“Recuperar lo nuestro. Matrimonio Igualitario. Aporte desde la teología cristiana”, por Nicolás Alessio
El hermano Nicolás Alessio nos envía este artículo que publicó en el momento en que se discutía la aprobación del matrimonio igualitario en Argentina:
Matrimonio Igualitario
Aporte desde la teología cristiana
Pbro. Nicolás Alessio teólogo de la liberación
Argentina, Julio 2010
“Algunos cristianos y judíos afirman basarse en la Biblia para condenar la
homosexualidad. Cuando el último libro de la Biblia se escribió ni siquiera existía
una palabra para decir «homosexual».” Andrés Rivera [i]
“Dios es amor, el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él” San Juan
“Dios es espíritu, donde está el Espíritu esta la libertad” San Pablo a los Corintios
“Ya no hay diferencia entre judío y griego, esclavo y hombre libre, entre varón y mujer, porque todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús” San Pablo a los Gálatas
Introducción
Ante la sanción de la Ley 26.618 y Decreto 1054/10 (Ley de Matrimonio Igualitario) que permite a personas del mismo sexo ser “matrimonio” y vivir profundamente el amor y la sexualidad, Ley que les reconoce ese derecho inalienable, entendemos que aprobarla, acompañarla y profundizarla nos puso en el camino del Evangelio de Jesús y nos hace una sociedad mejor, mucho mejor. Un Jesús que nos ha revelado el rostro amoroso de su Dios y es radicalmente contrario a todo tradicionalismo farisaico cuanto más, si se trata de un tradicionalismo religioso-ritual. No necesariamente ni siempre, las iglesias en la voz de sus autoridades y en sus posicionamientos, coinciden con el Evangelio, al menos en muchas de ellas. Este tema es uno de esos casos. El Episcopado Argentino, en sintonía con el Magisterio oficial de la Iglesia católica, sigue sosteniendo una única y dogmática visión de lo que entienden por “matrimonio”.
Veamos
– Jesús nunca fijó una doctrina cerrada sobre el matrimonio, simplemente siguió las costumbres de su época y avanzó en reconocer y defender, de una manera especial a las mujeres, en un contexto social machista y patriarcal….
– Jesús jamás mencionó y mucho menos condenó, la homosexualidad, si se enfrentó a los soberbios, a los que se creían puros, a los que tenían el poder opresor, a los que esclavizaban, a los que humillaban…
– Jesús siempre puso la Ley al servicio de una mayor humanización, donde el centro sea la persona y, sobre todo, los proscriptos, los olvidados, los últimos…
– el término “homosexual” no aparece en la literatura sino hasta fines del siglo XIX ( fue empleado por primera vez en 1869 por Karl-Maria Kertben y el libro Psychopathia Sexualis de Richard Freiherr von Krafft-Ebing popularizó el concepto en 1886) en los tiempos bíblicos no existía una comprensión elaborada de lo que actualmente entendemos por orientación sexual… (este punto es importante para sopesar correctamente el texto de Pablo a los Romanos)
– Toda la revelación bíblica apunta a centrarnos en el amor, sin exclusiones de ningún tipo, y con predilección por los marginados, los proscriptos, los ninguneados, los postergados, los acusados…
– Si algunos textos del Antiguo Testamento, parecen condenar la homosexualidad, en realidad lo que están rechazando, es, o la idolatría que tal práctica revelaba, se trataba de faltas contra la pureza ritual, o en todo caso, como en el caso de Sodoma, la falta de hospitalidad [ii], en Ezequiel 16:49-50 por ejemplo, “Sodoma” es soberbia, gula y no socorrer al pobre y al indigente, es decir, no tiene nada que ver con un pecado “sexual”. Por otra parte, esos textos del Antiguo Testamento, jamás se refieren a las lesbianas, solo hablan de los varones.
