20-27a: Primero Cristo como primicia; después todos los que son de Cristo.
Lucas 1,39-56: El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes.

La primera lectura nos enseña a mostrar las señales con que Dios invita a la esperanza. Aparece la lucha a muerte del dragón contra la mujer y su descendencia (Cristo y los cristianos). La aparición del arca de la alianza de Dios (cf. Nm 10,33-36); 1Sam 4,6-7) señala el hoy de la presencia de Dios en medio de los seres humanos, ya derrotados el pecado y el mal (21,3). Las dos señales que aparecen en el cielo, la mujer y el dragón, deben ser interpretadas por la asamblea litúrgica en el espacio-tiempo. La mujer es el pueblo de Dios; es más, representa la asamblea del pueblo de Dios reunida ya, ahora y aquí, en la Eucaristía dominical. El dragón es el mal, que actúa insertándose en la historia humana, y sobre todo desde los centros de poder (las siete cabezas con siete diademas), para intentar destruir la unidad y la comunión de la asamblea dominical (arroja a la tierra parte de las estrellas). El poder de este mundo se opone al alumbramiento de la mujer (se opone a Cristo) y quiere destruir su fruto (los cristianos). El Cristo elevado y sentado en el Trono de Dios señala la derrota de Satanás. La Iglesia en el desierto, huye del mal y es sostenida por Dios, como Jesús. La glorificación de Cristo, una vez para siempre, es la garantía que nunca jamás nada impedirá que El sea dado a luz por la asamblea eucarística dominical en el hoy, en el espacio-tiempo, hasta su venida en la plenitud de la gloria. María asunta es figura de la Iglesia, tanto la celestial como la que camina dando a luz a Cristo para el ser humano de hoy, y prefigura la victoria final de toda la Iglesia con Cristo, por él y en él.

La segunda lectura nos presenta la afirmación central sobre la resurrección de Cristo y de los muertos: Cristo no es un cadáver que revive, sino que es le Resucitado (el vencedor de la muerte) que causa la resurrección de los muertos. Cristo ha derrotado la muerte (la vencedora de la vida) en su propio terreno, la ha destituido (le ha arrebatado todo su poder sobre la vida), a fin de liberar a todos los que estaban bajo su poder. Cristo resucitado garantiza la resurrección de todos los muertos. Conviene notar el paralelismo alternado: por un ser humano, la muerte; por otro ser humano, la resurrección de los muertos; en Adán, todos murieron; en Cristo, todos vivirán. En definitiva, Pablo afirma que el don de la vida se da en la resurrección de Cristo. María, al frente de los que son de Cristo (15,23), goza de la vida de la gloria del Reino y ya celebra la destitución del único y último enemigo: la muerte.

La escena evangélica de hoy se centra en el encuentro de las dos madres y de sus respectivos niños, en la continuidad del designio de Dios (AT y NT), une teológicamente los relatos paralelos de la infancia de Juan (el último profeta del AT) y de Jesús. Y es el Espíritu quien marca esta continuidad. Toda la escena rebosa de teología, y para que no se pierda ni un ápice, Lucas la concluye con el mutis de María (1,56). En este encuentro, Lucas pone en boca de María este himno judeocristiano (1,47-55), que se inspira en el cántico de Ana (1Sam 2,1-10) y en toda la tradición bíblica (sobre todo de los salmos). Himno que expresa la fe y la esperanza de los pobres y humildes del pueblo de Dios. Son los «hijos de Sión», «los pobres del Señor», quienes, en María y con ella, alaban a Dios por las grandes obras que ha hecho en ellos/en ella (1,46-49), por lo que hace en su favor (1,50-53) y, finalmente, por su amor misericordioso a favor de Israel, en conexión con las promesas realizadas y selladas con la bendición de Abraham y a su descendencia (1,54-55). María es también hija de Abraham. Así, en María, en este encuentro entre el AT y el NT, se une la espera con la realización y, al mismo tiempo, se manifiesta la predilección histórica del Señor de Abraham y de María por los pobres de todos los tiempos.

Hoy celebramos la «asunción gloriosa» de María. No se trata de ninguna elevación vertical, de ninguna traslación física, de ningún viaje sideral. No fue ascensión real, física, la «ascensión» de Jesús; mucho menos será asunción física la asunción de María. Esa «asunción gloriosa» es una manera de hablar, que quiere decir algo, algo importante, pero no precisamente un traslado físico, un sentido literal inmediato de las palabras. Podemos –y deberíamos– ser creyentes de hoy, maduros, conscientes del valor simbólico y metafórico de muchas de las expresiones clásicas de nuestra fe. Valor «simbólico», «metafórico», no significa, en absoluto, falta de valor, carencia de sentido, ausencia de contenido. Muy al contrario. Significa que la verdad expresada es una verdad profunda, no susceptible de ser expresada con palabras fáciles, descriptivas, meramente referenciales de lo físico o material.

Nuestra fe expresa que en María Dios ha dignificado a todos los seres humanos, en especial a las mujeres, convirtiéndolos en plenos participantes de su obra salvífica. El ser humano había echado a perder los planes de Dios con opresiones, violencias y desigualdades. Dios, en Jesús, llama el mundo al nuevo orden, donde todos los seres humanos son igualmente dignos y de este modo se inaugura una nueva era de plenitud.

La fiesta de la «asunta», como la llama el pueblo cristiano en muchos lugares de América Latina, nos invita a vivir en el presente el futuro de Dios. María vivió su existencia como una manifestación de la obra salvadora de Dios. No hubo momento de su humilde existencia en el que el amor misericordioso del padre no se hiciera solidaridad, misericordia y compasión con todas las personas que, como ella, vivían situaciones de pobreza y exclusión. María encarnó todos aquellos valores que nos permiten comprender como el futuro de Dios se manifiesta en las limitaciones de nuestro presente. María nos invita a vivir gozosamente la vida como un encuentro permanente con el Dios de la vida y la historia que realiza su obra redentora en las miserias de nuestro mundo y en las limitaciones de nuestra existencia.

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Asunción

Jueves, 15 de agosto de 2024
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30C1785A-D005-4032-A2FB-FB61499B57D0Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Misa vespertina de la vigilia

Para que una verdad sea proclamada dogma por la Iglesia católica es preciso que tenga un fundamento bíblico. En el caso de la Asunción de la Virgen es casi misión imposible, porque ningún texto del Nuevo Testamento cuenta su muerte ni su asunción. Sin embargo, con buena voluntad se encuentra un mensaje muy actual en las lecturas, especialmente en esta época de pandemia. Me limito a las de la misa de la vigilia, que me resultan más sugerentes.

El premio merecido de María (Lucas 11,27-28)

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo:

– «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero él repuso:

– «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

El dicho popular: «Bendita sea la madre que te parió» tiene en el ambiente de Jesús una formulación más completa: «Bendito sea el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron». Nuestro dicho se limita al momento del parto; el que le dirige a Jesús una mujer desconocida tiene en cuenta los meses de gestación y los años de crianza. Es todo el cuerpo de la madre, vientre y pechos, lo que recibe la bendición.

Y esta es la relación con la fiesta: el cuerpo y alma de María, tan estrechamente unidos a Jesús, debían ser glorificados, igual que él. Si echamos la vista atrás, la vida de María no fue un camino de rosas. El anciano Simeón le anunció que una espada le traspasaría el alma. Y el primero en clavársela fue su propio hijo, que a los doce años se quedó en Jerusalén sin decirles nada. «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?». «Porque tengo que estar en las cosas de mi Padre». Y eso supondrá para María un sufrimiento continuo desde que comienza la actividad pública de Jesús. Oír que a su hijo lo acusaban de endemoniado, de comilón y borracho, de amigo de ladrones y prostitutas, de blasfemo… para terminar muriendo de la manera más infame. El cuerpo y el alma de María merecían una compensación. Esa glorificación es lo que celebramos hoy.

El premio inmerecido de todos nosotros (1 Corintios 15,54-57)

El destino de María es válido para todos nosotros, aunque por motivos muy distintos. Pablo alude al primer pecado: la ley de no comer del árbol de la vida provocó el pecado y, como consecuencia, la muerte. Pero de todo ello nos ha liberado Jesucristo, y la última palabra no la tiene la muerte sino la inmortalidad.

Hermanos:

Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: «La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?». El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la Ley. ¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

En esta larga etapa de pandemia, donde la muerte se ha hecho tan cercana y tantos cuerpos han sufrido y siguen sufriendo las consecuencias de la enfermedad, la fiesta de la asunción nos anima y consuela sabiendo que «esto corruptible se revestirá de incorrupción, y esto mortal de inmoralidad».

Un complemento poético (1 Crónicas 15,3-4.15-16; 16,1-2)

La misa de una solemnidad debe tener tres lecturas, la primera del Antiguo Testamento. Recordando que en las letanías se invoca a María como Arca de la alianza (Foederis arca), se pensó que el texto más adecuado para esta fiesta era el que describe la entrada del arca de la alianza en Jerusalén (el templo todavía no estaba construido). De la misma forma solemne y alegre entraría María en el cielo.

 En aquellos días, David congregó en Jerusalén a todos los israelitas, para trasladar el arca del Señor al lugar que le había preparado. Luego reunió a los hijos de Aarón y a los levitas. Luego los levitas se echaron los varales a los hombros y levantaron en peso el arca de Dios, tal como había mandado Moisés por orden del Señor. David mandó a los jefes de los levitas organizar a los cantores de sus familias, para que entonasen cantos festivos acompañados de instrumentos, arpas, cítaras y platillos. Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda que David le había preparado. Ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión a Dios y, cuando David terminó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en nombre del Señor.

José Luis Sicre

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Solemnidad de la Asunción de María. 15 de Agosto de 2024

Jueves, 15 de agosto de 2024
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En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”

(Lc 1, 39-56)

El evangelio de la solemnidad de la Asunción de María nos coloca en una de las escenas más alegres y llenas de color de todo el Evangelio.

El encuentro de estas dos mujeres, que están gestando en sus entrañas las más grandes promesas de Dios para la humanidad, es un canto eterno de esperanza.

Todo es tan incipiente y oculto que es difícil creer en ello, pero el encuentro de las dos experiencias deja fuera de juego a las dudas.

Isabel escucha la voz de María y la vida salta dentro de ella. Más tarde el Evangelio acabará con otro saludo, con otra voz la de Jesús que también hará saltar la vida en el corazón de María Magdalena. Podemos decir que la historia de Jesús empieza y termina (comenzando) con un salto. Primero saltó Juan, más tarde saltó María Magdalena. Son saltos de alegría y de vida porque es eso lo que nos regala Dios por medio de Jesús.

