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“Pedir Perdón”, por Carmiña Navia Velasco.

Jueves, 26 de octubre de 2023
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abrazoNos ha dejado espléndidas metáforas y una doctrina del
perdón que puede anular el pasado. (Esa sentencia la
escribió un irlandés en una cárcel.)
Jorge Luis Borges, de
su poema: Cristo en la cruz.

Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas

de que tu hermano tiene algo contra ti,

deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda,

reconcíliate primero con tu hermano (a),

y entonces ven y presenta tu ofrenda.

Del Evangelio de Mateo.

Me surgen muchos interrogantes cuando veo en la televisión a algunos hombres de armas: guerrilleros, paramilitares, militares… “pedir perdón”. Y siento que esas frases no son más que una retórica autodefensiva y que no muestran ni reflejan el menor “arrepentimiento”. Los interrogantes se duplican cuando el presidente de la República, pide perdón a las madres de jóvenes asesinados por el Estado, pero reduce esta petición, a una pequeña excusa en voz baja y a la carrera, al final de un extenso discurso en el que ha recopilado al infinito supuestas o reales ofensas de todos contra todos…

Me pregunto: ¿Qué es pedir perdón? ¿Qué es perdonar? ¿Se puede perdonar a quién no se ha arrepentido de lo hecho? ¿Qué significa realmente que la paz en Colombia pase por pedir perdón y perdonar? ¿Quién tiene que perdonar… a quién, cómo, cuándo? ¿Qué supone reconciliarse en un país en el que han sido atacadas no sólo “comunidades”, sino en el que se han destruido muchos miles de vidas de personas individuales, especialmente mujeres?

Me vienen a la mente unas palabras de la escritora italiana Natalia Ginzburg, que vivió en carne propia las consecuencias del fascismo. Voy a citarlas aunque sean un poco largas, porque me identifico con ellas:

Perdón y arrepentimiento son palabras que pertenecen a nuestra vida privada… verlas utilizadas en la vida política y pública las corrompe…

El arrepentimiento de quien haya cometido actos de violencia o de sangre, o de quien haya inducido a otros a cometerlos, tiene lugar en el secreto de su espíritu, se traduce en actos y pensamientos individuales y no debería tener ningún tipo de resonancia pública. Puede ser también un arrepentimiento completamente sincero, pero en el momento, nadie es capaz de conocer su sinceridad, su dolor, su intensidad y su medida…

En realidad el verdadero arrepentimiento nace de una zona desconocida para todos… Puede durar toda una existencia, de modo que sólo después de años y años se podrán distinguir sus signos desde fuera. No aporta ventajas prácticas ni utilidades de ningún tipo. Es un sentimiento de naturaleza privada y secreta. El verdadero arrepentimiento y el verdadero perdón son completamente gratuitos y en la mayoría de los casos secretos y silenciosos. (Natalia Ginzburg: Sobre el arrepentimiento y el perdón, en: Las tareas de la casa y otros ensayos – Lumen 2016).

Si nos situamos en el ámbito de Jesús y del evangelio, un arrepentimiento verdadero -a mi juicio el único que demanda el perdón- se traduce, se muestra, en metanoia, es decir en cambio radical, en transformación… vida nueva que asume los valores que antes negó y pisoteó. Jesús habla de nacer de nuevo… ¿Qué significa esto en nuestro país, en hombres (y alguna vez mujeres) que despojaron a otros de sus tierras, que asesinaron, que violaron, que acabaron con las vidas de tantas y tantas personas? A mi juicio no son tolerables esas “pedidas de perdón o excusas” en la televisión, que no hacen otra cosa que esconder dinámicas perversas que la mayoría de las veces se mantienen de diferentes formas. ¿Cómo traducir lo moral a lo jurídico? Porque no bastan leyes, ésas se saltan fácilmente, se trata de una transformación de actitudes y sentimientos.

Nos dice: Vladimir Jankélévitch:

El arrepentimiento implica drama y vida moral: vida moral, es decir, acto de contrición; vida moral, es decir, pesar vergonzoso, acompañado del sabio propósito de mejorar en el porvenir, endosando valerosamente el sufrimiento; el arrepentido da vueltas y vueltas al recuerdo de la culpa y procura redimirla. El tiempo del arrepentimiento, por oposición a los veinte años huecos de la prescripción, es, por tanto, una plenitud meditativa y recogida: lo que opera en el arrepentimiento es la sinceridad del lamento y el ardor intensivo de la resolución. 3

El arrepentimiento es redentor porque es, ante todo, una voluntad activa de redención… (Vladimir Jankélévitch: El perdón).

