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El camino hacia la gloria parece una sinodalidad

Lunes, 21 de octubre de 2024

IMG_8167  Sabina Marroquín

La reflexión de hoy es de la colaboradora invitada Sabina Marroquin (ella/ella), ministra universitaria de la Universidad de Dayton, donde para ella es una gran alegría servir a las comunidades LGBTQ+ en el campus. Después de graduarse de la Universidad Estatal de Midwestern, completó un año de servicio con las Hermanas de San Francisco de Filadelfia y ha trabajado para la iglesia de alguna manera desde entonces. Cuando no está en el trabajo, puede encontrarla pasando tiempo con su Comunidad Laica Marianista, entrenando baloncesto juvenil o disfrutando de una buena taza de café y un audiolibro.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el vigésimo noveno domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

Practicar la contemplación ignaciana, u oración imaginativa, es una de mis formas favoritas de orar con los Evangelios. A menudo me resulta fácil situarme en una escena en la que los discípulos están siendo extremadamente humanos y demasiado identificables. Despertar a Jesús durante una tormenta, preguntarme cómo podrían encontrar suficiente pan para alimentar a una multitud, Pedro sin comprender del todo las enseñanzas de Jesús pero tratando de vivirlas con gran entusiasmo: me imagino pensando o haciendo muchas de estas mismas cosas.

La lectura del Evangelio de hoy, sin embargo, me resulta un poco más difícil. Cuando los apóstoles Santiago y Juan le dicen a Jesús que quieren que haga todo lo que le piden, me sorprende su audacia. Respondiendo a su petición de lugares de honor, Jesús les pregunta si pueden beber la copa de la que él bebe. Jesús les está dando la oportunidad de reconsiderar. En cambio, Santiago y Juan se doblegan, diciendo que pueden beber de la copa. En este punto, sólo puedo imaginarme en esta escena como un discípulo recogiendo mi mandíbula del suelo. Ciertamente he pedido cosas y expresado mi propio compromiso con Dios en mis oraciones, entonces, ¿por qué la petición de Santiago y Juan me resulta tan extraña?

Para una persona LGBTQ+, la idea de pedir un lugar de honor puede parecer imposible cuando no está segura de si está siquiera invitada al banquete celestial. O, si saben que están invitados, pueden sentir que tienen que justificar por qué deberían ser bienvenidos a su llegada.

Como alguien que no siempre me considera digna de ocupar lugares distinguidos, la petición de los Apóstoles es irreconocible. Si bien un sentimiento de indignidad puede tener sus raíces en la humildad y la reverencia a Dios, la indignidad que siento al leer este pasaje no tiene sus raíces en una oración humilde como Mateo 8:8 (“Señor, no soy digno de que entres en mi casa; pero una palabra tuya bastará y mi siervo quedará sano“), sino desde mi experiencia de ser juzgada y excluida. Es difícil pedir un lugar de honor cuando la mayoría de las veces sólo quiero que me valoren lo suficiente como para que me inviten a la mesa, incluso si tengo que acercar mi propia silla. Reconocernos a nosotros mismos y a los demás como amados por Dios y que tenemos un lugar en la Iglesia es una verdad simple pero profunda que la petición de Santiago y Juan puede resaltar.

Desafortunadamente, esta verdad puede verse empañada por las dolorosas experiencias de injusticia, discriminación y juicio. A pesar de saber que las personas LGBTQ+ podrían enfrentar estos desafíos en las comunidades religiosas, seguimos apareciendo. De manera similar, Santiago y Juan sabían que seguir a Jesús tendría un costo y aun así dijeron que sí a beber la misma copa que él. ¡Estoy asombrada por su rápida respuesta porque me tomó casi una década de oración y muchas lágrimas responder a esa pregunta en mi propia vida!

Las personas queer de fe saben muy bien que reconocer y compartir diferentes partes de sí mismos tiene un costo. Sin embargo, hay algo increíblemente poderoso en traer la plenitud de quién eres a Dios y llegar a creer que Dios te ama tal como eres que hace que todo valga la pena.

IMG_8166Como católica LGBTQ+, si esa afirmación fuera el primer mensaje que escuché sobre la fe y la sexualidad, probablemente todavía habría llorado, pero me habría ahorrado años de tratar de arreglar algo que pensaba que estaba mal en mí y de preguntarme si Dios realmente me amaba. Yo cuando nada cambió.

No importa cuál sea tu historia, todos beberemos de lo que Henri Nouwen llamó la copa de la alegría y la copa de la tristeza a lo largo de nuestras vidas. No hay manera de beber de uno y evitar el otro porque la copa de Cristo contiene ambos. Para mí, tener compañeros en el viaje ha hecho que mi taza sepa menos a café instantáneo y más a un café con leche de mi cafetería favorita.

Cuando somos invitados a la vida de alguien, es una oportunidad sagrada para servirle escuchando profundamente y recibiendo sus alegrías y tristezas con el amor de Dios. Este llamado al servicio a través del encuentro es alto y claro en el Evangelio de hoy, pero también en la invitación del Papa Francisco a una cultura del encuentro y en el Sínodo sobre la sinodalidad.

Santiago y Juan piden gloria y Jesús responde con un camino hacia la grandeza que se parece mucho a la sinodalidad. Que cada uno de nosotros escuche profundamente a quienes encontramos en nuestra vida cotidiana y seamos inspirados por el Espíritu Santo para responder con acciones amorosas.

—Sabina Marroquín (ella/ella), 20 de octubre de 2024

Fuente New Ways Ministry

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San Lucas, apóstol.

Viernes, 18 de octubre de 2024
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De las cartas de Pablo se desprende que Lucas fue médico (Col 4,14) se desprende asimismo que Pablo le quería mucho, dado que le facilitó la actividad apostólica en calidad de colaborador suyo (Flm 24). También las llamadas ‘secciones-nosotros’ de los Hechos de los apóstoles -ésas en las que Lucas emplea el pronombre de la primera persona del plural, con lo que deja entrever su presencia junto a Pablo en el ejercicio de su apostolado- dicen que Lucas es uno de los responsables de la acción misionera de los primeros tiempos cristianos.

Como es bien conocido, Lucas es el único de los evangelistas que sintió la necesidad de escribir, además de un evangelio, también los Hechos de los apóstoles, en una obra unitaria que deja aparecer la concepción teológica de la historia propia de Lucas: una historia que une, íntimamente, a Jesús con la Iglesia, y a la Iglesia con Jesús.

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***

En aquel tiempo, el Seńor designó a otros setenta [y dos] y los envió por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares que él pensaba visitar.

Y les dio estas instrucciones:

 La mies es abundante, pero los obreros pocos. Rogad, por tanto, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.

¡En marcha! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos.

No llevéis bolsa, ni alforjas ni sandalias, ni saludéis a nadie por el camino.

Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa.

Si hay allí gente de paz, vuestra paz recaerá sobre ellos; si no, se volverá a vosotros.

Quedaos en esa casa y comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero tiene derecho a su salario. No andéis de casa en casa.

Si al entrar en un pueblo os reciben bien, comed lo que os pongan.

Curad a los enfermos que haya en él y decidles: Está llegando a vosotros el Reino de Dios.

*

Evangelio: Lucas 10,1-9

***

En la Iglesia de Lucas se hablaba de Jesús no sólo al hilo de los relatos históricos, sino que también se le anunciaba con la finalidad de que su recuerdo suscitara en los oyentes la fe en él. Para responder a cada una de estas finalidades -la memoria histórica y el anuncio ordenado a la fe-, Lucas compuso un evangelio en el que figurar la parte de historia que sirve para conectar fe con el acontecimiento-Cristo y la parte de teología que capta en la historia el mensaje que suscita la fe.

A pesar de ciertas alusiones a la historia (1,5; 2,1 ss; 3,lss), Lucas no es propiamente un historiador; tampoco puede decirse que sea propiamente un teólogo. Lucas es más bien un Ťhombre de Iglesiať que, al final de los tiempos apostólicos, pretende asegurar a la Iglesia Ťla solidezť (1,4) de la tradición evangélica, que él recibe y al mismo tiempo transmite. Lucas es un recolector de recuerdos evangélicos; también es ordenador de los mismos, a fin de que éstos asuman todo su propio valor: el de ser fuentes v fundadores de la fe de la Iglesia. En un tiempo en el que, por la evaporación en las brumas del tiempo de las raíces de las tradiciones originarias presentes en las Iglesias judeocristianas y etnicocristianas, la realidad físico-histórica de Jesús empezaba a ser objeto de discusión por ciertas teologías ambiguas configuradas en la primera carta de Juan (4,1-6) y que conducirán, a comienzos del siglo II, al docetismo -cuyos defensores están marcados a fuego por san Ignacio de Antioquía (siglos l-ll) como ‘sepultureros’ de Cristo (A los esmirniotas, 5,2)-, y cuando la realidad mistérica de Jesús empezaba a ser diluida por las especulaciones judeo-helenísticas-cristianas vigorosamente combatidas por las cartas a los Colosenses (2,8-23) y a los Efesios (3,4-12), Lucas fijó el carácter real de Jesús componiendo un evangelio que salía garante de la realidad histórica de la verdad teológica de Jesús para todas las Iglesias.

La intención que guiaba a Lucas en la redacción de sus escritos era dar consistencia al pasado de Jesús en el presente de la Iglesia. Para conseguirlo Lucas estableció una serie de conexiones en las que intervienen de manera sinérgica la historia, la fidelidad a la tradición, la experiencia de fe, el anuncio de Jesús llevado a cabo mediante la Palabra y su puesta por escrito.

*

Mario Masini.

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“Las cicatrices encarnan la liberación”: el llamado de un católico transgénero al autocuidado

Lunes, 19 de junio de 2023
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IMG_9897La reflexión de hoy es del colaborador de Bondings 2.0 Michael Sennett, cuya biografía se puede encontrar haciendo clic aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el domingo 11 del tiempo ordinario se pueden encontrar aquí.

La transición al Tiempo Ordinario después de tiempos litúrgicos como Pascua o Adviento generalmente me inspira calma. Disfruto de las estaciones de anticipación, reflexión, alegría y misterio como el despertar de la Cuaresma y la Navidad. El Tiempo Ordinario, sin embargo, trae un período de descanso, y debido a esta quietud, gravito hacia él. Sin embargo, después de leer el evangelio de hoy, el primer domingo desde antes del comienzo de la Cuaresma, me sentí agotado y recuerdo la importancia de cuidar de uno mismo y ser cuidado por los demás.

En el pasaje del evangelio, Jesús observa que hay muy pocos trabajadores para la mies de Dios y llama a sus discípulos a la acción. Se les concede autoridad sobre los espíritus inmundos y se les envía a proclamar la Palabra del Señor. Jesús les instruye mientras parten para su misión: “Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad fuera demonios. Sin costo has recibido; sin costo has de dar.”

¡Cuánto trabajo! Tales múltiples responsabilidades parecen abrumadoras, y seguir a Cristo puede ser agotador. Como cristianos, se nos pide que demos libremente nuestro amor, nuestra atención, nuestro tiempo y nuestro tesoro. El ministerio requiere mucha energía y el agotamiento es muy común en él.

Los católicos queer están sintiendo esta presión quizás ahora más que nunca. Nos esforzamos por educar y abogar, mientras eliminamos las barreras que nos impiden vivir auténticamente. ¿Pero a qué precio? Hay mucho progreso que celebrar, pero no borra la marginación que aún experimentan las personas LGBTQ+. Ante la injusticia, el autocuidado es crucial.

Al desplazarme por mis recuerdos de Facebook el mes pasado, me saludó una foto que me recordaba mi aniversario de cirugía superior. (Si no está familiarizado con la cirugía superior, puede obtener más información al respecto aquí). No pude evitar mirar mi cofre recién reconstruido. Someterme a esta operación fue el último acto de autocuidado para mí en ese momento. Las cicatrices evidentes en la foto no simbolizan el dolor. Las cicatrices encarnan la liberación.

Desafortunadamente, no todas las personas transgénero que buscan la transición médica recibirán atención. El acceso a la atención de afirmación de género en muchos estados se está convirtiendo en un obstáculo o incluso en una imposibilidad. Estado tras estado está limitando el acceso a la terapia de reemplazo hormonal, la cirugía, los bloqueadores de la pubertad y otros aspectos de la atención médica transgénero. No todas las personas trans, no binarias o intersexuales desean cirugía u hormonas, pero para aquellos que sí lo hacen, obtener atención se está convirtiendo en una verdadera batalla, si es que es posible.

Algunos obispos empoderan a los políticos imponiendo leyes tan injustas. La nota doctrinal de la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU. de marzo pasado hace exactamente esto cuando su Comité de Doctrina combina el cuidado de afirmación de género con la mutilación. Ahora se desalienta a las instituciones católicas a brindar atención médica trans bajo el pretexto de que esto es lo mejor para los pacientes. Pero ese desánimo puede convertirse en una prohibición total ya que la conferencia de obispos votó la semana pasada para comenzar a revisar sus pautas médicas para los hospitales católicos, incluso sobre las transiciones de género. Pero continuar restringiendo o eliminando la atención médica trans solo aumentará la probabilidad de que las personas trans recurran a las autolesiones y al suicidio. Numerosos estudios científicos confirman este triste hecho.