Y María aceptó ser cómplice de Dios en toda esta aventura. Dijo hágase e hizo de su vida un continuo espacio para los planes de Dios. Se atrevió con lo inesperado e incluso con lo imposible. Se puso en camino y se hizo abrazo con Isabel. Ellas dos no enseñan a ser abrazo, prolongación del abrazo que es Dios Trinidad. En ese encuentro estrecho somos la más bella imagen de nuestro Creador.

Oremos

Trinidad Santa, Abrazo Tierno, que seamos portadoras y transmisoras de abrazos, que llevemos la sorpresa de tu mensaje que hace saltar de alegría y transforma la soledad en compañía. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Lo que permanece de María no es su biología, sino verdadero ser.

Jueves, 15 de agosto de 2024
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luciara_virgenLA ASUNCIÓN II

Lc 1,39-56

No debemos caer en el error de considerar a María como una entidad paralela a Dios, sino como un escalón que nos facilita el acceso a Él. El cacao mental que tenemos sobre María, se debe a que no hemos sido capaces de distinguir en ella dos aspectos: uno la figura histórica, la mujer que vivió en un lugar y tiempo determinado y que fue la madre de Jesús; otro la figura simbólica que hemos ido creando a través de los siglos, siguiendo los mitos ancestrales de la Diosa Madre y la Madre Virgen. Las dos figuras han sido y siguen siendo muy importantes para nosotros, pero no debemos confundirlas.

De María real, con garantías de historici­dad no podemos decir casi nada. Los mismos evangelios son extremadamente parcos en hablar de ella. Una vez más debemos recordar que para aquella sociedad la mujer no contaba. Podemos estar completamente seguros de que Jesús tuvo una madre y además, de ella dependió totalmente su educación durante los doce primeros años de su vida. El padre, en aquel tiempo, se desentendía totalmente de los niños. Solo a los 12 ó 13 años, los tomaban por su cuenta para enseñarles a ser hombres; hasta entonces se consideraban un estorbo.

De lo que el subconsciente colectivo ha proyectado sobre María, podíamos estar hablando semanas. Solemos caer en la trampa de equiparar mito con mentira. Los mitos son maneras de expresar verdades a las que no podemos llegar por vía racional. Suelen ser intuiciones que están más allá de la lógica y son percibidas desde lo hondo del ser. Los mitos han sido utilizados en todos los tiempos, y son formas muy valiosas de aproximarse a las realidades más misteriosas y profundas que afectan a los seres humanos. Mientras existan realidades que no podemos comprender, existirán los mitos.

En una sociedad machista, en la que Dios es signo de poder y autoridad, el subconsciente ha encontrado la manera de hablar de lo femenino de Dios a través de una figura humana, María. No se puede prescindir de la imagen de lo femenino si queremos llegar a los entresijos de la divini­dad. Hay aspectos de Dios, que solo a través de las categorías femeninas podemos expresar. Claro que llamar a Dios Padre o Madre son solo metáforas para poder expresarnos. Usando solo una de las dos, la idea de Dios queda falsificada porque podemos quedar atrapados en una de las categorías masculinas o femeninas.

El hecho de que la Asunción sea una de las fiestas más populares de nuestra religión es muy significativo, pero no garantiza que se haya entendido correctamente el mensaje. Todo lo que se refiere a María tiene que ser tamizado por un poco de sentido común que ha faltado a la hora de colocarle toda clase de capisayos que la desfiguran hasta incapacitarla para ser auténtica expresión de lo divino. La mitología sobre María puede ser muy positiva, siempre que no se distorsione su figura, alejándola tanto de la realidad que la convierte en una figura inservible para un acercamiento a la divinidad.

La Asunción de María fue durante muchos años una verdad de fe aceptada por el pueblo sencillo. Solo a mediados del siglo pasado, se proclamó como dogma de fe. Es curioso que, como todos los dogmas, se defina en momentos de dificultad para la Iglesia, con el ánimo de apuntalar sus privilegios, que la sociedad le estaba arrebatando.

Hay que tener en cuenta que una cosa es la verdad que se quiere definir y otra la formulación en que se mete esa verdad. Ni Jesús ni María, ni ninguno de los que vivieron en su tiempo, hubieran entendido nada de esa definición dogmática. Sencillamente porque está hecha desde una filosofía completamente ajena a su manera de pensar. Al decir que María fue elevada a la gloria celeste en cuerpo y alma, ¿qué quieren decirnos? No se puede entender al pie de la letra. Es una gran metáfora que tiene pleno sentido.

El domingo pasado decíamos que la vida biológica tiene sus propias leyes inexorables que ni Dios puede contradecir. Toda vida está programada para terminar (morir). Esto no es un accidente como se ha pretendido hacernos pensar: “por el pecado entró la muerte en el mundo”. La muerte es tan natural como el nacimiento. No hay razón ninguna para considerarla un desdoro para nadie, ni para Jesús ni para María.

La fiesta de la Asunción de María nos brinda la ocasión de profundizar en el misterio de toda vida humana. A todos nos preocupa cuál será la meta de nuestra existencia. Se trata de la aplicación a María de toda una filosofía de la vida, que puede llevarnos mucho más allá de consideraciones piadosas. La vida biológica termina, pero si durante esa vida hemos descubierto las posibilidades de Vida divina, esa Vida permanecerá.

La creación entera está en un proceso de evolución, pero aquella realidad hacia la que tiende, es la realidad que le ha dado origen. Ninguna evolución sería posible si esa meta no estuviera ya en la realidad que va a evolucionar. Ex nihilo nihil fit, (de la nada, nada puede surgir) dice la filosofía. Si como principio de todo lo que existe ponemos a Dios, resultaría que la meta de toda evolución sería también el mismo Dios.

Lo que queremos expresar en esta fiesta, es precisamente esto. No podemos entender literalmente el dogma. Pensar que un ser físico, María, que se encuentra en un lugar, la tierra, es trasladado localmente también en el cuerpo, a otro lugar, el cielo, no tiene ni pies ni cabeza. Nunca la doctrina oficial ha dicho que el cielo sea un lugar.

El dogma es un intento de proponer que la salvación de María fue absoluta y total. Esa plenitud consiste en una identificación con Dios. Como en el caso de la ascensión, se trata de un cambio de estado. María ha terminado el ciclo de su vida terrena y ha llegado a su plenitud. Pero no a base de añadidos externos sino por un proceso interno de identificación con Dios. En esa identificación con Dios no cabe más. Ha llegado al límite de las posibilidades. Esa meta es la misma para todos. “Cielos” significa lo divino.

Cuando nos dicen que fue un privilegio, porque los demás serán llevados al cielo, pero después del juicio final, ¿de qué están hablando? Para los que han abandonado esta vida, no hay tiempo. Todos los que han muerto están en la eternidad, que no es tiempo acumulado, sino un instante. Concebir el más allá, como continuación del más acá, nos ha metido en un callejón sin salida; y muchos se encuentran muy a gusto en él.

Cuando hablamos de Jesús y de María, debemos hacer una distinción. Por ser seres humanos históricos y reales, sí podemos hablar de ellos con propiedad desde la perspectiva terrena. Pero cuando tratamos de expresar lo divino que hay en ellos, nos encontramos con el mismo problema de Dios. No podemos hablar de esa conexión con lo divino si no es por medio de metáforas y signos.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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María, parábola de Dios.

Jueves, 15 de agosto de 2024
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«Por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso».

La buena Noticia es que en Jesús hemos visto que Dios es mucho mejor de lo que nadie había sido capaz de imaginar, y por eso “Abbá” es el corazón de esa buena Noticia. A Abbá le conocemos en Jesús, el hombre tan lleno de su espíritu que se le transparentaba, o dicho en lenguaje coloquial, el hijo que “había salido” a su Padre.

Pero poco les duró a los cristianos la alegría de este feliz hallazgo, pues desde época muy temprana, la teología erudita se encargó de dar un cambiazo nefasto sustituyendo a Abbá por el Dios Todopoderoso que juzga nuestros pecados. Tampoco Jesús salió bien parado de este envite, pues se convirtió en el Señor (el amo) que volverá para separar las ovejas de las cabras y enviar a las cabras al castigo eterno.

¡Había muerto la buena noticia!

Pero cuando en lo más recóndito de su ser, allá donde no llega la conciencia, los fieles  cristianos se sintieron desamparados y a expensas de un juez que iba a determinar su destino, se apresuraron a buscar una buena abogada; y no puede haber mejor abogada, mejor intercesora, que una madre, porque su amor es incondicional y no lleva cuentas del mal… Por supuesto, la mejor madre que podían encontrar era María, la madre de Jesús, así que la revistieron de los atributos más destacados de Dios-Abbá y recuperaron lo que les habían arrebatado.

La devoción a María se convirtió así en la más entrañable, y a sus devotos todo les parecía poco para adornar a la que se había convertido en su mejor garantía ante la fría justicia de Dios. Era nuestra madre amantísima, el refugio de los pecadores, el auxilio de los cristianos, la consoladora de los afligidos… Por supuesto, la madre del cielo no podía estar sometida al pecado, y nació el dogma de su Concepción Inmaculada. Tampoco podían sus restos corromperse bajo tierra como los de cualquier mortal, y eso dio lugar al dogma de su Asunción en cuerpo y alma a los cielos…

Y desde nuestra mentalidad ilustrada y pedante, todo esto nos resulta gazmoño y pueril; pensamos que ninguna persona culta del siglo XXI puede creer en estas simplezas que lo único que revelan es la inmadurez de la fe de nuestros abuelos… Pero en el fondo es una historia preciosa que muestra que el Espíritu sopla dónde y cuándo se le necesita, y muestra también que se encuentra mucho más a gusto entre la gente sencilla que entre los sabios y entendidos.

Ruiz de Galarreta llamaba a María “Parábola de Dios”, y añadía: «No hay palabras ni sentimientos capaces de agradecer suficientemente a María la salvación de todo lo que más caracteriza a la religión de Jesús, a la buena Noticia: sentirse querido, saber que alguien siempre te comprende, te perdona y te acoge, alguien a quien no temer, alguien que no lleva cuentas de mal… Eso, que debería haber sido Dios-Abbá, fue para los cristianos la madre de Jesús».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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¿Nos animamos a ponernos en camino?