Ante un arrepentimiento de esta naturaleza en el que haya lágrimas y transformación, la víctima puede y tal vez, debe…reunir fuerzas para que el perdón la visite y la cobije. Pero no son estas las actitudes que nos encontramos en los grupos que asisten a la JEP (Justicia Especial para la Paz) buscando negociar su propia impunidad y muy lejos de buscar una auténtica reparación. ¿Cuántos de los machos violadores tienen sentimientos de culpa? No creo que la conozcan.

Todo este panorama se complejiza mucho más si hablamos (o mejor si sentimos) de la realidad de la violación y los vejámenes sexuales contra las mujeres. En el proceso colombiano se habla de: El macrocaso 11 se denomina “Violencia basada en género, violencia sexual, violencia reproductiva, y otros crímenes cometidos por prejuicio basados en la orientación sexual, la expresión y/o identidad de género diversa en el marco del conflicto armado colombiano”. Víctimas de las cuales el 89,2% son mujeres. Un porcentaje del que indudablemente hay una altísima proporción de violaciones.

¿Cómo las mujeres podemos perdonar las violaciones -que en ciertas circunstancias son una real epidemia- en medio de una sociedad violadora? Rita Segato habla con mucha lucidez de La guerra contra las mujeres:

Mi escucha de lo dicho por estos presidiarios, todos ellos condenados por ataques sexuales realizados en el anonimato de las calles y a víctimas desconocidas, respalda la tesis feminista fundamental de que los crímenes sexuales no son obra de desviados individuales, enfermos mentales o anomalías sociales, sino expresiones de una estructura simbólica profunda que organiza nuestros actos y fantasías y les confiere inteligibilidad. (Rita Segato: La guerra contra las mujeres). Ella llama a esa estructura profunda el mandato de la masculinidad en la sociedad patriarcal.

Nuestras dinámicas sociales no se arrepienten de las violaciones y los feminicidios, por el contrario, las producen. Desde el inconsciente colectivo más antiguo, aún el religioso, las violaciones se incitan y promueven. Zeus y Júpiter las figuras máximas de los panteones griego y romano son unas divinidades violadoras, raptoras de mujeres… y disponen de las mujeres o ninfas a su antojo y según su capricho. Por otro, lado Mahoma se casa con una de sus mujeres cuando ésta es una niña de seis años y una de las tribus del judaísmo está fundada sobre un rapto y violación masiva de mujeres, narrada en el libro de los Jueces.

¿Hacia dónde miramos las mujeres? ¿Cómo podemos perdonar violencias y violaciones masivas en una sociedad que propicia e incita a ese tipo de prácticas?

Definitivamente la reconciliación social no puede pasar por un perdón que no se ha pedido desde el fondo del alma. Para que haya reconciliación se tiene que pasar por una trasformación que reconozca ese “mandato” del que habla Segato y lo transforme en invitación a la acogida, al ágape, al encuentro, sólo así los varones podrán llevar su ofrenda ante el altar, sólo así anularemos los pasados de horror. Sólo así no veremos más pantomimas de “perdón” en las televisiones. La reconciliación de las mujeres con su entorno, pasa por arroparse entre ellas en círculos de sanación y de sororidad.

Carmiña Navia Velasco

Santiago de Cali, Octubre de 2023

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Creencias y Bondad

Domingo, 27 de septiembre de 2020
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AbrazoDomingo XXVI del Tiempo Ordinario

27 septiembre 2020

Sin duda, las palabras de Jesús tuvieron que sonar no solo provocadoras, sino directamente heréticas e incluso blasfemas a oídos de las personas religiosas que lo escuchaban. Afirmar que publicanos –los “pecadores públicos” vendidos al ocupante romano, que se beneficiaban de su posición de recaudadores de impuestos cobrando más de lo exigido, lo cual les hacía doblemente odiosos para sus paisanos– y prostitutas –consideradas “pecadoras públicas” que merecían ser lapidadas– “llevaban la delantera en el camino del Reino de Dios” a los sumos sacerdotes y ancianos (o senadores) del pueblo podía conllevar incluso la pena de muerte. No es extraño que los jefes religiosos no pararan hasta conseguir que el Maestro de Nazaret fuera crucificado.