– Si algunos textos de las cartas apostólicas incluyen en sus listas de “pecado” a la homosexualidad, es solo para adaptarse a los códigos morales greco romanos, y en ese sentido recordar el pecado de idolatría que tales costumbres significaban, o condenar las practicas de abuso, prepotencia, explotación sexual, sean estas hetero u homo sexuales, pero de ninguna manera expresan una condena a la homosexualidad como tal, recordemos que no podían conocer la realidad de la “orientación homosexual”…
– Toda la revelación bíblica y con más razón, el Nuevo Testamento, no es un código de leyes morales, citar textos aislados para condenar la homosexualidad es un fundamentalismo anacrónico incapaz de entender los textos en su lugar histórico particular, es usar algunos textos para justificar los propios prejuicios. Hacer de la Biblia un manual de moral sexual sería caer en el legalismo fundamentalista judío duramente criticado por Jesús, la Biblia es la revelación de un Dios que nos quiere ver libres, gozosos y felices y, que por eso, nos invita a enfrentar a todo el que oprime, discrimina, rechaza, expulsa, odia, segrega, separa. Nuestros criterios éticos superan absolutamente el legalismo.
Por tanto
Entendemos la homosexualidad, como una manera distinta, diferente, diversa, de vivir la sexualidad y el amor, no como un “error”, una “desviación”, un “desorden” y menos como una enfermedad, un pecado o un delito. Desde hace 37 años la homosexualidad no se considera un trastorno psiquiátrico y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a través de la OMS (Organización Mundial de la Salud) la eliminó como trastorno mental el 17 de mayo 1990 por considerar, con criterios científicos, que no correspondía a una patología, sino que es parte de la diversidad del ser humano.
Y decimos más aún, la homosexualidad es un don, un regalo de Dios. Es una realidad que enriquece, amplia, embellece a la realidad humana aportando a la diversidad, a la armonía de lo distinto.
Las personas del mismo sexo pueden vivir la relación homosexual de manera, adulta, libre y responsable con las mismas posibilidades y las limitaciones que tienen también los heterosexuales. Nadie puede, y menos en nombre de Dios, afirmar que hay una sola manera correcta, legítima de vivir la sexualidad y el amor. La naturaleza, rica en multiplicidad, también nos enseña que, la diversidad, no atenta contra ella, si no que la embellece. Citar a la “ley natural” para oponerse a esta legislación es solo una posición fijista, dura, congelada, de la realidad pretendida como “natural”, sin entender los complejos procesos culturales.
Concluimos
Por todo esto es que entendemos que un legislador, puede profesar profundamente su fe cristiana, católica o evangélica, y a la vez, con total libertad de conciencia, pensar, definir y actuar distinto a lo que proponen sus jerarquías eclesiales.
En la Iglesia Católica, y entendemos que tampoco en ninguna institución religiosa, se puede sostener un “pensamiento único”, debiera haber un lugar especial para la diversidad y la pluralidad. Por otra parte, un legislador, no legisla para ninguna comunidad religiosa, legisla para toda la ciudadanía.
Si la Iglesia Católica sigue sosteniendo en sus documentos oficiales que “Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados“. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso” [iii] continuara siendo cómplice de una triste y aberrante historia de demonización y criminalización de los homosexuales.
No debiera ofender ni molestar a nadie, por el contrario, debiera ser motivo de alegría, que las personas del mismo sexo, que tradicionalmente han sido objeto de burlas, discriminaciones, condenas, estigmas, anatemas, prejuicios y obligadas a vivir en la clandestinidad u ocultando sus más profundos sentimientos, hoy puedan sentirse libres y amparados por una ley de la Nación que les reconoce su derecho al amor y a la familia, no como una concesión de mala gana, si no como un derecho inalienable.
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[i] Rafael S. V. Rivera Licenciado en Filología Bíblica por la Universidad Pontificia de Salamanca ¿Que dice la Biblia sobre la homosexualidad?
[ii] “Jesús consideró que el pecado de Sodoma fue atentar contra la hospitalidad: así lo demuestran las palabras de Jesús en Lucas 10:8-12 o en Mateo 10:5-15.” Rivera Rafael, O.cit
[iii] Catecismo Iglesia Católica N° 2357
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