Jueves, 15 de agosto de 2024
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2D162234-A166-4839-80E0-7920D20956B7Lc 1, 39-56

Celebrar hoy a María que es llevada al encuentro definitivo con Dios nos compromete a vivir, como ella, esos otros encuentros transformadores en los que compartimos y cantamos la vida que Dios nos regala.

Este domingo celebramos la fiesta de la Asunción de María. Lo normal es que acudan a nuestra mente las muchas imágenes que hemos visto de María, mirando a lo alto, con las manos juntas, rodeada de ángeles, sobre nubes que indican cómo es elevada al cielo. Es realmente una fiesta que nos habla del triunfo y la santidad de María, pero que apenas nos dice nada, si nos quedamos en las imágenes, porque nuestra propia experiencia tiene poco que ver con ellas.

Pero, como tantas veces, el evangelio de hoy nos saca de estas imágenes que nosotros mismos nos hacemos y nos presenta a María con los pies en la tierra. Viviendo salidas y encuentros que sí pueden parecerse a los nuestros. Vamos a intentar acoger toda la riqueza de este texto, precioso y claro, ayudándonos de dos imágenes que nos presenta:

1. El encuentro de dos mujeres embarazadas

Según Lucas, María acaba de recibir la noticia de que ha sido elegida para ser madre del Mesías, del Hijo de Dios, y lo que hace es “ponerse en camino” y añade el texto “con prontitud”, aunque también puede traducirse con diligencia, con empeño, con cuidado… Como una decisión que brota de su nueva condición de madre, de sentir que en sus entrañas crece la nueva vida que viene de Dios.

Dios ha salido a su encuentro y ella va al encuentro de Isabel, una mujer también embarazada. Dos embarazos que se nos invita a contemplar a la luz de la fe, porque se realizan en circunstancias que humanamente son imposibles. En el caso de María porque “no conoce varón”y en de Isabel porque es anciana, “ha concebido en la vejez”. Y es que la vida que nace de Dios, nos dice el evangelio, rompe todas las normas, supera nuestros cálculos, nos sorprende irrumpiendo con fuerza allí donde nosotros no vemos posibilidades.

Esta experiencia de que para Dios “nada hay imposible”, de que Él sale al encuentro y hace surgir vida en dos mujeres sencillas, como entre tantos pobres y humildes, es una experiencia de las primeras comunidades cristianas, pobres, pequeñas y perseguidas. ¿No puede ser hoy la nuestra? ¿No se sienten nuestras comunidades a veces como Isabel, demasiado mayores y cansadas para algo nuevo, o demasiado solas y llenas de dificultades para ello?

Dos mujeres embarazadas, que se encuentran, ¿de qué hablan? Sin duda de sus hijos, de su alegría, del futuro… En este caso nos dice el evangelio que la alegría es desbordante y contagiosa, tan honda que “el niño salta de gozo en sus entrañas” y se llena del Espíritu de Dios. Y desde este Espíritu hablan de un futuro que las transciende, que no es solo el futuro de sus hijos, es el futuro de todo el pueblo, de toda la humanidad.

La hondura de gozo y de fe hace que este encuentro adquiera otra dimensión, del encuentro de dos mujeres pasa a ser el encuentro definitivo y permanente de Dios y nuestro mundo, su mundo.

2. Una mujer que se pone a cantar a Dios y al mundo nuevo que Él hace posible

Esta es la segunda imagen, María consciente de lo que está viviendo prorrumpe en un cantico que expresa una de las imágenes de Dios más rotundas y esperanzadoras del Nuevo Testamento.

Es importante considerar cómo Lucas pone en boca de María este canto que conocemos como el Magníficat. No vamos a entrar en su origen, ni a tratar de desentrañar las imágenes del AT que evoca… Vamos a dejar que nos toque el corazón desde su sencillez y frescura, a la vez que desde su hondura y tremendas afirmaciones.

María expresa su conciencia maravillada de la acción de Dios en ella, más allá de su pequeña realidad o precisamente por ella. Descubre que Dios es grande porque actúa en su sierva pobre y sin méritos. Y afirma con contundencia que es a ella, humilde mujer nazarena, a quien todas las generaciones llamarán bienaventurada. No solo a su hijo ni a su Dios.

Y esta experiencia de que Dios hace maravillas en ella, es la razón por la que afirma que Dios es misericordioso y que esta misericordia realizada en ella, se extiende, de generación en generación, sobre los que le temen, sobre los que le toman en serio, sobre los que creen en él y le aman.

Su experiencia personal, es la que le hace descubrir cómo actúa Dios en el mundo y como está dispuesto a hacer nuevo nuestro futuro, con acciones desestabilizadoras a favor de los pequeños, de los necesitados:

“Dispersa a los soberbios de corazón, derriba a los poderosos y ensalza a los humildes. Llena de bienes a los hambrientos y despide vacios a los ricos”

Esta es la promesa de Dios para con su pueblo, la promesa que hace cantar de gozo a María. Esta es la promesa que Dios nos hace hoy a nosotros, que hace a nuestra Iglesia y a nuestro mudo.

Aclamar y celebrar hoy a María que es llevada al encuentro definitivo con Dios nos compromete a vivir, como ella, esos otros encuentros transformadores en los que compartamos y cantemos la vida que Dios, por su misericordia, derrama en nosotros, en nuestra pobre realidad. ¿Nos animamos a ponernos en camino?

¡Feliz domingo! ¡Feliz día de la Asunción de María!

Mª Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

Fuente Fe Adulta

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María y la Asunción ¿Desde dónde la contemplamos?

Jueves, 15 de agosto de 2024
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ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA. (Lc 1, 39-56)

¿Desde las Visiones proféticas del Apocalipsis de la primera lectura y salmo de hoy? ¿Desde el Evangelio de la Visitación? ¿Desde el Dogma de la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos? ¿Desde la Historia del Arte? ¿Desde el imaginario y creencias de la piedad popular? ¿Desde el Nuevo catecismo de la Iglesia Católica? ¿Desde la teología feminista?

Hagamos un breve recorrido. Desde la visión apocalíptica y salmo que leemos hoy y que ha ejercido una seducción irresistible en el arte y el imaginario popular: ¡Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas!   Salmo: La reina enjoyada con oro de Ofil.  Por contraste, en el Evangelio de hoy, Lucas nos presenta la escena del encuentro gozoso de dos mujeres que han creído lo que se les ha dicho: La Visitación. En el Dogma de la “Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos” la Iglesia confiesa que María fue “subida” al cielo en cuerpo mortal. (Como dogma la Asunción es una verdad de fe revelada por Dios en la sagrada Escritura o contenida en la Tradición.) De la Asunción no hay nada en la Sagrada Escritura, pero sí tiene una larga tradición en el imaginario y creencias populares. En el Nuevo catecismo de la Iglesia Católica: “La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la de los demás cristianos” Así celebra la Iglesia hoy, como fruto primero de la muerte y resurrección de Jesús, la Asunción de María. Y de este modo, se abre un camino de esperanza para la misma Iglesia y para toda la humanidad.

Pero demos un paso más y veamos la Asunción y Ascensión más allá de la mitología de los relatos evangélico, el imaginario popular, el dogma y el catecismo.  Lo que cuentan los evangelios, todos en lenguaje mítico, son narraciones ejemplarizantes y simbólicas que no se pueden leer al pie de la letra. Literalismo. Necesitamos interpretarlas con ayuda de las ciencias exegéticas y hermenéuticas hoy disponibles. De María, históricamente, no sabemos nada. Los narradores bíblicos usan a María para presentar su mensaje, para decir lo que de verdad quieren decir. La idealización de María está al servicio de la intención del autor. Nosotros tenemos que descubrir y descifrar el significado que, para nuestro crecimiento en la fe, aporta el texto.

¿Y qué interpretación hacemos hoy de la Asunción de la Virgen María en cuerpo mortal y alma a los cielos? En esa metáfora de la Asunción nosotros hoy contemplamos a María que ha alcanzado la plenitud de su verdadero ser. Que ha llegado a ser lo que verdaderamente era. Que a lo largo de su vida María iba evolucionando en la identificación con la divinidad y decimos que lo consumó en la Asunción-glorificación, siguiendo el mismo recorrido que Jesús realizó. Hoy no podemos entender “físicamente” ni la ascensión del Señor ni la asunción de la Virgen.  Subir, ¿a dónde? Dios no está arriba. No está separado de su creación. Está transcendentemente inmanente a ella. Nadie tiene que subir ni bajar, entrar o salir para encontrarle donde está. ¿En qué Cosmología actual cabe ni la Ascensión ni la Asunción? La Ascensión y la Asunción obedecen a la cosmología de los Tres Pisos que actualmente resulta insostenible.

Desde la interpretación de la Asunción como logro de la plenitud humana, María es ejemplar, un modelo, un ideal para el creyente del siglo XXI. Hoy celebramos su participación en la Vida divina durante toda su vida, desde la cuna a la sepultura. Y sabemos que nuestra participación en la Vida es igual que fue en María. Por eso su contemplación y celebración (celebrar es recordar y vivir) nos ayuda en nuestra asunción constante hacia la plenitud, hasta llegar a ser lo que somos realmente.

A mí me ayudó a cambiar desde dónde contemplar a María y su asunción, escuchar, en 2017, una conferencia que dio Marifé Ramos con el título “María, vecina de Nazaret”. En esa conferencia se nos pedía ver a María como si fuéramos vecinas con ella en Nazaret, en el contexto histórico, político, económico, social y religioso de Palestina en el siglo I.  En una sociedad machista y patriarcal. María era una mujer sencilla, pobre y obediente a la cultura en la que vivía. Como todos los judíos, esperaba al mesías que liberaría al país de la tiranía del Imperio romano.

La María de Marifé me resultó más cercana y ejemplar que la imagen infantil prolongada que todavía mantenía. Fue grande el contraste entre la mi imagen de María, alimentada por la mariología popular (apariciones, romerías, santuarios y ermitas, novenas y peregrinaciones) y la María desmitificada que nos presentó tan razonablemente. Esta María, con la que puedo compartir vecindad, me resultó más verosímil e imitable en su fidelidad al proyecto divino para ella diseñado. Esta María sí es un referente para la humanidad hoy.

Mi proceso de “desmitificación y desidealización” de María se enriqueció con los abundantes ensayos, estudios e investigaciones realizados por mujeres, en el campo de la Teología Feminista, sobre María, la madre de Jesús de Nazaret. Mi gratitud especial para Mercedes Navarro, Carmen Bernabé y Consuelo Vélez entre otras muchas. Todas ellas me han ayudado a descubrir en María a una mujer de fe, libre, activa, fuerte.  Muy distinta a la María domesticada por el patriarcado desde el que se escriben los Evangelios y la literatura del Nuevo Testamento.