Desde la publicación de la nota doctrinal, múltiples teólogos, mujeres y hombres religiosos, católicos laicos y aliados han señalado las muchas fallas en la lógica de los obispos. Muchos católicos LGBTQ+ y aliados proclamaron la simple verdad de que el cuidado de afirmación de género es cuidado propio.

Como mencioné, las demandas de seguir a Cristo son muchas y exigentes, aunque finalmente sean liberadoras. Los católicos LGBTQ+ y sus aliados continuarán este trabajo de educar a otros sobre el género y abogar por leyes y políticas justas. Debemos reconocer el autocuidado como un paso necesario en este trabajo para mejorar la salud mental y física.

Todos anhelamos cuidarnos a nosotros mismos, así como el cuidado de los demás, de alguna forma, incluidos aquellos de nosotros en la comunidad trans. ¿Qué significa ese cuidado específicamente para las personas transgénero católicas? Merecemos experimentar el cuidado propio y el cuidado de los demás en nuestros términos. Para las personas trans y no binarias, repito: el cuidado de afirmación de género es autocuidado.

Antes de que Jesús nos envíe en una misión para cuidar a los demás, también debemos cuidarnos a nosotros mismos. La quietud del Tiempo Ordinario es un momento perfecto para hacerlo.

—Michael Sennett, 18 de junio de 2023

Fuente New Ways Ministry

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Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.

Domingo, 18 de junio de 2023
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No te he negado

Por causa de Tú causa me destrozo
como un navío, viejo de aventura,
pero arbolando ya el joven gozo
de quien corona fiel la singladura.

Fiel, fiel…, es un decir. El tiempo dura
y el puerto todavía es un esbozo
entre las brumas de esta Edad oscura
que anega el mar en sangre y en sollozo.

Siempre esperé Tú paz. No Te he negado,
aunque negué el amor de muchos modos
y zozobré teniéndote a mi lado.

No pagaré mis deudas; no me cobres.
Si no he sabido hallarte siempre en todos,
nunca dejé de amarte en los más pobres.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

Scene 07/53 Exterior Galilee Riverside; Jesus (DIOGO MORCALDO) is going to die and tells Peter (DARWIN SHAW) and the other disciples this not the end.

 

En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.

Entonces dijo a sus discípulos:

«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.»

Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.

Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judás Iscariote, el que lo entregó.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:

«No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.»

*

Mateo (9,36–10,8

***

Quien posee tu Espíritu irá. Nos imaginamos que para ir hacen falta calles, paradas y paisajes que cambien. Mas tu camino no va por ahí. Es la vida, sencillamente. La vida que corre y en la que nos movemos si hemos levantado anclas […]. <<Id…>>, repite abundantemente el evangelio. Para estar contigo en la misma senda hace falta andar, aun cuando la pereza nos empuje a pararnos. Nos has elegido para mantener un equilibrio extrańo. Un equilibrio que no puede establecerse ni mantenerse si no es en movilidad, en ejercicio. Un poco como una bicicleta sin cruceta, que no rueda; una bicicleta que queda abandonada contra un muro hasta que alguien la ensambla y la hace rodar velozmente por la calle. Nuestra condición es de una inseguridad vertiginosa, universal. En cuanto que somos conscientes, nuestra vida se hace oscilante y huidiza. No podemos estar erguidos, a no ser para caminar y zambullirnos de un salto en la caridad. Comienza otro día. Jesús quiere vivirlo conmigo. El no se ha retirado. Camina entre los hombres de hoy. Jesús, por todas partes, no ha dejado de ser enviado. No podemos eximirnos de ser en cada instante, los enviados de Dios en el mundo. Jesús, por medio de nosotros, no deja de ser enviado, durante este día que empieza, a toda la humanidad, de nuestro tiempo, de cualquier tiempo, de mi ciudad y del mundo. A través de los hermanos mas próximos, él nos hará servir; amar, salvar; las ondas de su caridad llegarán hasta el final del mundo, llegaran hasta el final de los tiempos.

*

Madeleine Delbrél,
El pequeño monje. Un cuaderno espiritual,

Turin i99o, 73.7787.88).

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“Introducir vida en la sociedad actual”. 11 Tiempo ordinario – A (Mateo 9,36–10,8)

Domingo, 18 de junio de 2023
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31_TO-11_A_1698197El reino de Dios no es solo una salvación que comienza después de la muerte. Es una irrupción de gracia y de vida ya en nuestra existencia actual. Más aún. El signo más claro de que el reino está cerca es precisamente esta corriente de vida que comienza a abrirse paso en la tierra. «Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios». Hoy más que nunca deberíamos escuchar los creyentes la invitación de Jesús a poner nueva vida en la sociedad.

Se está abriendo un abismo inquietante entre el progreso técnico y nuestro desarrollo espiritual. Se diría que el hombre no tiene fuerza espiritual para animar y dar sentido a su incesante progreso. Los resultados son palpables. A bastantes se les ve empobrecidos por su dinero y por las cosas que creen poseer. El cansancio de la vida y el aburrimiento se apoderan de muchos. La «contaminación interior» está ensuciando lo mejor de no pocas personas. Hay hombres y mujeres que viven perdidos, sin poder encontrar un sentido a su vida. Hay personas que viven corriendo, sumergidas en una nerviosa e intensa actividad, vaciándose por dentro, sin saber exactamente lo que quieren.

¿No estamos de nuevo ante hombres y mujeres «enfermos» que necesitan ser curados, «muertos» que necesitan resurrección, «poseídos» que esperan ser liberados de tantos demonios que les impiden vivir como seres humanos? Hay personas que, en el fondo, quieren volver a vivir. Quieren curarse y resucitar. Volver a reír y disfrutar de la vida, enfrentarse a cada día con alegría.

Y solo hay un camino: aprender a amar. Y aprender de nuevo cosas que exige el amor y que no están muy de moda: sencillez, acogida, amistad, solidaridad, atención gratuita al otro, fidelidad… Entre nosotros sigue faltando amor. Alguien lo tiene que despertar. A los hombres de hoy no los va a salvar ni el confort ni la electrónica, sino el amor. Si en nosotros hay capacidad de amar, la tenemos que contagiar. Se nos ha dado gratis y gratis lo tenemos que regalar de muchas maneras a quienes encontremos en nuestro camino.

José Antonio Pagola

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“Llamando a sus doce discípulos, los envió”. Domingo 18 de junio de 2023. 11º del Tiempo Ordinario.

Domingo, 18 de junio de 2023
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11-OrdinarioA3Koinonia:

Éxodo 19,2-6a: Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.
Salmo responsorial: 99: Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Romanos 5,6-11: Si fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón seremos salvados por su vida!
Mateo 9,36-10,8: Llamando a sus doce discípulos, los envió

COMENTARIO A LOS TEXTOS:

Comentamos los textos de este domingo. Aun sin aparente conexión entre ellos, podemos vertebrarlos en torno al concepto de la Alianza.

 Éxodo 19, 2-6a: Seréis para mí mi propiedad personal entre todos los pueblos.

El capítulo 19 del libro del éxodo da comienzo a lo relativo a la Alianza de Dios con su pueblo. Bien sabemos que «la Alianza» es uno de los temas capitales del Antiguo Testamento, de la religión judeo-israelita. Dios -el único Dios existente- ha establecido una alianza con este pueblo étnico, y sólo con él. Ello pone a Israel-Judá en una situación absolutamente única en el Universo: no hay siquiera un solo pueblo en el mundo que goce de ese estatuto y ese privilegio: ser el único pueblo que conoce al único Dios, y haber sido escogido por Él para pactar una Alianza mutua, salvadora en primer lugar para el propio pueblo, y salvadora para todos los pueblos, que serán llamados a venir a adorar a Dios al Monte Sión.

Aunque esta fe cayó como anillo al dedo al pueblo de Israel (no al «pasar» por el monte del Sinaí, sino cuando se redactó esta tradición, ocho siglos más tarde, ya bien avanzada la historia de Israel), y aunque como cristianos (que hemos seguido gustosa y convencidamente enclaustrados en la caja bíblica) también no ha hecho sentirnos orgullosamente pertenecientes a una religión que nos colocaba en un puesto tan privilegiado –el más privilegiado de toda la humanidad, habida y por haber–, hoy resulta obviamente desproporcionada en su formulación. En aquella época de un conocimiento de estrechísimos alcances (tanto históricos, cuanto geográficos como culturales), no les chirriaba, no dejaba de parecerles plausibles que a ellos, precisamente a ellos, su religión los pusiera en la cima religiosa de la Humanidad. Ellos eran el único pueblo de Dios, escogidos por el único Dios (todos los demás dioses eran «obra de manos humanas»).

Con la concepción mítica y mágica tradicional de la revelación, quien todavía la conserve es probable que siga manteniendo aquellos gratificantes sentimientos de autoestima que su religión otorgaba a los israelitas, y después a los cristianos -magnificados y elevados de dimensión los privilegios de éstos-. Para un cristianismo renovado –simplemente puesto a la altura del conocimiento de los tiempos actuales– se ha hecho necesario «repensar» esa Alianza del libro del Éxodo, y tantas consecuencias teológicas que allí echaban sus raíces: superación del exclusivismo, aceptación del pluralismo, replanteamiento del significado universal de Israel, repensamiento de los títulos cristológicos, etc.

 Rom 5,6-11: Se hizo fuerte en la fe, dando con ello gloria a Dios

Para Pablo, la Alianza veterotestamentaria se renovó y subió a un nivel muy superior en Jesús. Pablo interpreta su muerte como un sacrificio transcendental que aplacó la «ira de dios», y el castigo que esperaba a la Humanidad entera, y esa muerte fue «la nueva alianza en su sangre». Es decir: estamos en la misma visión de la Alianza veterotestamentaria, aunque proyectado a un plano muy superior. Los privilegios aquellos no sólo se mantienen, sino que se magnifican y se fortalecen.

 Mateo 9,36–10.8: Llamando a sus doce discípulos, los envió.

El fragmento de Mateo que leemos, pareciera estar ajeno a lo que dicen las otras dos lecturas. Jesús apenas habla de la Alianza: no es su tema. Ni se refiere a todos aquellos privilegios. Aunque sí le preocupa el estado del pueblo. Los siente como «ovejas sin pastor», extenuados, abandonados… y por eso envía a «los doce», de alguna manera representantes del Pueblo de la Alianza a través de sus doce tribus. Diríamos que Mateo nos da, de parte de Jesús una nueva visión más humilde, sin privilegios, de una misión apostólica, sobre todo de servicio, de atención a la gente, sin poner el acento en trasladarles una interpretación del estatuto religioso del pueblo de Israel.

¿Cómo entender, acoger, repensar y «pasar» a otros el tema de la Alianza? ¿Qué sentido puede tener hoy?

*

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy
(11 de junio de 1978)

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18.6.23 (Mt 9,36-10, 8). ¿Ovejas sin pastor, pastores sin ovejas? (Dom 11 T0). Un revuelto histórico

Domingo, 18 de junio de 2023
Comentarios desactivados en 18.6.23 (Mt 9,36-10, 8). ¿Ovejas sin pastor, pastores sin ovejas? (Dom 11 T0). Un revuelto histórico

pastor-tareaDel blog de Xabier Pikaza:

— ¿Las ovejas han dejado a los pastores y se han ido (perdido), y andamos así errantes, confundidos, aplastados, extenuados, sin rumbo? ¿O nosotros, presuntos pastores, hemos dispersado a las ovejas, las hemos perdido y así  van extenuadas, sin rumbo?

Posiblemente hay en la Iglesia un complejo de pastores “sin olor a oveja” y de  ovejas que dicen que se han encontrado a sí mismas al perder de vista a los pastores de turno…

Sea como fuere parece haber  un divorcio en el que no es fácil discernir las responsabilidades. Habrá visto el lector que he colocado en las dos partes, entre los pastores y las ovejas, pues no fácil distinguir dónde está cada uno. Todos somos pastores, todos somos ovejas.

Pero ¿es verdad que las ovejas andan perdidas…? Algunos piensan que por vez primera en la historia las ovejas se han independidzado y están así mejor, sin pastores… aunque con riesgos.

Hay diversos tipos de pastores: Políticos y eclesiásticos, electrónicos… Con perro y sin perro. Con mitra y sin mitra. Y hay tambièn varios tipos de ovejas… y muchos no quieren ser ovejas, sino seres humanos, amigos (Jn 15, 15).

Seguiré hablando del tema. Hoy  me limito a tomar algunas ideas de mi comentario de Mateo sobre este evangelio.Es un evangelio para leer, para comentar… y quizá para recrear. algunas cosas

Leer el texto… Pensadlo. 