   Para la religión, el valor más importante suele ser la creencia y la norma, no tanto la actitud ni el comportamiento ético de las personas. Por eso, no es raro que –como denunciará también el mismo evangelio– “cuelen el mosquito y se traguen el camello” (Mt 23,24).

  Pero a Jesús –como a las personas sabias– no le importaba demasiado la norma –“No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre” (Mc 2,27)ni tampoco la creencia –“No todo el que me dice «¡Señor, Señor!» entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo”  (Mt 7,21), sino el amor y la compasión: “Ve y haz tú lo mismo” (Lc 10,37), le contestó al maestro de la ley que le preguntaba por el mandamiento más importante, después de ponerle como ejemplo de compasión a un “hereje” samaritano.

  No importan las creencias –meras construcciones mentales, sin otro valor, en el mejor de los casos, que el de ser “mapas” ilustradores del camino–, que terminarán cayendo antes o después, sino el amor y la bondad, es decir, aquellas actitudes y acciones que van en coherencia con la verdad de lo que somos; que nacen de la certeza de nuestra unidad que me hace ver al otro como no-otro de mí.

  Seguramente no todos los publicanos ni todas las prostitutas eran ejemplos de amor y de bondad, pero Jesús vería en sus corazones más verdad, humildad y humanidad que en los egos inflados de los jefes religiosos.

¿Vivo bondad hacia los demás?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Arrepentimiento y Misericordia

Martes, 21 de abril de 2020
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Cuando no aceptamos verdaderamente a Jesús como Hijo de Dios para justificar nuestras opciones equivocadas, renegamos de él. Y lo renegamos por no compartir su suerte, por no participar en su muerte. Siempre que no sabemos negarnos a nosotros mismos, renegamos de Jesús. Siempre que queremos salvarnos de la cruz, le miramos de lejos, y en la práctica decimos -aunque no sea de palabra- que no lo conocemos.

¿Acaso no nos sucede esto con frecuencia? Si por consiguiente tantas veces renegamos de Jesús, otras tantas deberíamos saber llorar amargamente y asumir el arrepentimiento y la conversión como compromiso de vida: éste es ciertamente el único camino hacia la santidad. La santidad no es fruto de virtud, sino un don de misericordia para quien se abre para acogerla, para quien se arrepiente de todo corazón, consciente de ser pecador. Es una gracia que el Señor nos haga ver nuestro pecado para llevarnos al arrepentimiento. Nos da la posibilidad de arrepentimos: así es su misericordia.

*

A. M. Cánopi,
Patí per noi. Passione di Gesú secondo Matteo e “Via Crucis”,
Cásale Monf. 1994, 23s.

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Retorno

Jueves, 28 de noviembre de 2019
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En primer lugar, debemos comprender bien lo que se dice aquí a propósito del retorno. Sabemos que el retorno se encuentra en el centro de la concepción judía del camino del hombre: tiene el poder de renovar al hombre desde el interior y de transformar su ámbito en el mundo de Dios, hasta el punto de que el hombre del retorno es ensalzado por encima del zaddik perfecto, el cual no conoce el abismo del pecado. Ahora bien, retorno significa aquí algo mucho más grande que arrepentimiento y penitencia; significa que el hombre que está extraviado en el caos del egoísmo -en el que él mismo era siempre la meta prefijada- encuentra, a través de un viraje de todo su ser, un camino hacia Dios, a saber: el camino hacia la realización de la tarea particular a la que Dios le ha destinado precisamente a él, ese hombre particular.

*

Martin Buber,
Cammino dell’uomo,
Magnano 1990, p. 51

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No quiero.

Domingo, 1 de octubre de 2017
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imagen114Un buen arrepentimiento es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma (Miguel de Cervantes)

1 de octubre. Domingo XXVI del TO

Mt 21, 28-32

El hijo le respondió: No quiero: pero luego se arrepintió y fue (v 29)

En las anotaciones al presente evangelio, Schokel comenta que lo que importa no son las apariencias externas, sino el interior de la persona; la observación de unos ritos externos es secundario. En tiempo de Jesús, el legalismo había creado una forma de ser centrada en las apariencias. Jesús sabía que para Dios, que conoce lo secreto del corazón, el hijo verdadero es el que, de hecho, practica la justicia. Esta parábola lo expresa con claridad: las relaciones auténticas con Dios y con los hombres se establecen sobre el compromiso.