Y para cerrar como debe ser en nuestro hoy eclesial: En una Iglesia sinodal y “en salida” María nos convoca a ser, como ella, protagonistas en la misión liberadora del Reino, a dar testimonio del evangelio de Jesús de Nazaret y ser sacramento de salvación (liberación) de la humanidad sufriente. En verdad, es tiempo propicio para renovar nuestra espiritualidad mariana, para seguir sus pasos como discípula y misionera fiel y audaz.

Para profundizar.  1. Ver el video o leer el texto de la conferencia de Marifé Ramos “María, vecina de Nazaret” que podéis encontrar en la web de Feadulta. 2. Mercedes Navarro “Los rostros bíblicos de María.” Exégesis y hermenéutica bíblica feminista. Verbo Divino (2020). 3. El blog de Consuelo Vélez en Religión Digital.

Mª África de la Cruz

Fuente Fe Adulta

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Quien comprende es feliz

Jueves, 15 de agosto de 2024
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IMG_6460Fiesta de la Asunción

15 agosto 2021

Lc 1, 39-56

Entendida en su literalidad, la expresión “dichosa tú, que has creído” no se sostiene, porque la dicha o la felicidad no puede apoyarse en una creencia. La creencia, en cuanto constructo mental, únicamente puede ofrecer una sensación de seguridad mientras la persona mantiene su adhesión a ella. Pero, en sí misma, carece de consistencia.

 Eso mismo ocurre cuando pensamos que la felicidad es “algo” a conseguir. La convertimos así en un objeto, sin caer en la cuenta de que todo objeto es, por definición, impermanente y, por tanto, incapaz de otorgar dicha o felicidad estable.

  La felicidad no nos viene de fuera ni nos espera en el futuro. Tampoco se halla en “algo” que deberíamos alcanzar. La felicidad es una con lo que somos, es otro nombre de nuestra identidad profunda, por lo que trasciende toda circunstancia que nos pueda ocurrir.

 Al escribir esto, me vienen a la memoria las palabras de Nisargadatta: “Compare usted la conciencia y su contenido con una nube. Usted está dentro de la nube, mientras que yo la miro. Está usted perdido en ella, casi incapaz de ver la punta de sus dedos, mientras que yo veo la nube y otras muchas nubes y también el cielo azul, el sol, la luna y las estrellas. La realidad es una para nosotros dos, pero para usted es una prisión y para mí un hogar”.

 O aquellas otras de Ramana Maharshi: “Usted es ignorante de su estado de plena felicidad”. Ya somos felicidad. El problema es que nos identificamos con lo que no somos y, en esa misma medida, nos alejamos de la felicidad y, a continuación, la objetivamos en “algo” y la proyectamos “fuera”. Pero la felicidad no es un “estado de ánimo” -que puede variar-, sino un “estado de ser”, que nace justamente de la comprensión profunda y que es capaz de abrazar todos los estados de ánimo.

 De manera inmediata, nuestra mente coloca etiquetas sobre aquello que supuestamente nos haría felices y aquello otro que supuestamente nos arrebataría la felicidad. Ante esto, la pregunta decisiva es: ¿Estamos dispuestos a incluir todo tipo de situaciones dentro de la felicidad?… ¿Estamos verdaderamente dispuestos a ser felices en cualquier situación… o queremos “salirnos con la nuestra”? Eso requiere ser honestos. Al llevar la honestidad al mundo de nuestras imágenes mentales acerca de la felicidad, nos damos cuenta de que rechazamos la felicidad constantemente. Rechazamos la felicidad cada vez que el presente no se parece a nuestra imagen feliz. ¿Cómo vamos a ser felices si renunciamos a ella constantemente? Dicho de modo más simple: el mayor obstáculo para ser felices no es otro que la imagen mental que tenemos de la felicidad.

 La felicidad -no podía ser de otro modo- nace de la comprensión experiencial de lo que somos. La ignorancia introduce en la confusión y en el sufrimiento; la comprensión ilumina y nos hace reconocernos en “casa”, sea lo que sea lo que ocurra. Sin duda, solo quien comprende es feliz. Tenía razón Sócrates al afirmar que “solo hay una virtud: la sabiduría [o comprensión]; y solo hay un único vicio: la ignorancia”.

¿Qué es, para mí, la felicidad? ¿Dónde la pongo o la busco?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El optimismo es la sacarina de la esperanza .

Jueves, 15 de agosto de 2024
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IMG_6795Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- La fiesta de la Asunción de María a los cielos.

La fiesta de la Asunción de María a los cielos es muy popular en nuestra tradición. Al menos hasta nuestros días ha estado muy dentro de la vida, de las fiestas  y de la espiritualidad de nuestros pueblos.

Siempre ha estado presente en la fe de la Iglesia que María terminó en Dios como Jesús, en lo que llamamos cielo.

Fue el papa Pío XII quien en 1950 propuso como dogma a la fe del pueblo que María fue llevada junto a Dios a los cielos. Y el papa, Pío XII,  lo dice con unas palabras limitadas como todo lenguaje humano. La Virgen fue llevada al cielo en cuerpo y alma.

Bástenos saber que María, como Jesús terminaron en Dios. El cuerpo y alma son palabras, ideas  nuestras, provenientes más bien de la filosofía griegas.

No podemos imaginar la Asunción de un modo físico. Sería algo muy extraño. Ni la Asunción de María, ni la Ascensión de Jesús son fenómenos astrofísicos que ocurrieran a modo de “cabo Cañaveral”.

María fue creyente, la primera creyente. María vivió de la fe en Jesús, en su hijo.

Es  llamativo que ni en los evangelios, ni en todo el NT haya un relato que narre una aparición de Jesús resucitado a su madre. María llegó a la fe y creyó siempre  en su hijo: en vida y después de la muerte. María fue la primera creyente.

Lo que creemos en estas afirmaciones es que María, como  Jesús, vive en Dios en lo que hemos denominado cielo.

02.- Fiesta impregnada de alegría y esperanza.

La Asunción es un acontecimiento impregnado de serenidad, alegría y esperanza. Isabel se llena de alegría ante la visita de Maria. Las dos mujeres esperan nuevas vidas en su seno.

 La fiesta de la Asunción es un canto a un futuro lleno de esperanza y de vida. Nuestro futuro es el mismo de Jesús y de María. Nuestra historia terminará bien en Dios Padre.

Nosotros viviremos junto a Dios, junto al Señor JesuCristo y a la Virgen lo que ya viven ellos.

Por eso la Asunción de María es buena noticia.

03.- Ir ascendiendo en la vida.

La fiesta de la Asunción fortalece nuestra esperanza. María es madre de nuestra esperanza.

La esperanza no es optimismo. El optimismo es un estado de ánimo porque nos va más o menos bien en la vida, la salud, el trabajo, la jubilación, le economía, etc… La esperanza “comienza” donde termina el optimismo. (El optimismo es la “sacarina” de la esperanza).

 La vida humana es un ir ascendiendo, caminando como Jesús y María hasta llegar al cielo, a la casa del Padre.

El sentido de nuestra vida, el horizonte de la existencia, nuestro futuro consiste en alimentar la esperanza

El futuro absoluto -la esperanza-  del ser humano no está ni en Madrid ni en Vitoria, ni en Roma. Esas instancias  e instituciones tienen un valor y una misión, pero no son dioses, ni tienen la última palabra para el hombre.

Desde la fe en JesuCristo yo espero -esperanza- en el Reino de JesuCristo, no en las instituciones.

Se trata de mirar al cielo. El cristiano es quien mira y espera en el cielo. El cielo es un modo simbólico de hablar y de formular nuestra esperanza. La esperanza es la que nos da coraje para seguir existiendo.

Confiamos que -como María, como Jesús, como nuestros mayores- vamos caminando y seremos llevados, “ascendidos” al cielo.

04.- La Asunción. Conclusión

La esperanza de vernos plenamente realizados, como María y como Xto causa un profundo gozo y una gran serenidad en la vida

Esto es lo que celebramos en la fiesta de la Asunción.

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Nuestro futuro está en la Asunción de nuestras vidas junto a Dios.

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“ Con María, verdadera hermana nuestra, caminemos hacia la eternidad”, por Consuelo Vélez

Jueves, 15 de agosto de 2024
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IMG_6458Del blog de Consuelo Vélez Fe y Vida:

A propósito de la Fiesta de la Asunción de María

Hemos comentado varias veces la fiesta de la Asunción de María -que se conmemora este mes de agosto- porque esta, como las otras festividades marianas, han convocado durante siglos al pueblo de Dios en la vivencia de su fe. María, “una de las nuestras” o “verdadera hermana nuestra” o “primera discípula”, como se le llama en reflexiones más recientes, nos enseña el seguimiento de Jesús, con actitudes que deben acompañar la vida cristiana: escucha al espíritu (la anunciación, Lc 1, 26-38), fidelidad a los valores del reino (Bodas de Caná, Jn 2, 1-12), anunciadora de las maravillas de Dios (canto del Magnificat, Lc 1, 46-49), profeta para denunciar la injusticia y anunciar los tiempos nuevos desde Dios (canto del Magnificat, Lc 1, 50-55), fiel hasta el final (María al pie de la cruz, Jn19,25), presente en el inicio de la iglesia(Pentecostés, Hc 1, 14).

No hay datos bíblicos sobre la Asunción de María, pero la celebramos porque en 1950, el Papa Pío XII proclamó este dogma, respondiendo a una creencia que el pueblo cristiano manifestaba sobre el final de la vida de María. Si ella recibió el don de ser madre del Hijo de Dios, es fácil pensar que ella recibió, también, la plenitud de la salvación. Esta fiesta responde a un dogma proclamado por la Iglesia pero que recoge lo que el pueblo cree. Por esta razón no es un invento eclesial sino una confirmación del sensus fidei (sentido de la fe del pueblo de Dios) que la institución eclesial acoge y reafirma.