Posiblemente, este año 2023 no es tiempo de hablar de una iglesia de ovejas… ni de pastores al estilo antiguo… No quiero pastores con olor de oveja, ni con complejo de pastoreo Ni de “pastoral”, ni de “pastoril”, como sabe ya el Sal 23.

Pero es bueno empezar desde el principio, y para eso nos ayuda este evantelio de Mateo. Buen domingo a todos.

¿Tendremos que cambiar de lenguaje y de actitudes ? ¿Cambiar el mismo lenguaje de Jesús, el de la iglesia de hoy? ¿Dejar de ser ovejas? ¿Dejar de hacerse pastores? Sea como fuere, existe un largo, profundo divorcio entre pastores y “ovejas”… y no se ve solución fácil.

De todas formas,  el evangelio de este domingo puede ayudarnos a plantear el tema, que no es sólo ni ante todo el de  las mujeres sacerdotes (tema que debería estar resuelto positiva), sino el del tipo y función de los pastores “eangélico” que son (somos) al mismo tiempo ovejas: Hermanos, amigos, compañeros, mujeres, niños, varones…

Resulta curioso que los protestantes llamen a sus ministros “pastores”, mientras que los católicos tendemos a llamarles “sacerdotes y/o padres”. Pero no quiero seguir en ese plano, sino comentar sencillamante el texto de Mateo, que es importante, pero no en el único ni definitivo sobre el tema”. Su “amigo” Pabl le habría corregido… Pero vengamos a Mateo. Habrá otros días para otras cosas…

Texto. Mt 9,36-10,8. Ovejas sin pastor, discurso de envío. 

En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.

Entoces dijo a sus discípulos: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.” Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.

Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.”

Nuevo impulso, el principio misericordia (9, 36-37).

 Era más fácil dejar las cosas como estaban, re-formar lo que había, desde sus principios anteriores, con ciertos ajustes legales, como quería el rabinismo. Era más difícil re-fundar el judaísmo en un plano universal, pasando así de la enseñanza al kerigma y del kerigma a la sanación, pues ello implicaba un cambio fuerte, de manera que para conservar lo anterior había que re-crearlo, desde las raíces del mensaje judío, como expresión radical del amor misericordioso de Dios que se abre a todos los hombres, reinventando de esa forma su auténtico camino.

9 36 Y viendo a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban oprimidos y aplastados como ovejas que no tienen pastor. 37 Entonces dijo a sus discípulos: La tarea de la siega es mucha y los obreros pocos. 38 Rogad, pues, al Dueño de la mies (=siega final) que envíe obreros a su siega [1].

  Este pasaje consta de dos partes.

(a) 9, 36 está tomada de Mc 5, 34 con algunos añadidos, que destacan la compasión fundante de Jesús, entendida como principio de su misión mesiánica, que empezará en Mt 10;

(b) 9, 37-38) proviene de la tradición misionera del Q (Lc 10, 2). Ambas partes unidas son la introducción al discurso misionero que sigue (Mt 10) y a todo el resto del evangelio.

‒ Oprimidos y aplastados como ovejas que no tienen pastor 9, 36).

Esta palabra (que Mateo ha recibido de Mc 6, 34) retoma una imagen de Num 27, 17, donde Moisés, a quien Dios ha anunciado su muerte, le pide que nombre tras él un buen pastos, para que los israelitas no queden indefensos, no sean aplastados. Más tarde, esa palabra (como ovejas sin pastor) ha venido a convertirse en elemento clave de la tradición escatológica de Israel que aparece una y otra vez como pueblo disperso, humillado, sometido (cf. Ez 34, 8; Zac 10, 2 y el Apocalipsis de las Semanas de 1 Henoc 83-90). Mc 6, 34 cita esta sentencia en el contexto de la muchedumbre que sigue a Jesús carente palabra ni comida (introducción al relato de la multiplicación de los panes). Mateo la sitúa aquí en la apertura de la gran misión, cuando Jesús descubre de un modo personal la miseria del pueblo, sin guías ni pastores, a merced de todos los engaños y peligros, mentiras y opresiones.

Ésta no es una sentencia espiritualista, de tipo exclusivamente religioso (en el sentido moderno del término), sino una palabra de tipo “social”. Lo que Jesús descubre y lo que ponen de relieve Marcos y Mateo, cada uno en su contexto, es la opresión “integral” de las muchedumbres (no de unas pequeñas élites de privilegiados. No estamos ante una miseria individual (por culpa de algunos hombres aislados), sino ante una miseria y opresión social, producida no sólo por falta de pastores, sino por la existencia de pastores pervertidos, que oprimen al pueblo. Ésta es, por tanto, una experiencia de protesta económica y política, que Jesús asume, compartiendo el lamento de la gente que viene a su encuentro, lo mismo que Moisés al comienzo de su misión, cuando descubre que Dios siente/comparte el dolor de su pueblo oprimido en Egipto (Ex 2, 23-25; 3, 7-10). Ésta es la experiencia desencadenante del evangelio [2].

Sintió compasión)  Mateo retoma la palabra clave de Mc 6,34 (evsplagcni,sqh), tomada del lenguaje teológico del Antiguo Testamento, donde Dios aparece como aquel que se apiada de su pueblo, no sólo en los textos antes citados (Ex 2, 23-25; 3, 7-10), sino en el pasaje de la revelación suprema, tras la ruptura del primer pacto, cuando Dios se presenta a Moisés pronunciado las palabras centrales de la teología bíblica (¡Dios clemente y misericordioso, rico en piedad…!: Ex 34, 6-7).

 Aquí aparece el Dios que tiene “entrañas de misericordia” (spla,gcna evle,ouj), y se compadece de los hombres, como ha destacado Lucas en el canto del Benedictus (Lc 1, 78). Pues bien, Mateo presenta así a Jesús como portador de esa misericordia de Dios, y de esa forma le mostrará también en 15, 32 compadeciéndose del pueblo hambriento que le sigue, lo mismo que de la muchedumbre necesitada (Mt 14, 14) o del ciego que le pide curación (cf. Mt 20, 34). Esta experiencia de Jesús, que siente compasión por el pueblo doliente al que encuentra arrojado y oprimido constituye el punto de partida de su acción mesiánica, y la raíz de su mensaje, como expresión de la misericordia de Dios que se revela a través de su evangelio [3].

 ‒ Porque estaban oprimidos y aplastados (evskulme,noi kai. evrrimme,noi), como ovejas sin pastor (9, 36). Estas palabras, que no aparecen en Marcos, indican el carácter “social” del pecado, es decir, de la situación de los hombres y mujeres de quienes Jesús se compadecer, como enviado de Dios. Todo este pasaje nos sitúa ante un nuevo camino de éxodo, y los oprimidos no son ya los hebreos cautivos de Egipto (Ex 2, 23-25), sino las muchedumbres de Galilea (en tiempo de Jesús), o del entorno de Antioquía (en tiempo del evangelista Mateo).

No se trata, pues, de una situación de miseria intimista (de pecado puramente privado), sino de injusticia social, que proviene de la falta de pastores verdaderos. Hombres y mujeres se encuentran vejados (evskulme,noi), es decir, maltratados, y en sentido general oprimidos. Se dice además que ellos se encuentran arrojados con violencia, pisados en el suelo, aplastados. Esta es la situación de los hombres y mujeres que Jesús descubre en su camino: No son sólo ignorantes religiosos, a los que debe enseñar (¡cosa también cierta!), sino oprimidos sociales a quienes se debe liberar, para que puedan recuperar su dignidad humana.

‒ La tarea de la siega es mucha, los obreros pocos… (9, 37). En el origen de la misión de Jesús se encuentra por tanto el descubrimiento de la miseria social de las multitudes, no sólo en el contexto galileo de su tiempo, sino en el entorno de la comunidad de Mateo. No se trata, pues, de un tema “sacral”, en el sentido de falta de pureza sagrada, un problema que podría resolverse cumpliendo mejor los ritos religiosos del buen pueblo, sino de un problema social en el sentido fuerte de ese término. La solución no es por tanto ser mejores israelitas (cumpliendo unos ritos nacionales, que separen a los judíos de los otros pueblos), sino vivir en libertad y dignidad, de manera que unos hombres no se encuentren vejados y arrojados (aplastados) por otros.

 Desde aquí se entiende esta sentencia final, tomada del Q (cf. Lc 10, 2), en la que Jesús dice a sus discípulos “la mies (=la tarea de la siega de Dios) es mucha, los obreros pocos”; pedid, pues, al dueño de la mies…

Esa palabra nos lleva de la imagen del cuidado por el rebaño (¡sintió piedad porque eran como ovejas sin pastor…!), a la gran tarea escatológica de “recoger” la mies ya madura, pues ha llegado el verano (qerismo,j, de qeri,zw), que evoca la siega, con todo lo que eso implica de segar y cosechar el grano (cf. Jn 4, 35). Este pasaje nos sitúa en el contexto de la primera gran llamada de 4, 18-22, donde Jesús convoca a los cuatro primeros pescadores para la pesca final. Aquí dice a los suyos que “pidan a Dios”, para que envíe obreros para la gran siega, ya preparada.

‒ Pedid, pues, al Dueño de la mies (siega final) que envíe obreros… . Este motivo nos sitúa ante la siega final, evocada en Ap 14,15, con tonos urgentes, de recolección final. En ese contexto de revelación y cumplimiento de la gran cosecha, que aparecía también en el mensaje del Bautista (Mt 3, 7-10) ha introducido el Q (cf. Lc 8, 2) la tarea de los “obreros de Dios” (evrga,taj, hacedores). Aquí no es ya Jesús el que envía, como hará en 10, 5 (cuando manda a los doce, para la misión de Israel) y en 28, 16-20 (cuando envía a los once al mundo entero), sino que es el mismo Dios el que ha de enviar a sus obreros para realizar la obra final.

Jesús puede llamar y enviar, en nombre de Dios, como ha hecho en 4, 18-22 y como hará en 10, 5 y 28,16-20: pero en el fondo la misión definitiva es de Dios, que quiere preparar y suscitar trabajadores para su viña. Ese envío forma parte de un misterio de gracia ante el que los hombres pueden y deben preparase en forma de oración.

Rogad a Dios (, pedid con mucha fuerza, en la línea de la oración fundamental (pedid y se os dará: 7, 7) y del Padrenuestro (venga tu reino: 6, 10). Dios mismo es quien envía (quien hace a los hombres cooperadores de su obra…), pero son los hombres y mujeres los que deben disponerse y prepararse para ser enviados [4].

Ciertamente, Jesús puede proponer y enviar él mismo (como veremos en Mt 10), pero, en el fondo, tanto su obra como la obra de sus discípulos está en las manos de Dios, quien aparece como dueño/señor de la siega (kurioj tou/ qerismou/), es decir, de la mies o cosecha de la historia. Juan Bautista (3, 7-10) presentaba esa cosecha de manera más amenazadora (cortar los árboles sin frutos), como acción que parecía exclusiva de Dios. Por el contrario, Jesús la presenta como algo que no es solamente propio de Dios, pues en ella han de colaborar los hombres (operarios, evrga,taj), iniciando así con ellos un camino de Reino [5].

 ‒ Una obra de hombres, no de ángeles. La novedad de esta oración (¡pedid al Dueño de la mies…! 9, 38) está en el hecho de que los trabajadores que Dios ha de enviar son hombres y/o mujeres, no ángeles de Dios, como supone en un contexto semejante la interpretación de la parábola del trigo y la cizaña (13, 36-43), donde Jesús dice taxativamente que los obreros (evrga,taj) del Reino son los ángeles apocalípticos de Dios: La siega de la mies (el qerismo.j de 13, 39) es la culminación del cosmos (sunte,leia aivw/noj), y los trabajadores finales, que ahora se llaman “segadores de la mies” (qeristai.), son los ángeles de alto, como si se tratara de una obra “superior” (de otro plano), donde los hombres y mujeres en concreto no son protagonistas, sino que están en manos de los poderes angélico-diabólicos, en medio de la gran lucha, entre principios angélicos y destructores, una batalla en otra dimensión, con los hombres como dependientes, manejados desde fuea en una especie de teatro cósmico/sacral de espíritus).

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Compasivo hasta la muerte. Domingo 11 del Tiempo Ordinario. Ciclo A

Domingo, 18 de junio de 2023
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Jesús-y-sus-discípulos-Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Después del Tiempo de Pascua y las fiestas posteriores, continuamos leyendo el evangelio de Mateo, típico de este ciclo A. Jesús ha tenido un gran discurso en el monte y ha realizado luego diez milagros, demostrando su poder con la palabra y con la acción. Pero hará falta que otros continúen su labor.

Jesús, compasivo en la acción (Mateo 9,36-10,8),

En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos:

«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».

Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.

Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:

«No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis».

Introducción

Cuando Mateo leyó por vez primera el evangelio de Marcos, hubo una frase que le impresionó: «Vio [Jesús] a mucha gente, y se conmovió por ellos, porque estaban como ovejas sin pastor» (Mc 6,34). Esa compasión lo impulsa a enseñarles y a alimentarlos multiplicando los panes y los peces.