Mateo da mucha importancia a las obras. Tanta, que con ellas “Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el Reino de Dios”. El hijo del “sí, voy” representa a los indiferentes, el de “no voy” pero va luego, a los observadores estrictos de la ley, jefes y fariseos. Y en la película estadounidense de 1988, dirigida por Sidney Lumet, “Un lugar en ninguna parte”le dice el hijo a su padre: “Tenemos que cuestionar la autoridad; eso me lo enseñaste tú”.

Otro ejemplo nos lo muestra Krzysztof Penderecki (1933), compositor vanguardista y director de orquesta polaco, eterno rebelde de la música clásica, como lo fueron los Beatles de la música moderna en los años sesenta. “Toda mi vida nadé contra corriente”, dijo en una ocasión. Por eso su música no suele dejar indiferente a nadie, y desde hace más de medio siglo entusiasma a gente de todo el mundo, aunque también genera protestas. Cuando no compone, se dedica a plantar árboles y a cuidar de su Jardín Botánico con más de mil seiscientas especies de árboles y arbustos: todo un símbolo de lo que él es y de lo que cree debe ser la vida. Para él, el árbol nos enseña que toda obra de arte –y el vivir lo es– debe tener doble raíz, tanto en el cielo como en la tierra, es decir, en lo mundano y lo divino“Sin raíces, ninguna obra puede persistir”, advierte.

Por mi parte me he sentido árbol creciendo para arriba y para abajo, recorriendo los caminos blancos de la Luz y el Evangelio. Y al recorrerlo, he podido percatarme de que los seres humanos sentimos desilusión cuando, lo que deseamos, no lo conseguimos. Y he conseguido también darme cuenta de que quien conoce las reglas de la vida, acoge sin objeción lo que sucede. Porque, con demasiada frecuencia, el ser humano es afortunado no obteniendo lo que desea. Con frecuencia, lo que suele llamarse mal, no es más que el instrumento que permite que el bien apetecido sea realizado.

Miguel de Cervantes Saavedra fue soldado, y de estas batallas de la vida era gran experto. Lo confirmó diciendo que “Un buen arrepentimiento es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma”.

Pido al águila –ave de altos vuelos– que me enseñe a ver la Tierra desde las alturas, mis iluminaciones y mis sombras, que también son mías y las quiero.

El ÁGUILA

Tu sueño, a velas desplegadas,
que sienten la montaña, el mar, el bosque.
Que subes sus entrañas
hasta el cielo.
Enséñame a elevar mis pensamientos.

Que descansen
en tu corona real y en el regazo
del Dios que los creó.
Enséñame a ver la tierra
desde las alturas.
Si de día, mis iluminaciones;
si de noche, mis oscuridades,
que también son mías y las quiero.

(NATURALIA. Los sueños de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Sí o no?

Domingo, 1 de octubre de 2017
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1Hay tantos modos de evitar dar una respuesta clara, de no definirnos, y eso que los españoles tenemos fama de ser directos. En el mundo anglo norteamericano hay una expresión que lo dice todo cuando no quieren mojarse, que como en todos sitios, es frecuente: “creative postponing”, creo que lo entendemos todos, y además con creatividad, con excusas convincentes. Nuestro “dar largas”. Me decía una mujer joven de allí, “eso de ser hija de Dios me resulta fuerte, yo me conformo con ser sobrina”. Sincera la mujer.

Decir sí o decir no, es rotundo, es radical. Es lo que Jesús pide de sus seguidores, sobre todo de aquellas personas que se consideran discípulas. El texto de hoy nos invita a entrar en el significado del sí y del no en nuestro seguimiento y en nuestra vida.

Primero entendamos el texto en su contexto: El pueblo judío dijo “sí” al aceptar la ley de Moisés, pero se niega, a través de los dirigentes, a aceptar la propuesta de Jesús. Sin embargo, los paganos y los pecadores, que primero dijeron “no”, al final son los que aceptan el reino, acogen el proceso de ir entrando en el modo diferente que propone Jesús.