De todas maneras, tanto el dogma de la Asunción como tantos otros de la fe cristiana, necesitamos explicarlos de acuerdo a las comprensiones que se han ido desarrollando, a la luz de los aportes de la exégesis y la hermenéutica bíblica y teológica, las cuales permiten “traducir” a términos actuales lo que en el pasado se expresó con el lenguaje y comprensión de esa época. En el caso del dogma de la Asunción, el énfasis no está en un hecho milagroso que la ciencia no explica, sino en una experiencia de fe sobre la persona de María que nos hace afirmar que, a ella, Dios le concedió ya, lo que todos esperamos alcanzar cuando termine nuestra vida en este mundo. En ese sentido, la celebración de esta fiesta nos anima a seguir caminando hacia la meta, a mantener el compromiso cristiano de amor, solidaridad, misericordia, justicia, paz, como María supo mantenerlo, con la confianza de que vamos haciendo posible el reino de Dios entre nosotros y, en ese sentido, vamos experimentando lo que esperamos saborear de manera plena en la eternidad.

Cabe anotar que es importante seguir recuperando una figura de María más comprometida con la vida cotidiana que una María extraordinaria, alejada de este mundo. Recientemente el Vaticano ha lanzado una alerta sobre las “supuestas” apariciones de la Virgen que se dan en muchos lugares y se ha reservado el derecho de declararlas o no como tales. Una cosa es la experiencia de fe mariana que puede vivirse de manera privilegiada en un momento de la historia y por la cual se erige un santuario mariano y otra la explotación del sentimiento religioso acudiendo a la magia, lo sobrenatural, lo extraordinario y dirigido astutamente por supuestos “videntes”. Es necesario estar muy atentos a la confirmación eclesial de cualquier evento de este tipo para no desvirtuar la fe y no ser víctimas de estafadores que también abundan y aprovechan las cuestiones religiosas para sus fines.

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Y no solo hay que ser precavidos con las apariciones marianas sino también con algunos grupos que invocando a María se han ido convirtiendo en un tipo de “secta” porque se creen los poseedores de la verdad y viven doctrinas, ritos, costumbres, tradiciones más pre-vaticanas que acordes con los desarrollos eclesiológicos actuales. Además, privilegian una imagen de María que provoca miedo, temor y que mira este mundo actual, condenándolo y fomentando el rechazo y exclusión de lo diferente, todo muy contrario a la misericordia, inclusión y acogida de los signos de los tiempos en los que el espíritu de Dios sigue hablando hoy.

En ese sentido, rezar el rosario es una devoción mariana muy rica sino se separa de Jesucristo. De ahí que se proponga la consideración de los misterios de la vida de Cristo al unísono con el rezo de las cincuenta avemarías. Lamentablemente, en esos grupos y, a veces, en algunos espacios eclesiales, se sigue fomentando una repetición de avemarías más que un momento contemplativo y de interiorización de los misterios de nuestra fe. Una revisión de esta devoción ayudaría mucho a alimentar la vida cristiana. No es María la que necesita que nosotros recemos. No es el número de avemarías lo que interesa. El rosario es un medio para ayudarnos a entrar en diálogo con Jesús, a través de María, pero el objetivo es favorecer la experiencia de oración y no la repetición inconsciente de palabras vacías.

Aprovechemos la celebración de esta festividad mariana para recrear nuestra devoción hacia ella, centrándola más en la fe en su hijo Jesús que en visiones apocalípticas del mundo o en temores que parece ella nos anuncia en supuestas apariciones, tan alejadas del reino de Dios, del evangelio, del auténtico sentir eclesial. Ella, verdadera hermana nuestra, nos acompaña en nuestro camino hacia la eternidad, invitándonos a vivir como ella vivió, siempre colaborando y haciendo posible el amor de Dios entre nosotros.

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Nuevas imágenes para la Asunción de María.

Jueves, 15 de agosto de 2024
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estos_son_mi_madre_y_hermanosLa imagen de Asunción despierta imágenes de movimiento, de atracción hacia arriba, de impulso ascensional; nuestra mirada es atraída hacia la altura y vemos a María elevada hacia ese ámbito que llamamos “cielo”donde, con palabras de Pablo, están “las cosas de arriba“, por contraposición a “las cosas de abajo” (Col 3,1). Pero además de esta imagen espacial, podemos explorar otras que nos acerquen a María:

La obra terminada

Al hablar de la Asunción nos referimos al resultado final y a la culminación del proceso vital de María. Pero la meta supone siempre un camino, el fruto ha tenido una larga maduración en el árbol, la piedra preciosa ha cristalizado lentamente durante miles de años en la hondura de la roca. Cuando se emprende una obra pública de envergadura se suele construir una maqueta que muestre el proyecto que se está construyendo y se expone en un lugar visible para que todos puedan ver cómo va a ser el final: al mirarla, contemplamos e imaginamos la obra ya terminada. La Iglesia nos pone hoy ante una “maqueta” que nos muestra el resultado final de la obra de Dios en la mujer que no opuso ninguna resistencia a su acción: “Hágase en mí…”, dijo María, la mujer de la Nueva Creación, acogiendo sobre ella la presencia del mismo Espíritu que “se cernía sobre la faz de las aguas” (Gen 1,2) en la mañana de la primera creación.

El fruto de la nueva Tierra

Cuando Moisés no sabía cómo convencer a un pueblo cansado, escéptico y desmotivado para entrar en la tierra de la promesa, envió exploradores a Canaan que volvieron cargados con gigantescos racimos de uvas dulces, frescas y apetitosas: ¡Estos son los frutos de la tierra hacia la que nos dirigimos!”, dijo Moisés al mostrárselos a los israelitas (Num 13). Algo así hace la Iglesia cuando nos presenta la Asunción de María, como si nos dijera: “Mirad las primicias de la humanidad nueva, ella es el fruto ya granado de la Tierra hacia la que nos dirigimos. Dichosos vosotros por haber recibido la buena noticia del campo donde echa sus raíces el Árbol de la Vida que produce semejante fruto, compartid con otros ese secreto a voces, ese sabor del vino que llena de alegría”. La existencia ya glorificada de María y su alegría, son los únicos instrumentos de que dispone para decirnos: “Es una tierra que mana leche y miel. Vale la pena subir a conocerla”.

La casa preparada

Me voy a prepararos lugar, decía Jesús, y cuando vaya y os prepara el lugar, vendré de nuevo a llevaros a mi casa para que donde yo esté, estéis también vosotros (Jn 14, 2-3).

María, la primera en llegar a la Casa, toma parte con su Hijo en la tarea de preparar ese lugar para que un día, donde ella esté, estemos también nosotros. Ella nos espera “a mesa puesta” en ese banquete del que le gustaba hablar a su Hijo.

La meta alcanzada

La imagen es de Pablo en su carta a los Filipenses: Hermanos, yo no lo he alcanzado aún, ni he llegado ya a ser perfecto, sino que continúo mi carrera a fin de poder alcanzar a aquel por quien yo mismo fui alcanzado, Cristo Jesús. (Fil 3,12). El evangelio nos presenta a María desde el comienzo “caminando deprisa” desde Nazaret de Galilea a la sierra de Judea para llegar a casa de su prima Isabel y en aquella primera “meta” de su carrera, recibió de labios de Isabel la primera bienaventuranza: “Dichosa tú que has creído…”. Y aquello no fue sino un anticipo de la felicitación que iba a recibir en el final definitivo de su trayectoria. Toda la vida de María consistió en dirigirse apasionadamente hacia esa meta definitiva que no podía ser otra cosa que su propio Hijo. Como cuando llega la primavera y el ánade salvaje emprende el vuelo de retorno y nada puede detener su impulso ascensional.

Dolores Aleixandre

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¡Vamos de visita!

Jueves, 15 de agosto de 2024
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48038DCD-D54B-481C-AC6E-D3457ABFF7C0Ilustración: Maximino Cerezo Barredo, cmf

Lc 1, 39-56

Cuando era pequeña y escuchaba a mi abuela o mis tías decir: “Me llevo a la niña de visita”, a mí se me ponían los pelos de punta. El plan era un soberano aburrimiento para una niña que lo que quería era estar jugando en casa, o mejor aún, en la calle, pues en la ciudad donde vivía mi abuela, los niños todavía jugaban en la calle.

La lectura de Lc 1, 39-56 me ha llevado de viaje al pasado y, lo que antes me parecía un horror, se ha transformado en un valor.

“Y un día cualquiera, un poco antes de las primeras luces del amanecer, María cierra tras sí la puerta de su pequeña casa de Nazaret e inicia apresurada el camino hacia ‘la montaña, a un pueblo de Judá’, donde vivía Isabel. No había prisa pero el impulso de su corazón movía velozmente sus pies” (1). Este relato nos muestra lo que es visitar.

Visitar implica moverse, cerca o lejos, salir, ponerse en marcha; abandonar el espacio de confort (que decimos ahora); adentrarse en la realidad del otro, la persona que me abrirá la puerta de su espacio y, posiblemente, de lo que vive.

Visitar exige irremediablemente invertir tiempo… ¿quién tiene tiempo hoy para regalarlo desinteresadamente?

Vamos a dejarnos llevar por María y vayamos con ella de visita a casa de Isabel.

“Aquellas dos mujeres preñadas, creyentes e ilusionadas (…) envueltas en el silencio de la promesa de Dios, se encuentran y en el mismo instante del abrazo, la palabra se hace presente con la intensidad de la comprensión, la alegría y la intimidad compartida” (2).

La visita empieza a dar frutos desde el primer instante si hay una buena predisposición. La actitud de quien va y quien recibe es elemento primordial.

Ellas estaban felices. Isabel gritó de júbilo y “la criatura salto de alegría en su vientre”. Y María proclamó exultante la oración de alabanza y agradecimiento al Dios de la Vida. “El Magníficat recoge la plegaría del orante que se descubre, desde la humildad, fecundado por su Señor dentro de la Historia de Salvación” (3).

María permaneció en casa de Isabel “unos tres meses y volvió a casa”. Se movió, invirtió su tiempo y podemos imaginar qué maravillosos tres meses pasaron juntas, viendo como la vida crecía dentro de ellas, cuidándose, riendo, compartiendo…

En la sociedad que vivimos, cada vez más fragmentada e individualizada, donde las relaciones se va licuando, quedando en manifestaciones muy superficiales; reducidas a un mero contacto tecnológico a través de whatsapp (el correo electrónico dicen los jóvenes que eso es ya cosa de viejos), Twiter, Instagram, etc., me pregunto si tiene un significado el hecho de visitar, más allá de un contacto comercial, de captación de clientes, o del médico cuando el paciente no se puede mover de la cama.

Después de empaparnos del evangelio de este día hay que preguntarse a qué me mueve el “movimiento” de María visitando a Isabel. Y si realmente, el hecho de visitar, tiene un significado en mi vida.

Hay gente ahí fuera esperando una visita, de persona a persona.