Mateo piensa darle un sentido nuevo a esas palabras. La compasión de Jesús no le llevará a resolver el problema puntual y concreto de la gente que lo ha seguido ese día, sino a plantearse el problema presente y futuro de todas las multitudes. Y subraya su desgracia con el simple añadido de dos adjetivos: estaban «extenuados y abandonados».

Mateo abandona la metáfora del rebaño y habla de la mies y los segadores. A la visión del pueblo sin pastor corresponde la de la mies sin segadores. Esto no lleva a la acción inmediata, sino a la oración para que el Señor de la mies envíe obreros a su mies. Y ese «señor de la mies» no es Dios Padre, sino el mismo Jesús, que envía enseguida a sus discípulos.

Los Doce y su poder

Hasta ahora solo se ha contado la vocación de cinco discípulos: Simón, Andrés, Santiago y Juan, al comienzo (4,18-22) y luego la de Mateo (9,9). De repente, se habla de doce. ¿Cuándo llamó a los otro siete? Es imposible completar con datos de otros evangelios. El de Juan se limita a cinco: Andrés, ¿Juan?, Pedro, Felipe, Natanael (Jn 1,35-51).

La composición del grupo no puede ser más heterogénea: cuatro pescadores, un recaudador de impuestos, un mercader (o un celoso tendente al fanatismo) y uno nada de fiar, que terminará traicionándolo. Con esos individuos, y otros cuantos de los que no sabemos nada, pretende Jesús extender la buena noticia del reino de Dios. ¿Lo conseguirá, o está loco?

El número doce recuerda a los doce hijos de Jacob y las doce tribus de Israel: es una forma de indicar que va a comenzar un nuevo pueblo de Dios. Se ha discutido si el número de doce es original de Jesús o creación de la comunidad cristiana. El testimonio más antiguo, el de Pablo, ya cita este número como algo conocido e importante: Jesús «se apareció a Cefas y después a los Doce» (1 Cor 15,5). A finales del siglo I, el Apocalipsis sigue hablando de «las doce piedras que llevan los nombres de los doce apóstoles del cordero» (Ap 21,14). Sin embargo, el libro de los Hechos nos desconcierta un poco: al principio lo considera tan importante que, después de la traición de Judas, hay que restaurarlo con la elección de un sustituto: Matías (Hch 1,15-26). Pero cuando el rey Herodes manda degollar a Santiago, el hermano de Juan, no se habla de sustituirlo para recuperar el número de doce. Tenemos la impresión de que el número tuvo un valor real al comienzo, en tiempos de Jesús, y más tarde se convirtió en algo puramente simbólico.

Antes de dar sus nombres, Mateo indica que Jesús les trasmite su mismo poder: sobre los espíritus inmundos y para sanar todo tipo de enfermedades. Viene a la memoria el momento en el que Eliseo le pide a Elías «dos tercios de tu espíritu», y el maestro le responde: «¡No pides nada!» (2 Re 2,9-10). Los doce, sin pedir nada, reciben un poder mucho mayor que Eliseo.

Instrucciones

A continuación les tiene Jesús un largo discurso, del que la liturgia ha seleccionado el comienzo (para este domingo) y el final (para el siguiente). La primera parte del discurso habla de los destinatarios de la misión, la tarea que deben llevar a cabo, y la gratuidad con que hay que realizarla.

Destinatarios. La prohibición inicial de dirigirse a paganos y samaritanos resulta casi hiriente. Recuerda a los pasajes nacionalistas del Deuteronomio y al desprecio que sentía Jesús ben Sirá por los samaritanos, «el pueblo necio que habita en Siquén» (Eclo 50,26). Sin embargo, debemos recordar que la visión positiva de los paganos quedó muy clara cuando a los magos de oriente se revela el nacimiento del Mesías y vienen a adorarlo; y Jesús ya ha dicho que «vendrán muchos de oriente y occidente a sentarse a la mesa en el reino de Dios».

¿A qué puede deberse esta prohibición en boca de Jesús? Una de las acusaciones que los judíos harían a los cristianos es que se habían separado de Israel por culpa de Jesús, que se había desinteresado de su pueblo. Mateo insiste en que Jesús nunca rechazó a su pueblo. Al contrario, inicialmente prohibió a sus discípulos ir a tierra de paganos y a la provincia de Samaria; los envió a las ovejas descarriadas de Israel, a las mismas a las que él ha sido enviado (cf. 15,24). Los discípulos, como Jesús, deben atender a la gente que no es atendida por los dirigentes políti­cos y religiosos.

Tarea. La misión de los discípulos es idéntica a la de Jesús: hablar y actuar. El mensaje es el mismo de Juan Bautista y Jesús: «El reinado de Dios está cerca». Falta la exhortación inicial a convertirse, aunque esto se da más adelante por supuesto. Las obras serán las realizadas por Jesús en los capítulos anteriores: sanar enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos, expulsar demonios. Parece encargarles demasiado. Pero lo importante no es lo que se encarga, sino la idea de que los discípulos continúan plenamente la obra del Mesías.

En Lucas-Hechos ocurre algo curioso. Cuando Jesús envía a los setenta y dos discípulos (equivalente al envío de los doce en Mateo) solo les encarga «curar a los enfermos» que encuentren (Lc 10,9). No habla de resurrección ni de endemoniados. Sin embargo, en el libro de los Hechos, Pedro, Felipe y Pablo realizan milagros más parecidos a los que indica Mateo. De Pedro se cuenta que la gente sacaba a los enfermos a la calle para que, al pasar, «por lo menos su sombra cayera sobre alguno», con lo que se curaban enfermos y poseídos por espíritus inmundos (Hch 5,15-16); además, sana de su parálisis a Eneas (Hch 9,33-35) y resucita a Tabita (Hch 9,36-43). Felipe expulsa en Samaria a los espíritus inmundos y muchos paralíticos y lisiados se curan (Hch 8,7). En el caso de Pablo, «bastaba aplicar a los enfermos pañuelos o prendas que él llevaba encima, para ahuyentar las enfermedades y expulsar los espíritus malos» (Hch 19,12).

Gratuidad. En la antigüedad, como hoy día, una de las acusaciones más frecuentes a los predicadores religiosos era la de buscar el propio interés; un peligro del que Pablo fue muy consciente y procuró evitar en todo momento. Por eso, Mateo añade inmediatamente cuál debe ser la conducta del apóstol. Igual que Jesús, debe caracterizarse por su generosidad y desprendimiento. El principio general («gratis lo recibisteis, dadlo gratis») se refiere a no exigir recompensa.

Jesús, compasivo hasta la muerte (Romanos 5, 6-11)

Hermanos:

Cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos del castigo!

Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida! Y no sólo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

Ante las numerosas desgracias que ocurren en nuestro mundo, a nivel individual, nacional y planetario, ante la difusión de problemas que parecen insolubles (droga, prostitución, carrera de armamentos, terrorismo) mucha gente se pregunta: ¿nos ama Dios? Algunos lo niegan expresamente. Hace me impresionó una frase del gran teólogo Romano Guardini: «Sólo en Jesucristo crucificado tenemos la seguridad de que Dios nos ama». Una paradoja: el amor demostrado en la muerte más cruel y vergonzosa. En realidad, las palabras de Guardini no deberían haberme llamado la atención porque dicen lo mismo que Pablo: «la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros». Y añade algo muy importante: «cuando todavía éramos pecadores». No cuando nos habíamos arrepentido y éramos buenos, sino cuando éramos malos. ¿Hay alguien dispuesto a morir por un terrorista, por un narco, por un político enemigo, por alguien que me amarga la vida…? Aunque nosotros seamos egoístas y mezquinos, podemos estar seguros de que Dios nos ama.

¿A qué viene la primera lectura (Éxodo 19, 2-6ª)

En aquellos días, los israelitas llegaron al desierto del Sinaí y acamparon allí, frente al monte. Moisés subió hacia Dios. El Señor lo llamó desde el monte, diciendo:

«Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa»».

Me desconcierta un poco la elección de este pasaje. Se supone que debe tener relación con el evangelio. La única que encuentro es con la misión de los discípulos de dirigirse exclusivamente al pueblo de Israel, no a paganos ni samaritanos, porque los israelitas, como dice Dios a Moisés, son «mi propiedad personal entre todos los pueblos».

Una conclusión (entre otras posibles)

A veces me preguntan los amigos seglares cómo está el problema de las vocaciones. La respuesta no es muy optimista, prescindiendo de que las causas son muy complejas. Por eso todos estamos obligados a compadecernos de la mucha gente que necesita ayuda y pedirle al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.

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18 de Junio. Domingo XI Ciclo A

Domingo, 18 de junio de 2023
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Copia de Sábado XXXI TO - 1

 

«En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas,»

(Mt 9,36-10,8)

Jesús es el ser humano compasivo. En este fragmento del evangelio de la comunidad de Mateo, nos encontramos con que la compasión, en el Maestro, no es una cosa meramente afectiva, del corazón, sino que le lleva a la acción.

Ante lo que percibe, con la finura espiritual que le caracteriza, Jesús decide actuar y envía a algunos de sus discípulos a anunciar el Reino a través de la liberación, la salud y la misericordia. Todo ello va precedido de una actitud de humildad, la oración. Jesús recuerda quién es el dueño de la mies y quienes son los empleados.

En el texto leemos los nombres de algunos de los seguidores de Jesús y esto hemos de entenderlo en la línea de la comunidad que está al servicio de la Buena Noticia, no en la de pensar que Jesús constituye un grupo de privilegiados.

«Dad gratis lo que recibís gratis». Esta máxima puesta en boca del Maestro nos orienta hacia la gratuidad y el reconocimiento de lo que es verdaderamente importante. No habla de dinero, de valores «terrenales», no, ampliemos nuestra mirada, de nuevo la compasión nos ha de empujar a entregar, a compartir, gratuitamente aquello que hemos recibido sin el menor esfuerzo. Los dones que Dios nos ha otorgado y que pueden ayudar a echar demonios, resucitar muertos y sanar enfermos, debemos ofrecerlos para que la puerta del Reino de Dios sea cada vez más grande y nadie se quede sin entrar.

Nuestros esfuerzos, nuestra compasión, nos conduce a entrar en ese Reino que YA está, que no es necesario crear, sino, sencillamente, entrar.

Oración

Gracias, Dios Trinidad, porque tu mirada acogedora, tu camino de compasión, nos conduce hacia aquel jardín de belleza, verdad y bondad del que un día decidimos salir.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Id y proclamad que el reino de Dios está cerca.

Domingo, 18 de junio de 2023
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Scene 07/53 Exterior Galilee Riverside; Jesus (DIOGO MORCALDO) is going to die and tells Peter (DARWIN SHAW) and the other disciples this not the end. No veo a Jesús haciendo distinciones entre sus seguidores

En la nueva comunidad todos tienen su puesto y su valor.

Las lecturas de hoy tienen una gran variedad de temas: la elección, la salvación de Dios, el sacerdocio de los fieles, la salvación de Cristo, la penuria de la gente, la compasión, la vocación, la misión, la evangelización, el servicio, la curación, la gratuidad… Dios salva y quiere que su salvación llegue a todos a través de los ya salvados. Pero, ¿Qué salvación ofrece Jesús en el evangelio? Éste podía ser el resumen del mensaje de este domingo.

El relato del Éxodo fue para los israelitas la cima de su experiencia religiosa. Su Dios les había salvado de la esclavitud. En el desierto les libró de la sed, del hambre, de las serpientes. Después, en la tierra de Canaán sentían la presencia de Dios cada vez que vencían a los enemigos o superaban una desgracia. La experiencia de salvación de los israelitas no fue más que una interpretación de acontecimientos favorables. Cuando los aconteci­mientos eran adversos, los interpretaban como castigo del mismo Dios.

En tiempo de Jesús se sintieron liberados del demonio, de las enfermeda­des, de sus pecados. ¿Qué liberación esperamos nosotros hoy? ¿De qué nos tienen que salvar? Para la mayoría de los cristianos, salvarse es evitar la condenación, una idea negativa que resulta un poco ingenua. Salvación debe ser algo positivo y no de mínimos, sino de máximos. Podía ser “Plenificación”, alcanzar la plenitud de ser a la que estamos destinados. Esa plenitud tenía que dar sentido a mi vida, de la misma manera que el punto de destino da sentido a todos los pasos que doy para llegar a él.

Dios no tiene que hacer ningún acto para salvarme, porque me ha salvado de una vez por todas y desde siempre. Tal como se entiende normalmente la salvación, da la impresión de que a Dios le salió mal la creación y ahora sólo con parches y remiendos puede llevar a feliz término su obra. ¿No os parece un poco ridícula esta idea? La Biblia nos dice con toda claridad al final del relato de la creación que vio Dios todo lo que había hecho, y era bueno. Dios no tiene que cambiar, somos nosotros los que debemos cambiar.