Para Jesús, la fidelidad a Dios no pasa por la observancia de la Ley, sino por la práctica de un amor sin excepciones. Jesús cambia el modo de relación con Dios, al que presenta como él lo vive, no como el distante Dios del Templo, sino como el Abba cercano y comprometido con la vida. Esto desmonta el tinglado de una religión súper estructurada alrededor de las normas y las leyes de pureza, de impureza, de sacrificios como paga por los pecados los cuales han sido determinados por unos jerarcas que imitan a un dios lejano, frío, a quien hay que calmar con ofrendas, que se quedan los sacerdotes…

En lenguaje de hoy diríamos que Jesús “flipa” con esa doblez, y para denunciarla utiliza el inteligente y oriental lenguaje de las parábolas.

La que nos ocupa hoy, la de los dos hijos, va dirigida especialmente a la infidelidad de los dirigentes: dicen pero no hacen; son fieles por fuera pero podridos por dentro… Toda esa gama de expresiones que expresa una indignación en aumento y una compasión más profunda hacia aquellos marginados, considerados pecadores por las leyes hipócritas.

Serán, de hecho, ellos los que acogerán la radicalidad de Jesús, aunque en apariencia sean unos pasotas o critiquen la institución.

Tal vez hoy, uno de octubre, que nuestro país vive una situación muy complicada por falta de diálogo, cuyo término es repetido pero no se practica, podemos preguntarnos qué significa un sí o un no: a un sistema, a unas políticas corruptas… todos y todas debemos reflexionar, ¿por qué quiere separarse una pareja, un país, una autonomía…? La autenticidad del sí y del no nos daría claves de interpretación de la realidad y perspectiva de futuro.

Propongo una segunda o tercera lectura, como en la Lectio Divina, en clave de conversión personal. Ver que estos dos hijos, estas dos posturas o actitudes, conviven dentro de nosotras. Yo soy la hija buena que dice que sí al proyecto de Jesús, y me apunto a muchas movidas, pero cuando me tocan el ego, o el bolsillo, o mi tiempo… entonces doy un “creative postponing”, es decir, no me defino, no me comprometo, no me pillo los dedos.

Y también convive en mí la rebeldilla, la indignada, la que dice que no porque, entre muchas otras cosas que no me gustan, una especialmente me duele en las entrañas: a las mujeres nos tienen retiradas, nos utilizan para lo que necesitan, cuando ellos no llegan… pero cuando dejo que la mirada de Jesús sea más potente que la de “los monseñores de turno” entonces voy, entonces me mojo, me abro, corro para que su proyecto siga, para que nadie lo ahogue, para que nadie pueda estropearlo. Porque he escuchado por dentro algo que ha autentificado mi respuesta “si tú me miras, yo me vuelvo hermosa, como la hierba a que bajó el rocío” (G. Mistral)

Cuando no hay coherencia con nuestras posturas, con nuestro “sí” y nuestro “no”, los psicólogos dicen que se produce ansiedad. Es decir, que el alma chirría porque la persona sufre cierta angustia que puede hacerse crónica. La angustia que produce la doblez, que se puede convertir en rigidez, en un atarse a la ley, o en un sarcasmo hiriente, o en tristeza interior causada por la mediocridad, por la falta de fuelle para correr a colaborar con el proyecto de Jesús.

Es su legado el que está hoy en nuestras manos. La disponibilidad o la pereza, la decepción, la excusa repetida de necesidades familiares que no se acaban nunca, es tema de conciencia. Será lo que tú y yo decidamos. El reino espera, Jesús espera, la tarea está ahí. ¿Quieres colaborar? ¿Sí o no? Tú dirás, yo diré, con la vida.

Magdalena Bennàsar Oliver

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

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El arrepentimiento

Jueves, 17 de agosto de 2017
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Del blog de la Comunidad Anawin de Zaragoza:

Conoce por qué sentir arrepentimiento no es tan malo mientras que el remordimiento se debe dejar atrás

El arrepentimiento, nos dice la Biblia, es una forma de pena. Pena por los errores cometidos y determinación para alejarse de ellos, para aprender de ellos. Admitir nuestros errores significa ser sinceros con nosotros mismos, aceptar quienes somos y estar dispuestos a ser quienes queremos ser porque así es que como Dios ha querido que seamos y nunca deberíamos fingir ser distintos.

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Grantchester T1 Ep.5

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