Hay mucha necesidad de abrazos y de afecto, que no se solucionan con emoticonos y fotos con preciosos textos de buenas intenciones en el móvil.

Hay sed de escucha, en las alegrías y en las penas; para las primeras habrá un café o una cerveza y, para las segundas, además, un hombro y un pañuelo para enjugar lágrimas.

Hay enfermos crónicos que al inicio de la enfermedad seguro que tuvieron gente que les visitó, pero cuando la postración es larga, la soledad embarga.

Hay demasiados ancianos que viven demasiado solos, que su puerta nunca se abre para recibir porque nadie se acerca a ser recibido.

Hay muchas personas que han llegado traspasando fronteras, huyendo de sus lugares de origen que necesitan ser escuchados, recibidos, alentados, etc.

Recuerdo aquí lo que nos enseñaban en la catequesis sobre las Obras de Misericordia; dos de ellas se refieren al hecho de “visitar”: visitar a los enfermos y visitar a los presos.

El estado tiene una responsabilidad ineludible en la atención a las necesidades de quienes necesitan determinados servicios que ayuden a mejorar las condiciones de vida de quienes lo necesitan, por edad, enfermedad, etc. Eso es incuestionable. También las ONG’s, fundaciones, e instituciones benéficas tienen un papel importante en dicha atención.

Pero visitar… es otra cosa. Es una labor personal, individual. Es un estar atentos a detalles de la vida cercana, del entorno. Visitar no cuenta en las estadísticas. Es una acción muy silenciosa que no requiere estructuras organizativas, ni contractuales.

María fue. Podía no haber ido. Isabel, mayor y preñada, seguramente estaba bien atendida. Pero María fue. A estar. A escuchar. A compartir.

Mari Paz López Santos

  • (2) y (3) Del libro: ¿QUÉ QUIERE DIOS QUE YO QUIERA? Magnificat siglo XXI” Mari Paz López Santos

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Martes 15 de Agosto de 2023. La Asunción

Martes, 15 de agosto de 2023
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1ª LECTURA

Apocalipsis 11, 19a;12,1.3-6a.10ab

Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal

Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de la alianza. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Apareció otra señal en el cielo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas. Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra. El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar luz, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera. Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios. La mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar reservado por Dios. Se oyó una gran voz en el cielo:

“Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo.

***

Salmo responsorial: 44

De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.

Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir. R.

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu Señor. R.

Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real. R.

***

2ª LECTURA

1Corintios 15, 20-27a

Primero Cristo como primicia; después todos los que son de Cristo

Hermanos:

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.

Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.

***

EVANGELIO

Lucas 1, 39-56

El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludo a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”

María dijo:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.”

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

*

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy (15 de Agosto de 1977)

***

SU CUMPLEAÑOS

… todo este gesto tan amable de su presencia y sobre todo de su oración, por este servidor de ustedes, a quien abruma este cariño del pueblo y por el cual estoy dispuesto a seguir dando los años que el Señor me conceda. Y considero como un bello regalo de cumpleaños, que la Iglesia misma se hace, este nuevo diácono que vamos a ordenar.

LA ASUNCIÓN DE MARIA

Y en el ambiente del misterio que celebramos hoy, cómo recobra encanto toda esa fiesta de la Arquidiócesis en su Catedral. La asunción en cuerpo y alma de la Virgen al cielo no es una opinión piadosa. Es un dogma de fe, el dogma diríamos, de moda, el más reciente. Fue al clausurar el año de 1950 aquel gran Año Santo, que llevaba a Roma muchedumbres y que recibía aquel gran Pontífice que fue Pío XII. Durante esos años, se hizo una consulta muy interesante a todos los obispos del Mundo: ¿Cómo estaba en el pueblo la creencia de esta verdad, de que María ha sido llevada en cuerpo y alma al cielo? Al mismo tiempo que recogía la tradición de la liturgia, de la teología, y todo lo profundo que la Iglesia tiene en sus estudios, pudo tener la seguridad, el 1º de noviembre de aquél Año Santo, de proclamar como dogma de fe, y que por tanto es obligatorio creerlo todos los católicos, que María, después de terminar su curso mortal en la tierra, fue asunta, como recogida por Dios, en cuerpo y alma. Podemos decir, hermanos, porque una verdad que corresponde a los orígenes de nuestro cristianismo, a los orígenes del mismo Cristo, apenas en nuestro tiempo se proclama dogma de fe, no es que el Papa Pío XII inventó que María ha sido llevada en cuerpo y alma, como si hubiera inventado esa verdad hoy en 1950. Los dogmas no los hace el Papa. El Papa lo que hace es poner el sello de su autoridad, de su magisterio, para darle seguridad al pueblo de que esa verdad está contenida en la divina revelación. Y lo creemos no sólo porque lo dice el Santo Padre, sino sobre todo porque lo ha dicho Dios y lo ha revelado en la Sagrada Biblia y en la tradición viviente de la Iglesia. Leer más…

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“Seguidora fiel de Jesús”. Asunción de María – C (Lucas 1,39-56)

Martes, 15 de agosto de 2023
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36343649-98FE-402D-8C73-BB8B911BC97ASanta María del Coro, San Sebastián

Los evangelistas presentan a la Virgen con rasgos que pueden reavivar nuestra devoción a María, la Madre de Jesús. Su visión nos ayuda a amarla, meditarla, imitarla, rezarla y confiar en ella con espíritu nuevo y más evangélico.

María es la gran creyente. La primera seguidora de Jesús. La mujer que sabe meditar en su corazón los hechos y las palabras de su Hijo. La profetisa que canta al Dios, salvador de los pobres, anunciado por él. La madre fiel que permanece junto a su Hijo perseguido, condenado y ejecutado en la cruz. Testigo de Cristo resucitado, que acoge junto a los discípulos al Espíritu que acompañará siempre a la Iglesia de Jesús.

Lucas, por su parte, nos invita a hacer nuestro el canto de María, para dejarnos guiar por su espíritu hacia Jesús, pues en el «Magníficat» brilla en todo su esplendor la fe de María y su identificación maternal con su Hijo Jesús.

María comienza proclamando la grandeza de Dios: «mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava». María es feliz porque Dios ha puesto su mirada en su pequeñez. Así es Dios con los sencillos. María lo canta con el mismo gozo con que bendice Jesús al Padre, porque se oculta a «sabios y entendidos» y se revela a «los sencillos». La fe de María en el Dios de los pequeños nos hace sintonizar con Jesús.

María proclama al Dios «Poderoso» porque «su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». Dios pone su poder al servicio de la compasión. Su misericordia acompaña a todas las generaciones. Lo mismo predica Jesús: Dios es misericordioso con todos. Por eso dice a sus discípulos de todos los tiempos: «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Desde su corazón de madre, María capta como nadie la ternura de Dios Padre y Madre, y nos introduce en el núcleo del mensaje de Jesús: Dios es amor compasivo.

María proclama también al Dios de los pobres porque «derriba del trono a los poderosos» y los deja sin poder para seguir oprimiendo; por el contrario, «enaltece a los humildes» para que recobren su dignidad. A los ricos les reclama lo robado a los pobres y «los despide vacíos»; por el contrario, a los hambrientos «los colma de bienes» para que disfruten de una vida más humana. Lo mismo gritaba Jesús: «los últimos serán los primeros». María nos lleva a acoger la Buena Noticia de Jesús: Dios es de los pobres.

María nos enseña como nadie a seguir a Jesús, anunciando al Dios de la compasión, trabajando por un mundo más fraterno y confiando en el Padre de los pequeños.

José Antonio Pagola

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15 de Agosto. Asunción de la Virgen María: “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes”

Martes, 15 de agosto de 2023
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corazonmariaDe Koinonia:

Apocalipsis 11,19a;12,1.3-6a.10ab: Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal: Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario.
Salmo responsorial: 44. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
1Corintios 15,20-27a: Primero Cristo como primicia; después todos los que son de Cristo.
Lucas 1,39-56: El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes.

La primera lectura nos enseña a mostrar las señales con que Dios invita a la esperanza. Aparece la lucha a muerte del dragón contra la mujer y su descendencia (Cristo y los cristianos). La aparición del arca de la alianza de Dios (cf. Nm 10,33-36); 1Sam 4,6-7) señala el hoy de la presencia de Dios en medio de los seres humanos, ya derrotados el pecado y el mal (21,3). Las dos señales que aparecen en el cielo, la mujer y el dragón, deben ser interpretadas por la asamblea litúrgica en el espacio-tiempo. La mujer es el pueblo de Dios; es más, representa la asamblea del pueblo de Dios reunida ya, ahora y aquí, en la Eucaristía dominical. El dragón es el mal, que actúa insertándose en la historia humana, y sobre todo desde los centros de poder (las siete cabezas con siete diademas), para intentar destruir la unidad y la comunión de la asamblea dominical (arroja a la tierra parte de las estrellas). El poder de este mundo se opone al alumbramiento de la mujer (se opone a Cristo) y quiere destruir su fruto (los cristianos). El Cristo elevado y sentado en el Trono de Dios señala la derrota de Satanás. La Iglesia en el desierto, huye del mal y es sostenida por Dios, como Jesús. La glorificación de Cristo, una vez para siempre, es la garantía que nunca jamás nada impedirá que El sea dado a luz por la asamblea eucarística dominical en el hoy, en el espacio-tiempo, hasta su venida en la plenitud de la gloria. María asunta es figura de la Iglesia, tanto la celestial como la que camina dando a luz a Cristo para el ser humano de hoy, y prefigura la victoria final de toda la Iglesia con Cristo, por él y en él.

La segunda lectura nos presenta la afirmación central sobre la resurrección de Cristo y de los muertos: Cristo no es un cadáver que revive, sino que es le Resucitado (el vencedor de la muerte) que causa la resurrección de los muertos. Cristo ha derrotado la muerte (la vencedora de la vida) en su propio terreno, la ha destituido (le ha arrebatado todo su poder sobre la vida), a fin de liberar a todos los que estaban bajo su poder. Cristo resucitado garantiza la resurrección de todos los muertos. Conviene notar el paralelismo alternado: por un ser humano, la muerte; por otro ser humano, la resurrección de los muertos; en Adán, todos murieron; en Cristo, todos vivirán. En definitiva, Pablo afirma que el don de la vida se da en la resurrección de Cristo. María, al frente de los que son de Cristo (15,23), goza de la vida de la gloria del Reino y ya celebra la destitución del único y último enemigo: la muerte.