Estamos en un error cuando pretendemos que Dios nos libere de nuestra condición de criaturas, de nuestra contingencia, de nuestras limitaciones, de la muerte. Todo eso es consecuencia de nuestra condición de criaturas, y por lo tanto es intrínseco a nuestro ser. Dios no puede evitarlo. La salvación hay que buscarla en otra parte. En una ocasión Jesús dijo “Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo.” La salvación es pues, toma de conciencia, descubrimiento de una realidad que ya está ahí. El tesoro escondido en el campo.

Cuando habla de los doce no quiere decir que los apóstoles fueran exactamente doce, con nombres y apellidos, sino el nuevo Israel. También las doce tribus son un mito: El dios sol rodeado de los signos del zodiaco. Tomar hoy los doce como número de personas investidas por Jesús de un poder especial es seguir leyendo los evangelios de una manera fundamentalista. No sabemos en qué momento aparece la idea de “apóstol” (enviado), pero es impensable que antes de la separación del judaísmo hubiera un grupo especial que llevaran ese nombre.

Ni los apóstoles ni sus “sucesores” fueron el fundamento de la nueva comunidad. Es la comunidad la que necesita de representantes que sepan dar testimonio de Jesús siendo seguidores más fieles al Maestro. No podemos seguir manteniendo la idea de que lo importante en nuestra Iglesia es la jerarquía. La obligación de “proclamar” el evangelio es de todos los que forman la comunidad, no de unas personas separadas y elegidas especialmente para esa tarea. El Vaticano II habló alto y claro sobre la misión de los laicos en la Iglesia, pero no hemos sido capaces de llevar esta inquietud al grueso de la comunidad.

No debemos despistar a la gente, haciéndoles creer que la tarea de predicar no va con ellos. Tampoco debemos dar a entender que no tiene importancia la existencia de personas especialmente preparadas para dirigir y marcar pautas en esa tarea. Pero no se habla hoy de la vocación de cada persona sobre la base de sus aptitudes o preparación personal, sino de una misión a la que todos estamos llamados. No se trata de la vocación a especiales ministerios, (sacerdotes, obispos) sino de la consecuencia lógica del ser de cristiano: llevar a todos la salvación que él recibió.

No importa el lugar que ocupes en la comunidad sino desempeñar tu tarea como seguidor de Jesús con actitud de servicio. “Proclamar” no significa ir por ahí dando voces, o realizando acciones espectaculares con poderes divinos. Se trata de ayudar al que tengo cerca en todo lo que pueda. La misión no consiste en predicar y hacer prosélitos, sino en ayudar a los hombres a soportar sus penurias, pero dejándoles en libertad para que sigan siendo ellos mismos. Solo donde se libera a las personas, se está anunciando el evangelio. Jesús nos pone en guardia cuando dice: “Vosotros, que recorréis tierra y cielo para conseguir un prosélito…”

La misión no debía ser un ingente esfuerzo por acrecentar el número de los que pertenecen a la Iglesia, sino el aumentar el número de los que son objeto de nuestro cuidado. Lo que nos quiere decir el evangelio es que el seguidor de Jesús tiene que considerar a todo hombre como perteneciente a la comunidad, porque todos tienen que ser el objetivo de su servicio. Sólo la búsqueda del bien de los demás, o por lo menos la disminución de sus carencias, debía ser el motivo de nuestra predicación, sea de palabra o de obra.

Una comunidad no es cristiana si no está abierta a todos los hombres. Decir que ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’ es dar por supuesto que es un coto cerrado que no tiene nada que ver con los que se niegan a entrar en él. A la comunidad cristiana pertenecen todos los hombres. Si dejamos fuera a uno sólo, se convertirá en un gueto y dejaría de ser la comunidad de Jesús. La Iglesia debe estar volcada sobre los demás, no replegada sobre sí misma.

Termina el evangelio de hoy con una frase tajante: “Gratis habéis recibido, dad gratis”. Sólo cuando doy lo que he recibido, lleno de sentido el don que se me ha regalado. Cuando quiero acaparar lo que soy y lo que tengo, lo convierto en algo estéril para mí y para los demás. Es fácil darse cuenta de que no estamos por esa labor. La gratuidad tenía que ser la característica de toda acción comunitaria. Si en mi servicio a los demás busco cualquier clase de interés, estoy fuera del evangelio. Aunque ese interés sea ir al cielo, ser más bueno, obedecer a Dios, etc.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Máximo compromiso, máxima confianza.

Domingo, 18 de junio de 2023
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Duccio_di_Buoninsegna- Jesús aparece alos discipulosMt 9,36 – 10,8

«A estos doce envió Jesús»

Todo empezó con los doce. Luego fueron setenta y dos, luego muchos más, luego se fueron congregando en torno a los Testigos para sentirse “comunidad” y confortarse mutuamente. No tenían templos y se reunían en sus casas para celebrar “la cena del Señor”, para leer las recopilaciones que iban surgiendo en torno a los hechos y dichos de Jesús y atender las necesidades de los pobres: «Nadie consideraba lo que tenía como propio … de manera que no había entre ellos ningún indigente».

Y aunque eran perseguidos, encarcelados y martirizados, su forma de vivir resultaba contagiosa y no cesaban de crecer. Luego vino Constantino, el poder, el boato… y los que antes eran perseguidos se convirtieron en perseguidores. Mejor dicho, fueron sus prebostes los que se convirtieron en perseguidores y cometieron mil tropelías, pero la fuerza del Espíritu siguió actuando sobre la gente y suscitando personas dedicadas a hacer el bien; dispuestas a servir y a ayudar como nunca ninguna otra organización humana lo haya hecho. Y dieron (y siguen dando) fruto abundante.

Y así, a lo largo de los siglos, generación tras generación, se ha ido creando una larga cadena que ha mantenido vivo el espíritu de Jesús hasta nuestros días. A ella debemos su conocimiento, y ahora es nuestro turno de responder a lo recibido. De nosotros depende que su espíritu siga guiando la vida de los hombres o se convierta en algo del pasado. Porque si los cristianos renunciamos a nuestras señas de identidad, si dejamos de tirar del pelotón y nos situamos cómodamente a la cola del mismo, si dejamos todo a la acción del Espíritu y olvidamos que somos colaboradores necesarios del proyecto de Dios, nuestra razón de ser como cristianos habrá perdido todo su significado en el mundo.

Es habitual entender la condición de cristiano como privilegio, pero es mucho más raro entenderla como compromiso. Un compromiso difícil de entender sin calibrar la enorme trascendencia del proyecto en el que estamos embarcados; sin sentirse parte integrante del proyecto de Dios… Pero asumir el compromiso no nos resulta hoy nada sencillo, porque nuestro espíritu ilustrado nos empuja con fuerza a relativizar la importancia de Jesús en la historia de la humanidad; a reducir su papel al de un maestro de sabiduría como tantos otros que ha habido en el mundo.

Es ese mismo espíritu el que está también socavando nuestra fe; y sin fe, carecemos del estímulo necesario para comprometernos en mantener viva la cadena… No sé si somos conscientes de que estamos viviendo una época crucial, pues existe el riesgo evidente de que la cadena se rompa justamente por nuestro eslabón; de que Jesús se convierta en mera materia de estudio para gente iniciada y se pierda su espíritu de servicio y perdón; de que nuestros nietos no le conozcan ni signifique nada para ellos.

Como decía Ruiz de Galarreta, el lema del cristiano podría ser: «Máximo compromiso, máxima confianza»Máximo compromiso con la misión que tenemos encomendada, es decir, con la construcción del Reino… Máxima confianza, porque el compromiso es con nuestra Madre.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Fuente Fe Adulta

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Ovejas descarriadas: una imagen que nos ayuda a mirar el mundo actual y a descubrir nuestra misión.

Domingo, 18 de junio de 2023
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magdalena-jesus-640x480Mateo 9, 36-10,8

Poco a poco fue aumentando el grupo de personas que acompañábamos a Jesús. Incluso hombres y mujeres, considerados pecadores públicos, venían muchos días y se sentaban cerca para escucharle.

¿A qué vienen?, se preguntaban algunas personas. ¿Por qué han caminado durante horas o días, si Jesús no es médico, ni es rico, ni tiene nada que ofrecerles?

Pronto descubrieron la respuesta. Jesús, miró con calma a la multitud, deteniéndose en cada una de las personas enfermas, tullidas o con harapos, que eran la mayoría. Era una mirada que les devolvía la dignidad.

Después, comenzó a hablar. Recuerdo que dijo algo así: Sois como ovejas que no tienen pastor. Estáis abandonadas a vuestra suerte y extenuadas. Camináis de un sitio a otro, buscando trabajo, seguridad, y reconocimiento, pero el pueblo os señala con el dedo, os culpabiliza y os empuja lejos, para no veros ni oíros. Yo soy el buen pastor. Os envío a las ovejas descarriadas de Israel.

No nos explicó quiénes eran esas ovejas a las que nos enviaba. Se oyó un murmullo de gente que, por aquí y por allá, fue nombrando en voz alta a quienes consideraban descarriados: ¡Los que no cumplen la Ley! ¡Los extranjeros! ¡Pecadores! ¡Prostitutas! ¡Samaritanos!…

Yo pensé que se equivocaban. Que las ovejas descarriadas son las autoridades romanas, que vienen durante un tiempo a gobernar Israel, gozan de todos los privilegios, se enriquecen y se vuelven a Roma, sin preocuparse por la situación en la que queda el pueblo judío.  Algo semejante ocurre con las legiones que traen.

Pensé que también está descarriada la casta de sacerdotes que se ha apoderado del Templo y somete al pueblo con el temor a Yahvé y el cumplimiento estricto e inhumano de la Torá. Por eso, los sacerdotes se enfrentan a Jesús, una y otra vez, cuando les habla del Abbá, y les recuerda que tiene entrañas de misericordia.

Los cobradores de impuestos también son ovejas descarriadas. La riqueza que obtienen sin trabajar apenas, clama al cielo. No oyen el grito de los que se empobrecen, porque tienen el oído atento al sonido de las monedas que van llenando su bolsa.

También los saduceos están descarriados, porque se venden al mejor postor. Siempre se ponen al lado de quienes detentan el poder, para sacar algún beneficio.

Jesús continuó diciendo: En mi nombre, podéis expulsar los espíritus inmundos que se apoderan de la mente y del cuerpo. En mi nombre, podéis curar toda enfermedad y toda dolencia.

¿Jesús nos enviaba a una misión imposible? ¿Qué podíamos hacer con tantas ovejas descarriadas? ¿Por qué nos enviaba a sanarlas, si esa gente tenía dinero para acudir al médico?

Pero, esa tarde comprendí que las ovejas descarriadas están enfermas de avaricia, viven alejadas del pueblo, y muchos demonios han anidado en su corazón; por ejemplo, el ansia de poder, y la soberbia.

Estábamos acostumbrados a ver cómo, al amanecer, los dueños de los campos enviaban a sus obreros a trabajar en sus tierras: sembraban, quitaban malas hierbas o cosechaban. Jesús nos invitó a trabajar en sus campos, a ser obreros y obreras que cuidaran su mies.

Y nos pidió que trabajáramos gratis.

De nuevo, hubo un murmullo. Se oyó una voz que dijo:

– Nadie trabaja gratis, ¿por qué íbamos a hacerlo nosotros?

Y Jesús respondió:

– Porque todo lo habéis recibido gratis.

Fui mirado a la multitud, observando con atención los rostros y los cuerpos de las personas que le escuchaban. Era evidente que el Maestro se compadecía de esos hombres y mujeres. Me di cuenta, con claridad, que Jesús me enviaba a trabajar gratuitamente, con compasión y misericordia. Que nos enviaba a cada persona que estábamos escuchándole, sentados en torno suyo: hombres y mujeres, mayores y jóvenes, discípul@s y apóstoles.

Solo deseo que el eco de sus palabras atraviese el tiempo y llegue a todas las personas de buena voluntad, hasta los confines del mundo.

María, discípula amada.

 

Marifé Ramos

Fuente Fe Adulta

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El proyecto de Jesús

Domingo, 18 de junio de 2023
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IMG_9881Domingo XI del Tiempo Ordinario

18 junio 2023

Mt 9,36-10,8

La creencia ortodoxa cristiana afirmó durante siglos que “el cristianismo es la única religión verdadera” o que “fuera de la iglesia no hay salvación”, sobre la base de que el uno y la otra habían nacido directamente de Jesús, materializando con ello la “voluntad salvífica” de Dios.

Fue particularmente en el siglo XX cuando, en el campo teológico, se puso sobre la mesa esa cuestión: ¿Realmente Jesús fundó la iglesia? ¿O no fue, más bien -como afirmara en 1902 Alfred Loisy-, que “Jesús predicó el Reino y lo que vino fue la iglesia?”.

El texto del evangelio de Mateo que se lee este domingo no deja lugar a dudas, al afirmar enfáticamente que no vayan a “tierra de gentiles”, sino solo a las “ovejas descarriadas de Israel”.

Esas palabras, como el hecho simbólico de la elección de los Doce -alusión clara a las doce tribus que conformaban el pueblo judío-, parecen mostrar claramente que el proyecto de Jesús se concentraba en lo que podría denominarse la “reconstrucción” de Israel.

Su propuesta parece reflejar su anhelo de reconstruir de nuevo el pueblo, sobre una doble base que quiere ir hasta la raíz misma de la fe bíblica, en consonancia con la mejor tradición profética: la entrega radical a Dios (“Abba”) y el amor servicial a los hermanos. Así se explica que, tanto en su propia existencia cotidiana como en su mensaje, Jesús enfatizara una confianza absoluta y un amor compasivo e incondicional “hasta el extremo”.

Jesús no fundó la iglesia ni quiso iniciar ninguna religión nueva -en cuyo nacimiento tuvo mucho que ver el “genio” religioso de Saulo de Tarso-, sino renovar a su propio pueblo, sobre los fundamentos de la filiación divina y la fraternidad que habría de derivarse de la misma.

Esto no significa, sin embargo, que el mensaje y la misma práctica de Jesús queden encerrados en los límites del judaísmo. Su mensaje -piénsese en las parábolas, el sermón de la montaña y tantos otros dichos- contiene y expresa una sabiduría atemporal, en línea con las más nobles tradiciones sapienciales o espirituales. Y su vida entera es una manifestación nítida de coherencia y autenticidad hasta el final. Todo esto es lo que me hace ver a Jesús como un hombre excepcionalmente sabio, en el sentido más hondo del término: por lo que dice, por lo que vive y porque no hay distancia en él entre lo uno y lo otro.


Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

 

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Cristiano es sentir compasión

Domingo, 18 de junio de 2023
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jesus-y-el-ciegoDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.- Jesús mira al pueblo, a las gentes y las ve extenuadas y abandonadas: “como ovejas sin pastor”.

¿Cómo están –estamos- hoy nuestras gentes, las grandes masas de población? ¿Qué voces escuchamos? ¿Qué pastores conducen nuestros pasos, los planes de educación de los niños, adolescentes, qué criterios rigen la formación de nuestros jóvenes en la universidad? ¿Qué líderes, qué ideologías orientan nuestra sociedad? ¿Qué locutores, presentadores y “tertulianos” crean opinión, ética y movimientos de comportamientos a través de los medios de comunicación?

Tal vez hoy en día también vivimos extenuados y abandonados: “como ovejas sin pastor” o, lo que sería peor, guiados por falsos pastores, por asalariados, que cuando “las cosas vienen mal dadas”, abandonan el rebaño, (Jn 10).

Por desgracia hoy las masas somos conducidas (“duce”) por la dictadura de los “tertulianos”, las “ideologías” y los “wasaps”.

Los políticos no sienten compasión del pueblo, quieren su voto.

La “tertulia” como “lugar teológico” o epistemológico habla y habla sin parar como exhibición de los que intervienen en ella.

La escuela y la universidad se han degradado hasta ser una mera transmisión de datos más o menos científicos.

En muchos momentos se apela a un supuesto personalismo individualista, que en el fondo no es sino una manipulación solapada de las gentes. “Yo pienso como quiero, yo hago lo que me parece, yo me visto como me da la gana”, cuando en realidad, pienso, hago, me visto, compro y actúo como me dictan desde los medios de comunicación, desde la moda, desde la ideología a la que pertenezco.

02.- Jesús siente lástima

    Jesús no va de pueblo en pueblo con la pancarta y la megafonía “mitinera” puesta. Jesús no busca los votos y el poder del pueblo. Jesús siente lástima y compasión de las gentes, del pueblo. ¡Cuántas veces se ve a Jesús en los evangelios sintiendo compasión.

Cristo en el evangelio de hoy y en otros momentos  se presenta como Buen Pastor, (Jn 10). Él ama a sus ovejas, él quiere y cuida de sus ovejas de modo que, aunque pasemos por valles oscuros en la vida, vamos tranquilos, su cayado nos sostiene (salmo 22). Finalmente él da su vida por sus ovejas: él no huye.

Una imagen de esto es el jesuita de la película “La misión“: permaneció en aquella reserva de indios paraguayos hasta el final: murió al frente de su rebaño. Buen pastor fueron Maximilian Kolbe, con gran entrega dio su vida por los suyos. Buenos pastores son los misioneros que van muriendo en sus propias comunidades, buen pastor fue Mons Oscar Romero, Ignacio Ellacuría y sus compañeros, que han dado su vida en medio y por sus comunidades.

O3. Curar enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios.

    Jesús envía a los suyos a ser pastores de la comunidad y anunciar el evangelio del Reino.

Evangelizar es anunciar, sembrar el Reino de los Cielos. Evangelizar es curar enfermos, resucitar muertos por la droga y el odio, limpiar leprosos, arrojar mil demonios ínsitos en nuestra personalidad, luchar contra el tráfico de armas, etc.

Evangelizar es la mediación entre Rusia y Ucrania que en estos momentos está intentando llevar a cabo Matteo Zuppi.

    Es curioso que en esta crisis de sacerdotes actual, los obispos –y muchos laicos- se preocupen de que haya misa aquí o allá, pero no nos interesa si nos preocupamos por los enfermos, por la paz y la pacificación, si damos limosna, limpiamos la lepra de la droga, etc.

    A un obispo le interesa que el cura diga Misa y haga funerales y alguna que otra boda. Si ese cura siente compasión y visita a los enfermos de su parroquia, o a un encarcelado, o acoge a un emigrante, eso no cuenta, eso lo pueden hacer hasta los laicos.

    Pero Jesús no les manda a los doce como vicarios episcopales para tal cargo o como párrocos de determinadas parroquias.

Jesús dice: Sentid compasión, curad, sanad.

    Y además hagámoslo gratis. Lo que hemos recibido gratis, démoslo gratis: gracia: como don de Dios.

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“Protagonistas ellas como apóstoles de la Resurrección”, por Gabriel Mª Otalora

Jueves, 13 de abril de 2023
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El Antiguo Testamento nos habla de la experiencia troncal que marcó para siempre a sus protagonistas: la liberación de la esclavitud en Egipto. Aquellos judíos querían libertad y aprendieron a ser la mejor posibilidad de sí mismos de una manera diferente a como lo habían pensado, entre la fe y la esperanza de la Alianza, en medio de sus flaquezas y deserciones. Al final, su éxodo hacia la Tierra Prometida se convirtió en una analogía de lo que es la vida del creyente con los mismos altibajos que aquel pueblo judío, pero en su desierto interior.

El antes y el después lo marcó el paso de Jesús por este mundo que, lejos de hacer las cosas más fáciles, continúa invitándonos a un éxodo más personal en una nueva Alianza con el Amor universal como la esencia de toda la existencia.

 La manifestación de Dios ya no ocurre en la montaña, sino en nuestro interior cada vez que acogemos la Buena Noticia de que Dios es amor y damos con nuestro ejemplo el sentido nuevo que dio el Mesías a toda la Escritura. De hecho, la Pascua del Resucitado es el día más importante del año litúrgico, el acontecimiento central de nuestra experiencia de fe. Incluso en los cuarenta días de Cuaresma no se incluyen los domingos porque cada domingo se considera una Pascua.

Desde aquél entonces, quienes tenemos el regalo de la fe -y la encomienda de evangelizar el Amor mediante el ejemplo- celebramos la Pascua, el paso del Señor entre nosotros con su entrega total que da sentido gozoso a toda la existencia. Aquellos testigos de su vida, muerte y Resurrección no dejan de interpelarnos nuestra fe. Y digo testigos en el sentido más amplio, ya que fueros ellas las primeras discípulas (enviadas), escogidas para anunciar que Cristo ha resucitado.

Si leemos de seguido el pasaje de la Resurrección en los cuatro evangelios, fueron al sepulcro seguidoras y seguidores de Jesús, pero se refleja claramente que es a ellas a quienes se les revela Cristo Resucitado y son ellas quienes reciben el encargo de comunicárselo a los discípulos. Las mismas que habían seguido a Jesús a Jerusalén… ¡desde Galilea!

Dicho lo anterior, hay dos momentos clave en el Evangelio, el nacimiento del Mesías y su Resurrección. Curiosamente, ambos protagonizados por mujeres: María es la que alumbra a Jesús como madre, y estas mujeres son las testigos de un nuevo tiempo Pascual, mientras los discípulos optaron por esconderse por miedo al haber sido seguidores de Jesús… Los 4 evangelistas mencionan solo a mujeres como testigos del Resucitado, y a la vez citan a María Magdalena entre las presentes, un grupo numeroso, nos dice Lucas.

Lo impactante es que esta realidad no se ha sido resaltada teológicamente a la hora de valorar la presencia de la mujer en la Iglesia. Sin embargo, son ellas las que reciben el encargo de proclamar la noticia de la Resurrección a los discípulos buscando la manera de hacerse creíbles cuando las mujeres no estaban consideradas como testigos fiables. En aquella época, la mujer no contaba para nada, ni siquiera podía ser testigo de un juicio pues se la consideraba poco creíble. Sin embargo, su testimonio anunciando la Resurrección a los once, fue protagonizado por mujeres.

Se inaugura, pues, el tiempo de la Iglesia, el de sus seguidores  como Pueblo de Dios que debemos continuar con la obra del Resucitado. Lucas relata en Hechos algunas pinceladas del nuevo tiempo y Pablo nos habla incluso de diaconisas presidiendo nuevas comunidades en el proceso de evangelización misionera por el Mediterráneo.

Hoy es el día en que la jerarquía eclesiástica no concede a las mujeres la voz debida por razón de su sexo, mientras retumba en cada Pascua de Resurrección, la necesidad de que desarrollemos una teología profunda sobre la mujer. Quizá descubramos algunas buenas razones por la que Dios dio a conocer al mundo a su Hijo por medio de una mujer y que mujeres fuesen las elegidas a la hora de desvelar al Resucitado y, más tarde a través de ellas, a los apóstoles.

¡Feliz Pascua, paz y bien!

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“Dios nos pilla bastante cerca”, por Dolores Aleixandre

Miércoles, 9 de noviembre de 2022
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discipulos-de-jesusDe su blog Un grano de mostaza: 14.10.2022

“Para lo del entierro, me lleváis a la iglesia. – Pero mamá, si tú no eres religiosa… No, pero está más cerca”. Es un diálogo entre una madre que se sabe próxima a la muerte y su hija en la película Cinco lobitos de Alauda Ruiz de Azúa (no se la pierdan…), y es evidente que el argumento de proximidad resulta determinante para la decisión.

Me llama la atención que también en el Evangelio resulte tan importante lo de la cercanía de Dios y la primera vez que Jesús dice algo sobre Él (o sobre su Reino, en versión más discreta) es que está cerca (Mc 1,15), que se está acercando (aviso copiado por Amazon para decirte que tu encargo está ya de camino).

Los expertos en comunicación afirman hoy que quien participa en un debate se lo juega todo en los primeros segundos de su intervención y por eso es llamativo que, entre los múltiples rasgos divinos, a cual más solemnes y espectacular según el catecismo – Infinitud, Poder, Magnificencia. Eternidad…, Jesús eligiera este otro, modesto y con minúsculas que presenta a Dios como un vecino amigable.

Eso es lo que debía querer decir Juan de la Cruz: “Así como el sol está madrugando y dando en tu casa para entrar, si destapas el agujero, así Dios, que en guardar a Israel no dormita (Sal 120,4) ni menos duerme, entrará en el alma vacía y la llenará de bienes divinos”(3 Ll 46).

Y también Rilke en este poema:

“Vecino Dios, si a veces te molesto, con duros golpes en las noches largas, es porque apenas te oigo respirar y sé que siempre estás solo en tu cuarto. Y si algo necesitas, y no hay nadie que te acerque un sorbo hasta la boca: yo te escucho siempre. Hazme una señal. Estoy muy cerca. Un leve muro, por azar, nos separa. Y una llamada tuya o mía podría sin ruido derribarlo”.

En resumen, que es precisamente esa proximidad de Dios y no otro discurso, declaración, doctrina o exordio lo que tenían que anunciar los discípulos – y se supone que hoy la Iglesia – cuando fueron enviados de dos en dos por los pueblos y aldeas: “Id y proclamad que el Reino de Dios está cerca” (Mt 10,7). Y es curioso lo que tienen que decir en caso de rechazo: ``Hasta el polvo de vuestra ciudad que se pega a nuestros pies, nos lo sacudimos en protesta contra vosotros; pero sabed esto: que se ha acercado el Reino de Dios” (Lc 10,11).

Dicho con otras palabras: Dios es inasequible al desaliento y ya podemos ir dando por perdido lo de quitarnos de encima su proximidad.