La escena evangélica de hoy se centra en el encuentro de las dos madres y de sus respectivos niños, en la continuidad del designio de Dios (AT y NT), une teológicamente los relatos paralelos de la infancia de Juan (el último profeta del AT) y de Jesús. Y es el Espíritu quien marca esta continuidad. Toda la escena rebosa de teología, y para que no se pierda ni un ápice, Lucas la concluye con el mutis de María (1,56). En este encuentro, Lucas pone en boca de María este himno judeocristiano (1,47-55), que se inspira en el cántico de Ana (1Sam 2,1-10) y en toda la tradición bíblica (sobre todo de los salmos). Himno que expresa la fe y la esperanza de los pobres y humildes del pueblo de Dios. Son los «hijos de Sión», «los pobres del Señor», quienes, en María y con ella, alaban a Dios por las grandes obras que ha hecho en ellos/en ella (1,46-49), por lo que hace en su favor (1,50-53) y, finalmente, por su amor misericordioso a favor de Israel, en conexión con las promesas realizadas y selladas con la bendición de Abraham y a su descendencia (1,54-55). María es también hija de Abraham. Así, en María, en este encuentro entre el AT y el NT, se une la espera con la realización y, al mismo tiempo, se manifiesta la predilección histórica del Señor de Abraham y de María por los pobres de todos los tiempos.

Hoy celebramos la «asunción gloriosa» de María. No se trata de ninguna elevación vertical, de ninguna traslación física, de ningún viaje sideral. No fue ascensión real, física, la «ascensión» de Jesús; mucho menos será asunción física la asunción de María. Esa «asunción gloriosa» es una manera de hablar, que quiere decir algo, algo importante, pero no precisamente un traslado físico, un sentido literal inmediato de las palabras. Podemos –y deberíamos– ser creyentes de hoy, maduros, conscientes del valor simbólico y metafórico de muchas de las expresiones clásicas de nuestra fe. Valor «simbólico», «metafórico», no significa, en absoluto, falta de valor, carencia de sentido, ausencia de contenido. Muy al contrario. Significa que la verdad expresada es una verdad profunda, no susceptible de ser expresada con palabras fáciles, descriptivas, meramente referenciales de lo físico o material.

Nuestra fe expresa que en María Dios ha dignificado a todos los seres humanos, en especial a las mujeres, convirtiéndolos en plenos participantes de su obra salvífica. El ser humano había echado a perder los planes de Dios con opresiones, violencias y desigualdades. Dios, en Jesús, llama el mundo al nuevo orden, donde todos los seres humanos son igualmente dignos y de este modo se inaugura una nueva era de plenitud.

La fiesta de la «asunta», como la llama el pueblo cristiano en muchos lugares de América Latina, nos invita a vivir en el presente el futuro de Dios. María vivió su existencia como una manifestación de la obra salvadora de Dios. No hubo momento de su humilde existencia en el que el amor misericordioso del padre no se hiciera solidaridad, misericordia y compasión con todas las personas que, como ella, vivían situaciones de pobreza y exclusión. María encarnó todos aquellos valores que nos permiten comprender como el futuro de Dios se manifiesta en las limitaciones de nuestro presente. María nos invita a vivir gozosamente la vida como un encuentro permanente con el Dios de la vida y la historia que realiza su obra redentora en las miserias de nuestro mundo y en las limitaciones de nuestra existencia.

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15.8. Canto de Asunción: Derriba del trono a los poderosos… (Lc 1, 39-56). Lectura socio-religiosa

Martes, 15 de agosto de 2023
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5fa5ef9f-de99-403e-a541-9c17f3899a14_219x623Del blog de Xabier Pikaza:

El evangelío de esta fiesta de la Asunción recuerda la Visita de María a sus primos sacerdotes  y se centra en el canto del Magníficat, carta-magna de la elevación de los pobres (hambrientos, humillados), a diferencia del Benedictus (Zacarías),  himno nacional de los poderosos, que quieren reinar, libres de temor, superando a sus enemigos,  como David, por encima de otros pueblos de la tierra.

Estos dos cantos han definido hasta hoy el ideario de la sociedad civil y de la iglesia:  Uno insiste en el poder político-nacional de los que quieren ser representantes terrenos del orden de Dios, el otro destaca la autoridad más alta de los pobres y humillados que apelan a la mano salvadora del Dios de la gracia y santidad universal, como este canto de Asunción.

Así lo muestra, de forma histórico-exegética, la reflexión que sigue,en la que dejo la discusión crítica (académica) para las notas finales. He puesto como imágenes de comienzo y acompañamiento unos iconos de la iglesia etíope, donde la Reina divina María (abrazada por Jesús) transmite su poder a una reina-hija o a otros personajes de Nubia.

INTRODUCCIÓN. DE JESÚS AL MAGNÍFICAT [1].

              Jesús no ha resuelto teóricamente la relación entre el triunfo nacional de Israel y la liberación de pobres en un plano económico (y político) [2], pero ha criticado de forma mesiánica (sanadora) la opresión a la que están sometidos los pobres (enfermos, marginados…) [3]. Pero, más que perdonar pecados en sentido sacerdotal (Zacarías), él ha querido sanar a los oprimidos liberándoles de la “dictadura” de Belcebú/Diablo y de Mammón/dinero, contrarios a Dios (cf. Mt 6, 24; Lc 16,13) [4].  Desde ese fondo se entiende este canto universal de Asunción/Elevación de María, que la lglesia ha  escogido para la celebración de esta fiesta.

 — El Dios de Jesús (y de María) trasciende la venganza y eltalión, conforma al mandamiento de central del evangelio (Lc 6, 35): «Habéis oído que se dijo ojo por ojo y diente por diente; habéis oído que se ha dicho amarás a tu amigo y odiarás a tu enemigo. Pues bien, yo en cambio os digo: amad a vuestros enemigos» (Mt 5,38.43-44). Ese Dios de gracia se expresa en el Magníficat, superando el nivel de oposición de lucha violenta que al fondo del Benedictus donde se habla de victoria sobre  los enemigos y sobre aquellos “que nos odian” (cf. Lc 1, 71.73) [5].

— La inversión del Magnificat se realiza en forma de transformación de gracia, no de venganza. El Dios del Magnificat no derriba a los potentados y empobrece a los ricos para someterles a su tiranía, sino para liberarles del poder destructor de su riqueza, en forma de terapia radical de humanidad [6].

Dios ofrece salvación a los pobres para que  los ricos puedan también salvarse, en la línea del Sermón de la Montaña(cf. Lc 6, 20-25). Sólo se puede ofrecer Reino a los mendigos-pordioseros si al mismo tiempo se amenaza con la ruina a los potentados/ricos, no para que mueran, sino para que puedan abrirse al Dios creador de gratuidad (cf. Lc 16, 19-31). Allí donde los pobres‒excluidos empiezan a escuchar el evangelio hay que poner en guardia a los soberbios-poderosos‒ricos, pues, cerrados en sí mismos, ellos corren el riesgo de perder su humanidad (cf. Mt 11,25-26) [7].

  Desde ese fondo debemos comparar los dos cantos vinculados en el evangelio de este día [8]: El Benedictus es la voz de un sacerdote de Jerusalén, con una ideología más sacral y nacional, centrada en la victoria y libertad del pueblo elegido; el Magníficat es vozde una mujer que pertenece al grupo de los pobres, con su esperanza y compromiso de una transformación mesiánica, de tipo personal y universal.

o1.- Benedictus, himno nacionalista judío

786000a5-519d-46aa-b09e-9755e1a78c5a_736x1189En la base de su texto actual hay un texto más antiguo (Lc 1, 68-69. 71-75): Lc 1,70 (cf. Hch 3,21),  de forma que la referencia a Juan Bautista (Lc 1,76-77) y la conclusión (Lc 1,78-79), responden a una situación posterior, propia de Lucas [9]. El texto original ofrece la visión privilegiada de una comunidad judeocristiana, vinculada al triunfo mesiánico‒patriarcal del pueblo judío y al culto del templo, en una perspectiva dominante de varones, que  divide a los hombres en amigos (israelitas) y gentes que os/nos odian (enemigos). Por eso, más que la liberación de pobres y excluidos, importa la salvación del pueblo santo. Ese himno nacional de los “poderosos” rezaba así:

‒ Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo (tô laô autou), suscitándonos una fuerza (= cuerno) de salvación, en la casa de David, su siervo; es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian.

‒ Ha realizado la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham; para concedernos que libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos en santidad y en justicia, en su presencia todos nuestros días (Lc 1,68-69.71 y Lc 1, 72-75) [10].

El poema primitivo constaba, según eso, de dos estrofas, sensiblemente paralelas, que cantan la llegada del Mesías, hijo de David, cuerno de salvación del pueblo (cf. 1 Sam 2,10; Sal 132,17; 41,14; 72,18; 106,48). Al decir, en un trasfondo cristiano, que Dios ha suscitado a su Mesías, hijo de David, en línea cristiana, el canto puede aludir a la resurrección de Jesús (con egeirein, levantar, suscitar), pero en clave de salvación de Israel, laos o pueblo santo, al que quiere liberar de los enemigos (ekhthrôn: 1, 71.73) y de las manos de aquellos que nos odian (misountôn hêmas: 1, 71), a diferencia del Magníficat que habla de la liberación de los pobres como tales.

Así entendido, el Benedictus nos sitúa un mesianismo nacional, propio de la “derecha” de Dios: Para que «libres de temor, arrancados de las manos de los enemigos y de aquellos que nos odian»; «para concedernos que libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos». En esa línea se seguían situándose aquellos que, según Lc 24, 21 y Hch 1,6, buscaban la restauración de Israel, no la liberación de los pobres y oprimidos bajo el poder de Mammón o Belzebú, a diferencia de lo que querían muchas mujeres marginadas (oprimidas, hambrientas) de Israel y de otros pueblos

La visión nacionalista (sacral) del Benedictus resulta lógica en boca de un sacerdote patriarca que ha oficiado en el templo de los levitas, poderosos liturgos, entiende el nacimiento del Mesías desde la perspectiva de los elegidos del pueblo santo (que debían liberarse ante todo de sus tradicionales enemigos, asirios, babilonios, romanos, entendidos como aquellos que les/nos odian) [11]. Así habla del triunfo de un pueblo santo (que entonces era Israel, y que después se ha podido identificar con Bizancio y Rusia, o con España, Alemania, Francia, gran Bretaña o USA.