Fuente Alandar, Octubre 2022

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Duda, Fe, Cicatrices, Vida

Lunes, 25 de abril de 2022
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0BACB8F4-2B9C-494B-BF65-D849B569BA45Para el segundo domingo de Pascua, Bondings 2.0 ofrece una reflexión bíblica para las personas LGBTQ y sus aliados. La serie es parte de nuestra creciente biblioteca de ejercicios de reflexión bíblica catalogados en nuestra serie Journeys”. Estos recursos son adecuados para la reflexión individual, para la discusión con un amigo o consejero espiritual, o para la reflexión comunitaria en una parroquia, escuela u otra comunidad religiosa. Oramos para que estos recursos te ayuden en tu jornada personal con Dios.

Las lecturas litúrgicas de del 2º Domingo de Pascua se pueden encontrar haciendo clic aquí.

Si desea compartir algunas de sus reflexiones con otros lectores de Bondings 2.0, no dude en publicar las respuestas que tenga en la sección “Comentarios” de esta publicación.


La duda entró por primera vez en las páginas de las Escrituras en Génesis 3 con la provocación: “¿De verdad dijo Dios que no comeréis de ningún árbol del jardín?”. Cuanto más debatía Eva con la serpiente, más dudas se multiplicaban: “¿Morir? ¡Seguramente no morirás!” Adán y Eva no murieron, pero fueron excluidos del Edén. En el Evangelio de Lucas, el Ángel de Dios dejó mudo a Zacarías, incapaz de hablar, por dudar de la palabra de Dios de que tendría un hijo (1:20). Fue solo después de que el niño se llamara Juan que la lengua de Zacarías se soltó y comenzó a alabar a Dios. En estos dos ejemplos, dudar de Dios tuvo graves consecuencias.

En el Evangelio de Juan, sin embargo, Jesús acomoda la duda del apóstol Tomás e incluso le proporciona la prueba que necesita para creer y llegar a la fe. Tomás responde: “¡Salvador mío y Dios mío!”. En otra historia del evangelio, vemos a Pedro dudando también. Mientras está en un bote, Pedro ve a Jesús caminando sobre el agua, trata de hacer lo mismo, vacila en la fe y cae. Jesús extiende su mano para rescatar a Pedro que se está ahogando y le pregunta: “¿Por qué dudaste?”. Más tarde, los que están en la barca muestran gran reverencia y confiesan: “¡Verdaderamente sois de Dios!”. (Mateo 14: 31-33). En estas narraciones, la duda inspira la fe.

Entonces, ¿cómo se navega por la paradoja bíblica entre la duda y la fe? ¿Es la duda una amenaza para la fe (como el ejemplo de Edén y Zacarías) o (como en el caso de Tomás y los discípulos en la barca), esencial para la misma confesión de fe?

LEYENDO

Juan 20:19-31

En la tarde de ese primer día de la semana, cuando las puertas estaban cerradas con llave donde estaban los discípulos, por temor a las autoridades del Templo, Jesús vino y se puso en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Habiendo dicho esto, el salvador les mostró las marcas de la crucifixión.

Los discípulos se regocijaron cuando vieron a Jesús. Jesús les dijo de nuevo: “La paz sea con vosotros. Como Abba Dios me ha enviado, así os envío yo”. Después de decir esto, Jesús sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. Si perdonas los pecados de alguien, son perdonados. Si retienes los pecados de alguien, le son retenidos”.

Sucedió que uno de los Doce, Tomás, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Así que los otros discípulos seguían diciéndole: “Hemos visto a Jesús”. Pero Tomás dijo: “A menos que vea la marca de los clavos, y no meta mi dedo en las marcas de los clavos, y mi mano en la herida de la lanza, ¡no creeré!”.

Al octavo día, los discípulos estaban nuevamente en la habitación, y esta vez Tomás estaba con ellos. Jesús vino, aunque las puertas estaban cerradas, y se paró delante de ellos, diciendo: “La paz sea con vosotros”. Luego, dirigiéndose a Tomás, Jesús le dijo: “Toma tu dedo y examina mis manos. Pon tu mano en mi costado. ¡No persistáis en vuestra incredulidad, sino creed!”

Tomás respondió: “¡Mi Salvador y mi Dios!” Jesús dijo: “¿Has llegado a creer porque me has visto? Bienaventurados los que no vieron y creyeron.”

Jesús también realizó muchas otras señales, señales que no se registran aquí, en presencia de los discípulos. Pero estas han sido escritas para que podáis llegar a creer que Jesús es el Cristo, el Unigénito, y que a través de esta creencia podáis tener vida en el nombre de Jesús.

Para todas las lecturas del Segundo Domingo de Pascua haga clic aquí.


PARA LA REFLEXIÓN

01. ¿Hay momentos en su vida, como católico LGBTQ o aliado, en los que ha dudado de las promesas de Dios o de la existencia de Dios? ¿Cómo te hizo sentir esto? ¿Cómo se resolvió?

02.- Cuando Jesús y los discípulos recibieron la noticia de que Lázaro estaba a punto de morir, los discípulos advirtieron a Jesús acerca de regresar a Judea: “Recientemente, trataron de apedrearte, ¿y sin embargo regresas?”. (Juan 11:8). Tomás, en cambio, habló con gran lealtad y dijo: “Vayamos con Jesús, para que podamos morir con él” (Juan 11:16). ¿Dónde brilla tu lealtad a Jesús? Como discípulo aliado/LGBTQ, ¿qué significaría para ti “que podemos morir con él”?

03.-La etiqueta, “Tomás el incrédulo”, parece haber sido cosida injustamente en una persona destacada por su lealtad, obediencia al Evangelio y fe. ¿Hay casos en su vida como persona o aliado LGBTQ en los que ha sido mal etiquetado o tergiversado? ¿Cómo reescribes tu verdad?

04.- Las palabras finales del Evangelio de Juan son: “para que llegues a creer que Jesús es el Cristo, el Unigénito, y que mediante esta creencia tengas vida en el nombre de Jesús”.

Muchos en la comunidad LGBTQ experimentan muertes emocionales, psicológicas, espirituales o incluso físicas a diario. ¿Cómo usted, o las personas que conoce en la comunidad LGBTQ, “resucitó” y encontró vida en el nombre de Jesús?

5.- Incluso en su estado resucitado, Jesús todavía llevaba las cicatrices de su crucifixión. Adoramos a un Dios con cicatrices. Al hojear las páginas de las Escrituras, también encontramos diversos personajes bíblicos que cumplieron con su llamado divino con cicatrices. Job lo pierde todo: sus hijos, riqueza, ganado, cosechas, salud e incluso la relación de su esposa y amigos. Muchos de los salmos destacan los clamores de David a Dios en medio de sus luchas. Juan el Bautista tuvo una muerte horrible por decir la verdad al poder. ¿Qué cicatrices llevas como persona o aliado LGBTQ? ¿Cómo pueden tus cicatrices testificar de la sanidad y restauración de Dios? ¿Quién necesita “ver o tocar” tus cicatrices para creer en las obras salvadoras o las gracias de Dios?

0.6.- Jesús repite la bendición “La paz sea con vosotros” tres veces en el Evangelio. ¿Qué implicación tienen estas palabras para la comunidad o el mundo LGBTQ/aliados de hoy?


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ORACIÓN a Santo Tomás Apóstol

Glorioso Santo Tomás,
Tu dolor por Jesús fue tal que
no te dejaria creer eso
Dios había resucitado a menos que realmente
vio y tocó las llagas de Cristo.

Pero tu amor por Jesús fue igualmente grande
y te llevó a dar tu vida por el Evangelio.

Ruega por nosotros para que podamos afligir nuestros pecados
y ayúdanos a pasar nuestra vida al servicio de Dios
para ganar el título de “bienaventurado”
que Jesús aplicó a aquellos
que creyó sin ver. Amén


La piedra angular del Evangelio, en última instancia, no se trata de la duda ni de la fe, sino de Dios que nos da vida en el nombre de Jesús: “Mi fuerza y mi valor es Dios, y Dios es mi salvación” (Salmo 118, 14).

Para alabar a Aquel “cuya bondad es para siempre, que es bueno y cuyo amor es eterno”, escuche el Salmo 118 (el salmo para el segundo domingo de Pascua) cantado en hebreo por Julie Geller.


– Dwayne Fernandes, New Ways Ministry, April 24, 2022

Fuente New Ways Ministry

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“Barro animado por el Espíritu”. 2 Pascua – C (Juan 20,19-31)

Domingo, 24 de abril de 2022
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Juan ha cuidado mucho la escena en que Jesús va a confiar a sus discípulos su misión. Quiere dejar bien claro qué es lo esencial. Jesús está en el centro de la comunidad, llenando a todos de su paz y alegría. Pero a los discípulos les espera una misión. Jesús no los ha convocado solo para disfrutar de él, sino para hacerlo presente en el mundo.

Jesús los «envía». No les dice en concreto a quiénes han de ir, qué han de hacer o cómo han de actuar: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Su tarea es la misma de Jesús. No tienen otra: la que Jesús ha recibido del Padre. Tienen que ser en el mundo lo que ha sido él.

Ya han visto a quiénes se ha acercado, cómo ha tratado a los más desvalidos, cómo ha llevado adelante su proyecto de humanizar la vida, cómo ha sembrado gestos de liberación y de perdón. Las heridas de sus manos y su costado les recuerdan su entrega total. Jesús los envía ahora para que «reproduzcan» su presencia entre las gentes.

Pero sabe que sus discípulos son frágiles. Más de una vez ha quedado sorprendido de su «fe pequeña». Necesitan su propio Espíritu para cumplir su misión. Por eso se dispone a hacer con ellos un gesto muy especial. No les impone sus manos ni los bendice, como hacía con los enfermos y los pequeños: «Exhala su aliento sobre ellos y les dice: Recibid el Espíritu Santo».

El gesto de Jesús tiene una fuerza que no siempre sabemos captar. Según la tradición bíblica, Dios modeló a Adán con «barro»; luego sopló sobre él su «aliento de vida»; y aquel barro se convirtió en un «viviente». Eso es el ser humano: un poco de barro alentado por el Espíritu de Dios. Y eso será siempre la Iglesia: barro alentado por el Espíritu de Jesús.

Creyentes frágiles y de fe pequeña: cristianos de barro, teólogos de barro, sacerdotes y obispos de barro, comunidades de barro… Solo el Espíritu de Jesús nos convierte en Iglesia viva. Las zonas donde su Espíritu no es acogido quedan «muertas». Nos hacen daño a todos, pues nos impiden actualizar su presencia viva entre nosotros. Muchos no pueden captar en nosotros la paz, la alegría y la vida renovada por Cristo. No hemos de bautizar solo con agua, sino infundir el Espíritu de Jesús. No solo hemos de hablar de amor, sino amar a las personas como él.

José Antonio Pagola

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“A los ocho días, llegó Jesús”, Domingo 24 de abril de 2022. 2º Domingo de Pascua

Domingo, 24 de abril de 2022
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27-pascuaC2 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 5, 12-16: Crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor.
Salmo responsorial: 117: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19: Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos.
Juan 20, 19-31: A los ocho días, llegó Jesús.

El libro de los Hechos, el Apocalipsis y el evangelio de Juan se escribieron casi por la misma época. La Iglesia de Jesús, formada por muchas y diferentes comunidades, estaba recogiendo las diversas tradiciones sobre Jesús histórico y cada comunidad las reelaboraba y contaba de acuerdo a las nuevas situaciones que estaban viviendo. Eran tiempos de grandes conflictos con el imperio romano y con los fariseos de Jamnia (norte de Jerusalén), donde radicó el único grupo oficial judío que sobrevivió a la destrucción del templo el año 70. Es en este momento cuando se fragua la bifurcación de caminos entre el judaísmo oficial y el judaísmo cristiano, o judíos que creían en el también judío Jesús. A posteriori, la teoría (la hermenéutica, la interpretación que tenemos que elaborar para tranquilizar nuestros corazones y nuestras mentes dándonos un sentido) ha dicho que es que Dios decidió abrir una nueva etapa histórica manifestando un misterio escondido desde siempre, y otras varias teologías. Los estudios históricos hoy están en capacidad de trazarnos ya, más o menos, las causas históricas e ideológicas que de hecho cristalizaron en la separación. Hoy, a la altura de estos tiempos en los que la historia y la arqueología nos permiten conocer casi con toda seguridad cómo fue de distinta aquella historia, no estamos obligados a historificar la teología; tenemos derecho a saber la verdad, y a reconocer la teología como teología, como creación hermenéutica, que aquellas generaciones de cristianos necesitaron para interpretar y recrear su historia, pero que nosotros, en una sociedad culta y científica –con otra epistemología– no necesitamos para interpretar-recrear la realidad, podemos aceptar la historia como fue, como hoy sí sabemos que fue.