Ciertamente, muchos “cristianos patriarcales (nacionales)” interpretaron la acción liberadora de Jesús, mesías de David, en términos sacrales en la línea del sacerdote Zacarías Ellos no eran los únicos cristianos, pues había otros universalistas como Pablo y los autores de los evangelios. Pero eran importantes y así Lucas los sitúa al principio de la Iglesia [12].

La visión de esos cristianos patriarcales/nacionales sólo ha sido destacada en el sustrato antiguo del Benedictus, pues el redactor posterior (Lucas) ha completado el canto con unos toques de tipo universal (Lc 1,70.76-79), que han hecho posible que, en su forma posterior, el Canto de Zacarías haya podido utilizarse como expresión de una fe-liturgia abierta desde Israel a todos los pueblos, en la línea del Nunc Dimittis (Lc 2,29-32) [13].

ac57861a-c8ed-4e6f-abcf-f1074e57a8a8_690x620Desde ese sustrato antiguo del Benedictus, vinculando Lc 1,32-33 con Lc 1, 68-69.71-75, podemos afirmar que en la primera comunidad pascual había “cristianos” que entendieron a Jesús en términos cercanos a un tipo de celotismo, en la línea de Pinjás (cf. Num 25), y en la de aquellos sacerdotes que, tras la guerra de los macabeos, habían defendido la pureza exclusivista, nacional y religiosa, del pueblo israelita. Más que la liberación de los pobres y excluidos (en línea de Jesús) les importaba el triunfo nacional del judaísmo [14].

Sin duda, esos cristianos más celotas, veneraban a Jesús como mesías de David resucitado, pero lo hacían en la línea de aquellos que en la misma Ascensión, sobre el Monte de los Olivos, le pedían (preguntaban) si era éste el tiempo en que debía reconstruir el reino de Israel (Hch 1, 6), que ellos aguardaban como cumplimiento de su identidad nacional. Lógicamente, esos cristianos seguían ligados al templo y se presentaban, en palabra muy significativa, como celosos de la ley (tou nomou; Hch 21,20) interpretada en términos sacrales: como restablecimiento nacional (cultual) del pueblo, en línea patriarcal (como en el primer Benedictus: Lc 1,71-75). Quizá esperaban la restauración de las doce tribus y por eso aludían al «reinado de Jesús sobre la casa de Jacob» (Lc 1,33).

 Estos cristiano-celotas creían en Jesús resucitado, pero en en línea nacional, aunque probablemente rechazaban la rebelión armada contra Roma, tema que resulta difícil precisar. Sólo sabemos que el autor de Lucas-Hechos los recuerda con respeto, aunque supera claramente su visión patriarcal y sacerdotal (representada por Zacarías) [15]. A  fin de pone eso de relieve, el mismo Lucas ha puesto en boca de María un canto no patriarcal de liberación (Lc1, 51‒53), partiendo de los pobres (no de los sacerdotes y David) aunque añadiendo que esa liberación ha de entenderse como cumplimiento de la elección de Israel, en línea de misericordia, no de poder (1, 54), conforme a la promesa de Abraham (1, 55).

02.- Magníficat, canto universal de los pobres[16].

             Desde un nivel de mesianismo intra‒israelita, el texto base del Benedictus insistía en el aspecto sagrado (socio‒nacional) de la liberación mesiánica de Jesús, en una clave cercana a la de un tipo de judaísmo sacerdotal, apelando para ello al cuerno de salvación erigido por Dios en la casa de David (cf. 1 69), en línea de mesianismo patriarcal intrajudío.

Por el contrario, en un plano que es también económico‒social, pero no nacionalista, el Magníficat destaca el aspecto socio-universal del mensaje de Jesús, partiendo de la promesa de Abraham, abierta por su “esperma mesiánico” (en fe) a todas las naciones, como ha puesto de relieve Lc 1, 55 (en la línea de la interpretación paulina de la historia; cf. Rom 4 y Gal 3).

En esa línea universal más que la libertad respecto de los enemigos nacionales, María ha destacado la elevación de los oprimidos y el enriquecimiento de los pobres (anawim) que, mirados en sí mismos, carecen de fronteras religiosas y o nacionales. María aparece como representante de unos pobres/anawim, que, siendo cd origen judíos, se sienten solidarios de todos los pobres del mundo, pues el verdadero pueblo mesiánico son todos los pobres del mundo, no nos miembros de una iglesia o nación establecido, que defiende sus pretendidos derechos en contra de otros pueblos.

En ese plano, su canto «no difiere sustancialmente de algunos salmos de alabanza recogidos en el salterio canónico del AT» pero entendidos  entenderse desde la nueva situación cristiana, y no puede explicarse ólo en clave de sumisión y docilidad interna de María, sino desde la perspectiva del gozo de los hambrientos y oprimidos (excluidos) que cantan ya la venida de la liberación universal, con y para los pobres, desde la perspectiva de María, mujer mesiánica, representante de los pobres, y no de un sacerdote patriarca como Zacarías [17].

La pobreza y hambre a la que alude María no son puramente espirituales, sino que han de entenderse en un plano de totalidad humana, económica y social, pero también de género o sexo (ella es una mujer dominada en un mundo de varones) y de opresión antropológico (la liberación que proclama el Magníficat ha de entenderse desde la perspectiva de la “lucha” de Jesús en contra de Mammón/Belcebú, tal como he destacado al comienzo de este trabajo.

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Asunción.

Martes, 15 de agosto de 2023
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30C1785A-D005-4032-A2FB-FB61499B57D0Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Misa vespertina de la vigilia

Para que una verdad sea proclamada dogma por la Iglesia católica es preciso que tenga un fundamento bíblico. En el caso de la Asunción de la Virgen es casi misión imposible, porque ningún texto del Nuevo Testamento cuenta su muerte ni su asunción. Sin embargo, con buena voluntad se encuentra un mensaje muy actual en las lecturas, especialmente en esta época de pandemia. Me limito a las de la misa de la vigilia, que me resultan más sugerentes.

El premio merecido de María (Lucas 11,27-28)

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo:

– «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero él repuso:

– «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

El dicho popular: «Bendita sea la madre que te parió» tiene en el ambiente de Jesús una formulación más completa: «Bendito sea el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron». Nuestro dicho se limita al momento del parto; el que le dirige a Jesús una mujer desconocida tiene en cuenta los meses de gestación y los años de crianza. Es todo el cuerpo de la madre, vientre y pechos, lo que recibe la bendición.

Y esta es la relación con la fiesta: el cuerpo y alma de María, tan estrechamente unidos a Jesús, debían ser glorificados, igual que él. Si echamos la vista atrás, la vida de María no fue un camino de rosas. El anciano Simeón le anunció que una espada le traspasaría el alma. Y el primero en clavársela fue su propio hijo, que a los doce años se quedó en Jerusalén sin decirles nada. «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?». «Porque tengo que estar en las cosas de mi Padre». Y eso supondrá para María un sufrimiento continuo desde que comienza la actividad pública de Jesús. Oír que a su hijo lo acusaban de endemoniado, de comilón y borracho, de amigo de ladrones y prostitutas, de blasfemo… para terminar muriendo de la manera más infame. El cuerpo y el alma de María merecían una compensación. Esa glorificación es lo que celebramos hoy.

El premio inmerecido de todos nosotros (1 Corintios 15,54-57)

El destino de María es válido para todos nosotros, aunque por motivos muy distintos. Pablo alude al primer pecado: la ley de no comer del árbol de la vida provocó el pecado y, como consecuencia, la muerte. Pero de todo ello nos ha liberado Jesucristo, y la última palabra no la tiene la muerte sino la inmortalidad.

Hermanos:

Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: «La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?». El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la Ley. ¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

En esta larga etapa de pandemia, donde la muerte se ha hecho tan cercana y tantos cuerpos han sufrido y siguen sufriendo las consecuencias de la enfermedad, la fiesta de la asunción nos anima y consuela sabiendo que «esto corruptible se revestirá de incorrupción, y esto mortal de inmoralidad».

Un complemento poético (1 Crónicas 15,3-4.15-16; 16,1-2)

La misa de una solemnidad debe tener tres lecturas, la primera del Antiguo Testamento. Recordando que en las letanías se invoca a María como Arca de la alianza (Foederis arca), se pensó que el texto más adecuado para esta fiesta era el que describe la entrada del arca de la alianza en Jerusalén (el templo todavía no estaba construido). De la misma forma solemne y alegre entraría María en el cielo.

 En aquellos días, David congregó en Jerusalén a todos los israelitas, para trasladar el arca del Señor al lugar que le había preparado. Luego reunió a los hijos de Aarón y a los levitas. Luego los levitas se echaron los varales a los hombros y levantaron en peso el arca de Dios, tal como había mandado Moisés por orden del Señor. David mandó a los jefes de los levitas organizar a los cantores de sus familias, para que entonasen cantos festivos acompañados de instrumentos, arpas, cítaras y platillos. Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda que David le había preparado. Ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión a Dios y, cuando David terminó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en nombre del Señor.

José Luis Sicre

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Solemnidad de la Asunción de María. 15 de Agosto de 2023

Martes, 15 de agosto de 2023
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En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”

(Lc 1, 39-56)

El evangelio de la solemnidad de la Asunción de María nos coloca en una de las escenas más alegres y llenas de color de todo el Evangelio.

El encuentro de estas dos mujeres, que están gestando en sus entrañas las más grandes promesas de Dios para la humanidad, es un canto eterno de esperanza.

Todo es tan incipiente y oculto que es difícil creer en ello, pero el encuentro de las dos experiencias deja fuera de juego a las dudas.

Isabel escucha la voz de María y la vida salta dentro de ella. Más tarde el Evangelio acabará con otro saludo, con otra voz la de Jesús que también hará saltar la vida en el corazón de María Magdalena. Podemos decir que la historia de Jesús empieza y termina (comenzando) con un salto. Primero saltó Juan, más tarde saltó María Magdalena. Son saltos de alegría y de vida porque es eso lo que nos regala Dios por medio de Jesús.

Y María aceptó ser cómplice de Dios en toda esta aventura. Dijo hágase e hizo de su vida un continuo espacio para los planes de Dios. Se atrevió con lo inesperado e incluso con lo imposible. Se puso en camino y se hizo abrazo con Isabel. Ellas dos no enseñan a ser abrazo, prolongación del abrazo que es Dios Trinidad. En ese encuentro estrecho somos la más bella imagen de nuestro Creador.

Oremos

Trinidad Santa, Abrazo Tierno, que seamos portadoras y transmisoras de abrazos, que llevemos la sorpresa de tu mensaje que hace saltar de alegría y transforma la soledad en compañía. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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