Lo mismo nos pasa con respecto al «calendario» de la muerte de Jesús – Pascua – Pentecostés… Lucas se tomó la libertad de imaginar/crear un calendario, un cronograma, que podemos de decir que se sacó de la manga, o sea, de su creatividad y genialidad catequética. Tan bien hecha resultó, que fue la que se llevó el gato al agua, la que se impuso, no por a la fuerza, sino por lo bien hecha que estaba y lo catequéticamente práctica que resultaba. (Estamos en un caso semejante a lo de la bifurcación entre cristianismo y judaísmo: lo que teologizamos no es realmente lo que sucedió con respecto al judaísmo oficial de Jamnia, pero es lo que «se impuso» –tampoco por imposición, sino por practicidad teórica; como sabemos, esta separación incluso abismo entre la realidad histórica real y nuestra propia visión-interpretación histórica, es mucho más frecuente que lo que ordinariamente pensamos).

En efecto, veamos. Jesús entra y se coloca en medio de la comunidad. Sopla sobre ellos/as y dice que les envía el Espíritu Santo. Para la comunidad de Juan (en la que, con la que escribe), la Pascua de Resurrección y Pentecostés acontecieron el mismo día en que Jesús resucitó. No hay que esperar 50 días para Pentecostés.

Y en esa Pascua-Pentecostés «toda la comunidad» de discípulos y discípulas recibe la autoridad para perdonar los pecados. Esto corresponde a la tradición que también Mateo ha conservado en su evangelio (Mt 18,18) y que luego la Iglesia, en su proceso de clericalización (reinterpretación clerical ésta sí, impuesta con poder de coerción) fue perdiendo, pero que sí recuperaron las Iglesias Evangélicas con la Reforma Luterana, que significó un esfuerzo sincero por reconciliarse con la historia real. Entonces, en el siglo XVI todavía no era tan posible como lo es hoy, por el avance de la ciencia; Ello querría decir que el avance del conocimiento de la humanidad, nos obliga a reconciliarnos con la realidad histórica, que cada vez conocemos mejor, y nos obliga a tomar conciencia del carácter construido de nuestras interpretaciones teológicas; tradicionalmente ha sido posible convivir con creencias y elaboraciones míticas, pero cada vez se nos hace más necesario relegar las creencias y las interpretaciones al cajón de las curiosidades históricas –con frecuencia muy ricas e instructivas– para quedarnos con una visión digna de esta humanidad que vive en una sociedad de conocimiento.

En la segunda parte de este evangelio nos encontramos con el diálogo de Jesús y Tomás. Hace tres años, nuestro comentarista, en este mismo comentario a este evangelio, escribió:

«Ojos que no ven corazón que no siente», dice el refrán. Cuentan que cuando Yury Gagarin, el astronauta ruso, regresó de aquel primer paseo a las estrellas, dijo: “He andado por el cielo y no he visto a Dios”. Pobre Yury tan parecido a Tomás, que podría llamarse su mellizo.

Hoy no nos atrevemos a tratar así a Yury Gagarin, ni al llamado «ateísmo científico» que en esa anécdota él simboliza. Los cristianos hemos estado dos o tres siglos enfrentados al materialismo científico, irreconciliablemente enfrentados a su ateísmo. La Iglesia empeñada en la existencia de un Dios concebido como un Señor, creador, todopoderoso, que lee nuestras conciencias, providente, que todo lo supervisa y lo autoriza o no, que habita en el cielo, que dice, piensa, decide, se ofende, se arrepiente, perdona… Y el ateísmo científico negando la existencia de tal «Señor», de rostro y características tan antropomórficas… La fe –decíamos entonces– consiste en «creer lo que no se ve», someter nuestro entendimiento y aceptar las fórmulas de la fe de la Iglesia aunque nos parezcan increíbles… Y se nos recordaba que tendríamos más mérito que Tomás el Apóstol, que sólo creyó cuando vio…

Se acabó aquel enfrentamiento inútil, aquel diálogo de sordos en el que las dos partes sólo tenían media verdad. Tenía razón el ateísmo científico en rechazar una imagen tan cosificada (dios como un ser, como un ente) y tan antropomórfica de Dios. Reivindicaba una verdad que los cristianos no acababan de entender. Había que dar la razón a Gagarin: efectivamente, por allí no pudo ver a Dios porque ese dios-ente celestial… no existe –y si efectivamente lo hubiera visto, habría que decirle que no era Dios eso que habría visto–. La fe no consiste en imaginar o en aceptar la existencia de un Señor por encima de las nubes ni en las alturas espaciales por donde Gagarin paseó; allí efectivamente no hay nada. Podemos seguir sintiendo la presencia del Misterio, a la vez que no creemos en duendes, en espíritus ni en divinidades antropomórficas. La fe es otra cosa. No es sumisión irracional del pensamiento, ni aceptación obligada de fórmulas o dogmas, o relatos míticos. El valor ejemplar de Tomás el Apóstol metiendo sus dedos en las llagas de Jesús, decididamente, no sirve en directo como metáfora para interpretar la fe en la coyuntura actual del mundo, por mucho que la forcemos. Es necesario dar un salto hacia delante, un salto cualitativo, por el que Dios deja de ser considerado un ente, ni un Señor, ni un habitante de las alturas del cielo… y la fe deja de ser sumisión del entendimiento, humillación de la persona, renuncia a la visión de la ciencia. Se acabó el tiempo del enfrentamiento con la razón y con la ciencia. Es preciso actualizar nuestras ideas, porque, con frecuencia, al hablar de la fe seguimos repitiendo los mismos tópicos sobrepasados del «creer lo que no se ve», de renunciar a la seguridad de lo que vemos, de ofrecer «el obsequio de nuestra razón», de humillarnos ante Dios… El ateísmo científico es un problema del siglo XIX, la ciencia actual abandonó esa posición hace bastante tiempo. Seguir utilizando para hablar de la fe aquellas metáforas combativas, no sólo no nos hace bien, sino que es dañino. Leer más…

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24.4.22. La pascua de Tomas: Vivir en comunión, curar las llagas de los crucificados (Jn 20, 19-29)

Domingo, 24 de abril de 2022
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2D2F0619-DB52-4D6A-8E85-FF6D0900E238Del blog de Xabier Pikaza:

Dos problemas hay todavía en contra de la “pascua”: (a) Con esta iglesia que se dice signo de resurrección es muy dificícil creer en ella. (b) Ante las llagas de un mundo cargado de cruces parece imposible toda pascua.

Estos son eran problemas de Tomás según Jn 20. Estos  siguen siendo los nuestros. ¿Cómo creer en la resurrección si la iglesia no está resucitada y crecen (hacemos que crezcan) las llagas de cristo en el mundo?

Para empezar  

Los sinópticos incluyen a Tomás entre los apóstoles (Mt 10, 3; Mc 3, 8; Lc 6, 15),lo mismo que Hech 1, 13, sin añadir nada sobre él, como si sólo conocieran su “mote” (el mellizo ¿mellizo de quién?) como si no supieran o no quisieran decir nada más sobre él.

Por el contrario, Juan le presenta tres veces como «Tomás, llamado el mellizo»(cf. Jn 11, 16; 20, 24; 21, 2), sin decir tampoco cuál era su nombre, y le concede un papel especial en su evangelio.

Tomás aparece, en primer lugar, como discípulo valiente, que anima al resto de los discípulos, a fin de que superen su miedo y suban con Jesús a Jerusalén, para morir con él (Jn 11, 16). En la última cena aparece como uno de los «mistagogos», que plantean a Jesús las preguntas básicas sobre el sentido de su entrega y de su gloria, con Felipe [Jn 14, 8] y Judas [Jn 14, 22]).

Después que Jesús había dicho “en la casa de mi Padre hay muchas moradas”, como indicando que en su iglesia y en su cielo había espacios de vida diversos (Jn 14, 2), Tomás se atrevió a decirle: Señor, no sabemos a dónde vas ¿Cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida… (Jn 14, 5-7).

Este es el tipo de preguntas y respuesta características de los textos de revelación, que serán dominantes en los evangelios gnósticos posteriores. Eso significa que Tomás es para Juan un iniciado, algo que ha penetrado en el conocimiento del Mesías.

Una iglesia con huecos, falta Tomás

            Esta semana de pascua hemos ido evocando diversas “experiencias” de la resurrección de Jesús, empezando por las mujeres (en especial por Magdalena), para seguir con Pedro. Pero, conforme al evangelio de Marcos (16, 1-8), lo mismo que el de Mateo (Mt 28, 16), muchos o por lo menos algunos seguían dudando de Jesús, como supone este relato:  

A la tarde de aquel día primero de la semana, y estando cerradas las puertas del lugar donde estaban los discípulos, por el medio a los judíos, vino Jesús y se colocó en medio de ellos diciendo: – ¡La paz con vosotros! Y diciendo esto les mostró las manos y el costado.

Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Y les dijo de nuevo: – ¡La paz con vosotros! Como me ha enviado el Padre os envío también yo. Y diciendo esto sopló y les dijo: – Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados; y a quienes se los retengáis les serán retenidos (Jn 20, 19-23).

            Los discípulos están reunidos. No se dice cuántos son. Ciertamente, no son los “doce” como tales. En el grupo hay sin duda mujeres (pues el grupo ha comenzado con ellas). En ese contexto descubren a Jesús, que ha   venido y está con ellos. No se dice cómo, cómo le ven, como le siente. Pero es evidente que en un plano superior le ven, le sienten y le escuchan, pues les die:

 – La Pascua  se con vosotros (Eirênê hymin: 20,19.21). Sobre un mundo atormentado por la guerra y la violencia, ofrece Cristo paz. Sobre una comunidad encerrada por el miedo extiende el Cristo pascual la gracia de su vida y su misión universal.

 – La pascua es presencia gloriosa del crucificado. Por eso dice el texto que  Jesús mostró a sus discípulos las manos y el costado (20, 20), en gesto que después va a recibir nuevo contenido ante el rechazo de Tomás (cf 20, 24-29). Creer en la pascua es descubrir la gloria y presencia del crucificado

La pascua es Pentecostés. Jesús infunde su espíritu (su vida, su presencia) sobre sus discípulos diciendo recibid el Espíritu Santo(20,22), como había hecho Dios en el principio, concediendo su respiración a los primeros hombres (Gén 2, 7). Ahora es Jesús quien besa y sopla:  compartiendo su vida con todos aquellos que le acogen.

Por eso les envía: ¡como el Padre me ha enviado así os envío yo! (20, 21). Los cristianos son no sólo enviados de Jesús, sino que son (somos) el mismo Jesús presente. Por eso, como he dicho, sin iglesia “resucitada” es difícil

La iglesia perdón: a quienes perdonéis los pecados… (20, 23).Este es el problema del mundo: no hay perdón, los hombres se encuentran divididos, destruidos; carecen de medios para expresar el perdón, no hay para ellos sacrificios que puedan transformarles. Ha perdido su sentido el sacerdocio de Jerusalén, no consigue perdonar el templo. Pues bien, sobre ese desierto de pecado (falta de perdón), Jn ha interpretado la pascua como experiencia transformante de perdón.

El texto sigue diciendo: Aquellos a quienes perdonéis quedarán perdonados…Pero aquello a quienes retengáis… Si no perdonáis (si no sois perdón completo) no se podrá extender este perdón de Cristo sobre el mundo. Si este mundo está “loco y perdido” de violencia, de guerra y opresión, de pecado, es porque los cristianos dicen que son (somos) de Jesús pero no perdonamos. No se trata de una pequeña confesión sacramental privada… sino del perdón mas hondo de la vida, de toda la vida, de todos los cristianos, incluidos los de la guerra española del 36-39 y los de las iglesias de Rusia y Ucrania…

Tocar a Jesús. Signo de Tomás (20, 24-29).

            Bastaban las señales anteriores: la paz de Cristo, el recuerdo de su entrega (manos y costado), el perdón en el Espíritu. Pero el texto sigue diciendo que faltaba Tomás, precisamente uno de los Doce. No es un cristiano normal el que ha dejado de participar en la asamblea; es uno de los antiguos compañeros de Jesús, de sus Doce seguidores. Los otros discípulos le dicen hemos visto al Señor (20, 25), pero él duda: pide un signo (si no veo en sus manos la huella de los clavos…) y Jesús se lo concede.

Dos cosas le faltan para creer en la resurrección. (a) Encontrar una iglesia de creyentes, de personas que sean portadoras de la pascua de Cristo. (b) Descubrir y tomar las llagas de Cristo en la historia de los hombres (las llagas de la historia de los hombres en la verdad del Cristo):

Y ocho días después, estaban de nuevo sus discípulos en casa y Tomás con ellos; llegó Jesús, estando las puertas cerradas, se puso en medio y dijo:- ¡Pas a vosotros! Luego dijo a Tomás: – Trae tu dedo aquí y mira mis manos, trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino fiel!

Respondió Tomás y dijo: – ¡Señor mío y Dios mío! Y Jesús le dijo: Porque has visto has creído ¡Felices los que no han visto y han creído! (20, 26-29).

             En medio de la comunidad reunida, como signo supremo de falta de fe y de confesión creyente, ha destacado Juan la figura de Tomás, elaborando en torno a él esta bellísima escena pascual. Tomás es la expresión del ser humano al que le cuesta creer porque es honrado; quiere signos, necesita certezas y en algún sentido Jesús se las ofrece. Leer más…

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